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CONSEJO NACIONAL DE LA JUDICATURA

ESCUELA DE CAPACITACIÓN JUDICIAL “DR. ARTURO ZELEDÓN CASTRILLO”

CURSO
PRINCIPALES INSTITUCIONES DEL NUEVO PROCESO
CIVIL Y MERCANTIL
MÓDULO I- SERIE CPCM

NOMBRE DEL MATERIAL:


LA COSA JUZGADA. ART. 222 DE LA LEC.
(SEPARATA NO.3)

AUTOR: ISABEL TAPIA FERNÁNDEZ

PROGRAMA DE EDUCACIÓN CONTINUA – ÁREA DE DERECHO PRIVADO – MÓDULO I: PRINCIPALES INSTITUCIONES DEL NUEVO PROCESO CIVIL Y MERCANTIL
(Material editado por la ECJ para fines educativos: Sobre la Ley de Propiedad Intelectual = Art. 44 inciso c); Art. 47)
TEMA: LA COSA JUZGADA. ART. 222 DE LA LEC; PÁGS. 133-171
POR: ISABEL TAPIA FERNÁNDEZ

CAPITULO TERCERO.
IDENTIDAD DE OBJETOS PROCESALES:
LA COSA JUZGADA. EL ART. 222
DELALEC

1. GENERALIDADES

En términos absolutamente literales, la cosa juzgada indica la concreta situación o relación jurídica que ha sido decidida en
un proceso. Res indicita -<dice MODESTINO (lib. 7 Pandectarum)(111)- dicitur, quae finem controversiarum pronunciatione
iudicis accipit: quod vel condemnatione vel absolutione contingit. Desde el punto de vista de la dogmatica procesal, la cosa
juzgada hace referencia a determinados efectos procesales que produce la resolución firme dictada sobre un concreto
objeto sometido a conocimiento judicial.

En todos los tiempos y en todos los ordenamientos jurídicos se ha sentido la necesidad de establecer unos límites y unos
efectos a la controversia ya resuelta, de modo que la decisión firme sobre ella sea garantizada en lo sucesivo con la
consecuente seguridad jurídica que a los justiciables proporciona la indiscutibilidad de lo ya resuelto.

La institución de la cosa juzgada, incita en la propia función jurisdiccional («juzgar » con carácter irrevocable), contribuye a
la paz social; porque no es conveniente que lo que ya ha sido discutido y resuelto por los órganos jurisdiccionales vuelva a
ser removido de nuevo.

Si no se puede poner en discusión la importancia de tal institución en cualquier ordenamiento jurídico, sí que es objeto de
discusión y dudas (en nuestro ordenamiento y en los ordenamientos extranjeros) el contenido y límites de la cosa juzgada.
Pues, efectivamente, ¿qué es «lo juzgado»?; ¿cómo se precisa con exactitud el contenido de la «res» que ha sido
juzgada?; ¿cómo influye en un proceso posterior la delimitación de esa cosa que ya ha sido juzgada?

En gran medida, la respuesta a tales interrogantes la tiene la concreta opción de política legislativa que se escoja. Como ya
he dicho en otro lugar (112), establecer el ámbito de cobertura de la cosa juzgada ha de tener por fuerza una dimensión
relativa que dependerá de la propia concepción que se tenga del proceso y de la función jurisdiccional en cada sistema
jurídico y en cada momento histórico. En esta idea, considero necesario indicar desde el principio que, desde mi punto de
vista, existen dos puntos de tensión que influyen de modo decisivo a la hora de diseñar el contenido y límites de esta
institución. Por una parte, hay que tener muy presente que, de acuerdo con la esencia y función que se tiene atribuida a los
órganos del Estado encargados de «administrar» la justicia, el Juez no es un teórico estudioso de cuestiones que surgen a
lo largo del proceso, sino un órgano del Estado provisto de imperium. Por ello, la esencia radical de su decisión reside en su
contenido imperativo, no en sus elementos lógicos. Por otra, hay que tener también presente el planteamiento de política
legislativa acerca de cuál ha de ser hoy día la función que debe cumplir el proceso y que interés social subyace en las
distintas tendencias que pretenden delimitar los litigios.

Este segundo aspecto, imposible de ser analizado en una obra como la presente (113), queda reflejado en varios pasajes de
la Exposición de Motivos de la Ley que, a lo largo de toda ella, pero sobre todo en los primeros epígrafes, muestra su
empeño en «exponer» a los ciudadanos todos a los que va dirigida, las razones de una reforma de la justicia civil que sea
verdaderamente «efectiva»; para lo cual arbitra un proceso más racional y más justo. Como se afirma en el epígrafe VII, es
inspiración básica la de no multiplicar innecesariamente la actividad jurisdiccional. Y en esta línea, parte el Legislador «de
dos criterios inspiradores: por un lado, la necesidad de seguridad jurídica y, por otro, La escasa justificación de someter a
los mismos justiciables a diferentes procesos y de provocar la correspondiente actividad de los órganos jurisdiccionales,
cuando la cuestión o asunto litigioso razonablemente puede zanjarse en uno solo». En este diseño del nuevo proceso civil,
la institución de la cosa juzgada ha de jugar, por fuerza, un papel relevante.

111
D. Lib. 42. Tít. I.I
112
Cfr. «Efectos objetivos de la cosa juzgada», en Efectos jurídicos del proceso, Cuadernos de Derecho Judicial, 1995, págs.163 a 225
113
La monografía de esta colección dedicada a los principios informadores del proceso civil en la nueva Ley sin duda se referirá ampliamente a estas cuestiones de política legislativa.

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Finalmente, una advertencia y una constatación. La advertencia incide en que. como se ha hecho en el capitulo anterior
relativo al objeto del proceso y la sentencia, no se va a tratar tampoco aquí de forma exhaustiva la institución de la cosa
juzgada y los muchísimos problemas doctrinales y de otra índole que plantea.: Creo que lo razonable es considerar que
puntos más conflictivos han ido surgiendo en la práctica forense con la regulación anterior y como la nueva Ley intenta
solucionarlos, dando mayor coherencia y racionalidad a ese principio básico inspirador de la nueva justicia civil apuntado en
el apartado anterior.

La constatación consiste en aludir a que, debido a la ausencia de regulación anterior sobre el instituto de la cosa juzgada,
en nuestro sistema procesal tal término se ha venido aplicando en un sentido muy amplio y poco técnico. comprensivo tanto
de la firmeza de una resolución cualquiera dentro de un concreto proceso (cosa juzgada formal), como de la inmutabilidad
del contenido de una resolución concreta (sentencia fume) vinculante para los Jueces de los futuros procesos (cosa juzgada
material), ya sea en el sentido de deber decidir conforme a lo que ya ha sido resuelto en un proceso anterior (función
positiva de la cosa juzgada), ya sea en el de abstenerse de juzgar o decidir lo que ya ha sido resuelto en dicho anterior
proceso (función negativa de la cosa juzgada). Estos conceptos apuntados (cosa juzgada formal y material; función positiva
y negativa de la cosa juzgada material) no tenía reflejo en la legislación procesal anterior. Veremos a continuación como
resultan tratados en la nueva Ley.

Comenzare, en primer lugar, por puntualizar los conceptos de cosa juzgada formal y cosa juzgada material, tal como los
recoge la nueva Ley procesal, a los meros efectos de delimitar conceptos y evitar: confusiones terminológicas, porque en
realidad Dada tiene que ver con el objeto del proceso la llamada «cosa juzgada formal» de las resoluciones judiciales. A
continuación me centrare en el análisis de lo que se entiende por res iudicata, esto es, cual es el objeto que por haber sido
«juzgado» ha de permanecer inmutable, con vinculación para los Jueces de los sucesivos procesos; para, seguidamente,
establecer una comparación entre «lo juzgado» (resiudicata) y lo que se pretende juzgar en el nuevo proceso (res
iudicanda); y concluir si es o no posible, y con qué limites, ese nuevo juicio sobre un objeto idéntico o conexo al ya
enjuiciado.

2. COSA JUZGADA FORMAL Y COSA JUZGADA MATERIAL. EL ART. 207 LEC

La primera distinción conceptual que cabe hacer es la relativa a los términos «cosa juzgada formal» y «cosa juzgada
material», dos realidades distintas, a las que -como se ha dicho (114)—solo la tradición permite que se las enuncie con la
expresión genérica de cosa juzgada, que es preciso luego adjetivar como formal y material.

La cosa juzgada formal es la situación dentro de un proceso en que se encuentra una resolución cualquiera que ha
adquirido firmeza; o lo que es lo mismo la cosa juzgada formal se predica de cualquier resolución que adquiere la cualidad
de inimpugnable. Firmeza de una resolución, o inimpugnabilidad de la misma, son prácticamente términos expresivos de
que esa resolución, dentro de ese proceso, ha adquirido la cualidad de cosa juzgada formal.

En este orden de cosas, la primera distinción que se ha de considerar es la establecida entre resoluciones definitivas y
resoluciones firmes. La primera hace referencia aquellas resoluciones frente a las que cabe algún tipo de recursos, o lo que
es lo mismo, a aquellas resoluciones que son impugnables. Cuando la propia Ley establece que una determinada
resolución es inimpugnable, o cuando a pesar de ser impugnable, no se impugna por la parte en el plazo legalmente
previsto, o impugnada se dinamite el recurso por cualquier motivo, esa resolución se dice que es firme. Firmeza equivale a
la ausencia de posible recurso frente a una cualquiera resolución. Y firme una resolución, ésta despliega efectos de cosa
juzgada formal dentro del proceso en que fue dictada; de tal modo que, fume esa resolución e imposible de ser sustituida
por otra distinta, dicha resolución ha de ser respetada en el proceso en que se ha dictado, no pudiendo el Tribunal desviarse
de lo resuelto en aquella resolución ni proveer de forma distinta a lo allí contenido.

