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Punteo
Kant concibe su propia filosofía, el criticismo, como una superación del racionalista
dogmático y del empirista. Si la metafísica estudiaba las primeras causas y los
principios primeros que fundamentan todo lo demás, el criticismo estudia el fundamento
de la metafísica misma. La razón pura era el instrumento, con sus leyes lógicas, para
construir la metafísica: Kant se propuso examinar los fundamentos de la razón pura
misma. [Análisis cientificidad de la metafísica: pretende ser ciencia a priori y la
confianza en que tales conocimientos son posibles se inspira en la matemática. No es
lícito concluir que ambas ciencias son afines sin antes haber examinado su parentesco y
en general las condiciones y el verdadero alcance del conocimiento a priori: tal examen
es el objeto propio de la Crítica.]
Como se trata de establecer si son válidas las pretensiones de conocimiento que
postula la razón pura, Kant reduce su examen de esta solamente a aquello en lo que esas
pretensiones de conocimiento se expresan: los juicios. Como son juicio enunciados por
la razón pura, son independientes de la experiencia: son juicios a priori. Y como son
juicios en los que no solamente se explican conceptos, sino que se enuncia algo acerca
de los objetos, y en ellos se pretende alcanzar conocimientos nuevos, estos juicios no
son meramente analíticos, sino sintéticos. El problema general para examinar la facultad
de la razón para ver si es válida como instrumento de conocimiento se formula con la
pregunta “¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?”. La investigación acerca
de la posibilidad y los límites del conocimiento metafísico puede concebirse como una
investigación acerca de las condiciones que hacen posibles los juicios sintéticos a priori.
Los empiristas, al sospechar que no era posible un juicio que sea a priori y no se origine
en los sentidos, afirman que la metafísica no es posible. Kant descubre que a intuición
pura del tiempo y del espacio ni es un pensamiento conceptual puro ni depende de la
afección de los sentidos, únicas dos fuentes de saber que distinguían los empiristas. [En
la edición A: “la cuestión principal sigue siendo siempre: ¿qué, y cuánto, pueden
conocer el entendimiento y la razón, despojados de toda experiencia? Y no ¿cómo es
posible la facultad de pensar misma?” (A XVII)].
El propósito de la KrV es saber si es posible tener conocimiento metafísico, si es
posible hacer de la metafísica una ciencia; no se trata solamente, como creen algunos
comentadores neokantianos, de justificar la validez del conocimiento físico, si bien
ambos objetivos son solidarios
El método de exposición es el sintético: aislamiento e integración. No se parte de
definiciones y axiomas, deduciendo de allí los demás conocimientos, sino de algún
concepto oscuro y confuso que se pretende elucidar. No se lo define, sino que se aísla
dentro de tal concepto algún elemento que pueda ser llevado a la claridad y distinción.
Este elemento remitirá a otros que estarán en conexión necesaria con él, que también se
lo clarificará y se lo integrará al primero y a todos los que sobrevengan. Cuando todos
los elementos del concepto estudiado se han tornado claros y distintos, al igual que la
vinculación que los une, se puede, al final, formular una definición del concepto
estudiado.
En la Crítica se estudia el conocimiento por razón pura. Y como todo conocimiento,
consiste en una representación, que no se la debe entender aquí como un hecho
psicológico sino como un hecho lógico. Como lo primero aislable dentro de este
concepto es su presencia en la receptividad de la conciencia, el estudio de la
representación conduce a aislar la sensibilidad (receptividad pasiva). Pero la
sensibilidad no puede explicar, por sí sola, la unidad de las múltiples representaciones
contenidas en ellas: remite necesariamente a una facultad activa, el entendimiento. Estos
dos elementos se combinarán al estudiar la facultad de juzgar.
Prólogo B
Análisis cientificidad de lógica, matemática, física y metafísica (conocimientos que
pertenecen al negocio de la razón) según su estado actual y sus resultados (criterios –
baconianos según MMH–: si queda atascada antes de llegar a la meta o si regresa sobre
sus pasos muchas veces para tomar otro comino o si no se llega a un común acuerdo
acerca de la manera como debe llevarse a cabo tal obra: tal estudio no ha tomado el
andar seguro de una ciencia”):
a) Respecto de la lógica, dice, ella no retrocedió ni un paso desde Aristóteles, pero a
la vez tampoco avanzó un solo paso, está completa y acabada tal como está. Y la razón
es que no se ocupa de objetos de conocimiento, sino del entendimiento mismo y su
forma de funcionamiento: ni demuestra ni expone nada más que las reglas formales de
todo pensar. Es más bien una “antesala de las ciencias”, una propedéutica que permite
evaluar los conocimientos de las ciencias, pues ella misma no es un conocimiento de
cosas (Aristóteles también la había considerado un “instrumento” para las ciencias, pero
no una ciencia).
[en la medida en que haya razón en las ciencias propiamente dichas, debe conocerse
algo a priori; y el conocimiento de ellas puede referirse a su objeto de dos maneras:
determinándolo junto a su concepto –que debe ser dado por otra parte– (conocimiento
racional teórico) o bien además haciéndolo efectivamente real (conocimiento racional
práctico)].
b) La matemática y la física son dos conocimientos teóricos de la razón que deben
determinar sus objetos a priori, y que muestran para Kant un progreso seguro y claro
debido a que hubo una revolución en el modo de pensar en cada uno: Tales no se guía
por lo que ve en las figuras ni tampoco por el mero concepto de ellas para deducir sus
propiedades, sino que debía producirlas por medio de aquello que el introducía a priori
con el pensamiento en ellas; los físicos buscan en la naturaleza lo que la razón misma
introduce en ella; pues comprendieron que la razón sólo comprende lo que ella misma
produce según su propio plan.
c) La metafísica, conocimiento racional especulativo que se eleva por encima de las
enseñanzas de la experiencia mediante meros conceptos (no como la matemática, que
los aplica a la intuición), en cambio, no muestra haber entrado en el camino de la
ciencia: no se llega a la meta, se desanda el camino y no hay acuerdo sino que parece un
campo de batalla. Kant se pregunta por qué será así, y si será que no puede ser una
ciencia, aunque por alguna razón los seres humanos no puedan dejar de plantearse
cuestiones de índole metafísica [A la razón se ve agobiada por preguntas que nacen de
su propia naturaleza pero la sobrepasan, sobrepasan la experiencia]; la propuesta de
Kant es cambiar el método de la metafísica imitando el giro que se dio en la matemática
y la física que las puso en el camino de las ciencias, es decir, no partiendo de los objetos
para obtener conocimiento, pues esto impide el conocimiento de algo a priori sobre
ellos, sino suponiendo que los objetos deben regirse por nuestro conocimiento, pues
esto posibilita establecer algo acerca de ellos antes de que nos sean dados.
Si bien en la metafísica puede hacer un giro copernicano en lo concerniente a la
intuición de los objetos, es decir, que esta rija la naturaleza de los objetos, tal
determinación del objeto debe ser mediada por un concepto, si han de llegar a ser
conocimiento. Y, si he de conocer algo a priori, tales conceptos deben ser regidos por
los objetos, o más bien por la experiencia (sólo en la cual son conocidos los objetos en
tanto dados). Kant anticipa su proyecto: la experiencia misma es una especie de
conocimiento que requiere entendimiento, cuya regla debo presuponer en mí antes de
que los objetos me sean dados; y tal regla a priori se expresa en conceptos a prior según
los cuales todos los objetos de la experiencia se rigen necesariamente y con lo que
deben concordar.
Y este nuevo método de pensamiento alcanza promete la marcha segura de la ciencia
a la primera parte de la metafísica, la metafísica general u ontología que se ocupa de
conceptos a priori cuyos objetos correspondientes pueden ser dados en la experiencia de
manera adecuada a ellos (ente en tanto ente del conocimiento humano). Mas la
posibilidad de conocer algo a priori presenta dificultades en la segunda parte de la
metafísica, la metafísica especial (que se ocupa de Dios, el alma y el mundo, es decir
que se divide en cosmología racional, psicología racional y teología raciona), en la
medida en que ella se ocupa de objetos supra-sensibles, de los que no podemos tener
experiencia. A raíz de esto, Kant aclara la utilidad negativa de la Crítica: nuestro
conocimiento racional a priori se limita a los fenómenos, aquello de lo que tenemos
experiencia y que es todo lo que podemos conocer, y deja de lado a la cosa en sí misma
como algo real pero desconocido e incondicionado (pues no puede ser pensado sin
contradicción). Pero además, la Crítica tiene la utilidad positiva de advertir los posibles
estrechamientos producidos por el traspaso de la razón especulativa de sus propias
límites que conllevaría la extensión sobre todas las cosas los límites de la sensibilidad
[de la intuición] reduciendo a nada el uso puro práctico de la razón. Si bien no es
posible conocer las cosas en sí mismas, si es posible pensarlas (puedo pensar cualquier
cosa, mientras no incurra en una contradicción, por más que no sepa si a mi
pensamiento le corresponde un objeto efectivamente real; la validez objetiva no precisa
ser buscado en las fuentes teóricas del conocimiento). [Utilidad positiva: no incurrir en
la inmoralidad: la moral presupone necesariamente la libertad, cosa que sólo requiere
ser pensada, no entendida; pero la razón especulativa enseña que la voluntad del alma
humana no es libre, sino sometida a la necesidad de la naturaleza; si no se hace la
distinción que enseña la Crítica, se cae en la inmoralidad: no puedo suponer a Dios, la
libertad o la inmortalidad si no admite desconocerlos, aunque puede pensarlos en sí
mismos: el dogmatismo de la metafísica conlleva inmoralidad; Kant limitar saber en
beneficio de la fe; la crítica procede dogmáticamente en su conocimiento puro como
ciencia, demostrativa a partir de principios a priori seguros, pero se opone al
dogmatismo que pretende progresar únicamente con un conocimiento puro por
conceptos: el dogmatismo es el proceder dogmáticamente de la razón pura sin previa
crítica de la facultad propia de ella)
[A XX-XXI Una Metafísica de la naturaleza, que no es más que el inventario,
sistemáticamente ordenado, de todas nuestras posesiones por razón pura, puede
realizarse y completarse definitivamente sin influjo de la experiencia. La Crítica debe
exponer previamente las fuentes y condiciones de posibilidad de ella]. La Crítica es un
tratado del método, no un sistema de la ciencia misma, pero que traza los límites y la
organización interna: la tarea de la crítica es la de emprender la completa revolución en
la metafísica para ponerla en la marcha segura de una ciencia.
