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De Serguei Al Fantasma Del Hombre de Los Lobos - Una Mirada Desde Freud A Lacan.
De Serguei Al Fantasma Del Hombre de Los Lobos - Una Mirada Desde Freud A Lacan.
Lacan.
Introducción.
Lacan apunta a la ló gica de las fechas y los nú meros dado que son expresió n de
la articulació n entre lo Simbó lico y lo Real en el Fantasma. En la historia de Serguei y
de cualquier paciente, los nú meros tienen un peso central y ejemplifican los detalles
clínicos necesarios para construir un proceso analítico que apunte a lo inconsciente y
a la subjetivació n del Fantasma: Serguei nace un 25 de diciembre, su sueñ o de
angustia emerge antes de su cumpleañ os, cerca de las 5 de la tarde declinaba su
talante sombrío, el V romano, a los 5 añ os tuvo una alucinació n, la Wespe como
condensació n de lo traumá tico, pero también marcan el tiempo entre que acaba el
aná lisis con Freud y emergen los síntomas delirantes. Este Nú mero es un operador
simbó lico que anuda lo real, pero que no lo amplifica a una expresió n simbó lica
asociativa, queda má s bien en un estado de alienació n identificatoria, a una marca, a
un rasgo que nombra el trauma pero no su elaboració n, queda en un estado de
condensació n. La repetició n de este nú mero es el nudo en la cadena significante a lo
cual Serguei se identifico, en tanto aquel expresa su goce y deseo en transferencia con
Freud.
El Historial Clínico de Sergei.
¿Qué se reconstruye del sueñ o de los lobos ocurrido a los 4 añ os? ¿Qué funció n
posee la angustia en este sueñ o? ¿Có mo se liga la pulsió n con la angustia y el sueñ o?
¿Qué relació n existe entre el sueñ o, la escena primordial y el fantasma?
La experiencia del aná lisis se constituye como una forma de construir
preguntas paradigmá ticas sobre el Deseo y el Goce de un sujeto y la prá ctica busca
descifrar a nivel inconsciente los sentidos que interrogan la posició n subjetiva que
asume él soñ ante respecto a su propia producció n. La posició n de sujeto u objeto al
interior del escenario onírico, la temporalidad diacró nica en la cual se ubica el sueñ o y
el modo en que desemboca un sueñ o constituirá n elementos centrales para la
comprensió n de la posició n subjetiva del hombre de los lobos o de cualquier paciente
en aná lisis. En este sentido, Freud va a demostrar la importancia de este sueñ o
dividiendo su comprensió n en dos dimensiones; la primera, concebida como una
valoració n que llamaremos estructural del sueñ o; la segunda, a partir de la
interpretació n que este sueñ o revela.
En cuanto a la valoración del sueño, Freud subraya el momento de la cura en
que es relatado este sueñ o: lo comunicó muy al comienzo, añ adiendo como fenó meno
de estructura tiene: “El duradero sentimiento de realidad en el que desemboco”,
observació n proveniente de La Interpretación de los Sueños, periodo cuando pensaba
que sentimientos displacenteros sostenidos con posterioridad a un sueñ o contienen
una determinada intencionalidad: “dentro del material latente del sueño hay algo que
reclama realidad efectiva en el recuerdo, el sueño se refiere a un episodio ocurrido de
hecho y no meramente fantaseado”, El autor sugiere, en obras previas y posteriores a la
publicació n de este historial, la existencia de reales sueñ os probatorios que
autorizarían inferir que: “los soñantes han sido en su primera infancia espectadores de
un comercio sexual”. Es decir, confirma a partir de este sueñ o sus hipó tesis previas e
indirectamente expone los componentes de orden pulsional ligados al producto
onírico, demostrando que la producció n de estos sueñ os está n determinados por dos
criterios centrales; “sobrevienen durante la infancia y se los recuerda desde ella”,
aspecto nuclear para la comprensió n del concepto de; escena primordial y,
posteriormente, en lo concerniente a lo relacionado a la fantasía.
