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directa en
1968–1973
Rodrigo Vescovi
Acción directa en Uruguay, 1968-1973
1ra ed., Rosario, Lazo Negro, 2019
436 p., 206×146 mm
ISBN 978-987-46966-6-3
Rodrigo Vescovi
A los luchadores de ayer, de hoy y de siempre.
Presentación
Antecedentes
Garín tras mucho pensar en esa acción opina que fue un operativo
muy arriesgado y que se la jugaron.
Garín a partir del asalto al cuartel pasa a ser uno de los tipos más
buscados. Un día esperando el autobús vio que una nena, en brazos
de su madre y mientras esperaba el transporte, miraba un cartel
con su foto que ponía «Fernando Garín: se busca» y que luego se
fijaba en él. En vez de irse, se quedó y pudo escuchar lo que le decía
la madre a la hija: «ya te dije que no mires esa foto, cuanto menos
la veas, menos problemas». A pesar de la infatigable búsqueda de
Garín, éste recuerda que «los policías que te reconocían en la calle
no se animaban a detenerte, se iban. Si estaban en el ómnibus,
se bajaban. La gente que yo conocí en la marina, y me veían en
el ómnibus, se bajaban». Es preciso apuntar que los tupamaros
clandestinos pocas veces iban solos por la calle, casi siempre iban
protegiéndose con otros dos compañeros de célula y eso los milicos
lo sabían. Pero aún así es sorprendente lo que cuenta Garín, de
ahí que fuera nuevamente consultado.
Hay que aclarar, una vez más, que Garín no fue un militar que
se pasó a filas tupamaras, fue un luchador social que odiaba a la
miliqueada pero que tuvo que infiltrarse en filas enemigas para
preparar ese operativo y facilitar otros gracias a su tarea de contra-
espionaje. Es lógico, no obstante, que desde los sectores populares
se haya cantado victoria diciendo que un soldado se pasó al con-
traejército popular.
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«Hacia fines del sesenta y nueve o por ahí, nos llaman [los
dirigentes de la FAU] por módulos para ver qué opinábamos
sobre entrar en el FA. A mí me tocó discernir con una serie
de compañeros que hoy están desaparecidos [...]. De siete u
ocho, dos compañeros votaron entrar. [Veíamos] que todo
el mundo entraba al FA y nosotros no, pero llegamos a la
conclusión que aunque íbamos a estar aislados durante unos
cuantos años, debíamos seguir nuestro camino».
Para preparar «la guerra final», las fuerzas conjuntas usaron una
estrategia, típica de partido del orden establecido, que consiste
en organizar el enfrentamiento militar de clases, afirmando que
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emergieron por todas partes hasta el 70. Claro que tal vez
lo que intentamos en el 71 era ya demasiado tarde […]. Lo
que explica que nunca se generalizó la lucha armada es que
todo el esquema que se propagandeó era que esto era tarea
de una organización y no de la gente, de un aparato y no del
armamento insurreccional del proletariado —concluye Juan
Nigro—. Fue esto lo que más desarmó: todos pensaban que
nadie podía hacerlo mejor que los tupas. La táctica aparato
contra aparato provoca necesariamente esta consecuencia».
Aquélla fue una generación que se nutrió de, y creó, obras cultu-
rales, sobre todo libros y canciones, comprometidas con la lucha
social, que fue influida por escritores nacionales que denunciaban
la vida gris de la urbe montevideana y la marginación de ciertos
sectores sociales, y por pensadores extranjeros clásicos del movi-
miento obrero.
Los luchadores sociales integraron y crearon grupos políticos
desde los cuales ejercieron su militancia, pero no se debe olvidar
el importante papel jugado por los independientes o sinpartido, ni
tampoco que una misma persona podía participar en varios espa-
cios de militancia: en el comité de su barrio, en su grupo político
específico, en el sindicato de su lugar de trabajo o en la asamblea
de clase de su centro de estudio.
Los partidos de izquierda tradicionales, al igual que los con-
servadores, a mediados de los sesenta —período en el que surgen
varias agrupaciones políticas— sufrieron una crisis. Pero con el
auge de la militancia volvieron a ser importantes, sobre todo el
PC que, junto al MLN, fue el gran referente político de aquella
generación de combatientes.
Los tupamaros también disfrutaron de un crecimiento espec-
tacular, alimentado por la leyenda Guevara y por el desgaste de
muchos militantes en los virulentos enfrentamientos en el terreno
de la lucha de masas. La eficacia, la limpieza y la espectacularidad
del MLN, dominante en su accionar hasta 1972, asustó a unas
autoridades que lo veían como una amenaza real y alentó a toda
una generación que lo consideraba como una fuerza capaz de en-
cabezar cambios revolucionarios. Miembros de fuerzas represivas
que decían a los guerrilleros estar prestos a ofrecer sus servicios en
Principales acontecimientos de 1968 a 1973
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Otro fenómeno que suele darse en todo lugar donde hay con-
flictos sociales duraderos e intensos fue la sectorialización de la
sociedad, es decir, el ver a la gente como sectores unificados. Por
ejemplo, el revolucionario consideró burgueses, casi sin apreciar
diferencias u obviándolas, a todos los políticos parlamentarios y,
como milicos, a todos los policías y militares. Por su parte los mi-
litares vieron a todos los políticos parlamentarios como corruptos,
ineptos y permisivos con la guerrilla.
Otra característica del período, también común a otros episodios
históricos, es la extendida justificación de los luchadores sociales
de que su actuación clandestina se debió a razones defensivas.
