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En los debates generados por la propuesta de ley de unión civil entre personas del mismo
sexo, que han tenido lugar este último año en nuestro país, la idea de “naturaleza” ha sido
utilizada, desde ambas orillas del debate, para sostener la legitimidad de sus posiciones.
Desde los sectores conservadores, opositores a la iniciativa, se ha repetido una y otra vez
que la ley sería un atentado contra lo que proclaman como “familia natural”, entendida como
heterosexual, monógama y organizada en función de la reproducción de la especie.
[…] lo que se quiere aquí es debilitar el concepto de familia, de institución natural […] hay dos conceptos
ahí: uno es la unión de hombre y mujer para la procreación y otro es la complementariedad sexual de un
hombre y una mujer, es el concepto básico de familia, por eso es que la familia es un instituto… una
institución natural no es una construcción social, donde [hay] dos personas del mismo sexo que se aman
y se atraen. (Julio Rosas, congresista y pastor evangélico, programa De 6 a 9, Canal N, marzo de 2015)
[…] justamente […] [la unión civil] no es reconocida como derecho fundamental porque no lo es, porque
no coincide con la realidad de la naturaleza; es que quieren hacer una ley para que exista el derecho
supuestamente. Los derechos fundamentales no hacen falta legislar, existen de por sí, no porque lo
señale la ley. (Rafael Rey, parlamentario andino, programa Agenda política, Canal N, marzo de 2014)
Desde el sector que promueve o apoya la propuesta legislativa, entre otros argumentos, se
ha buscado sustentar la legitimidad de la homosexualidad y, por tanto, de las uniones
homosexuales desde su supuesto carácter innato/genético.
¿Quién en su sano juicio va a decir “ya me cansé de ser heterosexual, desde hoy seré homosexual”? Ser
gay es algo que te viene dado; es igual a ser zurdo o derecho, uno nace así. Es algo genético, y uno no lo
puede cambiar. (Carlos Bruce, congresista, Peru21, 21 de mayo de 2014)
Recientes y múltiples investigaciones han revelado que esa orientación sexual no es una opción que la
persona escoge en el transcurso de su vida, sino que nace con ella y es producto de complejas
interacciones en el desarrollo gonadal, hormonal y cerebral del ser humano. (Élmer Huerta, médico, El
Comercio, 19 de mayo de 2014)
El marco dicotómico que impone el uso del dispositivo “natural versus construido” resulta
limitado (y peligroso) para abordar campos diversos y complejos como los que constituyen
los temas de parentesco, familia y sexualidad.
Los opositores a la unión civil estarían actualizando la tendencia descrita líneas arriba, es
decir, que se resucitan discursos anacrónicos sobre una supuesta naturaleza humana fija y
cerrada al cambio para legitimar viejas jerarquías.
Las diferencias entre hombres y mujeres también se han intentado anclar en la “naturaleza”
como justificación última para mantener a las mujeres en roles delimitados. Así, por ejemplo,
en el año 1912, Pierre de Coubertin, el fundador de las olimpiadas modernas, inicialmente
prohibidas a mujeres, señaló que el deporte femenino sería contrario a las leyes de la
naturaleza (Fausto-Sterling 2006). En esta misma época, en Estados Unidos, en una escena
científica teñida de este tipo de sentido común, se discutía si las feministas que se
levantaron a favor del voto femenino eran resultado de un sinsentido evolutivo o de una
anomalía embrionaria, a fin de determinar qué tipo de “desviación” en la “naturaleza”
femenina sustentaba su deseo de participar en la vida pública (ibíd.). Asimismo, en el Perú,
en los debates parlamentarios sobre el voto de las mujeres (entre los años 1931 y 1932),
fueron frecuentes los argumentos opositores referidos a la “naturaleza” femenina, entendida
como correspondiente únicamente al cuidado del hogar y la familia (Villanueva 2010).
Ahora se trata de la unión civil entre personas del mismo sexo, propuesta de ley que le
reconocería un cierto grado de legitimidad a uniones/formas de familia no heterosexuales.
Los opositores a la unión civil estarían actualizando la tendencia descrita líneas arriba, es
decir, que se resucitan discursos anacrónicos sobre una supuesta naturaleza humana fija y
cerrada al cambio para legitimar viejas jerarquías. Llama la atención que desde la orilla
opuesta se luche por una ampliación de la democracia y mayor igualdad de derechos
sexuales desde la misma lógica. A continuación dialogaremos con los argumentos
naturalizantes de ambos lados del debate.
La familia natural corresponde a las ciencias naturales, no a las ciencias sociales; una institución de un
hombre y una mujer. (Julio Rosas, congresista. El Comercio, 10 de marzo de 2015)
A diferencia de lo señalado líneas arriba, desde la oposición a la unión civil, las ciencias
sociales —particularmente la Antropología— se pueden jactar de una larga tradición de
estudios sobre sexualidad, parentesco y familia, tradición que demuestra que la diversidad
es característica fundamental de los modos de organización de las sociedades humanas a
este respecto.
Formas de unión/matrimonio entre personas del mismo sexo, además de ser reconocidas
por las legislaciones de más de una decena de Estados modernos, se han registrado en
contextos histórico-culturales tan diferentes como las antiguas Grecia y Roma, donde las
1
uniones entre hombres no eran raras . De la misma manera, en sociedades africanas
patrilineales, como, por ejemplo, los nandi (Kenia) y los nuer (Sudán/Etiopía), ha estado
tradicionalmente institucionalizada la figura de “mujer-marido” que implica el matrimonio
entre dos mujeres biológicas, de las cuales una asume el rol masculino (Smith 1980).
