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María en la teología sistemática

Ivone GEBARA, María Clara L. BINGEMER*

1. RELECTURA DE LOS DOGMAS MARIANOS trascendencia. Sino que, al contrario, solamente en


la fragilidad, en la pobreza y en los límites de la
Hoy, en América latina es preciso pensar los carne humana se puede experimentar y adorar la
dogmas de la Iglesia –y, en este caso, los dogmas grandeza inefable del Espíritu. Significa, también,
marianos– a la luz de los presupuestos antropológi- proclamar la llegada del reino que «ya está en medio
cos y hermenéuticos que actualmente emplea la de vosotros». Dios asumió la historia humana por
teología. Es preciso, también y después de eso, pen- dentro, viviendo él mismo sus luchas y percances,
sarlos y reflexionarlos desde las claves eclesiales y derrotas y victorias, inseguridades y alegrías. María
pastorales que orientan a la Iglesia latinoamericana es figura y símbolo del pueblo que cree y experi-
a partir de las conferencias generales de los obis- menta esa llegada de Dios que ahora pertenece a la
pos. raza humana. Aquella cuya carne formó la carne del
Hijo de Dios es también el símbolo y prototipo de la
nueva comunidad donde hombres y mujeres se
1.1. El misterio de la Theotokos, madre de Dios aman y celebran el misterio de la vida que se mani-
festó en plenitud. Significa también desvelar toda la
Al contrario de otros dogmas, cuyas raíces bíbli- grandeza del misterio de la mujer. Misterio de aper-
cas son cuestionadas y constituyen auténticos pro- tura, fuente y protección de la vida. María es, al
blemas ecuménicos, la maternidad divina de María mismo tiempo, madre de todos los vivientes, mujer
posee profundos y sólidos puntos de apoyo en la donde el misterio de la fuente y origen de la vida lle-
Escritura. Con el título de madre se llama a María ga a un punto máximo de densificación. Revela, así,
la mayoría de las veces en el Nuevo Testamento (25 un lado inédito e inexplorado del misterio del propio
veces). María es fundamentalmente, para los relatos Dios encarnado en su seno: que es él mismo com-
evangélicos, la madre de Jesús. En el centro del parable a la mujer que da a luz, que amamanta el
misterio de la encarnación, misterio que es salva- hijo de sus entrañas y del que no se olvida (cf. Is
ción para todo el género humano, el Nuevo Testa- 66,13; 42,14; 49,15). Finalmente, significa recono-
mento coloca, pues, al hombre y a la mujer, Jesús y cer en esta misma que llamamos Madre y Señora
María, a Dios tomando carne de varón en y por me- Nuestra a la pobre y oscura mujer de Nazaret, ma-
dio de la carne de la mujer. El concilio de Éfeso dre del carpintero subversivo y condenado a muer-
(431) declara a María, expresamente, Theotokos, te, Jesús. Implica percibir, tras el título de gloria y
madre de Dios. La maternidad divina de María apa- las lujosas imágenes con que la piedad tradicional
rece ahí, en esa declaración conciliar, como clave de la representa, el no menos real y teológico título de
interpretación del misterio de la encarnación, que «sierva del Señor». La maternidad es un don y una
hace posible y explica la unión de las dos naturale- dignidad, pero también un servicio, que se inscribe
zas del Verbo de Dios. De aquel que es engendrado en la misma línea de los «siervos de Yahvé», inspira-
eternamente por el Padre, se dice que nació de mu- ción para la Iglesia que, en América latina, se auto-
jer según la carne, en el sentido de que unió a sí la comprende como Iglesia servidora de los pobres, pa-
naturaleza humana según la hipóstasis. A partir de ra quien la encarnación de Jesús en María trae la
Éfeso, la maternidad divina constituye un título buena nueva de la liberación.
único de señorío y gloria para aquella que es la ma-
dre del Verbo encarnado.
1.2. Virginidad
Reconocer a María como madre de Dios significa,
de hecho, profesar que Jesús, el carpintero de Na- El judaísmo, del cual María es legítima hija, no
zaret, el Crucificado, hijo de María según la genera- considera la virginidad como un valor particular.
ción humana, es Hijo de Dios y Dios mismo. La vi- Ésta equivale a la esterilidad, a la no procreación,
sión antropológica subyacente a esta afirmación es que acarrea desprecio e implica una carga de muer-
profundamente integrada y unitaria. Toda mujer es te, ya que la supervivencia está en la prole. La vir-
madre no sólo del cuerpo, sino de la persona entera ginidad de María no puede ser vista, por tanto, des-
de su hijo. El misterio de la encarnación de Jesús, de un punto de vista moralizante e idealizado. Los
Hijo de Dios, en María de Nazaret nos enseña que la textos bíblicos quieren decir que el hijo que es en-
persona humana no es bipartida entre un cuerpo de gendrado en María es un ser divino. La cadena de
materia e imperfección y un espíritu de grandeza y genealogías humanas sufre una radical ruptura pa-
2 MARÍA EN LA TEOLOGÍA LATINOAMERICANA