Por otra parte, la interpretació n de este sueñ o es extensa: “La interpretación
abarco varios años”, apuntando al valor significante y al funcionamiento pulsional
figurado en este sueñ o, dimensió n que permitió progresivamente acercarse a los
mú ltiples significados anudados: “tras él se escondía la causación de su neurosis
infantil”. Anticipamos que los avances en torno a la reconstrucció n de los factores
ligados a la neurosis está n formados bajo las mismas condiciones en que Freud lee
este sueñ o de angustia, que aparece como resto desfigurado de algo temprano y que
para el paciente se presenta como enigmá tico y repetitivo. De este modo la angustia
anudada al sueñ o señ ala lo verdadero del conflicto psíquico ligado al complejo de
castració n, ubicando temporalmente allí la clausura a través del mecanismo represivo
articulado de modo deficiente, sumado a la operatoria de mecanismos aú n má s
tempranos y que el sueñ o condensa una modalidad de retorno que, en algunos
aspectos, es un retorno de lo reprimido y en otros, un modo de retorno en lo Real.
Por otra parte, la tesis asociada a la angustia se complementa con un texto
posterior, en Inhibición, Síntoma y Angustia (1926) (25) concibe la aparició n de
angustia ligada a la castració n; la angustia señ ala la diná mica necesaria para la
estructuració n efectiva de la Neurosis por medio del mecanismo represivo, aquí la
angustia es previa a la represió n y opera como afecto que moviliza a la represió n en
tanto se acepta una pérdida, una sustracció n de la libido que es sustituida por una
identificació n.
Desde Lacan lo que reconstruimos del sueñ o de los lobos es una posició n
subjetiva en conflicto respecto a la separació n con el objeto, expresió n angustiosa de
la articulació n de la castració n y enmarcada en relació n al Fantasma del Hombre de
los Lobos, una relació n del fantasma con lo Real: “Lo que el sueño inaugural en la
historia del análisis les muestra, en ese sueño del Hombre de los Lobos, cuyo privilegio es
que, sucede incidentalmente y de una manera no ambigua, la aparición en el sueño de
una aparición no pura, esquemática del Fantasma, es porque el sueño a repetición del
Hombre de los Lobos es el Fantasma puro, develado en su estructura, que toma toda su
importancia, y que Freud lo elige para hacer- en esa observación que no tiene, para
nosotros, ese carácter inagotado, inagotable, sino porque se trata esencialmente, y de un
extremo al otro, de la relación del fantasma con lo real” (26). Este sueñ o es una
formació n, un retorno de la operatoria significante en relació n a lo Real, sin embargo,
un fragmento de Real no fue integrado al orden Simbó lico al interior del sueñ o de los
Lobos está presente como angustia, con un duradero sentimiento de realidad como
expresió n del fracaso de la operatoria significante: “de repente la ventana se abre sola,
los ojos se abren de pronto” frase que recuerda el sentido sú bito en que se enmarca la
angustia, esto inaudito de lo unheimlich, ominoso, siniestro e inquietante exceso de
Real (27).