Introducción B
Todo nuestro conocimiento comienza por la experiencia: nuestra facultad
cognoscitiva es puesta en ejercicio por medio de objetos que mueven nuestros sentidos
y, en parte producen por sí mismos representaciones y en parte ponen en movimiento la
actividad de nuestro entendimiento, que para compara, conecta, separa nuestras
representaciones y hace de ellas un conocimiento de objetos: lo que se llama
experiencia Pero que el conocimiento comience con la experiencia no implica que surja
todo de la experiencia, pues el conocimiento de experiencia puede conformarse por las
impresiones recibidas y lo que nuestra propia facultad cognoscitiva produce por sí
misma. Por eso, es necesario investigar si hay tal conocimiento independiente de la
experiencia y aun de todas las impresiones de los sentidos: Kant distingue
conocimientos a priori (siendo puro cuando es absolutamente independiente a toda
experiencia), de conocimientos empíricos o a posteriori. Un juicio necesario y universal
es un juicio a priori que no se deriva de la experiencia, distinto de un juicio contingente
que posee universalidad empírica por inducción a partir de la experiencia. La necesidad
y la universalidad estricta, si bien inseparables, a veces es conveniente distinguirlas en
el análisis.
Y hay en el conocimiento humano juicios puros a priori: todas las proposiciones de la
matemática lo son. Pero no es necesario redundar en ejemplos, dice Kant [de uno de
causa], si se expone el carácter imprescindible de éstos para la posibilidad de la
experiencia, que implicaría que se tratan de juicios a priori, pues, la certeza de la
experiencia no proviene de reglas contingentes y empíricas. No sólo hay juicios, sino
también conceptos a priori: eliminando de un cuerpo todo lo empírico, queda el espacio
o las propiedades por lo que se lo piensa como una sustancia o como inherente a una
sustancia. La necesidad de tales conceptos muestra su origen a priori.
Si bien la matemática nos brinda ejemplos de cuán lejos se puede llegar con el
conocimiento a priori, ella se ocupa de objetos y de conocimientos en la medida en que
se puedan exponer en la intuición, intuición que puede ser ella misma dada a priori.
Incluso ciertos conocimientos abandonan el campo de la experiencia posible,
pretendiendo ensanchar, mediante conceptos sin referencia a objetos de la experiencia,
el alcance de nuestros juicios más allá de sus límites: se trata de la metafísica que, sin
previa crítica de la razón, pretende resolver los problemas de la razón pura misma que
conciernen a Dios, la libertad y la inmortalidad. Pero no es sensato emprender tal
conocimiento que abandona el suelo de la experiencia sin antes haber examinado su
fundamento y origen. Hay que preguntarse “cómo puede el entendimiento llegar a todos
esos conocimientos a priori, y qué alcance, qué validez y qué valor pueden ellos tener”.
Y para responder esto propone hacer una segunda distinción, ahora entre juicios
analíticos y sintéticos.
En todos los juicios en que se piensa la relación de un sujeto y un predicado tal
relación es posible de dos maneras. En un tipo de juicios, que llama “analíticos”, el
predicado pertenece al sujeto como algo contenido ocultamente en el concepto (la
conexión es pensada por identidad); pueden llamarse “juicios de explicación” porque no
añaden nada al concepto del sujeto, sino que lo desintegran en conceptos parciales que
ya estaban pensados en él (“todos los cuerpos son extensos”, “todos los solteros son no
casados”, “todos los animales cuadrúpedos son animales”). En otros juicios -que llama
“sintéticos”- el predicado no está contenido en el concepto del sujeto; el predicado
reside fuera del concepto, aunque está en conexión con él. En ellos la conexión de
sujeto y predicado no es de identidad. También se pueden llamar “juicios de
ensanchamiento” porque añaden al concepto del sujeto un predicado que no estaba
pensado en él (“todos los cuerpos son pesados”, “el gato es blanco”).
Los juicios de experiencia son todos sintéticos; es absurdo fundar un juicio analítico
en la experiencia puesto que no necesito salir del concepto para hacer el juicio. La
experiencia no es más que un enlace sintético de intuiciones que, si bien una no contiene
a la otra, forman parte de un todo. Pero el juicio sintético a priori agrega un predicado al
concepto del sujeto que no se extrae de la experiencia. ¿De dónde sale, entonces? Hay
aquí, en estos juicios sintéticos a priori, “cierto misterio escondido”, una “X”: es
necesario “descubrir con la debida universalidad el fundamento de la posibilidad de los
juicios sintéticos a priori”. Y en tales principios sintéticos descansa todo el propósito de
nuestro conocimiento especulativo a priori.
Los juicios analíticos se corresponden aproximadamente con los que Hume llamaba
de “relaciones entre ideas que dependen de las ideas”, los sintéticos son los “que no
dependen de las ideas”. Para Hume los sintéticos eran solamente “cuestiones de hecho”
que se fundaban en la experiencia. Kant acuerda en que los juicios analíticos son a priori
y no nos dan conocimiento de la realidad, sino que expresan un análisis del concepto del
sujeto, y también acuerda con Hume en que hay juicios sintéticos a posteriori (“el
bosque es verde” es verdadero si se funda en la experiencia). Sin embargo, hay juicios
en los que el predicado no está contenido en el sujeto y sin embargo no se fundan en la
experiencia y son necesariamente verdaderos y universales (cosa que no nos podría dar
la experiencia). Para Kant los juicios matemáticos son todos sintéticos porque llevan
consigo necesidad que no puede ser tomada de la experiencia, tanto los de aritmética (en
el concepto de 5+7 no está implicado el concepto de 12) como los de geometría (una
línea recta es la distancia más corta entre dos puntos” es igualmente a priori y es
sintética, porque el concepto de línea recta no contiene nada acerca de la distancia). En
ambos casos se debe recurrir al auxilio de la intuición, sólo por medio de la cual es
posible la síntesis.
Kant considera que también los principios de la física (la parte pura de la ciencia de la
naturaleza) son juicios sintéticos a priori, tales como el principio de la constancia de la
materia: en el concepto de la materia no está incluida su permanencia.
Los juicios metafísicos -como los relativos a la existencia de Dios, la libertad de la
voluntad, la inmortalidad del alma, la creación del mundo- también son sintéticos a
priori, porque agregan algo al concepto del sujeto, pero a la vez no se verifican en la
experiencia y pretenden ser universales y necesarios. (Sin embargo, la X que hace
válidos a los juicios sintéticos a priori en física y matemática -que todavía Kant no ha
dicho qué es- hará a la vez inválidos a los juicios sintéticos a priori en metafísica).
Para Hume las matemáticas eran -en términos kantianos- un conocimiento analítico a
priori, no eran un conocimiento acerca de ninguna cosa, sino acerca del modo en que
relacionamos las ideas. El conocimiento físico, en la medida en que establece relaciones
causales, era para Hume un conocimiento sintético a posteriori, relaciones entre ideas no
dependientes de las ideas sino de hechos (de su relación con las impresiones). Para
Kant, esto no explica que las matemáticas, aún si son pensadas independientemente de
la experiencia (como pensaba Hume), muestran su aplicabilidad a los objetos de la
experiencia, y por otra parte, que la física, aún si describe regularidades observables
(como pensaba Hume), formula principios que son universales y necesarios, válidos
para toda experiencia posible, lo que hace que no puedan haberse derivado de una serie
limitada de experiencias (como pensaba Hume). Hume, entonces, no podía explicar la
efectiva aplicación de las matemáticas a los objetos de la experiencia, por un lado, y no
podía explicar la necesariedad de los principios físicos, por otro. Para Kant, las
matemáticas no son analíticas a priori ni los principios físicos sintéticos a posteriori,
sino que en matemáticas y física hay conocimiento sintético a priori. Para Hume, según
Kant, sólo la metafísica era un pretendido conocimiento sintético a priori, pero para
Hume esto era ilegítimo porque el conocimiento si no es analítico debía proceder de la
experiencia, y el pretendido conocimiento metafísico era sintético pero no se fundaba en
la experiencia. Kant dice que no sólo la metafísica, sino la física y la matemática son
conocimientos sintéticos a priori, entonces hay que ver en qué se funda este tipo de
conocimiento (ya que no en la experiencia) para ver si es legítimo en cada uno de los
casos: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?
Entonces, las preguntas que quedan planteadas para Kant son:
1. cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática pura (responde la
Estética)
2. cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en física pura (responde la
Analítica)
Tales ciencias, están dadas, preguntar cómo son posibles sus juicios sintéicos a priori
equivale a preguntar cómo son posibles tales ciencias. No sucede lo mismo con la
metafísica. Pero hay que considerar que la metafísica es efectivamente real, si no como
ciencia, sí empero como disposición natural. De la naturaleza misma de la razón nacen
aquellas preguntas que no pueden ser respondidas por ningún uso empírico de la razón.
