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EL NUEVO PROCESO PENAL BOLIVIANO DESDE LA PERSPECTIVA DEL

TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

William Herrera Áñez


Abogado y magíster en Derecho Penal y Constitución. Especialista en Derecho Constitucional y
Derechos Fundamentales. Profesor titular de Derecho Procesal Penal en la Universidad
Autónoma “Gabriel René Moreno”. Ha sido fiscal y juez de instrucción en lo penal. Asesor de
instituciones públicas y privadas. Ha participado en diferentes cursos y seminarios nacionales e
internacionales. Exbecario de USAID en Puerto Rico. Actual Presidente de la Academia
Boliviana de Estudios Constitucionales. Ha publicado: Apuntes de Derecho Procesal Penal
(1993), La despenalización del narcotráfico (1996), Introducción al Derecho Procesal (1998),
Derecho Procesal Penal (El nuevo proceso penal) (1999) y La Constitucionalización de la
prueba en materia penal, obra conjunta con el español Miguel Angel Montañés Pardo (2000).

El presente trabajo analiza el nuevo proceso penal boliviano desde la perspectiva de la


jurisprudencia del Tribunal Constitucional. La investigación muestra que con la creación del
Tribunal Constitucional y la puesta en vigencia del nuevo Código de Procedimiento Penal (Ley
n°. 1970 de fecha 25 de marzo de 1999), el nuevo sistema procesal penal y el nuevo proceso
penal están cambiando el rostro de la justicia boliviana.
El nuevo Código de Procedimiento Penal liquida el modelo inquisitivo y reglamenta, en
mejores condiciones, el debido proceso; crea los tribunales mixtos; reconoce los derechos de la
víctima; establece normas contra la retardación de justicia; impone la oralidad en el juicio; etc.; lo
que ha permitido al Tribunal Constitucional asegurar la defensa de los derechos fundamentales,
consolidar el debido proceso y proteger las garantías constitucionales.
La investigación pone de manifiesto la constitucionalización del proceso penal; enuncia
parte del modelo acusatorio; examina la interpretación que hace el Tribunal del debido proceso; y
detalla la estructura del juicio oral y público, perfilada en la histórica sentencia n°. 1036/2002, de
fecha 29 de agosto.
El estudio también pone de manifiesto, en la medida de la posible (con las limitaciones de
no contar con la totalidad de la jurisprudencia disponible), la jurisprudencia existente del

1
Tribunal Constitucional y de la Corte Suprema de Justicia en defensa del nuevo juicio oral y
público, el debido proceso y las garantías constitucionales.
1. LA CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL PROCESO PENAL
El Tribunal Constitucional boliviano, pese al poco tiempo de funcionamiento, ha
materializado una verdadera revolución jurídica. Tan afortunado cambio se pone de manifiesto en
el avance desde un ordenamiento jurídico preconstitucional, contrario a los postulados básicos del
Estado Social y Democrático de Derecho, hasta otro plenamente constitucional, que se
caracteriza por ser, esencialmente, respetuoso de los derechos fundamentales de las personas y
del sistema normativo.
Con la creación del Tribunal Constitucional, en la reforma de la Ley Fundamental de
1994, y la promulgación el 1º de abril de 1998, de su Ley orgánica n°. 1836, así como la puesta
en vigencia del nuevo Código de Procedimiento Penal (Ley nº. 1970, de fecha 25 de marzo de
1999), se ha consolidado el debido proceso y las garantías constitucionales, contribuyendo a la
revolución jurídica que impulsa la justicia constitucional.
El Tribunal Constitucional no sólo se ha encargado de constitucionalizar el nuevo proceso
penal y, paulatinamente, todo el ordenamiento jurídico nacional, sino también de racionalizar el
poder coercitivo del Estado. Hacer prevalecer la supremacía de la Constitución es una de las
funciones más relevantes del Tribunal Constitucional, lo que supone un sistema básico de
normas. Hay diferencia entre una ley constitucional y una ley ordinaria y, por inferencia lógica,
debe existir un Tribunal capaz de resguardar los principios constitucionales que el pueblo ha
estimado necesarios para la existencia del Estado y de su orden jurídico.
La racionalización del poder coercitivo del Estado se facilita en la medida en que el
Tribunal Constitucional ejerza el control de la constitucionalidad y la interpretación judicial de la
Constitución; con atribuciones de conocer y administrar justicia en materia constitucional sobre
los asuntos de puro derecho, e inquirir sobre la inconstitucionalidad de las leyes, decretos y
cualquier género de resoluciones.
El nuevo proceso penal no puede estar al margen del control constitucional, máxime si se
está en un proceso de transición jurídica y la propia justicia ordinaria, en muchos casos, no sólo
se encuentra desorientada y confundida, sino también incapacitada de sentar las líneas rectoras y
jurisprudenciales del nuevo sistema procesal penal.

2
Aunque la vigencia del nuevo Código procesal es relativamente reciente, el Tribunal
Constitucional se encuentra inundado de recursos extraordinarios por actos ilegales, omisiones
indebidas, detenciones arbitrarias y abusivas, etc. Las numerosas sentencias1 pronunciadas, salvo
algunas excepciones, dado su carácter vinculante, no sólo se convierten en fuente del Derecho y
consulta obligada para los operadores jurídicos, sino también en una fuente inagotable del nuevo
ordenamiento jurídico boliviano.
El Tribunal Constitucional (SC nº. 1036/2002 y su AC nº. 52/2002), por ejemplo, ha
desentrañado la política criminal del nuevo Código procesal, y ha definido que el juicio oral y
público se compone de tres partes: 1) la etapa preparatoria; 2) la etapa intermedia; y, 3) el juicio
oral y público.
2. EL NUEVO CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL
El Código de procedimiento penal (Ley nº. 1970, de 25 de marzo de 1999), que sustituye
al de 1973, implantó un nuevo sistema procesal en Bolivia. Como antecedente inmediato está el
seminario2 sobre "experiencias de reformas procesales en Latinoamérica para Bolivia", realizado
en La Paz del 19 al 23 de septiembre de 1994, que acogió la tendencia ya consolidada en América
Latina sobre la modernización del Estado y las reformas a la administración de justicia.
En dicho seminario se constató que había una disfuncionalidad en el viejo sistema penal,
que se hacía manifiesta en la excesiva demora en la tramitación de los procesos penales, lo que
provocaba un alto porcentaje de detenidos sin condena, en evidente contradicción con los
principios de legalidad e inocencia. También se estableció el rol contradictorio del otrora juez de
instrucción, quien además de dirigir la investigación debía asegurar, al mismo tiempo, la vigencia
efectiva de los derechos y garantías constitucionales. Tal situación generó un incremento de la
impunidad y un menoscabo de los derechos humanos. La inoperancia del ministerio público en el
control de los órganos policiales también provocó excesos en la etapa de investigación de los
hechos delictivos.
Aunque los artículos 224 y 225 del viejo Código de procedimiento penal reconocen la
vigencia del juicio, en la práctica nunca hubo un verdadero juicio oral y público. Tampoco se

1
Según la oficina de informaciones, hasta el mes de enero de 2003, el Tribunal Constitucional habría pronunciado
5.426 sentencias.
2
Vid.: Ministerio de Justicia, las experiencias de reforma procesal en Latinoamérica y perspectivas para Bolivia.
La Paz, pp. 65-66.

3
conocía un mecanismo adecuado de selección de acciones y delitos, que permitiera una razonable
y eficaz intervención del sistema judicial penal en cada caso concreto. A tiempo de radiografiar
el sistema penal, los expertos recomendaron "conformar comisiones codificadoras con
profesionales especialistas e idóneos" para elaborar los proyectos; además de una acción conjunta
entre el poder judicial, el ministerio público, los colegios de abogados y las universidades, con el
fin de crear una vigorosa corriente de opinión favorable a las reformas del proceso penal y así
consolidar la vigencia del Estado Social y Democrático de Derecho.
La comisión de Constitución, justicia y policía judicial de la cámara de diputados3 sostuvo
que el Código "se inspira fundamentalmente en los principios republicanos que orientan el
proceso y el sistema de administración de justicia, establecidos en nuestra Constitución política
del estado, en los criterios universales de justicia proclamados por la declaración universal de
derechos humanos, la convención americana sobre derechos humanos (pacto de San José de
Costa Rica), la declaración americana de derechos y deberes del hombre, el convenio para la
protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales y otros pactos
internacionales".
Al establecer los grandes problemas de la antigua justicia penal, los proyectistas alegaron
que era "urgente repensar nuestro sistema procesal penal, a fin de que el proceso se constituya en
un mecanismo eficaz de resolución de los conflictos, para lograr una justicia penal que
investigue, que sentencie oportunamente, que proteja los derechos de la víctima y que resguarde
los principios constitucionales".
2.1 La política criminal del nuevo Código procesal
¿Cuáles son las directrices político-criminales del nuevo Código procesal? Una primera
aproximación, con carácter general, la exponen los redactores al establecer, dentro de las líneas
rectoras de la reforma procesal penal boliviana, "un escrupuloso sistema de garantías, una
investigación eficiente, una oralidad plena, la participación ciudadana, la revalorización de la
víctima, el control sobre la retardación de justicia, el respeto por la diversidad cultural, una
verdadera judicialización de la ejecución de la pena y la simplificación del proceso". El nuevo
sistema procesal busca que el proceso se constituya en un mecanismo eficaz de resolución de los
conflictos, para lograr una justicia penal pronta y cumplida que sentencie oportunamente y que
proteja los derechos de la acusación, la víctima, y el imputado.

3
Vid.: Informe de la comisión de Constitución, justicia y policía judicial de la cámara de diputados, sin fecha.

4
En cuanto a la formación del proceso penal, Binder4 sostiene que es una síntesis,
culturalmente condicionada, de dos fuerzas: "un uso preciso del poder penal del Estado, y una
fuerza de garantía que procura proteger a las personas del riesgo derivado de un uso arbitrario de
ese poder penal”. Como el proceso es el medio que tiene el Estado para resolver los conflictos
entre sus súbditos, o entre éstos y el Estado, se lo considera una conquista de la civilización.
Tomando en cuenta que la política criminal suministra los criterios que permiten valorar el
Derecho vigente y señalar cuál es el que debe regir en el futuro, el nuevo Código procesal penal,
per se, constituye un conjunto de medidas político-criminales que ha adoptado el legislador para
combatir la delincuencia. La suspensión condicional del proceso, el procedimiento abreviado, la
aplicación de un criterio de oportunidad, la conciliación, el régimen de la prescripción, etc. son
políticas criminales orientadas a evitar el juicio o hacer de éste la última ratio.
El Tribunal Constitucional (SC n°. 1036/2002 del 29 de agosto) ha interpretado que “la
política criminal de un Estado se halla articulada, fundamentalmente, en los Códigos: penal,
procesal penal y de ejecución penal, los que en su conjunto conforman el sistema penal de un
país...” La política criminal que subyace en la Ley 1970, según la sentencia constitucional, es la
que reproducimos in extenso:
... que en el transcurso del desarrollo cultural de la humanidad, se han conformado, de
manera básica, dos tendencias para la aplicación concreta de la ley penal sustantiva. La
diferencia entre ambas radica esencialmente en los fines que se persiguen. Así, la primera
tendencia se preocupa en lograr la mayor eficacia en la aplicación de la norma penal sustantiva,
como medida político-criminal de lucha contra la delincuencia o, lo que es lo mismo, persigue
que se materialice la coerción penal estatal con la mayor efectividad posible. Este modelo
prioriza la eficacia de la acción penal estatal en desmedro del resguardo de los derechos y
garantías individuales. Esta tendencia guarda compatibilidad con el llamado sistema
inquisitivo. La segunda tendencia, en sentido inverso, busca prioritariamente dotar al proceso
penal de un sistema de garantías en resguardo de los derechos individuales, impidiendo con ello
el uso arbitrario o desmedido de la coerción penal. Esta tendencia caracteriza al llamado
proceso acusatorio.
De lo expresado, resulta predecible que la aplicación pura de cualquiera de las dos
tendencias, conduce a resultados previsiblemente insatisfactorios. Así, un modelo procesal penal
que persiga la eficacia de la aplicación efectiva de la coerción penal en sacrificio de los
derechos y garantías que resguardan la libertad y dignidad humana, sólo es concebible en un
Estado autoritario. Del mismo modo, un modelo procesal de puras garantías convertiría a los
preceptos penales en meras conminaciones abstractas sin posibilidad real de aplicación
concreta, dado que la hipertrofia de las garantías neutralizaría la eficacia razonable que todo
modelo procesal debe tener. De ahí que la tesis que propugna el equilibrio entre la búsqueda de
la eficiencia y la salvaguarda de los derechos y garantías, se constituye en la síntesis que busca

4
BINDER, Alberto: Justicia Penal y Estado de Derecho. Buenos Aires, 1993, p. 59.

5
cumplir eficazmente las tareas de defensa social, sin abdicar del resguardo de los derechos y
garantías del imputado; bajo esta concepción político-criminal han sido configurados los más
recientes códigos procesales de nuestro entorno (República Dominicana: 1984, Costa Rica:
1996, Paraguay: 1998 y Bolivia: 1999, entre otros).

La necesidad de encontrar un equilibrio entre la búsqueda de la eficiencia del sistema


penal en la lucha contra la delincuencia y la protección de los derechos y garantías, tiene que
compatibilizarse con el modelo acusatorio que ha adoptado el legislador nacional.

2.2 Los derechos de la víctima

Aun cuando no haya una disposición expresa en la Constitución boliviana que reconozca a
la víctima, no significa que no tenga derechos fundamentales y garantías constitucionales.
En el Código procesal se alude permanentemente a la víctima, como la persona física o
jurídica que ha sido ofendida o agraviada por el hecho delictivo y que se constituye en
parte activa en el proceso penal, instando el castigo del responsable.

Las Naciones Unidas5 consideran "víctimas" a las personas que, individual o


colectivamente, hayan sufrido daños físicos, inclusive lesiones mentales, sufrimiento
emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales,
como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los
Estados miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder. En la expresión "víctima"
se incluye a los familiares o personas a cargo que tengan relación inmediata con la
víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la
víctima en peligro o para prevenir la victimación.

El Código procesal (art. 79) recoge esta doctrina y establece que la víctima, querellante o
su representante legal podrán provocar la persecución penal o intervenir en la ya iniciada
por la fiscalía, con todos los derechos y facultades previstos en la Constitución, en este
Código y en las leyes especiales. La querella podrá interponerse hasta el momento de la
presentación de la acusación fiscal y, cuando el proceso se haya iniciado, el querellante se
someterá al estado en que se encuentre, sin retrotraer el trámite.

La nueva normativa procesal (art. 76) revoluciona el concepto de víctima y considera no


sólo a las personas directamente ofendidas por el delito, sino también al cónyuge o
conviviente, a los parientes y, como una verdadera novedad, incluso a los socios y

5
Véase, la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de
poder, adoptada por la Asamblea General en su resolución nº. 40/34, de 29 de noviembre de 1985.

6
asociaciones jurídicas o de hecho y a las fundaciones reconocidas por el Estado, en los
delitos que afecten intereses colectivos.

La participación de la víctima es conjunta con el ministerio público y puede haber


pluralidad de querellantes. El Código procesal (art. 81) prevé, incluso, la creación de
instituciones de protección o ayuda a las víctimas. Otra novedad (art. 82) es la
conversión legal de la víctima en testigo, ya que “la intervención de una persona como
querellante no la exime de la obligación de declarar como testigo en el proceso”.