Freud señ ala que en el contenido del sueñ o hay una modalidad de inversió n en
la posició n subjetiva identificada en el adulto: “el estaba despierto y le fue dado a ver
algo”. El mirar atento que en él sueñ o se lo atribuye a los Lobos debe má s bien
trasladarse a él; entre los lobos y Serguei hay un trastorno hacía lo contrario y vuelta
sobre la propia persona, dos destinos arcaicos de la pulsió n: Una permuta de Sujeto
por objeto, de actividad por pasividad en los cumplimientos de satisfacció n libidinal,
con un predominio en el objeto mirada por sobre el sujeto. Serguei evidencia una
posició n pasiva a nivel subjetivo y Freud construye una permuta desde la escena
primaria al sueñ o de los Lobos, un a-posteriori. Serguei se traslada a nivel de la
identificació n desde ser el lugar de ser mirado al lugar del mirar atento: Muda de un
estado de intensa movilidad al de pasividad en el sueñ o. Podemos agregar que estos
estados son un rasgo en referencia a la mirada, su identificació n a lo alienante de la
mirada, su posició n subjetiva en torno a la mirada. En cuanto a este objeto de la
pulsió n y a esta meta pulsional no se articulo una pérdida, no hay separació n y por eso
Freud dará a entender que hubo Verwerfung de la castració n, la mirada en Serguei no
se articuló como objeto de la pérdida del Otro: “Con relación a ese Otro, dependiendo
de ese Otro, el sujeto se inscribe como un cociente, está marcado por el rasgo unario del
significante en el campo del Otro. Y bien, no por ello el Otro queda aniquilado. Hay un
resto, en sentido de la división, un residuo. Ese resto, eso último, ese irracional, esa
prueba y única garantía de la alteridad del Otro, es el a. Y por eso los dos términos, $ y a,
el sujeto marcado por la barra del significante” (28). Su comportamiento devino en mirar
la diferencia pero a la vez en desconocerla: “Verwerfung de lo nuevo, en nuestro caso
por motivos derivados de la angustia frente a la castración- y se atuvo a lo antiguo-.
Parte de la relació n pulsional respecto a la mirada en Serguei no se inscribe como
elemento Simbó lico, dejando al sujeto fijado a una relació n en un tiempo
irrepresentable articulá ndose como un agujero en la organizació n de Simbó lico, en
dicho sentido a partir de la escena primaria se anuda un elemento rechazado y
angustiante desplegado en el sueñ o de los lobos. La Verwerfung es una defensa
respecto de la realidad exterior a aquello perceptible, distinta a la Verdrä ngung “la
represió n” esta ú ltima opera a nivel significante viene a nombrar lo real y a marcar
desde un orden significante lo inconsciente, en dicho sentido un recorrido pulsional se
transforma en representable e histó rico localizable desde los significantes. En el caso
de la Verwerfung, la Forclusió n en Lacan o rechazo en Freud ocurre algo distinto en
referencia a lo simbó lico, dado que desde este mecanismo no se constituyen
significantes, o palabras que nombren, y por lo tanto algo de la realidad no alcanza a
ser inscrito desde el orden simbó lico, incidiendo en su permanencia en lo real a lo
largo del tiempo. Aquella mirada traumatizante, retorna bajo la formació n de un
sueñ o de angustia, mirada desde afuera, fractura provocada por una Otredad que deja
una marca, el goce en la mirada (29). Sin embargo, la construcció n en aná lisis de la
escena primaria enseñ a que la posició n que el sujeto establece en torno a la castració n
no es definitiva, es decir la posició n que establece el sujeto no es concluyente en torno
a un rechazo de la castració n y –agreguemos- no hay un solo tiempo para la castració n
en todo sujeto, esta se puede articular en distintos tiempos del desarrollo libidinal y
esto también ocurre en el hombre de los lobos, no hay una posició n definitiva en torno
a rechazar la diferencia sexual en este paciente.
que un objeto a mirada no cae, hay un Otro contradictorio, un lugar donde se cristaliza
un Goce Otro (34).
