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OBRAS COMPLETAS

MIGUEL BAKUNIN

Volumen 1

Prólogo de Max Nettlau


Palabras previas de Sam Dolgoff
Edición y Traducción: Diego A. de Santillán.

LAS EDICIONES DE
edición Ed. Tierra y Libertad, Barcelona 1938
C ubierta: R oberto Turégano

Las Ediciones de La Piqueta


Seseña, 59 - Madrid-24. Diciembre 1977
ISBN: 84-7443- 008-9 (Tomo I)
ISBN: 84-7443-007-0 (ObraCompleta)
Depósito legal: M-42821-1977
Impreso en: Gráficas Elica.
Boyer, 5 Madrid-32
PALABRAS PREVIAS

Estas palabras previas quieren complementar la introducción no su­


perada de la edición española de las obras de Bakunin, escrita por el
historiador más competente del anarquismo, el Dr. Mojí Neitlau.
Desde que estas introducciones fueron escritas hace más d>' cuarenta
años, es necesario discutir sólo brevemente ¡a extensión en que las
ideas de Bakunin son todavía importantes para nuestro i empo. La
selección de escritos de este primer volumen figura entre ¡as más
importantes de las obras de Bakunin.
Bakunin aplicó todo lo que había aprendido en su estudio de las re­
voluciones del pasado, tales como la Gran Revolución francesa, y sobre
todo, en su participación personal en la revolución de 1848, hasta los
problemas generados por la guerra franco-prusiana de 1870.
Fue durante ese período cuando Bakunin desarrolló la idea de con­
vertir una guerra entre Estados en una guerra civil para culminar en la
revolución social.
Creta que sólo una vasta guerra de guerrillas, emprendida por el
pueblo entero, podría rechazar simultáneamente los ejércitos tiránicos
enemigos y defender la revolución social contra sus enemigos internos:
... “si una nación de treinta y ocho millones de habitantes se levan­
ta para defenderse a sí misma, resuelta a destruirlo todo, y a sacrifi­
car sus propiedades y su vida antes que someterse a la esclavitud,
no hay ejército en el mundo, por poderoso que sea, por bien orga­
nizado y equipado que esté con las armas más extraordinarias, ca­
paz de conquistarlo "...
En nuestro tiempo, la historia de Argelia y de Vietnam confirman
ciertamente la tesis de Bakunin, de que en una prolongada guerra de
guerrillas, la resistencia masiva de todo un pueblo resultará finalmente
victoriosa contra el poder armado de, justamente, las mayores poten­
cias imperialistas.
1
2

En el curso de la crisis revolucionaria, Bakunin anticipó objetivos


revolucionarios que fueron realizados, en una amplitud notable, en las
áreas anarcosindicalistas, como Barcelona, durante la guerra civil en
1936 y la revolución sesenta años más tarde/ideas como la defensa de
la revolución por las milicias armadas del pueblo (el pueblo en armas);
la autoadministración de los asuntos económicos, sociales y políticos
por federaciones de sindicatos obreros, comités locales y vecinales y
otras organizaciones populares.
Las advertencias de Bakunin a los bolchevistas de su tiempo, los ja­
cobinos y los blanquistas, hasta donde su política podía conducir, se
lee casi como una previsión del curso general de la Revolución rusa,
desde sus comienzos hasta la toma final del poder y el establecimiento
del Estado totalitario:
... “la construcción de un Estado revolucionario poderosamente
centralizado... conduciría inevitablemente al establecimiento de
una dictadura militar, condenaría a las masas, gobernadas por de­
creto, a la inmovilidad., a la esclavitud y a la explotación por una
nueva autocracia, casi-revoludonaria... de donde el triunfo de los
jacobinos y los blanquistas equivaldría a la muerte de la revolu­
ción”...
Para salvar la revolución, Bakunin elaboró una estrategia libertaria
basada en el principio de que las formas de ¡a nueva sociedad son ge­
neradas por la revolución misma. Asi, una revolución dirigida por un
centro único, o incluso por un número de centros, por medio de comi­
sarios y con expediciones militares para imponer los decretos, tiene
que producir inevitablemente un nuevo régimen autoritario: los comi­
sarios de hoy se convertirán en los gobernantes de mañana.
Bakunin creta, además, en una revolución que abarcase las ciudades
y los campos, y dirigida por obreros y campesinos en cada localidad.
Debidamente coordinados a todo nivel, tal revolución asumirá, natu­
ralmente, un carácter libertario y federalista.
La estrategia revolucionaria de Bakunin promovía dos grandes pro­
blemas, debatidos todavía en el movimiento revolucionario: cómo
guiar la revolución en un sentido libertario por medios libertarios, y
cómo el anarquista podría obstruir a los autoritarios la toma del po­
der, sin instituir, al obrar asi, una dictadura anarquista propia.
Bakunin vuelve sin cesar sobre esas cuestiones en casi todos sus es­
critos. Y fueron precisamente esos problemas los que afrontó el movi­
miento anarcosindicalista durante la guerra civil y la revolución de
1936-1939 en España.
Entre las contribuciones más importantes de Bakunin a la moderna
teoría revolucionaria figura su confianza en la capacidad revoluciona­
ria del campesinado. Ciertamente, no las idealizó. Sabia que los cam­
pesinos eran ignorantes, supersticiosos y conservadores. Pero creía
que, si los obreros radicales y progresivos de las ciudades abandonaban
sus actitudes snobistas, y trataban de comprender los problemas cam­
pesinos, los labradores podrían ser ganados para la revolución.
3

Y, efectivamente, desde que los campesinos pobres y los labradores


sin tierras constituyen la masa dominante de la población rural, el ver­
dadero destino de la revolución, como vio muy bien Bakunin, depende
de involucrarlos en la lucha revolucionaria, no como ciudadanos infe­
riores, sino en fraterna solidaridad con los trabajadores urbanos.
Si los revolucionarios, en cambio, apelan a la confiscación inme­
diata de sus pequeñas parcelas de tierra, y rehúsan redistribuir las fin­
cas de los ricos latifundistas y las propiedades de la Iglesia y del Esta­
do entre los millones de campesinos sin tierra; esos campesinos refor­
zarán el ejército de la reacción, y la revolución caería en la nada. Y so­
bre todo y por encima de las consideraciones prácticas, Bakunin temía
el efecto corruptor de medidas arbitrarias contra los campesinos por
parte de los revolucionarios mismos. La erosión de los p:ncipios éti­
cos, por sí sola, sería suficiente para socavar la revolución social.
Bakunin previno repetidamente contra la usurpación de la revolu­
ción por un gobierno socialista, que instituiría la colectivización for­
zada y otras medidas por decretos. Sus comisarios y sus expediciones
militares culminarían en la tierra en la expropiación de los campesinos
y en la institución de un régimen de terror como el que precipitó el
colapso de la revolución francesa.
En nuestro tiempo hemos sido testigos del reino del terror de Sta-
lin, instituido como un medio para llegar a las colectivizaciones forzo­
sas. Los campesinos rusos, incapaces para rebelarse con la fuerza de las
armas, recurrieron a la guerrilla silenciosa, inflexible, pero no menos
efectiva, la resistencia no-violenta. Por actos de sabotaje, trabajo a des­
gana, y otros medios, los campesinos redujeron grandemente la pro­
ducción agrícola. Esta es una de las razones principales por las que un
régimen capaz de lanzar sputniks al espacio, es todavía incapaz de re­
solver sus problemas agrícolas, justamente después de una media cen- ,
tuna de la revolución.
Más generalmente, podemos decir que la revolución rusa fue conde­
nada al fracaso cuando perdió su carácter local y espontáneo. Las for­
mas creadoras que surgen de la vida social, los soviets y otras asocia­
ciones del pueblo, fueron abortadas por la concentración del poder en
él Estado. Las opiniones de Bakunin en este aspecto conservan su vi­
gencia para las luchas revolucionarias en los países subdesarrollados,
que comprenden los dos tercios de Ja población del mundo. El mismo
resumió estas concepciones:
... ”las tareas constructivas de la Revolución social, las nuevas for­
mas de la vida social, pueden surgir solamente de la experiencia vi­
va de las organizaciones básicas que quieren construir por sí mis­
mas la nueva sociedad, de conformidad con sus múltiples necesi­
dades y deseos”...
Las colectividades libertarias y las industrias socializadas durante la
guerra civil española y la revolución de 1936-1939, que abarcaron la
vida económica y política de millones en las áreas más populosas de la
España republicana, tomaron el carácter previsto por Bakunin. Sesenta
4

y cinco años de luchas militantes y de una acción educativa intensa, en


conformidad con las ideas de Bakunin y sus continuadores, prepararon
a los obreros urbanos y a los campesinos para afrontar los problemas
constructivos de la revolución social
Recalcó Bakunin la importancia de ios factores psicológicas en la
revolución, insistiendo en que la revolución era imposible para gentes
que habían "perdido el hábito de la libertad”, añadiendo asi otra di­
mensión a la teoría revolucionaria. Como frente al fatalismo económi­
co de Marx, dejó más espacio a la voluntad del hombre, a sus aspira­
ciones a ¡a libertad y a la igualdad, y al "instinto de rebelión”, que
constituye la “conciencia revolucionaria’’ de los oprimidos.
... “el temple revolucionario de las masas laboriosas no depende so­
lamente de la extensión de la pobreza y del descontento, sino tam­
bién de su fe en la justicia y en el triunfo de su causa... el descon­
tento sólo raramente produce revoluciones. Incluso los pueblos re­
ducidos ala más extrema pobreza, pese a sus tribulaciones, dejan de
mostrar signos de irritación... no se rebelan porque no tienen la
adecuada percepción de sus derechos ni tienen confianza en sus
propios poderes, y, careciendo de ambos, se vuelven indefensos y
soportan la esclavitud por centurias”...
En una critica profética del programa socialdemócrata alemán, Ba­
kunin predijo la absorción del movimiento socialdemócrata en la es­
tructura que hoy es conocida como capitalismo de Estado o socialis­
mo de Estado. En un pasaje que habla como si lo hubiese escrito hoy,
Bakunin advierte que el programa socialdemócrata basado en el
“comunismo autoritario", en el “socialismo de Estado", conduce ine­
vitablemente a una sociedad totalitaria en la que
... "el Estado se convierte en el único banquero, capitalista, organi­
zador y director de todo el trabajo nacional, y en el distribuidor de
todos sus productos”...
En lo que concierne a la revaloración corriente d é la teoría socialista,
las ideas de Miguel Bakunin, fundador del movimiento anarquista in­
ternacional, están promoviendo creciente interés. Se pueden aprender
mucho todavía en este, y en los sucesivos volúmenes de las obras de
Bakunin que publica ahora en España "La Piqueta”. Congratulamos a
los editores y les deseamos todo éxito.
Sam Dolgoff
PRÓLOGO

La obra lite ra ria de M iguel B akunin tiene un aspecto


m uy d iferen te de la que es norm a en la m ayor p arte de p en ­
sadores, hom bres de acción y prop ag an d istas avanzados.
T en ía m ucho que decir y abrigó, d u ran te m uchos años, el
pensam iento de exponer un conjunto de sus ideas an te sus
contem poráneos; pero la actualidad, las necesidades de la
causa del m om ento, obstaculizaron siem pre esos planes. Sus
escritos, publicados en su tiem po, p o r consiguiente, son to ­
dos de actu alid ad ; pero contem poráneam ente luchaba casi
siem pre con el g ran asu n to m encionado, el co n ju n to que
p resentarían sus ideas en la trip le división que llam ó
en diversas épocas “ federalism o, socialism o y an titeo lo g ís-
m o”, o “anarquía, colectivism o y ateísm o”. E ste trab ajo se
hizo en los m anuscritos sucesivos que abandonaba inacaba­
dos cuando se le ofrecía una causa que p erm itía la acción, o
al m enos más acción, o la propaganda. Su trab ajo in telectu al
continuo facilitó entonces la inclusión de una abundancia
de ideas elaboradas sin d ificu ltad aparente, con una am pli­
tu d inagotable, en sus escrito s de ocasión y en los trab a jo s
a veces m ás elem entales reclam ados por la propaganda. R e­
su lta, pues, que los fo lleto s y artículos y el único g ran libro
—que no existe h asta ah o ra más que en ruso— tien en un
v alo r notable considerados como escritos en apariencia tan
pasajeros, de actualidad , pero que en realidad no co n stitu ­
y en sino fragm entos, p a rte s dispersas del co n ju n to de sus
ideas. Fué, pues, una dicha que una p arte al m enos de sus
6 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

trab a jo s m anuscritos, considerable pero no com pleta, se


co n serv ara; se profundizó en esa m ina en 1878 y en 1882,
hallando felizm ente herm osísim as piezas en el prim er tan­
teo, en tre o tra s D ios y el E stado, y, nuevam ente, a p a rtir de
1894 y de 1907; aun verá la luz estos años m aterial inédito.
P ero esos m anuscritos inacabados fu ero n tam bién fragm en­
tos y es preciso conocer una gran parte, o todo lo que que­
da, para darse cuenta del verdadero pensam iento de B aku­
nin, cuyos escritos más cortos, publicados y am pliam ente
difundidos, no contienen más que p u n to s salientes, b rillan ­
tes, d ifíciles a m enudo de co ordinar por el lector.
A ñadam os a esto que había p racticado desde su prim era
ju v e n tu d el “arte de escrib ir c a rta s": sus estrechas relacio­
nes con sus num erosos herm anos y herm anas y con sus
am igos de ju v e n tu d en R usia, en que l a conversación seria
p or carta reem plaza, en las ausencias frecuentes, las la r­
gas conversaciones Intim as sobre asu n to s filosóficos, cues­
tio n es psicológicas, el auto an álisis o la introspección m o­
ral, etcétera, todo eso se vuelve a en co n trar en sus cartas
d u ran te toda su vida desde que da con un corresponsal
digno de su atención. Y en los diez años de intensa vida
socialista y revolucionaria, de 1864 a 1874, perfeccionó aún
este modo de obrar p o r carta. P orque entonces lo in tentó
todo para extender una propaganda y una acción en el sen­
tid o de sus ideas, haciéndolas internacionales, y tenía, pues»
necesidad de h allar en todas p artes hom bres de buena vo­
lu n tad , y, u na vez encontrados —sea hallándolos personal­
m ente en ocasión de viajes, de congresos, de encuentros for-
tuitog, sea que fueran am igos de sus am igos y a quienes no
conocía aún— en todos los casos tuvo siem pre m ucho que
decirles, tan to para perfeccionar su educación revoluciona­
ria como íen discusión co n tin u a de las m odalidades de la
propaganda y de las posibilidades de u n a acción, y sobre
todo para m antener en tre ellos el sentim iento internacional
adecuado a la acción intern acio n al hom ogénea según las ne­
cesidades de la hora. D edicaba a su correspondencia u n tra ­
b ajo inau d ito , y he dicho ya algunas veces que él fué “to d a
u n a in te rn a c io n a l”, es decir, que el trab ajo de coordinar los
esfuerzos dispersos en algunos países, que es una de las
razones de ser del mecanism o organizador de u n a In te rn a ­
cional —ese trabajo que los consejos y las oficinas no hacen
PROLOGÓ 1

habitualm ente m ás que de u n a m anera; sea arb itraria, au to ­


ritaria, sea floja, in d iferen te, sin efecto— lo hizo co ntinua­
m ente durante esos años con su propia mano, escribiendo
día y noche num erosas cartas donde la cuestión es ex p li­
cada con una ex ac titu d y una paciencia conm ovedoras; y
ie era necesario aún d ifere n ciar y m atizar sus proposiciones
y consejos según los diversos países, el estado del m ovi­
m iento en cada uno y tam bién según las p articu larid ad es y
aun las susceptibilidades de sus corresponsales, in spirados
todos por la buena volu n tad d u ran te la época, a veces larga,
o tras veces corta, de su cooperación con B akunin, pero que
estaban lejos de co m p artir todas sus ideas. U nos perm ane­
cían aún en retraso, no com prendiendo o no aceptando to d a­
vía el conjunto de la anarquía rev o lu cio n aria; otros que la
aceptaban ten ían su p ro p ia cabeza y p referían a m enudo
o tra táctica, otros m étodos; nada es más erróneo que fig u ­
rarse un esp íritu uniform e en una especie de escuela de d is­
cípulos de B a k u n in : al co n trario , casi todos, o sabían aún
bien poco, o creían saber más que B akunin m ism o; y los
años tran scu rrían ta n rápidam ente, las ocasiones de encon­
trarse personalm ente con B akunin fu ero n ta n raras, que la
época de un verdadero esfuerzo en com ún no llegó jamás.
U na parte de la construcción, por decirlo así, se d erru ía
en tan to que otras p artes eran construidas de nuevo cons­
tantem ente. P ero no im porta, había siem pre vida, m ovim ien­
to, algo nuevo, y todo eso da a la correspondencia de B aku­
n in un sello p a rtic u la r : se en cu en tra en ella la elaboración
de las ideas y sü p resen tació n en varias form as m atizadas,
la discusión de las po sibilidades y m edios de acción, y por
ta n to su concepción de las cuestiones p o líticas y sociales de
su tiem p o ; se observa tam bién en ella su a rte de estu d iar
el carácter de cada uno y de hacer por eso mism o su acción
lo más ú til y efectiva posible. P o r consiguiente, para cono­
cer verdaderam ente a B akunin, es necesario aú n ten er en
cuenta lo que puso en esa correspondencia inm ensa, a ve­
ces por las explicaciones m ás detalladas, verdaderos tr a ta ­
dos, otras por algunas palabras como epigram as. Pero, in ev i­
tablem ente, la m ayor p arte de su correspondencia está des­
tru id a ; nos quedan m u estras b rillan tes, que serían bas­
ta n te volum inosas si se reu n ieran todas, y nos quedan las
notas rápidas en sus carnets diarios de 1871 y 1872, que
8 OBRAS DÉ MIGUEL BAKUNIN

m uestran la extensión de su correspondencia, su intensidad


y su carácter especial de acción intern acio n al sim ultánea,
al m enos d u ran te la m ayor parte de esos dos años.
R esulta de todo esto que, leyendo, o más bien, estudiando
a B akunin, es preciso ser paciente, y hay que leer mucho,
si no todo lo que se ha conservado. No es posible encon­
tra r en uno solo de sus escritos todo lo que ha querido
decir y las razones, las fundam entaciones de lo que dice.
Sus ideas, las ideas de la anarquía revolucionaria, penetran,
v ivifican y hacen floreciente el núm ero de discusiones de
asun tos políticos y sociales de hace cincuenta o sesenta
años, asuntos que en casi todos los demás escritos de aque­
llas lejanas fechas ya nos parecen a m enudo trasnochados,
arcaicos, áridos, pero que por el soplo libertario que in s­
p ira b u discusión, vuelven a ad q u irir vida e in terés para
el lector más m oderno. \ A h !, si se hubiese continuado ver­
daderam ente e in tensificado la obra de B akunin durante
estos cincuenta años, ¡ dónde estaríam o s! E ntonces, no sólo
la lite ra tu ra de propaganda que —lo reconozco bien— es
producida con tan to s cuidados y sacrificios, sino igual­
m ente una p arte grande, preponderante, de la lite ra tu ra po­
lítica, social, intelectu al y artística m oderna, estaría pene­
trad a de un soplo libertario más perfecto que el que an i­
maba a un precursor, a un fundador de las ideas como B a­
kunin. P ero este no es aún el caso y, preciso es decirlo,
bajo algunos aspectos, B akunin no fué reem plazado jamás,
aunque autores como Reclus, K ropotkin, T o lsto y y otros
nos hayan m ostrado tan tas otras facetas de la anarquía,
asunto inagotable y apenas abordado; no es posible, pues,
exim irse todavía de estu d iar a B akunin, y esto se hará evi­
dentem ente con ojos críticos, teniendo en cuenta la expe­
rien cia social y po lítica adquirida desde su tiem po, y cada
lecto r in telig en te sacará nuevas conclusiones de estas lec­
tu ra s retrospectiv as y aplicará la experiencia que B aku­
n in nos prodiga en sus escritos a la in terp retació n de los
hechos de la vida m oderna, que reclam an esa atención más
que nunca.
Se podrian p resen tar estos m ateriales de varios m odos;
p o r ejem plo, separándolos en tres g ran d es p a rte s: escritos
publicados, escritos que quedaron in éd ito s y corresponden­
cia; o bien adoptando un orden estrictam ente cronológico
PROLOGO

(lo que hizo G uillaum e en loa últim os volúm enes de su ed i­


ción p a ris ié n ); pero vale más reserv ar un m étodo sem e­
jan te para una edición u lte rio r d efin itiv a en los idiom as
originales, edición m uy d ifícil de p ro d u cir y que abrazaría
p a rte s en idiom a ruso, en alem án, en sueco, en italian o y
en francés. P ara las traducciones que no procuran reu n ir
todos los textos y toda la correspondencia, el prin cip io se­
guido en esta edición española me parece in dicad o : el de
re u n ir en volúm enes o grupos de volúm enes lo más im por­
tan te que B akunin escribió sobre cada uno de los grandes
asuntos que le absorbieron.
A sí, se sabe en qué grado la g u erra francoalem ana de
1870-71 hizo germ inar en él las ideas y los planes de acción
rev o lu c io n aria; a dicha gu erra consagró su acción perso-
nal en Lyon y en M arsella y un gran núm ero de páginas
m anuscritas, que quedaron inéditas, pero que fueron com u­
nicadas a sus am igos de esa época, en p arte al menos. Lo
que ha sido traducido aquí, podría, pues, con buen derecho,
llevar el títu lo general de “B akunin y la revolución social
en F ra n c ia ” (el volum en p resente y un segundo volum en),
y lo que sigue en este prólogo servirá p ara reco n stru ir la
h isto ria de esos escrito s y para añ ad ir o tro s detalles sobre
las ideas, la acción y las av en tu ras personales de B a k u n in
en esa época agitada de su vida.

II
E l 11 de agosto de 1870, en plena gu erra ya (W isen b o u rg ,
4 de agosto; W o erth , F orbach, 6 de agosto, b atallas im por­
ta n tes que m ostraban el ascendiente de los ejército s ale­
m anes), B akunin escribe desde L ocarno a su viejo amigo
ruso, N. O garef —el am igo de H erzen —, un b illetito en que
d ic e : “... T ú no piensas d u ran te el ru id o de los aconteci­
m ientos más que e n n u estra p royectada rev ista (en lengua
ru sa ; no aparecida) y e n tu artícu lo . ¡Q ué filósofo eres! T ú
estás bien colocado, no eres nada más que ru so ; pero yo
soy internacional, y por co n sig u ien te los acontecim ientos
me causan una verdadera fiebre. E n el espacio de tres días,
he escrito exactam ente v e in titré s grandes c a rta s; la p re ­
sente, pequeña, es la vigésim acuarta. E n mi in terio r, se ha
form ado todo un p lan ; O z e r o f [refu g iad o ruso, antiguo
10 OBRAS DÉ MIGUEL BAKUNIN

oficial] te lo com unicará o, m ejor, te leerá m is cartas a un


fran cés”.
De esas v ein titré s cartas, no nos queda más que una sola
(in éd ita) y o tro b illete del 11 de agosto a sus viejos am igos
A dolfo R eichel y bu m ujer, en Berna, escrito quizás como
para reposar de su gran trabajo después del b illetito a Oga-
ref. Se en cu en tra allí su prim era nota sobre la g u erra:
¡ Y bien, querid o s hijos, ten em o s la guerra! ¡ Y qué gu erra l ¡La
aparatosidad fran cesa, destruida c o r l a brutalidad cien tífica de los
prusianos/... L a guerra — ese Calibán m onárquico, orto d o xo -p ietis-
ta, p om eriano-nobiliario y soldadescam ente policíaco— bate al R o ­
berto M acaire im p eria l y a su B ertra n d toda la Francia oficial.
P ero la F rancia revolucionaria se despierta. ¡T anto m e jo r! Y o de­
seo a los prusianos todavía una gran victoria bajo los m uros de
M e tz , p u e sto que las que o b tu viero n hasta aquí no han sido s u fi­
cie n te s para hacer caer a N apoleón y a M adam e E ugenia y no
abocaron m ás que a un m in iste rio P alikao! D espués de la calda
de N a p o leó n , desearía todos lo s desastras p o sib les a los héroes de
la P om erania...
...Pero, pen séis vo so tro s lo que queráis, queridos am igos, de una
manera o de otra, la revolución se hace in m in e n te : prim ero, en
Francia y en Ita lia , luego', paulatinam ente, por doquier.
¡ Y viva la re v o lu c ió n ! (V éase mi B iografía de B akunin, pági­
nas 496-97.)
Si estas dos cartas a viejos amigos son de un carácter
íntim o, esta o tra (inédita, reproducida en 1903 en el su p le­
m ento m anuscrito de mi B io g ra fía ) nos da una ocasión ú n i­
ca para ver m ás de cerca el m isterio de las v ein titré s cartas.
E s c rib e : “P o u r P h ili” (A lb erto R ichard, en Lyon, h asta en­
tonces uno de sus cam aradas más ín tim o s ):
E s te 10 de agosto de 1870. L ocarno.
M i m u y querido am igo: T e escribo solam ente pará ten er n o ­
ticias tuyas, porque e sto y m u y in q u ieto por tu silen cio . C onocien­
do el noble ardor de tus se n tim ie n to s pa trió ticos, te m o que te en­
roles en lo s vo lu n ta rio s. E so será m u y noble, sin duda, pero al m is ­
m o tiem po m u y torpe. T ú te d eb es a tu fam ilia y a lo s in tereses
de tu fa m ilia [m odo sim ulado de in d icar: la causa rev o lu cio n a­
ria]- P o r lo dem ás, he aquí una bonita ocasión para realizar el asun­
to que ",J a m es” [G u iliau m e] y Frangois” [G aspar S entí ñon] te
habían p ro p n esío en L y o n , hacia fin es, del año pasado, en m i no m ­
bre [4 y 5 de o ctu b re de 1869; v. J . G uiliaum e, L ’Intern a tio n a le,
I, 1905, 244-46, donde e ste asu n to no ha sido esc larecid o ], eí de
un gran negocio y em presa com ercial [te n ta tiv a rev o lu cio n a­
ria ] que abarque a S uiza, Ita lia y España. A m ig o m ío , si quieres
salvarnos a tod o s de la ruina [sa lv a r el m ovim iento], es preciso
PROLOGO 11

po n er h o y m anos a la obra. H e escrito en este sen tid o a " A g u s ­


tín ” [G asp ar B lancj de L yon, entonces refu g iad o en S uiza] una
larga carta, a “J a m e s" [G u íllau m e], a “E d o a rd ” [C a rlo s G am buzzi,
de N áp o les], y a F rangois" [G. S entiñón, de B arcelo n a] tam ­
bién, H e escrito a este ú ltim o que com prom eta a " G erom e" [A n­
d rés B astelica, de M arsella, entonces refu g iad o en B a rc elo n a ] a
v o lv e r a su casa, a fin de a ctiva r ese negocio, n a turalm ente, des­
pués d e haberse co n ven id o contigo. H e escrito tam bién a "F ran-
qoís" [S entifión] que venga sin fa lta él m ism o y lo m ás pro n to
p o sible. E sp e ro ig u a lm en te a " E doard [G am buzzi] y a B eppe
[Jo sé F a n e lli]. T ú ves que no duerm o. D esgraciadam ente, re i­
na en Ita lia una gran agitación — se diría en vísperas d e una re­
vo lu ció n — el R e y [V íc to r M anual I ] y su G obierno están llenos
de buena vo lu n ta d para F rancia y para el E m p era d o r [N a p o ­
leó n III]. P ero la nación entera os es h o stil. H a y fie b re de agita­
ción en tod a s partes, S e p ro testa decid id a m en te contra la guerra y
contra vuestra alianza [ I ta lia y F r a n c ia ] ; se aclaman las v ic to ­
rias ya in d isc u tib le s de lo s p rusianos; se osa hablar sin em bozo
de la caída d el E m p era d o r y se p e rm ite hacerla seguir de la de!
R e y . E l R e y vacila- E l P artid o C onservador ¡o im pulsa a la gue­
rra contra P rusia y a la declaración del estado de siiio en toda I ta ­
lia. P o r lo c o n tra rio se han disparado ya lo s fu sile s en M ilán,
hay barricadas en todas partes y el pueblo p arece querer su b le ­
varse po r doquier. ¿C óm o acabará eso? E sp e re m o s que d e l m e­
jo r m odo.
E n la espera, no o lvid em o s n uestros negocios y, a pesar de las
circunstancias d esfa vora b les, desdeñem os las m ezq uinas y estrechas
especulaciones; saquem os p artido de todo para realizar en grande
y am plia m en te n u e stro plan , n u estro s p ro yecto s. S ó lo a este p re ­
cio nos sa lva rem o s de la ruina to ta l que n os amenaza.
T u B e n o it [B akunin]
R esp ó n d em e a la antigua d irecció n : Signora Teresa P ed ra zzin i
p e r A n to n ia [la m u je r de B akunin].
L a sig u ien te carta de- B akunin a A lb erto R ich ard ( “P o u r
P h ili” ) es tam bién in é d ita :
E s te 16 de agosto de 1870. L ocarno
Q uerido am ig o : R e c ib í tu carta del 13. M e ha sa tisfec h o al ha­
cerm e saber que gozas de buena salud y que estás en las m ism as
buenas d isp o sicio n es con relación a n u e stro s negocios. T ra ta r .con
el gran “m erca d er de seda“ ( 1 ) en este m o m en to , m e p a re c e im -
(1 ) Prim er enigm a que se relaciona con «na Idea expresada por Richard
en su carta. En la carta del 23 de agosto, el m ercader da seda es, com o se v*
e ver, Bism arck, o el rey de Prusia, y esta Interpretación se ap lica tambiAn al pa­
saje presente. F ue una idea particular de A lberto Richard obtener dinero da
Bism arck, bajo pretexto de crear perturbaciones en Francia para em plear ese di­
nero, sinceram ente, en hacer la R evolución so cia l. Richard se figuraba que
Bism arck sería bastante in teligen te para comprender eso y rem itirles dinero,
m ientras que Bakunin ie objetaba que Bism arck les en viaría a pasear a punta-
12 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

posible. P ienso que, después de las especulaciones que realizó, se ha


hecho intratable. E s preciso que exp erim en te prim ero alguna gran
pérdida; entonces será oportuno y necesario tratar con él, y yo
pienso com o tú Que ‘"Agustín” [G . B lanc] y " Edoard" [G am buz-
zi] serán los m ás indicados para hacerlo. H ace diez días poco
m ás o m enos que e sto y en relación con ",A g u stín " [B lan c]. M e ha
escrito prim ero sobre el asunto de las p ro testas prom ovidas por
una de tus especulaciones, que, lo confieso, no ha dejado de asom ­
brarm e a m í un p oco tam bién, parcciéndom e más peligrosa que
ú til; más peligrosa p or su influ en cia m oral que ú til por su s e fe c ­
tos prácticos. N o soy, de ninguna m anera, un p u rista ; pero pienso
que una infracción a las reglas establecidas sólo estaría perm itida
ante la exp ecta tiva de un gran lucro seguro. E s m uy posible que,
desde lejo s, la naturaleza de ese lucro me haya pasado in a d ver­
tida (1 ).
P o r ¡o dem ás, se trata de algo m u y d istin to ahora- Se trata de
salvar de la ruina y de lleva r a buen fin n u estros negocios, que
están fu e rte m e n te am enazados p o r el estado del mercado o rig i­
nado en todas partes a causa de esta m aldita guerra. H e recibido
de Ñ ip ó le s una carta de nuestro am igo "B ep p e” [F a n e lli]. M e
escribe en su nom bre y en el de "E d o a rd ” [Garnbiízzi] que sus
" capitales“ [disp o sicio n es rev o lu cio n arias] están d ispuestos; que
ellos y todos sus clien tes están unánim em ente convencidos d e que
jam ás fueron tan p ro p icio s el m o m en to y las condiciones para en­
tablar el ",negocio” [la revolución italian a], y están resueltos a co ­
m enzarlo, aunque no tu viesen a su d isposición m ás que sus únicos
capitales de Ita lia — y esos capitales no fa ltan —. Una m u ltitu d de
proposiciones les llegan de todas p a rte s; de M ilán, de G enova, de
T u rín y de F lorencia tam bién. N o desconocen, por otra parte, la
inm ensa utilidad que aportaría una cooperación general, la co ­
operación de una gran com pañía internacional. Y m e preguntan si
los " capitalistas’’ [lo s re v o lu cio n ario s] d el m ediodía de F rancia,
de España y de cierta parte d e S u iza [J u ra ] querrán aportar ta m ­
bién su s capitales a e s te negocio. L e s he respondido invitá n d o les
a v e n ir inm ediatam ente a entenderse conm igo, p ro m etiéndoles se r-

p iés. .Esta tradición oral corresponde a la opinión expresada en esta carta, en


Ja que Bakunin, no m uy contento ya con Richard, m aneja lag grandes su scep ­
tibilid ad es de éste, y d esvía suavem ente esa proposición.
(1 ) E l alcance de este prim er plan de Richard, lo ignoramos por com pleto.
H abía en la base de esos proyectos, según vem os por Jo <11!e Bakunin se intere­
saba en ellos, la idea, que ferm entaba desde hacia m ucho tiem po en su círculo
Intim o, de servirse durante lo s tiem p os turbios de cualquier m edio apto para
triunfar sin hacer ruido; para apoderarse o crearse, ante todo, am plios m edios
pecuniarios, ú n icos que harían p osib le una serta expansión de la acción. Sabía
en qué grado su actividad y la de sus am igos se había reducido a dim ensiones a
m enudo m ínim as, p o r ‘esa falta constante de dinero. A sí, tuvo alguna esperanza
de que Fanelli, yendo a España, después de la revolución española de 1868, daría
allí algún buen golpe, y estaba descontento de su puritanism o; Fanelli era el
últim o en querer prestarse a un acto irregular de tal naturaleza, en poner la
mano sobre una C'ja pública o algo parecido. Por e l contrario, Alberto Richard,
de Lyon. era un poco f ír til en proyectos de ese género, y Bakunin deb ió im pe­
dir que no com prom etiese a todos por alguna indiscreción, aun halagándolo para
r.o privarse de su concurso, que creí* todavía de algún verdadero valor.
PRO LO G O 1S

vir entonces de in term ed ia rio ante lo s am igos de lo s otros países.


L es espero ahora seg u ro d e que vendrán (1 ).
E n to n ce s hablaré a " E d o a rd " [G am buzzi] de] asunto de las ”se ­
das” (2 ).
E n cuanto al de tos “v in o s ", e s to y convencido de que no podrá
ser tratado de una m anera e fic a z y amplia sino cuando la gran
especulación haya sido puesta en m o v im ie n to . A n te s , no culm ina­
ría en nada serio y podría in clu so arruinarnos; el ju e g o no vale la
candela. P ero cuando el gran negocio haya sido p u e sto en marcha,
será preciso ocuparse a m pliam ente del com ercio de ¡os " vin o s",
no sin haberlo organizado p revia m en te, para que nos dé todos lo s
b en e fic io s que ten d rem o s derecho a esperar de él (3 ).
T ú ves, querido am igo, que es cierto ahora que los capitalistas
[am igos o re v o lu c io n a rio s] no nos fa lta rá n ; su concurso, qué digo,
su acción incluso, al m argen de n o so tro s y sin n o sotros, es s e ­
gura y próxim a. P o r eso, que no (a ltem o s no so tros, es en lo
que debem os pensar. E sc rib í a " A g u stín " [G. B lan c] dos largas
cartas en las que le expuse desde el punto de vista general y d e s­
de el de los d eta lles m i plan, m is ideas sobre la n e jo r manera
de com enzar y de desarrollar n uestras especulaciones, a fin de
lleva rlas a buen fin y de esta b lecer fin a lm e n te n u estro com ercio,
nuestra fo rtu n a so b re bases verdaderam ente sólidas. R ogué a

(1) En la parte de su m anuscrito traducido en el presente volumen, enviarte


el 8 de Beptierabre de L ocarno a Ncueh&tel, el autor discute exp lícitam en te ja
situación ita lia n a ; con clu ye: “No se espera m is que la señal de ur.a revolución
en Francia, la in icia tiv a revolucionaria de Francia, para com enzar la revolu ­
ción en Italia.''
Esta declaración fué rectificada por los acontecim ientos: V íctor M anuel 1
tomó la delantera y, gracias a la toma de Roma, se acrecentó de tal modo su
poder real, y al m ism o tiem po su p restigio libere!, como hombre que puso la
mano en el cuello del Papa, que su p osición desde entonces f u i asegurada y
defendida por todos los lib era les. Otro acontecim iento su cedió; Garibaldi, que
nada tenia que hacer en Ita lia , condujo todos los hombres de acción que seguían
su in flu en cia a F rancia, para b atirse en la guerra, desguarneciendo asi a I ta ­
lia de lo s elem entos revolu cion arios. E ntonces se derrumbaron in evitab lem en te
la s esperanzas que B akunin ponía en Italia. En una carta a Gam buzzi, escrita
en M arsella el 1S de octubre, hace un gran esfuerzo para disuadir a éste de
reunirse a Garibaldi, y en una carta d el 16 de noviem bre (L ocarn o), se m uestra
muy contento de que Gambuzzi haya vu elto a H ip óles.
(2) En un '•diccionario” redactado por Richard y Bakunin en 1869, seda
sign ifica armas, y vin o sig n ifica tabaco. Pero no hay ninguna garantía de que
e-stas significaciones va lg a n todavía entre ellos en 1B70. S i se la s acepta hipo­
téticam ente, e) hecho de que Gam buzzi, por sus relaciones garibaldinas y su
conocim iento de los n egocios, hubiera podido ser ú til bajo ecte aspecto, es siem ­
pre p o sib le, pero, según yo creo, no del todo seguro.
(3) Los vinos qu* se encuentran en la carta del 23 de agosto deben de ser el
dinero, los medio» para una am plia propaganda y acción, que se buscaban siem ­
pre. E l 7 de febrero de 187$ B akunin anota en la carta a R ichard: "Para em ­
prender los g la n d es m ed io s, es p reciso primero tener aJfunvs m edios, es lo que
espero hallar bien pronto con la llegada de tni primo” ; y el 7 de ab ril: "por
tanto, en m ayo nos verem os, y entonces nos direm os todo, en práctica y en
teoría, pero sobre todo en la práctica". S é además, por J. Guiliaum e, que se trató
entre los dos, durante la guerra, de especulaciones de bolsa, para ganar dinero
a fin de realizar e l o b jetivo propuesto. Otras veces, cuando vino sign ificab a
tabaco, pensaba en el contrabando. Para todo eso era necesario, o un pequeño
capital in icia l que no se ten ia, o una situ ación revolucionanita que se esperaba.
14 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

" A g u stín ’1 que te haga llegar esas letra s o bien que te dé un resu­
m en detallado, a fin de que haya intelig en cia com pleta entre nos­
otros. E sta in telig en cia es m ás necesaria que nunca. E scribo a ",Ja­
m es" [G uillaum e] para sacudirle un p oco■ E n cuanto a "C harles"
[P e rro n ] y ",J o u k " [ju k o w s k i], es preciso dejarlos en su teolo­
gía ; lo s creo incurables (1 ).
E s p o sib le que m is negocios m e so lic ite n bien pronto en Gine­
bra. P ero te a d vertiré a tiem po. Continúa, pues, dirigiéndom e tus
cartas aquí [a L o c a rn o ].
T u B enoit

E l plan de viaje expresado en las últim as líneas de esta


c a rta del 16 de agosto, es expuesto m ás claram ente e n una
carta del 19 de agosto, escrita a su cam arada íntim o, el pola­
co W . M roczkow ski, entonces en L o n dres: “Desde hace
cinco días, no podía responderle, por estar recargado de tra ­
bajo sobre I03 acontecim ientos co rrie n tes; e s m u y posible y
hasta probable que p arta m uy pronto, solo, yendo por Gine­
bra, más lejos... Q uizás nos encontrem os en seguida en
F ran cia.” '[
E n esa carta del 19 de agosto (cuyo tex to original ruso
ae encuentra en la correspondencia publicada en 1896 por
D ragom anoff), se hace alusión a sus antiguos planes para
re u n ir fondos para la R evolución, diciendo: “No renuncié
de n in g ú n modo [a esos planes], y lo dem ostraré muy pron­
to en una vasta práctica. P ero el asunto es éste: que todo
eso debe ser hecho con la solidaridad más rig u ro sa y con el
conocim iento de la localidad, de las circunstancias, de los
hom bres y con una in telig en cia ex trao rd in aria.” Dice tam ­
bién a O garef, en un fragm ento de carta, que les ayudaría
entonces y que luego, y bien pronto, en cambio, se ayudaría
la causa revolucionaria rusa m ediante un nuevo vasto fo n d o :
“respondo con mi pasión, mi honor y mi cabeza”. Y escribe
a P alix y a Blanc cuando, después del 28 de septiem bre,
debió ocultarse en M arsella: “E n cuanto a la revolución
de venganza y de desesperación [que diferen cia de la “revo­
lución salvadora” ; ver el tex to com pleto de la carta, pági­
nas 38-39], debe ser u tilizad a igualm ente para la formación
de un gran fondo revolucionario.” [O ctubre de 1870.]
L as dos “largas cartas” a G aspar Blanc están perdidas.
E l más antiguo m anuscrito conservado es el m arcado “Con­
(1) Si Perron continuaba m anteniéndose a! margen, Jukowski tuvo una ra
novación d: entusiasm o entonces, y fu i a Lyon y a Marsella.
PROLOGO 15

tinuación. 25 de agosto por la noche, o m ejor 26 por la


m añana” que fué expedido el 27 de agosto a O g aref y re ­
m itido a G uillaum e: form a el com ienzo del presen te vo­
lumen.
U na carta sig u ien te a A. R ich ard (in é d ita en su tex to
com pleto; G uillaum e rep ro d u jo algunos fragm entos, L ’ltt-
ternationale, II, págs, 80-81) co n tin ú a la discu sió n :

E s te 23 de a g o sto de 1870, Locarno.


Q uerido am igo: R e c ib í tu carta del 20. T ie n e s razón; no hago
bien a] critica rte en una carta a tu am igo [B la n c ]. N o lo vo lv e ré a
hacer jam ás. Cuando crea n ecesario h acerte una observación, te la
haré d irecta m en te a ti m ism o y só lo en casos de absoluta n ecesi­
dad. D am e, pues, la m ano y no hablem os m ás. T e n e m o s otros asun­
to s m u y d ife r e n te s que tratar. Q uerido am igo, estás, está is todos
en L y o n en un error deplorable en relación a ¡os negocios del
" m ercader de seda" ( r e y de P ru sia o B is m a rc k ). S e os engaña
de una manera indigna; lo s n eg o cio s de este m ercader [la guerra]
son m ás prósperos que nunca y son, al contrario, io s de sus com ­
p etid o res lo s que perecen a sim p le vista . P o r consig u iente, no nos
ocupem os m ás de "seda” y hablem os m ás b ien de " v in o s”.
A penas tengo ánim o para hablar de n u estro s asuntos privados,
m ientras e sto y aplastado p o r las d esgracias públicas. B azaine ba­
tido, sem ianiquilado y encerrado en lo s m u ro s de M e tz y sin co­
m unicación alguna con P arís —p o rq u e un cuerpo prusiano ocupa
el ferro ca rril entre M e tz y T h io n v ille — , está reducido a esta posi­
ción desesperada de ten er que ren d irse v erg o n zo sa m en te a los
p ru sian o s, por fa lta de p ro visio n es para p ro veer a su ejército tan
fu e rte m e n te diezm a d o , o bien em prender un m o v im ie n to desesp e­
rado sobre la retaguardia de los prusianos, rodeado com o está por
fu rza s in fin ita m e n te superiores. Y d u ra n te este tiem po, el ejé r­
cito del P rín cip e heredero, engrosado p o r nuevas tropas que
le a flu y en cada día p o r lo s fe rro c a rrile s alem anes y franceses,
avanza hacia Chalons, que, a lo sum o, no podrá oponerle más que
un ejé rc ito de 100.000 a 120.000 h o m bres todavía m al organizado.
E s te ejérc ito hará sin duda e sfu e rzo s hero ico s, pero acabará por
ser derrotado, aplastado por la s u p e rio rid a d 'in cu estio nable del nú­
m ero. L o s prusianos m archarán sobre P arís y, " si el pueblo fra n ­
cés entero no se subleva, tom arán a P a rís”.
T s l es ¡a verdad verdadera, querido a m igo; te lo ju ro en no m ­
bre de lo que tengo de m ás sagrado, p o r m i h o n o r; te, lo digo
con el corazón presa de la m ás p rofunda desesperación, avergon­
zado, enfurecid o , pero es la pm a. y entera verdad, y si se os
d ice lo contrario, si se trata so la m en te de consolaros, si se- os pro­
m ete que con las m edidas que se han tom ado nuevam ente en Pa­
rís se salvarán P arís y F rancia, se os m ien te, se os engaña d el modo
m ás indigno. P arís y Francia no p u eden se r salvados m ás que por
una inm ensa sublevación popular. E s preciso en todas partee que
16 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN
el pueblo to m e las armas y se organice por sí m ism o, para com en­
zar contra lo s invasores alem anes una g u e rra de destrucción, ana
guerra a cuchillo. N o es preciso que se d eje im poner je fe s ; es p re­
ciso que lo s escoja por si. V o so tro s está is rodeados de traidores.
P rusia está en el Gobierno y en la A d m in istra ció n ; estáis vendidos
en to d o s lo s puntos. R ecordaos de las palabras de D anton en una
época y en m edio de un peligro que seguram ente no eran m ás terri­
bles que la época y el peligro actuales: " A n te s de m archar contra
el enem igo, es necesario anonadarlo, paralizarlo ira s sí". E s pre­
ciso abatir los prusianos del interior, para poder m archar luego
con confianza y seg u rid ad contra los prusianos del exterior. E l
m o v im ie n to patrió tico de 1793, no es nada en com paración del que
debéis realizar ahora, s i queréis salvar a Francia de una esclavitud
de cincuenta años, de la m iseria, de la ruina, de la invasión y del
aniquilam iento. P o r tanto, levantaos, am igos, al canto de "L a M ar-
sellesa ”, que es h o y otra v e z el canto le g ítim o de Francia, palpitan­
te de actualidad, el canto de la libertad, el canto del pueblo, el can­
to de la hum anidad, porque la causa de F ra n c ia se ha convertido,
en f in , en la de ¡a humanidad. S ien d o p a triotas, salvarem os la lib e r­
tad u n iversa l, dado que la sublevación sea universal y sincera y
que sea conducida, no p o r vendidos o que quieren v en d erle sea a
los prusianos, sea a !os O rleans que vienen con ellos, sino por je ­
fe s populares.
C on esta condición única, será salvada Francia. N o perdáis, pues,
un m in u to , no esperéis más la señal de P arís — P arís está enga­
ñado, paralizado p o r el peligro que le am enaza y sobre todo mal
dirig id o — ; sublevaos p o r vuestro propio im pulso, tom ad las ar­
mas, form aos, organizaos, aniquilad a lo s prusianos del interior,
para que n o quede uno solo tras de vosotros, y corred a la libera­
ción de P arís.
S i en el plazo de diez días 110 hay en Francia sublevación p o ­
pular, Francia estará perdida. ¡ A h ! si yo fu e se más jo ven, no escri­
biría cartas, estaría con Vosotros.
Y ahora hablem os de nuestro “vino”. Q uerido amigo, a pesar
del desastre público, pienso que podrem os lleva r este negocio a
buen fin ; es preciso organizarlo todo e in m ediatam ente. E l sólo
puede salvarnos de la ruina. Y creo que las circunstancias tan en­
fadosas para nuestra p a tria nos son excesiva m ente favorables, dado
que lo s hom bres a quienes confiaréis este negocio sean hom bres
in te lig e n te s y seguros. R ea liza rem o s p e rfecta m en te un poco de di­
nero con ayuda de n u estro s turcos ( 1 ) : pero será poco. P o r tanto,
escrib o a “B ern a rd " [¿ e s p ro bablem ente O zerof, de G in e b ra ?] y
a ",A g u stín ” [B lan c] que te envíen lo más p ronto posible una p e ­
queña sum a. P e to eso es tan m ezquino que casi no vale ¡a pena
hablar de e llo ; todss n u estras esperanzas, tan to como la s espe­
ran zas de n u estro s am igos ita lia n o s (para el co m ien zo ) reposan

( I ) Se trata de revolucionarios búlgaros que Bakunin conocía desde la p ri­


m avera de 1866; tenia correspondencia entre otros con Liuben K araveloff. Ver
mi B io g ra fía , p&gs. 432-34. B ulgaria no existia en esa época como país inde­
pendiente, sin o que constituía parte de Turquí»,
PROLOGO 17

ahora en las p rim e ra s sum as considerables Que d eb éis realizar ac­


tu a lm en te gracias a lo s " v in o s ”, a pesar y con la ayuda m ism a de
la agitación general del país (1 ).
“B ep p e " [F a n e lli] está en este m o m en to en m i casa; parte m a­
ñana (2 4 ), T e abraza fia te rn a lm e n te y te dice que cu en tes con él.
S e perderá p o r un in sta n te , trabajará noche y día y con buena es­
peranza, siem p re que podam os p resta rle el d in ero necesario para
el com ienzo , dinero que n o s d evo lverá con buenos in tereses tan
p ro n to com o haya podido entablar el negocio.
P a rtiré proba b lem en te en seguida para ir a reu n irm e con " A g u s­
tín " [B lan c] y con " B ern a rd" [O z e ro f, p o r consiguiente, en d i­
recció n a G in eb ra]. P ero al recibo de esta carta escríbem e in m e­
dia ta m en te y dirige tu carta aquí. C ontinúa dirig iendo las cartas
aquí hasta que te haya escrito lo contrario.
E sp ero tu respuesta. T u y o ,
B en o it.

B akunin continúa su discusión extrem adam ente d etalla­


da de la situación en F ran cia y de lo que era necesario
h acer según su opinión en in terés de ese país y de la revo­
lución social, rred ian te el envío sucesivo de pág in as m anus­
c ritas a G inebra, donde O zerof y G aspar B lanc debían
ocuparse de un modo que sabemos por la n o ta del 31 de
agosto al viejo O garef, donde se d ic e : “ E sta carta (la con­
tin u ació n de m i inm ensa carta a m is am igos fran ceses) debe
ser inm ediatam ente copiada en varios ejem plares y envia­
da a d iferen tes lugares. E sta carta dem uestra que si la re ­
volución social en F ran cia no sale directam en te de la gue­
rra actual, el socialism o estará p erd id o por largo tiem po en
to d a E u ro p a”. Si O zerof hubiera estado ausente, era nece­
sario d irig ir el m anuscrito a G uillaum e, N euchátel. No co­
nocem os los arreglos convenidos con O zerof y Blanc, pero
es fácil presum ir que esas copias eran destin ad as a in te r­
n acionalistas franceses, quizás tam bién a G. Sentiñón, de
B arcelona. E n ese mom ento, los in tem ac io n alistas fran ce­
ses, a consecuencia de las persecuciones y del gran proceso
incoado contra la Intern acio n al, estaban en prisión, en el
destierro, o se o cu lta b a n ; por tanto, no puede uno form arse
u n a idea exacta de a quién p u d iero n ser d irig id as esas co­
pias. E l m anuscrito era luego enviado a N euchátel (envíos
del 27 y del 31 de agosto) y la co n tinuación fué d irig id a di-
( I ) E stas notas no esclarecen el m isterio de lo s vin os, que debe ser in ves­
tigado por el lad o de las operaciones de bolsa, dei contrabando o de m edios
p arecidos para realizar pronto fondos.
18 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

rectam ente el 1, 3, 4 y 8 de septiem bre; el resto lo llevó


B akunin m ism o el 11 de septiem bre.
P o r las dim ensiones enorm es y la m archa rápida de los
acontecim ientos, la decadencia del Im perio y la R epública
del 4 de septiem bre, se hizo im practicable la publicación del
te x to com pleto, que nadie hubiera tenido el tiem po de leer
ni los m edios para im prim irlo y hacerlo circular. E ntonces
era Jaim e G uiliaum e el único que podía salvar la situ ació n ;
trabajaba y redactaba hábilm ente, conocía a fondo las ideas
y el estilo de B ak u n in por su correspondencia incesante y,
gracias a la su p resió n de Solidarité, a causa del m ani­
fiesto del 5 de septiem bre, su trabajo y el de su im p ren ta
estuvieron disponibles inm ediatam ente. B akunin, el 11-12 de
septiem bre, de paso para Ginebra, le dió carta blanca para
ordenar su m anuscrito y G uiliaum e hizo eso con una in d e­
pendencia absoluta que no dejó casi nada en p ie ; pero sin
em barco supo hacer un fo lleto movido y fácilm ente com­
prensible que presentaba, resum ía, popularizaba lo que B a­
k u n in quería decir. E ste co n stitu y e las Cartas a un fra n ­
cés sobre la crisis actual. Septiem bre 1870 (43 páginas, sin
nombre de a u to r ni de im p re n ta ); la confección y la im pre­
sión fu ero n acabadas hacia el 20 de septiem bre y el todo
fue enviado a G inebra donde se ocuparon ta n poco de ellos,
que aun el 25 de seDtiembre B akunin escribió de L yon a
O garef que, si los fo lleto s habían llegado, O zerof debía
tran sp o rta rlo s inm ediatam ente a Lyon, a casa de P alix (el
m eior de los cam aradas lyoneses). “E l folleto es in d isp en ­
sable, lo esperam os todos”. O zerof había estado ya en Lyon,
y la noche del 26 de septiem bre inform ó sobre sus im pre­
siones en la sección de la A lianza de G inebra. P o r tanto,
pudo llevar el fo lleto el 27, porque estuvo de nuevo en
Lyon el 28, el día del gran m ovim iento local. Se puede con­
clu ir de eso que el folleto no pudo ser d istrib u id o sino
apresuradam ente, en el últim o momento —si se d istrib u y ó
en realid ad — y que no tu v o ocasión de ejercer una v er­
dadera in flu en cia sobre un círculo más am plio. E n el m e­
dio más avanzado de Lyon, la presencia de B akunin, des­
de m ediados de septiem bre, había reem plazado el tard ío
folleto. E ste se ha hecho m uy raro, aunque no ta n to
como otras publicaciones de B ak u n in ; está reim preso en la
edición francesa, O euvres, tom o I I (P arís, 1907).
PROLOGO 19

III

D espués de haber recibido las noticias de Sedan (2 de


septiem bre), pero sin conocer aún la caída del Im p erio en
P a rís (4 de septiem b re), B akunin escribió el mism o día
desde L ocarno la sig u ien te carta a A. R ich ard (“ P o u r
P h ili”) :
E s to y asom brado de vu e stro o p tim ism o . H e aguí un despacho
o ficia l de B e rlín : " R e y de P rusia, a la R eina. Sedan, 2 de sept. 1 h-
30 p. m .: el general W im p ffe n q u i ha reem plazado s i m ariscal M ac-
M ahon, gra vem en te herido, en el com ando del e jé r c ito ; firm ó una
capitulación que nos entregó Sedan y co n stitu y ó to d o el ejército
prisionero de guerra. E l E m perador, que no ejercía ya ningún m a n ­
do, se ha ren d id o a m í m ism o , desp u és de haber abandonado el go­
bierno a la R egencia de P arís. Y o reso lveré su residencia bien p ro n ­
to, d espués de haber hablado con él. /Q u é a co n tecim ientos con la
gracia de D io s!— G uillerm o.
H e aquí o tro despacho o ficia l de B e r lín :
"S a in t-B a rb e, 1 de sep tiem b re.— D esde ayer por la mañana, duran­
te to d o el día y toda la noche, B azaine, con todo su e jé rcito , nos
ha librado batalla. H a sid o rechazado con pérdidas enorm es en to ­
das partes. L o s fra n c ese s se han b atido con una bravura d eses­
perada; p ero , p o r fin , debieron ceder y lo s hem os rechazado hacia
M e tz.’’
P o r consig u ien te, la partida regular, o ficial, acabó. N o tenem os
ni e jé rcito n i em perador. La partida popular com enzará, o bien
Francia, descendiendo a la jerarquía de tercera potencia, deberá su ­
fr ir el yugo de lo s prusianos. N o hay que hacerse ya ilu sio n e s sobre
P arís. E stá n allí lo s P alikao, Chevreau, P ietri. la E m p e ra triz y la
derecha; están, en segunda línea, los orleanistas T h iers y T r o ­
chu, y en tercera linea lo s republicanos radicales, G am betta, el
republicano "p ru d en te, racional y p o sitiv ista ”, con lo s J u lio Fa-
vre, Ju lio S im ó n , G eratry, F erry, P elleta n y m u chos otro s se ­
m eja n tes com o cola. E s to s señores han dem ostrado la m edida de
su in teligen cia y de su fu erza . N o tienen te stíc u lo s; han perdido
crim inalm en te un m e s d el cual cada día s rs p recioso para la su b le ­
vación pop u la r y el arm am ento de F rancia- E l m iedo al socia­
lism o , el horror a las verdaderas sublevaciones populares, lo s ha
hecho im p o te n te s e im b éciles. P o r otra parte, P arís, absorbido por
lo s cuidados d e s u propia defensa, no podrá organizar la defensa
nacional de F rancia. E l pueblo francés, no debe contar con ningún
G obierno, n i e x iste n te , n i re v o lu cio n a rio ; si tien e cerebro, corazón
y testícu lo s, no contará m ás que consigo m ism o. La m áquina gu­
bernam ental, el E sta d o , está roto. Francia no nuede ser salvada
más que por una su b leva ció n inm ediata, general, anárquica, de toda
OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN
la población d e las ciudades y d e lo s cam pos; anárquica en
el sen tid o que debe hacerse y organizarse ai m argen de toda
tu tela y dirección o fic ia l y gubernam ental, de abajo arriba, d e ­
clarando en todas p a rtes a trevid a m en te la decadencia d e l E s ta ­
do con todas su s in stitu c io n e s y la abolición de todas las le y e s
e x iste n te s y no dejando en p ie m ás que una sola ley, la de la sal­
vación de Francia contra lo s prusianos d el e x terio r y contra lo s
traidores d e l interior.
L lam am iento a todas las com unas: que se organicen y que se
arm en, arrancando las armas a lo s que las poseen y las ocultan
ahora.
Q u e envíen su s delegados a un lugar cualquiera, fuera de P a ­
rís, para fo rm a r e l G obierno p ro visio n a l, el Gobierno de hecho de
la salvación de F rancia.
E s preciso que una gran ciudad pro vin cia l, L y o n o M arsella,
to m é esta iniciativa. E s p reciso que ¡os obreros de esas ciudades
tengan el valor de tom ar esa reso lu ció n , sin resistencia, sin vacila­
ción y sin dem ora. No tienen ya que reflexionar, la situación es
bastante clara, todo está d e sie rto a s u alrededor.
L a burguesía radical no tie n e cerebro n i testículos. L a A d m i­
nistración es bonapartista. T o d o el ta len to de Francia está, pues,
únicam ente en ¡os obreros, en ese pueblo d e las' ciudades, que debe
saber arrastrar consigo a la población de los campos. Queda p o r
saber si lo s obreros tie n e n te stíc u lo s. ¿ S o n socialistas re vo lu c io ­
narios o solam ente socialistas doctrin a rio s? ¿Son hom bres vivos o
p e trim e tre s como lo s burgueses? Q ue s ¿ atrevan, pues, en nom bre
de la hum anidad y de F rancia. S u responsabilidad es inm ensa, p o r­
que lo s destin o s de Francia y d el socialism o europeo pesan sobre
e llo s. L a situación es clara, lo repito. S i los obreros de L yon o de
M arsella no se levantan in m ed ia ta m en te, F ra n c ia y el socialism o
europeo estén perdidos. L a vacilación sería, p u e s, un.crim en. E s to y
a vuestra disposición y espero vu estra resp u esta inm ediata.
B e n o it.

E s ta carta parece dem ostrar que B akunin, aun siendo


un observador m uy sobrio de la situación, no tenía en cu en ­
ta varios factores que actuaban en P arís, donde la n o ticia
de Sedan llevó como autom áticam ente la decadencia del Im ­
perio. E l fracaso te rrib le del hom bre del golpe de E stad o
de diciem bre de 1851 echó a todo el mundo a la calle, b u r­
gueses y obreros, y la “ servidum bre vo lu n taria” ■—que es el
más firm e soporte de todos los regím enes, por abom inables
que sean— term inó p o r algunas h o ra s: se estuvo rep en tin a­
m ente unánim e en que se te n ía bastánte, en que no se que­
ría m ás el Im perio. E l sen tim iento y el g rito ”¡ decadencia!”
fu ero n generales. Los políticos republicanos en la Cámara
fu ero n los que vacilaron m ás tiem po en asum ir una re s­
PROLOGO 21

ponsabilidad. U na m u ltitu d en cuyas prim eras fila s iban los


socialistas revolucionarios, los hom bres de 1848 y los p ro s­
crip to s de 1851 invadió la Cám ara y fué, p o r d ecirlo así, el
tem or a que co n stitu y eran una rep ú b lica ro ja lo que decidió
a los políticos republican o s a proclam ar ellos tam bién, por
fin, la decadencia y erig irse inm ediatam ente en nuevo Go­
bierno, el famoso G obierno p rovisional del 4 de septiem bre.
A sí fué burlado el pueblo, porque la bu rg u esía y la A dm i­
n istració n se asociaron en torno a ese G obierno del o rd en
que im pidió desde la p rim era h o ra to d a acción v erd ad era­
m ente revolucionaria. N atu ralm en te, se expulsó a los fu n ­
cionarios más odiosos del régim en b o n ap artista, lo que sir­
vió. igualm ente para colocar, p a ra dar puestos a un g ran
núm ero de republicanos que, de este modo, de descontentos,
de conspiradores, de rebeldes de la víspera, se h iciero n re ­
pentinam ente hom bres de gobierno. E l descontento de los
socialistas y republicanos avanzados o rig in ó g ran núm ero
de m otines, de jo rn ad a s de insurrección, h asta los aco n teci­
m ientos grandiosos del 18 de m arzo de 1871, la época de la
Com una de P arís y su m u erte en la sangre del pueblo p a ri­
sién, a fin es de m arzo. A estos acontecim ientos de P arís,
que m arcan una rep resió n crecien te y siem pre m ás cruel de
la causa popular por el nuevo G obierno, republicano de
nom bre y arch ib u rg u és an te todo, corresponden u n núm ero
de esfuerzos paralelos, pero a m enudo in d ep en d ien tes y ais­
lados, en algunas ciudades del m ediodía de F rancia, re ­
gión que m ás escapaba entonces a la cen tralizació n p a ri­
sién ; y lo que sucedió en L y o n en septiem bre y culm i­
nó en la jo rn ad a del 28 de ese mes, es uno de esos aco n te­
cim ientos, que no fu ero n m uy num erosos, y que an te todo
adolecían de debilidad, de fa lta de p rep aració n y de m edios
de aislam iento, pero que tam poco fueron dem asiado raro s
aunque sí m uy diferenciados, según las circunstancias lo­
cales y el valor y la en erg ía de sus p rin cip ales actores.
A ntes que estas colisiones en tre la b urguesía — que a l de­
cirse republicana en lu g a r de im p erialista (b o n ap artista)
no cam biaba más que de etiq u eta— y los hom bres del pueblo,,
siem pre engañados y burlados, tom asen un carácter violen­
to y m ortífero, hubo u n a corta lu n a de m iel en las tira n te ­
ces e in trig a s agridulces. P ara Lyon, p o r ejem plo, la elec­
ción de un Consejo m u n icip al que no ten ía, se co n v irtió de
OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

inm ediato en la p rim era cuestión, y n¿» se quiso el nuevo


p refecto , Challem el-Lacour, im puesto p o r la sola voluntad
de los hom bres llegados al P o d er en P arís. Se constituyó
prim eram ente u n Comité de salvación pública donde (seg ú n
A. R ic h ard ) había sesenta radicales y cinco in tem acio n a­
listas. V. Jacla rd , un blanquista independiente llegado de
G inebra, propuso el envío de una delegación a l G obierno
de P á rís para hacer valer los derechos y las reclam aciones
de L yon. Su com posición fué notab le: A ndrieux, Jacla rd
y A lb erto R ichard. A ndrieux, un burgués rem atado, arri-
-vista, el fu tu ro prefecto de policía de P a rís diez años des­
pués, an te todo se ocupó de sus propios negocios, y A lb ert
R ic h ard hizo lo mismo, aunque con éx ito m enor. Ja c la rd
fué nom brado subalcalde de P arís. G ustavo Lefrangais,
m iem bro de la Comuna, en sus S o uvenirs d'un Communard
( L e Cri da P euple, P arís, 22 de ab ril de 1877; edición en
libro, B ruselas, 1902, págs. 397-98) hace decir a Ja c la rd en
una conversación íntim a con é l:


— jA h l ¿ E s que to m arás, p o r casualidad, esas gentes en se rio ? .-
M ira a ése... es A ndrieux. Pues bien, ha v isto a C rem ieux [e l abo-
gado rep u b lican o m in istro de J u s tic ia ] a escondidas de su com pa­
ñ ero [R ic h a rd ] quien, p o r su p a rte , fué a v e r sim uladam ente a
G am b etta. A ndrieux tie n e en su b o lsillo su com isión de p ro cu ra ­
d o r de los T rib u n a le s de Lyon. [ E s to era bien exacto, y algunas
sem anas después org an izó el p ro ced im ien to c o n tra B akunin y sus
cam arad as.]
— ¿Y el o tro , A lb erto R ich ard ?
— ¡A h ! H e aquí. E ste vuelve d erro tad o . N o se le o fre c ió m ás
que u n a su b p re fe ctu ra. N o juzgó la o fe rta al nivel de sus m é rito s.
V a a co n tin u a r h aciendo ruido a llá ; pero, sin em bargo, yo lo creo
colado. Su colega no se incom odará para d escubrirlo..,

B ak u n in debió de ser llam ado a L yon inm ediatam ente


después de la llegada de su carta del 4 de septiem bre, re ­
prod ucida m ás arriba, o bien independientem ente de esa
carta, desde que fué proclam ada la R epública y su viaje
podía hacerse sin d ificu ltad es en adelante. E scribió desde
L ocarno, el 6 de septiem bre, a su viejo am igo de juventud,
el p ro feso r A dolfo V ogt, de B ern a:

¡M i. querido am igo! M is am igos lo s so cialistas revolucionarios


de L y o n m e llam an a L y o n . E s to y resu elto a lle va r allí m is v ie ­
jo s h u eso s y a ju g a r probablem ente m i ú ltim a partida. P ero, com o
PROLOGO 23

de ordinario, no tenga un cén tim o . ¿ P u ed es tú , no digo prestar­


m e, sin o darm e 500, ó 400, ó 300, ó 200 ó aun 100 francos, para m i
v ia je ? S Í puedes, m e lo s darás; s i no puedes, n aturalm ente, no m e
lo s darás.
M e d ijis te en n u estra ú ltim a e n tre v ista que, al pasar por Berna,
podría deten erm e en tu casa. N o quedaré en B erna m ás que un
día. L leg a ré el 10 por la noche y p a rtiré al día sig u ien te para N eu -
chátel. ¿P uedo d eten erm e en tu casa? Com o p arto de aquí el 9, el
viernes po r la noche, y com o recibirás esta carta el 8, tendrás tiem ­
po d e avisarm e p o r telegram a a la sig u ie n te d irección; Locar-
no, Signora T eresa P e d ra zzin i, p e r la signora A n to nia. S í o no. S i
no, d i a R e ic h e l que m e d eten d ré en su casa.
A d ió s y basta la v is ta • T u y o ,
M . B akunin.

Se encuentran tam bién en el m anuscrito reproducido en


este volum en notas al m argen: ‘‘V iernes, 9 de septiem bre,
salgo” y : “ E l fin lo llevaré yo mismo. Salgo mañana, 9; pa­
sado m añana por la noche, en B erna (1 0 ); 11 por la noche o
12 por la mañana, en su casa (en N euchatel, el 11); te le ­
g rafia ré desde B ern a”. Y G uillaum e relata su llegada a Neu-
ch átel el 11, donde hablaron m ucho d u ran te la noche del 11
al 12; el 12, llegó a G inebra.
E scrib ió su testam ento en ruso y en francés, fechado en
B erna, el 11 de septiem bre; fué firm ado por A. V ogt y
A. R eichel; tam bién (en G inebra) por N. O garef y Sibiria-
kof. R ecibió dinero en B ern a; su bolsa le fué robada el
28 de septiem bre en Lyon, cuando contenía aún 165 fra n ­
cos (c a rta a P alix, págs. 33-35). H ubo de tom ar dinero p re s­
tado para el viaje desde Locarno a E m ilio B e lle n o (Locar-
n o ), al cual escribió:

E s te 14 de sep tiem b re, Ginebra, 1870.


M i querido am igo: D en tro de una semana ju sta , recibirá de aquí
50 ir&ncos. E l resto se lo enviaré desde L y o n algunos días más
tarde. H o y le hago enviar la m aquinita y el papel de cigarrillos.
E sta noche salgo para L y o n . D iga a A n to n ia que le deje leer
la copia de una carta que recib í de L y o n . A d d io . M i d ire c c ió n :
L y o n . M o n sieu r P a lix , 41 Cours V itto n — sobre la cubierta in te ­
rior— “P o u r M adam e A n to n ie ".

L legó, pues, a Lyon, en la noche del 14 al 15 ó en la m a­


ñ ana del 15 de septiem bre de 1870.
24 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

IV

E sta introducció n ad q u iriría dim ensiones desm esuradas


si quisiese p resen ta r u n cuadro de las personalidades y fu er­
zas p olíticas entonces en boga en Lyon, las num erosas co­
rrie n te s y m aquinaciones. H e recorrido bastantes publica­
ciones especiales hechas sobre este asunto, pero todos son
escritos p a rtid ista s con exageraciones y reticencias y sobre
todo inexactitudes, si no deform aciones vo lu n tarias de la
verdad. T odos los que quedan en la política pasan de buena
gana en silencio tales períodos de conmoción general, donde
tal vez se han arriesg ad o un poco m ás hacia adelante de lo
que la prudencia les aconseja más tard e adm itir. Los m ejo­
res son perseguidos, forzados a d esterrarse y se callan m uy
a m enudo llenos de disgusto. E l medio en que B akunin e je r­
cía una actividad d irecta fué p articularm ente probado y
diezm ado: el m ejor de sus cam aradas, el sastre P alix , m u­
rió en s e g u id a ; un hom bre m uy valiente a quien supo ap re­
ciar pronto. E. B. Signes, es el único con el que m an te­
n ía correspondencia todavía cuando Saignes habitaba como
refugiado en Ginebra. A. R ichard y G. Blanc fueron p ronto
elim inados de su am biente como renegados y ninguno de
sus am igos eslavos, O zerof y Lankiew icz (m u erto como
com batiente de la Com una de P a rís) han dejado u n te s ti­
m onio íntim o. N o creo que el testim onio de Saignes haya
sido jam ás reco g id o ; yo tuve, en febrero de 1910, varias
conversaciones con O zerof y A drián P errare, en N iza, que
me inform aron de m uchas cosas, pero relativam ente poco
sobre los asuntos de Lyon.
P errare pensaba entonces que B akunin ejercía una cie r­
ta in flu en cia por sus conversaciones íntim as sobre un n ú ­
m ero de personas que ten ían un in flu jo local y qu.e obra­
ban entonces a m enudo en el sentido de sus inspiraciones.
Sin él, se h u b iera hecho m enos o no se hubiera obrado tan
pronto. Las m asas no lo conocían y se le m iraba frecu en te­
m ente de través, como un ex tra n jero y un enem igo de la
propiedad. O zerof, m uy enferm o y m uy desilusionado en
1910, pensaba que B akunin hab ría podido hacer m ucho en
L yon y ocupar u n puesto revolucionario decisivo si no h u ­
PROLOGO 25

biese in sistid o dem asiado sobre la abolición del E stado y


sobre sus ideas sociales p articulares.
A lberto R ichard, que sin em bargo no es u n testim onio
por com pleto im parcial, aunque vein ticin co o tre in ta años
m ás ta rd e tra tó de ser ju sto con B akunin, h a publicado
sus recu erd o s en la R evu e de P arís del 1 de septiem bre
de 1896. C uenta que B akunin se hizo ilusiones sobre la m en­
talid ad revolucionaria, las pasiones revolucionarias adorm e­
cidas de los obreros y los cam pesinos fran ceses y que em­
pujaba siem pre hacia adelante, pidiendo que se obrase rá p i­
dam ente, y se dejase lib re vuelo a las pasiones, ap etito s
y cóleras del pueblo desencadenado y sin trabas. P alix , ese
hom bre ta n abnegado, que m urió el 8 de m arzo de 1871, se
opuso a lo que se llam a el desencadenam iento de las m alas
pasiones. B akunin insiste en que es preciso ten er confianza
en el pueblo, que sus erro res y excesos son una fatalidad
p o r la que es necesario pasar, que no se tiene la posibilidad
de la elección de los m edios. P alix m antiene su punto de
vista. O zerof y L ankiew icz (polacos) se asom bran de la
m oderación de los franceses.
P o r lo dem ás, R ich ard reconoce que, después de haber
sondeado u n poco el am biente, B akunin no lam entaba el
ponerse de acuerdo con grupos de v iejos republicanos ra d i­
cales de ciertas sim patías sociales. Sabía desenm ascarar a
los falsos herm anos, a los arriv istas, a los obreros-burgue­
ses. E l descubrió al famoso A ndrieux, el a rriv ista nato, po­
licía que quería conocer a B akunin. “ Se hablaron una no­
che en la R otonde (donde tenían lu g ar las reuniones p ú ­
b licas), y fué un espectáculo m uy sin g u lar v er la m áscara
fina y fríam en te cortés, la m irada llena de reservas y el
aspecto correcto dei abogado lyonés, fre n te al eslavo, de
fisonom ía abierta, de m irada ardiente, desdeñosa de las ele­
gancias y de las m alicias. E staban ta n em barazados uno
como el o tro de su en cuentro y com prendieron in m ediata­
m ente que habían nacido enem igos. A n d rieu x se fué y no
lo volvim os a ver.”
R ich ard anota a ú n : “E n cuanto al patriotism o... no sólo
él [B ak u n in ] lo respetó escrupulosam ente, sino que lo hizo
el m otor p rin cip al del m ovim iento que quiso fom entar. Y
esto no era diplom acia por su parte. E ste ruso... conocía
m ucho la h isto ria de F rancia, la h isto ria del e sp íritu fra n ­
26 OBRAS DE MIGUEL ÉAKUNIN

cés, del genio de la R evolución francesa. Amaba a F ra n ­


cia...”
Im pulsaba adelante y como en el fondo se le daba — ob­
serva él mismo— poco más o menos la razón, supo a rra s ­
tra r a su g en te; la fiebre revolucionaria seducía-a todos más
y más. F ué infatig ab le, y despertó y reunió todos estos a r­
dores. Se hicieron reuniones sobre reuniones, p ú blicas y
privadas, y se fundó el Comité de Salvación de F ran cia
que debía establecer subcom ités en to d as partes (esta fu n ­
dación tuvo lu g ar a consecuencia de una reunión en la Ro-
tonde, el 17 de septiem bre). Se crearon algunas relaciones
en el Consejo m unicipal elegido el 15 de septiem bre, que
ten ía una m ayoría b u rg u esa; en el Com isariado cen tral de
policía (se sabe que después de to d a revolución victoriosa
en F rancia, m uchos revolucionarios au to ritario s ocupan
puestos en la po licía p ara d irig irla en su sentido) y en
uno de los fuertes, y se propuso com enzar el m ovim iento
del 28 por una m anifestación de los obreros sin trabajo con­
tra el Consejo m unicipal.
Salvo ese com ité elegido el 18, en que fig u ran en tre o tro s
G. Blanc, Palix, A. R ichard, F. P arrato n , no había o rg an i­
zación. A ndrés B astelica, de M arsella, llegó tam bién, así
como delegados de S ain t-E tien n e, Los m ilitan tes lyoneses,
como dice R ichard, retro ced ían siem pre ante la in iciativ a
de un conflicto san g rie n to ; pero B akunin redobló su a c ti­
vidad e im pulsó a lanzarse a cuerpo perdido en la lucha,
sin conservar p u ertas de re tira d a : in sistía mucho sobre esto
últim o.
O igam os las im presiones de B akunin, quien, el 19 de
septiem bre, escribió a su viejo amigo O garef, de G inebra:
M i vie jo am igo: A cabo de recibir tu carta. T e pido perdón por
haberte dejado sin n o tic ia s de m í durante cinco dias. La cabeza
me da vueltas, tanto es el trabajo que bay que hacer. N o hay to ­
davía verdadera revo lu ció n aquí, pero vendrá, pues se prepara y
se hace todo lo p o sib le para llegar a una verdadera revolución. S e
trata para m í de vida o m u e rte . E spero ver el triu n fo próxim o.
E sc ríb e m e : F rance. M adam e P a lix, Cours V itto n , 41, L y o n ; en
el in te rio r: "P o u r M adam e A n to n ie ”... A braza a nuestro am igo, el
a trevid o capitán de caballería ( O z e r o f) y dale esta carta cerrada
adjunta, en respuesta a la suya...
Y a el 24 de septiem bre, una gran reunión popular p re ­
sidida por E. B. Saignes, obrero yesero-pintor, el jefe p rin -
PROLOGO

cipal de aquellos de los radicales que se asociaron a la


In tern acio n al, v o tó resoluciones de u n carácter b astante
pronunciado. E l 25 (dom ingo) fué red actad o (p o r B ak u ­
n in ) e im preso el g ran cartel en papel rojo. E se día, 25,
B akunin escribió a O g a re f:
“M i viejo am igo, te en v iaré inm ediatam ente n u estra p ro ­
clam a que apela al pueblo p ara d errib a r to d o s los poderes
ex isten tes y que co n stitu y en obstáculos. E sta noche te n d re ­
m os a todos los am igos p rin cip ales, m añana (26) habrá la
últim a lucha y, esperém oslo, la v icto ria.”
Reclam a por la m ism a n o ta el tra n sp ó rte de las L e ttr e s á
un Franqais a L yon p o r O zerof. Los p lan es debieron de
ser m odificados, porque aquella noche no pasó nada y la
ta rd e del 26 fué leído el “cartel ro jo ”, ap lau d ido y aclam a­
do en una reunión pública en la R otonde, p resid id a de n u e­
vo por Saignes, que se expuso al peligro. Se decidió pegar
en los m uros de la ciudad el cartel, cuyo texto era el si­
gu iente :
R E P U B L IC A F R A N C E S A
F e d e ra c ió n re v o lu c io n a ria de las com unas
L a situación desa stro sa en que se encuentra el p a ís; la im p o ­
tencia de los p o d eres o ficia les y la in d iferen cia de las clases p ri­
vilegiadas, han p u e sto a la nación fra n c e sa al borde del abism o.
Si el pueb lo organizado revo lu cio n a ria m en te no se apresura a
obrar, su p o rv e n ir está p erd id o , la re v o lu c ió n está perdida, todo
está perdido, in s p irá n d o se en la inm ensidad d el p eligro, y consi­
derando que la acción desesperada d e l p u eb lo no podría se r re­
tardada un solo in sta n te , lo s delegados de lo s co m ités fed era d o s
de la salvación de F rancia, reu n id o s en C o m ité centra!, proponen
adoptar in m ed ia ta m en te ¡as sig u ie n te s reso lu cio n es:
A R T IC U L O P R I M E R O .— La m áquina a d m in istra tiva y guberna­
m en ta l del E sta d o , ya im p o te n te , es abolida.
E l pueblo d e F rancia entra en posesión d e s í m ism o.
A R T . 2.— T o d o s lo s trib un a les crim inales y c iv ile s , so n su sp en d i­
d o s y reem plazados p or ¡a ju stic ia del pueblo.
A R T . 3— E l pago d el im p u e sto y de las hipo teca s, es suspendido.
E l im puesto es reem plazado p o r las co n trib u cio n es de las co­
m unas federadas, deducidas so b re las clases ricas, proporcional­
m en te a las necesid a d es de la salvación d e Francia.
A R T . 4.— E l E sta d o , habiendo caído, no podrá in te r v e n ir ya en el
pago de las deudas privadas.
A R T . S.— T odas las organizaciones m unicipales e x iste n te s son e x ­
pulsadas y reem plazadas en todas las com unas fed eradas p o r lo s
C om ités de S a lva ció n d e F rancia, que ejercerán to d o s lo s p o d e­
res bajo el c o n tro l in m ed ia to d e l pueblo..
28 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN
A R T . 6.— Cada C o m ité cabeza d e departa m en to enviará do s d ele­
gados para fo rm a r ¡a C onvención R evolucionaria de ¡a Salvación
d e Francia.
A R T . 7.—E sta C onvención se reunirá in m ed ia ta m en te en la Mu­
n icipalidad de L y o n , com o la segunda ciudad de Francia y ¡a
m á s capaz de p ro veer enérgicam ente a la defensa del país.
E sta C onvención, apoyada p o r el pueblo entero, salvará a
F rancia.
¡¡¡A la s a rm a s!!!
E . B . Saignes, R iv ié re , D eville, R a jó n (d e T arare),
F ra n fo is F avre, L o u is P a lix , B . P lacet, B lanc (G .),
C b. B eauvois, A lb e r t R ichard, F . B is c b o ff, D oublé,
H . B ourron, M . B a ku n in , P arraton, A . G uillerm et, Coig-
n e t (herm ano m a yo r), P . J . P u llia t, L atour, G uillo, Sa-
vig n y, J , G ermain, F, C la iv e t, A . B aste!ica (d e M a rsella ),
D u p in (d e S a in t-E tie n n e ), 3Varcise B a re t (1 ).

L a noche del 27, hubo una reunión de los obreros, sin tr a ­


bajo en la Rotonde, y fueron convocados para el 28 a m e­
diodía, en la plaza de los T o rreau x . Esa m ism a noche, m uy
tarde, el Comité se reunió y algunos miembros, en tre ellos
B akunin, propu siero n una m an ifestació n arm ada; pero la
m ayoría aprobó una m anifestación sin arm as que fué anun­
ciada por el cartel siguiente, im preso la mism a n o c h e :

R E P U B L IC A F R A N C E S A
E l pueblo lyo n cs, vista la in m en sid a d d el p eligro y la le n titu d de
la autoridad para la organización de la d efen sa nacional, es con­
vocado, p o r órgano de sus C o m ités populares reunidos, a una m a­
n ife sta c ió n popular para bo y, 28 d e sep tiem b re, a m ediodía, en la
plaza de lo s T orreaux, con el fin de obligar a la autoridad a to ­
m a r inm ediatam ente las m edidas m ás enérgicas y más eficaces para
la d efen sa nacional.
P o r la delegación de los C o m ité s reunidos,
L A C O M IS IO N E J E C U T I V A :
C. T assel, F . B is c h c íf, B ru ya t, A . S c h cttel,
A . B a stelica , P arraton, G. B lanc, G. T o rin .

É l 28 de septiem bre, por fin, el gran cartel rojo fué dado


a conocer y el m ovim iento convenido comenzó por una ma­
n ifestació n de m illares de obreros sin armas, conducida por
Saignes, y que se reunió en la plaza de los T orreaux.

(1 ) Lyon, A ssociatioa Tipographique Kegerd, m e de la Barre, 13.


PROLOGO 29

P o r detallado que fuese u n relato de los acontecim ientos


del 28 de septiem bre, an te y en la M unicipalidad de Lyon,
donde el Com ité de Salvación de F ran cia se estableció a l­
gún tiem po como P o d er revolucionario, no exp licaría las
d ifere n tes causas que p roducían los acontecim ientos y de­
term inaro n el fracaso de esa jornada. F u é un m ovim iento
en el que los d ifere n tes acto res p articip ab an en un grado
m uy diverso de in ten sid ad y de sin cerid ad ; unos con todo
su corazón, otros m uellem ente y vacilando y reservándose
una retirada. H asta los adversarios, que hiciero n lo que
pudieron para p ro d u cir el fracaso, no se atrev iero n a arro ­
ja r com pletam ente la m áscara y volver a la violencia m ás
b r u ta l: tratab an de engañar y fin g ir ser los engañados. De
este modo, varios factores adversos, los rep resen tan tes del
G obierno de P arís, la M unicipalidad de Lyon, el general
C luseret, cooperaron para p ro d u cir el fracaso por diversos
m edios y con fines d istin to s, sin sim patías en tre ellos m is­
mos. P revaleció la tendencia de poner fin absoluto a esa
te n ta tiv a audaz, pero no hubo valor para una represión ge­
neral, para luchas y m atanzas: los obreros eran dem asiado
poderosos para eso, y sus m ovim ientos continuaron p ro d u ­
ciéndose hasta la prim avera inm ediata, los m eses de la Co­
m una de P arís, en que fu ero n d efinitivam ente abatidos. E sta
vez, los p artid o s burgueses y gubernam entales se co n ten ta­
ron, por buenas o por m alas, con p erseg u ir ante todo a Ba­
k u n in y a sus cam aradas m ás activ o s; los demás no fueron
m olestados o se libraron m ediante declaraciones am biguas
en las cuales las responsabilidades eran barajadas en una
dirección o en otra. E s evidentem ente im posible poner en
claro por com pleto un em brollo de este género.
A esto se añade el hecho de que, según mi im presión al
menos, las m asas del pueblo no fueron, o fueron m uy poco
in iciadas en el verdadero fin del m o v im ien to ; una p arte de
los m ilitan tes lo estaba, pero eso no bastó. No había tenido
lu g a r una vasta propaganda fran ca; el tiem po aprem iaba
enorm em ente y adem ás no se quiso descubrir los planes,
quem ar los barcos, dem asiado p ro n to ; se contaba triu n fa r
p o r sorpresa, por in iciativ a atrevida, y las masas no com­
SO OBRAS D E MIGUEL BAKUNIN

prendieron. E x iste, es cierto, el cartel rojo, con su program a


b ien p ro n u n cia d o ; pero si advirtió a los enem igos del mo­
v im iento para prepararle una derrota, no fué conocido por
el pueblo sino en la m añana del 28, y debió de ser in-
com prendido o no fué leído de n in g ú n modo p o r la ma­
y o r p a rte del público, pues es preciso ten er en cuenta el
hecho de que d u ran te las semanas p osteriores al 4 de sep­
tiem bre, con su vuelta a la libertad de expresión de opinio­
nes y de lenguaje libre, como en 1848, se habían cubierto
los m uros de todas las ciudades no afectadas por la guerra
de u na cantidad enorme de carteles en los que se proponían
program as, declaraciones, proyectos en masa, en los térm i­
n os más e x a lta d o s —m atiz p atriótico que el cartel rojo no
desdeñó tam poco—, cubriéndolo todo absolutam ente. E n es­
ta s circunstancias, un program a más o menos, un nuevo co­
m ité en tre tantos otros, decía bastante poco a los lyoneses
de aquellos días, en tan to que nos es fácil com probar el in­
te ré s con que B akunin p resentó allí una gran p arte de su
program a, de una m anera un poco disfrazada, pero audaz
a pesar de todo.
A l exam inar los prim eros meses de las revoluciones, cuan­
do el nuevo gobierno (que hasta aquí, ¡ ay I, toda revolución
ha co n stitu id o inm ediatam ente) y la contrarrevolución (que
n u n ca h asta ahora fué im posibilitada por los actos decisi­
vos de la p rim era h ora) son todavía débiles y no se atreven
a m o stra r sus verdaderos colores, se encuentran jornadas
sem ejantes a la de Lyon, en las que los revolucionarios sin ­
ceros tra ta n de ganar de nuevo el terren o perdido después
de la revolución y el P oder, reaccionario como todo po­
der, abate su m ovim iento, pero de un modo su til, simulado,
p o r la in trig a y aun por la violencia. A sí, antes de las ma­
tanzas de junio , antes de la jornada agitada, pero aun no
culm inada en colisión sangrienta, del 15 de mayo, hubo
en P arís, a p a rtir del 24 de febrero, sobre todo en marzo y
en abril, grandes dem ostraciones, desfiles, etc., en medio de
los cuales el p artid o revolucionario, B lanqui y otros, bien
h u b ieran querido obrar, lo que el Gobierno L ed ru R ollin,
L am artine, L u is Blanc... su pieron im pedir de una manera
oculta, que B lanqui com prendió perfectam ente, pero que el
pueblo no percibió. De un modo sem ejante se hizo inofen­
sivo en L yon el 28 de septiem bre por medios gubernam en­
PROLOGO 31

tales sutiles. Cuando un gobierno es débil, no por eso es


m enos peligroso, porque entonces obra p o r el engaño, acha­
tándose, haciéndose suave y conciliador, pero sin deponer
jam ás sus instintos.
H e aquí al m enos mi opinión sobre el 28 de septiem bre;
p ara que mi relato (que he dado en la B io g ra fía de B a ku ­
n in ) no esté saturado de estas im presiones, seg u iré el resu­
m en de los hechos que J . G uillaum e ( L ’Interna tio n a le II.
1907, págs. 96-97) ha dado, abreviándolo mucho.
Los m illares de obreros de las construcciones nacionales
(sin trab ajo y a quienes la M u n icip alid ad había reducido la
p ag a), conducidos por S aignes ante la M unicipalidad, soli­
citaron h ab lar por m edio de una delegación al Consejo m u­
n icipal, que no estaba reunido. In m ediatam ente, un cente­
n ar, con S aignes a la cabeza, p en etraro n en m asa en el edi­
fic io ; con ellos B akunin, P errato n , B astelica y o tro s m iem ­
bros del Com ité de Salvación de F ran cia. S aignes habló
desde un balcón anunciando que el C onsejo sería puesto en
el tran ce de aceptar el program a del cartel rojo, o de dim i­
tir, y propuso nom brar a C lu seret general del ejercito re ­
volucionario. E ste, aclam ado, apareció en el balcón, agra­
deció y anunció que iría a la C roix Rousse (e l b arrio popu­
la r por excelencia). F u é allá, pero se lim itó a o rd en ar ex ­
p resam ente a los obreros que b ajaran en m asa y sin armas.
D u rante este tiem po, los g uardias nacionales de los barrios
b u rgueses habían penetrado en el p atio de la M unicipali­
dad y detuvieron a C lu seret a su regreso. L a masa de la
calle no com prendió lo que pasaba, pero, llam ada por Sai­
gnes, invadió el edificio y desarm ó a esos g u ard ias nacio­
nales b u rg u eses; algun o s otros de ellos p u siero n la culata
de los fu siles en alto. E ntonces, el Com ité de Salvación de
F ran cia se instaló en la sala de sesiones del Consejo m u­
n icip al y comenzó a red ac tar decretos que entregaba con­
tin uadam ente para su im presión, pasando así dos o tre s
h o ras preciosas, m ien tras que B ak u n in y o tro s decían en
v an o : “E s preciso o b rar; perdem os el tiem p o ; vamos a ser
invadidos por la G uardia N acional b u rg u esa; es preciso
d etener inm ediatam ente al p refecto, al alcalde, al general
M azure”. N o se le escuchó. E n cambio, se hizo to car a
generala en los barrio s obreros de donde lleg aro n alg u ­
nos b atallo n es; pero la m ism a m edida fué tom ada p o r las
52 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

autoridades, que habían quedado en lib ertad de m ovi­


m iento, y los batallones burgueses se reunían igualm en­
te an te el edificio, donde la m u ltitu d sin arm as les ce­
dió el puesto. C luseret (sin fe alguna en el m ovim ien­
to) com prom ete al Comité a re tira rse y va a buscar a los
consejeros m unicipales burgueses reunidos en la vecindad,
para que vuelvan a su sala de sesiones. B akunin hizo todo
lo posible para im pulsar al Comité a la en erg ía; se podía

—decía— determ inar a los guardias nacionales obreros a
oponer la fuerza a la fu erza; pero prevaleció la opinión de
A. R ichard: el Comité revolucionario, después de haber
parlam entado con los consejeros m unicipales, evacuó la M u­
n icipalidad diciendo en una declaración: “ Los delegados del
pueblo no han creído deber im ponerse por la violencia al
Consejo m unicipal, y se han retirad o cuando éste en tró en
sesión, dejando al pueblo la tarea de ap reciar la situ ació n ”.
A las seis y media, la sesión del C onsejo m unicipal com ien­
za y decide que no habría persecuciones y que sería resta­
blecida a su nivel an terio r la paga reducida de los desocu­
pados; en cuanto a las m edidas propuestas por el Com ité
(en el cartel ro jo ), el C onsejo m unicipal se declaró incapaz
de ponerlas en ejecución, porque estaban fuera de sus a tr i­
buciones legales.
A sí term inó la jo rn ad a fru strad a cuyo más cercano eco
fué la jo rn ad a del 31 de octubre de 1870 en la M unicipa­
lidad de P arís, que culm inó en un fracaso sem ejante, au n ­
que tom aron p a rte en ella B lanqui, F lo uren s y todo el P a ­
rís revolucionario.
.N o vale la pena d iscu tir aquí la actuación de C luseret. E n
un “ diccionario” para la correspondencia secreta que red ac­
tó B akunin algunos días después, p ara designar a C luseret
eligió la p alab ra: “p ro s titu ta ” ; A. R ich ard es indicado p o r:
“D em óstenes”. H e recogido (en la B iografía) un gran n ú ­
m ero de declaraciones dispersas, hechas por C luseret, con
m otivo de su a c titu d ; puedo añadir esta de una carta del
25 de abril de 1874 (G inebra) que fué im presa probable­
m ente en los periódicos belgas en mayo de 1874, donde d ic e :
“ E n cuanto a los señores B akunin, Saignes, A. R ichard
y Blanc, a los que se m ezcla mi nom bre sin cesar, a propó­
sito del 28 de septiem bre, rep ito aún... que no los he v isto
jam ás hasta ese día. ¿Cómo ad m itir que un hom bre de buen
PROLOGO ' 33

eentido tom e p a rle seria en un asunto ta n grave como eí


del 28 de septiem bre, sin conocer a sus p rin cip ales au to ­
res?...”. A dm itido esto, no por eso deja de ser v erd ad que,
el 28 de septiem bre, C iuseret aceptó una m isión que habría
debido declinar si no estaba bastante inform ado o no tenía
confianza alg u n a en esa causa. E s tam bién inexplicable
(al m enos no puedo p ro fu n d izar esta cuestión a h o ra), por
qué en esas circu n stan cias propuso Saignes el nom bra­
m iento de C iuseret (1).
B akunin co rrió su riesgo personal, por una detención tem ­
poral hasta su liberacióti p o r O zerof. Supo al día sig u ien te
que había orden de cap tu ra co n tra él, y p artió en la noche
del 29 de septiem bre p ara M arsella. R esum ió su s im p re­
siones prim eram ente en una carta d irig id a a P alix , es­
crita aun en Lyon, cuyas notas prelim inares sirv ie ro n des­
pués como introducción al gran m anuscrito in titu la d o : E l
im p erio k n u to germ ánico y la revolución social (1871), que
se leerá en el tom o I I de la p resente edición. H e aquí el
tex to de la m ism a :
M i querido a m ig o :
■N o quiero m archar de L y o n sin haberte d ich o una últim a pala­
bra de despedida. L a prudencia m e im pide ir a estrech a rte la m ano
otra vez. N o ten g o ya nada que hacer aquí. H abía venido a com ­
b a tir o a m o rir con vo so tro s. H abía venido p orque e s to y p ro fu n ­
dam ente convencido de que la causa de F rancia se ha tra n sfo r­
m ado, en e ste m o m en to en que se trata de su existen cia o de su
no existen cia , en ¡a causa do 1a hum anidad, y de que la derro ta de­
fin itiv a d e Francia, su caída, su so m e tim ie n to bajo las bayonetas
prusianas y bajo un gobierno im p u esto p o r lo s prusianos, son la
m ayo r desgracia que pueda ocurrir — d esd e el p u n to de vista de
la lib ertad — a E uropa en tera . H e tom ado parte en el m o v im ie n to
de ayer y be firm a d o con m i nom bre ¡as reso lu cio n es d e l C o m ité
de S a lvació n de F rancia, p o rq u e para m í es e v id e n te que d e s­
pués d e la d e stru c c ió n real y de hecho de toda vu e stra m áquina ,
ad m in istrativa y gubernam ental, no queda m ás que la acción in ­
m ediata y revolucionaria d el pueblo, para salvar a F rancia. T o ­
dos esos pedazos de la antigua A d m in istra c ió n d el p a ís ; esas M u ­
nicipalidades co m p u esta s en su m a y o r p a rte d e burgueses o de
obreros co n ve rtid o s a la burguesía, g en tes ru tin a ria s com o no hay
otras, d e sp ro v ista s de in telig en cia y de energía y ca rentes de bue­
na f e ; todos esos p ro cu ra d o res d e la R epública, y so bre todo esos

(I) O zerof m e ha contado que V alen ce Lanlrfewiez, el polaco que había


venido con Él, estaba d isp u esto a m atar a Ciuseret disparando sobre Él, y que
lo disuadió de ese acto en v ista de laa cor.3ecuer.cia 3 in calcu lab les que podría
tener para el m ovim iento.
34 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN
p re fe c to s, com isarios extraordinarios p ro v isto s de plenos poderes
m ilita re s y civiles, es decir, in v e stid o s de ¡a dictadura plena, por
la autoridad fabulosa y fa ta l de ese tro zo de Gobierno provisional
con sede en T ours, to d o eso no es bueno m ás que para paralizar
lo s ú ltim o s esfu erzo s de Francia y para entregarla a los prusianos.
E l m o vim ien to de ayer, si se hubiese m antenido triu n fa n te — y
se habría m antenido ta l s i el general C luseret no hubiese tra ic io ­
nado la causa del pueblo—, al reem plazar vuestra M unicipalidad
sem írreaccionaria y sem iincapaz p o r un co m ité revolucionario que
em anase directa m en te de ¡a vo lu n ta d popular, ese znovjmíenfo ha­
bría podido salvar a L y o n y con L y o n a Francia.
Q uizás sea tiem po aún. N o dudo que, si el pueblo lyonés lo qui­
siese de veras, aun podría im p o n er su voluntad a todas esas auto­
ridades que se han im p ro visa d o para desgracia de Francia, P ero
tem o que el pueblo de L y o n no com prenda sino cuando sea d e­
m asiado tarde para salvar a L y o n , y cuando L yo n haya caído en
po d er de ¡os prusianos — lo que no dejará de suceder si el actual
estado de cosas no cambia en vein ticu a tro horas—, Francia estará
perdida. N o tendrá ya, para salvar, no ya su existencia com o na­
ción libre p independiente, sin o sim p lem en te su dignidad, su ho­
nor, m ás que la dem ocrática ciudad del M editerráneo, M arsella.
M arsella no caerá en p o d er de lo s prusianos, e sto y seguro, pero
M arsella no podrá salva r a Francia.
Salgo d e L yo n , querido am igo, con el corazón lleno de tristeza
y de p revisio n es som brías. C om ienzo a pensar ahora en lo que que­
dará reducida Francia. S e transform ará en v n virreinato de A lem a­
nia, y su v o z, antes tan poderosa, esa v o z que anunciaba la lib erta d
al m undo, no tendrá ya nada que v e r en tos consejos de Europa.
E n lugar de su socialism o v iv o y real, tendrem os el socialism o
d octrinario de lo s alem anes, que no dirán ya más que lo que las
bayonetas prusianas perm ita n d ecir al v o lv e r triunfantes.
L a inteligencia m ilita r y burocrática de Prusia, unida al k im t
del za r de San P etersburgo, van a asegurar la tranquilidad y el
orden público, al m enos por cincuenta años, sobre el con tin en te
europeo.
A d ió s la libertad, el socialism o, la ju stic ia para el pueblo y el
triu n fo d e la hum anidad. T o d o eso podría salir del desastre actual
de F rancia. Todo eso hubiera salido de él, si el pueblo francés, si
el pueblo de L yo n lo hubiera querido.
E n fin , no hablem os más. M i conciencia m e dice que yo he cum ­
p lido con m i deber hasta el fin . M is am igos de L yo n lo saben, y
yo desdeño lo dem ás.
A hora, querido am igo, paso a una cuestión personal. T ú sabes
que ayer [hacia las tre s, poco m ás o m en o s; palabras b o rrad as en
el o rig in a l] había sido d eten id o en ¡a M unicipalidad por un señor
m u y fe o vestid o de paisano, que m e h izo m aniatar por los guardias
nacionales d e ¡as com pañías burguesas. [Se me dijo después que
eran guard ias n acio n ales de la 2.*, 3 .' y 4.a com pañía, n o podría
d e c irte ju stam en te cu ál; p alab ras b o rra d a s.] N o sabría decirte cuál
de ellas. E l hecho es que esos señores han registrado todos m is
b o lsillo s con un aplom o y una habilidad que m e dem ostraron que
PROLOGO 35

no son extra ñ o s al o ficio . Uno d e ello s respondió a otro que le


decía que m e registrara b ie n : " N o tem a s nada, conozco m i o fi­
cio.” E ra p ro b a b lem en te un gendarm e im p eria l disfrazado de guar­
dia nacional de la R ep ú b lica . A dem ás, se ensañaron en m í de to ­
das las maneras, atropellándom e, em pujándom e, p ellizcándom e, to r­
ciéndom e lo s b razos y las m a n o s; debo reconocer, sin em bargo,
que o tros g rita ro n : N o le bagáis m a l!” E n fin ; lo s señares b u r­
gueses se han com p o rta do com o son siem p re y en todas p a rtes;
brutales y cobardes, p o rq u e tú no ignoras que he sido liberxado
p o r algunos fra n c o tira d o re s que h iciero n h u ir un núm ero trip le
o casi cuádruple de e sto s h eroicos tenderos arm ados de "chasse-
p o ts”. H e sido lib erta d o . P ero de to d o s lo s o b je to s que m e roba­
ron esos señores, no he podido encontrar m ás que m i revó lver. M í
carnet y m i bolsa, que contenía cien to sesenta y cinco fra n co s y
algunos cén tim o s, quedaron, sin duda, en m anos de esos señores.
L o s burgueses, ¿ co m enzarán a hacer com unism o? Sería in s tr u c ti­
vo y curioso.
E n todo caso, querido am igo, te a u to rizo y te ruego que recla­
mes ( 1 ) eso en m i nom bre. M e lo enviarás cuando te lo hayan
dado.
N o m e queda m ás que abrazarte y h a cer vo to s por ti y por esa
pobre Francia abandonada p o r su m ism o pueblo. T uyo,
M ig u e l B a k u n in .