El modelo de familia nuclear heterosexual monógama, por ejemplo, es un producto histórico
específico de la modernidad occidental y cristiana, y no una invariante universal “natural”.
Por su parte, la monogamia ha estado lejos de ser el modelo único de familia. Si se mira a la
humanidad en perspectiva histórica y transcultural, y a aquellas sociedades que la tienen
como modelo hegemónico, no suele pasar de ser un anhelo normativo que dice poco sobre
la práctica. Hirsch et ál. (2009), en su estudio comparativo sobre infidelidad realizado en
México, Nigeria, Vietnam, Papúa Nueva Guinea y Uganda, señalan que los encuentros
extramaritales (fundamentalmente en el caso de los hombres), aun cuando no constituyen
un comportamiento normativo, son lo normalmente esperable, y que la conducta que
demanda explicación es más bien la fidelidad marital. Los autores proponen un
entendimiento de la sexualidad extramarital, más que como un comportamiento raro y
desviante, como una pauta de relación social orgánicamente vinculada al matrimonio, la
familia y el parentesco, y las respectivas desigualdades de género a estos asociadas.
Las diversas maneras de organizar la familia y el parentesco no son datos que puedan ser
adscritos a una idea estática de naturaleza. Responden a circunstancias socioeconómicas,
culturales e históricas que varían en espacio y tiempo e interactúan con las amplias
posibilidades de los cuerpos humanos. El modelo de familia nuclear heterosexual
monógama, por ejemplo, es un producto histórico específico de la modernidad occidental y
cristiana, y no una invariante universal “natural”. A diferencia de modelos anteriores, se
caracteriza por la afirmación de la individualidad de los sujetos y la libre elección conyugal (a
partir del ideal de amor romántico), y, en consonancia, se asocia a una mayor independencia
de las parejas en cuanto a sus familias de origen. Esto fue posible a partir de la revolución
industrial, cuando las personas ya no requerían vivir integradas a grandes grupos
socioeconómicos de carácter familiar para su supervivencia. La alianza entre individuos
reemplaza la alianza entre linajes, modelo que fue el fundamento del matrimonio en épocas
anteriores.
Es necesario precisar que no se trata de una historia de evolución lineal en que la diversidad
se podría explicar como una sucesión de estadios imperfectos necesarios para llegar a la
monogamia heterosexual como etapa final y superior. La idea de una gran narrativa sobre el
“progreso” de la familia a partir de modelos “primitivos” ha sido ampliamente rebatida por la
evidencia histórica y socioantropológica. Así, por ejemplo, variantes de la monogamia han
aparecido en diferentes épocas históricas, tanto entre cazadores y recolectores como en
sociedades complejas (Gómez 2012).
Desde la otra orilla, se argumenta desde la misma lógica naturalizante, solo que esta vez
incluyendo a la homosexualidad en el paquete de lo natural e inmutable. Así el congresista
Carlos Bruce, propulsor de la iniciativa, reivindica la legitimidad de la homosexualidad a
partir de su supuesto origen genético: “Ser gay es algo que te viene dado; es igual a ser
zurdo o derecho, uno nace así. Es algo genético, y uno no lo puede cambiar; ¡no existen
curas de reconversión! Eso es una tortura” (Carlos Bruce, congresista, Peru21, 21 de mayo
de 2014).
Queda claro que se trata de una estrategia discursiva en la que se busca, además de la
legitimación por vía de la invocación a la “naturaleza”, desestimar las nefastas “curas” de
reconversión de la homosexualidad, que desde el otro lado del debate se presentan como
posibles y recomendables (respaldando la concepción patologizante de la homosexualidad).
Sin embargo, se cae en la trampa de reificar la idea de lo “natural” como imperturbable en el
tiempo y, por ello, legítimo. ¿Acaso, al margen de cualquier supuesta “causa”, no sería más
democrático apuntar a defender derechos de toda forma de vida/identidad sexual, siempre
que no dañe a otros (incluyendo a quienes tienen trayectorias sexuales menos lineales u
monolíticas en cuanto a experimentar las diversas posibilidades del cuerpo y el deseo)?
Además, anclar la homosexualidad en los genes es un movimiento políticamente peligroso,
ya que aun cuando se hace con la expectativa de generar mayor aceptación, podría resultar
teniendo el efecto contrario. Como dice Lancaster (2003: 278): “el fetichismo genético y la
nostalgia por la naturaleza son realmente peligrosos para esas criaturas cuyas existencias
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se ubican en los márgenes del imaginario naturalista”.
Para terminar
Referencias Bibliográficas
Foucault, Michel (2005) [1977]. Historia de la sexualidad, vol. 1. México D. F.: Siglo XXI
Editores.
Hirsch, Jennifer et ál. (2009). The Secret: Love, Marriage & HIV. Nashville: Vanderbilt
University Press.
Lancaster, Roger (2003). The Trouble with Nature. Sex in Science and Popular Culture.
Berkeley: University of California Press.
Smith, Regina (1980). “Is the Female Husband a Man? Woman/Woman Marriage Among the
Nandi of Kenya”. Ethnology, vol. 19: 69-88.
Van den Wijngaard, Marianne (1997). Reinventing the Sexes. The Biomedical Construction
of Femininity and Masculinity. Bloomington: Indiana University Press.
