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Agresividad Como Comportamiento Aprendido Desde El Hogar PDF
Agresividad Como Comportamiento Aprendido Desde El Hogar PDF
Integrantes:
Introducción ................................................................................................................. 3
Agresividad como comportamiento aprendido en el hogar ......................................... 5
Causas de la conducta agresiva en niños ................................................................... 6
Exposición a contenido violento ........................................................................ 6
Ausencia de reglas en casa............................................................................... 6
Intolerancia a la frustración................................................................................ 6
Falta de habilidades sociales............................................................................. 7
Comunicación deficiente ................................................................................... 7
Perfil del niño agresivo ................................................................................................ 7
Síndrome del Emperador ............................................................................................ 9
Niños y Adolescentes Tiranos-Dictadores ................................................................... 9
Perfil de los padres obedientes ................................................................................. 12
Teorías explicativas del comportamiento agresivo .................................................... 14
¿Cómo valorar si un niño es o no agresivo? ............................................................. 15
Cómo tratar la conducta agresiva .............................................................................. 16
Algunas consideraciones sobre el castigo ................................................................ 17
Recomendaciones a los padres y los profesores ...................................................... 18
Conclusión................................................................................................................. 22
Referencias bibliográficas ......................................................................................... 24
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Introducción
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social con otros niños o con los mayores por no conseguir satisfacer sus propios
deseos; problemas con los mayores por no querer seguir las órdenes que éstos le
imponen; y problemas con adultos cuándo les castigan por no haberse comportado
bien, o con otro niño cuando éste le ataca. Con estos conflictos, los niños se sienten
frustrados y construyen una emoción negativa a la cual reaccionará de una forma
agresiva o no, dependiendo de sus experiencias y modelos. El niño puede aprender
a comportarse de forma agresiva porque lo imita de los padres, otros adultos o
compañeros.
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Agresividad como comportamiento aprendido en el hogar
En cuanto a la figura del hijo maltratador, este suele ser víctima del fracaso escolar y
laboral, dada su resistencia a cumplir normas o a someterse a disciplina. Suelen ser
impulsivos y agresivos, con alto nivel de frustración, faltos de empatía, sin control de
la ira y con altas dosis de irritabilidad, depresión y ansiedad.
Las soluciones pasan por la intervención conjunta de los padres y del propio sujeto
mediante técnicas conductuales y cognitivas de carácter educativo para modificar los
reforzamientos de las conductas agresivas y para enseñar a educar.
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Causas de la conducta agresiva en niños
Una conducta agresiva no es lo mismo que tener un carácter fuerte. En la infancia, son
normales los ataques de agresividad. Las conductas agresivas son conductas
intencionadas que pueden causar daño, ya sea físico o psíquico.
Conductas como pegar a otros, ofenderlos, burlarse de ellos, tener rabietas o usar
palabras inadecuadas para llamar a los demás forman parte de la agresividad infantil.
Cuando algunos niños persisten en su conducta agresiva y son incapaces de controlar
su fuerte genio, pueden sentirse frustrados causando sufrimiento y el rechazo de los
demás.
Algunas de las causas por las que los niños desarrollan la agresividad son las
siguientes:
Mal ejemplo en la casa: La teoría el modelado que supone que los padres
son modelos de conducta para sus hijos, alcanza aquí su máxima expresión.
Los niños, que ciertamente aprenden lo que ven, si observan que el modo de
resolver los conflictos en casa casi siempre es la violencia, el niño asimilará
como un patrón de conducta normal.
Exposición a contenido violento: Igual que los padres, existen otros
modelos de referencia. Así, un niño expuesto continuamente a programas de
televisión, películas, deportes de lucha o video juegos, con cierta carga de
violencia también contribuye directamente a que reproduzca conductas
agresivas.
Ausencia de reglas en casa: Cuando los niños viven en casa con ausencia
de reglas, aprenden que en realidad opera la ley del más fuerte. Ante esta
situación, los más pequeños entienden que no les queda más remedio que
responder con comportamientos violentos si quieren ocupar su puesto en el
hogar.
Intolerancia a la frustración: Aquellos niños que no han aprendido a aceptar
y superar las frustraciones, cuando se vean ante una dificultad que no sepan
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afrontar, responderán con una actitud violenta incapaces de asimilar las
consecuencias.
Falta de habilidades sociales: Tan importante como saber resolver
problemas de matemáticas, lo es resolver situaciones conflictivas. Para ello,
sin embargo, no hacen falta los conocimientos académicos sino habilidades
sociales que le ayuden a solucionar problemas sin recurrir a la agresividad.