Nuestro ordenamiento procesal aludía a esta situación en los arts. 369.5 y 408 LEC de 1881, y en el art. 245 de la LOPJ;
pero sin precisión alguna respecto a resoluciones distintas de las sentencias, y sin la sistematice adecuada. De ahí la
confusión que en ocasiones ha producido la indistinta enunciación de «cosa juzgada »; llegándose a entender por el

114
MONTERO AROCA, «La cosa juzgada. Conceptos generales», en Efectos jurídico del proceso, Cuadernos de Derecho Judicial, 1995, pág. 74.

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Tribunal Supremo que la cosa juzgada formal hace referencia al efecto de una sentencia firme que absolvió en la instancia
al demandado por apreciar la ausencia de algún presupuesto procesal (115).

La nueva Ley ha seguido manteniendo la denominación de cosa juzgada formal y cosa juzgada material; pero regulándolas
en dos preceptos diversos y con la precisión necesaria para su correcta distinción. Así se observa en el art. 207, con la
rúbrica «Resoluciones definitivas. Resoluciones firmes. Cosa juzgada formal», y en el art. 222, que intitula «cosa juzgada
material».

El referido artículo 207 LEC dice:

«1. Son resoluciones definitivas las que ponen fin a la primera instancia y las que decidan los recursos interpuestos frente a
ellas.

2. Son resoluciones Firmes aquellas contra las que no cabe recurso alguno bien por no preverlo la ley, bien porque, estando
previsto, ha transcurrido el plazo legalmente fijado sin que ninguna de los partes lo haya presentado.

3. Las resoluciones firmes posan en autoridad de cosa juzgada y el Tribunal del proceso en que hayan recaído deberá estar
en todo coso a lo dispuesto en ellas.

4. Transcurridos los plazos previstos para recurrir una resolución sin haberla impugnado, quedar firme y pasada en
autoridad de cosa juzgada, debiendo el Tribunal del proceso en qué recaiga estar en todo caso a lo dispuesto en ella.»

Como se observa, la nueva regulación comienza haciendo una distinción entre lo que son resoluciones definitivas y
resoluciones firmes, en los términos vistos anteriormente y elaborados por la doctrina científica. Y, a continuación, en los
números 3 y 4 de este precepto (116), establece en qué consiste el efecto de cosa juzgada formal; efecto que se predica de
toda resolución firme, esto es, de aquella resolución contra la que no cabe recurso alguno bien por no preverlo la ley, bien
porque, estando previsto, ha transcurrido el plazo legalmente fijado sin que ninguna de las partes lo haya presentado. Y que
significa que el Tribunal del proceso en que haya recaído (esa resolución firme) deberá estar en todo caso a lo dispuesto en
ella.

De acuerdo con lo anteriormente expuesto, hay que concluir que si la cosa juzgada formal es el efecto vinculante que toda
resolución firme dictada en un proceso concreto tiene respecto del Tribunal de dicho proceso, que le obliga a estar en todo
caso a lo dispuesto en ella, y que -por tanto- solo despliega sus efectos en el proceso en que se dicto la resolución que ha
adquirido: fuerza de cosa juzgada formal, la distinción con la «cosa juzgada; material» es diáfana. Es verdad que la firmeza
de una resolución y consecuente efecto de vinculación en el proceso en que fue dictada, es paso previa para la definición
de la cosa juzgada material. Porque, presupuesto el efecto de cosa juzgada formal, la cosa juzgada material es el efecto
(que se examinará en los epígrafes siguientes) que produce la firmeza de una muy determinada resolución: la sentencia
fume que resuelve sobre el objeto sometido a consideración judicial. La cosa juzgada material, pues, no es el conjunto(o de
efectos derivados de toda resolución que juzga o enjuicia algún asunto o cuestión, sino una muy concreta y determinada
eficacia jurídica que tienen las resoluciones fumes sobre el fondo en cuando conceden a una de las partes un bien concreto
de la vida.

A partir de ahora sólo se va a tratar de la cosa juzgada material, estrechamente relacionada con el objeto del proceso.

3. Delimitación de «lo juzgado»

3.1. Planteamiento de la cuestión

115
Así, en la STS de 12 de julio de 1951, donde se dice que «lo mismo la doctrina científica que en la jurisprudencia de este Tribunal… se ha abierto paso la distribución entre la llamada cosa juzgada en
sentido formal y cosa juzgada en sentido material, dándose aquella cuando el Juzgador en el primer pleito no entro en el fondo de las pretensiones del actor, limitándose a desestimar la demanda por falla
de determinados presupuestos procesales y apreciando excepciones de carácter dilatorio». La misma confusión se observa en la STS de 13 de marzo de 1916.
116
Los números 2 y 3 de este articulo 207 han sido objeto de enmienda con relación II Proyecto de Ley de 1998. Con mejor redacción se ha establecido en el numero 2 por que mecanismos puede llegar a
adquirir firmeza una resolución: bien por no preverlo II ley “bien porque, estando previsto, ha transcurrido el plazo Legalmente fijado sin que ninguna de las partes lo haya presentado. Por ello estimo que,
estableciéndose a continuación -párrafo 3 de este artículo el efecto de cosa juzgada formal que acamparía a toda resolución firme, sobre el párrafo 4, que es una inútil repetición de lo dispuesto en el
párrafo 2.

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Partiendo de la anterior afirmación, según la cual la cosa juzgada material es aquel específico efecto que produce la firmeza
de una concreta resolución judicial, cual es la sentencia firme que decida la controversia sometida a enjuiciamiento, y que
significa propiamente ese efecto irrevocable de la misma, en orden a procesos futuros, el primer escollo que surge es el de
delimitar en qué consiste «lo juzgado».

Para una primera aproximación de lo que significa «lo juzgado», es necesario hacer dos puntualizaciones, sin la presencia
de las cuales es difícil resolver los problemas que a continuación se expondrían.

La primera de ellas se refiere a la reiterada doctrina del Tribunal Supremo según la cual «la cosa juzgada se forma sobre la
parte dispositiva de la sentencia, y no sobre sus fundamentos». La que pasa en autoridad de cosa juzgada, según la
Jurisprudencia, .es el fallo de la sentencia. La cosa juzgada la constituye la declaración contenida en la parte dispositiva de
la sentencia al resolver (para conceder o denegar) la concreta tutela jurídica pedida. De esta delimitación de «lo juzgado» se
van a derivar una serle de cuestiones, que serán analizadas en los epígrafes siguientes. Baste ahora retener que esta es la
idea jurisprudencial respecto de los límites objetivos de la cosa juzgada.

La segunda consiste en la apreciación de que no necesariamente «lo juzgado» tiene que coincidir con el objeto del proceso.
El objeto de la cosa juzgada, lo que permanece inmutable con vinculación para los Jueces de futuros procesos, es la
concreta cuestión sustantiva; sometida a litigio y decidida definitivamente por el órgano jurisdiccional. Ahora bien, la cosa
juzgada se forma sobre lo que en realidad es el contenido de la resolución firme, y no sobre lo que habría debido ser. La
cosa juzgada se proyecta sobre lo que «efectivamente » ha decidido el órgano jurisdiccional. Es verdad que el órgano
jurisdiccional ha de decidir sobre los límites del objeto litigioso que 'las partes han sometido a enjuiciamiento; y que, por lo
tanto, los límites de la cosa juzgada deben ser coincidentes con aquellos limites, que imponen que el Juez resuelva
congruentemente. Pero puede ocurrir que el pronunciamiento judicial firme (el iudicatun, «lo juzgado») adolezca de un viejo
de incongruencia. En estos casos, «lo juzgado» se formaría realmente con derogación de los límites fijados para el actor en
su demanda (y, en su caso, par el demandado). La cosa juzgada no coincidiría, pues, con los limites objetivos fijados por las
partes. Como afirma DE LA OLIVA (117), una sentencia fume, aunque incongruente, despliega sus efectos, porque la cosa
juzgada formal sana los eventuales defectos de la resolución y provoca la inmutabilidad de la declaración de la voluntad
concreta de la ley sustantiva que en ella se contiene, la cual ya no está sometida a impugnación alguna. Por todo ello, hay
que concluir que objeto del proceso y objeto de la cosa juzgada no son conceptos absolutamente idénticos.

Con estas consideraciones se ha de entender lo que el art. 222.1 de la nueva Ley expresa: «La cosa juzgada de las
sentencias firmes, sean estimatorias o desestimatorias, excluir, conforme a la ley, un ulterior proceso cuyo objeto sea
idéntico al del proceso en que aquella se produjo». Obviamente, la Ley contempla situaciones normales, y no las
patológicas que se producirán cuando una sentencia firme se configure con derogación de los límites del objeto procesal
sometido a juicio (una sentencia incongruente, pero efectiva). Pero queda apuntada esta posibilidad, no teoría sino real (118).

Teniendo en cuenta las consideraciones que se acaban de apuntar, planteare, en el presente epígrafe (119), los problemas
más importantes al respecto y aludiré a como la nueva Ley se ha hecho ceo, solventando alguno de eUos.cn el art. 222.

En los epígrafes 4 y 5 tratare la cuestión relativa a los elementos de comparación entre «lo juzgado» (que ha de
permanecer inmutable, con vinculación para los Jueces de los sucesivos procesos) y lo que se pretende juzgar en un
proceso posterior; ya sea para excluir el proceso (función negativa de la cosa juzgada), ya sea para obligar al Juez del
segundo proceso a resolver conforme a lo que ha sido juzgado anteriormente (función positiva de la cosa juzgada). Se
tratará en lodo caso de advertir las identidades y conexiones entre ambos objetos procesales, capaces de vincular a los
Jueces de futuros procesos.

3.2. La cosa juzgada de las sentencias firmes absolutorias de La instancia y de Las que recaen en los llamados procesos
sumarios

117
«Sobre la cosa juzgada», cit. pág. 56.
118
Cfr.las SSTS de 13 de junio de 1951; 26 de enero de 1990; 4 de junio de 1991.
119
Sigo en con esto el esquema desarrollado en mi trabajo «Efectos objetivos de la cosa juzgada», cit., págs. 166 a 205.