En la eventualidad de que la víctima no hubiera intervenido en el proceso, deberá ser


informada por el fiscal sobre sus derechos y por el juez o tribunal sobre los resultados del proceso
(art. 77). La ley nº. 2175 (art. 68) establece que el ministerio público atenderá los intereses de la
víctima y le informará acerca del resultado de las investigaciones. La víctima será tratada con el
cuidado, respeto y consideración que merece quien ha sufrido una ofensa. La víctima podrá
solicitar al fiscal jerárquico el reemplazo del fiscal encargado de la investigación, cuando
considere que no ejerce correctamente sus funciones. La resolución del fiscal jerárquico será
fundamentada y resuelta dentro del plazo perentorio de cinco días, bajo responsabilidad.
2.3 El debido proceso
Aunque en el ordenamiento jurídico siempre se ha tenido configurado el debido proceso para
todas las materias, la interpretación, desarrollo, alcance y consolidación ha sido obra exclusiva
del Tribunal Constitucional. Si bien es cierto que los derechos a la dignidad humana, a la
presunción de inocencia, a la defensa, a la facultad de aportar pruebas, a no declarar contra sí
mismo, a no confesarse culpable, a recurrir, y a que el proceso penal sea oral, público,
contradictorio y continuado se encuentran consagrados legal y constitucionalmente, no es menos
cierto que se ha tenido que esperar, ante la incapacidad de los jueces ordinarios, que funcione el
Tribunal para que prevalezcan los derechos fundamentales y las garantías constitucionales que
configuran el debido proceso.
El nuevo Código de Procedimiento Penal reglamenta y consolida el debido proceso y las
garantías constitucionales. Según el magistrado Rivera,6 el debido proceso comprende un
conjunto de derechos: 1) el derecho a ser informado de la acusación; 2) el derecho a la defensa y
asistencia profesional; 3) el derecho a un intérprete o traductor; 4) el derecho a un proceso
público por un juez o tribunal competente; 5) el derecho a un proceso sin dilaciones; 6) el
derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa; 7) el derecho a no declarar
contra sí mismo y a no confesarse culpable.

6
RIVERA SANTIBÁÑEZ, José Antonio: Jurisdicción Constitucional (Procedimientos Constitucionales en Bolivia).
Cochabamba, 2001, p. 385.

7
Con el nombre de garantías judiciales, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (art. 8) consigna un elenco de derechos que para la Corte Interamericana de Derechos
Humanos configura el debido proceso:
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella,
o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de
cualquier otro carácter.
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena
igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
a. derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no
comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal;
b. comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada;
c. concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su
defensa;
d. derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su
elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;
e. derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado,
remunerado o no según la legislación interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni
nombrare defensor dentro del plazo establecido por la ley;
f. derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la
comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los
hechos;
g. derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable; y
h. derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
3. La confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna
naturaleza.
4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por
los mismos hechos.
5. El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los
intereses de la justicia.

En defensa de todos estos derechos, el Tribunal Constitucional ha desarrollado y consolidado


verdaderas líneas jurisprudenciales que son vinculantes y obligatorias para los tres órganos del
Estado, funcionarios, particulares, etc., cuyo análisis por separado excede con creces los límites
de la presente publicación.

8
La Ley nº. 2410, que aprueba la necesidad de reformar la Ley Fundamental, tiene previsto
incorporar a la Constitución nuevos derechos fundamentales y garantías constitucionales que
informarán y ampliarán la naturaleza jurídica del debido proceso.
El art. 9 establece que “nadie puede ser detenido, arrestado, sancionado ni privado de su
libertad, sino en los casos y según las formas establecidas por Ley, requiriéndose para la
ejecución del respectivo mandamiento que éste emane de juez competente y sea escrito”; que
“nadie puede ser detenido, sino por el tiempo estrictamente necesario para fines de investigación
del delito, que no podrá exceder de veinticuatro horas”; y que “la incomunicación no podrá
imponerse, sino en los casos de notoria gravedad determinados por Ley, la que no podrá
excederse de veinticuatro horas”.
El art. 12 reitera “queda prohibida toda especie de tortura, coacción, exacción, amenaza
o cualquier forma de violencia física, psicológica y sexual”; además, “queda prohibida toda
forma de violencia en la familia”. Lo más relevante es que la Constitución recoge la teoría de la
prueba prohibida: “no tendrá efecto legal alguno la prueba obtenida mediante tortura, malos
tratos, coacción, amenaza, engaño o violación de los derechos fundamentales y garantías de la
persona, ni la obtenida en virtud de información originada en un procedimiento o medio ilícito”.
Con buen criterio, el legislador constitucional ha sistematizado y ampliado el elenco de
garantías previstas en el art. 16 de la Constitución:
I. Se presume la inocencia de toda persona mientras no se declare su culpabilidad en
sentencia ejecutoriada.
II. Nadie puede ser condenado a pena alguna, sin haber sido oído y juzgado previamente en
proceso legal, ni la sufrirá si no ha sido impuesta por sentencia ejecutoriada y por autoridad
competente. La condena penal debe fundarse en una Ley anterior al proceso y sólo se aplicarán
las Leyes posteriores cuando sean más favorables al encausado.
III. Toda persona tiene derecho, en igualdad de condiciones y en todo proceso judicial o
administrativo:
a) A que se le comunique previa y detalladamente la acusación y la prueba en su contra.
b) A ejercer su propia defensa o ser asistido por un defensor de su elección, desde el
momento de la sindicación como presunto autor o partícipe en la comisión de un delito,
hasta el fin de la ejecución de la sentencia y a comunicarse libremente y en privado con su
defensor.
c) A ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, en caso de no contar con
recursos para costearlo.
d) A ser juzgado sin dilaciones indebidas en el proceso.
e) A presentar pruebas, solicitar la comparecencia e interrogar testigos o peritos y
ejercitar todos los actos procesales necesarios para su defensa.
f) A recurrir la sentencia condenatoria ante el juez o tribunal superior.

9
En cuanto se tenga la Constitución reformada y se hayan incorporado estas garantías
constitucionales, el Tribunal Constitucional tendrá en sus manos la posibilidad real de redefinir y
ampliar los alcances del debido proceso.
El Tribunal Constitucional (SSCC nº. 1276/01-R, 081/2002-R, 378/2002-R, 685/2002-R,
952/2002-R, entre otras), desde un principio, ha interpretado: “el sistema constitucional boliviano
ha adoptado como una de las garantías constitucionales de la persona el debido proceso".
Conforme lo ha definido en su sentencia constitucional nº. 418/00-R, consiste en el derecho de
toda persona a un proceso justo y equitativo en el que sus derechos se acomoden a lo establecido
por disposiciones jurídicas generales aplicables a todos aquellos que se hallen en una situación
similar. La garantía del debido proceso comprende el conjunto de requisitos que deben
observarse en las instancias procesales, a fin de que las personas puedan defenderse
adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos;
entre ellos, el derecho al juez natural que consiste en el derecho de toda persona inculpada o
procesada a ser enjuiciada ante un órgano estatal (juzgado o tribunal) competente, independiente
e imparcial. Otro de los razonamientos es que “al lesionar la garantía constitucional del debido
proceso las autoridades recurridas han viciado de nulidad sus actos, circunstancia que les obliga a
corregirlos, pues un acto nulo no surte efectos jurídicos...”
Como los recursos de amparo constitucional y de habeas corpus tienen por finalidad asegurar
a las personas el goce efectivo de sus derechos fundamentales y las garantías constitucionales,
protegiéndolos de toda amenaza, restricción o supresión ilegal o arbitraria proveniente de actos,
decisiones u omisiones de órganos del poder público o de particulares, se han constituido en el
medio idóneo para desarrollar y consolidar el debido proceso.
3. EL NUEVO PROCESO PENAL
El nuevo proceso penal7 que introduce el flamante Código procesal, se rige por las normas
contenidas en el libro primero (arts. 277-372) de la segunda parte del Código procesal,
disposiciones que son de aplicación supletoria para los demás procedimientos, tanto ordinarios
como especiales. En caso de duda, en la determinación del procedimiento aplicable o de colisión

7
El nuevo Código procesal sólo reconoce el proceso común, el proceso abreviado y el proceso por delitos de acción
privada. En el caso de los procesos especiales para los funcionarios públicos (presidente de la república, ministros,
prefectos, supremos, magistrados, fiscal general, vocales, defensor del pueblo, superintendentes, etc.), se procederá
con arreglo a lo previsto en la Constitución y en las leyes de responsabilidades.

10
entre normas del procedimiento común y las especiales, han de prevalecer las de el procedimiento
ordinario (art. 48).
En materia penal, los que inician el proceso no son titulares del derecho de imponer
sanciones, sino de ejercer el derecho de acusar a determinadas personas de la comisión de hechos
que revisten carácter de delito. Cortés Domínguez8 sostiene que “la coexistencia de estos dos
derechos, el de penar y el de acusar, y la distinta titularidad de ellos ha determinado, una vez
superada la filosofía que imponía el proceso inquisitivo, una estructura del proceso penal que es
típica y exclusiva de este orden jurisdiccional, y que depende directamente de la vigencia en el
mismo del principio acusatorio”.
El principio acusatorio, en esencia, según Teresa Armenta Deu9 exige que haya una
contienda procesal entre dos partes contrapuestas, y que la resolución la tome un órgano que se
coloca por encina de ambas; es decir, que las partes tienen que estar separadas de la función de
juzgar. La diferenciación entre las tres funciones procesales: la acusación que es propuesta y
sostenida por personas distintas del juez; la defensa con derechos y facultades iguales a las del
acusador; y la decisión por un órgano judicial independiente e imparcial, conlleva la necesidad de
que alguien sostenga la acción para que se pueda configurar un verdadero proceso contradictorio.
A propósito del principio acusatorio, las Naciones Unidas10 han recomendado: “Las
funciones investigadora y de persecución estarán estrictamente separadas de la función
juzgadora...”; lo hacen convencidas de que quien investiga no puede ser imparcial porque la
investigación, quiérase o no, se relaciona con la idea de acusación.
El nuevo proceso penal es finalista (no formalista) y atribuye a cada operador del sistema
de administración de justicia el rol que ejercerá dentro del proceso. Tiene como una de sus
principales características la contradicción entre la acusación y la defensa para que, en aplicación
de la ley y con imparcialidad, el juez resuelva la contienda jurídica.
El Tribunal Constitucional español (SC nº. 155/2002, de 22 de julio), a tiempo de recordar
que “sin juez imparcial no hay, propiamente, proceso jurisdiccional...” y que el principio de

8
CORTEZ DOMÍNGUEZ, Valentín; GIMENO SENDRA, Vicente; MORENO CATENA, Víctor: Derecho
Procesal Penal, 1996, p. 250.
9
ARMENTA DEU, Teresa: Principio Acusatorio y Derecho Penal. Barcelona, 1995, p. 90.
10
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia Penal, Reglas de Mallorca.
Sesiones de trabajo que tuvieron lugar los días 23, 24, y 25 de noviembre de 1990; los días 3, 4 y 5 de mayo de 1991;
los días 5, 6, 7, y 8 de septiembre de 1991; y los días 14, 15 y 16 de febrero de 1992; reuniones realizadas por
invitación de la Cancillería Adjunta a la presidencia del Gobierno Balear y con la cooperación de la Subdivisión de
Prevención del Delito y Justicia penal de la oficina de Naciones Unidas en Viena.

11
legalidad “obliga a que la libertad de criterio del juzgador obedezca exclusivamente a motivos de
aplicación del Derecho y nunca a prejuicios ideológicos o personales...” sostiene que “esta
obligación de no ser juez y parte ni juez de la propia causa se traduce en dos reglas: según la
primera, el juez no puede asumir procesalmente funciones de parte; por la segunda, el juez no
puede realizar actos ni mantener con las partes relaciones jurídicas o conexiones de hecho que
puedan poner de manifiesto o exteriorizar una previa toma de posición anímica a favor o en su
contra...”
La doctrina española11 es terminante en sentido de que “no puede haber proceso si no hay
acusación y ésta ha de ser formulada por persona distinta de quien ha de juzgar”, y que tampoco
existe un verdadero proceso “si se confunden los papeles de juez y de acusador, y lo es tanto que
esta elemental consideración es la que ha llevado a que el Estado se desdoble en el proceso penal,
de modo que, por un lado, actúa como acusador (Ministerio Público) y, por otro, como decisor
(Juez o Tribunal)...” El tratadista colombiano Devis Echandía,12 por su parte, sostiene que en un
Estado de Derecho “no es aceptable colocar al mismo tiempo al juez o al Ministerio Público o
fiscal en el doble y contradictorio papel de sujeto activo y sujeto pasivo de la acción”.
El legislador del nuevo sistema procesal penal (art. 279) ha recogido toda esta doctrina al
establecer: “Los fiscales no podrán realizar actos jurisdiccionales ni los jueces actos de
investigación que comprometan su imparcialidad”; además, el art. 342 del Código procesal, entre
otras cosas, dispone que “en ningún caso el juez o tribunal podrá incluir hechos no contemplados
en alguna de las acusaciones, producir prueba de oficio ni podrá abrir el juicio si no existe, al
menos, una acusación...”
El Tribunal Constitucional (SC nº. 168/02-R, de 27 de febrero) ha interpretado que el nuevo
sistema penal acusatorio, se caracteriza porque en él rige el principio acusatorio, que implica la
diferencia de la función que tienen los jueces de juzgar, quienes ya no realizan actos de
investigación, con la función que realizan los fiscales que es la de acusar e investigar, quienes ya
no efectúan actos jurisdiccionales; en consecuencia, al estar ahora repartidas claramente la
tarea de dichas autoridades (jueces y fiscales), se tiene que el juez por cuenta propia o de oficio
ya no puede efectuar investigaciones ni disponer aplicación de ninguna medida cautelar de

11
MONTERO AROCA, Juan; GÓMEZ COLOMER, Juan Luis; MONTON REDONDO, Alberto y BARONA
VILAR, Silvia: Derecho Jurisdiccional. Valencia, 2001, p. 22.
12
DEVIS ECHANDIA, Hernando: Teoría General del Proceso. 2da. Edición revisada y actualizada, Buenos Aires,
1997, p. 192.

