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Esta pequeña obra nace como fruto de las conferencias dictadas por el autor con ocasión de

la visita a Bogotá (Colombia) y a Ciudad de México; en esta última ciudad con motivo del
Congreso de Ética Mundial llevado a cabo en el mes de marzo de 2007. El objetivo principal
de este evento era presentar el Proyecto de una Ética Mundial, en el cual el autor viene
trabajando desde hace algunos años, e impulsar el diálogo en los países Latinoamericanos
con el propósito de establecer organismos que promuevan dicha ideas.

¿En qué consiste la Ética mundial? Cuando se habla de una ética de estas características,
no se está haciendo referencia a una nueva ideología, o a una religión universal y unitaria
más allá de las religiones existentes, ni mucho menos al predomino de una religión sobre
las otras. Tampoco se ha de entender como un sistema ético de corte aristotélico, tomista o
kantiano, sino como un consenso básico sobre una serie de valores vinculantes, criterios
inamovibles y actitudes éticas fundamentales, en realidad evidentes, que deben conformar
la convicción de la persona y de la sociedad humana. No es una superestructura, sino un
ethos de la humanidad que enlaza entre sí los recursos religioso-filosóficos comunes ya
existentes en el mundo. La idea es el resultado de la reflexión emprendida por Hans Küng
en la década de los años noventa. Para esa época aparece su primera obra Proyecto de una
Ética Mundial (1990), la Declaración de una Ética Mundial del Parlamento de las religiones
(realizada en Chicago en septiembre de 1993) y la Fundación Weltethos (1995).

El proyecto nace con la siguiente pregunta ¿es posible la supervivencia de la humanidad, de


las naciones, sin una paz y una ética mundial? En medio de la crisis política y económica,
de los desastres, de la imagen de brutales crueldades cometidas en escenarios bélicos del
mundo, y en nuestras propias ciudades y países latinoamericanos, cobra gran sentido la
idea de una Ética mundial. El problema es abordado por el autor mediante las siguientes
tesis:

- No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones.

- No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones.

- No habrá diálogo entre las religiones sin estándares éticos globales.

- No habrá supervivencia de la paz y la justicia en nuestro mundo global sin un nuevo


paradigma de las relaciones internacionales fundado en estándares éticos globales.

En palabras del mismo Hans Küng, "no es tarea fácil lograr un consenso universal en
muchas cuestiones éticas concretas desde la bioética y la ética sexual, pasando por los
medios de comunicación, la ciencia, la economía y el Estado". Y Kofi Annan, Secretario
General de la ONU, decía en un discurso pronunciado en Tubinga, en el 2003: "Si condenar
un determinado credo o sistema de valores porque hay ciertos partidarios que no están de
acuerdo, es un error; igual de equivocado sería renunciar a la idea de que ciertos valores
son universales por el solo hecho de que algunas personas no parecen aceptar esos
valores. ¿Existen valores universales? Sí, sí que existen, pero no podemos darlos por
evidentes. Deben ser ponderados cuidadosamente, defendidos y fortalecidos. Debemos
cultivar en nosotros la voluntad de vivir conforme a los valores que anunciamos: en nuestra
vida privada, en nuestras comunidades locales y nacionales, en el mundo".

De acuerdo con lo anterior, ¿cuál sería la base para una ética mundial que pudiera ser
compartida por los creyentes de las grandes religiones, y también por los no creyentes, sin
importar la tradición cultural dentro de la cual se hallen?

Según el autor, hay que partir del principio de humanidad, el cual se encuentra presente en
casi todas las tradiciones éticas y religiosas del mundo, expuesto del siguiente modo: "todo
ser humano ha de recibir un trato humano". Es decir, que toda persona, sea hombre o
mujer, blanco o negro, rico o pobre, niño o viejo, ha de ser tratada humanamente. En el
ámbito de las religiones, tal mandato se expresa mediante la llamada regla de Oro: "no
hagas a los demás, lo que no quieres para ti". En la práctica, de este principio se
desprenden cuatro compromisos fundamentales:

1. Compromiso con una cultura de la no-violencia y de respeto a toda vida: la antigua


regla: "¡No matarás!" Dicho positivamente: "Respeta la vida".

2. Compromiso con una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo: el


antiguo mandamiento: "¡No robarás!" Dicho positivamente: "Obra con justicia y honradez".

3. Compromiso con una cultura de la tolerancia y con una vida en veracidad: la antigua
exigencia: "¡No mentirás!". En otras palabras: "Habla y actúa desde la verdad".