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Si, como se acaba de decir, la cosa juzgada en sentido técnico es el efecto vinculante para los procesos futuros que
produce una sentencia que decide irrevocablemente la controversia, el primer problema que se plantea a la hora de
delimitar «lo juzgado» reside en averiguar si las sentencias firmes que no deciden irrevocablemente la controversia
despliegan dicho efecto.

EI problema va referido a dos órdenes de cuestiones. Por una parte, a las sentencias que por acoger un defecto procesal,
absuelven de la instancia al demandado dejando imprejuzgada la acción ejercitada. Por otra, a las sentencias que deciden
la controversia planteada en un juicio sumario, tipo de procesos que exigen una tutela rápida e inmediata, y a los que el
Legislador prefiere configurar de forma urgente aunque interina.

3.2.1. Sentencias procesales

Es cierto que, aunque cada vez más se viene sintiendo la necesidad de reducir a los mínimos los casos de procesos donde
el Juzgador no puede emitir su decisión irrevocable sobre el fondo por impedirlo un óbice o defecto procesal, no obstante
aún existen situaciones que abocan en una sentencia absolutoria de la instancia, por apreciar el Juzgador la falta de algún
presupuesto u óbice procesal. La resolución judicial (sentencia o auto) que pone fin al proceso sin resolver el thema
decidendi ¿tiene efectos de cosa juzgada (120) a los fines de vincular a los Jueces de los procesos futuros sobre esa
cuestión procesal que se plantea de nuevo, obviamente can las identidades necesarias?

En principio, ante la ausencia de guía o parámetro legal alguno, la respuesta parece negativa; atendiendo a la esencia: de la
cosa juzgada material y a la restrictiva formulación dada por la doctrina. Si la cosa juzgada es el efecto irrevocable de las
sentencias que deciden la controversia, esto es, las sentencias que van referidas al objeto del proceso que ya ha sido
resuelto, parece razonable concluir que las sentencias que no deciden la controversia ―que no se pronuncian sobre el objeto
sometido a juicio, por acoger un defecto procesal, no producen tal efecto.

Sin embargo, el tema no está resuelto de forma pacífica. Está claro que no se discute par nadie que se pueda iniciar un
segundo proceso con el mismo contenido procesal cuando el primer proceso concluyo con una sentencia absolutoria de la
instancia (o resolución procesal). Es evidente que el primer objeto' no ha sido resuelto, por lo que no puede considerarse
«cosa juzgada» (121). Pero el problema es otro: ¿se podrían volver a reproducir en otro proceso las cuestiones procesales
ya resueltas en él: anterior?; i, quedaría el Juez del segundo proceso vinculado por lo decidido en el anterior respecto de
esa cuestión procesal? Por plantearlo en los términos expresivos en que lo hace el Profesor MONTERO (122), «el problema
radica básicamente en la cuestión de si, dictada una resolución meramente procesal que pone fin a un proceso, es
conveniente o no que en un segundo proceso, iniciado en idénticas condiciones que el primero, deba dejarse o no al mismo,
o distinto juzgador en la libertad de apreciar la falta del presupuesto procesal o si debe estar vinculado por la primera
decisión».

Y ante este interrogante, las respuestas son variadas. Tradicionalmente, siguiendo el magisterio de CHIOVENDA (123), se ha
entendido que si la cosa juzgada consiste en la afirmación de una voluntad de ley que garantiza un bien de la vida, la
sentencia que no garantiza ningún bien de la vida fuera del proceso, sino que se refiere a cuestiones que se extinguen en el
mismo proceso, limita su eficacia a la relación procesal para la que han sido dictadas, y no vinculan el Juez en los procesos
futuros.

En esta línea, en la actualidad el Profesor DE LA OLIVA (124) opina que tales sentencias -con la salvedad que luego se dirá–
no producen cosa juzgada, dado que la cosa» sobre la que se predica el. Calificativo de juzgada» es el tema de fondo, el
objeto del proceso; yen' defecto de norma concreta al respecto, la negación de la vinculación se basa en la conveniencia de
inclinarse por la libertad enjuiciadora del segundo Tribunal, a causa del peculiar carácter del enjuiciamiento de esos
asuntos: no se juzgan esas cuestiones con el propósito de resolver, definitiva y firmemente sobre ellos, sino a los efectos de
entrar o no a resolver sobre el fondo.

120
Nos Referimos siempre ya a la cosa juzgada material, esto es, no al efecto. De firmeza y preclusión en el mismo proceso –lo que se ha visto significa cosa juzgada formal-, sino al efecto extraprocesal, de
vincular a los Juzgadores de otros procesos.
121
SSTS de 12de julio de 1991; 21 de diciembre de 1962; 14de abril de 1989.
122
«La cosa juzgada. Conceptos generales», cit., pág. 91
123
Instituciones de Derecho Procesal Civil, cit., Vol. I, pág. 441
124
«Sobre la cosa juzgada», cit., Págs. 39 y ss.

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La salvedad a que se refiere el citado Profesor alude a determinadas resoluciones firmes sobre la jurisdicción o
competencia del Tribunal, de los que predica la conveniente vinculación para el Tribunal ante el que se pretende plantear
esa misma cuestión ya decidida con anterioridad. Sin embargo, es consciente de que se trataría, en todo caso, de una
propuesta de lege ferenda, dado que hoy por hoy, a falta de norma expresa (125), sería insensato afirmar que, en general, la
resoluciones firmes sobre la jurisdicción o la competencia objetiva, deben producir efectos de cosa juzgada (126).

Si la anteriormente expuesta es la opinión de quien en los últimos años ha tratado con mayor rigor la institución de la cosa
juzgada, no obstante los autores (127) consideran que esa sentencia absolutoria de la instancia que acoge un concreto óbice
(128) procesal, si que producirá cosa juzgada respecto de ese concreto punto procesal analizado en la sentencia; de tal
modo que si tal defecto subsiste en la ulterior demanda, podrá oponerse con éxito la solución de la cosa juzgada. A esta
opinión se adhiere recientemente MONTERO (129), para quien, por razones de seguridad jurídica, que es a la postre el
fundamento de la cosa juzgada misma, las decisiones con irrevocabilidad no tienen por qué ir referidas sólo a los casos en
que el pronunciamiento atiende a la actuación del derecho objetivo material, y no a lo juzgado de naturaleza procesal: juicio
-dice el autor-, esto es, tema decidido, existe en los dos casos.

De la Jurisprudencia del Tribunal Supremo no es posible extraer una opinión concluyente. En las escasas ocasiones en que
se ha referido a esta cuestión (130), parece atribuir efectos de cosa juzgada a la sentencia que resolvió la incompetencia de
jurisdicción, evitando volver a decidir sobre tal cuestión en un proceso posterior.

Si la expuesta es la situación mantenida basta la entrada en vigor de la nueva Ley procesal, del precepto de la Ley que
rubrica «cosa juzgada material», el artículo 222 que comentamos, no parece desprenderse cosa distinta de la situación
existente basta entonces. En efecto, en este artículo se precisan las funciones -negativa y positiva- de la cosa juzgada, así
como se indican sus límites subjetivos,

Objetivos y temporales (como se analizará en el epígrafe siguiente), de modo que ofrece una cumplida regulación básica de
esta institución. Pero de su lectura se desprende que en todo momento está el Legislador considerando que la cosa juzgada
material es el efecto que producen las sentencias firmes sobre el fondo. Así, comienza el número 1 de este artículo
diciendo: «la cosa juzgada de las sentencias firmes, sean estimatorias o desestimatorias...», en clara alusión a la estimación
o desestimación de la pretensión -acción- ejercitada. Del mismo modo, el n.o 4 prevé que «lo resuelto con fuerza de cosa
juzgada... vincular al Tribunal de un proceso posterior cuando en este aparezca como antecedente lógico de lo que sea su
objeto ...»,

A mi juicio, en todo caso, una cuestión procesal ya resuelta por sentencia firme en un proceso anterior solo podría ingresar
en un nuevo proceso como efecto vinculante o prejudicial. Sería absurdo que la «pretensión» del segundo proceso fuera
una cuestión procesal. Por ello, si lo resuelto en un proceso anterior solo vinculara al Tribunal de un proceso posterior
cuando sea antecedente lógico del objeto principal, entiendo que la norma está haciendo referencia a cuestiones de fondo,
integrantes de la causa de pedir del objeto sometido a consideración judicial en el segundo proceso; pero nunca a una
cuestión procesal. Por lo tanto, desde mi punto de vista, este artículo 222 LEC que regula la cosa juzgada material, en
ningún momento se refiere a la posibilidad de que tal efecto lo produzcan las sentencias que resuelven cuestiones
procesales.

Y tampoco contiene la nueva Ley ninguna norma expresa que atribuya efectos de cosa juzgada a las sentencias que
resuelven cuestiones procesales. Ni siquiera en materia de jurisdicción y competencia existe norma alguna que obligue a los
Jueces futuros a respetar el Tribunal que, al declararse incompetente el del primer proceso, indico en su resolución ser el

125
Como la que se contiene en el Código procesal italiano, cuyo art.310.2 hace referencia a las sentencias de fondo pronunciadas en el curso del proceso y a «aquellas que regulan la competencia».
126
Sin embargo, la lex lata tampoco ha recogido esta norma expresa, como se verá a Continuación.
127
Sara Domínguez, comentario at artículo 1252 del Código Civil». En Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, dirigidos por ALBALADEJO, Madrid, T. XVI, Vol. 2, págs. 651-652. PRIETO CASTRO,
Tratado de Derecho Procesal Civil 1985, T. I, pág. 196. Entra la doctrina italiana, puede consultarse PUGLIESE, voz «giudicato civil», en Noviss,. Dig. It, 1967, T. XVIII, págs. 839- 846. DENTI, «I giudicati sulle
fattispecie», en Dell azione al giudicato, 1983, pág. 363. FERRI, «Sentenze a contenuto processuale e cosa giudicata», en Riv. Dir. Proc., 1966, págs. 419 t ss. PROTO PISANI, «Appunti sul giudicato civile e sui
suoi limiti oggettivi», en Rill. Vir. Proc., 1990-2, pág. 414.
128
Entendido en términos genéricos, como constitutivos de cualquier defecto procesal, ya sea una falta de algún presupuesto o la presencia de algún óbice.
129
«La cosa juzgada. Conceptos generales», cit, págs. 89 a 92.
130
Quizá la más indicativa -a pesar de las inexactitudes conceptuales en las que incurro- sea la S de 13 de marzo de 1976.