Villanueva, Victoria (2010). El poder en el mundo formal, entre el voto y la cuota. Lima:
Movimiento Manuela Ramos.
Angélica Motta. “La “naturaleza” en el debate por la unión civil”. En Revista Argumentos,
Edición N°2, Año 9, Mayo 2015. Disponible
en http://revistaargumentos.iep.org.pe/articulos/la-naturaleza-en-el-debate-por-la-
union-civil/ISSN 2076-7722
Según ellos, los programas impulsan a los niños y las niñas a decidir si son hombres
o mujeres, así como a imponerles las prácticas de las personas lesbianas, gais,
bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI).
Erick Quesada, psicólogo, máster en Salud Pública y doctor en Educación, indicó que
para él la ideología de género no existe, debido a que el concepto es una
contradicción.
Aseveró que lo considera una contradicción porque el concepto como tal no puede
existir, pues para el profesional el género estudia las ideologías que producen las
diferencias y desigualdades entre las personas.
Quesada mencionó que existen los movimientos feministas en pro de los derechos de
las mujeres y en contra del machismo, también los movimientos de defensa de los
derechos humanos para la población LGBTI.
Sin embargo, añade que la ideología de género es un término inventado por sectores
e instituciones conservadoras que se oponen al avance en los derechos humanos.
“Ha agarrado fuerza (el concepto de ideología de género) porque instituciones como
la Iglesia católica y la Iglesia fundamentalista han asociado sobre todo la educación
de la sexualidad con amenazas que no son reales”, indicó.
El especialista señaló que se dice que se adoctrinará a los niños y niñas para que
escojan si quieren ser hombres o mujeres, o para que elijan libremente la
homosexualidad o el lesbianismo.
Pese a esto, recalcó que estas afirmaciones desde el punto de vista científico son
falsas, pues recalca que no es factible que una persona un día decida amanecer
siendo hombre o mujer.
Quesada destacó que se ha difundido información falsa que ha logrado alarmar a las
personas y preocuparlas o enojarlas por las distorsiones.
“La gente no sabe cómo se pone un condón ni cuándo se tiene que poner, la gente no
sabe qué es VIH, qué es virus de inmunodeficiencia humana, la gente no conoce
métodos de anticoncepción”, destacó.
El psicólogo mencionó que quienes cuentan con acceso a Internet tienen a la mano la
información correspondiente al tema, además, comentó que en estos días se realizan
varios foros relacionados con la materia.
Si hemos de ser honestos intelectualmente, lo primero sería ofrecer, al menos, una discusión
teórica de lo que llamamos ideología, y luego recién afirmar que no existe en virtud de
argumentos bien explicitados. Ni la una ni la otra aparecen, no sólo en el artículo de Larraín,
sino en ninguna de las aseveraciones de un liberalismo completamente desorientado en lo que
hace a las luchas culturales que exceden a los marcos conceptuales de la vieja izquierda
marxista o socialdemócrata.
La única razón que ofrece Larraín, en efecto, es que la ideología de género no existe porque
“Nadie la ha formulado, establecido sus premisas ni desarrollado sus postulados”. Por supuesto
que nadie ha adoptado el lugar de “ideólogo del género”, del mismo modo que ningún
pensador marxista se asume “ideólogo marxista”, por ejemplo. ¿Quién podría decir: “heme
aquí, yo cree la ideología de género”? El argumento es absurdo. Lo que ha habido son
innumerables cientistas sociales y filósofos que han ido dando forma a lo que hoy llamamos
“ideología de género”. Probablemente en Simone de Beauvoir (El segundo sexo), “no se nace
mujer: llega una a serlo”, se encuentre la raíz de la cuestión.
Pero el desconocimiento que cada quien tenga sobre la materia no habilita a decretar que no
existe. Además de De Beauvoir, podríamos mencionar a Wittig, Firestone, Green, Eisenstein,
Money, Reich, Kinsey, Foucault, Millett, Buttler, y, para ser justos, un inacabable etcétera.
Quien no haya estudiado la cuestión, no puede aseverar, sin más, que no existe porque él no la
estudió.
Un enfoque que también hace hincapié en la cuestión de la falsedad, pero no la remite a una
realidad externa al lenguaje sino a sus propios enunciados y efectos, es el del filósofo Denys
Turner, quien afirma en su libro Marxism and Christianity que la ideología consiste en una
“contradicción performativa”, en la cual hay un conflicto entre lo dicho y el contexto de su
enunciación: “contradicción entre un significado transmitido explícitamente y el significado
transmitido por el propio acto de transmitirlo”. Lo ideológico de la ideología de género es que
enuncia “liberación” mientras construye un “camino de servidumbre” a lo Hayek,
promoviendo regulaciones y adoctrinamientos estatales; pide diversidad mientras pide que se
censuren voces disidentes como la mía (Rolando Jiménez hizo que me cancelaran auditorios en
Chile); pide tolerancia mientras arroja piedras contra un Bus porque no le gusta su mensaje y
contra la gente que piensa distinto.
Hay, sin embargo, otros enfoques a la hora de abordar la noción de “ideología”. Uno de los
más populares es el de la ciencia política, que entiende por “ideología” todo conjunto de ideas,
independientemente de su veracidad o falsedad, que sirven a un grupo específico para catalizar
la movilización política. Es la postura del filósofo Martin Seliger, quien, en su obra Ideology
and Politics, define la ideología como “conjunto de ideas por las que los hombres proponen,
explican y justifican fines y significados de una acción social organizada y específicamente de
una acción política”.
