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la voz y su huella

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La v z y su huella:
Escritura y conflicto étnico-social
en América Latina (1492"'1988).

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c a s a d~' C'_'Il
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Edición: Magdalena Ciuijano
Diseño: Cesar Mazola
Corrección: Gilda M. Eernández
Iris Cano

a Agusto Roa Bastos


a Beairice
y a Gantu, autora,
a los dos años y medio,
de esta frase:
.El cuento no está
terminado:
está en la boca»

© Martín Lienhard, 1990


© Sobre la presente edición:
Ediciones Casa de las Américas, 1990

casa
CASA DE LAS AMERICAS
3ra. y e, El Vedado
Ciudad de La Habana
NOTA DEL AUTOR

El prólogo, todos los capítulos (I-IV) de la primera


parte y el capítulo V de la segunda son inéditos.
Una primera versión del Capítulo VI salió, bajo el
titulo "La subversión del texto escrito en el área andina:
Guaman Poma de Ayala y J. M. Arguedas Ir, en la revista
Gacela (Aarhus, Dinamarca), no. 1, 1985.
El- capítulo VII es la telabotacián de .La épica incaica
en tres textos coloniales (Juan de Betanzos, Titu Cusi Yu-
panqui, el Ollantay, publicado en Lexís (Lima), vol. IX,
no. 1, 1985.
El capítulo VIII retorna con variantes significativas el
artículo "Del padre Montoya a A. Roa Bastos: la pul-
sián histórica del Paxaquay», publicado en la revista
Ibero-Arnerikanisches Archív (Berlín), N. F. Jg. 13 H. 1,
1981.
El capítulo IX relabora materiales en HE1substrato ar-
caico en Pedro. Páramo: Ouetzalcoail y Tlaloc»; publicado
en Iberoamérica. Homenaje a G. Siebenmann, Müchen,
Fink, 1983, vo1. 1, Lateinamerika-Studien 13.
Una esbozo del capítulo X salió, bajo .el título "La et-
noiiccián o la mala conciencia del intelectual coloniza-
do», en TILALC (Caracas), año IlI, no. 4, 19137.
El capítulo XI se basa en «Loscalleiones de la ficción
ladina en el área maya (Yucaián, Guatemala, Chiapas}«,
publicado en la Nueva revista de filología hispánica
(México), l. XXXV, 1981, no. 2, pp. 549-570.
El capítulo XII constituye una versión corregida y am-
pliada de un trabajo que salió, bajo el mismo título. en
Allpanchis iSicuani-Cusco), no. 32, 1988, pp. lfi/¡ N',
r
PROLOGO

Hace veinte o veinticinco años, dos libros compilados


por Miguel León Portilla; Visión de los vencidos {2.1/
l:
1959} Y El reverso de la conquista [2.1/ 1964L revelaron
al público no especializado de México y América Latina
no sólo la existencia de una visión indígena de la con-
quista del continente americano, sino también una serie
de textos, escritos o dictados por los propios indios, que
moldean tal visión en unas formas poéticas altamente eli-
cases. Los materiales reunidos por León Portilla, más allá
de su valor documental y literario, suscitan la pregunta de
si esta «uisián de los vencidos" representa, antes del enmu-
decimiento definitivo, el último destello de la capacidad
de expresión poética de los autóctonos o si, por el con-
trario, se trata del comienzo de una 'expresión literaria
nueva, no «prehispánica» sino colonial. Desde lueqo., el .
título del primero de estos libros y la elección de los
textos (fundamentalmente del siglo XVI) tienden más bien
a sugerir que nos encontramos frente a unos universos
culturales históricamente condenados. Ésta no fue, sin
duda, la intención del compilador : en su nota prelimi-
nar a De Porfirio Díaz a Zapata [2.1i Horcasiias 1974J,
testimonio náhuail : contemporáneo, León Portilla rela-
ciona explicitamente el texto con los que él reunió en
Visión de Íos vencidos. Sin embargo, el hecho de ignorar,
en este libro, toda la producción literaria de los descen-
dientes ulteriores de los "vencidos", se puede considerar
como una opción ideológicamente significativa. Angel
Maria Gatibay, pionero de los estudios nahuas .v uuies-
tl:0 de León Portilla, si bien no manifestó niruiú» i uie-
12 Mcu:tin Liel'lhard La voz y su huella 13

tés especial por 10 que la literatura náhuail transctita o dar peruano, esta corriente surge y se reproduce a raíz
escrita tiene de «colonial», ya había mostrado en su His- de una permanente situación de conflicto cultural, con-
toria de la literatura náhuatl [2.2/ 1953-1954] que la ex- secuencia, en última instancia, del contexto colonial crea-
presión poética de los "vencidos,' no es simplemente un do por la conquista.
"canto de cisne», sino también el resultado del vigoroso Como ya lo hace prever el título sugestivo de su libro,
esfuerzo creativo que algunos 1I0Mes mexicanos, pasa- La otra literatura 'peruana, Edmundo Bendezú [3.2/
do el primer momento de estupor .Y de perplejidad, vuel- 19S6} también evoca la existencia y la continuidad, des-
ven a desarrollar en un contexto sustancialmente nuevo: de la temprana época colonial hasta hoy, de una litera-
colonial. tura peruana marginada por la cultura colonial: la litera-
turaesctita en -o «traducida» del-quechua. La delimita-
Partiremos aqui de la cmwicción de que los documen- ción y la iundamentacián teórica del corpus de la «otra
tos reunidos por Lcc;11 Portilla (amén de otros análogos) literatura», algo cambiantes en los diferentes ensayos que
se deben considcrur 110 sólo como testimonios de un pa- componen el libro, parecen sin embargo insuficientes
sado histórico-cultural sumerqido, sino también como para dar cuenta de los diversos fenómenos literarios alu-
los textos pioneros de una literatura .•latinoameticana» didos. Bendezú, escamoteando hasta cierto punto los CQm-
escrita por medio del alfabeto europeo pero no =O no plejos procesos de inteiaccion cultural de los últimos si-
exclusiuametüe- según los cánones importados; una li- glos (por ejemplo, el impacto de la escritura), establece
teratura relativamente autónoma que traduce la expe- una continuidad muy discutible entre esta literatura y la
riencia nueva, en general traumáiica, de las colectivida- de los Incas¡ por otra parte, ignora la ubicación muy
des marginadas por el régimen colonial. variable de los sectores productores de "literatura que-
La relación entre tales textos "pioneros" y una serie chua» dentro de la sociedad global: la crónica de Garcila-
de fenómenos literarios más modernos fue. planteada de . so de la Vega, la de Guaman Poma de Ayala, el drama
modo incisivo por el estudioso peruano Antonio Corne- quechua Ollantay y la poesía (en español) de Melgar o
jo Polar (1/ 1978). Limitándose en lo fundamental a los (en quechua) de Alencastte corresponden, sin duda algu-
procesos literarios en el área ondina (Perú), Cornejo afir- na, a prácticas literarias muy distintas que cabe situar
mó la existencia de una corriente literaria «heietoqénea», en su contexto socio-cultural. Con todo, la idea de una
zastteable desde los comienzos de la Colonia, cuyos tex- literatura «otra», paralela a la "oficial •• no deja de ser una
r

tos se caracterizarían por ula duplicidad o pluralidad de intuición certera.


los signos socio-culturales de su proceso productivo», Sin referirse a una posible continuidad desde la épo-
pluralidad debida al hecho de que la producción, el pro- ca colonial, Angel Rama, en el libro Transculturación
pio texto y su consumo pertenecen a un universo culo. narrativa en América Latina (1/ 1980), defendió la tesis
tural europeizado, mientras que el referente remite a de que parte de la nueva narrativa latinoamericana -qui-
las sociedades marginadas de ascendencia ptehispánica. zás para él la más «nooedoea«- extraía paradójicamente
Como se desprende. de las observaciones del investiga- sus rasgos más característicos de un fondo poético e
La voz y su huella 15
Martín Lienhard

terna- de las sub sociedades de ascendencia africana.


ideológico que no es otro que el de las sub sociedades . Esta "otra" historia, la de los vencidos de la conquista, de
arcaicas' marginadas sea por ia conquista sea por la mo- los que "perdieron u no sólo la independencia, sino tam-
dernización dependiente que' caracteriza la historia con- bién otras guerras ulteriores (como la expansión lati-
temporánea de todos los paises latinoamericanos. Los. iundista de. fines del siglo pasado), casi !lO se conocía
autores a que Rama se refería (ante todo Arquedas, Rul- =saluo para algunos momentos excepcionales- hasta hace'
fa, Roa Bastos, Guimaráes Rosa), son todos de origen poco. /Entre la imagen de la sociedad ptehispánica esbo-
«prooinciano», dos de ellos (Arguedas y Roa Bastos) ade- zada por los arqueóloqos-histotiadotes y la de las sub-
más hablantes nativos de sendos idiomas de origen pre- sociedades' «étnicas» modernas tal como aparece en la
hispánico (el quechua, el quaraui), es decir, vinculados literatura etnoqrálica, mediaba una zona de oscuridad
de algún modo a los «uencidos» del siql» XVI. de siglos. LB etnohistoria, en los últimos años quizás la
más exiiosa de las ciencias deihombre; ha' logrado, a
través de un-trabajo paciente e imaginativo, reducir esa
A partir de textos y de enloques disuniles, todos estos
11
zona y reconstruir, para. algunas sub sociedades y unos
estudios coinciden: pues, en insinuar ({ILe en América
1:,1 períodos relativamente largos, esa "otra historian.
Latina, el discurso dominante, europeizado y eliiista, no
1
il! expresó ni expresa realmente la uision y la sensibilidad Todos estos conocimientos nuevos nos permiten ahora
de amplias muchedumbres marginadas desde la conquis- aiirmax una relativa autonomía cultural de las subsocie-
ta O en una época más. reciente. Todos, también, sugie- dades indígenas =. mestizas de ascendencia indiqena=,
ren la existencia de expresiones .literarias «alternatiuas». e interrogamos acerca de su elaboración de unaLdenti-
La -trisián de los vencidos», la "narrativa de la tzanscul- dad colectiva a través de la literatura. Obviamente, en;
tutacion». la literatura «hetetoqénea» y la «otra literatura» todas estas subsociedades, la expresión oerbaliundamen-
remiten, en rigor, a algunas manifestaciones de un amplio tal se realiza en el marco del sistema de la oialidad. y se
conjunto literario que cabe relaciona: con las colectivi- sustrae en buena medida a una investigación diacr6nica;
dades históricas «responsables» de los textos 0, cuanto por momentos, sin embargo, estas subsociedades +O,
menos, de las inierierencias uno occidentales» que se des- más exactamente, sus representantes o portavoces letra-
cubren en ellos. dos más o menos legítimos- se sirven de la escritura
Debemos partir de la continuidad o analogía más o europea para expresar una "visión" alternativa. La fa-
menos evidente que-existe entre 10B «vencidos», es decir mosa recopilación del discurso indígena impulsada por
las subsociedades indígenas del siglo XVI, y varios de los Olmos, Motolinía, Sahaqún y otros misioneros en lHeso-
sectores marginales -no sólo indígenas- de h;;Y.'· Las américa. a lo largo del siglo XVI, será un ejemplo partí-
subsociedades indiqenas, relativamente autónomas' en la cularmente significativo, pero no único en la historia
época colonial y,-a veces- más allá, hCl~l vivido una ex- latinoamericana. Tampoco es único el fenómeno mexi-
periencia histórica que no coincide con la de los sec- cano de un núcleo de letrados indígenas, capaces no
tores dominantes; parcialmente análogo sería el caso sólo de reproducir el discurso oral, sino de manejar;
=no profundizado aquí por motivos de coherencia in-

··-a
16 Martín Lienhard .:.a P10Z 1 6ft huella 11

transformándoloso no, los discursos europeos. De he- Polar para el área andina, por ejemplo, se apoya toda-
cho, muchas subsociedades marginales ianorecieron, en vía casi exclusiuamente, pese a la nouedad. de la pro-
algún que otro momento de su historia, una producción puesta, en las prácticas literarias que se ajustan con ma-
escriptural significativa que es al(iJomás (o algo menos) tices a las tradiciones esctiptutales europeas; la llamada
que la recopilación del discurso oral y que 110 se empa- literatura "ilustrada" o culta de los sectores hegemónicos.
renta directamente con la literatura dominante (europei- Algunos de los textos a que nos referimos pertenecen
zada o criolla) del momento. Y una parte de esta litera- por algunos de sus aspectos a esta literatura, otros no:
tura, sepultada en los archivos, IZO se conoce sino gracias Nuestro corpus posible (estamos lejos de conocer o de
a las publicaciones etnohistáricas. imaginar todos los textos existentes) coincide en parte
El conocimiento de la «ot.ra historia" permite y exige, con el que Juan Adolfo Vázquez {1I 1978] llamó -no
ahora, la elaboración d.•. NO! f'(/ histoiia» de la literatura muy apropiadamente- «las literaturas indígenas latino-
latinoamericana, 111211 historia qu« tendrá que relatiuizaz americanas", pero no es así nuestro enfoque. Pensamos,
la importancia dI' 111 Iit crat uru europeizada o criolla, en eiecto,' que las literaturas "indígenas" -Ias de la co-
aquilatar 1(/ riquez« de las litcrat uras orales y revelar O lectividad- se desarrollan fundamentalmente en la es-
subrayar la existencia de otra literatura escrita, vincula- tera . oral, y que la existencia de documentos escritos
da a 105 sectores marqinados, (transcripciones, telabotaciones u otros ptocesámientos
Esta "literatura escrita alternativa» es la que consti- esctiptutales del discurso indígena) supone la aparición
tuye el objeto principal del presente libro, Nos limita- de prácticas literarias nuevas, no necesariamente y no
remos a su variante principal, «indo-ibérica«, la varian- siempre ••itidiqenas», Y. su estudio exige, desde luego;
te «alroameticana», en eiecto., pese a muchas analogías, una especial atención a las relaciones intezculturales que
plantea un problema que no podemos abordar aquí: la se construyen en el seno de. las sociedades globales.
referencia a Africa [5.2/ Brathwaite 1977), continente que Muchos, quizás la mayoría de los documentos que me-
se- sitúa fuera de nuestro campo de visión. Dejamos to- recerían estudiarse en este contexto, no han interesado
talmente de lado la posible «litetatura escrita alterna- sino a los historiadores y, más todavía, a tos etnohistotia-
tiva" de los sectores populares de tradición cultural «oc- dores y los antropólogos. Ahora, para muchos de los in-
cidental«, su escasa autonomía respecto a los sectores vestigadores en ciencias sociales, los textos no son dis-
hegemónicos exige, en efecto, la elaboración de un pa- cursos piouistos de una coherencia propia, sino canteras
. radiqma distinto. de donde extraer datos de interés histórico, sociológico:
Nadie ha planteado hasta ahora, que sepamos, la exis- .o anttopoláqico. Por consiguiente, ellos. no los estudian,
tencia y la contextualizacion socio-literaria de este con- salvo excepcionalmente, en tanto que discursos literarios
tinente literario vasto, difícil de percibir dada la multi- autónomos o en cuanto a su estética. Debemos reconocer,
plicidad de sus avatares, e iqnotado por los autores =in- sin embargo, que sin la múltiple contribución de antro-
comunicados por el espacio y el tiempo- de los textos. pólogos y etnohistotiadotes, nuestro trabajo humera sido
El conjunto de "textos heteroqéneos» que reúne Cornejo imposible. Por este motivo esperamos, también, que al-
18 Martín Lienhaxd
La voz y su huella
19
gunas de las muy provisionales y fragmentarias conclu-
siones suscitarán su inter-és; pensamos, por ejemplo, que punto de partida fue la obra de ]oséMatía Arguedas,
las literaturas escritas alternativas, marqinales tanto en la misma que inspiró las reflexiones de Corneio Polar
el contexto cultural de los sectores hcqemonicos como en acerca de las "literaturas heterogéneasll y las de Angel
el de las suboociedadcs oral-populares, podrian conver- Rama sobre la "lransculturación narraiiun-; La dinámica
tirse en un objeto sugestivo para estudiar los procesos de de mi propia investigación sobre la última notiela ar-
aculturacion bilaterales; ellas configuran U11 conjunto quediana {3.21 Lienhard 1981] y su poesía en quechua
documental en el cual las situaciones histéricas de en- lIle llevó, a diferencia de los autores mencionados, a una
lrentamiento e interaccion cultural se ven cómodamente práctica +ciertamente limitada- de la oralidad quechua,

I «petxilicadas» gracias a la escritura. Su interés, ell este


sentido, es análogo al de la pintura mural andina estu-
diada por Pablo Macera {3.2/ 1975, 1979}: documentos
Esta me hizo comprender el corujénito hibtitlisnto que-
chualespaiiol de la obra arquediana .Y su radical otredad
respecto a la «narrativa latinoamericana" (criolla); pero
I visuales de un determinado momento del enfrentamiento también, la falacia de los discursos sobre el carácter ge-
cultural entre las subsociedades andinas y tos sectores néricamente ••mestizo" de la literatura latinoamericana.
heqemánicos. La configuración «hetetoqénea» de los tex- Más tarde descubrí que la ímportantísima crónica del su-
tos alternativos se singulariza por la presencia semiótica puesto cacique quechua Guaman Poma (hacía 1615) os-
del. conflicto étnico-social; yuxtaposici6n o inierpene- tentaba una analogía estructural sorprendente con la
tración de lenguajes, formas poéticas y concepciones obra arquediana, y que en el área andina, a 10 largo de
cosmoloqicas de ascendencia indo-mesiiza o :europea. los últimos siglos, nunca habían dejada de surgir. desde
La ausencia de cualquier tradición homoqeneizadora, la oralidad; otros textos escritos que no cuajaban cori
normativa, es flagrante. Pensamos poder mostrar, sin la llamada «literatura peruana», Otras búsquedas para-
embargo, que un cierto denominador común existe en lelas me revelaron que también en otras áreas se habían
todos los textos de la literatura alternaiiua, el traslado producido fenómenos literarios análogos, especialmente
-por "filtrado. que sea--del universo Mal a la escritura en lViesoamérica. El prolongado diálogo con. lL1 persona
y la obra de Augusto Roa Bastos, finalmente, contribuyó
en un contexto que llamaremos «colonial», caracieiizado
a conuencerme de que la existencia de literaturas escri-
poi la discriminación de las portadores deeste universo
tas alternativas podía postularse, cuanto menos, para las
-Ios sectores marginados de ascendencia indígena o
tres áreas mayores de enfrentamiento étnico-social en
aiticana.
América: Meeoamérica, área andina y área tupi-quarani.
Aunque muchos de sus autores no 10 quieran admitir, La diversidad increíble de los textos en cuanto a au-
todos los intentos de teotizacián, en el campo de la lite- tores, motivaciones, idiomas o lenquajes, sistemas de
11
I
ratura, se. basan en la practica analítica 1'20 de todos, comunicación implicados o géneros discutsiaos, resulta
sino de algunos de los textos existentes. En el caso de desde luego un obstáculo muy serio para su es¿tdio: lo
este trabajo centrado en .las escrituras alternativas, el ejemplilica la cronica de .Guamau Poma, ilusttacion con-
centrada de todos los hibridismos' de las literaturas 0.1-
20 Martín Lienhard La voz y su huella 21

ternatiuas. Pensamos que ~ólo U11 trabajo colectivo y parecieron de gran utilidad, menos aún las periodizacio-
pluridisciplinario podrá vencer tales dificultades;' 10 que nes basadas en la evolución estético-cultural europea.
entregamos aquí pretende ser, ante todo, la formulación Las áreas mayores contempladas (que no excluyen ni
de una propuesta y su primera puesta en práctica, no la futuras subdiuisiones ni la inclusión de otras dejadas ,
historia de las manifestaciones de la literatura escrita por ahora de lado) corresponden a las de la macto-et-
alternativa. nohistoria, Mesoamérica, Andes, AmazonÍa (Brasil, Pa-
raguay), Pampa. En cuanto a peiioduacion. parecieron
11 relevantes momentos, como la conquista, la conllictiua
consolidación de la colonia, las reformas liberales y los
Este libro se divide en dos partes. La primera es una movimientos de resistencia del siglo XVUI, la «sequnda
aproximacián global a las «literaturas escritas alterna ti- conquistas u ofensiva latifundista que comienza algunos
tras» a partir de diferentes ángulos. El primer capítulo . decenios después de la «independencia» y, finalmente, la
se centra en el choque inicial entre la cultura europea modernización dependiente y las contraoiensioas popu-
-con su «ietichistno de la escrituras= y las culturas pre- lares recientes. '
dominantemente orales de los autáctonos, y en sus eiec-. En la segunda parte se presentan ocho estudios de ca-
tos más inmediatos sobre los sistemas de comunicacián sos, representativos de un cierto número de áreas, de mo-
verbal. En el sequndo se esboza. una· tipoloqia de los tex- mentos de conflicto étnico-social y de géneros disctasi-
tos alternativos a partir de las modalidades de la trans- vos. En varios capítulos, se intenta relacionar textos
formación del discurso oral indo-mesiizo en escritura. coloniales con' textos más modernos. Con tres estudios
La presentación de los principales momentos de enfren- importantes (VI, VII, XII), el área ondina, única región
tamiento étnico-social que auspiciaron la aparición de que ofrece ejemplos de escritura alternativa casi desde
1,1 textos alternativos, constituye el tercer capítulo. En el la conquista hasta el día de hoy, goza de un cierto pri-
!' cuarto, finalmente, se rastrea la relación entre las lite- vilegio. Es también en el área andina (Perú) donde, como
raturas escritas alternativas y los procesos de interacción se intenta mostrar en el último capítulo (XII), la oposi-
cultural en los terrenos del lenguaje, de la religión y, de ción esctitutatoralidad tiende, sectorialmenie, a trans-
la oposición otalidadtesctituta. El lector notará que tra- formarse en relación de complementaridad. Mesoatné-
bajamos con unas divisiones del espacio y del tiempo que rica, igualmente con tres capítulos, se di~ide de hecho
I1 no coinciden con las de las historias (políticas o literarias) en México (capítulos V, IX) y área mayanse (Xl); cada
criollas. Para comprender la dinámica de las literaturas una de estas dos sub-áreas ofrece características distin-
escritas alternativas, en efecto, se imponen las divisio- tivas. A Paraguay se dedica el capítulo VIII. El capítulo
nes espacio-temporales pertinentes en el. contexto de las X, finalmente, no se define reqionalmente, sino por el
subsociedades marginadas, siempre de algún modo «au- género discursivo enfocado: la etnoficción.
, I toras" de les textos considerados. La división espacial Una mayoría de los estudios de casos fueron publi-
, ;
por países o la periodizacion de la historia criolla no nos cados anteriormente como artículos sueltos en revistas o
La voz y su huella 23
22 Martín Lietthard

conocedor de la cultura náhuatl, difícilmente hubiera po-


libros colectivos, pero su z-elaboración y adaptación a los dido terminar el capítulo V, Debo a J anett y Claudio
fines de este libro permite' considemr1os como «inéditos». Oroz (C1J.SCO),además de su hospitalidad, varias suge-
Para facilitar su consulta en el marco de investigaciones rencias para el capitulo XII, Mi deuda con un gran nú-
específicas, decidimos consetuarles una relativa autono- mero de amigos peruanos es inmensa, El permanente ,
mía; 108 lectores nos perdonarán algunas repeticiones, contacto «interdisciplinatio» con el equipo de ameticanis-
inevitables a partir de esta opción, tas vinculados al siempre hospitalario Museo de Etno-
La bibliografía final se concibió no sólo para justifi- grafía de Ginebra fue siempre estimulante; a Daniel
car ciertas alirmaciones, sino también como instrumento Schoepl, especialmente, 'debo sin duda algunas ideas
para trabajos futuros. De acuerdo al proyecto general de acerca del funcionamiento de las tradiciones orales, La
e este libro se la dioidiá en un capítulo general o suprarte- »presion» amistosa ejercida -el través de varias invita-
flíonal (Í) y cuatro capítulos regionales ~ Mesoamérica ciones- por Birgit Scharlau y MarI< lVlünze1 (Eranhiurt)
(2); área andina (3); área Amazonas-Rio de 10. Plata hizo avanzar el trabajo en algunas fases críticas. ,A1e alen-
"(tupí-guaraní, etc.) (4); otras áreas latinoameric~nas (S): tó siempre' el interés de Ana Pizarra, Antonio Cornejo
Cari:o"{ (-indiqena»}, Sur, iitz-oamét'i~a -zonas mas o me- Pelar (Perú}. Roberto Ventura (Brasil), Aprendi mucho
nos "marginales" para este trabajo, representadas por en las reuniones a veces polémicas de la Asociación para
una pequeña serie, puramente indicativa, de títulos. Cada el Estudio de las Literaturas y Sociedades en América
bibliografía reqional se subdivide en dos apartados: 1, (AELSAL), dirigida antaño pot Alejandro Losada y aho-
documentos de carácter narrativo o poético; 2, estudios, ra por [ean-Paul Borel (Neucnatel), o en el simposio so-
Cuando la ubicación bibliográfica de una obta citada 110 bre literatura y culturas populares organizado por W i-
se coliqe del contexto, la' referencia bibliográfica va pre- lliam Rouie en Londres, Muy importantes fueron los en-
cedida por las ciitas correspondientes, As.i, el trabajo que cuentros con Alberto Rodziquez y otros investigadores
i
corresponde a la referencia [3,2/ Cornejo Polar 1976) de la Universidad de Mérida (Venezuela) y con Callos
1
1

!
se hallará, bajo el apellido mencionado, en el capítulo Pacheco y el grupo TlLALC (Universidad Simón Boli-
3 de la bibliografía [área ondina}, apartado 2 (estudios). uat, Caracas), Varias conferencias en la Universidad de
La oentaia de disponer así, sobre todo para las tres áreas , San Marcos (Lima), organizadas por Manuel Lartú, sus
centrales, de minimas bibliografías específicas, compen- colegas y estudiantes, me permitieron afinar las plantea-
sa, ,creemos, 'la tecnicidad de las referencias. mientos qenerales. Los contactos con colegas y estudian-
tes (no puedo dejar de menciona!' a Roland Baumann},
Seria imposible mencionar a todas las personas o ins- a lo largo de mi estadía docente en el Instituto Latino-i
tituciones que han contribuido, mayormente sin sabetlo, americano de Berlin, aportaron varios elementos nuevos.
a la realización de este libro. Las conuersaciones con Gracias a la amabilidad del personal de la biblioteca del
Auausto Roa Bastos y Rubéti Barreiro Saquiet me ayuda- Instituto Iberoamericano (Berlín) he podido dar con tut-
I1
1'0';; a iamilíarizanne' mmimamente con el universo cul- tios textos de escasa circulación, En la última tase, el in
1
tural paraguayo, Sin Gordon Whittaker (Münster), lino

.~-
24 Martin Lienhard

tetés demostrado por Jürgen Golie y Carlos 1. Deqteqo-


ri, del Instituto de Estudios Peruanos (Lima) fue un ..
poderoso estímulo para dar fin, después de anos de es-
fuerzo, al manuscrito. Las recientes conversaciones con
Ruth Moya, Julio Pazos y Segundo Moreno, en Ecuador,
me sugirieron todavía, al preparar el manuscrito para
la imprenta, algunas modificaciones. A todos ellos, sin PRIMERA PARTE:
exclusividad, pero también a los autores de muchos es-

-1
tudios decisivos que se mencionan en el texto, van mis PLANTEAMIENTOS GENERALES
aqradecimientos. sinceros. Este trabajo, creo, tiene un
carácter «colectiuo»:
Sin la comprensión y el cariño de mi compañera Bea-
triz y mi hija Marina (Oantu), este texto, desde luego,
nunca hubiera llegado a existir.

Ginebra-Berlín-OtSttingen-Caracas, 1985-1989

'. ::~
CAPITULO 1
LA IRRUPCIÓN DE' LA ESCRITURA
Er'J EL ESCENARIO AM.ERICANO
El "descubrimiento» y el fetichismo de la escritura

La irrupción de los europeos en el continente que


luego se iba a bautizar con el sonoro nombre de «Amé-
rica», iniciada en el año 1492, significó para las socie-
dades autóctonas un trauma [2.1/ León Portilla 1959]
profundo, difícil de imaginar desde fuera y a siglos de
distancia: un trastorno radical de su vida social, políti-
ca, económica y cultural.
No-fue necesariamente, en los primeros .momentos .. la
imposición de un nuevo poder político la que causaría la
mayor extrañeza entre los indígenas: usurpando un po-
der estatal ya constituido (Mesoamérica, área andina), o
manipulando a su favor exclusivo un sistema de parentes-
co tradicional (área tupí-guaraní), los españoles y los por-
tuqueses no hicieron sino repetir anteriores usurpacio-
nes y manipulaciones, cometidas por grupos expansíonís-
tas autóctonos (toltecas, aztecas, incas, tupís, guara-
níes ... ) contra otros gmpos y sociedades del continente.
Ningún precedente tenía, en cambio, una innovación
mayor impuesta por los europeos en la esfera de la co-
municación y de la cultura: la valoración extrema, sin
antecedente ni en las sociedades autóctonas más «letra-
das- (Mesoamérica), de la notación o transcripción grá-
fica-alfabética- del discurso, especialmente del discurso
del poder. Valoración que se halla exhaustiva y brillante-
mente ficcionalizada en 11 home della rosa de UmbertoEco
(1/ 1981), novela -polícíaca- acerca de las misteriosas in-
trigas protagonizadas por los monjes copistas y grafóma-
nos de un monasterio benedictino del siglo XIV en el norte
de Italia. La atribución de poderes poco menos que má-
Martín Lienhard La voz y su huella 29
28

gicos a la escritura permite hablar, en un sentido estricto, . posesión territorial en nombre de los reyes (católicos) y
el cristianismo; en segundo lugar, autentificar y atesti-
de su fetichización.
guar el papel -metáfora característica "de una sociedad
Los primeros actos de los conquistadores en las tierras
grafocéntrica- decisivo que 'Colón desempeñó en ella. En
apenas "descubiertas-, en efecto, subrayan el prestigio
términos más abstractos, la escritura corresponde a la vez
y el poder que aureola, a los ojos de los europeos, la es-
a una práctica polítíco-reliqiosa (la toma de posesión con
critura. vistas a su evangelización) y a otra jurídica o notarial
Ya antes de pisar el suelo por conquistar. los europeos, l· (dar fe de las responsabilidades individuales implicadas).
a su modo de ver debidamente amparados en una autori-
Acerquémonos primero a la escritura en tanto que prác-
zación .escrita (la capitulación extendida por el rey -o
tica político-religiosa. Como se ha podido constatar, la
los reyes- católicos), estiman detener el derecho inobje-
conquista o toma de posesión no se apoya, desde la pers-
table de ocupar las tierras evocadas en el «título- real.
Con otro documento, redactado in situ, inmediatamente pectiva de sus actores, en la superioridad político-militar
después del desembarque, se confirma luego la torna de de los europeos, sino en el prestigio y la eficacia casi
posesión europea. Ilustra este procedimiento un apunte mágica que ellos atribuyen a la escritura.
del Almirante Colón, redactado el propio día del "des' La función primera que se encarga al documento es-
cubrirnento- de la primera isla caribeña (11/10/1492}: crito. en efecto, no es la de constatar la toma de posesión,
sino, para adoptar un concepto del lingüística J. L. Austin
El Almirante llamó a los dos capitanes y a los de- [1/ 1970], la de pexlormatla. Ahora, la capacidad perfor-
más que saltaron en tierra, ya Rodriga d'Escobedo. mativa de un enunciado depende menos de sus caracterís-
escrivano de toda el armada, y a Rodriga Sánches ticas propias que de la «exístencía de una suerte de cere-
de Segovia, y dix'o que diesen por fé y testimonio monial social que atribuye a tal fórmula, empleada por
cómo él por ante todos tomava, Y cómo de hecho tal persona en tales circunstancias, un .valor particular a
tomó, possessión de la dicha isla por el Rey y por [1/ Ducrot/Todorov 1972: 429]. Sancionado efectivamen-
la Reina sus señores, haziendo las protesta~iones que te por una puesta en escena determinada, el acto escrip-
se requirían, como más largo se contiene en los tes- tural deriva aquí su eficacia del prestigio que aureola su
timonios que alli se hicieron por escripto {S. 11 Co- origen. A los ojos de los conquistadores, la escritura sim-
lón 14~211982:30]. boliza, actualiza o evoca -en el sentido mágico primitivo-
la autoridad de los reyes españoles, legitimada por los
La operación escriptural descrita por el Almirante, privilegios que les concedió, a raíz de la reconquista
primera' manifestación en América de 10 que llamaremos cristiana de la península ibérica, el poder papal. A su
el -fetíchismo de la escrítura-. merece un comentario. vez, la institución romana, heredera auto proclamada del
El documento encargado al escribano Rodriga d'Esco- leqado cristiano, se considera depositaría de la que fue,
bedo parece que debe cumplir dos funciones principales: . en la Europa medieval, la: Escritura por excelencia: la
en primer lugar, «realizar», ideológicamente, una toma de Biblía. El poder -o capacidad performativa- que Cok)11

..... ~~ .
30 Martín Lienhaxd
La voz y su huella
31
y sus compañeros ven encarnado en el texto escrito re-
sulta, en última instancia, un poder ideológico afianzado l'
Casti11a que entonces eran D. Fernando y Doña
en la concepción occidental etnocentrista del valor univer- Isabel, de gloriosa memoria, y a sus sucesores nues-
sal de lás Sagradas Escrituras judeo-cristianas. . tros Señores, con todo 10 que en ellas hay, según se
A partir de J:'>13, un texto único, concebido especial- contiene en ciertas escrituras, que sobre ello pasa-
mente para este objetivo, ••realizará u las tomas de pose- ron [ ... ] [ibid.]
sión territorial de los españoles en América: el zequeri-
miento. Resulta legítimo subrayar que las realiza (perfor- El texto escrito, legitimado a su vez por otras -escri-
ma). porque la formulación del documento, autoritaria en turas-, expresa en última instancia la voluntad divina.
un grado sumo, no admite réplica ni diálogo: Nótese que tal voluntad adquiere un cariz más político
iI
I!
que teológico en la medida en que se privilegia, a expen-
I
Por ende, como mejor puedo, vos ruego y requiero, sas del -no mencionado- fundador de la religión uni-
que ( ... ] reconozcáis a la Iglesia por Superiora del versal, Jesucristo, a su discípulo San Pedro: el hombre
Universo mundo. y al Sumo Pontífice, llamado papa que instauró, según la tradición católica, el aparato po-
r :
en su nombre y a su Majestad en su lugar, como su- lítico-administrativo del cristianismo, el papado.
perior y señor rey de las Islas y Tierrafirme [ ... J. El requerimiento expresa sin ambages la función pe-
Si no lo hiciéredes [ ... ], certificoos que con el ayu- lítico-religiosa que se otorgó, en los momentos inaugu~
da de Dios yo entraré poderosamente contravoso- rales de la conquista de América, al discurso escrito; fun-
tros [ ... L y vos sujetaré al yugo y obediencia de ción que tenía en mente Antonio Nebrija cuando publi-
. la Iglesia y de su Majestad [. .. ] [2. lí Cogolludo có, precisamente en 1492, su Gramática de la lengua cas-
1688/1954-1955, t. I, t. Ir: cap. 4). tellana [1/ 1980J. En la conquista de los -bárbaros-, dice
el humanista, un idioma definitivamente codificado por
! Independientemente del consentimiento de los autócto-
'! y para la escritura permite imponer -Ias 1eies quel ven-
nos, la conquista se realiza a través del simple acto de cedor pone al vencido- (prólogo).
enunciar el texto del requerimiento. Para justificar la ma-
El uso jurídico o utestimonialn. de la escritura, segun-
nifestación detamaña autoridad, el documento subraya su da función perceptible en la operación escriptural que
genealogí!l nada menos que divina. Después de dejar i '
el Almirante encargó al escribano Rodrigo d'Escobedo
sentado que "Dios nuestro señor Uno y Eterno» encargó se apoya a su vez en una tradición europea bien arraíqa,
el gobierno de toda la humanidad a San Pedro y sus su- da. En una cultura oral o predominantemente oral, la me-
cesores, los pontífices o papas, prosigue: moria colectíva da fe de los comportamientos pasados
de los individuos. Desde la Edad Media, con el presti-
I Uno de los pontífices pasados, que he dicho, como gio creciente de la escritura y el desarrollo de un verda-
:I Señor del mundo, hizo donación de estas Islas y Tie-
I
dero ••fetichismo de la escritura», el·testimonio oral deja
I rrafirrne del Mar Océano, a los católicos reyes de
I
! de tener valor, a menos de aparecer consignado en el
papel y certificado por un notario. Para mostrar el ("n
32 Maxtin l:!enluird La voz y su huella 33

rácter absurdo de este privileqis concedido a la escritu- «si en aquella tierra había caribes», la respuesta posití-:
ra, el escritor Jean Genet solía decir, cuando se lerepro- va, inmediatamente transcrita, ••era título qué Iosespa-
chaba la ruptura de un contrato que él había firmado ñoles tomaban para captivar y hacer las gentes libres
.Vous auez eu ma siqnatute, pas ma patole» (les Ji mi, esclavos-o
firma, no mi palabra) [1/ Ben J alloun 1986). En resumidas cuentas, la operación escriptural del
En la historia de la conquista de América, la vertiente 11/10/1492, la primera que se realiza en América a par-
jurídica del «fetichismo de la escritura- se manifesta-á en tir del alfabeto, se puede considerar como el grado cero
el -papel- siempre decisivo del escribano. Presente ~1 to- de la escritura -al estilo occidental- en el continente;
dos los momentos cruciales de la penetración europea, en un grado cero que carga, sin embargo, con todo el peso
! '
todos los conflictos entre conquistadores y conquistados o de su pasado europeo: la vinculación con los poderes
entre los .propios conquistadores, este personaje desem- político y espiritual. Rodrigo d'Escobedo prefigura, de
peñ¡;¡r¿lafunción de preservar, por media de la escritu- modo algo reductivo, a' los primeros ••escritores- colo-
ra. el control metropolitano sobre las empresas coloniza- niales: auxiliares del poder más que literatos autóno-
l' doras. Como se 'lee, por ejemplo, en el informe de Paro mos, productores de un discurso politico-reliqiosó más
Hernández [4.1(. 1971).sollre la, conquista de Paraguay, que creadores de discursos ficcionales o especulativos.
1
,I
1
~l escribanoasistió alos debates acerca de si se justifica- El uso de la escritura para fines científicos, especulati-
baco' no una acción bélica contra los indios recaleitran- vos o literarios ••autónomos", antes de 1500 restringi-
I tes, Ojo y memoria del rey, él consignaba para la auto- do en las propias metrópolis coloniales (España, Por-
rid~d' real'y para 'la posteridad Iasaccíones ••buenas •• o tugal), no se iba a desarrollar sino varios decenios más
I -rnalas- de los conquistadores. L~s documentos que ela- tarde, bajo el impacto de las ideas renacentistas. Toda-
boraba en tales circunstancias alcanzaban, como 10 mues- vía en 1605, por ejemplo, Cervantes, en el prólogo al
tra el nlismo informe de Hernández. un valor máximo a Quijote, se burlará de sus contemporáneos que tratan de
los ojos de los propios dirigentes de la expedición: al conservar, en sus libros de ficción ••autónoma», la cau-
escindirse ésta en dos grUpos'rivales (IralalCabeza de ción de la tradición filosófico-teolóqíca , estos libros
Vaca), cada uno luchó por la posesión de los documentos, -escribe- «tan llenos de sentencias de Aristóteles. de
notariales {ibid..: cap. L.XX¡¡T) .El que llegaba a adueñar- Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a
sede los documentos comprometedores, en efecto, libre los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos,
de manipular la historia a su antojo, se pondría El salvo de eruditos y elocuentes. iPues qué, cuando citan la Divi-
las acusaciones que ellos podían contener. ' na Escritura!- [1/ Cervantes 1985: 13].
La escritura volvía también imborrable s ciertas respues- Mientras tanto, la Corona tratará de preservar al
tasque los indios, ignorando las consecuencias, daban a máximo el privilegio de la escritura ortodoxa o «canóni-
algún escribano europeo. Así, en el Caribe, como lo de- ca-: para no destruir <lel autoridad y crédito de la Sa-
nunció el Padre de Las Casas [2.1/ Mendieta 1596/1980: grada Escritura y otros libros de Doctores ••, como dice
L., I,cap. 9], los ~spañoles solían preguntar a los indios una carta real de 1543 [2.1/ Carda Genaro 1982: 439-