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POR: ISABEL TAPIA FERNÁNDEZ

competente (131). El art. 48.4 tan solo expresa que «el auto que declare la falta de competencia objetiva indicara la clase del
Tribunal al que corresponde el conocimiento del asunto»; sin que de esta prevención pueda inferirse que el Tribunal
«indicado» deberá asumir como cuestión resuelta su propia competencia. Y el art. 65.3, al resolver las cuestiones de
jurisdicción y competencia a instancia de parte, se limita a decir que en auto en el que el Tribunal se abstenga de conocer -
por entender que carece de jurisdicción o de competencia objetiva- «señalar a las partes ante que órganos han de usar de
su derecho».

Lo que no se dice expresamente –y aquí reside el quid quaestionis- es si el órgano «señalado» en el auto y ante el que las
partes habrán de usar de su derecho, se verá vinculado por la resolución anterior.

3.2.2. Sentencias en procesos sumarios

Dentro de la denominada «justicia interina» o «justicia provisional » (en contraposición a justicia definitiva o irrevocable), los
procesos sumarios ocupan y han ocupado desde los albores del Derecho Procesal un lugar destacado. Se trata de un tipo
de tutela que, por su urgencia, exige un rápido conocimiento y sustanciación por y ante los órganos jurisdiccionales. Como
contrapartida, la decisión judicial que pone fin a este tipo de procesos no es irrevocable, o lo que es lo mismo, no produce
efectos de cosa juzgada material, pudiendo las partes acudir a un proceso ordinario posterior donde plantear el conflicto sin
ningún tipo de limitaciones y con todas las garantías.

Aunque el calificativo «sumario» que adjetiva el proceso puede ser entendido comúnmente como sinónimo de «abreviado»,
no es este el sentido técnico que se aplica a unos muy concretos tipos procesales, y que tienen como característica
fundamentarla limitación de las alegaciones y prueba, así como la limitación del conocimiento judicial. Con estas
características, evidentemente el procedimiento se «abrevia», pero adviértase que la esencia de la sumariedad no radica en
esta abreviación de trámites (que es una mera consecuencia), sino en la limitación objetiva de la tutela que se solicita.

Debido a estas características, la consecuencia fundamental derivada de la sumariedad en la discusión y conocimiento es


inevitablemente la ausencia de efectos de cosa juzgada de la sentencia firme que pone fin a esos procesos. Y así lo recogió
el Legislador procesal de 1881 al advertir, en los arts. 1479, 1617 Y 1658 LEC, fundamentalmente, relativos al juicio
ejecutivo, alimentos provisionales y procesos interdictales, que la sentencia recaída en tales procesos no produciría efectos
de cosa juzgada, dejando a las parte~ libertad para usar de su derecho en el proceso ordinaria correspondiente.

A mi juicio, la intención del Legislador era clara: que a una justicia provisional e interina -muchas veces suficiente para
satisfacer los derechos de los sujetos- pudiera seguir -si la parte lo estimaba conveniente, por no ver definitivamente
satisfecho su derecho a la tutela jurídica- una justicia definitiva e irrevocable.

No obstante, la Jurisprudencia pronto comenzó a interpretar estas normas de forma desigual y contradictoria; llegando a
mantener: en tiempos muy recientes una doctrina completamente contraria a la letra y espíritu de aquellos preceptos (132).
La confusión reinante entre las cuestiones debatidas o que pudieron debatirse en el seno del juicio sumario que impedían
ser reproducidos en un posterior proceso ordinario, y las que no, han llegado a ser abrumadora.

Precisamente para ello, la más actual opinión doctrinal, avalada por las declaraciones -si bien obiter dicta- de la propia
jurisprudencia del Tribunal Constitucional (133), ha reaccionado en los últimos años contra esa interpretación del Tribunal
Supremo. Mas que «correctora» (como el propio Tribunal gusta de calificar) contraria de lleno a la letra y espíritu de la Ley.
Y en consecuencia, tachando de errónea aquella Jurisprudencia, desnaturalizad ora de los procesos sumarios y su finalidad
de proporcionar una tutela jurídica provisional e interina, ha venido abogando par devolver a aquellos juicios sumarios su
esencial configuración.

La nueva Ley de Enjuiciamiento Civil mantiene la situación legal anterior (aunque con alguna variación respecto a concretas
tutelas sumarias o no). Pero hay que advertir que no se trata ahora de una continuidad irreflexiva, mantenedora de la ilógica
131
No obsta a la anterior afirmación la prevención conocida en el art. 60, referida a la decisión de inhibición de un Tribunal por falta de competencia territorial (si tal decisión se hubiera adoptado en virtud
de declinatoria o con audiencia de todas las partes, el Tribunal al que se remitieren las actuaciones estará a lo decidido y no podrá declarar de oficio su falta de competencia territorial), que obedece a
cuestión muy distinta como es el carácter de norma dispositiva relativa a la competencia territorial- de la aquí tratada.
132
No se va ni siquiera a reseñar la reiteradísima jurisprudencia en este sentido; la inutilidad de plasmar una retahíla de otras jurisprudenciales expresivas de una doctrina generalmente conocida así lo
aconseja.
133
SSTC de 17 de mayo de 1985; 8 de octubre de 1986; 17 de abril de 1987; 10 de febrero de 1992.

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situación anterior en la que, aunque la Ley claramente afirmada que la sentencia dictada en los diversos procesos sumarios
no tendrá fuerza de cosa juzgada, dejando a las partes la posibilidad de discutir sus derechos en un proceso posterior, la
Jurisprudencia del Tribunal Supremo venia entendiendo (como se ha dicho) que lo que se discutió efectivamente o pudo
discutirse en aquellos procesos, quedaba cubierto par la cosa juzgada, sin que pudieran las partes reproducir aquellas
pretensiones en un proceso ordinario posterior.

No. La nueva Ley justifica y devuelve a la sumariedad en el conocimiento de determinados objetos procesales su sentido
técnico jurídico y uno de ellos ~derivado de la limitación del objeto y de los medios de ataque y defensa- es precisamente la
carencia «de fuerza de cosa juzgada de Las sentencias que pongan fin a aquellos (procesos) en que se pretenda una
rápida tutela de la posesión o tenencia, las que decidan sobre peticiones de cese de actividades ilícitas, en materia de
propiedad intelectual o industrial, las que provean a una inmediata protección frente a obras nuevas o ruinosas, así como
las que resuelvan sobre el desahucio o recuperación de líneas por falta de pago de la renta o alquiler o sobre la efectividad
de los derechos reales inscritos frente a quienes se opongan a ellos o perturben su ejercicio, sin disponer de titulo inscrito
que legitime la oposición o la perturbación» (Explosión de Motivos, epígrafe XII).

Conviene mencionar, siquiera brevemente, que tipos de tutela gozan de protección sumaria en la nueva Ley, dado que el
Legislador ha optado (a mi juicio, con evidente acierto) por eliminar una serle de procesos especiales (entre ellos, todos los
sumarios) y reconducirlos a los dos ordinarios existentes, si bien manteniendo las lógicas especialidades derivadas de la
específica tutela jurídica que se dispensa para estos objetos procesales.

Por otra parte, hay que advertir que el elenco de procesos cuya sentencia carece de cosa juzgada que la Exposición de
Motivos de la Ley contiene (tutela rápida de la posesión; cese de actividades ilícitas en materia de propiedad intelectual o
industrial; inmediata protección frente a obras nuevas o ruinosas; desahucio por falta de pago; efectividad de derechos
reales inscritos) no es exhaustiva, como no. podía ser de otra manera: allí sólo se pretende dar razón del porque de tales
situaciones jurídicas. Por lo tanto, habrá que acudir al articulado de la Ley para observar a que tipos de tutela jurídica se las
caracteriza como sumarias.

Los preceptos legales relativos a la sumariedad son dos: el art.250 (que relata las materias atribuidas at cauce del juicio
verbal) y el art. 447 (que establece la norma de excepción relativa a la ausencia de efectos de cosa juzgada en los casos
especiales de determinados juicios: los sumarios).

Sin embargo, la conjunción de estos preceptos y su puesta en relación con el pasaje de la Exposición de Motivos reseiiada
mas arriba, no es del todo coherente.

En efecto, el art. 250 califica de sumaria la tutela de las siguientes demandas:


- Las que pretendan la tutela sumaria de la tenencia o de la posesión de una cosa o derecho por quien haya sido
despojado de ellas o perturbado en su disfrute (art. 250.1.4.°: alude a los extintos interdictos de retener y recobrar);
- Las que pretendan que el Tribunal resuelva, con carácter sumario, la suspensión de una obra (art. 250.1.5.°: interdicto
de obra nueva);
- Las que pretendan que el Tribunal resuelva, con carácter sumario, la demolición o derribo de obra, edificio, árbol,
columna o cualquier otro objeto análogo en estado de ruina y que amenace causa daños a quien demande (art.:
250.1.6.°: interdicto obra ruinosa);
- Las que pretendan que el Tribunal resuelva, con carácter sumario, sobre el incumplimiento por el comprador de las
obligaciones derivadas de los contratos inscritos en el Registro de Venta a Plazos de Bienes Muebles y formalizados en
el modelo oficial establecido al efecto, al objeto de obtener una sentencia condenatoria que permita dirigir la ejecución
exclusivamente sobre el bien o bienes adquiridos o financiados a plazos (art. 250.1.10°);
- Las que pretendan que el Tribunal resuelva, con carácter sumario, sobre el incumplimiento de un contrato, de
arrendamiento financiero o contrato de venta a plazos con reserva de dominio, siempre que en ambos casos estén
inscritos en el Registro de Venta a Plazos de Bienes Muebles y formalizados en el modelo oficial establecido al efecto,
mediante el ejercicio de una acción exclusivamente encaminada a obtener la inmediata entrega del bien al arrendador
financiero o al vendedor o financiador en el lugar indicado en el contrato, previa resolución de este, en su caso
(art.250.1.11°).