Comunicación deficiente: En muchas ocasiones, las dificultades que un niño
puede tener para expresarse o retrasos en el lenguaje, puede conducirle a
una frustración traducida en el uso de la agresividad como respuesta.
Aunque las conductas de maltrato de hijos hacia sus padres se pueden manifestar a
cualquier edad y en diferentes niveles socioculturales y económicos, se han
identificado una serie de características que configuran un perfil propio del menor
maltratador.
En cuanto a la edad, parece ser que el maltrato hacia los progenitores es más común
en los inicios de la adolescencia, aproximadamente en torno a los 16-17 años, aunque
es frecuente que se aprecien las primeras señales de agresividad y violencia sobre los
12 años. El factor de la edad es determinante en el tipo de agresividad y maltrato, ya
que en edades más tempranas (menores de 15 años) esta suele ser de origen
psicológico y en adolescentes mayores tiende a cobrar una mayor importancia la
agresividad física.
A pesar de que las situaciones de maltrato de menores hacia sus progenitores, como
ya se ha apuntado anteriormente, se producen en cualquier ámbito socioeconómico y
cultural, se ha hallado una mayor proporción de casos en contextos con un nivel
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cultural alto. Sin embargo, en los últimos años y debido a las circunstancias
socioeconómicas por las que atraviesa nuestra sociedad, se está asistiendo al
incremento de casos de menores maltratadores pertenecientes a la clase media. Estos
chicos y chicas se rebelan contra sus padres porque no pueden satisfacer sus
`caprichos` al verse reducidos los ingresos con los que cuenta la familia. Los menores
maltratadores, por norma general no se han visto envueltos en situaciones delictivas
previas.
Aquellos que maltratan a sus familiares debido a que padecen algún tipo
de adicción.
Los que presentan trastornos de conducta.
Los jóvenes que presentan agresividad a consecuencia de una educación
permisiva y carente de normas y límites.
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Estas familias suelen presentar una fachada de normalidad y convivencia en ámbitos
sociales externos. No exteriorizan fuera del ámbito familiar las manifestaciones
agresivas.
Este síndrome puede definirse como un trastorno de agresividad de los hijos hacia sus
padres. Estos hijos no sufren de enfermedades mentales, no fueron víctimas previas
de malos tratos, no han sido desatendidos por sus progenitores ni estos tienen
conductas desestructuradas, ni tienen por qué ser adictos a las drogas.
Lo que los menores que presentan síndrome del emperador tienen es una falta
absoluta de sensibilidad emocional y de apego. Para ellos, los padres no tienen
autoridad para imponérsele ni tienen derecho a establecer normas, no sienten respeto
alguno por ellos.
Como punto de partida hemos de dejar constancia de que no todos los niños que
presentan las conductas que vamos a mencionar se convierten en maltratadores, pero
sí que los niños que se han convertido en maltratadores han pasado por estas mismas.
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Los maltratadores en general y los menores maltratadores en concreto, siempre
intentan imponer sus criterios, enrabietándose y volviéndose agresivos frente a la
frustración.
No existe un único perfil de menor maltratador. Este puede ser de cualquier nivel
cultural, económico o social. No obstante, su presencia es más habitual entre las
familias rotas por una separación o divorcio y con un nivel socioeconómico alto.
Además, se da con más frecuencia cuando el menor es hijo único o, si tiene más
hermanos, la diferencia de edad entre ellos es bastante alta.
Los hijos tiranos desobedecen por norma y no cumplen con sus obligaciones. Se
comportan como dueños absolutos de la casa, comportándose respecto a los padres
como si estos viviesen para oponerse a él y recortarle su libertad.
El menor maltratador puede desarrollar diferentes técnicas de maltrato. Por una parte,
tendríamos el maltrato psicológico, manifestado mediante insultos y desprecios hacia
los padres para reírse de ellos, ridiculizarlos o hacerles sentir culpables de su
frustración. También este tipo de maltrato puede consistir en hacerles pasar a los
padres malos tragos en público o en situaciones comprometidas.
De otro lado tenemos el maltrato físico el cual siempre viene como sucesión del
psicológico, es decir, que para que se dé el primero ha de haberse dado con antelación
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el segundo. El proceso de transición de uno a otro es paulatino, como el proceso de
conversión de hijo normal a hijo maltratador.