ra dar lugar al Espíritu que con su soplo creador aplastándole la cabeza. Además de otros menos im-
invade la historia y hace brotar la vida allí donde portantes referentes al arca de la Alianza, a la Ciu-
sería imposible. Jesús, el nuevo Israel que brota del dad Santa, etc., está el saludo del ángel en el evan-
seno de la Virgen, es la simiente del nuevo pueblo gelio de Lucas, que declara a María «llena de gracia»
que es plasmado por el Espíritu del cual María es (Lc 1,28) y el saludo de Isabel que la declara «bendi-
figura y símbolo. La tradición de la Iglesia toma en- ta entre todas las mujeres» (Lc 1,42). María aparece,
tonces este indicio para proclamar, a lo largo de la pues, como el milagro de Dios por excelencia, la
historia de los primeros siglos y, finalmente, en el creación llegada a su plenitud, bendita, bienaventu-
concilio Lateranense (año 649), la virginidad perpe- rada, llena de gracia. El sentir de los fieles lo vivió y
tua de María. lo expresó en su devoción antes de que el magisterio
de la Iglesia oficialmente lo reconociera como dogma
La virginidad de María ilumina la cuestión an- de fe.
tropológica sobre quién es el ser humano. La crea-
tura humana es como un terreno virgen e inexplo- Por su Inmaculada Concepción, María es la sín-
rado, donde todo puede acontecer. Y todo lo que le tesis personificada de la antigua Sión-Jerusalén. En
acontecerá deberá llevar a esa misma creatura hu- ella tiene inicio ejemplar el proceso de renovación y
mana hasta el punto en que María llegó a tener purificación de todo el pueblo para vivir más ple-
plasmado en sus entrañas el propio Dios. A la virgi- namente la alianza de Dios. Toda de Dios, María ya
nidad de María fecundada por el Espíritu corres- es, pues, prototipo de aquello que el pueblo es lla-
ponde la vocación de todo ser humano: ser templo y mado a ser. La Inmaculada Concepción es, por tan-
morada abiertos y disponibles, con todas las posibi- to, utopía que da fuerza al proyecto y sustento a la
lidades latentes. La importancia del cuerpo virgen esperanza del pueblo en su Dios1. Es la prenda de
de María consiste en que es figura de la pobreza de garantía de la posibilidad de que la utopía de Jesús
la humanidad para realizar su propia salvación sin –el reino de Dios– es realizable en esta pobre tierra.
la gracia de Dios. La entrega total al Dios de la vida No es sin embargo únicamente el alma de María la
y al abandono radical de los ídolos que dan muerte que es preservada del pecado. Es toda su persona la
encuentra en la virginidad de María una figura pro- que es penetrada y animada por la gracia, por la vi-
puesta a todos, hombres o mujeres, que desean po- da de Dios, su corporeidad es la morada de Dios
ner sus pies sobre las pisadas de Jesús y vivir la santo. Su concepción inmaculada proclama al pue-
realidad histórico-escatológica del reino de Dios. La blo, del cual ella es figura, que el Espíritu ha sido
virginidad de María anima también a la vocación derramado sobre toda carne y que el paraíso perdi-
específica de la mujer, en cuanto hospedera de la do ha sido reencontrado. La corporeidad de la mujer
vida en plenitud, espacio ilimitado abierto, poten- que el Génesis denunciaba como causa del pecado
cialidad latente que tanto más crece cuanto mayor y original, poniendo sobre todo el sexo femenino un
más profunda sea su entrega. El dogma de la virgi- defecto y fardo difíciles de cargar, es rehabilitada
nidad de María declara a la mujer para siempre es- por el evangelio y por el magisterio de la Iglesia. Ese
pacio afirmativo donde el Espíritu del Altísimo pue- cuerpo animado por el Espíritu divino es proclama-
de posar y hacer su morada. Se trata, además de do bienaventurado. En él, Dios hizo la plenitud de
eso, de la gloria de Dios omnipotente que se mani- sus maravillas. Finalmente, es preciso no olvidar
fiesta en aquel que es pobre, impotente y desprecia- que la Inmaculada Concepción venerada en los alta-
do a los ojos del mundo. La virginidad despreciada res es la pobre María de Nazaret, sierva del Señor,
en Israel es el lugar de la shekinah, la morada de la mujer del pueblo, insignificante en la estructura so-
gloria de Yahvé. La preferencia de Dios por los po- cial de su tiempo. La bienaventurada María lleva
bres se vuelve clara y explícita al encarnarse él sobre sí la confirmación de las preferencias de Dios
mismo en el seno de una virgen. Al igual que su por los más humildes, pequeños y oprimidos. El así
maternidad, la virginidad de María se inserta en la llamado «privilegio mariano» es, en verdad, el «privi-
línea de servicio de los pobres de Yahvé que dicen: legio de los pobres». La gracia de que María está lle-
«He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según na es patrimonio de todo el pueblo. María –la tapei-
tu palabra» (Lc 1,38). nosis de Israel– sobre quien se posa con predilec-
ción el mirar del Altísimo, constituye más que nun-
ca, para la Iglesia, modelo y estímulo para conver-
1.3. La Inmaculada Concepción tirse, cada vez más, en Iglesia de los pobres.