E l único docum ento que nos da un relato íntim o, no com­


pleto, pero lleno de vivas im presiones, de la jornada del
28 de septiem bre, por B ak u n in mismo, es una carta suya a
su joven am igo tessinés E m ilio B ellerío, que rep ro d u je en
mi B iografía (n o ta 4038). L leva los m atasellos de correo:
M arsella, 10 o ctu b re ; B asilea, 12; Locarno, 14 o ctu b re ):

E s te 8 de octubre de ¡870. M arsella,


Q uerido am ig o ; E s la prim era carta larga y detallada que le
escribo. P rim era m en te, ten g o que p e d irle m il perdones. N o se le
enviaron de G inebra, com o acabo de saberlo, ni los 80 francos
que le [d eb o ], n i el papel n i la m áquina de hacer cigarrillos. E n
cuanto al d in ero , no le fu é enviado porq u e, por un concurso de
circunstancias que sería la rg o exp o n er aquí, no se tu vo d isp o n i­
ble. R esp ecto a la m áquina de cigarrillos, no se encontró, pero
el papel fa lta p or estar sitia d o P arís y porque todo el papel de c i­
garrillos viene de allí. l í e aquí al m e n o s lo que se m e escribió;
he respondido que se busque cueste lo que cueste, y que se lo en­
víen.
A hora hablem os de A n to n ia (d e la m ía ) (2 ). H ace ya tiem po

(1) E stas palabras hacen comprender bastante el desenlace inofensivo de


la jornada.
(2) La mujer de B ellerio se llamaba tam bién Antonia.
3fl OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

que no recib í carta y e sto y inquieto. P o r fa vor, dente noticias de


ella y de lo s niños.
T en g o siem p re en cuenta m ucho cu am istad hzeia ella y hacia
m í. U sted la ve. ¿no ss verdad? H e tom ado m edidas para que le sea
enviado regularm ente todo el dinero necesario y principalm ente
de B erna, donde mi amigo n u estro debe de haber recibido una suma
bastante considerable de m is herm anos, para m í. P regúntele, le
ruego, si tiene todo lo necesario y si carece ds dinero, búsquelo,
to m e prestado en caso de necesidad, a la señora E m ilia Franco ni,
a la que puede enseñar esta carta, y para la cual adjunto una es­
puela aparte, que usted no le entregará m ás que en caso de necesi­
dad. Un poco de paciencia y pondré en orden todos estos pequeños
asuntos. P ero en espera de ello cuento con su am istad, con ¡a de
su respetable padre, e l carísim o Cario, con la de la señora A n -
to in e tte B e lle rio y con la d e s u señora m adre, para ayudar a m i
A n to n ia y a m i en caso de necesidad.
Y ahora hablem os de m is aventuras en particular, y erj general
de lo s asuntos de Francia. L e en vié varios ejem plares de nuestra
proclam a roja. H abré leído tam bién en el periódico, con m ás o
m eno s in v e c tiv a s contra m i p o b re persona, e l relato más o
m eno s veríd ico de nuestra p rim er ( no p o str e r ) tentativa en L y o n ,
el 28 de septiem b re. E l hecho es que el com ienzo ha sido m agní­
fico. H em o s sido los am os de la situación, A pesar de la re siste n ­
cia d e los guardias nacionales burgueses, apoyados en el pueblo,
prim ero desarm ado y m ás tarde en armas, nos hem os apoderado
de la M unicipalidad. ¿P or qué no hem os quedado allí, preguntará
usted ? ¡ A h í, ésa fu é la falta de la experiencia revolucionaria de
m uchos de nuestro s am igos, qus se dejaron desviar p e r buenas pa­
labras m ien tra s era preciso obrar, sin escuchar las prom esas de
los reaccionarios que, viéndose batidos, lo pro m etieron todo y más
tarde no m an tu viero n nada; pero so b re todo, la culpa d el general
C iuseret, p or no decir s u cobardía y su traición. H abía aceptado
del C o m ité ven cedo r el m ando de la M unicipalidad y de los guar­
dias republicanos que la rodeaban en m asa y que estaban con n o s­
otros. Q ueriendo agradar al m ism o tiem p o a los burgueses y al
pueblo, d ejó entrar secreta m en te a lo s prim eros en la M unicipa­
lidad, en ta n to que los guardias republicanos, creyendo d e fin itiv a
la victo ria , com enzaron a desbandarse. A s í fu é com o el C o m ité se
vió rodeado inopinadam ente de enem igos, Y o estaba allí con los
am igos, d iciéndoles a cada in sta n te : “N o perdéis tiem po en vanas
d isc u sio n e s; obrad, d eten ed a todos lo s reaccionarios. H e rid a la
reacción en la cabeza.”
E n m edio de todos esos h erm osos discursos, m e v i rodeado por
lo s guardias nacionales burgueses, d irig id o s por uno de lo s m ás
grandes reaccionarios de L y o n , e l alcalde m ism o, señor H enon. M e
re sistí, pero se m e arrastró y m e v i encerrado en un agujero, des­
pués de haber sido bastante m altratado. Una hora después ( 1 ) un
batallón d e francotiradores, haciendo h u ir a los guardias burgue-

( I ) E sta indicación ¿m uestra que en la carta precedent* a P alix, le s tro t


es probablem ente un error ds pluma por Ies cinco?
PROLOGO 37

ses, vin o a lib erta rm e ( 1 ) . S a lí con m is lib erta d o res de la M u n i­


cipalidad, donde no había ya un so lo m iem b ro d el C om ité. D uran­
te un día y una noche quedé en L y o n , ocu lto en casa d e un a m i­
go [que quedó d esco n o cid o ]. L o s burgueses, triu n fa n te s esta vez,
m e buscaron p or todas partes, y al día sig u ien te por la nochc [29]
p a rtí para M a rsella, d onde e s to y oculto. B ie n ve u sted que eso no
fu é m á s que una pequeña aventura, nada m ás que una partida pos­
tergada. L o s am igos, m ás p ru d e n te st m ás prácticos, ya trabajan
a ctiva m en te en L y o n y en M a rsella, y p ro n to tendrem os nues­
tra reparación, a las barbas m ism a s d e lo s prusianos. L e diré, que­
rido am igo, que todo lo que veo aquí no hace m ás que confirm ar­
m e en la opinión que tenía de la b urguesía: es to rp e y canalla en
un grado que sobrepasa lo im aginable. E l pueblo no quiere sino
m o rir com batiendo a Jos prusianos in co n d icio n a lm ea te. E lla, al con­
trario, desea, llam a a lo s prusianos desde el fo n d o de su corazón,
en la esperanza de que lo s prusianos van a librarla del p a trio tis­
m o del pueblo. N o fa lta m ás que una sola cosa para organizar una
defensa fo rm id a b le, el dinero. P ues bien, lo s b u rgueses rehi:san
dar ese dinero, y se habla ya en todas p a rtes de obligarles a dar­
lo. L a s co n trib u cio n es fo rz o s a s : ta l es el único m edio. Y se re ­
currirá a él p ronto, se lo aseguro. E n ta n to el general G aribaldi
acaba de hacer su entrada triu n fa l en M arsella, a yer p o r la noche
a ¡as d ie z ; boy, a las nu eve de Ja mañr.na, ha v u e lto a m archar
para T o u rs [la sede de la o rg an izació n de la d efensa nacional,
G am b etta y to d o s los delegados en posesió n del G obierno pro v i­
sio n al que ten ía su sede en P a ría sitia d o ] donde estará mañana
por Ja noche.

(1 ) .Fufe libertado a in icia tiv a de sus cam aradas O zerof y Lankiew ícz, «iem-
pre a su lado. OaeroE reunió pronto algunos garibaldlnos que forjaron una
puerta, exigieron a lo» guardias nacionales la entrega de Baicunin, forzaron
otra puerta y lo pusieron en libertad. B akunin contó a R, Z alli (en 1874 ó
1873) que la puerta fué súbitam ente deshecha con gran raído. Creía que s?
trataba de fu sila rle cuando v ió penetrar, primero, la gran nariz de O zerof; ésta
y L an k iew icz habían reunido a su s libertadores, entre los que O zerof se recor­
daba de un cierto Bom honnel, cazador de panteras en A frica.
H e aquí cóm o pinta un burgués radical ese ep isod io ( “E cJaireissem en ts h lsto -
riqu es, L e ttr e i M . le do cteu r C restin ”, auteur d es "Scuvenrrs d'un Líonngis", p a l
D . B a ro d et, an ejín m aire d e L yon , Lyon, 1898, 64 págs. en 16): E ste es el
fam oso Barodet de la elecció n de P arís del 27 de abril d e 1873, que U n to ruido
hizo. C uenta: "Yo estaba al lad o del alcald e [M enonJ... en el ángulo norte del
gran patio de la M unicipalidad, cuando [a B akunin] le ech ó m ano a la escla ­
vina, dicién d on os: U sted es Bakunin, yo lo arresto!”
''Bakunin, que tenía va rio s revólveres y un puñal en su cintura ( |s i c l ) gritó
con una v o z form idable: “ | Ciudadanos, se m e arresta!”, pero no hizo u so de su
fuerza contra el señor H enon. N o lo co g ió cuerpo a cuerpo, corno u sted dice,
no querido Crestin [yo no encontré los S eu ven irs del doctor C restin], según
testim o n io de inform aciones in exactas. N o se le dejó, por otra parte, tiem po
para ello. F u i inm ediatam ente aprehendido por varios guardias nacionales, am i­
gos del alcalde, arrastrado vigorosam ente sin que opusiese toda la fuerza de
resisten cia de que era capaz, y sin que nadie asum iera su defensa. Encerrado
y custodiado durante dos o tres horas, fué libertado por sus p artidarios en m edio
de la confusión general” .
H a y b astan tes testim on ios, pero ninguno habla de 3o que el Com ité y todos
su s dem ás amigo» hicieron durante esas horas de su d esaparición: han tenido que
percatarse de su ausencia. S in O zerof y Lankiew icz, hubiera enm ohecido en un
calabozo.
I

38 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN


S o b re el asunto de todos lo s a contecim ientos, term in o un folie-,
to m u y detallado que le enviaré b ien pro n to . ¿L e enviaron de Gi­
nebra, com o he recom endado m ucho, un fo lle to con este titulo-:
" L e ttr e s á un F rangais?"
E s to es una guerra a m u e rte en tre la revo lu ción popular ( 1 ), no
burguesa, no h a y revo lu ció n burguesa — estas dos palabras en lo
suces/v o se excluyen— y el despotism o m ilita r, burocrático y m o ­
nárquico que triu n fa h o y en A lem ania.
P ero, ¿qué pasa en Ita lia ? D em e noticia s de M ilán, se lo ruego.
E sc ríb a m e a la sig u ie n te d irecció n : F rance. M arseille. M adam e
B astelica, 32 bou leva rd des D am es, in te r io rm e n te : P o u r M ich el.
E s p ro b a b le que vu elva p ro n to a L o ca rro , pero su s cartas d iri­
gidas así m e llegarán siem pre.
A d ió s, q uerido am igo, estreche la m ano de su padre, y recu ér­
d em e a la señora B e lle r ío y a la señ o ra A n to in e tte , lo m ism o que
a las señ o rita s A m e lia y M aría. S u y o ,
M. B.
A l m arg en se le e : "C luseret, habiendo perdido igualm ente
la confianza de la b u rguesía y del pueblo, se refu g ió en
G inebra”.

VI
M ucho m ás aún que esta carta a un am igo privado, una
carta p ara P a lix y Blanc, de Lyon, que el polaco Lankiew icz
llevó desde M arsella en la p rim era quincena de octubre,
m u e stra el deseo in ten so de B akunin de reanim ar y de reem ­
p ren d er el m ovim iento lyonés. E s ta carta y u n a lista c ifra ­
da para la correspondencia cayó en m anos de la policía por
el arresto de L ankiew icz y de B lanc; eso explica su p u b li­
cación en la g ran obra de O scar T estu t, L ’In tern a tio n a l
e t le Jacobinism e au ban de l ’E u io p e, II , págs. 152-53, 1872,
colección n u trid a con docum entos quitados a los in te m a ­
cio n alistas por las persecuciones de 1870 y 1871 en Francia.
C ualquiera que fuese el fin de esta publicación, la a u te n ti­
cidad de los docum entos no es discutida. H e aquí esa carta:
A P a lix y a Blanc.
(C a rta , para q u em a r; diccionario, para ocultar b ien .)
M arsella no se sub leva rá sino cuando se haya sublevado L y o n ,
o bien cuando lo s prusianos estén a dos días de distancia de M ar-
(1) Quince días más tarde, el 28 de octubie, escribía: “este pueblo no es
ya, de ningún modo, revolucionario. El pueblo mismo (en Francia) se ha vuelto
doctrinario, razonador y burgués como los burgueses...”
PROLOGO 39

sella. P o r consiguiente, la salvación de Francia depende, una v e z


m ás, de L y o n . O s quedan tre s o cuatro días para hacer una rev o lu ­
ción que pueda salvarlo todo. Para la revo lu ció n de la venganza
y de la desesperación, habrá siem p re tiem po hasta que los prusia­
nos entren en L y o n . S i creéis poder hacer la revo lu ción salvado­
ra ( 1 ) y si creéis que m i presencia puede ser útil, teleg ra fia d a
L u is C om be [en M arsella] estas palabras: " E sp era m o s a E s te ­
ban". P a rtiré in m ed ia ta m en te y os a d v e rtiré p o r telegram a a la
dirección de P a lix con estas palabras: “E steb a n estará en casa de
la señora R och eb ru n e tal día, a tal hora. M aurice
L a señora B la n c se encontrará a la hora indicada con un coche
en la últim a estación antes d e L yo n designada con el nom bre R o ­
chebrune (e n n u estro d iccio n a rio ), en esa estación adonde que­
ría. ella conducirm e. M e m e te ré en el coche con ella y m e llevará
d irecta m en te al a lo ja m ien to que m e habréis preparado secreta y
pru d en tem en te. E s e a lojam iento, que no d eb e esta r en ¡os B ro t-
teaux donde se conoce dem asiado m i figura, no deberá ser cono­
cido prim ero m ás que de P a lix, de B la n c y de la señora B lanc,
lo m ism o que m i llegada entre v o stro s ( 2 ) . V e re m o s después cuá­
les serán lo s am igos que será ú til ¡levar a m i dom icilio. T odo eso
en el caso de una revo iu ció n salvadora so la m e n te ,
E n cuanto a la revo lu ció n de venganza y de desesperación, debe
ser u tiü za d a igua lm en te para la fo rm a ció n de un gran fo n d o
revoluciona rio . S i creéis que m i presencia puede ser ú til ta m ­
bién en este caso, iré igu a lm en te y d el m ism o m odo. E sta últim a
rev o lu ció n no e x ig e aún m ás organización que la p rim era , N o es
necesario que haya m uchos h o m bres para ella, pero se necesita
que sean h o m bres rea lm en te enérgicos y seguros y bien consagra­
dos a la causa. V alence [L an k iew ícz] os dirá el resto. M i queri­
do B la n c , te recom iendo dos cosas: p rim ero ir a in spirarte s ie m ­
pre a casa de P a lix y luego ten erm e cada día al co rrien te de ¡o
que pasa en tre vo so tro s con tod o s ¡os d eta lles posibles, ¡o
que te será fá c il con el diccionario que te envío y que debes guar-
dar y oculta r bien en casa de P a lix, V u estro ,
M . B.

Se asom bra uno de que B akunin haya confiado esa carta


y el diccionario, m ucho más com prom etedor to d av ía (3), a
un hom bre tan com prom etido como L ankiew ícz, que había
sido visto a su lado como cam arada íntim o el 28 y los días

(1) B akunin diferencia aquí los dos géneros de m ovim iento que creía po­
sib les: una verdadera ten tativa de revolución social y un m ovim iento sobre
la base del patriotism o revolucionario. Me parece probable que “revolución sal"
vadora”, es un térm ino abreviado aquí; un nrodo de büblar para designar un
m ovim iento inaugurado por el Comité de Salvación de Francia,.
(2) No se habla ya de Alberto Richard, que después del 28 de septiembre
iw gozaba de la estimación de Bakunin. Si lo designa en el diccionario por “De-
móstenes” esta elección del nombre oculta un sarcasmo.
(3) Convendrá más discutir esta lista con las otras listas de este género, que
conocemos de Bakunin; no está, pues, reproducida aquí.
OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

anteriores. H abla así de lo que sucedió en Lyon en una car­


eta a O garef, de Ginebra, y se com prende que en lo sucesivo
debiese renunciar a la esperanza de volver a L yon; y en­
tendió que no podría siquiera quedar en M arsella. Con fe­
cha del 16 de octubre, escribió, p u es:

Y bien, herm ano, cada día m archan p e o r las cosas. Acabo de re ­


cibir una carta de L y o n anunciándom e que no sólo B lanc y Va-
lence [L ankiew ícz] han sido d eten id o s, sino gus se ha encontrado
en casa del prim ero un diccionario que no só lo contiene lo s n o m ­
bres de tod o s lo s am igos, sino tam bién palabras m u y com prom e­
tedoras, como asesinato, saqueo, incendio, etc. E sto es m u y m alo
y lo s expone al m a yo r p elig ro . E l pueblo se calla, intim idado por
el terro rism o republicano oficial. H a sido dada la orden de arres­
tar a todos sobre la báse de la lista encontrada (1 ). Ig n o ro quién
ha sido deten id o . P arece seguro que B la n c y Valonee fu eron arres­
tados. S e ha ido a casa de P a lix, pero [la policía] se le dejó tran­
quilo, cuando le v iero n en ferm o en su cama [m urió en feb rero
de 1871]. L o s nom bres de B astelica y de Com be [de M arsella] se
encuentran tam bién en esa lis td • Te fie escrito ya [c a rta descono­
cida] que de T o u rs [sede de G am b etta] ha venido hace días la
orden de arrestar a B astelica , pero que E squiros y el p re fe c to lo ­
cal [D elp ech ] se negaron a p ro ced er a su arresto, sabiendo que p r o ­
vocaría una gran agitación en el pueblo y quizás una explosión.
M as el diablo sabe s i a consecuencia del descubrim iento de ese
m ald ito diccionario se le detendrá. D e su erte que y o m ism o d eb e­
ré salir bien p ro n to de aquí. P ero no tengo un céntim o. P o r con­
sigu ien te, querido am igo, haz un ú ltim o esfu erzo con los am igos.
R eú n e a todo precio 100 fra n co s y envíalos a la señora B astelica,
32 boulevard des D am es, con la demanda escrita firm ada B e r tie r
de re m itirlo s a la señora L isa . N o quiero p a rtir de aquí, m as será
necesario y en breve plazo. ¿ A donde ir é ? N o lo sé todavía; ¿a
B arcelona o a G enova, para v o lv e r de alli directam ente a L o ca r-
no,? V u e stro consejo, am igos. B ien entendido, sólo para el caso en
que esté obligado a alejarm e de aquí, lo que no fiaré más que en
últim o extrem o.
R esponde inm ediatam ente a m adam e B a stelica (P o u r M icb el, no
en la dirección, sin o en la cubierta in te rio r).
M. B.

E n el libro "L es hom m es de septem bre k L y o n ”, C&ur


d’assises du R hone. Procés A n d rie u x ... contre M. P o n et...
23 á 26 m ai 1872 (P arís, 1872, págs. 105 a 106) se puede leer
(1) T ien e los nombres de B astelica, Combe, M ichel ( 3 akumnV Ozcrof, Lan-
kiewicj;, P alix, B lanc, P lacet, Favre, Carnet B isehoff, Parraton, Bleauvoir, Pedro
B lanc, S chettel, Richard, Dupin, Bertranche, Saigncs, Doublé, O livier, Colon, y
«dem ás Cluseret, L u is M arti, Charvet Guillo, e l n eg rito .d e Luizerne y M artin,
■migo de P alix.
PRO LO G O

la deposición del d irec to r de la P olicía de seg u rid ad de


Lyon, D. Bach, in terro g ad o p o r A ndrieux, que relata con
m enudos d etalles cómo A n d rieu x (el p ro cu rad o r), D. Bach
y cuatro agentes fuero n a la calle M adame, en los Brot*
teaux, en u n b arrio donde por lo tan to había tal vez p eli­
gro, y subieron ju n to s hasta una habitación alquilada por
G aspar Blanc, que enco n traro n vacía, pero donde hallaron
este fornúdable d ic c io n a rio ; A n d rieu x m u estra las palabras
asesinar, saquear, incendiar (el diccionario llev a: 77 a 79,
saqueo, asesinato, incendio) y falsam ente añade la palabra
robar que no se en cu en tra en el diccionario. E l día an te s de
esa m ala noticia, B akunin había escrito la sig u ien te carta
a Carlos Gambuzzi (Ñ a p ó le s ):
E s te 15 de octubre de 1870, M arsella.
M i Querido a m ig o : A ... m e escribe Que te p ropones p a rtir para
Francia. P o r lo que m e parece conocerte, no será psra u n irte a
nuestro trabajo a m enudo obscuro, pero siem pre ló g icam ente in fle ­
x ib le y ten d en te al único fin que nos im pone el program a d e la
A lianza. E s — lo supongo— para asociarte al b rilla nte destino del
general G aribaldi, que aunque haga m ucho ruido y difunda un gran
brillo con sólo su nom bre h istó ric o , puedo asegurarte que no hará
nada, porqu e pued e que carezca de las prim eras condiciones n ec e­
sarias para hacer algo, y porque Francia se encuentra en una p o si­
ción tal que ya no puede ser salvada m ás que p or la revolución, que
n i el general C aribaldi, n i to d o el G obierno de D efensa N a cio ­
nal, el seño r G am betta a la cabeza, quieren, y que, m ovida p o r la
fu e rza m ism a de las cosas, estallará: tul es la situación hoy. E se
G obierno rid ícu lo que tem e la revolución más de lo que tem e a los
prusianos y que q uiere evita rla a todo precio, ha conservado en lo s
pedazos de e jé rc ito que quedan a Francia, tanto ccm o a la cabeza de
una parte de lo s guardias m ó viles, o ficia les y aun generales bona­
p artista s que, fie le s a la dinastía, lo obstaculizan todo. H a envia­
do a ¡os d ep a rta m en to s, psra llenar las fu n c io n e s de p re fe c to s y
de procuradores de la R epú b lica , republicanos m oderados, nulida­
des infatuadas d e s í m ism as y que en lugar de apoyarse en todas
p a rtes sobre el p u eb lo , se alian a la reacción burguesa po r doquier,
y ha dejado en las com unas rurales a los a ntiguos alcaldes y guar­
das rurales, a esos m ism o s que hicieron triu n fa r el p le b isc i­
to [de la p rim av era de 187] en fa v o r de N a poleón I I I [seis m illo-
r e s c o n tra un m illó n y m edio] y que continúan trabajando sie m ­
pre en su b en eficio , abriendo en todas partes las puertas a lo s pru ­
sianos. L o s b urgueses, en fin , rehúsan dar d inero — sin el cual
no hay arm am ento p o sib le— y se puede esta r seguro de que
las tres cuartas p a rte s al m en o s de la burguesía francesa pedirían,
si se atreviesen , la conclusión de la paz, aun en las condiciones
m ás desastrosas para Francia. S ó lo el pueblo de las ciudades es
42 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN
p a trio ta y revolucionario. S i la revo lu ció n se hace en las ciudades,
lo s cam pesinos se dejarán arrastrar, pero sólo en ese caso y a
esa condición, y ento n ces F rancia será salvada. D e otro m odo, será
conquistada p or lo s prusianos y reducida a un estado parecido a
aquel en que se encontraba reducida Ita lia fr e n te a N apoleón I I I .
T a l e s la explicación del m o v im ie n to que h em o s intentado en L yo n .
y que esperam os renovar bien p ro n to en M arsella como en L yo n .
Y ahora, querido amigo, déjam e decirte fra tern a lm en te una cosa:
s i y o fu e se italiano, no iría a F rancia, sino que m e quedaría en
Ita lia , donde está todo p or hacer y donde h a y tan pocos hom bres
capaces de hacerlo.
E sta carta es dirigida igualm ente a " B ep p e” [F an elli] y a ti.
¿D ó nd e se encuentra nuestro am igo? D am e noticias suyas. N o le
escribo ahora porque no sé el lug a r de su residencia actual. D am e
n o tic ia s de él, así com o de tod o s lo s dem ás amigos. Y créem e,
queda en Ita lia . S i no so tro s tenem os éxito , ten dréis inm ediatam en­
te quehacer en vu e stro país, y os darem os iod os los m edios para
obrar. S i no triu n fam o s, tu llegada a Francia no será otra cosa que
un p a seo y un gasto in ú tiles ( 1 ) .
M. B.

B akunin continúa discutiendo los acontecim ientos en un


largo m anuscrito que relacionaba a su carta de despedida
a P a lix —es el m anuscrito de 114 páginas La situación po­
lítica en Francia, que se en cu en tra traducido en este vo­
lum en, pág. 193—. No estaba m uy contento de la m ane­
ra u n ta n to libre de la edición de las L e ttre s á un Frangais
por Jaim e G uillaum e: hallaba sus largas cartas m anuscri­
tas ‘‘singularm ente recortadas, por no decir castradas” ( Car­
ta a E squiros, 20 de o ctubre). Com ienza un artícu lo E l
despertar de los pueblos, pero sólo escribe algunas líneas.
Su situación personal se h izo precaria por el odio del m i­
serable A ndrieux, que envió a todas p artes la orden de bus­
carlo. U n m andato de com parescencia p o r medio de G uil-
b ert (M arsella), fué rem itido a l com andante de la G uardia
R epublicana, Pablo Gavard, p ara ejecutarlo. E ste, poco des­
pués condenado él mismo por la sublevación del 25 de marzo
de 1871 en M arsella, fu é accesible a los argum entos de Ale-
rin i y de otros am igos de B akunin, y dió su palabra de ho­
nor de no buscarlo donde p u d iera encontrarlo, y de no v er­
lo si lo encontrase.

(1) Gambuzzi no marchó; el 16 de noviembre, Bakunin le escribió desde


Locamo: “estoy contento por ti y por la causa que todos debemos servir, de que
hayas renunciado, al menos por el momento, a tu proyecto primitivo y que te
hayas vuelto a Nápoles” .
PROLOGO 43

E sos m ism os am igos — C arlos A le rin i (nacido en 1F42


en B astía, Córcega) se hizo p ro n to un corresponsal y al a-
do íntim o de B akunin cuando, en 1871, después de las suble­
vaciones de M arsella, debió refu g ia rse en E spaña, donde
fu é m uy activo en la In tern a cio n al y en la A lianza h asta su
a rresto y condena a p risió n en 1873; ha contado todo eso
detalladam ente en su a rtícu lo Una page de la vie de Ba-
ko u n in e en el B uJletin ju rasian o del 1 de octubre de
1876—, esos mism os am igos, pues, h iciero n o tra v isita en
pro de B akunin a A lfonso E squiros, el ad m in istrad o r su­
p e rio r de las B ouches-du-R hone. E ste les recibió bien, ma­
n ife stó sus sim patías y su estim a hacia B akunin, al cual no
tocaría, aunque el G obierno le diese orden de hacerlo. P ero
com unicó que B akunin ten ía enem igos en T ours, donde se
le había señalado como ag en te prusiano, y que siem pre exis­
tía el peligro de que h u b iesen sido enviados ag en tes es­
peciales desde T o u rs a L yon p ara d eten erlo ; y entonces, si
obraban sin com unicarlo a E squiros, éste no p o d ría im pe­
dirlo.
B akunin tenía, pues, a su s talones a la hiena A n d rieu x y
posiblem ente tam bién a to d o el m undo oficial d e .T o u rs ,
donde tam bién se encontraba, como observa A lerini, el ge­
n e ra l polaco M ieroslaw ski, su enem igo personal desde 1862;
en una palabra, las personas m ás prevenidas y más ho stiles
co n tra él.
A lfonso E squiros, d ip u tad o de las B ouches-du-R hone
a p a rtir de ju n io de 1869 (ex trem a izq u ierd a), era u n so­
cialista de antes de 1848; a su plum a se deben la H isto ire
d es M ontagnards (1844), H isto ire des M a rtyres de Ja L ib er­
té (1851), L ’evangile du P eu p le (1840), D e Ja vie fu tu r e
au p o in t de vue socialiste (1850), tre s lib rito s m uy di­
fu n d id o s sobre los su frim ien to s y las m iserias de las m u je­
res del pueblo, de las ob reras sobre to d o : L e s vierges mar­
ty re s (1846), L e s vierg es sages y L e s vierges fo lie s ; los
perio d iq u ito s de 1848 L e P euple y L ’A ecu sa teu r P u b lic y
m uchos o tro s escrito s que ex p resan todos un socialism o
m oderado, pacífico, pero bien sentido, verdaderam ente hu­
m anitario. B akunin no debía, pues, te n e r n in g u n a v acila­
ción, en entablar relacio n es con u n hom bre de u n pasado
so cialista muy. honesto to m ó K squjroa y acaso
6¡a*-.8Qr ¿miiwítajBte ía idsa de ^ a a r quiass ^u <^pera«óci
44 OBRAS DE MIGUEL BAKUNI1Í

en una cierta m edida. E n ese estado de ánim o com ienza el


20 de octubre una carta personal al d irig irle sus L e ttie s á
un Frangais, discutiendo la situación y sus ideas perso­
n ales que relacionaba a las de una proposición hecha por
E sq u iro s al Cuerpo legislativo el 25 de agosto, lo cual ha­
bía anotado ya en sus cartas m anuscritas sobre la crisis
francesa m ucho tiem po an tes de llegar a M arsella.
Ig n o ro por qué no fué acabada la c a rta ; quizás B akunin
com prendió bien que no enco n traría un verdadero p u n to de
apoyo para un m ovim iento en F ran cia y que tam poco M ar­
sella, donde sin embargo estaba casi localm ente tolerado,
p ero sin ningun a protección co n tra el P o d er central, podría
albergarlo ya m ucho tiem po.
T enem os de él una carta escrita a un am igo no in d ica­
do, pero que fué ciertam ente G aspar Sentiñón, que había
llegado desde B arcelona a L yon después de la m archa de
B akunin. li e aquí esa carta (B io g ra fía , págs. 516-17):

E s te 23 de octubre de 1870.
M i querido a m igo: D espués de haber esperado en rano tu car­
ta, m e he decidido a m archar. V e ré a n u estro am igo Farga [Ka-
fa e l F a rg a P e llic e r] antes que a ti, porque cuando hayas recib i­
do esta carta, estaré en cam ino y m u y cerca de B arcelona, y qui­
zá s ya en B arcelona• T e esperaré allí. D ebo sa lir de este lugar,
p o rq u e no encuentro aquí abso lu ta m en te nada que hacer y dudo
que tú halles algo bueno que hacer en L y o n . Q uerido am igo, no
ten g o ya fe alguna en la revolución en Francia.
E s te pueblo no es, de ningún m odo, revolucionario. E l m isino
pueb lo se ha vu elto d octrinario, razonador y burgués como lo s bur­
gu eses. L a revo lu ció n social habríai podido salvarlo, y ■únicam ente
ella sería capaz d e salvarlo. P e ro siendo incapaz de hacerla, corre
gran riesgo de se r d e fin itiv a m e n te conquistado po r lo s prusianos.
¿C uál puede se r nuestra situ a ció n y nuestra acción entre lo s bur­
g u eses que nos consideran to rp em en te o m a lévo la m en te com o pru ­
sianos y que nos persiguen com o ta les y ¡os prusianos que se apro­
x im a n y que, m ás perspicaces que lo s burgueses d e Francia, nos
perseguirán com o socia lista s revo lu cio n a rios? E sta situ a ció n es
in so ste n ib le y declaro que p o r m i cuenta te n g o ya bastante. E l
m e jo r consejo que puedo d a rte es que escribas p rim eram ente a
to d o s n u estro s am igos de M a d rid que no vengan a F rancia, po r­
que sería un gasto d e dinero co m p leta m en te in ú til, y luego que
ven g a s tú a reu n irte conm igo en B arcelona lo m ás p ro n to po­
sib le . P ero antes de m archar deja bien recom endados a n u estros
am igos lyo n eses lo s dos am igos encerrados [V . L ankiew icz y
G. B lan c]. L os burgueses so n odiosos. Son tan fe ro c es com o e stú ­
pid o s. ¡ Y cómo lle v a n en sus ven a s la naturaleza policíaca!, ¡se d i­
PROLOGO 43

rían policías y p r o c u ra d o re s generales en, c ie rn e s! A su s in fa m es


calum nias v o y a responder con un buen lib r ito en que nom braré a
todas ¡as cosas y a tocias las p erso n a s p o r s u nom bre. A bandono
efe p a ís con una honda d esesperación en e l co ra zó n ; tengo que
esfo rza rm e m ucho para p ersu ad irm e d e lo contrario. Creo que
F runcía está perdida, entregada a lo s p ru sia n o s p o r la incapaci­
dad, la cobardía y la a v id e z de lo s b urgueses. E l m ilita rism o y la
burocracia, la arrogancia nobiliaria y el je s u itis m o p ro te sta n te
de lo s prusianos, aliados tiern a m en te al k n u t de m i querido sobe­
rano y amo el E m p era d o r d e todas las R u sia s, van a triu n fa r so ­
bre el co n tin en te de E uropa, D io s sabe d u ra n te cuántas decenas de
años, iA d ió s todos n u estro s sueños de em ancipación p ró x im a ! H a ­
brá una reacción aplastadora y te rrib le . A d ió s. V e n a B arcelona.
A llí estarem o s sie m p re b astante cerca de M a rsella para po d er v o l­
ver, s i es necesario, lo que dudo m ucho. T e espero y basta la vista.
Tuyo,
M. 3.

E sta carta m uestra cómo se abandonó to d a esperanza de


una acción en F ran cia y cómo los escrito s sobre la situ a­
ción francesa adquiriero n una d irección más general en la
concepción de B akunin. E n un pasaje de la carta, vemos,
po r decirlo así, form arse bajo la plum a del au to r el térm ino
“k n utogerm ánico”, que ha puesto en el títu lo de la p rim era
p arte de ese escrito que m edita, prepara, y escribe en ade­
lan te h asta ab ril de 1871,
V em os tam bién que se le había ofrecid o una ocasión m uy
seria p ara ir a B arcelona e ignoram os lo que im pidió la
realización de ese proyecto, P o r lo tan to , no vió nunca a
E spaña, donde te n ía cam aradas tan p ro b ad o s; to d av ía en
1873 estuvo a punto de ir a E spaña, pero tam bién le fueron
adversas las circunstancias (v er m i b io g rafía de M alatesta,
cap ítu lo V II). Si hubiera ido entonces a B arcelona, es po­
sible que h u b iera vuelto o tra vez a M arsella, donde poco
después de su m archa, en ocasión de la ag itació n causada
po r la capitulación de M etz, hubo acontecim ientos de un
carácter bastante pronunciado y en los que sus am igos A le-
rin i, B astelica, Jukow sk i, M roczkow ski y S en tiñ ó n tom a­
ro n p a r te ; donde hubo u n gran co n flicto e n tre E sq u iro s y
G ent, que fué patrocin ad o p o r el G obierno de T o u rs, en­
tran d o en escena C luseret y la L ig a M e rid io n a l; en una pa­
labra, donde no faltó m ás que B ak u n in p ara tr a ta r de nue­
vo de coordinar todos esos elem entos de descontento, que
rep resen tab an vagam ente tendencias federalista^, autonq-
4« OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

m istas y com unalistas en oposición al centralism o guberna­


m ental forzado por Gambetta.
E x iste de esto una descripción m uy detallada escrita por
A lerini para B akunin (d el 9 al 12 de no v iem b re; Biografía,
págs. 517 a 520). E sto fracasó tam bién, pero B akunin, si
hubiese quedado en M arsella u n poco más de tiem po o acu­
dido pro n to desde B arcelona, habría im preso probablem en­
te su sello a estos acontecim ientos locales. T o d as éstas fue­
ron te n tativ as precursoras de la Comuna de P arís, que sur­
gió am pliam ente del deseo in stintivo que se sentía en todas
partes, después de veinte años de despotism o im perial, de
re sp ira r cóm odam ente, en el propio hogar, en u n organism o
autónom o libertado de la tu tela y de la coacción del E sta­
do. N o se quería sino que el centralism o de todos los go­
biernos, desde el an tig u o régim en, fuese tam bién el p rin ­
cipio dom inante de la nueva R epública; de ahí esas luchas
que a través de fracasos, luego de m atanzas, culm inaron en
el triu n fo san g rien to de la R epública centralizada, del sis­
tem a actual.

V II

La m archa de B akunin de M arsella para Genova, fué bien


organizada po r A lerin i y otros amigos, que se aseguraron
tam bién del concurso del com isario del puerto, Lom bard,
u n republicano luego condenado a diez años de trabajos
forzados, que cum plió, p o r su p articip ació n en el movi­
m iento com unalista de M arsella (1871). B akunin se afeitó
y cortó sus largos cabellos, y cubrió sus ojos con un par
de len tes azules. D espués de haberse m irado en un espejo,
así transform ado, dijo hablando de sus perseg u id o res:
"E so s je su íta s me hacen ado p tar su tip o ”. Se fué en coche
a casa del com isario del puerto, que había hecho p rep arar
u n desayuno de chocolate y estaba m uy contento p o r poder
se r ú til a B akunin. H izo v en ir la lancha de la A d m in istra­
ción y los acom pañó a bordo. A l capitán del barco, amigo
personal, antig u o cam arada de colegio de A lerin i, d ijo éste
el nombre verdadero del viajero, y él y Lom bard lo reco­
m endaron al capitán, que se m ostró lleno de consideracio­
nes. A sí al menos, las últim as im presiones de B ak u n in en el
PROLOGO 47

país que quiso salvar y en el que, p o r el 28 de septiem bre


en Lyon, fué condenado el 13 de agosto de 1871 a la depor­
tación en u n recin to fo rtificad o ; las ú ltim as im presiones
de B akunin en ese país — que conocía desde 1844 y que no
debía volver a ver— fu ero n las de un am biente de cama-
rad as y de buenas gentes.
E n u na carta del 14 de febrero de 1872, defendiéndose
co n tra acusaciones, d irig id a al periódico T agw acht, de
Z urich, pasa revista a los hom bres de L yon y se expresa
a s í: “ R ichard, por su ac titu d cobarde, fué la causa p rin c i­
pal del fracaso de Lyon el 28 de septiem bre. R especto a mí,
considero como un honor el haber p articip ad o allí con el
digno ciudadano P alix, m uerto en el invierno ú ltim o des­
pués de grandes s u frim ie n to s ; con el bravo ciudadano Char-
vet, que fué después asesinado cobardem ente p o r un o fi­
cial ; con los ciudadanos P arrato n y S chettel, que gim en en
este m om ento todavía en las cárceles del señor T h ie rs [co n ­
denados el 13 de agosto de 1871 a cinco y a un año de p ri­
sión]. D esde entonces, he considerado a R ich ard como u n
cobarde y un tra id o r” . E n 1872, veía en Z u rich al joven
Camilo Carnet, que m ilitaba en B arcelona, en 1873, con
Brousse y A lerini, E l 8 de febrero de 1875, le escribió E lí­
seo R eclu s: “ Conocí en G inebra a tu am igo S aignes; me
ag radó”.
I^a m archa de B akunin de M arsella tuvo lu g a r el 24 ó el
25 de o ctu b re ; de G enova hizo sin duda un viaje rápido a
Locarno por M ilán y el lago M ay o r; el 28, m enciona ya
su m ujer que acababa de volver a casa; por lo tan to , el 27 ó
el 28 de octubre. R ecordem os aún que el 9 de septiem bre,
B erna, N euchatel, G inebra, Lyon y M arsella habían sido
los puntos de parada de su viaje. T en ía an te sí un invier­
no en el que se entregó al trabajo con encarnizam iento.

* *

H e aquí un resum en de lo que sabemos sobre la acción


personal de B akunin para obrar conform e a las ideas abun­
dantem ente expuestas y m otivadas en sus escrito s de teo ría
y de discusión p o lític a actuales, reu n id o s en el volum en
presente de esta edición- Las cartas rep ro d u cid as nos conser­
« DE MIGUEL BAKUNIN

v an sus im presiones e n diversas 'peripecias im p o rtan tes de


esos dos meses y m edio, desde el 10 de agósto al 23 de
octubre de 1870;‘pero no hay que p erd er de vista que ésos
son todos los m ateriales conservados por un azar y que
llegaron a mi conocim iento por una serie de casualidades,
m ientras que la p arte p rin cip al de su obra epistolar y de su
obra viviente, hablada, sostenida por sy poderosa persona­
lidad, se ha perdido, y que aun los m ateriales conservados
presentan, para nosotros, problem as inabordables que ape­
nas entrevem os.
S in embargo, todos estos m ateriales reunidos hacen com­
p ren d er bastante claram ente su a c titu d fren te a la gu erra
de 1870-71 y el le c to r puede form arse una idea propia p o r
la lectura de este volum en y de sus otros escritos sim ila­
res, principalm ente del tom o II , que contendrá la co n ti­
nuación de estos trab ajo s d u ran te el invierno de 1870 a 1871.
¿H a dem ostrado su tesis? No soy yo quien debe d ecirlo ;
cada cual se form ará u n a idea propia. Si me es p erm itido
e m itir mi opinión, d ir é : si se adm iten sus premisas, su lógi­
ca es invulnerable; la cuestión, pues, es para mí ésta: si sus
prem isas tienen el valor incontestable del dogma.
Su prem isa que se re fie re a F rancia, dice que "h a sido
considerada, sin em bargo [es d e c ir: “a pesar de sus desvia­
ciones pasajeras y esos abusos desgraciados de una poten­
cia infatuada de sí m ism a”] hasta aquí por el m undo, y con
p lena justicia, como el je fe n atu ra l y como el iniciador
generoso de todos los progresos hum anos y de todas las con­
quistas de la lib ertad " (del m anuscrito escrito en M arse­
lla). Su prem isa en relació n a A lem ania, es que sig n ifica lo
contrario de todo eso y que su v icto ria en 1870 hará “volver
a caer a E uropa en las tinieblas, en la m iseria y en la escla­
v itu d de los siglos pasados”... Si yo adm itiese, pues, que hay
en el centro de E uropa y en su oeste dos razas, una siem pre
generosa, la o tra siem pre o d io sa; la una de una esencia su­
p erior, la o tra condenada a la in ferio rid ad ; la una llevando
en su seno el socialismo, la lib ertad y todo lo que es bello,
bueno y noble, la o tra no produciendo más que el despotis­
mo, la brutalidad, todo lo que es feo, b ajo y villano, en to n ­
ces podría com prender que en una d erro ta m ilitar de F ra n ­
cia viese B akunin con ju sto derecho una desgracia irre p a ­
rable para sus cam aradas de ideas, p ara una raza con la
PROLOGO 49

cual se sen tía solidario víctim a de o tra raza m aligna, v i­


llana y odiosa.
P ero de todo eso no veo la prim era palabra, y su lam ento
no me conm ueve por tanto. E s v erdad que yo soy alem án
y se podría decir que estoy in flu id o por el resu ltad o de
la últim a g u erra y por lo que sucede desde entonces. P ero
mi opinión fué siem pre ésa. y mi p rim er sentim iento desde
mi juventud me ha hecho se n tir la igualdad absoluta de
"derecho” de todos los pueblos y el carácter m uy relativo y
b astante poco im p o rtan te de las d iferencias de “hecho” en­
tre los mism os. H ay d iv ersid ad sobre el mismo nivel, pero
no hay su p erio rid a d de unos e in ferio rid ad de otros.
Como E uropa no se divide en burgueses y sabios nacidos
p ara gobernar y en p ro letario s nacidos para obedecer, no
está dividida tam poco en franceses, “jefes n atu ra les”, y en
alemanes, m asa incapaz de libertad. Si alguien em pleaba un
argum ento parecido en relación a R usia, donde las masas
incultas eran desde sus orígenes, en apariencia, los in s tru ­
m entos ciegos del zarism o, B akunin era el prim ero en g rita r
que el zarism o no era más que una excrecencia tá rta ra y
alem ana im puesta a su país y que el pueblo ruso estaba lleno
de aspiraciones libres y generosas. Sin duda ten ía razón,
pero no se cuidaba de ap licar el mism o razonam iento a A le­
m ania y a su pueblo.
E n lo que escribió en 1870, no se encuentra el m enor es­
fuerzo para im aginarse lo que habría acontecido si la F ra n ­
cia de N apoleón I I I hubiese quedado vencedora en 1870.
E ntonces, el régim en b o n ap artista habría continuado, h a­
b ría sido seguro el desm enuzam iento político y la im poten­
cia económ ica de A lem ania y, después de los veinte años de
predom inio napoleónico, hab ría seguido un período sem e­
ja n te de duración in d e fin id a : ¿dónde estarían entonces las
probabilidades de socialism o y de lib ertad ? L a p arte con­
tra ria era, por consiguiente, igual en mi opinión, y no era
propio de un in tern acio n al apasionarse por unos y m alde­
c ir a los otros. M ás que nunca, en una época tal, eran recla­
m adas las palabras de ju s tic ia y de hum anidad, y nosotros
no vemos sino el apasionado preconcepto.
O bjetivam ente, desde el p u nto de vista de la H isto ria, se
opondrá a la argum en tació n de B akunin el defecto sin g u ­
la r de que no p arecía conceder un solo pensam iento a las
so OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

o tra s grandes potencias de E u ro p a en la época de la guerra


de 1870. Im pone continuam ente a sus lectores la im agen de
u na F ran cia com pletam ente som etida a A lem ania en caso
de derrota, que sería una especie de dependencia, un org a­
nism o im potente p o r sí mismo. Se sabe, sin embargo, que la
p o lítica general europea no habría perm itido nada de este
g é n e ro ; se sabe que los éxitos alem anes, saludados prim ero
porque elim inaban la pesadilla europea -—N apoleón I I I —,
fu ero n pronto vistos con una envidia y u n a hostilid ad e x tre ­
ma por In g laterra y R usia, y por A ustria, igualm ente, de
través. Cuanto más la gu erra avanzaba en el otoño y en el
in vierno de 1870, más a la vista estaba una intervención eu­
ropea, una presión sobre A lem ania, lo que quitó a la paz de
F ra n c fo rt toda posibilidad de un som etim iento tal como el
que tem ía Bakunin, si hubiese sido ése el pensam iento p olí­
tico de Alemania. B akunin escribe como si no hubiesen exis­
tid o m ás que F ran cia y A lem ania en E uropa, m ientras que,
en efecto, la constelación p o lítica de 1914 se dibujaba y a
en el horizonte de 1870 y p ro teg ió a F ran cia contra el p eli­
gro que tan to tem ía B akunin, E s inconcebible para mí que
haya estado de tal modo encerrado en el círculo de sus ideas,
frecu en tad o por su prevención, p ara no hacer caso de esos
hechos que la opinión pública de aquel tiem po conocía bien
y que después han sido ganados para la H istoria.
U n lecto r m oderno debe reco rd ar adem ás que en el
tiem po de Napoleón I I I , u su rp ad o r que tem ía a su pueblo,
el ejército era una in stitu ció n m ucho menos vasta y más
separada del pueblo que los ejército s m odernos que en los
países m ilitaristas extien d en sus g arras absolutam ente so­
bre toda la población v iril. E n F ran cia, u n a gran p arte de la
población escapaba entonces a la conscripción com prando
un reem plazante, o de otro modo, y generalm ente se desin­
teresaba del ejército, que ten ía un carácter profesional. L a
idea de una guerra po p u lar por voluntarios, era, pues, na­
tu ra l ; se echaba mano a una reserva de hom bres m uy vasta
y al crédito inquebrantable del país, el m ar libre que p er­
m itía todas las im portaciones. T odo eso y los voluntarios
de G aribaldi y otros, p ro d u jero n , en efecto, una g uerra casi
popular, pero de la cual el G obierno de T ours, que p ro cu ra­
ba el dinero, la au toridad gubernam ental y los cuadros, te ­
nía los hilos. P ara todos los que no ten ían la revolución
PROLOGO 51

s o c ia l co m o fin su p r e m o , e l m é to d o de G a m b etta , a p o y a d o
en lo s e n o r m e s r e c u r s o s m e n c io n a d o s , p a r e c ía , p u e s, ser
m á s p r á c tic o q u e e l d e B a k u n in , q u e a s o c ia b a la o r g a n iz a ­
c ió n de la r e s is t e n c ia a u n c o m p le j o d e c u e s t io n e s m u y d i­
v e r s a s q u e c u lm in a b a n en la a b o lic ió n d e l E s ta d o y e n la
fe d e r a c ió n de la s c o m u n a s lib r e s , p r o g r a m a q u e c o r r e s p o n ­
d ía b c ie r to s d e s e o s d e l M e d io d ía , q u e e s t u v o m u y le j o s
d e l te a tr o d e la g u e r r a ( L ig a M e r id io n a l, e t c ,) y que e n ­
c o n tr ó u n a s u b lim e e x p r e s ió n e n la C o m u n a d e P a r ís , p ero
q u e d iv id ía la s o p in io n e s e n lu g a r d e u n ir la s y a lim e n ta b a la
v id a p o lít ic a lo c a l y n o la r e s is t e n c ia o r g a n iz a d a a l e n e m ig o .
B a k u n in e s r e c la m a d o c o n s t a n t e m e n t e e n d o s d ir e c c io ­
n e s : p or su c o n c ie n c ia p r o fu n d a m e n te s o c ia lis t a y r e v o lu ­
c io n a r ia , qu¿ le h a c e e n tr e v e r e n e s e p e r ío d o de d e s o r g a n i­
z a c ió n g u b e r n a m e n ta l d e la c a íd a d e l r é g im e n b o n a p a r tista
a u to r ita r io , un p e r ío d o de g r a n d e s p o s ib ilid a d e s r e v o lu c io ­
n a ria s, y p or su a r d ie n te p a tr io tis m o fr a n c é s , que le h a ce
c o n sid e r a r co m o u n d e b e r e l s a lv a r a F r a n c ia p or u n a r e ­
s is t e n c ia e n c a r n iz a d a sa c a d a d e la fu e r z a in a g o ta b le d e l
p u e b lo , E n r e a lid a d , é l n o h a b r ía p o d id o h a c e r m á s q u e u n a
u o¡.ra co sa , t e n t a t iv a s r e v o lu c io n a r ia s o fu n d a c ió n de o r ­
g a n is m o s p a t r ió t ic o s , q u e r e c lu ta r a n h o m b r e s para la g u e ­
rra, c u a lq u ie r a q u e f u e s e e l n o m b r e q u e se le h u b ie r a d a d o .
L:i s ín t e s is de 1?. r e v o lu c ió n y d e l p a t r io t is m o e s tá b ie n e v i ­
d e n te en s u s p á g in a s ; p ero , e n la p r á c tic a , e l p a tr io tis m o
h a b ría a b so r b id o a la r e v o lu c ió n . S i s u s id e a s para u n o s s e ­
ría n u n a in d ic a c ió n de “corno p r o c e d e r ” , p ara o tr o s se r ía n
u n a e n se ñ a n z a de “c ó m o n o p r o c e d e r ”. E s in te r e s a n te v e r
a u n p e n s a d o r co m o é l d e s a r r o lla r la id e a d e osa s ín t e s is
h a sta su s ú ltim a s c o n s e c u e n c ia s , p t r o e s p r e c is o ju z g a r
d e s p u é s su p r o p ia e x p e r ie n c ia , r e la ta d a a q u í a m e n u d o co n
s u s p r o p ia s p a la b r a s, y d e s p u é s la e x p e r ie n c ia q u e la H i s ­
to r ia de n u e str a é p o c a , e s o s c in c u e n t a y p ic o d e a ñ o s d e
e v o lu c ió n m o d e r n a , n o s h a d a d o , la h a y a m o s o n o b u sc a d o .
E s esta , p u e s, u n a c o le c c ió n d e e s c r it o s de g ra n in te r é s ,
n o p or su e n se ñ a n z a d ir e c ta , q u e se r ía o b je to de c o n tr o v e r ­
sia , s in o p o r la s id e a s n u m e r o s a s r e m o v id a s p o r u n a u to r
q u e tie n e sie m p r e e n e l c o r a z ó n la g r a n ca u sa d e la lib e r ­
ta d m u n d ia l:
M AX NETTLAU
16 d e j u lio d e 1923.
CARTAS A UN FRANCÉS
SOBRE LA CRISIS ACTUAL
(1870)
25 de agosto, por la noche

C onsiderem os de nuevo la situación general.


Yo creo h ab er probado, y los acontecim ientos no tard a­
rán en dem o strarlo m ejo r de lo que yo he podido hacerlo:
1.— (1) Q ue en las co n d icio n es en que se encuentra Fran­
cia actualm ente, no puede ser salvada ya por Jos m edios re­
gulares de la civilizació n , del E stado. N o puede escapar a
la decadencia m ás que por un esfuerzo suprem o, por un in ­
m enso m o vim ien to con vu lsivo de toda la nación, por Ja sub­
levación armada del pueblo francés.

a) Los prusianos, to d a la nación alem ana, considerada


como E stad o u n itario , como im perio —lo que es ya v ir­
tualm ente— no puede rescatar los inm ensos sacrificios
que ha hecho, ni salvaguardarse co n tra las fu tu ras ven­
ganzas —aun contra las próxim as— de Francia, hum i­
llada, in su ltad a, m ás que aplastando a ésta últim a y
dictándole las condiciones de una paz ruinosa en París.
b ) N ingún E stad o fran cés —im perio, reino o república—
p o d ría e x is tir sólo un año después de haber aceptado
las condiciones desastrosas y deshonrosas que los p ru ­
sianos estará n obligados, por la fu erza de las cosas, a
dictarles.
c) P o r tanto, el G obierno actual —Bazaine, Mac-Mahon,
Palikao, T ro ch u , con su consejo privado Thiers-G am -
betta— no pueden, aunque lo quisieran, tra ta r con los
prusianos, en ta n to que quede uno sólo en te rrito rio de
F rancia, A consecuencia de lo cual, en tre todos estos
hom bres que rep resen tan cuatro p artid o s d iferentes —el

(1) Com o se notará al continuar la lectura, Bakunin escribió tiste “1” con
l i in tención de h a cerle seguir de un “2”, del que se olvidó y que se buscará
en vano en el texto. (N o ta del traductor.)
OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

im perio vergonzoso, el orleanism o directo (T ro c h u ),


el orleanism o in d irecto , o bien la república burguesa,
y sobre todo m ilitar, como tran sició n a la restauración
m onárquica (T h iers y T rochu, sin duda, si la re sta u ­
ración directa se m ostrase im posible), y la república
burguesa como panacea (G am betta y com pañía)— en tre
todos estos hom bres h ay una treg u a tácita, M eten sus
banderas en los bolsillos y p o stergan la lucha de los
p artid o s para tiem pos más pacíficos, dándose la mano
hoy para la salvación del honor y la in teg rid ad de
F rancia.
Todos son sinceram ente p atrio tas de Estado. S epara­
dos en tanto s puntos, se u n en com pletam ente sobre uno
so lo ; son todos igualm ente políticos, hom bres de E s ­
tado.
Como tales, no tien en fe más que en los m edios reg u ­
lares, más que en las fu erzas organizadas por el E stado,
y un h o rro r igual hacia la bancarrota, que es, en efec­
to, el deshonor del E stad o , no de la nación, no del pue­
blo ; u n ho rro r hacia las sublevaciones, hacia los mo­
vim ientos anárquicos de las masas populares, que son
el fin de la civilización burguesa y una disolución se­
gura del E stado.
Q uisieran, pues, salvar a F ran cia por los medios re g u ­
lares únicam ente y por las fuerzas organizadas del E s ­
tado, no recu rrien d o sino lo menos posible a los sal­
vajes in stin to s de la m u ltitu d , que ofuscan la d elica­
deza exquisita de sus sentim ientos, de su gusto, y, lo
que es más serio todavía, que am enazan su posición y
la existencia m ism a de la sociedad afo rtu n ad a y p r i­
vilegiada.
Sin embargo, están forzados a re c u rrir a ella, porque
la posición es m uy seria, y su responsabilidad, inm en­
sa. A una potencia form idable y m agníficam ente org a­
nizada, no tien en nada m ás que oponer que un ejército
m edio destruido y u n a m áquina ad m inistrativa torpe,
em brutecida, corrom pida, que no funciona sino a m e­
dias e im potente para crear en pocos días una fu erza
que no ha sido capaz de p ro d u cir en veinte años. No
podrían, pues, em prender n i hacer nada 861104 si no es­
CARTAS A ÜN FRANCES 57

tu v ieran sostenido s p o r la confianza pública y socorri­


dos por la abnegación popular,
Se ven forzados a ap elar a esta abnegación. H an p ro ­
clamado el restablecim ien to de la G uardia N acional en
todo el país, la incorporación de los gu ard ias m óviles
al ejército y el arm am ento de toda la nación. Si todo
esto fuese sincero, hubiesen ordenado la d istrib u ció n
inm ediata de las arm as al pueblo en to d a la su p erficie
de F rancia. P e ro esto sería la abdicación del E stad o , la
revolución social por el hecho, si no por la idea, y ellos
no la quieren de n in g u n a m anera.
La quieren ta n poco, que si debieran escoger en tre la
en trad a triu n fa l de los p ru sian o s en P arís y la salva­
ción de F ran cia por la revolución, no hay d u d a que
todos ellos, sin ex cep tu ar a G am betta y com pañía, op­
tarían por lo prim ero. P a ra ellos, la revolución social
es la m uerte de toda civilización, el fin del m undo y
por consiguiente, de F ran cia tam bién. Y vale más
—pensaban— una F ran cia deshonrada, em pequeñecida,
som etida m om entáneam ente a la v o luntad insolente de
los prusianos, pero con la esperanza segura de levan­
tarse otra vez, que una F ran cia m u erta para siem pre
como E stado por ia revolución, social
Como políticos, se han planteado, pues, el problem a si­
guien te : apelar al arm am ento popular zin arm ar al pue­
blo, pero aprovechar el entusiasm o popular p ara hacer
entrar, bajo d ifere n tes denom inaciones, m uchos re c lu ­
tam ientos v o lu n tario s en el e jé rc ito ; bajo el p rete x to
del restablecim iento de la G uardia N acional, arm ar a
los burgueses, con exclusión de los p ro letario s, y so­
bre todo a los an tig u o s m ilitares, a fin de te n e r una
fuerza su ficien te para oponer a las rev u eltas del p ro le­
tariado, alentado por el alejam ien to de las tro p a s; in co r­
porar al ejército los g u ard ias m óviles, su ficientem ente
disciplinados, y disolver o d ejar desarm ados a los que
no lo están y que dem uestran sentim ientos dem asiado
ro jo s; no p e rm itir la form ación de los cuerpos fra n ­
cos sino a condición de que estén organizados y
conducidos sólo p o r je fe s perten ecien tes a las clases
p riv ileg iad as: Jo ck ey Club, p ro p ietario s nobles y b u r­
gueses, en una palabra, g entes de pro.
53 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

A fa lta de potencia coercitiva para co n ten er a las pobla­


ciones, hacen servir su excitación p atrió tica, provocada tan ­
to p o r los acontecim ientos como por sus declaraciones y sus
m edidas forzadas, al m antenim iento del orden público, p ro ­
pagando e n tre ellas esa convicción falsa, desastrosa, de que
p ara salvar a F ran cia del abismo, del aniquilam iento y de
la esclav itu d con que la am enazan los prusianos, las pobla­
ciones deben, al mismo tiem po que perm anecer su ficien te­
m ente exaltadas para sentirse capaces de los sacrificio s ex­
tra o rd in a rio s que serán reclam ados p ara la salvación del
E stado, quedar tranquilas, inactivas, poniéndose de un modo
com pletam ente pasivo en m anos d el E stado y del G obier­
no p rovisional que ha tom ado hoy su dirección, y considerar
como enem igos de F rancia, como ag en tes de P ru sia, a to ­
dos los que traten de p ertu rb ar esta confianza y esta quie­
tu d popular, a todos los que quieran provocar a la nación
a actos espontáneos de salvación p ú b lic a ; en una palabra, a
todo s los que, desconfiando con ju sto títu lo de la capaci­
dad y de la buena fe de los gobernantes actuales, quieran
salvar a F ra n c ia por el cam ino de la revolución.

j) H ay, p o r consiguiente, hoy, e n tre todos los partidos,


sin ex cep tu ar a los jacobinos ro jo s y naturalm ente tam ­
bién a los socialistas burgueses, acobardados y p arali­
zados unos y otros por el tem or que les in sp iran los so­
cialistas revolucionarios, realm ente populares —los
anarquistas o, por decirlo así, los h eb ertistas del socia­
lism o, que son tam bién profundam ente detestados por
los com unistas autoritarios, p o r los com unistas de E s­
tado, como p o r los jacobinos y los socialistas b u rg u e­
ses—, en tre todos estos partidos, sin excepción de los
com unistas de Estado, h ay un acuerdo tácito para im ­
p ed ir Ja revolución en tanto que el enem igo esté en
Francia, por dos razones:

L a prim era es que, no viendo todos igualm ente la salva­


ción de F ran cia más que en la acción del E stado y en la
exageración excesiva de todas las facu ltad es y potencias
estatales, están todos sinceram ente convencidos de que si la
revolución estallase ahora, como te n d ría p o r efecto inm e­
diato, n atu ral, la dem olición del E stad o actual, y como los
CARTAS A UN FRANCES 59

jacobinos y los com unistas a u to rita rio s carecerían necesa­


riam ente del tiem po y de todos los m edios indispensables
para la reconstrucción inm ediata de un nuevo E stad o revo­
lucionario, ella, es decir, la revolución, en tre g aría F ran cia
a los prusianos, entregándola prim ero a los republicanos so­
cialistas.
L a segunda no es más que una explicación y un d esarro ­
llo de la prim era. Tem en y detestan igualm ente a los so­
cialistas revolucionarios, a los trab ajad o res de la In te rn a ­
cional y, com prendiendo que en las condiciones p resen tes la
revolución triu n fa ría ineludiblem ente, quieren a toda cos­
ta im pedir la revolución.

k) E sta sin g u la r situació n entre dos enem igos, de los


cuales uno —los m onárquicos— está condenado a des­
aparecer, y el otro —los revolucionarios socialistas—
am enaza con el triu n fo , im pone a los jacobinos, a los
socialistas burgueses y a los com unistas de E stad o una
dura necesidad: la de aliarse secretam ente, tácitam ente,
con la reacción de arrib a contra la revolución de abajo.
No tem en tan to aquella reacción como esta revolución.
V iendo, en efecto, que la p rim era está excesivam ente
debilitada, hasta el p u n to de no poder e x istir ya sino
con su consentim iento, se asocian con ella mom en­
táneam ente y se sirven de ella de un m odo m uy disi­
m ulado contra la segunda.

E sto explica la reacción violenta que rein a hoy con su


co n sentim iento en P arís. E so explica p o r qué se retien e, se
osa rete n er ilegalm ente a R o ch efo rt en prisión. ¿ H a notado
u sted el m utism o de to d a la oposición radical, y p articu ­
larm ente el silencio de G am betta, cuando R aspail ha recla­
m ado su liberación? Sólo el viejo C rem ieux ha pronunciado
u n m iserable discurso ju r íd ic o ; los demás, ni una palabra.
Y sin em bargo la cuestión era bien clara: se tra ta b a de la
d ig n id ad y del derecho del cuerpo leg islativ o entero, de
la d ignidad y del derecho de la rep resen tació n nacional vio­
lados cínicam ente en la persona del diputado R o ch efo rt
por el P o d er ejecutivo. E l silencio de la izquierda rep u b li­
cana, ¿no sig n ifica dos cosas: prim eram ente que todos es­
60 0.B.R4S DE MIGUEL BAKUNIN

tos jacobinos d etestan y tem en a R ochefort como a un hom­


bre que goza, ju sta o injustam ente, de las sim patías y de la
confianza de la vil m u ltitu d ; que todos, como políticos, ex­
presión fav o rita de Gam betta, están muy contentos de sa­
ber que R ochefort está en prisión, y, además, que hay un
convenio para no hacer oposición al Gobierno provisional
ex isten te actualm ente en P arís?

1) E sta resolución es aún una consecuencia n atu ra l de su


posición sin g u la r: habiendo decidido que la revolución
inm ediata sería fu n esta para F rancia, y no queriendo,
por consiguiente, d errib ar al Gobierno (porque d e rri­
barlo sin la revolución es im posible, pues la m ayoría del
Cuerpo legislativo es absolutam ente reaccionaria, de
modo que para cam biar el Gobierno habría que disolver
violentam ente el Cuerpo legislativo), estando obligados
a su frir este G obierno que d etestan —los radicales son
demasiado patriotas para querer debilitarlo— , porque
ese G obierno está encargado ahora de la defensa de
F rancia, de m anera que debilitarlo sería d eb ilitar la de­
fensa, las probabilidades de salvación de F rancia, de
ahí se deriva una consecuencia necesaria: ¡os radicales
están obligados a su frir, a dejar pasar en silencio todas
las intrigas, los actos más Inicuos, aun las más fu n esta s
tonterías del Gobierno, porque es una verdad recono­
cida y m il veces com probada y confirm ada p o r la ex­
periencia de todas las naciones, que en las grandes crisis
del E stado, cuando éste se halla amenazado por in ­
m ensos peligros, m ás vale un gobierno fu erte, por
malo que sea, que la anarquía que resu ltará necesaria­
m ente de la oposición que se le haga. Sin co rreg ir los
vicios in h eren tes a ese gobierno, la oposición y la an ar­
quía subsigu ien tes d ebilitarán considerablem ente su po­
der, su acción, y dism inuirán por consiguiente las pro­
babilidades de salvación para Francia.

m ) ¿Q ué resulta? Que la oposición radical, encadenada do­


blem ente por la repulsión in stin tiv a que le in sp ira el
socialism o revolucionario y por su patriotism o, se anu­
la com pletam ente y marcha sin voluntad a rem olque de
ese Gobierno al que refuerza y sanciona con su presen­
CARTAS A UN FRANCES 61

cia, con sit silencio y algunas veces tam bién con su s


cu m p lim ien to s y las expresiones hipócritas de su sim ­
patía.
E ste pacto forzado en tre los bonapartistaB, los orleanis-
tas, los republicanos burgueses, los jacobinos rojos y los so­
cialistas au to ritario s, es natu ralm en te en beneficio de los
dos prim eros p artid o s y en detrim en to de los tre s últim os.
Si hubo alguna vez republicanos trab ajan d o en provecho de
la reacción m onárquica, son ciertam ente los jacobinos fra n ­
ceses conducidos por G am betta. Los reaccionarios, aco rra­
lados, no sin tien d o ya te rre n o bajo sus pies, viendo rotos
en sus m anos todos los viejos medios, todos los in stru m en ­
tos necesarios a la tiran ía del Estado, se han hecho en este
m om ento excesivam ente hum anos y c o rte se s; P alik ao y J e ­
rónim o D avid mismo, tan insolentes ayer, son hoy de una
afab ilid ad extrem a. Colman a los radicales, y a G am betta
sobre todo, con sus adulaciones y con toda especie de te s­
tim onios de respeto. P ero a cambio de estas cortesías tie ­
nen el P oder. Y la izquierda radical está excluida por com­
pleto.
n) E n el fondo, todos estos hom bres que com ponen hoy el
P o d e r: P alikao, Chevreau y Jeró n im o D avid p o r un
lado, T ro ch u y T h iers por el otro, y en fin G am betta,
éste in term ed iario sem ioficial en tre el G obierno y la
izquierda radical, se detestan cordialm ente y, conside­
rándose enem igos m ortales, desconfían pro fu n d am en ­
te unos de o tro s; pero, in trig an d o unos contra los
otros, están forzados a m archar ju n to s, o más bien, es­
tán forzados a aparentar que marchan de acuerdo. Toda
la potencia de este Gobierno está fundada exclu siva ­
m ente h o y en la fe de las masas populares en su armo­
niosa, com pleta y fu e rte unidad.

Como este G obierno no puede m antenerse más que p o r la


confianza pública, es preciso en absoluto que el pueblo te n ­
ga una fe, por decirlo así, absoluta en esa u n id ad de acción
y en esa id en tid ad de opiniones de todos los m iem bros del
G obierno; porque si la salvación de F ran cia debe ser con­
seguida por el E stado, esa unidad y esa id e n tid ad es lo ú n i­
co que podrá salvarla. E s preciso, pues, que el pueblo esté
62 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

convencido de que todos los miembros que componen e l Go­


bierno, olvidando todas sus disidencias y todas sus am bi­
ciones pasadas, y dejando absolutam ente a un lado todos
los in tereses de p artid o , se dan la mano francam ente para
no ocuparse hoy más que de la salvación de Francia. E l ins­
tin to del pueblo sabe p erfectam ente que un gobierno divi­
dido, del que se tira en todos los sentidos, y cuyos miem­
bros in trig a n unos contra otros, es incapaz de una ac­
ción enérgica seria; que un ta l gobierno podrá p erd er al
país en lu g ar de salvarlo. Y si supiese todo lo que pasa en
el seno del G obierno actual, lo derribaría.
G am betta y com pañía saben todo lo que pasa en el seno
de ese G obierno; son bastan te intelig en tes para com pren­
der que el G obierno está dem asiado desunido y es dem asia­
do reaccionario para d esp leg ar toda la energía exigida por
la situación y para tom ar todas las m edidas necesarias a
la salvación del país, y se callan, porque hablar sería provo­
car la revolución, y porque su patriotism o tanto como su
burguesism o rechazan la revolución.
G am betta y com pañía saben que Palikao, Jerónim o D a­
vid y Chevreau, aprovechándose de su posición, in trig an
con M ac-M ahon y B azaine para salvar el Im perio, si es po­
sible, y, en caso de im posibilidad, para salvar al m enos la
M onarquía, tran sfo rm án d o la en reino con la dinastía de los
Borbones o de los O rlean s; saben que el dem asiado elocuen­
te y p arlam entario T ro ch u in trig a con el padre del p arla­
m entarism o, T h iers, y con el tacitu rn o C hangarníer, para
la restau ració n d irec ta de los O rleans. G am betta sabe todo
eso, lo ve todo, pero lo consiente, pues es dem asiado p atrio ta
para p erm itirse tam bién una in trig a en favor de la R epú­
blica. L leva esa ren u n ciació n p atrió tica tan lejos, que hasta
perm ite a sus nuevos am igos de la reacción bonapartista,
om nipotentes desde que los acontecim ientos vinieron a de­
m ostrar su im potencia para gobernar a Francia, decapitar
y dem oler el p artid o republicano, suspendiendo sus dos dia­
rios principales, el R e v e il y el Rappel, los únicos que se
han atrevido a decir la verdad sobre los acontecim ientos
que se suceden en F ran cia y a los habitantes de Francia.
La m en tira oficial está hoy más que nunca a la orden
del día en P arís y en to d a F ran cia. Se engaña cínicam ente,
sistem áticam ente, a la nación entera sobre el estado actual
CARTAS A UN FRANCES 63

de los asuntos. E n el m om ento en que el ejército francés


está derrotado y casi destru id o , cuando los p ru sian o s con­
tinúan su m archa sobre P arís, P alik ao acaba de hablar en
el Cuerpo legislativo de las victo rias de Bazaine, y todos
los periódicos de P arís, sabiendo la verdad, re p ite n estas
m en tiras; siem pre por p atrio tism o , porque la consigna
en el presente, en todo el país, es salvar a Francia por
la m entira. G am betta y com pañía saben todo eso, y no sola­
m ente se callan, sino que sancionan la m en tira o ficial con
las expresiones h ip ó c ritas de una confianza y de u n a ale­
g ría que están lejos de experim entar. ¿ P o r qué lo hacen?
P orque están convencidos de que si el pueblo de P arís y
de F rancia entera supiera la verdad, se levantaría en m asa:
eso sería la rev o lu ció n ; y por patriotism o, tan to como por
burguesism o, no quieren la revolución.
E l arm am ento de la nación, resuelto y tran sfo rm ad o en
ley por el Cuerpo leg islativ o y el Senado, el de los g u ar­
dias nacionales y de los guardias m óviles, no se hace del
todo. E l pueblo francés perm anece com pletam ente desar­
mado ante la invasión ex tran jera. G am betta y com pañía no
pueden ignorarlo, puesto que aun los mism os periódicos
reaccionarios de P a rís lo dicen. H e aquí lo que se lee en
La Presse del 24 de ag o sto :
“La G uardia M óvil está apenas organizada en un tercio
de d epartam entos; la G uardia N acional, sedentaria, no está
arm ada en n in g ú n parte, fuera de P a rís.”
Y en otro a rtíc u lo :
“ H ay en las oficinas de la A d m inistración deplorables
tradiciones, reglam entos anticuados. Vemos por u n lado la
ru tin a ad m in istrativ a y dem asiado a m enudo la in ferio rid a d
espiritual de ciertos altos em pleados y por el o tro el e n tu ­
siasmo ard ien te y decidido de las poblaciones... L o s je fe s
de servicio, m u y in ferio res a ¡a gravedad de las circuns­
tancias, parecen m u ltip lica r los obstáculos y las le n titu d es
con su fastid io sa ex p ed ien taría y p o r la m ala acogida que
hacen a la población.”
H e ahí lo que pasa en las provincias. E n P arís, am enaza­
do del más te rrib le p e lig ro ; en P arís, bajo la m irad a de los
cobardes republicanos, sucede lo mismo. He aquí lo que en­
contré en una -ádresse de la troisiem e circonscription elec-
torale de P arís al general T ro ch u (el 23 de a g o s to ) :
64 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

“Las adm inistraciones ru tin arias, envidiosas y form ulis­


tas, parecen oponer u n a fuerza de inercia invencible a las
legítim as im paciencias de la población parisién. N um ero­
sas inscripciones en las listas de la G uardia Nacional que­
daron sin resultado alguno. E l arm am ento se hace con una
le n titu d desesperante, y la organización de los cuadros no
parece ser de las más avanzadas... Llamam os v uestra aten­
ción, general, sobre este estado de cosas tan poco en rela­
ción con la gravedad de las circunstancias. E s tiem po de
aprovechar todas las tu e rza s vivas de la capital. Cuantas
m ás desconfianzas, más odios, más tem ores."
P ero el general T rochu, como P alik ao y Chevreau, el m i­
n istro del In terio r, el jesu íta y el favorito de la E m peratriz,
co n trajero n un compromiso, conform e a su situación, a sus
fines y a sus opiniones: el de m atar sistem áticam ente el ím ­
petu espontáneo de la nación. E sto se ve sobre todo en las
m edidas que han tom ado y continúan tom ando en relación
a la G uardia Móvil. H abiendo ad q u irid o la convicción de
que esa institución, que debía form ar un com plemento útil
en tre el arm am ento popular y las tro p as regulares, estaba
atacada de u n profundo sen tim ien to antibonapartista, y en
p arte republicano, la han condenado a m uerte, sin conside­
ra r los servicios inm ensos que hubiera podido prestar en
este m om ento a la defensa de la p atria. H em os visto lo que
se hizo a los guardias m óviles reunidos en Chalons, lo m is­
mo que cerca de M arsella. A hora, he aquí lo que dice La
Presse, periódico reaccio n ario : D espués de haber anuncia­
do que los departam entos de N ievre y de C her acaban de
ser puestos en estado de sitio, observa que estas m edidas
se m ultiplican desde hace algunos días. “E l P o d er no debe­
ría em plearlas sino con m ucho discernim iento” ; y en apo­
yo de ello cuenta lo que ha pasado en P erp ig n an : “ Las elec­
ciones m unicipales habían ten id o lu g ar en F ran cia el m is­
mo día en que se supo rep en tin am en te la n o ticia de los des­
astres de W isenbourg y de F orbach. E l prefecto de P e r­
p ig n an creyó prudente, para no causar a los esp íritu s una
im presión demasiado grande, re ta rd a r v ein ticu atro horas la
publicación de las noticias. D e ahí la irritació n profunda de
las poblaciones y más ta rd e los desórdenes, que term inaron
con el licénciam iento de los g uardias m óviles.”
E s evidente que se tra ta de un acuerdo previo para no
CARTAS A UN FRANCES 65-

arm ar la nación, porque la nación arm ada es la revolución,


y como G am betta y com pañía no quieren la revolución, d e­
jan obrar al G obierno reaccionario en silencio.
Presionado, sin duda, p o r la p arte más radical de la po­
blación de P arís, que com ienza a com prender la v erdad y
a p erd er la confianza y la paciencia, G am betta y com pañía,
apoyados p or la izquierda y aun —se dice— p o r «1 centro
izquierda, han hecho u n suprem o esfuerzo, exigiendo del
G obierno que acepte en el C om ité de D efensa de P a rís, como
m iem bros, a nueve diputados. E l G obierno reaccionario, que
percibió inm ediatam ente la tram pa y que no quiere, de n in ­
g ún modo, ver establecerse sobre las ru in as de su Comi­
sión m ilita r un Comité de salvación pública, lo rehusó te r­
m inantem ente. Pero, por e s p íritu de conciliación, la Em pe­
ra triz regente acaba de firm a r en el C onsejo de ministros-,
el 26 de agosto, un decreto que ordena a los diputados
T h iers, m arqués de T alh o u et, D upuy de Lome, y los sena­
dores general M ellinet y B ehic co n stitu y an p arte del Co­
m ité de la defensa de P arís. E l viejo zorro T h ie rs ha des­
arro llado una gran ju g a rre ta, y los señores G am betta y com­
p añ ía se callarán, su frirán , porque se han entregado de pies
y manos, encadenados como están p o r su p atrio tism o y su
burguesism o.
P ero, en fin, ¿qué esperan? ¿Q ué ag u ard an ? ¿C on quién
quieren contar? ¿Son tra id o re s o to n to s? H an fundado to ­
das sus esperanzas en la en erg ía y la h abilidad d esarrolla­
das, según parece, por P alik ao y por Chevreau en el asunto
de la organización de un nuevo ejército , y sobre el genio
m ilita r de Bazaine y de M ac-M ahon. Y si M ac-M ahon y B a­
zaine son u na vez m ás d erro tad o s, lo que es probable, ¿qué
sucederá?
P alik ao y Chevreau — se dice— no contentos con haber
dado un nuevo ejército a M ac-M ahon, se ocupan ahora de la
form ación de un te rc er ejército . A caban de enviar a los de­
p artam ento s diez com isarios para acelerar su form ación.
H an presentado (el 24 de agosto) al C uerpo legislativo u n
proyecto de ley, declarado de u rgencia, y llam ando b ajo las
arm as a todos los viejo s m ilitares de v ein ticin co a tre in ta y
cinco años, casados, a to d o s los generales h asta los seten ta y
tre s y a todos los oficiales h asta los cincuenta años. De este
m odo se form ará —dice L a L ib erté— u n nuevo y excelente
66 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

e jército de doscientos seten ta y cinco m il soldados ag u e­


rrid o s. Sí, en el papel.
P o rq u e no hay que olvidar que los que están encargados
de form arlo no son los com isarios ex trao rd in ario s de 1793,
a rra stra d o s ellos m ism os y sostenidos por el inm enso mo­
vim iento revolucionario que se había apoderado de todas las
poblaciones; no son los g igantes de la Convención nacio­
nal, son los prefectos, los funcionarios y los ad m in istrad o ­
res de N apoleón I I I , los ladrones y los ineptos, los encar­
gados de esa form ación.
L a enorm e to n tería, el g ran crim en y la gran cobardía de
G am betta y com pañía, es no haber derribado el G obierno
im perial, y el no haber proclam ado la república hace qu in ­
ce días, cuando la noticia de la doble d erro ta de los fra n ­
ceses en F roeschw iller (W o e rth ) y Forbach llegó a P arís,
E l P o d er estaba en tierra, no había más que recogerlo. E n
ese m om ento, eran om n ip o ten tes; los bonapartistas estaban
consternados, aniquilados. G am betta y compañía, aconseja­
dos por su propio p atriotism o y por el de T hiers, recogieron
el P o d er y lo en treg aro n a P alikao. E sto s retóricos, estos
fraseólogos de una república ideal, estos bastardos de D an­
ton, no se atrevieron. Se han hecho justicia.
D espués de ese m om ento tan propicio y perdido para
siem pre —para los jacobinos, no para la revolución social—
todo ha m archado a tropezones, con una lógica desesperan­
te. H ace quince días, nadie se atrevía a pronunciar el nom­
bre de Napoleón, y si sus p artid ario s más abnegados habla­
ban de él, no era más que para in su ltarlo . Hoy, he aquí lo
que he leído en La Presse del 24 de a g o s to :
“ E l E m perador está en R eim s con el P ríncipe heredero,
con su séquito, en una encantadora villa de la señora
S inard, a cuatro k ilóm etros de Reims. E s allí donde resi­
de el soberano. L as villas de los alrededores están ocupa­
das por M ac-M ahon, por el p ríncipe M urat, etc. Los Guías
y los Cien guardias acam pan a las p uertas del castillo de la
M olle, donde se encuentra el príncipe M urat, etc.”
Y he aquí lo que dice el B u n d , periódico sem ioficial de
la C onfederación su iza:
“L a derecha (los b o n ap artistas) parece querer engañar a
la población p arisién hasta el mom ento en que los p ru sia­
nos sitien a P arís. E n to n ces será tard e para hacer un mo­
CARTAS A UN JTRANCES 67

vim iento republicáno, y aun en el caso de que el E m perador


no p u d iera conservar la corona, se po d ría h acerla pasar qui­
zás a la cabeza d e.su hered ero .”
A l mism o tiem po, el p rín cip e N apoleón —P lon-plon—
llega a F lorencia con una m isión e x tra o rd in aria ante el
rey de Italia, no de p arte del M in isterio , sino directam ente
de p a rte del em perador N apoleón, como en el pasado, lo que
hace excesivam ente d ifícil la posición de los diarios dem ó­
cratas italianos, que no q u isieran tom ar posición a favor de
la F ran cia im perial, a la cabeza de la cual se encu en tra el
hom bre m ás aborrecido en Italia, N apoleón I I I . H e aquí lo
que dice a este respecto la G azzetta d i M ilano del 26 de
a g o s to :
“ Los franceses continúan evocando los recuerdos glorio­
sos del 92. P ero hasta el presen te no hem os visto nada en
F ran cia que nos dem ostrase viv ien te a ese gran pueblo que
ha dem olido la E d ad M edia, y el C uerpo leg islativ o actual
rep resen ta todavía menos, aunque sea en m in iatu ra, al que
supo crear la v ictoria en m edio de los tu m u lto s y del des­
encadenam iento revolucionario. ¡ C óm o! D esde hace qu in ­
ce años, nadie se atreve a hablar del E m perador, y si lo
hace alguien, en cu en tra el v itu p erio u n iv ersal; desde hace
quince años, E uropa sabe que el Im p erio ha caído, cosa con­
fesada h asta por los m iem bros de la fam ilia im perial (p a­
rece que P lo n -P lo n se ha expresado en ese sentido en F lo ­
ren cia) ; y este generoso país no ha dicho aún su palabra,
no ha edificado nada sobre las ru in as que Fe han p ro d u c id o ;
pone todas sus esperanzas en tal o cual in d ivid u o , no en sí
m ism o ; y, esperando, se som etió a u n Gobierno que Jo ad­
m inistra en nom bre d el E m perador, que le engaña y le
pierde en nom bre d el Em perador, j Con la m ejor v o lu n tad
del m undo, no podem os ex p resar n in g u n a sim patía, n in g u ­
na confianza en ese p a ís!”
H e aquí a qué resu ltad o lleg aro n el p a trio tism o y el espí­
r itu p o lítico de G am betta y com pañía. Yo Ies acuso del cri­
m en de alta traició n co n tra F ran cia, en el ex terio r ta n to
como en el in te rio r; y si los b o n ap artistas m erecen ser
ahorcados una vez, todos estos jacobinos debieran serlo dos.
T raicio n a n evidentem ente a F ran cia en el ex terio r, p o r­
que por su abnegación p a trió tica la han privado de un sos­
tén m oral inm enso, sólo m oral en el com ienzo, pero m uy
68 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

m aterial u n poco más tarde. Si hubiesen tenido el valor de


proclam ar la república en P arís, las disposiciones de todos
los p ueblos: italiano, español, belga, inglés, aun el alemán,
se hubieran cambiado inm ediatam ente en favor de Francia.
Todos, sin exceptuar los alemanes, la masa de los obreros
alem anes (1), habrían tom ado p artid o por F ran cia contra la
invasión prusiana. Y este apoyo m oral de las naciones ex­
tra n je ra s es algo. Los jacobinos de 1793 lo sabían, no du­
daban de que ese apoyo co n stituía al menos la m itad de su
poder. La revolución hubiera inm ediatam ente ganado a I ta ­
lia, E spaña, Bélgica, A lem ania, y el rey de P rusia, inquie­
tado en su reta g u ard ia por una revolución alemana, más
aún que p o r un ejército francés, se habría encontrado en
una posición verdaderam ente apurada. P ero no se han a tre ­
vido estos bastardos de D anton, y todos los pueblos, d is­
gustados de ta n ta to n tería, de ta n ta cobardía, de ta n ta debi­
lidad, no sienten ya p ara la nación francesa más que piedad,
m ezclada con desprecio.
Los jacobinos han traicionado a F ran cia en el in terio r,
porque al proclam ar la república sobre las ruinas del ré g i­
men im perial, la hab rían electrizado y resucitado. No tu v ie­
ron valor, han creído m ás práctico no atreverse a nada, no
querer nada, no hacer nada, y por eso mismo se h icieron
culpables de un abom inable c rim e n : han dejado en pie, han
sostenido con sus m anos el ed ificio im perial que caía. H an
Bido ellos mism os las víctim as de una ilusión que prueba su
to n te ría : porque todo el m undo a su alred ed o r ha dicho:
“E l Im perio ha caído”, lo habían creído realm ente caído, y
creyeron p ru d en te conservar algunos días el sim ulacro, a
fin de contener su bestia n eg ra: los revolucionarios socia­
listas. Se d ije ro n : “ ¡Som os ahora los amos, seamos p o líti­
cos prácticos y p ru d en tes para im pedir el fatal desenca­
denam iento del v il populacho!”
Y m ientras que razonaban así los reaccionarios, los bona-
p a rtista s prim ero, con ellos los orleanistas, todos asom bra­
dos de vivir aún, de no adornar con sus cuerpos los faroles
de P arís, re sp iraro n ; después volvieron a tom ar aliento, y
(1) AI com ienzo de esta guerra, en todos los periódicos so cia lista s alem a­
nes, en todos lo s m ítin es populares celebrados en A lem ania, se había unáni­
m em ente a d am ad o este pensam iento de que “si los franceses derribaban a N a ­
poleón y sobre las ruinas del Im perio establecían el Estado popuI&rt toda 1*
nación alem ana estaría con ellos, (Bakunin.)
CARTAS A UN FRANCES 69
considerando bien a su s nuevos amos, y percatán d o se de
que éstos no eran m ás que pro feso res de re tó ric a y unos
asnos, acabaron p o r sen tarse encim a de ellos. T ien en toda
la A dm inistración en sus manos, todos los m edios de ac­
ción, y si es verdad que el E m perador viaja, el Im perio, el
E stado, despótico y m ás centralizado que nunca, está en
pie. Y arm ado de esta om nipotencia aum entada p o r el ím ­
p etu del p atriotism o nacional desviado, ap lasta hoy a P a ­
rís y a F rancia.
No se han atrev id o a p oner en estado de sitio ... (1). Y
m ientras que los periódicos reaccionarios, como La Presse,
p o r ejem plo, g rita n h ip ó c ritam en te: “G racias a Dios, el
pueblo francés ha tom ado en sus m anos la ta re a de defender
el suelo natal... L os ciudadanos se han entendido, se con­
ciertan, se organizan... N o es ya sólo el G obierno el en car­
gado de velar por nosotros, somos nosotros m ism os”, la t r i ­
ple encarnación de lo que hay de m ás canallesco en el ré g i­
m en de N apoleón I I I : P alikao, C hevreau y Jeró n im o D avid,
servidos fielm ente bajo este aspecto por todos los p refecto s
y subprefectos de N apoleón I I I que perm anecieron en su
puesto, han cubierto con u n a re d de com prensión más reac­
cionaria que nunca todo el país, y lo han red u cid o a u n a
inm ovilidad casi absoluta, a u n a pasividad que no d ifiere
mucho de la m uerte.
H e aquí cómo el p atrio tism o de los jacobinos ha tra ic io ­
nado y perdido a F rancia. Sí, p e rd id o : porque si la revolu­
ción social, o la sublevación inm ediata, anárquica, del pue­
blo francés, no acude a salvarla, está perdida.
o) P alikao y Chevreau, así como el C om ité de D efensa de
P arís, con T ro ch u a su cabeza, despliegan •—se dice—
una actividad enérgica, adm irable e in fatig ab le p ara la
organización de los m edios de defensa. Sea. P ero, ¿es
que los prusianos, p o r su p arte, no se org an izan tam bién
con una activ id a d y una energía so rp ren d en tes?
Porque, para los p ru sian o s —no' hay que engañarse— ,
como para los franceses, el resu ltad o triu n fa l o desastroso
de esta g u erra es u n a cu estió n de vida o m uerte. H ablando