Varios integrantes de la guerrilla urbana declaran haber tomado
las armas por las amenazas de golpe militar o porque el régimen,
al delimitar con medidas represivas las tareas públicas y legales,
les obligó a ello. Sin olvidar que la ilegalización de algunas orga-
nizaciones empujó a sus miembros a la clandestinidad, muchos
omiten los proyectos de lucha armada surgidos de sus reuniones,
de las lecturas revolucionarias y de la admiración por el proceso
guerrillero cubano. Pareciera obviarse que el fin, lejos de ser la
defensa de la democracia burguesa, era la insurrección popular y la
toma del poder para la transformación social, fenómenos para los
que, en su día, se consideró legítimo el uso racional de las armas.
Pedir perdón por haber luchado o decir que la culpa del conflicto
fue de otro se concretó en afirmar que los males vinieron de fuera
del país, bajo la forma de CIA y medidas del FMI para unos, y de
terroristas entrenados en Cuba o preparados en la escuela rusa
Komosol, para las fuerzas del régimen, que al adoptar la Doctrina
de Seguridad Nacional también hablaron de «enemigo interno».
Debería tenerse por incorrecto asegurar que todo lo que hacían
los diferentes sectores legales era público. Más sincera es la famosa
frase: «En el fondo todos conspirábamos». Los luchadores sociales
conspiraban para derrotar al régimen, algunos inclusive lo hacían
dentro de coordinadoras y comités de barrio para que se aproba-
ran sus proyectos. Los políticos parlamentarios conspiraban al
reunirse en secreto con clandestinos de derecha y de izquierda.
Los millonarios lo hacían con sus gestores para evadir impuestos
y con las fuerzas represivas del Estado para asegurarse su defensa.
Principales acontecimientos de 1968 a 1973
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Fundación
Escisión
Sur, opinan que para los colectivos como los de J. C. Mechoso «la
historia se terminaba al llegar a Malatesta». Otras diferencias las
suscitaron distintas maneras de entender la estructura organizativa
de la FAU, el rol de la violencia revolucionaria y la definición con
respecto a Cuba.
Cuando se le pregunta por el apoyo crítico a Cuba, J. C. Me-
choso matiza que inicialmente no fue crítico, pues la delimitación
marxista–leninista es posterior y lo sucedido en la isla del Caribe
se relacionaba con los objetivos de un reciente comité en el Cerro
donde reivindicaban la acción directa y la lucha armada. Cuando
el apoyo deja de ser incondicional es cuando se da la definición,
pero se defiende por una serie de razones: antiimperialismo, su
influencia en América Latina y, sobre todo, por demostrar la viabi-
lidad de la lucha armada. Pensaban que si Cuba «moría» —por una
invasión— sería una derrota anímica y de perspectivas negativas
para los movimientos revolucionarios del continente americano.
Además, porque lo caracterizaron como un movimiento que se
enfrentó a una brutal dictadura, que no se conformó sólo con
derrocarla, sino que enfrentó, al mismo tiempo, los planes del
imperialismo estadounidense, que aspiraba tan sólo al recambio
de un desgastado Batista. «Los otros anarquistas más heterodoxos,
no toman como referencia lo social sino el discurso —opina J.
C. Mechoso—. […] Además no queríamos hacerle el juego a la
burguesía que hablaba de privación de libertades en Cuba cuando
en el continente había varias dictaduras y nadie abría la boca».
Recuerda, además, que ni el PC apoyó en un primer momento el
proyecto revolucionario cubano, pues aún era reciente el artículo
en Justicia donde se contaba que había llegado un aventurero
pequeñoburgués a Sierra Maestra llamado Fidel Castro.
La FAU, aunque en varias ocasiones criticó la ideología de la
liberación nacional, en su defensa a Cuba llegó a hablar de la
reivindicación del derecho de los pueblos a la autodeterminación,
concepto que para otros anarquistas significaba la defensa de los
Estados de esos «pueblos» y por lo tanto, del Estado en su conjunto,
tan criticado por el anarquismo revolucionario.
Los acontecimientos en Cuba tuvieron mucha relevancia en el
Uruguay porque, al ocurrir en un momento de crisis, hubo mucha
Tendencias anarquistas
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Años después del final del Coordinador y tras la derrota militar del
MLN en 1972, la FAU hizo un balance de lo sucedido, decantándo-
se por el proyecto partidario en la famosa discusión partido–foco
que tuvieron todos los luchadores sociales por aquel entonces y
explicaba las condiciones necesarias para el triunfo de la revolución.
En 1968, comienzan los operativos pero hasta tres años más tarde
no le dan el nombre.
J. C. Mechoso señala que en las primeras acciones no sabían cómo
firmar. En el robo de la bandera de los Treinta y Tres Orientales
del museo Histórico Nacional se firma con una «R» dentro de una
«V». A principios de 1971 los operativos ya se reivindican con las
siglas OPR y el número 33 en honor a la bandera, robada, que
durante casi siglo y medio había simbolizado la independencia y
constitución del Estado uruguayo.
En un comunicado se explicaba:
Secuestro de Molaguero
Orientación política
Convivir en comunidad
Esta es la razón por la cual mucha gente opina que el MLN fue
derrotado militarmente pero no políticamente. Otros en cambio,
piensan que el hecho que hoy se presenten a las elecciones par-
ticipen en la gestión del Capital, es fruto de la derrota total que
sufrieron en los setenta.