4. Compromiso con una cultura de la igualdad de derechos y de camaradería entre hombre


y mujer: la antigua máxima "¡No harás mal uso de la sexualidad!". En forma positiva:
"Respetaos y amaos los unos a los otros".

Quienes están familiarizados con la idea de reglas éticas universales podrán recordar que
es en la Modernidad, con Kant, cuando la reflexión en torno a la fundamentación moral
desde una perspectiva racional adquiere una gran importancia; de tal manera que se
concibe como un modelo que puede ser válido para todas las personas,
independientemente de sus creencias y deseos personales, ya que la razón tiene carácter
universal y necesario. Esto lleva a una concepción ética de carácter formal, carente de
contenidos, ya que no dice de antemano qué cosas son buenas, sino que ofrece un criterio
para juzgar las acciones: "obra según la máxima de tu voluntad que puedas querer que se
convierta en ley universal". Estas ideas han sido retomadas por John Rawls y desarrolladas
mediante los principios de justicia, entendidos igualmente de un modo formal, razón por la
cual han sido fuertemente criticados. La pretensión universal de esas visiones éticas se
paga con el carácter puramente formal de sus principios, haciendo que su aplicación
concreta encuentre serias dificultades.

En este sentido, la originalidad de Hans Küng consiste en su capacidad de enlazar la


racionalidad de los principios con la práctica cotidiana, por medio del recurso a las grandes
religiones del mundo. En éstas se encuentran operando una serie de valores vinculantes, en
los que todas ellas coinciden, y que todas ellas anuncian y promueven. De este modo se
puede esperar que la mayoría de los seres humanos, con independencia de sus creencias
religiosas, y de sus formas de pensar y de vivir -entiéndase aquí también a los ateos y
agnósticos- estarían dispuestos a aceptar tales principios, porque los comprenden y les
resultan razonables. En consecuencia, esos compromisos que hemos enunciado dejarían de
ser meramente formales, ya que están siendo vividos y practicados al interior de esos
paradigmas religiosos. En otras palabras, estos criterios éticos, al otorgarles un cierto
contenido a los principios de carácter universal por hallarse ya presentes en las grandes
religiones del mundo, hacen posible la comunión entre la reflexión teórica y la vida
concreta.

En este nuevo escrito de Hans Küng, Ética mundial en América Latina, podemos encontrar
tres aspectos significativos. Primero, se presenta como una valiosa síntesis de su proyecto
y de sus ideas respecto a este tema, a la vez que traza una estructura clara de las tesis
vitales que ha venido desarrollando en las obras ya mencionadas: Proyecto de una ética
mundial (1990), Declaración de una ética mundial del parlamento de las religiones (1993),
así como en Una ética mundial para la economía y la política (1997), Ciencia y ética
mundial (2006), junto con su trilogía de la historia de las religiones: El Judaísmo. Pasado,
presente y futuro (1991), El Cristianismo. Esencia e historia (1994), El Islam. Historia,
presente y futuro, (2004). Esta visión esquemática se desarrolla en este texto como un
mensaje para Latinoamérica en orden a los siguientes puntos:

- Ética mundial y ciencia.

- Ética mundial y religión.

- Ética mundial y política mundial.

- Ética mundial y economía mundial.

- Ética mundial y educación.

En segundo lugar, su lectura nos ofrece una visión esperanzadora de un nuevo orden del
mundo al que están invitadas todas las personas -en esta ocasión especial, todos los que
hacemos parte de este continente latinoamericano-, seamos creyentes o no-creyentes,
ateos o agnósticos. Y es también una incitación a todos aquellos que buscan una nueva
orientación en este mundo globalizado, en donde no se trata de globalizar la ética, sino de
situar la globalización sobre una base ética común.

Y, por último, es igualmente una provocación al lector para que aborde él también los
siguientes interrogantes: ¿Cómo puede ser posible en la economía, la ciencia, la religión, la
política y la pedagogía, la idea de una ética mundial? ¿Es posible la supervivencia de la
humanidad sin paz mundial? ¿Es posible la construcción mundial de un nuevo modelo
económico justo? ¿Es posible la paz mundial sin justicia mundial? ¿Es posible la paz de las
naciones sin la paz y la comunión de las religiones?

Armando Rojas Claros

La propuesta de Hans Küng consiste en la búsqueda de un cambio de mentalidad entre los


hombres con el fin de evitar guerras, miserias y figuras que continúen abusando de su poder sobre
los que más carecen. Para lograr un cambio como éste habrá que encontrar fundamentos mínimos
que compartan las diferentes sociedades, religiones, personas, etc. y entonces a partir de
relaciones más amplias donde haya acuerdos que eviten la violencia entre los hombres.