(1) Aquí hay en el manuicrito una palabra ilegible y quizia una o 4o*
palabra* omitidas. (Guillaume.)
70 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

de los prusianos, hablo natu ralm en te de la M onarquía, del


R ey y de Bism arck, su prim er m inistro, con toda esa masa
de generales, de lu g arten ien tes y de pobres soldados que
están a su servicio. E s cierto que la m onarquía pru sian a
ju eg a el todo por el todo. H a puesto en m ovim iento sus
ú ltim os recursos en dinero y en hom bres, los últim os r e ­
cursos de Alemania.
Si los ejércitos alem anes llegasen a ser derrotados, ni
uno solo de esos centenares de m iles de soldados que han
puesto el pie en te rrito rio de F ran cia volvería vivo a A le­
m ania. P or consiguiente, deben vencer y triu n fa r hasta el
fin para salvarse. No pueden ni siquiera volver, después de
las victorias estériles, sin llevar consigo grandes com pen­
saciones m ateriales p o r las p érd id as enorm es que han hecho
y que han ocasionado a A lem ania. Si el Rey de P ru sia vol­
viese a A lem ania con las m anos vacías, solam ente con la
gloria, no reinaría un día más, porque A lem ania le p ed iría
cuenta de sus m illares y de sus decenas de m illares de h ijo s
asesinados, inválidos, y de las sum as inm ensas derrochadas
en esta guerra ruinosa y estéril. No hay que engañarse; la
pasión nacional de los alem anes ha llegado a su más alto
to n o ; hay que satisfacerla o caer. N o habría m ás que un
m edio de desviarla: la revolución so cial; pero es un m e­
dio del que probablem ente el Rey de P ru sia no se preocupa
m ucho, y no pudiendo servirla, no pudiendo desviar la pa­
sión patriótica, u n itaria y vanidosa de los alem anes, debe
satisfacerla, y no puede satisfacerla más que en detrim ento
de Francia, más que arran cán d o le a lo m enos un m illar de
m illones y dos p ro v in cias: la L orena y la A lsacia, e im po­
niéndole, para garantizarse contra sus venganzas en el p o r­
venir, una dinastía, u n régim en y condiciones tales que que­
de por m ucho tiem po debilitada, encadenada e im pedida de
moverse. P orque la p ren sa alem ana está unánim e en este
punto y tiene m il veces razó n : que A lem ania no puede
hacer cada dos años sacrificio s in au d ito s para m antener su
independencia. Es, pues, absolutam ente necesario p ara la
nación alemana, que p reten d e ocupar hoy la posición dom i­
n an te de F rancia en E uropa, red u cir a F ran cia precisam en­
te al estado en que esta potencia ha m antenido hasta aquí
a Italia, hacerla trib u taria , u n v irrein ato de A lem ania, del
g ran Im perio alemán.
CARTAS A UN FRANCES 11

T al es la situación del R ey de P ru sia y de B ism arck. No


pueden volver a A lem ania sin haber arrancado a F ran cia
un p a r de provincias, un m illar de m illones y sin haberle
im puesto un régim en que le g arantice su resignación y su
sum isión. P ero todo esto no puede ser arrancado a F ra n ­
cia m ás que en París... Los p rusianos están obligados a to ­
m ar a P arís. Saben bien que no es del todo fácil. P o r eso
hacen esfuerzos in au d ito s para du p licar su ejército, a fin
de ap lastar literalm en te a P a rís y a F rancia. M ientras que
F ran cia se organiza, P ru sia no duerm e tam poco; se orga­
niza tam bién.
Veamos ahora cuál de estas dos organizaciones prom ete
m ejores resultados.
Comencemos por exam inar la posición y la fuerza re s­
pectiva de los e jé rc ito s en presencia.
Bazaine, encerrado en M etz, dígase lo que se quiera, no
tiene —según la opinión de los diarios de P arís— m ás de
ciento veinte m il hom bres. Yo creo que le quedan apenas
cien mil, pero concedám osle los ciento veinte mil. ¿ E n qué
posición se en cu en tran ? E ncerrados en M etz por un e jé r­
cito de doscientos cin cu en ta m il hom bres por lo menos, o
sea, por dos e jé rc ito s: el del príncipe F ederico Carlos y el
de Steinm etz que se han reunido, y a los cuales fué a aña­
dirse el cuerpo de reserva de H erw a rt von B itte fe ld (cin ­
cuenta m il hom bres) y el ejército del N orte, com andado
por V ogel von F alk e n ste in (al m enos cien m il; supongam os
cincuenta mil hom bres), lo que haría en co n junto cien m il
hom bres de tro p as frescas; y como, al com ienzo de la gue­
rra, el príncipe F ed erico Carlos ten ía ciento ochenta m il
soldados y S teinm etz cien m il —en to tal doscientos ochen­
ta m il hom bres—, valuando aún la p érd id a de esto s dos
ejército s en ochenta m il hom bres, lo que es enorme, es p re ­
ciso concluir que el ejé rc ito alem án reu n id o aho ra alre d e­
dor de M etz está com puesto al m enos de trescien to s mil
hom bres. P ero supongám osle sólo doscientos cincuenta mil.
E s seguram ente el doble, m ás que el doble, del de Bazaine.
Bazaine no puede estar m ucho tiem po en M etz; él y
su ejército acabarían p o r m o rir de ham bre y po r ren d irse
p o r inanición y por fa lta de m uniciones. Deben abrirse un
paso obligadam ente a trav é s del ejército enem igo, doble
m ás num eroso. L o in te n tó ya dos veces y fué rechaza-
QB&AS B E MIGUEL BAKUNIN

za,do. E s evidente hoy que la ú ltim a.b atalla del 18 de agos­


to, en G ravelotte, ha sido p ara los franceses un asunto des­
astroso. V encidos, descorazonados, abatidos, m al organiza­
dos, m al adm inistrados y m al d irig id o s (porque toda la
energía de Bazaine no pudo deshacer en algunos días lo
que el G obierno de Napoleón ha hecho d u ran te veinte años;
los ad m in istrad o res ladrones e incapaces, los oficiales va­
lien tes pero ignorantes, los coroneles cortesanos, no pue­
den ser inm ediatam ente reem plazados por otros, tan to m ás
cuanto que no se sabría dónde encontrar esos o tro s), co­
m enzando ya a su frir el ham bre — porque no hay duda de
que todo el ejército encerrado en M etz se halla reducido a
la ració n m ínim a— los cien m il hom bres de Bazaine
se en cu en tran en presencia de doscientos cincuenta m il ale­
m anes, todos repuestos por el saqueo de A lsacia y L orena
y por los inm ensos aprovisionam ientos de toda su erte que
han sido arrebatados a los tres cuerpos de F rossard, de Du
F ailly y de M ac-M ahon (q u itaro n a este últim o hasta su
vajilla, su tesoro y su c a r te r a ) ; im poniendo dos m illones
de contribuciones en dinero, y contribuciones inm ensas en
provisiones de to d a especie a los hab itan tes de las ciuda­
des tom adas; envalentonados ta n to por ese saqueo como
por sus victorias, los alemanes, al contrario, están en una
disposición excelente. Son m andados por buenos oficiales,
sabios, conscientes, in telig en tes, aguerridos, y en los cua­
les la ciencia y la in telig en cia m ilitares se unen a una ab­
negación y a una disciplina de esclavos an te su jefe coro­
nado. M archan adelante como esclavos exaltados, conscien­
tes y altiv o s de su esclavitud, oponiendo a la b ru talid ad
ignorante de los oficiales franceses, su b ru talid ad in te li­
g en te y sabia. Son m andados por generales igualm ente in ­
telig en tes, y de los cuales dos sobre todo, el general M o lt­
ke y el príncipe Federico Carlos, parece que están en tre
los p rim eros de E uropa. P o r o tra parte, siguen un plan des­
de hace m ucho tiem po m editado, com binado y que no tu ­
vieron necesidad de cam biar h asta aq u í; m ientras que el
ejé rc ito francés, habiendo sido conducido prim eram ente sin
plan, sin idea, reducido al extrem o (s ic ) debe crearse uno,
inspirado por la desesperación, lo que a l m enos ex ig iría
genio, y Bazaine y M ac-M ahon, por excelentes generales
que puedan ser, no son de n in g ú n modo hom bres de genio.
CAR TAS A UN .FRANCES 73

Yo no sé si M oltke es un hom bre de g en io ; pero es evi­


dente que, en -todo caso, los p rusianos, a fa lta de genio, tie ­
nen el estudio, la prep aració n y la ejecución in telig en tes
de un plan establecido que siguen sistem áticam ente, u n ien ­
do u na g ran audacia a una g ran prudencia. T odas las p ro ­
babilidades están, pues, en favor de lo s prusianos.
Se dice que el ejército que se h a reform ado o que se ha
form ado de nuevo en C halons es de ciento cincuenta m il
hom bres. Yo no creo que cuente m ás de cien m il. P e ro su­
pongám oslo de ciento cin cu en ta m il: el ejército del P r ín ­
cipe heredero que avanza sobre P a rís y que ha p enetrado
y a en Chalons, es de doscientos m il hom bres. E n todo caso,
es su p erio r en núm ero al ejército de M ac-M ahon; es supe­
rio r tam bién por su organización, p o r su d iscip lin a y, so­
bre todo, por su adm inistración. E l ejército de M ac-M ahon
debe de te n e r todas las d esv en tajas de un ejército im provi­
sado. A caba de abandonar a Chalona p ara m archar hacia
Reím s, M eziers y M ontm edy en socorro de B azain e; p ru e­
ba de que Bazaine se en cu en tra en una posición m uy c ríti­
ca y que es de aquí en ad elan te incapaz de lib rarse por sí
mismo.
P a ra este m ovim iento estratégico, como se dice g lorio­
sam ente por los diarios de P arís, M ac-M ahon ha dejado en
descubierto a P arís. Y no hay duda de que el P rín cip e h e ­
red ero m archa resueltam ente sobre P arís, dejando a su p r i­
mo, el p rín cip e F ederico C arlos, a S teinm etz y a V ogel von
F alk e n ste in el cuidado de m an ten er en jaque a los dos
ejército s de Bazaine y de M ac-M ahon, m isión que ellos no
d ejarán sin duda alguna de cu m p lir con honor, porque los
tre s ejército s alem anes reu n id o s y obrando de acuerdo, dán­
dose la mano, presen tan u n núm ero de com batientes m ás
grande que el de los dos ejército s de M ac-M ahon y de B a­
zaine jun to s, ejército s que, por lo dem ás, están separados
y que probablem ente no lleg arán jam ás a unirse.
M ien tras que estos tre s ejército s alem anes tien en en ja ­
que a los dos ejército s franceses, el P rín c ip e real^ a la ca­
beza de ciento cincuenta y quizás de doscientos m il hom ­
bres, m archa sobre P arís, que no tien e p ara oponerle m ás
que tre in ta m il hom bres de tro p as regulares, doce m il sol­
dados de la M arina, d istrib u id o s en los fu erte s y ochenta
m il guardias nacionales apenas arm ados.
74 OB&AS DE MIGUEL BAKUNIÑ

Yo espero que P a rís le opondrá una resisten cia deses­


perada, y confieso que únicam ente sobre esa resisten ­
cia se apoyan actualm ente m is proposiciones, m is p ro ­
yectos. P e ro sé, tam bién, que los prusianos son tan in ­
te lig e n te s y p ruden tes como audaces, que no avanzan n u n ­
ca sin cálculo y sin haber p rep arad o todos los elem entos
del éxito. Y, además, P a rís se encuentra en poder de la reac­
ción. ] D ios sabe cuántos in trig an tes y traid o res h ay en este
m om ento en medio de P arís, en el seno del mismo Go­
b iern o ! ¡Q u ién sabe si los p ru sian o s no tien en in te lig e n ­
cias con P a rís I
E n todo caso, es ev id en te que, desde el punto de vista
de la estrateg ia, de la táctica, en una palabra, de la p osi­
ción m ilitar, todas las v en tajas están de parte de los p ru ­
sianos, todas las probabilidades están p o r ellos, hasta el
p u n to de que se puede p robar m atem áticam ente, consideran­
do siem pre la cuestión desde el p u n to de v ista m ilitar sólo,
que los grandes ejército s franceses deben ser d estruidos y
que P a rís debe caer en m anos de los prusianos.
A hora, dejem os a un lado el p u n to de vista m ilita r y
considerem os esta lucha gigantesca en tre dos grandes E s ­
tados que com baten p o r la hegem onía de E uropa, e n tre el
Im perio francés y el Im p erio alemán, bajo el aspecto eco­
nómico, ad m in istrativ o y político. Y no es dudoso que esta
g u erra sea tan ruin o sa para A lem ania como p ara F ra n c ia ;
pero es igualm ente cierto tam bién que la posición econó­
m ica de A lem ania, en este m om ento, es m il veces p re fe ri­
ble a la de F rancia. Y a p o r esta sim ple razón de que la
g u erra no se hace en A lem ania, sino en F rancia. Luego
porque A lem ania está cien veces m ejor adm in istrad a que
F rancia, saqueada en este m om ento por los alem anes y por
sus propios ladrones, p o r la A dm inistración im perial.
L a buena organización de las nuevas fuerzas, cuya fo r­
m ación sin duda será im puesta p o r esta g uerra tan to a A le­
m ania como a F rancia, depende de la bondad, de la h o n ra­
dez relativ a, de la inteligencia, de la energía, de la h ab ili­
dad, de la buena experiencia y de la actividad de las A dm i­
nistraciones. P u es bien, la A dm inistración alem ana es, como
todo el m undo lo sabe, relativam ente excelente; la A dm i­
n istra ció n francesa es detestable. E sta ú ltim a rep resen ta el
m áxim o de deshonestidad, de p illaje, de incuria y de in e r­
CAR TAS A UN FRANCES 75

cia; la otra, al contrario, rep resen ta el m áxim o de trabajo


concienzudo, de relativ a honradez, de in telig en cia y de ac­
tividad. L a A dm inistració n francesa, p rofundam ente des­
m oralizada por veinte años de régim en im perial, lo está aún
más por los desastres que acaban de h e rir a F ran cia y por
la agitación p o p u lar provocada como consecuencia en to ­
das partes. E stá anulada desde que el régim en im perial ha
caído de hecho, si no de derecho. N o cree ya en su propia
existencia, es un general ¡sálvese e l que pueda! y, en me­
dio de esta confusión suprem a, ha p erd id o lo poco que te­
n ía de cabeza, de energ ía y de aliento, y no ha conservado
más que una sola fa c u lta d : la de m e n tir y de robar. L a A d­
m in istració n alem ana es, al contrario, más en tu siasta, más
honrada, más in telig en te, m ás en érg ica y m ás activa que
nunca, y funciona, no en medio de un país invadido, sino
de un país tranquilo, lleno de buena voluntad, sostenido
p o r el entusiasm o de las poblaciones. P o r consiguiente, es
evidente que creará, en m enos tiem po, más y m ás que la
A d m in istració n francesa.
D esde el p u n to de vista político, todas las v en tajas es­
tán del lado de los alem anes igualm ente. L as v iejas di­
visiones del país, se han borrado, desvanecido, an te el g ran
triu n fo de la A lem ania u n itaria. Los alem anes están llenos
de entusiasm o, unidos en un mism o sen tim iento de va­
n id ad y de aleg ría p atrió tica. E sta g u erra se ha conver­
tid o para ellos en una guerra nacional. E s la raza germ áni­
ca que, después de tan to s siglos de hum illación, viene, al
fin, a tom ar su puesto en E u ro p a como im perio dom inan­
te ; quiere d estro n ar a Francia. E sta d seg u ro s: los obreros
.alem anes m ism os, aun haciendo p ro te sta s de sus sen tim ien ­
to s internacionales, no pueden preservarse de las inva­
siones de este contagio patrió tico , de esa p este nacional.
E ste entusiasm o que toca en la locura, puede convertirse
en un inm enso peligro p ara el R ey de P ru sia si vuelve ven­
cido, o aun con v icto rias estériles, con las m anos v a c ía s; si
no arranca a F ran cia la A lsacia y la L o ren a; si no la a n i­
quila y no la reduce al estado de vasallo de A lem ania. P ero
en este in stan te, es in co n testab le que esa disposición exal­
tad a de los esp íritu s en A lem ania le favorece inm ensam en­
te, perm itiéndole obtener de los alem anes, p o r la fuerza,
76 O-BÍÍAS DE MIGUEL BAKUNIN

todos los soldados y todo el dinero que podrá necesitar para


llevar a buen fin sus victorias, sus conquistas.
E n presencia de esta exaltación germ ánica, ¿cuál es la
disposición de los esp íritu s en F ran cia? E s el abatim iento,
el desaliento, una postración com pleta. E s el estado de si­
tio en todas p a rte s; en todas p artes las poblaciones enga­
ñadas, inseguras, inertes, paralizadas, encadenadas. E n este
m om ento suprem o en que F ran cia no puede ser salvada más
que por un m ilagro de la en erg ía popular, G am betta y com­
pañía, siem pre inspirados por su p atriotism o y su b u rg u e­
sismo, perm iten a esa tu rb a b o n ap artista que tien e el P o ­
der y la A dm inistración en sus manos, m atar d efin itiv a­
m ente el esp íritu popular en Francia.
G am betta y com pañía en treg an a F ran cia a l enem igo. .
Se siente disgusto, duele el corazón cuando se leen las
m entiras oficiales y las expresiones del patriotism o h ip ó ­
c rita de los funcionarios franceses. H e aquí lo que he le í­
do en la G azzetta d i M ila n o :
“P arís, 25 de agosto.—E l p refecto del departam ento del
M arne anuncia que la p arte sep ten trio n al del círculo de
V itry está ocupado por las fu erzas prusianas. Se han dado
órdenes para oponerse a la m archa del enem igo por to ­
dos los medios posibles. E l patriotism o de las poblaciones
se asocia igualm ente a la ejecución de las m edidas prescri­
tas, que serán d irig id as p o r oficiales de Ing en iero s”, etcé­
tera.
H e ahí adónde se ha lleg ad o : ¡el prefecto de un d ep ar­
tam ento, abandonado por el ejército de M ac-M ahon a la
invasión de doscientos m il prusianos, declara que ha tom a­
do m edidas para d eten er un ejército ta n form idable, y que
el patriotism o de las poblaciones ayuda a la ejecución
de las m edidas enérgicas que acaban de ser p rescritas!
¿N o es eso de una estupidez y de una desfachatez deses­
perantes y disgustantes?
A pesar de la in ferio rid ad de los dos ejércitos fran ce­
ses, habría habido un m edio seguro de deten er al enem igo
y de im pedirle tam bién que se acercase a los m uros de
P arís. Si se hubiese ejecutado lo que los diarios de P a rís
d ijero n en el prim er m om ento de desesperación; si, tan
pro n to como la n o ticia de los d esastres franceses llegó a
P arís, en lugar de proclam ar el estado de sitio en esta ca­
CARTAS A UN FRANCES 77

p ital y en todos los departam entos del E ste, se hubiese p ro ­


vocado la sublevación en m asa de las poblaciones de esos
d ep artam en to s; si se hubiese hecho de los dos ejército s, no
el único m edio de salvación, sino dos p u n to s de apoyo para
u n a form idable g u erra de insurrectos, de g u errillas, de ban­
didos si fuese n ecesaria; si se hubiese arm ado a los cam pe­
sinos, a los obreros, dándoles fu siles en lugar de g u a d a ñ a s;
si los dos ejércitos, echando a un lado todo o rgullo m ilitar,
se, hubiesen puesto en relaciones fratern ales con los cu er­
pos franceses innum erables que se habrían levantado al
llam am iento de P arís, para apoyarse m utuam ente, en to n ­
ces, aun sin la asistencia de todo el resto de F ran cia, P a rís
se habría salvado, o al m enos el enem igo habría sido d e te ­
nido bastante tiem po p ara p erm itir al G obierno revolucio­
nario organizar fuerzas form idables.
Pero, en lu g ar de todo eso, ¿qué vemos hoy, en presen-
cia de un peligro ta n te rrib le? Sabéis que desde hace a l­
gún tiem po, los diarios reaccionarios, La L ib erté, p o r ejem ­
plo, han pedido a voz en g rito la abolición de la ley que
im pide el com ercio libre de las m uniciones y de las arm as,
que constituye un m onopolio no concedido por el G obierno
más que a algunos privilegiados, a los hom bres seguros.
E sto s periódicos han dicho, con razón, que esa ley, dictada
por la desconfianza y sin m ás objeto que el de desarm ar
al pueblo, tuvo por co n secu en cia: la in ferio rid ad de arm a­
m ento, la falta de arm as y la carencia de hábito del pueblo
fran cés para m anejarlas. H abiendo propuesto u n diputado
de la izquierda, F erry , u n proyecto de ley que abolía esta
restric ció n tan fu n esta de la libertad com ercial, la Comi­
sión del Cuerpo legislativo, nom brada, como todas las co­
m isiones, por la m ayoría b o napartista, recom endó a la C á­
m ara rechazase dicho proyecto. H e aquí, pues, el esp íritu
que les anim a hoy todavía. ¿N o es evidente que tien en la
traició n en el corazón?
R esum o esta p arte de m i carta. De todo lo que acabo de
decir y de dem ostrar, re su lta evidentem ente:
P rim o: Que los m edios regulares, los ejército s regulares,
no pueden salvar a F ran cia.
S ecundo: Q ue ya no puede ser salvada más que por una
sublevación nacional.
78 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

E n m i te rc era carta probaré que la iniciativa y la orga­


nización de la sublevación po p u lar no puede p ertenecer a
P a rís ; que ahora corresponde a las provincias.

* * *

27 de agosto
Creo haber probado su ficientem ente que F ran cia no pue­
de ser salvada por los m edios regulareá, por los medios del
'E stad o . P ero, ap arte de la organización a rtific ia l del E s­
tado, no hay en una nación más que el pueblo; por consi­
guiente, Francia no puede ser salvada más que por la acción
inm ediata no política del pueblo, por la sublevación en
masa de todo el pueblo francés, organizándose espontánea­
m ente de abajo arriba, p ara la g u erra de destrucción, la
gu erra salvaje a cuchillo.
C uando una nación de tre in ta y ocho m illones de hom­
bres se levanta para defenderse, resuelta a d estru irlo todo
y a dejarse ex term in ar con todos sus bienes antes que so­
p o rtar la esclavitud, no hay ejército en el mundo, por sa­
biam ente organizado y provisto de arm as extrao rd in arias
que esté, que pueda conquistarla.
T o d a la cuestión está en saber si el pueblo francés es
capaz de una ta l sublevación. E s una cuestión de fisiología
h istó rica nacional. E l pueblo francés, por una serie de des­
envolvim ientos históricos, bajo la in flu en cia del bienestar
y de la civilización burguesa, ¿se ha hecho incapaz de re ­
soluciones suprem as y de pasiones salvajes, y prefiere la
paz con la esclavitud a una lib ertad que debería com prar
a costa de inm ensos sacrificios, o bien ha conservado, al
m argen de esa civilización co rruptora, toda, o al menos
una parte, de la potencia n atu ra l y de esa savia prim itiva
que lo hizo una nación poderosa?
Si F ran cia no estuviese com puesta más que de la b urgue­
sía francesa, no vacilaría en resp o n d er negativam ente. La
burguesía, en Francia, como en casi todos los otros países
de la E uropa occidental, co n stitu y e un cuerpo inmenso, in ­
fin itam en te más num eroso de lo que se piensa, y que ex tien ­
de sus raíces hasta el p roletariado, cuyas capas superiores
ha corrom pido un poco. E n A lem ania, a pesar de todos
C4-RTAS A UN FRANCES 79

los esfuerzos que hacen los periódicos socialistas para p ro ­


vocar en el p ro letariad o el sentim iento y la conciencia de
su antagonism o necesario an te la clase burguesa (K lassen-
bew ustein, K la ssen ka m p l), los obreros, y en p arte tam bién
los cam pesinos, están com pletam ente cogidos en las m allas
de la burguesía, que los envuelve por todas p artes con su
civilización y hace p e n e tra r su esp íritu en sus masas. Y esos
mismos escritores socialistas que tru en an contra la b u rg u e­
sía, son burgueses de los pies a la cabeza; propagandistas,
apóstoles de la p o lític a burguesa, y, p o r una consecuencia
necesaria, m uy a m enudo, sin saberlo y sin quererlo, los
defensores de los in tereses de la burguesía co n tra el p ro ­
letariado.
E n F rancia, los obreros están m ucho m ás enérgicam en­
te separados de la clase bu rg u esa que en Alem ania, y tie n ­
den a separarse cada día más. Sin em bargo, la in flu en cia
d eletérea de la civilización burguesa no ha dejado de co­
rrom per algo al p ro letariad o francés. E sto explica la
in d iferencia, el egoísm o y la fa lta de energía que se ob­
serva en ciertos oficios m ucho m ás retrib u id o s que los otros.
Son sem iburgueses po r in terés y tam bién por vanidad, y
son adversarios de la revolución, porque la revolución los
arruinaría.
La burguesía constitu y e, pues, un cuerpo m uy resp eta­
ble, m uy considerable y m uy num eroso en la organización
social de F rancia. P e ro si to d a F ran cia fuese burguesa en
este mom ento, en p resen cia de la invasión pru sian a que
m archa sobre P arís, Francia estaría perdida,
L a burguesía ha pasado ya su edad heroica, no es capaz
de resoluciones suprem as como en 1793, porque después de
esa época, rep u esta y satisfecha, descendió siem pre. S acri­
ficará, en caso de necesidad, hasta la vida de sus hijos,
pero no su posición social y sus bienes, a la satisfacción de
una gran pasión, a la realización de una idea. A ceptará to ­
dos los yugos alem anes y p rusianos posibles, an tes que r e ­
n u n ciar a sus p riv ileg io s sociales, antes que igualarse eco­
nóm icam ente con el pro letariad o . Yo no d iré que carezca de
patriotism o. A l co n trario , el patriotism o, tom ado en su sen­
tido más exclusivo, es su v irtu d esencial. Sin quererlo con­
fesar nunca, y frecu en tem en te sin que ella m ism a lo dude,
adora a la patria, pero np la adora más que porque la pa­
80 OBRAS DE MIGUEL BTAKUNIN

tria , representada por el E stado y no absorbida por el .Es­


tado, le garantiza sus privilegios políticos, económicos y so­
ciales. U na p a tria que cesara de hacerlo, cesaría de ser tal
para ella. P o r tanto, para la burguesía, la p atria es el E sta­
do. P a trio ta del Estado, .se convierte en enem iga furiosa
de las masas populares, siem pre que, cansadas de serv ir de
cebo al gobierno y de pedestal pasivo y sacrificadas siem­
p re a l E stado, se rebelan contra é s te ; y si la burguesía tu ­
viese que escoger entre las masas rebeladas contra él E s­
tado y los prusianos invasores de F rancia, optaría cierta­
m ente p o r estos últim os, porque, por desagradables que
sean, son, sin embargo, los defensores de la civilización,
los rep resen tan tes de la idea del E stad o contra toda la ca­
n alla popular del mundo. L a b u rguesía de P a rís y la de
F rancia, ¿no han optado, por esa mism a razón, en 1848 por
L u is B onaparte? ¿No conserva todavía el régim en, el go­
bierno, la adm inistración de N apoleón I I I , después q u e se
ha hecho evidente para todo el m undo, que ese régim en,
ese gobierno, esa adm inistración han llevado a F ran cia «1
abism o (1 ); la burguesía de P arís y la de F ran cia en tera
no las conserva sino porque teme, porque sabe que su caí-

.(1) Leed «1 dis'e'urso, las opiniones de Gambetta, en la sessión del 23 de


agosto en el Cuerpo leg islativo. Son d el m ás alto interés y vienen en apoyo de
lo que yo fie dicho:
“ Gambetta.— E s cierto que cuando un pais com o Francia a tra v ie sa la hora
m á s dolorosa d e su h istoria, hay un tiem po para callar. [E xcu sa ridicula d e su
acción in excu sab le.] Pero e* evidente que hay tam bién XIn tiem po para hablar.
[E s cuando s e hizo evidente que Palikao, Trochu y Thiers, a quienes habla
tontam ente, traidoram ente sostenido h asta allí, no querían aceptarlo en el Co­
m ité d e D efensa. A ntes había encontrado ú til y bueno que se engañase y *«.
p aralizase la acción del pueblo parisién, en nombre del patriotism o. Habla
participado en la m entira oficial; ahora, .protesta.] P ues bien, ¡ s e cree que la
clausura reclamada por el señor M inistro y a la cual nos resignam os desde hace
algunos días ( Interrupción.) sea verdaderam ente una respuesta digna del pueblo»
en m edio de sus ansiedades y de sus angustias? (R uidosas interrupciones.) S i
vosotros no os angustiáis, vosotros que habéis atraído el extranjero al suelo da
la patria... (V iv a aprobación en la izquierda. R uidosas exclam aciones y gritos:
I Al orden, al orden I)
"El Presidente.—Señor Gambetta, oiga la s protestas que sus palabras pro­
m ueven...
"Girault (el cam pesino).—SI, queremos protestar, nuestro silen cio ha dura­
do dem asiado.
"Rotisin,— E s o no es discusión, es la injuria...
"Vendré— Y la injuria mfis grave que se puede hacer a la Cámara...
” U na voz.— ¡E s la guerra c iv ill
” E1 Presidente.—N o se puede perm itir la perturbación d el país con sem e­
jantes palabras...
"G am betta,— |L a guerra c iv ill, se dice, |Y o no he vacilado jam ás en fu sti­
gar, en condenar los m edios que no son reconocidos por la le y ! [H e aquí al
abogado y al burgués moderno, todo en una p ieza.] E l patriotism o no consiste
«n í d 9 m jecer ^ la s poblaciones. [Y sin embargo, durante más de quince d ías ha
CARTAS. A UN FRANCES 81

da sería la seSal de la revolución popular, de la revolución


social. Y este tem or es ta n poderoso que la hace conscien­
tem ente traid o ra a la p atria. E s b astan te in te lig e n te para
com prender, y está bastan te bien inform ada de que este
régim en y esta adm inistració n son incapaces de salvar a
F ran cia, que no tienen ni la v o lu n tad ni la in telig en cia, n i
el poder, y a pesar de eso los m antiene porque tem e to d a­
vía más la invasión de la civilización b u rg u esa por la b a r­
b arie popular que la invasión de F ran cia por los prusiano!.
Con todo, la burguesía, toda la bu rg u esía francesa, se
m uestra, en esta hora, sinceram ente p atrio ta. D etesta cor­
dialm ente a los prusianos, está d isp u esta a h acer grandes
sacrificios en soldados tom ados en g ran p arte al pueblo, y
e n dinero cuyo pago recaerá necesariam ente ta rd e o tem ­
prano tam bién sobre el pueblo, p ara ex p u lsar al invasor in ­
solente que am enaza el te rrito rio francés. Sólo que quiere
en absoluto que todos los p roductos de esos sacrificio s po­
p u lares y burgueses sean concentrados exclusivam ente en
m anos del E stado, y que, en tan to sea posible, todos los vo­
lu n tario s arm ados sean tran sfo rm ad o s en soldados del e jé r­
cito regular. E n tien d e que toda in iciativ a in d ividual de una
organización ex trao rd in aria, sea financiera, sea ad m in istra­
tiva, sea higiénica, sea m ilitar, no puede ser tolerad a ni p e r­
m itid a sino a condición de que se som eta a la v ig ilancia in ­
m ediata del E stado, y que los cuerpos francos, por ejem-
dado la mano a los que las han adorm ecido], en alim entarlas de ilu sion es; con­
sis te en prepararlas para recibir al enem igo, par* rechazarlo o para sucum bir
b ajo los escom bros. H em os hecho b astan tes concesiones ( Mu y b íe n l), nos He­
m os callado bastante tiem po [dem asiado lar^o tiem po, y h oy el tiem po de
Gam betta ha pasado sin ap elación ], el silen cio ha puesto un velo sobre los
^acontecimientos que se precipitan. | Yo estoy convencido de que el país rueda,
sin verlo, h acia el abism ol (|E 1 orden del día, el orden del d ía !)
"E l P resid en te.— P ido al señor Gam betta que no prom ueva discu siones sin
m otivo y sin con clu sión posible.
"Gambetta.— N o puede haber d iscu sión m ás ú til que la que con sistiera en
darse v irilm ente cuenta de la situación.
"Champigny.— Y en hacerla conocer al enem igo.
"G ambetta.— H ace nfucho tiem po que nuestros enem igos la conocen; los que
no la conocem os som os nosotros.
"Arago.— ]S e ex ig en armas, y en viáis a lo s departam entos con sejeros de E s­
tado!
"Gambetta.— E n cuanto a m í, señ ores, tengo e l se n tim ien to de m i respon sa­
b ilid a d . M i conciencia m e d ic e que la población de P a rís tie n e n ecesidad de
s e r in stru id a , y lo que y o quiero es in stru irla . ( ¡ E l orden d el día, el orden
d el d ia l)"
E s evid en te que G ambetta ha tom ado ahora la resolución, pero dem asiado
tarde, de in icia r la p o lítica jacobina. Nada m ás d ivertido que ver el espanto
causado por Gambetta a todos lo s periódicos reaccionarios de F rancia y de Ita lia
tam bién. (B ak u n in .)
82 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

pío, no puedan organizarse m ás que p o r interm edio y bajo


la responsabilidad personal de los je te s autorizados y pa­
tentados por ^ 1 E sta d o , de pro p ietario s o de burgueses bien
conocidos, b ien establecidos, de “ gentlem en” o de hom bres
de categoría, en una palabra. De este modo, los hom bres
del pueblo, que co n stitu irían p arte de los cuerpos francos
cesarían de ser peligrosos. M ás que eso, si sus jefes saben
com portarse, si saben org an izad o s, dirig irlo s, podrán vol­
ver, en caso de necesidad, estos cuerpos francos contra u n a
in su rrecció n popular, como se hizo en ju n io con los g u ar­
dias m óviles de P a rís (1).
Bajo este aspecto, los burgueses de todos los colorea,
desde los reaccionarios más trasnochados hasta los jacobi­
nos m ás rabiosos, están unánim es: no com prenden y no
quieren 7a salvación de Francia m ás que por m edio y p o r
interm edio único del Estado, de la organización regular d el
Estado.
Las diferencias que los separan sólo son fo rm ales:
la organización, la dom inación del E stado y sobre los
hom brea a los cuales se confiará la dirección del E sta d » ;
pero todos quieren igualm ente la conservación del E stad o
y eso es lo que los reúne a todos en una sola y misma’ tra i­
ción a F rancia, que ya no puede ser salvada más que por
los m edios que im plican la disolución del Estado.
Los im perialistas quieren, si es posible, la conservación
del E stad o im perial. D esesperaban de ello hace quince días.
A hora, gracias a la Culpable cobardía del P a rtid o R adical,
que los ha dejado ex istir, más que eso: que les ha dejado el
P o d er oficial, creyendo que no sería ya en sus m anos m ás
que u n vano sim ulacro, ú til p ara evitar una revolución que
te m ía; ahora, los im perialistas levantan la cabeza. No han
perdido su tiem po, y, m ientras los fraseólogos de la izquier-

(1) Como ruso, me v e o en la necesidad desagradable de prevenir a m is


am igos, lo s so cia lista s revolucionarios franceses, contra los je fe s polacos.^ Co­
nozco m uchos polacos, y no encontré entre ellos m ás que dos o tres so c ia lis­
ta s sinceros. La inm ensa m ayoría es n acion alista rabiosa. La inm ensa m ayoría
de la inm igración polaca era devota, hasta estos ú ltim os días, de lo s Ñapo*
leones, porque había esperado locam ente que los N apoleones irían a la lib e ­
ración de su patria. Los polacos son conservadores por p osición y por tradición*
L o s m ás avanzados son lo s dem ócratas m ilitares. Sus periódicos m ás rojos re*
chazan .u n án im em en te el socialism o, al que casi todos los polacos tien en horror,
menos el pueblo polaco, sin duda, que no tuvo nunca ni voz ni acción, y cuyo*
in stin tos con so cia lista s, com o en general los instintos y los intereses de todas
la s m asas populares. (B akunin.)
CMK7V1S A UN FRANCES 83

da, cum plim entados por su p atrió tica abnegación y m odera­


ción, se pavonean en l a contem plación vanidosa de su p re­
tendido poder, P alikao, el m in istro de la guerra, Chevreau,
el je su íta y el favorito de la E m peratriz, m in istro del I n te ­
rior, Jerónim o David, el an te rio r ayuda de campo de Plon-
plon, y D uvem ois, el en o tro tiem po confidente de N apo­
león I I I , aprovechando su posición y el inm enso poder que
la centralización les daba, ex ten d iero n una nueva re d por
toda F ran cia, no para acelerar la defensa, el arm am ento, la
sublevación p a trió tic a del país, sino, al contrario, p ara com­
p rim irla y p aralizarla en todas las ciudades, y aun para
hacer rev iv ir en el campo el pensam iento y las sim pa­
tías napoleónicas. Se han servido de sus p refecto s y de sus
subprefectos, de sus alcaldes, de sus gendarm es y de
sus guardias rurales, y tam bién del celo m uy in teresad o de
los señores curas, para hacer en todas laa aldeas una inm en­
sa propaganda, rep resen tan d o a los com unistas, a los re p u ­
blicanos y a los orleanistas como traid o res que han e n tre ­
gado el E m perador y F ran cia a los prusianos. Y gracias
a la crasa ignorancia de los cam pesinos franceses, parece
que lo han logrado bastante bien. H an organizado en el
campo una especie de te rro r blanco contra los adversarios
del régim en im perial. ¿T en éis conocim iento de lo que aca­
ba de acontecer en la feria de H au teíay e (1), en D ordoña?
E l señor de M oneis hijo, joven de veintinueve años, aca­
ba de ser quem ado vivo por los cam pesinos, p o r no haber
querido g rita r: ¡V iv a el E m p era d o r! H e aquí lo que acabo
de leer hoy en La E m ancipation, periódico republicano de
T o u lo u se: “ Los diarios p rim ero (los D ebats y el Fígaro) ,
y después las cartas p articu lares, dan lam entables d etalles
sobre la especie de te rro r im perial que reina en el campo.
E n todas partes, los ciudadanos conocidos p o r sus ideas
dem ocráticas son m irados de través, am enazados, y frecu en ­
tem ente objeto de hechos brutales. Se d iría que se habría
lanzado una consigna, porque es general la mism a acu­
sación de haber traicionado al E m perador y entregado F ra n ­
cia a los prusianos. Los D ebats dan una carta de un p ro p ie­
tario de B ar-sur-A ube, y de otro de P o itiers. E l Fígaro
habla de una especie de “jaeq u erie” organizada en P icard ía.
( i ) P ueblo del cantón y departamento de Nontron, por lo cual se hablará
después al designar este hecho deí “crim en de Nontron”* (N ota del traductor.)
84 OBRAS DE M1GUJSL BAKUNIN

Y o mismo he recibido cartas de varios am igos de la Cha-


ren te In ferio r, del Ise r y de la G iroñda. E l espantoso c ri^
men de N ontron no es m ás que un episodio en tre m uchos
otros de la misma naturaleza.” Y he aquí lo que dice el
PeupJe Franqais, antes diario del señor D uvernois, que hoy
eB m in is tro : “He aquí un hecho como para hacer reflexionar
a las personas que afectan tra ta r al Im perio y al E m perador
como inexistentes ya. E l señor Conde d’E stournel, d ip u ta­
do del Somme, habiendo ido recientem ente a su d ep arta­
m ento, daba allí noticias de la gu erra a un grupo. “¿Y el
E m perador” —se le preguntó con interés—. “¿E l E m pera­
dor? Pronunciarem os su decadencia.” La población, in d ig ­
nada lo derribó a golpes y le había puesto ya la cuerda al
cuello para ahorcarlo, pero g racias a la intervención... etc.,
etc... E stam os lejos sin duda de ju stificar estos actos de
violencia, pero... etc.”
H e ahí lo que es claro, ¿no es verdad? ¿N o tengo razón
al decir que el M inisterio no p ierd e su tiem po? Los bona­
p artistas adquieren decididam ente fe en sí mismos y en el
régim en im perial. A hora, he aquí lo que he leído en L a L í-
herté: “Rouher, Schneider, P ersig n y , B aroche y el general
T rochu, asisten a todos los consejos de m inistros.” Y he
aquí aún una correspondencia de la Gazzeta. d i T o n no:
“P arece que se ha prom ovido últim am ente una discusión
bastante seria entre el general T ro ch u y el conde Palikao.
E ste últim o quería alejar absolutam ente de P arís a la
G uardia M óvil, en tanto que el general T ro ch u quería con­
servarla. E s la E m peratriz la que había exigido obstinada­
m ente esta medida al conde de Palikao. No puede perdonar
a la G uardia Móvil el haber in su ltad o a N apoleón I I I en
Chalons, y teme que en la p rim era circunstancia se m ues­
tre enem iga de la dinastía. T ro c h u no quería ceder, P alikao
in sistía ; T hiers los puso de acuerdo en nombre de la pa­
tria. No es ésta la única oposición que el general T ro ch u
encontró por parte del m in istro de la guerra. Q uería le­
v an tar la prohibición pronunciada contra los cuatro diarios
radicales, y exigía tam bién la d estitu ció n del prefecto de
policía, P ie tri; pero debió ren u n ciar a ello ante la oposi­
ción obstinada de los m inistros. L a E m p eratriz ejerce en
P arís la misma influencia fu n esta que Napoleón I I I en el
ejército. E s indudable que la p resencia del E m perador per-
CARTAS A UN FRANCES 35

’ju d ica m ucho la acción libre de M ac-M ahon, que debe ocu­
parse m ás de defen d er la persona im p erial que de la lucha
co n tra el enem igo. H a sido in vitado a re tirarse, pero se obs­
tin a en perm anecer allí, a pesar de que el descontento de
los soldados hacia él crece cada día... Sabéis que R ouber,
Baroche, P ersig n y , G ran ier de Cassagnac, D ugué de la F au -
connerie, lo han visitad o en Reims... E s evidente que existe
un Gobierno personal oculto, del cual el G obierno o sten si­
ble, en la m edida de lo que puede, es el m uy hum ilde ser­
vidor,"
E n fin, la sesión del C uerpo leg islativ o (del 23 al 24 de
agosto) prueba que el M in isterio se cree b astante fu erte
para poder echar a u n lado la m áscara. P alik ao ha dicho
que, al rechazar la proposición de K eratry —concerniente a
los nueve o tre s d iputad o s elegidos por la Cám ara, p ara ad ­
ju n ta r al Com ité de D efensa de P a rís—, "los m in istro s han
quedado d entro de la leg alid ad ”. Y he aquí el resum en del
discurso de D uvernois:
“La Cámara, dando su confianza al M inisterio, nos da la
posibilidad de realizar n u estra noble ta re a : la de defender
a F ran cia contra la invasión, y la de d efen d er estrictam en­
te el orden interior, porque el orden en el in terio r es la
condición de n u e stra seg u rid ad co n tra el enem igo. N o po­
demos asociarnos a la prop o sició n del señor K eratry , por­
que sería asociarnos a la violación de Ja C on stitu ció n que
nos protege, que pro teg e las libertades públicas, de la Cons­
titu ción que, sabedlo bien, no dejarem os violar, por cual­
qu ier poder que sea. N o somos el M in isterio de un golpe
de E sta d o ; ni de u n golpe de E stado p arlam en tario , n i de
un golpe de E stado m onárquico. Som os un M in isterio par­
lam entario. Q uerem os apoyarnos en la Cámara, y nada más
que en la Cámara [no sobre el pueblo de P arís, sino sobre
esa Cámara, porque la inm ensa m ayoría de ella es bonapar-
tista], y perm itidm e que os diga que n u estro respeto hacia
la C onstitución es v u estra garantía...
"Voces.—Eso es una am enaza.
"D uvernois.—No, no es una am enaza. Q uiero d ecir sólo
que tenem os el deber, nosotros, Gobierno, de respetar la
C onstitución en v irtu d de la cual estam os e n el P o d er y en
v irtu d de la cual gobernamos...
"Palikao.'—'Com batirem os a n u estro s enem igos ex terio res
86 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

en ta n to que hayam os librado a n u estra patria. L o s enem i­


gos in terio res serán reducidos a la im potencia. T engo en
m is m anos todos los poderes para eso y respondo de la tran­
quilidad de París.
" T h ie rs.—E l señor M in istro de Comercio ha invocado
aquí el in terés de las instituciones... F ran cia combate por su
independencia, p o r su gloria, por su grandeza, por la invio­
labilidad de su suelo: por la derecha, por la izquierda, en
todas partes, he ahí por lo que combatimos... P ero no ha­
gáis in terv en ir aquí las in stitu cio n es; nos forzaríais a re ­
cordaros que ellas son, más que los hombres, las autoras
de nu estro s m ales.”
V eis, pues, que los b o n ap artistas no han abandonado to-
todavía su parte. T ienen el P o d er y toda la gente innum era­
ble de una gigantesca ad m in istració n apoyada en el clero
y en ellos. T ra ta rá n do hacer coronar al P rín cip e im perial,
y, si no pueden, aprovecharán su p oder para venderse bien
caros a los O rleans.
L a burguesía leg itim ista, y o rleanista sobre todo, hoy
m ucho más num erosa que la burguesía b onapartista y la
rad ic al tom adas en conjunto, se enm ascara com pletam ente
tras las frases de un patrio tism o desinteresado, pues su
tiem po, el tiem po de los O rleans, no ha venido todavía, p o r­
que es por com pleto im posible a estos últim os volver con
los prusianos. P o r lo demás, no se cuidan de ningún modo
de ace p tar la herencia de N apoleón I I I ; no quieren ni su he­
ren cia política, ni su h erencia adm inistrativa, ni su heren ­
cia financiera, y esto por m uchas razones. Prim ero, les se­
ría excesivam ente desagradable com enzar su reinado con
m edidas de terro rism o y de salvación pública, in d is­
pensables para lim piar a F ran cia de la canalla bonapar­
tista. No quisieran com enzar tam poco su reinado con la
bancarrota, y la b ancarrota será inevitable para todo E sta ­
do que suceda al reino de Napoleón, pues ninguno podrá
fundarse con el d éfic it inm enso que legará a su sucesor.
H ace ya m ucho tiem po, desde 1863 y 1864, que los orleanis-
tas h an d ic h o : “E s preciso que los republicanos vengan p r i­
m ero, que hagan tabla rasa en la A d m in istració n ; que ha­
gan, sobre todo, la b an ca rro ta; después irem os nosotros.”
Yo no me asom braría, de n in g ú n modo, de que T h iers, T ro ­
chu, D aru y tan to s otros, se declarasen prim ero a favor de la
CARTAS A IfN FRANCEá 81

R epública. Yo estoy convencido tam bién de que, sí la oca­


sión se presenta, lo harán. A l p rin cip io esto m archará bien;
serán, bajo el régim en republicano, los hom bres posibles,
ú tile s y, sea directam ente, sea indirectam ente, conservarán
u n a gran in flu en cia en el G obierno. N o tem en la república,
y tie n e n razón. Saben que la república de G am betta y com­
pañía no puede ser más que u n a república política, que ex­
clu irá el socialismo, las m asas populares, y confirm ará, re ­
forzará aún este sanctus sanctorum , esta ciudadela de la
b urguesía, el E stado. Saben que esa república, precisam en­
te porque se p resen tará como enem iga del socialismo, ba­
tid a por este últim o, se verá p ro n to forzada a abdicar en
provecho de la m onarquía, y que entonces los O rleans po­
drán volver a F ran cia en m edio de las exclam aciones de la
burguesía francesa y de la b urguesía de E uro p a entera,
como salvadores de la civilización y de la patria.
H e aquí en toda su v erdad y su in teg rid ad el plan de
los orleanistas. P o r consiguiente, podem os considerarlos
ahora, por hoy, como republicanos sinceros. Tío obstacu­
lizan el paso a G am b etta; al contrario, le im pulsarán al P o ­
der. Y no rae m aravillaré, de n in g ú n modo, de que m añana
o pasado m añana nos llegue la n o ticia de que G am betta y
com pañía (los P icard , los Favre, los J u lio Simón, los Pelle-
tan , los Grevy, los K eratry y tantos o tro s) han dado de
com ún acuerdo con T h ie rs y T ro ch u un golpe de E stado
republicano, a m enos que Palikao, Chevreau, D uvernois
y Jerónim o D avid hayan tom ado m edidas ta n enérgicas y
eficaces que hagan im posible un tal cam bio de escena. Pero
dudo que puedan im pedirlo, si G am betta se entiende con
T h ie rs y con T rochu.
Llegamos', pues, al P a rtid o R epublicano R adical jacobino,
al p artid o de G am betta. Supongam os que se apodera del
P o d er y de la d ictad u ra de P arís. ¿C reéis que quiera, que
p ueda dar la lib ertad de m ovim iento a P a rís y a F rancia?
No. M antenido en jaque p o r eí socialism o revolucionario,
estará obligado a hacerle una g u erra a m uerte, y será, podrá
ser, tan to más opresor cuanto que sus m edidas de opresión
te n d rá n apariencias de m edidas necesarias para la salva­
ción de la libertad. ¿P odrá, al menos, o rg an izar una fuerza
su ficien te para rechazar la invasión p ru sian a? No, m il ve­
ces no. Y voy a probarlo como dos y dos son cuatro.
OBRAS DE MIGUEL BAKU Ni N

Como jacobino, buscará necesariam ente la salvación de


F ra n c ia en la exageración del E stado. Si fuese siquiera fe­
d eralista, girondino, entonces, todavía, en vista' de la inva­
sión alem ana a las p u ertas de P arís, estaría forzado a rea­
lizar la m ás extrao rd in aria centralización. Creedlo bien, por
o tra parte, los jacobinos no se atrev erán ni aun a d estru ir
la A dm inistración actual, esa red de reacción bonapartista
que ahoga a Francia, y por dos ra z o n e s: la prim era, es que
después de haber dejado pasar quince o veinte días precio*
sos, d u ran te los cuales hubieran podido hacer la revolución
con m ucho menos p eligro p ara P arís y p ara ellos mismos, y
con m uchas más probabilidades de éxito que hoy, los rep u ­
blicanos de P arís h an llegado ahora a esta situación de no
poder em prender nada, de no poder hacer nada sin el con­
sen tim ien to y la cooperación de T ro ch u y de T h iers. P o r
consiguiente, T ro ch u y T h iers co n stitu irán parte del nue­
vo G obierno, del Gobierno de G am betta, a menos que para
derrib arlo s no haga G am betta una segunda revolución, lo
que le sería im posible, prim ero porque te n d rá por colegas
a republicanos como Picard, Ju lio F avre, J u lio Simón, P el-
letan y tan to s otros, todos tan reaccionarios como T h ie rs
y T rochu, pero que no poseen sus incontestables talentos,
ni su gran habilidad y su práctica. P ara expulsar a T h iers
y a T rochu, G am betta deberá expulsar prim ero del G obier­
no a estos republicanos m oderados. P ara eso ten d rá que
ap elar al verdadero pueblo de P arís, a los revolucionarios
socialistas, y ésto sería la m uerte de Gam betta. Sabe m uy
bien eso, y se dice a sí mismo las palabras que le d irig e
La L ib e r té del 26: “ No tenéis necesidad de hacer la revo­
lución, está ya hecha en los espíritus. Todo el m undo sien­
te hoy la irrevocable necesidad de ella. N o se tra ta m ás
que de una cuestión de opo rtu n id ad y de tiem po. ¿ P o r qué,
pues, esas im paciencias? Im prudentes, ¿no sentís, pues, que
si en lugar de esperar ia solución y de resolverla p o lítica ­
m en te, desencadenáis el león popular, seréis los prim eros
devorados?” H e ahí por qué G am betta no expulsará del
G obierno a ninguno de los republicanos m oderados, y por
qué no se expulsará a T h iers ni a T ro ch u . No los expulsará,
además, por otra razó n : no siendo un revolucionario socia­
lista, no pudiendo, por consiguiente, apoyar su acción fra n ­
cam ente sobre el proletariado, sobre los trabajadores, sobre
CARTAS A UN FRANCES 80
el pueblo, deberá forzosam ente buscar el apoyo de la b u r­
guesía más o m enos radical, ta n to como el del e jé r c ito ;.y .
bien, T h ie rs y T ro ch u le aseg u rarán uno y otro. De a h í que
sean indispensables, inevitables. P ero, con T h ie rs y T ro ­
chu, las m edidas radicales, aun desde el p u n to de v ista ex­
clusivo del jacobinism o revolucionario, serán im posibles, o
b ien no serán posibles más que co n tra el pueblo, co n tra los
revolucionarios socialistas, no co n tra la reacción burguesa.
E l últim o decreto de T rochu, su proclam a del 25 de agosto,
ordena la expulsión de P a rís de todos los in d iv id u o s que
no puedan probar que tien en m edios de existencia, no p o r­
que sería d ifícil, por no d ecir im posible, alim en tarlo s d u ­
ran te la duración del sitio, lo que c o n stitu iría un m otivo
m uy plausible, sino porque su presencia co n stituiría un pe­
ligro para el orden público y para 1a seguridad de las pro­
piedades y de las personas. Y am enaza igualm ente con la
expulsión a todas las perso n as que por s u s m anejos in te n ­
taran paralizar las m edidas de defensa y de seguridad gene­
ral. L a prim era p arte de esta proclam a no tien e relación, se
dirá, m ás que con ios ladrones, aunque pueda m uy bien ex­
te n d erse a todos los obreros a quienes sus p atronos estén
forzados a despedir, bien por la crisis, o bien porque en ­
cu en tren sim plem ente ú til expulsarlos de sus talleres. E n
cuanto a la segunda parte, se d irige d irectam en te a los revo­
lucionarios socialistas. E s una m edida d ic tato rial y de sal­
vación pública contra la revolución.
H e aquí, pues, la prim era razón p o r la que G am betta no
em prenderá la reform a radical de la A d m in istració n actual.
Con com pañeros como T h iers, T rochu, P ica rd , F av re y J u ­
lio Simón, no se puede hacer más que reacción, no revo­
lución. P ero existe aún o tra razón que le im p ed irá d estru ir
de u n solo golpe la A dm inistración im perial. E s im posible
reem plazarla inm ediatam ente por otra. H abría, en m edio
m ism o de un peligro terrib le, un m om ento de m ás o m enos
larg a duración duran te el cual no e x istiría en F ran cia
n in g u n a adm inistración y por co n siguiente n in g u n a traza
de gobierno, du ran te el cual las poblaciones de F rancia,
abandonadas com pletam ente a sí mism as, serían presa de la
m ás espantosa anarquía. E sto puede agradarnos, nos ag ra­
da en efecto a nosotros, revolucionarios socialistas, pero no
puede convenir a las ideas de los jacobinos, hom bres de Es-
90 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

tado por excelencia. R eform ar la A dm inistración poco a


poco, en m edio del peligro, teniendo la invasión a las p u e r­
tas, es tam bién cosa im p o sib le: prim ero porque esa re fo r­
ma no puede p a rtir de la iniciativa de una dictadura, sea
individual, sea colectiva; será ilegal y atacada de nulidad
6i no sale de una Asam blea con stitu y en te que transform e
el G obierno y la A dm inistración de F rancia en nombre del
su frag io universal. ¿T en g o necesidad de probar que el C uer­
po legislativo actual es incapaz de em prender, aun de que­
rer, una reform a sem ejante? P o r o tra parte, G am betta no
podrá lleg ar al P o d er más que p o r la disolución del p arla­
m ento bonapartista, y le será im posible convocar una nue­
va C onstituyen te en ta n to que la invasión prusiana co n ti­
núe golpeando a las p u erta s de P arís. M ientras que los ex­
tra n je ro s no sean arro jad o s del te rrito rio francés, G am bet­
ta y com pañía estarán obligados a gobernar dictato rialm en ­
te, a ordenar m edidas de salvación pública; pero no podrán
em prender ninguna refo rm a constitucional.
E s verdad que en una reunión de la izquierda, el 23 o el
24 de agosto —reunión en la que tom aron parte T h ie rs y
algunos m iem bros avanzados de esa fracción—, habiendo
expresado la izquierda la intención de derribar el M in iste­
rio, y conjurándola T h ie rs a que no hiciera nada, p reg u n ­
tó : “P ero en fin, ¿por quién los reem plazaríais, qué hom ­
bres pondríais en el G abinete?” Y una voz, no sé de quién,
re sp o n d ió : “N o habrá G abinete, el Gobierno será confiado
a toda la nación armada, actuando por medio de sus d ele­
gados”, lo que, so pena de que no tenga ningún sentido, no
puede sig n ificar más que e s to : Una convención nacional
revolucionaria y restrin g id a ; no una C onstituyente legal
y regularm ente com puesta por los delegados de todos los
cantones de Francia, sino una Convención exclusivam ente
com puesta por los delegados de las ciudades que hayan
hecho la revolución. Yo no sé a quién pertenecerá esa voz
loca que ha ido a re p e rc u tir en m edio de ese concilio de
sabios. ¿Q uizás sería la b u rra de Balaam, alguna inocente
cabalgadura del gran p ro feta G am betta? Pero es cierto que
la burra habló m ejor que el profeta. Lo que la b u rra an u n ­
ciaba, proponía, no era ni más ni m enos que la revolución
social, la salvación de F ran cia p o r la revolución social.
P o r tanto, nadie se dignó responderle.
CARTAS A UN FRANCES 91

Así, el G obierno de G am betta, ocupado en la defensa del


país y de P a rís sobre todo, y privado de la asistencia de
un Cuerpo constitu y en te, no podrá em prender en la hora
actual la reform a de las in stituciones, del carácter y de las
bases m ism as de la A dm inistración. Supongam os que q u i­
siese, y supongam os que tuviese cerca de él una especie de
C onvención revolucionaria com puesta de delegados de las
ciudades in su rre c ta s; supongam os, en fin — lo que e s ab­
solutam ente im posible— que la m ayoría de esa Conven­
ción estuviese com puesta de jacobinos como él y que
los socialistas revolucionarios no form aran m ás que una
m inoría in sig n ifican te. Yo dirá que, aun en este caso, por
lo dem ás im posible, el Gobierno de G am betta no podría
em prender n i e jecu ta r n in g u n a reform a radical y seria de
la A dm inistración actual. E sto seria querer em prender y
ejecutar un m ovim iento peligroso en presencia de un pode­
roso enem igo, como el de B azaine an le los prusianos, mo-
m iviento que le resu ltó ta n mal. ¿ E s este el m om ento —re ­
cordad que os hablo siem pre desde el p u n to de vista del
E stad o —, es este el m om ento de cam biar radicalm ente la
m áquina ad m in istrativ a, cuando a cada instan te se tiene
necesidad de sus servicios, de su activ id ad más enérgica?
P a ra cam biarla, para transform arla, aunque sea de un modo
poco radical y serio, habría que p aralizarla d u ran te dos se­
m anas al menos, y du ran te ese tiem po habría que pasarse
sin sus servicios, jy esto en m edio de un te rrib le peligro
en que cada in sta n te es tan precioso! Pero eso sería e n tre ­
g ar F ran cia a los prusianos.
E sta m ism a im posibilidad im pedirá al G obierno tocar,
aunque sólo sea de un modo poco radical, al personal de la
A dm inistración im perial. sería necesario crear una le­
gión de hom bres nuevos, y ¿dónde en co n traría esos cien
m il flam antes funcion ario s? T odo lo que podrá hacer, todo
lo que hizo hasta aquí, es reem plazar los p refecto s y los
subprefectos por otro s que, en general, no valen m ucho m á s ;
porque entre estos nuevos funcionarios habrá —estad segu­
ros, puesto que está en la lógica de ’a situación actual y
en la ' fu erza de las cosas— al m enos siete o rlean istas
sobre tre s republican o s; los orlean istas serán más hábi­
les y más canallas y los republicanos más v irtu o so s y m ás
tontos.
22 OBUAS DE MIGUEL BAKUNIN

E sta s reform as personales, inevitables, desm oralizarán


necesariam ente todavía m ás la A dm inistración actual. H a­
brá en ella tira n te c ts sin fin y u n a gu erra civil sorda en
su seno, lo que la hará aú n cien veces más incapaz de acción
de lo que lo es h o y ; de suerte, que el G obierno de G am betta
te n d rá a su servicio u n a m áquina ad m in istrativ a que no val­
d rá siquiera tan to como la que bien o mal ejecuta las ó r­
denes del m inisterio b o n ap artista actual.
P a ra salvar este mal, G am betta enviará, sin duda, a todos
los departam entos procónsules, com isarios extraordinarios
prov istos de plenos poderes. Eso será el colmo de la desor­
ganización. Prim ero, porque, v ista la posición de Gambetta
y su alianza forzada con T h ie rs y T rochu, vistas las v irtu ­
des y la in telig en cia p atrió ticas de los P icard , de los P elle-
tan, de loa J u lio Simón, F avre y otros, se puede estar se­
guro de que sobre tres com isarios republicanos habrá siete
o rleanistas. P ero supongam os aún la proporción inversa,
supongam os que haya siete republicanos sobre tres orlea­
n ista s; las cosas no irán m ejor.
No irán m ejor por la razón de que no basta estar provis­
tos de poderes ex trao rd in ario s p ara tom ar m edidas ex tra­
ord in arias de salvación pública, p ara ten er la potencia de
crear fuerzas nuevas, para poder provocar en una A dm inis­
trac ió n corrom pida y en las poblaciones sistem áticam ente
te n id as al m argen de todo hábito de iniciativa, una energía
y una actividad salvadoras. P ara esto es preciso ten er aún
lo que la burguesía de 1792-93 ten ía en un grado tan ele­
vado, y lo que falta absolutam ente a la burguesía actual,
aun a los republicanos de n u estro s d ías: es preciso ten er
inteligencia, voluntad, en erg ía rev o lu cion arias; es preciso
ten er el diablo en el cuerpo. Y cómo im aginarse que hom­
bres que serán necesariam ente m enos que Gam betta y com­
pañía, que estarán por debajo de estos corifeos del rep u b li­
canism o m oderno —puesto que si fuesen sus iguales m anda­
rían, si no en su puesto, al m enos con ellos y no se d eja­
ría n d irig ir por ellos—, cómo im aginarse que esos comisa­
rios enviados por G am betta y com pañía encuentren en sí
mism os esa inteligencia, esa voluntad, esa energía y ese dia­
blo, puesto que el mismo G am betta, en el momento más
suprem o de su vida y en el más crítico para Francia, no
los ha encontrado en su propio corazón ni en su propio
cerebro ?
CARTAS A UN FRÁNCES 93

A p arte de estas cualid ad es personales que im prim ieron


u n carácter v erdaderam en te heroico a los hom bres del 1793,
los com isarios ex tra o rd in ario s resu lta ro n tan bien a. los ja ­
cobinos de la C onvención nacional, porque esta C onvención
era realm ente revolucionaria, y. porque, apoyándose en P a ­
r ís en las m asas populares, en el v il populacho, con exclu­
sión de la bu rg u esía lib eral, había ordenado a sus procón­
su le s enviados a p ro v in cias que se apoyaron igualm ente, en
to d as partes y siem pre, sobre esa m ism a canalla popular.
L os Comisarios ex tra o rd in ario s enviados p o r L ed ru -R o llin
en 1848, y los que G am betta no d ejará de enviar a los d e­
partam entos, si sube al P o d er, unos fu ero n y o tro s irán a.
un com pleto fracaso po r la razón inversa, y los ú ltim o s irá n
a u n fracaso m ás considerable to d av ía que los prim eros,
porque esa razón inversa obrará aú n m ás poderosam ente en
ello s que en sus predecesores de 1848, E sa razón es que un o s
h an sido y los o tro s lo serán, en un grado m ás sensible y
m ás ex p lícito todavía, b urgueses radicales, delegados del
republicanism o burgués, y, como tales, enem igos del socia­
lism o revolucionario, enem igos n atu ra les de la revolución
verdaderam ente popular. E ste antagonism o de la revolu­
ción burguesa y de la revolución popular, no ex istía to d a­
v ía en 1793, n i en la conciencia del pueblo ni en la de la
burguesía. N o se había desbrozado todavía de la ex p erien ­
cia h istó rica esta v erd ad de todos los tiem p o s: que la li­
b e rta d de toda clase p riv ileg iad a y p o r co n siguiente tam ­
bién de la burguesía, está fu n d ad a esencialm ente en la es­
clav itu d económ ica del p ro letariad o . Como hecho, como
consecuencia real, esta v erd ad había ex istid o siem pre, pero
había sido de ta l modo oscurecida con o tro s hechos y en­
m ascarada con tan to s in tereses y ten d en cias h istó ricas d i­
versas, sobre todo relig io sas, nacionales y políticas, que no
se había desprendido aú n en su gran sencillez y claridad
actual, ni para la b u rg u esíá com anditaria del trabajo, n i p ara
el p roletariado, asalariad o por ella, es d ecir, explotado. L a
b u rguesía y el p ro letaria d o eran enem igos n atu rales, ene­
m igos eternos, pero no lo sabían, y a consecuencia de esta
ignorancia, atrib u y en d o la u n a sus tem ores, el o tro sus m a­
les, a razones ficticias, no a su antagonism o reál, se creían
am igos, y creyéndose am igos, m archaron u nidos co n tra la
M onarquía y co n tra la nobleza y co n tra los sacerdotes. H e
94 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

ahí lo que constituyó Ja gran fu erza de los burgueses revo­


lucionarios de 1793. No sólo no tem ían el desencadenam ien­
to de las pasiones populares, sino que lo fom entaron por
todos los medios, como único recu rso de salvación para la
p atria y para ellos m ism os co n tra la reacción exterior e
in terio r. Cuando un com isario ex trao rd in ario delegado por
la Convención llegaba a una provincia, no se d irig ía n u n ­
ca a los grandes personajes de la región, ni a los revolu­
cionarios de m anos en g u an tad as; se d irig ía directam ente a
los descam isados, a la canalla popular, y sobre ella fiaba
exclusivam ente para ejecu ta r contra los grandes persona­
jes y los revolucionarios de salón, los decretos revolucio­
n ario s de la Convención. Lo que hacían, pues, no era p ro ­
piam ente ni centralización ni adm inistración, sino provo­
cación. N o iban a una región p ara im ponerle d ictato rial­
m ente la voluntad de la Convención nacional. No hicieron
eso m ás que en m uy raras ocasiones y cuando iban a una
com arca decidida y unánim em ente h o stil y reaccionaria. E n ­
tonces no iban solos, sino acom pañados de tropas que aña­
dían el argum ento de la bayoneta a su elocuencia cívica.
P ero ordinariam ente iban solos, sin u n soldado para apo­
yarles, y buscaban el apoyo en las m asas cuyos in stin to s
estaban siem pre conform es con los pensam ientos de la Con­
vención —lejos de re s trin g ir la lib ertad de los m ovim ien'
tos populares, por tem or a la anarquía, la provocaban por
todos los m edios; la p rim era cosa que tenían el hábito de
hacer, era form ar un club popular, donde no lo había—. R e­
volucionarios verdaderos ellos tam bién, reconocían pronto
en la masa los verdaderos revolucionarios y se aliaban con
ellos para im pulsar la revolución, la anarquía, para poner
el diablo en el cuerpo de las m asas y para organizar revo­
lucionariam ente esa anarquía popular. E sa organización r e ­
volucionaria era la única A dm inistración y la única fuerza
ejecutiva de que los com isarios ex trao rd in ario s se sirvieron
para revolucionar, para a terro rizar el país.
T a l fué el verdadero secreto de la potencia de estos g i­
gantes revolucionarios que los jacobinos-pigm eos de n ues­
tro s días adm iran, sin lo g rar nunca acercárseles.
Los. com isarios de 1848, antes de ju n io , eran ya burgueses
que, como A dán y Eva después de haber m ordido en el fr u ­
to prohibido, sabían qué d iferen cia hay entre el bien y el
CARTAS A UN FRANCES 95

mal, entre la burguesía que ex p lo ta el trab ajo y el tr a ­


bajo explotado. P ero, la m ayor p arte de las veces, ellos
mism os eran pobres diablos, p ro letario s de la peor especie,
bohem ios de la pequeña lite ra tu ra y de la p o lítica de los
cafés, gentes desacreditadas, desorientadas, sin conviccio­
nes profundas, apasionadas y sin tem peram ento. No eran
seres que viviesen su propia vida, eran p álidas sombras de
los héroes de 1793. Cada cual había asum ido un a m isión y
tratab a de ejecu tarla bien o mal. A quellos de quienes ob­
ten ían sus m andatos no estaban m ucho más convencidos,
ni eran m ás apasionados, más enérgicos, más realm ente re ­
volucionarios que ellos mismos. E ran som bras am pliadas,
m ientras que ellos sólo eran pequeñas sombras. P ero todos
eran h ijo s desdichados de la m ism a burguesía, en lo suce­
sivo fatalm ente separada del pu eb lo ; todos salidos, más o
m enos doctrinarios, de la misma cocina, la U niversidad. Los
héroes de la Gran R evolución habían sido p ara ellos lo que
las trag ed ias de C orneille y de R acine para los literato s
franceses antes del nacim iento de la escuela rom ántica, m o­
delos clásicos. T ra ta ro n de im itarlo s y los im itaron muy
mal. No tuvieron ni el carácter, ni la intelig en cia, ni sobre
todo la posición. H ijo s de burgueses, se sin tie ro n separados
del proletariado por un abismo, no en co n traro n en ellos pa­
sión revolucionaria su ficien te, n i resolución p ara in ten tar
el salto peligroso. P erm anecieron al o tro lado del abismo,
y p ara seducir, para a rra s tra r a los obreros, les h icieron
m entiras, frases, muecas. C uando se en co n traro n en medio
del proletariado, se sin tiero n incóm odos, como gentes por
lo dem ás honestas, pero que se en co n trasen en la necesidad
de engañar. Se esforzaron p o r en co n trar en sí m ism os una
palabra viva, un pensam iento fecundo y no enco n traro n n i
uno solo. E n esta fantasm agoría rev o lu cio n aria de 1848, sólo
se en cuentran dos hom bres reales: P ro u d h o n y Blanqui,
com pletam ente diferen tes, por lo demás, uno de otro. T odos
los restan tes no pasaron de m alos h istr.'c ™c*3 que re ­
presen taro n la revolución como los com ediantes de la E dad
M edia representaban la Pasión, hasta que N apoleón I I I des­
corrió la cortina.
Las instrucciones que los com isarios ex trao rd in ario s de
1848 recibieron de L ed ru -R o llin fu ero n ta n incoherentes y
vagas como lo son los pensam ientos revolucionarios de ese
96 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

gran ciudadano. E ran todas las grandes palabras de la re ­


volución de 1793, sin n inguna de las grandes cosas, ni de
los grandes fines, ni sobre todo de las enérgicas resolucio­
nes de aquella época. L edru-R ollin ha sido siem pre, como
rico b u rg u és que es, como fraseólogo y como abogado, y
sigue siéndolo, enem igo natural, in stin tiv o del socialism o
revolucionario. Hoy, después de grandes esfuerzos, ha lle ­
gado por fin a com prender las asociaciones cooperativas,
pero no siente fuerza p ara ir más allá. Luis Blanc, este Ro-
b espierre en m iniatura, este adorador del ciudadano in te li­
gente y virtuoso, es el tip o del com unista de Estado, del
socialista d o ctrin ario y auto ritario . H a escrito en su ju v en ­
tu d un pequeño folleto sobre la "organización del trab a­
jo ”, y hoy mismo, en presencia de los inm ensos trabajos
y de los desarrollos prodigiosos de la Intern acio n al, p e r­
m anece fu era de ella. N i un aliento de su palabra, ni una
centella de su cerebro ha dado jam ás vida a nadie. Su
in telig en cia es estéril como toda su personalidad es seca.
H oy aún, en su últim a carta recientem ente d irig id a al D a ily
N e w s, en presencia de la te rrib le lucha fratricid a que tiene
lu g a r en tre las dos naciones más desarrolladas del mundo,
no ha encontrado otra cosa en su cabeza ni en su co ra­
zón que el consejo a los republicanos franceses de “que tie ­
nen que proponer a los alemanes, en nombre de lá fra te r­
n idad de los pueblos, una paz igualm ente honorable para
am bas naciones”.
L edru-R ollin y L uis B lanc han sido, como se sabe, los
dos grandes revolucionarios de 1848, antes de los días de
junio. Uno, u n burgués —abogado y fraseólogo inflado de
apariencias dantonianas—, el otro un R obesoierre-B abeuf
reducido a las proporciones más m ínim ás, N i uno ni o tro
h a n sabido pensar, ni querer, n i m enos aún atreverse. P o r
o tra p arte, el L am ourette de esa época, L am artine, había
im preso a todos los actos y a todos los hom bres de ese tiem ­
po, m enos a P roudhon y a Blanqui, su nota falsa, y su falso
carácter de conciliación, lo que, traducido en lenguaje se­
rio, sig n ifica reacción, sacrificio del proletariado a la b u r­
guesía, lo que concluyó, como se sabe, en los días de |u n io .
Los com isarios ex trao rd in ario s partiero n , pues, para las
provincias benditos por estos hom bres y llevando sus ins­
tru ccio n es en el bolsillo. ¿Q ué contenían esas in stru ccio ­
CARTAS A UN FRANCES 97

nes? F rases y nada más. P ero al lado de las frases, lleva­


ron tam bién consigo recom endaciones de un carácter reac­
cionario m uy real, y que Ies fueron añadidas por los rep u ­
blicanos m oderados del N ational: los M arrast, los G arnier-
P agés, los A rago, los B astide, sin olvidar al señor Ju lio
F avre, uno de los más fogosos en tre los republicanos reac­
cionarios de ese tiem po.
¿H ay que asom brarse de que tales com isarios, enviados
p o r tan grandes hom bres y provistos de tales instrucciones
no hicieran nada en los departam entos, sino ex citar el des­
co ntento de todo el m undo por el tono de d ictad u ra y por
las m aneras de procónsules que les plugo atrib u irse? La
gente se burló de ellos y no ejerciero n n inguna influencia.
E n lugar de d irig irse al pueblo, y solam ente al pueblo,
como sus p ro to tip o s de 1793, se ocuparon únicam ente
de la m oralización de los hom bres p erten ecien tes a las cla­
ses privilegiadas. E n lu g ar de organizar por todas partes
el desencadenam iento de las pasiones revolucionarias, la
anarquía y la potencia popular, p redicaron al proletariado,
siguiendo por lo dem ás en esto las in stru ccio n es recibidas
y las recom endaciones que se les enviaban desde P arís, la
m oderación, la tran q u ilid ad , la paciencia, y una confianza
ciega en los propósitos generosos del Gobierno provisional.
Los círculos reaccionarios de las provincias, intim idados
al p rin cip io m ucho por esa revolución que les había caído
tan inopinadam ente sobre la cabeza y por la lleg ad a de
m an datarios de P arís, viendo que esos señores se div ertían
en no hacer más que frases y en pavonearse en su bufona
van idad; viendo por o tro lado que descuidaban to talm en te
la organización de la p o tencia del pro letariad o contra ellos
y de fom entar co n tra ellos el fu ro r de las masas, única cosa
capaz de contenerlos y de aniquilarlos, volvieron a recupe­
rarse y acabaron por enviar la Asamblea co n stitu y en te reac­
cionaria que vosotros sabéis. No ig n o ráis tam poco las tris-
tes consecuencias.
D e s p u é s d e j u n io , la c o s a fu é d is t in t a ; lo s b u r g u e s e s s in ­
c e r a m e n te r e v o lu c io n a r io s , lo s q ue p a sa ro n a l c a m p o d e l
s o c ia lis m o r e v o lu c io n a r io , b a jo la in f lu e n c ia d e la g ra n ca ­
t á s t r o f e q u e h a b ía m a ta d o d e u n s o lo g o lp e t o d o s lo s c o ­
m e d ia n te s r e v o lu c io n a r io s d e P a r ís , s e c o n v ir t ie r o n en h o m ­
b r e s s e r io s e h ic ie r o n e s f u e r z o s c o n s id e r a b le s p a ra r e v o lu ­
98 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

cionar a F rancia. Lo lograron en gran parte, Pero era dem a­


siado tp rd e; la reacción, por su parte, se había reorganizado
con una potencia form idable, y, gracias a los terrib les m e­
dios que da la centralización del E stado, acabó por triu n fa r
com pletam ente, aunque no lo hubiese querido, en las jo r­
n adas de diciem bre.
P u es bien; los com isarios ex trao rd inario s que no d ejará
de enviar G am betta a los departam entos, si logra vencer,
con ayuda de T ro ch u y de T h iers, a la reacción b onapartista
en P arís, serán aún más desgraciados que los com isarios
de 1848.
E nem igos de los obreros socialistas, tanto como de la
A dm inistración y de los cam pesinos bonapartistas, ¿sobre
quién diablos se apoyarán? Sus instrucciones les m andarán
encadenar en las ciudades el m ovim iento revolucionario so­
cialista y en el campo el m ovim iento reaccionario bona­
p artista. ¿Con ayuda de quién? ¿D e una A dm inistración
desorganizada y mal reform ada, a medias, si no en sus tres
cu artas partes, b o n ap artista tam bién, y de un centenar de
pálidos republicanos y de orlean istas de la localidad; de
republicanos tan pálidos, tan in sig n ifican tes, tan inseguros
y desorientados como ellos mismos, al m argen de toda m asa
popular y que no ejercen in flu en cia alguna sobre nadie, y
de orleanistas, buenos, como todas las gentes ricas y bien
educadas, para ex p lo tar y hacer desviar con sus in trig a s un
m ovim iento en beneficio de la reacción, pero incapaces de
una resolución y de una acción enérgica cualquiera? Y aun
los orleanistas serán todavía -ios más fuertes, porque, al
lado de los m edios financieros considerables de que d is­
ponen, tien en adem ás la v en taja de que saben lo que
q u ie re n ; m ien tras que los republicanos, a su gran po­
breza, añaden todavía la te rrib le desgracia de no saber a
dónde van y de perm anecer extraños a todos los intereses
reales, ta n privilegiados como universalm ente populares, del
país. Ya no rep resen tan nada hoy, nada más que un ideal
y una facción envejecidas. Y como al fin de cuentas son
los intereses m ateriales los que gobiernan al mundo, pues
las ideas no tienen poder sino en cuanto rep resen tan un
gran interés —ved las ideas de 1793, que tenían por fon­
do real los intereses ascendientes y triu n fa n te s de la b u r­
guesía, opuestos a las de la nobleza, a la teocracia y a la
CARTAS A UN FRANCES 99

m onarquía— ; como los intereses de las m asas populares han


encontrado su expresió n en las ideas y en las ten d en cias
p rácticas del socialism o; como los republicanos son hoy
abiertam ente declarados enem igos de estas tendencias y de
estas ideas, y por co n sig u ien te am igos de las ideas y de
las tendencias burguesas, y como el orleanism o es la ex­
p resión de estas últim as, es evidente que los republicanos
de provincias, lo m ism o que los de P arís, som etidos al se­
rio ascendiente de los o rlean istas, adulados, im pulsados, d i­
rig id o s y m agnetizados de todas las m aneras por ellos, aun­
que se im aginen que trab ajan por la república, no tra b a ja ­
rán en realidad más que por la restau ració n de la m onar­
quía de los O rleans.
A hora, volviendo a la cuestión, me p reg u n to con vosotros
si estos republicanos, unidos a los o rlean istas y sostenidos
por ellos en todo el país — como lo serían ciertam en te si
G am betta, de acuerdo con T h ie rs y T ro ch u , lograse re a li­
zar, no una revolución, sino u n golpe de E stad o co n tra los
b onapartistas de P arís— , si esta coalición de los rep u b lica­
nos y de los o rlean istas será b astante poderosa p ara sal­
var a F rancia, en este te rrib le momento.
B asta p lan tear la cu estió n para que sea resu elta en un
sentido negativo. T en ien d o contra ellos, por una parte,
toda la masa obrera de las ciudades, que será necesario
contener, y, por o tra, la m asa de los cam pesinos bo n ap ar­
tistas, que habrá igualm en te que contener, ten d rán por ellos,
como instru m en to de defensa y de acción, un ejército m e­
dio d estruido y al m enos dos veces in ferio r en núm ero al
ejército m agníficam ente organizado y m agníficam ente d i­
rig id o de los p ru sian o s; y aun no estarán bien seguros de
la consagración y de la obediencia de los jefes de ese e jé r­
cito, de Bazaine y de M ac-M ahon, ambos criatu ras de N a­
poleón I I I . T e n d rá n adem ás una A dm inistración que hoy,
bajo la dirección de los Chevreau, de los D uvernois y de
los Jerónim o David, hace una propaganda apasionada a fa ­
vor del E m perador, co n tra ellos, presentándolos en todas
p artes como tra id o re s que han vendido a los p ru sian o s el
país y el E m perador, y subleva contra el patrio tism o de las
ciudades la “ jacq u erie” de los cam pesinos; una A dm inis­
tración que, aun cuando un golpe de mano feliz h ay a cam­
biado el G obierno de P arís, no podrá ser, como acabo de
100 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

probarlo, creo, ni reform aba ni aun reem plazada en cuan­


to a la inm ensa m ayoría del personal, que su frirá sin duda
el yugo detestado de los vencedores radicales, pero que no
p or eso dejará de ser m enos b o n ap artista en el fondo de
su corazón. E n fin, ten d rán p ara ellos las sim patías y en
caso necesario la ayuda de los republicanos y de los orlea-
n istas disem inados en F ran cia, pero que no form an orga­
nización alguna y son por com pleto incapaces de una ac­
ción enérgica.
O s pregunto si con sem ejantes instrum entos, los hom ­
bres más intelig en tes y m ás enérgicos podrán salvar a F ra n ­
cia del terrib le peligro que, no solam ente la amenaza, sino
que en gran parte se ha convertido y a en una catástrofe
real.
E s evidente que la F ran cia oficial, el E stad o m onárqui­
co o republicano, no puede ya n ad a; toda la potencia o fi­
cial se ha convertido en im p o ten cia; es evidente que si
F ran cia puede ser salvada aún, no puede serlo más que por
la F ran cia natural, p o r toda la nación considerada al m ar­
gen de la organización oficial, m onárquica o republicana,
por la sublevación espontánea de las m asas populares, obre­
ra s y cam pesinas a la vez, que tom arán las armas que no
quieren darles (1) y que se o rg an izarán por sí mismas de
abajo arriba, para la defensa y p a ra su existencia.
L a sublevación nacional se ha hecho hoy una necesidad

(1 ) El M inisterio ha confesada, al fin, que no quiere dar la s armas al pue­


blo, en la notable sesión del 25 de agosto, a propósito de la. proposición, no de
abolir, sino só lo de suspender las le y e s que prohíben la venta y la fabricación
de las armas y d-e las m uniciones de guerra, y que afectan con m ultas la p ose­
sión de armas sin autorización del Gobierno. D esp ués de una v iv a discusión,
la proposición fué desestim ada por la Com isión, naturalm ente, elegida por la
m ayoría bonapartista del Cuerpo le g is la t iv o ; fué rechazada por 18+ votos' con­
tra 61. Durante esta discusión se escucharon palabras y revelaciones muy in te­
resantes : .
“j u lio Ferry (autor de la prop osición ).— E l informe condena las leyes y re­
com ienda el mantenim iento provisional, hoy que su suspensión es precisam ente
necesaria y se ha hecho evidente para todo el mundo. E! país tiene necesidad
de armas para la d ífen s-, esta necesidad es extrem a. ¿Q ué habría que hapeY?
A bolir la prohibición, como para lo s cereales en tiem po de penuria... Ñ o sólo no
se arma al pueblo, sino que hay prefectos que retrasan las armas que se Ies en­
vían. Yo cotioico uno que ha respondido: "Nada de fusiles, nada de volunta­
rios. Y o he enviado todos lo s hombres válid os fuera del departamento” . Si hay
razones p o lítica s para no armar al pueblo, que se digan. S i se tem e qne las
armas caigan en manos de los enem igos del Gobierno, es preciso decirlo. Es
p reciso que se sepa que si alguna cosa paraliza la defensa nacional, es el in­
terés dinástico
"Picard.—<La H istoria no comprenderá esta discusión. N osotros os pedim os
la su sp en sión de «na ley que califica de d elito la tenencia de armas y m uni-
C4i?7\4S A UN FRANCES 101

de tal modo evidente p ara todo el m undo, que en la sesión


del 25 han sido presen tad as dos proposiciones al Cuerpo
legislativo, que ha declarado la u rg en cia de la segunda. L a
prim era es de E sq u iro s: “Q ue el Cuerpo leg islativ o in v ite
a las M unicipalidades a co n stitu irse en cen tro s de acción
y de defensa, hiera, de toda tu tela adm inistrativa, y a to­
mar, en nombre de la Francia violada, todas las m edidas
que crean necesarias." E sta prop o sició n hab ría sido p erfec­
ta con u na condición: que se h ag a previam ente la revo­
lu ción en todas las m unicipalidades, pues la organización
actu al de todas ellas es b o n ap artista. P ero esta condición
está v irtu alm en te contenida en estas p a la b ra s: fu era d e toda
tu tela adm inistrativa, lo que q u iere decir la abolición com­
p le ta del E stado, P o r esta razón, sin duda, la proposición
de E squiros no fué declarada de u rgencia. H e aquí la se­
gunda proposición, del señor J o u v e n c e l:
“A rtíc u lo prim ero. E n el caso de que el enem igo in icia­
ra el sitio de P arís, todos los ciudadanos fran ceses no in ­
corporados al ejército o a la G uardia M óvil, serán llam ados
a d efender el te rrito rio con las arm as. A r t. 2. Las M unici­
palidades se o rg an izarán tam bién para em plear todos los
m edios de lucha de que p u ed an disponer. A r t. 3. Será p e r­
m itido el em pleo de los fu siles de caza y de to d a especie de
arm as de lujo o de guerra, así como la fabricación de m u­
niciones. A r t. 4. Con la soia condición de llevar la escara­
pela nacional, los com batientes que se alisten serán inves­
tid o s de las p rerro g ativ as m ilitares.”
L a Cám ara ha proclam ado la u rg en cia de esta proposi­

cio n es de guerra y vosotros lo rehusáis en el momento en que el enem igo


aproxim a.
" E l M inistro (presidente d el C onsejo de E stad o).— Q u eréis probablem ente
organizar la s fuerzas del país. N osotros tam bién. Pero nosotros querem os poner
las arm as de que diiponem os, y son num erosas, en mano» de los más capaces
d e em plearlas. N osotros querem os la concentración y vosotros el fraccionam iento
de la s fuerzas...
"’P icard.— Ariwad la Guardia M óvil, sea. Armad 1* Guardia N acional, s u .
Pero, ¿habéis v isto un país, un pala in vad ido por el enem igo, en el que se
d iga a los ciudadanos; “ V osotros no ten éis el derecho de comprar un arm a;
si el arm ero os la vende, es é l quien habrá violad o la Ity” ?
" Ju lio Favre.— i Se quiere poder condenarnos, aun en. el presen te, si tom am os
arm as para defendernos? En cuanto a m í, os declaro que s i m antenéis esa ley,
yo la violaré.
"E l M inistro.— M e parece q u e la cu estión no im plica una ta l anim ación.
" Ju lio Favre.— ¿ Q u eréis que perm anezcam os tranquilam ente b asta que lo s
prusianos estén en P a rís? ”
La proposición del señor Ju lio F avre fué rechazada por la m ayoría d t 184
votos contra 61, izquierda y centro izquierda. (Bakunin.)
102 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

ción, sin duda porque un sentim iento de decencia le im p i­


de o b rar de otro modo. P ero es seguro que la rechazará
como ha rechazado, en la m ism a sesión, la proposición de
abolir las leyes que prohíben la venta y la tenencia de a r ­
mas, si un golpe de E stado de T rochu, T h iers y G am betta
no la disuelve o no la aterro riza previam ente.
V eis que eso se ha convertido en una convicción de to ­
dos los esp íritu s serios y sinceros que quieren la salvación
de F ran cia, que Francia no puede ser salvada más que por
la sublevación espontánea, com pletam ente libre de la tu te­
la de Ja A d m inistra ció n , d e l Gobierno, del Estado, cual­
quiera que sea la form a de ese E stado o de ese Gobierno.
Y p ara prob arlo más todavía, voy a citaros la notable
carta d irig id a recientem ente por el general francoam eri-
cano C lu seret al general P a lik a o :

B ruselas, 20 de agosto de 1670.

G eneral, n o he recib id o re sp u e sta a m i despacho de O sten d e


del 20 dé ag o sto (d espacho p o r el cual C lu seret o íre cía sus se rv i­
c io s). E s to y m ás aflig id o que asom brado. L as desconfianzas y los
p re ju ic io s m ilita re s no son op o rtu n o s. V u e stro sistem a m ilita r h a
realizad o p u n to p o r p unto m is tris te s previsiones... [c rític a del sis­
tem a m ilita r en F ra n c ia ]. No podéis rem ed iar los defecto s de v u es­
tro siste m a y re p a ra r v u estro s d e sa stre s más que introduciendo
un elem en to nuevo en la lucha, elem ento te rrib le que d e rro ta rá la,
tá c tic a prusian a, el elem ento v o lu n tario . Yo conozco a fondo ese
elem en to , lo he p racticad o en F ran cia, en Ita lia , en A m érica; sé
lo que de él se puede esp erar y tem er. E s un error creer que no
pued e rea liza r lo que ha sobrepasado a las fu erza s de las tropas
llam adas regulares. L a s v erd ad eras tropas regulares, en una lucha
se m eja n te , son los voluntarios. P ero por vo lu n tarios no hay que
en ten d er lo s reclutas voluntarios in co rp o rad o s al ejército , porque
en to n ces no serán m ás que conscriptos [es d e c ir, m alos soldados,
h e ahi to d o ]. Incorporados a la antigua organización, serán v ic ti­
m as, co m o su s precursores. O rganizad [y o d iría : D ejad lib re y
espo n tán eam en te o rg a n iz a rse ] el elem en to volu n tario por batallo­
nes, com o h iciero n n u estro s p a d res; dejadle nom brar sus o ficia le s
y hacer, disem inado, una guerra de posición. C onfiad a su audacia
y a su in ic ia tiv a el obrar sobre la s lineas de com unicación del en e­
m igo, arruinando su s a p rovisionam ientos y sublevando las p ro v in ­
cias conquistadas. A llí está el p e lig ro ahora para el enem igo. E n
cuanto a v u estro s generales y a vu estro e jé rc ito , dejadlos en la
reserva [lo s p u n to s de apoyo] de estas bandas entusiastas [re v o lu ­
c io n a ria s] y v eréis el resultado inm ediato. H e v isto esto en A m é ­
rica y he quedado asom brado. E l in stin to h izo m ás que el estu d io
CARTAS A UN FRANCES 103

y ¡a ciencia.-., etc. C iertam en te, me es m ás d esagradable o frecerle


m is serv icio s que a u ste d el acep tarlo s. P ru e b e que su p atrio tism o
iguala al m ío, aceptándolos.
General Cluseret.