Mujica cuenta esa anécdota para asegurar —quizás olvidando o,
justamente criticando, el verano caliente de 1970— que si hacían
«operaciones en Punta, qué iba a pensar la gente que iba a trabajar
a Punta, si los turistas no venían, ¿quién iba a quedar responsable
políticamente? nosotros. Ese tipo de sutilezas, que no las tiene
la ETA, por ejemplo, que se echó, medio, [sic] todos los pueblos
españoles al pedo. Fue una preocupación constante en nuestro
accionar».
Con respecto a la autonomía Pedro Montero declara:
que hay que hacer es arrimarse a esa persona para darle más
material y soporte. La gente pensaba que había que darle
más que nada un soporte de tipo ideológico, de pensamiento
marxista, de cómo se organizan las cosas. Y yo pienso que
el líder natural lo tiene. Y en aquella época pasaba igual, el
que lo tenía, lo tenía y el que no, no lo tenía».
Los sinpartido
Sin embargo, que los sinpartido fueran algo común en los espa-
cios de resistencia, no duró mucho tiempo. El inicio de la década
siguiente mostró otro escenario. Arocena señala el momento en
el que el partidismo pasa a ser mayor que el sinpartidismo.
4 Esta muerte por motivos políticos no fue la única que sufrió la fami-
lia de René Pena. «A mi abuelo, Manuel Pena, lo mataron en la dic-
tadura de Terra. Participó en el asalto a la panadería, era de la pesada,
de los grupos armados. En la prensa pasaron como bandidos, como
delincuentes comunes. A mi padre lo mataron en 1977, pasando el
cuartel de la marina. Según ellos no escuchó la voz de alto en el auto,
pero si no hubiese escuchado la voz de alto, el freno de mano no
hubiera Estado puesto. A mi hermano le dieron una paliza por lla-
marles asesinos. Yo fui a buscar las pertenencias de mi padre, con un
abogado. Y les dije: “Vengo a buscar las pertenencias del señor que
sufrió un accidente”, pues así había salido en el diario. Y me dijeron
“¿¡qué accidente!?” Lo de su padre fue un asesinato. Mi primo era el
chofer camuflado de un coronel, porque era del ERP. Al descubrirlo
lo mataron, treinta y tres años».
Otras tendencias radicales y rupturistas
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Por más duras que fueran las críticas, o sabotajes a las sedes de
este partido, nunca se integraban en ellas a su masa militante. En
un comunicado de las FARO se observa esta diferenciación entre
dirección y bases.
La tendencia combativa
Sin duda, uno de los aspectos más ricos de este período fue la forma
de resistir y atacar al sistema dominante. El compromiso, la fuerza,
la sensibilidad y la imaginación estuvieron centrados en cómo no
dejarse seguir pisoteando por los explotadores y cómo acabar, en
cuanto a clase social, con ese sector.
En este apartado se reflexiona sobre los métodos empleados y se
analizan algunos episodios y estructuras.
En Uruguay no hubo explosiones sociales de uno o varios días en
la que participaron grandes masas proletarias, como sí ocurrió en
otros lugares de América, como por ejemplo en Rosario y Córdoba,
Argentina, en esos mismos años. No es tan cierto, sin embargo,
que todos los ejemplos de resistencia tuvieran una «planificación
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Acción directa
Otra forma de lucha y boicot fue negarse a trabajar para las fuer-
zas represivas. Como fue el caso de la industria de la bebida, que
no entregó refrescos a las cantinas de las fuerzas armadas. Como
una fábrica de limpieza, que no les envió productos. O como en
Alpargatas, donde por decisión del sindicato se suprimieron las
entregas de uniforme y telas para la vestimenta militar.
Al hablar de las estructuras para la acción y los sabotajes es
preciso señalar que en muchas ocasiones, como se ha observado,
se desarrollaban en los mismos centros de trabajo y de estudio. Es-
tudiantes de química que preparaban explosivos o matriceros que
fabricaban miguelitos o piezas necesarias para el accionar armado.
3 Panfleto de la UJC de 1973, aparecido tiempo después del golpe mi-
litar y titulado «Información sin censura».
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nías más remedio que crear fuego y salir huyendo, o sino cómo lo
hacías. Tirábamos carteles publicitarios o neumáticos cortando la
calle y les prendíamos fuego».
6 Ya en 1968, varios luchadores sociales observaron aspectos negativos
en la elección de la principal avenida montevideana como escenario
de las manifestaciones y, a pesar de ello, siguieron haciéndose mayo-
ritariamente en ese lugar. «Si hubiera existido un mínimo de organi-
zación, no se habrían reiterado las manifestaciones por 18 de Julio,
un terreno indudablemente cómodo para la policía; en cambio, se
habría optado por una mayor dispersión de los grupos» (Bañales y
Jara, 1968, 100).
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7 Con frases como esta uno puede captar el grado de racionalidad que
se le intentaba dar a cada uno de los actos y movilizaciones. A pesar
de que en cuanto a programa e ideas nuevas no se fuese tan fructí-
fero, fue una época cargada de raciocinio. En la que todo lo que se
hacía tenía que poder justificarse ideológica o políticamente en una
asamblea. Es de imaginar las horas adicionales de reunión, con citas
de Marx y referencias a Guevara, que podía haber si uno de los asis-
tentes había defendido la quema de los coches más lujosos.
Formas de lucha | 183
Expropiaciones
Tanto los becarios como otros luchadores para realizar este tipo
de acciones acudían a locales de propiedad de algún burgués.