I "
34 Mariin Lienhard
La voz y su huella 35

440J, se prohibirán repetidas veces, en efecto, la impor-


Por otra parte, el poder inicialmente simbólico de la
tación y difusión, en América, de libros de ficción.
escritura «sacralízada •• se convierte en una realidad apa-
Ahora bien, la fctichización de la escritura por parte rentemente tangible a partir del momento en que, gra-
de los europeos no tenia por quó repercutir directamen- cias a la superioridad político-militar de los europeos,
te, a primera vista, en sus relaciones con los autóctonos, se afianzan los mecanismos complejos de la dominación
poco preparados por sus tradiciones culturales, salvo qui- colonial. Si la inicial toma de posesión territorial por
zás en Mesoamérica, a comprender tal obsesión por la medio de la escritura, acto simbólico si no blull, no hace
transcripción gráfica del discurso. Dos factores, sin em- sino indicar una voluntad, no se podría ya decir 10 mis-
bargo, se combinarían para favorecer, entre los indíge- mo, una vez establecido el aparato burocrático, de la
-nas, una innegable fascinación por la escritura europea, repartición por decreto de «títulos •• o «mercedes», para
fascinación que aqilizaria la. restructuración europea de no aludir a las condenas formuladas por escrito: el po-
la esfera de la comunicación en América. Por una parte, der garantiza, en este caso, la aplicación de lo que esti-
el prestigio que adhería, a los ojos de los conquistado- pula la escritura. Los autóctonos, despojados "legalmen-
res, la palabra escrita, no dejó indiferentes a los indios. te" (por la escritura) de sus tierras, sometidos a juicios
Así, por 10 'menos, parece explicarse la relativa -aunque por su «idolatría», no pudieron ignorar por mucho tiem-
no siempre confirmada- eficacia de la práctica del re- po el aparente poder +un poder delegado- de la escri-
querimiento, lectura en voz alta del documento que se tura administrativa, diplomática ° judicial. A veces lle-
acaba de reseñar. Absurda en términos de comunicación garon, sin duda, a sobrevalorado, a atribuirle una efi-
-los autóctonos no reciben el mensaje contenido en el cacia poco menos que mágica.
texto [3.2/ Harrison 1982: 65-67] =, la ficción de la La cultura gráfica europea suplantará, en términos de
presencia de un lejano poder "divino» debe de haber dominación, la predominantemente oral de los indios, sin
obrado a veces como acto de una magia superior y des- que éstos --en su inmensa mayoría- tengan acceso a la
conocida. Esta hipótesis va acreditada por una observa- primera. La restructuración europea de la esfera de la
ción del Inca e historiador Titu Cusi Yupanqui. Según comunicación americana desemboca, pues, en la exclu-
él, los indios andinos se sorprendieron viendo a los es- sión de la mayoría respecto a un sistema (la escritura al-
pañoles .. solas hablar en paños blancos». es decir, leer
á
fabética) que se impone como único medio de cqmunica-
en sus papeles. Pero más que nada, los dejó estupefac- ción oficial. Al interiorizar, a partir de su propia per-
cepción, el «fetichismo de la escritura- introducido por
tos el hecho de que 10:3 españoles se mostraran capaces
los europeos, los autóctono s se convertirán en sus vícti-
de «nonbrar a algunos de nosotros por nuestros nonbres
mas: los europeos, por lo general, podrán manipular la
syn se lo dezir naidic» [3.1/ Yupangui 1570/1985: 4):
comunicación escrita a su antojo. En los no muy numero-
ellos percibieron como facultad mágica la capacidad que
sos autores indígenas que surgen en los decenios conse-
tenían los europeos de identificar a algunos de ellos a
cutivos al primer contacto, se nota el impacto de ese
partir de su documentación descriptiva ya realizada.
núcleo ideológico; confiados en el poder del clisru rso
36 Martín Lienhard La voz y su huella 31

escrito, unos indios nobles como el apenas mencionado ea social, deja de ser, en rigor, la que fue: cortar árboles
Títu Cusi, Guaman Poma o los dignataríos mesoamerí- para construir una canoa o una casa y cortar la mayor
canos autores de títulos gencalógicos y de cartas reivin- cantidad posible de árboles para la exportación resultan,
dicativas, parecen atribuir al mensaje escrito una efica- a pesar de incluir una operación «idéntica». dos prácticas
cia intrínseca, independiente del aparato político que la sociales distintas.
sustenta. La imposición de la escritura europea en tanto que
vehículo oficial, exclusivo, de la comunicación político-
diplomática, determina, como la imposición del hacha de
Escritura y poder hierro para cortar árboles, no tanto un cambio técnico
Estas afirmaciones suscitan un núcleo de preguntas en en la operación tradicional, sino la aparición de una
torno a las relaciones entre poder y escritura que no po- nueva práctica. Para bien entend~ este cambio, debe-
demos ya escamotear. ¿En qué medida es lícito atribuir mos interrogarnos primero, aunque sea sucintamente,
a una innovación ••técnica •• en la esfera de la comunica- acerca de la naturaleza de los sistemas de notación au-
ción -la imposición de la escritura europea como vehícu- tóctonos y de las prácticas que ellos. auspiciaban.
lo oficial- un papel relevante en la producción del trau- Todas las sociedades autóctonas conocidas elaboraron,
ma de la conquista? ¿ En qué se distingue, "políticamen- antes de la irrupción de los europeos, algún sistema grá-
te ••, el sistema alfabético de notación de los sistemas fico o de notación que correspondiera a sus necesidades
autóctonos, gráficos o no? ¿ Podría afirmarse, finalmen- concretas. Ellas no fueron, contrariamente a lo que in-
te, que existe una relación entre el instrumento de la es- sinuaran a través de sendas anécdotas Garcilaso o, en
critura al estilo europeo y el expansionismo occidental? fechas más recientes, Lévi-Strauss, sociedades «sin escri-
La escritura, cualquiera que ella fuese, es una herra- tura». Según Garcilaso [3.1/ 1609/1959: IX, 29]. un es-
mienta al servicio de la comunidad que la crea o adap- pañol encargó a dos indios analfabetos el transporte de
ta, y no tiene como tal ningún poder real. Ahora, para ocho melones. Para evitar que ellos comieran parte en
perfeccionar determinadas operaciones, ciertas herra- el viaje, les hizo creer que la carta para el destinatario
mientas resultan más eficaces que otras. Con los mache- (en que constaba el número de los melones) los iba a
tes o las hachas recibidos de los portugueses, por ejem- vigilar en el camino. Los indios, pues, la escondían
plo, los indios brasileños podrán aumentar en una pro- cada vez que les entraron ganas de comerse una de las
porción inimaginable su producción de pau de Brasil ... frutas, quedando luego estupefactos cuando el destinata-
destinada no ya a la fabricación de canoas o de otros en- rio, al leer la carta, les reprochó el robo cometido. Anéc-
seres domésticos, sino a la exportación -impulsada y con- dota inverosímil: en el país de los hipu, instrumentos
trolada por los colonos portugueses- hacia Europa. Si perfeccionados para la conservación de datos numéricos,
el instrumento de hierro se muestra, efectivamente, más los indios podían perfectamente imaginarse la capacidad
eficaz para cortar grandes cantidades de árboles, la ope- delatora de un escrito. Tampoco convence del todo la in-
ración del corte, realizada en el contexto de otra prácti- t crpretación que ofrece Lévi-Strauss [1/ 1955: cap. 28]
38 Martín Lienhard La voz y su huella 39

de su famosa »lecon d'éctiture«. si el jefe nambikwara grandes estados prehispánícos de Mesoamérica y el área
imita la escritura europea para sugerir a sus compañe- andina. Si éstos son, sin duda, los que se aproximan
ros su relación privilcqiada con el huésped occidental más, por su función si no en ~u aspecto, a la escritura
(Lévi-Strauss). éstos no pueden desconocer totalmente europea, son también los que ¡Jkrmiten la confrontación
las funciones del grafísmo. analítica más fecunda con el sistema gráfico europeo.
Poco operativa, en el otro extremo, nos parece la Más precisamente, centraremos nuestra reflexión en
concepción de una ••archi-escritura- formulada por el los dos sistemas de notación más -y mejor- conocidos, el
"gramató10go11Derrida [11 1967]: al incluir en ella, des- de los kipu andinos y el de los glifos mesoamericanos.
cartando el criterio de la notación, aún las operaciones
de clasificación puramente mentales, por 10 que se des- Kipu
vanece la posibilidad de distinguir las diferentes ••escrí-
II
, , turas». Un excelente punto de partida, en cambio, lo cons- Los kipu andinos son unos artefactos confeccionados
tituye una definición del recién fallecido etnolingüista a partir de una serie más o menos larga de hilos de co-
I
1
italiano Cardona [11 1981: 27): «Un sistema gráfico lor que se anudan verticalmente en una cinta horizon-
será, pues, cada conjunto (finito y numerable) de signos tal. A menudo descrito someramente por los cronistas
en el cual se asocian, a los elementos gráficos, significa- coloniales, su funcionamiento, estudiado especialmente
dos distintos y explicitab1es por la comunidad .• Si rela- por Marcía y Robert Ascher [3.2/ 1982], no queda to-
tivizamos la noción de ••finito y numerable" (podría davía definitivamente esclarecido. Para nuestras limita-
haber sistemas «abiertos"), y si sustituimos «sensible" a das necesidades, nos basaremos esencialmente en la in-
«gráfico» (el kipu andino incluye signos táctiles), ten- terpretación de un kipu estatal que los señores de Ha-
dremos un concepto de la escritura despojado de toda re- tun-Xauxa presentaron en 1561 ante la Audiencia de
ferencia a los sistemas fonoqráficos clásicos. Lima [3.2/ Murra 1975: 243-254]. En cada uno de los
La apariencia y la función social de las escrituras pre- hilos verticales paralelos se pueden ••inscribir ••, por un
colombinas varía según las tradiciones culturales de la sistema de nudos, uno o varios signos numéricos. Si la
comunidad, su tamaño, su diferenciación interna, su tipo posición del hilo en el eje horizontal, quizás junto con el
de vida. De las pinturas corpóreas, los petroglifos y el color, indica la categoría a la cual se refiere el número
lenguaje de los tambores (indios caribeños y amazóní-. inscrito, la posición del signo en el eje vertical denota
cos) hasta los códices mayas, pasando por los pallares, una sucesión temporal. La lectura del hipu supone la per-
lo~ kipu o la ••decoración ••simbólica de vasijas y tejidos cepción simultánea de un signo numérico, de su posición
(área andina), las soluciones adoptadas cubren un vasto en los ejes horizontal y vertical, y de un color, operación
abanico de opciones semiótícas. facilitada por la ayuda mutua que se prestan el tacto
De todos estos sistemas de notación, muchos de ellos (nudos) y la vista (color, posición). Cada signo «compues-
poco conocidos o estudiados, nos interesan aquí priori- 1.0" responde por 10menos a tres preguntas: i cuántas uni-
tariamente los que fueron elaborados en el marco de los dades (decenas, etc.) de qué categoría en qué momento
La voz y su huella 41
40 Martín Lienhard

gos (posición en el eje horizontal, colores), la interpre-


de la sucesion temporal? Nótese la aparente ausencia tación xlel ••texto ••, en este caso, puede resultar unívoca.
del predicato . el "lector", sin duda, 10 deducía del con-
Empleado en el marco de la producción o la reproduc-
texto. La operación no debió de presentar mayores difi-
ción de un discurso histórico, en cambio, el kipu no
cultades, puesto que, como lo afirma el historiador jesui- parece auspiciar una lectura unívoca. Su uso en este cam-
ta Acosta [3.11 1590/1954: Libro VI, cap. 8], "para di" po, sin embargo, queda bien atestiguado. Muchas cróni-
versos géneros, como de guerra, de gobierno, de tributos, cas, especialmente la que se conoce bajo el nombre de
de ceremonias, de tierras, había diversos quipos a, -Relación de los quipucamayos» (Collapiña 1542-1608/
1974], subrayan que los depositarios de la memoria his-
eje de las categorías tórica oficial no fueron otros que los kipuhamayoq, los
1 2 3 4 5 6 7 funcionarios responsables del cómputo. Para recitar el
11I 11I discurso de la historia o las genealogías, ellos se servían,
eje de la 1 '" *
como se lee en muchos informes coloniales, de su arte:
sucesión II '" • • • facto. ¿ Qué tipo de información contenían los hipu his-
temporal III '" * signos numéricos (*) tóricos? Nada prueba que almacenaran otros datos que
los mencionados, aunque el propio Acosta, con su intui-
Una lectura corrida del kipu se puede realizar, teórica- ción de «semíóloqo-, comparara las potencialidades del
mente, en dos direcciones: horizontal o vertical. En el hipu con las del alfabeto:
primer caso, el lector se entera de cuántas unidades de
cada categoría [existen, hacen o sufren algo) en el momen- ... había diversos quipos o ramales, y en cada ma-
to elegido; en el segundo, el lector puede evaluar la nojo de estos ñudos y ñudicos y hilillos atados, unos
evolución cuantitativa, por etapas, de la categoría que le colorados, otros verdes, otros azules, otros blancos,
interesa. y finalmente tantas diferencias, que así como noso-
El sistema del kipu, como se desprende de estas obser- tros de veinte y cuatro letras, guisándolas en dife-
vaciones, permite dos usos relativamente distintos; Por rentes maneras, sacamos tanta infinidad de vocablos,
un lado, y todos los cronistas coloniales coinciden en así como éstos de sus ñudos y colores sacaban in-
1
1

ello, sirve para almacenar datos útiles para el gobierno numerables significaciones de cosas (v. supra],
I
y la administración del Estado. Tales datos podían figu-
Si el sistema de los hipu permite almacenar, como tam-
rar en la mayoría de los rubros que indica la cita de
bién -en la óptica de Acosta- los sistemas gráficos chino
Acosta (guerra, gobierno, tributos, ceremonias, tierras).
y mexicano, «innumerables significaciones de cosas», no
a los cuales cabe agregar, siguiendo al mismo historia-
es capaz, en cambio, de reproducir «vocablos". Esto sig-
dor, las «historias ••, las ••leyes •• y las -cuentas de _nego- nifica, teniendo en cuenta el fonocentrismo de ACOSt;1, que
cios» [ibid.). Si bien la lectura de los datos de tipo esta- las informaciones almacenadas en el kipu no son de 11;1111-
dístico exige el conocimiento previo de algunos códi-
Martin Lienhaxd
La voz y su huella 43
42

,I
raleza lingüística. El kipu podría aumentar al infinito las tecos y otros pueblos mesoamericanos, las consideraremos
I
categorías (significaciones) abarcadas, sin que por ello aquí, teniendo en cuenta ante todo su función social, como
1',
llegara a fijar un discurso verbal. Todo indica, como 10 variantes de un sistema único. El aspecto visual de la
I subrayan Scharlau/Münzel [1/ 19S6: SO-90), que este ins- escritura mesoamericana (signos gráficos dispuestos se-
trumento andino no desempeña en el contexto de la ••his- gún diferentes patrones geométricos), su ••puesta en es-
cena ••más corriente (libros-biombos de papel amate), la
1 1

I torioqrafía- sino un papel de auxiliar mnemotécnico alta-


mente sofisticado. Corrobora esta aserción el hecho de que colocación de estos "libros» en •.bibliotecas ••> parecen
aproximar la cultura gráfica mesoamericana a la euro-
la tradición histórica oral recopilada por los españoles
'1
1
con la ayuda de los kipukamayoq muestre una relativa pea. Aún el modo de significar de la escritura mesa ame-
I. I
ricana (combinación de pictoqramas, de .ideoqramas, de
coincidencia en cuánto a los hechos escuetos (por ejemplo,
qué Inca, después de qué otro Inca, conquistó qué terri- fonoqramas), podría recordar ciertas escrituras ••occiden-
torio), pero una enorme diversidad en su exposición na- tales» muy antiguas, como la egipcia. ¿Las culturas me-
rrativa, su perspectiva, su ornamentación. Los primeros, soamerícanas, culturas del libro al estilo europeo u orien-
obviamente, se leen directamente en el kipu, mientras que tal? Muchos cronistas e historiadores no dudan en afir-
las últimas dependen en mayor o menor grado de la ••sub- marlo. En la "Sumaria relación de la historia de esta
jetividad literaria ••del historiador. Nueva España", el historiador mexicano Fernando de
En resumen, el kipu resulta un sistema semiótica desti- Alva Ixtlilxóchitl escribe:
nado a asegurar, en todos sus niveles, la administración
del Estado. ya facilitar, como auxiliarmnemotécnico, la ... tenían por cada género sus escritores: unos
producción de un discurso histórico-genealógico. La con- que trataban de los anales, poniendo por su
tribución de la memoria oral, poco importante en el uso orden las cosas que acontecían en cada un año, con
administrativo, se revela decisiva en el uso ••historiográ- día, mes y hora; otros tenían a su cargo las qenealo ..
fico••del kipu. El sistema andino de comunicación (en el gías y descendencias de los reyes y señores y perso-
cual el kipu ocupa un lugar privilegiado), podría, pues, nas de linaje, asentando por cuenta y razón los que
ser caracterizado como "predominantemente oral •• -con- nacían y borraban los que morían, con la misma
cepto que desarrollaremos después de presentar el sistema cuenta. Unos tenían cuidado de las pinturas de los
de las escrituras mesoamericanas. términos, limites y mojoneras de las ciudades, pro-
vincias, pueblos y lugares, y de las suertes y repar-
timientos de las tierras, cuyas eran y a quién perte-
Glítos necían. Otros, de los libros de las leyes, ritos y cere-
monias que usaban en su infidelidad; y los sacerdo-
Pese a las notorias diferencias que existen entre las
tes' de los templos, 'de sus idolatrías y modo OC do«
escrituras elaboradas por los mayas, los aztecas, los mix-
44 Martín Lienliard La voz y su huella 45

trina idolátrica y de las fiestas de sus falsos dioses Con los cantos, pues, no con las pinturas, se observan
y calendarios. Y finalmente, los filósofos y sabios (conservan) tanto las ciencias como las historias. Los
que tenían entre ellos, estaba a su cargo el pintar cantos -que no conviene imaginarse en un sentido dema-
todas las ciencias que sabían y alcanzaban, y ense- siado litera1- son el instrumento de que se sirve la me-
ñar de memoria todos los cantos que observaban moria oral tanto para almacenar como' para reproducir
sus ciencias e historias [2. 11 Ixtlilxóchitl ¿ 1625?/ los discursos. Y a discursos, no a listas, se referían los
1975: 1, 527; el subrayado es nuestro]. conceptos de .ciencias. y de -historias-. En definitiva: los
libros mexicanos, como los kipus andinos. resultan prác-
Destinada a suscitar en el lector ••renacentista- asocia- ticamente autosuficientes como memoria político-adminis-
ciones con las prestigiosas metrópolis intelectuales de la trativa y cosmográfica, pero no pasan de ser auxiliares
11
111
antigüedad greca-latina (Alejandría), esta evocación de mnemotécnicos para la conservación-reproducción de dis-
la cultura libresca en Texcoco tiene el mérito de ofrecer cursos verbales. La memoria oral, en este caso, sigue sien-
iJ un cuadro sintético de las categorías de -líbros- que se do decisiva: ella debe suplir la ausencia de los elemen-
I manejaban en el México prehispánico. Un examen rápi- tos lingüístico s que la escritura deja de fijar. Al analizar
11 do del fragmento revela que éstas, en buena parte, se ase- alguno de los códices coloniales realizados al modo anti-
~, 'ti mejan -cuando no coinciden con ellos- a los rubros que guo, pero ya provistos de una transcripción alfabética del
' I
"
se consignaban en los kipu andinos . historia, guerra, tri- discurso subyacente, como el llamado -Códice Aubin ••
butos, gobiernos, tierras, cuentas de negocios, ceremonias, [¿ 1608?11902], el observador constata que el texto en es-
leyes. Rubros que no suponen necesariamente una expo- critura mexicana no suministra, en general, sino los sig-
sición discursiva, sino que pueden alojarse en listas, como nos del año, del personaje (individual o colectivo) que rea-
por ejemplo, al contrario de la narración histórica, los lizó o sufrió algo, o de la naturaleza del suceso imperso-
anales. La excepción más notable, en este contexto, es la nal (catástrofe, etc.) que caracterizó el mismo lapso de
••ciencia n, sin duda un discurso difícil de reducir a una tiempo. El texto náhuatl en transcripción alfabética, en
lista. Los «filósofos-, dueños de las •ciencias », tenían a cambio, proporciona en primer lugar las oraciones com-
su cargo la «pintura .• de sus conocimientos en las disci- pletas que corresponden a los signos glíficos. Por otra
plinas -filosóficas .•, pero también la enseñanza de los.sean- parte, agrega a menudo elementos nuevos que no se ha-
tos- con que se «observaban» sus «ciencias- e -hístorías-. llan de ningún modo inscritos en la grafía mexicana: dis-
¿Qué serían estos cantos? Un poco antes, en el mismo tex- cursos directos pronunciados por algún personaje, escla-
to, Ixtlilxóchitl ya se había referido a ellos: •... he con- recimientos varios y aún, como 10 puntualizó Garibav
seguido mi deseo con mucho trabajo, peregrinación y
[2.2/ 1983: 120], -saqas ••enteras:
suma diligencia en juntar las pinturas de las historias y
anales, y los cantos COIl que las observaban [op, cit.: I,
525).

I
46 Martín Líenhard-
La voz y su huella 41

La oralidad predominante

Los kipu andinos y las escrituras mesoamericanas no


son los únicos sistemas de conservación, de presenta-
Nican po l iuhque CaHiy ción, de ••encuadramiento" de datos que se manejaron en
las áreas respectivas. En el área andína, por ejemplo, se
manyan tlacaHatlil t z i.nc a
conocen además del kipu varios sistemas gráficos: en la
ompaqui cocolizcuitique
costa del Pacífico, unos pallares ideográficos servían
in Axaya c-at¡zin ítoéa para la transmisión de mensajes u órdenes [3 _2/ Larca
t l i Icuezp a l ia - Hoyle 1942); los signos inscritos en los cuadrados, dis-
puestos al modo de un ajedrez, de las túnicas incaicas,
qllimet¡(huiteO xrqu.ip i Ico
presentaban una información de tipo cosmolóqico-re-
ychan. r Hl'l-t11ltz.i-ncAj ligiosa [3.2/ Jara 1975); un cuadró del templo cus-
queño del Sol, reproducido por el cronista Pachacuti
Yamqui, sintetizaba la imagen inca de la sociedad y del
Acaecieron desgracias los Matlatzincas:
á pero a~líJ mundo [3.2/ Vallée 1982). Ninguna de estas prácticas
fué herido Axayacatl por un guerrero llamado Tlil- gráficas, sin embargo, nos obliga a modificar las con-
[ cuespaltzin, que 10 asaltó y le hirió en la pierna.
clusiones que sacaremos del análisis de los dos sistemas
de notación mayores, kipu andino y glifo mesoamericano.

La sofistificación del sistema gráfico mexicano (posi- Con la relativa excepción de la incipiente escritura fo-
bilidad de transcribir fonéticamente siquiera topónimos nética de los mayas, todos estos sistemas tienden no a
o nombres propios) no significa, pues, que el sistema glo- transcribir discursos verbales, sino a plasmar el mundo
I ,
bal de comunicación verbal deje de ser predominante- cósmico, natural y social en cuadros o listas. No previs-
I
mente oral. Creemos que esta afirmación se aplica tam- tos contrariamente al alfabeto, para fomentar una prác-
bién al área maya, pese al mayor desarrollo Ionoqráfico tica escriptural discursiva, ellos auspician una práctica
de las escrituras de esta zona. Como instrumentos para esencialmente «conservadora-, Los documentos plásticos
la notación fonética del discurso, 105 glifos mayas, sin o gráficos no transcriben el movimiento de la inteligen-
duda alguna, resultan muy trabajosos. La notoria preo- cia discursiva del hombre, sino que ofrecen, bajo forma
cupación fonográfica de los mayas parece explicar, en sintética, el resultado de sus observaciones, reflexiones
cambio, que ellos adoptaran temprano el alfabeto eu- y medidas. La dinámica del discurso humano, y este pun-
ropeo para transcribir, por su propia iniciativa o no, el to nos parece decisivo, se desarrolla bajo el signo de la
caudal de su tradición oral +el Popol Vuh, los Libros de oralidad. Sin duda, la cosmología, la administración
Chilam Balam, los Cantares de Deitbalché ... (económica, demográfica, tributaría. ritual, jurídica) y la

-------------- --------------------- -
48 Martín Lienhazd La voz y 'su huella 49

/
cronología histórica se hallan consignadas en las listas o do al dominio de la administración estatal [ibid.]. Cabe
los cuadros de los códices o en los nudos, las posiciones suponer, pues, que la posibilidad de la transcripción fo-
y los colores de los liipu. En cambio, la épica, la lírica, nética no desemboca, inmediata o necesariamente, en su
la dramática, la narración histórica, la. didáctica y la extensión a las prácticas no administrativas de la socie-
producción imaginativa, para tomar la clasificación rea- dad, -en - el predominio globál de la escritura sobre los
lizada por Garibay [2.2/ 1983J para la literatura náhuatl, otros medios de comunicación.
se elaboran independientemente de los sistemas de nota- También el uso de una escritura exclusivamente «con-
ción, aunque luego, para su conservación o reproducción, servadora" o archivista modifica sustancialmcnte, como
éstos puedan desempeñar algún papel. lo muestra Goody, la percepción intelectual del mundo
Las escrituras americanas sirven, ante todo, para al- por parte de una sociedad dada. La confección de listas
macenar datos, para fijar una visión del mundo ya con- y de cuadros, especialmente, supone otra práctica clasi-
sagrada; para archivar las prácticas y representaciones ficatoria que la del discurso oral: el cuadro permanece
de la sociedad. No les incumbe, o sólo en una medida y se puede retocar, mientras que la palabra oral se des-
reducida, explorar o planificar el porvenir, jugar (filo- vanece continuamente. Si la clasificación en sí se puede
sofar) con las representaciones: éstas prácticas se reali- considerar como «archi-estructura- (Derrida), la clasifi-
zan en la esfera oral. La notación, gráfi<;a o plástica, de cación plástica o gráfica, «escritura» en un sentido más
las sociedades andinas y mesoamericanas, surgió sin duda estricto, permite, gracias a la presencia simultánea de
a raíz de la necesidad de racionalizar la administración todos los datos y la posibilidad de confrontarlos, el de-
en unas formaciones social y económicamente comple- sarrollo de una actitud más reflexiva frente a la histo-
jas, además de centralizadas; también para fijar, de ria, la sociedad, el mundo. Sin duda, ni la elaboración
modo indiscutible, los méritos histórico-genealógicos y de los calendarios y de los ciclos astronómico-histórí-
los valores de las sucesivas castas hegemónicas. cos en Mesoamérica, ni la planificación económica, es-
I pecialmente alimenticia, en los Andes, hubieran sido po-
l· En este sentido, el uso de los sistemas de notación
por los grupos dirigentes de los grandes estados hidráu- sibles sin los sistemas de notación respectivos. Vastos
licos y urbanos de la América prehispánica ofrece un campos de la elaboración intelectual, en cambio, siguie-
paralelismo notable con el que se observa en los esta- ron reservados al discurso oral: la historia en tanto que
dos relativamente comparables de la Mesopotamia anti- narración, el "pensamiento en movimiento u (confronta-
gua. En esta región, en un primer tiempo, el sistema em- ción de ideas). El peculiar uso de la «escritura», en efec-
pleado (pictografía) se presta exclusivamente para los to, relativamente reacio a la experimentación, resultó sin
usos administrativos. La elaboración de una transcrip- duda más adecuado para la conservación de los logros
ción fonética permite luego, teóricamente, la fijación de socio-económicos e intelectuales ya alcanzados que para
.1
discursos verbales [11 Goody 1977: cap. 5). Sin embar- su cuestionamiento incesante.
go, durante 'Ui1 lapso de tiempo prolongado, la inmensa
mayoría de los documentos escritos siguen pertenecien-
50 La voz y su huella 51
Martín Líenhard

Violencia de la escritura En todas las sociedades provistas de sistemas de no-


tación oficiales, el documento ••escrito» representa un
Los sistemas de comunicación andino y mesoamerica- poder. Un poder local o regional, en la América hispá-
no, predominantemente orales, no auspiciaban' el inter- nica; un poder tendencialmente mundial, en el caso del
cambio intelectual a escala suprarregional. Si los eu- imperio cristiano. Las características ~é.cnicasdel .alfa-
ropeos, hacia 1500, habían acumulado y digerido una betc favorecieron sin duda estas ambiciones: gracias a
gran experiencia de la diversidad de las culturas en el su capacidad para fijar inequívocamente discurso~ ente-
ros que se iban a mover cómodamente en el espacio y el
mundo, en buena parte gracias a la movilidad temporal
tiempo (el requerimiento, las capitulaciones, toda. la le-
y espacial de los documentos escritos, las sociedades
prehispánicas se habían contentado con una experiencia gislación de Indias ... I. la escritura europea lleg~ :'1 re-
presentar un poder imperial cuyo centro de declslO~es
relativamente local y -salvó en Mesoamérica- limitada
se hallaba a miles de leguas del lugar donde se ej er-
en el tiempo. Dicho de modo algo excesivo, si los eu-
cía su acción. La escritura no sólo posibilitó, sino que
ropeos podían imaginarse hasta cierto punto, gracias a
confirmó y volvió imborrables todos los actos y las de-
la lectura de Heródoto, Marco Polo o los cronistas de las
~cisiones de la nueva autoridad colonial =mientras. que
expediciones africanas del siglo xv, el funcionamiento
las escrituras americanas necesitaban elaborar paciente-
de las sociedades no occidentales, los habitantes autóc-
mente las innovaciones que les permitirían, mal que bien,
tonos del continente «descubierto•• por Colón tuvieron
incorporar las experiencias traumáticas nuevas.
que recurrir en un primer momento, para clasificar a
La práctica escriptural europea, exploradora, prospec-
los intrusos, a la idea mítíca del retorno de alguna di-
vinídad, tiva y dominadora, proporciona una especie de modelo
para la ocupación de un territori~ nuevo. ~omo 10 de-
A partir de lo que precede, el trastorno que supuso muestran toda una serie de prácticas colonizadoras, los
la irrupción de la escritura europea +con todo lo que europeos proceden como si quisieran inscribir su poder
connotaba- en el sistema de comunicación americano, en todas las ••superficies ••posibles del Nuevo Mundo.
debería de haberse vuelto tangible. Con el alfabeto
A través de la cristianización de la toponimia autóc-
irrumpía la experiencia de un mundo más vasto del que
tona, el poder europeo se inscribe, algo más que metafó-
conocían los autóctonos, pero ante todo, una práctica del
ricamente, en el paisaje. Ya en sus primeros apuntes, con
poder no sólo administrativa y conservadora, sino pros-
un plumazo, Colón cambia toda la toponirnia antillana
pectíva, exploradora y expansionista. Imbuidos de la
de signo: ••esta (isla] de Sant Salvador•• (14 de oct.}: ••a
••universalidad. del cristianismo y de su Escritura, los
la cual [isla} puse nombre de Sancta María de la Con-
europeos se habían preparado para la conquista ' de
cepción» (15 de oct.}. ••a la cual pongo nombre la Fer-
Nuevos Mundos antes de saber a ciencia cierta si éstos
nandina- (15 de oct.}. ••a la cual puse nombre la Isabela»
existían. La Escritura y sus apéndices (las elaboraciones
(19 de oct.). El repertorio de los nuevos topónimos, n~
teológico-filosófico-gramaticales) les otorgaban el dere-
es difícil constatado, es la esfera del doble poder poli-
cho de seguir tal práctica expansionista.
52 Martin Lienhard La voz y su huella 53

tico-religioso que representan los conquistadores. Los religioso de los indios brasileños, Nóbrega, el primer su-
topónimos asentados en la memoria colectiva o también perior jesuita en la zona, declara: ••Cá poucas letras
-Mesoamérica- en los códices de los autóctonos segui- bastam, porque tudo papel branco e nao há mais que
é

rán, desde luego, existiendo, pero ya sin valor leqal, escrever él vontade .••1 [4.1/ Nóbrega 1955: 10/8/1549].
puesto que la nueva legalidad instaurada por la conquista Todo parece indicar que para los conquistadores, la
se remite exclusivamente a la escritura del poder europeo. operación de escribir, sea como gesto simbólico (herrar
Es cierto que los aztecas o los incas también solían cam- esclavos, cambiar la topo nimia, atestiguar un derecho)
biar la toponimia de las regiones conquistadas; los nom- o como metáfora (escribir en las almas de los indios)
bres nuevos, sin embargo, a menudo simples traduccio- apunta siempre a una práctica de toma de posesión,
nes de los antiguos a su idioma, no implicaban la ins- «sanctificada- en última instancia por la religión del li-
cripción en el paisaje de categorías de pensamiento tan bro en cuyo nombre se realiza,
radicalmente opuestas a las tradiciones locales. Las escrituras americanas, cabe aclararlo, nunca die-
Impacientes por dejar sus huellas en cualquier super- ron lugar a una práctica polítíco-escriptural de esta ín-
ficie del mundo conquistado, los europeos no dudan en dole. La notación gráfica o plástica servía, a los ojos
inscribir su poder en las propias caras de los autóctonos. de las castas dirigentes autóctonas, para archivar, para
,I
I "El hierro que andaba bien barato ••, escribe hacia 1541 el "encuadrar" los datos cósmico-histórico-sociales existen-
I tes; no desempeñaba ninguna función central en las em-
autor de lit Historia de los indios de la Nueva España,
sin duda el franciscano fray Toribio de Motolinía [2.1/ presas de exploración (en el sentido propio y figurado)
1541/1 !JH5: párr, 50], ••dábanles [a los campesinos, su- ni secretó, por 10 tanto, ningún ••fetichismo de la escri-
puestos esclavos) por aquellos rostros tantos letreros de- tura- comparable con el de Europa.
más del principal hierro del rey, tanto que toda la cara La imposición arbitraria de la escritura alfabética en
traían escrita, porque de cuantos era comprado y ven- el continente está lejos, pues, de importar un simple
dido llevaba letreros e , Se aprecia aquí en estado puro la cambio técnico en la esfera de la comunicación autócto-
violencia política que puede implicar la escritura cuan- nao Si bien no se trata, como a veces se sostiene, de la
do se la maneja como instrumento de un ejercicio to- introducción de la escritura en unas sociedades que ni
talitario del poder -su único uso según un Lévi-Strauss la podían imaginar, no se puede tampoco hablar de la
[1/ 1955: cap. 28] algo maniqueo, obsesionado por la sustitución técnica, neutra, de unos sistemas de notación
oposición entre sociedades con o sin escritura. anticuados por otro más moderno y flexible. La irrup-
ción de la cultura gráfica europea fue .acompañada por
Otra práctica ilustra hasta qué extremos puede llevar
la violenta destrucción de los sistemas antiguos. Los eu-
el ••fetichismo de la escritura. europeo: la conquista es-
ropeos, convencidos +por su propia práctica- de la
piritual. No satisfechos aún de inscribir su poder «di-
existencia de un vínculo orgánico entre la escritura y un
vino. en el paisaje y los rostros de los autóctonos, al-
gunos europeos, misioneros, sueñan con inscribirlo en J «Con pocas' letras bastan, porque frente al papel virgen solo
sus almas. Aludiendo a la inocencia, al supuesto vacío hay que escribir la voluntad."