Siempre ha habido preguntas metafísicas y siempre las habrá, entonces, es lícito
preguntar: cómo es posible la metafísica como disposición natural: cómo es surgen de
las humana preguntas que la razón pura se plantea a sí misma
Pero dado que siempre surgieron tales preguntas naturales, no se puede dar la
cuestión con la mera disposición natural para la metafísica: debe ser posible llegar a la
certeza con ella, sea sobre el saber o sobre el no-saber acerca de los objetos: a los
objetos de las preguntas o a la capacidad o incapacidad de la razón de juzgar algo con
respecto a ellos: ensanchar o limitar nuestra razón pura:
3. cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica (responde la
Dialéctica) (¿cómo es posible la metafísica como ciencia?)
La crítica de la razón conduce necesariamente a la ciencia. El uso dogmático de la
razón sin crítica conduce a afirmaciones sin fundamento y por lo tanto, al escepticismo.
Y la ciencia metafísica no puede ser extensa, pues no trata de objetos de la razón, cuya
multiplicidad es infinita, sino meramente de sí misma. Habiendo conocido por completo
la razón aplicada a los objetos que pueden presentársele, debe ser fácil determinar por
completo el alcance y los límites de su uso más allá de los límites de la experiencia.
Lo que hará válidos los dos primeros tipos de juicio, hará a la vez inviables a los
terceros: hay juicios que, sin derivar de la experiencia, se aplican universal y
necesariamente a la experiencia, porque hay a priori ciertas condiciones de posibilidad
de toda experiencia en el sujeto que conoce. Pero esas condiciones (formas de la
sensibilidad, categorías del entendimiento) sólo son condiciones de la experiencia
posible (en la que algo nos es dado, intuido), y por lo tanto no pueden por sí mismas
darnos conocimiento acerca de objetos supra-sensibles, de los que no tenemos
experiencia.
La Crítica tendrá por tema estas preguntas acerca del conocimiento a priori, su
validez y sus límites: “De todo esto resulta la idea de una ciencia particular que puede
servir de crítica de la razón pura, pues la razón es la facultad de suministrar los
principios del conocimiento a priori”. “Puro” significa un conocimiento en el que no
hay mezclada ninguna experiencia ni sensación, enteramente a priori. Razón pura es
aquella que contiene los principios para conocer algo absolutamente a priori y un
organon de ella sería el conjunto de aquellos principios por los cuales se pueden adquirir
todos los conocimientos puros a priori. Y la aplicación de un tal organon proporcionaría
un sistema de la razón pura. Pero como no se ha establecido si tal sistema es posible y
en cuales casos, la ciencia del mero enjuiciamiento de la razón pura, de sus fuentes y de
sus límites, es la propedéutica del sistema de la razón pura. No es una doctrina de la
razón pura, sino una crítica de la razón pura y su utilidad, en lo que respecta a la
especulación, sería verdaderamente negativa: no ensanchar el conocimiento sino
depurar la razón y librarla de errores. Es decir, en suma, que la KrV es una
investigación acerca del alcance y los límites del conocimiento a priori. Por último,
define su noción de “trascendental”: todo conocimiento que se ocupa no tanto de los
objetos como de nuestra manera de conocerlos a priori. “La palabra trascendental no
significa algo que vaya más allá de toda experiencia [lo que sería “trascendente”] sino lo
que la precede (a priori), pero únicamente está destinado a hacer posible el
conocimiento por experiencia”. Un sistema conceptos a priori de las cosas, de todos los
principios de la razón pura, se llamaría filosofía trascendental, pero como tal debería
contener tanto el conocimiento analítico como el sintético a priori, excede los propósitos
de Kant, puesto que él llevará su investigación solamente hasta donde sea
imprescindiblemente necesario para entender en todo su alcance los principios de la
síntesis a priori. Y tal sistema es posible, puesto que “Aquí el objeto no es la naturaleza
de las cosas, que es inagotable, sino el entendimiento que juzga sobre la naturaleza de
las cosas, y aun en éste, sólo lo que respecta a su conocimiento a priori”.
Kant aclara que en realidad no desarrollará una filosofía, sino una “crítica”
trascendental que servirá de base a una filosofía. La crítica pretenderá poner a la vista
una enumeración completa de todos los conceptos primitivos que constituyen el
conocimiento puro de la filosofía trascendental. Mas tal crítica se abstrae del análisis
detallado de esos conceptos mismos, como los que se derivan de ellos ya que tal análisis
no presenta la dificultad que sí presenta la síntesis, por motivo de la cual, la crítica
entera existe. Y también aclara que al hablar de “crítica de la razón pura” se refiere
solamente a la facultad razón teórica o especulativa, no a la razón práctica, puesto que
esta refiere a sentimientos, los cuales son de fuentes empíricas. Hay prevenirse de
introducir conceptos que contengan algo empírico o bien conocimientos que no sean
enteramente puros.
La división de su exposición, dice, será en una doctrina de los elementos de la razón
pura, y una doctrina del método, cada una con subdivisiones. Esta referencia a los
“elementos” se relaciona con el “método sintético”: hay dos troncos del conocimiento
humano: la sensibilidad y el entendimiento; por el primero, los objetos nos son dados, y
por el segundo, son pensados; se trata de elementos que serán analizados, ver sus
relaciones con otros, para irlos integrando sistemáticamente, hasta por último, luego de
la “doctrina de los elementos”, poder definir finalmente el concepto en la “doctrina del
método”, integrando los elementos anteriores. La doctrina trascendental de los sentidos
pertenece a la primera parte de la ciencia de los elementos porque las condiciones bajo
las cuales nos son dados los elementos preceden a aquéllas bajo las cuales ellos son
pensados.
§1
En la Estética Trascendental, que es parte de la Doctrina de los Elementos, es decir, la
parte que va a aislar elementos de ese concepto primitivo de “conocimiento por razón
pura” a elucidar, se aislará la sensibilidad (A32) porque lo primero que podemos aislar
del conocimiento es la representación, y lo primero que aparece es su presencia en la
receptividad de la conciencia, es decir, la sensibilidad. Dentro de la sensibilidad va a
aislar también sus elementos, su materia y su forma. Por sí sola la sensibilidad no puede
dar cuenta de la unidad de las representaciones que contiene, por lo que remite a una
actividad del entendimiento (por eso sigue la sección que lo aísla y lo estudia, la
Analítica, parte de la Lógica).
La manera por la cual un conocimiento se refiere a objetos inmediatamente es la
intuición; y ésta sólo ocurre en la medida en que el objeto no es dado, es decir, en virtud
de que él afecta a la mente de cierta manera. La capacidad (receptividad) de recibir
representaciones gracias a la manera como somos afectados por objetos se llama
sensibilidad, y su característica principal es
a. la inmediatez, es decir, el contacto inmediato con el objeto (a diferencia del
pensamiento en el que no tenemos un contacto inmediato con el objeto, porque
solamente pensamos conceptos del objeto). Las representaciones sensibles son
intuiciones porque intuición significa “representación inmediata”, un contacto directo
con el objeto. De esta inmediatez que caracteriza a estas representaciones deriva otra de
sus características:
b. la singularidad, porque sólo podemos tener un contacto inmediato con una cosa
por vez, mientras que al pensar nos referimos a muchas cosas en relación, sólo que no
tenemos ese contacto inmediato con ellas, sino solamente por medio de su concepto que
las contiene o subsume.1 Y hay un tercer rasgo de la sensibilidad, que es
c. su pasividad. Esta pasividad es un rasgo que simplemente se da así en la conciencia
humana: toda representación intuitiva (inmediata) no es producida o creada por
nosotros, sino que es recibida; podría quizás haber otros seres con representaciones
inmediatas no pasivas, es decir, con intuición intelectual, pero no es el caso de la
conciencia humana. Kant no dice nada acerca de qué es lo que nos afecta y produce la
sensación; debe ser un “otro” respecto de la conciencia, pero queda aquí en la incógnita,
ya que solamente le interesa analizar el conocimiento, y en este caso, estas
representaciones particulares que tienen este rasgo.
Entonces, por medio de la sensibilidad no son dados objetos y sólo ella nos suministra
intuiciones, pero por medio del entendimiento ellos son pensados y de él surgen
conceptos. Todo pensar debe referirse, sea directa o indirectamente a intuiciones (que,
en nuestro caso en la sensibilidad) porque ningún objeto nos puede ser dado de otra
manera.
El efecto de un objeto sobre la sensibilidad es la sensación y aquella intuición que se
refiere al objeto por medio de la sensación se llama empírica. El objeto indeterminado,
sin predicados discursivos del entendimiento, de una intuición empírica se llama
fenómeno.
En la representación sensible, el fenómeno, podemos distinguir la materia (lo que
corresponde a la sensación, que es provista a posteriori por la experiencia), y la forma
en que la sensación es recibida (aquello que hace que lo múltiple del fenómeno pueda
ser ordenado en ciertas relaciones), que como no puede ser ella misma sensación, está a
priori en la conciencia. Esta forma a priori de la sensibilidad es también una “intuición
1
En contraste con Hume, queda claro desde el principio, sin embargo, que la simplicidad de la sensación
es sólo un producto abstracto del análisis y no es nada de lo que tengamos experiencia, ya que Kant dirá
que no es posible recibir sensaciones (materia) más que relacionadas entre sí (forma).
pura” o a priori, a diferencia de la intuición empírica (sensación). La ciencia de todos
los principios de la sensibilidad a priori se llama estética trascendental, en
contraposición a aquella que contiene los principios del pensar puro, la lógica
trascendental.