Casi siempre se intentaba no tomar nada de la clase trabajadora,
aunque en alguna ocasión se llegó a hacer. Durante un imprevisto
del plan Tatú, algunos tupamaros «han pasado un hambre atroz
mientras buscaban, en círculos, el campamento. En una carretera,
le han robado unos chorizos a unos obreros de Vialidad» (Blixen,
217). O el caso de la sustracción de gasolina de vehículos durante
la huelga general de 1973. Ante la escasez de combustible, se uti-
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Lucha armada
Violencia revolucionaria
Armas de fuego
Para saber qué armas utilizaron los tupamaros, a partir del asalto al
cuartel de la Marina, se detallan el tipo y el volumen de las mismas:
«Ciento noventa Springfield; ciento veinte Garard M–1 (fusiles pesa-
dos de gran poder de fuego y alcance); cincuenta pistolas 45; ciento
ochenta revólveres 38 largo, caño corto sin uso; dos ametralladoras
de pie (Trípode); seis fusiles R–15; dos metralletas Reissing, calibre
45; noventa granadas de demolición; ciento treinta granadas gas y
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Propaganda armada
Alcantarillado
Medidas de seguridad
17 JCJ de las FFAA, 418. Consejos como este se encontraban en los
manuales que los militantes tenían para la seguridad y autodefensa.
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Clandestinidad
Pedro Montero recuerda que en 1968 era «de los llamados “legales”,
es decir sigo con toda la vida pública, familiar, laboral y sindical, y
por las noches me dedico a armar el aparato armado de los tupas.
Dormía entre tres y cuatro horas».19 El caso de este luchador social,
el tener una vida y militancia pública y, también, una actividad
clandestina, es similar a todos aquellos que sin ser considerados
clandestinos, por no estar requeridos por la justicia, luchaban
escondiéndose de ella y tomando ciertas medidas de seguridad.
«Compañera,
vendrán a preguntar otra vez,
si me han visto, si le escribo,
si usted sabe adónde fue su marido.
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María Barhoum era una militante legal, tenía una doble vida, de
noche conspiraba y por el día, en su barrio, era una señora casada:
La mujer tira sus notas, todas las pruebas contra ella, por el wáter.
Está salvada.
El agente la mete en un coche y la traslada custodiada por tres
más. Ella va atrás en medio de dos de los policías. En un momento
el copiloto la interroga: —¿Cómo era ese tal novio que tenés?
Ella nerviosa empieza a hacer una descripción que coincide con
la fisionomía del guardia que efectuó la pregunta. Cuando éste se
da cuenta del hecho, los policías que la custodiaban la golpean,
con sus bayonetas, en los riñones. Se dirigen a la Jefatura de San
José y Yi y la fichan. Cuando entra en los calabozos escucha Cielito
de los tupamaros y otras canciones del estilo que le cantaban los
otros detenidos, que ella no podía ver, para comunicarle que no
estaba sola y mostrarle su apoyo. Horas más tarde, ya de madru-
gada y tras una dura interrogación —con patadas y piñazos «nada
más»— la sueltan. Deambula hasta la parada de los autocares que
parten hacia el interior del país. Los choferes, que ya la conocen
por la frecuencia de sus viajes, cuando la ven llegar le preguntan:
Fugas de prisiones
Blixen por su parte asegura que «no sabían un carajo» y que «los
milicos de adentro fueron sobornados» para que no hicieran re-
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24 Pancarta del FER en las ventanas del IAVA. Barricada, 1998, 6.
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Jerarquía y autodisciplina
Los diferentes grados «de mando» en los grupos estaban más que
aceptados, aunque agrupaciones como Comunidad del Sur trabaja-
ron bastante sobre la crítica a la jerarquía y la autoridad. De todas
maneras, comparando con la militancia de hoy, la jerarquización
de antaño y su justificación era muchísimo mayor.
Casi todas las agrupaciones que se reivindicaban del marxismo,
como PS y PC, se basaban en el centralismo democrático, es decir,
que se elegían delegados para los congresos, se votaban allí las tesis
de la organización y salían con un carácter oficial, lo que signi-
ficaba que si una minoría había votado en contra de ellas tenían
igualmente que asumirlas. Nora, que militó en el FER y el PS,
asegura que «las direcciones creaban, los dirigentes intermedios
bajaban sus acuerdos y las bases aceptaban, o no» y que «había
una verdadera fascinación por la cadena de mandos establecidos,
que no sólo parecían ser positivos para la supervivencia del grupo
si no además le daban mucha fuerza». La jerarquía era aprobada
incluso entre los autodenominados anarquistas. Otro ejemplo de
ello lo cuenta René Pena, quien recuerda que los militantes de
base como ella llegaban y preguntaban: «“¿qué hay que hacer?” Y
lo hacías, el porqué ya estaba claro: cambiar el mundo».
La lucha transforma la vida cotidiana
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«La gente está cansada del dirigente que dirige [...] el dirigente
tiene que ser el primero en todo [...]. La división entre
“dirigentes que dirigen” y “bases que actúan” no camina [...].
La idea de que el dirigente tiene que “cuidarse” es peligrosa
[...]. Hay veces que se lleva a extremos nefastos y la gente
deja de creer [...]. Que hay que cuidarse es obvio decirlo
[...]. Pero hay que cuidarse en la acción, y no en la oficina».
(Rosencof, 1987, 34).
276 | Acción directa en Uruguay, 1968-1973
Género y militancia
Ubaldo finalmente pone la guinda con una frase que a medida que
se estudia este período no puede dejar de acordar: «Desmitificába-
mos una cantidad de cosas pero al mismo tiempo nos poníamos
otros [mitos]».