',1,1
54 Martín Lienhard La voz y su huella 55

sistema ideológico-religioso, no tardaron, en efecto, en municación oral, constituirá el trasfondo sobre el cual
considerar los sistemas de notaciónautóctonos como in- surge la literatura "latinoamericana •.
venciones 'del demonio, fundador, según ellos, de las Pocos decenios después de los primeros contactos y
"idolatrías» indígenas. La destrucción de la supuesta base enfrentamiento s entre europeos y autóctonos, la "con-
de las culturas autóctonas se les impuso, pues, como quista escriptural- del continente parecía tan adelantada
una necesidad urgente. Escasos son los documentos que que el historiador Acosta [3.1/ 1590/1945: Proemio]. pudo
sobrevivieron a los autodalés anti-idolátricos, realizados decir: " ... el mundo nuevo ya no es nuevo, sino viejo,
con tanta minucia como furia. En estas campañas se según hay mucho dicho, y escrito de él ... -. Boutade
distinguieron toda una serie de misioneros, los más im- sin duda, la fórmula de Acosta sugiere que la cultura
buidos, entre los conquistadores, del «fetichismo de la del continente, a los ojos de los que se consideran aho-
escritura". Más tarde, algunos de ellos, o sus sucesores, ra como sus únicos exponentes, ha dejado de ser -nue-
empezaron a comprender su erro!': no existía en reali- va •• (es decir exótica, indígena) para convertirse en par-
dad ninguna incompatibilidad absoluta .entrelossiste- te de la cultura occidental o «uníversal». Esta convicción
mas de notación antiguos y la instauración del nuevo or- apresurada, dictada por la euforia colonialista del si-
den colonial. glo XVI, sigue teniendo, como veremos en seguida, sus
Los autodalés de documentos autóctonos hicieron, en adeptos en la América emancipada del siglo xx,
todo caso, un impacto negativo en las futuras élites in-
dígenas coloniales. Constatando que con la -caída de
los reyes y señores» (mexicanos) se arruinó también el
antiguo sistema cultural, el historiador Ixtlilxóchitl, que
nunca se extralimitóa criticar abiertamente el fundamen-
to del orden colonial, se atreve a hablar fuerte: uN o tan
solamente no se prosiguió lo que era bueno y no contra-
rio a nuestra santa fe católica, sino que 10 más de ellos
[los libros] se quemó inadvertida e inconsideradamente
por orden de los primeros religiosos, que fue uno de los
mayores daños que tuvo esta Nueva España [2.11 Ixtlilxó-
chitl].» ¿ 1625?/1975: 527].
La destrucción del sistema antiguo, basado en una
articulación equilibrada entre palabra archivadora y
palabra viva, y la imposición arbitraria de un nuevo
sistema en el cual el predominio absoluto de la «divina"
escritura europea relega a la ilegalidad las diabólicas "es-
crituras» antiguas, marginando al mismo tiempo la co-
CAPITULO I1 La voz y su huella 57

DE LA ORALIDAD dejar rastros; que 1a5 literaturas orales -si es que se


A LA ESCRITURA ALFABÉTICA incorpora este concepto- no son sino supervivencias ar-
Una literatura escrita alternativa caicas destinadas a desaparecer a breve o mediano pla-
zo; o que el estudio de las mismas incumbe no a los his-
toriadores de la literatura, sino a los antropóloqos o fol-
Para la mayoría de los escasos manuales clásicos que cloristas , finalmente, que los pocos textos escritos que
pretenden historiar la literatura latinoamericana o hispa- cuestionan, por su vinculacién con los universos oral-
noamericana desde sus comienzos [1/ Sánchez 1936, An- populares y su naturaleza culturalmente híbrida, la ima-
derson Imbert 1954, Lazo 1968, Grossmann 1969, etc.j.'el gen de una corriente única, son tan marginales que nO
triunfo rápido, definitivo y total de la cultura literaria imponen la búsqueda de planteamientos críticos nuevos.
al estilo europeo sobre las antiguas culturas literarias Detengámonos en este último punto. Que tales textos
autóctonas no deja lugar a dudas. Escamoteando la exis- híbridos resulten marginales para una perspectiva eu-
tencia de literaturas (orales) anteriores a la presencia ropeizante no debe sorprender a nadie; la idea de que
europea en América, o despachándolas. para luego ol- sean escasos y olvidables, en cambio, no resiste, como
vidarse de .ellas, en el primer capítulo, estos y otros verá el lector, ni a un intento rápido de inventariarlos,
trabajos análogos diseñan una secuencia literaria evo-
Resultado de las prácticas escripturales más variadas,
lutiva que va desde los primeros cronistas (los -precur-
el conjunto de los textos nacidos en pleno enfrentamien-
sores-) hasta la producción literaria contemporánea, pa-
to entre la oralidad -especialmente indígena- y la tra-
sando por las literaturas virreinales, las del período de
dición letrada de procedencia europea, revela de diver-
las luchas por la emancipación y la de los decenios ro-
sas maneras la resistencia y la pujanza de los universos
mántico-positivistas.
de cultura oral, destruyendo así la imagen que reduce
La literatura latinoamericana, en estos trabajos, apa-
rece bajo la imagen de un río, por cierto amplio y con toda la literatura latinoamericana (escrita) a un apéndi-
muchos afluyentes, pero único; como una práctica hu- ce -algo folclórico- de la literatura occidental. Híbridos
mana protagonizada por un grupo que, pese a sus trans- en menor o mayor grado, los textos que integran este
formaciones a 10 largo de los siglos, parece siempre el conjunto no se entienden ni se explican sin referirlos
••mismo». el de los letrados o intelectuales europeos o a las culturas marginadas por la conquista o por las pos-
••europeizados», es decir impregnados de cultura europea teriores restructuraciones coloniales o neocoloniales .•• Re-
u occidental. vancha» directa o por persona interpuesta de las socie-
Para acreditar la idea de que la literatura de tradición dades marginadas, tales textos resultan, naturalmente,
europea. que escribe y difunde este grupo sea la única un escándalo para una historiografía literaria deseosa
práctica literaria en el continente, se insinúa que las
de documentar la irresistible ascensión de los sectores
lit ~l'lturas prehispánicas. «descubiertas» gracias a las
«criollos- o europeizados hacia un status de representa-
transcripciones coloniales existentes, se desvanecieron sin
tividad nacional absoluta.
58 Martín Lienhard La voz y su huella 59

Híbridos, tales textos, finalmente, permiten hacer vis- sivas coyunturas del conflicto entre grupos dominantes
lumbrar el conjunto del continente literario latinoame- y subsociedades marginadas.
ricano, en el cual la literatura de tradición europea -la Nos centraremos en .Ios textos que se relacionan, de
que se autoproc1ama ••latínoamericana--ctno constituye algún modo, con los universos orales de los primeros
sino una práctica entre otras, desde luego privilegiada por habitantes del continente, de sus descendientes directos
su vinculación con los sectores dominantes sucesivos. (los u indios ••) o indirectos (los ••mestizos ••), La limitación
Hasta la generalización reciente de los medios de comu- que imponemos así a este trabajo debe permitir una ex-
nicación audíovisuales, la realidad mayoritaria del ejer- posición más clara. Creemos, además, que los textos na-
cicio de la literatura en el subcontinente ha sido, sin la cidos en el enfrentamiento entre europeos-criollos e .in-
menor duda, la práctica oral -de las subsociedades indí- dios-mestizos constituyen un conjunto a todas luces pa-
genas, mestizas o negroides, del campesinado pobre, de radigmático. Por una parte, la violencia inicial del cho-
los sectores urbanos marginales. Esta práctica, en rigor, que auspició manifestaciones particularmente instructivas
no puede conocerse sin ser vivida in situ, es decir, en las de hibridismo literario; por otra, la reproducción cons-
mil y una comunidades donde se desarrolla; tarea a to- tante, aunque bajo formas cambiantes, del conflicto inau-
das luces vedada a un investigador, aún a un grupo de gural permite rastrear la interacción entre la cultura grá-
investigadores, salvo en casos contados. La literatura fica al estilo europeo y determinadas culturas orales a
escrita híbrida, en cambio, más accesible a la investiga- lo largo de cinco siglos de historia ••latinoamericana n y en
ción científica, ofrece siquiera a unos atisbo s de lo que diversas áreas del subcontinente. El paradigma que se
pudo ser y es todavía el continente sumergido de las li- debería ir desprendiendo de este trabajo, basado en un
teraturas orales; al mismo tiempo, su propia existencia gran número de situaciones, podrá aplicarse sin duda a
atestigua que entre los dos universos, el de la escritura otros sectores de la "literatura escrita alternativa .•, espe-
y el de la oralidad, siempre ha habido zonas de contacto, cialmente a la que relabora los universos orales de las
de conflicto, de intercambio. poblaciones de ascendencia africana.
Para dar una idea mínima de la naturaleza de las que
llamaremos de aquí en adelante "literaturas escritas al- Supervivencia y transformación
ternativas ••, esbozaremos en este capítulo, a partir sobre de las practicas escrípturales amerindias
todo de los textos más antiguos, un cuadro tipológico
muy aproximado de sus manifestaciones más significati- Si bien una determinada práctica escriptural europea,
vas. Describiremos la documentación a partir de su modo político-religiosa y jurídica, se impuso oficialmente des-
de articularse respecto a la oposición universo (predo- de los primeros momentos de la conquista, para no dcci l'
minantemente) oral/tradición escriptural europea, y en antes de la misma (los conquistadores llevaban en Sil!;
cuanto al tipo de comunicación que auspicia. En el próxi- alforjas los escritos que la justificaban), los sistcm.e. d'
mo capítulo se interrogará, en cambio, la ubicación so- notación autóctonos demoraron un lapso de tiempo ¡JI,I'

cio-histórica de los textos, su vinculación con las suce- o menos prolongado en perder su vigencia y ex ti lit' 111' '.<
60 Martín Lienhard La voz y su huella 61

En el estado maya independiente de los itzáes, oculto en «escrituras- autóctonas: así surqe, según la clasificación
las selvas del Petén, el sistema de notación antiguo guar- de G1ass, el primer tipo de textos. Para la organización
da plena vigencia hasta fines del siglo XVII: «Conservan política, espiritual y económica de las colonias, en efecto,
hoy las profecías (escritas con sus caracteres antiguos) los españoles necesitaban las informaciones que éstas
los que llaman sacerdotes en un libro como historia que permitían actualizar: genealogías dinásticas, propiedad de
llaman Analte. En ella conservan la memoria de cuanto las tierras, demografía, sistema tributario, cosmología y
les ha sucedido desde que poblaron aquellas tierras [2.1/ ritos. El afán de conocer el pasado-presente de los autóc-
Cogolludo 1688/1954: t. lII, libro IX, cap. 14, 68J.R tonos suscitó una vasta producción de códices de todo
En las zonas bajo control europeo, los antiguos siste- género, realizados al modo antiguo o según principios
mas de notación gráfica o plástica desempeñaron, du- nuevos. Algunos de ellos, sobre todo en los primeros
rante decenios,' un importante papel en la comunicación años, son prácticamente temahes de códices prehispáni-
entre colectividades o linajes autóctono s y autoridades cos, sin embargo, a menudo, ellos incorporan ya, como
coloniales o en el seno de las propias colectividades in- sea, el presente colonial. Así, los anales del ya menciona-
dígenas. Para México, John Glass [1975: 13-19], distin- do códice Aubin [¿ 1608 ?/1902] cubren la historia azteca
gue tres tipos de textos indígenas al modo antiguo: los de los años 1168, 1608, es decir, archivan casi 90 años de
que se realizaron a pedido de los españoles; los que se historia colonial. Para los lectores de este códice, en rea-
destinaban á la comunicación con ellos; y los que cum- lidad, la irrupción de los españoles no pasa de una peri-
plían funciones internas a la subsociedad indígena. En pecia en la larga historia de los mexica. Con el paso
la práctica, resulta a veces difícil distinguir quién impul- del tiempo y la extinción del oficio de tlacuilo -espe-
cialista de la escritura glífica-, los códices elaborados
só la realización de un códice y con qué objetivo: un tex-
to encargado por los españoles bien puede servir, en al- por los indígenas para conservar su propia memoria
privilegiarán una notación pictográfica cada vez menos
gún momento, para reivindicar derechos indí-genas (co-
sofisticada.
municación con los españoles); el mismo texto -o su
copia-, conservado por la comunidad indígena, puede Muchos códices coloniales mexicanos de factura tradi-
formar parte de los archivos indígenas locales (función cional, entre ellos el propio Códice Aubin, presentan una
interna). Sería quizás más apropiado, pues, distinguir no transcripción alfabética --en un idioma mescarnericano o
los textos sino las funciones que ellos cumplen. en españo1- del discurso que la lectura de sus glifos debe
En el área andína, después de la conquista, el instru- liberar. Realizadas en generaL corno los propios textos
mento de notación tradicional (kipu) parece haber servi- glíficos, por encargo de los representantes eclesiásticos
do ante todo en el segundo de los contextos aludidos, el o laicos de la autoridad colonial, a veces también por la
de la comunicación con los españoles. iniciativa de los historiadores indígenas asimilados, es-
En Mesoamérica los propios funcionarios coloniales tas transcripciones permitían a la ex aristocracia autóc-
favorecieron, después de haber destruido la casi totalidad tona preservar, al amparo de la nueva "legalidad" escrip-
de los códices existentes, una parcial resurrección de las tural, la memoria de sus valores.
La voz y su huella 63
62 Martin Lienhard

Poco a poco, los comentarios alfabéticos marginales un destinatario capaz de descodificarlos -ambas condi-
se irán desprendiendo de su contexto primitivo -los có- ciones de difícil realización en la esfera de la culturaofi-
dices glíficos- para convertirse en discursos autónomos; cial, Huérfanas de la voz, las escrituras autóctonas (tra-
esta nueva práctica literaria alternativa se discutirá más dicionales o adaptadas) dejan, textualmente, de tener
adelante. sentido. A este motivo, más que a la represión de las
culturas prehispánicas, se debe sin duda la extinción pau-
Los hipu, códices u otros medios solían servir, por otra
latina de estas prácticas tradicionales.
parte (segunda función), de "pruebas ••que acompañaban
la reivindicación de derechos de todo tipo: títulos nobi-
Iíarios, tierras y territorios, rembolsos, compensaciones. Transcripción de testimonios judiciales
En algunos casos, estas "pruebas .•, más allá de su aspec-
to práctico, contribuyen a manifestar un incipiente dís- En 1528 o 1538, el gobernador de Nicaragua, Pedrarias
curso indígena nuevo. En México, a mediados del siglo Dávila encarga a una comisión dirigida por el fraile mero
XVI, los señores de la ciudad de Tlaxcala •• escriben ••a las cedario Francisco de Bobadilla una encuesta para demos-
autoridades virreinales un lienzo pictográfico de siete trar la nulidad del trabajo de evangelización que sus an-
metros de largo que figura la invalorable ayuda que los tecesores realizaron entre los indígenas. La «probanza»
tlaxcaltecas prestaron a Cortés en su conquista de Teno- hecha según las normas judiciales, incluye preg'untas (deí
chtitlan [2.11 TIaxcala 1892). En 1561, en el Perú, los se- misionero) y respuestas (de los indios) acerca de "SU
ñores wanka de Xatun Xauxa (Jauja) presentan ante la creencia e ritos e cerimonias ( ... ] e qué sentían de Dios
Audiencia de Los Reyes (Lima) un kipu de gran enver- e de la inmortalidad del ánima" [1/ Oviedo 1851-55: t.
gaduraque inventaría, con extraordinaria precisión, todo IV, cap. 1-4J. Un ••grafistalt transcribe las declaraciones
el abastecimiento material (alimentos, tejidos, herramien- orales de los informantes autóctonos. Este grafista es más
tas) así como los contingentes de soldados y de cargado- escribano que escritor; su trabajo no se inscribe en una
res que ellos pusieron a disposición de Pizarro y de tradición literaria vigente (por ejemplo, la de la cronís-
sus sucesores entre 1533 y 1548 [3.2/ Murra 1975J. Por tica), sino que se ajusta a las normas «prosaicas- de un
las mismas fechas (hacia 1555), todavía, la comunidad de texto judicial.
Tepetlaoztoc manda al Consejo de Indias un memorial En la primera época colonial, las «probanzas- que
al estilo semitradicional para quejarse de las exacciones transcriben fragmentos importantes de un discurso in-
encomendaderas [2.1/ Kingsborough). dígena son relativamente frecuentes. A veces aparecen en.
A través de tales operaciones comunicativas, los "ven- el marco de ciertos pleitos entre una colectividad indíge-
cidos» tratan de oponer, explícita o implícitamente, su vi- na y un encomendero , más a menudo, sin duda, se vincu-
sión a la de los vencedores. Ahora, estos "escritos» (sal- lan a los pleitos entre la autoridad real, virreinal o ecle-
vo los que ofrecen una transcripción alfabética simultá- siástica y algún personaje encumbrado.
nea) , suponen la presencia de una voz que convierta en En la mayoría de estos documentos, no hay trans-
palabra viva los signos mnemotécnicos o, cuanto menos, cripción directa de las declaraciones del testigo indícena
v •
Martín Lienhard La voz y su huella 65

sino un discurso indirecto en tercera persona: ••el testi- directamente a la cultura gráfica. Semejante el caso
go dice ... K. de las «informaciones- (3.11 Millones 1971] que el
visitador Sánchez de Albornoz sometió en los años
Si, como se dijo al principio, el testimonio del escrí-.
1570 a varias jnstancias coloniales del Cusco. -caueca de
bano Rodriqo d'Escobedo en la toma de posesión de la
los rreinos del PerÚK (op. cit., 1-2] y de Lima: para pro-
isla de Cuanahaní podría calificarse de «grado cero •• de
bar su eficacia en la' lucha contra el gran movimiento
la literat~ra latinoamericana «oficial», las probanzas con
mesiánico del tahi onqoy o -trance musical», el famoso
testimonios indígenas podrían considerarse como elgra-
extirpador de idolatrías presenta los testimonios de cola-
do cero de la literatura alternativa: el discurso indígena
boradores y amigos. suyos. El discurso de los predica-
entra en la cultura escrita occidental por la puerta de
dores -danzantes indígenas de este movimiento, débil
servicio. Con lodo, en la medida en que los informantes
pero todavía perceptible, atraviesa los filtros sucesivos
reproducen una tradición oral más o menos significativa,
de su traducción, su reproducción por una persona ajena
sus testimonios van más allá de una simple contribución
y su transcripción legal. Si bien el tahi ongoy, como 10
al esclarecimiento de un punto litigioso. Además, contra- indican las larguísimas listas de indios condenados, in-
riamente a las otras empresas coloniales de recopilación volucró a una serie de «caciques y principales .. el movi-
r

del discurso indígena, las que realiza el poder judicial miento no fue controlado por el establishment exincaico:
da la palabra no sólo a los indios nobles, sino también a el discurso indígena que se coló en las páginas de Albor-
unos indios comunes cuya experiencia no tenía por qué noz sigue apegado a una cosmología no incaica, ••anirnis-
coincidir siempre con la de sus ••señores », Para apreciar, ta- y campesina, posiblemente de tradición regional (Lu-
en 1571, la legitimidad de las reivindicaciones planteadas canas); en la medida en que se ciñe a la perspectiva de
por los herederos de Francisco Pizarro (indemnización por una revolución cósmico-social, ignorando las prerrogati-
los gastos de su -pacíficación- del Perú), el Consejo de vas aristocráticas nunca ausentes de la literatura de los
Indias recurrió al testimonio de 18 indios (comunes y «caciques y principales .., su índole, en un sentido moder-
principales) que habían participado, en uno u otro ban- no, aparece como -popular-.
do, en los enfrentamiento s militares entre fuerzas espa- Por ello, en algunos textos, pese a las desfavorables
ñolas eincaicas. La probanza a51 reunida [3. 11 Cuillén condiciones de su producción, el conjunto de los testi-
G. 1974] resulta siendo la expresión discursivarnás com- monios logra restituir el eco del diálogo social indígena
pleta de las diferentes actitudes indígenas ante las tensio- del período de la conquista y de la consolidación del or-
nes provocadas por la progresiva instauración del sistema den colonial. .
colonial. Contrariamente a todos los textos vinculados
exclusiva o prioritariamente con los linajes señoriales,
y
con lo caciques principales, este -desinteresado- texto le- El "rescaten de la tradición oral indígena
gal hace también escuchar, sin duda deformada por la tra-
ducción al español y las técnicas de la encuesta legal, la A fines del siglo xv, el Almirante Colón encarga ;)1
voz de los indios comunes que nunca accedieron catalán Ramón Pané, "pobre ermitaño de la Orden d,·
66 Martin Lienhard
La voz y su huella 61

San Jerónimo», la redacción de un tratado sobre las


«creencias e idolatrías» de los indios taínos de la isla cíonal-, Pané opta -elección histórica- por la primera so-
Española. Constatando que ellos «no tienen escritura ni. lución, abierta a la radical otredad del discurso indígena.
letras ••, el fraile, lúcido, decide remitirse al que él.Iden- Traducción aparte, éste se expresa ••directamente» en el
tifica como el sistema autóctono para conservar los he- texto, entrecortado por las descripciones etnográficas, la
chos del pasado: una tradición oral ••inscrita- en los narración de algunas vivencias y los comentarios "perso-
golpes rítmicos del tambor. nales» -en rigor, prejuicios de la época- del compilador.
El resultado se resiente algo, desde luego, de la deficien-
. .. 10 mismos que los moros tienen su ley compen- cia de los conocimimientos lingüísticos del transcriptor
diada en canciones antiguas, por las cuales se rigen, [1/ Las Casas 1958: cap. CXXJ, inevitable en aquellos
como los moros por la escritura. Y, cuando quieren momentos.
cantar sus canciones, tocan cierto instrumento, que El gesto histórico del pobre ermitaño, por imperfecta
se llama mayohabao, que es de madera, hueco, fuer- que sea su realización, inauguró no sólo, como a menudo
te y muy delgado ( ... ] Y este instrumento tocan,el se afirma, la etnografía americana, sino una nueva prác-
cual tiene tanta voz que se oye a legua y media de tica literaria destinada a un porvenir excepcional. La ana-
distancia. A su son cantan las canciones, que apren- logía de este procedimiento (que a menudo tiene algo de
den de memoria (5.11 Pané 1498/1974:34J .. "probanza ») con el de la transcripción del discurso in-
dígena para fines judiciales queda sin embargo patente.
Confusamente, Pané intuye la diferencia radical que En toda Mesoamérica y el ex Tawantinsuyu andino. a
existe entre discurso oral y escrito, obstáculo principal lo largo de la centuria que sucede a los primeros contac-
para un trabajo de ••transcripción ••: tos entre europeos y autóctono s. decenas de misioneros,
clérigos, funcionarios coloniales, historiadores y miem-
Y como no tienen letras ni escrituras, no saben con- bros letrados de las aristocracias indígenas, se dedican
tar bien tales fábulas, ni yo puedo escribirlas bien. con ahínco a ••rescatar ••, por medio de la escritura alfa-
Por lo cual creo que pongo primero lo que debiera bética. las antiguas tradiciones orales amenazadas de ex-
ser último y 10 último primero. Pero todo 10 que es- tinción. No los mueve, a estos recopiladores, ningún de-
cribo así lo narran ellos, como lo escribo, y así lo sinteresado afán científico o literario; casi todas las
pongo como 10 he entendido de los del país [ibid.: recopilaciones conocidas son el resultado de un encargo
26]. oficial y afirman obedecer las consignas de la instancia
patrocinadora (iglesia, inquisición, administración). Aho-
Colocado ante la alternativa de presentar una transcrip- ra, todos los compiladores o «autores materiales de los
ción fiel de las narraciones taínas, quizás poco inteligible textos ••parecen sufrir el encanto, la fascinación que ema-
para un lector europeo, o de relaborar la transcripción se- na del discurso indígena, encanto que el «etnóloqo •• cal-
gún los códigos que rigen la escritura y el discurso ••ra- vinista jean Léry, observador sereno de la vida de los
t nti], atribuyó a su índole poética: « •.. estans privcz de
68 Maitin Lienhard La voz y su huella 69

toutez sortes d' escritures, il leur est malaisé de retenir todo en México, ellos subrayan desde luego la importan-
les choses en leur pureté, ils ont adiousté ceste fable, cia histórica de su propia estirpe: Tezozomoc [1609/1975).
comme les Pcetes ( ) ...•• [4.1/ Léry 1578/1975: cap. Ixtlilxóchitl [160811975]. Siempre, sin embargo, la diná-
XVI, 249].1 mica propia del discurso rescatado desvía parcial o total-
Al encanto poético se agrega, sin que los cronistas pue- mente los textos escritos de su motivación inicial, creando
dan confesarlo abiertamente, la fascinación política que una polisemia típicamente literaria. Según sus propias pa-
emana de las sociedades indígenas, casi perfectas para labras, Sahagún, autor de la empresa de compilación más
una mente utópico-renacentista. vasta del siglo XVI, rescata también, más allá de sus su-
En general, los recopi1adores afirman trabajar en es- puestos objetivos anti-idolátricos, ••todas maneras de ha-
trecha relación con los guardianes o depositarios de la blar, y todos los vocablos que esta lengua usa. [Sahagún
memoria indígena, los caligrafistas en Mesoamérica 1956: "Al sincero lector-] : toda la cultura verbal náhuatl.
ttlacuilo}, o los especialistas de los hipu (kipukamayoq) Los autores indígenas apenas mencionados asumen tam-
en el área andina. De acuerdo con las aptitudes idiomá- bién la tarea, a través del rescate del discurso indígena,
ticas de los compiladores, y según el uso o los destina- de construir una nueva conciencia colectiva ya no indí-
tarios previstos, los textos se redactaban en un idioma gena, sino ••mexicana ••. Lo mismo intenta, por cierto le-
amerindio, en español, en versión bilingüe o en latín. jos de su patria y del discurso andino vivo, Garcilaso de
La índole de estos textos varía en función del encargo, la Vega el lnca. Para algunos autores españoles muy iden-
de los informantes y de los objetivos personales de sus tificados con las sociedades y culturas indígenas, la pre-
"autores ». Una larga serie de crónicas, firmadas por ecle- sentación de las tradiciones orales autóctonas desemboca
siásticos, transcribe el discurso «idolátrico- para facilitar en la fabricación de utopías políticas apenas disfrazadas,
su «extirpación" o erradicación, como la de Sahagún [2.1/ como en los "peruanos •• Cieza de León [hacia 1550/1985}
s. xVI/1950} en México o la atribuida a Avila [3.1/ Hua- y Betanzos (hacia 1550/1987].
rochiri 1980J en el Perú. Otras, como la Relacián de No se debe olvidar nunca, sin embargo, que en todos,
Chincha [3.1/ Ortega Morejón/Castro 1558/1974], basa- los casos, aún en los más favorables, el discurso oral in-
das en encuestas político-tributarías, buscan desentrañar dígena se «petrifica» por su transcripción y se desvía de
el antiguo sistema fiscal para adaptarlo luego a las ne- su .público natural (la colectividad indígena) hacia el
cesidades coloniales. Muchos trabajos, como los de Sar- público elitista de los letrados.
miento de Gamboa [157211901] o Santillán [156311968]
La inmensidad del conjunto de tales textos nos impide
en el Perú, hurgan en el pasado indígena para determi-
mencionar aquí sólo una serie de casos conspicuos: para
nar los «méritos » genealógicos de las familias nobles;
una información más completa, remitimos al1ector a la
cuando los compiladores son indígenas, como sucede ante
'it'qunda parte de este libro y a los vastos trabajos rcali-
lizndos bajo la dirección de H. Cline [2.2/ 19n-197!,J
1 " ... desprovistos de cualquier especie de escritura, les re-
sulta difícil conservar, (y) agregaron esta fábula. como los :,' ,bl'e las fuentes etnohistóricas mesoarnerlcanas. a la
Poetas." "xl'l'Icntc Historia de la literatura náhuatl, de A. M. (:,1
La ubz y su huella zt
70 Martín Lienhard
Middendorf, Uhle, en el Perú; Preuss en México; Nimuen-
ribay [2.2/ 1953) y, para el área andina, a Los cronis- dajú-Unkel, en el área guaraní. Sus trabajos, relativamen-
tas peruanos, de R. Porras Barrenechea [3.2/ 1980). te independientes del contexto cultural latinoamericano,
Independientemente de los móviles invocados para jus- no pudieron ni pretendieron inaugurar ninguna nueva
tificar el trabajo de rescatar el discurso indigena, todos práctica literaria latinoamericana, pero se les puede con-
estos textos tienden a expresar, entre líneas o más directa- ceder el mérito de haber señalado la capacidad de resis-
mente, un -rnalestar en la Colonia••, una disidencia, una tencia y de renovación de las prácticas literarias orales
crítica del presente colonial. La simple transcripción del en las subsociedades indígenas.
discurso indígena hace aparecer un abismo entre la socie- A partir de los años veinte, el rescate escrito de la
dad evocada, la de ••antes ••, y el reino de la arbitrariedad memoria oral indígena en tanto que práctica literaria
que es -el lector no debe ignorarlo- la Colonia. ••nueva••vuelve a ocupar un espacio importante en la vida
El carácter en fin de cuentas « explosivo••de las cróni- cultural de algunos países latinoamericanos. Entre el
cas contaminadas por el discurso indígena explica, sin ••grafista ••y el informante se instaura, hoy en día, una re-
lación más solidaria que implica también la presenta-
duda, la censura que se abatió sobre ellas. Casi ninguna
ción, en el texto impreso, de la palabra indígena -oriqi-
de ellas, por excelentes que fueran sus motivaciones ofi-
nal-, todavía no traducida al idioma europeo. Por vez
ciales (extirpación de idolatrías, demostración de la bar-
primera en este contexto surge una especie de ••diálogo••
barie indígena ... ), llega a imprimirse en su época; la
consciente, rastreable en el texto publicado, entre el due-
única excepción, revocada además en el siglo XVIII, los
ño del discurso oral y el, autor de la transcripción. Son
Comentarios reales, de Garcilaso, ofrecen un discurso in-
libros =dice el prologuista (Meliá) del texto guaraní
dígena muy mediatizado. Con todo su prestigio intelec-
YWYl'á ñé'ery [4.11 Cadogán 1911)- donde la conversa-
tual, un sabio como Sahagún no sólo no realizó su pro- ción entre el etnógrafo-indio (el mbya-guaraní Cadogán)
yecto de ver su obra impresa, sino que tuvo que asistir al y los indios-etnógrafos (sus amigos mbyas) produce una
secuestro preventivo de sus manuscritos [2.2/ Baudot -palabra original, en la que uno pregunta seleccionando
1977: 475-507). y el otro responde traduciéndose e , Se podría afirmar que
. Si la censura política se levantó, finalmente, en el siglo el diálogo entre el informante y el transcriptor incluye
XIX, la autocensura de la historiografía literaria sigue ocul- de algún modo al lector: el primero ya no ignora, en
tando en buena parte estos textos; lo demuestra, por ejem- efecto, que su discurso va a ser publicado bajo forma
plo, el tomo «coloníal- de una historia actual de la lite- escrita. Textos característicos de tal práctica nueva se-
ratura latinoamericana (1/ Iñigo M. 1982), dedicada en rían, junto al que se acaba de citar, De Partiría Díaz a
su totalidad a la literatura de tradición europea. Zapata. Memoria náhuatl de Mílpa Alta (2. 11 Horcasi-
En el siglo XIX, una serie de investigadores europeos las 1968], o Kay pecha [3.11 Gow/Condori 1976), memo-
más o menos improvisados reanudan, después de una in- ria oral colectiva de una aldea cusqueña.
terrupción larquísima, la labor de recopilar las literaturas
orales indígenas, supuestamente desaparecidas: Tschudi,
72 Martín Lienhaxd La voz y su huella 73