El mundo está en crisis, pero voltear la mirada hacia otra parte con el fin de ignorar lo que
acontece, no es una actitud responsable ante el mundo. La responsabilidad sugiere hacerse cargo
de lo que pasa a nuestro derredor, respetando la perspectiva del otro y pensando que todo lo que
hacemos tiene consecuencias a futuro, es decir, debemos buscar que las sociedades del mundo
puedan progresar moralmente, instaurando el bienestar como condición de toda relación posible.

El egoísmo de los hombres que ha administrado mal los bienes de las sociedades en las que se
encuentran, nos llevará a un inminente desplome de la tierra, a un caos total fruto de su
individualismo. Si continuamos pensando en nosotros mismos la desesperación de los que tienen
menos y que buscan medios para sobrevivir se levantará en medio de asesinatos, traiciones, robos
y daños constantes, haciendo del mundo en el que nos encontramos un lugar inhabitable. Nuestro
problema –nos dice Küng– es la posible extinción de la especie humana fruto de la desorientación
axiológica en la que nos encontramos. La paradoja es que el mismo hombre ha originado este
descontento. Así, el reto que enfrenta el pensamiento de Küng es global y por ello es necesaria
una transformación de la mentalidad entre los humanos. De esta manera al ser conscientes que ni
la economía, ni la política pueden por sí solas resolver los actos de corrupción y abuso de poder
entre los hombres, entenderemos que ser mejores humanos es un ejercicio que nos compete a
todos.

Por todo esto es que las empresas, los políticos, las religiones y todos aquellos que ejercen el
poder, deben prestar atención a los movimientos que incitan al respeto mutuo, ello les llevará a
pensar de manera distinta y actuar conforme a lo que el hombre merece, es decir, antes de seguir
pensando que el hombre es un medio para lograr un dominio técnico; es aquello que le da sentido
al mundo, el hombre es el fin mismo de su entorno.

Para lograr esto es necesario recuperar el sentido mismo de las utopías y patentar el rescate de
una ética preparada para el siglo XXI que se ponga de frente al problema del mal. Hay que divulgar
y promocionar los valores de la sociedad actual, que únicamente es posible, mostrando puntos de
comunión entre los diferentes actores de toda sociedad. El mundo agoniza, el planeta es destruido
por los hombres, la sociedad teme… y vivir así es terrible. La ética de la responsabilidad apela a
lograr un nuevo orden mundial a partir de la posibilidad de erigir acuerdos comunes que vinculen
los valores de las diferentes sociedades. Los acuerdos sólo se logran por el diálogo, pero en este
caso habrá que dialogar a partir de las leyes que a cada cual orientan en un entorno de respeto
mutuo. Valores vinculantes, criterios inamovibles, reconocimiento de actitudes básicas, son los
fundamentos que pueden erigir la pretensión de Küng, ya que estos acuerdos tendrán que
respetar las necesidades y los principios de cada sociedad e individuo. La ética de la
responsabilidad no es un modelo religioso, ni una imposición dogmática, todo ello se encuentra
integrado a un plano unionista y aprehensivo que antes de transformar las interacciones entre los
hombres, se les impondría tiránicamente, llevándonos a la desorientación y al solipsismo que se
quiere evitar.

Necesitamos acuerdos fundamentales que respeten las diferencias, eso supone avanzar hacia una
nueva dimensión de lo humano, es decir, implica reconocernos más humanos que nunca. La
finalidad es encontrar momentos mediados por la jurisdicción –y no fundados en ella– donde las
relaciones éticas no se encuentren alienadas por reglas sino que se vean como modos de actuar
antes que como simples imposiciones.

Es necesario ser responsables sino queremos que el mundo entre en un declive que ya no tendrá
salvación, todo esto supone lo siguiente:

1. Que es necesaria una ética mundial.

2. Que los acuerdos comunes sustentados en el diálogo y en el respeto funcionan como un


saber orientativo que nos permite capacitarnos adecuadamente para aplicar la
responsabilidad en nuestros actos.

3. Partir de principios mínimos nos abre un horizonte de diálogo que no irrumpe con la
libertad de elección.
4. La responsabilidad con el otro, con el futuro y con el mundo es actuar más allá de todo
acto inmediato, es decir, es realmente actuar.

5. El hombre no es un medio, es un fin, es decir, que si ha podido originar tantos males en el


mundo puede a su vez originar bienestar y salud social.

La ética ¿para qué?