12
carácter personal, por cuanto un juicio sólo se puede realizar sobre la base de una acusación
efectuada por el fiscal o el querellante, caso contrario el juez atentaría contra el principio ne
procedart judex ex oficio y nemo iudex sine actore...”
Algunos jueces,13 sin embargo, fieles a su rutina procesal y a la perversa influencia
inquisitiva, comprometiendo su imparcialidad, realizan actos de investigación, ordenan
pruebas, nulidad de obrados, revisan los procesos de oficio, etc., que son incompatibles
con el modelo acusatorio. Para los que invoquen el art. 15 de la ley de organización
judicial,14 como es el caso reiterado de la Corte suprema de justicia (AS nº. 241, de fecha
27 de junio de 2002, entre otros), esta disposición se encuentra derogada por el inciso 3)
de la disposición final sexta del nuevo Código procesal.
La vigencia del principio acusatorio impide juzgar a nadie sin que, previamente, exista
acusación; y al órgano jurisdiccional juzgar sobre hechos y a personas distintas de las acusadas o
condenar por hechos distintos de los que han sido acusadas. La combinación de estos derechos y
el reconocimiento del principio acusatorio, impone una estructura del proceso penal que está
dividida, de acuerdo con el nuevo Código procesal penal, en cinco fases: etapa preparatoria del
juicio, intermedia, juicio oral y público, recursos y ejecución penal.
El Tribunal Constitucional (SC nº. 1036/2002, de 29 de agosto), afortunadamente, ha
interpretado que el Código procesal vigente, con diversos matices, configura el procedimiento
ordinario del juicio penal en tres partes: 1) la etapa preparatoria; 2) la etapa intermedia;15 y 3) el

13
Este es el caso de una resolución de “nulidad de obrados” que dictó un juez en forma oficiosa e ilegal, pues nadie
la pidió. Tampoco cumplió los requisitos del art. 123 del Código de procedimiento penal, pues: para ser decreto no
existía pedido de parte; para ser auto interlocutorio no existía ningún planteamiento que ponga término a la acción;
y, peor aún, para ser sentencia todavía no se había realizado el juicio oral y público. Con la curiosa nulidad de
obrados, el juez no sólo inventa algo inexistente, como es el otrora “expediente”, sino que también vulnera el art. 280
del Código procesal que prohibe, desde la etapa preparatoria, la formación de expediente, como era en el sistema
anterior. La posibilidad de reconocer algún tipo de “nulidad de obrados”, propia del modelo inquisitivo, significaría
ignorar el nuevo modelo procesal, ya que todo el libro tercero, referido a recursos, título V, sólo consigna el recurso
de casación; y para el supuesto de que hubiera algún error procesal, el art. 168 del mismo cuerpo legal permite hacer
la corrección, pero jamás establece nulidad de obrados por todo y por nada, como era con el viejo Código procesal.
14
El art. 15 de la LOJ establece “Los tribunales y jueces de alzada en relación con los de primera instancia y los de
casación respecto de aquellos, están obligados a revisar los procesos de oficio, a tiempo de conocer una causa, si los
jueces y funcionarios observaron los plazos y leyes que norman la tramitación y conclusión de los procesos, para
aplicar en su caso las sanciones pertinentes”.
15
En contra de nuestra posición, que siempre hemos defendido, los operadores jurídicos y gran parte del equipo de
implementación del nuevo sistema procesal penal intentaron ignorar la etapa intermedia (véanse capítulos VI y XIII
de Derecho Procesal penal); y, como el Tribunal Constitucional sólo se ha limitado a reconocerla, el desafío es
buscar la mejor forma de desarrollarla y hacerla realidad, intentando lograr la mayor utilidad posible en beneficio del
nuevo juicio oral y público.

13
juicio propiamente dicho (oral y público). Como parte del proceso habrá que incluir a los
recursos y a la ejecución penal .
4. ETAPA PREPARATORIA DEL JUICIO
Mientras en el viejo procedimiento penal esta etapa estaba a cargo del juez instructor, en el
nuevo Código procesal está en manos del fiscal y “tendrá por finalidad la preparación del juicio
oral y público, mediante la recolección de todos los elementos que permitan fundar la acusación
del fiscal o del querellante y la defensa del imputado...” (art. 277).

La etapa preparatoria del juicio no sólo es para la “recolección de todos los elementos que
permitan fundar la acusación del fiscal o del querellante y la defensa del imputado”, sino
también asegurar la presencia del imputado y su responsabilidad civil, con el fin de ingresar al
juicio oral y público o determinar el sobreseimiento; es decir, se realizan actos que suponen
restricción de los derechos de las personas y que tienden a asegurar los actos procesales, como la
detención preventiva, la imposición de medidas cautelares, etc., que buscan garantizar el derecho
de acusar y, cuando corresponda, el cumplimiento de sanciones penales.
a) Sus características
La etapa preparatoria del juicio tiene las siguientes características:
- El ministerio público dirige la investigación de los delitos y promueve la acción penal
pública, debiendo realizar todos los actos necesarios para preparar la acusación y
participar en el proceso; la etapa preparatoria está a cargo del fiscal (arts. 70-73). Como
el nuevo juez instructor se ha convertido en “controlador de las garantías
constitucionales”, y el legislador del nuevo Código procesal ha adoptado el sistema
acusatorio: “la fiscalía y la policía nacional, actuarán siempre bajo control jurisdiccional”,
y “los fiscales no podrán realizar actos jurisdiccionales, ni los jueces actos de
investigación que comprometan su imparcialidad” (art. 279).
- Las actuaciones son escritas, aun cuando el acto procesal no tenga esas características
originarias, como lo denota la recepción de declaraciones de personas, inspecciones,
reconstrucciones, careos, etc. que se reciben oralmente y luego se concretan en actas o
cualquier otra diligencia procesal. La escritura o documentación de todas y cada una de las
diligencias practicadas en esta fase, se justifica porque será la manera de poder decidir, en

14
su momento, si en base a las actuaciones pasadas y quizá lejanas en el tiempo, se abre o no
la siguiente fase procesal destinada al enjuiciamiento del imputado.
- Se deben imponer, cuando corresponda, en esta fase preparatoria, las medidas cautelares y
restrictivas de los derechos del imputado; especialmente, la aprehensión que la ley (art.
226) faculta al fiscal cuando sea necesaria la presencia del imputado y “existan
suficientes indicios de que es autor o partícipe de un delito de acción pública, sancionado
con pena privativa de libertad, cuyo mínimo legal sea igual o superior a dos años y de que
pueda ocultarse, fugarse o ausentarse del lugar u obstaculizar la averiguación de la
verdad”.
- Aun cuando la publicidad (art. 116.X CPE) es condición esencial de la administración de
justicia, el nuevo Código procesal (art. 281) introduce el secreto, con el nombre de
reserva, cuando sea imprescindible para la eficacia de la investigación. Dispone que el
juez, a solicitud del fiscal, podrá decretarla, incluso para las partes, por un sola vez y por
un plazo no mayor a diez días, y hasta por dos veces más cuando se trate de delitos
vinculados a organizaciones criminales.
- Las actuaciones realizadas en la etapa preparatoria del juicio no constituyen ni tienen valor
probatorio, ya que sólo están dirigidas a determinar si se abre o no el enjuiciamiento del
imputado. A tiempo de precisar que las actuaciones del fiscal y los documentos obtenidos
se acumularán en un cuaderno de investigación, el nuevo Código procesal sostiene que
“las actuaciones registradas en el cuaderno no tendrán valor probatorio por sí mismas para
fundar la condena del acusado...” y prohíbe la formación del otrora expediente (art. 280).
- La investigación de oficio también es otra característica: el fiscal llevará a cabo las
diligencias que estime convenientes para determinar o decidir si se debe o no abrir el
juicio contra una determinada persona. La Ley nº. 2175 (art. 6) establece que “el
ministerio público, bajo su responsabilidad, promoverá de oficio la acción penal pública,
toda vez que tenga conocimiento de un hecho punible y existan suficientes elementos
fácticos para verificar su comisión...”

15
- El Tribunal Constitucional16 (SC nº. 1036/2002 del 29 de agosto) ha interpretado que la
etapa preparatoria se integra en tres fases: 1) actos iniciales; 2) desarrollo de la etapa
preparatoria; 3) conclusión de la etapa preparatoria.
4.1 La primera fase o actos iniciales
La iniciación del procedimiento puede darse mediante denuncia, querella o de oficio, cuando,
al tomar conocimiento, el fiscal de la notitia criminis llega a la conclusión de que, dada la
gravedad del delito, procede la etapa preparatoria del juicio. En los delitos de acción privada o
que se haya convertido la acción (no el delito) en los casos contemplados en el art. 26 del Código
procesal, sobre la base de la acusación particular, comienza directamente el juicio oral y público.
4.1.1 La denuncia
La denuncia es uno de los medios más tradicionales de iniciar el proceso penal, y consiste
en una declaración de voluntad que pone en conocimiento de la policía o del fiscal la
comisión de un hecho que reviste los caracteres de delito. El Código permite que “toda
persona que tenga conocimiento de la comisión de un delito de acción pública, podrá
denunciarlo ante la fiscalía o la policía nacional...” En lo posible, contendrá la relación
circunstanciada del hecho, con indicación de los autores y partícipes, víctimas,
damnificados, testigos y demás elementos que puedan conducir a su comprobación y
calificación legal (arts. 284-285). Es importante que haya, como elemento material de la
denuncia, la notitia criminis o sospecha de la comisión de un delito, cuya puesta en
conocimiento del fiscal o la policía genera diligencias preliminares.
4.1.2 La querella
Como derecho que le asiste al ofendido, o a cualquier persona con la capacidad necesaria
para postular ante el ministerio público, la querella es otro medio de iniciación del
procedimiento. El Código procesal (art. 79) establece que “el querellante o su

16
En lo específico, la sentencia nº. 1036/2002 llegó a establecer:
1) La primera fase, es decir, los actos iniciales o de la investigación preliminar (art. 284 y siguientes CPP),
comienza con la denuncia, querella o con la noticia fehaciente que reciben las autoridades llamadas por ley
(policía-fiscalía) sobre la comisión de un delito.
2) La segunda fase, esto es, el desarrollo de la etapa preparatoria, empieza con la imputación formal (art. 301.1
y 302 CPP) y representa el inicio del proceso penal. Los supuestos 2), 3) y 4), que acoge el art. 301, no
hacen al desarrollo de la etapa preparatoria, pues son opciones alternativas a la imputación formal.
3) La tercera fase se denomina conclusión de la etapa preparatoria, y está constituida por los “actos
conclusivos”, entre los cuales se encuentra la presentación de la acusación por el fiscal al juez o presidente
del Tribunal (art. 323 CPP).

16
representante legal, podrán provocar la persecución penal o intervenir en la ya iniciada
por la fiscalía, con todos los derechos y facultades previstos en la Constitución, en este
Código y en las leyes especiales...” La querella17 sólo se puede interponer ante el fiscal, y
se clasifica en pública y privada.
i) Tomando en cuenta que la víctima no es sólo el ofendido por el delito, el cónyuge o
conviviente, parientes y herederos, sino también los socios respecto de los delitos que
afecten a la sociedad, así como las fundaciones y asociaciones en los delitos que
afecten intereses colectivos, cualquier persona puede interponer ante el fiscal la
querella pública, que pretende el mero restablecimiento del ordenamiento jurídico
perturbado por la comisión del delito, y cuyo derecho le asiste a todo ciudadano que no
haya sido, incluso, ofendido por el delito; como parte de la acción popular. La
condición de actor popular y parte procesal se adquiere con la formalización de la
querella ante la fiscalía, con los requisitos previstos en el art. 290 del Código procesal.
ii) La querella privada, en cambio, es la que puede plantear el ofendido por el delito y,
conforme a la nueva clasificación de los delitos como de acción pública, semipública y
privada, dicho acusador puede o no ostentar la titularidad de la acción penal, por lo que
las querellas privadas pueden subdividirse en querellas privadas exclusivas y
necesarias, y eventuales.
Mientras las querellas privadas exclusivas y necesarias constituyen un verdadero
presupuesto procesal en los delitos de acción privada, las querellas privadas exclusivas y
eventuales constituyen el medio para iniciar un proceso penal en los delitos semipúblicos,
previstos en el art. 19, y tienen la particularidad de que el ofendido conserva la titularidad
de la acción penal; pero ni la querella constituye un auténtico presupuesto procesal ni
dispone de la pretensión penal, toda vez que, junto a él, la ejercitará también el fiscal, sin
que el perdón del ofendido pueda, por sí solo, extinguir la responsabilidad penal.
Toda querella debe contener, como elementos materiales, la relación circunstanciada del
hecho, sus antecedentes o consecuencias conocidas y, si fuera posible, la indicación de los

17
El art. 290 del CPP establece que la querella se presentará por escrito ante el fiscal, y contendrá: 1) el nombre y
apellido del querellante; 2) su domicilio real y procesal; 3) en caso de las personas jurídicas, la razón social, el
domicilio y el nombre de su representante legal; 4) la relación circunstanciada del hecho, sus antecedentes o
consecuencias conocidas y, si fuera posible, la indicación de los presuntos autores o partícipes, víctimas,
damnificados y testigos; 5) el detalle de los datos o elementos de prueba; 6) la prueba documental o la indicación del
lugar donde se encuentra.

17
presuntos autores, partícipes, víctimas, damnificados y testigos; el detalle de los datos o
elementos de prueba; y la prueba documental o la indicación del lugar donde se
encuentra.
4.1.3 Inicio de oficio
El Código procesal (art. 70) establece que el ministerio público puede “dirigir la
investigación de los delitos y promover la acción penal pública, ante los órganos
jurisdiccionales...” competentes; es decir, el fiscal está facultado para ordenar de oficio las
diligencias que estime convenientes y, luego, determinar si se debe o no abrir el juicio
contra una determinada persona. A diferencia del viejo procedimiento, “los fiscales no
podrán realizar actos jurisdiccionales, ni los jueces actos de investigación que
comprometan su imparcialidad...” (art. 279).
4.2 Diligencias preliminares
Los actos iniciales comprenden las diligencias preliminares (otrora, diligencias de policía
judicial). En cuanto tenga la policía conocimiento de un hecho delictivo, “se encargará de la
identificación y aprehensión de los presuntos responsables, de la identificación y auxilio a las
víctimas, de la acumulación y aseguramiento de las pruebas y de toda actuación dispuesta por el
fiscal...” (art. 74).
Con la finalidad de evitar actuaciones ilegales y abusos policiales, el Código procesal (art.
295) ha reglamentado que la policía tiene las siguientes facultades:
1) recibir las denuncias levantando acta de las verbales, así como las declaraciones de los
denunciantes;
2) recibir declaraciones de quienes hayan presenciado la comisión de los hechos e
identificarlos;
3) practicar las diligencias orientadas a la individualización de los presuntos autores y
partícipes del delito;
4) recabar los datos que sirvan para la identificación del imputado;
5) aprehender a los presuntos autores y partícipes del delito;
6) practicar el registro de personas, objetos y lugares;
7) prestar el auxilio que requieran las víctimas y proteger a los testigos;
8) vigilar y proteger el lugar de los hechos a fin de que no sean borrados los vestigios y
huellas del delito;
9) levantar planos, tomar fotografías y realizar grabaciones en video;
10) recoger y conservar los objetos e instrumentos relacionados con el delito;
11) secuestrar, con autorización del fiscal, documentos, libros contables, fotografías y todo
elemento material que pueda servir a la investigación; y
12) custodiar, bajo inventario, los objetos secuestrados.

18
4.3 Normas básicas para la aprehensión policial
El nuevo Código procesal, además de establecer los alcances de la dirección funcional que
ejercerá la fiscalía, por mandato constitucional ha tenido el cuidado de exigir como principios
básicos, que deben prevalecer en toda aprehensión policial:
1) hacer uso de la fuerza, sólo cuando sea estrictamente necesario;
2) no utilizar armas, excepto cuando:
a) haya resistencia que ponga en peligro la vida o la integridad física de las personas; y
b) en caso de fuga o resulten insuficientes medidas menos extremas para lograr la
aprehensión del imputado, previa advertencia sobre su utilización;
3) no infringir, instigar o tolerar ningún acto de vejación, tortura u otros tratos o castigos
crueles, inhumanos o degradantes, tanto en el momento de la aprehensión como durante el
tiempo de la detención;
4) no permitir que los detenidos sean presentados a ningún medio de comunicación social
sin su expreso consentimiento, el que se otorgará en presencia del defensor y se hará
constar en las diligencias respectivas;
5) identificarse, a través de su credencial en el momento de la aprehensión, como autoridad
policial indicando su nombre y apellido y cerciorarse de la identidad de la persona o
personas contra quienes proceda;
6) informar a la persona, en el momento de la aprehensión, el motivo de ésta, y expresarle
que tiene derecho a guardar silencio sin que ello le perjudique, y a designar un abogado
defensor;
7) comunicar la detención, y el establecimiento donde será conducido, a los parientes u otras
personas relacionadas con el imputado; y
8) consignar en un registro inalterable el lugar, día y hora de la detención.