La recreación del discurso indígena atribuye al espíritu de un líder indígena histórico, Guaixa-
rá, muerto (1567) en la lucha contra los portugueses:
Para agilizar la evangelización de los indios, los mi-
sioneros franciscanos, jesuitas, etc., echaron mano, en to- Xe moajú marangatú, Molesta-me a boa gente,
das partes, de una fórmula que permitía, a sus ojos, ha- xe moyroetekatuábo, fazendo-me crua guerra;
cer participar activamente a sus protegidos en su propia Aipó tekó pysasú, o povo está diferente:
conversión: el teatro catequístico. Esta fórmula no sólo abá sera oquerú, que m o mudou de repente,
involucraba directamente a los indios en tanto que acto- xe retáma momoxyábo? para danhar minha terra?
res -y no meros receptores- de historias edificantes,
sino que preparaba el bautizo que solía constituir el de- Xe añó Só eu sou
ko tába pupé aikó, o que nesta aldeia estou,
senlace de tales espectáculos rituales. Las obras dramáti-
serekoáramo uitekóbo, como seu guarda vivendo,
cas seguían en general. estrictamente, los cánones eu-
ropeos del género. En algunos casos, sin embargo, el
xe rekó rupí imoingóbo As minhas leis en a
rendo ,
teatro catequístico se servía no sólo del idioma, sino
Kué sui asó mamóe daqui longe me vou,
también de ciertas formas rituales de los indios. Así, por
amó tába rapekóbo outras aldeias revendo.
ejemplo, como se desprende de unas observaciones del
jesuita luso-brasileño Nóbrega [4.1/ 1955: 145]. la dra- t\bá, sera, xe jabé? Como eu, no mundo,
maturgia de algunos dramas catequísticos aprovecha la quem há?
de un rito de ... guerra, sin duda un rito central para Ixé serobiaripyra, Eu sou bem conceituado,
los tupís a quienes se deseaba convertir. xe añangusú mixyra, eu sou o diabáo assado,
Los dramas catequísticos suelen escenificar la lucha en- Guaixará serimbaé, que se chama Guaixará,
tre el Bien y el Mal, representando al primero en los kuépe imoerapcanimbyra. em toda a terra afamado!
personajes de los propios misioneros y de los "indios de
paz» (sometidos). al segundo en los indios que siguien vi- Xe rekó iporangeté: Agradável é meu modo:
viendo según su tradición. Los monólogos de los últimos naipotári abá seytyka: nao quero ao indio venci-
pretenden reproducir el discurso indígena ••tradicional». do.
Para dar una idea de cómo se realiza tal imitación =rnás naipotári abá imombyka. nao o quero destruído.
Aipotakatú teñéRemexer o povo todo
exactamente traición- del discurso del otro, presentare-
opabi tába mondyka. ésomente o que eu envi-
mos un fragmento de un drama tupí que Anchieta, máxi-
mo representante del teatro jesuita en Brasil, escribió do.
en 1587 para la fiesta de S. Lourenco, parte de la actual
Níterói [Anchieta 1977: 141-202). El monólogo siguien-
Mbaé eté kaú guasú, E boa coisa beber,
'kaui mojebyjebyra. até vomitar, cauim,
te =traducido al portugués por el propio dramaturgo- se
La voz y su huella 75
14 Martin Lienhard
La imitación del discurso indígena tradicional se basa
Aipó sausukatupyra. E isto o maior prazer, en un procedimiento fácil de reconocer. Se eligen varios
Aipó añé, jamombeú, Isto só, vamos dizer aspectos reales de la cultura indígena, en este caso tupí :
aipó imomorangimbyra I isto é gloria, isto sim. alcoholismo ritual, pintura corpórea, shamanismo, gue-
rra, antropofagia ritual, poligamia. Ahora, en vez de co-
Serapoa' ko mosakara Pois só se deve estimar locarlos en su contexto para esclarecerlos, se los yuxtapo-
ikauinguasubaé. mocacara beberráo. ne sin orden ni lógica, nombrándolos además con los
Kaui mboapyareté, Os capazes de esgotar nombres más despectivos.
o cauim, guerreiros sáo, Asistimos aquí, pues, a la fabricación de un discurso
aé maramoñangára, sem se cansar indígena ficticio, claramente instrumental: su función es
marána potá memé. sempre anseiam por lutar la de denunciar la bestialidad de la vida indígena tradi-
cional, de mostrar la necesidad indiscutible de su domes-
Moraseia e ikatú E bom dancar, enfeitar-se ticación.
jeguáka, jemopiránga, e tinqir-se de vermelho i Proponemos el concepto de ••etnoficcíón- para nom-
samongy, Jetymamguán- de negro as pernas pintar- brar la literatura cuya estrategia fundamental consiste
, en la creación de una perspectiva «étnica •• ficcional. En
ga, se
jemoúna, petymbúfumar e todo emplumar-se, el caso del teatro jesuita, el destinatario de tal ficción es
karaí moñamoñanqa e ser curandeiro velho. la propia colectividad indígena, y su propósito, el de
«exorcizarla ••por medio de la imagen desfigurada de su
Jemoyro, morapití, Enraivar, andar matando
joú, tapúia rára, e comendo prisioneiros,
el diablón ensañado.zque se llama Guaixará,/en todo el mun-
aguasá, moropotára, e viver se amancebando do afamado!
mañana syguarajy: adultérios espiando, Agradable es mi modo :/no quiero al indio vencido,/no lo
naipotári abá sejára, nao o deixem meus terreí- quiero destruido.lAgitar al pueblo todo/es sólo a 10 que
ros.' convido.
Es buena cosa beber/hasta arrojar el cauÍn.lEste es el mayor
placer.Zsólo esto, a mi ver'/ es la gloria, eso sí. .
[Anchieta 1977: 145-146J
Pues sólo debo estimar/los que siempre están borrachos.lLos
capaces de agotar/el caín como muchos, los guerreros sin
j Me ofende la buena gente/haciéndome la cruda guerra;/e1 parar.Zansiando por luchar.
pueblo está diferente,! ¿quién 10 envió de repente/para da- Baliar es bueno, adornarse/y teñirse de bermejo;/ de negro
ñar a mi tierra? piernas pintarse.zfumar y todo ernplumarse/para ser un bru-
jo viejo.
Solo yo soy/el que en esta aldea estoyl como su guardia vi- Rabiar y andar matando/y comiendo prísioneros.zvivir siem-
viendo.! A mis leyes yo la riendo;/y de aquí lejos me voy! pre amancebando,/ los adulterios mirando/sin dejar mis ccr-
otras aldeas reviendo.
caderas.
¿Como yo, otro indio habrá?/Yo soy bien conceptuado.q soy
76 Martín Lienhard La uoz y su hueIla 77

propio discurso. Formalmente análoga, la etnoficción huatl colonial) que seguía la evolución -aculturación-
moderna, como se leerá en la segunda parte de este tra- del idioma hablado [Lockhart 1982). Pese a su aspecto
bajo, suele servir un propósito ideológico opuesto al de "legal», los «títulos» ofrecen aspectos marcadamente li-
tos misioneros jesuitas: valorizar, ahora ante los ojos terarios en la medida en que relaboran, a partir de una
de los sectores dominantes, las cosmovisiones indígenas. perspectiva ya no prehispánica sino indígena colonial, el
pasado mítico-histórico de las colectividades implicadas.
En caso de litigio (por tierras o títulos cacicales), estos
El rescate indígena de la tradición oral
documentos, como las cartas, se presentaban como prue-
En Mesoamérica (sobre todo en las áreas central y ma- bas ante las autoridades coloniales. Un caso famoso, gua-
ya), la práctica del rescate de la tradición oral indígena temalteco, es el del Título de Totonicapon [Carmack
se reparte entre la que se realiza en la esfera del poder 1983), un texto escrito en quiché en el siglo XVI. Los in-
colonial (la acabamos de ver) y la que asumen las pro- dios lo presentaron en 1834 al juez de primera instan-
pias colectividades indígenas para cumplir con sus pro- cia para apoyar sus reclamos de tierras; el padre Dioni-
pios objetivos: no dejar que la memoria colectiva, ahora sio Chonay, por encargo de íos indios, 10 tradujo al caste-
tan amenazada, se pierda. En la mayoría de las entida- llano, versión en la cual lo conocería el público. El ori-
des «autónomas» existe +sucesor de los tlacuilos en un ginal se creía perdido, pero Carrnack. su editor, descu-
sistema hereditario- un secretario encargado de trans- brió que de hecho, los indios de la parcialidad de Xax lo
cribir la memoria de la colectividad [2.2/ Karttunen siguieron conservando hasta hoy.
1982J. Al trabajo de tales especialistas de la escritura se Con la extinción de las autonomías indígenas mesca-
deben, por ejemplo, las grandes recopilaciones como el mericanas a lo largo del siglo xv m, la práctica del res-
Popal Vuh [2.1/ 1952J o los libros de Chilam Balam cate escrito de las propias tradiciones orales decae poco
(1969), verdaderas enciclopedias del pensamiento mítico- a poco, y con ella, la producción escrita en un idioma
histórico calendárico, cosmológico, ritual, etc., de dos amerindio de la región. Casos análogos de «autorrecopi-
pueblos mayanses. Aquí, el alfabeto sucede, como téc- lación indíqena- aparecen también en otros momentos his-
nica más cómoda para la notación de discursos, a la tóricos. A partir del siglo XIX, probablemente, muchas
complicada escritura glífica de los mayas. Con su ri- comunidades indígenas en Mesoamérica y el área andi-
gor fonográfico, la transcripción alfabética significó ná fijan por escrito algunos de sus dramas rituales; en
probablemente la «petrificación- de las tradiciones así Mesoamérica, la «danza de la conquista- [2.1/ Bode
conservadas. 1961, 2.2/ Baumann 1987) o «moros y cristianos- (2.2/
Los géneros más tenaces en el contexto de estas prác- Arróniz 1979]; en el área andina, las evocaciones dra-
ticas fueron, sin duda, los diversos «títulos u , En México máticas -en quechua o en español- de la caída del Ta-
central, durante 105 tres siglos coloniales, tales textos wantinsuyu y de la muerte del Inca [3.1/ Balmori 1955,
legales se fueron elaborando a partir de las sucesivas Mendizábal 1965, 3.2/ Wachtel 1976, Millones 1988). Se
perspectivas contemporáneas y con un lenguaje (ná- trata de textos de tradición hispano-indígena mixta, de
78 Martín Lienhaxd
La voz ysu huella 79

apropiaciones indígenas de los modelos dramáticos in-


troducidos por los misioneros para una evangelización escritura alfabética para ciertas necesidades •.diplomáti-
más práctica de los indígenas. Sin duda alguna, tales re- cas" o de política exterior; más adecuada a la expectati-
presentaciones existían desde hacía varios siglos, pero va de los interlocutores europeos, ella prometía mayores
antes del siglo XIX, su conservación se encomendaba a beneficios en el marco de las acciones reivindicativas.
la memoria oral. Los textos dramáticos escritos parecen Los hipú y los códices, donde los había, se transforma-
simples transcripciones de los espectáculos orales; no ron, pues, en cartas. Desde la segunda mitad del siglo
;XVI hasta la época contemporánea, éstas serán el vehícu-
llevan huellas de una elaboración propiamente escrip-
tural. lo principal del discurso indígena destinado a las autori-
Algo diferente, sin duda, es un caso como el del famo- dades, coloniales o republicanas. El contenido y aún la
so drama quechua Ol1antay (3.1/ 1958]. Considerado forma de las cartas indígenas varían mucho en función
antaño por algunos nostálgico s del imperio incaico como de las coyunturas que las suscitaron, como, para nom-
un drama incaico milagrosamente conservado, el texto .brar unos 'pocos ejemplos, la consolidación de la nueva
suscita en realidad, por su construcción dramática, las -aristocracia indígena en Mesoamérica [2.1/ Epistolario
reminiscencias literarias europeas y su «escritura», la 1939-1945: passim, Zimmermann 1970, Anderson 1976];
hipótesis de una elaboración escrita. Si esta hipótesis lle- la «guerra guaranítica •• [4.1/ Mateos 1949] y la •.libera-
gara a confirmarse, el Ollantay seria signo de una re- ción» de los indios guaraníes en el Paraguay del siglo
orientación escriptural autónoma por parte de ciertas XVIII [Cartas... Guaranis 1924], o la guerra de castas
subsociedades de ascendencia indígena, antecedente de (1847-1902) en Yucatán [2.1/ Cartas contestatarias 1952].
las actuales escrituras indígenas y mestizas. Análogas Debemos aplazar la mención de textos epistolares con-
observaciones se podrían aplicar a un. texto bilingüe cretos al próximo capítulo, dedicado a las coyunturas de
(quechua/español) como Ptision, rescate y muerte del la líteratura escrita alternativa.
lnca Atahuallpa, de Herminio Ricaldi [1988J, inscrito en Por lo general, estas cartas no emanan de individuos
la tradición de los dramas de la conquista. En tales particulares, sino de colectividades constituidas o de sus
obras, sin embargo, la posible «reórientación» es toda- representantes: autoridades indígenas locales, cabildos,
vía relativa: una vez aceptado por la colectividad, el tex- "caciques y principales". Redactados en español, en latín
to dramático vuelve a ser un simple instrumento mnemo- y en varios idiomas amerindíos, las cartas o los «memo-
técnico al servicio de su performance oral. riales. afirman ciertos derechos indígenas, y se quejan
a veces muy gráficamente, de los aspectos más lamenta-
bles del régimen colonial o semicolonial (despojos, vio-
Literaturas epistolares indígenas:
cartas, -memoriales», cartas-crónicas lencias, abusos de parte eclesiástica o latifundista), y
proponen reformas. El discurso, siempre pronunciado
Con más o menos rapidez, según los lugares, los in- por una voz que encarna una responsabilidad colectiva.
dios o algunos de sus representantes habían adoptado la se dirige, por encima de todas las instancias suba 11 ('1"
nas, a quien se supone capaz, por su encumbra 111 i("11 k•.
80 Martín Lienhazd La voz y- su huella 81

de entenderlo con ecuanimidad: el rey, el presidente de tario encumbrado) participan en esta operación comuni-
gobierno, el gobernador. Circunscritas por 10 general cativa. La "literatura ••epistolar indígena funciona, pues,
a un problema que exige una solución precisa y urgente, con un público reducidísimo y determinado de antema-
algunas de estas cartas, enunciadas con el característi- no. Su «eficacia" depende exclusivamente de la buena vo-
co «nosotros» de la colectividad, llegan a expresar con luntad del destinatario. Ciertas veces, las colectividades
fuerza y amplitud de criterios los sufrimientos o la acti- indígenas quieren romper este sistema de comunicación
tud de digna resistencia de las subsociedades indígenas exclusiva para dirigirse a 10 que hoy se llamaría la
marginadas. Así, los gobernadores de la provincia de «opinión pública»: es ahí donde surge la práctica de los
Maní (Yucatán) escriben, el 12/4/1567, al rey Felipe II: memoriales.
El memorial, discurso eminentemente escriptura1 y
Después que nos vino el bien, que fué conoscer á de tradición europea, no representa ya, en un sentido es-
Dios Nuestro Señor por solo verdadero Dios, de- tricto, una re1aboración de un discurso oral por medía
xando nuestra ceguedad ydolatrías, y V. M. por
é á de la escritura. Las normas del discurso se adecuan al
señor temporal, antes que abriessemos bien los ojos horizonte de expectativas del lector presumiblemente de
al conoscimiento de lo vno y de 10 otro, nos vino cultura europea o europeizada. Con todo, dada la perso-
vna persecución, la mayor que se puede ymaginar. nalidad cultural de su autor (individual o colectivo), el
y fué. en el año de sesenta y dos, por parte de los memorial "indígena» moldea, en la medida de 10 posi-
reliqiosos de Sant Francisco, que auiamos traydo ble, un discurso indígena en la forma impuesta por el
para que nos doctrinassen, que, en lugar de 10 ha- objetivo que se quiere alcanzar. Tales características hí-
zer. nos cornencaron á atormentar, colgandonos de bridas ostenta, por ejemplo, la «Representación verdade-
las manos y acotandonos cruelmente, y colgandonos ra y exclamación rendida y lamentable que toda la na-
pesgas de piedras él los pies, y' atormentando mu-
á ción indiana hace a la majestad del señor rey de las
chos de nosotros en burros, echandonos mucha can- Españas y emperador de las Indias, el señor don Fer-
tidad de agua en el cuerpo, de los quales tormentos nando VI ... -. publicada en Madrid hacia 1750 por fr.
murieron y mancaron muchos de nosotros [Zimrner- Calixto de San José Tupac Inca, descendiente, p01"el Ia Io
mann 1970: 36J. materno, del Inca Tupac Yupanqui .

En sus cartas reivindicativas o de protesta, raras ve- De1ecit qaudium cordis nostri. Versus est in Lucium
ces de agradecimiento por alguna «mercec-, las colecti- chorus nostei, Perdió se la alegría de nuestros cora-
vidades indígenas o las personalidades (nobles) que se zones. Convirtióse en lamento nuestro cántico; por-
consideran como sus portavoces se dirigen directamente que el gozo de ser christíanos y vasallo s de un Mo-
a la autoridad máxima -en generaL durante la época narcha Cathólíco, cayó de nuestros corazones, al
colonial, al propio rey español. Nadie más que los inter- vernos por Christianos abatidos, y por cathólícos
locutores directos (los autores de la carta y su destina- afrentados; conque el Contento de Christiandad re-
La voz y su huella 83
82 Martin Lienhazd

representan. Resulta difícil determinar con precisión, en


cíbida, sepultada la gentilidad, se ha tornado para los dos casos, en qué medida el discurso narrativo perte-
nosotros llanto triste por vernos reputados de peor nece a la tradición europea o a la autóctona; el rasgo
condizión, que los Gentiles, y en concepto del Espa- dominante de su composición, sin duda alguna, es el hi-
ñol por Idólatras, y assi lloramos ... bridismo. Este hecho, no la supuesta falta de elaboración
[Tupac Inca 1750/1969; 25]. literaria, se debe considerar, como responsable del -in-
justificable- desinterés de la historioqrafía literaria
Las formas de esta lamentación, como el autor 10 se- "criolla" por tales textos.
ñala al comienzo del texto, se inspiran en las del profe- Por vez primera, aquí, los depositarios de la memoria
ta bíblico Jeremías; en las de la Escritura por excelen- y de la conciencia colectivas dejan de ser los sernpiter-
cia. El subtítulo en latín debe autentificar más todavía, nos "informantes" o los redactores de escritos al estilo
en el sentido de la cultura cristiana de la época, la orto- europeo para convertirse en los autores, materiales o al
doxia de lo que se va diciendo. La argumentación, sin menos intelectuales, de un texto propio en el sentido
embargo, oculta mal su lógica andina: si el cristianismo cabal de la palabra, en sujetos de una práctica literaria
equivale al "cristianismo real» de los españoles, no re- radicalmente nueva. La escritura, sentida primero como
presenta un valor superior al de la ..gentilidad .., es decir un trauma, se usa ahora, quizás algo eufóricamente,
de' la cultura andina tradicional. como un arma contra los opresores, como un medio para
Algunas de las cartas indígenas se liberan por com- hablarles de igual a igual.
pleto de las convenciones de la tradición epistolar (ob-
viamente europea) para tomar la forma de un discurso
La escritura indígena o mestiza
literario «autónomo» y de envergadura insospechada. Nos
referimos, especialmente, a la extensa carta-narración Las ••cartas", de Titu Cusi y de Guaman Poma o, en
(66 folio s) que el Inca Titu Cusi Yupanqui, autoridad su- México, el ••Compendio histórico del reino de Texcoco-,
prema del estado inca rebelde de Vilcabamba, dictó en de Ixtli1xóchitl [2.1/ 1975 al, constituyen el verdadero
1570 para su colega el rey español Felipe II [3.1/ Yu- comienzo de una escritura indo-hispánica, Más allá del
pangui 1985], y a la carta-crónica de vastísimas dimen- ••simple •• rescate de la tradición histórica autóctona, más
siones (1189 folios) que el supuesto cacique quechua allá también del mero gesto reivíndicativo, estos textos
Guaman Poma de Ayala (1980) quiso destinar, hacia ofrecen, articulando de modo inédito los dos aportes, el
1615, a Felipe lII. europeo y el indígena, un punto de vista nuevo, inci-
Estructuralmente emparentadas con las cartas indí- pientemente ••subjetivo», sobre el mundo. Sometida to-
genas reivindicativas (voz de representatividad colecti- davía, formalmente, a los imperativos de la comunicación
va, destinatario por encima de las contingencias de la entre las colectividades marginadas y un destinatario
vida colonial, tono acusatorio), estas dos obras formu- de alto nivel, esta práctica precede la de una escritura
lan, con un alto grado de elaboración literaria, toda la indígena o mestiza desvinculada de este contexto uti-
visión histórica de los autores y de los sectores que ellos
84 Martín Lienhard La voz y su huella 85

litario. La de una escritura liberada que propone un dis- luntad manifiesta de los autores de vincular, de un modo
curso «autónomo- sobre el mundo, como la descubrimos o de otro, la escritura o cultura gráfica occidental con
en los poemas quechuas de Wallparrimachi [3.11 co- los universos discursivos indígenas o mestizos, predo-
mienzo s. xl:'\/1979] y, mucho más tarde, en diversos tex- minantemente orales. En cambio, las realizaciones con-
tos actuales narrativos y poéticos =elaborados por unos cretas, a todas luces muy diversas, llevan el sello no sólo
escritores que se identifican, a raíz de su origen o de de la estética verbal vigente en su época, sino también,
su trayectoria vital e intelectual, con las subsociedades de la coyuntura histórico-social que auspició su apari-
indígenas o mestizas. Narradores como]. M. Arguedas, ción. En el capítulo siguiente trataremos de esbozar las
J. Rulfo o A. Roa Bastos, y unos poetas quechuas como características de las coyunturas más productivas en el
el mismo Arquedas o Arirumi Kowii (Ecuador), son au- sentido de la -Iiteratura escrita alternativa •.: los momen-
tores representativos de este tipo de literatura. tos más críticos, más agudos en la historia de las rela-
La escritura indo-mestiza moderna, aparentemente cer- ciones entre los sectores hegemónico s europeizados y las
cana -al menos cuando elige un idioma europeo para subsociedades o los sectores indígenas e indo-rnestizos
expresarse- a la de los textos latinoamericanos europei- marginados.
zados, sigue en realidad exhibiendo características híbri-
das en todo punto análogas a las que hemos atribuido a
Guaman Poma o Titu Cusi. Superponiendo códigos oc-
cidentales e indo-rnestizos. ella se dirige o busca objeti-
vamente a un público lector familiarizado con los dos
sistemas culturales. Desvínculada, en un cierto sentido,
de las expresiones codificadas de la tradición, oral, esta
escritura, ante todo en su vertiente narrativa, subraya de
diversas maneras su ascendencia oral. Son muy frecuen-
tes los textos que se «justifican ••a través de la puesta en
escena de una situación de comunicación oral - ••puesta
en abismo» de sus condiciones de producción verdaderas
o ficticias. Pero no es éste el lugar para demostrarlo: a
los escritores «indo-mestizos- modernos, precisamente,
dedicaremos espacios importantes en la segunda parte
del presente libro (caps, VI, VIII, IX, XII) ..

Hemos llegado al final de este recorrido por las dife-


rentes prácticas discursivas que abarca la «literatura es-
crita alternativa ••.Todas ellas se caracterizan por la vo-
CAPITULO I1!
La voz y su huella 87
CONTEXTOS HISTÓRICOS Y SOCIALES
mento decisivo para la historia de las relaciones étnico-
sociales; la consolidación de la República, en cambio, si
10 es, pero en un sentido negativo: es el momento de ma-
yor ofensiva contra las comunidades indígenas tradicio-
Las prácticas literarias que surgen en los márgenes, nales y su economía de autoabastecimiento.
abiertos hacia las culturas orales marginadas, de la cul- La productividad Iiteraria alternativa varía mucho de
tura escrita, se inscriben siempre en determinadas coyun- una coyuntura a otra, de un área a otra. Varía también,
turas del enfrentamiento entre los sectores hegemónicos según las circunstancias· histórico-culturales concretas, la
y las sociedades, subsociedades o sectores marginados, preferencia por un tipo de discurso ("género») u otro.
«étnicos» o populares. Caracterizado por la imbricación Ante la relativa «clandestinidad" de esta producción (se-
de antagonismos culturales y sociales, este enfrenta- pultada a menudo en archivos) renunciamos a definir es-
miento, de contundencia muy variable según las épo- tas coyunturas por su fecundidad literaria.
cas y los lugares, es el más tenaz que registra la his-
toria latinoamericana. Las páginas que siguen no ambi-
Primeros contactos
cionan, de ningún modo resumir la larga, complejísima
e insuficientemente conocida historia de las relaciones Los primeros contactos, pacíficos o bélicos, entre au-
étnico-sociales en la América indo-ibérica, sino que apun-
tóctonos y europeos no constituyen, en un sentido es-
tan tan sólo a aislar y comentar las coyunturas que se
tricto, ninguna coyuntura de producción de textos es-
perfilan como las más significativas en el contexto de
critos alternativos. En la medida en que se ensayan, a
la producción literaria alternativa-
través de ellos, los sistemas de relación posibles entre
1. Primeros contactos estre europeos y autóctonos. ambos bandos, también en cuanto a la expresión ver-
2. Institucionalización de las relaciones coloniales y re- bal, resulta sin embargo indispensable focalizarlos bre-
sistencias «indias". vemente. La «hora cero- de la nueva historia (dependien-
3. Reformas coloniales y movimientos ínsurreccionales te) del continente será.• también, uno de los temas pre-
del siglo VIII. dilectos de la primera literatura alternativa.
4. "Segunda conquista»: la ofensiva latifundista del El «descubrimiento» mutuo de europeos y autóctonos
siglo XIX. ostenta todas las características de una asimetría funda-
5. «Indiqenismos- intelectuales y movimentos étnico- mental. Si los habitantes del continente «americano» des-
sociales modernos. cubren realmente, como 10 expresará un poco más tarde
Estas coyunturas no coinciden sino en parte con los pe- el Inca Titu Cusi [3.1/ Yupangui 1570/1985: 3], "un gé-
ríodos de la historia latinoamericana vista bajo un ángu- nero de jente no oyda ny bista en nuestras nasciones-, los
lo criollo. La "independencia", por ejemplo, no es un mo- europeos descubren unos tipos de sociedades que ellos
logran clasificar, hurgando en sus conocimientos aClIllIl1
El{ Martín Lienhard'
La voz y su huella 89

lados en las recientes empresas de Reconquista (península


mutuamente provechoso, de objetos de hierro contra -pau
ibérica) o de expansión colonial (Afríca), como -ínfieles-
de Brasil-, aceptan gustosamente incorporarse al sistema
e -bárbaros idólatras». Los autóctonos, en cambio, como
de parentesco tribal -para luego subvertirlo y someter-
paralizados por la sorpresa, demorarán un lapso de tiem-
po relativamente largo en develar la identidad, los móvi- lo a sus propios objetivos [4.2/ Susnik 1965: 11 ss.;
les y los proyectos verdaderos de sus huéspedes [2.2/ Hemming 1978: cap. 11
Todorov 1982: cap. II]; los únicos parámetros inmedia- Si, en la gestión de los primeros contactos, ambos in-
tamente disponibles para su clasificación serán los mi- terlocutores intentan manipular al otro, los europeos se
tos del retorno de un héroe civilizador (Quetzalcoatl en aprovechan del efecto de sorpresa provocado por su lle-
México, Wiraqocha en el área andina) o del surgimiento gada y su comportamiento. Antes de que los autóctono s
de un karaí o gran shamán (área tupí-quaraní). y las ex- -sus· aliados militares o -parientes-e- hayan desentraña-
periencias con otras colectividades del continente. Lo! do cabalmente sus' intenciones estratégicas,. los europeos
autóctonos se van convirtiendo en «indios», objetos y víc- logran echar las bases de su futura dommación colonial.
timas de un proyecto colonial de gran envergadura que Cuando se produce la toma de conciencia indígena, el
no aparece a sus ojos, en el primer momento, sino come espacio para la resistencia ya se ha restringido. Los eu-
una "visita. inesperada pero posiblemente útil. Consi- ropeos ya han podido crear, mediante regalos, sobornos,
derados a menudo por los autóctonos como aliados bien- amenazas o alianza matrimonial, un grupo de «arniqos-
venidos contra estados y grupos vecinos o hegemónicos, totalmente adictos, y la desestructuración de las socieda-
los europeos participan, tratando de instrumentalizarlas, des autóctonas ya se encamina hacia la irreversibilidad.
en las expediciones -indíqenas ••¡ más prometedoras en el Ya no cabe la posibilidad de cerraries simplemente la
sentido de sus prioridades: Cortés y sus hombres mar- puerta a los -huéspedes •• molestos: la única forma de li-
chan contra México-Tenochtitlán al amparo de las tro- berarse de ellos sería la guerra, difícil de organizar en
pas de Tlaxcala, ciudad rival de la capital azteca; Alva- un país ocupado.
rado, en medio de tropas mexicanas y maya-cakchique-
En general, la resistencia indígena contra los europeos
les, conquista Utatlán, la capital de los maya-quichés ,
no resulta, pues, de una reacción visceral contra el otro,
el portugués Alexo García, imitado posteriormente por
sino que constituye el resultado de un análisis de la
el adelantado español Alvar Núñez Cabeza de Vaca,
práctica colonial europea.
"acompaña" una expedición guaraní transamazónica h.3.5-
Los primeros contactos, obviamente, no generaron con-
la los contrafuertes de la cordillera andina [4.11 Díaz
1612/1986J; Pizarro, finalmente. conquista el Cusco en diciones para la producción de una literatura escrita al-
tanto que «huésped- (y aliado militar contra los «quite- ternativa =manifestación textual de un diálogo o en-
ños ••) de Manco Inca [3.1/ Yupangui 1570/1985J. frentamiento cultural que apenas va empezando. Pero es-
tos contactos, ante todo en tanto que -trauma de la con-
En el área amazónica, los « huéspedes" europeos (por-
quista" de los autóctonos (2.2/ Garibay 1953-1954, León
tugueses, españoles, franceses). agentes de un trueque,
Portilla 1976: cap. VJ, proporcionan. en buena medí
90 Martin Lienhard
La voz y su huella 91

da, la materia histórica para los primeros textos indo-


hispánicos. y del papa, se les garantizaba el respeto de sus siste-
mas de sucesión en el poder, aunque no el ejercicio de
este poder ... Hasta el año 1565, por ejemplo, el título
Colonia y resistencia indígena de tlatoani o ••rey» de México-Tenochtitlán siguió vi-
gente; a la muerte del tlatoani d. Luis de Santa María
Las nuevas aristoctacias indígenas Nacacipatzin, se le sustituye por el de ••juez gobernador ••
municipal [2.1/ Tezozomoc 1609/1975: 174-175). En el
En la segunda fase de la historia de las relaciones
Perú, muertos los Incas rivales Atau Huallpa (norte) y
étnico-sociales -la de la- institucionalización de las rela-
Huáscar (sur), los españoles, acatando la decisión del
ciones de tipo colonial y de la resistencia indígena- se
clan dinástico cusqueño, entronizaron al futuro rebelde
intensifica el conocimiento recíproco de los dos interlo-
Manco Inca [3.2/ Hemming 1983: 127]. Este «respeto-
cutores : condición sine qua non para el surgimiento de
europeo del derecho de sucesión autóctono, claro esta,
una literatura que articule formas y discursos de ori-
era de fachada. Los españoles presionaban para que sa-
gen europeo y autóctono.
liera elegido, entre los candidatos teóricamente posibles,
La literatura escrita alternativa nace de las iniciati-
el más apto para cumplir el papel de rey fantoche; en
vas más variadas en los contextos más diversos. En tér-
caso de necesidad, ellos se olvidaban de las reglas: así,
minos prácticos, su aparición supone que uno de los
Andrés de Tapia Motelchiuhtzin, uno de los tlatoani co-
dos interlocutores, o los dos simultáneamente, adquie-
ra (n) el ••lenguaje ••o sistema de comunicación del otro: loniales de Tenochtitlan, fue al parecer un ex esclavo
el alfabeto europeo, tal vez también el idioma, para los [2.2/ Gibson 1964: 168].
"indios••; el idioma indígena, para los europeos. Los pro- Cuando, pese a sus precauciones, los fantoches se mos-
tagonistas de este acercamiento mutuo y a menudo con- traban intratables, los europeos no dudaban en asesi-
flictivo serán, en el campo europeo, los misioneros y los narlos o remplazarlos: por una simple sospecha mata-
funcionarios coloniales; en el campo autóctono, cier- ron a Cuauhtemoc, yerno de Motecuhzoma [2. 1/ Tezo-
tos miembros de los antiguos grupos dirigentes. zomoc 1975: 165-166]; al retirarse el exfantoche Manco
Los europeos, núcleos reducidos de hombres disemi- Inca a Vilcabamba para reorganizar el estado incaico,
nados en la inmensidad territorial y demográfica del los españoles coronaron en su lugar a su hermano y ri-
continente americano, comprendieron rápidamente la val Paullu [3.2/ Hemming 1983: 234]. Las platónicas
conveniencia de aliarse con los grupos dirigentes locales protestas de Carlos V por los asesinatos de los reyes
con vistas a usurpar su poder. Durante algún tiempo, indígenas, sus vasallo s, no surtieron efecto alguno: el
para neutralizar la aristocracia antigua, dejaban subsis- aprovechamiento de los antagonismos clánicos, la elec-
tir -cada vez más como una ficción- los señoríos autóc- ción arbitraria de los gobernantes y -cuando era nece-
tonos tradicionales. Si los gobernantes autóctonos reco- sario- su eliminación física, formaban parte de una mis-
nocían la autoridad suprema del emperador o rey europeo ma política: la destrucción programada de las dinastías
y poderes autóctonos,
92 Martin Lienhard La voz y su huella 93

Una vez descabezadas y desarticuladas las aristocra- de las obligaciones laborales de los indios (servicio per-
cias autóctonas, se las reorganizaba en función de la do- sonal, trabajo comunal), serán los grandes beneficiarios
minación colonial. Los antiguos líderes étnicos itlatoani de la primera colonización. Como lo subraya Vasco de
en México, kuraha en los Andes, mburuvixá en el área Ouiroga, el famoso obispo «utopista ••de Michoacán, cada
tupí-quaraní) se veían nivelados en la nueva categoría encomendero gasta «casi como Motezuma ••, y «como
social de los -caciques», vocablo antillano que los españo- hoy hay tantos Motezumas que mantener en esta tierra»,
les difundieron por todo el subcontinente. Los parientes los indios van sufriendo una miseria nunca vista antes
de los caciques (función hereditaria) y los demás miem- [2.1/ Ouiroga 1940].
bros de las antiguas arístocracías serán "principales ••; en Los caciques, antiguos señores ••naturales» o étnicos,
esta categoría, exenta del tributo per cápita como la de acaban siendo justamente los ejecutores de la política en-
los caciques, entrarán también numerosos individuos co- comendera. Al mismo tiempo, algunos de ellos asumi-
munes que se distinguen por su prosperidad o sus re- rán la función de preservar las tradiciones culturales es-
laciones excelentes con los encomenderos o los eclesiás- pecíficas vde su grupo [3.1/ Guaman Poma 1615/1980:
ticos [2.2/ Gibson 1964: cap. VI]. La opa de los caci- t. 752-895; 3.2/ Spalding 1981; 2.2/ León Portilla 1976;
ques y principales, que representa en México entre el 84-87J.
2(l/o y el 10% de la población indígena (ibid.), debe fun- Los miembros de la aristocracia indígena colonial,
cionar, en el marco de la organización colonial, como co- caciques y principales, tendrán bajo su responsabilidad
rrea de transmisión entre las autoridades o los benefi- la administración interna de la llamada «República de
ciarios de la colonia y la masa de los «indios comunes •• Indios ••: las áreas indígenas cuyo acceso, en un princi-
imacehual en Mesoamérica. hatun runa en los Andes, pio, queda vedado a los no indios +para impedir que és-
auá en el área tupí-guaraní). tos se contaminen con los vicios europeos. Los caciques
La población indígena, con sus caciques y principa- y principales elegirán y se harán elegir para los -cabil-
les, será concentrada en «reducciones- o «pueblos de in- dos" y los gobiernos de las municipalidades y las provin-

dios" [4.2/ Susnik 1979-1980: 106-121; 3.2/ Málaga cias indígenas [2.2/ Gibson 1964: cap. VII: 3 _2/ Hem-
1974; Golte 1973: 44-50) y encomendada -cuando no se ming 1983: 376 ss.]. Ellos desempeñan, pues, dos fun-
ciones vitales para los europeos: garantizarles, en 10
trata de reducciones misioneras- a los «encomende-
inmediato, la movilización de la mano de obra indí-
ros", conquistadores prestigiosos que asumen teórica-
gena (haciendas, minas, obrajes) y, más en general, en-
mente la responsabilidad de la salud espiritual de los
cuadrar políticamente a los indios y «aculturarlos» para
indios y de la recaudación del tributo real. En la prácti-
asegurar, de este modo, la perpetuidad de la dominación
ca, la encomienda se convertirá rápidamente en el prin-
europea.
cipal instrumento, duramente criticado por muchos misío-
neros(Las Casas, Montoya), de la opresión y la explota- Por estas razones, los europeos usarán todos los me-
ción de los indios. Los encornenderos, recaudando tri- dios para conseguir el apoyo incondicional del sector
butos excesivos e interpretando a su antojo los límites aristocrático indígena, para «asimilarlo», títulos, privi-
La voz y su huella 9S
94 Martín Lienhard

primeros informantes de todas las empresas de recopila-


leqíos (exoneración del tributo, «mercedes- de tierras, de- ción de las tradiciones orales que llevarán a cabo los mí-.
recho de llevar un traje español, viajes a Europa ... ), sioneros, los funcionarios y, más tarde, algunos miembros
pero también amenazas y castigos contra los caciques de la propia aristocracia indígena; de ahí, la índole ••di-
recalcitrantes o demasiado indulgentes con los indios co- nástica ••de la mayoría de los textos recopilados.
munes (Guaman Poma 1615/1980: f. 566). El rechazo De informantes, algunos de los miembros de este sector
del sistema colonial europeo se paga con la muerte [ibid.: pasaron a autores de una producción epistolar conside-
f. 572; León Portilla 1976: 87J. rable que denunciaba, de algún modo, su incómoda po-
Para perfeccionar la asimilación de los caciques y prin- / sición entre los representantes del poder europeo y las
cipales se recurre a la educación escolar. Todos los nú- masas indígenas. Destinados al rey, al virrey, al obispo
cleos misioneros dispensan, teóricamente, una formación o a otra autoridad de alta jerarquía, estos escritos reve-
escolar mínima a los jóvenes miembros de este sector: lan la doble preocupación de mostrarse adictos al nuevo
así lo estipula una muy temprana instrucción real de poder y al cristianismo sin dejar de reivindicar ciertos
1503 [i/ Konetzke 1979: 313J. Si nunca se pensó en es- valores antiguos -justamente los que justifican sus pri-
colarizar sistemáticamente a los indios comunes, el acce- vilegios del momento. En varios textos, los autores, poco
so de los caciques y principales a la cultura gráfica no dispuestos a aparecer -según la fama que habían adqui-
fue tampoco automática. Fuera de las zonas privilegia- rido- como verdugos de la población indígena, asumen
das para la asimilación de las élites indígenas (valle de su defensa al estilo de Las Casas: así la carta que los
México, área quiché-cakchiquel en Guatemala, Quito, ••señores e principales ••de México central mandaron el
Cusco, reducciones misioneras del área tupi-quaraní), 2 de mayo de 1556 al rey Felipe Ir (2.1/ Paso y Tronco-
pocos miembros de las aristocracias indígenas habían lle- so 1939-1942, t. XVI: 64-66), otra que las autoridades
gado a poseer, a fines del siglo XVI, siquiera los rudi- indígenas de la provincia de Maní, Yucatán, dirigieron
mentos de la cultura escrita. El famoso colegio de Santa el 12 de abril 1567 al mismo rey [Zimmermann 1980], o
Cruz de Tlatelolco, y más generalmente, la intensa acti- todavía, la carta-relación al rey de los ••caciques y prin-
vidad docente de alto nivel que los franciscanos desarro- cipales, vecinos y naturales ••de Santiago Atitlán (Guate-
llaron en el valle de México, constituye sin duda una ex- mala) con fecha del 1ro. de febrero de 1571 (Acuña 1982:
cepción -por cierto muy importante para la literatura 157-162]. Un caso extremo, por sus dimensiones, es la
escrita alternativa. carta-crónica que el verdadero o fingido «cacique prenci-
pal" quechua Guaman Poma de Ayala (1615/1980] des-
El discurso del diálogo tinó a Felipe III. Sin duda, los caciques-principales exor-
cizan, a través de esta práctica literaria, su mala con-
Pese a su estrecho margen de maniobra, los caciques ciencia de ••colaboracionistas».
y principales contribuyeron en una medida altamente En las ambiciosas obras acerca de la historia autócto-
significativa al surgimiento de una literatura escrita al- na que elaboraron ciertos grandes letrados indígenas se
ternativa. Por una parte, este sector proporcionará los
96 Martín Lienhard La voz y su huella 91

perfilan las mismas o análogas preocupaciones aristo- lado materno, al linaje incaico , la ascendencia antigua,
cráticas. De hecho, pocos nobles autéctonos fueron su- preinca, que se atribuye Guaman Poma suscita, en cam-
ficientemente asimilados como para insertarse, aunque - bio, serias dudas; de hecho su biografía real sigue sien-
sea de modo marqinal. en la historiografía occidental. do más que misteriosa [3.2/ Adorno 1981].
Casi sólo en el contexto de la labor educativa desarrolla- La historioqrafía indígena pues, más todavía que la
da por los franciscanos y otros misioneros en México se literatura epistolar de los «caciques y principales ••, repre-
dieron las condiciones para una historiografía indígena senta a los núcleos más encumbrados de la aristocracia
en un molde occidental (los cronistas indígenas andinos indígena colonial, quizás los más ••aculturados», pero al
desconocen en buena parte el oficio historio gráfico al es- mismo tiempo, también, los más orgullosos del pasado
tilo europeo). Los historiadores e informantes nahuas que autóctono.
suscita la presencia del padre Sahagún pertenecen a (o El discurso de los indios comunes, de los caciques y
están emparentados con) los linajes prehispánicos más principales mal asimilados, de los señores naturales aún
ilustres; varios de ellos desempeñaron altas funciones en no vencidos y de la antigua casta sacerdotal (ferozmen-
los autogobiernos indígenas coloniales: Fernando de te reprimida por las autoridades coloniales), no tiene de-
Alva Ixtlilxóchitl y Alvarado Tezozomoc son descendien- recho a manifestarse en esta producción historiográfica.
tes. respectivamente, de los tlaioani de Texcoco y de Te- Esta es el resultado, al fin, de una asimilación o «reduc-
nochtitlan, las dos ciudades que dominaron, con la ciu- ción» de los antiguos sectores aristocráticos dispuestos a
dad de Tlacopan o Tacuba, toda la «confederación azte- abandonar cualquier actitud radicalmente opuesta <tI sis-
ca-: Antonio Valeriano, informante principal de Saha- tema colonial. Todos los textos aludidos sellan, de al-
gún, estuvo emparentado por matrimonio con los tla- gún modo, la alianza entre estos grupos y los sectores
toani de Tenochtitlan . los tres asumieron varios cargos Irás moderados de las clases hegemónicas: misioneros y
de gobernadores municipales o provinciales. Pedro Na- funcionarios «utopistas-, obispos y virreyes ••indófilos».
zareno, autor de una carta-relación en latín [Paso y Tron- Esta alianza, fundamentalmente anti-encomendera, plan-
coso 1939-1942: t. x, 89-129] y profesor en el colegio
tea de modo todavía incipiente un desarrollo basado no
de Tlatelolco. afirma también descender de los señores en las necesidades de la metrópoli, sino en las necesi-
de México. dades espirituales (cristianismo), culturales (conserva-
Chirnalpahin, por otro lado, el gran historiador colo- ción de sus valores) y materiales (pobreza franciscana)
nial de la provincia de Chalco Amaquernecan, fue un des- que se atribuye a la población indígena.
cendiente de la familia reinante de Amaquemecan . él se
había formado en el Convento de San Antonio Abad de
El discurso de la resistencia
México.
En el Perú, el mestizo de doble ascedencía noble Gar- En Mesoamérica y el área andina, regiones controla-
cilaso de la Vega -formado como hijo de cacique en el das antes de la conquista por las grandes dinastías prc-
Cusca y como humanista en España- pertenece, por el hispánicas a través de su aparato estatal, pero tarnbicn
98 Martín Lienhard La voz y su huella 99