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En estas concretas acciones, el precitado artículo alude a una pretensión de tutela con carácter sumario, esto es, con un
objeto muy limitado, par los cauces del juicio verbal (que es un tipo de proceso muy sencillo), y con los efectos que prevé el
art. 447 respecto de la sentencia que recaiga en estos procesos.

Y el artículo 447 LEC atribuye ausencia de cosa juzgada en los casos especiales que detalla:

- Ias sentencias que pongan fin a los juicios verbales sobre tutela sumaria de la posesión;
- las que decidan sobre la pretensión de desahucio o recuperación de finca dada en arrendamiento, por impago de la
renta o alquiler;
- las que decidan sobre otras pretensiones de: tutela que esta Ley califique como sumaria;
- las que se dicten en los juicios verbales en que se pretenda la efectividad de los derechos reales inscritos frente a
quienes se opongan a ellos o perturben su ejercicio, sin disponer de titulo inscrito;
- las demás, en fin, a las que, en casos determinados, las leyes nieguen esos efectos.

A la vista de las enumeraciones contenidas en los dos artículos reseñados, se puede observar que no todas las tutelas que
el Legislador de 1999 considera como sumarias en el art. 250 tienen reflejo preciso en el art. 447, si bien ello se puede
solventar por esas expresiones genéricas «otras pretensiones de tutela que esta Ley califique como sumaria». Desde el
punto de vista de la técnica jurídica, hubiera sido más conveniente que el art. 250 relatara que demandas, ventilables por el
juicio verbal, son consideradas como sumarias, remitiendo a ellas la norma general del art. 447, según la cual la, sentencia
que recaiga en aquel tipo de tutelas no tendrá efecto de cosa juzgada; en lugar de efectuar una enumeración de casos
concretos que no se corresponden .en ambos preceptos.

Pero es mas ¿qué ocurre con un tipo de tutela jurídica al que la Exposición de Motivos atribuye carácter sumario en sentido
técnico- jurídico? Me refiero a las demandas «que decidan sobre peticiones de cese de actividades ilícitas en materia de
propiedad intelectual o industrial». Para este tipo de demandas, ningún precepto legal prevé que se trate de tutela sumaria;
incluso el art. 249 (que define el ámbito del juicio ordinario) dice que se decidirán en dicho juicio «...4º Las demandas en
materia de... propiedad industrial, propiedad intelectual...», sin que ninguna norma de excepción se prevea al respecto.

Evidentemente, las demandas dirigidas al cese de actividades ilícitas en materia de propiedad intelectual o industrial, por no
contener la Ley previsiones expresas respecto de la sumariedad (que, no se olvide, es un tipo especial de tutela, que
implica la interinidad o provisionalidad), habrá que entenderlas encuadradas en el supuesto general (tutela definitiva e
irrevocable), y además, sustanciables por el juicio ordinario que expresamente prevé el art. 249.4.°. Si se trata de un lapsus
calami de la Exposición de Motivos, convendría su urgente reparación.

Para terminar este apartado, resta llamar la atención acerca de determinadas materias, tradicionalmente protegidas por una
tutela sumaria, a las que la nueva ley priva de sumariedad.

En primer lugar, entiendo que el tradicional «interdicto de adquirir», que ahora recoge el art. 250.1.3 (las demandas que
«pretendan que el Tribunal ponga en posesión de bienes a quien los hubiese adquirido por herencia si no estuvieren siendo
poseídos por nadie a título de dueño o usufructuario») no goza de sumariedad, si se pone en relación este precepto con el
art. 447.2. Este ultimo articulo prevé que «no producirán efectos de cosa juzgada las sentencias que pongan fin a los juicios
verbales sobre tutela sumaria de la posesión»; y considerando que la Ley no atribuye expresamente ese conocimiento
sumario a las demanda sobre la puesta en posesión de bienes a quienes los hubiesen adquirido por herencia sin ser
poseídos por nadie a titulo de dueño o usufructuario (como si hacer respecto de los otros interdictos), cabe concluir la
ausencia de sumariedad para esta materia.

En segundo lugar, la nueva Ley configura como procesos plenarios el desahucio por precario y los alimentos
(«provisionales, en terminología de la derogada Ley). La Exposición de Motivos justifica la ausencia de sumariedad en este
tipo de tutela, en cuanto al desahucio por precario porque fila experiencia de ineficacia, inseguridad jurídica y vicisitudes
procesales excesivas aconseja... que el proceso se desenvuelva con apertura a plenas alegaciones y prueba y finalice con
plena efectividad»; y respecto de los procesos sobre alimentos «no han de confundirse con medidas provisionales ni tienen
por qué carecer, en su desenlace, de fuerza de cosa juzgada. Reclamaciones ulteriores pueden estar plenamente
justificadas por hechos nuevos».

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3.3. La cosa juzgada cubre lo deducido y lo deducible

Históricamente se ha admitido sin discusión que la cosa juzgada cubre no sólo lo efectivamente deducido en el primer
proceso, sino también lo que pudo deducirse. Como afirma DE LA OLIVA (134), esta regia no pretende tanto soslayar la
injusticia de un his in idem, ni evitar sentencias contradictorias, como evitar multitud de procesos cuando sería posible, más
racional y más justo solventar un litigio en uno solo.

Así lo ha considerado nuestra Jurisprudencia, declarando reiteradamente que las cuestiones deducibles y no deducidas
quedaron cubiertas par la cosa juzgada, pues esta se extiende incluso a cuestiones no juzgadas, en cuanto no deducidas
expresamente en el proceso, pero que resultan cubiertas igualmente par la cosa juzgada, impidiendo su reproducción en un
ulterior proceso (135).

La Doctrina científica ha entendido que esta máxima refleja la lógica consecuencia de la naturaleza jurídica de la cosa
juzgada como concreta determinación de las reciprocas situaciones jurídicas de las partes en contienda, y no como mera
operación cognoscitiva sobre los argumentos o razones o sobre el valor persuasivo o no de las pruebas; de tal modo que,
establecida en la sentencia la concreta relación jurídica entre las partes, es irrelevante que a tal resultado se haya llegado
acogiendo o rechazando tal argumentación o tal prueba. Todas las razones que se alegaron o se pudieron alegar quedan
cubiertas par la cosa juzgada (136).

No obstante, la citada máxima está envuelta en una indefinición generadora de graves problemas. Pues ¿qué se ha de
entender por «lo deducible, esto es, aquello que aun sin haberse planteado y discutido en el pleito en que se formo la cosa
juzgada de la sentencia que le puso fin ha de quedar cubierto por la cosa juzgada?

Nada se decía al respecto en la legislación procesal anterior (nada se decía, en verdad, sobre la cosa juzgada y sus
límites), y se ha venido considerando, no sin contradicciones, que una vez establecida la cosa juzgada de una sentencia
filme, esta permanece inatacable sobre la base de consideraciones anteriores al momento en que esta quedó formada. Las
cuestiones (argumentos de hecho o de derecho) que pudieron deducirse en aquel proceso en que se produjo la cosa
juzgada, quedan cubiertas por esta, aunque efectivamente no se hubieran deducido. La sentencia pasada en cosa juzgada
precluye la posibilidad de un nuevo proceso donde se planteen argumentos que habrían podido ser planteados at Juez en el
anterior litigio.

A estas cuestiones (deducibles y no efectivamente deducidas) que quedarían cubiertas por la cosa juzgada aunque no se
hubieran planteado en el pleito anterior, les serían de aplicación dos limitaciones: uno temporal y otro objetivo, a los que se
aludirán posteriormente. El temporal limita las argumentaciones que pudieron deducirse dentro del periodo de alegaciones
del proceso donde se formo la sentencia can efectos de cosa juzgada. EI objetivo limita las argumentaciones (de hecho y de
derecho) constitutivas de la causa de Pedir de la acción efectivamente ejercitada. Cualquier argumentación fuera de los
limites objetivos de aquella acción no quedarla cubierta por la cosa juzgada (137). «La teoría según la cual la cosa juzgada
cubre lo deducido en la demanda así como lo deducible, debe ser desechada en absoluto -dice la STS de 20 de marzo de
1998-, ya que el principio dispositivo que informa al proceso civil, hace factible que cualquier titular de derechos pueda
ejercitarlos en su totalidad o parcialmente, o sea, solicitar todas o parte de las consecuencias de tal ejercicio. En otras
palabras, que mientras no exista una norma preclusiva que obligue al titular de varias acciones a ejercitarlas en concurso
contra el oportuno demandado, no surtirá efectos de cosa juzgada la resolución de una de esas acciones, respecto a un
ejercicio futuro de las otras.

Como se vera de inmediato, la nueva Ley se ocupa de estas cuestiones, y establece esa norma preclusiva cuyo alcance
expondré a continuación.

134
«Sobre la cosa juzgada», cit., pág. 93. Véase también las distintas justificaciones dadas por la Doctrina a esta máxima, en TAPIA FERNÁNDEZ, «Efectos objetivos de la cosa juzgada», cit., págs. 180-181.
135
STS de 28 de febrero de 1991. En el mismo sentido, cfr. las SSTS de 13 de enero de 1928; 8 de febrero de 1951; 11 de mayo de 1976; 22 de marzo de 1985; 6 de junio de 1998. .
136
cfr. MICHELI, Derecho Procesal Civil (Trad. SENTIS), 1970, I, pág. 332. PGLUIESE, voz «giudicato civile», en Noviss. Dig. It., 1967, T. XVII, pág. 864. PROTO PISANI, «Appunti sul giudicato civie e sui suoi limiti
oggettivi», en Riv. Dir. Proc., 1990, pág. 390.
137
Y así lo entendió la Jurisprudencia en varias resoluciones, Cfr. SSTS de 25 de junio de 1982; 11 de octubre de 1991; 12 de Mayo de 1992; 11 de octubre de 1993.

