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Aporte de La Filosofía A Misión UIS
Aporte de La Filosofía A Misión UIS
MISIÓN UIS
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Los subrayados son propios.
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En primer lugar, es preciso señalar que todos los autores aquí señalados
coinciden en un elemento fundamental, que a su vez se ha convertido en
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uno de los pilares de la filosofía desde la Ilustración, esto es, el uso crítico
de la razón.
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“Actúa de tal manera, que hagas uso de tu humanidad, tanto en tu persona, como en la persona de cada uno
de los demás, en todo tiempo igualmente como fin y nunca sólo como medio”. KANT, Immanuel. Werke in
sechs Bänden (Hrsg. W. Weischedel). Band IV. Schriften zur Ethik und Religionsphilosophie,
Wissenschaftliche Buchgesellschaft Darmstadt. 1975, pág. 61. Traducción propia.
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“(...) actúa de acuerdo a una máxima que al mismo tiempo pueda valer como una ley universal”. Ibid., pág.
331. Traducción propia.
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Todo lo hasta aquí expuesto implica, sin embargo, según Kant, que los
seres humanos deben hacer un uso público de la razón, es decir, que
cuando opinan sobre algo que atañe a todos y tiene que ver con lo público,
no se usa la razón teniendo en cuenta las razones individuales, sino
teniendo en cuenta motivos e intereses generales, es decir públicos.
Entonces, cuando un sacerdote opina sobre la virginidad de María, lo hará
como teólogo (respetando los dogmas de su religión), pero cuando opine
sobre la libertad de culto o sobre problemas de justicia social debe hacerlo
como ciudadano, haciendo uso público de su razón. Esto, sin embargo, no
quiere decir que en ocasiones no utilice argumentos de tipo teológico con
fines retóricos, o lo que es lo mismo, para convencer a un público
profundamente religioso de la conveniencia de una ley jurídica.
roles dentro del espacio social más amplio. Lo que el individuo es y piensa
de sí mismo (autoconciencia e identidad) está constituido, por lo tanto,
socialmente. El lenguaje es, entonces, el elemento fundamental que hace
posible la solidaridad y la convivencia cooperativa dentro de las
comunidades humanas5. Sin embargo, no todo uso del lenguaje es
apropiado para la transmisión y fortalecimiento de los lazos de solidaridad
social. Existen tres actos del habla fundamentales: el locucionario, el
perlocucionario y el ilocucionario6. Mediante el locucionario decimos algo,
mediante el perlocucionario queremos causar un determinado
comportamiento en el receptor y mediante el ilocucionario queremos
hacernos entender sobre algo en el mundo natural, social e interior. El uso
perlocucionario del lenguaje es el uso del emisor que basado en una
racionalidad estratégico-instrumental trata de mover al receptor a hacer
algo que él quiere. La finalidad de éste no es pues hacerse entender, sino
manipular al otro, ocultándole las verdaderas intenciones, para satisfacer
sus propios intereses (ejemplo: quien dice a su hermano que es el mejor y
más bello niño del mundo con la intención de que éste vaya a la tienda y le
compre algo; el político que promete y jura luchar contra la corrupción con
el fin de ganarse la simpatía de los votantes o el insurgente que dice
luchar por los intereses de los más débiles mientras secuestra
indiscriminadamente y mata civiles en la toma de un pueblo utilizando
armas no convencionales). Por el contrario, el uso ilocucionario del
lenguaje sí es apto para el mantenimiento y fortalecimiento de los lazos de
solidaridad y cooperación social. Mediante él se formulan tres tipos de
pretensiones de validez: de verdad (se afirma algo sobre el mundo exterior,
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A. Kaufmann afirma en este sentido que “(...) el lenguaje es la expresión misma de la persona, es el origen
del espíritu humano y de su personalidad; sólo a partir del poder hablar comienza el hombre, en sentido
propio y profundo, a ser hombre: a apropiarse de sí mismo y de su mundo (...) Punto de partida para el
hombre que se busca así mismo y al mundo –“su mundo”- es el lenguaje (...) el lenguaje es lo humanum por
antonomasia. De ahí se explica que se haya caracterizado al lenguaje precisamente como constituyente de la
realidad (...) En el mismo sentido se ha hablado del “mundo devenido a partir de la palabra” (Gewordensein
der Welt) (...) el lenguaje configura la realidad, solo quien tiene lenguaje posee mundo, sólo quien puede
nombrar cosas puede otorgarles significados, puede apropiarse de ellas (...)”. KAUFMANN, Arthur. Filosofía
del Derecho. Externado de Colombia. Bogotá, 1999, págs. 227-229.