Con la finalidad de terminar con los tradicionales abusos policiales, la ley advierte que la
inobservancia de las normas contenidas en el presente artículo, dará lugar a la responsabilidad
administrativa y penal que corresponda (arts. 296-297).
4.4 El agente encubierto y la entrega vigilada
El legislador ha creado la figura del agente encubierto, que intervendrá sólo en las
investigaciones de delitos vinculados al tráfico ilícito de sustancias controladas y en ausencia o
insuficiencia de medios de prueba. En estos casos, el fiscal podrá solicitar, fundadamente, al juez
de la instrucción, bajo su responsabilidad, autorización para la intervención de miembros de la
policía nacional altamente calificados, sin antecedentes penales o disciplinarios, y que presten su
consentimiento al efecto, debiendo mantener en reserva su identidad; dichas personas deberán
informar al fiscal sobre las actividades realizadas y a realizarse en el curso de la investigación.
La norma aclara que el testimonio del agente encubierto no será suficiente para fundar una
condena si no se cuenta con prueba adicional incorporada válidamente al proceso; además, no

19
estará exento de la responsabilidad que corresponda si en el curso de la investigación realiza
actos distintos a los específicamente encomendados o con evidente exceso o desproporcionalidad
en relación a las necesidades o finalidades de la averiguación.
El legislador ha cumplimentado la figura del agente encubierto con permitir que remesas de
sustancias controladas circulen por territorio nacional o entren o salgan de él sin interferencia de
la autoridad competente y bajo su vigilancia, a fin de descubrir o identificar a las personas
involucradas en la comisión del delito, aportar pruebas al proceso y, en su caso, prestar auxilio a
autoridades extranjeras para estos mismos fines (arts. 282-283).
4.5 La aprehensión policial
En el nuevo proceso penal, debido a que la policía (art. 293) tiene que informar al fiscal
dentro de las ocho horas de su primera intervención, cuando corresponda, el fiscal solicitará al
juez instructor la detención preventiva dentro de las veinticuatro horas desde que tomó
conocimiento de la aprehensión; esto significa que el imputado puede estar detenido, en la etapa
preparatoria, treinta y dos horas, amén del tiempo que tarde el juez en tomar conocimiento y
resolver el pedido del fiscal; es decir, ordenar la libertad o la detención preventiva. En la mayoría
de los casos, afortunadamente, los fiscales ponen al imputado a disposición del juez instructor
cautelar a la brevedad posible, y la autoridad judicial decide con prontitud la situación jurídica
del imputado.
4.6 El plazo de la investigación preliminar
El Código procesal (art. 300) establece: “Las investigaciones preliminares efectuadas por la
policía, deberán concluir en el plazo máximo de cinco días de iniciada la prevención...” y que
“dentro de las veinticuatro horas siguientes, la policía remitirá a la fiscalía los antecedentes y
objetos secuestrados, salvo que el fiscal disponga en cualquier momento su remisión”.
La investigación preliminar se debe limitar a verificar si el hecho denunciado o querellado
como delictivo tiene contenido penal; es decir, verificar si el hecho es típico e indagar quien,
presumiblemente, puede ser el autor; con estos datos el fiscal debe, según el caso, imputar o
rechazar la denuncia o querella, pero nunca tener una investigación abierta porque se estarían
vulnerando derechos fundamentales, cuanto más si la persona es inocente.
El Tribunal Constitucional (AC 52/2002-ECA, de 9 de septiembre), al complementar la
sentencia nº. 1036/2002, ha interpretado que la imputación formal que marca el inicio del
proceso penal, debe ser efectuada obligatoriamente por los fiscales en las primeras actuaciones;

20
es decir, una vez recibidas las actuaciones policiales en las investigaciones preliminares
conforme a las normas previstas por los arts. 300, 301, y 302 CPP; lo que significa que el fiscal
bajo pena de responsabilidad debe efectuar la imputación formal en el momento inicial de la
etapa preparatoria y no después de que transcurrieron semanas o meses como sucedió en el caso
presente. La misma sentencia ha interpretado que cuando el fiscal no imputa dentro de los cinco
días o primera fase, a pedido de parte, el juez de instrucción debe fijar un plazo prudencial
atendiendo la complejidad del asunto; en ningún caso, el plazo debería ampliarse a más de 30
días, en total.
La investigación preliminar debe concluir dentro de los cinco días de iniciada la prevención;
esto es, desde que toma conocimiento la policía. Los aludidos cinco días, sin embargo, no se
vienen cumpliendo, existen investigaciones abiertas que han sobrepasado el tiempo total de la
etapa preparatoria. Si bien es cierto que tratándose de hechos complejos, los cinco días resultan
insuficientes, no es menos cierto que tampoco se debe pasar al otro extremo: que una modesta
investigación preliminar o primaria (porque no es más que eso, amén que no tiene valor
probatorio) se eternice, pues uno de los principios del debido proceso es la celeridad y la
prontitud de la justicia.
4.7 El rol del juez instructor
El juez instructor cautelar participa en la primera fase. No sólo tiene que tomar conocimiento
de las investigaciones que se encuentren en manos del fiscal dentro de las veinticuatro horas (art.
289), sino que también la sentencia nº. 1036/2002 ha interpretado que cuando el fiscal no imputa
dentro de los cinco días o primera fase, a pedido de parte, el juez de instrucción fijará un plazo
prudencial, debiendo tomar en cuenta la complejidad del asunto, que no exceda a 30 días en total.
El legislador (art. 54) ha previsto que el juez instructor es competente para: 1) ejercer el
control de la investigación, conforme a las facultades y deberes previstos en este Código; 2)
emitir las resoluciones jurisdiccionales que corresponda, durante la etapa preparatoria y de la
aplicación de criterios de oportunidad; 3) definir la sustanciación y resolución del proceso
abreviado; 4) decidir la suspensión del proceso a prueba; 5) homologar la conciliación, cuando le
sea presentada; 6) decidir sobre las solicitudes de cooperación judicial internacional; 7) conocer y
resolver sobre la incautación de bienes y sus incidentes; y 8) conocer y resolver el recurso de
habeas corpus, si no existen jueces de sentencia en su asiento jurisdiccional, cuando a él le sea
planteado.

21
Lo que el legislador ha previsto es que, mientras se desarrolla la etapa preparatoria del juicio
y ante la necesidad de controlar el trabajo investigativo del fiscal y de la policía, los jueces
instructores pasan a convertirse en “garantes de los derechos fundamentales” y a conocer y
resolver, además de los recursos de habeas corpus cualquier medida jurisdiccional que demande
la primera etapa del juicio. El hecho de que el Código le hubiera facultado al juez a “emitir las
resoluciones jurisdiccionales que corresponda durante la etapa preparatoria...” no sólo le faculta a
conocer y resolver los casos especificados en el art. 54, sino también cualquier incidente,
excepción o planteamiento que se genere en la investigación.
4.8 La segunda fase o desarrollo de la etapa preparatoria
Tomando en cuenta, básicamente, las actuaciones policiales o la querella en el momento de la
etapa preparatoria, el legislador (art. 301) y el Tribunal Constitucional han previsto la posibilidad
de las siguientes resoluciones del fiscal, que tienen la particularidad de desarrollar la etapa
preparatoria:
4.8.1 La imputación
Con la finalidad de que el imputado pueda ejercer el derecho fundamental a la defensa,
habida cuenta que, de alguna manera, se ha delimitado provisionalmente el objeto procesal,
y sólo en la medida en que existan suficientes indicios sobre la existencia del hecho y la
participación del imputado, mediante resolución fundamentada el fiscal le formalizará la
imputación, que deberá contener: 1) los datos de identificación del imputado y de la
víctima, o su individualización más precisa; 2) el nombre o domicilio procesal del
defensor; 3) la descripción del hecho o los hechos que se le imputan y su calificación
provisional; y 4) la solicitud de medidas cautelares, si procede (art. 302). La imputación
formal del fiscal significa que se dan las circunstancias para atribuir al imputado la
comisión de unos hechos que revisten carácter de delito.
Para Moreno Catena,18 la imputación “consiste en atribuir a una persona determinada
participación criminal en unos concretos hechos que presentan los caracteres de delito o falta y
que se trata de una doble concreción: sujetiva y objetiva, que somete a enjuiciamiento unos
hechos y no los demás; a una persona y no al resto”.

18
MORENO CATENA, Víctor; GIMENO SENDRA, Vicente; CORTEZ DOMÍNGUEZ, Valentín: Derecho
Procesal Penal. Madrid, 1996, p. 338.

22
La especificación de los hechos en la imputación evita que haya una inquisición general y
abierta contra un ciudadano y que se abra un procedimiento penal a sus espaldas, y que el objeto
del mismo se pueda extender a cualquier hecho en que el sujeto hubiera tenido participación. El
Código procesal exige de la policía, entre otras cosas, “practicar las diligencias orientadas a la
individualización de los presuntos autores y partícipes del delito...”, y “recabar los datos que
sirvan para la identificación del imputado...” (art. 295.3.4).
En cuanto a sus efectos, la imputación, en primer lugar, opera como presupuesto del
ejercicio del derecho a la defensa y, en segundo lugar, marca el límite fáctico del proceso penal.
En el primer caso, sin imputación previa y comprensible del hecho que se le atribuye no hay
ninguna posibilidad de ejercitar el sagrado derecho constitucional a la defensa; esto es, la
ignorancia de la imputación mantiene apartado al imputado del procedimiento y expuesto a
cualquier perversidad.
El Tribunal Constitucional (SC n°. 972/2002-R, entre otras) ha interpretado que es
condición sine qua non para la actuación del ius puniendi del Estado, la imputación formal por
parte del Fiscal, que determina el curso de la investigación tanto en su desarrollo como en su
conclusión. No puede hablarse de actividad jurisdiccional, si es que previamente no existe un
imputado o sea la persona a quién se le atribuye la comisión de un hecho delictuoso, imputación
que tiene como efecto el ser un presupuesto del derecho de defensa y marca el límite de la
investigación que se realiza en la etapa preparatoria (sobre cuya base se desarrollará el proceso
penal)...
Para el Tribunal Constitucional (SSCC nº. 1036/2002 del 29 de agosto y nº. 1430/2002-R
de fecha 25 de noviembre), el cómputo de los seis meses previsto por el art. 134 CPP para el
desarrollo de la Etapa Preparatoria, empieza a partir de que el juez cautelar pone en
conocimiento del encausado la imputación formal, siendo éste el actuado jurisdiccional que
marca el inicio del proceso penal, y a partir de ahí, se tiene un término máximo de seis meses
para presentar la acusación, ampliable únicamente en el supuesto establecido por el segundo
párrafo del art. 134 CPP...
En cuanto a la ampliación de los seis meses, el Tribunal Constitucional (SSCC nº.
305/2002-R, 865/2002-R, entre otras) se ha encargado de precisar que sólo es posible para el
delito de organización criminal del art. 132 bis, figura delictiva que para su investigación sí es
posible, debido a su particular complejidad, ampliar a dieciocho meses el plazo para la

23
conclusión de la etapa preparatoria... Termina aclarando que sólo en ese supuesto el legislador
ha estimado desde el punto de vista político-procesal, que es posible conciliar los mandatos de
justicia pronta y efectiva con la de eficacia investigativa en la lucha contra la delincuencia; por
tanto, en tal supuesto está permitida la ampliación (art. 132 bis) y no así en otros delitos que no
tienen tal característica...( ) y que esta ampliación no altera, en absoluto, que todo proceso
tendrá una duración máxima de tres años ... (art. 133).
La primera sentencia estableció que no debe decretarse la imputación e inmediatamente la
acusación; y que entre ambas resoluciones tiene que haber un tiempo prudencial a criterio del
fiscal, dependiendo de la complejidad del caso.
4.8.2 Complementar las diligencias
En el supuesto de que la investigación preliminar, realizada por la policía o la querella, sea
insuficiente, de momento, para atribuir un hecho formalmente al imputado, el fiscal puede
ordenar la elaboración o complementación de las diligencias, fijando plazo al efecto y que
no debería, en ningún caso, exceder a los 30 días en total.
4.8.3 Rechazo de la denuncia, querella o diligencias
El fiscal, mediante resolución fundada, puede también rechazar la denuncia, la querella o
las actuaciones policiales, disponiendo su archivo, cuando: 1) resulte que el hecho no
existió, que no está tipificado como delito o que el imputado no ha participado en él; 2) no
se haya podido individualizar al imputado; 3) la investigación no haya aportado elementos
suficientes para fundar la acusación; 4) exista algún obstáculo legal para el desarrollo del
proceso (arts. 301-304).
a) Objeción
Contra la resolución de rechazo, las partes podrán objetar esta resolución en el plazo de
cinco días a partir de su notificación ante el fiscal que la dictó, quien remitirá
antecedentes al fiscal superior en jerarquía dentro de las veinticuatro horas siguientes.
El fiscal superior, dentro de los diez días siguientes a la recepción de las actuaciones,
determinará la revocatoria o ratificación del rechazo. En caso de revocar el rechazo,
ordenará la continuación de la investigación; y si lo ratifica, ordenará el archivo de
obrados, cuyo extremo no impedirá la conversión de acciones a pedido de la víctima o
del querellante (art. 305).
4.8.4 Prescindir de la acción penal

24
El fiscal puede solicitar al juez instructor la suspensión condicional del proceso, la
aplicación del procedimiento abreviado, de un criterio de oportunidad, o que se promueva
la conciliación; es decir, se busca que el órgano jurisdiccional no sólo prescinda o
suspenda, sino que extinga la acción o pretensión penal (art. 54).
4.9 Anticipo de prueba
A partir de la segunda fase de la etapa preparatoria, las partes podrán proponer, siempre
que sea necesario, anticipo de prueba: practicar reconocimiento, registro, reconstrucción o
pericia que por su naturaleza o características sea considerada como acto definitivo e
irreproducible; por ejemplo, la alcoholemia, etc. Cuando deba recibirse una declaración
que, por algún obstáculo difícil de superar, se presuma que no podrá producirse durante el
juicio, el fiscal o cualquiera de las partes podrá pedir al juez que realice el anticipo de
prueba y éste, cuando sea pertinente, practicará el acto o puede rechazar el pedido. En
cualquier caso, la parte afectada puede apelar, y el tribunal competente deberá resolver
dentro de las veinticuatro horas de recibida la solicitud, ordenando la realización del acto o
confirmando el rechazo, sin recurso ulterior (art. 307).
4.10 Excepciones e incidentes
A partir de la imputación formal, el imputado puede oponer a la pretensión penal las
siguientes excepciones e incidentes: 1) prejudicialidad; 2) incompetencia; 3) falta de
acción, porque no fue legalmente promovida o porque existe un impedimento legal para
proseguirla; 4) extinción de la acción penal, según lo establecido en los arts. 27 y 28 de
este Código; 5) cosa juzgada; 6) litispendencia (art. 308).
El nuevo Código procesal establece que las excepciones o las peticiones o planteamientos
de las partes que, por su naturaleza o importancia, deban ser debatidas o requieran la
producción de prueba (no discrimina cuál), se tramitarán por la vía incidental, sin
interrumpir la investigación; serán propuestas por escrito fundamentado en la etapa
preparatoria y oralmente en el juicio, ofreciendo prueba y acompañando la documentación
correspondiente (art. 314). Cabe aclarar que este precepto es aplicable sólo para la etapa
preparatoria del juicio, puesto que las excepciones que se interpongan en la etapa
intermedia serán resueltas conforme lo prevé el art. 328; esto es, en la audiencia
conclusiva.