en el área tupí-quaraní, zona de progresiva unificación rígidos por los descendientes de los gobernantes prehis-
política, la resistencia indígena, como se señalé, no se pánicos, suelen tomar el aspecto sincrético de insurrec-
expresó en tanto que reacción visceral contra los intru- ciones mesiánicas . México después de la caída de Tenoch-
sos, sino que se desarrolla a través de la experiencia titlán (1521), Paraguay, Brasil.
práctica del sistema colonial. La historioqrafía -indo- En México, ante los atropellos que sufre el tlatoani
hispánica •• y la literatura epistolar o ••notarial" de los Motecuhzoma por parte de sus huéspedes españoles, se
caciques y principales constituye, cuando existe, uno de dibuja una acelerada toma de conciencia indígena que
los aspectos de una toma de conciencia indígena: la reac- culmina en la expulsión de los extranjeros de México-
ción reformista de los que aceptan convertirse en aristo- Tenochtitlán . la famosa "noche triste» del 20 de junio
cracia indígena colonial, pero no sin exigir una serie de de 1520. Corto será el tiempo concedido al estado «inde-
mejoras tanto para ellos mismos como para sus súbdi- pendiente» del tlatoani, sucesor, Cuauhtemoc: once me-
tos. El momento de la institucionalización de las relacio- ses, insuficientes para restructurar las prácticas cultu-
m::; t'lllullialcs auspicia, paralelamente, una reacción más rales y literarias sobre bases nuevas, suficientes para
I'ddic;d. l'l I'('("lid,':,) (k la implantación o de la consoli-
restaurar la vida y el ritual antiguos [2,1/ Sahagún
d;WI,)f¡ .11,1 :;í:;iI'fIld ('uluJlí;tI. La [rontcra entre estos dos 1956: L. XII, cap. 27-28). La derrota final de 1521 pro-
t"U"'ih1I"idllll"lilll:; 111'1Il':; I (l.; es ;Jl~J') «vancsccnte, porque voca, a posteríori, la aparición sorpresiva del primer
el I'dUI'IlII:;llhl dI' 1,):; (',l('lqll<:; .v PI'iIICijlale;; oculta a ve- texto indígena escrito (en nábuatl) por medio del alfa-
('(':; 1.1 1I¡;ldlll".ll'I'-Ji¡ ,It- UII:I .rct itucl de resistencia. La así-
beto: el anónimo Relato de la Conquista, redactado en
Illil;III<.11) jJlI(·,k l¡dceJ· crí:;is y convertirse en conflicto 1.528 por un autor de Tlatelolco [cf. Sahagún 1956]. En
,,[,itTI, r.
1521, la resistencia indígena en nombre de la restaura-
I',n' r;I'''I)(':; ol rv i.r». la resistencia -que implica el re- ción del estado azteca se extingue definitivamente para
c/¡;¡z" d,' lo.: v.i lorr-: (:11/"OpCOS- no da lugar, como la aSÍ- dejar el lugar a movimientos político-religiosos o in-
mi l.uum , ;] IIII:\~; pr;wlic;IS cscripturales institucionaliza- surreccionales sincréticos y locales.
d.is. 1..\ I'l'Il('1 r;ICI'.·'11d('1 di:;('lJr~~,) rebelde en los márgenes
En el Perú, el Inca fantoche de los españoles, Manco,
dI' I.t n"llIr;1 ~Jl·;I"I("" ;11 (':;liln europeo, o la usurpación
hijo del prestigioso Inea Huayna Oapaq, desencadena en
de);¡ m is m.r par.: los f"i!le!; de I;¡ resistencia, adoptan una
el ano cinco de la presencia española una guerra total
variedad de formas distintas .v relativamente imprevisi- contra los intrusos que no quieren respetar las reglas de
bles, la reciprocidad andína, al no lograr vencerlos y exter-
Sólo en pocas zonas del subcontinentc subsistió o se minados, el Inca se retira a Vilcabamba, en la Alta Ama-
volvió a formar, después de la implantación de los eu- zonía, donde edifica, como 10 expresaría más tarde Gua-
ropeos, el proyecto' de restaurar -o de mantener- las man Poma [3.1/ 1980: f. 409], «otro Cuzco ciudad». A
estructuras de los antiguos estados prehispánicos . Perú, partir de su nueva capital, Manco reorganiza el aparato
Yucatán y Cono Sur. En otros lugares, los movimientos político-religioso del estado incaico y sus fuerzas mili-
de resistencia coloniales, menos centralizados y no di- !;m~:;, y restablece los vínculos con una serie de seño-
100 Martín Lietihard La voz y su huella 101

ríos locales. Copia a escala reducida del Tawantinsuyu, sus huéspedes alto-amazónicos o- antis , por otra parte,
el estado de Vilcabamba no abandonará hasta su fin la presencia, en los últimos años, de unos pocos extran-
(1571) la ambición de restaurar el sistema incaico en toda jeros tolerados por el Inca Titu Cusi Yupanqui (un secre-
la superficie de lo que ahora se llama ••Perú ••.A 10 largo tario, unos misioneros, un corregidor), permitieron el sur-
de más de 30 años, los Incas de Vilcabamba no sólo re- gimiento de una literatura incaica en español, destina-
chazan los ataques españoles, sino que mantienen la in- da a las autoridades españolas. Su autor exclusivo -aun·
seguridad en una parte de los territorios ocupados y Io- que no su grafista- no fue otro que el propio Inca. Sus
mentan o apoyan los movimientos de resistencia política cartas diplomáticas [3.1/ Guillén G. 1976-1977] y la
o mesiánica en las zonas controladas por el virreinato extraordinaria carta-relación [Yupangui 1.570/198.5} son
[3.1/ Hemming 1983}. finalmente los únicos textos de la literatura escrita al-
En Yucatán, los diferentes señoríos mayas del norte ternativa que se aferran a la hipótesis de la superviven-
resisten a la conquista española hasta 1547, 30 años des- cia de la sociedad prehispánica.
pués del primer desembarque europeo en la región. Aho- De los dos estados indígenas independientes que re-
ra, un estado o señorío que el clan dinástico (oriundo del gistra la historia colonial, uno solo, pues, intervino di-
norte) de los Itzá había construido en el interior de la recta aunque marginalmente en la cultura gráfica al es-
península, en las selvas del Petén, desde el siglo ante- tilo europeo. Sin embargo, el discurso de la resistencia
rior [2.1/ Villagutierre 1701/1985: 1. I, cap. 5], o qui- indígena acaba insinuándose e íncrustándose en la pro-
zás ya en el siglo XIII [2.2/ Morley 1983: cap. VI]. se- ducción escriptura1 de modo inesperado.
gurirá independiente 150 años más, hasta 1696. Como
En el área tupí-quaraní. los misioneros, especialmente
Vilcabamba en el Perú, el estado maya rebelde será un
los jesuitas, desarrollan una muy activa política de así-
foco de agitación antiespaño1a y de atracción para los
milación de las é1ites tradicionales y de formación de
habitantes de los territorios ocupados por los españoles,
una nueva élite +no necesariamente de origen -nobleo-
así como una base para la reproducción, con escasas in-
de cabildantes totalmente adictos a su proyecto. Si la
terferencias europeas, de la cultura ancestral.
alfabetización misionera alcanza posiblemente, en esta
Por 10 que se colige de los informes contemporáneos área, un mayor porcentaje de la población que en Méxi-
de su capitulación [Cogolludo 1688/1954-1955: t. 3, L. 9, co (para 110 hablar de las áreas menos privileqiadas),
cap. XIV; Villagutierre 170111985: pass.], las prácticas el control misionero sobre la cultura literaria es mucho
culturales y literarias del estado itzá siguieron las pau- más estricto. Por otra parte, los misioneros consideran
tas yucatecas tradicionales. Los códices ••pintados" por la cultura oral de los indios amazónicos o como inexis-
sus caligrafistas mostrarían, si no se hubieran perdido, tente -"página blanca ••- o como incompatible con la
el fenómeno excepcional de una literatura al estilo pre- cristiana. Así se explica que en esta área no se promue-
hispánico en plena época colonial. La cultura inca de ven esas grande,s empresas de recopilación de la tradición
Vilcabamba, según un testigo ocular (Rodríguez de Fi- oral que asociaban. en el Perú y sobre todo en México, a
gueroa 1565/1910], incorporó elementos de la cultura de ••intelectuales" nativos y europeos. No surge, en estas
102 Martín Lienhard La voz y su huella 103

condiciones, ningún discurso del diálogo como, sobre Extinción vs. continuidad de la escritura
todo, en México. El discurso de la resistencia Iidereada alternativa
por los harai o grandes slíamanes político-religiosos
(4.2/ Susnik 10791980: 164-172; Hemming 1978: 143- Hacia 1620, aproximadamente, después de siete u
157J tampoco se expresa en textos «controlados •• por la ocho decenios de actividad, la producción escrita alter-
propia resistencia, sino a través de los discursos direc- nativa en los grandes centros coloniales sufre una evi-
tos que se atribuyen, en las relaciones jesuísticas, a los dente baja que se asemeja, en el caso de la historioqra-
«maqos- indígenas [Meliá 1986: 170-187]. Intelectuales je- fía «indo-hispánica-, a un colapso. ¿ Cómo explicar este
suitas como Nóbreqa. Anchieta (Brasil) o Montoya (Pa- fenómeno sorprendente?
raguay), ,grandes enemigos de los diabólicos magos, se Desde los primeros contactos con los autóctonos del
convertirán sin querer en los que difundirán, mayormente continente recién «descubierto», la Corona española (mu-
para la posteridad, el discurso de la resistencia tupí-qua- cho más que la portuguesa) incentivo y exigió, a través
raní. de sucesivas cédulas reales, la realización de trabajos de
A veces, el discurso de una resistencia cada vez más documentación (••informaciones») acerca de las socieda-
multiforme llega a adueñarse de un género específico de des y las culturas indígenas; el conocimiento así adqui-
la producción textual al estilo europeo: las actas de la rido debía facilitar una adecuada organización de las
Inquisición. En México, esta institución tuvo a su car- colonias en todos sus aspectos. Con la realización de los
go, entre 1536 y 1545, la represión de las idolatrías in- objetivos inmediatos (la progresiva pérdida de autono-
dígenas. El discurso subversivo penetra en sus actas a mía de las sociedades indígenas, su desestructuración
través de los testimonios que se reúnen para juzgar a interna y su definitiva restructuración sobre las bases co-
los disidentes. ASÍ, por ejemplo, el discurso sumamente loniales), estas investigaciones iban perdiendo su utili-
duro y audaz del cacique de Texcoco, d. Carlos Ometo- dad práctica. Por otra parte, las autoridades españolas
chtzin Chichimecatecuhtli se halla consignado, bajo for- no podían ignorar los efectos negativos que podía pro-
ma directa, gracias a los testigos nativos que depusieron vocar la constante actualización de la memoria históri-
contra él [2.1/ Proceso criminal 1910J. El acceso del dis- ca indígena a través de las encuestas etnográficas entre
curso indígena subversivo a la cultura gráfica no impli- los «caciques y principales ••: la preservación de su -or-
ca, en este caso, la voluntad de su autor ni la del tribu-o gullo étnico n, Por ello, a partir de 1577, la investigación
nal; pero a menudo, las instancias judiciales de la colo- sobre las sociedades e "idolatrías» indígenas deja de go-
nia, relativamente «técnicas" en sus encuestas, no repri- zar del beneplácito real; más aún: se abre, por 10 me-
men las expresiones disidentes en sus actas. nos en México, el período de la "confiscación de las cró-
Como se vio en el cap. III las probanzas judiciales nicas» [2.2/ Baudot 1977: 475-507). En México, tam-
son, por otra parte, los únicos textos donde se expresan, bién, el deliberado deterioro del colegio de Tlatelolco
aunque no directamente, los sectores indígenas no (disminución de la subvención virreinal y transformación
nobles. en escuela elemental) vedará a los hijos de cacique; y
La voz y su huella lOS
104 Martín Lienhard

existencial con la mate ría evocada, condición para una


principales la oportunidad de acceder a una cultura hu- tradición oral, dejó de reproducirse.
manista.
Por otra parte, todavía, el valor práctico de cierta
Si estas y otras medidas institucionales de censura de-
-historioqrafia» como medio de promoción social y eco-
bieron dificultar la preparación de trabajos «etnoqrá-
nómica (obtención de títulos y -mercedes-) iba disminu-
ficos», obstaculizar su difusión (manuscrita) y, obvia-
yendo paralelamente al prestigio de la nobleza indígena
mente, su impresión [aleatoria desde siempre), no ex-
hasta tocar fondo hacia fines del siglo XVIII. La confian-
plican todavía satisfactoriamente la caída en desuso de
za exagerada en la eficacia pdlítica de la escritura, tan
una práctica literaria. Una parte de la historioqrafía in-
evidente en muchos alegatos indígenas del siglo XVI (car-
dígena, especialmente en el Perú, surgió siempre al
tas, crónicas), debió de haber sufrido también un gran
margen de los escasos centros educativos de alto nivel.
descalabro. Las autoridades coloníales no tenían ya~ por
Por otra parte, las medidas de 1577 no parecen afectar
qué interesarse en las "antiguallas» de estos sectores de-
la producción de crónicas «indíqenas-, es decir escritas
finitivamente vencidos y asimilados.
por ind j os o mestizos social y culturalmente «indios»: los
dos pri meros decenios del siglo XXII, todavía, aparecen Ahora, la desaparición de la cronística in do-hispánica
como un f1níndo fnst:o para esta práctica, tanto en México .centrada en los grandes señoríos prehispánicos no signi-
(Tozozomoc. Ixllilxóchitl) como en Perú (Pachacuti Yam- fica, ni mucho menos, la extinción de todas las prácti-
qui, Cuaman Poma). Su extinción no se explica del todo, cas historiográficas alternativas. Si se petrificó, para
siempre, la memoria oficial de los señoríos prehispání-
pues, por consideraciones instítucionales.
cos dominantes, las tradiciones orales de las subsocie-
La materia prima de toda la historiografía índo-hispá-
dades indígenas regionales, vinculadas sólo en parte a
nica fue siempre, esencialmente, la memoria oral de los
la tradición central, se seguían desarrollando casi nor-
señoríos prehispánicos. Durante varios decenios, ésta fue
malmente, aunque sin el auxilio de una casta especial-
conservada -a veces puesta al día- por los caciques y
mente dedicada a su elaboración, conservación y difu-
principales descendientes de las familias señoriales. Aho-
ción. Durante toda la época colonial, especialmente en
ra. las familias indígenas nobles, ante todo las de linaje
Mesoamérica [2.2/ Lockhart 1982, Karttunen 1982],
«real», fueron el objeto de presiones políticas, ideoiógicas
unas tradiciones orales e modernas», mestizas, se siguie-
y psicológicas para que adoptaran, renegando de sus pro-
ron apuntando en el contexto de los autogobiernos in-
pios valores, los de la cultura europea: Una mayo-
dígenas municipales y provinciales. Poco conocida, esta
ría de ellos, especialmente en y cerca de los gran-
práctica tanto ••notarial» como ••literaria» dejó, en el ru-
des centros de poder colonial (México-Tenochtitlan, Cus-
bro poético, unos textos tan importantes como el poco
co, Lima), se sometieron sin más a tal asimilación [2.2/
europeizado Popol V uh en el área maya-quiché o los
Gibson 1964: 155-165; 3.2/ Golte 1980: 153-158}. En
libros de los Chilam Balam en Yucatán; para la prácti-
estos ambientes, las narraciones prehispánicas, cada vez
ca más bien notarial se puede señalar la serie de docu-
más anticuadas respecto a la praxis contemporánea, no
mentos náhuas sin pretensiones literarias (testamento".
podían ya conservarse sino por escrito: la vinculación
Martin Lienliard La voz y su huella 107
106

derechos de tierra, protocolos municipales, cartas, etc.) en tanto que colectividades étnicas, Los caciques, temien-
que publicaron Anderson, Berdan y Lockhart [2. 11 do el deterioro de su prestigio ante ambos interlocutores
1976), o el sorprendente texto yucateco, «informe- de una (sus "súbditos» indígenas y los representantes del poder
atribución comunal de parcelas que presenta F. Riese colonial, optarán, según el caso, por una mayor solida-
(1981). ridad con los indios campesinos o por la alianza definiti-
En el área andina. donde las comunidades indígenas va con el poder colonial [3.2/ Golte 1981: 153-164, Mo-
no consignan por escrito ni sus tradiciones orales ni reno 1985: 38~-396J.
sus acuerdos, su captación verbal de la realidad contem-
poránea aparece, por compiladores interpuestos, en la
Área ondina
crónica de Guaman Poma, en el manuscrito quechua tra-
dicronalmente atribuido a Francisco de Avila [3.1/ Tay- En el Perú, el movimiento cacical se expresó, política
lar 1980] o en varios informes anti-idolátricos, especial- y militarmente, en tres ciclos de movilización que culmi-
mente de la segunda mitad del siglo XVII [3.2/ Spalding naron en las insurrecciones armadas de 1737-1738, 1750
1981, Huertas 1981). Y 1780-1782 [3.2/ Rowe 1976]. Cada una de ellas fue
La extinción de la práctica historiográfica indo-hispá- preparada y acompañada por una cierta efervescencia li-
nica, centrada en el pasado de los grandes señoríos pre- teraria alternativa, obra sobre todo de los caciques. El
hispánicos, no significa, pues, la interrupción de toda carácter «indíqena- de estos textos, a primera vista, no
práctica escrita alternativa, sino su marqinalización con- es muy perceptible los caciques andinos, desde la mul-
trariamente a las crónicas indo-hispánicas, ni los textos tiplicación de las escuelas cacicales en el siglo XVII [Rowe
de los autoqobiernos indígenas, reservados normalmen- 1976: 16], ya se habían adueñado, mimetizándose, de la
te a un uso interno, ni los informes administrativos, des- cultura gráfica al estilo europeo. Vicente Mora Chimo
tinados a llenarse de polvo en los archivos, podrían inau- Capac, cacique del valle de Chicama y negociador ante
gurar una literatura en tanto que sistema de comunica- la Corona de un grupo de caciques peruanos, escribió y
ción funcional y vivo. publicó en Madrid, entre 1722 y 1732, toda una sede
de «memoriales- [1/ 'Medina 1958-1962, t. 6: 323-324],
Reformas coloniales práctica que recuerda la literatura epistolar reformista
y movimientos insurreccionales del siglo XVIII de los caciques y principales del siglo XVI. Ahora, estos
A 10 largo del siglo XVIII, en todas las áreas indígenas· y otros escritos análogos no representan ya una perspec-
de la América española, el poder local del sector de los tiva exclusivamente cacical, sino más genéricamente in-
caciques y principales se va debilitando progresiva pero dígena. Así, una «representación» de los caciques y el
definitivamente ante el creciente empuje de los criollos común de Paita, publicada en Madrid (1736), denuncia
y los indios enriquecidos, favorecido por la restructu- la "lamentable ruina u en que se hallan los indios a raíz de
ración liberal de las colonias. En todo este período está en las «vexaciones» del poder colonial [ibid. ; 262-26:1).
juego la supervivencia de las subsociedades indígenas Hacia 1750, el franciscano de ascendencia incaica [r.iv
108 Martín Lienhazd La voz y su huella 109

Calixto de San José Tupac Inca hace imprimir una exten- recien publicados [3.11 Durand 1980-1982]. Esta repre-
sa representación que hostiga el senta quizás la mayor parte, pero sólo una tendencia -la
más aculturada- de la literatura alternativa del momento.
crimen tan inhumano, que es la injuria tan grave, y Para Rowe [1976), en estas movilizaciones culmina el
tan general a toda una Nación, tan limpia, tan No- ••movimiento nacional inca-, que se había manifestado
ble, tan dilatada, tan numerosa, tan humilde, tan con anterioridad por el fasto nostálgico que desplegaron
desinteresada, antiquada por más de docientos sus integrantes, miembros de la nobleza neoinca, en la
años, y cerca de tresientos, desde el año en que el celebración de ritos colectivos (desfiles callejeros) y fa-
ínclito Almirante Dn Christóval Colón, descubrió miliares (matrimonios). El vigor de la cultura neoinca
la Isla Española, hasta los presentes de 1749, en que en el siglo XVIII se puede comprobar en la violencia de
van docientos y cincuenta y siete años de afrentas, su represión después de la derrota del levantamiento tu-
injurias, oprobios, y destruziones de Indios. .. (3.1/ pamarista. La sentencia del visitador Areche contra Tu-
Tupac Inca 1750/1969: 32). pac Amaru (Durand 1981: 268-278) es también una sen-
tencia contra la sociedad y la cultura neoinca. Se prohíbe
Un contraste con este tono de solidaridad étnica pana- en adelante la producción de cualquier signo que pueda
mericana forman algunas cartas de principales no caci- recordar a los "difuntos monarcas ••: trajes, ornamentos,
ques e indios comunes que denuncian las vejaciones sufri- retratos, las «comedias U otras funciones públicas de las
das por parte de sus caciques y señalan, de este modo, la que suelen usar los indios para memoria de sus dichos
existencia de una conciencia de ••clase••campesina en me- antiquos incas••, ciertos instrumentos musicales antiguos
dio de la subsociedad indígena (Golte 1981 : 155-157]. Si como los puiutos, etc. También se prohíbe la firma de
se juzga a partir del excelente trabajo de Segundo More- Inca, que ••hace infinita impresión en los de su clase »,
no (1985), las insurrecciones indígenas que se suceden en Tupac Amaru solía firmar, en efecto, "Don José Gabrie1
la Audiencia de Quito (Ecuador) a 10 largo del siglo XVIII Tupa Amaro Inca de la sangre real y tronco principal de
corresponderían también, en su mayoría, a una conciencia los reyes ••: todo un programa político. Se exige, además,
campesina autónoma respecto a los intereses cacicales. Po- una castellanización acelerada de la población andina
siblemente se podrán descubrir, en este contexto, ejemplos [ibid.]. El visitador no oculta la permanencia del antago-
de una literatura alternativa de tipo más radical. nismo viejo de dos siglos; el día de la conquista, dice,
La más peligrosa de las movilízaciones andinas, la que «ellos [lo] tienen por fatal y nosotros por feliz".
encabezó, contra los «repartimiento s de mercancías ••, el Una de las obras más famosas de la literatura andina,
cacique de Tinta José Cabriel Condorcanqui «Tupac Ama- el drama quechua Ollantay, parece poder adscribirse sin
ru-, descendiente por línea materna del Inca Tupac mayores problemas a la cultura del "movimiento nacio-
Amaru, último gobernante del estado incaico de Vilca- nal inca••~podría ser una de esas ••comedias ••que conser .
bamba, provocó, en su momento culminante, una vasta van la memoria de los Incas , otras -pero no existan 1lI;I'
producción de edictos, cartas y otros textos «indíqenas •• nuscritos del siglo XVIII- serían sin duda las cono.i.l.¡-.
110 Martín Lienhard La voz y su huella 111

dramatizaciones de la conquista y de la muerte del Inea tava (pueblos), que reunían en general varios cacicaz-
(v. cap. VII). gos, se transfirió al sector de los -cabildantes-, forma-
Aplastadas las últimas insurrecciones andinas liderea- do especialmente para esta función y no necesariamente
das por los caciques tradicionales, los movimientos arma- de origen cacical [4.2/ Susnik 1979-1980: 214-219). Ca-
dos que expresaron en los Andes, pocos años más tar- cique y cabildantes beneficiaban a una formación esco-
de, la lucha por la emancipación de España, reconocie- lar estrictamente controlada por los eclesiásticos; si bien
ron un Iiderazqo nuevo: el sector más radical de la capa el idioma de instrucción -en todo caso en las reduccio-
mis ti, conglomerado no étnico sino social de excaciques, nes jesuíticas-> era el guaraní, la alfabetización suponía
notables, . latifundistas, comerciantes o prefesionales an- una "reducción .• general [Meliá 1978) de los indios a
dinos. En el seno de este sector +que luego sería margi- los valores cristiano-occidentales. Contrariamente a lo
nado por la oligarquía cri.olla de la costa- aparecen los que muestra la etnohistoria de las «periferias .•, mesoame-
signos precursores de una nueva práctica literaria alter- ricanas y andinas, la autonomía de los pueblos guaraníes
nativa: una poesía inspirada en los cantos orales andí- coloniales (sobre todo en el terreno cultural) fue suma-
nos, pero dotada ya de rasgos de elaboración escriptu- mente reducida.
ral o erudita. Los representantes más conocidos de esta Tres acontecimientos mayores sacudieron, en el siglo
corriente incipiente son el alto peruano Wallparrimachi XVIII, el orden colonial paraguayo. En la primera mitad
(cf, cap. VII) y el arequipeño Melgar [3.1/ 1971); ambos del siglo, los Comuneros (sectores medios «urbanos-),
murieron combatiendo en las filas de los movimientos aliados con los indios laicos y aculturados, se rebelan con-
postupacamaristas de emancipación. Si la obra de Mel- tra el poder virreinal, los jesuitas y sus tropas de guara-
gar [3.1/ 1971], más urbana y europeizada, opta por el níes cristianos. A mediados del siglo, los «siete pueblos-
español como idioma de expresión literaria, la de Wall- misioneros que deben ser entregados, seg-ún un conve-
parrimachi (1947], en cambio, sigue de cerca la tradición nio hispano-luso. a Brasil, desencadenan -con el auxi-
oral quechua de la capa mencionada. Contrariamente al lio de los jesuitas según sus detrac,tores- la llamada
Ollanta, con el cual no dejan de compartir ciertos rasgos, guerraguaranítica contra los ejércitos aliados de las dos
estas obras no se refieren ya al mundo incaico prehispá- metrópolis; a su derrota sigue la expulsión de los jesui-
nico, ni al mundo andino popular del presente. tas (1756). En los últimos veinte años, la nueva política
ilustrada y liberal del gobierno español, puesta en prác-
Paraguay tica por el virrey Bucareli y sucesores, apunta a convertir
a los guaraníes misioneros y a los indios «paraquayos»
En Paraguay, la política colonial =tanto la de los en- en ciudadanos «mestizos .• libres. Dos de estos momentos
comenderos como la de los jesuitas- había destruido el históricos suscitan una práctica literaria alternativa
poder de la antigua casta sacerdotal de los payés y re- más o menos efímera, cuyos autores serán los caciques,
ducido gradualmente la función de los mburutrixá, caci- los ,corregidores indígenas o los cabildos, en eo
ques o señores étnicos. El poder político local en los mún o por separado. Los textos producidos son cartas
112 Martiti Lienhard La voz y su huella 113

destinadas a las autoridades coloniales, que expresan las damento de pénsar vajamente á vista del menos pre-
diferentes -y a veces encontradas- visiones históricas cio, y ultrage, con que son tratados, como viles ... "
de los grupos representados. [Cartas indios Guaraníes 1924).
Las cartas colectivas de los guaraníes comprometidos En Paraguay, el discurso indígena que logra adueñar-
con la guerra guaranítica [Meliá 1970) expresan la opo- se, aunque sea marqinalmente, de la cultura escrita al
sición de las comunidades a su entrega a Brasil, opera- estilo europeo, es un discurso que acepta someterse a
ción considerada como traición de las autoridades es- fondo a los códigos europeos. La voz de los indios no
pañolas: para los guaraníes misioneros, los 'brasileños conquistados o «reducidos••, kaiquá o monteses, no acce-
siguen siendo los nefastos cazadores de esclavos de tris- derá realmente a la escritura sino en el siglo xx, en los
te memoria. El firmante más conocido es el legendario textos de algunos etnólogos modernos.
urey de Paraguay» Nicolás Ñeenqiru.
Una serie de caciques expresan, en la segunda mitad La ofensiva latifundista, «sequnda conquista ••
del siglo, su inquietud ante los proyectos liberales, que
implican, con la creación de un mercado libre de tra- Si bien los ejércitos de las luchas por la emancipación
bajo, la dislocación definitiva de las estructuras étnicas, incluyen numerosos cuerpos indígenas, las subsocieda-
el debilitamiento de las aldeas tradicionales y la castella- des «étnícas •• no disponen de mucha autonomía en un
nización de la población indígena. Contra los cabildos conflicto cuyos protagonistas políticos son los criollos y
y los corregidores, los caciques expresan el conservatis- los representantes de la metrópoli. Sólo en México, qui-
mo de la masa exguaraní temerosa de perder del todo su zás, con Morelos, la guerra por la independencia se con-
identidad [Susnik 1966: 26-34]. El movimiento cacical vierte por momentos en guerra social con participación
guaraní, profundamente identificado con el destino de política de indios o campesinos. En general, la indepen-
las mayorías, resulta un combate de retaguardia que no dencia, objetivo específicamente criollo, no moviliza di-
impedirá la realización de los proyectos liberales. Al rectamente a los indios.
fracasar su agitación, los caciques, como los indios co- Inmediatamente antes de la ruptura definitiva con Es-
munes, huirán masivamente de los pueblos para reubi- paña, una insurrección maya-quíché en Totonicapan
carse en aldeas-chacras libres o para fundirse con la (Guatemala, 1820) reivindica la abolición del Tributo
masa de los conchabados (ibid.: 30ss.]. Real. Como 10 demuestran las cartas de sus líderes [2 .2/
Una visión más positiva de los mismos procesos se Contreras 1968], el movimiento no cuestiona, sin em-
halla en las cartas del sector de los cabildantes-artesa- bargo, la dependencia respecto a España, sino el régi-
nos-músicos, antiguos indios comunes con formación es- men arbitrario de los funcionarios locales. Esta insu-
pecializada. Así, el corregidor y carpintero José Pedro rección, última en Guatemala de toda una serie en el pe-
Sapí expresa, en 1780, el anhelo de una sociedad iguali- ríodo colonial, será inmediatamente seguida, ya en la épo-
taria, sin discriminación étníca . y llegará tiempo, en
fl ••• ca republicana, por otras perfectamente análogas como
.que se abolirá el nombre del Indio, que es todo el fun- eran análogos los motivos para rebelarse: el Tributo Real
114 Martín Lienhard La voz y su huella 115

se llamaba ahora «contribución ••; el servicio personal en vertir sus poblaciones en subsocíedades dominadas con
los «mandamientos" (obras públicas), y los «repartimien- cierta autonomía, la ofensiva latifundista del siglo XIX,
tos» (haciendas), e impuestos de vialidad •• y "habilitacio- quitándcles su base económica, amenazó no sólo la su-
nes. [ibid.: 20). En resumen, como 10 dice Contreras, -la pervivencia de las colectividades indígenas en tanto
independencia no cambió la situación social del indio ••; que unidades sociales, económicas y culturales, sino tam-
los poderosos (hacendados, funcionarios, comerciantes) bién la propia integridad física de sus miembros. El des-
seguirán siendo, para los autóctonos, ••españoles de Gua- pojo de las tierras comunales iba a liberar, y liberó de
temala o de España •• (ibid.: 74, 76]. Este ejemplo y las hecho, una mano de obra numerosa y barata para las
observaciones que suscita se pueden generalizar para propias haciendas y las nuevas actividades que se iban
vastas áreas indígenas del subcontinente, Parece lógico, a desarrollar con la economía neocolonía1. En varios ca-
por 10 tanto, que la ••independencia •• casi no haya dejado sos, la ofensiva latifundista toma el aspecto de una de-
huellas en la conciencia indígena, ni auspiciado ningu- liberada campaña genocida contra los ••salvajes ••: con-
na producción literaria alternativa. quista de la pampa argentina y chilena, guerra contra
Ahora, algo iba a cambiar en la situación de las sub- los yanquis en el norte de México. En el mismo contexto
sociedades indígenas a lo largo del siglo xx. Los gobier- todavía se sitúan las campañas contra movimientos po-
nos surgidos de las luchas por la emancipación declara- pulares mesiánicos . Canudos en Brasil, Tomochic en
rían a los indios ciudadanos libres de sus países respec- México. Y, por fin, la guerra de la Triple Alianza contra
tivos e iguales a la población mestiza y criolla. Con esta Paraguay no deja de ofrecer notables analogías con este
medida, inspirada en el ideario de la Revolución fran- esquema.
cesa, se convertía teóricamente a los indios en campe- La fundamentación ideológica para todas estas ofen-
sinos individuales. En la práctica, se suprimía así la sivas contra los sectores más autónomos es el darwinis-
base legal de la autonomía comunitaria de los campesi- mo social con su exigencia de «acabar con el atraso ••, de
nos indígenas, su base económica y cultural. Los exin- modernizar el país, de europeizado en todos los terre-
dios, que de todos modos no iban a acceder (falta de cos- nos. incluido el de la «raza»: las autonomías indígenas
tumbre, de capital) a la pequeña propiedad, se veían o populares son, desde luego, el peor obstáculo contra la
además despojados de la única protección que les ha- realización de esta política. Como 10 expresa en 1823
bía quedado: la comunidad. uno de los generales argentinos de la conquista de la
En términos muy generales (el propósito de este tra- pampa:
bajo no permite ahondar en las diferencias), la conse-
cuencia más nítida de esta política, para los sectores in- [ ... ) los pueblos civilizados no podrán jamás sa-
dígenas-campesinos, fue la progresiva invasión de las tie- car ningún partido de ellos [los indios] ni por la cul-
rras comunales por parte de los hacendados, sector en tura, ni por ninguna razón favorable a su prosperi-
espectacular expansión económica y numérica. Si la con- dad. En la guerr.?' se presenta el único remedio, bajo
quista había destruido los estados autóctonos para con- el principio de desechar toda idea de urbanidad y
116 Martín Lienhard La voz y su huella 117