Partamos de un hecho mundial: la crisis de sentido, de valores, de responsabilidad. Veamos
cómo la describe Hans Küng en su obra Proyecto de una ética mundial: "La crisis de la
principal potencia occidental es ya una crisis ética de todo Occidente, incluida Europa:
desmoronamiento de las tradiciones, de un sentido global de la vida, de criterios éticos
absolutos, y carencia de nuevos fines, con todos los daños psíquicos que de ello se derivan.
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Por: ALFONSO LLANO ESCOBAR
 
05 de junio 2011 , 12:00 a.m.
Muchos hombres no saben ya hacia qué opciones fundamentales han de orientar las
pequeñas o grandes opciones diarias de su vida, y tampoco, qué preferencias seguir, qué
prioridades establecer, qué símbolos elegir. Las antiguas instancias y tradiciones
orientadoras ya no sirven. Reina en todas partes una crisis de orientación que, a pequeña
escala, tiene que ver con la frustración, el miedo, la drogodependencia, el alcohol, el sida y
la criminalidad de muchos jóvenes, y, a gran escala, con los nuevos escándalos políticos,
económicos, sindicales y sociales. En definitiva, concluye H. Küng, Occidente se encuentra
ante un vacío de sentido, de valores, de normas, que no solo afecta a los individuos, sino
que constituye un problema político de enorme magnitud. Se impone un cambio de
mentalidad". (op. cit., pág. 25) La crisis ética de nuestro país no se queda corta con respecto
a la descrita aquí por el teólogo suizo. Colombia, en la segunda mitad del siglo pasado,
perdió su orientación, su escala de valores, sus tradiciones ancestrales. La guerrilla, el
narcotráfico y la corrupción de políticos y empresarios cambiaron las reglas de juego de la
economía y de la convivencia social. El asunto no es ya solo de moral privada; es de ética
pública, es de posibilidad de convivencia ciudadana, de una vida política honesta, que
supere la corrupción galopante que afecta a todas las instituciones públicas y empresas
privadas.

Y se preguntará todavía, ¿la ética para qué? Si por razones prácticas convenimos en que la
moral guía la vida privada, y la ética, la vida pública, tenemos necesidad urgente, no de
volver atrás, con nostalgia del pasado, sino de aceptar, como punto de partida, la crisis ética
que nos afecta profundamente y buscar responsable y solidariamente, a través de
seminarios, simposios y congresos, no un empeño moralizante, sino una nueva mentalidad,
fundada en valores nuevos que ya apuntan en la convivencia social: responsabilidad,
solidaridad, respeto absoluto al niño y a la mujer, sentido de pertenencia a la Patria, como
lo tienen a la suya, prácticamente todos los pueblos vecinos. La moral tiene que dar a cada
individuo, en su vida privada, autoafirmación, estabilidad, autonomía, servicio, orientación.

La ética tiene que hacer posibles la convivencia ciudadana mediante el respeto a la ley y a
la legítima autoridad. No podemos esperar la superación de la crisis actual, a base de
ciencia y tecnología. La salvación del hombre no puede venir de saberes y aparatos
electrónicos, sino del hombre mismo. No necesitamos solo progreso material sino, ante
todo, desarrollo humano integral, y este solo lo puede dar el hombre, nunca la ciencia ni la
tecnología.

"Lo que se necesita, observa Küng, ante la enorme complejidad de los problemas y de la
especialización científico-técnica, es la institucionalización de la ética: comisiones de ética,
cátedras de ética y códigos de ética, particularmente en los campos de la biología,
medicina, técnica y economía (por ejemplo, un código de comportamiento, Code of
Business Ethics, que actúa decididamente contra la creciente corrupción"). pág. 51.

No se trata de volver a los valores tradicionales, sino de elaborar un nuevo concepto de


hombre, de justicia, de trabajo, de responsabilidad. El futuro de las empresas empieza a
depender no del capital económico, sino del capital humano y de los valores éticos.
Pongamos la fe no en la ciencia ni en el progreso material sino en el hombre. "La ciencia y
la técnica pueden suprimir la ética tradicional, pero nunca podrán alumbrar ni fundar por sí
mismas una nueva ética". H. Küng.

Reflexión sobre el texto «Hans Kung, proyecto de una ética mundial» de Miguel Ángel Fuentes

De todos los textos que he leído sobre ética, este realmente despertó mi interés, es mucho más
directo a la hora de defender y atacar las tesis planteadas por el autor criticado.