Este dogma, proclamado en 1854 por Pío IX, no


encuentra una raíz bíblica tan explícita como los 1.4. La Asunción
anteriores. Tenemos como referencia el texto de Gen
3,15 (también llamado el protoevangelio), donde la El más reciente de los dogmas marianos es la
mujer y su descendencia aparecen como enemigas Asunción, definida y proclamada solemnemente por
mortales de la serpiente, terminando por destruirla Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, con la Constitu-
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ción Apostólica Munificentissimus Deus. El dogma ambos acontecimientos de fe, se trata del mismo
tiene como base los textos bíblicos, pero leídos ya misterio: el del triunfo de la justicia de Dios sobre la
con los ojos de la tradición de la Iglesia. El camino injusticia humana, la victoria de la gracia sobre el
andado hasta la proclamación del dogma es sobre pecado. Así como proclamar la resurrección de Je-
todo un camino de fe, que tiene que forcejear con sús implica continuar anunciando su pasión que
elementos oscuros y desafiantes, con datos objeti- continúa en los crucificados y en aquellos a quienes
vos escasos y contradictorios, contando práctica- no se les hace justicia en este mundo, análogamen-
mente sólo con la sensibilidad de la fe del pueblo y te, creer en la Asunción de María es proclamar que
con lo que éste iría diciendo en relación al destino aquella mujer que dio a luz en un establo, entre
final de su Madre querida. animales, que tuvo el corazón traspasado por una
espada de dolor, que compartió la pobreza, la humi-
El dogma de la Asunción proclama a María llación, la persecución y la muerte violenta de su
asunta a los cielos «en cuerpo y alma». El sujeto de Hijo, que estuvo a su lado al pie de la cruz, la ma-
la Asunción es toda la persona de María, toda ente- dre del condenado, fue exaltada. Así como el Cruci-
ra. María no es un alma envuelta provisionalmente ficado es el Resucitado, la Dolorosa es la Asunta a
en un cuerpo, sino una persona, un cuerpo anima- los cielos, la Gloriosa.
do por el soplo divino, penetrado por la gracia de
Dios hasta el último escondrijo. Su corporeidad es La Asunción es la culminación gloriosa del mis-
plenamente asumida por Dios y llevada hasta la terio de las preferencias de Dios por aquello que es
gloria. Su Asunción no es reanimación de un cadá- pobre, pequeño y desamparado en este mundo para
ver ni exaltación de un alma separada de un cuer- hacer brillar allí su presencia y su gloria. La Iglesia,
po, sino plena realización, en el absoluto de Dios, de pueblo de Dios, tiene en la Asunción de María el ho-
toda la mujer María de Nazaret. Ella nos dice algo rizonte de esperanza escatológico que le indica su
también sobre el destino final escatológico al que lugar en medio de los pobres, de los marginados, de
estamos llamados. No somos un alma prisionera de todos aquellos que son puestos al margen de la so-
