Está en la página 1de 3

"arte, tamaño y producción en tiempos de contagio"

Lo que me pone a escribir y me expone a la lectura en esta ocasión es la agradable


sorpresa de un brote de concurso de grabado, desde un espacio de investigación y
promoción de ideas que podríamos llamar “contemporáneas”, a falta de un mejor
término, en un país centroamericano que para bien y para mal, no termina de
asimilar esos bloques históricos de la historia del arte. En medio de un momento
difícil para la creación en esa línea, este primer certamen de gráfica “Trama”, nace
en un estrepitoso 2,020. Gestionado y dirigido por un joven artista, docente e
inquebrantable ser silencioso de paso firme e insistente. Él me solicitó un texto que
hiciera las siguientes paradas: la autogestión, los espacios pequeños
independientes, las alternativas a las grandes instituciones, el grabado como
resistencia y memoria. Inicialmente inquieta me vi situada en un lugar desde el cual
tal vez sí podría desarrollar esas ideas con alguna pertinencia y/o propiedad.
Mi línea de formación inicial e idea de oficio juvenil fue artística. Las necesidades
que descubrí en el camino me hicieron complementar el rumbo con otras
herramientas que consideré urgentes e imprescindibles para trabajar en un contexto
complejo como el guatemalteco.
Integrando visiones que he ido recogiendo en los años de camino, me gustaría
empezar el recorrido de este texto, reflexionando en la idea de dimensión. Desde
que leí lo que se me solicitaba me detuve en las dos siguientes imágenes. Lo
“pequeño”, que entendemos como opuesto a lo “grande”. Observé las sensaciones
que acompañan la comprensión del “tamaño”, deteniéndome en la capacidad de
decodificarlas. Ellas habilidades y a la vez conceptos relacionados con la auto
percepción de nuestra dimensión, ligadas a la imagen mental del “esquema
corporal”, que hace parte del sentido cinestésico. Ello se desarrolla gradualmente
desde antes de nacer y durante el crecimiento, a partir de las experiencias
espaciales de nuestro cuerpo en interacción. Vinculado a esos conceptos
puramente físicos y funcionales, se desarrollan las nociones y sensaciones de
grande y pequeño, que posteriormente aplicamos a planos no físicos como lo
conceptual, emocional, etc. Intentando problematizar conjuntamente las maneras
aprendidas de dimensionar lo grande o pequeño, traigo a cuestionamiento las
normas, de medición en relación a lo institucional. Por ejemplo si la dimensión de
una institución se dicta por la cantidad de personas que atiende, podríamos decir
que el sistema educativo nacional, que atiende alrededor del 90% de la población
en edad de inscripción al nivel primario, es ciertamente grande. Pero ¿cuál es el
poder de su aporte? en casos como este, podríamos decir que ¿el tamaño sí
importa? ¿O no? Y es que cuando se habla de instituciones, o de formación, temas
finalmente centrales cuando se habla de un certamen promovido por un taller que
da fuerte importancia a la formación. Quizá las dimensiones no solo podrían
relacionarse al número de participantes. ¿Qué tal si la dimensión a medir
primordialmente se basara en impacto, destreza, o vínculo? ¿Qué pasaría si la
dimensión de “importancia” se supeditara a lo anterior? No lo sé… lo traigo a
reflexión.
Me gustaría también subrayar el poder del lenguaje a la hora de organizar el
pensamiento común, ya que es a través de lo que se dice y se repite que se asumen
creencias y valores. Es decir, se construye y decodifica la realidad, desde lo que
verbalizamos. Desde ahí señalo el desafuero de aquellas otras tablas de medida
tan largamente sostenidas que clasificaban “artes mayores” y “artes menores”.
“Tareas mayores” y “tareas menores”. Desde ahí avanzo hacia examinar el grabado
como técnica artística, en un tiempo en el que gran parte de la economía descansa
sobre la habilidad de reproducir más copias en menos tiempo, el grabado es un
antagonismo en sí mismo, difícil de ubicar en lo mayor o lo menor. Produce copias,
pero no tantas. Usa tecnología, pero no tan avanzada, mezclando el arcaico uso
directo de las manos, con la lentitud, la paciencia y el error. Ejercicios muchas veces
indeseables en el siglo XXI. Desde ahí el grabado representa resistencia, y más si
se le suma el potencial del uso que le dieran Arturo García Bustos o Guillermo
Maldonado, por ejemplo. Por todos lados él, sumando disidentes, ofreciendo a sus
militantes ejercer los derechos de ocio, lentitud, error, trabajo manual y creación
comunitaria alrededor de un tórculo. Aportando el TEGG junto a otras instituciones,
acceso a procesos de formación no lineales. Porque los procesos que producen el
saber y el cómo se enseña, no pueden separarse del qué se enseña y del cómo se
aprende. Espacios de formación dispuestos a un cambio educativo promueven un
cambio social. Dando lugar a la práctica de visiones divergentes del mundo,
formando y alimentando por sí mismos sus comunidades para la difusión y
finalmente la transformación de circuitos de activación del arte. En este caso
formando participantes para este certamen y promoviendo con el mismo, el
equilibrio entre técnica, contenido, atrevimiento y emoción.
Como última parada el medio del arte visual guatemalteco. En relación a la
producción global, es minúsculo, no por eso falto de potencia, problematizando una
vez más la percepción del tamaño, nos consta la fuerza de la producción artística
guatemalteca. Las instituciones del arte local, grandes y pequeñas se abren a la
participación, queda en quienes nos implicamos, la tarea de analizar lo que ofrecen,
la compatibilidad de su visión con la nuestra y finalmente ejercer el derecho de
selección, porque es ahí donde tenemos la oportunidad de fortalecer las iniciativas
auto gestionadas y micro financiadas a través de nuestra cooperación como afines
a sus visiones. El impacto de un certamen como este no es menor. En un momento
histórico como el que vivimos, promover la creación y mostrarla, no es un asunto
baladí, para demostrarlo me gustaría citar al gestor y curador colombiano, Jaider
Orsini quien al respecto de cómo la cultura responde en momentos críticos de la
humanidad dijo: “Uno de los primeros sectores que se activó respondiendo
socialmente ante la crisis de una manera contundente fue el sector cultural. Todos
los artistas se agruparon desde sus lugares de producción y hoy tenemos en todo
el mundo una programación, un espectáculo y ese ha sido un gran motor en esta
crisis, ese valor ¡es incalculable! Creo que se va a hablar mucho de esa importancia,
además porque nos preguntábamos siempre qué tan importante era el arte para la
sociedad, y hoy en esta crisis vemos la respuesta clara de su importancia y es una
importancia que no se puede cuantificar.
Delfina Esperanza de León.

También podría gustarte