¿Qué duda cabe, al respecto, que la filosofía del género ha devenido en ideología desde el
mismísimo instante en que sirvió a la conformación y movilización de grupos políticos?
Hablar del “Bus del Odio” por ejemplo, para referirse a un Bus que pide más familia y menos
Estado, es indiscutiblemente una operación ideológica: busca la movilización política contra el
Bus como representante de una visión sobre la sexualidad que hay que desterrar porque ciertas
minorías la consideran “odiosa”. Por cierto, Larraín debería reparar en el hecho de que lo que
ocurrió en Madrid no es como él lo relata en su nota: el Bus no fue sacado de circulación por
“manifestaciones adversas”, sino porque el Estado se lo prohibió. ¿Dónde quedó la defensa
liberal de la libertad?
*Agustín Laje es un joven escritor argentino. Ha publicado cinco libros, y colabora en medios
de comunicación nacionales e internacionales tales como la revista Forbes. Además, es
director del think tank Centro de Estudios LIBRE, una fundación de ideología liberal-
conservadora que busca promover el respeto por la libertad individual, la propiedad privada
y el republicanismo
A mí siempre me ha parecido que a los extraterrestres – como a los difuntos - hay que dejarles
en paz, por lo que pudiera pasar. ¿Quién nos garantiza que no sean tan desagradables como
amebas gigantes, o como hojas de té y por equivocación hagamos un genocidio involuntario en
forma de infusión, o simplemente, que no tengan muy buenas intenciones para con nosotros?.
Si son capaces de encontrar esas navecitas tan pequeñas en ese espacio infinito y son capaces
de entender nuestro mensaje es que están mucho más desarrollados y son mucho más
competentes que nosotros, así que más nos vale que si se da este improbable encuentro, sean
además buenas personas. ¡Dios nos libre de los encuentros en la tercera fase!.
Cuando Sagan se planteó qué información podría ser significativa para que un extraterrestre
supercivilizado – y esperemos que bueno - identificara nuestro planeta y nuestra especie, puso
mucha información binaria y el cuerpo desnudo de un hombre y de una mujer saludando en son
de paz. Eso, en la placa de la Pioneer (2) que tiene unos 23 centímetros, porque en el disco de
oro del Vogayer (3) que tenía más sitio grabó más imágenes de nuestra biología y de nuestra
forma de reproducirnos.
Yo mantengo que se puede hacer sociología con casi cualquier producto social y esta placa de
la Pioneer no es una excepción. Es sociológicamente significativo el hecho de que la pareja
representada sea claramente occidental y que sea el hombre el que salude mientras la mujer
queda de acompañante un pelín relegada. Supongo que hoy en día, más de cuarenta años
después, al menos también pondrían a saludar a la chica.
En cualquier caso, adónde quiero llegar, es que la historia de la placa de la Pionner resalta la
importancia que para nuestra cultura tienen los conceptos de sexo y género. Hasta el punto que
los consideramos como la mejor enseña, como lo más representativo de nuestro mundo y
nuestra civilización a la hora de contactar con extraterrestres buenos que no han oído hablar de
nosotros.
En nuestras queridas ciencias sociales, que andan también muy preocupadas por estos asuntos,
por sexo se entiende la diferenciación biológica entre hombres y mujeres. Mientras que el
género tiene que ver con los aspectos sociales adscritos a las diferencias sexuales. El sexo es
un concepto biológico y bastante estable – que yo sepa sólo hay dos tipos - y, en cambio, el
género es un concepto cultural y variable en el tiempo y entre sociedades diferentes en un
mismo tiempo.
Así que, dado que el género es cultural, social y temporalmente dependiente, la antropología
social, la psicología social y la sociología se ocupan especialmente de su estudio mientras que el
sexo parece un concepto más apropiado para la biología.
En esto del género, nuestra cultura occidental ha sido tradicionalmente bastante reduccionista y
ha asociado un género – masculino y femenino – a cada sexo – varón y mujer. Pero por esos
mundos de Dios otras sociedades han demostrado mucha más iniciativa y hay géneros de lo
más original y sorprendente.
La antropóloga Anne Bolin (4), por ejemplo, ha elaborado un modelo muy interesante de
variancia de género a escala global. Basándose en aportaciones anteriores ha estudiado el
registro antropológico de todas las sociedades estudiadas y ha clasificado todas las identidades
de género en cinco categorías. Anne Bolin propone los géneros hermafroditas, las tradiciones
dos-espíritus, los roles de género cruzado, el matrimonio entre mujeres o entre muchachos y los
rituales de género cruzado (5). Así nuestros extraterrestres buenos, caso de que existan y
pudieran visitarnos, se sorprenderían de esta variedad a poco que leyeran unos cuantos
estudios etnográficos y se sentirían un tanto decepcionados con la plaquita de la Pioneer.
El género está presente en todas nuestras relaciones sociales y tiene una gran influencia en la
visión que tenemos de nosotros mismos y en la imagen que tienen los demás de nosotros, en
nuestra conducta en nuestro trabajo, en nuestro hogar o en la calle. Todo ello conforma que
tengamos una identidad de género y unos roles de género asociados que nos sentimos
obligados a desempeñar.