25
Cuando la excepción o el incidente fuera planteado en la etapa preparatoria del juicio, el
juez instructor lo correrá en traslado a las otras partes para que, dentro de los tres días
siguientes a su notificación, contesten y ofrezcan pruebas. En cambio, si la excepción o el
incidente es de puro derecho, o si no se ha ofrecido o dispuesto la producción de prueba, el
juez, sin más trámite, dictará resolución fundamentada dentro de los tres días siguientes.
Cuando se ha dispuesto la producción de prueba se convocará, dentro de los cinco días, a
una audiencia oral para su recepción y, en la misma, se resolverá la excepción o el
incidente de manera fundamentada.
4.11 La tercera fase o conclusión de la etapa
El fiscal, cuando haya desarrollado y concluido normalmente la etapa preparatoria y
recogido los elementos que permitan fundar la acusación del fiscal o del querellante, y cumplido
el plazo prudencial o los seis meses, eventualmente prorrogable hasta el máximo de dieciocho,
debe pronunciar (art. 323) una de las siguientes resoluciones:
4.11.1 La acusación
En caso de que la investigación o querella proporcione fundamento para el enjuiciamiento
público del imputado, el fiscal lo acusará ante el tribunal de sentencia, cuya resolución deberá
contener: 1) los datos que sirvan para identificar al imputado y su domicilio procesal; 2) la
relación precisa y circunstanciada del delito atribuido; 3) la fundamentación, con la expresión de
los elementos de convicción que la motivan; 4) los preceptos jurídicos aplicables; 5) el
ofrecimiento de la prueba que producirá en el juicio (art. 341).
La acusación tiene que estar debidamente motivada, y plasmar las razones que ha tenido
el fiscal para someter al imputado al juicio oral y público. La ley del ministerio público (art. 61) y
el Código procesal (art. 73) establecen que los fiscales formularán sus requerimientos y
resoluciones de manera fundamentada y específica. Tomando en cuenta que con esta resolución
el imputado ingresará al juicio oral y público, siempre debe explicitarse o razonarse de la mejor
manera posible los motivos de hecho y de derecho que ha tenido el fiscal para su requerimiento
conclusivo. La fundamentación no podrá ser reemplazada por la simple relación de los
documentos o la mención de las pretensiones de las partes.
4.11.2 Prescindir del juicio oral y público
En el supuesto de que el fiscal no lo hubiera hecho al comienzo de la etapa preparatoria, el
legislador ha previsto que, en este momento, solicite al juez instructor la suspensión

26
condicional del proceso, la aplicación del procedimiento abreviado, de un criterio de
oportunidad, o que se promueva la conciliación (arts. 54-323.2).
4.11.3 El sobreseimiento
El Código procesal establece que el fiscal decretará de manera fundamentada el
sobreseimiento cuando resulte evidente que el hecho no existió, que no constituye delito o
que el imputado no participó en él; y cuando estime que los elementos de prueba son
insuficientes para fundamentar la acusación. Como en este caso las diligencias realizadas
no llegan al juez competente, el fiscal tendrá que decretar, además, el archivo de obrados
(art. 323.3).
El sobreseimiento es una resolución motivada del fiscal que pone fin a un procedimiento
penal que, sin actuar el ius puniendi, goza de la mayoría de los efectos de la cosa juzgada,
y siempre debe revestir la forma de auto y no de sentencia. En todo caso, ha de obligar a
una minuciosa fundamentación en la que habrá de plasmarse los elementos de convicción,
en base a los cuales se infiere la conclusión en torno a la ausencia del o de los
presupuestos que impiden la apertura del juicio oral.
a) Objeción
Al igual que con el rechazo de denuncia, querella o actuaciones policiales, el Código
procesal establece que el sobreseimiento del fiscal podrá ser objetado dentro de los
cinco días siguientes a su notificación. En caso de que se objete el sobreseimiento, el
fiscal remitirá los antecedentes, dentro de las veinticuatro horas siguientes, al fiscal
superior jerárquico para que se pronuncie en el plazo de cinco días. Si el fiscal superior
jerárquico revoca el sobreseimiento, intimará al fiscal inferior, o a cualquier otro, para
que en el plazo máximo de diez días acuse ante el juez o tribunal de sentencia. Si lo
ratifica, concluye la etapa preparatoria y dispondrá la cesación de las medidas
cautelares y la cancelación de los antecedentes penales (art. 324).
b) Efectos
El principal efecto del sobreseimiento no objetado o ratificado es que impedirá un
nuevo proceso penal por el mismo hecho, sin perjuicio de que la víctima reclame el
resarcimiento del daño en la vía civil; salvo que el sobreseimiento se funde en la
inexistencia del hecho o en la no participación del imputado (art. 324).
4.12 El plazo de la etapa preparatoria del juicio

27
El Código procesal establece que la etapa preparatoria deberá finalizar en el plazo máximo de
seis meses de iniciado el proceso. Cuando la investigación sea compleja, en razón a que los
hechos se encuentren vinculados a delitos cometidos por organizaciones criminales, el fiscal
podrá solicitar al juez de la instrucción la ampliación de la etapa preparatoria hasta un plazo
máximo de dieciocho meses, sin que ello signifique una ampliación del plazo máximo de
duración del proceso.
En este caso, el fiscal informará al juez cada tres meses sobre el desarrollo de la
investigación. Si vence este plazo y el fiscal no acusa ni presenta otra solicitud conclusiva, el juez
conminará al fiscal del distrito para que lo haga en el plazo de cinco días. Transcurrido este plazo,
sin que se presente solicitud por parte de la fiscalía, el juez declarará extinguida la acción penal,
salvo que el proceso pueda continuar sobre la base de la actuación del querellante, sin perjuicio
de la responsabilidad personal del fiscal del distrito (art.134).
Tómese en cuenta que el legislador ha previsto como plazo máximo seis meses,
excepcionalmente, prorrogable hasta dieciocho meses, lo cual no significa que todas las
investigaciones tengan que concluir, necesariamente, en esos plazos, pues bien podría darse el
caso de que una etapa preparatoria pudiera terminar antes; esto es, que el fiscal hubiera recogido
todos los elementos que permitan fundar su acusación o la del querellante y la defensa del
imputado.
El Tribunal Constitucional (SSCC nº. 1036/2002 del 29 de agosto y nº. 1430/2002-R de
fecha 25 de noviembre) ha interpretado que el cómputo de los seis meses previsto por el art. 134
CPP para el desarrollo de la Etapa Preparatoria, empieza a partir de que el juez cautelar pone
en conocimiento del encausado la imputación formal, siendo éste el actuado jurisdiccional que
marca el inicio del proceso penal, y a partir de ahí, se tiene un término máximo de seis meses
para presentar la acusación, ampliable únicamente en el supuesto establecido por el segundo
párrafo del art. 134 CPP...; esto es, tratándose de organizaciones criminales: hasta un plazo
máximo de dieciocho meses en total, tiempo más que suficiente para la “recolección de todos los
elementos que permitan fundar la acusación del fiscal o del querellante y la defensa del
imputado”, y asegurar su presencia y los actos procesales con la finalidad de determinar si se abre
o no el juicio oral y público.
5. LA ETAPA INTERMEDIA

28
Como el Tribunal Constitucional (SC nº. 1036/2002 del 29 de agosto) sólo ha reconocido
que, como parte del juicio oral y público, existe la etapa intermedia19 resistida originalmente,
intentaremos desarrollarla y dotarla de estructura propia. La aludida sentencia ha derogado y
expulsado del ordenamiento jurídico la modificación que hizo la ley nº. 2175 (Ley orgánica del
ministerio público) al art. 325 del Código procesal penal.
Con el nombre de “conclusión de la etapa preparatoria”, el legislador ha introducido lo que
se conoce en la doctrina como fase intermedia o antejuicio, y comprende desde el momento en
que concluye la investigación el fiscal, y sólo en el supuesto en que haya acusación, hasta el
momento en que el tribunal de sentencia realiza la audiencia conclusiva. Cabe precisar que la
etapa intermedia, obviamente, sólo corresponde al proceso común, ya que para el supuesto del
procedimiento por delitos de acción penal privada o por delitos de acción pública que se hubiera
autorizado la conversión de la acción, tiene las previsiones del art. 376 del Código procesal, que
cumpliría el equivalente de la etapa intermedia.
El objeto de la etapa intermedia es depurar o sanear el procedimiento para que el juicio oral
y público se desarrolle impecablemente y así pueda cumplir los principios de celeridad, probidad,
transparencia, y continuidad. Binder20 sostiene que “la fase intermedia cumple esta función de
discusión o debate preliminar sobre los actos o requerimientos conclusivos de la investigación...”
y que un proceso correctamente21 estructurado tiene que garantizar que la decisión de someter a
juicio al imputado no sea apresurada, superficial o arbitraria. Con esta finalidad, el legislador
(art. 323.1) la ha introducido y le corresponde desarrollarla a los jueces técnicos del tribunal de
sentencia. Aunque algunos han venido intentado delinear esta etapa, en los hechos, lejos de que
se haya configurado, lo único que han venido haciendo los jueces técnicos, antes del juicio oral y
público, era la elección y designación de los jueces ciudadanos, distorsionando su finalidad y el
espíritu del nuevo proceso penal.
5.1 El acto inicial
La etapa intermedia debe comenzar, obviamente, radicando la causa ante los jueces técnicos,
quienes ordenarán notificar al querellante para que presente la acusación particular y ofrezca sus

19
Véanse los capítulos VI y XIII de Derecho Procesal Penal, del autor.
20
BINDER, Alberto: Introducción al Derecho Procesal Penal. Buenos Aires, 2000, p. 248.
21
La sentencia nº. 1036/2002, de fecha 29 de agosto, pone de manifiesto las arbitrariedades en la etapa preparatoria,
especialmente el hecho de que el fiscal imputó después de un año y a los cinco días presentó la acusación formal,
vulnerando así el derecho a la defensa y al debido proceso de los imputados.

29
pruebas dentro del término de diez días; vencido este plazo, se pondrá en conocimiento del
imputado la acusación del fiscal y, en su caso, la del querellante y las pruebas de cargo ofrecidas,
para que dentro de los diez días siguientes a su notificación ofrezca sus pruebas de descargo,
conforme lo establece el art. 340 del Código procesal. En la medida en que se radique la causa,
notificada dentro de los plazos establecido a las partes y hayan contestado y ofrecido sus pruebas,
haciendo una interpretación22 del art. 340 del Código procesal, recién corresponde convocar a la
audiencia conclusiva y desarrollar la etapa intermedia.
5.2 La audiencia conclusiva
Con carácter previo al juicio oral y público, el legislador ha previsto que cuando el fiscal
haya formalizado la acusación ante el tribunal de sentencia, convocará a las partes a una
audiencia oral y pública, que deberá realizarse en un plazo no menor de seis ni mayor de veinte
días, computable a partir de la notificación con el señalamiento de audiencia. En la convocatoria
a la audiencia, los jueces técnicos conceden un plazo común de cinco días para examinar la
acusación, las actuaciones, la querella y las evidencias reunidas en la investigación y, si estiman
necesario, para que las partes puedan ofrecer prueba (art. 325).
5.2.1 Opción de las partes
En la audiencia conclusiva, las partes tendrán la última oportunidad: 1) en el caso de la
víctima o del querellante, de manifestar fundadamente su voluntad de acusar; 2) oponer las
excepciones previstas en este Código, cuando no hayan sido planteadas con anterioridad o se
funden en hechos nuevos; 3) proponer la aplicación de un criterio de oportunidad: el imputado
sólo podrá hacerlo cuando alegue que se ha aplicado a casos análogos al suyo, siempre que
demuestre esa circunstancia; 4) solicitar la aplicación de la suspensión condicional del proceso;
5) solicitar la aplicación o revocación de una medida cautelar; 6) solicitar el anticipo
jurisdiccional de prueba; 7) proponer la aplicación del procedimiento abreviado, conforme a lo
previsto en los arts. 373 y siguientes de este Código; 8) promover la conciliación, proponiendo la
reparación integral del daño (art. 326).
A propósito de la etapa intermedia, en el ordenamiento español, Gimeno Sendra23 sostiene
que “el contenido de tales actos se contrae al deducir, tal y como su nombre indica, de un modo

22
El Tribunal Constitucional (AC nº. 52/2002-ECA, de fecha 9 de septiembre) entiende por interpretación “el
proceso de razonamiento lógico-jurídico para establecer o encontrar el sentido preciso de una norma aplicable a un
caso concreto...”
23
GIMENO SENDRA, Vicente y otros: Ob. Cit. p. 321.

30
definitivo, la pretensión y constituyen la última ocasión que las partes tienen para rectificar sus
calificaciones provisionales...”
Las pretensiones definitivas, incluyendo la corrección o correcciones (art. 168), tienen que
formalizarse en la “audiencia conclusiva”, como término, precisamente, de la etapa intermedia
del juicio. En el caso de la acusación, deberá contener: 1) los datos que sirvan para identificar al
imputado y su domicilio procesal; 2) la relación precisa y circunstanciada del delito atribuido; 3)
la fundamentación de la acusación, con la expresión de los elementos de convicción que la
motivan; 4) los preceptos jurídicos aplicables; 5) el ofrecimiento de la prueba que se producirá en
el juicio.
Con excepción de la ampliación de la acusación, prevista en el art. 348, que se puede hacer
durante la sustanciación del juicio, la audiencia conclusiva es la última oportunidad que tienen las
partes para delimitar el objeto procesal y crear los límites de la congruencia penal. Aun cuando el
Código establece que también se pueden oponer las excepciones “oralmente en el juicio”, lo
correcto sería que sólo en esta fase se interpongan y resuelvan no sólo las referidas excepciones,
sino también las que ha establecido, acertadamente, el legislador: “las peticiones o
planteamientos de las partes que, por su naturaleza o importancia, deban ser debatidas o
requieran la producción de prueba”; es decir, cualquier petición o incidente debe tramitarse y
resolverse antes de ingresar formalmente al juicio oral y público que, de modo enunciativo y no
limitativo, pasamos a exponer:
5.2.2 Las excepciones e incidentes
En la medida en que no se hayan planteado las excepciones e incidentes en la fase
preparatoria, específicamente a partir de la imputación, cuya resolución, en ese caso, corresponde
al juez instructor (art. 54.2), en la fase intermedia el imputado podrá oponer a la pretensión penal
las siguientes excepciones: 1) prejudicialidad; 2) incompetencia; 3) falta de acción, porque no
fue legalmente promovida o porque existe un impedimento legal para proseguirla; 4) extinción de
la acción penal, según lo establecido en el art. 27 y 28 de este Código; 5) cosa juzgada; 6)
litispendencia (art. 308). Todas estas excepciones, que son de previo y especial pronunciamiento,
buscan paralizar el ejercicio de la acción penal, extinguir la misma y atenuar la pena o
responsabilidad del imputado; excepcionalmente, podrían plantearse en el juicio oral y público,
conforme lo prevé el art. 345 del Código procesal.
5.2.2.1 La prejudicialidad

31
Es la excepción que plantea el imputado para suspender temporalmente la acción penal,
mientras en otra vía se resuelve un procedimiento extrapenal que pueda determinar la existencia
de los elementos constitutivos del tipo penal (art. 309). Cortés Domínguez sostiene que en todos
aquellos supuestos en los que la existencia de delito (de cualquier delito) dependa de la relación
jurídica extrapenal, nos encontraremos ante una causa prejudicial. Lo evidente es que, a veces, el
juez para juzgar requiere el esclarecimiento de otro hecho distinto y que puede ser de otra
materia. La consideración jurídica de este otro hecho condicionante constituye una cuestión
prejudicial, y el juez penal, de aceptarse, deberá suspender la pretensión penal (no establece
plazo) y disponer la libertad del imputado hasta la resolución del procedimiento extrapenal; sin
perjuicio de que se realicen los actos de investigación urgentes.
El viejo procedimiento penal (art. 175) establecía que iniciada la instrucción formal, el
imputado podía proponer ante el juez de la causa cuestiones prejudiciales, y si la excepción
propuesta fuere una cuestión civil, comercial o administrativa, de cuya decisión dependiera la
existencia o inexistencia del delito, el juez o tribunal suspendería hasta dos años el procedimiento
penal, mientras dicha cuestión sea resuelta por la jurisdicción competente; sin perjuicio de
realizar los actos urgentes de la instrucción.
5.2.2.2 La incompetencia y la falta de acción
La falta de competencia del juez o tribunal equivale a las otras cuestiones prejudiciales del
viejo procedimiento penal (art. 183): 1) falta de competencia en el juez; 2) falta de personalidad o
capacidad legal del querellante; 3) falta de querella en delitos de acción privada; 4) falta de
autorización o licencia para procesar a personas que gozasen de inmunidad constitucional o
diplomática.
La naturaleza de estas excepciones es distinta de las anteriores, puesto que está dirigida a
cuestionar la competencia del juez, personalidad o capacidad del querellante, falta de querella en
los delitos de acción privada y el desafuero político, sindical o diplomático. La falta de
competencia sería, por ejemplo, si se incrimina a una persona ante un tribunal de sentencia y la
acción corresponde a los llamados “juicio de responsabilidades”.
La falta de capacidad sería la ausencia del poder del representante legal de una persona
jurídica. Aunque no es pertinente aquí, todos los delitos de acción privada sólo pueden ejercitarse
mediante querella del acusador privado; el desafuero de un dirigente sindical equivale a
autorización, etc.