Cuando Lacan comenta la alucinació n del dedo cortado también centra su
aná lisis en la comprensió n de la Verwergung llamá ndola inicialmente cercenamiento
(“retranchement”), má s adelante en el seminario de las Psicosis plantea el concepto de
Forclusió n del Nombre del Padre propio de las psicosis (35); sin embargo, aquí no
habla de una alucinació n dentro de una Psicosis, sino de un realidad Cercenada en
tanto abolició n simbó lica primordial. Que la realidad sea cercenada de la experiencia
en el sujeto sitú a aquello que no podrá encontrarse en su historia, salvo como retorno
en lo Real: Lo que no ha salido a la luz de lo Simbó lico aparece en lo Real. En este
tiempo Lacan señ ala que este mecanismo involucra una expulsió n fuera del sujeto,
fuera del significante, y esto mismo es lo que constituye a lo Real, lo expulsado fuera
del sujeto, aquello no simbolizado y que aparece sustraído a las posibilidades de la
palabra. Sin embargo, en este caso no se aprecia una sustracció n o una ausencia que se
sostenga desde el Significante Nombre del Padre, pero si una sustracció n de una parte
de la historia que queda construida desde un afuera a lo largo de su aná lisis, pero que
el sujeto no inscribió como final de aná lisis. Lacan aú n no habla del Significante
Nombre del Padre, pero centra su explicació n en aquello no simbolizado que aparece
en lo Real errá ticamente. Ejemplo de ello son dos modalidades de Retorno en lo Real,
uno es el acting out y el otro es fenó meno alucinatorio de este caso, que no lo define
como psicó tico, aunque el fenó meno si lo fue, esto es central para comprender la
incidencia de este fenó meno alucinatorio que es un modo de retorno de aquello no
integrado primariamente en la separació n con el objeto, sino un mantenimiento de lo
Real. Por lo tanto, podríamos plantear que desde la escena primaria hubo un resto de
lo Real: desde la escena primaria hubo un resto que no se organizó en torno a la
pérdida articulada por la castració n, y así la mirada tomó un peso psicotizante.
Hubo Verwefung de la castració n, algo en lo simbó lico no quedó inscrito,
aunque hubo má s de un posicionamiento subjetivo en torno a la castració n, má s de un
tiempo para articular la castració n. Si ligamos Represió n y Negació n en torno a la
verdad de este sujeto, no nos encontramos con una psicosis, sino en otra modalidad de
ex -sistencia. En este sentido, hubo un orden simbó lico que permitió anudar los tres
registros, se articuló un orden significante que Freud subrayo y que Lacan destaca en
el Seminario XIV La Ló gica del Fantasma. Aquí anuda el traumatismo con el Fantasma,
no es la primera vez que lo hace por cierto, pero aquí superpone traumatismo y
fantasma, la cara visible pero negada será el fantasma. También anuda el fantasma con
la Negació n y se pregunta si podríamos verificar lo verídico de la escena primaria en el
Hombre de los Lobos, si podríamos pensar que este sujeto verificó la verdad de su
inconsciente. De aquello que fue Verwerfung parcial hubo otra verdad de orden
Simbó lico que impide dudar de la realidad de la escena primaria, es la relació n de la
verdad con el significante, la relació n entre los registros Real y Simbó lico. El
verificador es el significante cinco (36); es el V romano, tenía cinco añ os cuando
alucina, se secciona una parte del cuerpo de cinco dedos, entre las piernas de la mujer,
el aleteo de la mariposa, las 5 de la tarde, los cinco de Lobos graficados en el dibujo
entregado a Freud, pero también cinco añ os para qué aparecieran los síntomas en
trasferencia a Freud e ingresara nuevamente a un breve aná lisis con la Doctora Ruth
Mack Brusnick en 1927.
En 1919 Freud decide realizar un segundo tramo de aná lisis al Hombre de los
Lobos, este fue centrado en su ú ltimo fragmento de histeria; su constipació n. Serguei
ya había atravesado 4 añ os sin aná lisis, dado que Freud habría generado su alta
anticipada. A lo largo de la primera Guerra mundial Serguei había perdido su fortuna y
volvía a Viena para terminar trabajando como empleado pú blico. Una vez finalizado el
aná lisis, desde 1920, Freud gestiona una colecta dentro de la sociedad psicoanalítica
que se le entregaba a Serguei todos los añ os, dada la contribució n al pensamiento
psicoanalítico y por los problemas econó micos que el paciente presentaba. En
contratransferencia Freud mantuvo un lazo con su paciente a través del dinero, un
objeto particular en la relació n Fantasmá tica de Serguei con su padre.