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Con relación a «lo deducido» y juzgado efectivamente, el art. 222, al delimitar el ámbito objetivo de la cosa juzgada, hace
referencia a las pretensiones de la demanda, a las pretensiones de la reconvención, y aquellos puntos («excepciones
reconvencionales», las denominábamos) alegadas por el demandado en su contestación referentes a «hechos
determinantes de la nulidad absoluta del negocio en que se funda la pretensión o pretensiones del actor y en la demanda se
hubiere dado por supuesta la validez del negocio», y a la alegación de «crédito compensable».

De este modo, dice el número 2 del art. 222: «La cosa juzgada alcanza a las pretensiones de la demanda y de la
reconvención, Así como a los puntos a que se refieren los apartados primero y segundo del artículo 408 de esta Ley».

Como se decía en el primer capítulo de esta obra, la alegación de nulidad del negocio jurídico y de la existencia de crédito
compensable, son tratadas por la nueva Ley como un tipo muy especial de alegaciones del demandado, en todo semejantes
a verdaderas reconvenciones. La sentencia que se dicte habrá de resolver expresamente sobre esas materias y «los
pronunciamientos que la sentencia contenga sobre dichas puntos tendrán fuerza de cosa juzgada», dice el art. 408.3 LEC.

Por lo tanto, en la nueva Ley «lo juzgado» abarca lo efectivamente deducido, referido concretamente a:
a) las pretensiones contenidas en la demanda;
b) las pretensiones contenidas en la reconvención;
c) la alegación de compensación de nulidad del negocio jurídico base de la pretensión actora.

Y ello. Evidentemente, siempre que se de la situación «normal» que prevé el Legislador: que todas aquellas pretensiones y,
«puntos » alegados por las partes fueran expresamente resueltos en la sentencia.

Ahora bien, ¿y si la sentencia -cometiendo vicio de; incongruencia o de falta de exhaustividad- dejara de pronunciarse sobre
alguna de aquellas cuestiones y deviniera firme, por la razón que fuera? Desde mi punto de vista, aquí es aplicable la
puntualización que hacia al inicio del epígrafe: no coincidiría (anormal. pero eficazmente) el objeto del proceso y el objeto de
la cosa juzgada (que se forma sobre lo efectivamente decidido en la sentencia). La cosa juzgada solo afectarla a los
pronunciamientos de la sentencia.

Con relación a «lo deducible» (no deducido efectivamente, pero que quedará también como «juzgado»), una norma es
esencial al respecto: el art. 400 LEC: «Cuando lo que se pida en la demanda pueda fundarse en diferentes hechos o en
distintos fundamentos o títulos jurídicos, habrán de aducirse en ella cuantos resulten conocidos o puedan invocarse al
tiempo de interponerla, sin que sea admisible reservar su alegación para un proceso ulterior » (todo ello sin perjuicio de las
alegaciones complementarias a de hechos nuevos o de nueva noticia permitidas en esta Ley en momentos posteriores a la
demanda y a la contestación. Como quedo suficientemente examinado en el Capitulo Primero de esta obra). Y continua este
articulo (No 2) diciendo que «a efectos de litispendencia y de cosa juzgada, los hechos y los fundamentos jurídicos aducidos
en un litigio se considerarán los mismos que los alegados en otro juicio anterior si hubiesen podido alegarse en este».

Como se observa, la nueva Ley ha contemplado expresamente que «lo deducible» (esto es, lo que se hubiese podido
alegar en otro juicio anterior) quedara cubierto por la cosa juzgada. Impidiendo su reproducción en otro litigio ulterior,
aunque efectivamente no se hubiere alegado -y por tanto, discutido y resuelto en el pleito anterior.

A mi juicio, no pocos problemas van a plantear la intelección de estas normas. Porque está claro que las partes van a tener
que «afinar » extraordinariamente en sus alegaciones (de ataque y de defensa), dado que todas las alegaciones posibles
configuradoras de aquel objeto procesal sometido a juicio van a quedar cubiertas con los efectos de cosa juzgada. Ahora
bien ¿quiere esto decir que alegados los hechos constitutivos de las pretensiones y de las defensas, también van a quedar
cubiertas por la cosa juzgada todas las posibles consecuencias jurídicas de tales hechos, aunque las partes no hayan
configurado así sus pretensiones de tutela? De ser así, una norma como la establecida en el art. 218.1., párrafo segundo,
me chima: «EI Tribunal, sin apartarse de la causa de pedir acudiendo a fundamentos de hecho o de Derecho distintos de los
que las partes hayan querido hacer valer, resolverá conforme a las normas aplicables al caso, aunque no hayan sido
acertadamente citadas o alegadas por los litigantes» (138). Es decir, las partes tienen la carga de alegar todos los
fundamentos -de hecho y de derecho- de su petición; el Tribunal no puede apartarse (so pena de incurrir en incongruencia)
de los hechos y fundamentos de Derecho alegados por las partes efectivamente; pero la sentencia (que no pudo
138
El contenido de esta norma ya fue suficientemente explicado en el Capitulo Segundo...

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pronunciarse sobre hechos o fundamentos distintos de los efectivamente alegados) tendrá efectos de cosa juzgada
respecto de todas las alegaciones de hecho y de derecho posibles.

Con un ejemplo se puede expresar mi duda: el actor ejercita una acción de reclamación de cantidad, con base en unos
hechos que alega, fundamentando aquellos hechos en unas consecuencias jurídicas determinadas (un contrato de
préstamo). Queda claro que el Juez en su sentencia -según la norma expuesta- no puede pronunciarse apreciando no un
contrato de préstamo, sino de compraventa, o un enriquecimiento injusto. Sin embargo ¿queda precluida para el actor la
posibilidad de, con base en aquellos hechos, poder configurar su nueva petición de tutela en aquel; contrato de
compraventa, o en un enriquecimiento injusto? Queda ahí planteada la cuestión, a la que no me atrevo dar respuesta
inmediata. Dependerá del alcance que se le atribuya a «lo deducible», que quedara cubierto par la cosa juzgada según la
formulación legal. Según parece desprenderse de lo argumento en la Exposición de Motivos (epígrafe VIII), el Legislador
parte de «la escasa justificación de someter a los mismos justiciables a diferentes procesos y de provocar la
correspondiente actividad de los órganos jurisdiccionales, cuando la cuestión o asunto litigioso razonablemente puede
zanjarse en uno solo». Desde mi punto de vista, la cuestión se centrará en compaginar esa razonable prevención legal de
impedir diferentes procesos cuando la cuestión podrá quedar resuelta en uno solo, con la necesaria .exigencia de seguridad
jurídica y de plenitud de garantías procesales, que se encarga muy bien de recalcar el mismo pasaje de la mencionada
Exposición de Motivos.

3.4 La cosa juzgada y las cuestiones preparatorias del fallo

3.4.1 Planteamiento de la cuestión

Se dice que -siguiendo la teoría romana de la cosa juzgada esta se forma sobre la declaración contenida en la parte
dispositiva de la sentencia en cuanto que decide la concreta tutela jurídica pedida. Y esto es así porque la rosa juzgada no
es producto del razonamiento judicial al resolver la controversia, sino manifestación de la voluntad del Juez como
representante de la autoridad del Estado (139).

La teoría de la cosa juzgada como ficción de verdad que pasó a los Códigos napoleónicos (incluido nuestro Código Civil.
Que inserta la cosa juzgada en sede de presunciones) debería haber llevada a otras consecuencias conceptuales y
prácticas, de tal modo que, apartándose de la idea romana y concibiendo a los órganos del Estado investidos de raciocinio
at resolver las cuestiones que se someten da su consideración, entendieron que sus declaraciones vertidas en la sentencia
se presumen verdad iuris et de iure (de ahí expresiones altisonantes como «la santidad de la cosa juzgada»).

La consecuencia entre ambas formas de entender la cosa juzgada, la romana y la de los Códigos napoleónicos, es clara: si
se concibe la cosa juzgada no como froto de un razonamiento de los órganos del Estado, sino de una voluntad, de un
querer, de dichos órganos, la consecuencia es que el razonamiento que el Juez realiza hasta llegar a la afirmación en la
sentencia de ese querer, del Estado desaparece como tal razonamiento, porque es simplemente preparatorio de la
declaración final que estima o desestima la demanda. La que pasa en autoridad de cosa juzgada es la declaración final no
las consideraciones vertidas en el razonamiento. Por lo tanto, las cuestiones jurídicas que inevitablemente van surgiendo a
lo largo del proceso y que son antecedentes lógicos de la decisión final; en cuanto que constituyen razonamientos
preparatorios de esa decisión final, pierden su eficacia y no pasan per se en autoridad de cosa juzgada De este modo, la
cosa juzgada no se extiende a las cuestiones de hecho o de derecho que el Juez haya debido resolver para llegar a la
declaración final del derecho solicitado; ni las excepciones del demandado, ni los pronunciamientos de cualquier otra índole
contenidos en los fundamentos de la sentencia pasan autónomamente en autoridad de cosa juzgada.

Por el contrario, si se entiende que la cosa juzgada es fruto de un razonamiento de las cuestiones que se van sometiendo a
la consideración judicial. y de un razonamiento del que se predica ·la presunción de verdadero, la consecuencia inmediata
es que· la solución que el Juez de a las cuestiones que se van presentando a lo largo del proceso como preparatorias la
decisión final, pasan también en autoridad de cosa juzgada, puesto que se parte de un razonamiento lógico veraz del Juez
acerca de todas estas cuestiones.

139
Sobre la diversa concepción histórica de la cosa juzgada y sus implicaciones en los límites objetivos de esta figura, puede verse TAPIA FERNANDEZ «.Efectos objetivos de la cosa juzgada», cit., págs. 186 y
ss.