En resumen, en la estética trascendental se asilará la sensibilidad, abstrayendo los
conceptos del entendimiento hasta que queda sólo la intuición empírica. Luego se
abstraerá todo lo que pertenece a la materia del fenómeno, la sensación para que no
quede más que la intuición pura y la mera forma de los fenómenos, que es lo único que
la sensibilidad puede suministrar a priori. Así, se encontrará que hay sólo dos
candidatos para cumplir esta función de forma puras de la intuición sensible, y los
requisitos que deben cumplir son: a) ser a priori, independientes de la experiencia, y b)
ser a la vez intuiciones, es decir, representaciones inmediatas como las que caracterizan
a la sensibilidad. Los candidatos son el espacio y el tiempo, y la exposición metafísica
de ellos mostrará que son intuiciones a priori, es decir, que cumplen los requisitos. La
exposición trascendental mostrará luego que efectivamente son ellos las formas de la
sensibilidad, ya que hay ciertos conocimientos que efectivamente tenemos que suponen
que espacio y tiempo lo sean. Por qué son ellos y no otros no está fundamentado; no hay
razón para que sean ellos y no otros; otros seres sensibles podrían recibir
representaciones no ordenadas espacio-temporalmente. Kant supone que es así
simplemente en virtud de nuestra constitución.
4
Nunca puede uno hacerse una representación de que no haya espacio aunque sí puede pensar muy bien
que no se encuentre en él objeto alguno. Por lo tanto, […] es condición de posibilidad de los fenómenos,
y no una determinación que depende de ellos, y es una representación a priori que necesariamente sirve
de fundamento de los fenómenos externos.
relaciones espaciales presupone el espacio, sino también el ser de cosas espaciales
mismas; cf. p. 183.
Para Allison, cuya interpretación sobre este punto es compatible con la recién
mencionada de Torretti, el que podemos “pensar el espacio sin objetos en él” significa
que la[s] representación[es] del espacio [y del tiempo] “tienen un contenido [propio]
lógicamente independiente y por tanto irreductible a las representaciones de las cosas en
ellas… De esto no se sigue que podamos experimentar o percibir el espacio [o el
tiempo] vacíos. Kant niega esto repetidamente… Sin embargo, sí se sigue que espacio y
tiempo permanecen accesibles al pensamiento cuando hacemos abstracción del
contenido empírico total de nuestra experiencia, i.e., de todas las cosas que pueden ser
atribuidas a la sensación”.
Estos dos primeros argumentos apuntan a mostrar que la representación del espacio es
a priori, es decir, que no depende de la experiencia sensible sino que está a la base de
esta experiencia, como su condición de posibilidad. 5 Ahora bien, una representación a
priori, según la tradición filosófica desde la antigüedad, sería intelectual, conceptual. El
tercer argumento y el cuarto, entonces, apuntarán a mostrar en cambio que esta
representación a priori del espacio no es un concepto sino una intuición, es decir, que
corresponde a la sensibilidad.
¿Cómo entender la paradoja de una representación sensible que no depende de una
afección de nuestra receptividad? Según Kant sólo se puede entender de una manera:
es una representación de la sensibilidad misma, de las condiciones conforme a las
cuales es capaz de recibir lo que la afecta. (Torretti, p. 168)
Para comprender los argumentos siguientes debe tenerse presente que una
intuición es una representación inmediata y singular (aun si es, por ejemplo, de una
jauría), mientras que un concepto es una representación mediata (intelectual) de algo y
siempre subsume bajo sí una pluralidad (incluso si pensamos en el concepto de “perro”).
5
El que espacio y tiempo sean formas a priori de la sensibilidad e intuiciones a priori, no significa para
Kant que sean representaciones innatas: “Kant rechaza de plano la posibilidad de representaciones
innatas. Las representaciones que reputa a priori, y en particular las del espacio y el tiempo, se adquieren
con ocasión del ejercicio de las capacidades de la mente provocado por la afección sensible. Pero aunque
los datos de los sentidos son condición previa imprescindible para llegar a tener tales representaciones, es
claro que no las determinan, antes bien, son éstas la condición para que nos representemos el objeto
presentado por los datos de los sentidos.” (Torretti, p. 173). Un similar anti-innatismo profesaba Kant ya
en la Disertación respecto de los conceptos a priori del entendimiento (el rechazo al innatismo es paralelo
al rechazo a la intuición intelectual): éstos no son ideas innatas estampadas en la mente por Dios sino que
“son dados por la naturaleza misma del entendimiento” (§6), pero “no como conceptos innatos, sino
abstraídos de las leyes ínsitas de la mente (atendiendo a sus operaciones con ocasión de la experiencia) y
por tanto adquiridos” (§8). Comenta Torretti que si Locke desautorizó el innatismo, Kant no tiene el
propósito de resucitarlo, “pero no duda de que ciertos conceptos que son un ingrediente decisivo de
nuestro conocimiento, no pueden formarse por comparación y abstracción a partir de impresiones
sensibles, ya que estas operaciones mismas los preuponen. Estos conceptos se formarían por reflexión
sobre la actividad del propio pensamiento, provocada por los datos de los sentidos”. (p. 228). Esto
acercaría a Kant a la posición de Leibniz, quien aún acordando con Locke en que no hay nada en el
entendimiento que no estuviese antes en los sentidos, agrega: “excepto el entendimiento mismo”, es decir,
el sistema de sus modos de operar. La posición anti-innatista de Kant, entonces, no equivale al anti-
innatismo empirista sino que es más compleja. La definición kantiana más precisa parece estar en el
escrito Contra Eberhard (Ak. VIII 221 ss.) donde Kant afirma: “La Crítica no admite absolutamente
ninguna suerte de representaciones innatas o congénitas; las supone todas adquiridas, ya pertenezcan a la
intuición o a los conceptos del entendimiento.
El tercer argumento6 apunta a que la representación del espacio es singular, y para eso
la distingue de una representación conceptual: la multiplicidad relativa al espacio es de
las partes en las que se divide el único espacio, no es la multiplicidad de instancias de
un concepto, que no son las partes de un único concepto (cada perro no es una parte del
concepto de perro) sino que son heterogéneas respecto del concepto que las subsume. A
partir del punto establecido de que la representación del espacio es singular, la forma
del argumento sería:
1. El espacio es representación de algo único, singular.
2. Lo singular se conoce por intuición.
Conclusión: la representación del espacio es intuitiva.
Torretti reconstruye el argumento del siguiente modo, que pone el acento en la
diferencia entre el espacio y un concepto por la homogeneidad del primero con sus
partes, a diferencia de la heterogeneidad del concepto con los ejemplares que conforman
su extensión:
Todo concepto es universal, y su universalidad tiene un carácter muy diferente de la
universalidad del tiempo y del espacio. Es la universalidad de una referencia a un
universo de entes que están fuera de él, que como término de la referencia se le
conforman o subordinan, pero de ningún modo representan una parte suya, homogénea
con el todo, como las partes del espacio y el tiempo (Torretti, p. 170)
El cuarto argumento7 comienza diciendo que “El espacio es representado como una
cantidad infinita dada.” El núcleo de este argumento, en lo que sigue, es el mismo que el
del tercero: apunta a diferenciar el espacio de un concepto, para demostrar que es una
intuición. Por eso se reitera esta observación de que el espacio es representado como
conteniendo en sí infinitas representaciones, teniendo “partes” en que se puede dividir,
pero que son siempre partes del espacio único, mientras que un concepto como el de
“perro” no puede dividirse en partes sino que subsume infinitas representaciones
posibles bajo el concepto.
¿Qué agrega entonces este 4° argumento al 3°? Agrega al comienzo la referencia al
“infinito”, lo que permite pensar que el argumento es más bien una respuesta a una
objeción que podría surgir del tercero. Kant ya ha mostrado en el argumento anterior
que la representación del espacio es intuitiva, porque es única. Sin embargo, el espacio
es representado como infinito, y “la infinitud es una característica reconocida del
concepto, el cual implica una referencia a una infinitud de casos pensables como
posibles instancias suyas. En cambio la sola idea de una representación infinita intuitiva
parece absurda” (Torretti, p. 184). Frente a esto, Kant subrayaría que la relación del
6
Uno puede representarse sólo un único espacio, y cuando se habla de muchos espacios, se entiende por
ellos sólo partes de uno y el mismo espacio único. Y estas partes tampoco pueden preceder al especio
único omniabarcador, como si fueran elementos de él (…) sino que sólo en él pueden ser pensadas. Él es
esencialmente único; lo múltiple en él, y por tanto, también el concepto universal de espacios en general,
se basa simplemente en limitaciones. De aquí se sigue que, con respecto a él, una intuición a priori (que
no es empírica) sirve de fundamento de todos los conceptos de él.
7
El espacio es representado como una cantidad infinita dada. Ahora bien, todo concepto se debe pensar
como una representación que está contenida en una multitud infinita de diferentes representaciones
posibles (como la características común a ellas), y que por tanto las contiene a éstas bajo sí, pero ningún
concepto, como tal, puede ser pensado como si estuviese en sí una multitud infinita de representaciones.
Y sin embargo, así es pensado el espacio (pues todas las partes del espacio, hasta el infinito, son
simultáneas). Por tanto, la representación originaria de espacio es intuición a priori, y no concepto.
espacio y sus infinitas partes es de un tipo absolutamente diferente de la relación entre
el concepto y sus infinitos casos. Queda reafirmado así que el espacio es una intuición y
no un concepto.