Sin embargo, y en contra de varias de estas opiniones, casi todas
las entrevistadas se quejan porque en muchos aspectos, incluso
en los momentos y grupos de lucha, se sintieron desplazadas; fe-
nómeno que, en su momento, no lo consideraron tan prioritario
como para enfrentarlo. En la actualidad sus ideas al respecto son
otras. Chela Fontora afirma que «en UTAA, la mujer estuvo rele-
gada, como en el resto de la izquierda uruguaya. En las marchas
cañeras y en la comprensión de los demás hacia su libertad sexual
se apreciaba cierta marginación». Y cuando se le pregunta por qué
no cuestionaron ese hecho y no lo hablaron con los compañeros
con los que tanta confianza tenían, o en todo caso, por qué no
se rebelaron, contesta: «No había tiempo, cuando la gente tiene
hambre no podés esperar a mañana». Yessie Macchi, a las mismas
preguntas responde: «Nosotras en aquel momento no estábamos
con el tema de la mujer. El tema de la mujer dentro de la lucha
armada, recién ahora, para algunas de nosotras, es motivo de
reflexión». Otras militantes también señalaron que entonces se
preocupaban más por otros aspectos, cómo la extracción social de
la que se provenía, que por el tema del género. Nora, por ejemplo,
afirma: «Todos teníamos que superar la extracción de clase de la
que proveníamos, por ahí pasaba la cosa, por no ser o mostrarte
pequeñoburgués o hacer mea culpa de serlo».
A diferencia de otras militantes, Yessie Macchi, dentro de su
organización, sintió más igualdad de oportunidades y menos
discriminación por ser mujer, «en aquel momento éramos todos
iguales, te encargabas de una célula por tus méritos, no por si eras
mujer u hombre».
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«Te hablo de los novios de las chicas del grupo. Eran por
supuesto todos militantes y algunos dirigentes. Lo que más
les gustaba a las chicas, era que su compañero arrancara algún
aplauso en alguna asamblea, por ejemplo. Y la desesperación
porque se habían llevado a alguno preso, se mezclaba con
un poco de orgullo. No creo que las chicas se fijaran en
si sus novios eran guapos o simpáticos, sino más bien se
dejaban encandilar por lo importante que eran los chicos
dentro del grupo».
Rafael Cárdenas opina que los cambios con respecto a las relacio-
nes amorosas se produjeron entre los militantes clandestinos y no
entre quienes desarrollaban una actividad legal.
La lucha transforma la vida cotidiana
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Glosario Militante
Ablande: Se refiere al período de tortura anterior al interrogato-
rio. A esta etapa también se la llamaba «de ablandamiento».
Afloje: Período de la detención en el que se ejercía menos dureza
con los presos, en el que estos podían organizar la cocina y comer
mejor.
Agringamiento: (De gringo -green go-: vete verde. Forma como
llamaban a los soldados ingleses en Argentina y a los estadouni-
denses en diferentes lugares de América). Se refiere a compor-
tarse, tener la ideología yanqui o, en general, hacerle el juego al
imperialismo. Se puede agringar desde una persona hasta una
fuerza política o un país.
Apretar: amenazar a una persona de forma violenta para inmovi-
lizarla, pedirle información o sacarle dinero.
Batllistas: término aplicado a los seguidores de José Batlle y en
general a los seguidores de la política liberal, progresista y perse-
guidora del consenso social.
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Lista de testimonios
Eleuterio F. Huidobro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MLN
José Mujica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MLN
Pedro Montero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MLN
Yessie Macchi. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MLN
Rafael Cárdenas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MLN
Samuel Blixen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MLN
Fernando Garín. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MLN
Chela Fontora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . UTAA y MLN
José López Mercado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FER y MLN
Rodrigo Arocena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FEUU
Coriún Aharonián. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Independiente
Ubaldo Martínez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Militante sindical
Héctor Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . GAU
J. C. Mechoso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FAU–OPR-33
Ariel Collazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MRO–FARO
Daniel Viglietti . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Independiente
Horacio Tejera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FER
Fernando Castillo . . . . . . . . . . . . Independiente (tendencia combativa)
Aníbal de los Santos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Comunidad del Sur
María Barhoum. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FAU–OPR-33
René Pena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Escuela Nacional de Bellas Artes
Juan Nigro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Independiente (MUSP)
Cota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Independiente (Agrupaciones Rojas–MIR)
Pepe de La Teja . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FER
Ricardo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Independiente (tendencia combativa)
Mario Rossi Garretano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MRO y FARO
Roberto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FEUU y PS
Nora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . FER y UTAA
Anexos | 323
Pedro Montero
Yessie Macchi
Rafael Cárdenas
Chela Fontora
Fernando Garín
Rodrigo Arocena
Héctor Rodríguez
J. C. Mechoso
Daniel Viglietti
Horacio Tejera
Fernando Castillo
María Barhoum
René Pena
Roberto
Nora
Cota
Pepe de la Teja
Ricardo
Presentación
Desde chico, mi padre me explicó las razones por las que él, y los
demás compañeros, luchaba y cuáles fueron los motivos por los
que lo encerraron un tiempo en la cárcel. Por aquella época, me
ayudaba a entender las canciones de Viglietti y los debates que tenía
con otros luchadores sociales. A cuenta gotas, me contaba alguna
anécdota de la época. Recuerdo que una fría noche, acampados a la
orilla del Rin, nos explicó que, estando preso en un cuartel, rompió
unas botellas para confundir a la guardia y ayudar a evadirse a un
preso: Alberto Mechoso; asesinado por los militares tiempo después.