32
5.3 Los motivos de extinción de la acción
Como motivos de extinción que plantea el imputado para destruir o extinguir la acción penal,
el Código procesal consigna los siguientes: 1) muerte del imputado; 2) amnistía; 3) pago del
máximo previsto para la pena de multa, en el caso de delitos sancionados sólo con esa clase de
pena; 4) aplicación de uno de los criterios de oportunidad, en los casos y las formas previstos en
este Código; 5) desistimiento, renuncia o abandono de la querella respecto de los delitos de
acción privada; 6) reparación integral del daño particular o social causado, realizada hasta la
audiencia conclusiva, en los delitos de contenido patrimonial o en los delitos culposos que no
tengan por resultado la muerte, siempre que lo admita la víctima o el fiscal, según el caso; 7)
conciliación, en los casos y formas previstos en este Código; 8) prescripción; 9) si, decretado el
rechazo, la investigación no es reabierta en el término de un año; 10) por vencimiento del plazo
máximo de duración del proceso; 11) por cumplimiento de las condiciones de la suspensión
condicional del proceso (art. 27).
Aunque está implícita en la falta de acción o impedimento para proseguir la pretensión penal,
el nuevo Código procesal no consigna ni prohibe la falta de tipicidad, el indulto, ni el hurto
cometido entre esposos y, en algunos casos, el hurto entre familiares. Tampoco contempla ni
prohibe la antigua defensa propiamente dicha (art. 189), que buscaba demostrar que el hecho
atribuido al imputado no existió, o no fue cometido por él, o que no constituye delito, o
constituye otro más leve que el acusado, o que concurre alguna causal excluyente de
imputabilidad, culpabilidad o punibilidad, o, simplemente, alguna circunstancia que atenúe su
responsabilidad o que la pretensión resarcitoria no tiene fundamento jurídico o de hecho.
5.4 Otras excepciones
La otrora defensa de fondo, convertida ahora en falta de acción o impedimento para proseguir
la pretensión, comprende, básicamente, las causas de justificación (art. 11 y ss. del CP). Son:
legítima defensa; ejercicio de un derecho, oficio o cargo; cumplimiento de la ley o de un deber;
estado de necesidad; error de tipo y de prohibición; los casos de inimputabilidad y semi-
imputabilidad; y la minoría de edad (16 años).
El nuevo Código tampoco establece ni prohíbe la coartada o alibí, que consiste en demostrar
que el imputado no estuvo en el lugar del delito el día y la hora en que fue perpetrado, por carecer
del don de la ubicuidad. El imputado también puede alegar que no tiene antecedentes penales,
que es su primer delito, que ha tenido buena conducta anterior y, también, posterior al hecho

33
delictivo, etc. El Código procesal establece que el rechazo de las excepciones y de los incidentes
equivale a cosa juzgada, ya que “impedirá que sean planteados nuevamente por los mismos
motivos...” (art. 315).
5.5 La rebeldía del imputado
En la depuración del procedimiento se debe declarar rebelde al imputado. El Código procesal
establece la rebeldía cuando: 1) no comparezca sin causa justificada a una citación, de
conformidad a lo previsto en este Código; 2) se haya evadido del establecimiento o lugar donde
se encontraba detenido; 3) incumpla un mandamiento de aprehensión emitido por autoridad
competente; 4) se ausente, sin licencia del juez o tribunal, del lugar asignado para residir.
Al igual que en el viejo procedimiento, el Código procesal prevé que el imputado o
cualquiera a su nombre, podrá justificar ante el juez o tribunal el impedimento; caso en el que se
le concederá un plazo prudencial para que comparezca. Sólo cuando se constate la
incomparecencia, evasión, incumplimiento o ausencia, se declarará la rebeldía, mediante
resolución fundada, expidiendo mandamiento de aprehensión o ratificando el expedido.
En contra del rebelde se dispondrá: 1) el arraigo y la publicación de sus datos y señas
personales en los medios de comunicación, para su búsqueda y aprehensión; 2) las medidas
cautelares que se consideren convenientes sobre los bienes del imputado, para asegurar la
eventual responsabilidad civil, emergente del hecho imputado; 3) la ejecución de la fianza que
haya sido prestada; 4) la conservación de las actuaciones y de los instrumentos o piezas de
convicción; 5) la designación de un defensor para que represente al rebelde y asista con todos los
poderes, facultades y recursos reconocidos a todo imputado (arts. 87-89).
5.5.1 Efectos de la rebeldía
El nuevo Código procesal ha previsto que la declaratoria de rebeldía suspenderá el juicio oral
y público con respecto al rebelde, ya que no se puede juzgar a nadie sin ser oído previamente, y
continuará para los demás imputados presentes, e interrumpe la prescripción. La norma procesal
dispone que cuando el rebelde comparezca o sea puesto a disposición de la autoridad que lo
requiera, el proceso continuará su trámite, dejándose sin efecto las órdenes emitidas y sus
inscripciones, previo pago de las costas; salvo que justifique el impedimento para que la rebeldía
sea revocada y no hubiera lugar a la ejecución de la fianza (arts. 90-91).
5.6 Excusas y recusaciones

34
En este estado del proceso y como parte de la etapa intermedia, se deben plantear y resolver
los conflictos de competencia y las causales de excusa y recusación de los jueces técnicos, y
proceder inmediatamente a la elección de los jueces ciudadanos.
El Código procesal (art. 316) reglamenta las causales de excusa y de recusación de los
jueces:
1) haber intervenido en el mismo proceso como juez, fiscal, abogado, mandatario,
denunciante, querellante, perito o testigo;
2) 2) haber manifestado extrajudicialmente su opinión sobre el proceso, que conste
documentalmente;
3) ser cónyuge o conviviente, pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo
de afinidad o por adopción, de algún interesado o de las partes;
4) ser tutor o curador o haber estado bajo tutela de alguno de los interesados o de las
partes;
5) tener interés en el proceso, o sus parientes en los grados preindicados;
6) tener proceso pendiente, o sus parientes en los grados preindicados, con alguno de los
interesados o de las partes, iniciado con anterioridad al proceso penal;
7) ser socio o sus parientes, en los grados preindicados, de alguno de los interesados o de
las partes, salvo que se trate de sociedades anónimas;
8) ser acreedor, deudor o fiador, o sus padres o hijos y otra persona que viva a su cargo, de
alguno de los interesados, salvo que se trate de entidades bancarias y financieras;
9) ser ascendiente o descendiente del juez o de algún miembro del tribunal que dictó la
sentencia o auto apelado;
10) haber intervenido como denunciante o acusador de alguno de los interesados o de las
partes, o haber sido denunciado o acusado por ellos, antes del inicio del proceso;
11) haber recibido beneficios, su cónyuge o conviviente, padres o hijos u otras personas que
viven a su cargo; y
12) tener amistad íntima, que se exteriorice por frecuencia de trato, o enemistad manifiesta
con alguno de los interesados o de las partes. En ningún caso procederá la separación
por ataques u ofensas inferidas al juez después de que haya comenzado a conocer el
proceso.

Las excusas y recusaciones buscan garantizar la imparcialidad del juez o tribunal, que es la
base de la administración de justicia. Ni la excusa ni la recusación afectan al órgano
jurisdiccional, sino a la persona que tiene la autoridad jurisdiccional. La excusa es el motivo
legal que tiene el juez para apartarse del conocimiento de una acción penal, de oficio o a petición
de parte.
5.6.1 El procedimiento
El Código procesal penal (art. 318) dispone que el juez comprendido en alguna de las
causales relacionadas, está obligado a excusarse mediante resolución fundamentada, apartándose
de inmediato del conocimiento del proceso. El juez que se excuse remitirá la causa al juez que

35
deba reemplazarlo, quien asumirá conocimiento del proceso inmediatamente y proseguirá su
curso, sin perjuicio de elevar los antecedentes de la excusa en consulta ante el tribunal superior,
si estima que no tiene fundamentos. Si el tribunal superior acepta o rechaza la excusa, según el
caso, ordenará al juez reemplazante o al reemplazado que continúe con la sustanciación del
proceso, sin recurso ulterior, y todas las actuaciones de uno y otro juez conservarán validez.
Cuando el juez que se excusa integra un tribunal, pedirá a éste que lo separe del conocimiento del
proceso. El tribunal se pronunciará sobre la aceptación o rechazo de la excusa, con los efectos
establecidos en el párrafo anterior.
El legislador (art. 319) ha reglamentado en mejores condiciones la recusación, que sólo podrá
ser interpuesta:
1) En la etapa preparatoria, dentro de los diez días de haber asumido el juez el
conocimiento de la causa.
2) En la etapa del juicio, dentro del término establecido para los actos preparatorios de la
audiencia.
3) En los recursos, dentro del plazo para expresar o contestar agravios.

El hecho de que el legislador haya establecido que la recusación se interponga “en la etapa
del juicio, dentro del término establecido para los actos preparatorios de la audiencia”, significa
reconocer a la etapa intermedia como parte de la depuración o saneamiento procesal, a los efectos
de ingresar al juicio oral y público y así poder juzgar sin problemas. Tomando en cuenta la
arraigada cultura inquisitiva, que se nutre de la chicana y la falta de lealtad procesal de algunos
abogados, los jueces deben ser prudentes y, al mismo tiempo, enérgicos para rechazar cualquier
procedimiento que tienda a obstaculizar el desarrollo normal del proceso.
En la eventualidad de advertir que hay el propósito vedado de dilatar el proceso, haciendo
una interpretación extensiva del art. 105, concordante con el art. 339 del Código procesal, los
jueces deben sancionar a los abogados y, eventualmente, a las partes. La previsión contenida en
la parte final del art. 319, en sentido de admitir la recusación cuando se fundamente en una causal
sobreviniente, tiene que ser realmente excepcional y, en su caso, debidamente fundamentada.
Podrá plantearse hasta antes de dictarse la sentencia o resolución del recurso.
El Código procesal (art. 320) establece que la recusación se presentará ante el juez o
tribunal que conozca el proceso mediante escrito fundamentado, ofreciendo prueba y
acompañando la documentación correspondiente. Si el juez recusado admite la recusación

36
promovida, se seguirá el trámite establecido para la excusa. En caso de rechazo, se aplicará el
siguiente procedimiento:
1) Cuando se trate de un juez unipersonal, elevará antecedentes al tribunal superior dentro de
las veinticuatro horas de promovida la recusación, acompañando el escrito de
interposición junto con su decisión fundada de rechazo. El tribunal superior, previa
audiencia en la que se recibirá la prueba e informe de las partes, se pronunciará dentro de
las cuarenta y ocho horas siguientes sobre la aceptación o rechazo de la recusación, sin
recurso ulterior. Si el tribunal superior acepta la recusación, reemplazará al juez recusado,
conforme a lo previsto en las disposiciones orgánicas; si la rechaza, ordenará al juez que
continúe con la sustanciación del proceso, que ya no podrá ser recusado por las mismas
causales.
2) Cuando se trate de un juez que integre un tribunal, el rechazo se formulará ante el mismo
tribunal, quien resolverá en el plazo y forma establecidos en el numeral anterior. Cuando
el número de recusaciones impida la existencia de quórum o se acepte la recusación de
uno de sus miembros, el tribunal se completará de acuerdo a lo establecido en las
disposiciones orgánicas.
El Código procesal es terminante: producida la excusa o promovida la recusación, el juez no
podrá realizar ningún acto, bajo sanción de nulidad. En el supuesto de que sea aceptada la excusa
o la recusación, la separación del juez será definitiva. Los secretarios deberán excusarse y podrán
ser recusados por las mismas causales establecidas para los jueces. El juez o tribunal del que
dependen, tramitará sumariamente la causal invocada y resolverá en el término de cuarenta ocho
horas lo que corresponda, sin recurso ulterior.
5.7 Resolución
El Código procesal ha previsto que el día de la audiencia conclusiva se dispondrá la
producción de la prueba, concediéndole el tiempo necesario para que cada parte fundamente sus
pretensiones definitivas. Como otra forma de resolver el conflicto, los jueces técnicos
promoverán la conciliación de las partes, proponiendo la reparación integral del daño. En el acto,
el juez puede: 1) suspender condicionalmente el proceso o aplicar criterios de oportunidad; 2)
ratificar, revocar, sustituir o imponer medidas cautelares; 3) ordenar la recepción de prueba
anticipada; 4) sentenciar, según el procedimiento abreviado; 5) aprobar los acuerdos de las partes