Macionis (6) y Plummer (7) definen la identidad de género como el estado psicológico en el que
se encuentra una persona cuando dice “soy un hombre” o “soy una mujer”. El rol de género se
refiere al aprendizaje y seguimiento de las pautas sociales aceptadas como asociadas al género
al que perteneces y varía enormemente entre las culturas o, dentro de la misma cultura, a lo
largo del tiempo.
Es importante resaltar, antes de continuar profundizando, que no hay que confundir los
conceptos de sexo y género, que venimos describiendo desde el principio del artículo, con el
concepto de sexualidad. La sexualidad sería un subconjunto de todo lo relacionado con el
género. Lo relacionado con el erotismo, el deseo y las relaciones sexuales no deja de ser una
parte del entramado general del género que incluye muchos otros apartados de la vida diaria de
la persona. Como indican Macionis y Plummer, un ejemplo claro de confusión entre género y
sexualidad es la falsa atribución de afeminamiento a los hombres homosexuales cuando la
mayor parte tienen clara su identidad de género como “soy un hombre”.
La socialización de género comienza antes del nacimiento cuando los padres se preparan para
el acontecimiento, sobre todo, desde que los progresos médicos anticipan el sexo del feto. En
nuestra cultura, los padres se sumergen en un mundo rosa o azul al preparar la canastilla o la
habitación en función de los medios económicos con que cuenten. En cualquier caso, se
preparan para recibir a un niño o a una niña.
Al hijo recién nacido lo incorporan a ese mundo de color y trasladan mensajes de género,
muchas veces inconscientemente. La mayoría de los sociólogos están de acuerdo en que los
mensajes en el caso de la niña giran en torno a la pasividad y la emoción mientras que a los
niños se les envían señales que dan un mayor valor a la independencia y la acción.
Existen diversas teorías sobre la socialización de género, según Macionis y Plummer, se pueden
agrupar en tres grandes corrientes: las teorías sobre el aprendizaje social, las cognitivas y las
psicodinámicas.
Las teorías sobre el aprendizaje social afirman que las diferencias en el comportamiento de
género se aprenden del mismo modo que el resto de las pautas sociales, mediante un sistema
que premia o castiga determinados comportamientos. El esquema mental que seguiría un chico
sería “Me gusta que me premien, me premian por comportarme como un chico luego quiero ser
un chico”. Es una teoría muy sencilla y con mucho predicamento.
Las teorías cognitivas señalan que las diferencias de género surgen por un proceso de
categorización en el que los niños y las niñas se autoclasifican en la categoría masculina o
femenina y ordenan sus experiencias de acuerdo con esa decisión. El esquema mental que
resumiría esta actitud sería “soy un chico, pues tengo que hacer cosas de chico”.
Las teorías psicodinámicas parten de los análisis de Freud y sugieren que las diferencias de
género surgen durante la primera infancia como consecuencia de la lucha emocional entre el
niño y sus padres. Se trataría de un proceso emocional e inconsciente.
Tanto Giddens (8) como Macionis y Plummer destacan una de estas teorías basadas en
estructuras emocionales establecidas a muy temprana edad, la de Nancy Chodorow (9).
Según esta autora hay que retroceder hasta los intensos lazos afectivos que surgen entre el
bebé y la madre. Aquí hay que dejar claro que esto es cierto en nuestra cultura pero no pasa en
todas las sociedades. En esta fase no existen grandes diferencias entre niños y niñas, pero poco
a poco el niño se ve empujado a romper su identificación con la madre y, por tanto, necesita
afirmar su autonomía en el mundo exterior mientras que las niñas permanecen en el entorno
protector de la madre lo que luego, en una fase posterior, se trasforma en la inclinación hacia la
maternidad.
Aunque esta teoría es muy influyente, también tiene muchos críticos. Se le reprocha que
presenta poca evidencia empírica y que es un modelo de desarrollo demasiado rígido para la
realidad actual. Desde el feminismo no les hace ninguna gracia que sea culpa de las madres
reproducir el poder masculino en sus hijos.
El caso es que la identidad de género evoluciona durante toda la vida. Cuando los niños
llegan a la edad escolar y entran en contacto con personas que no pertenecen a su familia,
aprenden nuevos conceptos normativos sobre el género. Sus lecturas, los juguetes, los
deportes, las normas en el vestir, el corte de pelo, los modelos que inculcan los profesores y los
medios de comunicación proporcionan a los niños las claves del conocimiento de lo que significa
el género y les permite clasificar desde edad muy temprana a qué género pertenecen y a cuál
pertenecen los demás.
Respecto de los textos infantiles, Giddens cita la investigación que Lenore Weitzman (10)
realizó en los años setenta sobre roles de género en los libros más utilizados por niños de
preescolar, y se dio cuenta de que existían claras diferencias en los roles de género, por
ejemplo, los dedicados a los varones tenían aventuras y participaban en actividades al aire libre
que exigían independencia y fortaleza. Cuando aparecían mujeres se las representaba como
seres pasivos que solían limitarse a actividades caseras. En los últimos años, la mayor
conciencia entre autores, editores y profesores sobre los efectos dañinos de los estereotipos de
género, ha conducido a algunos cambios en este sentido, los libros infantiles de hoy hacen un
retrato más equilibrado de los personajes masculinos y femeninos.
Respecto a los medios de comunicación, aunque existen honrosas excepciones, los análisis
de los programas de televisión dirigidos a la infancia corresponden con las conclusiones a las
que se ha llegado con la literatura infantil. Los estudios de los dibujos animados demuestran que
prácticamente todos los protagonistas son masculinos y éstos dominan los papeles más activos.