Una cuestión que queda abierta en este argumento es la de cómo comprender la
“infinitud” del espacio. Como dice Torretti, “Kant no nos aclara, por desgracia… cómo
puede ser posible una representación intuitiva infinita”. Apelando a la 1ª ed. de la KrV y
a numerosas referencias del Opus Postumum, Torretti sostiene que “el infinito dado del
espacio es… la posibilidad dada y sabida de infinitamente proseguir la síntesis
inacabable, de progresar sin límites en todas direcciones en la determinación de las
apariencias dadas y dables en la intuición empírica” (p. 184). Allison, por su parte:
“Aquí la cuestión es que, por más grande que se considere una región del espacio,
siempre es representada como limitada por más de lo mismo” (159) (y lo mismo en el
sentido de la divisibilidad) por lo que el espacio es infinito en este particular sentido de
ilimitado
Conclusiones
a. “El espacio no representa ninguna propiedad de cosas en sí”, ni relaciones
inherentes a cosas en sí mismas, ni alguna determinación de la cosa en sí a la que se
llegara si se hiciese abstracción de todas las condiciones subjetivas de la intuición (pues
las determinaciones absolutas o relativas no pueden intuirse antes de la existencia de las
cosas a las que corresponden: no pueden ser intuidas a priori).
b. El espacio no es más que la mera forma de todos los fenómenos de los sentidos
externos, es decir, la condición subjetiva de la sensibilidad, sólo bajo la cual es posible
para nosotros la intuición externa. Puesto que la receptividad del sujeto para ser
afectado necesariamente precede a todas las intuiciones, la forma de todos los
fenómenos está dada en la mente antes de todas las percepciones efectivamente reales, y
por lo tanto, a priori.
La forma constante de la sensibilidad es una condición necesaria de todas las
relaciones en las cuales son intuidos los objetos como fuera de nosotros; haciendo
abstracción de tales objetos esa forma es una intuición pura llamada espacio. Y como no
podemos hacer de las condiciones de la sensibilidad condiciones de la posibilidad de las
cosas, sino solamente de los fenómenos de ellas, se puede afirmar que el espacio abarca
todas las cosas que pueden presentársenos exteriormente, pero no las cosas en sí
mismas. La representación del espacio sólo se atribuye a las cosas sólo en la medida en
que se nos aparecen, i.e, en que son objetos de la sensibilidad.
Sólo desde el punto de vista de un ser humano podemos hablar de espacio, entes
extensos, etc.; de las intuiciones de otros entes pensantes no podemos juzgar si están
ligadas a las mismas condiciones que limitan nuestra intuición.
Si la limitación de un juicio, a lo fenoménico, la integramos al concepto del sujeto,
entonces el juicio tiene validez incondicionada: “todas las cosas están unas junto a otras
en el espacio” vale solamente con la limitación: si esas cosas se toman como cosas de la
intuición sensible.
De estas conclusiones Kant extrae la siguiente definición -que es la que hace que su
doctrina sea caracterizada como “idealismo trascendental”: el espacio tiene “realidad
empírica” e “idealidad trascendental”. El espacio es real, tiene validez objetiva, para
todo lo se nos presenta exteriormente: es real en la experiencia; todo objeto de la
experiencia lleva necesariamente esa forma. Pero a la vez el espacio es ideal porque es
algo del sujeto (su forma de recibir representaciones), no es algo de las cosas en sí
mismas consideradas con independencia del sujeto. Aparte del espacio no hay ninguna
otra representación subjetiva y referida a algo externo que se pueda llamar a priori
objetiva. El contenido del fenómeno, como mera sensación y no intuición, en sí mismo
no da a conocer algún objeto y mucho menos a priori: no son condiciones de posibilidad
de los objetos externos, como sí lo es el espacio. No se trata de que los datos de los
sentidos pertenezcan al sujeto en contraste con el objeto mentado como si fuera en sí. El
concepto trascendental de los fenómenos en el espacio advierte que en general nada de
lo que es intuido en el espacio es una cosa en sí. Los objetos en sí no nos son conocidos
en lo más mínimo, y lo que llamamos objetos externos no son nada más que
representaciones de nuestra sensibilidad, cuya forma es el espacio, pero cuyo
verdadero correlatum, es decir, la cosa en sí misma, no es conocida por medio de ella,
ni puede serlo.
§7
Objeción: las mudanzas son efectivamente reales y éstas son posibles en el tiempo: el
tiempo es algo efectivamente real. Kant concede todo el argumento. El tiempo es algo
efectivamente real: la forma efectivamente real de la intuición interna. Tengo
efectivamente la representación del tiempo y de mis determinaciones en él. El tiempo es
real, no como objeto, sino como la manera de representación de mí mismo como objeto.
El tiempo tiene realidad empírica, como condición de todas nuestras experiencias; mas
no tiene realidad absoluta.
La objeción había surgido de creer que los objetos de nuestros sentidos internos eran
inmediatos a mi conciencia, en contraposición a los objetos externos. Pero en ambos
casos, si bien los objetos tiene efectiva realidad como representaciones, pertenecen
solamente al fenómeno. Tiempo y espacio son formas puras de toda la intuición sensible
y hacen posible las proposiciones sintéticas a priori. Y tales formas se determinan a sí
mismas precisamente por ser meras condiciones de la sensibilidad: refieren a objetos
fenoménicos, no a cosas en sí mismas.
Quienes afirman que tiempo y espacio son subsistentes por sí, eternas e infinitas,
logran explicar las afirmaciones matemáticas pero no logran salir de esa campo.
Quienes afirma que tales son meras relaciones de los fenómenos abstraídas de la
experiencia aunque representados abstractamente no logran explicar la matemática, pues
esta realiza juicios a priori, aunque logran juzgar acerca de los objetos no como
fenómenos sino como meramente relaciones con el entendimiento.
El tiempo y el espacio son los únicos elementos de la estética trascendental, puesto
que todos los demás conceptos pertenecientes a la sensibilidad presuponen algo
empírico (el espacio es inmóvil: la movilidad lo supone; el tiempo mismo no se muda,
la mudanza lo presupone).
8
Como es visible, entre estos conceptos a priori del entendimiento constan la sustancia y la causalidad.
Kant concede a Hume que la causalidad o la sustancia no se derivan de la experiencia, de la observación
sensible: Hume decía que lo único que observamos es la sucesión, contigüidad y conjunción constante
pero no la causalidad (con su necesidad), o un manojo de impresiones sensibles y no sustancias. Pero para
Kant la causalidad y la sustancia son conceptos que se aplican con universalidad y necesidad a los objetos
de la experiencia, se refieren a ellos. Esto es así porque conforman a priori la estructura de nuestro
entendimiento, y a continuación (en la Deducción Trascendental) va a mostrar que son necesarios para
-condiciones de posibilidad de- la experiencia, lo que hace válida su referencia a todo objeto de la
experiencia.
Pero esto significa un problema, ya que son conceptos originados a priori, sin recurso
a la experiencia, pero se aplican a objetos de la experiencia, entonces se formula la
pregunta: ¿qué garantías tenemos de que esos conceptos, originados en el
entendimiento, sin la menor participación de los objetos, correspondan verdaderamente
a los objetos? Para fundamentar su legitimidad, esa referencia requiere una
“deducción”. “Deducción” aquí no significa derivar conclusiones desde premisas
mediante reglas de inferencia, sino que tiene un significado distinto, que era usual en el
vocabulario jurídico de la época: significa “justificación” o “alegato”. Por la Deducción
Metafísica sabemos que estos conceptos puros son aquellas doce categorías, pero ahora
se pregunta si está justificada su aplicación a objetos de la experiencia. La Deducción
Trascendental significa entonces un segundo momento de la revolución copernicana,
más allá de la forma espacio-temporal a la que se conforma la experiencia sensible
(Estética), que va a mostrar que los objetos se rigen por la síntesis del pensamiento.
Hay dos maneras en que podemos saber que un concepto se refiere a un objeto, que es
lo que pretendemos saber: o bien si el objeto hace posible el concepto o bien si el
concepto hace posible al objeto. En el caso de las categorías, como se trata de conceptos
puros, no derivados de la experiencia, no podemos seguir el primer camino, sino que de
algún modo tendremos que mostrar que estos conceptos hacen posible o “producen” el
objeto. Pero, dice Kant, no los producen respecto de su existencia, es decir que no se
trata de que por medio de la voluntad construyo algún objeto correspondiente al
concepto, no producen un objeto realmente, sino que producen la objetividad misma, o
dicho de otro modo: sólo puede haber tal cosa como objetos de conocimiento gracias a
estos conceptos. Tras los §§13 y 14 (el primero que formula el problema y el segundo
adelanta la solución, o al menos indica por qué camino deberá transitar) comienza
entonces propiamente el desarrollo de la DT
La justificación del uso objetivo de las categorías se lleva a cabo en dos etapas:
primero se muestra su necesaria intervención en la síntesis de lo múltiple dado a una
sensibilidad en general, para luego poner de manifiesto su aplicabilidad a los objetos del
conocimiento sensible humano. En la primera etapa no se toma en cuenta el carácter
espacio-temporal de nuestra experiencia sino únicamente en su condición receptiva, lo
que permite subrayar la independencia entre las categorías o principios del
entendimiento y el espacio y el tiempo o principios de la sensibilidad. Esta
independencia autoriza sostener que las categorías, aunque sólo pueden emplearse en el
conocimiento de objetos espacio-temporales, nos permiten a lo menos pensar otros
objetos no sometidos a las condiciones peculiares de nuestra receptividad.
La distinción entre sensibilidad y entendimiento permite a la vez indicar el origen de
cierta ilusión relativa a un supuesto uso cognitivo de nuestro entendimiento no
restringido a las condiciones de nuestra sensibilidad. Justamente, la segunda parte de
DT comenzará enfatizando la restricción de todo uso cognitivo de las categorías a su
uso empírico. Llegará a decir que ni siquiera la matemática pura podría ser considerada
conocimiento si no fuera porque presupone “que hay cosas que sólo pueden sernos
exhibidas en la forma de aquella intuición sensible pura” (KrV B147), es decir, porque
presupone que hay cosas sensibles (fenómenos).