Cuando fui adulto, descubrí la importancia que, al contrario
que muchos otros, Ricardo daba a la realización de un balance
de toda aquella época y a la reapropiación programática de los
revolucionarios en general.
Los cuentos de las acciones en las que participó siempre fueron
muy escasos y las explicaciones de la canalización de la lucha --por
342 | Acción directa en Uruguay, 1968-1973
30 de abril de 2016
Rodrigo Vescovi
344 | Acción directa en Uruguay, 1968-1973
Introducción
Frente Amplio
Sería más o menos el mes de abril del año 1971, luego de una
cansada jornada de militancia y trabajo, llego al Comité de Base
del Frente Amplio del parque Batlle. Ya, era bastante tarde, se res-
piraba un ambiente burocrático pautado por peroratas electoreras
de los partidos reformistas y de otros dirigentes independientes. Se
hablaba exclusivamente de hacer campaña y pegar afiches con las
caras de los dirigentes del frente. Casi al final de la larga lista de
oradores, toma la palabra Ángela, a quien yo no conocía físicamente
(aunque después fui consciente que ya tenía referencias de ella por
el barrio y también orgánicas), y dice de forma muy modesta algo
así como: «Yo vengo al comité de barrio porque lo considero una
buena oportunidad para desarrollar las luchas de base, pero no para
participar en las elecciones». Y agrega ante las primeras preguntas
que se le hacen: «No participaré ni en afiches electorales, ni saldré
a pegarlos, porque no creo que ésa sea la solución».
¡Ni la dejan terminar! Varios dicen que ese planteo no se puede
hacer ahí, otros le gritan que ¿qué otra cosa viene a hacer al comi-
té?... ¡¿De qué otra lucha habla?! Es ahí que otras voces se levantan,
entre ellas la mía, «no, no hay que hacer campaña electoral, no
saldremos a apoyar al general Seregni..., los comités surgieron para
otra cosa, para la lucha».
Para la mesa (constituida principalmente por el PC, el PS, una
señora que era secretaria de Villar y que era la presidenta del co-
mité, más algunos independientes entre los cuales se encuentra
el delegado del 26 de Marzo), lo dicho ya pasaba lo tolerado: le
arrancó la palabra a Ángela, que pedía continuar con su inter-
vención, y anunció que había que volver al orden del día. En el
fondo era una terrible maniobra para descalificar a esa compañera,
porque a renglón seguido la misma mesa anunció que había una
lista de anotados para responderle. Hablaron varios, todo en un
terreno insultante y descalificatorio: al comité se venía a preparar
las elecciones; los que venían al comité debían aceptar las normas
del Frente, que era una coalición electoral; el pretender imponer
otras tareas era totalmente divisionista y opuesta a la «unidad del
pueblo necesaria para vencer a la reacción». Por otra parte, ¿qué
otra cosa se podría venir a hacer al Frente si no era para contribuir
al esfuerzo electoral? Es decir, se utiliza el legalismo mezclado con
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El 26 de Marzo
Había algo que nos unificaba, más allá de las posiciones diferen-
tes, y era la solidaridad contra el enemigo común, y a pesar de ese
desacuerdo entre por un lado la clásica posición de la Tendencia
Revolucionaria y por el otro los aparatistas (y frente amplistas del
26). La realidad empujaba siempre a aquella frase, que también
nos llevó a la ruina y la derrota: «Los hechos nos unen, las palabras
nos separan».
Sólo entendí la gravedad de dejar la discusión teórica y progra-
mática como secundaria y privilegiar la unidad con los «que se
estaban jugando las pelotas» mucho después. En ese momento,
Ángela, como muchos otros y yo mismo (sin darle demasiado peso
a las consecuencias de las rupturas que se habían producido entre
la tendencia revolucionaria y el aparatismo y lo que significaba
en realidad aquel «estilo tupa»), privilegiábamos la «unidad» con
todos aquellos que habían empuñado las armas, sin darnos cuen-
ta hasta qué punto esa «unidad» sin principios llevaba al triunfo
del frentismo y del aparatismo y, consecuentemente, al plan del
enemigo de desarmar la energía social del proletariado a través del
frentismo, para reprimir a los grupos guerrilleros por separado.
En aquel momento, esa solidaridad elemental primaba tanto
que hizo posible que, en cuanto a lo de los presos políticos, se lo-
grase un salto cualitativo. El tema para nosotros era vital, porque
nuestros compañeros más queridos y jugados estaban presos o
clandestinos, y el que los comités del Frente no se ocuparan del
tema era para nosotros insoportable; ninguno de nosotros veíamos
ningún interés en un comité en que ni siquiera se pudiera luchar
por ellos. Hay que recordar que el 26 era todavía más independiente
de lo que después fue, como brazo político de los Tupas, y más
bien guardaba tanto las formas, para que no se pudiera verificar
que en realidad tendía a ser eso, que en el comité por la libertad
de los presos, que funcionaba desde hacía algún tiempo, no tenía
participación oficial como organización y no la tuvo hasta mucho
después. Ángela había introducido el tema, además, porque (expli-
caría después en varias reuniones con otros compañeros) no tenía
ninguna confianza ni en el Frente ni en el 26 ni en la dirección que
estaba afuera de los Tupas... para pelear en serio por la libertad de
nuestros compañeros presos.