En la educación secundaria el contenido curricular de los estudios sigue fomentado los
modelos de género y en la universidad los modelos continúan, de forma que hombres y mujeres
estudian carreras distintas. Los primeros se especializan en mayor medida en carreras científico-
técnicas y las mujeres se concentran en humanidades, bellas artes, ciencias sociales y médicas.
Según Naomi Wolf (12), la televisión, la publicidad e internet tienden a perpetuar lo que esta
autora llama el mito de la belleza. Este mito consiste en utilizar a la apariencia física como
patrón del logro, de la satisfacción y de la importancia social de la mujer. Para más inri este mito
fija unos altísimos requisitos de belleza inalcanzables para la mayoría de las mujeres que
conduce a un callejón sin salida y, consecuentemente en muchos casos, a problemas
psicológicos.
Wolf dice que las mujeres influidas por el mito de la belleza tratan de complacer a los hombres y
eluden poner en cuestión al poder masculino y, los hombres, a través de este mito tratan de
conquistar a las mujeres bellas como símbolo de estatus social. Y lejos de igualarse ambos
géneros por el lado sensato a mí me parece que en los últimos años se están contagiando los
hombres en la búsqueda del cumplimiento para con los ideales de belleza estándar.
Como dice Giddens citando a Bourdieu (13), es evidente que la socialización en el genero es
muy profunda y que cuestionarla puede resultar perturbador. Una vez que se asigna el género a
una persona, la sociedad espera que se comporte como mujer o como hombre, con todas las
consecuencias, ventajas e inconvenientes; es decir, no sólo existe el género sino que todos,
como indican algunos sociólogos, “practicamos el género” en todas nuestras interacciones
cotidianas.
Bibliografía:
Sociología
Anthony Giddens
3ª Edición
Alianza Editorial
Madrid 2000
Sociología
John J. Macionis y Ken Plummer
Paerson-Prentice Hall
Madrid 2005
La transversalidad de género
Contexto cultural y prácticas de género
Anne Bolin
en
Antropología de la sexualidad y diversidad cultural
José Antonio Nieto (Editor)
Talasa Ediciones
Madrid 2003
La Socialización
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociología Divertida 2015
Teorías sociológicas sobre el género
Con el presente artículo termino la serie de cuatro que tratan sobre los aspectos sociales del género.
El primero, "Todo lo que quería saber sobre el sexo y el género", trata sobre los conceptos
sociológicos básicos sobre el género, en especial, sobre la socialización de género. En el segundo
de la serie, "Estratificación de género", hablamos de la distribución desigual de la riqueza, el poder y
los privilegios entre hombres y mujeres. Por último en el tercero, “La teoría feminista”, se ve con
detenimiento el origen, la historia y las principales tipos de feminismo.
En este artículo vamos a abordar el estudio de las aportaciones sobre sociología del género de las
principales escuelas como el funcionalismo, la sociología del conflicto o el interaccionismo simbólico.
A principios del siglo XX un grupo de mujeres (4), entre las que hay que destacar a Jane
Addams (5), desarrolló un grupo de teorías sociológicas pioneras. Para George Ritzer (6), el hecho
de que no sean reconocidas actualmente en las historias convencionales de la sociología es un
testimonio escalofriante de la influencia política de género dentro de la disciplina.
Según Ritzer estas sociólogas contribuyeron a configurar y cambiar las sociedades en las que vivían
– Addams recibió el premio Nobel de la paz en 1931 por sus actividades sociales - pero
son recordadas como activistas y trabajadoras sociales más que como sociólogas con un legado
que llama a la acción y al pensamiento por partes iguales.
Como decíamos anteriormente, es a partir de 1960 cuando se produce un lugar de encuentro entre la
teoría sociológica y el feminismo tanto en la sociología sustantiva - es decir, el estudio de la
desviación, la familia, las ocupaciones y las profesiones, la sociología política, los movimientos
sociales y la estratificación - como en las teorías sociales que se centran en el género. Vamos a
revisar lo que expresan al respecto de este segundo punto el funcionalismo, la sociología del
conflicto y las teorías que tienen un enfoque microsociológico; y lo vamos a ver desde su perspectiva,
digamos clásica, anterior a 1960 y desde su perspectiva posterior a ese año en el que se produjo un
mayor maridaje entre las teorías sociológica y feminista.
El funcionalismo
Para los funcionalistas una sociedad es como un organismo vivo compuesto de distintos órganos o
estructuras cada uno de ellos con una función necesaria para que el organismo social pueda vivir. La
sociedad es, por tanto, un sistema complejo cuyas partes "encajan" entre sí produciendo una
situación de equilibrio y estabilidad.
Según Talcott Parsons (7), el autor funcionalista más representativo, las diferencias de género son
una herramienta integradora de las sociedades. El género, según Parsons, constituye un conjunto de
roles complementarios que unen a hombres y mujeres en unidades familiares que son vitales, por las
funciones que desempeñan, para el funcionamiento global de la sociedad. Y lo son tanto desde un
punto de vista estructural - lo que la gente hace - como desde un punto de vista moral - en lo que la
gente cree -.