Si el general C luseret es verdaderam ente el hom bre enér­


gico y revolucionario que se dice, no ofrecerá más sus ser­
vicios a un gobierno cualquiera de F ran cia •—y todo gobier­
no es cen tralizad o r— que ten g a la p retensión de organizar
él mismo, de tu te la r y de d irig ir la defensa del país, debien­
do necesariam ente p erd er al país. R eu n irá los v o lu n tario s
franceses en B élgica —no d ejará de haberlos'— y los arm a­
rá bien o mal, poniéndose a su cabeza,. pasará la fro n tera
belga a pesar de la aduana y de las tro p as belgas que la
cubren en este in stan te y, dando el ejem plo a todos, se pon­
drá a predicar, no con palabras solam ente —el tiem po de las
palabras ha pasado—, sino con actos. Porque únicam ente la
in iciativa espontánea de los revolucionarios audaces pue­
de salvar al país.
* * *

Creo haber dem ostrado, un poco am pliam ente quizás, pero


con u n razonam iento y un desarrollo de hechos irre fu ­
tables, que F ran cia no puede ser salvada por el mecanismo
gubernam ental, aunque ese mismo mecanism o pasara a m a­
nos de G am betta.
Supongo el m ejor caso, ei del triu n fo de G am betta con
T h ie rs y T ro ch u en P arís. Yo deseo ahora ese triu n fo de
todo corazón, no porque espere que, apoderándose de la po­
tencia del E sta d o , de esa potencia de acción del m ecanism o
ad m inistra tivo, an te la cual el in co rreg ib le T h iers se ha
m aravillado ta n to en la sesión del 26 de agosto, puedan
hacer algo de bueno' para F rancia, sino precisam ente p o r­
que tengo la firm e convicción de que la fu erza mism a de las
cosas, ta n to como su deseo sincero de salvar la p atria, Ies
dem ostrarán p ro n to que no pueden serv irse de é l; de su erte
que, después de haberlo roto en m anos de los bonapartistas,
se verán forzados, conform e a las proposiciones de E sq u i­
ros, de Jouvencel y del general C luseret, a aniquilarlo por
com pleto, dando la iniciativa de la acción a todas las com u­
1&4 OBRAS D E M I GU É L BAKÜJÍlÑ

ñas revolucionarias de Francia, emancipadas de todo g o ­


bierno y de toda tutela, y por consiguiente llamadas a io r -
mar una nueva organización, federándose entre sí para la
defensa.

* * *

30 de agosto.

He razonado h asta aquí en la suposición más favorable,


la del triu n fo de'G am betta. P ero no es del todo seguro que
se realice, y hoy m enos que nunca, porque se ha hecho evi­
dente que los bonapartistas, no sólo han vuelto a tom ar con­
fianza y valor, sino que se sienten ya bastante fuertes para
desenm ascarar su juego y p ara recu rrir a. la ametjaza. Es
opinión general en P arís que m editan un golpe de Estado.
La correspondencia parisién del B u n d , órgano sem ioficial
de la C onfederación suiza, arro ja sobre esos pensam ientos
tenebrosos una viva, y yo pienso que juiciosa, luz. V oy a
citaros algunos ex tra cto s:
“P arís, 25 de agosto.— Los im perialistas razonan así: “E n
" el caso m ás desgraciado, eí Em perador podrá abdicar en
” favor de su hijo, pagar algunos m iles de m illones a los
''prusianos y arrasar las fortalezas de M etz y de E stra s­
b u r g o ”.
E stas concesiones, estas condiciones de paz, parecen es­
ta r seriam ente m editadas por los bonapartistas, puesto que
el D a ily T elegraph, en un artícu lo reproducido por el Jo u r­
nal de G enéve, las recom ienda mucho. Yo no dudo, en mi
modo de pensar, que B ism arck piensa seriam ente en tr a ­
ta r con N apoleón, porque N apoleón sólo es capaz de hacer
cobardes concesiones a P ru sia. Los orleanistas no pueden,
bajo pena de deshonrarse y 4¡e hacerse im posibles. E n cuan­
to a los republicanos, au n los más m oderados y los más razo­
nables, no consentirán nunca en tra ta r con Bism arck, en
tan to que quede u n solo soldado prusiano en F rancia. Su po­
sición es tal, que están forzados a dejarse aplastar más bien
por los escombros de P arís que hacerle la m enor conce­
sión. E s evidente que el G obierno bonapartista, sea de N a­
poleón, sea de su hijo, es el que puede únicam ente firm ar
CARTAS A UN FRANCES 105

Un tratad o de paz deshonroso y desastroso para F rancia. Y


se le ve hoy aferrarse al P o d er de tal modo, que no se
puede du d ar de que sea capaz y de que no se p rep are ya a
hacerlo. ¿Q uién sabe si no han sido ya em prendidas conver­
saciones p relim in ares secretas entre N apoleón, E u g en ia y
B ism arck? Yo lo creo aún capaz de en tre g ar P a rís a los
prusianos, de ta l m anera su posición se ha hecho desespe­
rada, y porque es b astan te pillo y bastante cobarde para
querer salvarse a todo precio. L a posición de B ism arck no
es tam poco segura. Si P a rís tom a en serio su defensa, si
toda F ran cia se subleva d elan te y detrás de los ejército s
prusianos, estos últim os, a pesar de la p o tencia form idable
que desarrollan actualm ente, podrán m uy bien en co n trar su
tum ba en F rancia. B ism arck, el R ey de P ru sia y el general
M oltke lo saben m uy b ie n ; son hom bres dem asiado serios
para no com prenderlo. Su venganza debe de estar plenam en­
te satisfecha, han hum illado bastante al E m perador de los
franceses y no se sacrificarán al vano placer de an iquilarlo
todo, con todas las inm ensas ven tajas que han obtenido, q u i­
zás el p orvenir m ism o del im perio alem án en general y de
ía potencia p ru sian a en p articu lar. P or una p arte, tien en
ante sí la g loria de una conquista todavía m uy poco segura
y que deberán p ag ar en todos los casos con inm ensos sacri­
ficios en dinero y en hom bres. P or o tra parte, una paz tan
triu n fa l como ellos no h u b ieran soñado al p rin cip io de la
campaña, el reem bolso de todos los gastos de la guerra, q u i­
zás tam bién la A lsacia y la Lorena, que sólo N apoleón I I I
y la señora E u g en ia serán capaces de cederle y se encon­
tra rá n en la posición de poder ceder —sea en nom bre del
em perador actual, sea en nom bre de su hijo , m enor de
edad—, la co n stitu ció n del Im perio germ ánico y la hegem o­
nía de A lem ania, incon testab le y sólidam ente estab lecid a;
en fin, la sum isión de F ran cia, por una docena de años al
m enos; porque nadie podrá g aran tizarles esta sum isión m e­
jo r y más sinceram ente que N apoleón I I I o su hijo. E s
cierto que si sobrevive y conserva su poder después de esta
guerra, después de la paz desastrosa y deshonrosa que habrá
firm ado y que red u cirá a F ran cia al estado de segunda
potencia, N apoleón I I I , prim ero, después su hijo , serán de
tal modo despreciados y detestados por F rancia, que te n d rá n
necesidad de la protecció n directa de P ru sia p ara m an te­
106 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

nerse en el trono, como V ícto r M anuel tuvo h asta aquí ne­


cesidad de la asisten cia especial de F ran cia para conservar
su corona.
E s cierto e incontestable, pues, que n in g ú n soberano ni
n in g ú n gobierno de F ran cia podrá concederles tan tas ven­
ta ja s y seguridades como la d in astía de los Bonaparte. ¿ Se
puede dudar, después de esto, que Bism arck piense en tratar
con Napoleón y en no tratar m ás que con él, es decir, en
conservarle si es preciso e n el, trono de Francia? Q ueda por
saber si N apoleón I I I y la señora E u gen ia son cobardes
h asta el punto de aceptar y de firm ar sem ejantes condicio­
nes. ¿Q uién puede dudarlo? ¿E s que hay un lím ite a su
infam ia? E s preciso ser bien ingenuo verdaderam ente para
p ensar que se detendrán an te una o aun ante diez tra ic io ­
nes contra F rancia, cuando esas traicio n es se hagan n e­
cesarias para la conservación de su corona. M ás vale ser un
vasallo coronado de B ism arck que u n em perador escarne­
cido, expulsado y quizás ahorcado. E sta d bien seguros, que­
rid o s am igos: Francia está ya vendida a B ism a rck por N a­
poleón I I I , y B ism a rck no marcha hacia París más que para
volver a poner a N apoleón I I I , o a su hijo, bajo la m aternal
protección de Ja interesante E ugenia, en el trono.
E n cuanto a mí, estoy seguro y convencido de que este
tratad o secreto (acaso concluido ya, o en vías de ser con­
cluido —¿qué sé yo?—, quizás p o r interm edio de la corte
italiana, que Be ag ita m ucho y que está directam ente in tere­
sada), de que esta seg u rid ad de ser protegidos y sostenidos
po r Bism arck, es prin cip alm en te la g ran causa de la resu ­
rrección inesperada de la confianza y de la arrogancia cre­
ciente y cada vez más am enazadora de los bonapartistas.
D espués de larga digresión, d ejo de nuevo hab lar al
Bund:
“ E l general T ro ch u y T h ie rs p ien san hoy que lo m ejor
es dejar lleg ar los p ru sian o s a los m uros de P arís, sin
lib rarles batalla. Los im perialistas, al contrario, quieren
absolutam ente una b atalla p ara la salvación de la dinastía.
T ro ch u está mal con la E m p e ra triz ; pero, por el contrario,
cuenta con la sim patía de la G uardia M óvil. Los más n o ta­
b les p atrio tas y republicanos firm an una com unicación a
T rochu. Siguiendo el ejem plo del prín cip e Napoleón, que
h a puesto en seg u rid ad su persona en Florencia, y su fa­
CARTAS A UN FRANCES 107
m ilia en P iam onte, los hom bres ríeos de París com ienzan a
enviar sus tesoros ya a B élg ica ya a Inglaterra. T em en una
resisten cia desesperada de la población de P a rís y la reso ­
lución de T rochu, que en la defensa de P a rís parece d is­
puesto a re c u rrir en caso de necesidad a las barricadas de
ju n io y a hacer saltar b arrio s enteros de P arís. R o u h er ha
traído aquí de R eim s, donde ha visitado al E m perador err
term o, un plan desesperado de defensa y de acción contra
lo s que ellos llaman lo s prusianos del in terio r (lo s orlea-
n istas y los republicano s). P alik ao lo adoptó. F avre, Gam­
b e tta y T h ie rs han atacado vivam ente al Im p erio en el Co­
m ité secreto (el 24 ó el 25). “ ¡L a ho ra actu al es tan te rri-
” ble —dicen ellos— que el país no puede ser salvado más
” que por el poder reu n id o de la Cámara, de P alik ao y de
’’ T ro ch u !" [Yo adm iro esta m ezcla]. Los b o n ap artistas es­
tá n dispuestos a defenderse incondicionalm ente. L os m iem ­
bros de la izquierda se creen seriam ente am enazados. E n
o tro s círculos tam bién se espera u n golpe de E stad o bona-
p a r tis ta ; se organiza, dícese, una defensa d e l p a ís ex c lu si­
vam ente decem brista. Se com enzará por d eten er a T ro ch u y
a los diputados de la izquierda, a los que se d enunciará a la
m ayoría de la Cám ara y al país como traid o res. P alik ao tie ­
ne en sus m anos las direcciones de todos loa h ab itan tes con­
siderados peligrosos. Se ha detenido ya a centenares de re ­
publicanos y de socialistas, a p erio d istas tam bién.”
“P arís, 26 de agosto. — E l Journal d es D ebats da
cuenta de una conspiración b o n ap artista y del golpe de
E stado, P ro te s ta co n tra el hecho de que los ultrab o n ap ar-
tista s (R ouher, Schneider, B aroche, P e rsig n y ) vayan todos
los días a tom ar p arte en los consejos de m in istro s y decla­
ra que ese G abinete exclusivam ente b o n ap artista no in sp ira
n in g u n a confianza al p a ís y paraliza todos los esfuerzos pa­
trió tic o s de la Cámara. La derecha ha rechazado ayer una
proposición de abolir o de suspender las leyes que prohíben
la tenencia y la venta de arm as. P re fie re en tre g ar P a rís
a los prusianos an tes que arm ar al pueblo. L a derecha h a­
bía querido acusar y a rre s ta r a l general T ro ch u , después de
haber rehusado p re se n ta r su dim isión a la E m p eratriz. L a
G uardia N acional tuvo n o ticias de esta in tención e hizo una
ru id osa m anifestación de sim patía al general T ro ch u , com­
pletam ente republicana. D esde ayer, la E m p eratriz hace de
108 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

nuevo la corte a Trochu, el cual se p resta a ello, haciendo


probablem ente cara de dejarse engatusar. Se quiere im pe­
dirle a toda costa que pase la rev ista de los ochenta m il
hom bres de la G uardia Nacional, tem iendo dem ostraciones
sim páticas para T rochu, pero co n trarias al Im perio. H a­
biendo aconsejado un estadista bien conocido al E m pera­
dor que se p u siera a la cabeza de un regim iento de caballe­
ría y se p recipitase ante las bayonetas de los prusianos,
N apoleón I I I contestó, retorciéndose el b ig o te : “ Sería m uy
” herm oso para la H is to ria ; pero no estoy del todo ta n
" m u e rto como los buenos parisienses quieren creer. V ol-
” veré a P arís, no para ren d ir cuentas, sino p ara ex ig irlas a
”los que han perdido a F ra n c ia : a O llivier, que nos ha hecho
" ta n to mal con su parlam entarism o, y a los diputados de la
” izquierda que, cercenando el presu p u esto del ejército, nos
” h an entregado al país y a m í a P ru sia ” .
"R ouher, después de su vuelta de Reims, trabaja ahora
en el sentido de esas m ism as ideas con P alikao y con todos
los je fe s de la derecha. Los im p erialistas están llenos de es­
peranza, aguardan convencidos la v icto ria, que será la d i­
solución o al m enos la suspensión de la Cámara, a pesar de
que S chneider mismo —se dice— sea co n trario a ello."
U na correspondencia de la In d ep en d en ce B elge, fechada
en P a rís el 27 de agosto, anuncia la in ten ció n del E m pera­
dor de refu g iarse tras el Loira, en B ourges, y concentrar
allí el Gobierno. La L ib erté (del 28 de agosto) habla tam ­
bién del proyecto de traslad ar el G obierno, no a Bourges,
sino a T ours.
E ste proyecto parece ser una am enaza m uy seria. Parece
com binarse con la form ación de u n ejército tra s el Loira,
e jé rc ito cuyo comando será sin duda confiado a un bona­
p a rtis ta probado. A parece más am enazador aún en p resen ­
cia de la agitació n b onapartista de los cam pesinos, larga y
sistem áticam ente fom entada por los prefecto s, subprefec-
tos, consejos generales y consejos de d istrito , alcaldes, ju e ­
ces de paz, gendarm es, guardas ru rales, m aestros de es­
cuela y curas y sacristanes en todos los p u n to s de Francia.
P a ra mí, es evidente que N apoleón I I I quiere apoyarse
ahora en dos fuerzas: Bism arck, en el ex terio r, y los cam pe­
sinos sublevados en su favor, en el in terio r. De este modo,
para salvar su corona, después de hab er p recip itad o a F ra n ­
CARTAS A UN FRANCES 109

cia en el abismo, quiere arru in a rla, d e stru ir su ú ltim a espe­


ranza y su últim o m edio de salvación (hablo aquí desde el
p u n to de v ista del E s ta d o ) : la sublevación en masa, u n á­
nim e del pueblo francés co n tra la invasión ex tran jera. Q uie­
re su b stitu irla, en este m om ento te rrib le y en presencia in­
cluso de esa invasión, con la g u erra civil en tre el campo
y las ciudades de F rancia. N o me asom braría, de n in g ú n
modo, de que el M in isterio actual, m in isterio b o n ap artista y
u ltram ontano, inspirado p o r N apoleón I I I , por E u g en ia y
por los je su ítas a un m ism o tiem po, quiera evidentem ente
consum ar la ru in a de F ran cia alim entando el p royecto de
arm ar a los cam pesinos co n tra las ciudades, dejando a los
obreros desarm ados, oprim idos por el estado de sitio y en­
treg ad o s sin defensa a la b arbarie reaccionaria de los cam­
pesinos. Será ese un terrible peligro y únicam ente la revo­
lu ción social ta l como nosotros la entendem os podrá d es­
viarlo y transform arlo para Francia en un m edio de salva­
ción. V olveré más tarde sobre esto.

* * *

T ales son los proyectos actuales del E m perador, de la


E m p eratriz y de su partido. A poyados en ese ejército nuevo
que se organiza d etrás del L oira y que sin duda se organiza
de m odo que esté bien consagrado al Im p erio ; apoyados al
m ism o tiem po en las sim patías artificialm en te caldeadas de
los cam pesinos, y entendiéndose por o tro lado en secreto
con B ism arck, los b o n ap artistas serán capaces de en treg ar
P a rís a este últim o, y después acusarán a la población de esta
ciudad y a los diputados rad icales de haber hecho traición.
B ism arck 110 podrá im poner a N apoleón I I I o IV a F ra n ­
cia, a P arís. P e ro N apoleón I I I , sostenido por esc ejército
del L oira, que no será bueno probablem ente más que p ara
d efenderlo contra la indignación de las ciudades francesas,
y por los cam pesinos, a quienes se habrá am otinado co n tra
el p atrio tism o de las ciudades, podrá tr a ta r con B ism arck
después que este últim o haya tom ado y desarm ado a P arís.
A m enos que no su rja una en erg ía so brenatural, de que no
110 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

creo ya capaz al pueblo francés, F ran cia en este caso estará


perdida.
H e a h í por qué yo, revolucionario socialista, deseo de
to d o corazón, ahora, la alianza del jacobino G am betta con
los o rlea n istas T h ie rs y T ro ch u —sólo esa alianza puede
a te rra r la conspiración b o n ap artista en P arís—. H e aquí por
qué desea ahora que la d ictad u ra colectiva de Gambetta, de
T h ie rs y de T ro ch u se apodere lo m ás pronto del Gobierno,
y digo lo m ás p ronto porque cada día es precioso, y si
d erro ch an uno solo inútilm en te están perdidos. P ienso que
todo esto va a resolverse en tre s o cuatro días. T eniendo
con ellos la G uardia N acional, la G uardia M óvil y la pobla­
ción de P arís, pueden incontestablem ente apoderarse del
P oder, si están unidos, si poseen la decisión necesaria, si
son hom bres. Me asom bra que no lo hayan hecho hasta el
p resente. Los bon ap artistas tien en con ellos toda la P olicía
y la G uardia M unicipal, que constituyen, creo, una fuerza
bastante respetable. E s probable que se proponga detener a
los m iem bros de la izquierda y a T ro ch u d u ran te la noche,
como h ic iero n en diciem bre. E n todo caso, este estado de
cosas no puede durar, y recibirem os uno de estos días la
noticia de un golpe de E stado bonapartista, o bien la de un
golpe de E stado más o m enos revolucionario.
E s claro que, en el p rim er caso, la salvación no podrá ve­
n ir m ás que de una revolución provincial. P ero tam bién
en el segundo sólo de ella podrá venir.
R esum iré aquí en pocas palabras los argum entos de que
m e he servido para probarlo en esta larga carta.
Si G am betta, a quien tomo aquí por la p erscm fi cación
del p artid o jacobino, triu n fa, aun en las circunstancias más
favorables para él, no p o d rá:
N i refo rm a r constitucionalm ente el sistem a de adm inis­
trac ió n a ctu al;
N i cam biar com pletam ente, ni de una m anera sensible y
u n poco eficaz, el personal, pues la reform a constitucional
de este sistem a no puede hacerse más que por una C onstitu­
y ente cualquiera, y no puede ser term inada en pocas sema­
nas. N o hay necesidad de probar que la convocatoria de una
C o n stitu y en te es im posible y que no se debe perder ni una
semana, ni un solo día. E n cuanto al cambio del personal,
p ara efectuarlo de u n modo serio, será necesario poder en­
C4K7MS A UN FRANCES

co n tra r en pocos días cien mil nuevos funcionarios, con la


certidum bre de que estos nuevos fu n cio n ario s serán m<=s
in telig en tes, m ás enérgicos, m ás honestos y más abnegacios
que los fu n cio n ario s actuales. B asta en u n ciar esta ex ig en ­
cia, esta necesidad, p ara hacer v er que su realización es
im posible.
P o r lo tanto, no quedarán a G am betta más que dos sa­
lid as:
O bien resig n arse a servirse de la A d m in istració n esen­
cialm ente bonapartista, y que será un arm a envenenada con­
tra él mismo y co n tra F ran cia en sus m anos, lo que equi­
vale, en las circu n stan cias presentes, a la ru in a to tal, al so­
m etim iento, al aniquilam iento de F ra n c ia ;
O bien rom per por com pleto esa m áquina ad m in istrativ a
y gubernam ental sin in te n ta r reem plazarla por o tra y dar
por eso m ism o la lib ertad com pleta de in iciativ a, de m ovi­
m iento y de organización a todas las provincias, a todas las
com unas de F ran cia, lo que equivale a la disolución del
E stado, a la revolución social.
D estruyendo la m áquina adm in istrativ a, G am betta se p ri­
va él mismo, su G obierno priva a P a rís del único m edio que
tenía para gobernar a Francia. D espués de haber perdido
el m ando o ficial, la in iciativ a p o r decretos, P a rís no con­
servará m ás que la in iciativ a del ejem plo, y no la conser­
vará aún sino en el caso, solam ente de que por su fu erza
m oral, p o r la energía de sus resoluciones y p o r la conse­
cuencia revolucionaria de sus actos, se ponga realm ente a
la cabeza del m ovim iento nacional, lo que no es del todo
probable. E sto me parece im posible por las sig u ien tes ra ­
zones:
1.a L a alianza forzad a de G am betta con T h ie rs y T r o c h u ;
2.a Su propio jacobinism o, su m oderantism o republicano,
así como el de todos sus am igos y de su p a r tid o ;
3.a L a necesidad política, p ara P arís, en in te ré s de su
propia defensa, de no chocar dem asiado, ni asu star los p re ­
ju icio s y los sen tim ien to s del ejército , cuya ex isten cia le es
absolutam ente n e c e sa ria ;
4.a E n fin, la im posibilidad evidente p ara P a rís de ocu­
parse ahora del desarrollo y de la aplicación p ráctica de las
ideas revolucionarias, debiendo concentrarse todas las
energías y todos los esp íritu s necesariam ente en la defensa
112 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

exclusiva. P arís, sitiado, se tran sfo rm ará en una inm ensa


ciudad de guerra. T oda su población form ará un inm enso
ejército, disciplinado por el sen tim iento del p eligro y por
las necesidades de la defensa. P ero un ejército no razona y
no hace revoluciones, se bate.
5.a P arís, absorbido por el ú n ; co in terés y por el único
pensam iento d.e su defensa, será incapaz por com pleto de
d irig ir y de organizar el m ovim iento nacional de Francia.
Si pudiese tener esta p reten sió n absurda, ridicula, m ataría
el m ovim iento, y por consiguiente sería deber de F rancia, de
las provincias, el desobedecerle en in terés suprem o de la
salvación nacional. Lo único y lo m ejor que P arís podría
hacer en interés de su p ropia salvación, es proclam ar y
provocar la absoluta independencia y espontaneidad de los
m ovim ientos provinciales, y si P a rís olvida o descuida h a ­
cerlo, por cualquier razón que sea, el patriotism o manda a
Jas provincias levantarse y organizarse espontáneam ente,
independientem ente de París, para la salvación de F ran cia
y de P arís mismo.
R esulta de todo eso, de una manera evidente, que si F ran­
cia puede aún ser salvada, no es más que por la sublevación
espontánea de las provincias.

* ■!■ *

¿E sta sublevación es posible? Sí, si los obreros de las


grandes ciudades provinciales, como Lyon, M arsella, Saint-
E tienne, Ruán y m uchas otras más, tien en sangre en las
venas, cerebro en la cabeza, energía en el corazón y fuerza
en los b ra z o s; si son hom bres vivos, revolucionarios socia­
listas y no socialistas d o ctrinarios. Sólo los obreros de las
ciudades pueden salvar h o y a Francia.
N o hay que contar cotí la burguesía. H e desarrollado am­
pliam ente el porqué. Los b u rg u eses no ven, no com prenden
nada fuera del E stado, fu era de los m edios regulares del
Estado. E l máximo de su ideal, de su im aginación, de su
abnegación y de su heroísm o, es la exageración revolucio­
naria de la potencia y de la acción d el E sta d o , en nom bre
de la salvación pública, P ero he dem ostrado suficientem en­
te que el E stad o en esta h o ra y en las circunstancias actúa­
CARTAS A UN FRANCESr 113

les —con los bism arckianos en el ex terio r y lo s bonapar-


tistas en el in te rio r—, lejos de poder salvar a F ran cia no
puede más que p erd erla y m atarla.
Lo que únicam ente puede salvar a F rancia, en m edio de
los terribles, de los m o rtales p eligros ex terio res e in te rio ­
res que la am enazan actualm ente, es la sublevación espon­
tánea, form idable, apasionada, enérgica, anárquica, d estru c­
tiva y salvaje de las masas populares en todo el territorio
de Francia. E sta d convencidos: fu era de esto, no hay salva­
ción para v uestro país. Si no os sen tís capaces de ello, re ­
nunciad a F rancia, ren u n ciad a toda libertad, bajad la ca­
beza, doblad vuestras ro d illas y convertios en esclavos; es­
clavos de los pru sian o s; esclavos de los B onaparte, virreyes
pru sianos; víctim as de los cam pesinos am otinados y arm a­
dos contra vosotros, y preparaos y resignaos, vosotros que
sois ya tan desgraciados y tan m iserables, a un p o rv en ir de
sufrim iento y de m iseria como jam ás os habéis im aginado
hasta el presente.
Es cierto que la bu rg u esía no es capaz. P ara ella será
el fin del m undo, la m u erte de toda la civilización. Se arre­
glará m ejor con la dom inación de los prusianos y de los
Bonaparte que con la sublevación de la barbarie popular,
esta igualación violenta, este barrido despiadado y com ple­
to de todos los priv ileg io s económ icos y sociales. Se encon­
tra rá en la clase burguesa, y principalm ente en el P artid o
R adical, un núm ero b astan te considerable de jóvenes im­
pulsados por la desesperación del p atriotism o que se unirá al
m ovim iento socialista de los o b re ro s; pero no tom arán n u n ­
ca, ni podrán tom ar la iniciativa. Su educación, sus p re ju i­
cios, sus ideas se oponen a ello, P o r o tra parte, han perdido
igualm ente el elem ento, el tem peram ento dantoniano, no
se atreven ya a atreverse. E ste tem peram ento no existe tam ­
poco en ninguna catego ría de la clase burguesa. ¿E x iste en
el m undo obrero? T oda la cuestión está ahí.
Pues, sí, yo creo que existe, a pesar del doctrinarism o
y de la retó rica socialistas que se han desarrollado consi­
derablem ente durante los últim os años en las m asas obre­
ras, quizás no sin una c ie rta influencia de la In tern a cio n al
misma.
Yo creo que en esta hora, en F rancia, y probablem ente
tam bién en iodos los dem ás países, no existen m ás que
114 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

dos clases capaces de ta l m o v im ien to : los obreros y los cam ­


pesinos, N o os asom bréis de que hable de los cam pesinos.
Los cam pesinos, aun los franceses, no pecan más que por
ignorancia, no por falta de tem peram ento. No habiendo usa­
do n i abusado de la vida, no habiendo sido emponzoñados
por la acción deletérea de la civilización burguesa, que no
pudo más que rozar apenas su superficie, han conservado
codo el tem peram ento enérgico, toda la n aturaleza del pue­
blo. L a propiedad, el am or y el goce, no de los placeres,
sino de la ganancia, los ha hecho considerablem ente egoís­
tas, es verdad; pero no han dism inuido su odio instin tiv o
co n tra los lindos señores, y sobre todo contra los p ro p ieta­
rios burgueses, que gozan de los fru to s de la tie rra sin p ro ­
d u cirlo s con el trabajo de sus brazos. P o r otra parte, el cam­
pesino es profundam ente p atrio ta, nacional, porque siente
el cu lto de la tierra, una pasión por la tierra, y nada será
más fácil, pienso yo. que sublevarlo co n tra esos invasores
ex tra n jero s que quieren arrancar dos inm ensos te rrito rio s
a F rancia.
E s claro que para sublevarlos y para arra stra r a Iob cam ­
pesinos será necesario hacer uso de gran prudencia, en el
sentido de que hay que guardarse bien, al hablarles, de em­
plear esas ideas y esas palabras que ejercen una acción om­
n ip o ten te sobre las m asas obreras de las ciudades, pero que
explicadas desde hace m ucho tiem po a los cam pesinos por
todos los reaccionarios posibles, desde los p ropietarios no­
bles o burgueses hasta el fun cio n ario del E stado y el sacer­
dote, en u n sentido que detestan y que suena en sus oídos
como u na amenaza, no dejarían de p ro d u cir sobre ellos el
efecto contrario al que se desea. N o; es preciso em plear con
ellos prim eram ente el lenguaje m ás sencillo, el que corres­
ponde m ás a sus propios in stin to s y a su entendim iento. E n
las aldeas donde el am or p latónico y ficticio al E m pera­
dor existe realm ente en el estado de p reju icio y de hábito
apasionado, no hay que hablar co n tra el Em perador. E s p re ­
ciso aniquilar de hecho el poder del E stado, del Em pera­
dor, sin decir nada contra él, arru in an d o la influencia, la
organización oficial y, en tan to que sea posible, d estru y en ­
do las personas m ism as de los fu n cio n ario s del E m p erad o r:
alcalde, juez de paz, cura, gendarm e, g u ard ia ru ral, a
los que no será posible septem brizar, pienso yo, sublevan­
CARTAS A UN FRANCES 113

do contra ellos a los cam pesinos. H ay que decirles que


se tra ta sobre todo de ex p u lsar a los p rusianos de F rancia
—cosa que com prenderán p erfectam en te, porque son p atrio ­
tas, lo repito una vez más— y que para eso conviene a r­
m arse, organizarse en batallo n es v o lu n tario s y m archar con­
tra ellos; pero que an tes de m archar im porta, Biguiendo
el ejem plo de las ciudades, que se han lib ertad o de todos
lo s haraganes explotadores y que han confiado la guardia
de las ciudades a h ijo s del pueblo, a buenos obreros, im ­
p o rta que se deshagan ellos tam bién de todos los lindos
señores que cansan, desh o n ran y explotan la tierra, sin cul­
tiv arla con sus brazos, sino con los brazos ajenos, L uego es
preciso hacerles desco n fiar de los perso n ajes de la aldea, de
los funcionarios y siem pre que sea posible, del cura mismo.
Que tom en lo que les agrade en la ig lesia y en las tierras
de la iglesia, que se apoderen de toda la tie rra del Estado,
ta n to como de la de los rico s p ro p ietario s haraganes que
no valen para nada. A dem ás, hay que decirles que, puesto
que los pagos están en todas p artes suspendidos, es necesa­
rio tam bién que suspendan los suyos —pago de deudas p ri­
vadas, de los im puestos y de las hipotecas—, hasta el p er­
fecto restablecim iento del orden. Que de otro modo, todo
ese dinero, pasando por m anos de los funcionarios, queda­
ría en ellas o bien iría a p arar a m anos de los prusianos.
D espués de eso, que m archen co n tra los prusianos, pero que
se organicen antes en tre sí, que se federen, aldea con aldea,
y con las ciudades tam bién, para aseg u rarse m utuam ente
y p ara defenderse contra los p ru sian o s del ex te rio r así como
co n tra los del in terio r.
H e ahí, según m i idea, el único m odo eficaz de obrar
sobre los cam pesinos, en el sentido de la defensa del país
contra la invasión prusiana, pero tam bién al mism o tiem po,
en el de la destrucción del E stado, en las com unas ru rales
mism as, donde se en cu e n tran p rin cip alm en te sus raíces, y
por consiguiente en el sen tid o de la revolución social.
U nicam ente por sem ejante propaganda, sólo por la re ­
volución social así enten d id a, es como se puede luchar con­
tra el esp íritu reaccionario de los cam pos, y como se lle­
gará a vencerlo y a tran sfo rm arlo en un esp íritu rev o lu ­
cionario.
Las p retendidas sim patías b o n ap artistas de los cam pesi­
116 OBRAS DB MIGUEL BAKUNIN

nos franceses no me inquietan del todo. E s u n síntom a su ­


p erfic ia l del instin to socialista, desviado por la ignorancia
y explotado por la m alevolencia; un saram pión que no
re sistirá a los rem edios heroicos del socialism o revo­
lucionario. Los cam pesinos no d a rá n 'n i su tierra, ni su d i­
nero, ni su vida, para conservar el poder de N apoleón I I I ;
pero d arán voluntariam ente la vida y los bienes de los otros,
porque detestan a esos otros. T ien en en el más alto grado
el odio com pletam ente socialista de los hom bres del trabajo
co n tra los hom bres del ocio, contra los lindos señores. Y
n otad que en ese asunto deplorable, en que los cam pesinos
de una com una de D ordoña acabaron p o r quem ar un joven
y noble propietario , la disputa comenzó con estas palabras
pronunciadas por un cam pesino: “ | Ah, lindo señor, usted
queda tranquilam ente en casa porque es rico, tiene dinero
y envía a los pobres a la g u e rra ! j P ues bien, nosotros irem os
a su casa, y que se nos vaya a buscar a l l í !” E n estas palabras
se puede v er la viva expresión del rencor h ered itario del
cam pesino co n tra el p ro p ietario rico, m as de n inguna m a­
nera el deseo fanático de sacrificarse y de hacerse m atar
por el E m p erad o r; al contrario, el deseo n atu ral de escapar
al servicio m ilitar.
N o es la prim era vez que un gobierno explota el odio
n atu ral de los cam pesinos contra los ricos p ro p ietario s y
co n tra los ricos burgueses. Así fué como, a fin es del siglo
últim o, el cardenal R uffo, de san g rien ta memoria, suble­
vó a los cam pesinos de Calabria co n tra los liberales del
reino de N ápoles que habían in stitu id o una república a la
som bra de la bandera republicana de Francia. E n el fondo,
la sublevación d irig id a por R uffo no era más que un mo­
vim iento socialista. Los cam pesinos calabreses com enzaron
p o r saquear los castillos, y al llegar a las ciudades saquea­
ron las casas de los burgueses, pero no tocaron al pueblo.
E n 1846, los agentes del príncipe M ettern ich sublevaron del
m ism o m odo los cam pesinos de G alitzia co n tra los nobles
señores y p ro p ietario s polacos que m editaban una subleva­
ción p a trió tic a ; pero, antes que él, la em peratriz C atalina
de R usia, había hecho m atar m illares de nobles polacos
por los cam pesinos en U crania. P o r fin, en 1863, el Gobierno
ruso, siguiendo este doble ejemplo, suscitó una “jacq u erie”
en U crania y en una p arte de L itu an ia contra los patrio-
C A R T A S A UN FRANCES 117

ias polacos pertenecientes en su m ayor p arte a la claae n o ­


biliaria. Veis, pues, que los gobernantes, esos p ro tecto res
oficiales y p aten tad o s del orden público y de la seguridad
de ias propiedades y de las personas, no han dejado nunca
de rc c u rrir a sem ejantes m edidas, cuando ellas son conve­
nien tes a su conservación. Se hacen revolucionarios por ne­
cesidad, y explotan, desvían a su favor, las m alas pasiones,
las pasiones socialistas. ¿Y nosotros, revolucionarios socia­
listas, no podrem os apoderarnos de esas m ism as pasiones
para d irig irla s hacia el fin verdadero, hacia un fin confor­
me a los in stin to s pro fu n d o s que las excitan? E sto s in s tin ­
tos, lo repito, son profundam ente socialistas, porque son los
de todo hom bre de trabajo contra todos los explotadores del
trabajo, y todo el socialism o elem ental, n atu ra l y real está
ahí. E l resto, los d iferen tes sistem as de organización
económ ica y social, todo eso no es más que un desarrollo
exp erim ental y más o menos cien tífico —y, por desgracia
tam bién, dem asiado a menucio do ctrin ario — de ese in stin to
p rim itivo y fundam ental del pueblo.
Si querem os verdaderam ente ser p ráctico s; si, cansados de
sueños, querem os hacer la revolución, es preciso que com en­
cemos por librarnos nosotros m ism os de una cantidad de
p reju icio s d o ctrin ario s nacidos en el seno de la burguesía y
pasados desgraciadam ente en proporción dem asiado grande
de la clase burguesa al pro letariad o mism o de la ciudad. El
obrero de las ciudades, más in stru id o que el cam pesino,
dem asiado a m enudo lo desprecia y habla de él con un des­
dén com pletam ente burgués. P ero nada encoleriza tan to
como el desdén y el desprecio, lo que hace que el cam pe­
sino responda al desprecio del trab a jad o r de las ciudades
con el odio. Y es una gran desgracia, porque este desprecio
y ese odio dividen al pueblo en dos grandes partes, de las
cuales cada una p araliza y anula a la otra. E n tre esas dos
p artes no hay en realid ad n in g ú n in terés co n trario, no hay
más que u n inm enso y fu n este error, que es preciso hacer
desaparecer a todo precio.
E l socialism o más in stru id o , más civilizado —y p o r eso
mismo en p arte y en cierto modo m ás burgués— de las ciu ­
dades, desconoce y desprecia el socialism o prim itivo, n a tu ­
ral y m ucho más salvaje de los cam pos, y desconfía de él;
quiere contenerlo siem pre, oprim irlo en nom bre incluso de
118 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

la igualdad y de la libertad, lo que provoca, naturalm ente,


en el socialism o del campo un profundo desconocim iento
del socialism o de las ciudades, al que confunde con el b u r­
guesism o de las ciudades. E l cam pesino considera al obrero
como el criado y el soldado del burgués, y lo desprecia y
lo d etesta como tal. Y lo d etesta hasta el punto de conver­
tirse él mismo en el soldado y en el servidor ciego de la
reacción.
T a l es el antagonism o fa ta l que ha paralizado hasta aquí
todos los esfuerzos revolucionarios de F ran cia y de E u ro ­
pa. E l que quiera el triu n fo de la revolución social, debe
ante todo resolverlo. P uesto que las dos partes no están
divididas más que por una confusión, es preciso que una
de ellas tom e la in iciativ a de la explicación y de la concilia­
ción. L a iniciativa pertenece de derecho a la p arte más ins­
tru id a ; por consiguiente, pertenece a los obreros de las
ciudades. Los obreros de las ciudades, para lleg ar a una
conciliación, deben darse antes cuenta ellos m ism os de la
n aturaleza de los agravios que tien en contra los cam pesi­
nos. ¿C uáles son sus agravios p rin cip ales?
H ay tre s : E l prim ero es que los cam pesinos son ig n o ­
rantes, supersticiosos y beatos, y que se dejan d irig ir por
los sacerdotes. E l segundo es que son fíeles al Em perador.
E l tercero es que son p artid ario s testaru d o s de la p ro p ie­
dad individual.
E s verdad que los cam pesinos franceses son perfectam en­
te ignorantes. Pero, ¿es por falta suya? ¿E s que se in tentó
nunca d arles escuelas? ¿E s esta una razón para desp reciar­
los y m altratarlo s? P ensando así, los burgueses, que son in ­
fin itam en te m ás sabios que los obreros, ten d rán el derecho
de despreciar o de m a ltra ta r a estos ú ltim o s ; y nosotros co­
nocemos m uchos burgueses que lo dicen y que fundan en
esa superioridad de in stru c ció n su derecho al dom inio, y
que deducen para los obreros el deber de la subordinación.
Lo que constituy e la grandeza de los obreros ante los b u r­
gueses, no es su instrucción, que es pequeña, es el in stin to
y la representació n real de la justicia, que son in co n testa­
blem ente grandes, P ero, ¿es que ese in stin to de la ju sticia
les falta a los cam pesinos? M irad b ien ; bajo form as sin duda
diferentes, lo en co n traréis en ellos, íntegro. E n co n traréis
en ellos, al lado de su ignorancia, un profu n d o buen s e n ti­
CARTAS A UN FRANCES 119

do, un adm irable refin am ien to y esa energía de trab ajo que
co nstituy e el honor y la salvación del pro letariad o .
L os cam pesinos —decís— son supersticiosos y beatos, y se
dejan d irig ir por los sacerdotes. Su su p erstició n es el p ro ­
ducto de su ignorancia, a rtific ia l y sistem áticam ente m ante­
n id a por todos los gobiernos burgueses. Y, por o tra parte,
no son del todo tan su p ersticio so s y tan beatos como que­
réis d ecir; son sólo sus m u jeres las que lo so n ; pero las
m ujeres de los obreros, ¿están bien libres, verdaderam ente,
de las su p ersticio n es y de las d o ctrin as de la relig ió n cató­
lica y rom ana? E n cuanto a la in flu en cia y a la dirección
de los sacerdotes, no la su fren más que en ap arien cia sólo,
ta n to como lo reclam a la paz in terio r y en lo que no con­
trad ice a sus intereses. E sta su p erstició n no les ha im ­
pedido, después de 1789, com prar los bienes de la Ig lesia
confiscados por el E stado, a pesar de la m aldición lanza­
da por la Ig lesia, tan to sobre los vendedores como sobre
los com pradores. De donde resulta que, para m atar d efin i­
tivam ente la in flu en cia de los sacerdotes en los campos,
la revolución no tiene que hacer más que una cosa: p oner
en contradicción los intereses de los cam pesinos con los de
la Iglesia,
H e oído siem pre con pena, no sólo a los jacobinos revo­
lucionarios, sino tam bién a socialistas educados m ás o m e­
nos en la escuela de Blanqui, y desgraciadam ente aú n a al­
gunos de n u estro s am igos íntim os que han su frid o in d i­
rectam ente la influencia de esta escuela, avanzar esa idea
com pletam ente antirrevolucionaria de que será p reciso que
la fu tu ra p o lític a anule por decreto todos los cultos pú­
blicos y ordene igualm ente por decreto la expulsión vio­
len ta de todos los sacerdotes. P rim eram ente, yo so y enem i­
go absoluto de la revolución por d ecretos, que es una con­
secuencia y una aplicación de la idea de E sta d o revo lu cio ­
nario, es decir de la reacción que se oculta tras las aparien­
cias de la revolución. AI sistem a de los decretos rev o lu cio ­
narios, opongo el de los hechos revolucionarios, el único
eficaz, consecuente y verdadero. E l sistem a a u to rita rio de
los decretos, queriendo im poner la lib ertad y la igualdad,
las destruye. E l sistem a anárquico de los hechos, las p ro ­
voca y las suscita de un m odo in fa lib le, sin necesidad de la
in terven ció n de una violencia o ficial o autoritaria cualquie­
120 OBRAS DE MIGUEL 1BAKUNIN

ra. E l prim ero llega necesariam ente al triu n fo fin al de la


fran ca reacción. E l segundo establece sobre bases naturales
e inquebrantables la revolución.
Así, en este ejemplo, si se ordena por decreto la aboli­
ción de los cultos y la expulsión de los sacerdotes, podéis
estar seguros de que los cam pesinos menos religiosos tom a­
rán p artid o por el culto y por ios sacerdotes, aunque no
fuese más que por esp íritu de contradicción, y porque un
sentim iento legítim o n atural, base de la libertad, se rebela
en el hom bre contra toda m edida im puesta, bien que tenga
la libertad por fin. Se puede, pues, estar seguro de que, si
las ciudades com etiesen la to n te ría de decretar la abolición
de los cultos y la expulsión de los sacerdotes, los campos
tom arán partido por los sacerdotes, se rebelarán contra las
ciudades y se convertirán en un instrum ento terrible en
m anos de la reacción. P ero, ¿es que hay que d ejar a los
sacerdotes y su potencia en pie? De ningún m o d o . H ay
que obrar contra e llo s d e l modo m ás enérgico, p ero no
porque son sacerdotes, m in istro s de la religión católica ro ­
mana, sino porque son agentes de Prusia; en los campos,
como en las ciudades, no hace falta que exista una au to ri­
dad cualquiera, aunque fuese un Comité revolucionario de
salvación pública, que lo s ataque, es preciso que sean las
poblaciones, en la ciudad los obreros, en el campo los cam ­
pesinos m ismos, ¡os que obren rigurosam ente contra ellos,
m ientras que la autoridad revolucionaría aparentará pro­
teg erlo s en nom bre de su respeto por la libertad de con­
ciencia. Im item os, pues, un poco la prudencia de n u es­
tro s adversarios. Ved, todos los gobiernos tienen la pala­
bra libertad en la boca, m ien tras que sus hechos son reac­
cionarios. Que las au toridades revolucionarias no hagan
fra se s; pero, m anteniendo un lenguaje tan moderado, tan
pacífico como sea posible, que hagan la revolución.
E s todo a la inversa de lo que las autoridades revolucio­
narias, en todos los países, han hecho hasta el p re s e n te :
han sido m uy a m enudo excesivam ente enérgicas y revolu­
cionarias en su lenguaje y m uy m oderadas, por no decir
m uy reaccionarias, en sus actos. Se puede aún decir que
la energía d el lenguaje, la m ayor parte del tiem po, ¡es ha
servido de máscara para engañar a¡ pueblo, para ocultarle
Ja debilidad y la inconsecuencia de sus actos. H ay hom ­
C4¿?r4S A UN FRANCES 121

brea, m uchos hom bres, en la burguesía sediciente rev o lu ­


cionaria.q ue, pronunciando alg u n as palabras dem agógicas,
creen hacer la revolución, y que después de haberlas p ro ­
nunciado, y precisam ente porque las han pronunciado, se
creen con perm iso para com eter actos de debilidad, incon­
secuencias fatales, actos de pura reacción. N osotros, que
somos revolucionarios en to d a la extensión de la palabra,
hagam os todo lo contrario . H ablem os poco ae revolución,
pero hagám osla mucho. D ejem os ahora a o tro s la tarea de
d esarro llar teóricam ente los prin cip io s de la revolución so­
cial, y contentém onos con aplicarlos am pliam ente, con en­
carnarlos en Jos hechos.
A quellos entre nuestro s aliados y am igos que me cono­
cen bien, se asom brarán quizás de que yo em plee ah o ra eate
lenguaje, yo, que he teo rizad o tanto, y que me he m o stra­
do siem pre un guardián celoso y feroz de los principios.
¡A h, es que los tiem pos han cam biado! E ntonces, no hace
aún un año, no preparábam os la revolución, que unos creía­
mos m ás próxim a, otros m ás lejana, y ahora, digan lo que
quieran los ciegos, estarnos en plena revolución. E ntonces,
era absolutam ente necesario m antener en alto ía bandera
de los principios teóricos, exponer claram ente esos p rin ­
cipios en toda su pureza, a fin de form ar un p artido, por
poco num eroso que fu era, pero com puesto únicam ente
de hom bres sincera, plena y apasionadam ente asociados
a esos principios, de modo que cada uno en tiem po de c ri­
sis pudiese contar con los demás. A hora no se tra ta ya de
reclu tar. H em os logrado fo rm ar bien o mal un pequeño
partido, pequeño p o r el núm ero de hom bres que se adhie­
re n a él con conocim iento de causa, inm enso si se tienen
en cuenta los ad h eren tes instin tiv o s, si se tien en en cuen­
ta las m asas populares de las que rep resen ta m ejor que otro
alguno las necesidades. A hora debemos em barcarnos todos
ju n to s en el océano revolucionario y desde aquí en adelan­
te debemos p ropagar n u estro s principios, no ya con pala­
bras, sino con hechos, porque esa es la.m ás popular, la más
p o tejite y la más irresistib le de las propagandas. Callemos
algunas veces n u estro s p rin cip io s cuando la política, es de­
cir, n u estra im potencia m om entánea ante una gran p o ten ­
cia contraria, lo e x ija ; pero seamos siem pre despiadada­
122 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

m en te consecuentes en jos hechos. La salvación de la revo­


lución está en eso.
La p rin cip al razón por la que todas las autoridades r e ­
volucionarias del m undo han hecho tan poca revolución,
es que han querido siem pre hacerla por sí m ism as, por su
propia autoridad y por su propia potencia, lo que no ha
dejado nunca de lleg ar a dos resu ltad o s: prim ero, a re s­
trin g ir excesivam ente la acción revolucionaria, porque es
im posible, aun para la au to rid ad revolucionaria más in te li­
gente, más enérgica, más franca, abarcar m uchas cuestiones
e in tereses a la vez, pues to d a d ictadura, tan to individual
como colectiva, es necesariam ente m uy lim itada, muy cie­
ga e incapaz de penetrar en las profundidades y de abar­
car toda la am plitud de la vida popular, lo mismo que es
im posible para el más poderoso barco m edir la p ro fu n d i­
dad y la am plitud del océano; y, además, porque todo acto
de au toridad y de potencia oficial, legalm ente im puesta,
d esp ierta necesariam ente en las m asas un sentim iento de
rebeldía, la reacción.
¿Q ué deben, pues, hacer las au toridades revolucionarias
—y procurem os que haya las m enos posible—, qué deben
hacer para extender y o rg an izar la revolución? Deben, no
hacerla por sí mismas m ediante decretos, sino provocarla
en las masas. No deben im poner una organización cualquie­
ra, sino suscitar la organización autónom a de abajo a a rri­
ba, trab a jar bajo cuerda, con ayuda de la influencia perso­
nal sobre los individuos más in telig en tes y más in flu y en ­
tes de cada localidad, para que esa organización esté todo
lo conform e posible con n u estro s principios. E l secreto de
nuestro triu n fo está en eso.
Que este trabajo encuentra inm ensas d ificultades, ¿quién
puede dudarlo? Pero, ¿se piensa que la revolución es un
juego de niños y que se puede hacer sin vencer d ificu lta­
des innum erables? Los revolucionarios socialistas de nues­
tro s días no tienen nada o casi nada que im itar de los re ­
volucionarios jacobinos de 1793. L a ru tin a revolucionaria
les perdería. Deben tra b a ja r en lo vivo, han de crearlo
todo.
V uelvo a los campesinos. H e dicho ya que su pretendido
apego al E m perador no me causa de n in g ú n modo miedo.
No es profundo, no es real. No es más que una expresión
CARTAS A UN FRANCES 123

negativa de su odio a los señ o res y a los burgueses de las


ciudades. Ese apego no p o d rá re s is tir a la revolución so­
cial.
E l últim o y el p rin cip al agrav io de los obreros contra
los cam pesinos es la av aricia de estos últim os, su grosero
egoísm o y su apego a la p ro p ied ad in d ividual de la tierra.
Los obreros que les rep ro ch an todo eso deberán p reg u n ­
tarse p rim ero : ¿Y quién no es egoísta? ¿Q u ién en la so­
ciedad actu al no es avaro, en el sen tid o de que retiene con
fu ro r el poco bien que ha podido reu n ir y que le g aran ti­
za, en la anarquía económ ica actu al y en esta sociedad que
no tiene piedad para los que m ueren de ham bre, su exis­
tencia y la existencia de los suyos? Los cam pesinos no
son com unistas, es verdad, tem en, odian el reparto, porque
tienen algo que conservar, al m enos en la im aginación, y
la im aginación es una g ran potencia de que generalm ente
no se hace bastante caso en la sociedad. Los obreros, cuya
inm ensa m ayoría no poseen nada, tienen in fin itam en te más
p ropensión hacia el com unism o que los cam pesinos; nada
más n a tu r a l: el com unism o de los unos es tan n atu ral como
el individualism o de los otros —no hay por qué vanaglo­
riarse por eso, ni por qué despreciar a los demás—, pues
son unos como otros, con todas sus ideas y sus pasiones,
los productos de los m edios diferen tes que los han engen­
drado. Y aún más, los obreros mismos, ¿son todos com u­
n istas ?
No se tra ta de ensalzar a los cam pesinos ni de d en ig rar­
los, se trata de establecer una Urea de conducta revolucio­
naría que aparte la d ificu lta d y que no sólo im pida que el
ind ividua lism o de los cam pesinos los im pulse al terreno de
la reacción, sino que, al contrarío, sirva para hacer triunfar
la revolución.
R ecordad vosotros, queridos amigos, y repetidlo cien ve­
ces, m il veces en el día, que d e l establecim iento de tal línea
de conducta depende absolutam ente el resultado: el triu n ­
fo o la derrota de la revolución.
C onvendréis conm igo que no es ya tiem po de co n v ertir
a los cam pesinos por la propaganda teórica. Q uedaría, pues,
fu era del m edio que propongo, sólo un o : el del terrorism o
de las ciudades contra lo s campos. Es el m edio por exce­
lencia elegido por todos nuestros amigos, los obreros de
124 OSRAS D E MIGUEL B A K U N I N

las grandes ciudades de Francia, que no se dan cuen­


ta de que han tom ado este in stru m en to de revolución
—iba a decir de reacción— en el arsenal del jacobinism o
revolucionario, y de que, si tienen la desgracia de servirse
de él, se m atarán a sí mismos, más que esto, m atarán la.
m ism a revolución. Porque ¿cuál será la consecuencia in ­
evitable, fatal? Todas las poblaciones del campo, diez
m illones de cam pesinos, se irán del otro lado de la b arre­
ra y refo rzarán con sus masas form idables e invencible# el
campo de la reacción.
B ajo este aspecto, como bajo m uchos otros aún, consi­
dero como u na verdadera felicidad para F ran cia y para la
revolución social universal, la invasión de loa prusianos.
Si esta invasión no hubiese tenido lugar, y si la revolución
en F ran cia se hubiese hecho sin ella, los socialistas fra n ­
ceses mism os hubieran in ten tad o todavía una vez —y ésta
por su propia cuenca— hacer una revolución de Estado. E sto
sería perfectam ente ilógico, sería fatal para el socialism o;
pero hubiesen ciertam ente tratad o de hacerlo, de tal modo
están aún penetrados e in flu id o s de los prin cip io s del ja ­
cobinism o, P o r consiguiente, entre o tras m edidas de sal­
vación pública decretadas por una Convención de los de­
legados de las ciudades, habrían tratad o , sin duda alguna,
de im poner el comunismo o el colectivism o a los cam pesi­
nos. H abrían subievado y armado toda la masa de los cam­
pesinos co n tra ellos, y, para rep rim ir su rebeldía, se verían
obligados a re c u rrir a una inm ensa fuerza arm ada, bien
organizada, bien disciplinada. D arían un ejército a la reac­
ción, y engendrarían, form arían reaccionarios m ilitares, ge­
nerales am biciosos en su propio seno. Con la m áquina es­
ta ta l reforzada, ten d rían p ronto el m aquinista del Estado,
el dictador, el em perador. Todo esto sucedería infalib le­
m ente, porque está en la lógica, no en la im aginación ca­
prichosa de u n individuo, sino en la lógica de las cosas,
y esa lógica no se engaña nunca.
P o r suerte, hoy, los acontecim ientos mism os forzarán a
los obreros a ab rir los ojos y a ren u n ciar a ese sistem a fa ­
tal, que han tom ado de los jacobinos. D eberían ser locos
para q u erer hacer, en las circunstancias presentes, te rro ­
rism o contra los campos. Si el cam po se subleva aho­
ra contra las ciudades, las ciudades, y F ran cia con ellas,
CARTAS A UN FRANCES 125

estarían perdidas. Los obreros 3o com prenden, y e s eso en


p a rte lo que explica la apatía, la inercia, la inacción y la
tran q u ilid ad increíbles, vergonzosas, de las poblaciones
obreras de Lyon, de M arsella y de o tra s g ran d es ciudades
de F rancia, en un m om ento suprem o, ta n te rrib le, en que
únicam ente la energía de todos los h ab itan tes de F ran cia
puede salvar la patria, y con la p a tria el socialism o fra n ­
cés. Los obreros de F ran cia han p erd id o su pobre latin.
H asta este m om ento habían su frid o m ucho con su propio
su frim iento, pero todo lo dem ás: su ideal, sus esperanzas;
sus ideas, sus im aginaciones po líticas y sociales, sus p la­
nes y proyectos prácticos, soñados m ás bien que m edita­
dos para un próxim o porvenir, todo eso lo han tom ado m u­
cho más en los libros, en las teorías co rrien tes y sin cesar
d iscutidas, que en una reflex ió n espontánea basada en la
ex periencia y en la vida. De su ex isten cia y de su ex p erien ­
cia diarias, han hecho continuam ente abstracción, y no se
h an habituado a sacar de ellas sus inspiraciones, sus pen­
sam ientos. Su pensam iento está alim entado de u n a cierta
teoría aceptada por trad ició n , sin crítica, pero con plena
confianza, y esta teoría no es otra que el sistem a político
de los jacobinos m odificado más o m enos p ara el uso de
los socialistas revolucionarios. Ahora, esta teo ría de la r e ­
volución ha hecho bancarrota, pues su base prin cip al, la
potencia del E stado, se ha derrum bado. E n las circu n stan ­
cias actuales, la aplicación del m étodo te rro rista, tan es-
tim ado por los jacobinos, se ha hecho im posible. Y los obre­
ros de F rancia, que no conocen o tro s, se h an deso rien ta­
do. Se dice con m ucha razón que es im posible hacer te rro ­
rism o oficial, reg u la r y legal y em plear m edios co erciti­
vos contra los cam p esin o s; que es im posible in s titu ir el E s­
tad o revolucionario, un Comité de salvación pública cen­
tra l para toda F ran cia en un m om ento en que la invasión
e x tra n jera no está sólo en la fro n tera, como en 1792, sino
en el corazón de F rancia, a dos pasos de P arís. V en de­
rrum barse toda la organización o ficial, desesperan con ra ­
zón de poder crear otra, y, no com prendiendo la salvación,
ellos, revolucionarios, fu era del o rd en público, no com­
prendiendo, ellos, hom bres del pueblo, la potencia y la vida
en lo que la gente oficial de todos los colores, desde la
flo r 'de lis hasta el ro jo subido, llam a la anarquía, se cru ­
OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

zan de brazos y se d ic e n : Estam os perdidos, F ran cia está


perdida.
P ues no, queridos amigos, no está perdida, sí vosotros
mism os no queréis perderos, si sois hombres, si tenéis tem ­
peram ento, verdadera pasión en vuestros corazones, si que­
réis salvaros. No podéis salvar a F ran cia por el orden pú­
blico, por la potencia del Estado. Todo eso, gracias a los
prusianos, lo digo como buen socialista, no es más que ru i­
na al presente. No podéis salvarla tampoco por la exage­
ración revolucionaria del poder público, como hicieron los
jacobinos en 1793. Pues bien, salvadla por la anarquía. Des­
encadenad esa anarquía popular en los cam pos como en
las ciudades, agrandadla hasta el punto de que ruede como
una avalancha furiosa que lo devore, que lo destruya
todo: enem igos y prusianos. Es un medio heroico y bár­
baro, lo sé. P ero es el últim o y en lo sucesivo el único po­
sible. F u era de él, no hay salvación para Francia. Todas
las fuerzas reg u lares están disueltas, no le queda más que
la energía salvaje y desesperada de sus hijos, que deben es­
coger entre la esclavitud por la civilización burguesa o la
lib ertad por la barbarie p o lítica del proletariado.
¿No es una m agnífica posición para los socialistas sin­
ceros, y han soñado jam ás una probabilidad sem ejante?
;A h, am igos m íost T ratad de estar sólo a la altu ra de las
circunstancias que se desarrollan alrededor de vosotros: es
el E stado que se derrum ba, es el m undo burgués que se
va. i Q uedaréis en pie, enérgicos y llenos de confianza, crea­
dores de un m undo nuevo, en medio de esas ruinas, o bien
os dejaréis en terrar por ellas? ¿B ism arck se convertirá en
vuestro amo, os con v ertiréis en esclavos de los prusianos,
que son a su vez esclavos de su rey, o bien ex tenderéis el
incendio socialista revolucionario a Alem ania, a E uropa, al
m undo entero? H e ahí lo que se decide en este m om ento
suprem o; he ahí lo que depende exclusivam ente en esta
hora de los obreros de F rancia. ¿T ienen corazón en sus pe­
chos o no?
V uelvo a m is queridos cam pesinos. No he creído nunca
que, aun en las circunstancias más favorables, los obreros
puedan jam ás ten er el poder de im ponerles la com unidad
o bien la colectividad; y jam ás lo he deseado, porque abo­
rrezco todo sistem a im puesto, porque amo sincera y apa­
CARTAS A UN FRANCES 127

sionadam ente la lib ertad . E s ta falsa idea y esta esperanza


lib erticid a co n stitu y en la aberración fu n d am en tal del co­
m unism o a u to rita rio que, porque tien e necesidad de la vio­
lencia reg u larm en te organizada, tien e necesidad del E s ta ­
do, y que, porque tien e necesidad del E stado, concluye n e ­
cesariam ente en la reco n stitu ció n del p rin cip io de a u to ri­
dad y de una clase p riv ileg iad a del E stado. No se puede
im poner la colectivid ad m ás que a los esclavos, y en to n ­
ces el colectivism o se convierte en la negación de la h u ­
m anidad. E n un pueblo libre, la colectividad no podrá im ­
ponerse más que p o r la fu erza de las cosas, no p o r la im ­
posición de lo alto, sino p o r el m ovim iento espontáneo de
abajo, libre y necesariam ente a la vez, cuando las condi­
ciones del individualism o p riv ileg iad o : la p o lític a del E s ­
tado, los códigos crim in al y civil, la fam ilia ju ríd ica y el
derecho de herencia, b arrid o s por la revolución, h ay an des­
aparecido.
Será preciso e sta r loco, he dicho ya, p ara in te n ta r im po­
n e r a los cam pesinos, en las circu n stan cias actuales, una
cosa u o tra ; sería h acerlos seguram ente enem igos de la re ­
volución ; sería a rru in a r la revolución. ¿ Cuáles son los p rin ­
cipales agravios de los cam pesinos, las p rin cip ales causas
de su odio disim ulado y p ro fu n d o co n tra las ciudades?
1.a L os cam pesinos se sien ten despreciados por las ciu­
dades y el desprecio de que se es objeto se convierte en
odio pronto, aun en los niños, y no se perd o n a jam ás.
2.a L os cam pesinos se im aginan, no sin m uchas razones,
sin m uchas pruebas y experiencias históricas en apoyo de
esa idea, que las ciudades quieren dom inarlos, gobernar­
los, exp lo ta rlo s f recuente m en te e im p o nerles siem pre un
orden p o lític o d e que ello s no se preocupan.
3.a L os cam pesinos, además, consideran a los obreros de
las ciudades como los d e l reparto, y tem en que los socia­
listas vayan a co n fiscar su tierra, a la que am an sobre todas
las cosas.
I Q ué deben, pues, h acer los obreros para vencer esta des­
confianza y esta anim osidad de los cam pesinos co n tra
ellos? P rim eram en te, deben cesar de testim o n iarles su des­
precio, cesar de despreciarlos. Eso es necesario p ara la sal­
vación de la revolución y de ellos mismos, porque el odio
de los cam pesinos co n stitu y e un inm enso peligro. Si no
128 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

hubiese esta desconfianza y este odio, la revolución habría


sido hecha desde hace mucho tiem po, porque la anim osi­
dad que existe desgraciadam ente en tre los campos y las
ciudades constituye en todos los países la base y la fu e r­
za principal de la reacción. P o r consiguiente, en in terés de
la revolución que debe em anciparlos, los obreros deben ce­
sar de testim oniar ese desprecio a los campesinos. Deben
hacerlo tam bién por ju sticia, porque verdaderam ente no
tienen ninguna razón para d espreciarlos ni para d etestar­
los. Los campesinos no son parásitos, son tam bién rudos
trabajadores. Sólo que trab ajan en condiciones diferentes.
H e ahí todo. En presencia del b u rg u és explotador, el obre­
ro debe sentirse herm ano del cam pesino.
E l señor León Gam betta, en la carta notablem ente rid i­
cula que acaba de d irig ir al P rogres de Lyon (1) preten-

(1 ) No puedo dejar de añadir algunas observaciones solire e s tí carta, Q'.K


lie lsíd o con tanta m íe atención cuanto que emana del jefe más o m enos reco­
nocido hoy del Partido Republicano en P erís, del hombre que con Thiers y Tro­
chu e] considerado como el árbitro d f e r i d estin os de la Francia invadida por
lo s prusianos. N o h» tenido nunca en gran concepto a Gambetta, pero confieso
que esta carta me lo ka mostrado todavia mfts insignificante y más pálido de
lo que m í lo había imaginado. Ha tomado muy en serio su papel de republicano
moderado, prudente, razonable, y en un instante terrible como este, en el m o­
m ento en que Francia se derrumba y perece y en que nada podrá ser salvado
m ás que si todos los franceses tienen el d iab lo en et cuerpo, e! señor Gambetta
encuentra el tiempo y la inspiración necesaria para escribir una carta en que
com ienza por declarar que se propone "mantener dignam ente ¡a m isión de o p o si­
ción dem ocrática gubernam ental". H abla luego <lei "programa a la vez reptifc/í-
CBjto y conservador que se ha trazado desde 1SS9” : el de “hacer predominar la
p o lítica d educid: del sufragio universal (pero entonce:, es la del pleb iscito de
N apoleón t i l ) , demostrar que, en las circunstancias actuales, la República es en
lo su cesiv o la condición m ism a de !a sa lv a ció n para Francia y del equilibrio
europeo; que no hay seguridad, paz, progreso, más que en las instituciones
republicanas sabiam en te practicadas (com o en S u iza ). C*ue no se puede gobernar
b F rancia contra la s cia ses media.'!, no se puede d irig irla sin mantener una
genero s í a lian za con el pro te ia risd o . (G enerosa ¿de parte de quién?, sin duda
de parte de la burguesía), i-a forma republicana es la única que perm ite una
arm oniosa con ciliación entre las justas aspiraciones de los trabajadores y e l
resp eto de lo s derechos sagrados de la propiedad. E l justo m edio es una política
trasnochada. Ifil cesarismo es la m ás ruinosa, la más desastrosa de las soluciones.
E! ja co b in ism o ea una palabra ridicula y m alsana. Unicam ente ¡a democracia
racional, p o s itiv is ta (rofd al charlatán!) puede conciliario, o rgan izarlo, fecundarlo
todo. (V eam os cóm o). 1789 ha traído los principios (no todos, ¡lejos de eso !;
¡os principios de ia libertad burguesa, s í : pero ios de la igualdad, lo s de la
libertad del proletariado, n o ); 1792 los h izo triunfar (¡y por eso, sin duda,
F rancia es lib r e !); 1*43 le s ha dado la sanción del sufragio universal (¿en
junio, sin duda?;. Es la generación actual la que liebs realizar la forma repu­
blicana (com o en Suiza) y conciliar sobre la base de la justicia (¿qué ju sticia?,
Jla justicia jurídica, sin duda?) y del p rincipio electivo, loa derechos del ciu ­
dadano y la s funciones del Estado, en una sociedad progresiva y iibre. P sra
n eg a r a ese h a , to n necesarias dos cosas: su p rim ir el m iedo de los u so s y
ca lm a r la s desconfianzas de los otros, L le v i r ¡a burguesía bgeia la dem ocracia
y e l pu eblo s la confianza en so s herm anos m ayores". (¿P or qué no a 1* con­
fianza en la nobleza, que e* todavía m ás v ieja que la burguesía ?)
Gambetta, al escribir esta carta, ha querido evidentem ente hacer nú acto
CARTAS A UN FRANCES

de que la guerra actu al puede ayudar a la reconciliaei< n


de la burguesía con el pro letariad o , uniendo a estas s
clase 3 en un esfuerzo p atrió tico común. Yo ni lo creo ai
lo deseo de ningún modo. P ero lo que deseo y espero de
todo corazón es que esta guerra, el p elig ro inm enso que
am enaza ap lastar y consum ir a F ran cia, tenga por efecto in ­
m ediato confun d ir realm ente al pueblo de las ciudades con
el del campo, los obreros con los cam pesinos, en una
acción común. E sa será verdaderam ente la salvación de
F rancia. Y no dudo de la posibilidad, de la pronta re a li­
zación de esa unión, porque sé que el cam pesino es p ro ­
fundam ente, in stin tiv am en te p atrio ta. U na vez que ae haya
g ritad o bien alto, más alto que lo hacen y que pueden h acer­
lo la A dm inistración actu al y los diarios de la b u rg u esía:
“ ¡ F ran cia está en p e lig r o ; ios prusianos saquean y m atan
al p u e b lo ; exterm inem os a los p rusianos y a todos los am i­
gos de. los prusianos 1", los cam pesinos franceses se levan­
tarán y m archarán frate rn alm e n te al lado de los obreros
de las ciudades de F ran cia.
M archarán con ellos tan p ronto como se hayan conven­
cido de que los obreros de las ciudades no p reten d en im ­
ponerles su voluntad, ni un orden p o lítico y social cu al­
quiera, inventado p o r las ciudades, para la g ran felicidad
del cam po; tan p ro n to como hayan adquirido la segu­
ridad de que los obreros no tien en ninguna intención de
tom arles sus tierras.
Y bien, es de toda necesidad hoy que los obreros re n u n ­
cien realm ente a esa p rete n sió n y a esa in ten ció n ; que r e ­
nuncien de modo que los cam pesinos lo sepan y queden
com pletam ente convencidos. Los obreros deben renunciar
a ellas, porque, aunque esa p reten sió n y esa intención pa-

p o lítico : habituar » la b urguesía a la palabra república. Pero ¿no habría sido


todavía m fs p o lítico en este m om ento de p eligro supremo, en lugar de escri­
bir cartas sem ejantes, hacer un acto de virilid ad —para servirm e de ur.a expre-
:ión favorita de Gambetta— y derribar a un Gobierno que traiciona y que
pierde osten sib lem en te a F rancia, de nrodo que c-da in stan te de poder que se
1c deja se convierte en un crim en de lesa nación de parte de aquellos yue tienen
e¡ d:ber y la posibilidad de derribarlo y que no lo derriban probablem ente por­
que temen perder su reputación de prudencia? Verdaderam ente, cuanto m ás
considero estas ja n tes, mSs ¡az desprecio. Su patriotism o, su civism o, su in ­
dignación se d isip 2n en frs.se.:. y son tan enérgicos tn palabras que no les
queda fueraa para la acción. E l m om ento es terrible, Muy probablem ente, Mac-
Mabon está derrotado y es rechazado hacia B élgica. Unos días m5s y Parts
se r i sitia d o por un ejército de ochenta m il hombres. Y ¿entonces? Bi las pro­
vin cia s no se levantan, Francia e s t i perdida. (B akunin.)
130 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

reciera'n realizables, serían soberanam ente in ju stas y reac­


cionarias, y ahora que su realización se ha hecho im posi­
ble, no co n stitu irían ni m ás n i m enos que una crim inal lo ­
cura.
¿C on qué derecho im pondrán los obreros a los cam pesi­
nos una form a determ inada de gobierno o de organización
económ ica? Con el derecho de la revolución, se dice. Pero
la revolución no es ya revolución cuando obra despótica-'
m en te y cuando en lugar de provocar la libertad en las m a­
sas, provoca en ellas la reacción. E l m edio y la condición,
si no el fin p rin cip al de la revolución, es el aniquilam iento
del p rin cip io de autoridad en todas sus m anifestaciones
posibles, es la abolición, la d estru cció n com pleta y violen­
ta por necesidad del E stado, porque el E stado, herm ano
m enor de la Iglesia, como lo ha dem ostrado bien P roudhon,
es la consagración h istó rica de todos los despotism os, de
to d o s los privilegios, la razón p o lítica de todas las serv i­
dum bres económicas y sociales, la esencia misma y el cen­
tro de toda reacción. Cuando en nombre de la revolución
se quiere hacer E stado, aunque no sea más que E stado pro­
visional, se hace reacción y se trab aja por el despotism o,
no por la lib ertad : por la in stitu ció n del privilegio contra
la igualdad.
E sto es claro como el día. P ero los obreros socialistas de
F ran cia , educados en las trad icio n es p olíticas de los jaco­
binos, no han querido com prenderlo jam ás. A hora estarán
forzados a com prenderlo, por su erte p ara la revolución y
para ellos mismos. ¿D e dónde procede esta pretensión tan
rid ic u la cómo arrogante, tan in ju sta como funesta, de im­
p o n er su ideal político y social a diez m illones de cam pe­
sinos que no lo quieren? E s evidentem ente aún una h ere­
jía burguesa, un legado p o lítico del revolucionarism o b u r­
gués. ¿C uál es el fundam ento, la explicación, la te o ría de
e sta pretensió n ? E s la su p erio rid ad p reten d id a o re a l de
la inteligencia, de la instrucción, en una palabra, de la civi­
lización obrera sobre la civilización de los campos. P ero | sa­
bed que con un tal p rin cip io se pueden leg itim ar to d as las
conquistas, consagrar todas las opresiones! Los burgueses
no han tenido nunca o tro para p robar su m isión y su dere­
cho de gobernar o, lo que quiere decir lo mismo, de explo­
ta r al mugido obrero. De nación a nación, tan to como de
CARTAS A UN FRANCES

clase a clase, este p rin cip io fatal y que no es o tro que el


de autoridad, explica y p resen ta como un derecho todas las.
invasiones y todas las conquistas. L os alem anes, ¿no se han
6ervido siem pre de él p ara ex cu sar todos sus aten tad o s con­
tra la lib ertad y con tra la independencia de los pueblos y
para leg itim ar la germ anización v iolenta y forzada? Es, d i­
cen, la conquista de la civilización sobre la barbarie. T ened
cuidado, los alem anes com ienzan a creer y a que la civiliza­
ción germ ánica, p ro testan te, es m uy su p erio r a la civiliza­
ción católica de los pueblos de raza latin a en general y a la
civilización francesa en p articu la r. T en ed cuidado que no se
im aginen p ro n to que tien en la m isión de civilizaros y de h a­
ceros dichosos, como vosotros os im agináis te n er la m isión
de civilizar y de em ancipar forzosam ente a v u estro s com­
p atrio tas, loa cam pesinos de F rancia. P a ra mí, una y otra
p reten sió n son igualm ente odiosas y os declaro que, tan to
en las relaciones intern acio n ales como en las relaciones de
clase a clase, estaré siem pre de p arte de los que se quiera
civ ilizar por este procedim iento. Me rebelaré con ellos con­
tra todos estos civilizadores arro g an tes, llám ense obreros o
alem anes, y rebelándom e contra ellos serviré a la revolución
co n tra la reacción.
P ero si es así, se dirá, ¿es preciso abandonar a los cam­
pesinos ignorantes y su p ersticio so s a todas las influencias
y a todas las in trig as de la reacción? De n in g ú n modo. H ay
que m atar la reacción en los cam pos, como hay que m atarla
en las ciudades. Mas para llegar a este fin, no b asta d e c ir :
querem os m atar la reacció n ; hay que m atarla, es preciso
ex tirp arla, y no se la ex tirp a con decretos. A l co n trario —y
lo pruebo con la H isto ria en la m ano—, los decretos y en
general todos los actos de la a u to rid ad no ex tirp an n ad a;
etern izan lo que quieren m atar.
¿Q ué se desprende de aquí? N o pud ien do im p o n er la re­
volución en los campos, es preciso producirla allí, pro vo ­
cando e l m o vim ien to revolucionario de los cam pesinos m is­
m os, im pulsándoles a d estru ir con su s propias m anos el
orden público, todas las in stitu cio n es po lítica s y civiles y a
co n stitu ir, a organizar en ¡os campos la anarquía.
P a ra esto no hay máB que un m edio: el de hablarles
e im pulsarles vivam ente en la dirección de s u s propios
in stin to s. Aman la tierra, j Que tom en to da la tie rra y que
13Í OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

expulsen a los pro p ietario s que la explotan por el trab ajo


ajeno t
N o tien en n in g ú n placer en e! pago de las hipotecas, de
los im puestos, j Que no los p ag u en ! ¡ Que los que no se p re­
ocupan de pagar sus deudas privadas no estén ya obligados
a p ag arlas! E n fin, detestan la conscripción. ¡Q ue no estén
forzados a dar soldados I
Y ¿quién com batirá a los prusianos? No tem áis nada,
cuando los cam pesinos hayan sentido vivam ente, cuando ha­
yan palpado, p o r decirlo así, las ven tajas de la revolución,
para defenderla darán m ás dinero y hom bres de los que
pueda sacar la acción regular, aun exagerada del Estado.
Los cam pesinos harán contra los prusianos hoy lo que h i­
cieron en 1792. E s preciso sólo que ten g an el diablo en el
cuerpo, y únicam ente la revolución anárquica es la que pue­
de p ro d u cir este fenómeno.
P ero dejándoles re p a rtir en tre ellos las tie rra s que ha­
yan arrancado a los pro p ietario s burgueses, ¿no se establece
sobre un fundam ento más sólido y nuevo la propiedad in d i­
vidual? No, porque la consagración ju ríd ica y p o lítica del
E stad o le faltará, el E stado y toda la co nstitu ció n ju ríd ica,
la defensa de la propiedad por el E stado, com prendidos en
ella el derecho de fam ilia y el derecho de herencia, deben
necesariam ente desaparecer en el inm enso torb ellin o de la
anarquía revolucionaria. No habrá más derechos, ni p o líti­
cos ni jurídicos, no habrá más que hechos revolucionarios.
j Pero eso será la guerra c iv il! —diréis vosotros—. A l no
estar ya g aran tizad a la propiedad individual por n inguna
au toridad superior, y no estando defendida ya más que por
la sola energía del propietario, cada cual q u errá posesionar­
se del bien a je n o ; los más fu ertes saquearán a los más débi­
les. Mas, ¿quién im pedirá a los más débiles asociarse entre
sí para robar a su vez a los más fuertes?
S í, eso será la guerra civil. P ero, ¿por qué estigm atizáis,
por qué tem éis tanto la guerra civil? Yo os preg u n to , con
la H isto ria en la mano, ¿es de la guerra civil o b ien del
orden público im puesto p o r una au to rid ad tu te la r cualquie­
ra de donde salieron los grandes pensam ientos, los grandes
caracteres y las grandes naciones? P o r haber tenido la su er­
te de evitar la g u erra civil d u ran te veinte años, ¿no habéis
caído tan bajo, vosotros, gran nación, que no co n stitu y e para
CARTA9 A UN FRANCES 113

los prusianos m ás que un bocado? P ara volver al cam­


po, ¿ p re fe rís m ás ver v u estro s diez m illones de cam pesi­
nos unidos como un solo hombre, en una masa unánim e y
com pacta co n tra vosotros, por el odio que les in sp irarán
v u estros decretos y v u estras violencias revolucionarias, o
bien divididos por esa revolución anárquica, que os p erm i­
tirá form ar en tre ellos una fuerza poderosa? P ero ¿no veis
que los cam pesinos están tan atrasados, precisam ente, p o r­
que la guerra civil no ha dividido aún el campo? L as m a­
sas com pactas son rebañes hum anos, poco apropiados para
el desenvolvim iento y la propaganda de las ideas. La g uerra
civil, al contrario, dividiendo esa masa en p artid o s d ife re n ­
tes, crea laB ideas, creando in tereses y asp iracio n es d iv er­
sos. E l alma, los in stin to s humanos, no faltan en el cam ­
po, lo que falta allí es el esp íritu . P ues bien, la guerra civil
les dará ese esp íritu .
La guerra civil ab rirá am pliam ente el campo a v u estra
propaganda socialista y revolucionaria. T en d réis, lo repito,
te n d ré is lo que no tenéis todavía en tre los cam pesinos, un
p artido, y podréis org an izar am pliam ente allí el verdadero
socialism o, la colectividad inspirada, anim ada por la más
com pleta lib e rta d ; la o rganizaréis de abajo arriba, p o r la
acción espontánea, pero al m ism o tiem po obligada p o r la
fu erza de las cosas, de los cam pesinos m ism os. H aréis en­
tonces verdadero socialism o revolucionario.
N o tem áis que la g u erra civil, la anarquía, concluya en
la destru cció n de los campos. H ay en to d a sociedad hum a­
na u n gran fondo de in stin to conservador, una fuerza colec­
tiva de in ercia que la salvaguarda contra todo p eligro de
aniquilam iento, y que hace precisam ente la acción rev o lu ­
cionaria, el progreso, ta n lentos y tan d ifíciles. L a sociedad
europea, hoy, en las ciudades como en el campo, pero en
el campo todavía m ás que en las ciudades, se ha adorm e­
cido com pletam ente; ha p erd id o to d a energía, todo vigor,
to d a espontaneidad de pensam iento y de acción, b ajo la
égida del E stado. A lgunas decenas de años más en esa si­
tu ació n y ese sueño puede convertirse en la m uerte. P e ro he
aquí qué, gracias a los prusianos, el E stad o fran cés se va
al diablo, se derrum ba. N in g u n a fuerza puede ya salvarlo,
y m enos podrá salvaros a v o so tro s; si no os salváis vos­
otros mismos, por vu estra energía n atu ral, estáis perdidos.
134 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

Lo rep ito una vez m ás: es una posición m agnífica; mas para
aprovecharla hay que ten er el poder dfe abarcar todo el con­
ju n to y el valor de a fro n ta r todas las consecuencias. Su
consecuencia p rin cip al es la de hun d iro s en la anarquía.
P u es bien, vosotros debéis decir que la anarquía es, y de­
béis hacer que sea, v u estra fuerza, v uestra arma, y habéis
de organizaría como una potencia.
No tem áis que los cam pesinos, al cesar de ser contenidos
por la au to rid ad pública y p o r el respeto al derecho crim i­
nal y civil, se devoren m utuam ente. T ratarán quizás de ha­
cerlo al com ienzo, pero no tard arán en convencerse de la
im posibilidad m aterial de p e rsistir en ese camino, y en to n ­
ces procurarán entenderse, tra n sig ir y organizarse entre
ellos. La necesidad de comer y de alim entar a sus hijos, y
por consiguiente la necesidad de laborar la tierra y de con­
tin u a r todos los trab ajo s de los campos, la necesidad de
g aran tizar sus casas, sus fam ilias y su propia vida contra
ios* ataques im previstos, todo esto les forzará indudable­
m ente y p ro n to a e n tra r en la vía de los arreglos m utuos.
Y no creáis tam poco que en estos arreglos dirigidos fuera
de toda tu tela oficial, por la sola fuerza de las cosas, los
m ás fu ertes y los más ricos ejerzan una influencia dom i­
nante. L a riqueza de los ricos, que no será ya garantizada
por las leyes, cesará de ser una potencia, Los cam pesinos
rico s no son poderosos hoy más que porque son p a rtic u ­
larm ente protegid o s y halagados p o r los funcionarios del
E stad o y porque se apoyan en e l Estado. U na vez desapare­
cido el E stado, ese apoyo y su potencia desaparecerán tam ­
bién. E n cuanto a los más astutos, a los más fuertes, serán
anulados por la potencia colectiva de la masa, del gran n ú ­
m ero de los pequeños y de los más pequeños campesinos,
así como por lo s p ro letario s de los campos, masa hoy so­
m etida, reducida al su frim ien to mudo, pero a quien la an ar­
quía revolucionaria dará v id a y anim ará de un irresistib le
poder.
E n fin, no digo que los campos que se reorganicen así,
de abajo arriba, librem ente, crearán desde el prim er mom en­
to una organización ideal, conform e en todos los puntos a
la que nosotros im aginam os, a la que nosotros soñamos. De
lo que estoy convencido es de que será una organización
viva, mil veces su p erio r y m ás ju sta que la que existe ac­
C¿J?r¿S A UN FRANCES 135

tualm ente, y, p o r lo dem ás, ab ierta a la propaganda activa


de las ciudades, por una p arte, y, por otra, 110 pudiendo ser
fijada, ni, por decirlo así, p etrifica d a por la p rotección del
Estado, ni por la de 3a ley —puesto que no ttabrá ya n i ley
ni E stada— , podrá p ro g resar librem ente y perfeccionarae de
un modo indefinido, p ero siem pre vivo y libre, nunca de­
cretado n i legalizado, h asta llegar, en fin, a un p u nto ta n
razonable como se puede desear y esperar en n u estro s días.
Como la vida y la acción espontánea, suspendidas d u ­
ran te siglos p o r la acción, por la absorción o m nipotente del
Estado, serán d evueltas a las com unas por la abolición del
E stado, es n atu ra l que cada com una tom ará por punto de
p artid a de su desenvolvim iento nuevo, no el estado in te ­
lectual y m oral en que la ficción o ficial la supone, sino el
estado real de su civilización, y cotno el grado de civiliza­
ción real es m uy d istin to en tre las diversas com unas de
F rancia, tan to como e n tre las de E uropa, resu ltará necesa­
riam ente una g ran d iferen cia de desenvolvim iento, lo que
ten d rá por consecuencia, quizás, prim ero, la g u erra civil de
las com unas en tre s í; después, inevitablem ente, el acuerdo
mutuo, la arm onía, el eq u ilib rio establecido en ellas. H abrá
ahí un cam ino n a tu ra l y u n m undo nuevo.
P ero esa g u erra civil, aunque fuese ventajosa desde to ­
dos los p u n to s de v ista posibles, esa lucha in te rio r en tre los
h ab itan tes de cada com una, aum entada con la lucha de las
com unas en tre sí, ¿no p aralizará la defensa de F ran cia, no
la en treg ará a los prusianos?
De n in g ú n modo. L a H is to ria nos prueba que nunca las
naciones se sin tiero n ta n poderosas en el e x te rio r como
cuando se sin tiero n p ro fu n d am en te agitadas y p erturbadas
én el in terio r, y que, al co n trario , nunca fu ero n tan débiles
como cuando ap arecían un id as bajo una a u to rid ad o en u n
ord en arm onioso cualquiera. E n el fondo, nada es más n a­
tu ral, porque la lucha es la vida y la vida es la fuerza. P ara
convenceros no te n éis m ás que com parar dos épocas, o au n
cu atro épocas de v u estra H is to ria : prim ero, la F ra n c ia sali­
da de la F ro n d a y desarro llad a, ag u errid a p o r las luchas d.e
la F ronda, bajo la ju v e n tu d de L u is X IV , con la F ran cia de
su vejez, con la m onarquía fu ertem en te establecida, u n ifi­
cada, pacificada por el g ran rey, la p rim era resp lan d e­
ciente de victorias, la segunda m archando de d erro ta en
136 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

d e rro ta a la ruina. Comparad tam bién la F ran cia de 1792


con la F rancia actual. La F rancia de 1792 y de 1793 estaba
propiam ente desgarrada por la gu erra c iv il; el movimiento,
la lucha, una lucha a vida o m uerte, se m ultiplicaba, se re ­
producía en todos los puntos de la R epública. Y sin em bar­
go, F ran cia rechazó victoriosam ente la invasión de casi to ­
das las potencias de E uropa. E n 1870, la F ran cia unida y
pacificada por el Im perio, es b atid a por los ejército s de
A lem ania y se m uestra de ta i modo desm oralizada que se
debe tem blar por su existencia. P ara d esv irtu ar estas dos
pruebas histó ricas podréis, sin duda, citarm e el ejem plo de
la P ru sia y la A lem ania actuales, que no están desgarradas,
ni u na ni otra, por ninguna g u erra civil, que se m uestran,
al contrario, singularm ente resignadas y som etidas al des­
potism o de su soberano y que, sin em bargo, desarrollan hoy
una potencia form idable. P ero este hecho excepcional se
explica p o r dos razones particu lares, de las cuales una no
puede aplicarse a la F rancia a c tu a l: la prim era es la pasión
u n ita ria que desde hace cincuenta años no hizo más que
crecer en detrim ento de todas las o tras pasiones y de todas
las o tras ideas de esa desgraciada nación germ ánica. La
segunda es la sabia perfección de su m ecanism o ad m in istra­
tivo. E n cuanto a la pasión u n itaria, en cuanto a esa pasión
inhum ana y liberticida de convertirse en una gran nación,
en la prim era nación del mundo, F ran cia la experim entó
igualm ente en su tiempo. E sa pasión, sem ejante a esas fie­
bres fu rio sas que dan m om entáneam ente al enferm o una
fu erza extraordinaria, sobrehum ana, salvo el agotarlo p ron­
to to talm en te y hacerle caer luego en u n a postración com­
p leta, esa pasión, después de haber engrandecido a F ran cia
por u n corto espacio de tiem po, la hizo concluir en una
catástro fe de que se ha rep u esto aún ta n poco, cincuenta
y cinco años después de la b atalla de W aterlo o , que sus des­
gracias presentes no son, según mi opinión, m ás que una
recaída, una repetición de esa catástro fe, y como un segun­
do golpe de apoplejía que m atará ciertam en te el organism o
p o lítico del Estado. Pues bien, A lem ania es trabajada hoy
precisam ente por esa m ism a fiebre, por esa misma pasión
de grandeza nacional que F ran cia había experim entado en
to d as sus fases hace sesenta o seten ta años, y que, a causa de
eso mism o, se ha hecho hoy incapaz de ag ita rla y de ele c tri­
CARTAS A UN FRANCES 137

zarla. Los alem anes, que se creen hoy el prim er pueblo del
mundo, están atrasados en sesenta años por lo m enos en
com paración a Francia, atrasados h asta el p u n to que la
S ta a tze itu n g , la gaceta o ficial de P ru sia, se perm ite m os­
tra rle s en un próxim o fu tu ro , como recom pensa de su abne­
gación heroica, “el establecim iento de un gran im perio ale­
m án fundado sobre el tem or de D ios y sobre la verdadera
m oral’'. T rad u cid esto en buen len g u aje católico y ten d réis
el im perio soñado por L uis X IV . Sus conquistas, de que es­
tán tan orgullosos actualm ente, les h arán retro ced er dos
siglos. P o r esto, todo lo que hay de in telig en cia honesta y
verdaderam ente liberal en A lem ania —sin hablar ya de los
dem ócratas socialistas—, com ienza a in q u ietarse seriam ente
por las consecuencias fatales de sus p ro p ias v ictorias. U nas
sem anas más de sacrificio s sem ejantes a los que debieron
hacer hasta aquí, m itad por la fu erza, m itad p o r la ex alta­
ción, y la fiebre com enzará a d ecaer; su decadencia será
rápida. Los alem anes contarán su s p érdidas en dinero y en
hom bres, las com pararán con las ganancias obtenidas, y en­
tonces, el rey F ederico G uillerm o y B ism arck, su in sp ira ­
dor, su m inistro, darán g racias si salen con buenas. H e aquí
por qué es absolutam ente indispensable para ellos volver
v ictoriosos y con las m anos llenas.
L a o tra razón de la potencia in au d ita desarrollada actu al­
m ente por los alem anes, es la excelencia de su m áquina
ad m inistrativa, excelencia, no desde el pu n to de v ista de la
lib ertad y el bienestar de las poblaciones, sino desde el p u n ­
to de v ista de la riqueza y de la po ten cia exclusivas del E s ­
tado. La m áquina ad m in istrativ a, p o r excelente que sea, no
es nunca la v id a del pu eb lo ; es, al co n trario, su negación
absoluta y directa. P o r tan to , la fu erza que produce no es
nunca una fuerza natural, orgánica, p o p u la r; es, al co n tra­
rio, una fuerza m ecánica y a rtific ia l. U na vez rota, no se
renueva por sí m ism a, y su reco n stru cció n se hace excesi­
vam ente difícil. P o r esto h ay que guardarse bien de fo rzar
sus resortes, porque si se les fu erza dem asiado, se rom pe.
P u es bien, es seguro que B ism arck y su rey h an forzado
ya dem asiado la m áquina. A lem ania ha puesto e n pie
1.500,000 soldados y jD io s sabe los cen ten ares de m illones
que ha gastado 1 Q ue P a rís resista, que F ran cia en tere b*
138 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

levante tra s él, y la m áquina del Im p erio germ ánico se rom ­


perá.
F ran cia no tiene que tem er esta desgracia —eBta fe lic i­
dad—. G racias a los prusianos, está todo cum plido. La m á­
quina del E stado francés se ha roto, y G am betta, T h ie rs
y T ro c h u juntos, aunque apelen al ogro b onapartista, P a-
íikao, a su socorro, no la reco n stru irán . F ran cia no puede
ser ya electrizada por la idea de la grandeza, ni por la
del honor nacional. T odo esto está ya envejecido. E l go­
bierno de N apoleón I I I lo ha falBeado, trastrocado, disloca­
do, y los prusianos lo han reducido a la nada. ¿ Qué le queda
para salvarse? La revolución social y Ja anarquía, in te rio r
y nacional hoy, universal mañana.