Este proceso que mencionamos tiene su origen en sus primeras edades cuando no se
corrigen determinados comportamientos como exigir a gritos o mediante berrinches y
rabietas o montar en cólera si no consiguen un deseo. También es un síntoma negarse
a cumplir con sus obligaciones domésticas o escolares. Si en ese momento consiguen
sus objetivos están poniendo la primera piedra de su tiranía.
El no ser reprendidos suele asociarse a padres que ceden siempre a los caprichos y a
los deseos de bienes materiales del niño, perdiendo así su autoridad y dejando que el
niño se sienta superior a ellos. Los motivos para estas cesiones suelen ser los deseos
de que al hijo `no le falte de nada` o el miedo a perder su cariño. Posteriormente, este
miedo pasa a ser terror hacia las rabietas y los comportamientos agresivos del hijo.
Eso les hace que se vuelvan más y más permisivos y condescendientes alcanzando
un punto de no retorno que hará que cualquier negativa futura se convierta en
frustración y agresividad.
Existe otro factor causante de esta agresividad del hijo hacia sus progenitores. Se trata
de la ausencia de normas y obligaciones, situación que el menor asume creyendo que
él tiene todos los derechos y ninguna obligación.
Ante estos comportamientos se debe poner límite a tiempo, cortando las actitudes
agresivas, oposicionistas y rebeldes. La corta edad del hijo no debe ser excusa para
que los padres le reprendan de forma proporcionada y adecuada. Los padres deben
actuar firmemente, sin cesiones ante las amenazas y las rabietas porque son estos los
que dirigen a la familia, contando con la opinión de los demás miembros, pero sin estar
subyugados a ellos. Estas actitudes de los padres han de ser inflexibles y coordinadas,
de nada sirven si solo las adopta uno de ellos con la disensión del otro. Ambos deben
demostrar tener los mismos criterios de disciplina y de corrección de los hijos. Eso sí,
todo esto se tiene que administrar con firmeza, pero, igualmente importante, con
cariño.
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Perfil de los padres obedientes
A veces, los padres se acostumbran a una actitud oposicionista de los hijos. Si día a
día y por sistema se enfrentan a conflictos a la hora de despertar, de lavarse o vestirse,
de desayunar, almorzar o cenar, de ir a clase, etc., si es habitual el que un hijo moleste
a sus hermanos continuamente o haga, como se dice vulgarmente, “de su capa un
sayo”, si un hijo llama la atención continuamente, si demanda una constante
disponibilidad de los padres, si los berrinches, la reafirmación del yo, la negación
continua, etc., son lo habitual, puede que los padres se acaben cansando.
En primer lugar, se debe reconocer y comprender qué ocurre para luego ver sus
orígenes y las circunstancias en las que se da. Para responder a estas preguntas la
clave es la comunicación pues, aunque los padres sepan qué es lo que el hijo debe o
no hacer ¿lo sabe el hijo? Y una vez averiguado ¿perciben los hijos la autoridad de los
padres? No olvidemos que estamos ante `padres obedientes` que han abdicado de
esa autoridad.
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Los hijos deben sentir que conseguir siempre su capricho solo les satisfará
temporalmente pero que en el futuro lamentarán haber adquirido hábitos conductuales
erróneos.
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Compartir con los hijos los buenos momentos y no escatimar el tiempo para
estar con ellos.
Evitar emitir mensajes que no puedan ser cumplidos. No se debe amenazar
con el hombre del saco, con la policía o con abandonarlos porque si llega la
hora de cumplir la amenaza descubrirá que no tenemos autoridad para ello ya
que esta es incumplible. Se le debe amenazar con ser castigado. Tampoco se
les debe insultar llamándole tonto o vago.
Las Activas: son aquellas que ponen el origen de la agresión en los impulsos internos,
lo cual vendría a significar que la agresividad es innata, que se nace o no con ella.
Defensores de esta teoría: Psicoanalíticos y Etológicos.
Teoría del aprendizaje social: Para poder actuar sobre la agresividad necesitamos un
modelo o teoría que seguir y éste, en nuestro caso, será la teoría del aprendizaje
social. Habitualmente cuando un niño emite una conducta agresiva es porque
reacciona ante un conflicto. Dicho conflicto puede resultar de:
1. Problemas de relación social con otros niños o con los mayores, respecto de
satisfacer los deseos del propio niño.
2. Problemas con los adultos surgidos por no querer cumplir las órdenes que éstos le
imponen.
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3. Problemas con adultos cuando éstos les castigan por haberse comportado
inadecuadamente, o con otro niño cuando éste le agrede.