En resumen, mientras que la primera parte de la DT insiste, en contra del empirista,
en que la sensibilidad por sí sola no es conocimiento de ningún tipo, la segunda parte
insiste, en contra del racionalista, en que sólo es conocimiento aquel uso de las
categorías que se refiere a los objetos empíricos. De este modo, la distinción en dos
partes permite articular con precisión sensibilidad y entendimiento humanos en lo que
se refiere a explicar el conocimiento humano.
El objetivo de la Parte I consiste en justificar la siguiente proposición: “lo múltiple en
una intuición dada está también necesariamente sometido a las categorías.” (§20
Sección segunda (§15): de la posibilidad de un enlace en general
El contenido múltiple de las representaciones puede provenir de una intuición
sensible, puramente receptiva, cuya forma puede residir a priori en nuestra facultad
representativa sin ser otra cosa que la manera cómo el sujeto que intuye es afectado;
pero el enlace de lo múltiple en general no puede nunca proceder de los sentidos, ni
estar comprendido en la forma de la intuición sensible, pues es un acto de la
espontaneidad de la facultad representativa [mente]. Por muy pasivo que el
conocimiento sea, todo enlace en lo múltiple de su contenido demanda una actividad
espontánea, pues la representación de un enlace no puede ser recibida. Kant no justifica
esta premisa fundamental.
La espontaneidad de la facultad representativa, para distinguirla de la sensibilidad,
debe llamarse entendimiento. En consecuencia, todo enlace, seamos conscientes de él o
no, ya se trate de un enlace del múltiple de la intuición (sensible o no sensible) o de un
enlace entre conceptos, es un acto del entendimiento. A este acto se la designa el
nombre general de “síntesis”. Entendimiento es la denominación más general de nuestra
facultad activa enlazadora y todas síntesis es en último término atribuible al
entendimiento: no podemos representarnos nada como enlazado en el objeto sin haberlo
enlazado previamente nosotros mismos y que entre todas las representaciones, el enlace
es la única que no es dada por los objetos, sino que solo puede ser efectuada por el
sujeto mismo, porque es un acto ele la espontaneidad de este. [Según el §10 la síntesis
de la multiplicidad espacio-temporal empírica y pura, es la obra de la imaginación;
según la terminología adoptada aquí, “imaginación” es el nombre que toma la
espontaneidad de la mente –que considerada con toda generalidad se llama
entendimiento– cuando ejerce su función sintética sobre lo múltiple propio del
conocimiento sensible humano.]
La síntesis originaria que la espontaneidad de la mente ejerce sobre lo múltiple dado a
priori y a posteriori en la sensibilidad está, pues en la base de todo contenido concreto
que pueda servir de tema a nuestra facultad representativa, ya se trate de una cosa o un
proceso, o un simple sonido o mancha de color; todos esos “objetos” –en el sentido más
amplio del vocablo– son analizables y por lo tanto envuelven una síntesis. Todo análisis
o descomposición presupone una actividad de síntesis.
La actividad enlazadora originaria que aquí se atribuye al entendimiento ejerce, pues,
una función constitutiva del contenido de nuestras representaciones. El dato bruto de los
sentidos no coordinado ni enlazado por entendimiento es una ficción filosófica, pero no
un elemento que pueda aislarse en su pureza destacándose como tal en el seno de la
experiencia efectiva. Queda establecida así la necesidad de la síntesis del entendimiento
para que llegue a constituirse cualquier representación empírica.
El concepto de enlace lleva consigo, además del concepto de lo múltiple y de su
síntesis, el concepto de la unidad de esto múltiple. Enlace es representación de la unidad
sintética de lo múltiple. La representación de esta unidad no procede, pues, del enlace.
Más bien es ella la que, al agregarse a la representación de lo múltiple, hace posible el
concepto del enlace. El enlace contiene la unidad de la representación porque la
presupone. Esta unidad, que precede a priori todos los conceptos de enlace, no es la
categoría de cantidad, pues todas las categorías, en cuanto conceptos de las funciones de
síntesis (funciones lógicas en los juicios), obviamente las presuponen; en los juicios ya
está pensado el enlace y por tanto, la unidad de conceptos dados. Tal unidad no es
unidad cuantitativa sino que es unidad cualitativa: en cada conocimiento de un objeto
hay unidad del concepto, a la cual puede llamarse unidad cualitativa, en cuanto con ella
se piensa sólo la unidad abarcadora de lo múltiple de los conocimientos. Esta unidad
hay que buscarla por encima de las categorías, en aquello que contiene en sí mismo el
fundamento de la unidad de diferentes conceptos en juicios y, por tanto, la posibilidad
del entendimiento, incluso en su lógico.
Párrafo 2:
Se explicita que la identidad integral de la apercepción de un múltiple dado en la
intuición contiene una síntesis (requiere que yo añada una representación a otra) y
requiere de la conciencia de esa síntesis. Sólo porque puedo comprender en una
conciencia lo múltiple de diversas representaciones, las llamo a todas ellas mis
representaciones, pues de otro modo tendría un yo tan abigarrado y diverso como
representaciones tuviese de las que fuese consciente.
En efecto, sólo porque puedo enlazar en una conciencia un múltiple de
representaciones dadas, es posible que me represente la identidad de la conciencia en
esas representaciones, es decir: la unidad analítica de la apercepción sólo es posible
bajo la presuposición de una unidad sintética; pues la unidad sintética de lo múltiple
de las intuiciones es el fundamento de la identidad de la apercepción misma, la que
precede a priori a todo mi pensar determinado.
Pero el enlace no está en los objetos y no puede ser tomado de ellos por la percepción
para luego ser acogido por el entendimiento; sino que es obra del entendimiento, que no
es, él mismo, nada más que la facultad de enlazar a priori y de llevar bajo la unidad de
la apercepción lo múltiple de representaciones dadas. En la DM (B92-94), Kant ya
había caracterizado al entendimiento como la facultad de pensar, la facultad de los
conceptos o la facultad de juzgar. Ahora lo hace en conexión con el principio de la
unidad sintética de la apercepción: el entendimiento no es nada más que la facultad de
enlazar a priori y de llevar bajo la unidad de la apercepción lo múltiple de
representaciones dadas. Dos cosas. Por un lado, este “llevar bajo la unidad de la
apercepción” no debe entenderse como si la unidad de la apercepción fuese previa al
acto de síntesis: la unidad de la apercepción es sintética porque resulta de una
síntesis y la conciencia de ella.
Luego de esta caracterización del entendimiento, se puede afirmar que el principio
de la unidad sintética de la apercepción es el principio supremo de todo el
conocimiento humano. La “función suprema” de la unidad sintética de la apercepción
es “el punto más elevado al cual se debe sujetar todo uso del entendimiento, y aun toda
la lógica y, tras ella, la filosofía trascendental; esta facultad es, en verdad, el
entendimiento mismo”
Párrafo 3
El principio de la unidad necesaria de la apercepción es un enunciado analítico
(idéntico), pero que declara necesaria una síntesis del múltiple dado en la intuición, pues
sin ella no puede ser pensada la integral identidad de la conciencia de sí.
Kant explica esto comparando nuestro entendimiento, que sólo piensa, con un
entendimiento que intuyese. El principio de la unidad de la apercepción no afirma
ninguna existencia de un yo particular, porque la representación “yo pienso” no es una
intuición: mediante el Yo, como representación simple, no es dado ningún múltiple,
sino que sólo es dado en la intuición y solamente por medio de un enlace puede ser
pensado en la conciencia. Simplemente afirma la identidad del sujeto pensante respecto
de sus representaciones. Pero dado que “pensar” es siempre sintético, Kant dice que, si
se analiza ese principio, se encuentra incluida necesariamente la condición de una
síntesis.
La última frase del §16 concluye volviendo a formular el principio de la unidad
sintética de la apercepción, pero a diferencia de la formulación con la que se abre el §,
ahora se explicita lo implicado en el principio, tal como fue desarrollado. Se trata de una
formulación que resume el análisis de la noción de la conciencia de sí. Dice: Soy, pues,
consciente del yo idéntico con respecto a lo múltiple de las representaciones que me son
dadas en una intuición, porque las llamo a todas ellas mis representaciones, que
constituyen una. Esto es lo mismo que decir que soy consciente de una síntesis a priori
necesaria de ellas, que se llama unidad sintética originaria de la apercepción, a la cual
están sometidas todas las representaciones que me son dadas, pero a la cual éstas deben
además, ser sometidas mediante una síntesis.
9
La distinción entre unidad objetiva y unidad subjetiva se entenderá mejor teniendo en cuenta la
distinción entre juicios de percepción y juicios de experiencia que introduce Kant en los Prolegómenos,
Según lo expresado allí los juicios empíricos no son primeramente meros juicios de percepción, que
consiste sólo en el enlace lógico de las percepciones de la mente. Tal enlace tiene un carácter únicamente
subjetivo, vale sólo para el sujeto pensante en el instante mismo en que la efectúa. Posteriormente se le
confiere una nueva referencia, la referencia al objeto, pretendiendo que el enlace valga en todo tiempo y
para todo el mundo. Kant insiste en que la objetividad del juicio no le viene de que exprese un
conocimiento inmediato del objeto (no mediado por la intuición sensible) sino de la validez universal del
enlace en el establecido. La Crítica afirma que los enlaces que subordinan la multiplicidad sensible a las
condiciones de la unidad de la apercepción valen necesariamente en todo momento para toda consciencia
autoconsciente; validez universal para mí y para todos es propiamente el sentido del enlace, pues se trata
de integrar el material enlazado en la unidad de una posible conciencia única, de asegurar su
compatibilidad con los demás contenido de esa conciencia; el objeto del conocimiento empírico no es otra
cosa, en la concepción crítica, que el correlato de esa unidad, y se constituye como tal en el acto de
Es extraviado describir a esa unidad subjetiva como un juicio y no como una unidad
que precede al juicio; y es enteramente contrario a la enseñanza de Kant sostener que
esa unidad subjetiva puede reunir todas las representaciones de una conciencia al
margen de la unidad objetiva, o que esta última puede faltar por completo entre los
contenidos de una conciencia que sabe de sí. La unidad que estamos llamando objetiva
es precisamente aquella forma de unidad –introducida por la síntesis con arreglo a las
categorías– que tiene que poderse establecer entre mis representaciones para que sean
representaciones mías; y aunque la posibilidad de la autoconciencia requiere sólo que
esta unidad sea posible, la actualización de la autoconciencia supone el establecimiento
a lo menos parcial de esa unidad. Sólo puedo saber actualmente de mí, tomar conciencia
de mis estados como míos, en cuanto me enfrento a cosas distintas de mí a que la
síntesis categorial refiere. La unidad subjetiva o mero enlace de las percepciones en mi
estado mental, sin referencia al objeto, presupone pues la unidad objetiva, de otras, ya
que no de las mismas.
unificar en ella las presentaciones sensibles; de ahí, como dicen los Prolegómenos, la validez objetiva y la
validez universal (para todos) son conceptos intercambiables.