* * *

2 de septiem bre

A m edida que escribo, los acontecim ientos se suceden y


cada n o ticia que llega me da la razón. M ac-M ahon acaba de
ser d erro tad o de nuevo en M ontm edy y Sedan, el 30 de
agosto. E n el mom ento en que escribo, está probablem ente
d estru id o —feliz si pudo re tira rse por un circu ito m uy e x ­
céntrico, sobre P arís, y si no ha sido rechazado sobre B él­
gica—. Cinco, seis días más, y P a rís se en co n trará sitiad o
p o r un e jército form idable de tre s o cuatro cien to s m il hom ­
bres. E spero, esperam os todos, qué P a rís se defenderá h as­
ta el fin y dará a F ran cia el tiem po de organizarse y levan­
ta rse en masa.
H e aquí lo que he leído hoy en el B u n d :
“Correspondencia de París, 29 de agosto.—R eina calma
en P arís, una calma seria. N o hay n i abatim iento, n i con­
fusión, n i vacilación. T odos están absolutam ente resueltos.
N o se oyen y a por ninguna parte conversaciones políticas,
no se piensa m ás que en la defensa. P a rís se parece ahora
a u n cam po o a la caravana de un serrallo. Se envían las
m u jeres y los niños a provincias. Cada casa hace p rovi­
siones de patatas, de harina, de arroz, de jam ón y de ex­
tra c to de carne. Todos los periódicos y todas las conversa­
CARTAS A ÜN FRANCAS 130

ciones están unánim es en este p u n to : que se co n tin u ará


la lucha aun después de la toma de P arís, y que no se con­
clu irá la paz sino en la orilla derecha del R in. P alikao
no brom ea ya. Acaba de proclam ar por decreto que todos
los hom bres útiles de veinticinco a tre in ta y cinco años que
no se presenten, serán entregados a los consejos de guerra.
La G uardia N acional será som etida igualm ente a la ley m ili­
tar, así como los p ro p ietario s que testim o n ien un miedo
cualquiera por sus casas. Los obreros, en caso de necesidad,
están dispuestos a reno v ar las b arricad as de ju n io .”
Y he aquí otra correspondencia de P arís aparecida en la
GazettB de F ra n cfo rt:
“ D esde el últim o conserje hasta el lobo de la Bolsa, to ­
dos están unánim es en este p u n to : que el Im perio se ha
hecho im posible de aquí en adelante, y que no hay salvación
fu era de la R epública. Pero el despotism o, que ha durado
veinte años, ha d estruid o hasta tal p u n to en el pueblo fra n ­
cés toda iniciativa y todo hábito de acción colectiva, que en
el m om ento en que la m áquina gubernam ental cese de fu n ­
cionar, todos se m irarán asustados como n iños que hubieran
perdido a sus padres. A pesar de esta convicción unánim e
de que no hay nada que esp erar del G obierno im perial, P a rís
no ha podido determ in arse a un paso decisivo. Se ha para­
lizado hasta aquí por el tem or a que las perturbaciones in te ­
riores im pidan y d eb iliten ¡a defensa exterior. L a m ayoría
de la Cám ara siente que ha perdido toda au to rid ad m oral
y que le corresponde u n a gran p arte de las fa lta s que han
causado la desgracia pública. La m inoría está com puesta de
abogados. E s excelente para hacer oposición parlam entaria,
pero absolutam ente incapaz de in iciativa revolucionaria. E n
cuanto a la m asa obrera, se m antiene ap arte y reservada.
U n dem ócrata p erten ecien te a una de las prim eras fam ilias
de una ciudad fro n teriza [E strasb u rg o , sin duda] ha venido
d irectam en te a P a rís con una carta de un o ficial superior,
suplicando a la izquierd a que proclam e la R epública lo más
p ro n to posible. “ E l e jército —escribe él— está p o r comple-
” to desorganizado y desm oralizado y no queda ya espe-
” ranza m ás que en el restablecim iento inm ediato de la Re-
" p ú b lic a .” L a izquierda ha respondido al enviado de este
o ficia l superior que era preciso guardarse bien de com eter
una im prudencia ahora que el Im p erio caía por sí m is­
140 OBRAS DE MIGUEL' BAKUNIN

mo ( 1 ). • oí —respondió el enviado—, el Im perio caerá siem -


” pre bastante pronto para poneros en su lugar, pero dema-
”siado tarde para salvar e l país
E l mismo corresponsal añade o tro hecho que yo espero»
ai m enos para honor de los obreros, sea falso. C uenta que
el enviado del o ficial superior, después de haber recibido
esta respuesta d ilato ria de la izquierda, “se d irig ió a los
je fe s de la In tern acio n al, p ara in citarles a una inm ensa
m anifestación an te el C uerpo legislativo, cuyo éxito hubie­
ra sido infalible, puesto que las tro p as habían declarado que
no tira ría n co n tra el pueblo”. P ero los obreros respondieron
(y es precisam ente esta respuesta la que quisiera poder
n e g a r ) : “ La culpa es de los burgueses. H abéis traído y sos­
tenido el Im perio. Comed ahora la sopa que habéis vosotros
mism os preparado, y si los prusianos hacen rodar vuestras
casas encim a de v u estras cabezas, no tendréis más que lo
m erecida”. Lo repito, quisiera no creer en esta resp u esta de
los obreros parisienses, y sin em bargo, la disposición de
esp íritu que hu b iera podido dictarla, se encuentra co n fir­
m ada por o tra correspondencia de P arís en el V olksstaat
(núm ero 69), periódico que no puede querer calum niar las
disposiciones de los obreros de P arís, puesto que está an i­
m ado de las sim patías más sinceras hacía ellos. H e aquí
lo que dice ese corresponsal:
“ E s siem pre un gran placer para mí pasar algunas horas
los dom ingos entre estos am ables obreros de P arís. La calle
estrecha y larg a de B elleville se vuelve negra o más bien
azul a causa de las blusas que la llenan. N ada de ruidos,
nada de borrachos [se escucha al burgués, y p rincipalm en­
te al burgués alem án que, desde lo alto de su civilización,
adm ira generosam ente, com placientem ente al obrero], nada
de riñas. L a guerra parece dejar apaciblem ente in d ife re n ­
tes a ¡os electores de R o ch efo rt. Se acaba de fija r en la
alcaldía del d is trito u n nuevo boletín. Se trataba del asunto

(1 ) H e aquí lo que dice sobre las d isposiciones de la^ izquierda el V olks-


s ts a t, órgano del P artido Obrero de la D em ocracia S ocialista alem ana (núm e­
ro 69, agosto 2 7 ): “La causa principal que ha im pedido hasta e l presente la
proclam ación de la república son lo s escrúpulos m ezquinos de los republicanos
honestos, que, im pulsados por el m iedo horroroso que les inspira el socialism o
dem ocrático, han prom etido formalm ente a los m inistros no ocuparse del cam­
bio de la forma de gobierno m ientras quede un enem igo en el suelo francés*
LliUTian a esto p a trio tism o , Pero tras ese patriotism o se esconda de buena ffanft
el abandono, la infidelidad a los principios"- (B ab u n in .)
CARTAS A UN FRANCES 141

de L ongeville. M il blusas pasaron an te él alzando los hom­


bros. “ E jé rc ito s alem anes — decían—, podéis vencer a u n .
” N apoleón y p la n tar v u estra bandera en las T u llerías. Os
"abandonam os N o tre D ame y el Louvre. P ero no lograréis
" jam ás conquistar esta estrecha y sucia calle d e B ellev ille”
T odo esto parece, de p rim era intención, m uy lógico y
m uy b e llo ; estas palabras, ta n to como la resp u esta de los in ­
te m acio n alistas de P a rís al enviado del oficial su p erio r —si
igualm ente que otras no son refu tad as—, pro b arían que
existe una escisión absoluta en tre la b u rguesía y el p ro leta­
riado. Y, ciertam ente, no soy yo el que lo lam entaría, siem ­
pre que no sea una escisió n pasiva, sino activa. P ero que los
obreros de P a rís y de F ra n c ia perm anezcan in d iferen te s e
in ertes an te esta te rrib le invasión de los soldados del Rey
de P rusia, que no am enazan sólo la fo rtu n a y la lib ertad de
los burgueses, sino la lib ertad y la pro sp erid ad del pueblo
francés e n te ro ; que por odio a la burguesía y quizás tam ­
bién a consecuencia de u n sen tim iento vindicativo de des­
precio y de odio contra los cam pesinos, los obreros vean
in d iferen te s a los ejército s alem anes invadir, robar, asesinar
todas las poblaciones de las provincias invadidas y conquis­
tadas, sin d iferen cia de clases: cam pesinos y obreros m ás
todavía que burgueses, porque son los cam pesinos y los
obreros los que les re sistirá n m ás; que vean in d iferen te s a
ios prusianos adueñándose de la ciudad de P arís, es decir,
hacerse los am os de F ran cia, he ahí lo que no com prendería
jam ás, o más bien, ¡he a h í lo que temería com prender!
Si fu era verdad —y yo espero siem pre que no lo sea—, si
fu era verdad, he aquí lo que probaría. P ro b aría p rim ero que
los obreros, restrin g ien d o h asta el extrem o la cuestión eco­
nóm ica y social, la hab rían reducido a una sim ple cuestión
de p ro sp erid ad m aterial exclusivam ente para ellos, es decir,
a una estrecha y rid icu la utopía, sin nin g u n a posible reali­
zación. P orque todo se relacio n a en el m undo hum ano, y la
p ro sp erid ad m aterial no puede ser más que la consecuencia
de una revolución rad ic al com pleta, que abarque para de­
m olerlas to d as las in stitu cio n es y organizaciones actu ales y
que derribe ante todo las potencias ex isten tes hoy, m ilita ­
res y civiles, francesas ta n to como ex tran jeras. E sto pro­
b aría por o tra p arte que, absorbidos p o r esta u to p ía m alsa­
na, los obreros de P a rís y de F ran cia han p erdido todo sen-
142 OBRAS DE MI GUE L'BAKUNIN

tim ie n to de actualidad, que no sien ten n i com prenden ya


nada fu era de ellos mism os, y que, p o r consiguiente, han
cesado de com prender las condiciones m ism as dé su propia
em ancipación; que, cesando de ser hom bres vivos y poten­
tes, llenos de corazón, de intelig en cia, de pasión, de cólera
y de am or, se han vuelto bípedos razonadores y dogm áti­
cos, como los cristian o s bajo el Im p erio romano. Se me obje­
ta rá quizás que los cristianos, a pesar de todo, han aca­
bado por triu n fa r sobre ese m ism o im perio. No los cristia­
nos, respondería yo, sino los bárbaros, que, libres de to d a
teología y de todo dogm atism o, extraños a toda utopía,
p ero ricos en in stin to s y fu e rte s en su potencia natural,
atacaron y destruyeron el im perio detestable. E n cuanto a
los cristianos, han triu n fad o , ¿p ero cómo? H aciéndose es­
clavos, porque la realización de su u to p ía se ha llamado
Iglesia, la Iglesia oficial, la Ig lesia del Im perio de Bizan-
cio, la Ig lesia católica y rom ana, fuente y causa principal
de todas las estupideces, de todas las vergüenzas, de todas
las desgracias políticas y sociales hasta n u estro s días.
E sto probaría que los obreros, a fuerza de razonam ientos
teóricos y de in fatuación dogm ática, se h an vuelto ciegos y
estúpidos. ¿ Cómo podrían im aginarse de o tro modo que los
prusianos, dueños de P arís, de las T u llerías, de N otre Dame
y del Louvre, se d eten d rán ante sus resisten cia en B clle-
ville ? Los obreros son num erosos, pero el número, no sig ­
n ifica nada cuando no se está organizado. H an sido ig u al­
m ente num erosos bajo el régim en de N apoleón I I I , y sin
em bargo éste los ha abozalado, m altratado, asesinado, fu ­
silado; y m uchos de sus am igos, los je fe s del momento, ¿no
llenan todavía las cárceles de P a rís y de o tras ciudades de
F ran cia? ¿P ara qué, pues, esas fanfarronadas, cuando tan ­
to s hechos palpitantes, actuales, prueban su im potencia? Y
por lo demás, los p ru sian o s tam bién son numerosos, y por
añ ad id u ra aguerridos, arm ados, disciplinados, organizados.
Si se les deja en trar en P a rís ¿qué podrán los obreros pa­
risienses contra ellos? Sólo quedará hacer una cosa: some­
te rse como esclavos, o bien dejarse asesinar, como se de­
ja ro n asesinar los cristianos, sin resistencia.
Com prendo y com parto com pletam ente el odio y el des­
precio de los obreros de P a rís hacia las T ullerías, N otre
Dame y aun hacia el Louvre. E sos son o tro s tantos monu-
CARTAS A UN FRANCES 143

m entos de su esclavitud. Los com prendería y los ap lau d i­


ría si los hubiesen hecho saltar en una lucha popular con­
tra la burguesía y co n tra la a u to rid ad del E stado, al co­
m ienzo de una revolución social. C om prendería todavía si
les faltase energía para h acerlo por sí mism os, que ap lau ­
diesen a sus herm anos, los obreros de A lem ania, si éstos,
llevados y em pujados p o r la tem pestad revolucionaria a
la F ran cia burguesa, vin iesen a d e s tru ir las instituciones,
los m onum entos, la poten cia y au n los hom bres mismos de
la burguesía. H abría com prendido todo eso, aunque lam en­
tase vivam ente que los ob rero s de P arís no hubiesen en ­
contrado en sí m ism os la resolución y la energía necesa­
rias para realizar con sus propias m anos esa labor. ¡ Ah, si
F ran cia fuese invadida por u n ejército de proletarioí: a l e ­
m anes, ingleses, belgas, españoles, italianos, llevando en
a lto la bandera del socialism o revolucionario y an u n cian ­
do al m undo la em ancipación fin al del trab ajo y del p ro ­
letariado, habría sido el prim ero en g rita r a los obreros de
F ran cia : A bridles los brazos, son v u estro s herm anos, y
u n ios a ellos para b arrer los restos podridos del mundo b u r­
gués !*' P ero la invasión que deshonra a F ra n c ia hoy, no
es una invasión dem ocrática y social, es una invasión a ris ­
tocrática, m onárquica y m ilitar. Los q u in ien to s o seiscien­
to s m il soldados alem anes que d egüellan a F ran cia en este
mom ento, son los súbditos obedientes, los esclavos de un
déspota com pletam ente inficio n ad o por su derecho d iv i­
no, y d irig id o s y m andados, em pujados como autóm atas
po r oficiales y generales salidos de la nobleza más inso-
solente del m undo —p reg u n tad lo a v u estro s herm anos los
obreros del A lem ania—, los enem igos m ás feroces del p ro ­
letariado. A l recibirlos pacíficam ente, perm aneciendo in ­
d iferen tes y pasivos an te esa invasión del suelo de F ran cia
p o r el despotism o, la aristo cracia y el m ilitarism o alemán,
los obreros franceses, no sólo traicio n arían su p ropia
dignidad, su propia lib ertad , su propia prosperidad, con
todas sus esperanzas de u n p o rv en ir m ejor, traicio n arían
tam bién la causa del p ro letaria d o del m undo entero, la cau­
sa sagrada del socialism o revolucionario. P orque éste les
ordena, en in terés de los trab ajad o res de todos los países,
d e stru ir esas bandas fero ces del despotism o alem án, como
ellos han destruido las bandas arm adas del despotism o fran-
144 Ofl/?i4S DE MIGUEL BAKUNIN

c í b ; exterm inar hasta el últim o soldado del Rey de P ru sia


y de B ism arck hasta el punto de que nadie pueda salir
vivo o arm ado del suelo de F rancia.
Los obreros, con esa a ctitu d pasiva, ¿quieren vengarse
de los burgueses? Se han vengado ya así una vez, en di­
ciem bre, y han pagado esta venganza con veinte años de
esclavitud y de m iseria. H an castigado el horroroso aten ­
tado de los burgueses en junio, convirtiéndose en las víc­
tim as de Napoleón I I I que les ha entregado con los pies y
las m ano 3 ligadas a la explotación de los burgueses. E sta
lección, ¿no les habrá parecido su ficien te y quieren, para
vengarse una vez más de los burgueses, convertirse hoy,
du ran te otros veinte años o m ás quizás, en los esclavos y
las víctim as del déspota prusiano, que no d ejará de en tre­
garlos a su vez a la explotación de esa mism a burguesía?
V engarse siem pre a costa pro p ia y a beneficio de aque­
llos mism os a quienes se quiere hacer víctim as de la ven­
ganza, no me parece m uy esp iritu al, y por esto me es
im posible creer en la veracidad de las relaciones de los
corresponsales. Los obreros tan in telig en tes de París, ¿p u e­
den ig n o rar que la v icto ria d efin itiv a de los prusianos sig ­
n ificará la m iseria y la esclavitud del proletariado fra n ­
cés m ucho más todavía que la hum illación y la ru in a de
la burguesía de F rancia? Siem pre que haya m ateria de ex ­
plotación, dado que la m iseria obligue al trab ajad o r a ven­
d e r su trabajo a bajo precio a los burgueses, la burguesía
se repone y todas las pérdidas m om entáneas acaban siem ­
p re por recaer sobre el p roletariado. P ero el p roletariado
francés, una vez encadenado p o r los prusianos, no se re ­
pondrá en mucho tiem po, a m enos q u i los trabajadores
cíe algún país vecino, más enérgicos y más capaces que él,
tom en la iniciativa de la revolución social.
V eam os cuáles pueden ser las consecuencias del triu n fo
defin itiv o de los prusianos, y de una paz dictada por ellos
a F ran cia después de la toma de P arís. F ran cia p erdería
A lsacia y Lorena, y pagaría al m enos un m illar de m i­
llones a los prusianos para cu b rir los gastos de la guerra.
Supongam os que sea com pletam ente in d iferen te a los obre­
ros de F ran cia que dos provincias francesas caigan en po­
d er de los prusianos. Pero el m illar de m illonea a pagar no
podrá serles indiferente, porque el pago de esa inm ensa in ­
CARTAS A UN FRANCES 145

dem nización recaerá necesariam ente, como todos los im ­


puestos, sobre el pueblo, ya que todo lo que pagan los b u r­
gueses es siem pre pagado por el pueblo.
Los obreros franceses ¿se consolarán con la esperanza de
que una vez concluida la paz, paz necesariam ente vergon­
zosa para F rancia, una vez separadas A lsacia y L orena y
pagados el m illar o los m illares de m illones, los prusianos
se re tira rá n y que entonces podrán hacer la revolución so­
cial? V ana esperanza. ¿P ien san que el R ey de P ru sia no
tem e más que ninguna otra cosa la revolución social? ¿Y
que este peligro que le am enaza y que le espanta más, en
m edio de sus triu n fo s inesperados, que todos los ejército s
reunidos o por reu n ir de F rancia, no es, por p arte de B is­
m arck, su in sp irad o r y prim er m in istro , el objeto de una
preocupación continua? Y si es así, ¿pueden im aginarse
que cuando loa prusianos, convertidos en dueños de P a ­
rís, d icten las condiciones de paz a F ran cia no tom arán
todas las m edidas y todas las g aran tías necesarias para ase­
g u rar la tran q u ilid ad y la subordinación de F rancia, al m e­
nos por veinte años? E stab lecerán en P a rís un gobierno
que será detestado y despreciado por F ran cia en tera, m e­
nos por los cam pesinos quizás, a quienes se habrá cegado
definitivam ente, y m enos p o r esta canalla b u ro crática que
se m uestra siem pre ta n to más abnegada cuanto más sirve a
un gobierno antinacional en el más alto grado, y que no en­
contrando n in g ú n apoyo en F rancia, se verá obligada a fu n ­
d ar su exigencia y su fuerza in te rio r en la p rotección po­
derosa e interesada de P ru sia. E n una palabra, harán con
F ran cia lo que la F ran cia de N apoleón I I I ha hecho con
Italia. In s titu irá n un v irrein ato p rusiano en P a rís y al m e­
n o r m ovim iento insurreccional del pueblo francés, en cual­
quier p arte de F ran cia que sea, se v erá a los soldados ale­
m anes e n tra r como amos p ara restab lecer el orden p ú b li­
co y la obediencia al soberano establecido por la fuerza de
sus arm as.
Yo sé que esta idea y esta ju s ta previsión chocarán a la
m ayor p arte de los franceses, obreros y burgueses, aun en
este m om ento terrib le, aun en m edio de la actu al catástro ­
fe que acaba de descubrir de u n modo ta n cruel como in ­
esperado la debilidad y la decadencia de la nación francesa
como E sta d o : “¡Cóm o! ¿N osotros co n v ertirn o s en v irre in a ­
146 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

to de los prusianos, nosotros su frir el yugo de los p ru sia­


nos? ¡E so es rid ícu lo ! 5E s im posible!” He aquí lo que me
responderán, con pocas excepciones, todos ios franceses.
Y yo les d iría : No, no es im posible, es, al contrario, tan
cierto, que si no os subleváis h o y en masa, para d estru ir
h asta el últim o de los soldados alem anes que han invadido
el suelo de F rancia, mañana se habrá realizado. V arios si­
glos de predom inio nacional han habituado de tal modo a
los franceses a considerarse como el prim ero, el más fu e r­
te pueblo del m undo, que los más in telig en tes no ven lo
que está p aten te a los ojos de to d o s: que Francia, como
E stado, está perdida, y que no puede reponerse, no sólo en
su grandeza nacional pasada, sino en una nueva grandeza,
esta vez internacional, más que por una sublevación del
pueblo fra n cés en masa, esto es, por una revolución social.
D ecís que es im posible, y ¿con qué contáis para de­
fenderos co n tra la invasión form idable y ta n bien d irig i­
da de los ejército s alem anes, co n tra esos ejército s tan n u ­
m erosos y que unen la prudencia, el cálculo sistem ático a
la au d acia; que d estruyen sistem áticam ente todas las fu e r­
zas desorganizadas que la desesperación de F ran cia les opo­
ne, m archando con un paso m esurado, pero tan to m ás vic­
torioso, sobre P arís? H oy, 2 de septiem bre, ¿qué noticias
han sido anunciadas por los telég rafo s de E uropa? E l e jé r­
cito de M ac-M ahon, batido y encerrado en Sedan. E l
ejército de B azaine, después de un com bate desesperado
que duró un día y una noche, d errotado en todos los pun­
tos y rechazado con p érd id as inm ensas tra s las fo rtific a ­
ciones de M etz. M añana, pasado m añana, sabrem os quizás
que B azaine y M ac-M ahon, cortados y rodeados por fu e r­
zas inm ensam ente superiores, por todas p artes, carecien­
do de m uniciones y de provisiones, o bien se habrán en­
treg ad o a los prusianos, o bien se habrán dejado destruir
heroicam ente, hasta el últim o hom bre, p o r ellos. ¿Y des­
pués? D espués, los prusianos seg u irán su m archa sobre P a ­
rís y lo envolverán por todos lados con sus ejército s de
cerca de cuatrocientos m il hombres.
P e ro P a rís resistirá. Sí, hay que esperarlo, los obreros
de P arís, sacudiendo al fin Su inercia culpable, tomarán
las armas, esas arm as que un Gobierno infam e, sufrido y,
en cierta m anera, pro teg id o por la cobardía y la im becili­
CARTAS A UN FRANCES 147

dad de los republicanos p arlam entarios, no quiere darles,


y h ay que esperar que el pueblo de P arís, sacudiendo su
torpeza, se sep u ltará con los prusianos b ajo los escombros
de la cap ital de F ran cia, an tes que d e ja r e n tra r en ella,
como triu n fad o r, a l em perador de los alem anes. N adie duda
que el pueblo sea capaz, y que esté d isp u esto a hacerlo, y
que lo hará, si no se d eja traicio n a r siem pre por ese Go­
bierno exclusivam ente b o n ap artista y tra id o r por excelen­
cia, por una p arte, y p o r otra, por la cobardía, por la in ­
capacidad y la im potencia desoladoras de esos grandes
ch arlatan es republicanos.
P ero , aun si P a rís se defiende ferozm ente, ¿será sal­
vada F rancia? Sí, se dirá, porque d u ran te ese tiem po se
fo rm ará tra s del L oira un tercer ejército , un e jército fo r­
m idable. F ran cia puede tam bién lev an tar m ás de un m i­
llón de hom bres. Las C ám aras han ordenado ya esta leva.
¿Y quién organizará los nuevos ejército s? ¿P alik ao ? La
em p eratriz E ugenia, que h u irá de P a rís y se re fu g ia rá con
to do su G obierno, sea en T o u rs, sea en B ourges, o, m ás bien,
no en una g ran ciudad cualquiera, sino en alg ú n castillo en
medio de esos buenos cam pesinos ta n fieles al E m pe­
ra d o r; la em p eratriz E ugenia, llevando la g u erra civ il reac­
cionaria y sublevando las cam piñas co n tra las ciudades, en
un in sta n te en que F ran cia no puede se r salvada m ás que
por la acción unánim e de los cam pos y de las ciudades.
L a tra ic ió n b o n ap artista se d ifu n d irá por todo el país. Eso
será la m uerte de F rancia.
P ero supongam os que los republicanos rad icales — ese
republicano prudente, racional y p o sitivista como se llam a
G am betta, con toda su com pañía razonadora—, abren por fin
los ojos ante la situ ació n te rrib le en que, por su cobarde
condescendencia, han co n trib u id o a su m erg ir a F ra n c ia ; su­
pongam os que, avergonzados y llenos de rem ordim ientos, se
deciden p or fin a un acto v iril (ex p resió n de G am betta), a
u n acto revolucionario de salvación p ú b lica; que no dejen
salir de P a rís n i a la E m p eratriz ni a su corte, n i a su Go­
bierno, ni a ninguno de los m iem bros de la derecha p arla­
m entaria, y que, para salvar a F ran cia de la traició n bona­
p artista, los hagan ah o rcar a todos y a todas en los faroles
del alum brado de P arís. J u ro .que no lo h arán, son d e­
m asiado galantes, dem asiado hidalgos, dem asiado b u rg u e­
148 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

ses, dem asiado abogados, dem asiado castrados p ara eso.


P ero adm ito que, a falta de la en erg ía su ficien te de su
p arte, el pueblo de P arís, que no carece ciertam ente de ella,
lo haga con sus propias manos. ¿ Q uién organizará entonces
la sublevación de F ran cia? E l G obierno republicano o el
Com ité de salvación pública que el pueblo mismo haya in sti­
tuido en P arís. Pero, ¿de qué hom bres estarán com puestos
ese Gobierno y ese Com ité? E n tra rá n sin duda T rochu,
T h iers, Gam betta y com pañía, es decir, todos los que por sus
cobardes vacilaciones •—vacilaciones causadas principalm en­
te por su miedo y por la rep u lsió n ex trao rd in aria que les
in sp ira a todos, en el mismo grado, el socialism o revolucio­
nario, la franca sublevación del pueblo— han hecho p erd er a
F ran cia todo un mes, y eso en m edio de las más terrib les cir­
cunstancias en que F ran cia se haya encontrado jamás. ¡ Será
preciso ser estúpido o ciego, verdaderam ente, para esperar
una acción enérgia, p ara esp erar algo de bueno, de eficaz, de
real, de parte de esos hom bres! Pero, en fin, supongam os
que sean enérgicos, o que, si no lo son ellos, el pueblo de
P a rís ponga hom bres desconocidos y nuevos, verdaderos
revolucionarios socialistas, en su lugar. ¿Q ué podrá hacer
ese Gobierno para organizar la defensa de Francia?
La prim era d ificu ltad que se presen ta al esp íritu es ésta.
E sa organización, aun en las circunstancias más favorables,
y m ucho más en la crisis presente, no puede ten er éxito
sino a condición de que el poder organizador esté en rela­
ciones inm ediatas, regulares, incesantes con el país que se
propone organizar. P ero no hay duda que en pocos días,
cuando P arís sea em bestido por los ejércitos extranjeros,
sus com unicaciones reg u lares con el país serán in tercep ta­
das. E n estas condiciones, n in g u n a organización es posible.
Y, por lo demás, el G obierno que se encuentre en P a rís
estará de tal modo absorbido por la defensa y por el
gobierno in terio r de esta ciudad que, aunque estuviese com­
puesto de los hom bres más in telig en tes y más enérgicos del
m undo, le será absolutam ente im posible ocuparse, como con­
viene en este m om ento suprem o, de la sublevación de
F rancia.
E s verdad que el G obierno revolucionario elegido por la
población de P a rís podrá traslad arse fuera de P arís, a alg u ­
na gran ciudad de provincias, a Lyon, por ejem plo. P ero
C ¿£7\4S A UN FRANCES 149

entonces no ejercerá ninguna au to rid ad sobre F ran cia, p o r­


que a los ojos del pueblo, a los ojos de los cam pesinos sobre
todo, com puesto de hom bres desconocidos o tal vez detes­
tados por el campo, salidos, no del su frag io universal, sino
sólo de la elección de la población de P arís, no ten d rá n in ­
gún títu lo legítim o para gobernar la nación. Si quedase en
P arís, sostenido por los obreros, podría todavía im ponerse
a F rancia, al m enos a las ciudades, y quizás tam bién a los
cam pesinos, a pesar de la m arcada h o stilid ad de éstos. P o r­
que, como me lo han rep etid o tan a m enudo n u estro s am i­
gos franceses, burgueses y obreros, P arís ejerce un p res­
tigio histórico ta n poderoso sobre todas las im aginaciones
francesas, que todos los h ab itan tes de F rancia, de las ciu­
dades y de los campos, unos con más, otros con menos vo­
luntad, acabarán siem pre por obedecer.
P ero una vez fuera de P arís, el G obierno revolucionario,
esa razón tan poderosa no ex istirá. Supongam os aún que la
gran ciudad de provincias a la que haya llevado su sede,
Lyon, por ejem plo, lo aclam a, y ra tific a por esa aclam a­
ción a los elegidos de la población de P arís. No obstante,
lodo el resto ae F ran cia, com enzando por casi todo el cam ­
po, no le aclam ará y no le obedecerá.
¿Y de qué m edio, de qué in stru m en to se servirá para
hacerse obedecer? ¿D e la m áquina ad m in istrativ a actual?
E s com pletam ente b o n a p a rtis ta : unida a los sacerdotes,
am otinará el campo contra él. ¿E n v iará p ara rep rim ir
a los cam pesinos insurreccionados las tropas reg u lares en
lu gar de em plearlas contra el enem igo, m anteniendo el
estado de sitio en las m ás im p o rtan tes ciudades de F ran cia?
P ero todos los generales, todos los coroneles, todos los ofi­
ciales son b o n ap artistas tam bién y b o n ap artistas fu rib u n ­
dos, al m enos los oficiales superiores. Los expulsará y hará
eleg ir por los m ism os soldados nuevos oficiales y nuevos
generales. P ero aun suponiendo que los soldados se p resten
vo luntariam ente a ello, esa reorganización de las tro p as no
podrá hacerse en un solo día, req u erirá m uchos, y d u ran te
ese tiem po los prusianos acabarán por tom ar a P arís y la
in surrección del cam po, prim ero local y parcial; fom entada
po r ios je su ítas y los boftaparíistas, se ex ten d erá a todo
el país.
D igo y rep ito todo esto porque considero como la cosa
150 O.BK/1S DE MIGUEL BAKUNIN

m ás esencial en esta hora p ersu ad ir y convencer a los


fran ceses que se preocupan de veras de la salvación de
F ran cia, que no pueden salvarla ya p o r los m edios guber­
nam entales; que serían locos si esperasen la renovación de
los m ilagros de 1792 y 1793, que p o r lo dem ás fueron pro­
ducidos, no po r la exageración hasta el extrem o de la po­
te n cia del Estado, sino más bien po r e l entusiasm o revolu­
cionario d e las poblaciones de Francia. Que el E stado crea­
do en 1789 y todavía com pletam ente joven, y hay que aña-
d ir com pletam ente en tu siasta y revolucionario, en 1792 y
1793 era capaz de hacer prodigios, pero después ha enve­
jecid o y se ha corrom pido m ucho. Revisado, corregido y
usado h asta el fin por N apoleón I, reconfortado y un poco
ennoblecido por la R estauración, aburguesado más ta rd e con
el régim en de julio, y, en fin, encanallado por com pleto por
N apoleón I I I , el E stado se ha convertido ahora en el ma­
y o r enem igo de Francia, en el m ás grande obstáculo a
su resurrección y a su liberación. P a ra salvar a Francia,
debéis derribarlo, d estru irlo . P e ro u n a vez el Estado, la so­
ciedad oficial derribada y dem olida con todas la s in stitu cio ­
nes políticas, policíacas, adm in istrativ as, ju rídicas, fin an ­
cieras, es la sociedad n atural, e 3 el pueblo el que vuelve a
la posesión de sus derechos y se levanta. E sto es, la salva­
ción de una F rancia nueva p o r la unión del campo y de
las ciudades en la revolución social.
L a única y la m ejor cosa que un G obierno elegido por la
población de P arís podrá hacer, p ara la salvación de F ra n ­
cia, será:
1 .° Q uedar en P a rís y ocuparse exclusivam ente de la de­
fensa de P arís.
2.° L anzar una proclam a a F ran cia entera, por la cual,
en nom bre de P arís, declare abolidas todas las in stitu cio ­
nes y todas las leyes del E stad o , y no recom iende a las po­
blaciones de F ran cia más que una ley, la de la salvación de
F ran cia, de cada uno, de todo el m undo, incitándolas a
sublevarse, a arm arse, arrancando las arm as a los que las
poseen, y a organizarse al m argen de toda dirección oficial
por sí mismas^ de abajo arriba, p ara su propia defensa y
la defensa de todo el país contra la invasión de los p ru sia ­
nos del ex terio r y contra la traició n de los prusianos del
in te rio r.
CARTAS A UN FRANCES 151

3.a D eclarar en esa proclam a a todas las com unas y pro­


vincias de F ran cia que P arís, absorbido por las tareas de
su p ropia defensa, no es ya capaz de gobernar y de d irig ir
a Francia^ Que, por consiguiente, renuncia a su derecho y a
su papel histórico de d ire c to r de F ran cia e invita a las p ro ­
vincias y com unas in su rrectas, en nom bre de la salvación de
F rancia, a federarse en tre sí, siem pre de abajo arriba, y
a enviar delegados a un lu g ar cualquiera, donde P arís no
d ejará seguram ente de enviar los suyos. Y que la reunión
de esos delegados form ará el nuevo G obierno provisional y
revolucionario de F ran cia.
Si P a rís no hace esto, si desm oralizado por los rep u b li­
canos P arís no llena estas condiciones, estas condiciones
únicas para la salvación de F rancia, entonces es el deber
inm ediato y sagrado de alguna gran ciudad d e provincias
tom ar esa iniciativa salvadora, porque si ninguno la toma,
Francia está perdida (1).
Supongam os que n in g u n a ciudad de F ran cia tome esta
iniciativa, y que F ran cia se pierd a esta vez, es decir, que
P arís, caído en m anos de los prusianos, acepte todas las
condiciones de paz que B ism arck le dicte. ¿Cuál será e n ­
tonces la posición del socialism o en Francia y en Europa
en tera ?
Veamos prim eram ente la situ ació n del pueblo francés.
¿C uál puede ser el gobierno que consienta en firm ar las
condiciones de paz deshonrosas y desastrosas p ara F ra n ­
cia que el Rey de P ru sia —el fu tu ro em perador de A lem a­
n ia si vuelve .victorioso y vivo de F ran cia— no d ejará de
im ponerle, que estará obligado a im ponerle? P o r lleno de
desprecio que yo esté hacia la im potencia, en lo sucesivo
dem ostrada, del P a rtid o R adical, no pienso que Ju lio
Simón y J u lio F avre puedan descender ta n bajo para
firm arlas. L os republicanos no las firm arán, y si hay
e n tre ellos quienes las firm en, no p odrán ser m ás que los
republicanos vendidos, como E m ilio O llivier, el d ifu n to m i­
n istro . E l P a rtid o R epublicano an tiso cialista, p artid o enve­
jecido antes de tiem po, porque ha gastado to d a su vida en
aspiraciones platónicas, al m argen de to d a realid ad y de

(1) D e la parte que precede íu é sacado el m ateria! con que se com puso el
fo lleto publicado en septiem bre de 1870. L a parte que sigu e no fué u tilizad a.
(H o la d#l traductor.)
152 0 5 Í M S DE MIGÜEL BAKUNtN

to d a acción positivas, sin duda será en lo sucesivo incapaz


de vivir y de hacer vivir a Francia, pero sabrá m orir al me­
n o s sin deshonrar sus canas, y yo lo creo b astante altivo
p ara envolverse en las ruinas de P a rís an tes que firm ar u n
tra ta d o de paz que haría de F ran cia un v irrein ato de Prusia.
¿C onsentirán en firm arlo T h iers y T ro ch u ? Se conoce
poco al general Trochu, E n cuanto a T h iers, ese verdadero
rep resen tan te de la p o lítica y del parlam entarism o burgués,
se le conoce bastante para saber que tien e grandes pecados
sobre su conciencia. El, más que nadie, fu é el alma de la
co nspiración reaccionaria en el seno de la Asam blea cons­
titu y e n te y el que contribuyó a la elección del P rín cip e p re ­
sid en te en 1843. P ero tien e un gran patriotism o de Estado
que no se ha desm entido nunca y que co n stitu y e propia­
m ente toda su v irtu d política. Ama sinceram ente, apasiona­
dam ente, la grandeza y la gloria de F ran cia, y pienso que
tam bién él m orirá antes que firm ar la decadencia de F ra n ­
cia. T h iers y T rochu, por o tra parte, son orleanistas am­
bos, y los prín cip es de O rleans firm arán d ifícilm ente las
condiciones de Bism arck, porque eso sería una acción tan
cobarde como im política de su parte. P o r lo demás, ¿chi Jo
sa? E stá n cansados de haber quedado tan to tiem po sin co­
rona, y “P a rís bien vale una m isa”, ha dicho su antepasado
E n riq u e IV . JOh, habladm e, por ejem plo, de E m ilio de Gi-
rard in . H abladm e de los señores senadores, de los conse­
je ro s de E stado, de los diplom áticos, de los m iem bros del
C onsejo privado del G abinete del E m p erad o r! E stán habi­
tuados a todas las bajezas, no querrán nada m ejor que ven­
derse ; todos están en venta, y no caros. E n cuanto a la em­
p e ra triz E ugenia, es capaz sin duda de ofrecerse al ejército
pru sian o entero, siem pre que este últim o quiera conservar
la corona deshonrada de F ran cia sobre la cabeza de su hijo.
L o m ás probable, pienso, es que, si h ay conclusión de
paz, esa paz será firm ada por los b o n apartistas. P ero lo que
h ay de cierto es que, cualquiera que sea el G obierno que la
firm e, será necesariam ente y por la fu erza de las circuns­
tan cias el vasallo de P ru sia, el m uy hum ilde y servicial ser­
v id o r del Conde de B ism arck; un servidor m u y sincero, por­
que, despreciado y detestado p o r F rancia, no ten d rá ya,
como lo observé, otro apoyo y o tra razón de existencia que
P ru sia.
CARTAS A UN FRANCES 153

Sabiéndose ta n to más odiado en el in te rio r como eficaz­


m en te pro teg id o en el ex terio r, el nuevo G obierno de F ra n ­
cia se deberá tan to a sí m ism o como a su señor feudal p ara
o rg an izar y gobernar a F ra n c ia de m odo que no pueda tu r ­
b ar la tran q u ilid ad in te rio r n i la paz e x terio r .
E l yugo ad m in istrativ o que pesó sobre ella, y que la ha
desm oralizado ta n pro fundam ente d u ran te estos últim os
vein te años, será reforzado necesariam ente. Se conservará
to d a la centralización ad m in istrativ a actu al, con esta d ife­
re n c ia : que el centro real no estará ya en P arís, sino en
B erlín. Se conservará en g ran p a rte todo el perso n al de la
A d m inistración, porque ese perso n al ha m erecido m ucho
bien de P rusia. T odos los alto s y bajos fu n cio n ario s del
Im perio que se han perfeccionado p o r una práctica de vein­
te años en el a rte de oprim ir, de a rru in a r y de corrom per
las poblaciones ¿no han abandonado y ab ierto sin defensa
sus p refectu ras y sus com unas a los p ru sian o s?
Los im puestos serán considerablem ente aum entados. No
se dism inuirá, sino al contrario, se estará obligado a aum en­
ta r el presupuesto. P o rq u e al d é fic it ta n próxim o a la ban­
c arro ta que N apoleón I I I haya legado, se deberán añ ad ir
los in tereses de todos los em p réstito s de la g u erra, tan to
como los centenares de m illones que se h ay an pagado a los
p rusianos. E l curso forzado de los b illetes del B anco de
F ran cia , votado por las Cám aras sólo como una m edida
tra n s ito ria y únicam ente p ara la d u ración de la guerra, se
co n v ertirá en u na in stitu ció n perm anente, como en Ita lia
después de 1866; y como en Italia, se v erá cómo el oro y la
p la ta d ejarán el puesto a u n papel que no alcanzará jam ás
su valor nom inal.
L os im puestos deberán ser ya aum entados p o r esta sola
razón de que el aum ento de la c ifra de los gastos del E s­
tad o corresponderá, no a u n aum ento, sino a una notable
dism inución de la cifra de las en trad as, pues A lsacia y Lo-
ren a deberán ser separadas de F ran cia . Las contribuciones
d ire c ta s se h arán m ás pesadas a causa de la dism inución del
p ro d u cto de las contribuciones in d irecta s y este ú ltim o de­
berá dism in u ir necesariam ente a consecuencia de los tr a ­
tad o s de com ercio ventajosos p ara A lem ania, pero ruinosos
p a ra F rancia, que P ru sia no d ejará de im poner a esta últim a,
lo m ism o que la F ran cia im p erial hizo con Italia.
154 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

E l com ercio y la in d u stria de F rancia, ya arru in ad o s por


esta guerra, lo serán, pues, m ás aún por la paz. E l trab ajo
nacional dism in u irá y con él las tarifas de los salarios,
m ientras que los im puestos, que, en fin de cuentas, recaen
siem pre sobre el p ro letariado, aum entarán los precios de
los artícu lo s alim enticios por eso mismo. E l pueblo de F ra n ­
cia se h a rá m ucho más m iserable, y cuanto m ás m iserable,
más necesario será contenerlo.
La población de los campos será contenida p rincipalm en­
te por la acción m oral de los jesu ítas. P iadosam ente edu­
cada en los principios de la Ig lesia católica y romana, con­
tin u ará siendo ex citada sistem áticam ente contra el libera­
lism o y el republicanism o de la burguesía y contra el so­
cialism o de los obreros de ias ciudades p artid ario s del re ­
parto. Se engañará uno m ucho si piensa que B ism arck y
el viejo G uillerm o, rey de P ru sia, su amo y su m aestro,
como p ro testan tes, serán enem igos de los jesu ítas. E n los
países p ro testan tes co n tin u arán protegiendo a los pastores,
pero co n tin u arán sosteniendo a los je su ítas en los países
católicos; porque je su ítas y p asto res son igualm ente exce­
lentes p ara enseñar a los pueblos la paciencia, la sum isión
y la resignación.
L a g ran m ayoría de los burgueses estará n atu ralm en te
descontenta. H um illada en su p atriotism o y en su vanidad
nacional, se verá más y más arru in ad a. M uchas fam ilias que
perten ecían a la b u rguesía m edia descenderán a la pequeña
burguesía y m uchos pequeños b urgueses se verán lanzados
al p roletariado . P o r el co n trario, la oligarquía burguesa
acaparará todavía más todos los negocios y todas las re n ­
tas del com ercio y de la in d u stria nacional; y los gavilanes
de la B olsa especularán sobre las desgracias de F rancia.
L a burguesía estará descontenta. P ero su descontento no
ofrecerá peligro s inm ediatos. Separada del pro letariad o por
su odio tanto consciente como in stin tiv o co n tra el socia­
lism o, es im potente en el sen tid o de la p érd id a de la fa­
cultad de hacer la revolución. L e queda el recu rso de una
acción lentam ente d iso lv en te; puede m inar y arru in a r las
in stitu cio n es a la larga, vitu p erán d o las, haciéndoles co n ti­
nuam ente la pequeña guerra, como se ve hoy en Ita lia ; pero
no es capaz de pensam ientos audaces, ni de resoluciones
enérgicas, n i de grandes actos. E stá castrada y ha pasado
CARTAS A UN FRANCES 155

d efinitivam ente al estado de eunuco. P odrá, pues, in q u ietar


y h astiar al G obierno, pero no am enazarlo con un p eligro
serio.
E l p elig ro serio no p odrá venir sino del p ro letariad o de
las ciudades. Será, por consiguiente, p rin cip alm en te contra
él contra quien em pleará todos sus m edios de asfix ia y
de represión. Su p rim er m edio será aislarlo p o r com pleto,
excitando prim eram ente contra él, como expliqué ya, los
cam pesinos y, adem ás, im pidiendo por todos loa m e­
dios, ayudado poderosam ente en esto p o r la alta y la
m edia burguesía, que la pequeña burguesía se una a él en el
terren o del socialism o. Su segundo m edio será desm orali­
zarlo e im pedir por to d a su erte de m edidas prev en tiv as y
coercitivas su desenvolvim iento intelectu al, m oral y s o c ia l:
la m edida p rin cip al será, sin duda, p erseg u ir y p ro h i­
b ir con encarnizam iento todas las asociaciones obreras,
y ante todo, n aturalm en te, la grande y salvadora A socia­
ción In tern acio n al de los T rab ajad o res del m undo entero.
Su tercer y últim o m edio será contenerlo y rep rim irlo por
la fuerza arm ada.
E l ejército de este G obierno se tran sfo rm a rá por fin en
un cuerpo de gendarm es, dem asiado débil y dem asiado mal
organizado para defen d er la independencia del país, bas­
ta n te poderoso para re p rim ir las rebeldías de sus poblacio­
nes descontentas. L a reducción inevitable y considerable
del ejército francés, que no olvidará P ru sia de im poner a la
F ran cia vencida, será la única v en taja que re su lta rá p ara
F rancia de esta paz vergonzosa. Si F ran cia saliese de esta
g u erra al m enos como igual de P ru sia en independencia, en
seguridad, en potencia, esa reducción p o d ría convertirse
para ella en una fu en te de grandes y salvadoras econom ías.
P ero vencida y tran sfo rm ad a F ran cia en un v irrein ato de
P rusia, la población francesa no sacará absolutam ente n in ­
guna ventaja, porque el dinero que se haya ahorrado sobre
el ejército, será preciso gastarlo p ara corrom per, p ara com­
prar, para tran q u ilizar, para asim ilar al nuevo régim en las
conciencias y las v olun tad es del país oficial, el esp íritu p ú ­
blico y privado de las clases in telig en tes y privilegiadas.
La corrupción sistem ática de estas clases cu esta inm ensa­
m ente cara, y la Ita lia actual lo mismo que la F ran cia im ­
p erial saben algo de ello.
156 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

E l ejército será, pues, considerablem ente reducido, pero


perfeccionado al mismo tiem po en el sentido del servicio de
gendarm ería, el único que estará llam ado a realizar en lo
sucesivo. E n cuanto a la defensa de F ran cia contra los ata­
ques exteriores, sea de p arte de Italia, de In g laterra, de R u­
sia o de España, o aun de T u rq u ía, Bism arck y su soberano,
el generoso em perador de A lem ania, no p erm itirán que se
ocupe ella misma. Será asunto suyo. G arantizarán y p ro te­
gerán poderosam ente la in teg rid ad de su v irrein ato de P a ­
rís, como el em perador N apoleón I I I había garantizado y
protegido la in teg rid ad de su v irrein ato de Florencia.
T a l será seguram ente la posición de F ran cia cuando haya
aceptado y firm ado las condiciones de P rusia. Veamos aho-
ra cuál será la situación de los obreros en esa F ran cia nueva.
Bajo el aspecto económico, será in fin itam en te más mí­
sera. E sto es tan claro q u e no hay necesidad de dem ostrar­
lo. B ajo el aspecto político, llegará igualm ente a ser mucho
peor. Se puede estar seguro de que una vez term inada esta
guerra, el prim er, el p rin cip al cu id ad o , de todos los G obier­
nos de E uropa será proceder contra las a s o c ia c io n e s obre­
ra s ( 1 ), corrom perlas, disolverlas, d estru irlas de todos los
m odos y por todos los m edios legales e ilegales. E ste será
para los Gobiernos el asunto más grande, una cuestión de
v id a o m uerte, porque, habiendo cesado todas las o tras cla­
ses de la sociedad de ser peligrosas y c o n tr a r ia s a la exis­
tencia del Estado, no queda para com batirle más que el mun­
do obrero.
Y en efecto, habiendo perdido la clase nobiliaria toda in ­
dependencia de posición, de in terés y de esp íritu , se ha
enfeudado desde hace largo tiem po al Estado, aun en In g la ­
te rra . E l clero y la Ig lesia, a pesar de sus sueños inocentes
de suprem acía y de dom inación esp irituales y aun tem po­
rales, a pesar de la in falib ilid ad del P a p a , nuevam ente pro­
clam ada, en realidad hoy no son nada más que una in s ti­
tu ció n del Estado, una especie de policía neg ra sobre las
alm as en beneficio del E stado, porque fu e r a del E stado no
pueden ten er ya ni ren tas ni poder. L a burguesía, en fin,
lo he dicho y lo repito, la bu rg u esía ha caído definitiva-

(1) La previsión de Bakunin se cum plió en toda Europa, com o puede verse
por la disolución de la Internacional, que se había hecho excesivam ente pe-li*
grosa después de la Comuna de P arís. (N ota del traductor.)
CARTAS A UN FRANCES 157

m ente en el estado de eunuco. F u é v iril, audaz, heroica, re ­


volucionaria hace ochenta a ñ o s ; lo volvió a ser o tra vez hace
cincuenta y cinco años y lo siguió siendo, aunque ya en un
grado m ucho m enor, d u ran te la R estauración, desde 1815
h asta 1830. R epuesta y satisfecha por la revolución de julio,
tuvo aun sueños revolucionarios hasta junio de 1848. E n esa
época se despertó defin itiv am en te reaccionaria. E s hoy la
que se beneficia y por co n sig u ien te la p artid aria más in ­
teresada y apasionada del Estado.
Quedan, pues, los cam pesinos y los obreros de las ciu­
dades. P ero los cam pesinos, en casi todos los países del oc­
cidente de E u ro p a —m enos en In g la te rra y en Escocia, don­
de propiam ente los cam pesinos no existen, m enos en Irla n ­
da, Ita lia y España, donde se en cu en tran en una situación
m ísera, y por tanto revolucionaria y socialista sin que lo se­
pan ellos mismos—, en F ran cia y en A lem ania sobre todo,
están sem isatisfechos; gozan o creen gozar de ventajas que
se im aginan tener in terés en conservar contra los ataques de
una revolución social; tienen, si no beneficios reales, al
m enos el sueño vanidoso, la im aginación de la propiedad.
Son además sÍ 5tem áticam ente*m antenidos por los G obiernos
y por todas las Iglesias, o ficiales u oficiosas del E stado, en
una ignorancia crasa. Los cam pesinos constituyen hoy la
base principal, casi la única, sobre la que asientan la seg u ­
rid ad y la potencia de los Estados. Son, pues, de p arte de
todos los G obiernos objeto de una atención p articu lar. Se
trab aja sistem áticam ente su esp íritu p ara cultivar en él las
flores tan delicadas de la fe cristian a y de la fid elid ad al
soberano y para sem brar en él las p lantas salvadoras del
odio contra las ciudades. A pesar de todo esto, los cam pesi­
nos, como lo expliqué ya en o tra parte, pueden ser subleva­
dos y lo serán tarde o tem prano, por la revolución social;
y esto por tres sim ples razo n es: 1.a A causa de su civiliza­
ción tan poco avanzada o de su barbarie relativa, han con­
servado en toda su in teg rid ad el tem peram ento sencillo, ro ­
busto y toda la energía de la n atu raleza p o p u lar; 2.a V iven
del trabajo de sus brazos y son m oralizados por ese trabajo
que alim enta en ellos u n odio in stin tiv o contra todos los
h araganes privilegiados del E stado, contra todos los ex ­
plotadores del tra b a jo ; 3.a F inalm ente, como trabajadores,
no están separados de los obreros de las ciudades m ás que
158 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

p or p reju icio s, no p o r intereses. U n gran m ovim iento so­


cialista y revolucionario podrá asom brarles prim ero, pero
su in s tin to y su buen sentido n atu ra l les h arán com pren­
d er b ien pro n to que no se trata, de n ing ú n modo, de expo­
liarlos, sino de hacerles triu n fa r y de establecer en todas
p a rte s y para todos el derecho sagrado al trab ajo sobre las
ru in a s de todas las h araganerías p rivilegiadas del mundo.
Y cuando los obreros, abandonando el lenguaje presuntuoso
y escolástico de un socialism o d o ctrinario, inspirados por la
pasión revolucionaria, vayan a d ecirles sencillam ente, sin
rodeos y sin frases, lo que q u ieren ; cuando lleguen a los
cam pos, no como preceptores y m aestros, sino como h e r­
m anos, como iguales, provocando la revolución, pero no im­
p o niéndola a los trabajadores de la tie rra ; cuando pongan
a todo el papel sellado, a los procesos, a los títu lo s
de propiedad y de rentas, a las deudas privadas y a las
hipotecas, a las leyes crim inales y civ iles; cuando alum ­
b re n la s llam as de to d a esta ex p ed icn tería inmensa, signo
y consagración oficial de la esclavitud y de la m iseria del
p ro letariad o , entonces, estad bien seguros, el cam pesino los
com prenderá y se levantará/ con ellos. M as para que los
cam pesinos se levanten, es preciso en absoluto que la in i­
ciativa del m ovim iento revolucionario sea tom ada por los
obreros de las ciudades, porque éstos son los que unen hoy
al in s tin to la conciencia, la idea y la v o luntad reflexiva
de la revolución social. P o r tanto, todo el peligro que am e­
naza la existencia de los E stad o s está concentrado única­
m ente en el proletariado de las ciudades.
T odos los Gobiernos de E u ro p a lo saben bien y por
eso, ayudados poderosam ente p o r la b urguesía rica, por
la p lu to cracia coligada de todos los países, em plearán to ­
dos sus esfuerzos, después de esta guerra, en m atar, en
corrom per, en ahogar com pletam ente ese elemento revo­
lu cio n ario de las ciudades. D espués de la guerra de 1815,
hubo la Santa A lianza política de todos los E stados contra
e l liberalism o burgués. D espués de la guerra presente, si
term ina por el triu n fo de Prusia, es decir, por el de la reac­
ción internacional, habrá la Santa A lia n za política y econó­
m ica a la vez de los m ism os E sta d o s, fo rtalecidos por la
cooperación interesada de ¡a burguesía de todos los países,
contra el socialismo revolucionario del proletariado.
CAR TAS A UN FRANCES 159

T al será en general la situación del socialism o en toda


E uropa. V olveré sobre esto luego. P ero an tes quiero exa­
m inar cuál deberá ser la situación especial del socialism o
francés después de esta guerra, si term in a por una paz ver­
gonzosa y desastrosa para F rancia. Los obreros estarán in ­
fin itam en te más descontentos y más em pobrecidos que has­
ta el presente. Eso se com prende fácilm ente. P ero de ello
se d esp ren d e: prim o, que sus disposiciones, su esp íritu , su
vo lu ntad y sus resoluciones, ¿se harán más revolucionarias?,
y, secundo, que, aunque sus disposiciones se hagan más re ­
volucionarias, ¿ten d rán ya facilidad, o siquiera facilidad
igual a la de hoy, de hacer la revolución social?
Sobre cada una de estas p reg u n tas no vacilo en p ro n u n ­
ciarm e de un modo negativo, y he aquí por qué. P rim o , en
cuanto a la disposición rev olucionaria en las m asas obre­
ra s —no hablo aquí natu ralm en te de alg u n o s individuos ex­
cepcionales—, no depende sólo de un grado m ás o menos
de m iseria o de descontento, sino de la fe o de la confianza
que las m asas obreras ten g an en la ju sticia y en la nece­
sidad del triu n fo de su causa. D esde que existen sociedades
políticas, las masas han estado siem pre descontentas y han
sido siem pre m íseras, porque todas las sociedades políticas,
todos los Estados, republicanos lo mism o que m onárquicos,
desde el comienzo de la H isto ria h asta n u estro s días, han
sido fundados exclusivam ente y siem pre, sólo con la d ife­
ren cia de grado en la franqueza, sobre la m iseria y sobre
el trab a jo forzoso del p ro letariad o . P o r consiguiente, lo
mism o que los goces m ateriales, todos los derechos p o líti­
cos y sociales han caído siem pre en lo te a las clases p riv i­
leg iad as; las masas laboriosas no han ten id o jam ás o tra
cosa que los su frim ien to s m ateriales y el desprecio, las vio­
lencias de todas las sociedades políticam en te organizadas.
D e ahí su descontento eterno.
P ero este descontento raram en te pro d u jo revolucio­
nes. V em os pueblos que han sido reducidos a una m i­
seria excesiva y sin em bargo no se m ueven. ¿ A qué se debe ?
¿ E sta rá n contentos con su situación? De n in g ú n modo. Se
debe a que no tien en el sen tim ien to de su derecho, ni la fe
en su propia p otencia; y porque no tien en n i ese sentim ien­
to ni esa fe, perm anecen siglos y siglos esclavos im potentes.
¿Cómo nacen uno y o tro en las m asas populares? E l sen­
160 OBRAS DE -MIGUEL BAKUNIN

tim iento o la conciencia del derecho es en el individuo el


efecto de la ciencia teórica, pero tam bién de la experiencia
p ráctica de la vida. La prim era condición, es decir, el des­
envolvim iento teórico de la inteligencia, no se ha realizado
todavía nu n ca para las masas. A un en los países de E uropa
en que la in stru cció n popular es más avanzada; como por
ejem plo en Alem ania, es tan in sig n ifican te y sobre todo tan
falseada que no vale la pena casi hablar de ella. E n F ra n ­
cia es nula. Y sin em bargo no se puede decir que las masas
obreras de estos países ignoren sus derechos. ¿ De dónde ad­
q u iriero n ese conocim iento? U nicam ente de su gran expe­
riencia histórica, de esa gran trad ició n que, desarrollándose
a través de los siglos y transm itiéndose de edad en edad,
siem pre en aum ento y siem pre enriquecida con nuevas in ­
ju sticias, con nuevos sufrim ientos y nuevas m iserias, aca­
bó por ilu m in a r a toda la masa del p roletariado. E n tan to
que un pueblo no ha caído en decadencia, ha progresado
siem pre en esa trad ició n saludable, única m aestra de las
m asas populares. P ero no se puede decir que en todas las
épocas de la H isto ria de un pueblo, sea igual ese progreso.
Al contrario, no se m anifiesta más que p o r saltos. A lgu­
nas veces es m uy rápido, m uy sensible, m uy amplio, otras
es lento o se detien e; o tras veces aún parece retro ced er
com pletam ente. ¿A qué se debe? E sto se debe evidentem en­
te al carácter de los acontecim ientos que con stitu y en la
H isto ria. A lgunos lo electrizan y lo im pulsan ad elan te;
otros obran sobre la disposición general de la conciencia po­
p u lar de u n modo deplorable, desanim ador, aplastante, hasta
el punto de ab atirla y desviarla, h asta el extrem o a veces
de falsearla po r com pleto. E n general, se pueden observar
en el desenvolvim iento histó rico de los pueblos dos m ovi­
m ientos inversos, que me p erm itiré com parar al flu jo y re­
flu jo del océano.
E n ciertas épocas, que son ordinariam ente las p recurso­
ras de grandes acontecim ientos históricos, de grandes triu n ­
fos de la hum anidad, todo parece avanzar con paso acelera;-
do, todo resp ira p o ten cia: las inteligencias, los corazo­
nes, las voluntades, todo va al unísono, todo parece m ar­
char a la conquista de nuevos horizontes. E ntonces se esta­
blece en la sociedad como u n a corriente eléctrica que
une a los individuos más alejados en un mismo sentim ien­
CARTAS A UN FRANCES 161

to y las in telig en cias más desiguales en un mismo p ensa­


m iento e im prim e a todos la misma voluntad. E ntonces,
cada cual está lleno de confianza y de valor, norque se sien­
te sostenido por el sentim iento de todo el m undo. T al fué,
para no sa lir de la H isto ria m oderna, el fin del siglo X V III,
en la víspera de la G ran R evolución. T al fué, aunque en un
grado m ucho m enor, el carácter de los años que p reced ie­
ron a la revolución de 1848. T al es, en fin, el carácter de
n uestra época, que parece anunciarnos acontecim ientos que
quizás sobrepasen en grandeza a los de 1789 y de 1793. Lo
que se siente, lo que se ve en esas épocas grandiosas y po­
tentes, ¿no puede ser com parado al flu jo del océano?
P ero h ay otras épocas sombrías, desesperadas, fatales en
que todo resp ira la decadencia, la postración y la m uerte, y
que presen tan un verdadero eclipse de la conciencia pública
y privada. Son los reflu jo s que siguen siem pre a las g ra n ­
des catástro fes h istóricas. T al fué la época del p rim er Im ­
perio y de la R estauración. T ales fu ero n los diecinueve o
veinte años que sucedieron a la catástro fe de ju n io de 1848.
T ales serán, en un grado más te rrib le todavía, los veinte o
tre in ta años qufe sucedan a la conquista de la F ran cia po­
pular por los ejército s del déspota prusiano, si es verdad
que los obreros, que el pueblo francés son bastan te cobar­
des para e n tre g ar a Francia,
U na cobardía h istó rica tan grande sería una prueba de
que los señores profeso res de A lem ania y los coroneles del
R ey de P ru sia (1) tien en razón al afirm ar que el papel de
los franceses en el desenvolvim iento de los destinos socia­
les de la hum anidad acabó; que esa esp lén d ida in telig en cia
francesa, ese faro lum inoso de los siglos m odernos, se ha
eclipsado d efinitivam en te, que no tien e ya nada que d ecir
a E uropa, que ha m u erto y que, en fin , ese grande y noble
carácter nacional, esa energía, ese heroísm o, esa audacia
francesa, que han dem olido por la in m o rtal revolución de
1789-94 la infam e prisió n de la E dad M edia y han ab ierto
a todas las naciones un m undo nuevo de lib ertad , de ig u al­
dad y de frate rn id ad no existen y a ; que lo s franceses ( 2 )
(1) L éa se la carta In solen te y característica d irigida por ei coronel H ol-
stein a l señor E m ilio de Girardin. (B akim in.)
(2) E sta s palabras subrayadas fueron añadidas al origin al de J. Guillaum e
para hacer m ás com prensible el texto» V éase M. Bakounine, O eu vrest t, IV ,
pág. 24. (N o ta del traductor.)
162 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

se han envilecido actualm ente y se han hecho de tal modo


incapaces de querer, de atreverse, de luchar, de vivir, que
no les queda más que hacer que acostarse, como los escla­
vos, en el um bral mismo de ese mundo, a los pies de un
m in istro prusiano.
No soy nacionalista. D etesto con toda la energía de mi
corazón el prin cip io de las nacionalidades y de las razas que
los N apoleón I I I , los B ism arck y los em peradores de R usia
han puesto por delante, nada más que para d e stru ir en su
nom bre la lib ertad de todas las naciones. E l patriotism o
burgués, a mis ojos, no es más que una pasión m ezquina, es­
trecha, interesad a sobre todo, y profundam ente an tih u m a­
na, que no tiene por objeto más que la conservación y la
potencia del E stado nacional, es decir el m antenim iento
de todos los privilegios explotadores en una nación. Cuan­
do las m asas populares son patrióticas, son estúpidas tam ­
bién, corno lo son hoy una parte de las masas populares de
A lem ania, que se dejan m atar por docenas de m illares, con
un entusiasm o insensato p o r el triu n fo de esa gran unidad
y por la constitución de ese im perio germ ánico que, si se
constituyera sobre las ru in as de la F ran cia 'conquistada, se
convertiría en la tum ba de todas sus esperanzas de porve­
n ir. Lo que me interesa en esta hora, no es, pues, la salva­
ción de F rancia como gran potencia política, como E stado,
ni de la F rancia im perial, ni de la F ran cia real, ni siquiera
de la R epública francesa.
Lo que yo deploraré como una desgracia inm ensa para
la hum anidad entera, será la decadencia y la m uerte de
F ran cia como gran n atu raleza nacio n al; la m uerte de ese
gran carácter nacional, de ese esp íritu francés, de esos ins­
tin to s generosos, heroicos, y de esa audacia revolucionaria
que se atreviero n a tom ar p o r asalto, para dem olerlas, todas
las autoridades consagradas y fo rtificad as por la H istoria,
todas las potencias del cielo y de la tierra. Si esa gran n a tu ­
raleza histórica que se llam a F ran cia nos faltase en este m o­
m ento; si desapareciese de la escena del mundo, o, lo que
sería peor, si esa nación in telig en te y generosa, desde la
altu ra sublim e en que la colocara el trabajo y el genio h ero i­
co do las generaciones pasadas, cayese repentinam ente en
el fango, continuando su vida como esclava de Bism arck,
se h aría un vacío inm enso en el mundo. Eso sería más que
CASTAS A UN FRANCES 163

una catástrofe nacional, sería una desgracia, una decaden­


cia universal.
(Im aginaos a P ru sia, a la A lem ania de B ism arck en lu­
gar de la F ran cia de 1793, en lu g ar de esa F ran cia de la
que hem os esperado todos, de la que esperam os todavía la
iniciativa de la revolución social!
E l m undo está de tal m odo habituado a seg u ir la in icia­
tiva de F rancia, a verla m archar siem pre audazm ente ade­
lante, hoy todavía, en el m om ento en que parece perdida,
ap lastada por innum erables ejército s y traicion ad a p o r to ­
dos sus poderes oficiales, ta n to como por la im potencia y
p or la im becilidad evidente de todos sus republicanos b u r­
gueses, que el m undo, todas las naciones de E uropa, asom­
bradas, inquietas, consternadas por su decadencia ap aren ­
te, espetan aún de ella la salvación. E sp eran que Ies dé la
señal de la liberación, la consigna, el ejem plo. T odos los
ojos se han vuelto, no sobre M ac-M ahon o Ba.zaíne, sino so­
bre P arts, sobre Lyon, sobre M arsella. Los revolucionarios
de toda E uropa no se m overán más que cuando F ran cia se
mueva.
E l P artid o O brero de la D em ocracia Socialista de esta
gran nación germ ánica, que parece haber enviado a todos los
h ijo s de su nobleza y de su burguesía para ap lastar a la
F ran cia p o p u la r; ese p artid o , al que hay que hacer justicia,
bien m erecida, al p rin cip io de la guerra, en medio del en­
tusiasm o g u errero de to d a la A lem ania nobiliaria v b u rg u e­
sa, ha p ro testad o valerosam ente co n tra la ín /a s íc n de F ra n ­
cia, y espera con ansiedad, con una im paciencia apasiona­
da, el m ovim iento revolucionario de F rancia, la señal de la
revolución universal. T odos los periódicos socialistas ale­
m anes suplican a los obreros de F ran cia que proclam en lo
más pronto la república dem ocrática y social, no esa pobre
rep ú b lica racional o p o sitiv ista , sabiam ente practicada tan
recom endada por ese pobre señor G am betta, sino la g ran re­
pública, la república universal del p roletariado, pr.ra que
puedan p ro te sta r en fin reciam ente y por medio de palabras
y hechos, con el verdadero pueblo alemán, contra la política
belicosa de los p rivileg iad o s de A lem ania sin que ello im ­
plique defender la causa de la F ran cia im perial, de la F ra n ­
cia de N apoleón I I I . T al es hoy, pues, a pesar de todas
sus desgracias —y quizás incluso a causa de esas te rrib les
1<54 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

desgracias, por otra parte tan bien m erecidas—, tal es toda­


vía, y m ás que nunca, la gran posición de la F rancia revolu­
cionaria. Del despliegue audaz y del triu n fo de su bandera
espera el m undo su salvación.
¿ P e ro quién llevará esa bandera? ¿L a burguesía? Creo
haber dicho bastante p ara dem ostrar de un modo irre fu ta ­
ble que la burguesía actual, aun la m ás republicana, la más
ro ja, se ha vuelto cobarde, im bécil, im potente. Si se abando­
n ase la bandera de la F ran cia revolucionaria en sus manos,
la dejaría caer en el fango. E l pro letariad o de Francia, los
obreros de las ciudades y los cam pesinos reunidos, pero s.o-
bre todo los prim eros, son los únicos que pueden m antener­
la con sus manos poderosas, bien alta, para la salvación del
mundo.
T al es hoy su gran misión. Si la cum plen, em anciparán a
toda E uropa. Sí desfallecen, se p erd erán ellos mismos y con­
d enarán al proletariado de E u ro p a al m enos a cincuenta
años de esclavitud.
Se perderán ellos mismos, P orque no pueden im aginarse
que, si consienten hoy en s u frir el yugo de los prusianos,
volverán a encontrar en sí la in teligencia, la voluntad y la
potencia necesarias para hacer la revolución social. Se ha­
llarán después de esta vergonzosa catástro fe en una posi­
ción m il veces peor que la de sus predecesores los obre­
ros de F ran cia después de las catástro fes de junio y de d i­
ciem bre. A lgunos raros obreros p o d rán conservar la in te ­
lig en cia y la voluntad revolucionarias, pero no ten d rán fe
revolucionaria, porque esa fe no es posible más que cuando
los sentim ientos del individuo hallan un eco, un apoyo en
los in stin to s y en la voluntad unánim e de las m asas; mas
este eco y este apoyo no lo en co n trarán ya en las m asas:
las masas estarán com pletam ente desm oralizadas, ap lasta­
das, desorganizadas y decapitadas.
Sí, desorganizadas y decapitadas, por el nuevo G obier­
no, ese virrein ato o ese viceim perio que se instalará,- p ro ­
teg id o y dirigid o desde B erlín por el gran canciller del im­
perio germ ánico, Conde de B ism arck, no dejará de em plear
co n tra el proletariado, y en u n a escala mucho más am­
plia todavía, las medidas d e salvación pública que han re ­
sultado tan bien al general Cavaignac, el dictador de la R e­
pública prim eram ente, y a ese R oberto M acaire infam e que,
CARTAS A UN FRANCES 165

bajo el doble títu lo de p rín cip e p resid en te y de em perador


de los franceses, asesinó tran q u ilam en te, robó y deshonró
a F ra n c ia d u ran te veintid ó s m ortales años.
¿C uáles son estas m edidas? Son m uy sencillas. A n te todo,
para desorganizar com pletam ente a las m asas obreras, se
abolirá por com pleto el derecho de asociación. No se tra ta ­
rá sólo de esa gran A sociación In tern acio n al, tan tem ida y
tan detestada. N o; fu era de sus talleres, donde se encuen-
tra n som etidos a una d iscip lin a severa, se im pedirá a los
obreros de F ran cia todo género de asociación, bajo cu al­
quier p rete x to que sea. De este m odo se m atará su esp íritu
y to da esperanza de form ar en tre ellos, por la discusión y
por la enseñanza m utua, lo único que puede in stru irlo s aho­
ra, una voluntad colectiva cualquiera. Cada obrero se vol­
verá a encontrar, como después de diciem bre, reducido a
un aislam iento in telectu al y m oral com pleto, y, por ese ais­
lam iento, condenado a la más com pleta im potencia,
A l mismo tiem po, para d ecap itar a las m asas obreras, se
d etendrán y dep o rtarán a Cayena algunos centenares, algu­
nos m illares tal vez, de los m ás enérgicos, los más in te li­
gentes, los más convencidos y los más abnegados, como se
hizo en 1848 y en 1851.
¿ Qué h arán entonces las masas obreras desorganizadas y
decapitadas? T risca rán la h ierb a y, fu stig ad as por el ham ­
bre, trab a jarán como forzados p ara enriquecer a sus p a tro ­
nos. ¡ E sperad, después, una revolución de las m asas popu­
lares reducidas a una posición sem ejante!
P e ro si, a pesar de esta posición m iserable, im pulsado
po r la energía francesa, que no podrá resig n arse fácilm en­
te a la m uerte, im pulsado más todavía por su desesperación,
el proletariado francés se rebela, ¡ o h !, entonces se hará uso,
p ara volverlo a la razón, de los “chassepots” acom pañados
de los fusiles de a g u ja ; y co n tra este argum ento terrib le,
al cual no te n d rá para oponerle ni in telig en cia, ni o rganiza­
ción, ni voluntad colectivas, nada más que su desesperación,
será diez, cien veces m ás im p o ten te que nunca lo ha sido.
¿Y entonces? E n to n ces el socialism o fran cés habrá d eja­
do de ex istir entre las poten cias activas que llevaban ade­
lan te el desenvolvim iento y la em ancipación solidarias del
p ro letariad o de E uropa. P o d rá haber algunos escrito res so­
cialistas, doctrinas, obras y periódicos socialistas en F ran -
166 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

cía, siem pre que el nuevo Gobierno y el canciller de A lem a­


nia, el Conde de Bism arck, quieran p erm itirlo. P ero ni los
escritores, ni los filósofos, n i sus obras, ni en fin los p erió­
dicos socialistas, con stitu y en el socialism o vivo y potente.
E s te últim o no encuentra una ex isten cia real más que en el
in stin to revolucionario esclarecido, en la volu n tad colecti­
va y en la organización p ro p ia de las m asas obreras,
y cuando ese in stin to , esa organización y esa voluntad fa l­
tan, los m ejores libros del m undo no son nada más que teo-
ría s en el vacío, sueños im potentes.
E s evidente, pues, que si F ran cia se som ete a P ru sia ; si
en este m om ento terrib le en que se ventila, con todo su p re­
sente, su p orven ir entero, no p refie re la m uerte de todos
sus h ijo s y la destrucción de todos sus bienes, el incendio
de sus aldeas, de sus ciudades y de todas sus casas, a la
esclavitud bajo el yugo de los p ru sian o s; si no rom pe, por
la potencia de una sublevacióu popular y revolucionaria, la
fortaleza de los innum erables ejército s alem anes que, victo ­
riosos en todos los puntos hasta aquí, la am enazan en su
d ig n id ad , en su libertad y hasta en su ex isten cia; si no se
tran sfo rm a en una tum ba para todos esos seiscientos mil
soldados del despotism o alem án; si no les opone el único
m edio capaz de vencerlos y de d estru irlo s en las circu n s­
tancias p resen te s; si no responde a esa invasión insolente
p o r la revolución social no m enos despiadada y m il veces
m ás am enazadora, es seguro, digo, que entonces F ran cia es­
ta rá perdida, sus masas obreras serán esclavas y el socia­
lism o francés habrá pasado a la H isto ria.
Y en este caso, veamos cuál será la situ ació n del socialis­
mo, cuáles serán las probabilidades de em ancipación de todo
el re sto de E uropa.
¿C uáles son, fuera de F rancia, los países en que el so­
cialism o ha llegado a ser realm ente una potencia? Son
A lem ania, Bélgica, Inglaterra y España.
E n Italia, el socialism o está en su infancia. E l p ar­
tid o m ilitan te de las clases obreras, sobre todo en la
Ita lia sep ten trio n al, no está aún su ficien tem en te libre de
las preocupaciones exclusivam ente po líticas y patrió ticas
que les in sp iró la fu erte in flu en cia del gran ag itad o r y pa­
trio ta de Italia, el verdadero creador de la unidad italiana,
J o sé M azzini. Los obreros italian o s son socialistas y r e ­
Ca r t a s a ün francés 167

volucionarios por posición y p o r in stin to , como lo son sin


excepción los obreros del m undo en tero . P ero los obreros
italianos se encuentran todavía en u n a ig n o ran cia casi ab­
so lu ta de las verdaderas causas de esta posición m iserable,
y desconocen, por decirlo así, la verd ad era n atu raleza de
sus propios in stin to s. E stá n aplastados por un trabajo que
apenas les da para n u trirse ellos, sus m ujeres, sus h ijo s;
m altratados, ham brientos, arrastrad o s, d irigidos, se dejan
llevar ciegam ente por la b urguesía rad ical y liberal, hablan
de m archar sobre Roma, como si las p ied ras del Coliseo y
del V aticano fu eran a darles la lib ertad , el ocio y el p an ;
y celebran ahora m ítin es en todas las ciudades para obli­
gar a su rey a enviar sus soldados co n tra el papa; como si
ese rey y esos soldados, tan to como esa b u rg u esía que los
em puja —los dos prim eros, p ro tecto res oficiales, y la ú lti­
ma, explotadora privileg iad a del derecho de pro p ied ad — no
fuesen causas princip ales, inm ediatas, de su m iseria y de su
esclavitud.
E sta s preocupaciones exclusivam ente p o líticas y p a trió ­
tic a s son m uy generosas, sin duda, p o r lo que a ellos se
refiere. M as preciso es confesar, al mism o tiem po, que son
b ien estúpidas.
E s un pun to de vista, sin em bargo, que legitim a, en cier­
ta m edida, esa ten d en cia de los obreros italianos a m archar
sobre Roma, la Ciudad E tern a, que es capital del d esp o tis­
mo in telec tu al y m oral, la resid en cia del papa infalible.
D esde hace siglos, y no sin m ucha razón, todas las ciudades
italian as consideran el poder y la acción católica del papa
como una de las razones constantes y fundam entales de
sus desgracias y de su esclavitud, y quieren acabar con él.
E sta es una de esas tendencias im periosas, históricas, con­
tra las que n in g ú n razonam iento, por ju sto que sea, puede
prevalecer, y es precisa quizás a los obreros italian o s una
nueva experiencia histórica, una nueva desilusión am arga,
p ara que abran en fin los ojos, p ara que com prendan que,
enviando los soldados de un rey co n tra el papa, no se li­
b rarán de los soldados, ni del rey n i del papa, y que, para
dem oler todo eso de un solo golpe, con la propiedad y la
explotación n obiliaria y burguesa de que los soldados, el
rey y el papa no son m ás que la consecuencia, la consagra­
ción y la g aran tía necesarias, no hay m ás que un solo me­
168 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

d io : hacer prim ero en su medio am biente, cada uno en su


ciudad, pero sublevando todas las ciudades al mismo tiem ­
po, una buena revolución social. P orque contra tal revolu­
ción, que estalle sim ultáneam ente en todas las ciudades y
en los campos, no habrá ni papa, ni rey, ni soldados, ni
nobleza, ni burguesía que se opongan.
B ajo el aspecto de la revolución social, se puede decir
que el campo de Italia está más avanzado que las ciuda­
des. H abiendo quedado fuera de todos los m ovim ientos h is­
tóricos y de todos los acontecim ientos, de los que sólo pagó
los gastos hasta el presente, el campo italiano no tiene ni
tendencias p o líticas ni patriotism o. M antenido p o r to ­
dos los G obiernos que se sucedieron en las d iferen tes
p artes de Ita lia en una ignorancia y en una m iseria
espantosas, no ha com partido nunca ¡as pasiones de las
ciudades. E ntregado en absoluto a la in flu en cia de los
sacerdotes, es supersticioso, y muy poco religioso a l m is­
mo tiem po. E l poder de los sacerdotes en el campo es e fí­
mero, no es real sino cuando concuerda con el odio
in stin tiv o de los cam pesinos contra los ricos p ro p ieta­
rios, contra los burgueses y contra las ciudades. P ero
desp ertad sólo el in stin to profundam ente socialista que
duerm e a m edias en el corazón de cada cam pesino ita lia n o ;
renovad en toda Italia, sólo que con un fin revolucionario,
la propaganda que el cardenal R uffo había hecho en Cala­
bria, a fines del últim o s ig lo ; lanzad únicam ente este g r ito :
¡La tierra para quien la trabaja con sus brazos!, y veréis
a todos los cam pesinos italianos levantarse para hacer la
revolución so c ia l; y si los sacerdotes quieren oponerse, m a­
ta rá n a los sacerdotes.
E l m ovim iento com pletam ente espontáneo del año pasa­
do de los cam pesinos italianos, m ovim iento provocado por
la ley que im ponía un im puesto a la m olienda del trig o , dió
la m edida del socialismo revolucionario n a tu ra l de los cam­
pesinos italianos. D errotaron los destacam entos de las
tropas reg u lares y, cuando llegaban en masa a las ciudades,
com enzaban siem pre p o r quem ar toda la papelería oficial
que caía bajo sus manos.
Ita lia se en cu en tra innegablem ente en la v ísp era de una
revolución. E l Gobierno de V ícto r M anuel, todos esos m i­
n is tro s que se han sucedido, unos más ladrones, m ás cobar­
CARTAS A 'U N FRANCES 169

des, m ás p illa s tre s que los otros, la gobernaron tan bien


que hoy se ve en un estado político y fin an ciero com pleta­
m ente im posible. E l créd ito del E stado, del G obierno, del
P arlam ento incluso, de todo lo que co n stitu y e el m undo
oficial, está arruinado. La in d u stria y el com ercio están de­
caídos. Los im puestos siem pre crecientes aplastan al país,
sin llegar a colm ar el d éfic it que se ag ran d a cada vez más.
La b an carro ta llam a a las p u ertas del E stado. La desconside­
ración rein a soberana en la sociedad p o lític a y civil, las m al­
versaciones de toda especie se han convertido en m oneda
co rriente. No h ay ya ni fe, ni buena fe. V ícto r M anuel se
siente arrastrad o , como su señor feudal N apoleón I I I , al
abismo. No se espera m ás que la señal de una revolución
social en Francia, la inicia tiva revolucionaria de Francia
para com enzar la revolución en Italia.
P o r qué causa com enzará esa revolución, es cosa in d ife ­
rente. P robablem ente p o r esa etern a cuestión de Roma. P ero
toda revolución italiana, cualquiera que sean la n atu raleza
y el p re te x to de su prin cip io , se tran sfo rm ará n ecesaria­
m ente y bien pro n to en u n a inm ensa revolución social, por­
que la cuestión abierta, dom inante, real, la cuestión que se
o culta tras de las demás, es la m iseria h o rrib le y la es­
clavitud del proletariado. H e aquí lo que saben, lo mismo
que el G obierno, todos los hom bres y todos los p artid o s
po líticos de Ita lia . Y a causa de ello los lib erales y los
republicanos italian o s vacilan. Tem en esa revolución social
que am enaza devorarlos.
Y sin em bargo no he clasificado a Ita lia en tre los países
en que el socialism o consciente se h alla organizado. E sa
conciencia y m ucho m ás esa organización fa lta n en abso­
lu to a los obreros y, es natu ral, todavía m ayorm ente a los
cam pesinos italianos. Son socialistas en el m ism o sentido
que el hidalgo de M oliere hacía prosa sin saberlo. P o r con­
siguiente, la iniciativa de la revolución socialista no puede
v en ir de ellos. Deben recib irla de fuera.
N o hablo de Suiza. Si el m undo hum ano tuviese que mo­
rir, no sería Suiza quien lo resu citaría. Pasam os a otra.
E l socialism o com ienza a co n stitu ir ya una verd ad era
po tencia en A lem ania. Las tre s grandes organizaciones obre­
ra s : la A sociación G eneral de los T rab ajad o res A lem anes,
o la antig ua organización lassalliana — A llg em ein e r D eu t-
170 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

sc h e i A rb eiter-V erein —, el P a rtid o O brero de la Democra­


cia Socialista (Soziai-D cm okratissche A rb eiter P a rtei), que
tiene por órgano el V olksstaat, y las num erosas asociacio­
nes obreras para la in stru cció n m utua (A rb e ite r B ild u n g s-
V erein e) abarcan un con ju n to p o r lo menos de quinientos
m il obreros. E stán divididas e n tre sí m ucho más por las in­
trig a s y por las cuestiones de in flu encia personal que por
razones de principio. Las dos prim eras organizaciones son
francam ente socialistas y revolucionarias. L a tercera, que
es todavía la más num erosa, co n tin ú a sufriendo en p arte la
in flu en cia del liberalism o y del socialism o burgués. Sin em­
bargo, esa influen cia dism inuye a sim ple vista, y se puede
esperar que en poco tiem po, sobre todo bajo la im presión
de los acontecim ientos actuales, los obreros de esta tercera
organización pasarán en masa al P artid o O brero de la D e­
m ocracia Socialista, p artid o que se ha form ado hace apenas
un año, a continuación de una larg a lucha en tre los obre­
ros lassallianos y los de las A rb eiter B ildungs-V ereine, por
la fusión de una p arte de unos y otros.
La organización predom inante hoy es incontestablem ente
el P a rtid o O brero de la D em ocracia Socialista. Se encuentra
en relaciones directas con la In tern acion al, en la m edida que
lo perm iten las leyes actuales de A lem ania. Esas leyes, n a­
turalm ente, son m uy restrictiv as, opresivas y severas, te ­
niendo por fin p rin cip al im pedir por todos los m edios la
form ación de una p o tencia obrera. P ro h íb en y p ersig u en
como u n crim en de a lta traició n , no sólo toda alianza or­
ganizada de las asociaciones obreras de A lem ania con las
asociaciones de los países ex tran jero s, sino que —y a pe­
sar de esa gran idea de la u nidad germ ánica en nom bre de
la que el Rey de P ru sia acaba de lanzar todos los ejército s
reu n id o s de A lem ania contra la pobre F rancia— prohibe a
las asociaciones obreras de cada estado alemán asociarse
y organizarse un itariam en te con las de los otros estados
de esa m ism a A lem ania u n itaria.
E l ím petu de los obreros alem anes es, no obstante, dem a­
siado fu erte para que pueda se r contenido por esas leyes,
y es posible com probar actualm ente la existencia de la o rg a­
nización real de u n a asociación obrera im ponente que une
tc d o s los estados de A lem ania y tiende una mano fr a te r ­
n a l a las asociaciones obreras de los demás países del oc­
CARTAS A UN FRANCES 171

cidente de E uropa, lo mismo que a las de los E stados U ni­


dos de A m érica.
E l P artid o O brero de la D em ocracia S ocialista y la A so­
ciación G eneral de los O breros A lem anes fundada por Las-
salle, son, uno y otra, francam ente socialistas, en el sen ti­
do de que quieren una reform a socialista de las relaciones
en tre el capital y el tra b a jo ; y los lassallianos, tanto como
el p artid o de E isenach, están de acuerdo sobre el punto de
que, para obtener esa reform a, será preciso reform ar previa­
m ente el E stado, y si no se deja refo rm ar voluntariam ente
y de un modo pacífico, a consecuencia y p o r medio de una
gran agitación obrera pacífica y legal, refo rm arlo por la
fuerza, es decir, por la revolución política. Según la opinión
casi unánim e de los socialistas alem anes, la revolución p o lí­
tica debe preceder a la revolución social, lo que, según mi
opinión, es un grande y fatal error, porque toda revolución
po lítica que se haga antes, y por consiguiente fu era de la
revolución social, será necesariam ente una revolución b u r­
guesa, y la revolución burguesa sólo puede serv ir para p ro ­
ducir, a lo sumo, un socialism o burgués, o sea, debe
lleg ar infaliblem ente a una nueva explotación más h ip ó crita
y más sabia ta l vez, pero no m enos opresiva, del p ro letaria­
do por la burguesía.
E sta idea desgraciada de la revolución p o lítica que debe
preceder, dicen los socialistas alem anes, a la revolución so­
cial, abre de par en par las p u ertas dei P a rtid o O brero de la
D em ocracia S ocialista a todos los dem ócratas radicales de
A lem ania, exclusivam ente po lítico s y m uy poco socialistas.
Así es como en m uchas ocasiones el P a rtid o O brero de la
D em ocracia S ocialista O brera, arrastrad o por sus jefes, no
por su propio in stin to , m ucho más popularm ente socialista
que las ideas de sus jefes, se confundió y fratern izó con los
burgueses dem ócratas del p artid o del pueblo (V o lk sp a rte i),
p artid o exclusivam ente político, y no sólo extraño, sino di­
rectam ente ho stil a todo socialism o s e r io ; lo que, por o tra
parte, probó de una m anera b rillan te, tan to por los d iscu r­
sos apasionadam ente p atrió tico s y burgueses de sus re p re ­
sentantes en la m em orable asamblea popular celebrada en
V iena en el mes de ju lio o agosto de 1868, como por ios
ataques furibundos de sus periódicos contra los obreros v er­
daderam ente socialistas revolucionarios de V iena que fue-
172 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

ron a tu rb ar su concierto p atrió tico y burgués en noty.»


de la dem ocracia hum ana y universal.
E sos discursos y esos ataques apasionados contra
cialism o, ese gran obstáculo, ese aguafiestas eterno d e j
dicalism o burgués, prom ovieron la reprobación, p u ed e
cirse que unánime, del m undo obrero en A lem ania, y p ^ 76*
ron en una posición m uy delicada y m uy d ifícil a h o n ^ ^
como G. L iebknecht y otros que, aunque querían que<3a t e §
la cabeza de las asociaciones obreras, no querían en em is<; ^
se n i rom per sus relaciones po líticas con sus am igos
V o lksp a rtei burgués. Los jefes de este últim o p a rtid ^
percataron pronto de que habían com etido un gran e r t
porque, a pesar de la energía, de la fuerza de acción y
audacia revolucionaria tan bien conocidas y tan bien
das h o y de los burgueses, no podían esperar sin emb^j.
que, reducidos a sí miamos, y sin un poco de asiste n cia ^
p arte del proletariado, podrían hacer una revolución o
m ente co n stitu ir la sombra de un poder serio. P o r o tra ^
te, no fué nunca sistem a de los burgueses hacer la "
lución por sí mismos. Su procedim iento, más ingenioso,
sistió siem pre en e s to : hacer la revolución con el brazo Q
n ipotente del pueblo y llen ar luego sus bolsas con los b e ^ '
ficios. P or lo tanto, ha sido forzoso para los burgueses
cales del V olkspartei explicarse, hacer en cierta m anera J *"•
retra ctac ió n honorable, y proclam arse igualm ente soci^jí1^
tas. Su flam ante socialismo, que anunciaron con una gj.*5'
erupción de palabras y de frases, no supera, n a tu ra lm e ^ ^ -
los sueños inocentes de la cooperación burguesa. e>
D urante todo un año, desde agosto de 1868 hasta oct^L
de 1869, hubo negociaciones diplom áticas en tre los r e p ^
sentantes principales de ambos partidos, obrero y b u rg ^ -6"
y esas negociaciones term inaron, en fin, en el famoso p f s>
gram a del Congreso de E isenach (7, 8 y 9 de agosto i 1'
1869), que constituyó definitivam ente el P artid o de la e
m ocracia Socialista O brera.
E ste program a es una verdadera transacción en tre el p f
gram a socialista y revolucionario de la A sociación Intej-^0'
cional de los Trabajadores, tan claram ente determ inado ^ '
el Congreso de B ruselas y de B asilea, y el program a bj r
conocido del dem ocratism o burgués. **
H e aquí los tres prim eros artícu lo s que caracterizan p e
CARTAS A UN FRANCES 173

f e c t a m e n t e el carácter p o lítico y económ ico del program a


del nuevo P artid o d e la D em ocracia S ocialista O b rera:
A rtículo I. E l P a rtid o de la D em ocracia Socialista O bre­
ra en Alem ania tiende a la co n stitu ció n de u n E stad o popu­
lar libre.
A rt. II. Cada m iem bro del P a rtid o de la D em ocracia So­
cialista O brera se com prom ete a serv ir con todos sus me­
dios los siguientes p rin cip io s:
1 .° Las condiciones p o líticas y sociales actuales son in ­
justas en el más alto grado y deben ser p o r consiguiente
rechazadas con la m ayor energía.
2.° La lucha por la em ancipación de los trab ajad o res no
es una lucha por la in stitu ció n de nuevos priv ileg io s de
clase, sino para la igu aldad de los deberes y de los dere­
chos y para la abolición de toda dom inación de clase.
3 .° La dependencia en que se en cu en tra el trab ajad o r
ante el capitalista es la base p rin cip al de la servidum bre
bajo todas sus form as. E l P a rtid o de la D em ocracia Socialis­
ta O brera tiende, por m edio de la abolición del sistem a de
la producción actual, a conq u istar para el trab ajad o r el de­
recho pleno al producto de su trabajo.
4.a La lib ertad política es la condición previa más u r­
gente de la em ancipación económ ica de las clases obreras.
P o r consiguiente, la cuestión social es inseparable de la
cuestión política. Su solución sólo es posible en un E stado
dem ocrático.
5.° Considerando que la em ancipación p o lítica y econó­
mica de la clase obrera únicam ente es posible con la con­
dición de que todos los trab ajad o res se unan p ara el mismo
fin, el P artid o de la D em ocracia S ocialista O brera en A le­
m ania se da una organización u n itaria, que sin em bargo
perm ite a cada m iem bro ejercer su in flu en cia para el bien
común.
6.° Considerando que la em ancipación del trab ajo no es
una cuestión social n a c io n a l; que es u n a cuestión social que
abarca todos los países donde se en cu en tran realizadas las
condiciones de la sociedad m oderna, el P a rtid o de la Demo­
cracia Socialista, en ta n to que las leyes sobre asociación
lo perm itan, se considera una ram a de la A sociación
In ternacional de los T rab ajad o res, cuyas tendencias conj-
oartft.
174 0 5 /M S DE MIGUEL BAKUNIN