considerarlos como a enemigos que es preciso des- autonomía política de la subsociedad indígena, poco in-
truir y exterminar [5. 1/ Rodríguez 1969: 67-68). tegrada hasta esa fecha. Cualesquiera que fueran los mo-
tivos inmediatos de la guerra entre los mayas del inte-
Esta conyuntura histórica ,Particularmente conflictiva rior y los ladinos, su efecto -la destrucción de la autono-
en cuanto a la relación entre los sectores heqemónicos mía indígena en el norte de la península- permitirá la
(que se llaman ahora «sociedad nacional») y las subso- rápida aplicación del programa hegemónico de transfor-
ciedades indígenas o mestizas, una segunda conquista mación neocolonial. Pese a las apariencias (en 1847-1848,
posiblemente más traumática que la primera, suscitó por los mayas "agresores" logran ocupar casi toda la penín-
lo menos tres momentos de más o menos significativa sula salvo las ciudades de Mérida y Campeche), la gue-
producción literaria alternativa: la "guerra de castas" de rra de castas no fue un intento de los mayas «salvajes»
Yucatán, la conquista de la pampa argentina, la "guerra para expulsar, finalmente, a los españoles odiados des-
del Pacífico". Sin duda se hallarían también materiales de la conquista, sino una guerra defensiva de los cam-
en los contextos de la Guerra Grande del Paraguay (se pesinos milperos contra el avance latifundista y la nueva
ha aludido a una especie de "periodismo de trinchera" cruzada social-darwinista -deliberadamente etnocida y
en guaraní) y del movimiento mesiánico de Canudos genocida- de los ladinos yucatecos.
(cuadernos de Antonio Conselheiro). Las prácticas escripturales que nacen y se desarrollan
en el seno de la subsociedad maya insurrecta se aseme-
Guerra de castas en Yucaián jan sin duda alguna a las que se habían institucionali-
zado en las áreas indígenas de la Mesoamérica colo-
No podemos aquí indagar las causas, discutidas des- nial (pero que habían desaparecido hacia 1800): por una
de hace más de un siglo [2.2/ Baqueiro 1951-1952, CH- parte una producción epistolar, destinada a la comuní-
ne 1945, Reed 1964J del estallido de la «guerra de cas- cación con el adversario, y por otra, la fijación por me-
tas" en Yucatán, En los años 1840, dos decenios después dio del alfabeto de la tradición oral contemporánea. Una
de la ruptura con España, Yucatán aparece como un vez más, al parecer, es el sector de los caciques (batab)
territorio virtual si no oficialmente independiente (de el que se adueña de la comunicación escrita con el ex-
México), pero colonial en las relaciones indios/ladinos. terior; los intereses que defiende, sin embargo, son los
La rivalidad entre las dos «capitales- Mérida y Campeche que le impone la masa cada vez más radicalizada de los
lleva a los dos antagonistas a armar a sendos ejércitos campesinos mayas. Como 10 indican los títulos que se
compuestos por campesinos mayas para imponer su pre- atribuyen los firmantes de las cartas, los caciques y prin-
dominio. El porvenir de Yucatán, para el sector hegemó- cipales no derivan ya la legitimidad de su liderazgo de
nico, es la inserción del territorio en la economía mun- su genealogía prehispánica, sino de sus aptitudes para
dial como monoproductor de la fibra de henequén, pro- la estrategia militar: los caciques se han transformado,
yecto que amenaza directamente el modo de vida maya quizás por analogía con el campo adverso, en ••capita-
tradicional, la economía milpera de auto subsistencia y la nes" [2.1/ Cartas contestatorias 1952: 236-239). Desa-
ES Martín Lienhard La voz y su huella 119
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parecida la incuestionable autoridad suprema, el rey, a Anastacio Caalam y sucesor en el oficio de secretario
cuyo juicio se podían someter, a lo largo de la época co- solía leer ante la comunidad reunida, en la fiesta anual
lonial, los conflictos con las autoridades o poderes co- del santuario aldeano, los "mandamientos" de Juan de la
loniales, los autores de las cartas indígenas de la guerra Cruz. Dicho de otro modo, los indios comunes de X-Ca-
de castas no reconocen ya sino la autoridad de su pro- cal, trastocando por completo la situación inicial de la
pio juicio. Se terminó el tiempo de las súplicas, del tác- conquista, se apropiaron -contra los descendientes de sus
tico ocultamiento de los sentimientos verdaderos; ahora importadores -el núcleo central de la cultura gráfica
se dice: "nosotros los indios hemos resuelto y manda- europea, la Escritura por antonomasia, no sin co1ocarla
mas. ; . », Este tono nuevo traduce sin duda alguna, una sobre bases del todo inéditas. Más que los caciques colo-
revolución copernicana en el pensamiento de un sector niales, corresponsales del rey español, más que los secre-
indígena de Mesoarnérica: la subsociedad indígena vuel- tarios transcriptores de la tradición oral prehispánica,
ve, después de siglos de coloniaje, a considerarse como estos indios -tribales- lograron liberar la cultura gráfica
centro. de su estigma colonial.
La propia historia de la guerra de castas puede mos-
trar hasta dónde puede llevar la toma de conciencia in- Guerra del Pacífico
dígena. Derrotada. la «reconquista" maya, las tropas in-
dígenas no dispuestas a entregarse se refugían en la sel- Conflicto entre naciones latinoamericanas (Chile/Perú-
va del oriente de la península (actualmente Quintana Bolivia), la guerra del Pacífico tomará en la sierra perua-
Roe). donde reconstruyen una sociedad "tribal» (2.2/ Red- na a menudo el aspecto de un enfrentamiento abierto
field 1941J y autárquica. Allí surge el culto de la «cruz entre latifundistas colaboracionistas y comunidades in-
habladora ••: un cristianismo indígena, orgullosamente dígenas; incorporadas masivamente en las guerrillas que
reivindicado frente a los anticristos, los ladinos; un cris- apoyan, no sin una cierta autonomía, las campañas del
tianismo con su héroe-profeta (Juan de la Cruz, alías Je- general «nacionalista" Avelino Cáceres. ellas aparecen
sucristo), sus sacerdotes y .. , sus secretarios. En 1887, como fuerzas patrióticas cuya lucha anti-terrateniente no
Anastacío Caalam, secretario de la ••cruz habladora •• en significó, como afirmaban sus adversarios políticos, un
X-Caca!, coloca su firma debajo de un texto que le dictó intento de exterminar a la «raza blanca» [3.2/ Manrique
la voz divina (2.1/ Sermons of the Talking Cross 1945]. 1981).
El discurso transcrito -probablemente patrimonio del Si él material actualmente disponible difícilmente per-
grupo sacerdotal-- constituye un llamamiento a la gue- mite postular la existencia de una práctica literaria pro-
rra de los pobres o cristianos (los indios) contra los ene- tagonizada por los líderes indígenas, una carta como la
migos de la fe, corruptores corrompidos por el dinero de los jefes guerrilleros de Comas [ibid.: 393-394) des-
(los «blancos-). Los mayas insurrectos, ahora, son dueños taca el interés que podría ofrecer un hipotético conjun-
de su [impía Escritura Sagrada; todavía en 1930, época l<c de cartas "indígenas ••redactadas en este contexto. Los
de la investigación de Villa Rojas, un descendiente de autores, líderes de comunidad, afirman, por vez prime-
120 Martin Lienhard
La voz y su huella 121

ra y contra los terratenientes traidores, un patriotismo


colonial del país, centrada en el primer momento en la
no -íncaíco- ni más restrictivamente ••quechua ••, sino ••na-
expansión del sector ganadero, exportador de carne y
cional », Resulta dificil decidir si este nuevo patriotismo
cueros. La oligarquía ganadera, necesitada de terrenos
traduce una integración nacional del campesinado indí- cada vez más vastos para el pasto de los vacunos, im-
gena muy superior a la (casi inexistente) del siglo XVIII,
plementa una política ambiciosa de «conquista de la
o si hay que entenderlo, igual que el -crístíanismo- de los
pampa" o del «desierto••, encaminada a destruir por cual-
mayas insurrectos en Yucatán, como una nueva forma de
quier medio (dispersión, aculturación, eliminación físi-
nacionalismo indígena. El epíteto de -peruanos ••que se ca) las subsociedades indígenas parnpeanas que se man-
atribuyen los jefes guerrilleros, no se refiere necesaria- tienen, aculturadas pero relativamente autónomas, más
mente al concepto criollo de la nacionalidad peruana.
allá de la frontera con el mundo europeizado. El éxito
Como se sabe, el discurso andino (desde Tupac Amaru final de las campañas militares anti-indígenas allanará,
hasta hoy) adopta a menudo un ••nosotros los peruanos- luego, el terreno para la segunda fase del programa de
que excluye a -ustedes los extranjeros o criollos». restrueturación , industrialización dependiente, inmigra-
La victoria de los chilenos y el fortalecimiento de los
ción masiva de hombres "civilizados.• (en primer lugar,
sectores oligárquicos crea condiciones muy favorables
italianos y españoles), urbanización desenfrenada. Ofi-
para el despojo de las tierras comunales por parte de los
cialmente presentada como fase de la lucha de la «civi-
latifundistas, pese a una demagógica legislación pro-in-
lización•• contra la "barbarie ••, estas campañas, 110 tan
dígena [Kapsoli 1982: 18). Numerosas serán, entonces,
las rebeliones indígenas en la zona andina -algunas de disímiles de las ofensivas latifundistas en Yucatán, Perú
ellas, como la famosa insurrección de Atusparia en la y otras partes, no resultan, como lo puntualizó Viñas [5.2/
sierra norte, productoras de -memoriales- indígenas que 1982) en su libro esclarecedor, sino el caso más extre-.
reivindican, ante todo, la abolición de la contribución mo de una política casi general en la segunda mitad del
personal [ibid.: 25-40.) A partir de 1900, aproximada- siglo XIX. Política que echa sus raíces en la propia vio-
mente, surgirán una serie de movimientos mesiánicos lencia conquistadora. Minoritarios, aislados, sin defen-
que exigen, según algunos, la restauración del Tawantin- sores en los sectores hegemónicos, los indios pampeanos
suyu. En la medida en que tales movimientos suponen una resisten hasta su exterminio o la disolución de sus sub-
coyuntura nueva, caracterizada por la solidaridad pro-in- sociedades.
dígena de ciertos núcleos de intelectuales, aplazaremos La lucha, interrumpida por momentos de negociación
su evocación al apartado siguiente. entre ambas partes, suscita una correspondencia relati-
vamente nutrida entre los caciques indígenas y los inter-
La conquista de la pampa locutores "civilizados••, civiles o militares. Las cartas in-
dígenas traducen los últimos momentos de las subsocie-
En el Cono Sur, especialmente en Argentina, los años dades parnpeanas: su voluntad de resistencia y aún, su
1860 y 1870 son los de una acelerada restructuración neo-
triunfalismo [ibid.: 212); luego, el desmoronamiento de
122 Martin Lienhard La voz y su huella 123

la esperanza y el abandono de la autonomía (ibid.: 210- Los procesos de transformación socuü ;


211), que precede a su extinción. Si bien, quizás, esta lite-
ratura epistolar no esté, en términos expresivos, a la: al- Para las áreas «indoamericanas •• (Mesoamérica, Andes,
tura de los trágicos sucesos, no merece ser pasada por quizás Paraguay), la cómoda imagen de un sector hege-
alto. Poco tiempo tuvieron los caciques pampeanos para mónico europeizado que reina sobre las masas (rurales)
desarrollar una escritura alternativa. indígenas o mestizas parece -aunque con reservas- di-
dácti.camente aceptable para discutir las prácticas litera-
A partir de la definitiva liquidación de las subsocie-
rias alternativas del período colonial y del primer perío-
dades indígenas pampeanas, en Argentina, el abanico de
do republicano. A partir de la segunda mitad del siglo
las prácticas literarias teóricamente posibles se reduce XIX o, según el caso, el comienzo de nuestro siglo, esta
en una proporción notable. La característica «rnonofo- imagen comienza a resultar demasiado simplista. Es cier-
nía» de la literatura argentina ilustrada deriva en parte, to que en un área como la sierra meridional del Perú,
sin duda, de estos hechos y de la ideología, aún presente, sigue prevalenciendo, como Io sugiere sin decirlo Flo-
que los hizo posibles. res Galindo [3.2/ 1986: 245-260], una situación de "país
ocupado», y 10 mismo se podría afirmar sin duda de
Bolivia, Yucatán o los Altos de Guatemala. Pero todas
•.Indiqenismos» intelectuales las sociedades «indoamericanas» modernas ostentan una
y movimientos étnico-sociales modernos estratificación socio-cultural cada vez más compleja, con
ciertas pasarelas entre los diferentes cornpartímentos.
La creciente integración (dependiente) de América La-
tina al mundo occidental, los profundos cambios que ex- En términos demográficos simples, se asiste al creci-
perimentaron muchas - formaciones sociales latinoameri- miento espectacular del sector «mestizo •. mientras que
la población «indíqena» se va estabilizando. El caso de
canas en los primeros decenios de este siglo, no pudieron
México, precoz pero representativo en cuanto a las ten-
dejar de afectar las relaciones entre los sectores, dominan-
dencias generales, nos servirá de ejemplo. En 1810, las
tes europeizados y las -subsociedades» de ascendencia
estadísticas demográficas arrojan las cifras siguientes:
prehispánica, así como la propia identidad (política, so-
1.097.998 europeos y criollos, 3.676.281 indígenas,
cial, cultural) de los dos interlocutorés. 1.338.706 mestizos. Y en 1885, 75 años más tarde:
Las prácticas literarias alternativas, inscritas en el 1.985.117 europeos y criollos. 3.970.234 indígenas.
marco de estas relaciones, demuestran a su vez una no- 4.492.633 mestizos (2.2/ Sierra 1899/1977: 297). Sin en-
table diversidad. comparable con la del siglo XVI; en al- trar en el problema no resuelto de la definición de tales
gunos casos, logran romper el cerco de la marginalidad categorías y de la evolución de los criterios, se debe ad-
e imponerse como prácticas significativas para toda la mitir en todo caso un aumento espectacular del sector
sociedad. mestizo. Como resulta improbable la casi cuadruplica-
ción de los mestizos de.18l0, supone que buena partr-
124 Martín Lienhard La voz y su huella 125

de ellos son descendientes directos de indios. Para ex- con sus mecanismos de autogobierno local y regional.
plicar este tipo de fenómenos se ha recurrido a la teo- Desaparecida la última y suprimidas las bases legales de
ría de la ••ladinización de los indios •• [2.2/ Redfie1d 1941, las comunidades indígenas (s. XIX), las subsociedades in-
Adams 1956] : los indios, sea como individuos, sea colec- diqenas conservan una existencia objetiva o virtual que
tivamente, tienden a cubrir más o menos rápidamente se manifiesta, ante todo, en los momentos de conflicto
las etapas de un continuum que lleva de la situación del étnico-social; un buen ejemplo sería la guerra de castas
indio tradicional a la de un ladino (no indio, «mestizo ••) en Yucatán. En la segunda mitad del siglo XIX, la trans-
urbano. Los criterios implementados para demostrar la formación involuntaria de los indios comuneros en sier-
supuesta tendencia irresistible a la aculturacicn unila- vos de las haciendas traga-comunidades afecta la inte-
teral son fundamentalmente «culturales ••: idioma, vesti- gridad de las subsociedades indígenas. En el siglo xx,
menta, estilo de vida, familia, etc. Ahora, si la categoría a pesar de la re-legalización o reconstrucción (México:
«índio ••, según unos criterios socio-culturales discutibles ejidos) de las comunidades indígenas, los procesos de
pero generalmente admitidos (uso de un idioma autócto- modernización, revolucionarios (México, Bolivia, Guate-
no, actividad agrícola com~nitaria o parcelaria, preser- mala) o autoritarios (Perú, Paraguay, Brasil), van disol-
vación de ciertas tradiciones de oriqen prehispánico). se viendo las sub sociedades indígenas en tanto que conglo-
refieren a un sector social concreto, las de «mestizo •• o merados relativamente autótomos , la penetración del ca-
de ••ladino» resultan socialmente opacas. El concepto de pitalismo mercantil o moderno en las áreas tradicional-
••ladinización de los indios ••confunde, en efecto, procesos mente indígenas, el desarrollo de las diferencias de clase
tan distintos como la integración regional o nacional de en el interior de las comunidades, el éxodo de los in-
las comunidades indígenas, su estratificación social cre- dios hacia las ciudades, son a la vez signos y factores de
ciente y la aparición de una capa de comerciantes y lati- una creciente integración de las subsociedades indígenas
fundistas, el ascenso social de los jóvenes indígenas gra- o mestizas a la sociedad ••nacional".
cias a la educación escolar, la proletarización o, más fre- Si muchas colectividades indígenas de las diferentes
cuentemente, la -subproletarización •• individual y colec- áreas se han convertido en pueblos campesinos donde
tiva de los indios tradicionales. De hecho, y es 10 que la referencia étnica no significa ya sino una figura re-
nos importa aquí, una parte de los mestizos ingresa a los tórica, vastos sectores de la población rural mestiza (o
sectores hegemónicos, por 10 común en tanto que miem- mulata), marginados por los sectores dominantes, han
bros subalternos; otros, en cambio, si bien abandonan una tomado en casi todos los sentidos el lugar de la pobla-
parte de su cultura ancestral, se siguen ubicando en los ción indígena. diezmada o extinguida, como los caboc1os
estratos dominados y marginados de la sociedad. en Brasil [4.2/ Wagley 1952] o los campesinos no in-
El concepto de -subsociedad indígena ••, que hemos ve- dios del noroeste de México que se manifestaron en la
nido manejando hasta aquí, pierde en el siglo xx parte "guerra cristera- [2.2/ Meyer 1973-1974J. En algunas
de su pertinencia. Hasta el siglo XVIII, estas subsociedades ciudades, especialmente en el área andina. surgió 1111:1
tenían una existencia legal: la ••República de los Indios- nueva subsociedad "indígena ••urbana, cuya autonom i:1 ,."
126 Martiti Lienhard La voz y su huella 127

bre diferentes aspectos de la vida práctica e intelectual cial, sino también la resistencia «cultural ••de algunas co-
(en varias ciudades de Brasil, los descendientes de afri- lectividades étnicas.
canos crearon situaciones del todo análogas). En Brasil y Paraguay sigue existiendo todavía una
«frcntera ••, cada vez más tierra adentro, detrás de la cual
La situación de las colectividades ••tradicionales ••r su
algunos grupos rebeldes pugnan por sobrevivir contra
relación con la «sociedad global ••, varía tanto de un lu-
los buldóceres de la civilización.
gar a otro que resulta difícil indicar las tendencias gene~
rales [11 Chevalier 171-139]. A cualquier ejemplo de Contrariamente a lo que solía suceder en los siglos
integración ••se puede oponer otro que demuestra el per- XVlII y XIX, los movimientos de resistencia popular (.in-
díqena ••o no) pueden ahora contar con la solidaridad por
manente dinamismo, el resurgimiento de ras subsocieda-
10 menos verbal de ciertos 'sectores urbanos, especial-
des indígenas. En México, por ejemplo, la revolución
mente intelectuales. Como en el siglo XVI existen, en el
(ante todo el sexenio cardenista) creó un campesinado in-
sector hegemónico, divergencias profundas en cuanto al
dígena parcialmente «nuevo». organizado en cooperati-
status que merecen las colectividades marginadas. Una
vas no tradicionales y relativamente integrado a una so- parte de los intelectuales, convencidos de que no se po-
ciedad nacional que se auto proclama, sin problernatizar drá marginar indefinidamente a las mayorías populares,
'el concepto, «mestiza ». Esta sociedad «mestiza ••sigue mar- o de que éstas, incluso, decidirán, quiérase o no, el fu-
ginando, pero sin confesarlo. a varios millones de in- turo del país o de la región, optan por una alianza estra-
dios más o menos conscientes de un pasado prehispáni- tégica con ellos: el grupo de intelectuales indigenistas y
co que el estado y sus aparatos manejan como si fuera socialistas que se reunieron en torno a Mariátegui, en
su propiedad. el Perú de los años 20, es el mejor ejemplo. Esta nueva
En Perú y Bolivia, en cambio, pese a una cierta integra- actitud> debe mucho a los movimientos socialistas o re-
ción nacional de las comunidades tradicionales, no sur- volucionarios de comienzos del siglo (especialmente a
gió ni se proclamó ninguna sociedad nacional mestiza; las revoluciones mexicana y rusa). Si los primeros in-
los propios sectores hegemónicos siguen subrayando, telectuales comprometidos con los sectores marginados
como en la época de Tu pac Amaru, la existencia de otra pertenecen por 10 general a las capas más altas o. diri-
sociedad, separada de la europeizada. La constante mo- gentes, se pueden encontrar, en las generaciones sucesi-
vilización mcsiánica, reformista o revolucionaria de las vas, intelectuales de origen más modesto y, también, de
colectividades campesinas, poco dispuestas a dejarse «in- ascendencia ••indígena ». Casi todos los movimientos indí-
teqrar- en el marco de una sociedad de discriminacio- genas mencionados son ya, de algún modo, el resulta-
nes, contribuyó a mantener o a desarrollar una cierta au- do de la alianza entre intelectuales y sectores margi-
tonomía [3.2/ Flores Galindo 1986, Rivera Cusicanqui nados.
1985]. En Guatemala, los movimientos de guerrilla re- Como se desprende de este esbozo muy somero, las si-
cientes (alianza entre ladinos progresistas y campesinos tuaciones de conflicto socio-cultural en aue vendrá n a
organizados) suscitaron no sólo la feroz represión ofi- inscribirse, en el siglo xx, las practicas literarias al Ic-rna-
128 Martín Lienhar d La /)OZ y su huella 129

tivas, no guardan ya una relación directa con las de la sino algunas constantes que nos parecen significatívas;
Colonia y los primeros siglos de la República. Si el peso otras aparecerán en los estudios de la segunda parte.
de la referencia étnica ha disminuido considerablemen- I La recopilación de las tradiciones o narraciones orales.
te, la tensión entre los sectores hegem6nicos europei- práctica que reanuda la de los misioneros renacentistas,
zados y la masa de los marqinados tiende más bien a se realiza ahora C011 mayor independencia respecto al
aumentar; pese a la disminución del analfabetismo en sistema. Los informantes no son ya los «caciques y prin-
casi todas partes, la cultura de los marginados -con o cipales» de antaño, sino individuos o colectividades «anó-
sin televisión- sigue siendo predominantemente oral, aun- nimas>. No todos los recopiladores, ni mucho menos, per-
que cada vez más heterogénea y fragmentaria. tenecen o trabajan al servicio de los sectores hcqcmóni-
coso Cada vez más, la publicación de los textos graba-
dos y transcritos corresponde al deseo explícito formula-
Viejas y nuevas prácticas literarias alternativas
do por los depositarios de la memoria oral: conseguir que
En el primer siglo de la Colonia, los agentes principales se conozca la vida y el pensamiento de los marginados.
Unos textos como Creqoiio Mamani [3.1/ Val derrama/
de las prácticas literarias alternativas fueron, por un
Escalante 1977), Antes o mundo náo existia [4.1/ Tela-
lado, ciertos misioneros y funcionarios, y por el otro,
mán 1980J o Rucuyaya Alonso _.. [3.1/ Muratorio
algunos miembros de las aristocracias indígenas. Los pri-
1987], se publicaron a instancias o con el acuerdo de los'
meros fungían como transcriptores del discurso de los se-
"informantes". Sobre todo en el área quechua o quichua,
gundos; éstos empezaron siendo sus informantes, pero se
la que tiene sin duda el mayor número de lectores en un
iban convirtiendo, luego, gracias a la enseñanza de los
primeros, en letrados de sus propias tradiciones. idioma amerindio. se va Imponiendo la publicación bilin-
En el siglo xx, en las áreas pobladas por indígenas o güe de tales textos.
mestizos que conservan rasgos culturales antiguos, pre- Cuando la realiza un miembro de la subsociedad mar-
hispánicos o no, los agentes principales de las nuevas ginada, la práctica de «rescate" termina asemejándose a\
prácticas literarias alternativas serán a menudo por una una literatura escrita en el idioma indígena. Ponqoq mos-
parte, los antropóloqos -a veces los maestros; por otra, qoynín (El sueño del pongo), famoso cuento presentado
los viejos, depositarios del saber oral. Cada vez más, sin . por Arguedas [3.1/ 1965], el libro Kuiimanco, de Oregón
embargo, los propios intelectuales (en el sentido actual) Morales [3.11 1984] o, en Venezuela, Achi'kí! Relatos
surgidos de las colectividades indo-mestizas u orales se guajiros (5.11 Jusayú 1975], constituyen embriones de
encargarán de traducir en escritura el modo de sentir, de una narrativa escrita (a partir d~ la tradición oral) en los
pensar y de hablar de su grupo. idiomas indígenas. Un paso más en la misma dirección es
La diversidad de los textos alternativos que surgen en la poesía escrita en el idioma y con las imágenes de la
este contexto corresponde a la diversidad de losproyec- cultura indígena que algunos intelectuales indígenas o
tos que defienden los protagonistas en medio de situa- identificados con las subsociedades marginales han empe-
ciones igualmente diversas. Aquí no podemos mencionar zado a realizar. Es en el área andina donde esta práctica
130 Martín Lienhaxd La voz y su huella 131

parece másarraiqada . Katatay, de Arguedas (1971/ 1983), Varias «subsociedades» mestizas rurales, también 'mar-
Pukutay, de Ninamango Mallqui [1982], Mutsuctsurini, ginadas pero mejor comunicadas (idioma) con la cultura
de Kowii (1988] etc.; pero también en Paraguay, una op- hegemónica que las colectividades indígenas, tienen en el
ción análoga va tomando cuerpo. En México, un volumen siglo xx sus "propios escritores»: unos autores que tuvie-
colectivo, publicado +para Juchar contra el colonialismo ron que abandonar sus lugares de origen (provincianos,
'cu1tural- sólo en n:áhuatl -.(2 . 11 Martínez Hernández aldeanos), para representarlos, por cierto sin ningún man-
1987L atestigua la productividad escriptural de las colec- dato explícito. en la literatura. Estos escritores se adueñan
tividades de esa lengua. de los géneros centrales de la literatura contemporánea,
Como en épocas anteriores, algunas colectividades in- la novela y el cuento, y pueden ser leidos: hasta cierto
punto, como autores pertenecientes a los sectores heqemó-
dígenas =sobre todo los grupos étnico s amenazados en su
nicos. La narrativa de J. M. Arguedas, de J. Rulfo o de
existencia- escriben cartas y manifiestos, no ya a los po-
A. Roa Bastos, para no citar sino los casos más evidentes,
deres políticos "nacionales» cuya autoridad ellos descono-
conservan o actualizan, sin embargo, numerosos rasgos
cen, sino a la opinión pública nacional o internacional.i.La
«alternativos» Sin servirse ya de informantes -Jas sub-
aspiración a la autonomía, a un territorio garantizado, se sociedades mestizas, desarticuladas, carecen de portavo-
expresa ahora sin rodeos. Aquí también, el papel de los ces autorizados o tan sólo competentes- los autores se
'intelectuales. indígenas o simpatizantes, es relevante. comportan como escritores-etnóqrafos de sus propias
Cabe destacar, en este contexto, las múltiples prácticas colectividades. En la medida en que éstas, subsociedades
escripturales desarrolladas por las nacionalidades indíge- populares dentro de la sociedad ••nacional», conservan
nas organizadas de Ecuador: rescate de la historia oral unas tradiciones culturales notablemente distintas de las
(3.11 Males 1985), elaboración colectiva del momento his- de los sectores hegemónicos, el producto literario puede
tórico presente [CONAIE 1989], etcétera. involucrar unos estratos de significación ajenos a la cul-
Con el objetivo de dirigirse a un público más vasto que tura europeizante: los textos, por 10 tanto, aspiran a un
el que lee trabajos antropo1ógicos o de recopilación, va- público lector bicultural.
rios antropóloqos-escritores intentaron construir, a partir La inserción de los textos alternativos en los contextos
de su conocimiento entrañable del discurso indígena, un pluriculturales de su origen será la materia del capítulo
discurso indígena ficcional. Los hombres verdaderos, de siguiente ..
C. A. Castro (2.1/ 1959], autobiografía ficticia de un jo-
ven indio mayatzeltal, o Maira, ambiciosa novela amazó-
nica de D. Ribeiro [4.1/ 1976}, muestran las potencialida-
des artísticas y los límites +una evidente artificialidad-
de tales trabajos. La «voz de los marqinados-, pese al re-
finamiento de su reconstrucción literaria, queda fuera de
estos textos.
CAPITULO IV La voz y su huella 133

ESCRITURA Y PROCESOS cola de dragón n (11 Covarrubias 1611/ 1943]: un engen-


.DE INTERACCION CULTURAL dro híbrido, inacabado. El misionero pone de relieve,
Acu!turadón, transculturación . .. pues, el carácter altamente conflictivo de la mixtura que
provocó, en la esfera cultural, la coexistencia colonial
entre europeos e indios.
Fruto del encuentro desigual, en el marco de un sis- En varios países de población (o de tradición) multi-
tema de dominación colonial o semicolonial, entre la cul- culturales, el discurso nacionalista en boqa, cuya mejor
tura de los sectores hegemónicos y la de las subsocieda- formulación se halla en Casa Grande e Senzala, del bra-
des marginadas, las literaturas alternativas ostentan u sileño G. Freyre [1928), propugna la idea de una fusión
ocultan, en sus formas, sus contenidos y el sistema de co- - ••mestizaje cultural-e- entre los diferentes componentes
municación implicado, una mezcla de tendencias diver- étnicos. Esta concepción, anterior a la semiótica cultu-
gentes. Este fenómeno guarda una relación evidente con ral y discutible en cuanto a sus fundamentos científicos,
los procesos de interacción cultural (.aculturacióna) que escamotea la realidad plurícultural y, sobre todo, la dis-
se van desarrollando en las sociedades coloniales y pos- criminación permanente de los sectores cultural y social-
coloniales. A partir de una caracterización sucinta de la mente marginados. F. Stastny, al observar un retrato del
índole de tales procesos, trataremos, en las páginas si- ••mestizo n Garcilaso realizado por J. Sabogal, pintor in-
guientes, de medir su repercusión en los textos alterna- digenista peruano, plantea gráficamente la falacia del
tivos. discurso sobre el «mestizaje cultural», En este cuadro, el
Ya en el primer siglo del período colonial surge la idea ilustre ••Inca» aparece
de que la naciente «cultura latinoamericana» =si se me
permite este anacronismo- es el resultado de una mezcla con el rostro dividido en dos secciones: un lado es-
entre las diferentes culturas en contacto. Una de las pri- pañol de color claro y el otro indio, de color cobri-
meras formulaciones (1596) de 10 que vendría a cono- zo. Extrañamente esta solución repite la superposi-
cerse más tarde como «mestizaje cultural» es, sin duda la ción de estilos de la arquitectura cuzqueña y es, en
de Mendieta, franciscano radicado en México: Y así po-
fl buena parte, una negación del mestizaje. Dos medios
demos decir, que de lenguas y costumbres y personas de rostros distintos no crean una faz humana (1/ Stastny
diversas naciones, se han hecho en esta tierra una mixtu- 1980: 156].
ra o quimera .• (2.1/ Mendieta 1980: L. IV, cap. 44].
Observador lúcido de las nuevas realidades cultura- Para nombrar el conjunto de los procesos de interac-
les, Mendieta las califica de "quimeras". ¿ Oué valor se ción que desencadena el encuentro entre dos sociedades
atribuye, hacia 1600, a este vocablo? En el lenguaje de cultural y socialmente distintas, la naciente antropología
la época, nutrido de referencias greco-latinas, la quime- moderna acuñó, hacia 1880, el término de -aculturacíón-
ra es un «monstruo, que echa llamas de fuego por la boca {1! Bastide 1968]. En 1936, Redfield, Linton y Herskovits
y tiene cabeca y cuello de león, el vientre de cabra y la dieron la formulación clásica del mismo concepto. En su
La voz y su huella 135
134 Martin Lienhard

las totalidades sociales que los rodean, los orien-


sistematización posterior, Herskovits [1/ 1958) no exclu- tan y los unifican.» Independientemente del término
ye, contrariamente a una opinión bastante difundida, la que se elija para nombrar los fenómenos de interacción
posibilidad de una asimilación parcial de los grupos domi- cultural, el primer, paso debe ser su ubicación en el -con-
nantes a la cultura de los dominados; y tiene en cuenta, junto- correspondiente. El propio concepto de ••acultu-
al menos teóricamente, el marco socio-político en el cual
ración», si se 10 desprende de su ropaje evolucionista.
se desarrollan los procesos de aculturación. En la práctica,
puede ser un instrumento útil para estudiar las trans-
sin embargo; la mayoría de los estudios de esta tendencia
formaciones culturales -que acompañan la historia de las
dan por sentada la progresiva desaparición, sin contrao-
relaciones étnico-sociales en la América Latina: así lo
fensivas ni desarrollo de una creatividad propia, de las
culturas populares (sfolk cultures-) enfrentadas con la demuestran los trabajos de Arguedas [3.2/ 1956, 1957]
cultura occidental moderna: el ejemplo clásico sería The o WachteI [3.2/ 1976) sobre el área andina, y los de
Folk Culture oi Yucatan [2.2/ 1941) de Redfield. En. el Bastide [5.2/ 1967) acerca .de las "Américas neqras».
lenguaje corriente, ••aculturación- terminó significando la En la América Latina, el marco socio-político de los
asimilación cultural irremediable y pasiva de las socieda- procesos de interacción entre la cultura de los sectores
des arcaicas a la avasalladora cultura occidental ••univer- hegemónicos y la de las subsociedades indígenas, mesti-
sal». Para combatir este pseudo-concepto, que no da cuen- zas o populares, se caracteriza en mayor o menor grado
ta de los procesos reales de interacción cultural en la his- por una evidente asimetría: los dueños de la primera,
toria de América Latina, el antropólogo cubano Fernando dueños también del poder globaL fijan las reglas del
Ortiz, insistiendo en el papel activo y creador de los juego, mientras que los sectores marginado< salvo en
pueblos colonizados y subrayando la novedad irreductible los momentos de contraofensiva general, no tienen otro
de las culturas populares latinoamericanas, propuso en recurso sino el de reaccionar más o menos creativamente
1940 el nuevo concepto de ••transculturación- [5.2/ Ortiz a la imposición de los valores o antí-valores hegemó-
1973: cap. 2]. El discurso nacionalista y criollista latino-
nicos.
americano se apoderó rápidamente de este término, pero
Las literaturas escritas alternativas, marginales tanto
reduciéndolo a un sinónimo del gastado concepto de
« mestizaje cultural». El concepto de -transculturación-,
en el contexto cultural de los sectores hegemónicos como
en el de las subsociedades oral-populares, constituyen
impreciso en cuanto a la oposición todavía irreductible,
sin embargo un objeto de estudio sugestivo en el marco
como lo muestra el propio Ortiz en un excelente trabajo
de los procesos de aculturación: inexplicables fuera de
(5.2/ 1950], entre las culturas populares y las hegemó-
este marco, ellas configuran un conjunto documental en
nicas, no resuelve el problema de la evaluación "polí-
que las situaciones históricas de enfrentamiento e inter-
tica» de las interacciones culturales. -El contacto y sus
acción cultural se ofrecen gracias al soporte de la escri-
efectos +dijo a este respecto Balandier [1963, cit. en 11
tura, a una observación prolongada. Sin duda, el estudio
Bastidc 1968]- no pueden comprenderse sino a condi-
de los procesos de interacción cultural en el terreno de
ción de ser situados en unos «conjuntos», es decir, en
136 Martín Lienhard La voz y su huella 137

las literaturas alternativas puede arrojar una luz nueva Aunque asimétrica, la «aculturación- idiornática, en
sobre estos fenómenos. la Arriérica Latina, es eminentemente bilateral: europeiza-
La principal dificultad para el estudio de estas litera- ción lingüistica de las sub sociedades indo-mestizas, "in-
turas, se cifra en su insoslayable vinculación con una diqenización- de vastos sectores criollos o de origen eu-
serie de prácticas no escripturales : prácticas lingüísticas, ropeo. A menudo ignorado, el segundo aspecto no resul-
religiosas o rituales, arte verbal oral. Los procesos de ta siempre menos importante, cuantitativa o cualitativa--
transformación que se desarrollan en cada uno de es- mente, que el primero.
tos terrenos no dejan de repercutir, más o menos direc- De modo general, el poder colonial y, hasta cierto
ta y profundamente, en la configuración de los textos punto, los poderes republicanos, solían oscilar entre una
alternativos: uso de lenguajes amerindíos, «mixtos- o so- política de europeización idiomática de los indios y la
ciolectales, interferencia del idioma amerindio subya- ••indiqenización» lingüística de los funcionarios directa-
cente en el discurso realizado en el idioma europeo, bilin- . mente dedicados a la' administración o la evangelización
güismo; yuxtaposición o superposición de concepciones de los autóctonos. En la época de Carlos V, el objetivo
históricas, cosmolóqicas y religiosas de origen europeo estratégico de la Corona española (la corona portuguesa
y autóctono, conflictos entre la tradición escriptural y la 110 parece haber dedicado ninguna atención especial a este
oral (coexistencia de un texto "fonético ••con un texto glí- punto) fue la castellanización rápida de las élites au-
fico o pictográfico, formas narrativas o poéticas de as- tóctonas y, a través de ellas, la asimilación idiornática
cendencia europea e índo-mestiza). Nos centraremos en .de las poblaciones indígenas. En la práctica, sólo se rea-
tres terrenos privilegiados: procesos lingüísticos, com- lizó la primera etapa de este programa, a veces (Yucatán,
portamientos religiosos, oralidad/escritura, Paraguay) ni ésta; los misioneros y otros eclesiásticos,
agentes oficiales de la conversión ídiomática, preferían
Procesos lingüísticos preservar, en las áreas rurales, su monopolio y el aisla-
miento también linqüístico de la población «inocente ••:
Idiomas europeos os. idiomas ametindios ésta no debía, en efecto, contaminarse con los vicios de
los europeos y criollos.
En tanto que práctica verbal, la literatura implica, en Esta política idiornática de los eclesiásticos se tradujo
primerísimo lugar, el contexto idiomático y lingüístico.
en una vasta producción de escritos -e impresos- en O<
En este sentido,- las literaturas alternativas se inscri-
acerca de los idiomas amerindos . gramáticas, dicciona-
ben, más o menos conflictivamente. en el complejo pa-
ríos, catecismos, confesionarios, serrnonarios. poesía y
norama de los procesos de aculturación lingüística. Por
teatro evangelísticos. Buena parte de los primeros cronis-
otra parte, éstos pueden servir, por la relativa transpa-
rencia del sistema semiótica ••lengua •., de ••modelos para tas del discurso indígena, y no sólo los misioneros, se :
la descripción de los procesos de interacción en los de- han distinguido en este campo. Algunos de estos escritos
más sistemas semióticos (ritos, etcétera). resultarán las primeras publicaciones impresas en el con-
La voz y su huella 139
138 Martín Lienhatd

no y los ministros de la religión les hablen en su


tinente americano. La bibliografía de Rivet [3.2/1951-56) idioma [2.2/ Pineda 1888: 7).
para el quechua-aymara puede dar, respecto al área andi-
na, una idea aproximada del ingente esfuerzo lingüísti- En varias áreas, y a veces hasta entrado el siglo xx,
co realizado en este contexto. el proceso de «indiqenizacíón •• idiomática de los sectores
La política idiomática de las subsociedades indígenas dominantes prevalece, de hecho, sobre el de la asimila-
coloniales favorecía asimismo, por supuesto, la conser- ción lingüística de los indios.
vación de los idiomas amerindios como instrumentos cen- En toda el área tupí-quaraní, hasta 1800, el idioma de
trales para garantizar su cohesión social y ,,,étnica La
K•
origen prehispánico es el único instrumento efectivo de
aparente o verdadera complicidad lingüística entre los comunicación verbal interna [4,2/ Meliá 1969, Buarque
.eclesiásticos y los indios no dejó de suscitar ciertas in- 1978: 88-96]; en las zonas rurales de Paraguay, la misma
quietudes en las altas esferas del. poder colonial, como situación se ha venido reproduciendo hasta hoy. Análogo
se colige, por ejemplo, de las críticas que se hicieron, en es el caso, por ejemplo, del interior de Yucatán y de la sie-
este sentido, a los jesuitas paraguayos [Meliá 1969: 75 rra meridional del Perú: en las pequeñas y medianas ciu-
ss.], En algunos momentos de crisis política abierta, como dades yucatecas, hacia 1930, todos los habitantes, incluso
por ejemplo ante la vasta insurrección andina lidereada . los de comprobado origen europeo, hablan maya [2.21
-por José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru (1780- Redfíeld 1940: 42]; en 1940, en la provincia de Anda-
1782), el poder español volvió a insistir enérgicamente huaylas (donde naciÓ el escritor y antropóloqo J. M. Ar-
en la necesidad de castellanizar inmediatamente a los in- guedas), a escasos 193 individuos monolingües del cas-
dios, para controlarlos mejor, (cf. cap. Hl). A pesar de tellano se oponen 80.611 monolingües del quechua y
ello, nunca se realizan durante la época colonial, serios 9.339 bilingües (2.21 Arquedas 1957].
esfuerzos de europeización idiomática de los indios co-
Estas son sin duda situaciones algo extremas de no
munes fuera de los centros urbanos.
castellanízacíón de los indios y de asimilación lingüística
Todavía en 1888, después del gran susto que experi- de los criollos; en la costa peruana, en el valle de Méxi-
mentaron los ladinos de Chíapas por la «guerra de cas- co etc. la tendencia general fue siempre más bien in-
tas» de los indios maya-tzotziles (1869-1870), un repre- versa. Queda demostrado, sin embargo, que la acultura-
sentante autorizado del sector dominante escribe: ción idiomática es -o fue- un proceso bilateral. Más que
todas las políticas oficiales de europeización idiornática,
Esperar que los indígenas, para ilustrarse, aprendan finalmente, las radicales transformaciones socio-cultura-
todos á hablar el lenguaje español, haciendo á un les de los últimos decenios (penetración del capitalismo
lado sus dialectos, no es posible, porque en cuatro en las áreas indígenas, éxodo rural, progreso de la esco-
siglos no 10 han hecho [ ... ]. larízación) favorecieron la tendencia europeizante. Hoy
Para educar, pues, esta raza juzgamos que 10 más
á
en día, la política idiomática de las colectividades indí-
conveniente es que la sociedad civilizada, el gobier- genas auspicia en general, al lado de la conservación del
140 Martii: Lienhard La uoz y su huella 141

idioma ancestral, la adquisición de los idiomas oficiales, procedimientos básicos: la incorporación de palabras que
los únicos que permiten el ascenso social en las áreas de expresan, en el otro idioma, la realidad que se quiere
inmigración. . nombrar (préstamo); la recreación, a partir de los re-
cursos del idioma receptor, de un concepto del otro (cal-
El bilingüismo y sus efectos co semántica o, más simplemente, -traduccíón-}. la apro-
piación de un concepto del otro idioma mediante la re-
Entre las situaciones de monolingüismo en el idioma orientación semántica de un vocablo preexistente (rese-
europeo o en el idioma amerindio surgen vastas zonas mantización) .
caracterizadas por la copresencia de un idioma europeo El préstamo significa, para el idioma europeo en el
y de uno o varios idiomas indígenas o «mixtos». Presen- contexto americano, la adopción del vocablo que norn-
cia simultánea no equivale a equilibrio entre dos prácti- bra, en el idioma autóctono, la realidad nueva que se
cas de prestigio igual. El idioma europeo, aunque su pre- quiere expresar. Así, por ejemplo, el vocablo de origen
sencia en el terreno sea casi nula, como en Sáo Paulo náhuatl macehual o tnacequal (indio común, campesi-
hasta 1800 (4.21 Buarque 1978: 88-96], nunca deja de no), designa en las crónicas hispano-mexicanas a los
ser el idioma oficial o dominante: el de la administra- campesinos mesoamericanos. Este procedimiento supone
ción, de la alta jerarquía eclesiástica, de la alta justicia,
una leve interferencia del idioma indígena en el idioma
de la literatura oficial o -de prestigio", de las relaciones
europeo; SU g-eneralización puede llevar a la aparición
con la metrópoli. La vigencia del idioma indígena o po-
de una especie de leve -bilinqüismo léxico». El idioma
pular, en cambio, se limita -fuera de los dominios ecle-
receptor puede naturalizar, poco a poco, el injerto aje-
siásticos y los autoqobiernos indígenas- a la comunica-
no -cosa que no sucede siempre: los cúes (vsantuarios
.ción en o con los sectores marginales. Estamos, pues, fren-
índíqenas-). por ejemplo, diseminados en las primeras
te a una típica situación de diqlosia. con un idioma de
alto prestigio (A) y otro de bajo prestigio (B). crónicas españolas de Mesoaméríca, cederán su lugar, a
A través- del contacto, el idioma europeo y el autócto- las "pirámides- o los «templos •. Ahora, mientras siga fí-
no pueden sufrir ciertas modificaciones. De hecho, los sicamente presente el idioma interferente, el hablante del
idiomas europeos, en cuanto a su variante oficial (escri- idioma receptor no puede ignorar su parcial ••bilingüis-
ta, culta), no toleran interferencias profundas en sus es- mo léxico".
tructuras morfológicas y sintácticas , lo impide también El calco semántico, en la medida en que respeta las
su dependencia de las normas metropolitanas. Los socio- normas lingüísticas, no provoca interferencias mayores
lectos de origen europeo, en cambio, inician -en algu- en el idioma europeo: si una crónica del Perú, en vez de
nos contextos- un diálogo auténtico con los idiomas ame- tomar prestado el término quechua (aqlla huasi) designa
rindios, esa famosa institución incaica con el término +calco del
Las modificaciones más evidentes (léxicas) que sufre quechua- «casa de las elegidas ••, su discurso se mantie-
un idioma en el contacto con otro corresponden a tres ne dentro de la normalidad lingüística más estricta.
142 Martín Lienhard La v~z y su huella 143