37
respecto a la reparación civil, y ordenar todo lo necesario para su ejecución; 6) resolver las
excepciones planteadas (arts. 327-328).
Teniendo en cuenta que algunas de estas resoluciones corresponden al juez instructor, como
los jueces técnicos que conforman el tribunal de sentencia pueden lo más y también pueden lo
menos, es perfectamente posible, por ejemplo, que resuelvan el procedimiento abreviado.
5.8 La conformación del tribunal de sentencia
Como se ha puesto de manifiesto en los hechos, lo único que se venía haciendo antes de
ingresar, obviamente, al juicio oral y público era la elección, designación y constitución del
tribunal de sentencia con los jueces ciudadanos. En la recta final de la etapa intermedia,
corresponde a los jueces técnicos, previo proceso de sorteo, elección, designación, juramento, etc.
completar el tribunal, que estará integrado por dos jueces técnicos y tres jueces ciudadanos, que
serán competentes para conocer la sustanciación y resolución del juicio oral y público en todos
los delitos de acción pública (art. 52), salvando aquellos delitos que no tienen pena privativa de
libertad o cuando ésta no exceda los cuatro años.
5.8.1 Requisitos y lista de ciudadanos
Los requisitos para ser juez ciudadano, son: 1) ser mayor de veinticinco años; 2) estar en
pleno ejercicio de los derechos ciudadanos; 3) tener domicilio; 4) tener profesión, ocupación,
oficio, arte o industria conocidos. No podrán ser jurado: 1) los abogados; 2) los funcionarios
auxiliares de los juzgados y de la fiscalía; 3) los miembros en servicio activo de las fuerzas
armadas y de la policía nacional (arts. 57-58).
Las cortes departamentales electorales son las encargadas de elaborar anualmente el padrón
de ciudadanos que cumplan las condiciones para ser jurado, y lo pondrán a conocimiento de las
cortes superiores de distrito el primer día hábil del mes de diciembre. A su vez, las cortes
superiores de distrito verificarán que los ciudadanos cumplan los requisitos, y elaborarán la lista
para cada tribunal de sentencia, por sorteo y según el domicilio correspondiente (art. 60).
5.8.2 El sorteo
Una vez señalada la audiencia del juicio, y quince días antes de su realización, el presidente
del tribunal elegirá por sorteo, en sesión pública y previa notificación de las partes, a doce
ciudadanos, que serán consignados en una lista con el objeto de integrar el tribunal. El sorteo no
se suspenderá por inasistencia de las partes, será puesto en conocimiento de ellas la lista de los

38
jueces ciudadanos elegidos y se convocará a la audiencia de Constitución del tribunal, a realizarse
dentro de los cinco días siguientes (art. 61).
5.8.3 Constitución, excusas y recusaciones del tribunal
La audiencia pública de constitución del tribunal de sentencia se regirá por el siguiente
procedimiento:
1) El presidente preguntará a los ciudadanos seleccionados si se encuentran comprendidos
dentro de las causales de excusa prevista por ley.
2) Resueltas las excusas, el presidente los interrogará sobre la existencia de impedimentos
fácticos para cumplir la función de juez ciudadano. Si éstos son admisibles, dispondrá su
separación de la lista.
3) El juez resolverá también las recusaciones fundamentadas por las partes contra los jueces
ciudadanos.
4) Finalmente, las partes podrán recusar, sin expresión de causa, a dos de los ciudadanos
seleccionados, quienes serán excluidos en el acto.

En la audiencia, el presidente del tribunal designará formalmente a los tres jueces ciudadanos
y les advertirá sobre la importancia y deberes de sus cargos. A partir de ese momento, no podrán
emitir criterios sobre la causa ni tomar contacto con las partes, sólo serán citados para la
celebración del juicio. Los jueces ciudadanos designados no podrán excusarse posteriormente, y
las recusaciones fundadas sobrevinientes serán resueltas de inmediato, a tiempo de ser
planteadas. En este caso, se citará al siguiente de la lista hasta completar el número. Sin embargo,
cuando no sea posible integrar el tribunal con la lista original, se efectuará un sorteo
extraordinario y se repetirá el procedimiento de selección y constitución del tribunal, abreviando
los plazos para evitar demoras en el juicio. Si efectuado el sorteo extraordinario no es posible
integrar el tribunal con los jueces ciudadanos, el juicio se celebrará en el asiento judicial más
próximo, repitiéndose el procedimiento de selección (arts. 62-63).
5.8.4 Deberes y remuneración
En cuanto a sus deberes, desde el momento de su designación, los tres jueces ciudadanos
serán considerados integrantes del tribunal, y durante la sustanciación del juicio tendrán los
mismos deberes y facultades que los jueces técnicos. La inasistencia injustificada a la audiencia
de constitución de tribunal y el incumplimiento de la función de juez ciudadano será sancionada
como desobediencia a la autoridad, de conformidad a lo previsto en el Código penal.
La función de juez ciudadano será remunerada de la siguiente manera: 1) cuando se trate de
empleados públicos o privados, mediante declaratoria en comisión con goce de haberes, de

39
carácter obligatorio para el empleador; 2) en caso de trabajadores independientes, el Estado
asignará en su favor una remuneración diaria equivalente al cincuenta por ciento del haber diario
que percibe un juez técnico. Los gastos que demande esta remuneración serán imputables a las
costas en favor del Estado (arts. 64-66).
Aunque el legislador no lo haya establecido expresamente, interpretando los alcances de la
histórica sentencia nº. 1036/2002 la etapa intermedia no sólo depura el procedimiento y prepara
prácticamente el juicio, sino también decide acerca de las excepciones, incidentes y, en última
instancia, la apertura o no del juicio oral y público.
5.9 El auto de apertura del juicio
La etapa intermedia termina con la audiencia conclusiva y, cuando corresponda, con el
inapelable auto de apertura a juicio. El auto señalará el día y hora de la celebración del juicio,
que tendría que ser entre los veinte y cuarenta y cinco días siguientes a la audiencia conclusiva;
además, en caso de que las acusaciones del fiscal y del querellante sean contradictorias e
irreconciliables, el tribunal establecerá los hechos sobre los cuales se abre el juicio. También se
ordenará al secretario no sólo notificar de inmediato a las partes, testigos, peritos y a los jueces
ciudadanos, sino que, además, se dispondrá toda otra medida necesaria para el desarrollo del
juicio oral y público (arts. 342-343).
6. EL JUICIO ORAL Y PÚBLICO
La tercera parte del procedimiento ordinario, según sentencia nº. 1036/2002, es el juicio oral
y público o fase esencial del proceso, que “se realizará sobre la base de la acusación, en forma
contradictoria, oral, pública y continua, para la comprobación del delito y la responsabilidad del
imputado, con plenitud de jurisdicción” (art. 329). La implantación del juicio oral y público
constituye, a todas luces, una innovación que consolida el sistema acusatorio, así como el
ejercicio y desarrollo, en mejores condiciones, del debido proceso y de los derechos
fundamentales.
En el juicio oral se enjuicia la conducta del imputado, para condenarlo o absolverlo en la
sentencia que pone fin al proceso. Esta fase ha sido concebida con predominancia oral; se
concentra en una audiencia, que puede tener varias sesiones, y se desarrolla bajo los principios de
publicidad, celeridad, contradicción, igualdad de armas, transparencia, aportación de pruebas y de
acusación.

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Cortés Domínguez24 sostiene que el órgano jurisdiccional “no puede enjuiciar otros hechos
que los acusados y siempre que sean acusados; incluso, no puede calificar esos hechos, al objeto
de enjuiciarlos e imponer penas, de manera distinta a como lo hayan hecho las partes
acusadoras...” El Código procesal (art. 362) recoge el principio de congruencia, al disponer que
“el imputado no podrá ser condenado por un hecho distinto al atribuido en la acusación o su
ampliación”.
6.1 Características
Entre las principales características, sin ser exhaustivo, se pueden señalar las siguientes:
a) La inmediación
Una de las características del juicio oral es la inmediación del tribunal con las partes y la
actividad probatoria. Está prevista en el art. 330, cuando establece que “el juicio se
realizará con la presencia ininterrumpida de los jueces y de todas las partes”; además,
reglamenta las excepciones o casos de ausencia de alguna de las partes.
La inmediación puede ser analizada desde dos puntos de vista: 1) formal, que significa
tomar conocimiento directo de las partes y la información que proporcionan para la
convicción del tribunal; 2) objetiva, que busca que el tribunal tome conocimiento directo
del hecho y la prueba para resolver la acción penal en mejores condiciones; esto es, todos
los medios de prueba deben ser puestos en conocimiento de los sujetos procesales, directa
y simultáneamente.
b) La oralidad
Como medio originario y natural que tiene la persona, la comunicación oral posee
indudables ventajas: permite al juzgador verificar directamente los testimonios, percibir
cualquier actitud entorpecedora de las partes y dar al proceso, en general, mayor agilidad y
tramitación mucho más expedita. El nuevo Código procesal es contundente: “el juicio será
oral...”; incluso, “las resoluciones del tribunal durante la audiencia se dictarán verbalmente...” y
sólo podrán incorporarse por su lectura las pruebas recibidas con anticipación, los dictámenes
periciales, los documentos, informes y actas de registro o inspección, etc.; “todo otro elemento
de prueba que se incorpore al juicio por su lectura, no tendrá ningún valor” (art. 333). La
oralidad y la continuidad, entre otras características que ahora son una realidad, permiten que un

24
CORTEZ DOMÍNGUEZ, Valentín y otros: Ob. Cit. p. 266.

41
juicio concluya en un tiempo verdaderamente récord: como promedio, entre varias horas25 y una
semana.
c) La concentración y la continuación
Las garantías de concentración y continuación, exigen que el juicio se realice en presencia
de los sujetos procesales sin interrupciones, y que toda la prueba deba ser reunida y
evacuada sucesiva y conjuntamente. La continuidad del juicio oral y público significa que
entre la recepción de la prueba y el pronunciamiento de la sentencia debe haber una
aproximación temporal inmediata.
El juicio ha de realizarse en una audiencia, compuesta de sesiones continuas, hasta agotar
la prueba. Una vez examinada la prueba y oída la discusión entre las partes, de inmediato
se da por concluido el debate y el tribunal se retira a deliberar. Cuando la causa sea
compleja, se puede, de manera inmediata, leer sólo la parte resolutiva de la sentencia.
La continuidad significa que “iniciado el juicio se realizará sin interrupción todos los días
hábiles hasta que se dicte sentencia, y sólo podrá suspenderse por un tiempo no mayor de diez
días calendario, en los casos previstos en este Código”. “La audiencia se realizará sin
interrupción todas las horas hábiles del día...” y únicamente se podrá suspender en los casos en
que se compruebe: 1) la incomparecencia de testigos, peritos o intérpretes; 2) que algún juez u
otro sujeto procesal tenga un impedimento físico; 3) que el fiscal o el querellante requieran
ampliar la acusación (arts. 334-335).
El nuevo Código procesal autoriza, sin embargo, que las personas que no puedan concurrir a
la audiencia por un impedimento insalvable, sean interrogadas en el lugar donde se encuentren.
El presidente del tribunal, además, podrá: 1) adoptar las providencias que sean necesarias para
mantener el orden de la audiencia, imponiendo medidas disciplinarias a las partes y a las personas
ajenas al proceso; 2) requerir el auxilio de la fuerza pública para el cumplimiento de sus
decisiones, y suspender el debate cuando no sea posible restablecer el orden alterado o se
produzca un incidente que impida su continuación (art. 339).
d) La comunidad de la prueba

25
El autor participó en un juicio realizado en Santa Cruz por giro de cheque en descubierto. En una hora, el juez
comenzó a dar lectura a la parte resolutiva de la sentencia. Lo más largo del juicio fueron las declaraciones de los
imputados, pues no hubo prueba testifical de cargo, ya que el querellante estaba convencido de que ningún
testimonio podía desvirtuar la prueba documental del cheque que, de paso, ni lo ofreció como prueba ni se leyó.
Finalmente, el juez absolvió a los imputados. Huelga comentar que en el viejo sistema procesal era prácticamente
imposible que el juicio terminara en una hora o en una semana.

42
En el juicio oral y público, todo elemento probatorio debe ser común a todas las partes y,
además, ninguna prueba puede dejar de valorarse por renuncia de las partes. El Código
procesal (art. 171) proclama el principio de la libertad probatoria, que está íntimamente
ligado con la comunidad de la prueba. Consiste en que el juez admitirá como medios de
prueba todos los elementos lícitos de convicción que puedan conducir al conocimiento de
la verdad histórica del hecho, de la responsabilidad y de la personalidad del imputado. El
principio de la libertad probatoria, sin embargo, permite limitar un medio cuando sea
inútil, ilícito e impertinente.
e) La sana crítica en la valoración de la prueba
Esta garantía ocupa una posición intermedia entre los rigores de un sistema de valoración
probatorio que obligaba al juez a someterse a determinadas probanzas preestablecidas por
ley, con un valor también predeterminado para cada tipo de prueba (sistema tasado o
legal), y un procedimiento absolutamente subjetivo y arbitrario donde el juez no se veía
sujeto a ninguna regla o norma que lo guiara en su apreciación y valoración de la prueba
(sistema de íntima convicción).
Mientras la sana crítica del juzgador está sujeta a las reglas del correcto entendimiento
humano, la íntima convicción tiene que ver, más bien, con pautas culturales que, como
tales, son variables y contingentes, según el contexto social en que el conflicto legal se
suscite y donde son determinantes las costumbres y el “sentido común” para juzgar los
hechos y las conductas humanas. Corolario de la sana crítica racional o libre convicción
es la necesidad de fundamentar o motivar las sentencias judiciales.
El juzgador no puede limitarse a zanjar un conflicto tomando una determinada decisión
(condenatoria o absolutoria), tiene que mostrar razones y motivos explicando por qué
tomó dicha resolución. El principio de la sana crítica permite, por otra parte, hacer llegar
al juicio oral y público, para su valoración, cualquier tipo de prueba, siempre y cuando se
haga de conformidad con el procedimiento legal previsto.
El Código procesal (art. 173) establece que “el juez o tribunal asignará el valor
correspondiente a cada uno de los elementos de prueba, con aplicación de las reglas de la
sana crítica, justificando y fundamentando adecuadamente las razones por las cuales les

43
otorga determinado valor, en base a la apreciación conjunta y armónica de toda la prueba
esencial producida”.
f) La identidad física del juzgador
La identidad física del tribunal juzgador es una conquista del sistema acusatorio que está
en contra, por ejemplo, de los llamados jueces “sin rostro” que han existido en Colombia
y Perú para conocer delitos de terrorismo y narcotráfico. El imputado no sólo debe
enfrentarse a la acusación sino también a la persona que lo está juzgando, habida cuenta
de que el proceso no puede ser sólo papeles, sino que se trata de personas con
sentimientos, expresiones, etc. que pueden ser apreciados en contacto directo con el
órgano jurisdiccional.
6.2 La sustanciación del juicio oral y público
En vista de que el auto de apertura de juicio, así como el procedimiento de sorteo,
conformación y juramento de los jueces ciudadanos que integrarán el tribunal de sentencia, ya se
ha resuelto al finalizar la etapa intermedia, lo que corresponde a tiempo de iniciar la audiencia es
verificar la concurrencia de los jueces ciudadanos, las partes, los testigos, peritos o intérpretes, y
declarar instalado el juicio oral y público. Inmediatamente después, se ordenará la lectura de la
acusación y del auto de apertura, y se dispondrá que el fiscal y el querellante la fundamenten (art.
344).
Teniendo en cuenta que en la etapa intermedia han podido variar, incluso corregir en lo
pertinente, las pretensiones de las partes, la fundamentación de la acusación del fiscal y del
querellante que extraña el legislador, no se debe limitar simplemente, como se viene haciendo en
la práctica, a repetir o ratificar lo que ya está escrito, sino a establecer de manera clara cuáles son
los hechos, la participación que ha tenido el imputado y el derecho que pretenden hacer
prevalecer en el juicio; así como la promesa de que se demostrará la acusación con la prueba de
cargo ofrecida.
6.2.1 Las cuestiones incidentales
El Código procesal (art. 345) ha previsto que todas las cuestiones incidentales serán tratadas
en un solo acto, a menos que el tribunal resuelva hacerlo en sentencia, y reglamenta que en su
discusión se concederá la palabra a las partes tan solo una vez, por el tiempo que establezca el
presidente del tribunal. Con el reconocimiento constitucional de la etapa intermedia, esta
disposición legal debería quedar reducida a su mínima expresión, pues las excepciones y las