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Ver: AUSTIN, J.L. How to do Things with words, Oxford, 1962.
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“Los procesos de entendimiento tienen como meta un acuerdo que satisfaga las condiciones de un
asentimiento, racionalmente motivado, al contenido de una emisión. Un acuerdo alcanzado
comunicativamente tiene que tener una base racional; es decir, no puede venir impuesto por ninguna de las
partes, ya sea instrumentalmente, merced a una intervención directa en la situación de acción, ya sea
estratégicamente, por medio de un influjo calculado sobre las decisiones de un oponente. Ciertamente que
puede haber acuerdos que objetivamente sean acuerdos forzados, pero lo que a ojos vistas ha sido producido
por un influjo externo o mediante el uso de la violencia, no puede constar subjetivamente como acuerdo. El
acuerdo se basa en convicciones comunes. El acto de habla de un actor sólo puede tener éxito si el otro acepta
la oferta que ese acto de habla entraña, tomando postura (siquiera sea implícitamente) con un sí o con un no
frente a una pretensión de validez que en principio es susceptible de crítica. Tanto ego, que vincula a su
manifestación una pretensión de validez, como alter, que la reconoce o rechaza, basan sus decisiones en
razones potenciales”. HABERMAS, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Tomo I. Taurus, Madrid,
1987, pág. 368-369.
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pues, como ya en Kant, este poder y función del derecho, el que hace
posible las transformaciones sociales, ya que él posibilita que los acuerdos
logrados por los ciudadanos no se queden en acuerdos meramente
morales, sin ningún efecto práctico, sino que se logre un “transcendentaler
Tausch” –intercambio transcendental-, mediante el cual un individuo
puede exigir de los otros y del poder económico y político-burocrático de
los expertos, el cumplimiento responsable de los acuerdos logrados
comunicativamente.
autoregulados, y a la inversa. Sin este transformador del lenguaje ordinario no podría circular a lo largo y
ancho de toda la sociedad”. HABERMAS, Jürgen. Facticidad y validez. Trotta, 1998, pág. 434.
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Según Rawls: “No existe ningún procedimiento institucional que no pueda utilizarse abusivamente o
distorsionarse para promulgar estatutos que violen los principios constitucionales y democráticos básicos”.
Ibid., pág. 221. Para Habermas: “(...) las instituciones jurídicas de la libertad decaen y se arruinan sin las
inciativas de una población habituada a la libertad. La espontaneidad de esta población no es algo que
precisamente el derecho pueda forzar; se regenera a partir de tradiciones que mantengan vivo el sentido de la
libertad y que promuevan el ejercicio de la libertad, y se mantiene viva en el tejido asociativo de una cultura
política liberal”. HABERMAS, Jürgen. Facticidad y validez. Trotta, 1998, pág. 197.
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Para concluir, debe hacerse explícito que sólo hemos tenido en cuenta
elementos de tres filósofos. Igualmente, sin embargo, podrían tenerse en
cuenta elementos de prácticamente todos los filósofos de todas las regiones
y de todos los tiempos, pues todos han emprendido una infinita variedad
de investigaciones que ofrecen una cantidad ilimitada de herramientas
cognoscitivas y metodológicas útiles para la constitución, fortalecimiento y
mantenimiento de una sociedad justa, solidaria y libre.
Es así como, por ejemplo, puede sacarse mucho provecho del estudio de
un filósofo contemporáneo como R. Rorty, cuyas ideas parecieran
contradecir el apelo a la razón de Kant, Habermas y Rawls, pero vistas con
profundidad las complementan, pues muestran cómo es necesario educar
de manera integral (a lo cual ninguno de los autores arriba señalados se
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. RORTY, Richard 1998: Derechos humanos, racionalidad y sentimentalidad, en: Stephen Shute y Susan
Hurley (ed.) Los derechos humanos. Las conferencias de Oxford Amnesty de 1993, Editorial Trotta, Madrid,
págs. 117-136.