La resemantización, más subterránea, supone una mo- Los primeros calcos aparecen ante todo en la traduc-
dífícación estructural en el idioma interferido: la exten- ción de los conceptos cristianos. Empleado de manera
sión del significado de un vocablo ya existente a una masiva y apoyándose a menudo en recursos poco fre-
realidad nueva, pero semejante a la que abarca el signi- cuentes en el idioma amerindio, este tipo de intervención
ficado oriqinal, puede provocar una reacción en cadena. puede afectar las estructuras sintácticas, De hecho, los
Para nombrar la nueva realidad «maíz», por ejemplo, el procedimientos superficiales (léxicos) forman parte de
portugués extiende el campo sernántico de milho (mijo) todo un proceso de europeización de los idiomas amerin-
al cereal americano recién descubierto que suplantará, dios. En tanto que idiomas «vencidos». ellos tuvieron que
también en la realidad alimenticia, al mijo; éste se lla- admitir, queriendo o no, la intrusión de un pensamiento
mará ea adelante milho miúdo. lingüístico nuevo, moldeado por una tradición histórica
Los idiomas autóctonos, paralelamente, tuvieron que ajena. Comparando el proceso de europeización y racio-
adaptarse para dar cabida a las nuevas realidades mate- nalización escriptural idel idioma guaraní con el de la
riales o espirituales propuestas o impuestas por los eu-
conquista o colonización político-militar, la famosa -re-
ropeos. Estas modificaciones, realizadas bajo la presión
ducción» de los indígenas, B. Meliá [4.2/ 1973] llega a
directa o indirecta de los idiomas oficiales, fueron en ge-
calificado de "reducción literaria ••: concepto análogo al
neral mucho m3S incisivas de las que sufrieron los idio-
mas de los colonizadores, también porque los idiomas
que Goody [1/ 1977], en su trabajo sobre la transforma-
amerindios carecieron en ':,cneraL después de la conquista, ción escriptural del "pensamiento salvaje •• en el Viejo
de la autonomía exigida para realizar un control satisfac- Mundo, calificó de "domesticación". Si en el caso del gua-
toriode las normas linqüísticas. En el nivel léxico, en- raní. la «reducción" o "domesticación .• del idioma autócto-
contramos también las prácticas del préstamo, del calco no fue impuesta por los misioneros, en México central, los
y de la resemantización. Para nombrar al nuevo Dios propios letrados indígenas parecen haber contribuido a
cristiano en guarcmÍ, los misioneros impusieron el voca- realizada [2.2/ Karttunen 1982).
blo que hasta entonces, para los guaraníes, designaba a El quaraní «reducido» por los jesuitas (que desapare-
la divinidad del trueno, lupa: un típico ejemplo de rese- cerá a partir de 1768 a raíz de la expulsión de sus «crea-
mantización apoyada en una parcial analogía. En el que- dores-) fue un idioma en un cierto sentido artificial. De-
chua moderno, en cambio, se adoptó, para nombrar a la ..sarrollando, ante todo, las potencialidades aglutinativas
misma divinidad cristiana, su nombre español, Dios: del idioma amerindio, los jesuitas lo convirtieron en una
préstamo que ofrece la ventaja, para la población que- lengua •.racional ••, culta, supuesto equivalente del latín y
chuahablante, de no confundirse con ningún concepto an- el griego, capaz de expresar los misterios de la fe cristia-
dino , "Dios", efectivamente, como 10 comunica un sacer- na [4.2/ Meliá 19691. Contrariamente al quarani colo-
dote andino al antropóloqo J. M. Arguedas, queda "se- nial del Paraguay encomendero (o al náhuatl colonial), el
parado" del tradicional edificio religioso andino [3.2/ guaraní jesuítico casi no revela, en su superficie (léxi-
Arguedas 1956). ea, morfolóqica), rasgos de hispanización , la "reducción»
144 Martín Lienhard La voz y su huella 145

lingüística, basada en un procedimiento neologístico in- was capable of absorbing and expressing succinctly any-
terno, se apoderó, como dijo Melíá [ibid.: 110], de la thing Spanish had to offer.»!
propia alma del idioma. El guaraní de las reducciones, IA híspanizacicn progresiva del idioma náhuatl ofre-
puntualizó, dejó de ser una lengua india, ••mais elle con- ce un paradigma que se puede sin duda extender, salvan-
tinuait á étre la 1angue des indies, ces indiens étant de- do la cronología y, quizás, su profundidad, a otros idio-
venus autres»! [ibid.: 73). La misma observación parece mas amerindios.
poder aplicarse, con matices, al quichua del Ecuador, en Pese a la diferencia de los procedimientos técnicos, la
buena medida introducido por los misioneros del siglo reducción del guaraní por los jesuitas y la del náhuatl
XVI en tanto ••lengua generaln y ••estandarizado ••hoy en día por los propios letrados indígenas (quizás simples trans-
a través de los proyectos de educación bilingüe. Parece- criptores de usos comunes), traduce un proceso análogo:
ría que la supervivencia de los idiomas amerindios. en el la domesticación no sólo de la lengua, sino del pensamien-
consabido contexto de discriminación, pasa por su ••re- to indígena autónomo. Las lenguas reducidas dejan de ser
ducción". lenguas autóctonas o prehispánicas para convertirse en
lenguas "indias»; el grado de su transformación es uno
En general, la domesticación de los idiomas amerin-
de los indicadores más serios para medir el grado de in-
dios transitó más bien por otros caminos. A partir de los
serción de las subsociedades indígenas en las sociedades
documentos escritos por la aristocracia nahua colonial en-
coloniales o «nacionales-
tre los siglos XVI y XVIII, Karttunen [2.2/ 1982) estable-
Ahora, el contacto lingüístico no se da únicamente en-
ció una secuencia típica de aculturación lingüística que
tre las dos colectividades "criolla» e "indígena» (o mes-
sintetizaremos aquí brevemente. En una primera etapa,
tiza) r ; sino también en el seno de cada una de estas co-
el idioma receptor digiere sucesivamente las nuevas rea-
lectividades. Como hemos visto, tanto en los sectores he-
lidades mediante los procedimientos del préstamo léxico
gemón1cos como entre los marginados existen grupos bi-
y de la extensión del significado de los nombres. En un se- lingües, capaces de emplear, con un grado de competen-
gundo momento, el idioma admite una serie de modifica- cia lingüística variable, los dos idiomas. El bilingüismo de
ciones fonéticas y morfológicas relativamente superfi- los primeros y de los segundos es profundamente distin-
ciales. En una tercera fase, el idioma receptor empieza a to en cuanto a su significación social y sus efectos.
incorporar el vocabulario básico del idioma europeo, in- Los miembros bilingües de los sectores hegemónico s
cluso los verbos, y adapta su sintaxis a la del idioma (eclesiásticos, funcionarios, latifundistas, comerciantes,
europeo a través de la inserción de las conjunciones de etcétera) suelen singularizarse por el conocimiento per-
subordinación europeas. Hacia 1800, al final de este pro- fecto de su idioma "paterno» europeo, aunque esta regla
ceso, como 10 formula Karttunen (ibid.: 407), ••Nahuatl sufra algunas excepciones en las áreas densamente indí-

l Mas ella continúa siendo la lengua de los indios, estos indios El nahualt fue capaz de absorber y expresar cualquier cosa
se han convertido en otros. que el español tuviera por ofrecer.
Martín Lienhard: La voz y su huella 147
146

genas. A raíz del nivel relativamente alto de su instruc- gún prestigio oficial, ni siquiera cuando predomina a es-
cala regional. Tampoco posee instituciones eficientes para
ción escolar, ellos resultan en genera1 capaces de distin-
reproducirse conservando sus formas tradicionales. Muy
guir cabalmente las estructuras de sus dos idiomas de
variable, el dominio del idioma europeo resulta, en estos
comunicación; su práctica del idioma indígena, sin em-
sectores, inferior al que demuestran los miembros del sec-
bargo, es casi siempre reductora. Su comportamiento
tor hegemónico. Al esforzarse él hablar el idioma europeo,
idiomático debe calificarse de diglósico: la elección de uno
el hablante del idioma «indígena" tiende a traducir, pa-
o del otro idioma no es facultativa, sino que obedece a
labra por palabra, undiscurso pensado en su idioma ma-
determinadas situaciones sociales. El idioma de presti-
terno. De este modo, en mayor o menor grado, el idioma
gio, el idioma político, es siempre el europeo; el idioma
europeo se tiñe de particularidades léxicas morfclóqicas
indígena sirve para comunicarse con los miembros de las
'y sintácticas del idioma indiqcna. Destinada, en un prin-
capas subalternas y a veces, también, para la intimidad
cipio, a la comunicación con los sectores heqeménicos,
doméstica (Paraguay) o los momentos festivos (sierra
esta práctica traductora puede desembocar él la larga, 50 ..
central y meridional del Perú). En tales momentos, ex-
bre todo si se restringe o se va perdiendo el uso del idio-
cepcionalmente, desaparece la asimetría en las relaciones
ma ••indígena ••r en la aparición de lenguajes o sociolec-
entre el idioma europeo y el indígena, como lo atestiguan
tos mixtos más o menos estables. Así, unas investiqacío-
los cantos que alternan, sin mostrar ninguna predilección,
nes realizadas en el valle del Mantaro (sierra central del
fragmentos en quechua y en español: Perú) revelaron la existencia de un sociclecto español
fuertemente quechuizado que se va reproduciendo no a
Tukuy runan willawaran 1 partir de una práctica auténticamente bilingüe o diglósi-
todo lo tuve por cuento, ea, sino como medio de expresión de un sector que ya 110
saqíriwanaykitaqa'' dispone de otra lengua para expresarse (3,2/ Cerrón
jamás yo pensé por cierto. Palomino 1972).
[3.1/ Escobar 1981: no. 113]
Si en este caso, el pensamiento lingüístico qtzechua pe-
netra
,. • "n e',,( eCjJ'
e_ n- 1, ('!eros
o' aLO ~ l'eagua)es
1 .• indo-hispánicos
1 ,. . mix-
Ahora, si enfocamos el contacto lingüístico a partir tos son el resultado de procesos más bien contrarios, aná-
de la situación de los bilingües cuyo idioma primero o loqos él. los de la hispanizacíón del náhuatl, pero fuera del
principal es el de origen prehispánico =campesínos. sec- control de las instancias (las colectividades tradiciona-
tores urbanos períféricos+. el cuadro se modifica sustan- 'les) que vigilaban la constante reproducción del idioma
cialmente, Su idioma materno no se beneficia de nin- en su "pureza ••_ En Paraquay, desde la época colonial
[Meliá 1969; 63~7.5], un lenguaje mixto apareció en la
1 Toda la gente me dijo, "orilla" autóctona del contacto idiomático: actualmente, en
1as zonas urbanas, el [opará -varíante hispanizada' del
2 Que tu me abandonarías.
148 Martín Lienhat d La voz y su huella 149

guaraní paraguayo [Melíá 1986: 243-245) - tiende a ge- para adaptar el lenguaje a las concretas y cambiantes ne-
neralizarse. cesidades de la comunicación entre los diferentes sectores
Sin embargo, en las áreas indígenas o exindiqenas, a socio-culturales o en su interior.
diferencia de algunas zonas de cultura afroamericana del Es en este contexto de búsqueda y de experimentación
Caribe, no se puede habla!' con propiedad de la apari- con varias hipótesis comunicativas que vienen a «inscrí-
ción de verdaderos idiomas nuevos, estables y socialmen- birse» las literaturas escritas alternativas. La práctica li-
te reconocidos, comparables con el créole o el papia- teraria, expresión particularmente consciente de la co-
mento. municación verbal, juega a su conveniencia, pero dentro
Las prácticas Iinqíiísticas conflictivas que suscitaron, de ciertos límites, con las realidades idiomáticas, Según
en la América Latina, los procesos de «aculturación» colo- el contexto lingüístico y su propia cultura, el tipo de dis-
niales y modernos, señalan los límites de la concepción- curso en que se inserta y el público a que se dirige, el
según la cual la -cultura latinoamericana" sería el pro- escritor o autor del texto elige el o los lenguajes más
ducto de la fusión entre ingredientes autóctonos (o afri- adecuados a su proyecto literario,
canos) y europeos. Si es verdad que en el terreno lin- Si los textos se insertan en un contexto idiomático
güístico se realizan ciertos fenómenos circunscritos de dado, ellos no lo reflejan pasivamente. La estrategia lin-
fusión, no es menos evidente que éstos no logran borrar güística presente en un texto no permite, pues, medir di-
la coexistencia conflictiva de prácticas disimiles. Para rectamente el grado de «aculturación- del texto o de su
decirlo de modo muy simplificado: si una parte de los autor. Se han escrito textos muy «autónomos" (no occi-
autóctonos se dejó europeizar idiomáticamente, y si algu- dentales) en un idioma europeo, como se han escrito otros,
nos grupos de descendientes de los colonizadores adop- "colonizados», en varios idiomas indígenas. A veces el
taron el uso de los idiomas amerindios, no desaparecieron mismo autor, a partir de una actitud que se podría lla-
en el continente ni las lenguas autóctonas ni las europeas. mar diqlósica, hace alternar en su obra soluciones co-
En cuanto a los idiomas ••nuevos" o mixtos que suscitó el municativas distintas. Así, el cronista mexicano Tezozo-
roce entre las primeras y las segundas, su falta de esta- moc realiza su Crónica mexicana [1598/1980] en espa-
bilidad, debida a un hibridismo no resuelto. no permite ñol, un español algo trabajoso, mientras que prefiere el
colocarlos en el pedestal del mestizaje armonioso. náhuatl para su Crónica mexicayotl [1609/1975]; nótese
que la solución «tradicionalista" es posterior a la «acul-
Literaturas altetnatiuas turada-. . . J. M. Arguedas, escritor-antropóloqo contem-
y procesos de acuuuxacion lingüística poráneo, escribe sus narraciones (con una excepción) en
español, pero su poesía en quechua. En cada uno de estos
Lejos de reducirse a la pérdida progresiva de los idio- casos, una evaluación de las opciones idiomáticas en
mas prehispánicos por parte de las subsociedades indí- función de los procesos de interacción cultural debe tener
genas o mestizas, los procesos de aculturación linqúística en cuenta el proyecto comunicativo que subyace a los
son el resultado de un esfuerzo multilateral constante é'extoS. Arguedas, por ejemplo, se separa del público d·¿
150 Martín Lienhard 151
La voz y su huella

sus narraciones al ponerse a escribir en quechua, sin por de la comunicación. Tal hibridismo se nutre de todas las
ello insertarse en la tradición culta de la poesía quechua situaciones o productos de los procesos de aculturación
escrita, ni en la de la imitación de los cantos orales. El lingüística: no sólo del bilingüismo y de la diqlosia, sino
quechua usado no es culto ni dialectal, sino «oral» y su- también de todos los lenguajes que se crean en- el roce
prarreqional, Arquedas. por 10 tanto, intenta echar las entre idiomas europeos y autóctonos. Hibrídismo lin-
bases de una poesía quechua inédita-quizás imposible: güístico no equivale siempre a ininteligibilidad. Aun para
escrita, pero "democrática ••, arraigada en la cosmovisión la alternancia de dos (rara vez más) idiomas, existen va-
andina sin ser tradicional. Una opción, en fin, que se pro- rios precedentes en la comunicación oral: los cantos bi-
yecta hacia un futuro incierto (d. cap. XII). Tezozomoc, lingües, o la conversación entre individuos bilingües que
nor su lado, eligió el idioma en función del discurso por poseen un buen dominio de ambos idiomas. El hibridismo
realizar, si la Crónica mexicayotl, en tanto que alegato lingüístico en la literatura, producto de una realidad
personal, transcríbe exclusivamente la tradición hist~Ti- bi- o multilinqüe, halla su solución comunícativa precisa-
ea oral de la casa tenochca, la Crónica mexicana elabo- mente en esa realidad: a texto híbrido, lector híbrido, es
rada escripturalmente a partir de fuentes múltiples, pre- decir bi- o multilinqüe, o todavía, hablante (y lector)
tende ser una obra historioqráfica al estilo europeo; la
de un lenguaje mixto.
asimilación insuficiente de los códigos occidentales ame-
Con el avance de la educación escolar o universitaria
naza por trechos la inteligibilidad del texto. ¿ Cuáles son
(que supone una mayor asimilación lingüística de los
los destinatarios de los textos? El primero se dirige a un
autores y los lectores de textos), se va reduciendo en ge-
«nahuatlato» no tan en las cancillerías de la
neral el hibridismo lingüístico de los textos, o se 1:1
mientras que el sequndo. algo socio-
moldea en formas más cultas, como la presentación bilin-
Iectal. eX:LUc no sólo u ~:.lector con ambos
güe correcta, original y traducción, de los testimonios
universos implicados, sino especialmente atento (v.
de origen "indígena"; esta última, inaugurada por Saha-
cap. V.) aún en México, empieza a hallar ahora, en ciertos con-
Corno escritores diqiósicos Arquedes y Tezozomoc pro- textos, un público cuyo idioma materno ya no es el de la
ceden ni más ni menos corno un individuo bilingüe en la traducción, sino el de la transcripción original.
comunicación oral: él cada circunstancia el idioma más Al lado de las actitudes «cultas •• vuelve a veces a ma-
adecuado. A veces, la alternancia de idiomas se da en el
nifestarse, como sucede en una serie de escritores del
mismo texto, como sucede en varias crónicas andinas
Perú actual, una actitud estético-política de valorización
(Cuaman Poma, Pachacutí Yamqui, Nlolina "el Cusque-
consciente y radical de los lenguajes híbrido s creados
ño») y en las novelas de Arquedas. Estos textos, obvia-
por 105 sectores (casi) íletrados, Más frecuentes, sin em-
mente, exigen un lector de características culturales re-
bargo, es la elaboración. controladísima de lenguajes li-
lativamente precisas. El hibridismo lingüístico, de he-
terarios levemente, ••admisiblemente» interferidos por
cho, es uno de los rasgos constitutivos de no pocos tex-
ciertos rasgos de los idiomas de origen prehíspáníco.
tos alternativos. factor de su marqinalidad en términos
como la encontramos en varias obras de J. M. J\...rguedas,
152 Martín Lienhard ' La voz y su huella 153

de A. Roa Bastos o en Los hambres verdaderos, de C. A. ideológico del discurso, aunque también, a veces, en su
Castro (2.1/ 1959). autobiográfica ficticia de un indio estética narrativa o literaria.
rnaya-tzeltal de Chiapas. En este terreno tuvieron lugar sin duda algunos de
En una parte de las literaturas alternativas no inter- los choques mas significativos entre las culturas autócto-
fiere ya ningún idioma prehispánico, sino un socíolecto nas o indígenas y la europea. Como en el de las prácti-
rural arcaico, más o menos alejado de la norma culta, cas lingüísticas, se produjeron una serie de fenómenos,
como sucede sin duda en los cuentos de El llano en llamas locales de fusión, pero la tendencia general demuestra
(1953), dejo Rulfo [2.1/ 1978). El hibridismo basado en ser otra. Las concepciones cosmológico-religiosas de los
la interferencia de un sociolecto no uindígena ••r sino arcai- indios, abiertas casi siempre a la novedad, solían con-
co, probablemente casi no se percibiría si no fuera por servar, sin embargo, un núcleo mínimo irreductíble, Esto
un hibridismo paralelo en las estructuras narrativas y se desprende, en todo caso, de unas observaciones de
la cosmovisión subyacente. Fenómenos algo semejantes J. M. Arguedas acerca de los límites de la «aculturación-
se han dado en la literatura europea; la especificidad de en el área andina (subrayado nuestro);
un caso como el de Rulfo radica en que sus narraciones se
hallan impregnadas de una cosmovisión campesina en que
Un aspecto de la cultura era irremediablemente dife-
vibra todavía la de los mexicanos antiguos (cf. cap. IX).
rente en la española y en la peruana antigua; este
El rechazo, corriente entre los estudiosos de la litera-
aspecto fue y es todavía, para ambas, el fundamen-
tura, de los textos alternativos por su hibridismo linqüís-
to, diríamos el eje (metáfora, aunque vulgar, muy
tico (véase la recepción de Guaman Poma y deArquedas},
expresiva) de cada una de las. culturas que examina-
revela una interiorización del colonialismo lingüístico y
mos: este aspecto es eleconómico. el concepto de la
una concepción -rnonofónica ••de la literatura y de la cul-
propiedad y el trabajo. En la occidental era y es
tura en general. no sólo poco conforme con las realidades
mercantil e individualista; en la peruana antigua,
latinoamericanas mayoritarias, sino también combatida en
colectivista y religiosa. El peruano antiguo no con-
Europa desde siempre por una parte de los artistas y los
cebía la posesión de la tierra como fuente de enri-
estudiosos (11 Bajtín 1970).
quecimiento individual ilimitado; este concepto esta-
ba directamente vinculado con la concepción religio-
Procesos religiosos sa que tenía de la tierra y del trabajo. El trabajo
constituía para el antiguo peruano un acto religioso
La inserción de los textos alternativos en el contexto de que era celebrado. Han pasado cinco siglos desde el
los procesos de aculturación lingüística determina en par-o encuentro de los dos pueblos y el indio no ha alcan-
Le su configuración estética y comunicativa. Su inserción zado todauia a comprender y a asimilar, por entero,
en l~s conflictos que se desarrollan en el terreno de las el concepto occidental de la propiedad y del trabajo
prácticas rituales y de las concepciones religiosas o cosmo- [3.2/ Arquedas 1953J.
lógicas, en cambio, repercute ante todo en el aspecto
154 Martín Lienhard
La voz y su huella 155

Sin duda, no todas las colectividades consideradas por religioso no estaba dispuesto a renunciar a su au-
las estadísticas como «indígenas •• han preservado tal nú- tonomía relativa), la colonización difícilmente hubie-
cleo irreductible de identidad no occidental. .O quizás ra podido llevarse a cabo sin la contribución de los agen-
sería mejor calificar de ••mestizas •• a las que no lo hicie- tes eclesiásticos, tanto más cuanto que éstos alcanzaron a
ron. ¿ Pero existe U:!1a línea de demarcación clara entre dominar, sobre todo al comienzo, un territorio mucho
los dos tipos de colectividades? Todas las colectividades más vasto que las autoridades laicas: recuérdense las
"indígenas se caracterizan por su apego a ciertas prácticas conquistas «pacíficas •• del Guairá por Montoya [4.11
antiguas, y al mismo tiempo, po.!; la asimilación de otras Montoya 1639/1892) o de la Verapaz (Guatemala) por
de origen occidental. Para medir el grado de autonomía Las Casas [2.2/ Saint-Lu 1968), o el hecho de que en el
cultural de la colectividad, habría que determinar. en- interior de Yucatán, durante siglos, prácticamente no ha-
tonces, si predominan las primeras o las segundas. Inte- bían penetrado otros europeos que los eclasiásticos [2.2/
rrogaremos ahora en este sentido algunas actitudes cosmo- Farris 1984: 90 ss.].
lógico-religiosas de los ••vencidos». En un principio, el objetivo de la conquista espiritual
En el terreno religioso, el poder colonial tuvo, mu- fue el de convertir a los autóctono s en miembros de ple-
cho más que en el idiornático. una política relativamente no derecho de la humanidad «universal». occidental y cris-
instransigente. La conservación de los idiomas prehis- tiana, si bien libres de los vicios de los cristianos eu-
pánicos no parecía deber obstaculizar la implantación del ropeos. Subvalorizando a menudo la originalidad y el
sistema colonial. mientras que la reproducción de los arraiqo de las convicciones indígenas, los misioneros, al
comportamientos religiosos antiguos resultaba incompa- comienzo, creían poder lograr la conversión mediante la
tible con las transformaciones político-sociales deseadas. operación del bautizo y unas pocas prédicas al estilo
Como se coliqe de las afirmaciones de Arguedas, la reor- de las que se hallan consignadas en el tequitimiento de.
ganización de la producción y de la: propiedad en un sen- . 1513 (v. cap. 1).
tido mercantil, por ejemplo, no puede coexistir con la Si los indios podían seguir ignorando las lenguas eu-
cosmovisión indígena - ••animista •• en un sentido amplio ropeas, no se les concedía, pues, la misma libertad res-
del término. pecto al ••lenguaje- religioso: la adquisición de sus
Perfectamente conscientes de ello, los representantes códigos rituales y discursivos fue, por lo general. obliga-
del poder colonial elaboraron una política sistemática de toria. Una excepción notable parece haber sido la prác-
erradicación de tales comportamientos antiguos. Los tica del calendario agrícola prehispánico, poco contra-
agentes principales de esta política, cuyas etapas suce- dictorio con el cristianismo; en el área maya, algunos
sivas se llamaban «conquista espiritual- y «extirpación de calendarios antiguos se conservaron hasta el siglo xx
idolatrías K, fueron los misioneros y demás eclesiásticos. (2.2/ Miles 1952].
Si bien los conflictos entre el poder político-militar y el
eclesiástico solían ser casi constantes (el personal
156 Martin Lienhard La voz y sú huella 157

Lenguajes religiosos y diglosia Las consignas no podrían ser más explícitas: la religión
autóctona (creencias y prácticas) se debe conservar a como
Los nuevos comportamientos indígenas que surgieron dé lugar; dada la momentánea relación de fuerzas, des-
al calor de la conquista espiritual son sumamente reve- favorable para los autóctonos. es lícito fingir la sumisión
ladores en cuanto a las estrategias de los indios frente y simular las prácticas cristianas: concesión que no cues-
a este intento de acu1turarlos unilatera1mente. Uno de los ta muy cara; en cambio, no se "negocia" con la base de
escasos textos coloniales que expresan un punto de vista todo el sistema, la tierra sagrada ipachamama, -rnadre
indígena autónomo, la "Relación", de Titu Cusi Yupan- tierra-}, ella debe ser defendida hasta la última gota de
qui, sugiere cuál puede haber sido la reacción indígena sangre. No podemos saber si estas recomendaciones del
fundamental ante la imposición de los códigos religio- Inca han sido realmente pronunciadas o si las concibió
so-cosmológícos europeos. En esta narración dramática,
su hijo. Preferiríamos decir que son la formulación lite-
Manco Inca, padre del autor, dicta a sus súbditos las nue-
raria de unas pautas que la población andina, de cual-
vas reglas de comportamiento en materia religiosa:
quier modo, iba a seguir "a la letra", como 10 demostró
la historia colonial y reciente. Esta actitud andina, ex-
... y si acaso ellos o acometieren o quisieren tomar
cepcional sólo por su radicalismo y su larga duración,
vuestras tierras no dexeis de defenderos y sobre ello
perder la vida sy fuera menester [ ... ). Lo que más se vuelve a encontrar, bajo formas a veces suavizadas,
aveis de hazer es que por ventura estos os diranque en otras áreas. En el contexto colonial, tal comporta-
adoreis a lo que ellos adoran, que son unos paños miento indígena hace surgir, a la larga, un sistema di-
pintados, los cuales dizen que es Viracochan, y que cotómico (religión indígena/religión cristiana) cuyo fun-
le adoreis como a guaca, el cual no es sino paño, no cionamiento se puede explicar a partir de los conceptos
lo hagais sino lo que nosotros tenemos eso tened, lingüístico s anteriores.
porque como beis las vilcas hablan con nosotros y En primer lugar, la dicotomía religiosa hará surgir
al sol y a la luna bernoslos por nuestros ojos y lo un fenómeno de «diqlosia»: delante de los representantes
quesos dizen no lo vemos bien. Creo que alguna hez del poder colonial se -hablará .• cristiano, mientras que
por fuerca o engaño os han de hazer adorar lo que en la comunidad indígena, se sigue practicando el ••idio-
ellos adoran, quando más no pudieredes. hazelo de- . ma» ancestral. Muchos misioneros, defraudados por la
lante dellos y por otra parte no olvideis nuestras ce- poca profundidad de la conversación cristiana entre sus
rimonias: y si os dixieren que quebranteis vuestras protegidos, se quejan de tal sistema u diqlcsico- que resis-
guacas y esto por fuerca. mostraldes lo que no pu- te aún a la férrea reducción de los jesuitas en Paraguay:
dieredes hazer menos y 10 demás guardaldo, que en algunos guaraníes, por ejemplo, combinan la vida en el
ello me daréis a mí mucho contento [3.11 Yupangui pueblo misionero con el culto, autóctono y clandestino,
1570/1985: 26). a los "huesos habladores" [4.11 Montoya 1639/1892:
cap. XXVIII]. En el sur andino, un sistema análogo si-
Martiri Lienhazd La voz y su huella 159
158

gt'e vigente en la actualidad, después de más de cuatro costumbres antiguas y ritos del demonio»: un comporta-
siglos de colonización: miento claramente «díqlósico »,
Una práctica ••diglósica ••en materia religiosa no puede
Los dioses locales están presentes en todos los as- dejar de generar, a mediano y largo plazo, interferencias
pectos y acontecimientos importantes de la vida recíprocas de un sistema sobre el otro, condición para
individual y social; aparecen como los elementos el surqimiento de formas sincréticas. Las religiones glo-
en los que realmente se sustenta la seguridad tan- balmente sincrétícas, "nuevas ••, son relativamente escasas
to individual como social. El culto católico se prác- en las áreas aquí privilegiadas; su presencia es decisiva,
tica ostentosamente, sin embargo muestra aparien- en cambio, en las zonas de tradición cultural afroamc-
cias de obedecer a normas no sustancialmente rela- ricana.
cionadas con las necesidades- religiosas primarias
sino a funciones más claramente vinculadas a otras Reotieniaciones semánticas . misioneros e indios
necesidades, como la recreación y la promoción SO-'t
cial [3.2/ Arguedas 1956]. Cuando el comportamiento «díqlósíco •• por la presen-
t

cia permanente de los agentes del poder y de la repre-


Un ••informante •• azteca del cronista franciscano Durán sión, no resulta viable, las subsociedades indígenas sue-
[2.1/ 1967: t. 1, 2, cap. Il l], ante los reproches del mi- len recurrir a la «resemantización» total o parcial del
sionero en cuanto a su contradictoria práctica ritual, ha- ••idioma» impuesto. La invocación de Dios y de los san-
bía contestado que ellos, los indígenas, estaban todavía tos del panteón cristiano disimula entonces la invocación
nepantla, es decir «en medio» de los dos lenguajes. León de las. divinidades antiquas . a cada «vocablo- del idioma
Portilla [2.2/ 1976: 79 ss.] derivó de esta respuesta indí- cristiano corresponde un significado que pertenece al
gena su teoría del -nepantlismo-, el hecho de haber "per- universo de discurso prohibido. Para "leer •• correctamen-
dido 10 antiguo y no asimilado lo nuevo ••.Es probable que te los textos reorientados, existen unos "diccionarios. no
el «nepantlismo-, como situación de transición hacia la escritos, las -tablas de correspondencias. [5.2/ Bastíde
asimilación del cristianismo, haya sido un. fenómeno di- 1967: 160 ss.] entre divinidades antiguas y cristianas
fundido. Pero, como lo sugieren en todo caso los ejem- =Dios y los santos. Esta estrategia ofrece la ventaja de
plos andinos, ciertos «nepantlismos- no lo son sino apa- no implicar ningún peligro: es prácticamente imposible
rentemente, porque los indios no están dispuestos. al demostrar la existencia de tal reorientación semántica.
aprender el nuevo lenguaje, a olvidar el antiguo. El pro- Lúcidos pero impotentes, los sacerdotes asisten a estas
pio interlocutor de Durán, después de haber afirmado .ceremonias cristianas astutamente resemantizadas -un
que «aún estaban neutros, que ni bien acudían a la una motivo de continua desesperación para el franciscano
ley ni a la otra ••, prácticamente se contradice confesando mexicano Durán: ••... fingiendo estos celebrar las fies-
que «creían en Dios y que juntamente acudían a sus tas de nuestro Dios y de los santos, entremeten y mez-
160 Martín Lienhard
La voz y su huella 161

clan y celebran las de sus ídolos, cayendo el mismo día.