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cuestiones incidentales deben plantearse y resolverse antes de ingresar al juicio, y sólo en casos
excepcionales se deberían admitir dentro de la fase esencial; incluso, dependiendo del incidente,
se lo debería resolver en sentencia.
6.2.2 La declaración y defensa del imputado
En la medida en que se hayan expuesto los fundamentos del fiscal y del querellante y, en su
caso, resueltos los incidentes, se recibirá la declaración del imputado, salvo que decida su
abstención. Con carácter previo, el presidente del tribunal explicará el hecho o hechos que se le
imputan con palabras claras y sencillas; sólo en caso que el imputado esté dispuesto a declarar,
será interrogado por el fiscal, el abogado del querellante, el defensor y, al final, los miembros
del tribunal (art. 346).
El Código procesal contempla, simplemente, de “la declaración del imputado y presentación
de la defensa”, cambio muy acertado, puesto que la declaración del imputado en el juicio oral y
público no es propiamente un verdadero interrogatorio (menos incriminatorio, como era antes),
sino un medio de defensa que permite a la parte pasiva tomar posición frente a la acusación y a
las pruebas de que ésta se valga. Lo evidente es que la confesión (entendida como admisión de
responsabilidad penal) siempre contrastaba con el mandato constitucional (art. 14) de no
“declarar contra sí mismo en materia penal, o contra sus parientes consanguíneos hasta el cuarto
grado inclusive, o sus afines hasta el segundo...”
En cuanto al orden, el imputado será interrogado: por el fiscal, el abogado del querellante, el
defensor y los miembros del tribunal. Una vez termine la declaración, el presidente del tribunal
dispondrá que el defensor exponga los fundamentos de la defensa. Para que no haya duda de que
se trata de un medio de defensa, la norma procesal (art. 347) reitera que en el curso de la
audiencia, el imputado podrá hacer las declaraciones que considere oportunas, siempre que se
refieran a su defensa, y que en todo momento podrá hablar con su defensor, excepto cuando esté
declarando. Terminada la declaración del imputado, el juez o el presidente del tribunal dispondrá
que el defensor exponga la defensa, y luego se procederá a la recepción de la prueba ofrecida.
Aunque la norma le permite interrogar a los jueces, con buen criterio, en la práctica, se
limitan a preguntar generalidades (estado civil, profesión, domicilio, etc) y luego dejan que el
imputado exponga todo lo que considere pertinente para su defensa. El tribunal no debe
interrogar, ni a título de aclaración, porque corre el riesgo de comprometer su imparcialidad. Con
el tiempo, el imputado tendrá que escoger entre ejercer su derecho al silencio, sin ningún riesgo o

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consecuencia, o prestar su declaración; en este supuesto, responderá todas las preguntas, habida
cuenta que ocurre una suerte de desdoblamiento, y sus respuestas pueden llegar a incidir en la
valoración de la prueba.
6.2.3 La producción de la prueba
Como todas las excepciones, incidentes, excusas y objeciones han sido planteadas y resueltas
en la fase intermedia (en caso de que se presenten en este momento, deberían ser resueltas en
sentencia) lo más relevante del debate es la producción de toda la actividad probatoria de cargo y
de descargo que reconoce este Código. Los medios probatorios serán valorados por el órgano
jurisdiccional según las reglas de la sana crítica, que exigen justificar y fundamentar las razones
por las cuales se les otorga determinado valor, en base a la apreciación conjunta y armónica de
toda la prueba producida (art. 173).
a) La norma advierte que, cuando sea posible, el juez o tribunal dispondrá que las
operaciones periciales se practiquen en audiencia; además, ordenará la lectura de las
conclusiones de los dictámenes de todas las pericias practicadas con anterioridad (art.
349).
b) La prueba testifical se recibirá en el siguiente orden: la que haya ofrecido el fiscal, el
querellante y, finalmente, el imputado. Los testigos explicarán la razón y el origen del
contenido de sus declaraciones y, en su caso, señalarán con la mayor precisión posible a
las personas que le hubieran informado. El legislador ha dispuesto que después de que el
presidente del tribunal interrogue al perito o testigo sobre su identidad personal y las
circunstancias generales para valorar su declaración, se dará curso al interrogatorio
directo, comenzando por quien lo propuso; después, dicho perito o testigo, podrá ser
interrogado por el presidente y demás miembros del tribunal.
El presidente del tribunal moderará el interrogatorio, así como toda recepción probatoria,
procurando que se conduzca sin presiones indebidas y sin ofender la dignidad del
declarante. Las partes podrán plantear la revocatoria de las decisiones del tribunal y
objetar las preguntas capciosas, sugestivas o impertinentes (arts. 350-352).
c) En la audiencia, las pruebas literales serán leídas, y exhibidos los objetos y otros
elementos de convicción secuestrados, con indicación de su origen; las grabaciones y
elementos audiovisuales serán reproducidos. La norma advierte que se podrán efectuar
careos, reconstrucciones, inspecciones y el reconocimiento del imputado (art. 355).

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No hay que olvidar que rige el principio de la libertad probatoria y que el tribunal admitirá,
como medios de prueba, todos los elementos lícitos de convicción que puedan conducir al
conocimiento de la verdad histórica del hecho, de la responsabilidad y de la personalidad del
imputado; además, podrán utilizarse otros medios no previstos en este Código (art. 171).
6.2.4 Ampliación de la acusación
Con carácter excepcional, en el momento del debate, está previsto que el fiscal o el
querellante puedan ampliar la acusación por hechos o circunstancias nuevas que no hayan sido
mencionadas y que modifiquen la adecuación típica o la pena (art. 348). En caso de admitirse
esta ampliación, el juez o tribunal recibirá nueva declaración del imputado y se pondrá en
conocimiento de las partes el derecho que tienen a pedir la suspensión del juicio para ofrecer
nuevas pruebas o preparar su intervención, conforme a lo dispuesto en el art. 335 del Código
procesal.
La norma aludida, efectivamente, contempla la posibilidad de suspender la audiencia del
juicio oral y público; pero guarda silencio en cuanto al procedimiento de la eventual ampliación
de la acusación que, además, estaría en conflicto no sólo con la viabilidad y prontitud del
juzgamiento propiamente dicho, sino también con lo dispuesto, en algunos casos, en el art. 4:
“nadie será procesado ni condenado más de una vez por el mismo hecho, aunque se modifique su
calificación o se aleguen nuevas circunstancias...”
6.2.5 Clausura del debate
Terminada la recepción de la prueba, el fiscal, el querellante y el defensor del imputado, en
ese orden, formularán sus conclusiones en forma oral, pudiendo asistirse de medios técnicos de
apoyo a la exposición. Las partes podrán replicar, pero corresponderá al defensor la última
intervención. La réplica se limitará a la refutación de los argumentos adversos que antes no
hubieren sido discutidos. Con buen criterio, el legislador ha dispuesto que, en caso de manifiesto
abuso de la palabra, el presidente del tribunal llame la atención al orador y, si persiste, podrá
limitar el tiempo del alegato teniendo en cuenta la naturaleza de los hechos en examen, la prueba
recibida y las cuestiones a resolver.
Como la última palabra es un derecho del imputado en el sistema acusatorio, el presidente
preguntará al imputado si tiene algo más que manifestar, e inmediatamente declarará cerrado el
debate (art. 356). Haciendo una interpretación de esta disposición legal, lo correcto sería que el
imputado ejerciera este derecho siempre y cuando hubiera declarado al principio. Otro problema

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que puede presentarse y se tiene que resolver es: ¿qué pasaría si el imputado, que ha ejercido su
derecho al silencio, cuando le conceden la última palabra decide, contrariamente a lo sostenido
por su defensa técnica, declararse culpable?. En esta eventualidad, ¿a quién le creería el tribunal
o juez, a la versión del imputado o a la de su abogado defensor?
6.2.6 La sentencia
El Código procesal dispone que, cerrado o concluido el debate, los miembros del tribunal
pasarán, de inmediato y sin interrupción, a deliberar26 en sesión secreta, a la que sólo podrá
asistir el secretario. La deliberación no se podrá suspender salvo enfermedad grave comprobada
de alguno de los jueces y, en este caso, la interrupción no podrá durar más de tres días, luego de
los cuales, se deberá reemplazar al juez y realizar el juicio nuevamente, salvo que los restantes
formen mayoría (art. 358).
La deliberación concluye con la sentencia que, sin interrupción, será redactada y firmada;
inmediatamente después, el tribunal se constituirá nuevamente en la sala de audiencia para la
lectura correspondiente, que será hecha por el presidente del tribunal. Tratándose de un proceso
complejo, o de que la hora sea avanzada, el Código autoriza diferir la redacción de los
fundamentos de la sentencia y leer sólo la parte resolutiva, señalando, en este caso, día y hora de
audiencia para su lectura íntegra, que se realizará en el plazo máximo de tres días, posteriores al
pronunciamiento de la parte dispositiva. La sentencia se notificará con su lectura, y las partes
recibirán copia de ella (art. 361). El Código procesal (art. 362) recoge el principio de la
congruencia: “el imputado no podrá ser condenado por un hecho distinto al atribuido en la
acusación o su ampliación”.
6.2.6.1 La sentencia absolutoria
El nuevo Código procesal reconoce la sentencia absolutoria cuando no se haya probado la
acusación o ésta haya sido retirada del juicio; cuando la prueba aportada no sea suficiente para
generar en el juez o tribunal la convicción sobre la responsabilidad penal del imputado; cuando se
demuestre que el hecho no existió, no constituye delito o que el imputado no participó en él; y
cuando exista cualquier causa eximente de responsabilidad penal (art. 363).

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El art. 359 establece que los jueces deliberarán y votarán respecto de todas las cuestiones, en el siguiente orden: 1)
las relativas a toda cuestión incidental que se haya diferido para este momento; 2) las relativas a la comisión del
hecho y la absolución o condena del imputado; 3) la referente a la imposición de la pena aplicable. La norma advierte
que las decisiones se adoptarán por mayoría y que los jueces fundamentarán separadamente sus votos o lo harán en
forma conjunta, cuando estén de acuerdo; las disidencias deberán fundarse expresamente por escrito y, en caso de
igualdad de votos, se adoptará como decisión la que más favorezca al imputado.

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En la sentencia absolutoria, sin embargo, el juez o tribunal establecerá la responsabilidad
civil: el nuevo Código procesal dispone que la demanda para obtener la restitución, reparación o
indemnización “deberá ser dirigida contra el condenado o contra aquél a quien se le aplicó una
medida de seguridad por inimputabilidad o semiimputabilidad y/o contra los terceros que, por
previsión legal o relación contractual, son responsables de los daños causados...” (art. 383). El
fundamento de la sentencia absolutoria es que la prueba ofrecida y producida no fue suficiente
para que el juez o tribunal haya llegado al convencimiento de la comisión del delito y de sus
autores; es decir, existe la duda. Además, más vale liberar a un delincuente que condenar a un
inocente.
a) Efectos
Como novedad, el juez o tribunal ordenará la libertad del imputado en el acto, la cesación
de todas las medidas cautelares personales, fijará las costas y, en su caso, declarará la
temeridad o malicia de la acusación a efectos de la responsabilidad correspondiente. La
libertad del imputado se ordenará aun cuando la sentencia absolutoria no esté
ejecutoriada, y se cumplirá directamente desde la sala de audiencia; además, se publicará
en un medio escrito de circulación nacional, a cargo del Estado o del querellante particular
(art. 364).
6.2.6.2 La sentencia condenatoria
Mientras en el viejo procedimiento penal se dictaba sentencia condenatoria cuando en el
proceso existía “plena prueba”, en el nuevo Código procesal se dicta “cuando la prueba aportada
sea suficiente para generar en el juez o tribunal la convicción sobre la responsabilidad penal del
imputado...” (art. 365). La “convicción sobre la responsabilidad penal” no es otra cosa que la
antigua “plena prueba”; esto es, cuando el juez o tribunal llega al convencimiento (no tiene duda)
no sólo de que ya se ha comprobado el hecho delictivo, sino también que se ha demostrado la
responsabilidad penal del imputado. A propósito, una persona puede ser subjetivamente culpable,
pero si no está demostrada la “convicción sobre la responsabilidad penal”, la sentencia tendrá que
ser absolutoria.
La sentencia fijará con precisión las sanciones que correspondan, la forma y lugar de su
cumplimiento y, en su caso, determinará el perdón judicial, la suspensión condicional de la pena
y las obligaciones que deberá cumplir el condenado. Se fijará, además, la fecha en que la
condena finaliza, y se computa como parte cumplida de la sanción todo el tiempo que el

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imputado haya estado detenido por ese delito. La resolución decidirá también sobre las costas y
sobre la entrega de los objetos secuestrados a quien el tribunal entienda con mejor derecho de
poseerlos, y decidirá sobre el decomiso, la confiscación y la destrucción, previstos en la ley. En la
sentencia, el juez o tribunal puede disponer la suspensión condicional de la pena, así como el
perdón judicial.
CONCLUSIONES

-El Tribunal Constitucional boliviano ha hecho posible el traspaso de un ordenamiento


jurídico preconstitucional, contrario a los postulados básicos del Estado Social y Democrático de
Derecho, a otro plenamente constitucional, respetuoso de las garantías constitucionales; y ha
revolucionado los derechos fundamentales, el debido proceso y el juicio oral y público.
-El nuevo sistema procesal penal se encuentra sometido al control constitucional o
proceso de constitucionalización, cuya importancia aumenta, ya que la justicia ordinaria, en
muchos casos, no sólo se ha mostrado desorientada y confundida, sino también incapacitada de
establecer las líneas rectoras del nuevo proceso penal.
-Con motivo de los numerosos actos ilegales, omisiones indebidas, detenciones arbitrarias
y abusivas, etc. que se vienen dando en la aplicación del nuevo Código procesal, el Tribunal
Constitucional ha dictado muchas sentencias que, dado su carácter vinculante, no sólo se
convierten en fuente del Derecho, sino también en una veta inagotable del nuevo ordenamiento
jurídico boliviano.
-Como parte del nuevo ordenamiento jurídico, el Tribunal Constitucional ha interpretado
que el juicio oral y público se compone de tres partes: 1) la etapa preparatoria; 2) la etapa
intermedia; y 3) el juicio oral y público.
-La interpretación, desarrollo, alcance y consolidación de la garantía del debido
proceso, dada la incapacidad de los jueces ordinarios, ha sido obra exclusiva del Tribunal
Constitucional. El Código de Procedimiento Penal reglamenta y desarrolla el debido
proceso que, además, se encuentra reconocido en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, y otros Pactos y Convenios Internacionales.
-El juicio oral y público es la fase esencial del proceso, y se realiza sobre la base de la
acusación, en forma contradictoria, oral, pública y continua, lo que constituye, a todas luces, una

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innovación que consolida el sistema acusatorio, el debido proceso, los derechos fundamentales y
las garantías constitucionales.
-El nuevo juicio oral y público responde a los postulados básicos de un Estado Social y
Democrático de Derecho, a los principios de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente, y a la Constitución Política del Estado.
-El Tribunal Constitucional, salvo algunas excepciones, ha sido consecuente con los
principios ya previstos, y ha desarrollado y consolidado una línea jurisprudencial en defensa del
nuevo sistema procesal penal.

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