La sociedad promueve comportamientos específicos de género, que vimos en el primer artículo, a
través de distintos sistemas de control social, de forma que la gente incorpora estas definiciones
culturales de género a su propia identidad. Traicionar esa identidad supone sentir culpabilidad y
miedo al rechazo de los demás. Y de esta forma está todo atado y bien atado, casi todas las
personas, mujeres y hombres, hacen lo que se espera de ellos, todo permanece en equilibrio y la
sociedad sigue funcionando como una máquina bien engrasada.
Pero esta visión de la sociedad es demasiado idílica, el análisis de Parsons minimiza las presiones y
los costes sociales que derivan de los roles tradicionales de género tal como vimos cuando
estudiamos la estratificación debida al género. No todo funciona tan divinamente como pretenden los
funcionalistas y, por otra parte, la complementariedad parsoniana suena mucho a dominación de la
mujer.
A finales de la década de 1980, Miriam Johnson (8), desarrolló una teoría del género funcionalista
que incorporaba elementos de la teoría feminista. Lo primero que admite Johnson es que
efectivamente existe un sesgo sexista en la teoría de la familia de Parsons y que el funcionalismo
parsoniano margina las cuestiones de la desigualdad social y las relaciones de dominación entre
hombres y mujeres debido a su gran preocupación por el orden social. Pero es partidaria de que con
las herramientas que provee el análisis social de Parsons, sin caer en sus defectos, se puede realizar
una teoría del género de manera satisfactoria.
Johnson atribuye la desigualdad de género a la estructura de la familia patriarcal que, como hemos
señalado en otros artículos, tiene un carácter universal. La familia socializa a los niños y renueva
emocionalmente a los miembros adultos por lo que es esencial para la cohesión social y la
reproducción de los valores. Precisamente las mujeres realizan en gran parte estas funciones
esenciales para la sociedad, sin embargo, estas actividades las realizan de una manera “expresiva”.
Esta expresividad para el funcionalismo significa que estas actividades se hacen desde
la comprensión emocional y la responsabilidad relacional.
Estas virtudes femeninas de tipo expresivo son sancionadas a la hora de integrarse en las
estructuras sociales distintas de la familia, especialmente todas las relacionadas con la economía,
que quedan en su mayoría en manos de hombres.
Pero para Johnson las funciones expresivas de la mujer no bastan para explicar la existencia de un
sistema de estratificación de género que devalúa a la mujer y la sitúa en desventaja, existe
un refuerzo cultural. Las constricciones culturales e institucionales hacen que las mujeres sean
descritas como débiles y sumisas en relación a su marido, los hijos observan esta representación del
rol de la mujer y aprenden a reverenciar el patriarcado y a devaluar la expresividad de las madres a
favor a la instrumentalidad aparentemente más poderosa de los padres.
Según los autores de esta corriente las ideas convencionales sobre el género no fomentan la
integración social sino que crean tensiones y conflictos en los que los hombres protegen sus
privilegios y las mujeres desafían el status quo.
Desde un punto de vista clásico, la sociología del conflicto tiene su origen en las ideas de Karl
Marx (9), pero sus escritos que trataron tantos temas, no prestaron atención a las cuestiones de
género. SIn embargo, su continuador en la teoría marxista Friedich Engels (10), si que exploró la
cuestión del género y clase social en sus publicaciones de principios del siglo XX.
Para Engels, en primer lugar, el capitalismo intensifica los valores patriarcales de la sociedad,
dotando a los hombres de un mayor poder como propietarios y herederos. En segundo término para
que los hombres puedan trabajar la sociedad asigna a las mujeres las labores del hogar. De esta
forma las mujeres sufren una doble explotación, a través de sus maridos debido a los bajos salarios
de la mano de obra masculina y la ejercida por sus maridos al no recibir ningún salario por su trabajo
en el hogar.
Según los críticos de esta corriente, la sociología del conflicto ve a la familia clásica como un mal
social, olvidando los aspectos positivos de la misma. También olvida que las mujeres y los hombres
cooperan a menudo felizmente y, por último, pareciera que el capitalismo está en el origen de la
estratificación de género cuando la sociedad patriarcal no ha sido patrimonio de esta forma de
organización económica y no estuviera ya inventada en las sociedades agrarias.
En las décadas de 1980 y 1990 se desarrolla una nueva teoría de conflicto desde la perspectiva del
estudio del género cuya figura más representativa es Janet Chafetz (11).
Según sus conclusiones las mujeres experimentan menos desventaja cuando pueden equilibrar las
responsabilidades del hogar con un papel independiente en la producción del mercado, o
bien, cuando el trabajo en el hogar no se considera como un lugar de emociones y de crianza, como
algo que está fuera del área del trabajo, sino que se valora como algo económicamente activo.
Chafetz, para mejorar la condición de la mujer, intenta identificar aquellos puntos estructurales que
se pueden cambiar para reducir la desigualdad de género. Es en este punto dónde, según Ritzer, cae
como otros autores en ir más allá de la teoría y se introduce en el activismo político, en este caso
más en la línea de Marx que la de Weber.
Enfoques microsociológicos
Como ya sabemos por anteriores artículos de Sociología Divertida, los enfoques microsociológicos
centran el nivel de análisis en las interacciones cotidianas de las personas que van dotando de
significado al mundo social que les rodea. En ese contexto se preguntan acerca de cómo esas
interacciones en el ámbito personal producen el concepto de género. Las dos teorías microsociales
del género más importantes son el interaccionismo simbólico y la etnometodología.