En 1923 Freud desarrolla un cá ncer a la mandíbula, sin duda su aspecto
cambia; luego de la primera operació n Serguei visita a Freud para recibir su renta, lo
percibe enfermo, sin duda esto perturba a Serguei, sumado al tipo de transferencia
aú n operativa, escenifica en Freud la amenaza de muerte. Para Serguei, Freud era un
padre, Freud también se identificaba al lugar de padre, y esto es perjudicial para la
solució n de los síntomas; por un lado, hay entrega de dinero, pero también la
posibilidad de muerte. Cabe recordar los suicidios del padre y la hermana de Serguei
con caracteres orales. Serguei también calla a Freud la pertenencia de joyas que él
habría recobrado de las posesiones familiares, se muestra a Freud sin recursos,
miente sobre sus ingresos, su goce se concentra en el silencio, en mantener una
posició n de hijo del psicoaná lisis; una posició n desde lo oral y lo anal pero también
desde la mirada que lo escinde, una posició n de goce y pasividad.
La mirada atenta con la que ve a Freud padecer su tumor, enfrenta a Serguei a
lo Real de la pérdida, con una afecció n en lo real del cuerpo, nuevamente se escenifica
la pérdida de aquella transferencia no resuelta que a su vez es estructural y
permanencia negada dado que era su Fantasma. La mirada que antes fracturaba, la del
estadio del espejo de la escena primaria, aquello escindido y forcluido ahora retorna
bajo una manifestació n de mirada alienante. Desde 1924 Serguei desarrolla síntomas
que van de la dismorfofobia a lo hipocondriaco paranoico (37), tuvo un lapso de 3
añ os de evolució n de dichos síntomas hasta 1927. En febrero de 1924 aparece el
síntoma central de su enfermedad, se inquieta dado que encuentra poros nasales que
sobresalen; “como puntos negros”. Má s tarde se pasa a llevar “distraídamente” con su
mano un grano de su naríz, y percibe un grano endurecido. Piensa que este grano se
origina por el castigo de haber tenido pensamientos hostiles respecto a un doctor que
habría presentado una enfermedad renal; esta idea de castigo y su posterior; “pasar a
llevar” crean la herida, hay una referencia al masoquismo primario, muy propio
respecto a la primaria relació n con el padre, pero también es una expresió n de la
relació n fantasmatica a Freud, es la expresió n de aquello que calla a Freud. Su nuevo
acting es crear una herida que no deja de mirar, la estructura Real de su fantasma
toma una forma imaginaria que captura. Sin embargo, los síntomas funcionan en
transferencia a las ideas de muerte en torno a Freud. Ocultar la pertenencia de joyas a
Freud, percibir un cá ncer en la boca y la posibilidad de que Freud muera sitú an un
punto negro, lo real de la castració n, la pérdida en referencia al objeto, la muerte de su
padre. Su respuesta superyoica es crear una herida como expresió n de un retorno;
donde se encontraba el grano, Serguei mira un profundo agujero e interpreta que
aquello era mirado por todo el mundo pero a su vez reconoce lo extrañ o de su
comportamiento. Con un cariz de obsesió n comenzó mirar su nariz en escaparates o
bien en espejos que llevaba consigo, su relació n al espejo tambalea, se llena de
incertidumbre.
De niñ o, recordemos, escuchó a su madre con sus dolencias y hemorragias
intestinales; “ya no puedo vivir más así” y a su “aya” que sentenciaba la presencia de
una herida en el pene a aquellos niñ os que se masturbaban. Má s tarde, a los cinco añ os
alucina una herida en uno de sus cinco dedos, luego se enferma de gonorrea y se
desencadena su quebranto. Este nuevo retorno, desde el objeto a mirada fijado en el
lugar del agujero de su nariz, escenifica su reencuentro con la castració n, con la
pérdida. El efecto de este retorno es la vacilació n del Fantasma, el marco se descentra,
dado que la relació n Imaginaria que Freud mantuvo con Serguei representó , simbolizo
el lugar del hijo; una carga Imaginaria que hizo de velo y que obturó el conflicto con la
renuncia en el Hombre de los Lobos, pero también vuelve a escenificar la estructura
de lo Real de su Fantasma.