Sea cual sea el conflicto, provoca en el niño cierto sentimiento de frustración u emoción
negativa que le hará reaccionar. La forma que tiene de reaccionar dependerá de su
experiencia previa particular. El niño puede aprender a comportarse de forma agresiva
porque lo imita de los padres, otros adultos o compañeros. Es lo que se llama
Modelamiento.
Cuando los padres castigan mediante violencia física o verbal se convierten para el
niño en modelos de conductas agresivas. Cuando el niño vive rodeado de modelos
agresivos, va adquiriendo un repertorio conductual caracterizado por una cierta
tendencia a responder agresivamente a las situaciones conflictivas que puedan surgir
con aquellos que le rodean.
Ante una conducta agresiva emitida por un niño lo primero que haremos será identificar
los antecedentes y los consecuentes de dicho comportamiento. Los antecedentes nos
dirán cómo el niño tolera la frustración, qué situaciones frustrantes soporta menos. Las
consecuencias nos dirán qué gana el niño con la conducta agresiva.
Por ejemplo: " Una niña en un parque quiere bajar por el tobogán, pero otros niños se
le cuelan deslizándose ellos antes. La niña se queja a sus papás los cuales le dicen
que les empuje para que no se cuelen. La niña lleva a cabo la conducta que sus padres
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han explicado y la consecuencia es que ningún otro niño se le cuela y puede utilizar el
tobogán tantas veces desee."
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socialmente hábil. Son varios los procedimientos con que contamos para ambos
objetivos. ¿Cuál o cuáles elegir para un niño concreto dependerá del resultado de la
evaluación? Vamos a ver algunas de las cosas que podemos hacer. En el caso de un
niño que hemos evaluado se mantiene la conducta agresiva por los reforzadores
posteriores se trataría de suprimirlos, porque si sus conductas no se refuerzan
terminará aprendiendo que sus conductas agresivas ya no tienen éxito y dejará de
hacerlas. Este método se llama extinción y puede combinarse con otros como por
ejemplo con el reforzamiento positivo de conductas adaptativas. Otro método es no
hacer caso de la conducta agresiva, pero hemos de ir con cuidado porque sólo
funcionará si la recompensa que el niño recibía y que mantiene la conducta agresiva
era la atención prestada. Además, si la conducta agresiva acarrea consecuencias
dolorosas para otras personas no actuaremos nunca con la indiferencia. Tampoco si
el niño puede suponer que con la indiferencia lo único que hacemos es aprobar sus
actos agresivos. Existen asimismo procedimientos de castigo como el Tiempo fuera o
el coste de respuesta. En el primero, el niño es apartado de la situación reforzante y
se utiliza bastante en la situación clase. Los resultados han demostrado siempre una
disminución en dicho comportamiento. Los tiempos han de ser cortos y siempre
dependiendo de la edad del niño. El máximo sería de 15 minutos para niños de 12
años. El coste de respuesta consiste en retirar algún reforzador positivo
contingentemente a la emisión de la conducta agresiva. Puede consistir en pérdida de
privilegios como no ver la televisión. El castigo físico no es aconsejable en ninguno de
los casos porque sus efectos son generalmente negativos: se imita la agresividad y
aumenta la ansiedad del niño.
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2. Al aplicar el castigo no lo hagamos regañando o gritando, porque esto indica que
nuestra actitud es vengativa y con frecuencia refuerza las conductas inaceptables.
3. No debemos aceptar excusas o promesas por parte del niño.
4. Hay que dar al niño una advertencia o señal antes de que se le aplique el castigo.
5. El tipo de castigo y el modo de presentarlo debe evitar el fomento de respuestas
emocionales fuertes en el niño castigado.
6. Cuando el castigo consista en una negación debe hacerse desde el principio de
forma firme y definitiva.
7. Hay que combinar el castigo con reforzamiento de conductas alternativas que
ayudarán al niño a distinguir las conductas aceptables ante una situación
determinada.
8. No hay que esperar a que el niño emita toda la cadena de conductas agresivas
para aplicar el castigo, debe hacerse al principio.
9. Cuando el niño es mayor, conviene utilizar el castigo en el contexto de un contrato
conductual, puesto que ello ayuda a que desarrolle habilidades de autocontrol.
10. Es conveniente que la aplicación del castigo requiera poco tiempo, energía y
molestias por parte del adulto que lo aplique.
Con lo explicado anteriormente nos damos cuenta que la conducta agresiva de nuestro
hijo es una conducta aprendida y como tal puede modificarse. También la lectura
anterior nos ha servido para comprender que una conducta que no se posee puede
adquirirse mediante procesos de aprendizaje.