un cuerpo, y este cuerpo a su vez no constituye un ciedad.
impedimento para nuestra plena realización como
seres humanos unidos a Dios. Al contrario; en la
resurrección nuestra corporeidad es rescatada y 2. HISTORIA DE LA DEVOCIÓN A MARÍA EN AMERICA
trasfigurada hacia dentro del absoluto de Dios. Eso LATINA
que creemos y esperamos ya es plena realidad en
María. En la historia de América latina, la presencia de
la devoción y del culto a María siempre ha sido una
María, glorificada en los cielos en cuerpo y alma, constante. La primera generación de la Conquista
es también imagen e inicio de la Iglesia del futuro, estuvo marcada por mucha violencia religiosa, des-
signo escatológico de esperanza y de consuelo para trucción de la cultura indígena en nombre de la pu-
el pueblo de Dios que camina en dirección a la pa- reza y verdad del cristianismo. Los conquistadores
tria definitiva. Este pueblo, ya redimido y lleno de creían que los dioses indígenas eran malos y que
esperanza, pero que también se encuentra pere- ciertamente los conducirían al infierno. Siendo el
grino, de camino en la historia, ve en María la posi- cielo más importante que la tierra, todo valía para
bilidad concreta de llegar al Día del Señor. Con la que no perdiesen la felicidad después de esa vida
Asunción de María, figura y símbolo del nuevo pue- efímera y pasajera.
blo de Dios, la Iglesia ya es, incluso en medio de su
ambigüedad y de su pecado, la comunidad de sal- A partir de la segunda generación de la Conquis-
vación, el pueblo fiel que es llamada a ser. ta, el culto a María comienza a ser integrado en las
costumbres de la América española y portuguesa.
La Asunción de María restaura y reintegra tam- La integración del culto a María no se dio de forma
bién la corporeidad femenina, humillada por el pre- inmediata y tranquila. Los evangelizadores de la
juicio patriarcal judeo-cristiano, en el seno del mis- época tuvieron siempre presente la preocupación de
terio del propio Dios. A partir de María, la mujer sustituir, en el caso de María, la divinidad de su
tiene la dignidad de su condición reconocida y ase- diosa-madre por Nuestra Señora, para evitar según
gurada por el creador de esa misma corporeidad. Lo ellos la continuación de la idolatría. Entre tanto, a
masculino y lo femenino está, en Jesucristo y María pesar de eso, se puede hablar más tarde de una in-
respectivamente, resucitado y asunto a los cielos, tegración sincrética entre las grandes divinidades
definitivamente participante de la gloria del misterio de los indígenas y, después, de los negros, con el
trinitario. cristianismo. Un ejemplo de esa integración es el
santuario en el monte Tepeyac en México, lugar de
Finalmente, la Asunción de María está estre- peregrinación a la diosa Tonantzin-Cihuacóatl y
chamente vinculada a la resurrección de Jesús. En más tarde a Nuestra Señora de Guadalupe.
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dad parece que toma partido por el débil, por aquel