El inicio de estos síntomas señ alan una fractura a nivel del narcisismo, la
emergencia de aquello traumá tico en torno a la mirada de su imagen corporal que se
quiebra, lo que surge y se va transformando es una posició n de autorreferencia que
toma tintes de paranoia desde la idea de ser mirado por todos en una herida de su
nariz. También la idea de haber sufrido un dañ o en su naríz a propó sito de una
intervenció n realizada por el Doctor X es fuente de sus quejas. No obstante, la posició n
subjetiva respecto a su síntoma psicó tico a lo largo de sus tres añ os de evolució n no
fue definitiva. No hubo certidumbre o certeza de aquello, reconocía ciertamente lo
extrañ o de sus ideas, pero no las podía evitar, un delirio en un psicó tico tiende a la
sistematizació n, se funda en certezas, en neologismos inquebrantables, por lo demá s
un delirio en el caso de un psicó tico con frecuencia lleva a una evolució n que empuja
al sujeto en convertirse en una encarnació n de una mujer (38). En Serguei hay má s
bien una vacilació n de su fantasma, esta estructura quedó al desnudo y permitió la
aparició n del objeto, por ello la realidad se vuelve alienante transitando desde la idea
fija hipocondriaca a la idea de dañ o y la autorreferencia en la mirada que se fija en el
agujero de su nariz, hay toda una referencia a la pérdida que actualiza su relació n
transferencial a Freud.
La posició n subjetiva de Serguei expresa los rasgos de la estructura. Posterior
a haber creado su herida en la nariz decide visitar al profesor X para realizar una
intervenció n, esta calma su angustia hasta principios de 1925. Luego descubre otro
grano doloroso en su nariz, consulta a un nuevo dermató logo pero aquel le señ ala que
no hay solució n para su glá ndula infectada, esto produce su desesperació n por lo cual
visita nuevamente al profesor X quien lo calma extirpá ndole la glá ndula. Luego de la
intervenció n acude incesantemente al consultorio del Doctor X para obtener el
resguardo que lo tranquilizara sobre su nariz la cual presentaba inflamació n. El
profesor le realiza una nueva intervenció n que nuevamente lo calma. A comienzos de
1926 reinicia nuevas ideas fijas respecto a su nariz. Esta vez visita a Freud, en parte
por que Freud también le habría pedido que fuera garante de una lucha que había
iniciado con Otto Rank, dado que se discutía la funció n de la reconstrucció n en
psicoaná lisis, la otra razó n es porque Serguei notaba que su reacció n, sus
preocupaciones eran anormales, por eso Freud decide derivarlo a otro dermató logo
que termina por sentenciar que las cicatrices no desaparecerían. Bajo orientació n de
Freud, Serguei es derivado también a Ruth Mack Brusnick quien a lo largo de 5 meses
analizará aquellos síntomas. La conclusió n es que en gran parte todo es la expresió n
de una transferencia no resuelta a Freud y por lo tanto un aná lisis no concluido.
Para Serguei este segundo aná lisis fue efectivo, así lo señ ala en su
autobiografía, llama la atenció n que al recibir el diagnostico de Paranoia de parte de
su analista, haya rechazado aquella concepció n externa, dado que describe que luego
de siguiente noticia lucho para no tener má s esas ideas de su nariz aspecto que logra
finalmente.
El delirium neuró tico de la nariz, es una respuesta al acting out del agujero
creado la cual escenifica la estructura real de su fantasma, el costo era que aquello
imaginario de la mirada se desbordara, lo ubicara en un borde, aquel delirio neuró tico
que lo hizo dudar, era una fantasmatica imaginaria que lo alienaba en el agujero de la
nariz: la mirada por lo tanto estaba puesta en el juego obsesivo de una herida auto
infligida, que es mirada dirigida al Otro y al otro, y que le permitió preguntar a todos
estos médicos que lo miran y escuchan sobre su mirada sin sostener o construir
nuevas preguntas a su transferencia, salvo hasta su segunda llegada a aná lisis.