E l Com ité del partido estará por consiguiente en rela­


ción o ficial con el Consejo general de aquélla.
A rt. I I I . Las prim eras exigencias de la agitación del
P a rtid o de la D emocracia Socialista O brera son las si­
g u ie n te s:
1.a E l derecho al su frag io d irecto y secreto para todos
los hom bres de veinte años de edad, para la elección de
d ip u tad o s al parlam ento fe d e ra l lo m ism o que a los p arla­
m entos de los diferentes estados, igualm ente que para la de
los m iem bros de las representaciones provinciales y com u­
nales y de todos los dem ás cuerpos representativos.
2.® L a legislación directa p o r el pueblo, con el derecho
de p ro p o n er y de rechazar las leyes.
3.a A bolición de todos los priv ileg io s de clase, de p ro ­
piedad, de nacim iento y de confesión.
4.* In stitu ció n del arm am ento nacional en sustitución
del ejé rc ito perm anente.
5.a Separación de la Ig lesia y del E stado, separación de
la E scuela y de la Iglesia.
6.a In stru cció n o b ligatoria en las escuelas populares.
In stru c c ió n g ratu ita en todos los establecim ientos públi-
c o b d e instrucción.
7.a Independencia de los tribunales, in stitu ció n del ju ­
rado y del proceso público.
8.a A bolición de todas las leyes referen tes al derecho de
reunión, de asociación y de coalición; plena lib ertad de
prensa. D eterm inación de la jo rn ad a norm al de trabajo. P ro ­
hibición del trabajo de los n iños y lim itación del de las m u­
je re s en los establecim ientos in d u striales.
9.a A bolición de todos los im puestos indirectos, in s titu ­
ción del im puesto directo sobre la renta.
10.a Apoyo del E stado para la cooperación obrera y cré­
dito del E stado p ara las asociaciones de producción.
E sto s tres artículos, expresan perfectam ente, no la ple­
n itu d de los in stin to s y de las aspiraciones socialistas y
revolucionarías de los trab ajad o res que con stitu y en p arte
de esa nueva organización de la dem ocracia socialista en
A lem ania, sino las tendencias de los jefes que han concebi­
do el program a y que d irigen hoy al partido.
CARTAS A ÜN FRANCES 175

E l artícu lo prim ero nos choca ante todo p o r el d esacuer­


do p erfecto con el esp íritu del tex to del pro g ram a fu n d a­
m ental de la A sociación In tern acio n al de los T rabajadores.
E l P a rtid o de la D em ocracia S ocialista quiere la in stitu ció n
del E sta d o popular libre. E stas dos últim as palabras, po­
p u la r y libre, suenan bien, pero la prim era, E stado, debe
sonar m al en los oídos de un verdadero so cialista rev o lu ­
cionario, de u n enem igo resu elto y sincero de todas las
in stitu cio n es burguesas, sin ex ceptuar una sola; se encuen­
tra en contradicción flag ra n te con el fin mism o de la A so­
ciación In tern acio n al y d estru y e en ab soluto el sentido de
las dos palabras que le sig u en : popular y libre.
Q uién dice A sociación In tern a cio n al de los T rab ajad o ­
res, dice negación del Estado, de todo E stado, que debe ser
necesariam ente un E stado nacional. ¿O b ien los au tores
del program a en ten d erían hablar del E stad o intern acio n al,
del E stad o universal, o al menos, én u n sen tid o más re s ­
trin g id o , del E stado que abrazaría todos los países de la
E u ro p a occidental en los que existe, para servirm e de la ex­
p resión favorita de los socialistas alem anes, “la sociedad
o la civilización m oderna1', es decir, la sociedad donde el ca­
p ital, convertido en el único com anditario del trab ajo , se
en cu en tra concentrado en m anos de una clase p riv ileg iad a
por el E stado, la burguesía, y gracias a esa concentración
reduce a los trab ajad o res a la esclavitud y a la m iseria? Los
je fe s del P a rtid o de la D em ocracia Socialista ¿ten d erán a
la in stitu ció n de un E stad o que abrace to d o el occidente
de E uropa, In g la te rra , F rancia, A lem ania, todos los países
escandinavos, los países eslavos som etidos a A u stria, H o ­
landa, Suiza, E spaña y P o rtu g a l? (1).
No, su im aginación y su ap etito p o lítico no abarcan ta n ­
to s países a la vez. Lo que quieren, con una pasión que no
tra ta n de enm ascarar, es la organización de su patria ale­
mana, de la gran unidad germánica^ E s la in stitu ció n del
Estado exclusivam ente alemán, que el p rim er artícu lo de su

(1) Ya en el Congreso de B asilea de la Internacional, el año precedente


(sep tiem b re de 1869), Bakunin había opuesto lo que llam aba el E stad o inter­
nacional a la concepción tradicional del Estado, necesariam ente nacional. H a­
b ía pedido “la d estru cción de todos lo s E stados n acion ales y territoriales y,
sobre sus ruinas, la constitución del Estado in ternacional de m illon es de traba­
jadores. E stad o que será. m isión de la Internacional con stitu irlo” . Pedir Ja cons­
titu ció n del E stad o internacional sobre las ruinas de lo s E stad os nacionales,
equivalía, en su boca, a pedir la destrucción del Estado, (GuiHaum e.)
176 OBflAS DE MIGUEL BAKUNIN

program a plantea como fin p rin cip al y suprem o del P a rti­


do O brero de la Dem ocracia Socialista. Son ante todo pa­
triotas políticos,
Pero, ¿qué dejan a la internacionalidad? ¿Q ué dan esos
patriotas alemanes a la fratern id ad de los trab ajad o res de
todos los países? N ada m ás que frases socialistas, sin reali­
zación posible, porque la base principal, prim era, ex clu si­
vam ente política de su program a, el E stado germ ánico, las
destruye.
E n efecto, desde el momento en que los obreros de A le­
m ania deben querer y serv ir ante todo a la in stitu ció n del
E stado germánico, la solidaridad que deberá, desde el pun­
to de vista económ ico y social, u n irlo s hasta confundirlos
con sus hermanos, los trabajadores explotados del m undo
en tero y que debería, según mi opinión, ser la base p rin ci­
pal y única de las asociaciones obreras de todos los p a íse s;
esa solidaridad in tern acio n al es necesariam ente sacrificada
al patriotism o, a la pasión política nacional, y puede suce­
d er que los obreros de un país, rep artid o s en tre estas dos
patrias, entre estas dos tendencias co n trad icto rias: la so­
lidaridad socialista d e l trabajo y el patriotism o político del
E sta d o nacional, y sacrificando —pues deben hacerlo al
obedecer al artícu lo prim ero del program a del P artid o de la
D em ocracia Socialista alem ana— la solidaridad intern acio ­
nal ante el patriotism o, se encontrarán en la desgraciada
posición de e sía r unidos a sus com patriotas burgueses con­
tra los trabajadores de un país extranjero. E s lo que suce­
dió hoy precisam ente a los obreros de Alemania,
F ué un espectáculo in teresan te ver la lucha que, al co­
m ienzo de la guerra, se desarrolló en el seno de las clases
obreras de A lem ania en tre los principios del patriotism o
alem án que les im pone el program a de su p artido y sus pro­
pios in stin to s profundam ente socialistas. Se habría podido
pensar prim eram ente que su patriotism o triu n fa ría sobre el
socialism o, y tem er que se dejasen a rra stra r por el en tu ­
siasmo francófobo y guerrero de la m ayoría de los b u rg u e­
ses de A lem ania (1). E n una gran asamblea obrera del P a r­

(1) Como ante» todo h ay que ser justo, debo reconocer que varios firganoa
de la dem ocracia burguesa en Alem ania, entre otros Z uku n ft, de Berlín, han
protestada noble y enérgicam ente contra esa fuerza burguesa-tudesca. H an com­
p en d íelo que (Je la manara en que se había, planteado la cu estión entre Bism arck
CARTAS A UN FRANCES 177

tid o de la D em ocracia Socialista, celebrada en B runsw ick


en los últim os días de julio, se pronunciaron m uchos d is­
cursos afectados en el fondo por el más puro patriotism o,
pero al mism o tiem po, casi enteram ente desprovistos de
sentim ientos de ju s tic ia y de frate rn id ad internacional.
A las circulares generosas, francam ente socialistas y re a l­
m ente fratern ales de los obreros de la In tern acio n al de P a ­
rís y o tras ciudades de F rancia, se respondió con in v ecti­
vas contra N apoleón I I I —como si hubiese algo de común
entre este m iserable y crim inal estafador, que llevó durante
veinte años el títu lo de em perador de los franceses, y los
obreros de F ran cia— y con el consejo irónico de d errib ar
lo más pronto posible a su tirano, para m erecer Jas sim patías
de la democracia de Europa. Leyendo estos discursos, se h u ­
biese podido creer escuchar a hom bres libres y altivos de
su libertad, hablando a esclavos. V iendo esa orgullosa in ­
dignación germ ánica contra la tiran ía y la falta de h o n ra­
dez de N apoleón I I I , se hubiese podido im aginar uno que
el sueño de la dem ocracia socialista, el E stado popular y
libre se había realizado ya en A lem ania, y que los obreros
alem anes estaban satisfechos de sus propios Gobiernos.
E n tre la política de N apoleón I I I y la del gran canciller
de A lem ania, el Conde de Bism arck, ¿existe o tra d iferen cia
que ésta: que una ha sido desgraciada y la o tra feliz? E n
cuanto al fondo inm oral, despótico, violador de to d o s los
derechos hum anos, es absolutam ente el mismo. ¿O bien los
trabajadores de A lem ania ten d rán la ingenuidad de p en ­
sar que B ism arck, com o po lítico , es más m oral que N apo­
león I I I y que se d eten d rá ante alguna inm oralidad, cuando
se tra te de llegar a un fin p o lítico cualquiera?
Si pueden pensarlo, es que no han prestado n in g u n a aten ­
ción a la p o lítica de su gran canciller, sobre todo en estos
últim os años, después de la p o strer in surrección de Polonia,

y Napoleón I I I , la derrota tanto como la victoria de los ejércitos de A lem a­


nia no podrían atraer sobre ésta más que horribles d esgracias: en el prim er
caso, el saqueo de Jas provin cias alem anas, el desm em bramiento de A lem ania y
el yugro extranjero; en el segundo caso, un derroche no m enos enorme en d i­
nero y en hombres, y la esclavitu d de los aJ emanes, esclavitu d prusiana, bis-
marekiana, el som etim ien to de A lem ania a los talones de un- m onarquía m ili-
tar y v ictoriosa “por la gracia de Dios" y bajo la in solen cia de todos los
lugartenientes pom erianos. Pero, ¿a qué protestar cuando se tiene la fftoría de
constituir parte de una gran nación triunfante y se está aprisionado en el dilem a
sin solución del Estado y la libertad? (B akunin.)
178 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

d u ran te la que no han desem peñado o tro papel que el de


com parsa de los verdugos m o sco v itas; y es que no refle­
x ionaron nunca sobre las necesidades y sobre la naturaleza
m ism a de la política. Si pueden creer todavía en la m ora­
lid ad política, siquiera sea sólo relativa, del Conde de Bia-
m arck, es que han leído m uy m al su s propios periódicos y
los periódicos del P a rtid o D em ócrata burgués, donde todas
las sucias in trig a s de B ism arck, to d as sus crim inales tra i­
ciones contra la lib ertad de los pueblos en general y contra
la p a tria alem ana en p articu lar, en beneficio de la hegem o­
nía prusiana, han sido descubiertas com pletam ente.
E s indudable que cuando B ism arck em prendió, en con­
cie rto con esa pobre A u stria a quien engañó, su campaña
nacional y patriótica contra la pequeña Dinam arca, se en­
contraba ya en plena conspiración co n tra N apoleón I I I . Es
indudable tam bién que cuando em prendió^su cam paña a n ti­
germ ánica, prusiana, contra A u stria y co n tra los soberanos
alem anes aliados de A ustria, se asociaba con una mano al
E m perador de R usia y con o tra a N apoleón I I I . C ircuns­
tancias inopinadas, el triu n fo inesperado y rápido del ejé r­
cito prusiano, le p erm itiero n engañar a uno y otro. P ero no
es m enos cierto que B ism arck había hecho a N apoleón III
prom esas positivas en d etrim en to de la in teg rid ad del te rri­
to rio alem án, tan to como del reino belga, y que hubiese
m antenido sus prom esas si N apoleón I I I se hubiese mos­
tra d o m ás enérgico y m ás hábil. T o d a la diferencia en tre
N apoleón I I I y el Conde de B ism arck, como políticos, con­
siste, pues, en esto : la habilidad, es decir la picard ía del
uno superó a la del otro. A pillo, p illo y medio, he ahí todo.
E n cuanto a lo demás, es el mism o desprecio por la hum a­
n id ad y por todo lo que se llam a derecho humano, y esa
convicción, no sólo teórica, sino práctica, diariam ente e je r­
cida y m anifestada de que todos los m edios son buenos y
de que todos los crím enes son p erm itid o s cuando se trata
de lleg ar al fin suprem o de toda p o lític a: la conservación y
e l acrecentam iento de la potencia del Estado.
E l Conde de Bism arck, que es u n hom bre de ingenio
a n te todo, debe de reír cuando oye hablar de su m oral y
de su virtu d política. Si tom ase estas alabanzas en serio,
p o d ría hasta ofenderse, porque desde el p u n to de v ista del
E stado, v irtu d y m oral no sig n ifican o tra cosa que im beci
CARTAS A UN FRANCES 179

lidad política. E l señor B ism arck es un hom bre positivo y


serio. A l querer un fin quiere todos los m edios, y como es al
mismo tiem po un hom bre enérgico y resuelto, no retro ce­
derá ante ningún recurso que pueda servir a la grandeza de
P rusia.
Séame perm itido rep ro d u cir en esta ocasión algunas p ala­
bras de un discurso que pro n u n cié hace ju stam en te dos años
en el congreso de la L ig a de la P az y la L ibertad, celebra­
do en B erna en 1868. F u é en cierto modo m i discurso de
despedida, porque habiendo ese congreso del radicalism o
burgués rechazado el program a socialista que m is am igos
y yo le habíam os presentado, salí con ellos de la Liga. R es­
pondiendo a cuestiones y a ataques disim ulados de varios
dem ócratas y aun socialistas alem anes, he aquí con qué pa­
labras term iné ese d iscu rso :

“ E n fin, para resum ir, re p ito enérgicam ente: Sí, quere­


m os Ja disolución radical d el Im p erio de todas las Rusias,
el aniquilam iento com pleto de su poder y de su existencia.
Lo querem os ta n to po r ju stic ia hum ana como por p a trio ­
tism o.
”Y ahora que me expliqué claram ente, de modo, me p are­
ce, que no hay lu g ar a equívoco alguno, perm ítasem e p lan ­
te ar una cuestión a mis am igos, los in terro g ad o res ale­
manes.
”E n su amor a la ju stic ia y a la libertad, ¿quieren ren u n ­
ciar a todas las provincias polacas, conquistadas por las a r­
mas, cualquiera que sean por lo dem ás su situación geo­
g ráfica y su im portancia estratég ica y com ercial para A le­
m ania? ¿Q uieren ren u n ciar a todas las regiones polacas,
cuyas poblaciones no se cuidan de ser alem anas? ¿Q u ieren
ren u nciar a sus llam ados derechos h istó rico s sobre to d a esa
p a rte de Bohem ia que los alem anes no lleg aro n a germ ani­
zar por los m edios anodinos que se sabe, sobre todo el país
habitado por los silesianos, los m oravos y los checos, y
donde el odio co n tra la dom inación alem ana ya no podría
d iscutirse? ¿Q uieren rechazar, en nom bre de la ju stic ia y
de la libertad, esa política am biciosa de Prusia que, a cuen­
ta de las necesidades com erciales y m arítim as de A lem a­
nia, quiere englobar por la fu erza las poblaciones danesas
que habitan el S chlesw ig en la gran C onfederación g erm á '
180 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

nica del N orte? ¿Q uieren cesar de reivindicar, en nom bre


de esas mism as necesidades com erciales y m arítim as, la ciu­
dad y el te rrito rio de T rieste,, que son m ucho más eslavas
que italianas, y mucho más italian as que alem anas? E n una
p alab ra: ¿quieren renunciar espontáneam ente, como exigen
a los demás, a toda política de Estado, y acep tar para sí
lo mism o que para los demás, todas las condiciones así
como todos los deberes de la ju stic ia y de la lib ertad ?
¿ Q uieren aceptar en toda su sinceridad y en todas sus ap li­
caciones, los principios siguientes, los únicos que pueden
hacer posibles la paz y la ju sticia in tern acio n ales:
”1.° A bolición de todo lo que se llama derecho h istórico
(de conquista) y las conveniencias políticas de los E sta ­
dos, en nom bre del derecho suprem o de todas las poblacio­
nes (de E uropa y del m undo), pequeñas o grandes, débiles
o fu e rte s (civilizadas o no civilizadas), así como de todos
los individuos, a disponer de sí mismos con en tera libertad,
sin tener en cuenta las necesidades y las pretensiones de
lo s Estados, y sin otro lím ite para esa lib ertad que el dere­
cho igual ajen o ;
” 2.® A bolición de todos los co n trato s perpetuos en tre to ­
dos los individuos lo mismo que en tre todas las unidades
colectivas: asociaciones locales (com unas), provincias y n a ­
ciones, lo que significa reconocer a toda población que se
haya aliado con o tra librem ente, el derecho a rom per el con­
trato , después de haber satisfecho todos los com prom isos
tem porales y lim itados que haya c o n tra íd o : fundándose ese
derecho en el principio, condición esencial de la libertad,
de que el pasado no debe y no puede ligarse al presente,
como el presente no podría nunca com prom eterse con el
porvenir, y que el derecho soberano resid e siem pre en las
generaciones p re se n te s;
”3.° Reconocim iento del derecho de secesión p ara los in ­
dividuos como para las asociaciones, las comunas, las p ro ­
vincias, las naciones, con la condición de que, por u n a nue­
va alianza con una potencia ex tran jera, h o stil y am enaza­
dora, la p arte saliente no ponga en p eligro la independen­
cia y la libertad de la parte a que abandona ?
"H e ahí las verdaderas, las únicas condiciones de la ju s­
tic ia y de la libertad. ¿Q u ieren n u estro s am igos alem anes
aceptarlas tan decididam ente como las aceptam os nosotros?
CARTAS A UN FRANCES 161

Y, para decirlo todo, ¿quieren con n o so tro s la destrucción


del E sta d o , de todos lo s E stados?
"Señores, ahí está toda la cuestión. Porgue quien dice
E sta d o dice violencia, opresión, explotación, in ju sticia eri­
g id as en sistem a y convertidas en otras tantas condiciones
fu n dam entales de la existencia m ism a de la sociedad. El
E stad o , señores, no ha tenido nunca y no podrá ten er mo­
ral. Su m oral y su única ju sticia, es el in terés suprem o de
su conservación y de su om nipotencia, in terés ante el que
todo lo que es hum ano debe doblegarse. E l E stad o es la
negación ro tu n d a de la hum anidad. Lo es d o b lem en te: como
co n trario a la hum ana lib ertad y a la hum ana ju stic ia (en
el in te rio r) y como in terru p ció n vio len ta de la so lidaridad
universal de la raza hum ana (en el e x terio r). E l E stado
universal, varias veces ensayado, se ha dem ostrado siem ­
p re im posible, de suerte que, en tanto que haya E stado, ha­
brá E stados; y como cada E stad o se presen ta como un fin
absoluto, que lleva el culto de su ser como ley suprem a
a la que todos los demás deben estar subordinados, resulta
e s to : que en tanto que haya E stados, la guerra será p erpe­
tua. T odo E stado debe conquistar o ser conquistado, Todo
E stad o debe fundar su potencia sobre la debilidad, y si
puede, sin peligro, sobre el aniquilam iento de los otros E s ­
tados.
"Señores, querer lo que quiere este Congreso, querer el
establecim iento de una ju sticia intern acio n al, de una lib er­
tad in ternacional y de una paz eterna, y q u erer al mismo
tiem po la conservación de los E stados, sería, pues, de nues­
tra p arte una contradicción y una in g en u id ad ridiculas. H a­
cer cambiar a los E stados su naturaleza es im posible, por­
que es precisam ente por su naturaleza por lo que son E sta ­
dos, y no podrían separarse de ella sin cesar al mism o tiem ­
po de existir. P or consiguiente, señores, no h a y n i puede
haber un E stado bueno, ju sto , virtuoso, T odos ¡os E stados
son m ales, puesto que por su naturaleza, p o r su base, por to ­
das las condic/ones y por el fin suprem o de su existencia
son todo lo que hay de opuesto a ¡a libertad, a la m oral y a
la ju sticia hum anas. Y bajo este aspecto, dígase lo que se
quiera, no existe gran d iferen cia en tre el salvaje Im perio de
to d as las R usias y el E stado civilizado de E uropa, ¿ Sabéis
en qué consiste esa diferen cia? E l Im p erio de lo s zares hace
182, OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

cínicam ente lo que los otros hacen hipócritam ente. E l Im ­


perio de los zares, con su franca m anera despótica y des­
deñosa de la hum anidad, es el único ideal hacia el cual
tien d en y al que adm iran en secreto todos los estad istas de
E uropa. T odos los E stad o s de E u ro p a hacen lo que él hace,
en tanto que la opinión pública, y sobre todo en ta n to que
la so lidaridad nueva, pero ya poderosa, de las m asas obre­
ras de E uropa, lo perm itan, opinión y solidaridad que con­
tienen los gérm enes de la destrucción de los E stados. E n
el terreno de los E stados, señores, no hay más E sta d o s vir­
tuosos que los E sta d o s im potentes. Y todavía son bien c ri­
m inales en sus sueños.
"C o n clu y o : E l que quiere con nosotros el establecim ien­
to de la libertad, de la ju stic ia y de la paz; el que quiere
el triu n fo de la hum anidad, el que quiere la em ancipación
radical y com pleta (económ ica y política) de las m asas po­
pulares, debe querer con nosotros la disolución de todos los
E stados en la federación universal de las asociaciones pro­
ductoras y libres de todos los paísesF.

E s claro que en tan to que los obreros alem anes tengan


por fin la in stitu ció n del E stado nacional, por libre y po­
p u la r que se im aginen ese E stado —y está lejos de la im a­
ginación la realización, sobre todo cuando la im aginación
supone la reconciliación im posible de dos elem entos, de dos
principios, el E stad o y la libertad popular, que se e n tre ­
cruzan y se devoran recíprocam ente—, es claro que co n ti­
nuarán sacrifican d o siem pre la lib ertad popular a la gran ­
deza del E stado, el socialism o a la política, y la justicia,
la fra te rn id a d intern acio n al al patriotism o. E s claro que su
propia em ancipación económ ica no será nada más que un
herm oso sueño eternam ente relegado a un p orvenir lejano.
E s im posible llegar a la vez a dos fines contradictorios.
A l im plicar el socialism o la revolución social, la d estru c­
ción del E stad o , resu lta evidente que quien tiende al E stad o
debe ren u n ciar al socialism o, debe sacrificar la em ancipa­
ción económ ica de las m asas a la potencia política de un
p artid o privileg iad o cualquiera.
E l P a rtid o de la D em ocracia S ocialista Alem ana debe sa­
c rific a r la em ancipación económica, y por consiguiente tam ­
bién la em ancipación p o lítica del proletariado, o m ás bien
Ca r t a s a u n f r a n c é s
Su em ancipación de la política, a la am bición y al triu n fo
de la dem ocracia burguesa. E sto resu lta claram ente de los
a rtícu lo s segundo y tercero de su program a.
Los tre s prim eros p árrafo s del artícu lo segundo son en
absoluto conform es al p rin cip io socialista de la A sociación
In tern acio n al de los T rabajadores, cuyo program a rep ro ­
ducen casi textualm ente. P ero el cu arto p á rra fo del m is­
mo artícu lo , al declarar que la lib ertad p o lítica es la con­
dición previa de la em ancipación económ ica, d estru y e por
com pleto el valor práctico de ese reconocim iento de p rin ­
cipio. No puede sig n ificar m ás que esto :
“ O breros, sois esclavos, víctim as de la sociedad y del ca­
p ital. Q ueréis em anciparos de ese yugo económ ico. M uy
bien, y v u estras aspiraciones son p erfectam en te legítim as.
M as para realizarlas, es preciso que nos a yu d éis prim ero a
hacer la revolución política. D espués os ayudarem os a ha­
cer la revolución social. D ejadnos establecer prim eram ente
p o r la fuerza de vuestros brazos el E stado dem ocrático, una
buena dem ocracia burg u esa como en Suiza, y luego... luego
os darem os un bienestar igual al que gozan los obreros en
Suiza.” (V éanse las huelg as de B asilea y de G inebra.)
P ara convencerse de que esta aberración in creíb le ex p re­
sa p erfectam ente las ten d en cias y el esp íritu del P a rtid o
de la D em ocracia S ocialista A lem ana — como program a, no
como aspiraciones natu rales de los obreros alem anes que
lo com ponen— , no hay más que estu d iar el artícu lo terce­
ro, donde se en cu en tran enum eradas todas las p eticio ­
nes inm ediatas y prim eras que deben reclam arse por la
agitación pacífica y legal del p artid o . T o d as esas dem an­
das, m enos la décima, que no fué pro p u esta siq u iera p o r los
au tores del program a, sino que ha sido añad id a m ás tard e,
en m edio de la discusión, a continuación de u n a proposi­
ción hecha p o r un m iem bro del C ongreso de E isenach, to ­
das estas dem andas tien en un carácter exclusivam ente po-,
lítico. L os puntos recom endados como o b jeto s ‘p rin c i­
pales de la acción p ráctica inm ediata del p artid o no
co n stitu y en o tra cosa que el program a bien conocido de la
dem ocracia b u rg u e s a : su frag io universal, con la legislación
directa por el p u e b lo ; abolición de todos los p riv ileg io s po­
lític o s; arm am ento n acio n al; separación de la Ig le sia y del
E sta d o ; de la E scuela y de la Ig le sia ; in stru cció n g ra tu ita
184 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

y obligato ria; lib ertad de im prenta, de asociación, de re ­


unión y de coalición; transform ación de todos ios im pues­
tos indirectos en un im puesto directo, progresivo y único
sobre la renta.
H e aquí lo que constituye el verdadero objeto, el fin real,
actual, de ese p a rtid o : una reform a exclusivam ente p o líti­
ca del Estado, de las in stitu cio n es y de las leyes d el E sta ­
do. ¿No tuve razón al decir que ese program a no era socia­
lista más que en sueños, para un porvenir lejano, pero que
en realidad era un program a puram ente político y burgués,
de tal modo burgués que ninguno de los en otro tiem po co­
legas nuestros de la L ig a de Paz y de la L ibertad habría
vacilado en firm arlo? ¿N o tuve tam bién razón al decir que,
si se juzgaba el P a rtid o de la D emocracia Socialista de los
obreros alemanes por su program a —lo que me guardaré
bien de hacer, porque yo sé que las aspiraciones reales de
esos obreros van m ucho más allá del program a— se ten d ría
el derecho a pensar que la in stitu ció n de ese p artid o no
ha tenido otro fin que el de hacer servir a la masa obrera,
como instrum ento sacrificado y ciego, a la realización de
los proyectos políticos de la dem ocracia burguesa de A le­
m ania ?
En ese program a sólo hay dos puntos que no serán del
agrado de los burgueses. E l prim ero de ellos está conte­
nido en la segunda m itad del octavo párrafo del artícu lo
tercero, donde se pide la determ inación de la jornada
norm al del trabajo, la abolición del trabajo de los n iñ o s y
la lim itación del de las m ujeres, cosas éstas que harán to r­
cer el gesto a los burgueses, porque, am antes apasionados
de todas las libertades que redundan en su provecho, piden
a g rito s para el pro letariad o la lib ertad de dejarse explo­
tar, aplastar, ato rm en tar, sin que el E stado tenga que in­
tervenir. Pero los tiem pos se han vuelto tan duros para
estos pobres burgueses, que acabaron por consentir en esa
intervención del E stado, aun en In g laterra, cuya o rg an i­
zación social actual, que yo sepa, no es todavía socialista
de ningún modo.
E l o tro punto, mucho más im portante, y de un carácter
socialista bastante más determ inado, está contenido en el
segundo párrafo del artícu lo tercero, párrafo que, como
indiqué, no fué p ropuesto por los mismos redactores del
CARTAS A UN FRANCES 185

program a, sino que es debido a la in iciativ a de un m iem ­


bro del Congreso de E isenach y fué presentado en m e­
dio de la discusión del program a. E se punto exige el apo­
yo, la protección y el créd ito del E stad o para la coopera­
ción obrera y sobre todo para las asociaciones de p roduc­
ción, con todas las g aran tías de lib ertad deseables.
E ste es un p u n to que n in g ú n dem ócrata b u rg u és adm i­
tirá de buen grado, porque está en contradicción absoluta
con lo que la dem ocracia burguesa y el socialism o burgués
llam an libertad. E n efecto, la libertad de la explotación del
trab ajo por el p ro letariad o , obligado a venderla al capital
al precio más bajo posible, obligado, no por una ley p o lí­
tica o civil cualquiera, sino por la posición económ ica en
que se encuentra, por el te rro r y la aprehensión del hambre,
esa libertad, digo, no teme la concurrencia de las asociacio­
nes obreras, sea de consum o, sea de créd ito m utuo, sea de
producción, por la sim ple razón de que las asociaciones
obreras, reducidas a sus propios m edios, no estarán nunca
en situación de form ar un capital capaz de luchar contra
el capital burgués. P ero cuando las asociaciones obreras es­
tén apoyadas por la p o ten cia del Estado, cuando sean sos­
tenidas por el créd ito inm enso del Estado, no sólo podrán
luchar, sino que a la larga acabarán por vencer a las em­
presas in d u striales y com erciales burguesas, fundadas ú n i­
cam ente sobre el capital privado, sea individual, sea colec­
tiv o y representado p o r sociedades anónim as de cap italis­
tas, pues el E stado es natu ralm en te ¡a más poderosa de to ­
das las sociedades anónim as.
E l trabajo com anditado por el E sta d o : ta l es el prin cip io
fundam ental d e l com unism o autoritario, del socialism o de
E stado. E l E sta d o transform ado en el único propietario,
al fin de un cierto período de tran sició n , que será necesa­
rio para hacer pasar la sociedad, sin sacudidas dem asiado
grandes, económ icas y p olíticas, de la organización actual
del privilegio b u rg u és a la organización fu tu ra de la ig u al­
dad oficial de todos. E l E stad o será tam bién el único capi­
talista, el banquero, el ad m in istrad o r de fondos, el o rg a n i­
zador, el d irec to r de todo el trab ajo nacional y el d is tri­
buidor de sus productos. T al es el ideal, el p rin cip io fu n ­
dam ental del com unism o m oderno.
E nunciado por p rim era vez por Babeuf, hacia el fin de la
186 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

G ran Revolución, con todo e¡ aparato de civismo an tig u o y


de violencia revolucionaria que co n stitu ían el carácter de
esa época, fué resobado y reproducido en m in iatu ra hace
tre in ta años m ás o menos p o r L uis B lanc en su pequeño
fo lleto L ’O rganisation du Travail, en el que el estim able
ciudadano, m ucho m enos revolucionario y m ucho más in­
du lg en te para las debilidades burguesas que B abeuf, se es­
forzó por dorar y endulzar la píldora, a fin de que loa bur­
gueses pudiesen tragarla sin im aginar que tom aban un ve­
neno que debería m atarlos. Los b urgueses no se han dejado
engañar, y, devolviendo b ru talid ad por cortesía, expulsaron
a L u is B lanc de Francia. A pesar de esto, con una constan­
cia que es preciso adm irar, L uis B lanc co ntinúa fiel a su
sistem a económico, y co ntinúa creyendo que todo el por­
v en ir está contenido en su fo lletito sobre la organización
del trabajo.
La idea com unista ha pasado después a m anos más serias.
C arlos M arx, el jefe in d iscutible del P artid o Socialista en
A lem ania —una gran in telig en cia arm ada de una ciencia
pro fu n d a y cuya vida entera, puede decirse sin adulación,
ha sido consagrada exclusivam ente a la causa más grande
que hoy existe, la de la em ancipación del trabajo y de los
trab a jad o res—, Carlos M arx, que es innegablem ente tam ­
bién, si no el único, al m enos uno de los p rincipales fu n d a­
do res de la Asociación In tern acio n al de los T rabajadores,
ha hecho del desenvolvim iento de la idea com unista el ob­
je to de un trabajo serio. Su gran obra, E l Capital, no es
una fantasía, una concepción a prio ri, b ro tad a en un solo
día en la cabeza de un joven más o m enos ig n o ran te de las
condiciones económicas de la sociedad y del sistem a actual
de producción. E stá fundam entada sobre el conocim iento
m uy extenso y muy detallado, y so b re'el análisis profundo
de ese sistem a y de esas condiciones. C arlos M arx es un
abism o de ciencia estadística y económ ica. Su obra sobre
el capital, aunque desgraciadam ente erizad a de fórm ulas y
de su tilezas m etafísicas, que la hacen inabordable para la
m ayoría de los lectores, es en el m ás alto grado una obra
p o sitiv ista o realista, en el sentido que no adm ite otra ló­
gica que la de los hechos.
V iviendo desde poco más o m enos casi tre in ta año* ex­
clusivam ente entre los obreros alem anes refu g iad o s como
CARTAS A UN FRANCES 187

él, y rodeado de algunos am igos y discípulos m ás o menos


in teligentes, perteneciendo p o r su nacim iento y por sus
relaciones al m undo burgués, el señor C arlos M arx llegó
n aturalm ente a form ar una escuela, una especie de peque­
ña iglesia com unista, com puesta de adeptos fervientes, y
d ifundida por toda A lem ania. E sta iglesia, p o r restrin g id a
que sea bajo el aspecto del núm ero, está sabiam ente orga­
nizada y gracias a las m ú ltip les relaciones con las asocia­
ciones obreras de los p u n to s p rin cip ales de A lem ania, fo r­
ma ya una potencia. C arlos M arx, goza, naturalm ente, en esa
iglesia de una au to rid ad casi suprem a y hay que reconocer^
le que sabe m anejar ese pequeño ejército de fanáticos ad-
herentes de modo que realza siem pre su p restig io y su p o ­
der sobre las im aginaciones de los obreros alem anes.
L a idea com unista de C arlos M arx tran sp ira en todos
sus escrito s; se m anifestó igualm ente en las proposiciones
hechas el año pasado por el C onsejo G eneral de la A socia­
ción In tern acio n al de los T rab ajad o res, que reside en L on­
dres, al Congreso de B asilea, tan to como en las proposicio­
nes que tenía el propósito de presenta^ al congreso que de­
bía te n er lu g ar en septiem bre de este año y que debió ser
suspendido a causa de la guerra. C arlos M arx, m iem bro del
C onsejo G eneral de L ondres y secretario corresponsal para
Alem ania, goza en ese Consejo, como se sabe, de una g ran ­
de y —preciso es añadirlo— leg ítim a influencia, de suerte
que se puede tener por seguro que las proposiciones hechas
por el Consejo G eneral de L ondres al Congreso salieron
p rincipalm ente del sistem a y de la colaboración de C ar­
los M arx.
Y así, en el Congreso de B asilea, el ciudadano inglés
L u craft, m iem bro del Consejo G eneral, em itió la idea
de que toda la tie rra de un país debe ser tran sfo rm ad a en
propiedad del E stado, y que el cultivo de esa tie rra debe
ser d irig id o y adm inistrad o por los fu n cio n ario s del E sta ­
do, “lo que —añadió— no será posible más que en un E stado
dem ocrático y social en el cual el pueblo pueda velar por
la buena adm inistración de la tie rra nacional por el E stado".
Y así, en el m ism o congreso, cuando se debatió la
proposición de abolir el derecho de herencia, proposición
que obtuvo la relativa m ayoría de los votos, todos los m iem ­
bros del Consejo G eneral, todos los delegados ingleses, y la
188 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

m ayoría de los delegados alemanes, votaron contra esa abo­


lición, por esta razón especial, desarrollada por EccariuB,
en nom bre del Consejo G eneral: “que una vez que la p ro ­
piedad colectiva de la tierra, de los capitales y. en general
de todos los instrum entos de trabajo sea reconocida y e s­
tablecida en un país cualquiera, la abolición del derecho de
herencia se hará in ú t il; el derecho de herencia caerá por sí
m ism o cuando no haya nada que h ered ar”. M as, por una
contradicción extraña, ese mismo ciudadano Eccarius, en
nom bre de ese mism o C onsejo General, hizo una co n tra­
proposición ten d en te a establecer provisionalm ente un
im p u esto a la herencia, en beneficio de las m asas obreras,
lo que indica que el Consejo G eneral no espera que la p ro ­
piedad colectiva pueda ser establecida ahora por medio de
una revolución, sino que espera establecerla progresivam en­
te por la vía de las transacciones políticas sucesivas con la
propiedad burguesa.
Los delegados de las asociaciones obreras alem anas que
aparecieron por p rim era vez en gran núm ero en un congre­
so de la In tern acio n al (1) h icieron o tra —de acuerdo con
los delegados de la Suiza alem ana ( 2) —, una nueva p ropo­
sición conform e en absoluto con su program a de Eisenach,
y que no ten d ía a o tra cosa que a in tro d u cir el principio de
la política nacional o burguesa en el program a de la In te r­
nacional. E sta proposición, la de la legislación directa por
el pueblo como m edio previo absolutam ente necesario para
llegar a las reform as sociales, fué depositada por el ciudada­
no B ü rk ly , de Z urich, y calurosam ente apoyada p o r los ciu ­
dadanos Goegg, R ittin g h au sen , B ru h in y L iebknecht. Dió
lugar a un debate su ficientem ente apasionado en m edio del
cual el ciudadano Liebknecht, uno de los jefes principales
del P a rtid o de la D em ocracia Socialista en A lem ania, decla­
ró que se obraría como reaccionarios si no se trataba esa
cu estió n ; era perfectam ente legítim a y urgente, puesto que
la m ism a A sociación Intern acio n al, en sus congresos prece­
dentes, y principalm ente en el de Lausana (1867), había p ro ­
clam ado que la cuestión política era inseparable de la cues-

(1) Habla doce: Spier, Rittingbausefl, Liebknecht, Kriegcr, Bracke» ScLe


rer, W ürger, de A lem ania; Lessner, de L on d res; M oritz H ess, de P arís; J&b-
nasch, J. F . Becker, Goe£g, de Suiza.
[2) H abla doce también, tres del cantón de Zurich y lo s demás de Bagüea.
CARTAS A UN FRANCES 189

tió n social; y que, en fin, si esa cuestión no p arecía im por­


ta n te en P arís, en V iena o en B ruselas, donde la cuestión
social no podía ser tra ta d a en su form a y en sus condicio­
nes políticas, era im portan te en los países en que esa im po­
sib ilidad no existía.
G racias a la resisten cia de los delegados franceses, ita ­
lianos, españoles, belgas y de una p arte de los delegados
de la Suiza latina, esa cuestión cayó. Tam poco pudo pros­
p erar en el Congreso de B asilea. In d e trae, (1).

N ota.—L a cólera del p artid o alem án, en efecto, fué g ran ­


de. F ué sobre todo con tra mí, a quien acusaron, no sé por
qué, de ser el prom otor p rin cip al, si no el je fe de esa opo­
sición enérgica que halló d u ran te todo el Congreso de
B asilea, esa p o lítica nacional y bu rg u esa que se nos
presentó como la que había de ser de la In te rn a c io ­
nal. La he com batido, es verdad, con toda la en erg ía que
me fué posible, porque la creo fu n esta p ara la A sociación
In tern acio n al, porque falsea, a m i m anera de v er, incluso
el p rin cip io de esa gran asociación; porque, en fin , es com­
p letam ente co n traria al socialism o revolucionario, a esa
p o lítica internacional del p ro letariad o que, según mi con­
vicción íntim a, es la única que puede salvarlo y hacerlo
triu n fa r.
No habría absolutam ente nada que volver a decir st mis
adversarios, los socialistas alem anes, se hubiesen lim itado
a atacar m is prin cip io s con fuerza, aun con cólera. Si esos
p rin cip io s les parecían malos, al atacarlo s hacían uso de
sus derechos y cum plían su deber. Lo que no com prendo es
que los hom bres que se resp etan y que p reten d en la estim a­
ción ajena, puedan em plear en esa lucha co n tra u n adversa­
rio, m edias infam es, sucias m entiras y la calumnia.
H ace un año que soy objeto p o r su p arte de los ataques
más innobles, conscientem ente m entirosos, y al mism o tiem ­
po más ridículos. Es u n a cam paña p erfectam en te com bi­
nada y organizada. El in sp irad o r p rin cip al y el jefe de esa

(1) L o qu e sigue correspon de en el m an u scrito a una I&rga n ota, inacabada,


en resp u esta a una señal d e Mamada en Inde irae. L a pu blicam os como continua­
ción d e l te x to , y d e este m odo sim p lifica m o s la c o lo c a d ó n de te s su bn otas.
(N o ta d el tra d u cto r.)
190 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

g u erra me es conocido. E stá oculto tras de las brum as de


L ondres, como M oisés tra s de las brum as del Sinaí. L eg isla­
dor de los judíos alem anes socialistas de n u estro s días, in s­
p ira la palabra y los actos de sus discípulos. A él, pues, co­
rresp o n d e la m ayor p arte de la responsabilidad de to d o lo
que dicen y de todo lo que hacen. E s un hom bre digno del
má3 alto respeto bajo muchos conceptos, pero que a m enu­
do m erece una enérgica reprobación. D otado de una v an i­
dad irascible, id en tifica dem asiado frecuentem ente su p er­
sona, un poco d eterio rad a p o r la adulación servil de sus dis­
cípulos y de sus am igos, con el principio, y sus propios
rencores con el servicio de una causa de la que, p o r o tra
parte, es uno de los servidores más ilu stres y m ás útiles. No
quiero nom brarlo todavía, pero se verá obligado a nom brar­
se él mismo. Y entonces me explicaré directa y públicam en­
te con él.
Me contentaré con hablar, en este mom ento, del desecho,
de ese pequeño canalla que le sirve habitualm ente de van­
guardia, cuando, in sp irad o por un mal pensam iento, quiere
com eter una mala acción.
E l prim ero que abrió el ataque co n tra mí, después del
C ongreso de B asilea, fué el señor M auricio H ess, com peti­
dor ambicioso y envidioso antes, hoy transform ado sin duda
por sentim iento de im potencia, en obsequioso cortesano
del M oisés m oderno. E n un artícu lo publicano contra m í, el
2 de octubre de 1869, en el R éveil, de P arís, artícu lo que el
señor D escluze com etió la enorm e in ju sticia de acep tar
—in ju stic ia que ha reparado, p o r lo demás, noblem ente, con
una declaración leal hecha p o r él mismo en uno de los nú­
m eros siguientes del R év eil (22 de o ctubre)—, el señor M au­
ricio H ess tuvo la desvergüenza de escribir las líneas si­
guientes, que no puedo calificar m enos que de infam es.
Q uiero rep ro d u cir en teram ente el artícu lo de M auricio H ess:
" E l voto negativo (1) del Congreso de B asilea [sobre la
cuestión de la abolición de la h eren cia], a pesar de su voto
favorable al p rin cip io de colectividad, es un enigm a para

(1) P r im e n m entira. E se voto no ha sido negativo, puesto que el resul­


tado de I)i negación de la herencia ha sido reconocido y pronunciado por una
m ayoría relativa que com prendía cinco delegados alem anes (32¡ s í contra 23 no
y 13 abstenciones), y que la proposición del C onsejo General tuvo en contra
la m ayoría, no ya relativa, sino absoluta (IV sf contra 37 no y 6 ab sten cion es),
(B akunin.)
CARTAS A UN FRANCES 191

los que ignoran la h isto ria secreta de este congreso. Pasó


en B asilea algo análogo a lo que un mes an tes tuvo lu g ar
en E isenach” (1).
Se sabe lo que era esa proposición co n tra el com unism o
prusiano del señor Schw eitzer que triu n fó en E isenach. Es
verdad que en B asilea no se tuvo que com batir a un p artid o
prusiano que ni siquiera estaba representado. P ero en cam­
bio había allí un p artid o ruso ( 2) p ró xim o pariente d e l p ru ­
siano (3). ¿ E s preciso decirlo? Los p artid ario s de B aku­
nin (4), jefe del com unism o ruso (5), no se im aginaban el
servicio que estaban llamados a prestar en un in terés panes-

(1) St el señor Sch w eitzer na tu viese otro pecado que reprocharme que
et de ser antagonista enérgico del socialism o burgués y del radicalism o bur­
gués que triunfaron, desgraciadam ente, en el Congreso de Eisenach, yo, por m i
parte, no tendría m4s que felicita cio n es que d irigirle. Pero los adversarios del
eenor Schw-eitzer pretenden, no sin apariencia de razón, que el señor Schw eítze?
es un aliado secreto de la p o lític a m onirquica prusiana del Conde de Bism arck.
Si eso fuese verdad, seria una traición infam e de parte del señor S chw eitzer
hacia el so cia lism o y hacia la causa santa de las m isa s obreras que tienen
confianza en él. Los je fe s del P artido de la D em ocracia S o cia lista no coníeten
esa traición, que s i es realm en te verdadera no puede ser m is que una traición lu ­
crativa; pero com eten otra traición de esa m ism a causa,—no lucrativa, sin
duda, pero no m enos fun esta para la em ancipación de los trabajadores que les
siguen —la de aliarse y asociar el m ovim iento socialista y revolucionario de loa
obreros de su partido a la p o lítica de los burgueses radicales de A lem ania.
E sto es ir de S eil# » Caribdis, y una consecuencia natural del cu lto ai Estado
que tienen en común con el señor Schw eitzer. El cu lto al listad o es, en general,
el rasgo ca racterístico det socialism o alemán. Lassal'.e, el m ás grande agitador
socialista y el verdadero Fundador del socialism o práctico en A lem ania, estaba
penetrado por el m ism o. N o veía salvación para los trabajadores m ás que en
lo s poderes del E stado, del cual io s obreros debían apoderarse, según él,
por m edio d el sufragio universal. Tam bién fué acusado por los m ism as adversa­
rios — con razón o sin ella, no lo sé— , de haber m antenido relacion es secretas
con Bism arck. E s im posib le confiar en la palabra y los escritos de los pub li­
cista s alem anes, porque la prim era cosa que hacen, al atacar a un adversario
cualquiera, es enlodarlo, y parece que disponen de una cantidad inagotable de
este m aterial. (B ak u n in .)
(2) Yo era, en el Congreso de B asilea, el único ruso, y no representaba a
Rusia, sino a las seccion es de Lyon y de Ñ ip ó le s. (B akunin.)
(3) Aquí com ienzan la s in fam es insinuaciones. (Bakunin.)
(♦) Probablem ente aquellos con los que he votado; la m ayoría de ¡os d ele­
gados franceses, lo s d eleg a d o s españoles, ei delegado italiano, algunos delegados
b elgas, todos lo s d elegad os (m enos dos) de la Suiza latina y algunos d elega­
dos alem anes (cin co ), entre ellos el en otro tiem po am igo m ío J. F. B ecker y
el ciudadano Lessner, m iem bro del Consejo General, E l ciudadano Jung, otro
miembro de! Consejo General, me dijo, después de la v o ta ció n sobre la abo­
lición del derecho «Je herencia, que se había arrepentido, al ver el modo m ezquino
con que fué tratada la cu estión de la propiedad colectiva, de no haber votado
con nosotros. Y en general debo añadir que la mayor parte de aquellos a quienes
el señor H ess llam a m is partidarios, me eran desconocidos en absoluto an tes del
congreso. (B akunin.)
(5) ¡L o que debió de resentirse al leer estas palabras ese pobre pequeño ju­
dío ruso que in triga ahora en Ginebra, haciendo esfuerzos in creíb les para que
se le llame jefe, aunque sea de una sección rusa im aginaría, com puesta de cuatro
o cinco miembros y de la que fuera él la única figura parlante! (B akunin,)
192 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

lavista, como los engañados del señor Schw eitzer no sabían


que trab ajan por los negocios del pangerm anism o p ru sia­
no. Sea lo que quiera, unos y o tro s han trabajado por el
R ey de P ru sia ( 1 ).
”No existía todavía en los congresos precedentes de la
In tern acio n al un p artido ruso. F u é en el curso del año ú l­
tim o cuando Bakunin, p atrio ta ruso ( 2), cuya buena fe no
ponem os en duda, realizó un ensayo tendente a cam biar la
organización y los prin cip io s de la Internacional, como asi­
mismo para trasladar la sede del Consejo G eneral de L on­
dres a G inebra...”

( E l m anuscrito se interrum pe aquí.)

ti) ¡Pobre F elipe B eck erl iser tratado as! por un am igo! ( B a k u n in ).
(Z) A cepto esa denom inación en eate sentido: quiero la destrucción com­
pleta del Estado ruso, d el Im perio de todas las Rusias, destrucción de que ya
probé y desarrollé la urgencia en todos m is discursos, en todos m is escritos,
en todos ios actos de m i vida. E n cuanto al paneslavism o de que todos esos
indios me acusan de una manera tan ridicula como infam e, volveré m ás tar­
de sobre ese tem a. (BaktmiHi)
CARTA
(Marsella, primera quincena de octubre
de 1870)
C A R T A (1)
Mi querido am igo:
N o quiero m archar de L yon sin haberte dicho una ú lti­
ma palabra de despedida. La prudencia me im pide ir a es­
trec h arte la m ano o tra vez. N o tengo ya nada que hacer
aquí. H abía venido a Lyon a com batir y a m o rir con vos­
otros. H abía venido porque estoy p rofundam ente conven­
cido de que la causa de F ran cia se ha transform ado, en este
m om ento en que se tra ta de su ex isten cia o de su no exis­
tencia, en la causa de la hum anidad, y de que la d erro ta de­
fin itiv a de Francia, su caída, su sum isión a las bayonetas
de los prusianos y a un gobierno im puesto por los p ru sia­
nos, son la m ayor d esgracia que puede o cu rrir — desde el
p u n to de vista de la lib ertad — a E u ro p a entera. H e tomado

(1 ) E st; largo m anuscrito fué redactado por Bakunin en la primera quin­


cena del m es de oetabre de 1870, en M arsella, donde se refugió un tiem po con
la esperanza de in iciar de nuevo algu n a acción revolucionaria como la pro­
yectada en Lyon y que fu i m alograda <1 28 de septiem bre, debido a la traición
del general Cluseret y a la organización in su ficien te y precipitada, C om ienzl
con la carta d irigida al sastre P alix, en casa d el cual se había alojado. Como
el m anuscrito quedó interrumpido, la carta a P a lix fué aprovechada tam bién en
E l im p erio k n u to g e tm in ic o y Ja revolu ción so cia l. En e l tonro I V de la s O eu vres
editadas por Guillaume, se encuentra un texto correcto y com pleto de dicho
docum ento (págs. 76-80), que nosotros dam os en el segundo tom o de esta edición.
En una carta fechada el 8 de octubre y dirigida a E m ilio Be'Ierio, Bakunin dice,
refiriéndose al trabajo que p u b licam os: "Con respecto a todos estos aconteci­
m ientos, term ino un folleto m uy detallado que le enviaré pronto". E n una carta
a Seotiüon escribe el 23 de octubre, víspera de su partida de M arsella: “Los
burgueses son od iosos. Son tan feroces como estúpidos. )Y cóm o llevan en sus
venas la naturaleza p o licia ca ! S e dirían p o licía s y procuradores generales
en ciernes. A sus infam es calum nias voy a responder con -un buen lib rito en que
nombraré a todas las cosas y a tod as la s personas por su nombre.” Pero, llegado
hacia el 27 6 el 28 a Loearno, se o lv id ó del m anuscrito de M arsella y comenzó
a redactar apasionadam ente E l im p erio k n u to g e tm ia ic o , que llegó a considerar
com o "mi prim er y ú ltim o libro, m i testam ento" (de una carta a O garefJ. Sigue
un pequeño fragm ento escrito tam bién en M arsella, titulado E l d c s p t r t t r d e loa
pu eblos, que quedó inconcluso. Se verá por la lectura de estas p áginas que Ha-
kttnin in icia en sus escritos de actu alid ad una tendencia cada vez m ás-doctrinarla.
{N ota del traductor.)
196 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

p arte en el m ovim iento de ayer y he firm ado con m i nombre


las resoluciones del Comité de Salvación de F rancia, porque
para mí es evidente que, después de la destrucción real y
de hecho de v uestra m áquina ad m inistrativa y guberna­
m ental, no queda más que la acción inm ediata y revolucio­
naría del pueblo para salvar a Francia. T od o s esos pedazos
de la antigua A dm inistración del p aís; esas M unicipalida­
des com puestas en su m ayor parte de burgueses o de obreros
convertidos a la burguesía, gentes ru tin a ria s como no hay
otras, desprovistas de inteligencia, de energía y sobre todo
de buena f e ; todos esos procuradores de la R epública y esos
prefectos, com isarios ex trao rd in ario s investidos de ple­
nos poderes m ilitares y civiles, es decir in vestidos de la
d ictad u ra plena por la auto rid ad fabulosa y fatal de ese
trozo de G obierno provisional con sede en T o u rs ; todo eso
no es bueno m ás que para p aralizar los últim os esfuerzos de
F ran cia y para en treg arla a los prusianos.
E l m ovim iento de ayer, si se hubiese m antenido triu n ­
fante —y se habría m antenido si el general C luseret no hu­
biese abandonado la causa del pueblo—, ese m ovim iento que
habría reem plazado v u estra M unicipalidad inepta, im poten­
te y reaccionaria en sus tres cuartas partes, por un com ité
revolucionario (que sería om nipotente, como expresión
—no ficticia, sino real, inm ediata— de la voluntad popu­
lar), ese m ovim iento, digo, habría podido salvar a Lyon, y
al salvar a Lyon, organizando una resistencia form idable a
la invasión de los prusianos, habría salvado a F ra n c ia ; por­
que no hay que hacerse ilusiones: una vez caído L yon en
poder de los prusianos, F ran cia estará irrevocablem ente
perdida ( 1 ).
Lyon, después de P arís, y con M arsella, es la ciudad
obrera por excelencia, y F ran cia sólo puede ser salvada
por m edio de su m undo obrero, por los trab ajad o res de
los campos y de las ciudades. Sería ridículo y vano esperar
su salvación de las clases privilegiadas. No hablo de la no­
bleza; casi no existe ya. Si hubiese conservado el m enor
rasgo de su antig u o carácter y de su an tig u a posición p o lí­
tica y social, sin duda se habría conmovido más vivam ente
de lo que puede hacerlo la burguesía actual an te la deshon­
(1 ) Aquí termina el fragm ento de 1* carta d irigida i P «llx y *n el 811»!
se ad vitrtcn algunas m odificaciones. (N ata del traductor.)
CARTA 107

ra y la decadencia que am enazan a v u estra patria. P ero no


ex iste ya m ás que de n o m b re; en realid ad se ha fu n d id o en
la burguesía, de quien com parte hoy los in tereses y las p a ­
siones. N o hay actualm ente m ás que una clase priv ileg iad a
seria: es la burguesía. H ablem os, pues, de esa num erosa y
respetable clase.
N o estando apegada a la tierra, la burguesía, como el
cap ital de que es hoy la encarnación real y viva, no tiene
p atria. Su p a tria está allí donde el cap ital le rep o rta m ayo­
res beneficios. Su preocupación prin cip al, por no decir ú n i­
ca, es la explotación lucrativ a del trab ajo del pro letariad o .
D esde su p u n to de vista, cuando esa explotación me r cha
bién, todo va excelentem ente, y, al co n trario , cuando se de­
tiene, todo va nial. P o r consiguiente, no puede te n e r o tra
idea que la de poner en m ovim iento, por cualquier m edio,
aunque ese m edio sea deshonroso, la decadencia y el some­
tim iento de su pro p io país. Y sin em bargo la b u rg u esía tie ­
ne necesidad de la p atria política, del E stado, p ara g a ra n ti­
zar sus in tereses exclusivos co n tra las exigencias ta n le g í­
tim as y cada vez más am enazadoras del p roletariado.
E stá , pues, cogida en una co ntradicción flag ran te. P ero
to d a contradicción, toda posición falsa, excluye la sin ceri­
dad. La bu rg u esía es hip ó crita por necesidad, h asta el pun­
to de no confesarse a sí m ism a sus propios pensam ientos.
H abla m ucho del patriotism o cuando se d irig e al p ro le ta ­
riado, porque únicam ente desde el p u n to de vista del p a­
trio tism o puede-recom endarle ese culto ai E stado, tan fu*
nesto a los intereses de las m asas obreras, de quienes ex­
p lo ta el trabajo bajo la p rotección de aquél, y por esa m is­
ma razón ta n favorable a los suyos.
E n e l fondo de su alma, la burguesía es cosm opolita. L a
d ig nidad, la independencia de su país le im portan m uy
poco, siem pre que en el ex terio r halle un m ercado vasto y
libre para los productos del trabajo nacional ex p lo tad o p o r
sus capitales y que en el in terio r haya tran q u ilid ad y o rd en
público —las dos condiciones esenciales de to d a ex p lo ta­
ción reg u la r— ; siem pre que estos p riv ileg io s económ icos, y
p rin cipalm ente el de ex p lo tar el trab ajo del pueblo, estén
garantizados enérgicam ente p o r la p o tencia del E stado. P e ro
que ese E stado se llame francés o prusiano, eso le es igual.
Los burgueses que lean estas líneas g ritarán que les ca­
198 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

lum nio. ¡ A y !, no es más que una expresión bien pálida de


una verdad que salta a la vista, y que no ha sido jam ás tan
palpable como en esta hora en que F ran cia está en tren de
perecer y en que perecerá ciertam ente si el pueblo tra b a ja ­
dor de las ciudades y de los campos no acude prontam ente
en su socorro.
H e aquí que bien p ro n to hará un mes que el infam e ré g i­
m en de B onaparte, derribado por las bayonetas prusianas,
ha caído en el lodo. Un G obierno provisional, com puesto de
burgueses m ás o m enos radicales, ha ocupado su puesto.
¿Q ué es preciso hacer para salvar a Francia? (1).
E n presencia de la inm ensa catástrofe que am enaza a n i­
quilar a este herm oso y gran país, la estupidez y la im po­
ten cia flagran tes y ya com probadas de los hom bres que
com ponen ese G obierno, no pueden in sp irar más que la
indignación y el disgusto.
Y an te todo, ¿cómo se apoderaron de ese poder casi d ic­
ta to ria l que ejercen para desgracia y ru in a de F ran cia?
¿L o conquistaron por uno de esos actos de energía y de
audacia que, en m edio de una crisis suprema, son los ú n i­
cos que pueden salvar la ex isten cia de una nación? ¿H an
tenido al m enos el valor de ju g arse la cabeza al proclam ar
la decadencia de N apoleón I I I antes de que ese infam e se
haya entregado a los prusianos? E ra su deber hacerlo. D es­
pués de las dos b atallas desastrosas que habían aniquilado
dos grandes ejército s franceses en Lorena, todá E u ro p a
estaba convencida de que la proclam ación inm ediata de la
R epública era ei único m edio de salvación que le quedaba a
F ran cia. No era necesaria m ucha perspicacia p ara com pren­
der que, al abandonar el P oder a la m u jer y a los servidores
de N apoleón I I I , se paralizaba la defensa nacional y se h a ­
cía más crítica y m ás te rrib le la situación de F rancia. Los
d iputados radicales de la izquierda, son los únicos que
no lo han com prendido, o si lo com prendieron carecieron
de la energía, del valor, de la abnegación necesarios para
salvar su patria. E n p resencia de las in trig as napoleónicas;
en presencia de Palikao, que enviaba el últim o ejército fra n ­
cés a entregarse prisionero en S edan; en presencia de Che-

(1) Según GuiUturae, este párrafo e s t' borrado en el origina! por el pro*
p ío Bakunin, que lo introdujo m ás tarde en 4.7 im perio knu 1o¡errnérico. V eas*
el ?.{gvn¿c torso d« esta eáici6n . (N ot* de¡ traductor.)
Ca r t a 199

v r e u , que organizaba el te rro r blanco en favor de la dinas­


tía B onaparte en lo s cam p o3, predicando en e llo s el genero­
so olvido del pasado, la conciliación y la unión. L lam aron a
eso generosidad, buena política, prudencia, y no era más
que estupidez o cobardía. E n todo caso, era el sacrificio de
los más caros in tereses y de la m ism a salvación de Francia.
Los efectos desastrosos de esa p o lítica sin g u lar no se
hicieron esperar. E l bonapartism o, al p rincipio aplastado
por ¡as prim eras no ticias de las derrotas, volvió a adq u irir
confianza. A nim ados p o r la im potencia in telectu al y m oral
de esos hom bres que co n stitu ían ay er la izquierda radical y
que co nstituyen hoy el G obierno provisional, los servidores
infam es del infam e B o n ap arte volvieron a levantar la ca­
beza y a usar ese len g u aje insolente a que habían habituado
a F rancia duranto v ein te años. Con la estupefacción de todo
el m undo, se vió elevarse, en m edio del desastre inm enso
causado por el régim en im perial y bajo la v arita m ágica de
la in trig an te E ugenia, el m in isterio más b onapartista, el
m ás je su íta y el más reaccionario que haya jam ás goberna­
do a F rancia, el m in isterio P alikao, Chevreu, D uvernois y
Jerónim o D avid, con los señores Em ilio de G irard in y Gra-
nicr de Cassagnac tra s las cortinas.
¿P ro testó la izq u ierd a? A bsolutam ente nada. Aclamó
tontam ente ese m in isterio de mal au g u rio que, en el mo­
m ento más te rrib le que F ran cia haya podido atravesar, se
presentó a ella, no como un m inisterio político, sino como
un m in isterio de d efen sa nacional. L a palabra que expresa­
ba esta horrible y fata l m en tira era inventada y pesa aún
hoy sobre los destin o s de F rancia. La izquierda radical cre­
yó o aparentó creer que se podía o rg an izar la defensa del
país sin hacer p o lítica, que se podía crear una potencia
m aterial sin in sp ira rla por ninguna idea, sin apoyarla so­
bre una fuerza m oral cualquiera. Aclamó al m in isterio del
fero z p illastre de la China. A dm iró, adoró un in stan te al
general P alikao, que le “fa issa it la mariée si belle”. Creyó
haber encontrado en su b ru talid ad m ilitar, secundada por el
jesu itism o del m in istro del interior, Chevreu, la salvación
de F rancia.
P o r patriotism o y p o r tem or a p aralizar los esfuerzos
sobrehum anos para la salvación de F ran cia de estos dignos
hombres, la izquierda rad ical se abstuvo de toda recrim in a­
200 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

ción y de toda crítica, G am betta creyó de su deber d irig ir


cum plim ientos r a lu r o s o s y expresar su p le n a confianza
al general Palikao. ¿No había que “m antener a todo p re­
cio la unión e im pedir funestas divisiones que no podrían
ser ú tiles más que a 1,03 p ru sian o s” ? T ales fueron la excusa
y el argum ento principal de la izquierda, que se sirvió de
ellos para enm ascarar todas sus im becilidades, todas sus
debilidades, todas sus cobardías.
E sta excusa ridicula y este falso argum ento, inventados
por la burguesía radical, engañan todavía hoy los espíritus,
desvían la opinión del público, establecen la hipocresía, la
indiferencia, la torpeza, y paralizan todos los esfuerzos del
pueblo para salvar a Francia- Me parece, pues, más necesa­
rio qué nunca exam inar su valor.

L a unión hace la fu erza ( 1 ). He aquí una verdad bien


conocida y que nadie querrá contradecir. Sin embargo, con­
viene encenderlo bien. P ara que la unión produzca ese efec­
to, es preciso que sea real y sincera en todo momento, y
no signifique la hip ó crita explotación de un p artid o en be­
neficio de otro. De lo contrario, la un ió n sería sólo venta­
jo sa al partido explotador y co n traria a los intereses y al
fin del p artid o explotado. Pero, ¿qué es necesario p ara que
sea real y sincera la unión de los p artid o s opuestos? E s
preciso que, en el mom ento en que se produzca, los in tere­
ses y el fin que persiguen ambos p artid o s sean, si no abso­
lutam ente, al m enos casi idénticos. De. o tro modo, ¿qué su­
cederá? Que el p artido m ás influ y en te, si no por el núm ero
al m enos por su posición p o lític a y social, y porque tiene
en sus m anos el gobierno del país, h ará servir esa unión
irriso ria y com pletam ente h ip ó crita de su parte, no a la
realización de un fin común, sino a la de sus m iras p articu ­
lares, opuestas tanto a ese fin como a los in tereses del otro
partido, cuya im becilidad, debilidad o buena fe explotará,
sencillam ente.
E s lo que sucede precisam ente hoy, cuando la burguesía
predica la unión al pro letariad o . ¿Q u ieren la misma cosa

(3 ) Los párrafos que siguen han sido borrados del m anuscrito por Bakunin
y aprovechados en E l im perio knutogerm ánico. Véate e l secundo volum en de
«sta edición, donde se encontrarán con algunos cam bios. (N o ta del traductor.)
CARTA 201

la burguesía y el p ro letariad o ? De n ingún modo. Loa obre­


ros de F ran cia quieren la salvación de F rancia a todo p re ­
cio, aunque para ello se deban quem ar todas las casas, ex­
term in ar todas las ciu d ad es; los obreros quieren la guerra
• incondicional, la gu erra bárbara a cuchillo si es preciso. No
teniendo n ingún bien m aterial que sacrificar, dan su vida.
Com prenden por otra p a rte instintivam ente que el som eti­
m iento de F ran cia al yugo de los prusianos sería la m uerte
de todas sus esperanzas de fu tu ro , y están determ inados
a m o rir antes que d ejar a sus hijos un porvenir de escla­
v itu d y de m iseria.
L a burguesía, al m enos la inm ensa m ayoría de esa res­
petable clase, quiere absolutam ente lo contrario. Quiere,
ante todo, 1" conservación de s u b casas, de sus capitales,
de sus ciudades, de su p ro p ied ad ; quiere la integridad, no
del te rrito rio nacional, sino de su bolsa repleta por el tr a ­
bajo del proletariado. E n su fuero interno, sin atreverse a
confesarlo en público, quiere, pues, la paz a todo precio,
aunque debiese com prarla por el aniquilam iento, por la de­
cadencia y por el som etim iento de Francia.
L os fines que persiguen la clase burguesa y la masa obre­
ra son com pletam ente op u esto s; ¿cómo podría establecerse
entre ellas una un ión sin cera y real? Se podrá condenar la
división, no por eso d ejará de ex istir en la realidad, y pues­
to que existe, sería p u eril y funesto desde el punto de vista
de la salvación de F ran cia ignorar, negar, no reconocer su
existencia. Cuando se va al encuentro de un inmenso peli­
gro, ¿no vale m ás m archar en pequeño número, con la p er­
fecta certidum bre de no ser abandonado en el momento de
la lucha por ninguno de sus compañeros, que dejarse em­
baucar por falsos aliados que os traicionarán en el campo de
batalla? ( 1 ).

P o r lo tanto, sin p reten d er excluir a todos los hombres


salidos de la burguesía —hay sin duda muchos que están
anim ados de la más sin cera y de la más enérgica voluntad
de rechazar a los p rusianos a todo precio—, lo que conviene
recom endar a los obreros de las ciudades, desde el punto de
v is ta de la salvación de Francia, no es la unión imposi-
(1 ) Aquí term inan los p in a to s borrados en el manuscrito por Bakunin y
de lo s cu ales habla, U Dota anterior. (N ota d tl traductor.)
202 DE MIGUEL BAKUNÍN

b l e con la burguesía, considerada c o x ü o clase separada y


privilegiada, es la unión con los trabajadores de los cam­
pos, con los campesinos. Lo que separa a los cam pesinos
de los obreros de las ciudades no son los intereses d ife ­
rentes, son las ideas diferentes, los prejuicios, producidos
p o r la ignorancia sistem ática im puesta por todos los Go­
biernos precedentes a las poblaciones de los campos y por
el veneno religioso y político difundido a m anos llenas por
ios curas y por los funcionarios del Estado.
Los cam pesinos son los verdaderos p atrio tas de F rancia.
Los obreros defenderán la idea de F rancia. Los cam pesinos
serán los defensores naturales de su territorio. A doran esa
tie rra que riegan con el sudor de su fren te y que cultivan
con sus brazos. Y cuando se les haya explicado que se tra ta
de defender esa tie rra contra la invasión de los prusianos,
cuando sobre todo vean a las m asas obreras de las ciudades,
in sp irad as por la idea republicana, dem ocrática, social, de
F ran cia, levantarse en masa en nom bre de la salvación de
F ra n c ia ; cuando la propaganda obrera les haya convencido
ue que las ciudades, lejos de te n e r la intención de tom arles
sus tierras, les invitan, al contrario, a apoderarse de las que
han sido cobardam ente abandonadas por sus pro p ietario s
hu id o s an te los prusianos, y que no p reten d en impo-
n erles d ictato rialm en te un orden económico y social con­
tra rio a sus costum bres, entonces los cam pesinos se le­
v an tarán también, y ese levantam iento en masa de los tr a ­
bajad o res de los cam pos unidos a los trab ajad o res de las
ciudades salvará a Francia.
Ya he dicho en la prim era carta ( 1 ) que una de las p ru e­
bas m ás flag ran tes de la incapacidad y de la im potencia del
G obierno provisional, a mis ojos, es que no ha sabido to d a­
vía, no se atrevió, no quiso p ro d u cir ese levantam iento fo r­
m idable en masa de los cam pesinos de F ran cia co n tra la
invasión de los prusianos, y que no com prendió hasta ahora
que, después de la destrucción de todas las fu erzas reg u la­
re s del país, no queda más que un solo medio para salv arlo :
oponer, a la bru talid ad m ilitarm en te organizada, de los
(1) Bakunin se refiere al folleto editado por Guillaixme con fragm entos de las
la rg a s C artas a un francés, lo que liace suponer que este m anuscrito estaba Ha-
a ser continuación de) folleto publicado y no del m aterial entero de que
fué extraído y que epastituye el trabajo p rjcjd eo te de este volum en. (N ota del
traductor.)
CARTA m

prusianos, la b ru talid ad de una inm ensa sublevación po­


pular.
P ero, ¿qué puede esperarse de esos rep resen tan tes del re ­
publicanism o burgués que, después de las d erro tas de F ra n ­
cia, cuando co n stitu ían aún la izquierda radical del Cuerpo
legislativo, tuvieron la in genuidad de creer en la posibili­
dad de una unión real y sincera en tre el P a rtid o R epubli­
cano y los rep resen tan tes de la m ayoría im p erialista, re­
p resentada en el P oder por los señores Palikao, Chevreu y
com pañía? Porque —les hago esta ju stic ia — querían since­
ram ente, ellos —ta n to como pueden qu ererlo los b u rg u e­
ses— , la salvación de F ran cia por la ruina de la din astía y
por el establecim iento de la R epública sobre las ru in as del
Im perio. Lo que me asom bra es que no hayan visto y com­
prendido que el p artid o bo n ap artista, y a su cabeza el m i­
n istro P alikao —órgano dem asiado fiel al R oberto M acaire
coronado y a su digna esposa la in teresan te E u g en ia—, que­
rían y perseguían, al contrario, la salvación del Im perio
y de la dinastía para la ru in a de Francia.
A quí me siento cogido en un dilem a m uy d ifícil de re ­
so lv er: o bien los diputados republicanos del Cuerpo le­
g islativo han creído realm ente en la posib ilid ad de su unión
sincera con los bonapartistas para la defensa nacional, y en ­
tonces deberé concluir y todo el m undo concluirá conm igo
que h an sido bien ingenuos, bien in fan tiles, bien ciegos, es
decir, com pletam ente incapaces, p ara no servirm e más que
de expresiones corteses; o bien no lo crey ero n y ap aren ta­
ron creerlo, dando la im presión de se n tir esa fe para p ro ­
d u cir esa m ism a fe en el pueblo, para en g añ a rle; y enton­
ces, ¿qué serían? Tem o decirlo.
Me es im posible creer en su ceguera. Son hom bres de
talen to , dotados de inteligencia, de in stru cció n y rico s en
experiencia. Y no era necesaria m ucha p en etració n para p e r­
catarse del juego p érfid o que realizaba el p artid o bonapar­
tista , resucitado gracias a ellos. ¿E n g añ ab an al pueblo,
p ues? Sí, lo engañaban. ¿Y p o r qué lo engañaban? P o r m ie­
do a una revolución social.
T al es la verdadera contestación al enigm a de ay er y de
to d a la situación actual. Desde las jornadas de junio, el po­
der in telec tu al y m oral y la buena fe del republicanism o
b u rg u és han cesado de ex istir. E l pueblo no quiere ya la re­
204 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN
pública burguesa, y los burgueses m ás radicales no quieren
tam poco la república social, popular. E n tre estas dos re ­
públicas hay un abismo tan profundo y ta n am plio, que to ­
dos los a rtificio s de la dialéctica y de la retó rica no po­
drían llenarlo. Cada una de estas repúblicas excluye a la
otra, representando am bas dos mundos, no sólo d iferen ­
tes, sino absolutam ente opuestos: uno, el de la ex p lo ta­
ción y el del p riv ileg io ; otro, el de la igualdad económ i­
ca y de la ju sticia social. La burguesía tiende naturalm en­
te al p rim e ro ; el pro letariad o de las ciudades y de los cam­
pos se adhiere, por posición y por instinto, frecuentem en­
te sin saberlo, al segundo.
Al p erd er el apoyo y la dirección de la burguesía, el pro­
letariad o ha perdido, sin duda, m ucho: le faltan la in te li­
gencia y la experiencia de los negocios burgueses. Sin
em bargo, ha conservado el elem ento esencial de todo pro­
g reso : el trabajo productivo de su cerebro, de sus brazos
y la potencia del núm ero. M archa lentam ente, pero marcha.
Al separarse del proletariado, la burguesía lo ha perdido
todo. No le quedan más que sus an tig u as ideas y es inca­
paz de crear o tras nuevas. Se deseca como un tallo sepa­
rado de su raíz. U nicam ente le resta la energía de la con­
servación, pero no la de la m archa audaz hacia adelante. Su
posición es com pletam ente defensiva, y se sabe que nada
es tan desventajoso como la defensiva en una lucha. E l
que se contiene en la defensiva está llam ado a caer tarde
o tem prano. L a b u rguesía se siente y se sabe condenada;
hoy no está, pues, más que llena de sentim ientos seniles
y conservadores. T odo burgués que tiende a perm anecer
tal, es un reaccionario en germ en. Los republicanos b u r­
gueses no hacen excepción a esta re g la ; al contrario, la
confirm an del modo m ás brillante.
E n vano es que en estos últim os años hayan tratad o de
hacerse ilusiones. E n vano es que se hayan esforzado por
a rra s tra r a las m asas populares al círculo de sus ideas es­
trech as y envejecidas. E l pueblo no ha querido seg u irlo s;
se sienten ta n aislados hoy como en ocasión del golpe de
E stad o de diciem bre. E l pueblo no quiere o ír hablar de
po lítica burguesa, y p ara levantarlo, para electrizarlo, es
preciso una revolución social.
P u es bien, ni G am betta ni toda su com pañía quieren a
CARTA 205

precio alguno la revolución social. Aman m ucho a su p atria


—¿quién lo duda?—, pero am an m ás todavía la civilización
burguesa, a pesar de que se p resente hoy tan m ezquina y
tan im potente en tre las dos grandes barbaries que am ena­
zan ap lastarla en su lu c h a : la barbarie del pasado, rep re­
sentada por las bayonetas prusianas, y la barbarie popular,
que lleva en su seno la regeneración social del mundo.
A lim entados en las trad icio n es y penetrados del esp íritu
de esa civilización fundada sobre el p rivilegio económ ico
y sobre la explotación del gran núm ero p o r un pequeño
núm ero de dichosos, no ven nada más allá. P ara ellos, el
fin de la civilización burguesa sería el fin del m undo, y
antes que verla derrib ad a y reem plazada por lo que llam an
ellos “la barbarie del socialism o y de la ju sticia p o p u lar”,
no sólo co n sen tirían en sacrificar la lib ertad y la rep ú b li­
ca, como lo hiciero n ya en ju n io de 1848, sino a F ran cia
misma, como se p rep aran evidentem ente a hacer en 1870,
Los señores G am betta, J u lio F avre y com pañía sabían
m uy bien que si hu b ieran dicho todo lo que pensaban y sa­
bían sobre los actos del m in isterio Palikao, habrían provo­
cado una revolución inm ediata en P a rís ; sabían al mismo
tiem po, ad v ertid o s como estaban, por lo demás, por todas
las m anifestaciones del pueblo de P a rís ante el plebiscito,
que esa revolución debería ser necesaria, esencialm ente, una
revolución so cial; pero p refiriero n callarse, aunque su si­
lencio debiera a rru in a r la causa de F rancia.
A l callarse, se h iciero n cóm plices de las m en tiras y de
las m edidas reaccionarias del m in isterio P alik a o ; m en­
tira s que tuvieron p o r fin adorm ecer la in q u ietu d y la des­
confianza p atrió tic a s del p u e b lo ; m edidas que tu vieron por
efecto paralizar, cuando aun era tiem po, la resu rrecció n de
Francia. T a l fué el tris te papel a que les condenó su odio al
socialism o. Se tran sfo rm aro n en com parsas del sistem a bo-
n ap artista que d etestab an en el fondo de su corazón y,
por una consecuencia fatal, se tran sfo rm aro n en aliados
de los prusianos. T om ados entre la am enaza de una revo­
lución social y la invasión ex tranjera, p refiriero n esta ú l­
tim a. T al fué su crim en ante Francia.
Se callaron así cerca de un mes. D ieron más dev ein ti­
cuatro días de ex isten cia a un infam e m in isterio que tr a i­
cionó evidentem ente al país, sabiendo que, ante el terrib le
206 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

peligro que am enazaba a F rancia, cada hora era preciosa


para su salvación, y viendo que cada una de esas horas era
u tilizad a en su ruina. Todo podía ser salvado, y todo fué
perdido d u ran te esos vein ticu atro días, y la culpa recae
entera sobre la izquierda radical, que no tuvo ni la volun­
tad n i el valor de salvar el país.
Siem pre paralizados por el tem or a la revolución social,
no se atrevieron a hacer un m ovim iento a fin de tom ar el
P oder. E speraro n que la m archa de los acontecim ientos lo
hiciese caer en sus manos. E l M in isterio P alikao aprove­
chó am pliam ente el plazo que le dió la cobardía de la iz­
quierda. A l mismo tiem po que entregaba desarm adas la
A lsacia, la Lorena y todas las provincias del noroeste,
con el últim o ejército regular, a los prusianos, ponía en
estado de sitio el resto de F ra n c ia y levantaba los cam ­
pesinos contra las ciudades en nom bre del infam e Bona­
parte. P ara salvar la dinastía, arruinaba la defensa del país
y abría la puerta a la invasión extran jera.
L a traició n era de ta l modo evidente, que al fin los mia­
mos irreconciliables del Cuerpo legislativo, a pesar de su
pacicncia evangélica, no pud iero n contener sus m urm ullos.
P o r fin se atrevieron a hablar. ¿ P ero qué les respondieron
entonces los bonapartistas de la derecha? "E n nombre de
la patria, callaos: sem bráis la desconfianza y la división,
d estru ís la unión necesaria para la salvación del país." E s
precisam ente el mismo argum ento de que se sirven hoy los
señores burgueses rad icales que, después de haber subido
al P oder, hallan malo que el pueblo les diga que no hacen
nada, absolutam ente nada, por la salvación de F rancia, y
que en esta hora, no sacrificar nada, no hacer nada, es tra i­
cionar al país, es en tregarlo a los prusianos.
E n fin, después de la capitulación de Sedán, que tuvo
por feliz resultado el desenm ascaram iento de la cobardía
increíble y de la infam e traició n de N apoleón I I I , la R epú­
blica fué proclam ada y restablecida sobre las ruinas del
Im perio, derribado, no por un esfuerzo revolucionario del
pueblo francés, sino por las bayonetas victoriosas de los
soldados del rey G uillerm o. ¿F u é la izquierda radical 1?.
que tuvo al menos esta vez el valor de proclam ar el re s­
tablecim iento de la R epública, violada desde hacía veinte
años por N apoleón I I I ? De n in g ú n modo, fué la obra in ­
CARTA 207

m ediata y directa del pueblo de P arís. D u ran te la noche


que precedió al día de esa aclam ación popular, los gene­
rales republicanos del C uerpo leg islativ o proponían a la
m ayoría bonapartista la co n stitu ció n de una especie de con­
sejo gubernam ental, com puesto de una m itad de bonapar-
tistas y de o tra de republicanos. Y el mismo día d.e la p ro ­
clam ación de la R epública por el pueblo, G am betta, el tr i­
buno fogoso e irreconciliable, ¿no suplicó al pueblo de P a ­
rís que no g rita ra : “|V iv a la R ep ú b licaí”, que se co n ten ­
tara con este g r ito : “¡ V iva F r a n c ia !” y resp eta ra las de­
liberaciones de ese C uerpo leg islativ o que, p o r su com­
placencia interesada y serv il an te la volu n tad de Ñapo*
león I I I , perdió a F ran cia?
Además, esos altivos rep u b lican o s de quienes to u a la
F ran cia burguesa espera to n tam en te hoy su salvación, esos
elocuentes in té rp re te s de la im potencia ruidosa, han eviden­
ciado una p ersisten cia adm irable en la dem ostración p ú b li­
ca de su nulidad. No tom aron n in g u n a in iciativ a, no h an h e ­
cho nada, dejando que el pueblo lo h ic iera todo. E l pueblo
de P arís, no habiendo encontrado m ejores individuos a
mano, los colocó en el P o d er y ellos trep aro n a él. H e ahí
todo su m érito. Se vería uno bien em barazado si quisiera
h allar otro.
E ste G obierno ha sido aclam ado, pero no elegido, por el
pueblo de P arís, N o puede ser, pues, considerado como la
expresión de las sim patías y de la v o lu n tad de ese pueblo.
P arís no lo im puso a F ran cia, lo soportó él mism o por ne­
cesidad. Q ueriendo d em o strar sin duda que no pensaba en
c o n stitu ir el gobierno p o lítico de F ran cia, ha puesto, sin
n in g u n a consideración p ara sus d iferen cias políticas, a to ­
dos los diputados m ás o m enos irreco n ciliab les del Cuerpo
legislativo, com enzando p o r P icard , K eratry y J u lio Fa-
vre h asta R ochefort, ad ju n tán d o les aún a l general T rochu,
p artid ario abnegado de los O rleans, discípulo y adm irador
en tu siasta del m ariscal Bazaine.
E ste G obierno no es el rep resen tan te reg u lar, legítim o,
de la idea política y social de F rancia. Lo único que re ­
presentó desde el p rin cip io y que rep resen ta todavía es la
penuria de Francia en general y de P arís en particular.
E s al mismo tiem po la resolución enérgica y desesperada
del pueblo francés de no ceder a los prusianos "n i una p u l­
208 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

gada de su territorio ni una piedra de sus fortalezas" y de


no entrar siquiera en negociaciones con ellos m ientras
quede un solo soldado alemán en tierra de Francia.
T al es, pues, la única significación, la única misión, tal
es el único derecho del Gobierno p rovisional: defender el
país a todo trance, por todos los m edios posibles y aun im­
posibles, sacrificándolo todo a este fin, en lo sucesivo ú n i­
co y suprem o, y no deteniéndose ante nada, hasta el ex ter­
m inio com pleto de los ejércitos de Alem ania, con todos sus
tenderos rabiosos, sus oficiales autóm atas, sus generales fe­
roces, sus príncipes insolentes, su m in istro “m itad pato,
m itad lobo” y su viejo rey por la gracia de Dios, G u iller­
mo el B rutal, hoy p reten d ien te a la corona im perial de
A lem ania y que, para conquistarla, ha venido a ensangren­
ta r y saquear el te rrito rio traicionado de Francia.
A p arte de esa m isión, el G obierno provisional no tiene ni
significación ni derecho. Es el G obierno de la defensa na­
cional y de la resistencia desesperada de la R epública a la
invasión extranjera, pero no el de la organización política
y de la adm inistración in terio r del país. P ara esto, como
voy a dem ostrarlo al momento, no tien e ni derecho, ni m e­
dios, ni poder. P ero en cuanto a su derecho y a su poder
de rep resen tar ante el ex terio r la defensa nacional, ¿quién
podrá dudarlo? H a sido aclam ado con este títu lo , no sólo
en P arís, sino por el país entero, sin que se haya elevado
la m enor protesta de ninguna p arte d,e Francia. Desde este
punto de vista, es el Gobierno m ás legítim o que F rancia
haya poseído. Y únicam ente desde este punto de vista, que
con stituye todo su carácter, todo su derecho, se le debe
juzgar.
H a tran scu rrid o un mes desde su aclam ación por el pue­
blo de P arís. ¿Q ué hizo por la defensa del país? Nada,
absolutam ente n a d a ; al contrario, lo ha com prom etido todo,
lo ha paralizado e im pedido todo.
M as para no parecer injustos, reconozcam os prim eram en­
te l a situación en que se encontró al prim er día de b u ad ­
venim iento al Poder. E sta situación era de tal modo deses­
perada, que fué verdaderam ente necesaria a F ran cia su
grandeza de alma, o a falta de ella, el recuerdo de su
grandeza pasada, para que no se declarase vencida. A una
invasión form idable de setecientos m il alem anes adm i­
CARTA 309

rablem ente organizados, d irig id o s y arm ados, em briagados


con todas las victorias y que, después de ap risio n ar en Se­
dan al últim o ejército de F rancia, avanzaban a m archas fo r­
zadas y como una avalancha inm ensa sobre P arís, el Go­
bierno provisional no podía oponer m ás que un cuerpo de
cuarenta a cincuenta m il hom bres, luego las fo rtificacio ­
nes de P arís. E s verdad que esas fortificacio n es, p erfec­
cionadas por los nuevos trabajos, arm adas de una cantidad
más que su ficien te de cañones de grueso calibre y defen­
didas por la energía p atrió tica de trescien to s m il guardias
nacionales, voluntarios y g uardias m óviles, prom etían y
prom eten oponer una resisten cia desesperada a los p ru sia­
nos.
Mas por seria que sea esa resistencia, si P a rís no e 3 so­
corrido desde fuera, deberá sucum bir al fin. E s un punto
unánim em ente reconocido en la ciencia m ilitar que n in g u ­
na plaza fo rtificad a, por poderosa que sea, está en situ a­
ción de sostener indefin id am en te un asedio conducido de
un modo re g u la r; y los prusianos, que asom braron a los
franceses por la rapidez de sus m archas y de sus golpes,
son todavía más que m aestros en el arte de la acción reg u ­
lar y fríam ente calculada. Es, pues, indudable que si F ran ­
cia no se levanta para m archar en socorro de P arís, P arís,
después de una resisten cia heroica, tan larga como sea po­
sible y que exterm inará m uchos prusianos, acabará por caer
en sus manos.
E l p rim er pensam iento, el p rim er cuidado del G obierno
provisional debió ser el socorro del ex te rio r ( 1 ), ev idente­
m ente necesario para la liberación del país. La cosa no era
fácil. No es que le falten soldados a F rancia. A l contrario,
estoy convencido de que si se reu n iesen todas las tropas
que la desconfianza de N apoleón I I I disem inó como g u ar­
dianes del orden público sobre to d a la su p erficie dpi país,
añadiéndoles las tro p as de A rgelia, las tro p as francesas
del Papa, las guardias móviles, los v o luntarios, los cuerpos
francos, sin tocar a las gu ard ias nacionales sedentarias,
y agregando todos los fu g itiv o s de los ejército s d e stru i­
dos por los prusianos, se p odría fo rm ar un ejército de seis­
cientos m il a setecientos m il hom bres, com puesto de exce-

(1) Se refiere a una ayuda de las provincias. (N ota del traductor.)