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problema desde casa. Una vez tenemos claro lo anterior, la modificación de la
conducta agresiva pasará por varias fases que irán desde la definición clara del
problema hasta la evaluación de los resultados.
Vamos a analizar por separado cada una de las fases que deberemos seguir:
Debemos reducir el contacto del niño con los modelos agresivos. Por el contrario,
conviene suministrar al niño modelos de conducta no agresiva. Muéstrele a su hijo
otras vías para solucionar los conflictos: el razonamiento, el diálogo, el establecimiento
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de unas normas. Si los niños ven que los adultos tratan de resolver los problemas de
modo no agresivo, y con ello se obtienen unas consecuencias agradables, podrán
imitar esta forma de actuar. Para nosotros papás entrenar el autocontrol con ayuda de
la relajación.
Existe una cosa denominada "Contrato de contingencias" que tiene como finalidad
comprometer al niño en el proyecto de modificación de conducta. Es un escrito entre
padres e hijo en el que se indica qué conductas el niño deberá emitir ante las próximas
situaciones conflictivas y que percibirá por el adulto a cambio.
6. Evalúe los resultados del programa: Junto con el tratamiento que usted ha decidido
para eliminar la conducta agresiva de su hijo, usted ha planificado también reforzar las
conductas alternativas de cooperación que simbolizan una adaptación al ambiente.
Una vez transcurridas unas tres semanas siguiendo el procedimiento, deberá proceder
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a su evaluación. Si no hemos obtenido ninguna mejora, por pequeña que sea, algo
está fallando, así es que deberemos volver a analizar todos los pasos previos. La hoja
de registro nos ayudará para la evaluación de resultados. Si hemos llegado al objetivo
previsto, es decir, reducción de la conducta agresiva, no debemos dejar drásticamente
el programa que efectuamos, porque debemos preparar el terreno para que los
resultados conseguidos se mantengan. Para asegurarse de que el cambio se
mantendrá, elimine progresivamente los reforzadores materiales. No olvide que los
procedimientos que usted como padre ha aprendido, los puede interiorizar para
provocar en usted mismo un cambio de actitud. Practique el entrenamiento en
asertividad y será más feliz.
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Conclusión
La capacidad de responder empáticamente a las emociones de los otros tiene una clara
relación con el afecto de las figuras del apego, la familia. La transmisión de valores y
normas de padres a hijos debe realizarse a través de una relación afectiva, cercana y
de comunicación sintonizada. La familia es el agente principal y fundamental de
influencia en el sujeto para aprender y desarrollar futuras actitudes violentas.
En las manifestaciones violentas o agresivas de los hijos, así como el desarrollo de
estas, influye el clima familiar en el que se encuentren. Conflictos o malos tratos, grado
de agresividad, intensidad, frecuencia, duración y resolución final son observados y
percibidos por los hijos que, a largo plazo, puede impactar en su desarrollo y en la
forma de afrontar las situaciones o problemas, aceptando e interiorizando la violencia
como la única manera de resolverlos. Los niños que han sido expuestos a la violencia
son más agresivos en el futuro.
Las conductas agresivas, son actos intencionales de naturaleza física, verbal, gestual
y/o actitudinal mediante el cual un niño daña, produce conflicto, lastima o crea
malestar en otros. Sus conductas agresivas frecuentes, responden a motivos diversos
(defensa, arbitrarios, competición, juego, frustración y lucha de poder) y se expresan
de distintas maneras (actitudes, gestos, amenazas, golpes).
Según los expertos, la frustración facilita la agresión y es un excelente caldo de
cultivo para que se desarrollen conductas agresivas en los niños. El comportamiento
agresivo del niño es normal, pero el problema es saber controlarlo. Muchas veces, el
niño provoca a un adulto para que él pueda intervenir en su lugar y controlar sus
impulsos agresivos, ya que no puede con todo.
Por eso, el niño necesita de un "no hagas eso" o "para con eso". Los niños, a veces,
piden una riña. Es como si pidiera prestado un control a su padre o a su madre. Del
mismo modo que los padres enseñan a caminar, a hablar o a comer a sus hijos,
deben enseñar también a controlar su agresividad.
Educar a los niños es una tarea difícil, que requiere trabajo. Pero que vale la pena
intentar acertar, mantener el equilibrio y procurar el consenso entre los padres para
que en la educación del niño no ocurran fallos de doble comunicación. Si uno de los
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padres permite todo y el otro nada, eso confundirá al niño y probablemente se
rebelará.
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Referencias bibliográficas
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