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(Material editado por la ECJ para fines educativos: Sobre la Ley de Propiedad Intelectual = Art. 44 inciso c); Art. 47) 13
TEMA: LA COSA JUZGADA. ART. 222 DE LA LEC; PÁGS. 133-171
POR: ISABEL TAPIA FERNÁNDEZ

A la vista está que la diversa opción legislativa que se adopte condicionará una serle de cuestiones de la máxima
importancia, como son: si las cuestiones prejudiciales que el Juzgador haya de resolver para adoptar su decisión final
pasaran o no en autoridad de cosa juzgada; si la cosa juzgada alcanzará a los razonamientos jurídicos de la sentencia; y si
ésta (la cosa juzgada) incluirá las excepciones opuestas por el demandado. Las líneas que siguen incidirán brevemente en
estas cuestiones, acerca de las cuales reina la más absoluta confusión fruto de la ausencia en nuestro sistema procesal de
una idea clara sobre la naturaleza de la cosa juzgada: por una parte, se dice que la cosa juzgada la constituye la
declaración contenida en la parte dispositiva de la sentencia al resolver la concreta tutela jurídica pedida (por influencia de la
concepción romana, italiana y alemana); pero por otra, el único artículo que en la Legislación procesal española basta el
presente se refería a la cosa juzgada (el art. 1252 del Código Civil) considera a la cosa juzgada como una «presunción de
verdad». No es de extrañar, pues, los vaivenes doctrinales y jurisprudenciales al respecto.

La nueva Ley no se pronuncia al respecto en el artículo dedicado a la regulación de la cosa juzgada (eI222). Pero en la
Exposición de Motivos recalca el apartamiento de la concepción napoleónica de la cosa juzgada como presunción de
verdad: «En cuanto a la cosa juzgada, esta Ley, rehuyendo de nuevo lo que .en ella seria doctrinarismo, se aparta, empero,
de superadas concepciones de índole casi metajurídica y, conforme a la mejor técnica jurídica, entiende la cosa juzgada
como un instituto de naturaleza esencialmente procesal, dirigida a impedir la repetición :indebida de litigios y a procurar,
mediante el efecto de vinculación positiva a lo juzgado anteriormente, la armonía de las sentencias que se pronuncien sobre
el fondo en asuntos prejudicialmente .conexos. Con esta perspectiva, alejada de la presunción de verdad, de la tópica
"santidad de la cosa juzgada" y de la confusión con los efectos jurídico-materiales de muchas sentencias...».

La nueva Ley, por lo tanto, se aparta de concepciones superadas y concibe a la cosa juzgada, conforme a la mejor técnica
jurídica, como un instituto de naturaleza procesal, dirigida a impedir la indebida repetición de litigios.

Me parece que, partiendo de esta concepción, la solución que se de a la extensión de la cosa juzgada a las cuestiones pre
judiciales al contenido de los fundamentos de la sentencia y. en concreto a las excepciones, podrá ser distinto.

3.4.2. La cosa juzgada y las cuestiones lógicas o prejudiciales

Afirma CHIOVENDA (140) que son cuestiones prejudiciales aquellos puntos, antecedente lógico de la cuestión principal o final
del juicio, relativos a voluntades concretas de la ley, que podrían ser objeto de un juicio autónomo y que, de plantearse en
ese juicio autónomo, darían lugar a cosa juzgada. Cuando para resolver la cuestión litigiosa el Juez ha de resolver con
carácter previa estos puntos (la condición civil de una persona, la entera relación jurídica de la que se; solicita una
determinada y concreta tutela parcial, la relación de subarriendo cuando se cuestiona el arriendo. La garantía cuando se
cuestiona la obligación principal, la condición de propietario en un juicio sobre el pago de la renta debida... etc.), tal
resolución ¿se realiza como «de paso», para llegar a la solución final, de tal modo que no adquiere la categoría de res
iudicata; o, por el contrario, esos «puntos lógicos prejudiciales también se ven alcanzados por los efectos de aquella?

EI principio general aplicable a estas cuestiones lógicas prejudiciales, por influjo del Derecho Romano y por la propia
autoridad científica de CHIOVENDA, es que, a pesar de que quedan incorporadas al proceso y a pesar de que son objeto de
declaración por el Juez si son controvertidas, el Juez los conoce sólo a los meros efectos prejudiciales, incidenter tantum,
obiter dicta, por ser simplemente preparatorias de la declaración de estimación o desestimación de la demanda y constituir
la declaración sobre ellas una lógica consecuencia impuesta por el orden y seguridad en el desarrollo del proceso. Pero ni
se ven afectadas por los efectos directos de la sentencia, ni en consecuencia se ven excluidas de ser planteadas y resueltas
en procesos sucesivos, puesto que no se ven alcanzadas por la cosa juzgada.

Lógicamente, esta concepción apuntada tiene pros y contras. Porque es claro que si las cuestiones que se resuelven con
carácter lógico o condicionante de la cuestión principal no se ven alcanzadas por los efectos de la cosa juzgada y pueden,
en consecuencia, ser propuestas en un proceso posterior, cabe la posibilidad de que en ese proceso autónomo la cuestión
sea resuelta de forma diferente a como la resolvió el Juez a los solos efectos prejudiciales. Nos encontraríamos, así, con la
ilógica situación de ser declaradas unas situaciones jurídicas idénticas de forma contradictoria (que no existió matrimonio y
que sí existió; que se obligo al demandado a pagar un plazo de una obligación, cuando esa obligación resulto nula...). Sin
embargo, la técnica procesal consiente tal situación ilógica si se considera que más perturbador podría resultar el atribuir a
140
Instituciones, cit., Vol. I, págs.. 449 y ss.

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todos y cada uno de los puntos lógicos que el Juez resuelve hasta llegar a la decisión final los efectos de' cosa juzgada
autónoma: las partes perderían el control sobre el objeto litigioso (que se verla ampliado irrevocablemente mucho mas allá
de lo consentido por ellas) y, lo que es más importante, no sabrían en definitiva de que han de defenderse.

Entre un extremo y otro se debate la Doctrina científica y la Jurisprudencia, aunque sin llegar a establecer formulas
concretas que otorguen una suficiente dosis de seguridad jurídica a la materia.

Para simplificar extraordinariamente, mencionare tan sólo que en la actualidad la Doctrina prefiere plantear el alcance de la
cosa juzgada a las cuestiones lógicas o prejudiciales que han ido surgiendo a lo largo del proceso desde el banco de
pruebas que supone los ·constitucionalmente establecidos principios de .contradicción y de defensa. Porque, por una parte,
sería ilógico privar a estas cuestiones incidentales de toda eficacia en un proceso posterior (la Administración de Justicia no
consiente tal despilfarro); pero por otra, seria atentatorio a los más elementales principios de defensa que pasara en cosa
juzgada cualquier situación jurídica surgida «de paso» a lo largo del proceso (la parte no podría controlar su propia
defensa).

Desde esta perspectiva, se dice, para determinar si las cuestiones prejudiciales han sido decididas con efectos de cosa
juzgada o no, hay que atender a una serle de condiciones, con independencia de que las partes hayan pedido
expresamente o no esa declaración con efectos de cosa juzgada. Estas condiciones son: a) que el Juez sea competente y
tenga jurisdicción para conocer de esas cuestiones prejudiciales, así como que el procedimiento seguido sea el adecuado;
b) que las partes tengan legitimación en esa cuestión prejudicial; c)···que del comportamiento de las partes, del modo como
han planteado la cuestión, de la eventual prueba y del tenor de la sentencia resulte que la cuestión ha sido tratada con
contradicción, y con razonable profundidad, y no de una forma sumaria y marginal. Si concurren todas estas condiciones, la
cuestión prejudicial ha.bra de quedar definitivamente resuelta, con eficacia de cosa juzgada; porque no tiene ningún sentido
(y si muchos inconvenientes) que otro Juzgador se pronuncie sobre lo que ya fue suficientemente debatido y resuelto en
otro litigio (aunque no fuera ese el objeto principal de la declaración judicial).

Realmente, la situación producida por la concepción romana (y Chiovendiana) respecto a la extraordinaria restricción de la
cosa juzgada, hoy día es difícilmente sostenible. Entender que la cosa juzgada solo afecta al derecho declarado en la parte
dispositiva de la sentencia, y que, por tanto, no se extiende ni a los razonamientos jurídicos, ni a las excepciones del
demandado, ni a los puntos lógicos o prejudiciales, en definitiva, de ningún tipo, puede provocar en su formulación más dura
una restricción del ámbito de la cosa juzgada ilógico, una posible contradicción entre diversas resoluciones judiciales, y una
indeseable reiteración de litigios (como expresa la Exposición de Motivos de la nueva Ley). Como contrapartida, la situación
contraria tampoco es sostenible si no se quiere incurrir en una palmaria ausencia de seguridad jurídica. Por ello, comparto la
opinión (141) de los que consideran que si la cuestión prejudicial es homogénea (entendiendo por homogénea aquella que
forma parte de la causa de pedir del derecho hecho valer en juicio; en contraposición a heterogénea, que es aquella
cuestión que surge sin relación directa con la causa de pedir de la acción ejercitada) y se cumplen los requisitos o
condiciones anteriormente apuntadas (jurisdicción y competencia; procedimiento adecuado; y suficiente contradicción), la,
cuestión puede quedar definitivamente resuelta sin que sea posible acudir a un juicio posterior donde se plantee y se
pretenda otro pronunciamiento sobre ella.

La Jurisprudencia del Tribunal Supremo, a pesar de que ha repetido hasta la saciedad que la cosa juzgada se forma sobre
la parte dispositiva de la sentencia, y no sobre sus fundamentos, acostumbra a agregar una coletilla que puede apoyar lo
aquí expuesto: «esta (la parte dispositiva de la sentencia) ha de ser interpretada, si es preciso, por los hechos y
fundamentos de derecho que le sirven de apoyo» (142). Y así, en diversas resoluciones (143), y por lo que hace a la cuestión
que ahora se examina, el Tribunal Supremo ha aceptado la resolución definitiva e irrevocable de cuestiones que son
presupuesto o pre-juicio de la resolución final, sin posibilidad de replantear en otro proceso lo que allí se decidió aunque no
fuera la final tutela pedida en aquel litigio sino un presupuesto de ,aquella (la calificación del contrato como de
arrendamiento de industria; la calificación de la relación que une a las partes como laboral ... etc.).