210 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

len tes soldados. Lo que le faltó y lo que le falta al Gobierno


provisional, es: prim ero, los oficiales y los generales; se­
gundo, las arm as y las m uniciones; tercero, el dinero.
O ficiales y generales hay igualm ente m uchos en F ra n ­
cia. P e ro las nueve décim as p artes por lo menos no valen
nada. No se les puede confiar la defensa del país, porque
están llenos de mala voluntad, son estúpidos, ignorantes,
incapaces, y porque, siendo en m ayoría bonapartistas, en­
tre g a ría n el país a los prusianos para hacer volver a subir
al tro n o de F ran cia al infam e ¡Bonaparte.
Q ue el patriotism o francés no se ofenda por lo que me
atrev o a pensar y a d ecir de la gran m ayoría de los o ficia­
les y de los generales actuales de Francia. Conociendo la
b rav u ra del soldado francés, no sabría explicarm e de otro
m odo las derro tas vergonzosas experim entadas p o r vues­
tro s ejército s en todos sus encuentros con los prusianos.
P o r o tra parte, esa decadencia del esp íritu , de la in stru c ­
ción y de la energía m ilitares en el cuerpo de los oficiales
de F rancia, se explica n atu ralm en te por el sistem a infam e
aplicado duran te veinte años por N apoleón I I I en la orga­
n ización y en la dirección del ejército francés. ¿N o lo h a­
b ía transform ad o en un inm enso cuerpo de gendarm ería
p ara la opresión del país? ¿No lo había aislado sistem áti­
cam ente del pueblo y n u trid o de p rejuicios y de sentim ien­
to s h o stiles a los habitantes no m ilitares del país, menos
a las autoridades, que continuaban y practicaban en el m un­
do civil el mismo sistem a? ¿N o había establecido en tre los
soldados, los suboficiales y los oficiales sobre todo, un sis­
tem a com pleto de espionaje y de delación m utua, y no h a­
bía hecho de la traició n y del servilism o la m ás cobarde,
la más llana de las condiciones de ascenso? Se podía estar
seguro, con m uy pocas excepciones, de que los oficiales
cuya, carrera, bajo ese régim en de favoritism o y de bajeza,
era m ás rápida, más bella, eran precisam ente los que más se
d istin g u ían por su cobardía y su incapacidad.
¿ E s preciso asombrarse, después de todo ello, de que esos
oficiales y esos generales hayan hecho d erro ta r en todas
p artes el ejército francés? ¿H ay que asom brarse hoy, cuan­
do su ignorancia, su cobardía y sus traiciones han em pu­
jad o a F ran cia hacia el abismo, que suenen aún con la res­
ta u ra ció n del infam e B onaparte, y que continúen m ostrán­
CARTA 211

dose en donde quiera que ex isten todavía tro p as reg u la­


res, sistem áticam ente h o stiles a todas las m edidas que
pueden y que deben salvar a F ran cia?
Lo que resu lta m ucho m ás asom broso es que los m iem bros
del G obierno provisional, que acep taro n la tem ible m isión
de salvar a F rancia, no hayan com prendido esto desde el
p rim er día de su instalación en el P oder, y que desde el
p rim er día no hayan d estitu id o en masa a los suboficiales
lo mism o que a los o ficiales de todos los grados en las tro ­
pas reg u lares y en las guardias móviles, y no les hayan
hecho reem plazar hasta el grado de capitán por la elección
lib re y dem ocrática de los soldados. P ara los jefes supe­
rio res hu b ieran podido h allar o tro medio de elección o
de designación, siem pre fuera del reglam ento y de la ru ti­
na m ilitar. De esta m anera habrían revolucionado y disci­
plinado al mism o tiem po esas tropas del ejército francés
que quedan disem inadas por las provincias y que se encuen­
tra n hoy en un estado muy in q u ietan te de ind iscip lin a y
de reacción.
E n cuanto a las m uniciones y a las arm as, siem pre se
pueden com prar, cuando se dispone de m ucho dinero.
P u e s la cuestión p rin cip al es la del dinero, ¿ Dónde to m ar­
lo? E n todas p artes donde se halle. ¿No se tra ta de
la salvación de F rancia, es decir, de la salvación de todos
los franceses? M ás que eso, ¿no se tra ta de la lib ertad de
E uropa, la cual, si F ran cia sucum biese bajo las bayonetas
de los prusianos, ten d ría que so p o rtar una esclavitud de
cin cu en ta años cuando menos? E n sem ejantes circ u n stan ­
cias, cuando se nom bra un Gobierno de D efensa N acio­
nal, no sólo es un derecho, es tam bién un deber tom ar a
todos los franceses, observando sin duda una ju s ta p ro p o r­
ción, cuanto sea necesario para la salvación de F ra n c ia : a
unos su vida, a otro s su bolsa.
"i P ero eso sería la ex p o liació n !”, g ritarán m uchas buenas
gentes, ¡A h!, estad bien seg u ro s: los que así g rite n darán
m ás v o luntariam ente y sin el m enor m urm ullo todo el d i­
nero que les reclam en los prusianos, porque éstos, a cam­
bio de ese em préstito forzoso, restab lecerán al menos el
orden y la tran q u ilid ad pública, las dos condiciones p r i­
m ordiales de la b eatitu d burguesa.
¡G ritá is expoliación! ¿Y no era una verd ad era y una
212 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN
peor expoliación esa m ovilización en m asa de todos los
franceses capaces de llevar las armas, votada por los re ­
p resentantes del C uerpo legislativo la víspera de la caída
vergonzosa de vuestro em perador? ¿N o condenaba esa mo­
vilización a innum erables fam ilias a la m iseria, al ham bre,
al privarlas del trab ajo de sus hijos que las alim entaban?
P ero vosotros no habéis m urm urado entonces; al co n tra­
rio, habéis considerado eso como m uy patriótico, como m uy
hermoso, tanto más cuanto que estabais seguros de hallar,
para vuestros propios hijos, o bien desgraciados reem pla­
zantes, o bien algunos em pleos en las oficinas de la A dm i­
nistración, convertida en in ú til artefacto, y de substraerlos
de u n modo u o tro a la obligación de pagar ese em p réstito
forzoso de sangre,
La sangre no os cuesta n ad a; por eso la derram áis.
P ero cuando se os habla de un em préstito o de una c o n tri­
bución forzosa sobre el dinero, g ritá is como energúm enos.
Veamos, sin em bargo: ¿valen ta n to vuestros escudos como
la sangre del pueblo? Y cuando F ran cia se encuentra e x ­
puesta a un p eligro ta n te rrib le que, para salvarla, el Go­
bierno provisional está obligado a p ed ir su vida a todos los
franceses capaces de em puñar las armas, ¿no debe con m u­
cha más razón pedir a todos los burgueses de F ran cia su
bolsa? Y sí no habéis querido darla de buen grado, debiera
habérosla tomado, en nom bre de la salvación de F rancia. Si
no lo hizo, faltó a su p rim er d e b e r; porque sin dinero no hay
m uniciones, no hay arm as, no hay ejército, no hay resis­
tencia posible a la invasión de los prusianos.
¡H abría habido (1) para el Gobierno provisional tan to s
m edios de hacer dinero I P rim eram ente, no se debió dejar
m archar a la em p eratriz E ugenia, la tiern a esposa del más
innoble pillo que haya rein ad o en Francia. E ra preciso de­
tenerla, no para h acerle mal, sino para rete n erla prisionera
a pan y agua en tan to que N apoleón I I I no hubiese devuel­
to los dos m il m illones poco más o menos que ha robado
a Francia. De ese modo, se habrían ganado cuatro m il m illo ­
n es: los dos m il m illones que se le habrían vuelto a tom ar
para hacerles serv ir al bien de Francia, y los dos m il mi-

(1) A partir de este párrafo Bakunin ha borrado en el manuscrito el conte'


nido de casi tres páginas, que introdujo en resumen en varios lugares d* E l
im perio k m ito germánico, (Nota del traductor.)
CARTA 213

llonea de que ae le habría privado por eso mism o y que no


podría em plear ahora co n tra F rancia.
Del mismo modo, ¿no se habría podido d eten er desde el
prim er día de la proclam ación de la R epública a los más
ilustres y más celosos servidores del Im perio, senadores,
diputados, m agistrados, consejeros de E stado y g en tes de
la corte de N apoleón I I I , prim eram ente p ara im pedirles
provocar la reacción en los campos de F ran cia y luego para
hacerles vom itar todo lo que h an ganado tan honorablem en­
te con el perm iso de su amo? Se les habría ten id o en p ri­
sión hasta el fin de la guerra, después se les hubiera de­
jado partir, dejándoles a cada uno m il libras de renta, a fin
de que pudiesen alim en tar su vejez y su vergüenza. E so
habría producido cuando m enos m il m illones positivos y
otros mil m illones negativos, en to ta l dos m il m illones.
T ú ves, querido am ig o : no digo que hubiese sido necesa­
rio g u illo tin ar a todos esoe picaros. Eso hubiera sido volver
a caer en los errores del jacobinism o de 1793 y de 1794,
sistema anticuado e im potente, "palabra rid ic u la y m alsa­
na”, como dijo con m ucha razón Gambetta. en su famosa
carta dirig ida al P rogrés de Lyon. E ste sistem a tiene en
contra la prueba histórica, porque ha producido todo lo
contrario de lo que se proponía conseguir: la g u illotina,
ese instrum ento decisivo del E stado, no ha m atado la reac­
ción, la hizo revivir. Y por o tra parte, como la inm ensa m a­
yoría de la burguesía es reaccionaria, habría sido necesario,
para exterm inar hoy la reacción, co rtar diez veces más ca­
bezas de las que M arat se hubiese atrevido a soñar en sus
noches más sombrías. V e rte r la sangre fríam ente, con todo
el acom pañam iento obligado de hipocresía ju ríd ica, es una
cosa odiosa y horrible. C uando se hace la revolución para
la em ancipación de la hum anidad, es preciso resp etar la
vida y la libertad de los hom bres; pero no veo por qué han
de respetarse las bolsas, cuando esas bolsas se llenaron por
medio del saqueo, del robo, del crim en, por todos los sucios
medios del régim en bo n ap artista. E s m ás hum ano que co r­
tar las cabezas y es al mismo tiem po m il veces m ás ú til. AI
cortar las cabezas m ás crim inales, se les hace en cierta
forma interesantes, y se produce una reacción en su favor.
Pero al cortar las bolsas crim inales, se detiene la reacción
en su fuente, se d estru y en sus m edios. E sta no es una poli-
214 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

tic a id ealista, como la de los jacobinos; es una política


p o sitiv a y realista, y sin duda de esa p o lítica es de la que
quiso hablar Gambetta, cuando, en la mism a carta, reco­
m endó el sistem a de la "democracia raciona} y p o sitivista ”.
D esgraciadam ente, como sucede p o r lo demás con fre ­
cuencia a los políticos, G am betta se olvidó de p racticarla
desde que en tró en el P oder, y eso en un m om ento de su p re­
mo peligro p ara F rancia, en que la aplicación de tal sistem a
3 e había convertido en u n deber, puesto que p ara salvarla,
era preciso ante todo m ucho dinero y ese dinero se en­
contraba en los bolsillos de los bandoleros del 2 de d i­
ciembre. ¿T en ía algún escrúpulo en tom ar a esos ladrones
lo que ellos habían robado a F ran cia? ¿O bien quería h a­
cer alarde de generosidad? No cabe duda que la generosi­
dad es una gentil cosa cuando se hace por cuenta propia y
sacrificando una perso n a; pero nadie tien e derecho a ha­
cerla en detrim ento de otro, y m enos aún en p erju icio del
pueblo a quien se tiene la m isión de salvar. ¿ Se habría deja­
do detener Gambetta p o r las d ificu ltad es de la ejecución?
E n efecto, la mayor p arte de tales señores y de tales damas
no ten d rían probablem ente el d inero en el bolsillo; en su
m ayor p arte lo tienen colocado en casa de los banqueros,
ex tra n jero s o franceses, y entonces, ¿cómo retirarlo de sus
m anos? Sim plem ente, reteniéndolos presos tanto tiem po
como se negaran a entregarlo.
P ero, ¿cómo evaluar lo que robaron a F ran cia? La cosa
es bien sencilla. Desde N apoleón I I I y su esposa E ugenia
h asta el últim o de sus servidores, en traro n todos al P o d er
in d ig en tes como Jo b y acribillados de deudas. A hora bien,
exam inando sus papeles, no es d ifíc il determ inar ap ro x i­
m adam ente lo que poseen. ¿No es así como la ley procede
con los declarados en quiebra? Y luego se les habría po­
dido declarar a cada u n o : “ Q uedaréis en prisión a pan y
agua en tanto que no hayáis desem bolsado ta l suma”. Sería
cruel, se dirá. ¡Ah, han sido ellos mucho más crueles para
con los deportados de diciem bre!, y por o tra p arte no ha­
b ría dependido más que de ellos mism os el lib ertarse en
seguida, con un m illar de libras de ren ta que se les dejaría
como medio para a rra s tra r una existencia m iserable, no
m aterialm ente, sino m oralm ente.
P ero este hubiera sido un m edio revolucionario. !Ah, he
CARTA 215

ah í toda la cuestión! G am betta y sus compañeros del Go­


bierno provisional h an sentido que al enfrascarse en ese ca­
m ino en tra rían en plena revolución. Y hoy, como ayer, no
quieren la revolución.
Com probarem os una vez más los resultados de esta gene­
rosidad tan intem pestiv a como funesta, según mi opinión, de
que las m edidas del G obierno provisional han dado mues­
tra s ante los bandidos del 2 de diciem bre, que al mismo
tiem po son los enem igos m ás peligrosos de la República
francesa. P rim e r r e s u lta d o : la p érd id a de dos mil millones
o de m il m illones cuando m enos, en un momento en que la
salvación de F ra n c ia exige m ucho dinero. Segundo resul­
tado : esos mismos m illares de m illones, empleados en la
ru ina de F ran cia por una banda de m alhechores, de los cua­
les unos, inspirados por N apoleón I I I y madame Eugenia,
conspiran contra ella en el extran jero , y otros, esparcidos
por las provincias, p rep aran la traició n en el interior mis­
mo de F rancia, Para aum entar, sin dud?., el número de estos
últim os, ¿no ha ordenado últim am ente el gobierno provi­
sional que se pusiera en lib ertad a todos los prefectos, pro­
curadores generales, com isarios de policía, gendarmes y
otros em pleados o espías del Im perio, y el encarcelamiento
en su lugar de los republicanos demasiado ardientes? Quie­
re sofocar la revolución a todo precio, aunque se haga cada
vez más evidente que sólo la revolución puede Balvar a
F ran cia (1).

E sto dem uestra que los ciudadanos honorables que com­


ponen el Gobierno provisional no han com prendido ni la si­
tu ación actual de F rancia ni su propia situación y que con­
tin ú an desconociéndola todavía. Si hubiesen comprendido
una y otra, se habrían dicho que no form an un Gobierno
incontestablem ente legítim o más que ante el invasor ex­
tran jero , pero que ante F ran cia no tienen ni derecho ni
poder.
No tienen derecho, porque P a rís mismo no tenía tam­
poco ni ese derecho ni la intención de conferirlo. Ya lo
d i j e : el pueblo de P arís, esa p arte del pueblo al menos que
el 4 de septiem bre ha hecho prevalecer su voluntad
(1) Aquí cesa lo borrado por Bakunin en el manuicrlto, (Nota de! tra­
ductor.)
216 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

proclam ando la República, no los ha elegido; los aceptó


y soportó en un momento de suprem a angustia, como los
m enos débiles entre los débiles, como los menos m en tiro ­
sos, como los menos malévolos y como los menos inca­
paces entre esa m u ltitud de ineptos, de m ixtificadores, de
m alvados y de fraseólogos incapaces que com ponían el
C uerpo legislativo. E n fin, el pueblo aceptó to d a la iz­
quierda que, con ju sticia o sin ella, se decía irreco n cilia­
ble, sin exceptuar a P icard que, ten tad o por el éx ito de
O llivier, se preguntó un instan te si no valía más pro cu rar
una reconciliación con el Im p erio ; sin exceptuar a Kera-
try , el ayuda de campo del ridículo e infortunado em pera­
dor M axim iliano de M éjico; sin exceptuar a Ju lio Favre,
el abogado de los jesuítas, uno de los autores principales
de las jornadas nefastas de junio, de la m atanza de los tra ­
bajadores en las calles de P a rís y de la ru in a de la R epú­
blica en la dictadura m ilitar de 1848.
E l pueblo de P arís tiene buena memoria, no había olvi­
dado nada de todo eso, y no podía ten er ni confianza en
esos hombres, n i sim patía hacia ellos. E n tre todos los m iem ­
bros del Gobierno provisional actual, no hay más que
uno que goce, o para hablar más verídicam ente aún, que
haya gozado de su real confianza y de su real sim patía. Es
R ochefort. E ste era, desde las elecciones del últim o C uer­
po legislativo, el hombre más popular de P arís. Lo había
m erecido en este sentido: que había aceptado francam en­
te el m andato im perativo, y se había som etido solem nem en­
te y por adelantado a todas las decisiones del proletariado
que lo había enviado al Cuerpo legislativo. P o r esa m is­
ma razón se había transform ado en la bestia negra de la
burguesía de P arís. La sim patía que experim entaba hacia
él el pueblo creció en proporción a las in trig as y a las p er­
secuciones del Gobierno, de los d iputados de la derecha y
de los m agistrados del E m perador co n tra él.
C uando O llivier, el republicano renegado convertido al
im perialism o, llegó a ser m inistro, reclam ó al Cuerpo le­
gislativo el perm iso de proceder contra R ochefort —des­
pués del asesinato com etido por P ed ro B onaparte—, la de­
rech a im perialista votó ese perm iso con alegría y, en la
izquierda, los mismos irreconciliables apenas encontraron
alg u n as palabras para la defensa de un colega cuya ere-
CARTA 217

cíente popularidad les desagradaba. E sta m ala v o luntad y


esta an tip a tía de los irreconciliables ante R o ch efo rt resal­
ta ro n todavía m ás cuando, expirados los seis m eses de p r i ­
sión a que el diputado de B elíeville había sido condena­
do, el señor G ranperret, en o tro tiem po p resid en te de esa
A lta Corte de J u stic ia q u e había disculpado escandalosa­
m ente al asesino P edro B onaparte, al p resen tarse al C uer­
po legislativo como m in istro de J u s tic ia y como m iem bro
del G abinete Palikao, afirm ó el derecho del G obierno a re ­
ten er a R o ch efo rt en la cárcel. T oda la derecha se calló;
el fulm inante orador de la democracia racional y p o sitiv is­
ta, el diputado por M arsella, G am betta, se calló también.
U nicam ente el pobre inválido de la dem ocracia republica­
na de 1848, Crem ieux, en s u calidad de m in istro de Ju stic ia
del G obierno provisional de febrero, se creyó en el deber
de decir algunas palabras m uy insig n ifican tes, m uy pálidas,
en defensa del derecho innegable del diputado de los tra ­
b ajadores de B elíeville.
E n la víspera de una crisis tem ible que, al cam biar los
destinos de F rancia, iba a hacer caer el P o d er en sus m a­
nos, los irreconciliables, y sin duda C rem ieux con ellos,
se felicitaro n en el fondo de su alm a de verse desem bara­
zados de R ochefort, a quien con razón o sin ella conside­
rab an revolucionario, ellos que no lo eran de n in g ú n modo
y que, unos en v irtu d de sus an tecedentes, o tro s por tem ­
peram ento, odiaban, tan to como la tem ían, la revolución;
no por F rancia, sino por sí mismos.
E l pueblo de P arís no la temía. A l co n trario, la quería;
y p o r eso lib ertó a R o ch efo rt y lo colocó por su voluntad
soberana en ese G obierno que, haciéndose ju stic ia y com­
p rendiendo entonces su m isión m ejor que actualm ente, se
titu ló , no G obierno político de F ran cia, sino solam ente “Go­
bierno de D efensa N acional”.
De todos los m iem bros de ese Gobierno, sólo había
uno que pudiese ser considerado como elegido directo
y real del pueblo de P arís. E ra R o chefort. Los demás,
a excepción del general T rochu, que fué calurosam ente
aclam ado, no como político, sino como d efensor m ilitar
de P arís, cayeron en ese G obierno p o r un concurso es­
pecial de circunstancias, sin haber sido puestos allí por na­
die. A provechando el vacío hecho p o r los bonapartistas,
218 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

ocuparon sus puestos y se rep artiero n los empleos. E l p u e­


blo les d e jó hacer, y he ahí todo. F ué una usurpación, le­
gítim a si salvan a F ra n c ia ; crim inal si, por su incapacidad
y sus d esfallecim ien to s com pletam ente burgueses, la con­
ducen a su ruina.
No hablem os, pues, de derecho. E l pueblo de P arís no
tenía ni la voluntad ni el derecho de co n ferirles el de go­
bernar, o paralizar a F ran cia en este mom ento crítico en
que toda la energía popular desencadenada es 3a única que
puede salvarla. E n todas las revoluciones pasadas, el pue­
blo de P a rís se arrogó ese derecho, al menos de una m ane­
ra provisional, y nunca sin haber provocado violentas opo­
siciones en las provincias. Sin embargo, las provincias aca­
baron siem pre por som eterse, tan poderoso es el prestig io
de Paría, y tan inveterado se había tornado el hábito de las
provincias de m archar a rem olque de la capital. C onfluen­
cia h ab itu al de todas las inteligencias, hogar del pensam ien­
to filosófico y político y social, P arís ilum inaba, a rra s tra ­
ba, d irig ía a Francia. Se podía p ro testar en nom bre de la li­
bertad de las provincias, pero P arís era el centro político
del país, om nipotente, que lo absorbía todo.
Hoy, P a rís no tien e ya ese carácter. No es la capital po­
lítica, es una ciudad sitiada, un campo de batalla, una ú lti­
ma fortaleza de F rancia. P arís, reducido a defenderse y
absorbido por los cuidados de una resisten cia heroica, no
puede gobern ar ya al país ni im poner un gobierno cualquie­
ra a F rancia, P arís, la cabeza de esa inm ensa y n efasta cen­
tralizació n que, perfeccionándose y reforzándose siem pre,
desde L uis X I a R ichelieu, desde R ichelieu a Luis X IV ,
desde L u is X IV a 3a Convención N acional y desde la C on­
vención N acional h asta el prim ero y el segundo Im perio,
acabó p o r m atar el m ovim iento, el pensam iento y la vida
en las provincias, P arís, en interés de F rancia y aun en in ­
terés de su propia salvación, está hoy forzado a abdicar.
U na ciudad cuya propia salvación depende de la acción
enérgica y espontánea del país, no puede salvar al país. No
pudiendo salvarlo, P a rís ha perdido el derecho a m andar­
le. París^ sitiado, am enazado por los prusianos, no puede m e­
nos que em plear este lenguaje ante las com unas de F r a n c ia :
“ Os he gobernado y adm inistrado durante más de dos
siglos. Englobando en una centralización creciente, y dea-
CARTA. 219

tray en d o , una a una, por el mecanismo a rtific ia l del E s­


tado, prim ero todas las autonom ías provinciales, y más
tarde todas las libertad es comunales, os he reducido poco
a poco, al estado de autóm atas sin alma, sin m ovim iento
propio, obrando sólo según mi pensam iento y mi voluntad.
Ese sistem a ha sido vuestra desgracia y la mía. E n tres
ocasiones diferentes, durante los últim os ochenta años, nos
ha hecho perder la libertad conquistada por el pueblo. Si­
tiado por los prusianos, estoy perdido si no voláis en mi
socorro. M as para socorrerme, debéis poder moveros, pen­
sar, querer, obrar, y no podréis hacerlo m ientras perm a­
nezcáis encadenadas y paralizadas por la red b u ro cráti­
ca y por la autoridad adm inistrativa y gubernam ental del
Estado. E n nom bre de mi salvación y de la vuestra, en nom­
bre de la salvación de Francia, derribad, pues, el Estado.
E sta es una labor tan necesaria como fácil. Es fácil p o r­
que ese E stado no existe ya. Yo, su cabeza, he sido f o r z a ­
do a abdicar y él es un cuerpo decapitado, m uerto, sin e n e r­
gía, sin acción y además gangrenado de bonapartism o.
N uestro s ejércitos perm anentes, que eran los brazos del
Estado, están destruidos. El Estado no puede por tanto
defendernos, y sus funcionarios civiles, p refecto s y M uni­
cipalidades, anim ados por el egoísmo burgués, a m edida
que los prusianos avanzan, les entregan a F rancia. No pu-
diendo nada en el sentido de nuestra defensa, el Estado
continúa paralizándonos con todo el peso de su cuerpo
inanim ado e inerte, continúa envenenándonos por las ema­
naciones burocráticas, bonapartistas jesuíticas, burguesas
y reaccionarias de toda especie que su cadáver exhala. Nos
asfixia, nos ahoga, nos aplasta. D erribadlo y destruidlo,
pues, por com pleto, a fin de poder pensar, querer, obrar,
y salvar a F rancia.
”Yo, P arís, no puedo ya hacer movimiento político. Me
es im posible hacerlo en presencia del enemigo que me ase­
dia. T oda mi vida está en los fuertes exteriores. E n el in ­
terior, preparo las m uniciones y limpio las arm as y levan­
to las barricadas y los aparatos de destrucción para tra n s­
form ar en caso de necesidad cada casa y cada calle en una
fortaleza. Mi deber es hacer saltar todas las casas antes que
en treg ar una sola a los prusianos. Para mí, no puede exis­
tir más que una sola política, la de fusilar en el acto a
220 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

todo aquel, soldado, oficial, general, m iem bro del Gobierno


provisional o simple ciudadano, obrero o burgués, que h a­
ble de rendirse. E n nom bre de la salvación de F rancia, debo
abstenerm e de toda o tra politica, y estoy obligado a acep­
ta r los individuos de to d as las clases y de todos los p a r­
tidos, siem pre que su resolución de d isp u tar P arís a los
prusianos sea sincera.
”P ero vosotras, com unas de F rancia, no invadidas to ­
davía por los prusianos, os halláis en una posición m uy d i­
ferente de la mía. L a salvación de Francia os manda hacer
política. No os dejéis engañar por los grandes interesados
que os g rita n : “E n nom bre de F rancia, no nos dividamos,
permanezcamos unidos”. La unión es una cosa m agnífica
cuando, igual para todos, es real y sin cera; es fu n es­
ta cuando es ilusoria, hip ó crita, m entirosa. ¡U nios a los
bonapartistas o a los je su íta s para salvar a F ran cia! ¡ Unios
a esos ricos burgueses que, llenos de te rn u ra para sus ca­
pitales, no piensan ahora más que en colocarlos en los ban­
cos ex tra n jero s; que envían m uniciones, arm as y granos
a P ru sia y que en el fondo de su corazón llam an a los p ru ­
sianos para que los lib ren del p atriotism o del pueblo! N o
creáis a los burgueses m ás que cuando hayan, no prestado,
sino dado todo e l dinero que es necesario para el armamen­
to de Francia! ¿E s que los obreros prestan su vida? ¡La
dan! No creáis a los b u rg u eses más que cuando, cesando
de adorm eceros y de encadenaros de nuevo con ayuda de
una burocracia restau rad a por ese n efasto Gobierno de la
llamada Defensa N acional, inciten, al contrario, a la suble­
vación popular para la salvación de Francia. Unios a ellos,
pero rechazad a todos los demás.
”La política que debéis seguir, en fin, es muy sencilla.
D estruid todo lo que obstaculiza la lib ertad de vuestros
m ovim ientos y v uestra a c c ió n ; ap artad las instituciones,
los hombres y las cosas que podrían encadenaros y p ara­
lizaros. Tocad al som atén de la desesperación, porque
Francia, vuestra m adre, traicio n ad a por sus Gobiernos, por
sus generales, por todas sus auto rid ad es oficiales, y d e rri­
bada sangrando a los pies de los prusianos, está am enaza­
da de esclavitud o de m uerte. Sus campos son devastados;
sus ciudades y sus aldeas, saqueadas, incendiadas; sus h a­
bitantes, asesinados; sus m ujeres y sus hijas, violadas; sus
CARTA 221

pobres h ijito s, fusilados. C ivilización, prosperidad, Estado,


institucion es, derecho público, derecho humano, todo está
violado, todo está deshecho por n u estro s invasores feroces.
T odos nuestros m edios reg u lares de defensa están d e stru i­
dos en n u estras manos, no nos queda otra fu erza que la
de la desesperación, o tra ley que la de la salvación de
F rancia. E n nom bre de la F ran cia traicionada, insultada,
asesinada, levantaos sin p ed ir perm iso a nadie. No se pide
perm iso cuando se tra ta de salvar a la m adre. O rganizaos
revolucionariam ente, al m argen de to d a tu tela y de toda d i­
rección oficial. P ero , adem ás, ¿quién podría d irig iro s? No
existe ya G obierno en F ran cia. E l que se da el títu lo de
G obierno de D efensa N acional no es más que un fan ­
tasm a ridículo que, sin esp an tar n i in q u ietar a los p ru sia­
nos, no es bueno más que para p aralizar los esfuerzos del
país. Que todas las com unas no invadidas aún por las h o r­
das alem anas co n stitu y an sus Com ités de salvación de F ra n ­
cia sobre las ru in as de las M unicipalidades contam inadas
por la traición y la reacción b o n ap artista o burguesa, y que
después de haber realizado esa revolución in terio r, se fe­
deren entre sí y envíen sus delegados a un lu g a r cualquie­
ra para form ar la Convención de Salvación d e Francia. Y
que esa Convención e lija de su seno el Comité C entral de
Salvación. Ese será el verdadero, el único G obierno le g íti­
mo de F rancia. N adie m ás que él será real y p o d ero so ; sólo
él podrá salvarla.”
H e ahí, no lo dudo, lo que d iría el pueblo de P a rís al
pueblo de todas las com unas de F ran cia, si el pueblo de
P a rís pudiese hablar en este mom ento. D esgraciadam ente,
su palabra es in tercep tad a por los prusianos, y su pensa­
m iento siem pre ju sto y generoso es falseado por los actos
de un Gobierno llam ado de D efensa N acional que, no
teniendo otros derechos que los que el pueblo de P arís
le ha dejado tom ar en un m om ento de sorpresa y de an­
gustia, usa de ellos ahora, sin duda por debilidad, por va­
nidad y por incapacidad, no p ara salvar, sino para p arali­
zar y para perder a F ran cia.
Voy a probar ahora la ju sticia de esta acusación severa,
pero perfectam ente m erecida que yo, ex tran jero , pero ex­
tra n je ro que, viendo en la salvación de F ran cia la salvación
de la libertad del m undo, he venido a com partir los peli­
222 OBRAS DE MIGUEL BAKUN1N

gros y la su erte de F rancia, me atrevo, en este m om ento de


p elig ro suprem o para F rancia, a rebelarm e co n tra su Go­
bierno.
H e dicho y he probado que el 4 de septiem bre se había
apoderado de un poder d ictato rial por usurpación. P ero
añadía que esa usurpación hubiese sido legítim a a los ojos
de F ran cia y del m undo si hubiese servido para la salva­
ción de Francia.
H e dicho además que su derecho de rep resen tar a F ra n ­
cia an te E uropa, y sobre todo ante el invasor ex tra n jero
era indiscutible. H abía sido aclam ado como G obierno de
D efensa N acional por F ran cia entera, sin que se haya ele­
vado una sombra de p ro testa de ninguna p arte del país.
Su derecho era, pues, claro como el día, y era un deber
para él m antenerlo inquebrantable y en alto contra la a rro ­
gancia victoriosa de los prusianos.
A l contrario, su derecho a gobernar y a ad m in istrar a
F rancia, a ad m in istrar las provincias y las comunas, era
m ás que discutible, era nulo. E ra doblem ente n u lo : prim e­
ro, porque P arís no ten ía el derecho de c o n fe rirlo ; luego y
sobre todo, porque, privado de todos los m edios que le h u ­
biesen perm itido servirse de él de un modo eficaz para la
salvación de F rancia, concentrando en sus m anos única­
m ente la apariencia, y no la realidad de todos los poderes
del E stado, im pedía y paralizaba por lo mismo la acción
y el m ovim iento espontáneos del p aís; y eso en circ u n stan ­
cias en que esa acción y ese m ovim iento son los únicos ca­
paces de salvarlo.
M e explico. P ara ejercer eficazm ente los poderes de E s ­
tado, es preciso ten er a su disposición todos los in stru m en ­
tos del Estado. ¿Cuáles son esos instrum entos? P rim e ra­
m ente, un ejército num eroso, bien organizado, arm ado, d is­
ciplinado y alim entado, y sobre todo bien d irigido. Luego,
un presupuesto bien equilibrado, bien adm inistrado y rico,
o u n crédito capaz de bastar a todos los gastos ex trao rd i­
narios que se hagan necesarios p o r la situación p a rtic u ­
lar del país. E n fin, una adm inistración honesta, abnegada,
in te lig e n te y activa.
H e aquí los tres instru m en to s que constituyen la p o ten ­
cia real del Estado. Q uitadle uno de esos tre s in stru m en ­
tos y el E stado ya no es poderoso. ¿Q ué será cuando le
CARTA 223

falten los tres a la vez? E l E stad o no será nada, estará re ­


ducido a cero. No será ya m ás que un fantasm a, un espectro
capaz de h a cer m al e sp a n ta n d o la s im a g in a c io n e s y p e s a n ­
do sobre las voluntades, pero inepto para n inguna em presa
seria ni de una acción s a lu d a b le para el país, T a l es p r e ­
cisam ente la situación a c tu a l d e l E s t a d o en F r a n c ia ,
¿E s preciso probar que F ran cia no tiene ya un solo e jé r­
cito organizado, regular, para oponer s los prusianos? P ie n ­
so que esta dem ostración es innecesaria. Todo el m undo
lo sabe en F rancia, y ios p ru sian o s están bien advertidos
de ello ; y por eso obran como lo hacen en Francia, que sa­
quean, que asesinan, que violan como si fuesen los amos. Si
hubiese u n ejército francés, no les habría dejado tom ar la
ciudad de O rleans (1) y co rtar las com unicaciones de P arís
con todo el m ediodía de F rancia.
¿T iene el G obierno de D efensa N acional a su disposición
m edios económ icos su ficien tes y reg u lares? ¿T iene todo
el dinero necesario para el m antenim iento de una inmensa
burocracia, y sobre todo para el arm am ento y para la defen­
sa del país? No, no lo tiene y n o puede te n e r lo .
Sé que se da 3a im presión de te n er mucho. E l E stado cree
ú til esa m entira para salvar su crédito, y por eso, p ro ­
bablem ente, hizo publicar en todos los periódicos que
ei pago de las ren tas y de las pensiones del E stado se
h ará regularm ente en P a rís c o m o e n Jas c a b e z a s de d is tri­
to ta l día de cada mes. P u es bien, le desafío a pagarlas la r­
go tiem po ; y pienso que el G obierno de D efensa N acio­
nal se equivoca m ucho al h a c e r prom esas q u e n o p o d rá c u m ­
p lir, E n la situación te rrib le en que se encuentra ^ranen.,
no son las m entiras, no es el sistem a de ficciones ilusorias,
sino el descubrim iento de to d a la verdad, p or c r u e l y am ar­
ga que sea, lo que podrá salvarla.
Si el G obierno de D efensa N acional es b astante rico
para pagar las pensiones — p e n s io n e s q u e, e n tr e p arén te­
sis, lia n sido concedidas, en m uy gran p arle al menos, por
la m agnificencia del em perador N apoleón I I I a su s fieles
servidores, es decir a los seres m á s v ile s de F ran cia-—, ¿ p o r
qué no em plea una parte de ese dinero en la com pra o en
la fabricación de arm as y m uniciones? ¿P o r qué no arm a

(1) Orleans fui tomada eí 11 de octubre. (Nota del traductor ¡


224 OBRAS DE MIGUEL B A K U N I N

lo m ás pronto posible al pueblo d e F r a n c ia ? ¿P o r qué no


d istrib u y e dos, tres m illones de fusiles, para q u e ese pue­
blo, entregado hoy s in d e fe n s a a la a tr o z b r u ta lid a d d e los
soldados de Alem ania, pueda d e fe n d e r su v id a , sus bienes,
el honor d e sus h ijas y, p or una s u b le v a c ió n inmensa, sal­
var a F rancia? S i hubiese hecho esto d e sd e e l prim er día
de su instalación en el Poder, la ciudad de O rleans no h u ­
biera caído tan fácilm ente en manos d e lo s prusianos.
Si tiene tan to dinero, ¿por q ué deja inactivos y errantes
a todos esos m illares de guardias móviles, de fran co tira­
dores y de voluntarios de toda especie q u e perm anecen des­
arm ados en todas las cabezas de d istrito ? Los ejércitos
franceses ¿ estarán ya tan repletos que no tien en necesidad
de soldados? ¿O es que los prusianos han cesado de devas­
tar a F ran cia?
Si tien e ta n to s escudos a su disposición, ¿por qué no se
hace c o n trib u ir m ediante em préstitos con algunas decenas
de m illones a esos buenos burgueses de Francia, tan p atrió ­
ticos y ta n generosos cuando se tra ta de votar el im puesto
de sangre y de enviar al campo de batalla los h ijo s del pue­
blo, tan parsim oniosos cuando se tra ta de co n trib u ir con sus
propios escudos a la liberación de F rancia?
No, el G obierno de D efensa N acional no tiene el d in e­
ro necesario para organizar la defensa del país. Si lo h u ­
biese tenido, no habría dejado tra n s c u rrir m ás de un mes
sin hacer nada por esa defensa nacional que e s su títu lo
único y su única razón de ser. H ubiese em pleado en caso
de necesidad la m itad de la población de F rancia en la
confección de las m uniciones y de las arm as, y hubiese
enviado la o tra m itad ante los prusianos. No lo hizo ; por
consiguiente, no tiene un céntimo.
¿Y de dónde le vendrá la riqueza? ¿N o agotó N apo­
león I I I el presupuesto y el crédito de F rancia? Los créd i­
to s ex tra o rd in ario s votados por el Cuerpo legislativo la vís­
pera y en los prim eros m eses de la gu erra han sido de­
rrochados, como tan to s otros m iles de m illones que pasa­
ron a las m anos im puras de los servidores del más im puro
de los soberanos. La g uerra comió el resto. Cuando el Go­
bierno de D efensa N acional llegó a l P oder, encontró v a­
cíos los cofres del E stado lo mismo que los arsenales. A ña­
did a esto el quebranto horroroso experim entado por el
CARTA 225

crédito público y privado, a consecuencia de los-^desastres


m ilitares de F ran cia y de la caída del Im perio. H abría sido
necesaria una hacienda m ucho m ejo r organizada y adm im sT
trad a que la de F ran cia p ara re s is tir sem ejantes golpes.
Q ue se recuerde el estado de la hacienda del país ?1 día
sig u ien te de la revolución de 1848, a consecuencia de un
régim en que, com parado al régim en de B onaparte, podía
ser citad o como un m odelo de m oderación, de reg u larid ad
y de honradez. P u es bien, se halló la caja vacía, el crédito
aniquilado y ante la bancarrota, p ara escapar a la cual se r e ­
cu rrió a ese desgraciado expediente de los céntim os a d i­
cionales que dieron im pulso a la reacción de los campos.
H oy como entonces, el com ercio está paralizad o ; la Aus­
tria cesó de p ro d u cir, el trabajo de alim entar, el im puesto
directo de ser pagado, m ien tras que los im puestos in d i­
rectos dan apenas u na cu arta p arte de lo que pro d u cían an ­
tes de la g u e rra ; además, hoy, la cuarta y m ás in d u strio sa
p arte de F rancia, ocupada por los prusianos, no da nada al
E stado. Como en 1848, el G obierno, pues, se ve am enazado
por la bancarrota, y probablem ente por esa razón, al po­
nerse de nuevo en contradicción consigo mism o, acaba de
o rd enar la elección de una C o n stitu y en te p ara el 16 de oc­
tubre.
Si espera que esa C o n stitu y en te —que no rep resen tará
más que las tres cuartas partes, o quizá sólo los dos tercios
de F ran cia, y que necesariam ente será a n tip a trió tic a y reac­
cionaria— cree los m edios financieros para la salvación de
F rancia, se engaña mucho. Esa C o n stitu y en te estará com­
puesta en su m ayor p arte de abogados y de pro p ietario s.
E l cam po enviará a ella m uchos b o n apartistas. U n n ú ­
m ero su ficien te de orleanistas, tal vez con e! duque de Au-
male a la cabeza, serán enviados a ella por la in flu en cia
y el dinero de la alta burguesía. Los ten d ero s se harán re ­
p resen tar por una m asa de republicanos am biguos o m uy
pálidos, cuyo patriotism o y energía republicana se esfum a­
rán en grandes fra se s; harán la reacción con herm osas pa­
labras revolucionarias, como hiciero n ya hoy al son de La
M arsellesa. Los rep resen tan tes sinceros del v erd ad ero p u e­
blo, del pueblo que quiere la salvación y la lib ertad de
F ran cia y la em ancipación del pro letariad o a todo precio,
co n stitu irán una m inoría más débil aún que en la C o n sti­
226 OBRAS DE MIGUEL BAKUN1N

tu y e n te de 1848. La C o n stitu y en te del 16 de octubre de


1870, por poco que se le deje hacer, votará, pues, no la sal­
vación, sino la decadencia y la sum isión de F rancia, y el
G obierno de D efensa N acional que la convocará habrá sido
la causa p rin cip al y d irecta de lo uno y de lo otro.
Y me parece su ficien tem en te com probado y dem ostrado
que F ran cia no tiene ya en este m om ento ni ejército ni
hacienda. Veamos al m enos si conservó una A d m in istra­
ción reg u lar, abnegada y capaz.
P lan tear esta cuestión, ¿no es resolverla en un sentido
absolutam ente negativo? E l personal de esta A dm inistra­
ción, el de todas las ram as del servicio público, com prendi­
da la adm inistració n propiam ente dicha, la organización co­
m unal y provincial, la ju stic ia en todos sus grados, la p oli­
cía, la hacienda y el ejército, sin hablar de esa organización
sem iindependiente, la Iglesia, aliada interesada y constante
del despotism o de N apoleón I I I ; toda esa gente burocrática
o que se preten d e electiva, desde el guarda ru ra l y el
cu ra de la m ás pobre com una hasta los m ás alto s funciona­
rios de la Ig lesia y del Estado, ¿no han estado ligados, no
han sido elegidos, protegidos, inspirados, corrom pidos y
disciplinados, durante veinte años consecutivos, desde el
p unto de v ista exclusivo de los in tereses de la d in astía Bo-
naparte? ¿N o están enlazados al bonapartism o por todos sus
intereses, sus an tecedentes vergonzosos, sus m alversaciones
y sus crím enes? ¿No se han hecho de ta l modo solidarios
en tre sí por el ejercicio colectivo de todas las cosas disgus­
ta n tes y horrib les que d u ran te veinte m ortales años a rru i­
naron, desm oralizaron, deshonraron a F ran cia y la condu­
je ro n al fondo del abismo, que es im posible hoy a ninguno
de ellos separarse de sus an tig u o s com pañeros de orgía
im perial, sin co rrer serio riesgo, no diré en su reputación,
que está bien cim entada, sino en sus intereses, en su lib er­
tad y en su vida? E sto s centenares de m iles de cretinos que
constituían el personal policíaco, m ilitar, ju d icial, financie­
ro y civil del Im perio ¿ no form an todavía una banda inm un­
da, una vasta conspiración del crim en p ara la ru in a de
F ran cia? jY con ese in stru m en to se p ro cu raría salvar a
F ran cia!
¿ H abría que dem ostrar la deshonestidad y la incapacidad
p rofunda de esta banda? E jército , guardiaB móviles, fo rta ­
CARTA

lezas, barcos, arm as, m uniciones, v estid o s y aprovisiona­


m iento del ejército , to d o eso no existe más que sobre el pa­
pel. H abía puesto la realid ad inm ensa en sus bolsillos. E n
cuanto a su incapacidad gubernam ental, ad m in istrativ a y
burocrática, se puede ju z g a r por la de los o ficiales del ejér­
cito. E l Im p erio ayudaba y p rotegía, no a los m ás in te li­
gentes, a loa m ás in stru id o s y a los más capaces, sino a-los
más trapaceros. Sólo estim ulaba un género de esp íritu , el
de la alta y la baja pillería. H ubo algunos grandes e
in telig en tes canallas a la cabeza del G obierno y de la A d ­
m inistración, hom bres fu e rte s , que se d irían escapados de
las novelas de B alzac: los M om y, S aint-A rnaud, F leu ry ,
Baroche, M aupas, P ersig n y , P ie try , B illau lt, H aussm ann,
F ould, D upin, W aleu w sk i, R o u h erj más tard e el renegado
de la dem ocracia, O lliv ier; y, desde el p rincipio, el ren e­
gado de todas las banderas y de todas las ideas, E m ilio de
G ira rd in ; y alg u n o s o tro s aún, que puedo haber olvidado,
gentes m uy hábiles, m uy capaces y que co n stitu ían en c ie r­
to modo la a lta corrupción. E stas gentes, si hubiesen que­
rid o ocuparse seriam ente y lealm ente de los asu n to s de la
organización y de la buena adm inistración del E stado, h u ­
bieran podido p re sta rle inm ensos servicios, ¿quién lo d u d a ? ;
servicios, claro está, no desde el p u n to de v ista de la lib er­
tad, sino del de la gran d eza y potencia real del E stad o , que
están siem pre, como debe estar uno convencido por fin, en
relación inversa con la lib erta d y la prosperidad d el pueblo.
H abrían podido h acer para F ra n c ia lo que B isinarck y
M oltke han hecho para P ru sia. B ism arck y M oltke son in ­
contestablem ente gran d es hom bres y grandes p atrio tas, d es­
de el pun to de vista d el Estado. Sus nom bres, rodeados de
una aureola m erecida, perten ecen desde ahora a la H isto ria.
P ero al m ism o tiem po, y por esa razón, sus nom bres deben
ser m aldecidos por to d a la dem ocracia sinceram ente popu­
lar y socialista de A lem ania, porque son los verdaderos fu n ­
dadores del nuevo im perio germ ánico; y los grandes E s ta ­
dos no se fu n d an m ás que sobre la esclavitud de los pueblos,
no ya ex tran jero s, sino, y sobre todo, indígenas tam b ién ;
puesto que únicam ente pueden m antenerse y fo rtificarse
por el sacrificio con stan te y sistem ático de todo lo que
co n stitu y e el derecho y el b ien estar de las m asas p o p u la­
228 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

res a los privilegios de las clases p olíticas y a las necesi­


dades del Estado.
Si los audaces pillos que ayudaron a N apoleón I I I , des­
pués del golpe de E stado de diciem bre, a violar la R epúbli­
ca y a m atar definitivam ente esa lib ertad a quien, como se
sabe, el republicanism o burgués, que tenía a su cabeza a
Ju lio F avre y compañía, había dado los prim eros golpes
m o rta le s ; si esos hombres, después de haber ensangrentado
a P a rís y a F rancia para satisfac er su avaricia y su am bi­
ción, al satisfacer la prim era, h u b ieran com prendido am plia­
m ente la segunda, teniendo a su disposición los inm ensos
recursos de Francia, apoyados p o r la abnegación del ejér-
cito y la cobardía de esa burguesía que había arro jad o en
sus brazos el miedo al esp ectro rojo, habrían podido cons­
titu ir un im perio excesivam ente poderoso. No por mucho
tiem po, sin duda, porque n in g u n a fuerza política, por m ate­
ria l y mecánicam ente potente que sea —aun el im perio de
A lem ania que está hoy en curso de crearse sobre las ru in as
de F ran cia— podrá m an ten erse m ás de cincuenta años
co n tra las tendencias irresistib les del siglo. Pero, en fin,
habrían podido form ar algo m uy im ponente, muy grande,
en la acepción, no m oderna, sino an tig ua de la palabra, en
el sentido del Estado.
P ara eso hubiera sido preciso trab ajar, como trabajaban
B ism arck y M oltke; y habría sido necesario ser al menos
relativam ente honrados, no an te los individuos y el pueblo,
sino ante el Estado. Los com parsas de N apoleón I I I no han
sabido o querido darse estas dos v irtu d es de los p o lítico s:
el trabajo y la honestidad al servicio del Estado. Se pose­
sionaron del Poder, no p ara trab a jar, sino para go zar; su
m ism a ambición no era más que vanidad personal; porque
a las satisfacciones de la pasión política, que lleva a los
am biciosos a servir a la grandeza del Estado, p refiriero n
los placeres crapulosos. E m perador, em peratriz, príncipe
im perial, mariscales, generales, obispos, grandes cuerpos del
E stado, durante los veinte años de su reinado, no hicieron
o tra cosa que encenagarse en la orgía. H an entregado a sa­
queo el mismo Estado. Lo h an violado, desm oralizado, des­
organizado y llevado a ese grado de im potencia que lo hace
h oy juguete de P rusia.
P o r encim a de esas in telig en cias notables, pero envile­
CARTA 229

cidas, profundam ente corrom pidas y corruptoras, no podía


haber plaza m ás que para la incapacidad más absoluta unida
a la más grande bajeza. Con tal de que no esté excesivam ente
corrom pida, la in telig en cia va siem pre acom pañada de una
cierta dosis de altivez a fa lta de h o n estid ad y de ju stic ia ;
tien e al m enos una cierta apariencia de d ig n id ad desde el
p u n to de vista del honor. P ero no podía haber lugar para
todo eso en la A dm in istració n del Im perio, No se podía lle­
gar allí sino a fuerza de com placencia servil hacia los jefes,
de b ru talid ad hacia el público, de deshonestidad y de cin is­
mo, E ra preciso haber quem ado sus naves, ser desvergon­
zado, estar perdido en la opinión pública, para atra er la
atención y m erecer la confianza del G obierno im perial.
E l G obierno im perial ten ía razón desde su punto de v is­
ta. Se hacía ju sticia y se decía m uy bien en sus conciliábu­
los secretos que no era otra cosa que una banda de lad ro ­
nes y bandidos que una noche de diciem bre se había ap o d e­
rado de F ra n c ia ; y, por m ediocre idea que tuviese del p u e­
blo francés, sabía m uy bien que había de lleg ar un día en
que ese pueblo, avergonzado y fatig ad o por su yugo, h aría
un esfuerzo suprem o p ara libertarse. P ara im pedir esa libe­
ración que debía poner necesariam ente fin a las o rg ías de
los bandidos, ¿no era preciso precaverse contra el d esp er­
ta r del pueblo francés? Y ¿qué o tro medio, para llegar a
este fin , que el de form ar a su pro p ia im agen u n a inm ensa
burocracia m ilitar, civil, ju d icial, legislativa, clerical, p o li­
cíaca y fin an ciera que, p en etrad a de las m ism as ideas y los
m ism os sentim ientos que los bandidos fundadores del Im p e­
rio, cu b riría a F ran cia en tera con una inm ensa red de v ig i­
lancia, de corrupción, de delación y de opresión? No
tratab a propiam ente del servicio del E stad o , sino del se r­
vicio de la dinastía y de la banda enquistada en esa dinastía,
en el E stado. E ra preciso aseg u rar a esa banda, que cada año
se hacía m ás num erosa, el saqueo regulado del E stado.
P o r eso el ejército im perial no te n ía de n in g u n a m a­
n e ra la m isión de m an ten er el poder del E stado co n tra las
potencias ex tra n jeras —cosa en la que se com portó bien m al,
como acaba de verse, tan pro n to como se halló fren te a un
adversario serio—, sino la de m antener la potencia del E m ­
perador contra el pueblo de F ran cia desarm ado. P o r eso la
ju sticia im perial se había in stitu id o únicam ente para la
OBRJLS DE MIGUEL BAKÜNIN

condena decidida de todos los adversarios del Im perio


y la absolución de todos los crim inales desde el m om en­
to que co n stitu y eran p arte de la banda de N apoleón I I I .
La hacienda no tenía otro fin que v erter los tesoros del
E sta d o en los bolsillos de la banda oficial. E l m in isterio de
In stru c c ió n pública y de C ultos ten ía por encargo p rin ­
cip al em brutecer y achatar el esp íritu francés y m ante­
n er una ignorancia salvadora en el pueblo de las ciudades
y de los campos. E n fin, la A dm inistración, la alta y la
b aja policía, debían v igilar, denunciar, rep rim ir a todos los
enem igos de la banda dinástica, y hacer elegir a los escogi­
dos en esa banda por el sufragio universal.
P ara que cada una de esas ram as de la A dm inistración
cum pliese eficazm ente su deber, era preciso que su personal
estuviese com puesto de hom bres p erfectam ente consagrados
al Im p e rio ; pero como el Im perio, desde el p rim er día de b u
nacim iento, era el crim en, la negación b ru tal y cínica de
'to d o lo que es honorable y sagrado a los ojos de los hom­
b re s; como era evidente p ara todo ser hum ano no despro­
v isto de corazón y de intelig en cia que el Im perio no podía
m antenerse más que por el aniquilam iento m oral, político
y social de F rancia, era absolutam ente im posible que un
hom bre honrado hubiese podido consagrarse al Im perio, a
m enos que fuese m uy tonto, tonto h asta el punto de no ha­
b e r com prendido que al serv ir al Im perio contribuía a m a­
ta r a F rancia.
Resultaba, pues, e s to : que el Im perio sólo pudo servirse
de dos especies de abnegación: de la abnegación de los
p illo s o de la de las gentes excesivam ente incapaces.
N o turbem os el sueño de los asnos y hablem os de los
pillos. T odo pillo es un ser sin fe n i le y ; pero entonces,
¿cóm o asegurarse de su abnegación? E videntem ente, es p re­
ciso interesarlo . P ero esto no es bastante. P o r el in terés ee
os en tre g ará hoy a v o so tro s; m añana, atraíd o por un in terés
nuevo, os traicio n ará. H ay que im posibilitarle esa nueva
traició n , hay que com prom eterlo y solidarizarlo con vues­
tr o s crím enes, para que no pueda abandonaros nunca sin un
g ran p elig ro para sí mismo.
A sí es como obran con sus nuevos candidatos todas las
a lta s policías de E u ro p a y las cu ad rillas de bandoleros de
todo el mundo. Unas y otras sólo dan su confianza á los que
CARTA 231

ae hallan de tal modo com prom etidos en su servicio, que


su regreso a la sociedad de las g en tes ho n rad as sea im po­
sible para siem pre. A sí fué como procedió con todos los
¡funcionarios un poco in telig en tes el gobierno de N apoleón,
que en realid ad no era o tra cosa que una alta policía y una
cuadrilla de bandoleros a la vez.
T am bién debo hacer a la A d m in istració n im perial esta
ju s tic ia : tan incapaz como se m ostró desde el p u nto de
vista de la reorganización del servicio del E stado, servicio
4 ue por lo dem ás no fué nunca n i su objeto n i su fin, fué
ideal y p erfecta desde el p u nto de vista de la organización
de su consagración a la d in astía y a los in tereses de esa
panda de explotadores o de saqueadores del E stado que
constituyó du ran te estos últim os v ein te años el m undo o fi­
cial y oficioso de Francia.
S ervir esos in tereses a todo precio, p o r todos los medios
y bajo todas las circu n stan cias, sacrificán d o les todos los
in tereses de F ra n c ia ; consolidar el poder de ese m undo
im perial sobre el deshonor, sobre la ruina, sobre la escla­
v itu d de F rancia, tal ha sido el pensam iento, el alm a v i­
v ien te de toda la A d m in istració n im p erial; ha penetrado
íiasta la m edula a todos los fu n cio n ario s m ilitares y civi­
les del Im perio, hasta co n v ertirse en su pundonor, en su
conciencia, en su pasión.
¿Q ué hem os visto, p o r tanto, y qué vem os todavía? L a
A dm inistración im perial, m ilitar y civil ha traicio n ad o a
F rancia. Sí, es verdad. P ero ¿h a traicio n ad o jam ás al E m ­
p erador y a su dinastía? L os g en erales h an en treg ad o ¡os
ejército s y las fortalezas de F ra n c ia a los prusianos. Los
prefecto s y los alcaldes del Im p erio les ab riero n y conti­
n ú an abriéndoles las p u ertas de las ciudades. A lim entan,
festejan al enem igo, y en treg an a la ho rca de los p rusianos
a los m alhablados v o lu n tario s que se atrev en a tu rb a r la
aleg ría de esos buenos ex tran jero s. R esistencia, en ninguna
p a r te ; cobardía, en todas. Todo esto con stitu y e, sin duda, un
crim en de alta traició n co n tra F ran cia. P ero ¿podéis cita r un
to lo ejem plo de tra ic ió n de un a lto o u n pequeño fu n cio n a­
rio co n tra el E m perad o r? L a v is ta de esta d esg raciad a F ra n ­
cia, en treg ad a por la tra ic ió n de N apoleón I I I y que se de­
b ate desarm ada bajo los p ies de los prusianos, ¿arran có so­
lam ente un g rito de rem ordim iento y de ind ig n ació n a n in ­
232 OÉRAS DE MIGUEL BAKUTflN

guno de los servidores del E m perador? ¿C onvirtió o volvió


uno solo contra él?
Que se relean todos los debates del Cuerpo legislativo
y del Senado desde su prim era convocación hasta su d isp er­
sión por el pueblo: estaba reunida allí toda la flo r y nata,
la quintaesencia de los bonapartistas oficiales y oficiosos.
Pues bien, ante la n o ticia de todos estos desastres, aun des­
pués de la horrib le traició n de Sedan, ¿hubo allí una sola
palabra de reprobación contra el Em perador, pronunciada
por uno de ellos? Al contrario, todo lo que dijeron, todo
lo que hicieron fué contra F ran cia y por él. V ed todavía el
presente: ¿qué hacen? In trig an , conspiran por el restab le­
cim iento del Im perio. Y desde que el E m perador se ha con­
vertido en prisionero y p rotegido de los prusianos, cons­
piran a favor de éstos y consideran muy mal que se piense
resistirles.
¿Q ué hacen, en medio de las tropas esparcidas sobre m u­
chos puntos de F ran cia, los oficiales y los g en erales que
continúan m andándolas g racias a la crim inal deb ilid ad del
Gobierno de D efensa N acional? ¿E stán desolados p o r los
desastres que destru y en los ejército s fran ceses?; ¿están fu ­
riosos contra la traició n del E m perador y de sus g e n e ra le s? ;
¿secundan con todos sus esfuerzos el arm am ento de la R e­
pública? De ningún m odo; hacen todos los esfuerzos posi­
bles por m antener en los soldados el culto al Im perio, la
fidelidad a l E m perador y el odio a la R epública. Conservan
como reliquias las águilas im periales, y si únicam ente de­
pendiese de ellos, el pueblo que se subleva en todas p artes
en nombre de la salvación de F ran cia no te n d ría ni un
puñado de pólvora ni un solo fusil.
Lo que acabo de decir puede ser com probado cada día
en todas las ciudades de F ran cia donde haya tro p as re ­
gulares. ¿N o han relatad o los periódicos que en ocasión
de la últim a gran rev ista de ios guardias nacionales
parisienses y de los g u ard ias móviles de provincias h e­
cha por el general T ro ch u en P arís, m uchos batallones de
m óviles no respondieron al g rito de “ [ V iva la R epública I”,
porque sus oficiales, nom brados bajo el Im perio, se lo h a­
bían prohibido expresam ente? E n fin, lo que acaba de pasar
en L yon; la conducta, las m anifestaciones y los actos ul-
trarreaccionarios del general M azure y de sus o fic ia le s ; sus
CARTA 233

am enazas contra el pueblo que reclam aba las a rm a s ; su „


h o stilid ad co n tra la R epública y el arresto de los soldados
que se habían atrevid o a expresar su sim patía hacia ella,
todo eso dem uestra de una m anera elocuente, la incom pa­
tib ilid ad absoluta de esp íritu que existe en tre las in s titu ­
ciones republicanas y los estados m ayores del ejército im pe­
rial. ¿Q ue hay excepciones? E s posible, m uy probable. P ero
las excepciones no p rueban nada; no hacen más que con­
firm ar la regla. Y la reg la es ésta: los oficiales, y sobre
todo los oficiales sup erio res del ejército francés, consagra­
dos incondicionalm ente al E m perador, son, como N apo­
león I I I mism o, m ucho m enos enem igos de los p ru sian o s
que de la libertad del pueblo.
P ero si tales son los sentim ientos del cuerpo de los o fi­
ciales del ejército im perial, que, dado su oficio especial y
su m isión p artic u la r de defender ante el ex tra n je ro el ho­
nor de F rancia, deberían haber sido más sensibles que todo
el resto del m undo oficial im perial a la m ancha arro ja d a
por N apoleón I I I sobre la nación entera, jc o n cu án ta más
razón deben de ser más innobles todavía los sen tim ien to s
de esa A dm inistració n ju d icial, financiera, policíaca y ci­
vil, que nunca tuvo nada de común n i con la h o n estid ad ni
con el pundonor del país y que los ha sacrificado siem pre a
intereses m ás reales!
E n fin, es in n e g a b le ; los desastres horrorosos que han
puesto esta noble F ran cia bajo la p lan ta de los prusianos,
son una consecuencia d ire c ta de la com pleta d esorganiza­
ción de los recu rso s y de las fuerzas m ateriales y m orales
del p aís; y esa desorganización de los recursos no fué
el p rodu cto in stan tán eo de una causa e x te rio r cualquiera,
sino únicam ente el de la p ráctica de esa A d m inistración,
que du ran te los v ein te años de su reinado exclusivo no
tuvo otro fin que asen tar el poder de N apoleón I I I sobre
la ru in a de la nación, y que, fiel a esa m isión, h a creado,
en efecto, de un solo golpe, la im potencia nacional y la
potencia de la dinastía.
E s ind iscu tib le que esta A dm inistración, organizada y
com puesta ta l como lo está, habría de ser in epta, au n en
las circu n stan cias m ás favorables, en plena paz y rodeada
de la m ás com pleta seguridad, para o rg an izar en b ien de la
potencia real del E stado las fuerzas vivas y los recursos
234 OBRAS D E MI GUE L B A K U N I N

m ateriales de la nación, no siendo capaz más que de


desm oralizarlas y de desviarlas de ese fin. Y que, por
consiguiente, sería una locura esperar que esa misma
A dm inistración, en medio de la an g u stia en que acaba de
sum ergir a F ran cia y bajo la invasión de los prusianos, h a ­
llase en sí la habilidad, la activ id ad y la en erg ía necesa­
rias para reo rg an izar en m uy pocos días, durante el corto
lapso que deja a F rancia la actividad a la vez m etódica y
enérgica de los prusianos, esa potencia nacional reducida
& la nada.
E s indiscutible, en fin, que, vistos el esp íritu y los in te ­
reses que anim an al personal de la A dm inistración, desde el
general com andante y el más alto fun cio n ario hasta el ú l­
tim o guardia ru ral, no tienen y no pueden ten er más que
un solo o b jeto : el restablecim iento del régim en im perial,
aunque se deba lleg ar a ello por el em pequeñecim iento, la
decadencia com pleta y el som etim iento de F ran cia al yugo
de los prusianos.
De todo esto concluyo que, no sólo no existe en este m o­
m ento en la R epública francesa ni la sombra de una A d­
m in istració n reg u lar y capaz, sino que existe, en su lugar,
la antigua A dm inistración del Im perio, que no es o tra cosa
que una vasta conspiración b o n ap artista contra Francia.
E l prim er deber del G obierno de D efensa N acional, ¿no
era despedazarla? ¿O bien los grandes p atrio tas que com­
ponen ese Gobierno habrán tenido h asta la ingenuidad de
creer que bastaba que fuesen al P oder para que cam biara
todo, para que los sentim ientos reaccionarios y las dispo­
siciones bonap artistas de la vieja A dm inistración im perial
—sentim ientos y disposiciones fundados evidentem ente, no
sobre convicciones in telectu ales y m orales, sino sobre in te ­
reses m uy reales, m uy palpables y sobre la solidaridad de los
crím enes pasados— se transform asen inm ediatam ente en p a­
trio tism o ? Si han podido esp erar sem ejante cosa, hay que
confesar que la incapacidad y la im potencia de todos esos
dignos rep resen tan tes del republicanism o burgués supera
a toda im aginación, a todo lím ite p erm itido hasta a los abo­
gados.
P ero no, no haré esa afren ta a su inteligencia. P re fie ro
creer que han visto, que han com prendido el p elig ro ; pero
que, careciendo del valor necesario para atacarlo de frente,
CARTA 235

han esperado locam ente poder desviarlo. A fa lta de re a li­


dad, se han dejado llevar p o r las ilusiones, como lo hacen
habitualm ente las g en tes débiles en los m om entos de pe­
ligro y de crisis.
E s preciso decir que debe de haber sido una prueba
m uy ru d a para ellos, republicanos burgueses —que como ta ­
les no conciben nada fu era del E stado y no ven salvación
más que en la exageración de los recursos, de la acción
y de la om nipotencia de éste—, reconocer que en este m o­
mento, y en presencia del m ás ho rrib le p elig ro que haya
am enazado jam ás la in d ependencia y la ex isten cia incluso
del país, no queda en F ra n c ia del E stado m ás que una fic ­
ción y una sombra. H ab ría sido necesaria una in telig en cia
bastante más seria y un tem peram ento m ucho más resu el­
to y revolucionario que el suyo, para te n er el valor de
confesarse, en m edio de circu n stan cias ta n terrib les, que no
poseyendo F ran cia ya ejército , ni presupuesto, ni adm inis­
tración regular, d esin teresad a y capaz, y ten iend o al co n tra­
rio, en lu g ar de esa adm in istració n , una vasta conspiración
oficialm ente o rganizad a a com batir —privada, en una p a ­
labra, de todos los in stru m en to s que co n stitu y en la po­
tencia real del E sta d o — , no podía ser salvada m ás que p o r
la acción inm ediata del pueblo, al m argen de toda dirección
oficial, es decir, por la revolución.
Si los abogados y los sabios d o ctrin ario s que com ponen
el G obierno de D efensa N acional tuviesen m enos v an i­
d ad presuntuosa y m ás consagración a la causa del p u e b lo ;
ai tuviesen un poco m ás de in telig en cia y de resolución r e ­
v o lu c io n aria s; si no d etestasen la revolución m ás aún que
d etestan la invasión de los p ru sian o s; si hubiesen tenido el
valor de la verdad an te sí m ism os y an te el pueblo, encaran­
do fríam en te la situ a ció n actu al de F ran cia, se habrían
d ic h o :
1.a Que servirse para la salvación de F ran cia de esa A d ­
m in istració n im perial que la perdió y que no p u ed e hacer
o tra cosa que co n sp irar co n tra ella, es cosa im posible;
2.° Que cam biar todo el p ersonal de esa A d m inistración
en el lapso de algunos días, en co n trar m ás de cien m il n u e­
vos funcionarios p ara p o nerlos en el lu g ar de los fu n cio n a­
rios del Im perio, sería una em presa igualm ente im posible;
3.° Que m odificarlo s únicam ente en parte, reem plazan­
236 OBXAS D E M IGUE L B A K U N I N

do sólo los grandes fu n c io n a rio s: los m inistros, los p refec­


tos, los subprefectos, los abogados generales y los procura­
dores del Im perio por los republicanos burgueses más o me­
nos capaces y pálidos, conservando en las oficinas y en to ­
dos los otros empleos a los an tig u o s funcionarios, sería
u na ten tativ a tan rid icu la como inútil. Porque es evi­
dente que los nuevos m inistros, prefectos, subprefectos,
abogados generales y procuradores de la R epública —gen­
tes sin duda m uy honradas, puesto que son los amigos, los
adm iradores, los prim os o los clien tes de los señores m iem ­
bros del Gobierno de D efensa N acional, pero gentes de pa­
labra y no de acción, como lo son ordinariam ente los aboga­
dos, como lo es evidentem ente G am betta mismo, y además
perfectam ente ex trañ as a la p ráctica de la A dm inistración
y a la ru tin a de la b urocracia— se tran sfo rm arían necesaria­
m ente en juguetes de sus oficinas y de sus funcionarios
subalternos, de quienes no lleg arían a ser más que los jefes
nom inales; como tam bién es evidente que sus oficinas, la
m asa de esos funcionarios subordinados, consagrados por la
costum bre, por la necesidad y p o r la fuerza de una solidari­
dad crim inal, a la política de la banda im perial, aprovecha­
rá n las funciones que se les hayan dejado para proteger
sim uladam ente, en secreto, pero siem pre y de todos los mo­
dos, a los p artid ario s de esa política, y, para com batir a los
adversarios por todos los m edios, obligarán a los m inistros,
a los prefectos, a los subprefectos, a los abogados generales
y a los procuradores de la R epública, a servir contra su p ro ­
pia voluntad la causa de los B o n ap arte contra la R ep ú b lica;
4.° Que, po r consiguiente, p ara la salvación de F rancia
y de la R epública, sólo h ay u n a cosa que h a c e r: desbaratar
la A dm inistración im perial p o r la destitu ció n en masa de
todos los funcionarios m ilitares y civiles del Im perio, des­
de P alikao, el p rim er m inistro, h asta el últim o guardia ru ­
ra l; sin olvidar los tribunales, que, desde la A lta corte y la
C orte de casación hasta el ú ltim o ju ez de paz, están, más
que o tra ram a del servicio del E stado, infestados de bona-
partism o y que d u ran te v ein te años consecutivos no han
hecho justicia, sino in iq u id ad ;
1 5.° Q ue habiendo hecho b an carro ta el E stado y encon­
trán d o se disuelto por el hecho de la traición im perial
— que p o r o tra p a rte h ab ía, d e sd e mucho tiem po antes, fo r­
CARTA 23’

zado y destruido loa recursos y todos los resortes— ;


estando definitivam ente liquidado por la acción revolucio­
n aria del pueblo —consecuencia inm ediata e inevitable— ;
en una palabra, que habiendo cesado de ex istir la Francia
oficial, no quedaba más que la F ran cia del pueblo, ni otras
fuerzas y m edios de defensa que la energía revolucionaria
del pueblo; ni otros jueces que la ju sticia del pueblo; ni
o tra hacienda que las contribuciones voluntarias o forzosas
de las clases ric a s ; ni o tra C onstitución, otra ley, otro có­
digo que el de la salvación de Francia.
R econocer todo esto, sin duda, es cosa h arto dura para
los abogados, que no viven más que del Estado, de la cien­
cia ju ríd ic a y de los códigos crim inal y civil, como los
sacerdotes no viven más que de la Iglesia, de la ciencia
teológica y de los dos testam en to s revelados, el viejo y el
nuevo. E n tiem po de paz, no les habría propuesto medidas
tan enérgicas, ta n co n trarias a todos sus hábitos de existen­
cia, de sentim iento, de pensam iento, y, notadlo bien, a sus
intereses personales, tan to como a los intereses comunes de
su clase, que, para hacérselas aceptar en tiem po ordinario,
h abría sido necesario com enzar por destruirlos a ellos
mismos.
P ero es que no vivim os en una época ordinaria. Vivimos
en medio de la más te rrib le conm oción política y social que
haya jam ás sacudido al m undo. Conmoción salvadora que
se tran sfo rm ará en el com ienzo de una vida nueva para
F rancia, para el m undo, si F ran cia triu n fa. Conmoción fa­
ta l y m ortal si F ran cia sucumbe. Porque ten d rá por conse­
cuencia inevitable el som etim iento de F rancia y de Europa
entera a la b ru talid ad m ilita r y burocráticam ente organi­
zada del despotism o prusiano. H abrá esclavitud y miseria
en E uro pa lo m enos por cincuenta años.
No considerando la g u erra actual más que desde el punto
to de vista francés, es para F rancia, evidentem ente, una
cuestión de vida o m uerte. Y la m uerte está próxima. La
invasión del despotism o prusiano, armado de una fuerza
inm ensa, am enaza tra g a rlo todo, despedazarlo todo, some­
terlo todo. Y para salvar su existencia y su libertad, Fran­
cia no tien e ni ejército , ni dinero, ni E stad o ; no le queda
más que la desesperación de su pueblo. Desde la conquista
de las Galias por César, y luego por los bárbaros de Germa-
238 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

nia, desde su conquista p o r los ingleses bajo C arlos V I,


h a sta cuando P a rís mismo cayó en poder del enem igo triu n ­
fan te, nunca se encontró F ran cia en u n a posición tan
desesperada, ta n terrible.
F ran cia , esa g ran nación, a quien el sentim iento de tu
g randeza h istó rica real había im pulsado a m enudo a p resu n ­
tu o sas y crim inales locuras, pero que, a p esar de esas des­
viaciones pasajeras y de esos abusos desgraciados de una
p o ten cia in fatu ad a de sí misma, ha sido considerada sin em­
bargo h asta aq u í por el mundo, y con plena ju sticia, como
el je fe n a tu ra l y como el in iciad o r generoso de todos los
p ro g reso s hum anos, y de todas las conquistas de la liber­
ta d ; esa F rancia, cuya h isto ria desde 1789 y 1793 no ha sido
m ás que una p ro testa enérgica y una lucha incesante de la
luz co n tra las tinieblas, de! derecho hum ano co n tra las m en­
tira s del derecho divino y del derecho ju ríd ico , de la rep ú ­
blica dem ocrática social y universal co n tra la coalición tirá ­
n ica de los reyes y de las clases explotadoras y p riv ileg ia­
das ; esa F rancia, a la que se asocian hoy todas las esperan­
zas de las naciones oprim idas y de los pueblos esclavos,
está en trance de perecer. E stá am enazada de la misma su er­
te que Polonia. Su poder, que an tes hacía p alid ecer a todos
los tiran o s de E uropa, ha caído tan bajo ahora, que todas
esas m onarquías, reaseguradas por su caída, se atrev en im ­
punem ente a in su ltarla, a expresarle su p iedad h ip ó crita y
desdeñosa, a d irig irle sus am onestaciones, sus consejos; to ­
dos los pequeños soberanos más o m enos m icroscópicos de
A lem ania, vasallos del rey G uillerm o, su em perador fu tu ro ,
y que tem blaban ayer an te el solo nom bre de Francia, se
a tre v e n hoy, rodeados de sus ayudas de campo, a pisar, a
v io lar su te rrito rio . | Qué d ir á !, en fin, hasta los mism os b u r­
gueses republicanos de Suiza, cuya cobarde com placencia
an te N apoleón I I I no tu v o lím ites, hace apenas alg u n o s m e­
ses, se atreven hoy a soñar claram ente el engrandecim iento
y redondeam iento de la R epública h elv ética en detrim ento
de esa F ran cia derribada bajo las p lan tas del au tó crata p ru ­
siano. L a su erte m ejor que en las circu n stan cias p resen tes
hay el atrevim iento de prom eterle, es la de convertirse en
u n v irrein ato de A lem ania, como la Ita lia de V ícto r
M anuel ha sido un v irrein ato del em perador de los fra n ­
ceses.
CARTA 239

No tengo el honor de ser francés, pero confieso que es­


toy profundam ente indignado contra todos esos insultos
y profundam ente desesperado an te la desgracia de F ran cia
y su caída. Lo que deploro, no es la ru in a de su grandeza
como Estado. H e detestado tan to esa grandeza como todas
las otras grandezas políticas del m u n d o ; porque todas es­
ta s grandezas tienen siem pre y en to d as p artes la misma
b a s e : el som etim iento, la explotación p o lítica y económica
de las masas populares. He sido y sigo siendo enem igo
irreconciliable de todos los E stados, y saludaré con alegría
la ru in a del E stad o político de F ran cia, siem pre que de él
salga la em ancipación económ ica y social del pueblo fra n ­
cés y de todos los pueblos del mundo.
Lo que deploro am argam ente es la caída de la nación
francesa, es la decadencia de esa sim pática y gran n a tu ra ­
leza, de ese generoso carácter nacional y de esa in telig en cia
lum inosa de F rancia, que se d irían form ados y d esarro lla­
dos por la H isto ria para que em ancipen al m undo. Lo que
deploro es el silencio que se im pondrá a esa g ran voz de
F ran cia que anunciaba a todos los que su frían y eran o p ri­
m idos, la libertad., la igualdad, la fratern id ad , la justicia, Me
parece que cuando ese gran sol de F ran cia se extinga, habrá
eclipse en todas partes, y que todas las lin tern as más o me­
nos abigarradas que encenderán los sabios razonadores de
A lem ania no podrán recom pensar la g rande y sencilla cla­
rid ad que v ertía sobre el m undo el e sp íritu de F rancia. En
fin, estoy convencido de que el som etim iento de F ran cia y el
triu n fo d efinitivo de A lem ania, su je ta a los prusianos, h a­
rán retro ced er a E urop a a las tinieblas, a la m iseria y a la
esclavitud de los siglos pasados. E sto y de tal m odo conven­
cido de ello, que pienso que es hoy u n deber sagrado para
to d o hom bre que ame la lib ertad y que quiera el triu n fo de
la hum anidad sobre la b ru talidad, que quiera la em ancipa­
ción de su propio país, acudir, cualquiera que sea su patria,
sea inglés, español, italiano, polaco, ruso, h asta alemán, a
to m ar p arte en esta lucha dem ocrática del pueblo francés
co n tra la invasión del despotism o germ ánico.
Si tales son loa sentim ientos de un ex tra n jero ¡ cuáles no
deben de ser los que anim an a los p atrio tas sinceros de F ra n ­
cia! ¿N o se ha de suponer que el p elig ro de vergüenza y
de m uerte que am enaza a su p atria ha debido de sacudir
240 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

su ser, agrandar su naturaleza, ensanchar su esp íritu , aba­


tir todos los estrechos p rejuicios de profesión, de posición
y de clase que habían obstruido su pensam iento hasta
ahora, encender por fin en sus corazones resucitados la
potencia de las resoluciones suprem as, tran sfo rm arlo s en
revolucionarios, en una palabra?
¿N o se tiene el derecho de esperar que en presencia de
una catástrofe ya medio realizada, aun los abogados y loa
republicanos m oderados, es decir, reaccionarios y b u rg u e­
ses, como los señores J u lio Favre y Gambetta, los m etafí-
sicos doctrinarios y ped an tes como los señores E ugenio P el-
Ietan y J u lio Simón, los inválidos de la dem ocracia a n ti­
socialista como el señor Crem ieux, los charlatanes in telec­
tuales como el señor G lais-B izoin, y los orleanistas m ilita ­
res conio el general T rochu, sen tirán renacer en ellos esa
gran fiebre revolucionaria que animó a D anton y que salvó
a F rancia en 1792?
E l pueblo de P arís, que soportó que el 4 de septiem bre
se posesionasen estos hom bres del Poder, sin duda lo había
esperado. No pudo hacerse nin g u n a ilusión respecto de
ellos, puesto que los había visto a todos en la labor. P ero
en su m agnánim a sencillez, se fig u ró que en medio de una
situación tan horrorosa, y asum iendo una resp o n sab ili­
dad tan terrible, estos hom bres, que sin duda habían
m anifestado suficien tem en te la im potencia de su carácter
y la estrechez de sus concepciones como diputados al C u er­
po legislativo, estarían dispuestos ahora a no retro ced er
ante ningún medio necesario y a sacrificar sus p re ju i­
cios, lo mismo qué los intereses de su clase, a la salvación
de Francia. ¿P odía suponer que, en lugar de ordenar y de
ejecutar inm ediatam ente definitivas m edidas de salva­
ción, habrían de d iv e rtirse en juguetear, como los n iñ o s
vanidosos, al republicanism o burgués? E l pueblo de P arís,
sin hacerse ninguna ilusión sobre la naturaleza de los hom ­
bres que había dejado instalarse en el Gobierno de D efensa
Nacional, creyó sin em bargo haber creado un G obierno re­
volucionario capaz de salvar a F rancia.
E l pueblo de P a rís se engañó. Parece que, en adelante,
ningún acontecim iento, por grande y terrib le que sea, será
capaz de ensanchar la n atu raleza y el esp íritu de un b u r­
gués. Es una cuestión de fisio lo g ía social, he ahí todo. La
CARTA 241

burguesía no tiene ya alma, está m uerta, y no le queda más


que dejarse enterrar.
Si los miembros del Gobierno de D efensa N acional, o l­
vidando su pasado, sus m iserables pretensiones personales,
y todos los intereses de su propio partido, y no pensando
más que en la salvación de Francia, se hubiesen colocado
desde el principio a la altu ra de la m isión que se atrev iero n
a aceptar, habrían comprendido que la situación y la fuerza
misma de las cosas les ordenaba oponer la revolución a la
invasión: la única arma que quedaba a F rancia, pero u n
arma terrible y que —no desespero aún— se dem ostrará ella
sola más potente que todos los ejércitos del rey G uillerm o,
y, en caso de necesidad, hasta que todos los ejército s re u n i­
dos de todos los déspotas de Europa.
¡L a revolución! Esta palabra y esta cosa son capaces de
resucitar todos los m uertos y de centuplicar la fuerza de
los vivos. La revolución abatirá de un solo golpe todas las
infernales intrigas de los bonapartistas, de los jesuítas, de
los orleanistas; aplastará la reacción burguesa y levantará
como un solo hombre al pueblo entero, a los obreros de las
ciudades lo mismo que a los cam pesinos; porque no hay
que imaginarse que los cam pesinos sean p a rtid a rio s de la
reacción cuando hayan com prendido que la revolución so­
cial les liberta del peso ap lastan te de todas las exacciones
ruinosas del Estado, y que al mismo tiem po les en treg a
todas las tierras que pertenecen hoy a la Iglesia, al E stado
y a los propietarios burgueses que las explotan por el tr a ­
bajo ajeno y que se dispensan de cultivarlas con el trabajo
de sus propios brazos. La revolución levantará tres, cuatro,
cinco millones de trabajadores de los campos y de las ciu­
dades, y cuando quieran arm arse y buscar el dinero nece­
sario para fabricar, para com prar las m uniciones y las a r­
mas, la revolución les dirá cómo y dónde hay que hacerlo.
¿Cuáles son los ejércitos que podrían re sistir el choque de
una sem ejante masa popular?
¡L a revolución! Esta cosa y esta palabra tran sfo rm arán
a E uropa, y haciendo palidecer y tem blar de nuevo a
todos los reyes y derrum barse los tronos, barriendo los
privilegios y las explotaciones que pesan hoy sobre el
trabajo, harán surgir de las profundidades populares de
242 OBRAS D E MI GUEL B A K U N I N

todo el país m illones de defensores, de amigos y de


herm anos aliados de Francia;
H e aquí lo que el rey G uillerm o y su taim ado m inistro
saben m uy bien. He aquí lo que tem en mil veces más que
estos ejércitos sobre el papel, ordenados por un Gobierno
ilusorio y que, no teniendo ninguno de los m edios que cons­
titu y e n la potencia real de los E stados, se divierte en sim u­
lar el poder y en hacer p o lítica y despotism o de Estado.
A sí, a la prim era noticia del m ovim iento revolucionario que
se anuncia en el m ediodía de Francia, todos esos hom bres
de presa que acudieron de Alem ania, atraídos por el amor
al saqueo y por la gloria de una conquista que les había
parecido al p rincip io tan fácil, se han estrem ecido. La apa­
rició n del espectro rojo que levanta su cabeza am enazante
y blandiendo su antorcha incendiaria, les ha causado m ie­
do. R econocieron al enem igo contra el que toda su p erio ri­
dad m ilitar será im potente, porque él solo ten d rá el poder
de hacer su rg ir del suelo de F ran cia ejército s invencibles,
y porque al mismo tiem po que los atacará de frente, los
abrum ará por la retag u ard ia al levantar co n tra ellos las
m asas revolucionarias de Alem ania. B ism arck y su rey sa­
ben m ejor de lo que parece saberse en F ran cia y en todo
caso m ucho m ejor de lo que lo saben los abogados del
G obierno de D efensa N acional, que to d a revolución nació-
nal y sobre todo la revolución de Francia, se convertirá
necesaria e inm ediatam ente en una revolución in tern a­
cional.
“ Si se les deja hacer — g rita en un acceso de cómica des­
esperación ese pequeño gran duque de Badén, que consi­
dera ya A lsacia como su presa—, si les dejam os hacer —es­
cribe a todas las C ortes el m inistro del rey prusiano— será
peor que en 1793. E sta revolución derrum bará a E uropa.”
Sí, derrum bará a E u ro p a y será peor que en 1793. La
revolución de 1793, a pesar de sus form as grandiosas, y de
sus gestos heroicos, no ha sido después de todo más que
una revolución burguesa. Sólo ha em ancipado y d errib a­
do la sociedad superficialm ente, dejando en la esclavitud
a las m asas populares. L a revolución de 1870, surgiendo
de la ruina del Im perio y del E stado político de F rancia,
rem overá toda la sociedad europea hasta en sus entrañas.
No será solam ente una revolución política, será la revolu­
c a r t a 24S

ción social, la única que p odrá em ancipar, la única que po­


d rá hoy electrizar, a rra s tra r y lev an tar al pro letariad o de
todos los países de E u ro p a.
H ace v ein te años que se efectú a u n trab a jo subterráneo
intenso en el p ro letaria d o ; que la p ropaganda socialista,
desdeñando los castillo s de los p ro p ietario s y las casas de
los burgueses, pero visitan d o los ta llere s y las chozas, anun­
cia a todos los que sufren , a todos los oprim idos y a todos
los explotados del trab ajo el evangelio de la ju sticia, de la
igualdad, de la lib ertad u n iv ersal y de la resu rrecció n de
los pueblos. P ro d u cto de ese m ovim iento y de esa p ro p a­
ganda, se ha fundado una poderosa asociación hace seis
años, la Asociación In tern a cio n a l de lo s Trabajadores del
m undo entero. De apenas seis años, co n stitu y e ya una po­
ten cia organizada que abarca cerca de dos m illones de tr a ­
bajadores aliados en E u ro p a y en A m érica del N orte, E sta
es la falange sagrada de la revolución cosm opolita y social.
P a ra ella no hay lím ites, no hay b arreras de E stad o ni
existe el estrecho p atrio tism o burgués. Su p atria es el cam­
po inm enso form ado p o r los trab ajad o res, p o r los op rim i­
dos y por los explotad o s de todos los países. Su enemigo,
el m undo extraño que com bate, es el campo de los ex p lo ta­
dores y de los opresores de todas las naciones. E n tre esos
dos campos igualm ente cosm opolitas, hay un odio irreco n ­
ciliable, una lucha a v id a o m uerte. U no se llam a la revolu­
ción, el otro la reacción.
F u era de esos dos cam pos que co n stitu y en el m undo real
y p otente de E uropa, y de los cuales uno rep resen ta la po­
ten cia del pasado y el o tro la p o tencia del porvenir, no
hay más que fantasm as, seres im aginarios desprovistos de
todo poder y de toda realid ad . A esta categoría es a la que
p ertenecen todos los rep u b lican o s exclusivam ente políticos,
todos los radicales enem igos del socialism o y todos los so­
cialistas burgueses. V íctim as de una con trad icció n in terio r
invencible, revolucionarios en sus sueños y reaccionarios
po r las condiciones reales de su existencia, como personas y
como clase, condiciones que los hacen p artid ario s in teresa­
dos e incondicionales de la dom inación económ ica y polí­
tic a de los burgueses, siem pre que hacen discursos, h a­
blan de la revolución, y siem pre que obran, hacen re a c c ió n ;
de modo que, sin saberlo y sin quererlo, se encontrarán
244 OBRAS DE MIGUEL BAKU NI N

todos, tard e o tem prano, bajo las banderas de Bismarck,


como im pulsados por las mism as razones y por esa misma
contradicción in terio r, se han encontrado en 1848, m uy a
pesar de ellos sin duda, bajo la bandera del en o tro tiem po
salvador de Francia, N apoleón I I I . Como N apoleón I I I en
1848, B ism arck y su rey y todos esos principículos alema-
nes, con su m illón de soldados, serán aplastados por la
revolución universal. Porque las m asas populares, el p ro le­
tariad o de todos los países de E uropa, no esperan más que
la señal del pueblo de Francia. P ero si nó se atreve, será
ella, F rancia, la que caerá bajo los golpes del despotism o
prusiano. Y el orden público será salvado de nuevo en E u ­
ro p a como lo fué en 1848.
T a l es, pues, la verdadera situación de Francia, y tal e 6
su único medio de salvación: o bien su liberación por la
revolución universal y social —toda o tra revolución es ya
im posible, y todo m ovim iento exclusivam ente político debe
abocar necesariam ente en la reacción, como el que el Go­
bierno italiano acaba de h acer para apoderarse de Roma,
por ejem plo, y como la llam ada revolución política de E s­
paña— ; o bien el som etim iento de F ran cia al yugo de los
prusianos.
Si los m iem bros del Gobierno de D efensa N acional h u ­
biesen tenido suficiente seriedad para concebir esta situ a ­
ción, y corazón bastante desinteresado, bastan te grande, bas­
ta n te firm e para aceptar este único m edio de salvación que
les queda, habrían com prendido en seguida que su derecho
y su deber ante las potencias ex tran jeras, y sobre todo ante
el insolente invasor de F rancia, eran absolutos. H abrían
elevado bien alta esa bandera de F ran cia que se atrevieron
a tom ar en sus manos, e inspirándose en todo el desprecio
que deben experim entar los rep resen tan tes de la ju sticia y
del derecho popular hacia los jefes y los in strum entos de la
reacción, a las b ru talid ad es m onárquicas del rey G uillerm o
y de su m inistro hubieran respondido, como D anton en
1792, por los salvadores d erro tero s de la revolución.
P ero, al mismo tiem po que hubiesen m antenido con esa
firm eza su derecho in d iscu tib le a re p re se n ta r a F ran cia en
el ex terio r, y que hubiesen m ostrado esa irreconciliable al­
tivez a los prusianos, m ientras uno solo de sus soldados
p isara el suelo de Francia, habrían ten id o conciencia para
CARTA 345

reconocer ante el pueblo fran cés que al lado de su derecho


el suyo era nulo, y que no ten ían ni la m isión, ni el poder
para organizar su defensa. R econociendo que todos loa re ­
so rtes y todos los instru m en to s del E stad o estaban d estro ­
zados, y que se había hecho im posible un gobierno regular
del p aís; que la sola ap arició n de un gobierno, lejo s de re ­
m ediar este mal, debería em peorarlo necesariam ente, puesto
que, sin p ro d u cir nada de bueno, no p odría m ás que obstacu­
lizar y paralizar el propio m ovim iento del país, los m iem ­
bros del G obierno de D efensa N acional ten ían el deber de
pro nunciar, o, más bien, de v erificar la disolución del
E stado.
E sto no hubiese sido un acto de energía revolucionaria
de su parte, sino sim plem ente un acto de m odestia, de ju s ­
ticia, de verdad y de conciencia. D ebían to d a la verdad al
pueblo, porque habrían debido com prender que en este mo­
m ento de crisis suprem a y de p elig ro m ortal p ata F rancia,
la verdad únicam ente, toda la verdad, es capaz de salvarla,
y que ninguna m en tira o sem im entira, n in g ú n p aliativo po­
lític o o diplom ático podrá d arle vida. D eberían, pues, haber
reconocido franca y valientem ente an te el pueblo de P a r t 3
y an te el pueblo entero de F ran cia, no que el E stado debía
ser liquidado y disuelto, sino que estaba ya realm ente liq u i­
dado, que había cesado de ex istir, y que no quedaban de ¿l
m ás que escom bros y cenizas, que, lejo s de serv ir para algo,
no podían m ás que estorbar la revolución popular, el últim o
m edio de salvación para F rancia, y que, por consiguiente-,
debía dispersarse lo antes posible.
E n ausencia de todo m edio de gobierno y de to d o s los
recu rso s o rd in ario s del E stad o , deberían haber reconocía^
h um ildem ente su im potencia para gobernar y organizar a
F ran cia , y la im posibilidad ab soluta en q u e se encontraban
—aunque hubiesen sido hom bres m il veces m ás in telig en ­
tes, m ás resu elto s y más fu ertes de lo que s o n en r e a l id a d -
p a ra e jercer un poder d ic tato rial en pro de la salvación
de F ran cia. P orque, ¿ q u é es lo que pueden algunos hom­
bres, por poderosos que sean de in telig en cia y de carácter,
en m edio de u n E stado desorganizado y disuelto, y cuando
se v en privados de todos los recursos que pueden dar a la
acción d ic tato rial una consistencia real? ¿Q ué podrían ha­
cer uno o v a r io s generales, aun los m e jo r e s del m undo, si
246 OBRAS D E M IGUE L B A K U N I N

se les diese el comando de un ejército, pero sin un estado


m ayor de oficiales capaces de organizar ese ejército y de
tra n sm itirle sus órdenes?
T a l ha sido precisam ente la situación de los m iem bros
del G obierno de D efensa N acional desde el prim er día
de su instalació n en el P oder. Hablé ya de los m ejores
generales, pero si esos señores quisiesen hacerse justicia,
com enzarían por confesar francam ente que, en presencia de
la obra inm ensa que se atrev iero n a asum ir tan p resu n tu o ­
sam ente sobre sus débiles espaldas, después de haber dado
ta n tas pruebas de incapacidad, de ceguera increíble, de irre ­
solución vergonzosa y de com pleta im potencia, no se p u e­
de ni siq u iera calificarlo s de generales m ediocres. ¿H ay
un solo hom bre capaz de resoluciones enérgicas y de acción
revolucionaría entre ellos? N i uno solo. Son escrito res y
m etafísicos más o menos doctrinarios, héroes del parlam en­
tarism o, razonadores b rillantes, abogados, eso es todo; re ­
publicanos m uy burgueses y m uy pálidos, h ijo s degenera­
dos, b astardos de D an to n ; pero no veo en tre ellos un solo
hom bre capaz de querer y de obrar como D anton.
D anton había llevado to d a su fuerza leonina al pueblo.
E llo s tien en m iedo al p u e b lo ; le tienen m iedo de ta l modo,
que en un mom ento en que no queda para salvar a F ran cia
nada más que la potencia popular, se han esforzado crim i­
nal y ridíeuiam eníe en evitar, en ahogar todo m ovim ien­
to del pueblo y en hacer la revolución, o m ás bien una evo­
lución, necesaria por la caída de N apoleón I I I , fu era de
la acción inm ediata del pueblo y contra el pueblo. B ajo el
p re te x to especioso de que la revolución p ro d u ciría la d i­
visión, y de que esa división podría servir a los prusianos,
y que sólo la unión p odría salvar a F ran cia —la unión que
h ab rían predicado, con los bonapartistas, bajo el o in is te r io
P alikao, ¿no es así?— h an escam oteado la revolución al
pueblo. C uando no debían pensar más que en la salvación
de F ran cia, estos profesores y estos abogados, rep resen tan ­
te s incondicionales de los intereses económicos y po lítico s
de la burguesía, no pen saro n m ás que en salvar a todo p re ­
cio la dom inación burguesa. D ejándose a rra s tra r p o r su tem ­
p eram en to y por sus p reju icio s burgueses, ta n to como p o r
su vanagloria y por sus intereses privados en ese cam ino fa­
tal, han llegado a este re s u lta d o : que en lu g ar de organizar
CARTA 241

una gran potencia revolucionaria, fu n d ad a directam ente so­


bre el pueblo, han en treg ad o el país a las am biciones v an i­
dosas y avaras y a la dirección in ep ta de los burgueses, y
creado por eso mism o en todas p artes la anarquía, la im­
p o tencia y el desfallecim iento.
Los señores m iem bros del Gobierno de D efensa N acio­
nal son sin duda gentes p erfectam ente honorables y, además,
hom bres de talento, b rilla n te s oradores que deben de haber
conquistado una cierta experiencia de los negocios p ú b li­
cos, claro que no por el ejercicio d irecto del gobierno, qu«¿
h asta aquí había rehusado caer en sus manos, sino por
los años em pleados en c ritic a r el gobierno ajeno. E n cuan­
to a los que de en tre ellos tuvieron ocasión de co m p artir con
o tro s la responsabilidad gubernam ental, sea a títu lo de Go­
b iern o provisional en 1848, como el señor Crem ieux, séa a
títu lo de sim ple m in istro , como J u lio F avre (1 ), no pienso
que hallen am bos una v en taja cualquiera en que hacer h in ­
capié, pues el prim ero no b rilló más que por su in sig n ifi­
cancia com pleta y por sus vacilaciones y sus desfallecim ien­
tos en las grandes crisis de 1848; el otro, J u lio Favre, se
d istin g u ió , al co n trario , por un celo francam ente reaccio­
n ario, como un enem igo encarnizado del su frag io universal
y de la rep ú b lica dem ocrática y social, a m atar la cual con­
trib u y ó más que n in g ú n otro. N ada más n a tu ra l que se­
m ejantes gestos le h ay an atraído, con el tiem po, el elo­
gio de los o rlean istas y h asta de los p artid ario s del p rín c i­
pe p resid en te, L u is B onaparte. P ero no pienso que puedan
c o n stitu ir estas cosas u n títu lo de gloria, ni in sp ira r m u­
cha confianza a los p artid a rio s sinceros de la república.
N inguno de los o tro s m iem bros d el G obierno de D efen ­
sa N acional ha estado jam ás en el P oder, y, p o r consi­
g u iente, nin g u n o tuvo ocasión de m a n ifestar al m undo n i
sus conocim ientos adm in istrativ o s n i su p o ten cia de ac­
ció n ; excepto el g eneral T rochu, que, como m ilita r de u n
grado elevado, ha debido ad q u irir necesariam ente ex p erien ­
cia del m ando. P ero el m ando m ilita r y la d irecció n p o lí­
tic a son dos funciones de ta l m odo desem ejantes, y aun
opuestas, que el hábito de lo uno excluye casi siem pre la
capacidad para el ejercicio de lo o tro. A sí, como lo hice
(1) F -v r e 'no fué m inistro en IS*?, sino secretario dsl m inisterio d tl In te­
rior, de cu,'» cartera era titular Lbuih-E*11íh. (Mota del traductor.)
248 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

observar ya, el general T rochu ha sido aclamado por el


pueblo de P arís, no como un político, sino como el o rg a­
nizador y jefe m ilitar de la defensa de París,
N adie en F rancia ha considerado a Ju lio Favre, ni a P el-
letan, ni a G arnier Pages, ni a F erry , ni a K eratry , ni a
P icard, ni a G lais-Bizoin, ni a ninguno de sus compañeros,
exceptuado Gambetta, como hom bres capaces de d irig ir los
asuntos del país, aun en época ordinaria. M enos se les p u e­
de creer capaces en la situación actual de F rancia, s itu a ­
ción de tal modo desesperada que la misma potencia de Dan-
ton no bastaría y ante la cual únicam ente el poder colectivo
y revolucionario organizado del pueblo puede bastar. T odos
esos honorables ciudadanos han sido considerados por el
público como la cola m ás o menos disciplinada y recalci­
tran te del jefe reconocido de la oposición radical, e irrecon­
ciliable en el Cuerpo legislativo, León Gambetta.
Desde el fin del Im perio, Gam betta se había convertido
en un objeto de adm iración, de esperanzas unánim es y de
confianza para toda la burguesía ra d ic a l; era como el astro
n aciente de todas las aspiraciones republicanas en Francia.
Se había anunciado con cierto ruido, y había asom brado
a l público por la audacia de su ataque elocuente, aniqui­
lador y directo contra el Im perio. Ese ataque fué, in discu­
tiblem ente, un acto de valor civil y un gran servicio pres­
tado a Francia, que, bajo la influencia funesta de una escla­
v itu d dem asiado larga, había perdido el hábito orgulloso
de decir en alta voz lo que pensaba, lo que sentía y lo que
quería. Gam betta le dió esa palabra, rom pió esa cobardía
que deshonraba a F ran cia y dió por eso mismo un rudo
golpe al Im p e rio r
P ero no hay que olvidar que, casi al mismo tiem po, o tro
ciudadano, encendiendo su lin tern a, le dió golpes m ás ru ­
dos aún. He nom brado a R ochefort, E l discurso de Gam­
b etta en el proceso de los T rece (1) fué una p ro testa con­
tra la violación de la R epública y contra la infam ia de la
servidum bre im puesta a F ran cia p o r los bandidos del 2 de
diciem bre. R ochefort se atrevió a im prim ir en su Latiterne,