Apéndice: Testimonio de Ricardo | 355
Reforma o revolución
el menor de los males, como nos decían los aparatistas (los más
fierreros no se daban cuenta de que eran los más conciliadores en
lo programático con el reformismo), sino, bien por el contrario,
la careta más cínica del capitalismo y de la contrarrevolución.
No nos interesaba para nada una lucha para mejorar un poco el
capitalismo con alguna u otra reformita.
Ángela decía, clara, calma y públicamente, que ella se consideraba
libertaria y contraria al reformismo; nosotros seguíamos defendien-
do la tendencia revolucionaria y empujando en todas partes su
organización. Las consignas venían de las manifestaciones mismas,
por ejemplo, del FER: «Queremos al ministro tal colgado con las
tripas de tal burócrata del PC», «No habrá revolución hasta que
el último capitalista no sea colgado con las tripas del sindicalista
tal o cual» (¡en general incluían un bolche!), etcétera.
El rechazo de la izquierda y derecha del sistema y de los impe-
rialismos yanqui y ruso era la tendencia internacional de lo que
fue el gran movimiento de los años 1965-1968, y con ella nos
identificábamos. El proyecto social que vislumbrábamos se había
ido gestando internacionalmente en contraposición al reformismo,
y para nosotros estaba expresado en un movimiento mundial del
que nos considerábamos parte: las revueltas del proletariado negro
en Estados Unidos, la lucha contra la guerra de Vietnam en todas
partes, la Revolución «cultural» en China, las revueltas proletarias
en Córdoba, México, París, Italia..., la «Primavera checa» y el en-
frentamiento a los tanques rusos...
En todas esas revueltas, la izquierda del sistema, socialdemócrata o
«bolche», había mostrado su carácter contrarrevolucionario. Todos
queríamos al Che y su lucha, aunque no nos cerraba mucho que
hubiera confiado nada menos que en los bolches, y nos decíamos
¡qué otra cosa que la traición podía haber esperado de ellos! Ninguno
de nosotros haría confianza a Monje ni a Arismendi, y nos pregun-
tábamos desconsolados: ¿cómo el Che había caído en esa trampa?
¿cómo era posible que el Che no supiera que eran sus enemigos?
La historia oficial ha dividido la cosa como si la única diferen-
cia entre la izquierda burguesa y los revolucionarios fuera que la
primera estaba por las reformas sindicales y la salida electoral, y
los segundos estábamos por la lucha armada. La diferencia era
Apéndice: Testimonio de Ricardo | 373
Con Sendic
La encerrona
tuvo una enorme simpatía popular; es verdad que ese acto tal vez
todavía hubiese sido avalado socialmente y no conducía en sí
mismo, hacia el enfrentamiento exclusivamente entre aparatos.
Pero, como se diría hoy, ya estábamos en el horno (guerra aparato
contra aparato), pero todavía había una puerta abierta..., todavía
el poder no podía legitimar cualquier cosa...
Sin embargo, un mes después... ¡cerraron la puerta del horno!
El Estado, los milicos, presentaron los asesinatos que hicieron
ese mismo 14 de abril de varios queridos compañeros como una
respuesta, pero quedaba todavía demasiado evidente que habían
salido a defender «el ilegal» Escuadrón de la Muerte (el resto del
accionar terrorista del Estado democrático era todavía más o me-
nos legal), y el ejército no se sentía todavía unificado para salir a
torturar a mansalva como lo hizo después. Esto nos lo dijeron y
confirmaron luego, cuando estábamos presos, muchos soldaditos y
algunos oficiales: ellos no querían salir a reprimir y menos torturar
a gente que hacía justicia: «Creíamos que la guerra no era contra
nosotros»; pero de los dos lados se hizo lo posible para cerrar la
puerta del horno en el que ya estábamos. De «nuestro lado», los
Tupas seguían gritando a voces que ahora querían «la guerra y
que «había que pasar al ataque» (¡cuando el ABC de las leyes de
la guerra dicen lo contrario!); por el otro, se seguía torturando
y masacrando, pero declarando y jurando que se respetarían los
derechos de toda la población.
Luego vino la jugada maestra, que concluyó con la muerte de los
cuatro soldados que, teatralizada por el Estado (puesta en escena
de la foto tomando mate para los medios), sirvió para mostrarle
a la tropa indecisa que la guerra era también contra ella. Hasta la
contradicción de clase en el seno del ejército, que siempre juega
en contra del terrorismo de Estado abierto (por ejemplo en la
Revolución rusa o mexicana), pasaba así a segundo plano. Desde
«nuestro lado», hasta los propios documentos que caían en vez de
llamar a la lucha de clases, a desertar del ejército represor y opo-
nerse a los oficiales, se llamaba a la guerra contra el ejército. Era
la otra pata del policlasismo frentista que junto con el aparatismo
unificaban al ejército contra la subversión: la destrucción de la
guerrilla se hizo inevitable.
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correr la bola que era él que les dictaba esta posición y que iban a
salvar al país conjuntamente. También contaban que tal discurso
que decía un oficial en el círculo militar «había sido redactado por
nosotros», es decir por el Ñato y sus secuaces.
La organización y la disciplina de los Tupas, al menos en el
72/73 se mantenía gracias a este mito, más o menos explicitado
por algunos oficialatas «no perdimos... sino que los dirigimos
políticamente» (lo que evidentemente “probaba” que los milicos
eran los giles y ellos los inteligentes), «son nuestros enemigos, pero
en base a esta maniobra táctica los hacemos luchar contra la oli-
garquía y el imperialismo...», o más fuerte y explícita todavía: «tal
vez perdimos en lo militar, pero estamos ganando en lo político».