En el período de las guerras de independencia con quien habla y al que se manifiesta. Para levan-
con relación a España y Portugal (siglo XIX), María tarlo y darle fuerzas ella se le hace semejante en el
juega un papel tan importante como en el período lenguaje. El indio la comprende y tiene absoluta
de la colonización. Los caudillos de la independen- certeza de su protección. La aparición se convierte
cia de los países latinoamericanos creen que su de- en aliada del indio como colectivo, como cultura
voción a la Virgen fue una de las armas más pode- oprimida. La misión dada al indio por la Virgen es la
rosas para la conquista de la autonomía en relación de construirle un templo. La iniciativa de esa cons-
a la metrópoli. trucción viene de ella, pero la labor para que esto se
haga viene del indígena. En esta tradición indígena
Las devociones marianas se fueron multiplican- popular es la mujer María la que envía en misión, a
do en los siglos XVIII, XIX e inicios del XX con la diferencia del Nuevo Testamento, donde es Jesús el
penetración creciente de las congregaciones religio- que lo hace. La Virgen no tiene los mismos proble-
sas europeas que implantaban la devoción a la Vir- mas del blanco opresor. Ella ama al indio y lo asu-
gen de su lugar de origen. María ha sido la gran me como hijo y por eso le da fuerzas para combatir
compañera y madre de muchas luchas populares en en favor de su propia causa ante las autoridades
América latina. Muchos son los movimientos cam- eclesiásticas constituidas. Es como si la ejecución
pesinos en Brasil, Bolivia y Perú que han sido esti- de lo pedido por la Virgen significase la afirmación
mulados por el amor del pueblo a la Virgen que lu- de la identidad de un pueblo que comienza un nue-
cha con ellos por su liberación. Otro ejemplo signifi- vo momento de su historia. La aparición de la Vir-
cativo es la devoción a la Purísima en Nicaragua du- gen de Guadalupe y la creciente devoción que de
rante el período de lucha de los sandinistas contra ella proviene juega el importante papel de devolver a
el régimen de Somoza. En El Salvador el mismo un pueblo explotado una identidad religiosa que va
amor del pueblo a María lleva a monseñor Oscar a ayudar a la construcción de una nueva identidad
Romero a afirmar: «El verdadero homenaje que un nacional.
cristiano puede tributar a la Virgen es hacer con
ella el esfuerzo de encarnar la vida de Dios en las La Señora de la Concepción Aparecida, patrona
vicisitudes de nuestra historia transitoria»2. de Brasil, se volvió negra en las aguas de un río, fue
recogida por los pobres y protegió esclavos y escla-
De todas las devociones a la Virgen María en vas, y presidió cofradías de negros. En su «encuen-
América latina, la única que se puede decir que es tro» en las aguas del río Paraíba el pescador João
fruto de una aparición tenida por sobrenatural es la Alves y sus dos compañeros, que hacía tiempo no
Virgen de Guadalupe. En otros lugares del Conti- conseguían pez alguno, tuvieron una pesca extre-
nente, las devociones a la Virgen nacerán de una madamente abundante. Los negros esclavizados del
imagen o encontrada o esculpida por los nativos o Brasil leen los signos de María –entre ellos el de ha-
traída por los mismos misioneros. Por tanto, Gua- ber liberado de sus grilletes a un esclavo encadena-
dalupe ocupa un lugar privilegiado en la mariología do a la puerta de su santuario– como indicador de
latinoamericana, significando fundamentalmente la desaprobación de la esclavitud en Brasil por par-
que la Virgen asume maternalmente a los «nativos» te de la Señora. Desde entonces, la Virgen negra, la
de México y con ellos a todo el pueblo de América Aparecida para los pobres, forma parte del patrimo-
latina. La aparición de la después llamada «Moreni- nio inalienable de los negros discriminados y mar-
ta» al indio Juan Diego encierra una exigencia ética ginados de Brasil.
de consecuencias históricas importantes. Es la exi-
gencia a que se cumpla el respeto absoluto al otro, Muchos otros rostros y muchas otras devociones
de acoger de hecho y de derecho su trascendencia, señalan la presencia de María en el continente lati-
en el respeto a su vida. En la aparición, la «divini- noamericano. Sin embargo señalamos preferente-
dad» de lo blanco asume lo indígena o lo indígena la mente estos dos porque se refieren a dos sectores
asume como suya para hacer valer su derecho al del pueblo latinoamericano particularmente oprimi-
respeto y a la vida ante el poder blanco. La Virgen dos y discriminados: los indios y los negros, que
María habla, en la aparición, el mismo lenguaje que hace siglos luchan y claman por la justicia y por ver
el indio. Conversan en su idioma, en el idioma de su reconocidos su lugar y sus derechos.
pueblo y no en el idioma del colonizador. La divini-
                                                                                                                                                                               
                                                                                                                1  Cf. Puebla 298.  
  GEVARA, I., BINGEMER, Ma. C. L., «María», en ELLACU-
*  
RÍA, I., SOBRINO, J. (dir.), Mysterium Liberationis. Conceptos
2  Cf. María, esperanza nuestra, Managua, 1982.  
fundamentales de la teología de la liberación, t. I, San Sal-
vador, UCA, 21992, p. 601-618 (aquí a partir de p. 608).  
 

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