(1) Se refiera Bakunin t una defensa pronunciada por G ambetta el 13 de


t , viem bre de IM S en el proceso seguido a loa organizadores de un hom enaje
a l diputado Bandín, victim a det golpe de Estado de diciem bre. (N ota del tra­
ductor.)
CARTA 24»

d ifu n d id a p ro n to en v arias decenas de m illares de ejem pla­


res, todo lo que F ran cia m urm uraba sobre el asu n to de las
personas que com ponían la fam ilia, el Gobierno y la adm i­
n istració n im periales. A los acentos de in d ig n ació n esca­
pados a la elocuencia de G am betta, añadió la ap lastan te elo­
cuencia del desprecio. Y si se quisiese p lan tear la cues­
tió n de cuál de los dos contribuyó más a m atar m oralm en­
te al E m perador y al Im perio, pienso que a la fuerza habría
que reconocer que fué R ochefort,
E stos dos hom bres, hoy m iem bros del G obierno de De­
fensa N acional —uno m ás bien expresión de las sim patías
de la burguesía radical, el o tro elegido p o r el pro letariad o — ,
aunque llegados, al m enos en la hora presente, al mism o fin,
han seguido sin em bargo, desde sus p rim eras m an ifestacio ­
nes, carreras com pletam ente diferentes.
R ochefort, desde su en tra d a en el Cuerpo legislativo se
había convertido en el objeto —en algo así como la cabe­
za de turco de todos los odios burgueses— de la descon­
fianza, por no decir de una h o stilid a d m uy pronunciada,
de p arte de todos sus colegas radicales e irreconciliables,
m enos uno solo, el digno p atriarca de los republicanos so­
cialistas de 1848, el señor R aspail. R o ch efo rt m ereció p er­
fectam ente esta reprobación unánim e de la clase b u rg u e­
sa, no por su L a n tern e, que los señores b urgueses de
todos los colores p o lítico s habían leído, al co n trario , con
m ucho p la c e r; porque el burgués, aunque se había hecho se r­
vil por in terés continuó siendo, no obstante, p o r tem pera­
m ento y por m al hábito, m uy v itu p erad o r. R econoce la n e ­
cesidad de un poder fu e rte y capaz de p ro teg e r sus p riv ile­
gios económ icos co n tra las rebeliones de la v il m u ltitu d . Se
in clin a ante la d ic tad u ra m ilitar, adm itiendo, |a y !, que es
hoy la única bastante poderosa p ara defenderlo. P ero al m is­
mo tiem po la d etesta en el fondo de su corazón, porque
le ofusca en su liberalism o, en su van id ad y porque acaba
siem pre por com prom eter incluso sus in tereses, en nombre
y p o r la defensa de lo s cuales ex iste ; pues toda d ictad u ra
m ilita r debe culm inar necesariam ente en la guerra.
E l ideal de los burgueses, en todas p arte s invariablem en­
te es el m ism o: es el sistem a rep resen tativ o liberal, cons­
titu id o en m onarquía p arlam en taria o aun en república fe ­
deral, como en los E sta d o s U nidos y en S uiza: esto es,
250 OBRAS DE M I C u E L BAKtfNlN

nom brando las cosas por su nom bre, la lib ertad política,
real para las clases posesoras, ficticia para las masas po­
pulares, y fundada sobre el som etim iento económ ico de
estas últim as. Un sistem a excelente y beneficioso para
la clase burguesa, como se ve, pero que no puede m an­
ten erse m ás que en los países en que la m asa de los traba­
jadores es bastante p ru d en te y bastante resignada o bas­
ta n te generosa para sen tirse o rgullosa de llevar la lib ertad
de otro sobre sus hom bros de esclava.
T a n pronto como las aspiraciones y las ideas con trarias
com ienzan a p en etrar en las m asas; desde el m om ento en
que esos m illones de trab ajad o res de la in d u stria y de la
tierra, fatigados por su papel pasivo, y no queriendo servir
ya de pedestal a la lib ertad , a la civilización y a la hum ani­
dad de las m inorías privilegiadas, com ienzan a reclam ar to ­
dos los derechos hum anos para ellos tam bién, y se m uestran
d ispuestos a conquistarlos, en caso de necesidad, p o r la
fuerza, todo el sistem a del liberalism o burgués se derrum ­
ba como un castillo de naipes. Su hum anidad se tra n sfo r­
ma en fu ro r; lo hemos visto en ju n io de 1848, y se nos p re­
senta en todas p artes h o y ; y su resp eto por los derechos
del prójim o, su culto a la lib ertad , d ejan el puesto a la
rep resió n feroz. E l liberalism o político de los burgueses
desaparece, y al no h allar en sí mismo ni los m edios ni la
fu erza para rep rim ir las m asas, inm olándose en beneficio
de la conservación de los in tereses económicos de la b u r­
guesía, deja el puesto a la d ictad u ra m ilitar.
T a l fué la causa del triu n fo , in au dito y fatal, de L uis
B onaparte en 1848. T h iers y J u lio F avre deben saberlo bien,
p u esto que a él co n trib u y ero n m ás que nadie. T a l es hoy
ig ualm ente el secreto de los triu n fo s no m enos in au d ito s y
fatales del Rey de P rusia. E l señor de B ism arck lo sabe tan
bien como Ju lio F avre y T h iers, y por eso mism o cree ju g a r
con seguridad. C uenta prin cip alm en te con la cobardía in te ­
resada y con la traició n la ten te de la burguesía fran cesa;
y espera, con una gran ap arien cia de razón, que los mismos
m iem bros del Gobierno de D efensa N acional sean lo dem a­
siado burgueses y estén lo su ficientem ente interesados en la
conservación de los p riv ileg io s económ icos de la clase pose­
sora, para no oponerse a la invasión, lo único que puede
d etener, aplastar a la revolución social.
CARTA 251

N ada más cómico y m ás sin g u la r que los argum entos em­


pleados por la prensa radical, los periódicos m ás republica­
nos de la burguesía, para p red ic ar al pueblo de los tr a ­
bajadores la paciencia, la resig n ació n y el re n u n ciam ien to :
“V ed —dicen estos rep ublicanos y estos p a trio ta s en tu sias­
tas, redactores asalariados de la prensa burguesa—, cono­
cemos m uy bien los sen tim ien to s de esa clase respetable,
de la que somos fieles rep resen tan tes. Su rep u b lican is­
mo y su patriotism o, si tien en republicanism o y p a trio ­
tism o, no están más que en la su p erficie. Sus preocupa­
ciones serias, su in terés suprem o, son invariablem ente los
mismos, constituyen la única base de su p atrio tism o , es de­
cir, la conservación y el crecim iento de sus bienes m ate­
riales, la explotación p riv ileg iad a del trab ajo nacional y
de todas las transacciones pecuniarias, del com ercio y de
la in d u stria del país. Si la dejáis gozar tranquilam ente, será
v u estra amiga, y tan p atrio ta como podáis desear, pa~
trio ta h asta el punto de privarse de vu estro trab ajo y de
enviaros a m orir por la patria. P ero por poco que la in ­
q u ietéis en el goce exclusivo de la riqueza nacional p ro ­
ducido exclusivam ente, es verdad, por el trab ajo de vues­
tra s manos, se volverá resu eltam en te contra vosotros. De
lo que la burguesía tien e necesidad para conducir a buen
fin sus pequeños asuntos, es de la tran q u ilid ad pública,
del orden público, condiciones esenciales del cré d ito ; de
un gobierno razonable y fu erte, ejercid o exclusivam en­
te en su provecho; en fin, de la paciencia y la absoluta
sum isión del proletariad o , cuyo trab ajo la enriquece. A co r­
daos de todo eso y con tinuad p acientem ente dejándoos es­
quilm ar p o r ella. E n nom bre del p atrio tism o y en nom bre
de la República, os suplicam os que no m urm uréis y que no
os m ováis; que os d ejéis d irig ir, gobernar p o r los señores
burgueses, nuestros patronos y los vuestros, aunque veáis
que m ien tras os envían a todos v osotros a la m uerte
reh ú san ellos sacrificar un cén tim o ; aunque com pren­
d áis que su gobierno y su d irección son fa ta le s al pueblo.
P orque si os movéis o p ro fe rís sólo una am enaza, serán ca­
paces, no sólo de ren u n ciar a esta R epública que no am an ya
y que aceptaron por necesidad, sino de en tre g a r el p aís a
los prusianos.”
E n efecto, ¿no ís notable que en el seno de esa prensa re-
252 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

publicana burguesa qu ed en nombre de la R epública y del


patriotism o, exige hoy al pueblo todos los sacrificio s p osi­
bles y aun im posibles, no se haya elevado una sola voz para
exigir, en nom bre de esa misma p atria y de esa misma R epú­
blica, el m enor sacrificio de los burgueses? Porque ninguno
de esos republicanos exaltados, que llenan con su ardoroso
p atriotism o las colum nas de la prensa radical, ha tenido el
valor o la idea de decir a los b u rg u eses: "Sois avaros y tr a i­
dores. F ran cia se encuentra en peligro de esclavitud y de
m u e rte; no puede ser salvada más que por una form idable
sublevación popular. P ero una sublevación desarm ada se­
ría im p o ten te; se necesitan m uchas arm as y m uniciones;
y para com prarlas y fabricarlas, lo mismo que para o rg a­
n iz a r y hacer m archar ese inmenso ejército popular, es pre-
ciso m ucho dinero. Ese dinero lo retenéis en vuestros bol­
sillos. E n nombre del patriotism o y de la República, en nom­
bre de la salvación de Francia, os requerim os a que le ha­
gáis ver la luz."
¿O por qué no le dicen esto ?: “Cesad de oprim ir al
pueblo y de explotar inicuam ente su trabajo. ¿N o véis que
al obrar así os enajenáis la fe y las sim patías populares y
os atraéis el odio irreconciliable de ese pueblo, vuestro
aliado tan ú til en el siglo pasado, y. sin el concurso
presente del cual no habríais llegado a la posición que
ocupáis ahora? E l señor León Gambetta, n u estro m aestro,
p retende que vosotros los burgueses sois los herm anos
m ayores del proletariado, sin duda desde el p u n to de vista
de la civilización, del sentim iento m oral y del desenvolvi­
m iento su p erio r de las ideas dem ocráticas y republicanas.
O brad, pues, como deben hacerlo los herm anos m ayores;
predicad con el ejem plo; sacrificaos y sacrificad al m enos
u n a parte de esos intereses que os son más caros que la vida,
aunque no sea más que una pequeña porción de v uestros in -‘
tereses m ateriales, p ara poner fin a ese odio desgraciado y
fa ta l que amenaza la lib ertad y h asta la ex isten cia m ism a
de v uestra patria. R ecordaos de la terrib le lección de junio
de 1848. E l fu ro r que habíais m anifestado contra el p ro le­
tariado en ju n io m ató la R epública tre s años m ás tarde, en
diciem bre. P rocediendo cruelm ente contra el pueblo, creas­
te is la dictadu ra inm unda de N apoleón I I I . ”
¿P o r qué no r e c o m ie n d a la p ren sa radical a los burgueses
CARTA 253
que ten g an confianza en el pueblo? ¿ P o r qué no les dice
que p aralizar por todos los m edios el arro jo popular, la
sublevación en masa y el arm am ento del pueblo, su o rg an i­
zación espontánea para la salvación de F rancia, como lo ha­
cen hoy, es en tre g ar F ran cia a los prusianos? ¿P o r qué
no les aconseja que abdiquen por fin, dado que su com­
prensión de la situación es nula y que su poder de acción es
débil? ¿ P o r qué no les estim ula en nom bre de la salvación
de F ran cia a en tre g ar al pueblo, el único p a trio ta verdade­
ro que queda hoy en F rancia, el cuidado de la organización
y de la dirección de la defensa nacional?
|A h !, es que los redacto res de todos esos periódicos rep u ­
blicanos en apariencia, pero en realidad com pletam ente
burgueses, saben m uy bien que la burguesía no tiene h u ­
m or para dejarse decir sem ejantes verdades. Conocen tan
bien a esa burguesía cuyos intereses y p reten d id o s d ere­
chos defienden, que no tien en esperanza nin g u n a de con­
vencerla. Saben que en los “herm anos m enores”, en el pue­
blo, h ay bastante pasión generosa para que, al hablarles de
la p a tria y de la R epública, se pueda llevarles al olvido y al
sacrificio de sus intereses más caro s; pero que en los “h e r­
m anos m ayores” de la civilización m oderna, en esos b u r­
gueses que se apoderan de todo y que, aprovechándose de
todo, tra ta n de explotar ahora hasta la catástro fe que afec­
ta al país, no queda ya o tra pasión que la pasión del lu cro ;
que si se les hablase de ju stic ia y de la necesidad de sacri­
ficar una p arte de su fo rtu n a —adq u irid a por los m edios co­
nocidos—, a la liberación de esta p atria —que no se m ostró
nunca sino como una m ad rastra para el pobre segundón,
el pueblo, pero que fué siem pre p ara ellos una m adre de­
m asiado generosa—, estos buenos b urgueses se encoleriza­
rían de ta l m anera, que, para no escuchar m ás la repetición
de sem ejantes cosas, serían capaces de en treg arse con su pa­
tria a los prusianos.
T a l es hoy, en efecto, la verdadera m edida del p a trio tis­
mo y del republicanism o de estos herm anos m ayores de la
civilización, los burgueses. E s preciso, pues, estar v erdade­
ram ente dotado de una gran capacidad de ilusión o de un
fu erte esp íritu de m e n tira ; es preciso ser un so fista o estar
ciego para buscar los fundam entos de la nueva R epública o,
para servirm e de las expresiones del propio G am betta, "de ¡a
254 OBRAS DE MIGUEL B A RV NI N

R epública a la v e z racional y positivista", en la conciencia


y en la acción gubernativa de la burguesía actual. R oche­
fo rt no cayó en este defecto, o más bien desdeñó hacer
uso de u na m en tira tan b u rd a; y precisam ente en eso con­
sistió, a los ojos de todos los dem ócratas sinceros, su
m érito. P e ro esa fué tam bién la causa p rin cip al de la ani­
m osidad innegable de todos los republicanos burgueses con­
tra él.
D esde el p rim er día de su entrada en P arís, R ochefort
se habia m ezclado resueltam ente con el pueblo, abrazó sus
intereses, sus aspiraciones y sus derechos con una pasión
que pareció sin cera a todo el mundo. ¿ E ra socialista? P ien ­
so que él mism o se hubiese visto muy em barazado para res­
ponder a esta preg u n ta. Se dice que un día confesó que no
sabía absolutam ente nada de socialismo, pero que se sentía
con la m ejor vo lu n tad para estudiarlo y p ara tran sfo rm ar­
se en un excelente socialista en poco tiem po. E l hecho es
que en el periódico que fundó, La M arsellaise, no ha escrito
una sola palabra que tuviese relación con las cuestiones so­
ciales; pero sop o rtó que hablasen otros, y para la época que
corría, era ya mucho.
L o que dem ostró más que nada la sinceridad de Roche­
fo rt, fué su aceptación franca y com pleta del m andato im~
perativo que había sido com batido tan form alm ente hace
ochenta años, p o r M irabeau, el verdadero fundador de la
potencia de la burguesía y que destruye, en efecto, en su
raíz principal, lá dom inación política de esa clase. Porque
desde el m om ento en que los delegados del su frag io un iv er­
sal puedan ser revocados en todo m om ento por sus electo­
res, no co n stitu y en ya una asamblea soberana, sino una re^
unión de dependientes populares. Se transform an efectiva­
m ente en delegados del pueblo y cesan de gobernarlo como
si fuesen sus señores.
A ceptando el m andato im perativo, R o ch efo rt dió una es­
pecie de bofetada a todos los rep resen tan tes de la demo­
cracia en el C uerpo legislativo. F ren te a la dem ocracia, es
decir, al gobierno del país por el pueblo, sólo él conservó
una posición sincera y seria; continuaba siendo su fiel y
escrupuloso servidor, en el seno del Cuerpo le g isla ti­
vo, como lo había sido en el mom ento de su elección;
m ientras que los demás no habían solicitado y obtenido la
CARTA 255

confianza del pueblo soberano más que para erig irse inm e­
diatam ente, por el hecho de su irresp o n sab ilid ad y de su
irrevocabilidad, en sus amos.
No podía, pues, haber nada de com ún en tre R o ch efo rt y
los otros republicanos del Cuerpo legislativo. E xcepto Ras-
pail, que no lo abandonó nunca, todos lo con sid eraro n y lo
tra ta ro n como un enem igo, y nadie fué tan dichoso como
G am betta, me im agino, el día en que, abandonado cobarde­
m ente por toda la izquierda y entregado a las venganzas de
la ju stic ia im perial, fu é encarcelado. R ochefort, m enos por
su ta len to que por su posición francam ente popular, los
eclipsaba y aniquilaba a todos.
Desde su encarcelam iento hasta su liberación por el pue­
blo, no se oyó, naturalm en te, hablar más de él. Y desde su
instalación en el P oder por la voluntad d irec ta del pueblo,
no ha dicho ni hace nada que pueda hacer suponer que ha
encontrado en sí mism o un pensam iento y una voluntad. Se
dice que se ocupa ahora, con su am igo F lourens, en la cons­
tru cció n de barricadas de un nuevo género. E sto es muy
m erito rio de p a rte de F lo u ren s que, no ten ien d o o tra mi­
sión que cum plir, cum ple con su deber al en treg arse por
entero a la defensa de P arís. Pero es dem asiado poco para
un m iem bro del G obierno de D efensa N acional elegido
d irectam ente por el pueblo con el m andato im perativo de
salvar al país. E s preciso, pues, convenir que la im por­
tancia e x tra o rd in aria concedida durante alg ú n tiem po a
la persona de R ochefo rt, ha sido más bien producto de
una serie de circunstan cias excepcionales y de una po­
sición del todo p a rtic u la r de ellas resu ltan te, que de su
valía personal, Y por fin llegam os a la conclusión de que,
exceptuado el general T rochu, cuya m isión por o tra parte
se lim ita a la d efensa de P arís, no hay en ese desgraciado
G obierno de D efensa N acional un solo hom bre capaz de
gobernar a F rancia, hoy, como no sea León G am betta.
G am betta ha seguido una línea p erfectam en te opuesta a
la de R ochefort. M ientras que este ú ltim o quiso ser tan
sólo el fiel rep resen tan te del pueblo, G am betta estudió
el modo de no rep resen tar más que a la clase b u rg u e­
sa. E s un hom bre dem asiado bien educado p ara no detestar
desde el fondo de su alma cuanto se asem eje a un m ovi­
m iento popular. Su natu raleza delicada, elegante, se rebe­
256 0R R 4S DE MIGUEL BAKUNIN

la al rudo contacto del pueblo, al son de su voz bronca.


G am betta tiende a pasar por un hombre de buena sociedad
y por un hombre de E stado ante todo, y desde el p u nto de
v ista de esta sociedad, tan to como del Estado, las bajas cla­
ses que componen la vil m u ltitu d están hechas para obe­
decer, para dejarse gobernar y no para m ezclarse d irecta­
m ente en los negocios del E stado. Así, a pesar de to d a su
prudencia y de su tacto generalm ente apreciado, no supo
ni callar ni enm ascarar la rep u lsió n profunda y el desdén
que experim enta en presencia de las aspiraciones utópicas
y de las pretensiones arrogantes del populacho moderno.
Lo repito, Gam betta es el antípoda de R ochefort. T ienen
esto de com ún; que uno y otro ignoran igualm ente las ne­
cesidades actuales del pueblo; con esta diferencia enorm e:
que R ochefort se esforzó al m enos por com prenderlas, sin
duda para buscar los m edios de satisfacerlas, m ientras que
G am betta, im pulsado por su tem peram ento a la vez de a r ­
tista y de burgués, como por el principio que adoptó en ca­
lidad de base de su política, parece que tiene el propósito
de ignorarlas siem pre.
D esde que Gam betta se m anifestó por su prim era req u i­
sito ria elocuente contra el Im perio, estudié con un cuidado
escrupuloso, no sus actos —eso me hubiese sido difícil,
puesto que hace trein ta y cinco días que es el miena-
bro más im portante, y, como lo afirm a todo el mundo, el
m ás activo del Gobierno de D efensa N acional ( 1 ) y no
ha realizado hasta aquí un solo acto serio— , sino todos los
discursos que ha pronunciado, sea en M arsella, sea en P a ­
rís, sin olvidar la famosa carta que dirigió al Progrés de
L y o n : contienen la intención evidente de hacer conocer al
m undo su profesión de fe política.
E s preciso hacerle ju stic ia ; en todas estas m anifestacio­
nes de su pensam iento, se expresó con una decisión tan cla­
ra y tan pura, que es im posible in terp reta r mal la línea po­
lítica que se propone seguir. H aciéndose tal vez ju sticia, y
com prendiendo que no puede haber nada de común en tre
los sentim ientos que anim an y las pasiones que viven en
(I> Guillaume hace observar que, según esta frase, Bakunin habría escrito
esto el 9 de octubre. Pero anteriorm ente habló de la toma de Orleans, que tuvo
lugar t i 11. Tal vez se explique esta Incongruencia por el hecho de que la
toma de O rleans h u b iicc Uceada prem aturam ente en forma de rumor a Marsella.
(N ota del traductor,)
CARTA 257

el seno de las m asas populares, no se tom a la m olestia de


co nvertir y de p ersu ad ir al pueblo. T o d a su propaganda se
d irig e exclusivam ente a los burgueses. Deseoso de m ere­
cer la reputación de hom bre positivo y serio, no apela a sus
sentim ientos, esto sería dem asiada in g en u id ad en é l ; no, se
d irige exclusivam ente a sus intereses.
G am betta se ha dado por m isión especial d em ostrar a la
burguesía, por m edio de com paraciones h istó ricas y de ci­
fras, que el régim en republicano es el único capaz de ase­
g u rar el orden, la seguridad, la estabilidad. “ Si hay un a r­
gum ento —ha dicho en su discurso de M arsella— an te el
que se rinden hasta los in d iferen tes, es el argum ento de sus
intereses. P ues bien, los in tereses m ateriales, la prosp¿> i dad
m aterial, los buenos negocios, no se hacen m ás que bajo los
gobiernos lib re s /’
E sto es p erfectam en te ju s to ; sólo que G am betta, en este
discurso como en todos los demás, olvida siem pre decir de
qué género de pro sp erid ad y de intereses m ateriales quiere
hablar. Si es de la p ro sp erid ad y de los intereses ex clu si­
vos de In g la te rra y de los E stad o s U nidos de América, que
son los países más lib res del m undo, dem uestra que nada
contribuye tanto al desenvolvim iento de la revolución y de
la riqueza de los burg u eses como la lib ertad política.
P o r lo demás, nada es m ás n atural. E n esos países donde
la voluntad de un solo individuo, presid en te o soberano, no
significa absolutam ente n ad a; donde las leyes, lo mismo
que las grandes m edidas de gobierno o de ad m in istra­
ción, son producto del voto perfectam ente libre de los
representantes legítim os del país; donde no hay m ono­
polio ni privilegio para nadie, sino protección igual de
la ley para todos los ciudadanos que posean sea una
propiedad, sea un capital cualquiera, con la única ex clu ­
sión de los que, no poseyendo nada más que su capacidad
de trabajo y la fuerza de sus brazos, están obligados a so­
m eterse librem ente al yugo de los cap italistas y de los p ro ­
p ietarios que, explotando una y otra, les dan generosa­
m ente la posibilidad de no m orir de ham bre; en estos paí­
ses donde la com petencia absolutam ente libre es la que
reg ula únicam ente todas las transacciones financieras, co­
m erciales e in d u striales, la producción de las riquezas debe
258 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

acrecen tarse y se acrecienta en efecto con una rapidez asom ­


brosa.
H e aquí un punto en que rae en cu en tro perfectam ente de
acuerdo con Gambetta. P ero hay o tro p u n to no m enos im­
p o rta n te y sobre el cual el elocuente abogado, sea por p ru ­
dencia, sea por ignorancia, guarda un absoluto silencio. E s
el de la ju sta repartición de las riquezas producidas por el
trabajo nacional.
E n estos mismos países, tan adm irados a causa de la li­
b ertad política que tienen la dicha de gozar, lo mismo que
en los demás, países de E u ro p a donde la in d u stria m oder­
na, fundada exclusivam ente sobre la com petencia y sobre
la lib ertad absoluta de las transacciones com erciales, ha ad­
q u irid o un vasto desarrollo, aun reconociendo el crecim ien­
to ráp id o de la riqueza nacional, la estadística m oderna ha
com probado al mismo tiem po dos hechos deplorables y que
se reproducen siem pre y p o r doquier, con una constancia,
¡qué digo!, con una p rogresión ta n to más am enazadora
cuanto que no son productos de circunstancias exteriores,
pasajeras y fo rtu itas, sino consecuencias necesarias y fa­
ta les de la organización económ ica de la sociedad actual.
E n prim er lugar, se ha com probado que, a m edida que la
riqueza nacional aum enta, lejos de d ifu n d irse sobre un ma­
y o r núm ero de personas, tiende, al co n trario, a co n cen trar­
se en las m anos de algunos dichosos, cuya riqueza ya exce­
siva aum enta cada día, p ero cuyo núm ero dism inuye casi
en la misma proporción. E ste es un efecto fatal de la com­
petencia. Los grandes capitales m atan a los pequeños capi­
tales. E l gran comercio y la gran in d u stria ahogan el co­
m ercio y la in d u stria en pequeña escala, auir el comercio
y la in d u stria de los burgueses de fo rtu n a m ediana, y arro ­
ja n a unos y a otros hacia el pro letariad o .
A l mismo tiem po, se ha com probado otro hecho m ás de­
so lad o r: que el aum ento progresivo de las riquezas nacio­
nales, lejos de m ejorar la situación de la clase obrera, no
lo g ra sino em peorarla más, haciéndola cada vez más depen­
d ien te y precaria.
Yo sé que los econom istas burgueses pretenden ju s ta ­
m ente lo contrario. Según sus teorías, las mism as que sin
d u d a dieron nacim iento a las ilusiones políticas de Gam-
b etta, el m ejoram iento de la su erte del pro letariad o debe
CARTA 259

derivarse directam ente del aum ento de la pro sp erid ad b u r­


guesa. P ero los hechos son los hechos, y como tales serán
siem pre m ucho más persuasivos y m ucho más, concluyen-
tes que todas las teo rías que se les opongan. Los hechos,
con una elocuencia co n tra la que n in g ú n sofism a de la doc­
trin a económ ica podría prevalecer, nos m uestran la situ a ­
ción de las clases obreras de E u ro p a em peorando en la m is­
ma proporción del crecim iento de la riqueza de la b u r­
guesía.
C onsiderad a In g la te rra , por ejem plo. C iertam ente, es un
país donde la in d u stria y el com ercio han hecho, durante
estos últim os cincuenta años, los m ás inm ensos progresos,
y donde la riqueza nacional creció en la p roporción más
m aravillosa. B ien ; la condición de la clase obrera, ¿ha
m ejorado? ¿ E s m ayor el b ien estar de los trab ajad o res que
en los otros países? De n in g ú n modo. Al co n trario , las in ­
vestigaciones oficiales ordenadas por el P arlam en to inglés
y ejecutadas por los com isarios con la severidad más con­
cienzuda, han reconocido que hay, en este país tan rico,
u n núm ero m ayor que en otra p arte de trab ajad o res capa­
ces y que no piden m ás que ganarse el pan po r el trabajo,
que m ueren literalm en te de ham bre por falta de éste; que
en L ondres sólo hay m ás de cien m il seres hum anos que
no saben hoy de qué y cómo van a viv ir m añana; que en
una m u ltitu d de in d u strias, y sobre todo en los campos, el
trab ajo es tan exorbitan te y tan mal retrib u id o al mismo
tiem po, que la m ayor p arte de los trab ajad o res, m al alim en­
tados y carentes de todos los m edios para viv ir hum ana­
m ente, se agotan en pocos años, m ueren en una proporción
espantosa, o se invalidan para ganarse la vida p o r el trabajo
m ucho antes de que lo im ponga la edad; que, en fin, en
las in d u strias m ejor retrib u id as, las crisis com erciales, ha­
ciéndose m ás y más frecu en tes y m anifestándose no ya
como catástro fes im previstas, causadas p o r algún acon­
tecim iento exterior, sino como un mal crónico, inh eren te
al sistem a económico rein an te en la producción actual,
condenan a m enudo decenas, ¡qué digo!, centenares de
m illares de trab ajad o res a la más. te rrib le de las m uertes, a
la m uerte por el ham bre. E n F rancia, en B élgica, en A le­
m ania, en los E stados U nidos de A m érica incluso, ese país
ideal y clásico de la lib ertad política, en todas partes don­
260 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

de hay un desenvolvim iento rápido de la in d u stria y del


com ercio, se reproducen los mismos hechos con una p ersis­
tencia y una reg u larid ad desoladoras. De su erte que es pre­
ciso ten er toda la m ala fe de los econom istas de la b u rg u e­
sía, o bien la ignorancia ordinaria de los abogados en todo
lo relacionado con la economía social, p ara atrev erse a
d ecir que la prosperidad burguesa debe te n e r por conse­
cuencia' necesaria el bienestar del proletariado.
A l contrario, todos los hechos m odernos dem uestran que
la una excluye a la o tra absolutam ente, porque toda esa
gran prosperidad de la clase burguesa no está fundada más
que sobre la explotación despiadada, inicua, de la m iseria
del proletariado. No es d ifícil probarlo. L a com petencia
obliga a los cap italistas productores, o más bien a los ca­
p ita lista s explotadores del trabajo p ro d u cto r de la masa
obrera, a vender los productos de su trabajo al m ás bajo
precio posible. Se recobran, es verdad, en la cantidad de
los productos, lo que íes obliga a p ro du cir siem pre y mu­
cho, aun cuando no estén seguros de h allar u n m ercado para
sus artículos, y conduce necesariam ente a dos consecuen­
cias fata les: prim ero a esas crisis com erciales, efectos n a­
tu ra le s de la superproducción y que dejan sin trab ajo y sin
pan a decenas de m illares de trabajadores, y luego al aplas­
tam iento sistem ático y creciente de la pequeña in d u stria y
del pequeño com ercio p o r las grandes em presas in d u stria ­
les, com erciales, financieras;
P ara vender su m ercadería al más bajo precio posible,
los capitalistas explotadores están obligados a d ism inuir
los gastos de producción. E l salario que reciben los obreros
co n stitu y e la p arte más im portante, en general, de esos gas­
to s ; de ahí esa tendencia obstinada de todos los patronos
y fabricantes del m undo a dism inuir la ta rifa de los sala­
rios. D esgraciadam ente, m uy a menudo el obrero se ve fo r­
zado a aceptar esa dism inución —bajo pena de verse con­
denado al ham bre con su fam ilia—, no obstante ser su sa­
lario prim itivo apenas suficien te para v estirlos y alim en­
tarlos.
E n la organización económica de la sociedad actual, el
tra b a jo es considerado como una m ercadería cuyo valor está
subordinado a la ley general de la o ferta y la demanda. Y,
en la m ayoría de los casos, al crecer siem pre la población
CARTA 2C1

y con ella la m iseria, la o ferta de esa m ercadería Bupera a


la dem anda. A prem iados por el ham bre, I ob desgraciados
obreros se ven forzados a hacerse m u tu a com petencia, d is­
m inuyendo algunas veces hasta los lím ites de lo im posible
el precio de su trab a jo agotador, aplastador.
Sucede con frecuencia que una in d u stria es próspera. Sus
productos son m uy dem andados. E n to n ces aum enta su p ro ­
ducción y reclam a un núm ero m ayor de obreros, que atra e
po r el aum ento del salario. Es u n m om ento de pro sp erid ad
rela tiv a para los pobres obreros. P ero, ¡ay!, un m om ento
bien corto, porque el alza del salario que atrae cada vez m ás
obreros llega m uy pronto a la ho ra fa ta l en que la o ferta del
trab a jo su p era a la dem anda, y entonces la ta rifa del sala­
rio com ienza a bajar, acaba por volver a caer algunas veces
h asta m uy por debajo de su nivel precedente.
E s, en fin, una ley económica, p erfectam ente dem ostrada
y aceptada como cierta por todos los econom istas concien­
zudos, que nunca ía tarifa del salario se eleva por encim a,
n i queda m ucho más bajo de lo que el obrero debe gastar
diariam ente para no m orir de ham bre; porque si se eleva,
a l o frecer su trab ajo la afluencia de los trabajadores, lo
hace recaer m uy pron to , y, por el co n trario, cuando el sa­
lario es in su fic ien te p ara p erm itir al obrero p ro cu rarse to ­
dos los objetos indispensables a la ex isten cia de un hom bre
civilizado, los trabajad o res se ven víctim as de su frim ien ­
tos, de inanición, de enferm edad y de m uerte, lo que, d is­
m inuyendo su núm ero, hace, elevar necesariam ente la ta ri­
fa del salario.
T ales son las leyes económ icas que d eterm inan la situ a ­
ción de los trab ajad o res en los países más civilizados y más
p róspero s de E u ro p a y del mundo. R esu lta evidentem ente
e s to : que los progresos de la civilización burguesa y del
desenvolvim iento progresivo de la in d u stria y del com ercio
no im plican de n in g ú n modo el m ejoram iento de la s itu a ­
ción m aterial y m oral de las m asas ob reras; al co n tra­
rio, abren en tre el m undo b u rg u és y el m undo obrero
u n abism o que se hace cada día m ás pro fu n d o y m ás vas­
to, estando la prosperid ad creciente del prim ero fundam en­
ta d a sobre la m iseria proporcionalm ente creciente del se­
gundo.
R esulta tam bién e s to : que en los países p o líticam ente más
262 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

dem ocráticos, en los más libres, tales como In g laterra, B él­


gica, Suiza y los E stad o s U nidos de A m érica, la lib ertad
y los derechos p o líticos de que parecen gozar ios trab a ja­
dores no son más que una ficción. Esclavos de sus patronos
desde el pun to de v ista económico, son desde el p u n to de
vista político igualm ente esclavos. No tienen ni la in s tru c ­
ción, ni el tiem po, ni la independencia necesarios para e je r­
cer librem ente y con pleno conocim iento de causa sus de­
rechos de ciudadanos. T ienen, en los países más dem ocráti­
cos, gobernados por los elegidos del sufragio universal, un
día de reinado, o m ás bien un día de satu rn ales: es el de
las elecciones. E ntonces, los burgueses, sus opresores, su#
explotadores de cada día y sus amos, van con el som brero
en ia mano a hablarles de fratern id ad , de igualdad, lla­
m ando al pueblo soberano, del cual no son ellos, los b u r­
gueses, m ás que los hum ildes servidores, los rep resen tan tes
de su voluntad. Pasado ese día, la igualdad y la fra te rn i­
dad se van en humo, los b u rg u eses vuelven a ser burgueses,
y el proletariado, el pueblo soberano, queda esclavo.
T al es la pura verdad sobre el sistem a de la dem ocracia
representativa tan decantada por los burgueses radicales,
aun cuando esté corregido, com pletado, desenvuelto con
una iniención popular por el referéndum o por esa "leg is­
lación directa deí pueblo” tan ensalzada por una escuela
alem ana que sin razón se llam a socialista (1). D esde hace
dos años poco más o menos, el referén d u m ha sido in tro d u ­
cido en la con stitu ció n dei cantón de Z urich, y hasta ahora
ha dado resultados com pletam ente nulos. E l pueblo es lla­
mado a votar por u n sí o por un no todas las leyes im por-
(1) En el IV Congreso general de la Internacional, en B asilea, celebrado
un año antes, algunos delegados de lengua alemana habían propuesto que se
pusiera en el orden del día del congreso la cu estión ds la iegislación d ire c ta por
el pueblo. Eca cuestión había sido prom ovida por Carlos Bürkly y la sección de
Zurich. Los zuriqueses, que acababan de introducir (1868) el referéndum en su
constitución, se figuraban fácilm en te que habían encontrado con él un m edio
capaz de resolver todas la s cuestiones sociales, y era natural que quisieran
participar a la Internacional ta.i herm oso descubrim iento. A los de Zurich se
añadieron otros demócratas burguesez, como el ceñor Goegg, que quieren a todo
precio adormecer el proletariado y desviarlo de la revolución y que serían m uy
fe lic e s de ofrecerle la leg isla ció n directa a modo de juguete; además, el nuevo
Partido S ocialista Alemán, d irigido por Liebhnecht, que,., quiere preludiar la
revolución social con la agitación p o lítica ; en fin, un inocente m aníaco, R it-
lin g h Ausen, que hizo de la leg isla ció n d irecta su fe y el único objeto de su
vit*a, que ya en 18494 con Considerant, había luchado en Francia por esa idea,
con más valor que éxito, y que después ¿e vein te años vuelve todavía a la carga.
( L e P rogrés, de L ocls, 18 de sept. 1869). El Congreso de B asilea rehusó poner
la cuestión en el orden del día (G uillaum e).
CARTA 263

íantes que le son presen tad as por los cuerpos re p re s e n ta ti­


vos. Se podría concederle la in iciativ a de las proposicio­
nes; sin que la lib ertad real ganase la m enor cosa, porque
m ientras el pueblo quede económ icam ente esclavizado, ca­
reciendo de independencia, de tiem po y aun de in te ré s por
las cuestiones que se proponen a su deliberación, será un
esclavo en política y co n tin u ará adaptándose a las obsesio­
nes burguesas que pesarán en su voto.
T al es la pura verdad sobre ese su frag io u niversal de que
G am betta no puede hablar sin dejarse llevar p o r una ex alta­
ción com pletam ente ju v e n il: “ E l su frag io u n iv ersal —g ritó
en medio de su discurso en M arsella— es un in stru m en to
de precisión de la soberanía del pueblo, su modo de acción,
su escudo, su espada, su palanca, porque no se sabría acu­
m ular sobre el sufragio universal los ep íteto s bienhechores,
no se sabría decir hasta qué p u n to ese su frag io que, en un
mom ento de desfallecim iento y de terro r, tal vez, no p resta
más que un servicio pasajero, pero que lleva en su seno los
destinos úe la p a tria ( 1 ) ; por el su frag io serem os una
dem ocracia plebeya, com pleta [es decir burguesa, explo­
tadora del trab ajo del p ro letariad o como en S uiza y en los
E stados U nidos de A m érica] con vastas filas que no se
detendrán en nin g u n a parte [con perdón, señor, m ien­
tras la sociedad esté o rganizada económ icam ente como lo
está hoy, su dem ocracia, como en los países que acaba de
citar, se d eten d rá allí donde acaban ios ex p lo tad o res y co­
m ienzan los explotados por el trab ajo nacional] y no es
con esa especie de so fistificació n que consiste en decir, d u ­
ran te todo el térm ino que du ren las explicaciones guberna­
m entales, que se puede re u n ir en un salón, pero no en una
g ranja. E sta palabra es una palabra profunda. Q u ieren la
dem ocracia para sentarse, no para trab ajar. De ahí la de­
m ocracia para explotarla, pero no p ara obedecerla. Puea
bien, las dem ocracias están hechas para m andar, porque tie ­
nen a la vez el núm ero y el derecho.”
H e ahí por fin una buena palabra, señor abogado; mas,
p ara que esa palabra sea sincera, es preciso que su dem ocra­
cia sea una dem ocracia socialista, y u sted no se preocupa

(1) Bakunin parece haber citad o de m emoria esta s frases de Gambetta o


suprim ido algunas palabras, pues el sentido do esta frase, por ejem plo, oe in ­
com pleto. (N ota del traductor.)
OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

de n in g ú n modo de ello, ¿no es cierto, señor abogado? P o r­


que si usted lo quisiera, no habría prom etido a los burgue­
ses, en nombre del Gobierno Ubre, la continuación de sus
buenos negocios, es decir, la facultad de em bolsar todo el
producto del trabajo popular, menos la p arte m ínim a que
están forzados a abandonar a la subsistencia m iserable del
pueblo. P uesto que usted no quiere más que la democracia
política, la dem ocracia exclusivam ente burguesa, p erm íta­
me decirle que la palabra del Gobierno del Im perio que le
parece tan profunda es m ucho más sincera que la suya. P o r­
que, en fin, ¿no ha dicho con una franqueza cínica: "N os­
o tro s querem os explotar la dem ocracia en beneficio de la
d in a stía ? ” En tanto que ustedes, señores, quieren explotar
la dem ocracia en beneficio de la burguesía, en detrim ento
del pueblo y quieren, al mismo tiem po, que se les conside­
re rep resen tan tes serios de los intereses del pueblo.
U stedes son hoy, como siem pre, los abogados de los in te ­
reses exclusivam ente burgueses, y, desde este punto de v is­
ta, tienen mil veces razón, señores, al extasiarse ante el su ­
frag io universal que, m ientras la revolución social no haya
establecido las bases de una igualdad y de una lib ertad re a ­
les para todos, será ciertam ente el in strum en to más eficaz
de la dem ocracia burguesa, el m ejor medio de engañar al
pueblo, de adorm ecerlo y de dom inarlo, aun dándose el aire
de no querer más que una sola cosa: serv irlo ; el m ejor m e­
dio para asegurar, en nom bre de la libertad, esa prosperi­
dad de los burgueses, que se funda en la esclavitud econó­
m ica y social de las masas populares.
¿ Q uiere decir esto que nosotros, socialistas revolucio­
narios, no querem os el sufragio universal, y que preferim os
sea el sufragio restringido, sea el despotism o de uno solo?
De n in g ú n modo. Lo que afirm am os es que el sufragio u n i­
versal, considerado en sí mismo y obrando en una sociedad
sobre la desigualdad económica y social, no será nunca para
el pueblo más que una tram p a; que de p arte de los dem ó­
c ratas burgueses no será nada más que una odiosa m entira,
el instrum ento más seguro para consolidar, con una apa­
rien cia de liberalism o y de justicia, en detrim ento de los
in tereses y de la lib ertad populares, la eterna dominación
de las clases explotadoras y posesoras.
N egam os por consiguiente que el su frag io universal sea
CARTA

un in stru m en to del cual pueda serv irse’el pueblo para con­


q u istar la ju sticia o la ig u aldad económ ica y s o c ia l; p u est#
que, como acabo de dem ostrarlo, el su frag io u n iv ersal e je r­
cido por el pueblo al m arg en de las condiciones de. esa
igualdad y de esa ju sticia, en m edio de la desigualdad y de
las in ju sticias que rein an en la sociedad actual, en medio
de la dependencia y de la ig n o ran cia populares que son sus
resultados n atu rales y fatales, p ro d u cirá necesariam ente y
siem pre un voto contrario a los in tereses del pueblo y fa­
vorable solam ente a los in tereses y a la dom inación de los
burgueses.
P artien d o de eso, afirm am os que los llam ados dem ócra­
tas socialistas, que, en los países donde el sufragio u n iv er­
sal no existe a ú n ,se esfu erzan por p ersu ad ir al pueblo de
que debe conquistarlo ante todo, asi como hoy hacen los
jefes de la dem ocracia socialista en A lem ania, diciéndole
que la lib ertad p o lítica es la condición previa de su em an­
cipación económ ica, o bien son víctim as de un error
fu n esto o bien engañan al pueblo. ¿Ig n o ran realm ente
o p reten d en ap aren tar que ignoran, que esa lib ertad po­
lític a previa —es decir, que existe necesariam ente fue­
ra de la igualdad económ ica y social, puesto que debe­
rá p receder a esta últim a— será esencialm ente una liber­
tad burguesa, es decir, fu n d ad a en la esclavitud económ ica
del pueblo, y por consiguiente incapaz de p ro d u cir su con­
tra rio y de crear esa ig u aldad económ ica y social que im­
plica la destrucción de la lib ertad exclusiva de los b urgue­
ses?
E sto s extraños dem ócratas socialistas, ¿son víctim as de
un erro r o unos em busteros? H e ahí una cuestión m uy deli­
cada y que p refie ro no p ro fu n d izar. Lo cierto para mí, es
que hoy no hay peores enem igos del pueblo que los que
tra ta n de desviarlo de la revolución social, la única capa 2
de darle la lib ertad real, la ju stic ia y el b ien estar, para
a rra stra rlo de nuevo a las ex p erien cias engañosas de esas
refo rm as o de esas revoluciones exclusivam ente políticas,
de que fué siem pre el in stru m en to , la víctim a y el enga­
ñado.
L a revolución social no excluye de n in g ú n modo la revo­
lu ción política. A l con trario , la im plica necesariam ente,
pero im prim iéndole un carácter nuevo, el de la em ancipa­
266 OBRAS DE MIGUEL BAKUN1N

ción r e a l d e l pueblo d e l yugo del E stado. P uesto que


las in stitu cio n es y las autoridades p olíticas no han sido
creadas, en últim o resultado, más que para pro teg er y
g aran tizar los privilegios económicos de las clases po­
sesoras y explotadoras contra las rebeliones del p ro leta­
riado, es claro que la revolución social deberá d estru ir
esas in stitu cio n es y esas autoridades, no antes, ni después,
sino al m ism o tiem po que ponga su mano audaz sobre los
fundam entos económicos de la servidum bre del pueblo.
La revolución social y la revolución p o lítica serán, pues,
realm ente inseparables como deben serlo en efecto, pues­
to que la prim era sin la segunda será una im posibilidad,
un co n trasen tid o ; y la segunda sin la prim era una sim u­
lación.
La revolución política, contem poránea y realm ente inse­
parable de la revolución social —de la que será, por decirlo
así, la expresión o la m anifestación negativa—, no será ya
una transform ación sino una liquidación grandiosa del E s ­
tado, y la abolición radical de todas esas in stituciones po­
líticas y ju ríd icas que tienen por objeto el som etim iento
del trab ajo popular a la explotación de las clases p riv ile­
giadas. A l mismo tiem po que d estru irá la potencia econó­
m ica de los propietarios, de los capitalistas, de los p atro ­
nos, d estru irá la dom inación p o lítica de todos los llam ados
re p resen tan tes coronados o no coronados del Estado, des­
de los em peradores y los reyes hasta el últim o gendarm e o
g u ard ia ru ral, de todos los grandes y los pequeños cuer­
pos del E stado, de todas las clases y de todos los in ­
dividuos que —en nom bre de un poder fundado, para unos
sobre el derecho divino, y para otros sobre la elección po­
p u la r y sobre el su frag io universal, ciega o servilm ente
p racticad o por las masas, m alvadam ente explotado y ap ar­
tado de su fin por los explotadores de esas masas— se colo­
can an te ellas como señores y como amos. L a revolución
social b arrerá todas esas in stitu cio n es y todos esos re p re ­
sen tan tes de la etern a tiran ía, abierta o enm ascarada, no
para reem plazarla por otras, sino para d estru ir d efin itiv a­
m ente el principio de la soberanía, de la dom inación
y de la au to rid ad ; y el su frag io universal, actuando en me­
dio de esta revolución, ten iendo por p u n to de p artid a la
igualdad económica y social conquistada por ella, no te n ­
CARTA 267

d rá por objeto, como m uchos p reten d id o s socialistas lo im a­


ginan y lo esperan, la creación de un nuevo E stado y de un
nuevo gobierno político, que d arían a esa “v il m u ltitu d ”
nuevos am os; sino la organización am plia, procediendo de
abajo arriba, por la vía de una fed eració n libre de la li­
bertad y el trabajo de todos, pueblos, provincias, comunas,
asociaciones e individuos, sobre la base única de la igualdad
y de la fra te rn id a d hum anas.
T a l es el verdadero program a del socialism o revoluciona­
rio. E ste program a no es el p ro d u cto de una im aginación
o de un pensam iento aislado. E stá plan tead o fatalm en te por
la lógica de los hechos m odernos y p o r la fu erza mism a de
las cosas. S urge de la situación actu al y de las disposicio­
n es de los in stin to s y de todas las asp iracio n es de las m a­
sas obreras. No quieren ya gobierno, no tien en fe en n in ­
guna situación política. Se su bordinan a ella bien o mal,
por costum bre, y porque no ad q u iriero n todavía bastante
confianza en ellas m ism as para tom ar sus propios asuntos
en sus manos. P ero aunque co n tin ú en obedeciendo, detestan
hoy todo poder, sabiendo muy bien, p o r ex p erien cia y por
in stin to , que todo poder —cualquiera que sea la form a que
adopte, aunque proceda de esa cerem onia ilu so riam en te po­
p u la r que se llam a su frag io u n iv ersal— por la naturaleza
m ism a de su posición dom inante fre n te a las masas p o p u ­
lares, no podrá tener otra voluntad, o tra fin alid ad que
explotarlas.
P o r eso se ve a m enudo ex p resar al pueblo una pro­
funda desconfianza en relación a los defensores m ás celo­
sos de sus derechos. “ H ablan así — dice— porque no están
todavía en el P oder. P ero cuando estén en él hablarán de
o tro m odo." E l pueblo tien e razón, es la h isto ria etern a de
todos los am biciosos del P oder, y esa h isto ria se re p ite cada
día, con una m onotonía singular. H em os visto a J u a n B rig h t,
el célebre ag itad o r del pueblo inglés, declarar, en una carta
d irig id a a uno de sus electores, poco después de su e n tra ­
da en el m in isterio de G ladstone, “que sus electores no de­
bían asom brarse de n in g ú n modo de su cam bio de lenguaje
y de opinión. Que una cosa era pensar, sen tir, q u erer y h a­
b lar como m iem bro de la oposición, y o tra cosa pensar, h a ­
b lar y o brar como m in istro ” . La m ism a ad v erten cia in g e­
nua acaba de ser hecha, no hace m ucho tiem po, por un de­
268 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

m ócrata socialista m uy sincero, hasta m iem bro de la A so­


ciación In tern acio n al de los Trabajadores, transform ado,
por gracia de la República, en prefecto de uno de los depar­
tam entos más im p o rtan tes y más republicanos de Francia.
A un antig u o cam arada y am igo que quedó fu era de toda
oficialidad, y que le expresaba su asombro p o r verlo cam­
biar tan pronto de opinión, le respondió: “ Si estu v ieras en
mi puesto, am igo mío, h arías lo mismo. No he cambiado de
opinión, quiero siem pre lo m ism o; pero cuando se ocupa
una posición oficial, se está forzado a obrar de o tro modo.”
J u a n B rig h t y este nuevo prefecto de la R epública tienen
ambos m il veces razón. La posición de todo poder político
es tal que no puede hacer o tra cosa que m andar, lim itar, em­
pequeñecer, y al fin anular la libertad popular, bajo pena
de suicidarae. Y porque, reconocemos esta p ro fu n d a v er­
dad, confirm ada por la teoría tanto como dem ostrada
por la experiencia de todos los tiem pos y de todos los
países, nosotros, socialistas revolucionarios, no creemos
que baste poner el P oder en m anos de hom bres nuevos,
aunque esos hom bres sean los dem ócratas más sinceros, au n ­
que sean trabajadores. Pedim os la abolición del Poder.
No pasará mucho tiem po, y el pueblo lo ex ig irá más en ér­
gicam ente, y necesariam ente con más fuerza que nosotros.
A hora vacila todavía. D esconfía profundam ente de todo
lo que rep resen ta el P oder, pero está de tal modo habituado
a dejarse m andar, y tan poco acostum brado a organizar él
mismo sus propios asu n to s que, aun considerándolo como
un mal inevitable, fatal, continúa sufriéndole, bien que lo
m aldiga en el fondo de su corazón.
E sta h o stilid ad sorda y disim ulada de las masas co n tra
el P oder se m an ifiesta hoy por su in d iferen cia invencible
hacia todas las form as del mismo. “Im perio, reino co n stitu ­
cional o república, ¿qué nos im porta eso? P ara nosotros
será siem pre ig u a l: el mismo peso que llevar, los m is­
mos im puestos que pagar." A sí es como razonan los cam­
pesinos. Los obreros de las ciudades no razonan com pleta­
m ente de la mism a m an era: han saludado con alegría el
advenim iento de la rep ú b lica; o más bien, ellos mism os fu e­
ron los que la proclam aron en Lyon, P arís, M arsella, y en
todas las dem ás ciudades de Francia. Los obreros de P a rís
la proclam aron incluso a pesar de Gam betta y de todoB los
CA R TA 269

otros republicanos del Cuerpo legislativo. Se la im pu­


sieron.
¿ Se debe concluir que los obreros de F ra n c ia no son más
que republicanos, y que para ellos sea la rep ú b lica la ú lti­
ma palabra de todo pro g reso político y social? E sto sería
caer en un ex trañ o erro r. ¿Q uién no sabe que los obreros
de B elleville, los electo res de R ochefort, son los que tom a­
ron p rin cip alm en te la in iciativ a de la proclam ación de la
república en P arís, y quién no Sabe que los obreros de B el­
leville en p articu lar, y en general todos los obrros de P a ­
rís, son p ro fu n d a y apasionadam ente so cialistas? P a ra ellos
la república com ienza allí donde fué v io lentam ente in te ­
rru m pida en ju n io de 1848. L a república, p ara ellos, es la
revolución universal, política, sin duda, pero al m ism o tiem ­
po tam bién, y m ucho m ás que una sim ple revolución p o lí­
tica, es la revolución económica y social.
Sí, señor G am betta, sépalo b ien ; no es su " democracia
pru dente, racional y p o sitivista * , 2a cual, según usted, "pue­
de conciliario todo, arm onizarlo todo y fecu n da rlo todo";
es la revolución económ ica y social, que vive en las asp ira­
ciones y en las esperanzas del proletariado de F ran cia, ta n ­
to como del p ro letariad o de E u ro p a y de todo el m undo más
o m enos civilizado. E l pueblo no com prende y no puede
querer otra, después que las jornadas de ju n io le han de­
m ostrado que en tre el b ien estar y la libertad populares,
por una parte, y la p ro sp erid ad y la libertad b u rg u esas por
otra, hay una incom patibilidad absoluta, un abismo. E ste
abismo se ha ensanchado, después, cada día m ás en la con­
ciencia del proletariado , y se ha am pliado ta n to y es tan
pro fundo hoy, que todas las flores de su retó rica no llegarán
a colm arlo. E l pueblo sabe que sin una buena rev o lu ­
ción económ ica y social, que sin tran sfo rm arse en p ro p ie­
ta rio colectivo del cap ital y de todos los in stru m en to s del
trabajo, no habrá p ara él ni lib ertad n i bienestar.
C onsidere, le ruego, las dos rep ú b licas de Suiza y de E s­
tados U nidos. H e ahí dos dem ocracias según su m anera de
ver, ¿no es cierto? E l pueblo posee allí todos los bienes
que en su m ansedum bre quiere usted p ro m eter al pueblo
francés. Ambas gozan de la rep resen tació n dem ocrática más
am plia, m ás pura. ¿D irá usted que el pueblo es allí real­
m ente soberano? Sí, pero con una co n d ició n : que se deje
270 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

dom inar, gobernar y ex p lo tar por los burgueses. V aya a


B asilea, a Zurich, a Ginebra, a las m ontañas del Ju ra. ¿ Qué
h allará? L as mism as relaciones de dependencia de los tra*
bajad o res ante sus amos, y la mism a opresión insolente
de p arte de esos amos. De p arte de los capitalistas, de los
fabricantes, de los patronos, de los burgueses, existen a b ­
solutam ente las mismas am enazas y la misma tendencia a
h acer in terv en ir la policía, que, claro está, se halla en tera­
m ente a su servicio, y aun a la fuerza m ilitar, contra los
obreros, en las huelgas, como hemos visto el año pasado en
Lausana.
Ve usted bien que la lib ertad p o lítica más vasta, cuando
no está basada sobre la igualdad económica, no resuelve la
cuestión social. E l obrero encadenado por su m iseria y su
ignorancia relativa, que es la consecuencia de esa m iseria,
perm anece esclavo de hecho, y desgraciadam ente el hecho
es siem pre más poderoso que el derecho. P reg u n te a I03
obreros de Basilea, por ejem plo, si son efectivam ente ciu*
dadanos más prósperos y m ás libres.
P re g u n te a los obreros de A m érica del N orte sí lo son.
O chocientos m il obreros federados (1) en una asociación
poderosa, que con stitu y e p a rte de la grande A sociación In ­
ternacional de los T rab ajad o res desde hace más de un año,
le dirán que esa lib ertad y todos los derechos políticos no
son reales más que para los ricos, pero que los trabajadores
que viven de su salario, son tan esclavos en A m érica como
en E uropa.
V erá bien que el abismo que separa a los trabajadores de
la burguesía perm anece ab ierto en todas partes, y es en
vano, se lo rep ito aún, señor G am betta, que usted, el abo­
gado de la burguesía, y sus am igos dem ócratas y socialis­
tas burgueses, g ran d es p artid ario s de esa L iga de la P az
y de la Libertad, cuya im potencia y fastidiosa retó rica re i­
nan hoy om nipotentes en el Gobierno de D efensa N acio­
nal y en todo el m undo oficial que acaban de crear para
d irig ir los destinos de F rancia, y —¿qué diré,?— p ara p e r­
derla y para entregarla, sin duda a pesar de ustedes, a los
pru sian o s; es en vano que se hayan esforzado por p re d i­
car a los trabajadores y a los burgueses una conciliación
(1 ) Eran el año pasado ochocientos m ii, y hoy seguram ent» han sobrapaaado
la cifra de un m illón. (B akunin.)
CARTA 271

im posible. Los obreros y los b urgueses no la creen y no la


quieren.
Cada uno de esos m undos opuestos rep resen ta in tereses
reales y serios, dem asiado serios para dejarse a rra stra r, di­
v e rtir o adorm ecer por las palabras. E l in terés de la b u r­
guesía, es el de la expropiación cada vez más invasora, más
dom inadora, del trab ajo del proletariado. No renunciará
a eso jam ás de buen grado, porque ren u n ciar equivale
para ella a d e stru ir con sus p ro p ias m anos la base de
su fo rtuna y de su existencia. ¿Y no se conoce bas­
ta n te la n atu raleza de los burgueses? S acrificarán antes su
vida que su bolsa.
E l interés de los ob rero s es igualm ente m uy seri<\ Se
tra ta para ellos de la em ancipación real. E stán cansados de
tra b a ja r para o tro y de perm anecer siem pre m iserables en
presencia y a causa de todas las riquezas inm ensas que
crean, y saben que no podrán em anciparse y conquis­
ta r las condiciones de u n a existencia hum ana, si no d estru ­
yen com pletam ente la dom inación económ ica y esa ex­
plotación del cap ital que form an la única fuente de la pros­
peridad de los burgueses. C ansados de ser siem pre yunques,
quieren d e stru ir el m artillo. E s preciso ser o m uy taim ado
o m uy ingenuo, verdaderam ente, para atreverse a decir que
entre dos in tereses tan serios y ta n com pletam ente opues­
tos, es posible una conciliación cualquiera.
E n tre estos dos intereses inconciliables, ¿qué papel des­
em peñan los republican o s burgueses? No hay realm ente
m ás que dos posibles: o bien el de engañadores del p ro le­
tariado, o bien el de gentes ingenuas hasta el exceso. De­
jem os de lado los em busteros, y hablem os de los rep u b lica­
nos de buena fe. Q uiero creer que G am betta y la m ayor
p arte de sus colaboradores del G obierno de D efensa N a­
cional p erten ecen a este núm ero. Si tien en realm ente bue­
na fe, no pueden rep resen tar n in g u n a clase de in tereses;
porque si representasen los de la burguesía, serían em buste­
ros, enem igos del p u e b lo ; si representasen, al contrario, los
intereses del p roletariad o , serían revolucionarios socialis­
tas, y, como tales, necesariam ente, enem igos de la b u rg u e­
sía. No representando n i los unos ni los otros, no rep resen ­
ta n absolutam ente nada, o si se quiere, rep resen tan una
idea vaga, incolora, como lo son por o tra p a rte todas las
272 OBRAS DE MIGUEL BAKVNIN

aspiraciones actuales del idealism o b u rg u és; una idea que,


no teniendo ninguna raíz en la vida, no puede ni re alizar'
se n i ejercer la m enor potencia. E sta idea es la concilia­
ción im posible de intereses inconciliables.
T a l es la base que quieren dar a su república. Como Don
Q u ijo te por su Dulcinea, se han enam orado tam bién con
una pasión com pletam ente platónica del idealism o republi­
cano, que les ha sido tran sferid o por sus padres, y que em­
pequeñecieron estos pálidos herederos de D anton, para po­
nerlo al nivel de su in telig en cia y de sus caracteres, que
no tien en fuerza para llegar a la realid ad poderosa de 1793.
L a república que predican es la realización com pleta del
reino de los burgueses, menos el heroísm o de los siglos pa­
sados, y por eso sin duda G am betta la d efinió con es­
ta s palab ras: Una democracia racional y positivista. P ara
conseguirla —dice— "son necesarias dos cosas: suprim ir el
m ied o de unos y calmar la desconfianza de los otros; lle-
Var a la burguesía hacia el amor a la democracia, y al pue­
blo hacia la confianza en sus herm anos m ayores" (| los te n ­
d ero s!). E s decir que, para el establecim iento de la rep ú ­
blica de G am betta y compañía, es necesario que dos in te­
reses que se excluyen, dos m undos inconciliables, se den
un nuevo beso de Lam ourette.
A esta proposición calurosa del ilu stre y hoy om nipo­
te n te abogado, los burgueses, que se sienten capaces de to ­
dos los sacrificios, menos del de sus ochavos, lo que demues­
tra n perfectam ente hoy, puesto que no quieren darlos ni
aun para la salvación de F rancia, los burgueses responden:
"N o querem os nada m ejor que consolidaros y adorar vues­
tra dem ocracia, siem pre que nos g aran ticéis que no tocará
nunca el arca santa de nu estras in stitu cio n es económicas
y ju ríd ic a s que, debéis saberlo, co n stitu y en la base misma
n u e stra existencia, de n u estra pro sp erid ad y de nuestro
poder. H aced que los obreros, convertidos en ciudadanos y
en herm anos nuestros, continúen obedeciendo, que se dejen
ex p lo tar por nosotros, como conviene a los herm anos se­
gundos, y serem os republicanos de todo corazón y más que
vosotros, mismos. Si no, no. P referim o s E n riq u e V, los O r­
leans, y au n el infam e B onaparte a v uestra república que
nos p o n d ría delante del espectro ro jo .”
Los obreros, por o tra parte, resp o n d en : “No conocemos
CARTA 273

el odio, pero tenem os am or a la ju s tic ia y a la igualdad.


H em os sido las víctim as y los engañados etern o s de todas
las am biciones y de todas las av aricias burguesas que, des­
p ués de haber conquistado el P o d er p o r la potencia de nues­
tro s brazos, no se sirviero n de él más que para explotarnos
m ejor. De esta explotación tenem os bastante. No querem os
ser n i víctim as n i engañados. Nos pedís confianza hacia
n u e stro s herm anos m ayores. B ie n ; estam os dispuestos, pero
con dos condiciones. P rim ero , que cesen de considerarse
como m ayores y de tra ta rn o s como se tra ta a los herm anos
m enores. B ajo el régim en de la igualdad, estas d iferencias
son absurdas. Y luego, p ara m erecer esta confianza, que
cesen de dom inarnos y de o p rim irnos por m edio de sus ca­
p ita le s y de robarnos el p ro d u cto de n u estro tra b a jo ; que
pongan su posición económ ica y social al nivel de la n u es­
tra, y que se hagan trab ajad o res como nosotros. E n to n ces
los abrazarem os como herm anos y g ritarem o s con ellos:
“ ¡V iv a la república dem ocrática y so cial!” Si no, no. No
querem os n i al infam e B onaparte, ni a E n riq u e V, n i a los
p rín cip es de O rleans, n i a n in g ú n otro rey, pero no quere­
m os tam poco la rep ú b lica burguesa, y no depondrem os las
arm as m ás que cuando hayam os conquistado para todos la
ig u a ld ad y la lib ertad .”
E n tre estas dos negaciones, la una ta n en érg ica como la
o tra, ¿qué le quedaba p o r h acer al honorable diputado por
M arsella? ¡F rases, nad a más que frases! ¡In fo rtu n a d o ! H a
q u erido asentar su nueva rep ú b lica sobre u n beso de La-
m o u rette más im posible aú n que el prim ero. H a creído
que lleg aría a colm ar un abism o con sus palabras elocuen­
tes. H a esperado que b astaría p resen tar a am bas partes, tan
p ro fundam ente separadas p o r la oposición absoluta de sus
in tereses, su ideal político, tom ado fu era de la realid ad vi­
v ie n te de nu estro s días, p ara que unos olvidasen su riqueza
y su insolencia, los otro s su m iseria y esclavitud, para que
se confundiesen en un abrazo frate rn al, bajo la v a rita m á­
gica del joven republicano, que "m an d aría fratern alm en te"
a unos y otros.
G am betta, es, sin em bargo, u n hom bre de ingenio. ¿E s
posible que le haya im pulsado la in g en u id ad hasta dejarse
a rra s tra r por u na ilusión sem ejante, por su sueño que en
n u estro s días apenas se p erd o n aría a u n colegial?
274 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

¿ Cómo no se ha dicho él, el hom bre serio y positivo, que


las m ás bellas y las m ás grandes ideas, aun las religiosas,
las que por su n atu raleza parecen más alejadas de las pre­
ocupaciones del m undo, sólo han sido poderosas en el pa­
sado m ien tras han representado grandes intereses m ate­
riales? T o d a la H isto ria lo dem uestra. Y la revolución
de 1789 a 1794, esa revolución tan grandiosam ente ideal, ¿no
ha sido enteram ente encam inada por dos intereses reales:
prim ero, el de la em ancipación de la in d u stria y del comer­
cio burg u eses de los obstáculos que les oponía la org an i­
zación del m undo feu d al; segundo, el de la apropiación
de la tie rra por los cam pesinos de Francia?
¿Se im agina G am betta que será de o tro modo hoy? ¿C ree
que su república puede establecerse y m antenerse si no
rep resen ta n in g ú n interés? No pienso que sea tan inocente
para esperarlo. P ero entonces, ¿cuáles son los intereses que
acepta como base de su república? E x isten hoy, lo repito,
dos m undos de in tereses com pletam ente o p u esto s: los in ­
tereses burgueses, que se fu n d an esencialm ente en la m ise­
ria y la esclavitud del proletariado, y los intereses del p ro ­
letariado, los intereses m ateriales de todo el m undo, que
exigen, como prim era condición, la ru in a de los intereses
exclusivos de la burguesía, la abolición de esta últim a como
clase económ icam ente separada, la igualación de la situ a­
ción económ ica general.
E s claro que la conciliación entre estas dos tendencias
diam etralm ente opuestas es im posible .P reciso es, pues, so
pena de condenarse a un idealism o eternam ente im potente,
decidirse a tom ar uno de estos dos p a rtid o s: o b ien abra­
zarse francam ente a los intereses de la burguesía, y enton­
ces se hace uno evidente enem igo del pueblo, o bien de­
clararse p o r los in tereses del p roletariado, y hacerse por
eso mism o un socialista revolucionario. ¿C uál es el p artid o
por el que G am betta creyé deber decidirse? No es c ierta­
m ente el últim o. P o r co n siguiente es el prim ero. G am betta
y todos sus amigos, republicanos y dem ócratas como él,
son indiscutiblem en te los abogados de la bu rg u esía contra
el pueblo.
T om ando ese p artid o por tem peram ento y por gusto tan­
to como p o r u na necesidad in h eren te a sus posiciones per­
sonales, ¿h an evitado al m enos lo que todos los p o líticos
CARTA 275

tem en tanto, y que más que nada Ies avergüenza, la im po­


ten cia? De n in g ú n modo. Se en cu en tran en una situación
excesivam ente singular, y m elacólica tam bién. No pueden
apoyarse en el pueblo, puesto que son co n trario s a sus
intereses, y lo com prenden bien. Saben que si, aprovechán­
dose de un concurso de circu n stan cias ex trao rd in arias, con­
siguen alguna vez a rra stra r, engañándolas, las sim patías
populares, nunca podrían fijarlas. Se puede engañar y ador­
m ecer al pueblo, pero no largo plazo ; potque el pueblo
está presionado por necesidades dem asiado reales, dem asia­
do poderosas para poder alim entarse m ucho tiem po de ilu ­
siones, A caba siem pre por d esp ertarse y su d esp ertar es
te rrib le siem pre.
P o r tanto, deben apoyarse p rin cip alm en te, d iré más, ex­
clusivam ente, en la clase burguesa. P ero la burguesía, tam ­
poco quiere. ¿ P o r qué se llam an republicanos? La b u rg u e­
sía no tiene fe en la república, y no está d ispu esta en ab­
so lu to a sacrificar sus in tereses más caros, su bolsa, sus es­
cudos, a su ideal político. P ueden p ro m eterle la tra n q u ili­
dad y el orden público, los "buenos negocios” ; no cree en
nada de eso. Sabe que su acción sobre el pueblo es nula,
sabe que no tienen o tro poder que el que ella quiera d arles;
y ella piensa, no sin razón, que E n riq u e V, los O rleans,
hasta el in fan te B onaparte, aun los m alditos prusianos, la
g aran tizarán m ejor de lo que p odrán hacerlo estos demó­
cratas contra las rebeliones del p roletariado. De donde r e ­
su lta que la burguesía no está de n in g ú n m odo dispuesta a
d ejarse a rra s tra r por ellos a nuevas ex p erien cias políticas,
y que no quiere p restarles ni su poder ni su apoyo.
P ero entonces, ¿en qué se apoyan? E n nada. E stán cogi­
dos entre dos m undos que se d isp u tan la potencia de la
vida. Uno, que rep resen ta la ex p lotación inicua del trab ajo
p o pular en beneficio de una m inoría p riv ileg iad a y pode­
rosa por su riqueza, por su in stru cció n superior, tan to como
p o r la organización form idable de los E stad o s que no están
co n stitu id o s m ás que para p ro teg e rla; pero que, viejo, de­
crépito, privado de alma, sólo existe ya por esa o r­
ganización m ecánica de sus recursos m ateriales, y por
eso mismo está condenado a perecer. E l otro, que re p re ­
sen tab a em ancipación del trab ajo del yugo del cap ital b u r­
gués y la em ancipación del hom bre del yugo de los E stados,
276 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

es bastante débil aún, es verdad, desde el punto de v ista de


su organización, pero poderoso p o r el núm ero, más p odero­
so aún por la ju stic ia de su causa, verdadero rep resen tan te
de la hum anidad, asp ira y lleg ará a derrib ar al otro, sin ­
tiendo en sí la m isión de establecer sobre sus ru in as u n o r­
den nuevo, sin o tro p rin cip io que el de la libertad m ás ab­
soluta, sin otra base que la de la más com pleta igualdad.
E n tre estos dos m undos reales y poderosos, de los cuales
uno se prepara, sin duda, a m orir, y el otro a conquistarlo
todo, los republicanos radicales de la escuela de G am betta,
los idealistas y d o ctrin ario s im potentes, hijos bastardos de
la revolución burguesa del siglo pasado, vagan como fa n ­
tasm as, desalojados e inquietos, incapaces de tom ar una
“ resolución v iril” (1) y de abrazar francam ente uno u o tro
partido, de suerte que la realid ad y la vida se lea escapan.
Lanzan al viento sus palabras elocuentes, pero estériles,
predican en el desierto,
Sin embargo, gracias a un concurso de circunstancias des­
graciadas para F rancia, pero m uy felices para ellos, han
conseguido adueñarse del P oder. No lo retendrán, sin duda,
largo tiem po; pero lo rete n d rán bastante p ara causar m u­
cho daño a F rancia.
¡U na dictadura de fantasm as! E n este momento terrib le,
en que sería preciso la sublevación, la organización y la con­
centración de todas las realid ad es y de todas las fu erzas
vivas de F rancia para salvarla, ¿están al m enos unidos en­
tre sí? De n in g ú n modo. Se esfuerzan por parecerlo. P ero
entre los orleanistas como el general T rochu y K eratry ,
u n reaccionario de ju n io como J u lio Favre, un elegido del
pueblo como R och efo rt y un republicano "racional y p osi­
tiv is ta ” como Gam betta, ¿es posible la unión? M archando
cada cual de concesión en concesión para p ro d u cir esa
unión, se anulan m utuam ente, eso es todo. Su unión es cero,
y gracias a ese cero, la reacción b onapartista, jesuítica, le-
gitim ista y orlean ista vuelve a levantar la cabeza, y, apode­
rándose de nuevo del gobierno de Francia, abre la p u erta
a los prusianos. _______
P ero supongam os una cosa. Supongam os que todos estos
hom bres, de tem peram ento y de tendencias tan diversas, es-
(1) Expresión favorita d« Gam betta. (Bakunin.)
CARTA 277

tán realm ente unidos en un solo pensam iento y una sola


voluntad, y que ese pensam iento y esa v o lu n tad ten g an la
energía revolucionaria del pensam iento y de la v o lu n tad de
D antón. ¿P o d ría salvar a F ran cia esa d ictad u ra revolucio­
naria?
P lan tead a así la preg u n ta, no vacilo en resp o n d er que no.
Y he aquí por q u é :
P ara que una dictadura, colectiva o in d ividual, p o r fu e r­
te de voluntad que sea, en un país inm enso como F rancia,
y debiendo gobernar y d irig ir la acción de cu aren ta m illo­
nes de habitantes, para que esa d ictad u ra pueda ejercer
su poder, le son necesarios todos los in stru m en to s y todos
loa recursos m ateriales que co n stitu y en la p o ten cia de los
E stados, le es necesario u n brazo para e je c u ta r sus decre­
tos. P ero los recursos organizados de F ran cia están an u la­
dos. No tien e ni m aterial de guerra n i p resu p u esto ; y su
brazo, es decir su fuerza arm ada y su organización ju d i­
cial civil, toda su A dm in istració n in terio r, están de ta l modo
infestados de bonapartism o, que, en lu g ar de ejecu ta r los
decretos de una dictad u ra que debería ser revolucionaria
y no lo es, no pueden m enos de co n tin u ar sirviendo a
B onaparte, y paralizando los esfuerzos desesperados de
F rancia.
¿Se dará un nuevo brazo la d ictad u ra? Ya lo he d ich o :
crear una A dm inistración nueva en poco tiem po y en la si­
tu ación en que se encuentra el país, es cosa im posible. No
le quedará, pues, más que un m e d io : será el de enviar a los
departam entos com isarios ex trao rd in ario s, in v estid o s de
plenos poderes m ilitares y civiles, es decir, crear ta n to s dic­
tadores o procónsules nuevos como d epartam entos libres
de la ocupación prusian a hay. T al fué el gran m edio de
la Convención N acional. Sí, pero es que la C onvención N a­
cional era un cuerpo anim ado de un esp íritu realm ente re ­
volucionario, que enco n tró bajo su mano una m u ltitu d de
agentes revolucionarios. M as el G obierno actual, que no es
revolucionario, ¿de dónde tom ará esos ag entes? Que se me
p erm ita re p e tir aquí lo que he dicho en o tro fo lleto (1) :

(1) C artas a un fru n cís sobre la c risis actual (agoato-septitm bro d« 1870).
(B akunin.) En los párrafos citados, í e advierten algunas m odificaciones. Com­
párese el fragm ento correspondiente de Es. carta del 27 de agosto, p iz * . 93-94,
(N ota del traductor.)
278 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

“ P ara ap artar este mal [la ausencia de toda organización],


el G obierno de D efensa N acional enviará, sin duda, a los
d epartam entos procónsules, com isarios extraordinarios. Eso
se rá el colmo de la desorganización. ¡
”E n efecto, no basta estar p ro v isto de poderes ex trao r­
d in a rio s para tom ar m edidas ex trao rd in arias de salvación
pública, para ten er el poder de crear fuerzas nuevas, para
po d er provocar en una A dm inistración corrom pida y en po­
blaciones sistem áticam ente desacostum bradas a toda inicia­
tiva, un ím petu, una energía, una actividad salvadoras. P ara
eso es preciso ten er aún lo que la b urguesía de 1792 y 1793
tenía en un grado tan elevado, y lo que falta actualm ente
a la burguesía contem poránea, aun a los republicanos; es
p reciso te n er inteligencia, voluntad, audacia revolucionaria.
¿Y cómo im aginarse que los com isarios del Gobierno de
D efensa N acional, los subordinados de G am betta y compa­
ñ ía posean esas cualidades, cuando sus superiores, los miem­
bros del Gobierno, los corifeos del P artid o Republicano, no
las h an dem ostrado ellos mism os?
"A p arte de estas cualidades personales que im prim ieron
a los hom bres de 1793 u n carácter verdaderam ente heroico,
el envío de los com isarios ex trao rd in ario s ha tenido tanto
éx ito en la Convención N acional porque siendo ésta revo­
lucionaria, apoyándose en P a rís sobre las m asas populares,
sobre la v il m u ltitu d , había ordenado a todos sus procónsu­
les que se apoyaran igualm ente en todas p arte s y siempre,
sobre esa misma canalla popular. Los com isarios enviados
por L edru-R ollin en 1848, y los que podrá enviar hoy Gam­
b etta, han fracasado y fracasarán necesariam ente, por la
razón inversa, y los segundos más que los prim eros, por­
que esa razón inversa obrará todavía más poderosam ente en
ellos que en sus antepasados de 1848. E sta razón, es que
unos han sido y que los otros serán, en un grado más sen­
sible todavía, burgueses rad icales y, como tales, enem igos
del socialism o y de la revolución francam ente popular.
"E ste antagonism o de la revolución burguesa y de la re ­
volución popular no ex istía todavía en 1793, ni en la con­
ciencia del pueblo, ni tam poco en la de la burguesía. No se
había deducido todavía de la experiencia histó rica esta v er­
dad, que la libertad de toda clase privilegiada, y por consi­
guiente la de la burguesía, está fundada esencialm ente «o­
CARTA 279

bre la esclavitud económ ica del pro letariad o . Como hecho


y como consecuencia real, esa v erdad ha existido siem pre;
pero ha sido de tal m odo em brollada con o tro s hechos y
enm ascarada por tan to s in tereses y ta n tas tendencias h istó ­
ricas diferentes, sobre todo relig io sas y nacionales, que no
se había desprendido todavía en su gran sencillez actual,
ni para la burguesía, com anditaria de] trabajo, ni p ara el
proletariado, asalariado, es decir, explotado p o r ella. La
bu rg u esía y el p ro letaria d o eran, aun antes de la rev o lu ­
ción de 1789, enem igos n aturales, pero sin saberlo. A con­
secuencia de esta ignorancia, atrib u ían , unos sus tem ores,
o tro s sus m ales, a razones ficticias, no a su antagonism o
real y, creyéndose unidos por los intereses, m archaron ju n ­
to s contra la m onarquía, la nobleza y los sacerdotes.
”H e ahí lo que hizo la gran fu erza de lo s burgueses re ­
volucionarios de 1792 y 1793. No sólo no tem ían el desen­
cadenam iento de las pasiones populares, sino que lo p ro ­
vocaron con todas sus fuerzas, como el único m edio de sal­
vación para la p atria y para e llo B m ism os contra la reacción
in terio r y exterior. C uando un com isario ex trao rd in ario d e­
legado por la Convención, llegaba a una provincia...'’

( E l m anuscrito se in terru m p e aquí.)


EL DESPERTAR DÉ LOS PUEBLOS
(F R A G M E N T O )

Los alem anes acaban de p re sta r u n inm enso servicio al


pueblo francés. H an d estru id o su ejército .
¡E l ejército francés!, ese in stru m en to tan te rrib le del des­
potism o im perial, esa única razón de ser de los N apoleo­
nes. M ientras hubiera ex istid o erizad o de bayonetas fr a tr i­
cidas, no habría habido salvación p ara el pueblo francés.
P o d ría haber en F ran cia pronunciam ientos como en E sp a­
ña, revoluciones m ilitares, pero lib ertad , ¡n u n ca! P arís,
Lyon y o tras ciuda ’es obreras de F ra n c ia lo saben bien.
H oy, ese ej.'rcito inm enso, con su organización form ida­
ble, no existe ya. F ra n c ia puede ser libre. Lo será, g racias
a sus herm anos alem anes.
P ero, beneficio por beneficio. A hora le toca el tu rn o al
pueblo fran cés de hacer el mism o servicio al pueblo ale­
mán. ¡P o b res alem anes si sus ejército s volviesen triu n fa n ­
tes a A lem ania! p erd erían todas sus esperanzas de po rv e­
n ir y de libertad, al m enos por cin cu en ta años. Q ue se im a­
gine estas hordas de esclavos, disciplinados y conducidos
por barones pom erianos, y transform ados...

( E l m anuscrito se in terru m p e aquí.)


CARTA A ESQUIROS
(Alrededores de Marsella,
20 de ocúubre de 1870)
CARTA A ESQUIR OS

E ste 20 de octubre de 1870. A lrededores de M arsella.

C iudadano y s e ñ o r :
T engo el honor de d irig irle, por uno de m is am igos de
M arsella, el fo lleto que publiqué con este títu lo : L e ttre s
a un Francais su r ¡a crise actuelle.
C ontiene cartas escritas en e l mes de agosto, m ucho an ­
tes de la capitulación de Sedan ( 1 ) . P ero el editor, am igo
mío, que las ha reco rtad o singularm ente, por no decir cas­
trado (2), creyendo sin duda que no había llegado aún el
m om ento para decir to d a la verdad, consideró conveniente
fecharlas en septiem bre.
E sta s cartas —d irig id as a u n amigo, al ciudadano Gas-
pard Blanc, de Lyon, uno de los jóvenes m ás consagrados
a la salvación de F ran cia que encontré, y a quien el señor
C hallem el-Lacour, com isario ex trao rd inario , tien e ahora en
prisió n bajo el p re te x to rid ícu lo y odioso de ser un ag en te
de los p rusianos— espero que le dem ostrarán, ciudadano
E squiros, que no soy n i el am igo ni el p artid ario del R ey
de P ru sia, ni de n in g ú n déspota del mundo.
E l señor C hallem el-L acour y el señor A ndrieux, p ro cu ­
rador de la R epública en Lyon, se atrev ieron a lev an tar con­
tra mí esa calum nia infam e. C iertam ente, no soy yo el que
me quejaré nunca de la vivacidad de la polém ica en tre dos

(1) E sto no es exacto. E l m aterial de i cual fué sacado el folleto está es­
crito d el 27 de agosto al 2 6 el 3 de septiem bre. (N ota del traductor.)
(2) Com o para dem ostrar lo inm erecido dt este reproche, G uillaum e pu­
blica, profusam ente anotado, el folleto que él compuso con el m aterial entregado
per Bakunin en el tom o segundo da O tu r r e s (París, 1907). (N ota d el tra­
ductor.)
286 OBRAS DE MIGUEL BAKUN1N

p artid o s que se combaten. P o r otra p arte no ten d ría ese


d erech o ; porque yo tam bién, siem pre que pude, me m ostré
despiadado para los intereses, para los hom bres y p ara la
organización política y social de que esos señores aparecen
hoy como defensores naturales, en d etrim ento de la salva­
ción de F rancia, y que en conjunto con stitu y en la nefas­
ta om nipotencia actual de la burguesía. H e atacado du­
ram ente los principios y los llamados derechos de m is ad­
versarios en política y en socialism o. P ero no he tocado
a las personas y he tenido siem pre h o rro r a la calumnia.
E s u n medio cómodo, ¿no es cierto?, lanzar ese epíteto de
pru sian o s a todos los hom bres que tienen la desgracia de
no com partir un entusiasm o de comando hacia esos p rete n ­
didos salvadores de F rancia, cuya inercia, incapacidad e
im potencia infatuada de sí mism a pierd en a Francia.
O tro en lugar suyo, ciudadano E squiros, habría podido
p reg u n tarm e: “¿Q ué le im porta todo eso a usted, que ec
ex tra n je ro ? " ¡A h!, señor, no tengo necesidad de m ostrarle
que la causa de F rancia se ha transform ado en la del m un­
do; que la derrota y la decadencia de F ran cia serán la de­
rro ta y la decadencia de la libertad, de todo lo que es hu­
mano en el m undo; que el triu n fo defin itiv o de la idea y
de la potencia de P rusia, m ilitares y burocráticas, nobilia­
rias y jesuíticam ente pro testan tes, serán la más inm ensa
d esgracia que pueda afectar a toda E uropa. Sí P ru sia triu n ­
fa, padecerá la hum anidad europea al menos cincuenta
a ñ o s ; a nosotros, los viejos, no nos quedará más que m orir.
¡A y!, debiera reconocer que mi amigo A lejandro H erzen
ten ía razón cuando, después de las n efastas jornadas de ju ­
nio de 1848 —jornadas d u ran te las cuales la burguesía
de P a rís y de F rancia levantó el trono de Luis B onaparte
sobre las ruinas de las esperanzas y de todas las asp iracio ­
nes legítim as del pro letariad o — proclam aba que la E u ro p a
occidental había m uerto y que para la renovación, p ara la
continuación de la H isto ria, no quedaban más que dos fu en ­
te s: A m érica por una parte, y por otra la barbarie oriental.
A bogado, no de vuestro m undo burgués oficial —m undo
que detesto y que desprecio con todo mi corazón—, sino
de la revolución occidental, defendí siem pre esta rev o lu ­
ción co n tra él. D espués de haber sido uno de sus ardiente?;
adeptos, él no creía en ella. Yo continuaba creyendo, a p«-
CARTA A ESQUI ROS 287

sar de la catástrofe, a pesar del crim en com etido por la


burguesía en junio. E l decía que la E uropa occidental es­
taba podrida, que se había hecho razonadora y cobarde, sin
fe. sin pasión, sin energía creadora, como antes el Bajo
Im perio, Yo le concedía todo eso en relación a v uestra c i­
vilización burguesa, pero íe objetaba que en la E u ro p a oc­
cidental, por encim a de la burguesía, había un m undo b ár­
baro, sui generis: el p ro letariad o de las ciudades y los cam­
pesinos, que, no habiendo abusado ni siquiera usado de la
v id a ; no habiendo sido depravado ni sofisticado por esa ci­
vilización caduca, sino, al contrario, m oralizado siem pre por
un trabajo que, por oprim ido y esclavo que sea, no es m e­
nos una fuente viva de in telig en cia y de fuerza, está to d a­
vía lleno de p o rv en ir; y por consiguiente no había necesi­
dad de la invasión de la barbarie o rien tal para renovar el
o ccidente de E uropa, pues éste contenía en sus regiones
subterráneas una barbarie propia que lo renovaría a su hora.
H erzen no creía nada, y ha sido m atado m ucho m ás por
su escepticism o que p o r su enferm edad. Yo, al contrario,
estaba pleno de f e ; he sido socialista revolucionario, no sólo
en teoría, sino en la p ráctica; es decir, he ten id o fe en la
realización de la teo ría socialista, y a causa de ello le
sobreviví. H e sido y soy socialista, no sólo porque el so­
cialism o es la lib ertad real, la ig u ald ad rea! y la fra te rn i­
dad rea!, y la ju stic ia hum ana y universal, sino tam bién por
u na consideración de fisio lo g ía social.
Soy socialista, porque he llegado a la convicción de que
todas las clases que han co n stitu id o h asta aquí, por decirlo
así, los grandes perso n ajes activos y vivientes de la tra g e ­
dia histórica, han m uerto. L a nobleza ha m u e rto ; la b u r­
guesía está m u erta y podrida. Lo dem uestra perfectam ente
en esta hora. ¿Q ué queda? Los cam pesinos y el p ro le ta ria ­
do de las ciudades. U nicam ente ellos pueden salvar a E u ­
ro p a del m ilitarism o y de la burocracia prusianos, esos do»
aliados y p arien tes del k n u t de mi querido E m perador de
to d as las Rusias»
P ues bien, lo que hoy veo en F ran cia me sume en un esta­
do próxim o a la desesperación. Comienzo a tem er con H e r­
zen que los cam pesinos y el pro letariad o , en Francia, en
E uropa, hayan m uerto tam bién. ¿Y entonces? E ntonces,
F ran cia está perdida, E u ro p a está perdida.
288 OBRAS DE MIGUEL BAKUNIN

¡ P ero, n o ! D urante mi corta estada en Lyon y en los a l­


rededores de M arsella he visto, he sentido que el pueblo no
ha m uerto. T iene todos los finos in stin to s y todas las po­
derosas energías de un gran pueblo. Lo que le falta es
organización y ju sta dirección; no esa organización y esa
dirección que le caen de arriba, por la au to rid ad del E s­
tado, y apostillada, sea por Su M ajestad im perial N apo­
león II I , sea por Su M ajestad republicana, el señor Gam­
b e tta ; sino esa organización y esa dirección que se form an
desde abajo y que son la expresión misma de la vida y de
la acción populares.
E s evidente, ciudadano E squiros, que p ara d irig irle una
carta sem ejante preciso es que ten g a una gran fe en usted.
¿Y sabe por qué tengo esa fe? No tuve el honor de encon­
trarlo, P ero leí sus escritos y conozco su vida. Sé que u s­
ted no tuvo nunca tem or a ser revolucionario consecuente,
que no se ha ocultado jamás y que nunca sacrificó la causa
del pueblo a consideraciones de clase, de p artid o o de va­
nidades personales. E n fin, señor, u sted fué el único que,
en ese desgraciado Cuerpo legislativo, después de los d es­
astres que destru y ero n a los ejército s franceses, y, p erm íta­
me decirlo, en medio de la cobardía y la estupidez m ani­
fiesta de todos sus colegas de la izquierda —los miembros
que form an hoy el Gobierno de D efensa N acional— p ro ­
puso el único medio que quedaba para salvar a F ra n c ia ; a
saber, el de provocar, por una proclam a hecha en nombre
del C uerpo legislativo, la organización espontánea de to ­
das las com unas de F rancia, al m argen de toda tutela ad­
m inistrativa y gubernam ental del Estado, Q uería proclam ar,
en una palabra, la liquidación, o más bien, la simple com­
probación de la ru in a total y de la inexistencia del Estado.
H abría puesto a F rancia, por ese medio, en estado de re ­
volución.
H e com prendido siem pre, y en esta hora debe de haberse
hecho evidente para todo el m undo, que fu era de ese re ­
m edio heroico no puede haber salvación para F rancia. Los
abogados que com ponen vuestro G obierno actu al han pen­
sado de o tro modo. P rivados de todos los m edios que cons­
titu y e n la potencia de un Estado, han querido —¡inocen­
tes!— ju g a r al gobierno del E stado. P o r ese juego han pa­
ralizado toda F rancia. Im pidiéronle el m ovim iento y la ac­
C4K7MS A ESQUIROS 2B9

ción espontánea, bajo el p retex to rid ícu lo y, vistas las cir­


cunstancias presentes, crim inal, de que sólo los rep resen ­
ta n te s del E stado deben ten er el m onopolio del pensam ien­
to, del m ovim iento, de la acción. O bsesionados por el te ­
m or de ver al E stado derrum barse y fu n d irse en sus manos,
para conservarlo han guardado toda la an tig u a A d m in istra­
ción bonapartista, m ilitar, judicial, com unal y civ il; y han
llevado su to n ta confianza en ellos mismos, su crim inal in ­
fatuación personal hasta el p u nto de haber esperado que, en
cuanto estuvieran en el P oder, los bonapartistas, esas
gentes ligadas irrevocablem ente al pasado por la soli­
d arid ad del crim en, se tran sfo rm arían en p atrio tas y en
republicanos. P ara suavizar esta falta y co rreg ir las con­
secuencias funestas, enviaron a todas p artes com isiones ex­
trao rd in arias, prefectos, subprefectos, abogados generales y
p rocuradores de la República, pálidos republicanos, b astar­
dos de D anton, como ellos. Y todos esos pequeños aboga­
dos, todos esos fatu o s de guantes am arillos, ¿qué han h e­
cho? H an hecho lo único que hubiesen podido h acer: se
aliaron en todas partes a la reacción b u rg u esa co n tra el
pu eblo; y al m atar el m ovim iento y la acción espontánea
del pueblo, h an m atado a F ran cia p o r doquier. A hora la
ilu sió n no es ya posible. Hace cu aren ta y seis días que la
R epública existe, y ¿qué se ha hecho para salvar a F ra n ­
cia? N ada, y los prusianos avanzan siem pre.
T al fué el pensam iento, ciudadano, y tales fueron los
sentim ientos que presidieron la form ación del C om ité de
Salvación de F ran cia en Lyon, que d ictaro n su proclam a,
que im pulsaron a mis am igos a hacer esa te n ta tiv a del 28 de
septiem bre, que fracasó, no temo decirlo, para desgracia
de F rancia.
V arios de m is am igos, en las cartas que d irig iero n al Pro-
gres de Lyon, han tenido la debilidad de negar el fin real
de esa m anifestación fru strad a. No tien en razón. E n tiem ­
pos como los que vivim os se debe tener, m ás que en otra
época cualquiera, el valor de la verdad.
E l fin era éste: H em os querido d errib a r la M u n icip ali­
dad de Lyon. M unicipalidad evidentem ente reaccionaria y
que paralizaba y continúa paralizando toda la organización
real de la defensa nacional en L y o n ; d erro car al mismo
tiem po todos los poderes oficiales, d e stru ir todos los res­
JO OBRAS DE MIGUEL BAKUN1N

tos de esa A dm inistración im perial que continúa paralizan­


do toda la organización real de la defensa nacional en L yon;
derrocar al mism o tiem po todos los poderes oficiales; des­
tru ir todos los resto s de esa A dm inistración im perial que
continúa pesando sobre el pueblo al sacar el som brero ante
los reyes de Y vetot que se im aginan rein ar y hacer algo de
bueno en T o u rs ; y convocar la Convención N acional de la
Salvación de F ran cia. E n una palabra, queríam os realizar
en Lyon lo que usted mismo, ciudadano E squiros, ha tra ­
tado de hacer m ediante la L iga M eridional, liga que hu­
biese levantado, ciertam ente, al M ediodía y organizado bu
defensa, si no hubiese sido paralizada por esos reyes de
Y vetot. ¡A h, señor, los abogados del Gobierno de D efensa
N acional son crim inales! M atan a Francia. Y si se les deja
hacer, la en treg arían definitivam ente a los prusianos.
Ea tiem po de que acabe esta ya larga carta...

( E l m anuscrito se interrum pe aquí.)

F IN D BL TOM O I
INDICE

Páginas

Palabras previas de Sam Dolgoff . . . . . . 1

Prólogo de Max N e t t l a u ........................... 5

Cartas a un francés sobre la crisis actual


(1870) ................................................. 53

Carta. La situación política de Francia


(Marsella) primera quincena de oc-
bre de 1870 ........................................ 193

El despertar de los pueblos (fragmen­


to) ........................................................ 281

Carta a Esquiros (Alrededores de Marse­


lla, 20 de octubre de 1870) ............ 283

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