Los oficialatas escribían discursos y proyectos, salían y entraban,
decidían quienes salían y quienes no estaban autorizados (no co-
laboraban lo suficiente), imponían disciplina y reglas a todos los
presos (se prohibió todo intento de fugas) y sobre todo decidían lo
que iba a ser «el futuro para todos». Auguraban: ahora si podemos
afirmarlo ¡habrá patria para todos! ¡Ya entonces el Sr. Huidobro
funcionaba como parte del Ministerio de Defensa Nacional! O si se
quiere, por su discurso y por su práctica: ¡ya parecía (y funcionaba
como) un Ministro!
Hubo muchos viejos Tupas que no podían creer lo que estaba
pasando, que no entendían como se podía trabajar ahora con los
milicos para «organizar juntos al país». Así por ejemplo, el valioso
compañero Cruz, que había caído herido de bala y todavía estaba
bastante mal físicamente, pidió, de manera oficial, consultar a la
dirección sobre la colaboración. «Yo no tengo nada que perder»,
decía, pido ver a «mi dirección» para que me expliquen.
¡Nada de esto fue secreto! ¡El compañero escribió oficialmente al
Comandante del Cuartel, que era de los que más hablaba «contra
la oligarquía y el imperialismo» en ese sentido! Pidió discutir con
lo que consideraba «su dirección».
La respuesta fue sumamente positiva. Los llamados «milicos
progresistas» trajeron al cuartel adonde estábamos recluidos, a una
tanda muy importante de dirigentes oficiales y personajes conocidos
(entre otros recuerdo que trajeron a: Marenales, Wassen, Manera,
Wolf, Lopardo...), para que nos explicaran los «avances de las ne-
Apéndice: Testimonio de Ricardo | 407
RICARDO
Bibliografía y fuentes
Libros consultados
Revistas vaciadas
Obras de creadores
Fuentes fotográficas
• Archivo Lolmos
• Archivo de Brecha
• Archivo de Carta Popular
• Archivo de El País
• Archivo de FAU
• Archivo de Cristina
• Archivo de Raquel y Anibal
• Archivo del autor
Glosario
Presentación 7
Principales acontecimientos de 1968 a 1973 11
Antecedentes 11
1968: La resistencia mundial al capital, también en Uruguay 13
1969: Brechas por todas partes en la nave del Estado 16
1970: Euforia combativa y contrapoder 22
Un símil en los años treinta: el ajusticiamiento del comisario Pardeiro 28
1971: ¿Acción directa o tregua electoral? 30
1972: «Guerra Interna» 39
1973: Golpe de Estado y huelga general 46
Características principales del período 1968‑1973 y de los luchado-
res sociales 54
Tendencias anarquistas 61
Aclaración sobre las tendencias
anarquistas en Uruguay 61
Federación Anarquista del Uruguay (FAU) 63
Fundación 63
Escisión 66
Programa, participación y ámbitos de influencia 73
Resistencia Obrero Estudiantil (ROE) 76
Organización Popular Revolucionaria 33 (OPR-33) 85
La «escuelita», lucha armada y prácticas anarquistas 88
Secuestro de Molaguero 93
Escuela Nacional de Bellas Artes 96
Comunidad del Sur 100
Orientación política 104
Convivir en comunidad 107
Otras tendencias radicales y rupturistas 111
Movimiento 22 de Diciembre (Tupamaro) 111
Crítica al aparatismo y militarismo del MLN–T 115
Los sinpartido 127
Contra el latifundio y el alambrado 131
Lucha radical en el medio estudiantil 136
Oposición al Partido Comunista 141
La tendencia combativa 148
Formas de lucha 159
Acción directa 162
Huelgas y ocupaciones de centros de trabajo y estudio 166
Participación de vecinos, artistas, etcétera 169
Estructuras para la acción y sabotajes 174
Manifestaciones y enfrentamientos con la policía 178
Expropiaciones 185
Lucha armada 189
Violencia revolucionaria 190
Preparación y entrenamiento guerrillero 194
Armas de fuego 197
Propaganda armada 202
Cárcel del pueblo 204
Alcantarillado 208
Medidas de seguridad 210
Clandestinidad 214
Fugas de prisiones 224
Programa, publicaciones y consignas 238
Democracia y dictadura: el sostén del Estado 247
La lucha transforma la vida cotidiana 267
Jerarquía y autodisciplina 274
Género y militancia 278
Amor en tiempos de lucha 290
Anexos 313
Glosario Militante 313
Lista de testimonios 322
Reseña biográfica de algunos entrevistados 323
Guión orientativo para las entrevistas 334
Apéndice 341
Presentación 341
Ángela Álvarez. Militante revolucionaria, nunca oficialista 344
Introducción 344
Frente Amplio 346
El 26 de Marzo 352
Barrio, Tupamaros y discrepancias organizativas 356
Acción autónoma y coordinadora 364
Reforma o revolución 369
Tupas, filobolches y sectarismo 374
Con Sendic 379
Hacia la supuesta «guerra» 384
La encerrona 390
La caída y la versión de los milicos: «La Guerrilla» 396
Sectarismo y colaboracionismo Tupa 403
Sobre los tupamaros «torturadores» y otras traiciones 411
Bibliografía y fuentes 423
Glosario 433
Este libro ha sido finalizado durante
julio de 2019 en Rosario, Argentina.