Para empezar, estoy de acuerdo plenamente con la tesis de Fuentes “La ética es necesaria porque
es una dimensión esencial del ser humano”. La ética y los actos calificados como morales o
inmorales, sin entrar a discutir el desarrollo de los mismos a través del tiempo, son los que nos ha
permitido sobrevivir hasta ahora. Es más, en el andar de la historia el ser humano ha sido testigo
de las situaciones que se suceden cuando se salta por encima de ella (que suele ser lo más común,
pero bueno, somos humanos al fin y al cabo); y cuando ésta ha terminado siendo una “técnica de
parcheo de debilidades y deficiencias” cada vez que los seres humanos llegan a cometer actos
barbáricos e inadmisibles.

La religión católica, cristiana y corrientes que usan el mismo libro, plantean lo que allí está escrito
que Cristo dijo supuestamente en algún momento “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, pero
Einstein demostró hace mucho tiempo que nada en este mundo es absoluto, todo es relativo,
incluyendo a aquello que intenta dar respuesta “a las preguntan que turban profundamente el
corazón del hombre”… y “descubrir el camino que conduce a la perfecta felicidad”.

¿A qué quiero llegar? Que es en balde intentar construir una ética singular, es decir, una ética
puramente religiosa, una ética puramente ciencia, entre otras; ya se ha demostrado el fracaso de
este tipo de construcciones. Debemos pensar que los actos tanto morales o buenos como
inmorales o malos son en si, aquellos que construyen el camino hacia la felicidad y entender la
felicidad como un estado donde la conciencia percibe que hay un equilibrio entre lo bueno y lo
malo de las acciones ejecutadas y no como un estado de bondad perpetua. Es decir, abogo por la
construcción de un modelo ético pluralista, donde tienen tanto que aportar aquel brujo que
practica el vudú y la santería como aquel filósofo que permanece en las aulas universitarias como
un observador de la humanidad.

¿Ética pluralista?, ¿y eso cómo? Fuentes en su texto plantea una serie de ítems que considero,
desde mi perspectiva claro está, básicos para empezar.

– “Necesitamos de modo urgente una “ética” que nos dicte valores aceptables para todos, de lo
contrario, nos autodestruiremos”. Nos hemos venido autodestruyendo desde hace muchísimo
tiempo, tal vez es mirarlo desde la perspectiva de no seguirlo haciendo ni de llevarnos por delante
al planeta y lo demás que viva en el.

– “Los hombres no aceptan ninguna norma universal que venga fundamentada en la pura razón o
en la ciencia”, “tampoco se trata de aceptar en cuanto las normas reveladas en un libro”. Esto es
totalmente cierto, por eso el abogo por una ética pluralista, que contemple los diversos puntos de
vista y estilos de vida, desde la plataforma de nada es absoluto, todo es relativo.
– La religión plantea aspectos rescatables de sus doctrinas como: el bien y la dignidad del hombre
como principio y como fin decisivo del comportamiento humano, aunque también cuenta lo que le
rodea (el planeta es un sistema dependiente, nada funciona bien si algo falla).

– “Una razonable vía media entre el libertinismo y el legalismo”. Nuevamente, nada es absoluto,
todo es relativo. No puede ser tan estricta pero tampoco tan flexible. Ni mucho que queme el
santo ni tan poco que no lo alumbre.

– “Horizonte de sentido y determinación de fines”. Los comportamientos y actos humanos no son


si porque si o no porque no. Aquí reluce el principio de la causa y el efecto, todo lo que hagamos
tendrá consecuencias negativas o positivas y estas redundarán en las respuesta que recibiremos
sobre porque estamos a este mundo.

Crear un ética pluralista también se convierte en un juego de masas, mirándolo desde la


perspectiva de las teorías de la comunicación. Para cocinar un buen guisado, no todos podemos
estar metiendo las manos en la olla. Es decir, que necesariamente, para bien o para mal, siempre
debe haber personas que hagan y personas que sigan y es que la misma naturaleza, los tipos de
personalidad, permiten esto (y es justamente de eso que la religión se ha aprovechado para
designarse con aquel camino que lleva a un estadio perfecto). Planteado esto, pienso que un
código ético universal o pluralista, debería se construido con la participación de diferentes
disciplinas: politólogos, filósofos, teólogos (como estudiosos de las religiones, no entendidos como
fanáticos defensores de las mismas), sociólogos, biólogos, entre otras.

¿Se puede? Suena utópico lograrlo, si es difícil de dos personas se pongan de acuerdo, ahora
hablar de algo universal y multidisciplinario es titánico, sin embargo, a lo largo del tiempo se han
hecho esfuerzos, que han permitido que sobrevivamos hasta el momento, ¿por qué no hacer otro
esfuerzo más?, todos sabemos que de nuestros comportamientos depende nuestra supervivencia
en el planet

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