141
La distinción es de SATTA, voz «acercamiento incidental», en Enciclopedia del Diritto, págs. 243 a 246. El autor sigue la magnífica obra de MINESTRINA, La pregiudiciale nel processo civile, 1904.
142
SSTS de 9 de mayo de 1980; 17 de julio de 1986; 21 de julio de 1988; 26 de enero de 1990; 27 de noviembre de 1992; 15 de julio de 1992.
143
SSTS de 23 de noviembre de 1983; 17 de julio de 1986; 30 de diciembre de 1986; 20 de mayo de 1982.

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La nueva Ley no aborda el tema de las cuestiones prejudiciales civiles (ni homogéneas ni heterogéneas) dentro del mismo
proceso civil. La Sección 2.- del Capítulo I, Titulo II del Libro Primero, que lleva por rúbrica «De las cuestiones
prejudiciales», regula las cuestiones prejudiciales penales o de cualquier olio orden jurisdiccional dentro de un proceso civil;
y la prejudicialidad civil que se puede producir cuando en dos procesos diversos (civiles) que se Encuentran
sustanciándose, sea necesario resolver sobre el objeto litigioso de uno de ellos como antecedente lógico del que es objeto
principal de decisión. En estos casos, dice el art. 43 «si no fuere posible la acumulación de autos, el Tribunal, a petición de
ambas partes o de una de ellas, oída la contraria, podría mediante auto decretar la suspensión del curso de las actuaciones,
en el estado en que se hallen, hasta que finalice el proceso que tenga por objeto la cuestión prejudicial». Esta norma (que
era necesaria para evitar la consideración de situaciones similares' como si se tratara de casos.de litispendencia, con
evidente error), como se observa, no hace referencia al lema que aquí tratamos; porque no se refiere a las cuestiones
lógicas que el Juez de un proceso ha de resolver como paso previo a la decisión final, sino que regula la situación descrita
anteriormente, según la cual para resolver sobre el objeto de un proceso sea necesario decidir una cuestión que se está
ventilando en otro proceso.

Y por no referirse la nueva Ley a este tipo de cuestiones prejudiciales, entiendo que seguirá siendo criterio interpretativo el
expuesto, según el cual se ha de entender que quedan cubiertas por la cosa juzgada aquellas cuestiones que son
presupuesto o pre-juicio de la resolución final, aunque no fuera la concreta tutela pedida en aquel proceso, sino un
presupuesto de la misma; siempre que al resolver aquellas cuestiones prejudiciales se hubieren respetados los requisitos
procesales y se hubieren preservado los principios de contradicción efectiva y defensa.

3.4.3. Extensión de la cosa juzgada a los razonamientos jurídicos de la sentencia y a las excepciones opuestas por el
demandado

La regla jurisprudencial según la cual la cosa juzgada sólo alcanza a la parte dispositiva de la sentencia, si bien esta ha de
ser interpretada, si es preciso, por los hechos y fundamentos de derecho que le sirven de apoyo, necesita una explicación.
Es verdad que no pasan en autoridad de cosa juzgada cualesquiera de los razonamientos jurídicos de la sentencia; pero,
como se ha dicho en el epígrafe anterior, Si que se verán alcanzados por la cosa juzgada los razonamientos que·sean base
o fundamentos del fallo, que razonen sobre la causa de pedir de la concreta tutela jurídica que; se solicita, que resuelvan -
en las condiciones anteriormente vistas.,-. Aquellas cuestiones pre-judiciales necesarias lógicamente para la resolución
final. Los demás razonamientos o argumentaciones que se puedan contener en la fundamentación de la sentencia, no
pasan per se en cosa juzgada, ya sea porque se trate de declaraciones «de paso», no cuestionadas ni debatidas en el
proceso; ya sea porque aun cuestionadas y debatidas, son cuestiones prejudiciales heterogéneas o técnicas, sin relación de
medio a fin o de causa a efecto con la declaración contenida en la sentencia, esto es, sin que constituyan propiamente la
causa de pedir de la acción ejercitada. Y, en todo caso, sólo pueden pasar en cosa juzgada las declaraciones contenidas en
los fundamentos de la sentencia que no sean meras declaraciones de hecho, sino de cuestiones jurídicas (144).

Respecto de las excepciones opuestas por el demandado, tradicionalmente se viene entendiendo que, salvo la excepción
de compensación, por su peculiarísima naturaleza, cualquier otra excepción alegada por el demandado no pasa en
autoridad de cosa juzgada. Tal aserto era consecuencia obligada de la propia concepción de la cosa juzgada como el efecto
que produce en otro proceso la declaración contenida en la parte dispositiva de la sentencia, al margen de los
razonamientos o juicios lógicos. En el momento actual, can las opiniones doctrinales que hemos reseñado (145), la doctrina
jurisprudencial según la cual «sólo el fallo d parte dispositiva de la sentencia, en cuanto declara la existencia o inexistencia
de un hecho relación jurídica, pasa en autoridad de cosa juzgada a otro proceso posterior, por lo que son ajenas a dicho
instituto tanto las premisas fácticas deducidas por el Juzgador tras la correspondiente valoración de la prueba practicada,
como los razonamientos jurídicos o motivaciones utilizadas para fundamentar su conclusión decisoria.· por ser la cosa
juzgada, como se dice por la doctrina, el efecto de un pronunciamiento judicial y no de un razonamiento» (146), no es
acertada, incluso el propio Tribunal Supremo ha venido reconociendo que existe cosa juzgada por concurrir en los dos
procesos las identidades exigidas, cuando en el primer proceso la cuestión fue ·planteada como excepción y fue discutida y
resuelta, aun de -forma implícita: SSTS de 4 de abril de 1952 y 3 de noviembre de 1993 (147).
144
SSTS de 10 de abril de 1984; 11 de julio de 1981; 12 de julio de 1990.
145
Y, sobre todo, con la opinión de autoridad del Profesor DE LA OLIVA, que en la obra tantas veces citada sobre la cosa juzgada, plantea de nuevo el tema de que para acoger o desestimar la demanda el
Juez ha de juzgar necesariamente sobre las excepciones opuestas par el demandado, y que ese juicio no se hace de pasada o incidentalmente, sino directo y pleno y causal de la decisión.
146
STS de 10 de abril de 1984.
147
En esta sentencia el Tribunal Supremo entiende que hay cosa juzgada entre dos procesos en los que, primeramente se ejercitó una acción de reclamación de cantidad correspondiente al adeudo del
importe de recibos de gatos de comunidad. EI demandado, al contestar la demanda, opuso excepción de falta de personalidad de la Comunidad reclamante. La sentencia desestimó dicha excepción de

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A mí, juicio, también aquí habrá que aplicar la doctrina expuesta anteriormente: si la excepción se alegó, se discutió y el
Tribunal se pronunció sobre ella (en los razonamientos jurídicos, de forma expresa o tacita), siendo competente y par el
procedimiento adecuado, no hay motivo para no entender extensible a aquella cuestión los efectos de.la cosa juzgada.
Estos pronunciamientos sobre las excepciones -dice el Profesor DE LA OLIVA (148)- que el Juzgador ha tenido que enjuiciar
necesariamente, no son incidentales, sino directos y plenos y causales de la decisión.

Tampoco sobre este tema se pronuncia la nueva Ley. Es más, de su regulación literal-y a sensu contrario-se podría
desprender lo opuesto de lo aquí sugerido. Pues lo que si prevé la Ley en el art. 222.2, es que la cosa juzgada alcanzara a
las pretensiones de la demanda, de la reconvención «así como a los puntos a que se refieren a los apartados primero y
segundo del artículo 408 de esta Ley». Y, no se olvide, aquellos puntos propiamente hacen referencia a un tipo especial de
excepciones, las reconvencionales, que por sus especiales características conviene que sean expresamente resueltas en la
sentencia y con expresos efectos de cosa juzgada.

Por lo tanto, respecto de las restantes excepciones opuestas por el demandado, que el Tribunal ha de juzgar
necesariamente como juicio causal y directo de la decisión final, nada nuevo contiene la Ley. En este extremo según en
manteniéndose las diversas opiniones (doctrinales y jurisprudenciales) existentes que, sin plantearse la cuestión de modo
general, van atendiendo a la resolución del caso concreto, bajo el esquema anteriormente señalado de que la cuestión -
propuesta como excepción- haya sido suficientemente debatida, se den los requisitos de jurisdicción, competencia y
procedimiento adecuado, y no se produzca indefensión para la parte por Causa de la deficiente contradicción y debate entre
los litigantes.

falta de personalidad alegada, por más que en el fallo no hizo alusión al respecto, limitándose a estimar la demanda y condenando al demandado a pagar la cantidad adeudada. En el segundo, también
sobre reclamación de cantidad correspondiente a otros gastos de comunidad (de meses posteriores) y contra el mismo demandado, éste alegó la excepción de falta de personalidad de la comunidad
actora. Además inició juicio de menor cuantía contra la Comunidad pretendiendo la declaración de nulidad del acto constitutivo de la Comunidad de Propietarios de los actos por ella realizados. En este
contexto, el Tribunal Supremo apreció cosa juzgada sobre la declaración de existencia y personalidad de la Comunidad y de los actos que pudieran haber realizado: «La cuestión así planteada, en el doble
aspecto indicado (en el proceso anterior, planteando la meritada excepción, y en el actual, como excepción y como pretensión en el juicio acumulado), fue estudiada y resuelta en las sentencias de primera
y segunda instancia dictadas en el primer procedimiento, bastando para comprender la lectura de sus respectivos considerandos…»
148
Op. Ult. Cit., pág. 74.

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