En la base está la intuición, de que soy consciente, es decir, la percepción, que pertenece puramente a los
sentidos. Pero además interviene en ella el acto de juzgar (que compete exclusivamente al entendimiento).
Este juzgar puede ser de dos clases: primero, en cuanto me limito a comparar las percepciones
enlazándolas en una conciencia de mi estado, y segundo, en cuanto las enlazo en una conciencia en
general. El primer juicio es un mero juicio de percepción y tiene como tal sólo validez subjetiva, es sólo
un enlace de las percepciones en mi estado mental, sin referencia al objeto. Tiene que intervenir otro
juicio enteramente diferente antes de que la percepción pueda convertirse en experiencia. La intuición
dada tiene que subsumirse bajo un concepto que determine la forma del juicio en general con respecto a la
intuición, que enlace la conciencia empírica de esta última en una conciencia en general y así procure
validez universal a los juicios empíricos; tal concepto es un concepto puro a priori del entendimiento que
no hace sino determinarle a una intuición el modo general como puede servir para juzgar. Cf problemas
con esto en Torretti: 356
a las condiciones de nuestra sensibilidad y entendimiento) y no dependen de las
circunstancias contingentes peculiares del estado momentáneo de tal o cual conciencia
individual.
Con la distinción entre la unidad objetiva de la conciencia, establecida por los actos
de juicio que dicen como las cosas son, y la unidad subjetiva que resulta de la
coincidencia casual de las representaciones en la percepción, la memoria o la fantasía, el
idealismo trascendental de Kant puede salvar airosamente el escollo que amenazaba al
idealismo tradicional de corte subjetivista. La situación real revelada por las
representaciones es aquélla a que son referidas por el acto que las enlaza conforme a las
condiciones de la unidad objetiva de la conciencia; tal situación, por definición, subsiste
para una conciencia en general, y por lo mismo, también para cada conciencia. La
diferencia entre verdad y sueño no depende de la naturaleza de las representaciones que
son referidas a los objetos, pues ésta es la misma en ambos casos, sino del enlace de
ellas según esas reglas que determinan la conexión de las representaciones en el
concepto de un objeto, y en qué medida éstas pueden o no coexistir en una experiencia
Pues la verdad consiste únicamente en la conexión cabal de las representaciones
conforme a las leyes del entendimiento. En ello reside toda su diferencia del sueño. No
en que las imágenes subsistan por si mismas separadas de la mente.
La cópula indica la referencia de las representaciones dadas a la apercepción
originaria y la unidad necesaria de ellas, aunque el juicio sea empírico y por lo tanto
contingente. Pero el acto de juicio que refiere las representaciones a la unidad necesaria
de la conciencia no establece por ello un enlace necesario entre representaciones, no es
por tanto forzosamente lo que llamamos un juicio apodíctico. El juicio no quiere decir
que las representaciones enlazadas por él pertenecen necesariamente la una a la otra en
la intuición empírica, sino que se pertenecen la una a la otra en la síntesis de las
intuiciones mediante la unidad necesaria de la apercepción, es decir, según principios de
la determinación objetiva de todas las representaciones, en cuanto pueden transformarse
en conocimiento, principios que derivan todos del principio de la unidad trascendental
de la apercepción. El juicio de experiencia es contingente en todos los casos, pero la
experiencia misma se necesaria en virtud del agregado de un concepto del
entendimiento a la percepción: es contingente que una piedra bajo el sol se caliente,
pues no conllevaría una contradicción no hacerlo. Pero, sumado el concepto de causa,
categoría del entendimiento, el calentamiento de la piedra resulta necesario. Sólo en
virtud de que las representaciones están unidas según principios de la determinación
objetiva de todas las representaciones, la relación entre ellas se torna un juicio, es decir,
una relación que es objetivamente válida y que se distingue suficientemente de la
relación de esas mismas representaciones en la cual sólo hubiese validez subjetiva, p. ej.
según leyes de la asociación. Según estas últimas, yo sólo podría decir: cuando sostengo
un cuerpo, siento una presión del peso; pero no podría decir: el cuerpo es pesado; lo que
equivale a decir que estas dos representaciones están enlazadas en el objeto, sin
diferencia del estado del sujeto, y no están juntas meramente es decir, en la percepción
(por muy repetida que ésta sea)
Un juicio no es nada más que la manera de llevar a la unidad objetiva de la
apercepción conocimientos dados. La DM había dado la caracterización del
entendimiento como facultad de juzgar y había determinado como característica de su
función cognitiva el llevar la síntesis a conceptos (§10.3-7). Además el §16 lo había
caracterizado como la facultad de enlazar a priori y de llevar bajo la unidad de la
apercepción lo múltiple de representaciones dadas.
Se trata de una definición lógico-trascendental del juicio, i.e. una definición que
atiende particularmente al uso cognitivo del entendimiento. Si digo que la casa de
enfrente es grande no estoy diciendo que la casa sólo es grande para mí, sino que
pretendo referirme a la casa –como objeto espaciotemporal que forma parte de un único
mundo objetivo espaciotemporal- y decir de ella cómo es, independientemente de que lo
considere yo. La cópula “es” tiene en su uso cognitivo ante todo este sentido de
objetividad que, luego, puedo restringir diciendo “es para mí” o “me parece”, pero
que inicialmente pretende tener validez objetiva.
Claro que la cópula “es” tiene además sentidos lógico-formales (por ejemplo, expresa
relaciones clasificatorias de inclusión o exclusión entre conceptos, etc.). Pero no son
esos sentidos aquellos a los que Kant se refiere cuando critica la definición que dan los
lógicos del juicio en general como “la representación de una relación entre dos
conceptos”, diciendo –entre otras razones- que no determinan en qué consiste esa
relación. La definición dada por Kant es de tipo lógico-trascendental, i.e. apunta a la
dimensión cognitiva de la enunciación judicativa que tiene que ver con la referencia al
objeto. La DT nos dice que esa dimensión debe explicarse trascendentalmente por la
unidad objetiva de la apercepción trascendental y no por ninguna instancia
trascendente al entendimiento finito mismo.
§ 20 todas las intuiciones sensibles están bajo las categorías, como condiciones solo
bajo las cuales lo múltiple de ellas puede llegar a reunirse en un conciencia
Kant puede ahora hacer el balance de los resultados obtenidos y fundamentar con
gran brevedad la tesis capital de la Deducción: Todas las intuiciones sensibles están
sujetas a las categorías, que son las condiciones bajo las cuales únicamente puede lo
múltiple de las intuiciones sensibles reunirse en una conciencia.
En los §§ 15 al 17 ha podido establecerse que lo múltiple dado en una intuición
sensible pertenece necesariamente a la unidad sintética originaria de la apercepción,
porque sólo en virtud de ella es posible la unidad de la intuición. Los §§ 18 y 19
explican cómo aquel acto del entendimiento mediante el cual lo múltiple de las
representaciones dadas (ya sean intuiciones o conceptos) es la función lógica de los
juicios. De estas dos premisas se concluye sin más que todo lo múltiple, en cuanto está
dado en una intuición empírica unitaria, está determinado con respecto a una de las
funciones lógicas de juzgar, por la cual es referido a una conciencia en general. Pero el
§ 10 nos había enseñado que la misma función que confiere unidad a las diversas
representaciones en un juicio, le da unidad a la pura síntesis de distintas
representaciones en una intuición, y que esta función concebida en toda su universalidad
se llama concepto puro del entendimiento o categoría. Por eso el 8 20 prosigue: Ahora
bien, las categorías no son otra cosa que justamente estas funciones de juzgar, en cuanto
lo múltiple de una intuición dada es determinado con respecto a ellas Y concluye: En
consecuencia lo múltiple de una intuición dada está sujeto también necesariamente a las
categorías.
§ 21 nota
Hasta aquí Kant ha mostrado que “un múltiple contenido en una intuición que llamo
mía es representado, en virtud de la síntesis del entendimiento, como perteneciente a la
unidad necesaria de la autoconciencia y esto acontece por medio de las categorías”. Con
ello queda establecido que la conciencia empírica de lo múltiple dado en una intuición
unitaria está sujeto a una autoconciencia pura a priori del mismo modo como la
intuición empírica está sujeta a una intuición sensible pura, que también tiene lugar a
priori. Y esto no constituye más que el comienzo de una deducción de los conceptos
puros del entendimiento, que culminará en el §26, cuando se muestre que la unidad de
la intuición empírica (la unidad que el entendimiento introduce en la intuición por
medio de las categorías) es la misma que las categorías, de acuerdo al §20, prescriben a
lo múltiple de una intuición en general. Sólo así quedará explicada la validez a priori de
las categorías respecto de todos los objetos de nuestros sentidos.