El término de sus síntomas trajo consigo la conclusió n de su tratamiento y su
alejamiento del movimiento psicoanalítico. Su rechazo de hijo favorito del
psicoaná lisis puede ser comprendido como una renuncia en términos libidinales. Sin
embargo, lo que llama la atenció n es como los síntomas del segundo tiempo eran un
llamado a Freud, su aná lisis no estaba terminado y los síntomas remitían al fantasma
con su analista, no se atravesó el Fantasma. En este sentido, también cabe preguntar
sobre cuá les fueron los alcances y logros en este caso; la relació n transferencial sin
duda se vio interferida por la contratranferencia de Freud; el dinero circulaba como
un objeto a que no vehiculizaba la castració n, en los añ os que se le pagó su
contribució n al movimiento psicoanalítico, en su silencio escondió la presencia de
posesiones a Freud. Mirada como goce, posició n pasiva como goce, silencio como goce,
retenció n como goce, todo de un sujeto que se mantuvo en un grado de posició n
subjetiva de negació n y rechazo, de identificació n como objeto de la pulsió n de
muerte, lo cual al no ser suficientemente analizado y reconstruido permite inferir un
grado parcial de desidentificació n en su proceso de cura.
Notas:
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http://www.lacanterafreudiana.com.ar/lacanterafreudianajaqueslacanseminario14.h
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(7) Braunstein, N. (2006). Capítulo 4. El desciframiento del goce; la carta 52. En El
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(11) Freud, S. (1992) De la historia de una neurosis infantil (1914 -1918). En J.L
Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 17, pp. 49). Buenos Aires:
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(12) Lacan, J. (1952-1953). Clase III del 13 de Enero de 1954. En Seminario 1 Los
escritos técnicos de Freud (1952-1953). (pp.61) Buenos Aires. Paidos.
(14) Pankejeff, S. (1952) “Las memorias del hombre de los lobos”, Cap. La vida
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Nueva Visió n
(15) Braunstein, N. (2006, 28 de Noviembre) Ficciones de la memoria – Actas clases
12 y 13 seminario en Guayaquil. Recuperado de
http://nestorbraunstein.com/escritos/index.php?
blog=7&p=50&more=1&c=1&tb=1&pb=1
(16) Freud, S. (1992) Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica
del psicoaná lisis, II (1914). En J.L Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund
Freud (Vol. 12, pp. 145- 158). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original 1914).
(19) Mack Brusnwick, R (1928). “Suplemento del la Historia de una neurosis infantil
de Freud. “El Hombre de los Lobos por el Hombre de los Lobos”. Ediciones nueva
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(20) Freud, S. (1992) De la historia de una neurosis infantil (1914 -1918). En J.L
Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 17, pp. 78). Buenos Aires:
Amorrortu. (Trabajo original 1914-1918).
(23) Freud, S. (1992) Tres ensayos de teoría sexual (1905). En J.L Etcheverry
(Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. VII, pp. 109-224). Buenos Aires:
Amorrortu. (Trabajo original 1905).
(30) Freud, S. (1992) De la historia de una neurosis infantil (1914 -1918). En J.L
Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 17, pp. 61). Buenos Aires:
Amorrortu. (Trabajo original 1914-1918).
(31) Freud, S. (1992) De la historia de una neurosis infantil (1914 -1918). En J.L
Etcheverry (Traduc.), Obras completas: Sigmund Freud (Vol. 17, pp. 78). Buenos Aires:
Amorrortu. (Trabajo original 1914-1918).
(38) Maleval. J. C (1998). Capítulo 4. El delirio psicó tico no es delirium neuró tico;
Evolució n del delirio. En Ló gica del delirio (pp. 85-88) Barcelona: Ediciones del Serval.