Las personas en una situación concreta saben que tienen que comportarse como varón o mujer y los
demás reconocen ese comportamiento. Lo que no quita que personas de diferentes culturas, en lo
tocante a la identidad de género, encuentren incomprensible la conducta del otro. Como vimos en
“Todo lo que quería saber del sexo y el género” existe relativismo cultural en esto del género.
Para finalizar
En este punto ponemos fin a los cuatro artículos sobre el género, lo que nos ha permitido tratar gran
parte de los aspectos sociales del género, de manera descriptiva en los dos primeros sobre la
socialización y la estratificación y, realizando un análisis teórico, en los dos segundos, sobre la teoría
feminista y la teoría sociológica del género, que no deja de ser uno de los apartados más importantes
de lo social que no ha sido tratado por la sociología con la debida atención hasta no hace mucho
tiempo.
Notas:
Bibliografía:
Sociología
John J. Macionis y Ken Plummer
Paerson-Prentice Hall
Madrid 2005
Entiéndase que la ideología de género es la desvirtuación y tergiversación de la teoría de género, este hecho
se evidencia en las diversas posturas de los principales colectivos, adeptos y difusores, ya que uno de sus
principales demandas es la creciente discriminación y homofobia de las minorías sexuales en los distintos
ámbitos de la sociedad (LGTB) y el igual acceso a derechos como el ser reconocidos como familia y por ende la
adopción y procreación de hijos, similar a las familias heteronormativas. El marco teórico que busca legitimar
estas demandas se fundamenta en plantear la construcción del género como un hecho sociocultural, pero sin
embargo obvia y desagrega a la teoría de genero al no mencionar las causales de la adscripción de género que
cada cultura ha desarrollado enmarcados y condicionados por aspectos económicos, políticos, socioculturales
y demográficos dentro de sus procesos y dinámicas de cambio internas y externas. Además, cabe resaltar que
estas demandas son en su mayoría apoyadas por grandes lobbys corporativos pertenecientes a la industria
farmacéutica y de cosméticos principalmente, esto último nos aproxima a la dimensión ideológica de la
“ideología de género”, hecho que resulta curioso porque casi ninguno de los grupos y colectivos que se
oponen a las leyes de unión civil homosexual (que en su mayoría son grupos conservadores y religiosos) hacen
mención de estos intereses principalmente de orden económico y que vienen siendo empujados e
incentivados como prioridad en las agendas legislativas de diversos países a la esfera política. Estos hechos
evidencian dos discursos de posiciones contradictorias: uno a favor que busca su legitimización con la “teoría
de género” u otro en contra con la “ideología de género”; en conclusión, ambos grupos comparten en sus
discursos el sesgo ideológico.
En la institución educativa de nivel secundario “Faustino Sánchez Carrión” del departamento de Ayacucho, de
la provincia de Huamanga del distrito de San Juan Bautista desde el año 2016 se viene implementado charlas y
talleres realizadas por la ONG Manuela Ramos, dirigido a los estudiantes de todos los grados, principalmente a
los primeros niveles (primero de secundaria). El contenido de las charlas y talleres que la ONG Manuela Ramos
realiza es de la Ideología de género, este discurso presenta un alto contenido sexual que desvirtúa y rompe los
patrones y pautas de construcción de identidad de género en el normal proceso de endoculturación y
sociabilización, representando una ruptura en el desarrollo de la personalidad de los adolescentes y niños, por
tanto: ¿Cómo influye el discurso de la ideología género en la construcción de la personalidad de los
estudiantes del primer año de secundaria?
Estereotipo de género (ambos pueden estar presentes en los discursos y percepciones de los
colectivos)
Ideología de género
¿Cuáles son fundamentos y condicionamientos de la construcción de los géneros masculino y femenino en la
sociedad actual? ¿Por qué sería importante que la sociedad actual mantenga los géneros masculino y
femenino? El género al no ser inmutable ni estático, sino dinámico y cambiante, lógicamente se modificará con
el tiempo, pero ¿qué sentido tiene cambiarlo en estos momentos, al condicionar a la sociedad a realizar la
masificación e imposición de otros géneros? ¿Qué otros elementos ideológicos y estereotipos de géneros
presentan y contiene en sus percepciones y discursos la denominada ideología de género de los colectivos
sociales de minorías sexuales?
¿El proyecto de ley de unión civil considera la protección de la familia o plantea su desestructuración?
¿Cuáles son las políticas que el estado ha implementado en materia de protección familiar en el Perú?
¿Qué vacíos legales pueden existir en el marco jurídico de la ley ordinaria o legislación de las familias en el
Perú?
TÍTULO: VULNERACIÓN DEL DERECHO DEL NIÑO A LA INTEGRIDAD Y “ÉTICA” SEXUAL EN EL DISCURSO DE LA
IDEOLOGÍA DE GÉNERO (discurso de la ideología de género = contenido en educación, discursos de
docentes, influencias a través del internet, otros)
CAPÍTULO I
PLANTEAMIENTO METODOLÓGICO
El desconocimiento del derecho a la integridad y dignidad sexual del niño tanto en los padres de familia como
en los propios niños y adolescentes es aprovechado por los grupos y organizaciones de activistas LGTBs y
ONGs como Manuela Ramos, Flora Tristán, IMPARES, DEMUS, etc. que frente al vacío de “causa de
conocimiento” en la sociedad y los vacíos legales (investigar en el código del niño y el adolescente) en la
legislación del niño y el adolescente puede ser llenado con la promoción de una ideología de género que
atenta con el derecho a la integridad y dignidad sexual del niño y el adolescente.