Este §21 es una especie de intermedio entre la deducción de las categorías para una
sensibilidad en general y el examen de su aplicabilidad a los objetos espacio-temporales
del conocimiento sensible humano. Comienza en el §22 la segunda parte.
Cabe destacar tres cosas del § 21
Ante todo, dice Kant, que en lo que lleva expuesto ha hecho abstracción del modo
como lo múltiple es dado a la intuición empírica, atendiendo sólo a la unidad que
sobreviene a la intuición gracias a la categoría y por obra del entendimiento, y explica
que ha tenido que proceder así por cuanto las categorías surgen independientemente de
la sensibilidad en el puro entendimiento El caso no especificado de una sensibilidad en
general prueba que efectivamente los conceptos puros del entendimiento no dependen
de la sensibilidad, aunque solo con la colaboración de ésta puedan servir al
conocimiento. La independencia de las categorías respecto de la sensibilidad tiene
máxima importancia en el pensamiento de Kant, pues sólo gracias a ella resulta
aceptable el empleo de las categorías para pensar -aunque sin conocer- los entes
suprasensibles. Podría pensarse que la independencia aquí defendida, en virtud de la
cual las categorías no sólo son a priori, esto es, independientes de los datos de los
sentidos, sino además ajenas a los principios a priori de la sensibilidad humana,
condiciones universales de nuestra experiencia (espacio y tiempo).
En segundo lugar, aunque las categorías surgen en el puro entendimiento y se puede
considerarlas y demostrar su validez objetiva hecha abstracción de las condiciones
peculiares de la sensibilidad humana, hay una cosa de que no ha podido abstraerse en
esta demostración, a saber, que lo múltiple tiene que ser dado a la intuición ya antes de
la síntesis del entendimiento e independientemente de ella, de modo que la síntesis
categorial sólo puede ejercerse sobre multiplicidad dada en una intuición sensible. Un
entendimiento que intuyese por sí mismo, activamente, y no por afección pasiva de una
sensibilidad a él asociada, no requeriría categorías para conocer y éstas no tendrían con
respecto a tal conocimiento absolutamente ningún significado. Las categorías son reglas
sólo para un entendimiento cuya facultad consiste en pensar, es decir, en el acto de traer
a unidad de la apercepción la síntesis de lo múltiple que le es dado de otra parte en la
intuición, un entendimiento que, por lo mismo, no conoce nada por sí solo, sino que
únicamente enlaza y ordena la materia del conocimiento, la intuición. Kant ter mina así
de caracterizar la distancia insalvable que separa, según él, el entendimiento humano
finito de un posible entendimiento divino, que no se representara objetos dados, sino por
cuya representación los objetos mismos fuesen a la vez dados o producidos.
De la esencia de las categorías es que sean los principios propios de una facultad de
conocer menesterosa, incapaz de engendrar por sí misma el contenido de sus
representaciones. La sensibilidad que limita el entendimiento humano es a la vez la
condición de sus posibilidades; así es como puede limitarlo, justamente en virtud de la
dependencia en que sus posibilidades están respecto del contenido que ella pueda
entregarles. Esta conclusión tiene una consecuencia de gran significación: aunque las
categorías no dependan de las condiciones a priori propias de la sensibilidad humana,
están intrínsecamente referidas a las condiciones de una sensibilidad en general. El
objeto que conciben, aunque no atado específicamente a los principios del tiempo y del
espacio es, en todo caso, objeto sensible. Pero el objeto del conocimiento sensible en
general es siempre un objeto fenoménico, sujeto a las condiciones de la sensibilidad
peculiar a que se ofrezca; nunca un ente absoluto o cosa en sí, la cual debemos pensar
más bien como el objeto de una intuición intelectual. Por lo tanto, las categorías, aunque
son los conceptos de un objeto (sensible) en general, son en principio inaplicables a las
cosas en sí,
Por último, Kant niega la posibilidad de explicar o fundamentar la razón de ser de la
estructura peculiar de nuestra sensibilidad y entendimiento con sus principios a priori,
según Kant inmutables, el espacio y el tiempo y las doce categorías. La razón pura o
sistema de los principios a priori del conocimiento humano, fundamento de los
caracteres universales de nuestra experiencia, no puede dar cuenta de si, fuente de toda
necesidad conocible; es en sí misma y para sí mismas radicalmente contingente.
Además, la deducción trascendental justifica la necesidad de una síntesis categorial para
la constitución de la experiencia, pero no dice nada sobre el número o la naturaleza de
las categorías que rigen esa síntesis. Toca a la “deducción metafísica” o d.h.c determinar
estos aspectos del asunto; pero ésta tampoco explícitamente la necesidad la solución
ofrecida.
§§22 -23 La categoría no tiene otro uso para el conocimiento de las cosas, que su
aplicación a objetos de la experiencia
La deducción trascendental de las categorías justifica la validez objetiva de estos
conceptos puros del entendimiento haciendo ver que ellos son las reglas que presiden la
unificación de la multiplicidad sensible en una experiencia de objetos. Todo objeto de la
experiencia puede pensarse según las categorías ya que ha sido constituido como tal por
una actividad sintética regida por éstas Las mismas razones que permiten cimentar así la
validez de las categorías y resolver el problema de la objetividad del conocimiento
metafísico limitan por otra parte el alcance de esa validez y restringen el campo abierto
a este género de conocimiento. Esta consecuencia decisiva de la deducción
trascendental, la limitación crítica de nuestro conocimiento a priori de las cosas, se
expresa en los §§ 22 y 23. Se trata de mostrar, como dice el título, que la categoría no
tiene ningún empleo para el conocimiento de las cosas, excepto su aplicación a los
objetos de la experiencia. Es claro que sólo en esta aplicación puede legitimarse su
empleo, y nada garantiza nuestro derecho a usarlas fuera de este campo. Pero además
las investigaciones que han justificado su utilización dentro de él nos han procurado un
conocimiento más preciso de la naturaleza de las categorías, mostrándonos que ellas
poseen, por su misma índole y función, una referencia a lo múltiple dado en alguna
suerte de intuición sensible, que no necesita ser la intuición espacio-temporal propia del
hombre, pero que tampoco sería una intuición intelectual, capaz de conocer las cosas en
su incondicionado ser en sí, en lugar de conocerlas como se presentan sujetas a las
condiciones peculiares de la sensibilidad que las conoce.
Restricción de todo uso cognitivo de las categorías a su uso empírico (a su aplicación
a objetos de experiencia posible) en pasos:
1. Pensar un objeto es distinto que conocer un objeto, pues para conocer un objeto
se requiere de (1) el concepto con el cual se piensa un objeto y (2) la intuición
que da el objeto. Considerar el pensamiento de un objeto sin intuición es
considerarlo sólo según la forma.
2. Toda intuición posible para nosotros es sensible, de modo que el pensamiento de
un objeto en general será conocimiento sólo si la categoría es referida a objetos
de los sentidos.
3. La intuición sensible es (1) intuición pura (espacio y tiempo) o (2) intuición
empírica de aquello que es representado por la sensación inmediatamente.
4. La determinación de la intuición pura (i.e. la aplicación de las categorías a la
intuición pura) sólo puede dar conocimiento a priori de objetos (la matemática)
en lo que concierne a la forma de ellos, como fenómenos; queda por saber si hay
cosas que deban ser intuidas en tales formas. Pero las cosas en el espacio y en el
tiempo son dadas solamente en la medida en que son percepciones
(representaciones acompañadas de sensación), y por lo tanto, mediante la
representación empírica.
5. Por consiguiente, los conceptos puros del entendimiento, aun cuando se apliquen
a intuiciones puras (como por ejemplo en la matemática), sólo dan conocimiento
en cuanto esa aplicación puede además ser aplicada a intuiciones empíricas. Las
categorías no nos suministran conocimiento alguno de las cosas, salvo sólo
mediante la aplicación de ellas a la intuición empírica; es decir, las categorías
sirven sólo para la posibilidad del conocimiento empírico.
6. El único uso cognitivo de las categorías se refiere a la posibilidad del
conocimiento empírico, es decir, que ellas sólo pueden dar conocimiento de
cosas en cuanto objetos de experiencia posible.
En el §23, Kant insiste en que, si bien las categorías están libres de la limitación
espacio-temporal y, por eso, se extienden a objetos de la intuición sensible en general,
esta “extensión ulterior” no nos sirve de nada en cuanto al conocimiento: consideradas
en relación con la intuición sensible en general, las categorías son sólo “vacíos
conceptos de objetos”, meras formas de pensamiento sin ninguna realidad objetiva,
porque no tenemos a mano alguna intuición a la que pueda ser aplicada la unidad
sintética de la apercepción, que es lo único que aquellas formas del pensamiento
contienen de modo que puedan determinar un objeto. Sólo nuestra intuición sensible
(finita, receptiva) y empírica (espacio-temporal como único modo de darse objetos a
través de sensaciones) puede proporcionarles sentido y significado.
Los conceptos puros del entendimiento, que sólo sirven para conocer a priori los
objetos espacio-temporales que puede revelarnos la intuición sensible, nos permiten
pensar, cuando los tomamos por sí mismos, hecha abstracción de las condiciones
peculiares de nuestra sensibilidad, la noción de un objeto en general, no limitado por
esas condiciones. Este pensamiento no tiene, claro está, valor cognoscitivo, pues no
podemos hacernos una idea de cómo un objeto así, ni espacial ni temporal, podría ser
siquiera posible; pero ello no lo priva de su significado como pensamiento, que puede
ser útil desde otros puntos de vista10.
Ahora bien, hecha esta conexión entre la percepción y las condiciones de toda
representación determinada en el espacio y en el tiempo, la prueba continua mediante la
explicitación de esas condiciones.