y en las ceremonias mezclarán su antiguo rito" [Duran Los misioneros, siempre en el mismo sentido, -rese-
1967: t. 1, X, cap. II). mantizan ••, sin modificarlos profundamente, los ritos an-
Para acelerar la conversión de los indios, los ecle- tiguos. La reorientación cristiana de los ritos antiguos
siásticos, a menudo, se anticipan a la resernantización in- fue justificada y teorizada por los jesuitas del área tupí-
guaraní. En 1552, Nóbrega (1955: 145] subraya la con-
dígena del idioma cristiano a través de la profiláctica re-
sementización cristiana de los lenguajes religiosos autóc- veniencia de
tonos, práctica cuyos efectos parecen más que ambiguos.
Así, ellos adoptan, para nombrar a las «divinidades •• cris- abracarrnos com a1guns costumes deste gentio, os
. tianas, el nombre de una divinidad autóctona. tupá -di- quais nao sáo contra nossa fee catholica, nem
sáo ritos dedicados a ídolos, como hé cantar canti-
vinidad del trueno- se llamará Dios en el área tupí-guara-
gas de Nosso Senhor em sua lingoa pello seu toom
ni, uiiraqocha -nombre de un grupo de héroes civiliza-
e tanger seus estromentos de musica que elles
dores- en el área andina. en México central, tonanizin
[usam] em suas fe stas quando mata o contrairos e
-madre de los dioses aztecas- será el nombre de la Ma-
quando anda o bebados, e isto para os atrahir e dei-
dre de Dios cristiana. En el primer caso conocemos inclu-
xarem os outros costumes esentiais ...
so al autor de la propuesta resemantizadora: Nóbrega,
primer superior jesuita en Brasil [4.1/ Nóbrega 1955:
Resulta difícil decidir en este caso cuál de los dos có-
444).
digos superpuestos (canto de guerra/ canto de loor a
Totalmente análoga (intento de reorientacién semán-
Dios) predomina en la conciencia de los protagonistas.
tica por anticipación) es la construcción de santuarios
Según Meliá, los guaraníes volvían a encontrar en la
cristianos en el propio lugar y sobre los propios basa- himnología propuesta por los jesuitas su propia hírnrno-
mentos de los santuarios autóctonos. como se puede apre- logía carismática tradicional: en la medida en que ellos,
ciar en el convento de Santo Domingo en el Cusco, en la a partir de sus propias concepciones, aceptaban y adop-
iglesia-templo de Mitla (Oaxaca, México) o en la iglesia taban a los misioneros en tanto que shamanes (payé,
de Nuestra Señora de Guadalupe, en el cerro Tepecac harai), el discurso cristiano -que no se percibía nece-
cerca de México. Esta táctica peligrosa, dictada sin duda sariamente en función de su referente o mensaje origi-
por el deseo de los misioneros de poder mostrar, lo más nal- podía ser neutralizado por ellos. De ahí, sin duda,
rápidamente posible, el éxito de su campaña de conver- la aparición de un antiguo sincretismo religioso que so-
sión, permite de hecho a les indios seguir practicando brevivirá, en ciertos grupos de indios monteses exmisione-
abiertamente sus propios cultos. El propio Sahagún (2. 11 ros, hasta el siglo xx (Melíá 1969: 118-128).
1956: L. XI, apéndice 7) afirma que la devoción a Nues-
Con el sucederse de las generaciones, y suponiendo la
tra Señora de Guadalupe es ••sospechosa ••, porque se su-
predicación continua de los sacerdotes católicos, es posi-
perpone al culto que se rendía, en el mismo lugar, a la
ble que los significados antiguos, incrustados en el len-
madre de los dioses aztecas, Tonanizin.
guaje prehispánico reorientado según una semántica cris .•
La L'OZ y su huella 163
162 Mariiti Lienhard

ve, y se adopta el cristianismo pero sin su aparato


tiana. se vayan debilitando y acaben por perder su Ín- europeo, es para practicarlo como religión indígena.
dole subversiva. Que esta pérdida de los significados an-
Cuando los mixes insurrecto s de Oaxaca (1660) dic~n
tiguos se produzcan o no depende, sin duda, de la auto-
nomía en materia religiosa y ritual que sabe conservar I que estan esperando a su rey Condoique que use habla
retirado y escondido en una laguna donde estaba •• [2.1/
o reconquistar la subsociedad indígena. La reproducción
de una casta sacerdotal indígena más o menos clandes-
I, Torres 16621,' ellos afirman, por cierto, sus creencias an-
tiguas. pero'las afirman contra las creencias españolas: La
tina, tal como se constató por 10 menos en las áreas; reafirmación de la religión indígena frente a la obliqa-
mayanse y andina, favorece obviamente la conservación' ción de practicar la cristiana no puede en general sino
de un núcleo irreductib1e de creencias antiguas o su ac- exacerbar sus rasgos distintivos. Así, el movimiento me-
tualización por los propios indios. Por 10 demás, tratán- siánico andino del tahi ongoy ("enÍermedad del cant.o-
'dose de realidades en parte psicológicas y, por ende; baile-), contemporáneo de la resistencia incaica de Vil-
difíciles de observar, resultará siempre casi imposible camba, abandona la divinidad «monoteísta- casi acepta-
-fuera de los momentos de enfrentamiento abierto- de- ble desde el punto de vista cristiano -Wiraqocha o
terminar en qué momento el lenguaje antiguo deja de ser Pachakamaq-e- para anunciar el retorno de las uiaha,
vigente. De ahí, las polémicas científicas constantes acer-
cordenadas significativas del cosmos en la perspectiva
ca de la naturaleza verdadera de los cultos indígenas.
«animista» de los campesinos andinos, Para subrayar
cristianizados. Comoquiera que sea, en su Concilio de'
la índole más anticristiana que simplemente tradicional
los años 1960, el Concilio Vaticano II, convencido de la
de su doctrina, los danzantes-predicadores del taki ongoy
victoria final de la Iglesia, confirmó con una argumen-
anuncian un castigo horrendo para los que sigan las prác-
tación casi idéntica a la de Nóbrega la validez de la tác-
ticas cristianas [3.1/ Millones 1971].
tica «resemantizadora- [3.2/ Regan 1960J: los ritos indí-
genas no ídolátricos -por ejemplo agricolas- no contra- En varias áreas se presencia el surgimiento de movi-
dicen el cristianismo, sino que deben y pueden servirle- mientos mesiánicos indígenas de apariencia cristiana, des-
de soporte material. de el Oberá, "hijo de Dios y de una vírqen- [4.1/ Bar-
co 1602/1912: 158-171], en Paraguay, hasta el de la -cruz
habladora- de los mayas yucatecos insurrectos de 105
Rechazo y apropiaciáti exclusiva
siglos XIX-XX (d. cap. III). Estas apropiaciones indígenas
del lenguaje cristiano del cristianismo, con su teología adaptada a las tradi-
ciones y necesidades de la colectividad marginada, esca-
Nos quedan por examinar dos comportamientos extre·,· pan totalmente al control político-religioso de la jerarquía
mos de los indios frente a la conquistaespirítual: la prác- eclesiástica. La asimilación del idioma cristiano no equi-
tica exclusiva de la religión autóctona, y la apropiación' vale en este caso, ni mucho menos, a una asimilación de
indígena del cristianismo. Estas actitudes se inscriben' los valores occidentales ni a una capitulación frente al po-
también en un contexto «bilingüe», porque si se sigue con der «extranjero» o criollo. Al. contrario, al apropiarse el
el sistema antiguo, se está en realidad rechazando el nue-
164 Martin Lienhard .La voz y su huella 165

cristianismo, estos movimientos niegan a los europeos y sino el marco de su narraClOll. En el relato dramático
a sus descendientes el derecho de llamarse cristianos. protagonizado por su padre Manco Inca, centro del tex-
Aquí, por lo tanto, un idioma cristiano adaptado toma to, el narrador, hablando un lenguaje distinto, no deja
el lugar del idioma antiguo, sin que se modifique la re- de afirmar en ningún momento, como lo atestiguan las
lación antagónica entre el lenguaje de los indios y el de recomendaciones de Manco, la cigencia de los valores
los representantes del poder global. Variantes menos autóctonos. La ambigüedad textual (alternancia de dos
radicales de apropiación popular del cristianismo, com- discursos antagónicos) se resuelve sólo refiriendo la obra
patibles con la afiliación a la iglesia católica, son también a la praxis política efectiva de Titu Cusi: el rechazo de
frecuentes: es el famoso ••catolicismo popular» con sus la capitulación incaica. El autor, pues, pone en práctica
santos no oficiales y, a veces; la sustitución de Jesucris- una de las recomendaciones que él atribuye, astutamente,
to por un ••héroe popular», como Bolívar en ciertas áreas a su padre: simular la sumisión, pero no ceder en lo
rurales de Venezuela (1/ Salas 1987]. fundamental. .>

Este breve repaso de algunos comportamientos indí- Ambiguos son también muchos de los textos que ofre-
genas ••bilingües» en materia religiosa, muy lejos de cen, bajo varios pretextos (dar a conocer las idolatrías
agotar el vasto abanico de las actitudes históricas cono- para erradicarlas, escribir la historia), vastos fragmentos
cidas [2.2/ Klor de Alva 1982], aspira ante todo a indi- de discurso indígena tradicional. como la compilación del
car las tendencias más características.
saber azteca por Sahagún, la presentación de la mitolo-
gía andina de Huarochirí atribuida a Francisco de Avila,
Literaturas alternativas o los trabajos historio gráficos de los mexicanos Tezo-
y procesos de aculturación religiosa zomoc e rxtlilxóchitl. ¿No se contribuye así, bajo pre-
texto de ofrecerlos a la destrucción, a fortalecer los
La configuración de los textos alternativos se vincu- valores autóctono s ? ¿Y hasta qué punto las cartas indíge-
la en más de un sentido con las actitudes o prácticas re- nas escritas según todas las reglas del arte epistolar eu-
ligiosas y rituales de las sub sociedades indígenas. A me- 'ropeo significan la sumisión de sus autores, y no una
nudo, éstas aparecen abiertamente como elementos temá- apropiación de 10 occidental (en el sentido de la apropia-
ticos o sustentan, más subterráneamente, la actuación de ción indígena del cristianismo) para mejor defender la
los personajes =cjcmplos abundantes se hallarán en los autonomía indígena? En tales casos, la ambigüedad dís-
estudios de la segunda parte. Pero a veces, sus estructu- cursiva no se resuelve siquiera al referir los textos a la
ras' semántica s traducen, globa1mente, unas tácticas de praxis política de los autores: ella también se caracteri-
simulación análogas. za por la misma ••diqlosia-.
Un ejemplo clásico de «diqlosia- ideológica sería la pro- La obra narrativa en español de ]. M. Arguedas, en
pia "Relación», de Titu Cusi Yupanqui. El .Inca, recién sus lineamientos generales, se puede considerar como un,
bautizado, se dirige como cristiano a otro cristiano, el trabajo de reorientación semántica andina del ••lenguaje-
r~ español. Ahora, este discurso cristiano no informa (formas narrativas e ideológicas) europeo. Sobre todo en
166 Martín Lienhard
La voz y su huella 161

su última novela, El zorro de arriba y el zorro de abajo, La evolución de la oposición escritura/oralidad


10 andino, sin duda, predomina sobre 10 occidental [3.2/
y las literaturas alternativas
Lienhard 1982].
En su crónica enciclopédica, Guaman Poma de Ayala Nos toca abordar, finalmente, el problema de 10.spro-
combina la afirmación disimulada de los valores andinos cesos de interacción cultural en el campo de la oposición
con la apropiación indígena del discurso cristiano. La entre el sistema de la oralidad, predominante en todas
primera se sirve, como en los historiadores mexicanos, las subsociedades marginadas y el de Iaescritura. patri-
del discurso historiográfico; la segunda pasa por la de- monio de los sectores europeizados. Se subrayó en el
mostración del carácter cristiano de los mismos valores, cap. I que el sistema europeo, a escaía generaL se
que equivale a negar la Índole cristiana del discurso oc- impuso sobre el autóctono, pero sin hacerlo desaparecer.
cidental (cap. VI). En las subsociedades indígenas y marginales, el sistema
Ignorando en pleno siglo XVIII el hecho de la conquista, oral siguió dominando, como ••variante baja" de un siste-
el drama quechua Ollantay parece practicar la negación ma ••diqlósico». No se produjo ni se hubiera podido produ-
del ••idioma» europeo. Ahora, este ••rechazo», pese a las cir, desde luego, ninguna ••fusión" entre ambos: no se
apariencias, implica que se lo toma en consideración. La pueden fusionar la pluma o la máquina de escribir con
valoración de la función del Inca, tema central de la obra, la voz humana.
no deja de inspirarse, parcialmente, en las exigencias de Cada uno de estos sistemas representa, al estado puro,
la situación colonial. Las cualidades esenciales que debe un ••estilo cultural » : colectivo el de la oralidad, individual
poseer el Inca no contradicen las que se atribuían. en esa el de la escritura. Ahora, si las culturas enfrentadas se
época, al monarca español (d. cap. VII). Dicho de otro modificaron, en parte, a través de un largo y desigual
modo, la apropiación de ciertos valores europeos susten- diálogo, algo también cambió en la función social de los
ta de hecho una actitud antieuropea: si el Inca reúne los dos sistemas de comunicación. El sistema oral perdió,
requisitos que se exigen a un monarca europeo, el Inca con su marginalización,la vigencia ••estatal- que alcanzó
puede y debe gobernar. El rechazo del discurso europeo en los señoríos prehispánicos i en tanto que sistema de
y su apropiación indígena coexisten aquí en un solo tex- comunicación local, no sufrió, en cambio, ninguna trans-
lo y confirman la tesis formulada anteriormente: las dos f~rmación profunda. Cada vez más, sin embargo, se ve
actitudes aparentemente antitéticas no son sino las dos amenazado por el avance no tanto de la escritura, come
caras de la misma moneda. de la ••oralidad petrificada" de los medios audiovisuales,
Estos pocos ejemplos, destinados a ilustrar la comple-
El caso del sistema gráfico es sin duda más complejo.
jidad del problema de las actitudes ambiguas -análogas
¿Hasta qué punto siguió siendo, a través de los siqlos,
il las que descubren en las prácticas religiosas indí-
un medio de comunicación exclusivo de los sectores he-
genas- en las literaturas alternativas, no pretenden re-
gemónicos'? ¿En qué medida siguió privilegiando la co-
solverlo. Trataremos de profundizarlo en algunos de los
estudios de la segunda parte de este libro. municación inter-individual'? La respuesta a estas pre-
guntas se puede buscar, también, en las literaturas alter-
La voz y su uuetta 169
168 Martín Lienhard

leño, etc.: relevante es siempre -por 10 menos antes de


nativas. Estas, como se dijo, son marginales tanto den- su recuperación por los inte1ectuales- la performance oral
tro del sistemaescriptural dominante como en el seno del texto.
de las colectividades orales. Sus textos se inscriben, por
Sólo en épocas relativamente recientes aparece el Ie-
una parte, en los márgenes, abiertos hacia la oralidad, de
nómeno de tma literatura de concepción escriptura1 que
la cultura dominante. Destinados en un primer tiempo
tiende a ser (sin loqrarlo necesariamente) un medio de
a los miembros de los sectores hegemónico s. su naturale-
comunicación artística en el seno de los propios sectores
za híbrida impide en rigor una relación privilegiada con
marginados. Esta literatura es el resultado del acceso de
ellos. Cuando logran dar con un público más adecuado,
una élite de las colectividades marginadas .a la cultura.
capaz de leerlos a partir de su intertexto «oral-popular ••,
escriptural moderna. Las obras que surgen- de este con-
su función comunicativa -y su significación- se modifica
texto. si bien «escritas». no abandonan su vinculación con
substancialmente. Aunque destinada al rey español, la
los ~niversos orales; el desfase entre la formación mo-
-Relación», de Titu Cusi, para tomar otra vez el mismo
derna de sus autores y el "atraso", en términos de la cul-,
ejemplo, se convierte, si los sectores marginados hoy se
tura occidental, de los miembros comunes de estos seco
apropian de ella, en un texto capaz de fortalecer su iden-
tidad socio-cultural. torés. dificulta todavía, sin embargo, la realización ple-
na de sus potencialidades.
Casi todas las subsociedades indígenas o mestizas, ade-
más, echaron mano, por momentos o sistemáticamente, del Otros textos alternativos .son el resultado de una tra-
yectoria más bien inversa: tratando de romper el enclaus-
medio de la escritura, sea para dirigirse a los sectores he-
tramiento cultural de la literatura «oficial». ciertos escri
g-emónicos, sea para conservar sus propias tradiciones
tores-antropóloqos de origen urbano se apropian en sus
orales. En el primer caso, se trata de un fenómeno de
trabajos de una serie de elementos semióticos de origen
-diqlosia-: sí se escribe a los europeos y criollos, se sigue
oral-popular. si no acogen, «directamente», la palabra de
prívilegiando la comunicación oral en el seno de la co-
los sectores marqinados. La recepción de tales textos por
munidad. En el segundo, la escritura sirve, dentro de un
sistema que sigue siendo prcdominantemente oral, de Ia élite de estos sectores varía, sin duda, en función de
auxiliar mnemotécnico, como, antes de la conquista, los la identificación con ia otra cultura que se manifiesta en
ellos.
:kipu, glifos y otros medios autóctonos. Los adeptos de la
-cruz habladora» en Yucatán,en los años treinta de este
síg10, habían conservado de este modo el discurso ••cris- ¡,DueFIO de la escritura"
tiano» del héroe fundador Anastacio Caalam (v. cap. In); y "depositario de la memoria oral"
el texto -hecho significativo- se leía en voz alta y delante
de la comunidad reunida (2. 1/ Sermons. .. 1945). Análo- Todos los textos de la literatura escrita alternativa se
go es el caso de la poesía cantada no sólo transcrita, sino caracterizan, en mayor o menor medida, por una "doble
impresa y comercializada -los corridos en México y en determinación». La instancia responsable del texto se ve
otras partes, la literatura de cordel en el nordeste brasí-
170 Martín Lienl1aúi
La voz y su huella 171.

desdoblada en dos instancias cuyas funciones se distin-


La índole comunitaria de la memoria oral explica "la
guen claramente. La primera corresponde al deposita-
característica voz colectiva explícita o implícita que ha-
rio de la memoria oral; es una instancia colectiva, due-
bla en todos los textos alternativos, y que representa
ña del «saber •• contenido en el texto y factor activo de
sin duda la transformación más palpable que va operan-
ciertas particularidades del discurso literario. La segunda
do esta práctica en el modelo escriptural "de importa-
es la del dueño de la escritura y corresponde al autor
ción».
oficial del texto en su conjunto, que controla la produc-
ción del sentido. En los textos de recopilación, este des- Este tipo de moderna narrativa -bícultural n , que 1'>.
doblamiento aparece abiertamente, y se indica a menu- Rama (1/1980J bautizó «narrativa de la transculturación-
do la identidad de los ••depositarios de la memoria oral-. crea la ilusión de una «oralidad escrita ••, o de una «escri-
La literatura de ficción no nombra directamente, ni po- tura oral», ilusión que cabe aceptar corno tal" sin caer en
dría hacerla, la identidad de los ••depositarios de la me- la trampa: no se suprime, de este modo -Arguedas G

moria oral», Frecuentemente, sin embargo, ella pone en Roa Bastos, más que Rama, se muestran perfectamente
escena determinamos momentos de transmisión oral o conscientes de ello- la vieja oposición. Las novelas Ji
finge ser la simple transcripción de un discurso oral. Aún- cuentos de Arquedas, Rulfo, Roa Bastos y de toda una
en los textos aparentemente menos híbridos o ••escindi- serie de escritores más jóvenes, sobre todo en Perú (3.1/
dos •• como en Pedro Páramo, de Rulfo, sólo la copre-
r
A. Gálvez Ronceros 1975, G. Martínez 1976] y Paraguay
sencia efectiva de estas dos instancias (aunque queden !4 .1/ Bareiro Saguier 1973] constituyen sin duda una Ii-
reunidas en una sola voz) explica la configuración orali- teratura alternativa escrita que se inscribe en los már-
zante a la vez que literaria mente «vanguardista •• del dis- genes =abiertcs hacia las culturas orales- de la cultura
curso literario. A este fenómeno, sin duda, alude A. Roa cscriptural hegemónica. Todos estos escritores, para ad-
Bastos (4.2/ 1987J cuando dice: quirir las técnicas modernas de narrar que ellos efectiva-
mente emplean, tuvieron que "renegar», en un ciertosen-
tido, de la cultura de sus antepasados. Su escritura no
experimentado siempre, vivencialmente, la presen- puede representar directamente, pues, la voz de las sub-
cia crepuscular de ese texto primero, audible más sociedades marginadas. Ahora, siesta narrativa 110 es, to-
que lc9íble, que remonta del hemisferio subyacente davía, una literatura escrita de los sectores marginados.
del quaraní. y he sentido la necesidad de incorpo- es posible que la vaya preparando o anticipando.
rarlo y transfundirlo en los textos escritos en
castellano; integrarlo en la escritura, si no en su ma- Ya existen, en el horizonte de las literaturas latinoa-
terialidad fonética y lexical, al menos en su rique- mericanas, unos pocos ejemplos de superación parcial no
za semántica, en sus reverberaciones significativas; de la oposición entre oralidad y escritura, sino de la de-
en su radiación mítica y metafórica: en sus modu- sigualdad "política» de ambas prácticas. Así, en el Pero,
la «subsociedad quechua- (rural y urbana) se sirve, al
laciones que hablan musicalmente de la naturaleza,
lado de una práctica oral a la vez tradicional e innova-
de la vida y el mundo.
dora, de la escritura poética para expresar, .enelambíen ..
172' Martin Lietthard:

te 'urbano, una sensibilidad del todo.Independiente de la


que se halla en la poesía escrita criolla (cap. XII). En
este caso, la oposición oralídadj escritura no corresponde
ya él un antagonismo entre los sectores marginados y he-
SEGUNDA PARTE:
gemónicos, sino a las diferencias de ambiente socio-cul-
tural que alberga la misma subsociedad. Ambas prácti- ESTUDIOS DE CASOS
cas, desde luego, son prácticas marginales en el contexto
de la sociedad de discriminación actual. La ausencia de
antagonismo entre las dos, su complementaridad, mues-
tra, sin embargo, cuál podría ser, en un país -y en el
subcontínente-- finalmente descolonizados, la relación en-
tre dos prácticas igualmente válidas y prometedoras.
¡CAPITULO V

lVIESOAMÉRICA:
LA LLAMADA CRÓNICA INDÍGENN

Es sin lugar a dudas en Mesoaméríca, especialmente


en el valle de México, en Yucatán y en Guatemala, donde
la presencia de una literatura escrita alternativa, casi des-
de la instauración del sistema colonial, es más evidente,
sistemática y persistente. Los textos que la componen
-códices en escritura glífica con o sin transcripción al-
_fabética, crónicas de todo tipo, «títulos», cartas, en varios
idiomas mesoamericanos, en español y en latín- son co-
nocidos, a veces famosos, y numerosísimos estudios se
le han dedicado.
Uno de ellos, el más vasto, síntesis impresionante de
un sinfín de trabajos anteriores, la presenta en su casi
totalidad la famosa «Guía a las fuentes etnohistóricas de
Mesoamérica ••, de H. F. Cline [2.2/ 1972-1975). Sin em-
bargo, como 10 subraya el propio título de este trabajo
monumental, los textos se han reducido aquí a fuentes
históricas, a documentos. En otros trabajos, como en la
ya clásica antología Visión de los vencidos, de León Por-
tilla [2. 1/ 1959J, una parte de este universo textual apa-
rece como un canto de cisne de los indios vencidos. A
menudo, todavía, los mismos documentos -o parte de
ellos- se han considerado ciertamente como textos lite-
rarios, pero «prehispánicos». Poco se ha tomado en cuen-
ta el hecho que aquí nos interesa más: la producción de
tales textos alternativos, iniciada ya en la primera mi-

1 El rnesoamericanismo Gordon Whittaker contribuyó a la ver-


sión definitiva de este capítulo con varias sugerencias y su
conocimiento del idioma y de la literatura náhualt.
176 Martín Lienhard La voz .Y su huella 171

tad del siglo XVI, no se extingue pocos decenios después contexto colonial y la intención "literaria» que, de hecho,
de la conquista, sino que persiste durante un siglo y determinaron su escritura. No se trata, desde luego, de
medio de régimen colonial. Esto supone, sin duda algu- declarar caducas las lecturas, fundamentales, que los en-
na, la existencia de uno o de varios sistemas de produc- focan como documentos etnohistóricos o mito gráficos,
ción literaria más o menos estableís). como también la sino de subrayar que ellos son, en primer lugar, la ex-
de un público que valoraba los textos producidos y se presión de ciertas colectividades marginadas en determi-
reconocía en ellos. En una palabra, estos «documentos», nadas circunstancias históricas.
o una parte de ellos, son la parte «textual .•, de un cir-
La reorientación "literaria" de la lectura del inmenso y
cuito literario relativamente autónomo que coexistió con
plurilinqüe corpus constituido por los textos alternativos
el de la literatura novohispana «oficial», la de los sectores
mesoamericanos cs impensable fuera de un trabajo colec-
europeizados.
tivo e interdisciplinario, en que deberán intervenir, ade-
Transformar las •.fuentes etnohístóricas-, la "visión de más de los estudiosos de la literatura, antropóloqos, et-
los vencidos •• o la "literatura prehispáníca» en literatura nohistoriadores y lingüistas.
alternativa de la época colonial es más que un cambio
En las páginas siguientes nos limitaremos él problema ..
de etiqueta. Es el reconocimiento de que las poblacio-
tizar, a través de un ejemplo concreto, la corriente no-
nes mesoamericanas, si bien derrotadas, medio asimila-
ción de «crónica indígena" (prácticamente equivalente,
das o marginadas, no dejan de seguir su reflexión lite-
pena' los que se sirven de ella, a «prehispánica») que se
raria sobre el mundo. La circunstancia de que en algunos
suele aplicar, casi indistintamente, él cualquier texto es-
de estos textos no haya ninguna referencia explícita a la
crito o por un autor «indíqena ••, o en un idioma mesoa-
contemporaneidad colonial, no permite deducir sin más
rnericano, o todavía, a partir de fuentes «indíqenas-. He-
que se trate simplemente de textos prehispánicos. Rea-
mos mostrado, en la primera parte de este libro, que nin-
firmar, después de decenios de opresión-asimilación colo-
guno de estos factores permite definir inmediatamente
nial, la memoria mítico-histórica de la colectividad, es
la. ubicación ético-social de un discurso: los escritores
sin lucar a dudas también una manera de situarse en el
«indíqenas- pertenecen en general a los sectores mejor
prcscn te. Además. un estudio lingüístico-literario de ta-
asimilados de la población autóctona : los idiomas ame-
Je::; lcx!os «prchispánicos-, COl1l0 Dürr (1987) 10 realizó
rindios dejan hasta cierto punto de serlo al sufrir un
sobre' el Popo] Vu/¡ . -un texto leido en general ahístóri-
proceso de "domesticación", al mismo tiempo que el es
CcllllC.'llc COIlIC> Illilulo!Jía «prchispánica .•- demostrará in-
pañol metropolitano se indiqeniza . el trabajo con las
rncdía!dliH'lllc su solid.uidad con el momento histórico: el
"fuentes" indígenas, finalmente, se realiza según los pro-
propio idiom.i. las formas de exposición, la cosmovisión.
cedimientos científicos y escripturales -la fílología- que
revelar/m he; huellas más o menos profundas de los con-
desarrolló el humanismo europeo. Si por «crónica indí-
flictos étnicossocialcs vividos.
gena» se entiende un texto ajeno (salvo por el uso del
Afirmar el carácter literario de tales textos significa, alfabeto) a los procesos político-culturales de la Colo-
entonces, postular una lectura que tenga en cuenta el nia, no hay ningún ejemplo indiscutible de ella. Lo que
178 Martín Lienhard
La voz y su huella 17~

sí existe, son textos escritos de «marca- indígena que se


insertan de algún modo en un proceso literario sumamen- mexicayotl, finalmente, es una lista genealógica pOCG
te complejo a raíz de la -diqlosia •• literaria reinante. narrativizada que llega, con un cómputo a la vez azteca
El supuesto autor del texto que comentaremos,Fer- y cristiano de los años, hasta el año-s-caña/ 1578.
nando Alvarado Tezozornoc, fue nieto de Moteuhczoma, Dicho de otro modo, aun un texto como éste, provis-
último señor (tlatoani) precortesiano de México-Tenoch- to de todas las marcas de la "autenticidad» (escrito en.
titlan. Su Crónica mexicana [19801, narra, en español, la náhuatl, de «autor índíqena-), difícilmente se puede con-
historia «oficial» de los aztecas. siderar, con todas estas intervenciones de una instancia
escriptural. como un discurso indígena prchispánico. Te-
Otro texto en cuya elaboración intervino el cronista, zozomoc afirma dirigir su texto a los utexica, a los le.
la Crónica mexicayotl I'I'ezozomoc 19751,· presenta, en nochca, es decir a su propia colectividad ctnica (parra
náhuatl y con formas diegéticas totalmente distintas, una fa 3, 7). Como él mismo sugiere, su crónica se sitúa el!
versión menos «mestiza" de la historia azteca. Aquí, Te- la tradición de los códices glificos, (párrafo 2, 5); sin
zozornoc, al parecer redactor de la primera parte de embargo, el gesto del escritor no es «tradicional» o nrti·:
un texto cuya cordinación se debe sin duda atribuir al nario. Volver a animar, en 1609 -e ignorando aparente-
historiador Chirnalpahin, afirma que se trata de la trans- mente la ruptura que significa la conquista- una tradi-
cripción de un huehue tlahtolli (<<antiguaamonestación ••), ción interrumpida casi un siglo antes, trabajar en la
de la presentación del saber histórico de los ancianos conservación de la memoria étnica, es sin duda una op-
(párrafo 6). Ahora, los nobles -parientes suyos- que le ción política «disidente» en el contexto colonial de co-
sirvieron de informantes, como el escritor puntualiza lue- mienzos del siglo XVII; una opción que traduce el cues-
go (párrafo 7), han sido de los primeros que adoptaron tionamiento de la política oficial de asimilación de la
el cristianismo. A otro informante, Alonso Franco (¿Fran- aristocracia' indígena.
cisco?) de México-Tenochtitlán. muerto en 1602, el na-
rrador o el «editor» lo califica de "mestizo» (párrafo 34). ¿Y qué opción representa ahora, independientemente
Ya no resulta posible, pues, sostener que los dueños del o
de que su autor sea el mismo Tezozomoc no, la Crónica
discurso oral hayan sido •.indios prehispánicos». mexicana? ¿ Qué significado atribuir al hecho de que se
haya escrito no en náhualt, sino en español? Trataremos
Por otra parte, el conjunto del texto es sin duda al-
de deducir las respuestas a partir de un breve análisis
9una el resultado de un «montaje»: en el párrafo 34 se .
de su comienzo, que reproducimos a continuación:
menciona que termina el huehue tlahtolli de Alonso
Franco (¡, Francisco?); un poco más tarde, en el párrafo
La venida que hicieron, tiempos, y años que estuvie-
62, el yo del cronista se identifica ahora -sorpresa para
ron en llegar á este Nuevo Mundo, adelante se dirá,
el lector que creía estar leyendo a Tezozomoc- como Do-
Y así ellos propios persuadiendo á los naturales por
mingo de San Antón Chimalpahin, el conocido compila-
dar de las Relaciones originales de Chalco Amaqueme- la estrechura en que estaban, determinó y les habló
can [Chimalpahin 1965); la última etapa de la Crónica su Dios, en quien ellos adaraban Huitzilopochtli,
Ouetzalcoatl, Tlalocateutl, y otros como se irán tra
180 Martín Liénhard La voz y su huella, 181

tando. La venida de estos Mexicanos muy antiguos, tiempo que llegaron esta Ciudad habían andado, y
á

de la parte que ellos vinieron, tierra, y casa antigua caminado muchas tierras, montes, lagunas, y rios
llamada hoy dia Chicomozioc que es casa de siete l'I'ezozomoc 1980: 223-224),
cuevas cavernosas. Segundo nombre llaman Azilan,
que es decir asiento de la Garza, (ó abundancia de El texto que se acaba de leer,fragmento de la Ctáni-
ellas). Tenían en las Lagunas, y su tierra Aztlán un ea mexicana, de Tezozomoc, parece insertarse sin dis-
Cú, y en ella el templo de Huitzilopochtli, Idolo, cusión posible en el conjunto de los textos narrativo s de
Dios de ellos, en su mano una flor blanca, en la lengua española; su tema, historiográfico, es el de los
propia rama del grandor de una rosa de Castilla, orígenes de los aztecas. Ahora ¿ quién habla de hecho
de mas de una vara en largo, que llaman ellos Az- en este texto, para qué ••oídos", y con qué actitud frente
taxochitl, de suave olor. Antíguamente ellos se jac- a la materia narrada? ¿ Qué significa realmente este
taban llamar Aztlantlaca. Otros les llamaron Azte- texto?
cas Mexitin, que este nombre de Mexitin quiere
decir Mexicano: como más claro decir al lugar ma- Una serie de signos textuales sugieren primero un na-
nantial de la uba, así Mexi, como si del Maguey sa- rrador más que «español». metropolitano. La voz que ha-
liera manantial, y por eso son ellos ahora llamados bla se distancia de los actores principales, los aztecas, re-
Mexicanos, como antiguamente se nombraban Mexi- firiéndose a ellos, sistemáticamente, con la tercera perso-
ea, Chichimeca, Mexicanos, Serranos, Montañeses; y na del plural: ••ellos •• -y no, como podría esperarlo el
ahora por el apellido de esta tierra y Ciudad de lector pensando en el apellido azteca del supuesto autor,
México Tenochtitlan, el tiempo que á ella llegaron ••nosotros». Los aztecas, pues, como se dice, ••llegaron á

viniendo huyendo desbaratados de los naturales In- este Nuevo Mundo ••: el narrador, pese a que se ubica pre-
cisamente en el ••Nuevo Mundo ••(éste N. M.), habla como
dios dé Culhuacan su vecino, que ahora es dos le- á

desde la otra orilla del Atlántico; sólo desde Europa, en


guas de la Ciudad de México, persuadidos del De-
efecto, puede tener sentido referirse a México Como a un
monio Huitzilopochtli, llegaron á la dicha Ciudad,
mundo "nuevo". La mención de las divinidades autócto-
que es ahora México Tenuchtitlan, porque el dia que
nas, como en cualquier panfleto misionero, va precedida
llegaron á esta Laguna Mexicana, en medio de ella
o seguida del calificativo eurocentrista "ídolo ••o "demo-
estaba, y tenía un sitio de tierra, y en él una peña,
nio »,
y encima de ella un gran Tunal, y en la hora que lle-
garon con sus balzas de caña, corrido, hallaron en
ó Los parámetros de comparación ("del grandor de una
el sitio la oja, piedra, y Tunal, y al pie de él un hor- rosa de Castilla ••), igualmente, ostentan una ascendencia
miguero, y estaba encima del tunal una águila co- transoceánica.
miendo y despedazando una Culebra, y así tomaron. Este narrador supuestamente «español», sin embargo,
el Apellido, Armas y Divisa, el Tunal y Aguila, que no pierde ninguna oportunidad para señalar y comuni-
es Tenuchca o Tenuchtitlan, que hoy se nombra; y al car su conocimiento de la cultura y del idioma autóctonos.
La voz y su huella 183
182 Martín LíenJiaul

flor sagrada y el nombre de ésta, Aztaxochitl, pero deja


Su constante preocupación de traducir, de explicitar el -de explicitarla para el destinatario «español»: Axta-xo-
universo en náhualt sugiere que su texto se destina ex- chitl (garza-flor), hubiera tenido que decir, es la FIel'
. clusiva o prioritoriamente a lectores ajenos a este uni- -de la Garza, y se vincula al lugar de origen de los azte-
verso. Sería más exacto, pues, calificar a este narrador cas porque éste, en su hipotética forma "original ••, suena
de -íntérprete intercultural-. De modo generaL como lo Aztatlan (garza-lugar).
muestra A. Escobar [3.2/1984) a propósito de Garcilaso
de la Vega elInca, los cronistas que asumen una función Para explicar la etimología de mexitin (mexicanos), el
de intérpretes interculturales se apoyan en las conquis- narrador recurre a una explicación que tiene todas las
tas científicas de la filología renacentista , sus explica- apariencias de una operación intcrcultural. Para suge-
ciones, naturalmente, siguen las pautas de la lógica oc- rir al lector (metropolitano) la imagen del para él des-
cidental. 'conocido "manantial del maguey », se propone su analo-
gía con la del supuestamente más familiar "manantial de
En una lectura superficial y rápida, la lógica que es-
la uva ••; analogía que se basa menos en la homología vi-
tructura el fragmento de Tezozomoc, en efecto, parece
sual o botánica de las dos plantas que en el jugo fermen-
ser «filolóqica-. Un análisis algo pormenorizado, sin em-
tado que extrae de ambas: pulque y vino. Si el lector está
bargo, revelará que el sistema de la traducción, más apa-
sin duda dispuesto a admitir esta analogía, no puede
rente que real, es una forma prestada, no una estructura
entender todavía, en cambio, qué diablos tiene que ver el
operativa. Trataremos de mostrado con algunos ejemplos.
maguey o la uva con los mexitin o mexicai no se le ha
Los protagonistas de la narración, se dice, .tratan de aclarado, en efecto, que maguey en náhuatl suena me
persuadir a los "naturales u de que su proyecto (la migra- (tl), y que xic (tli) , "ombligo, fuente, origen ••, podría lla-
ción), les conviene. ¿A quiénes se refiere el término de marse a la herida de la cual chorrea el jugo del maguey .
.•naturales ••? En el léxico colonial 'español. esta voz se sue- La elaboración de esta etimología, altamente inverosímil
le referir al conjunto de los autóctono s, sin diferenciarlos además de mal explicitada. demuestra sin embargo las
socialmente; aquí, sin embargo (la confirmación se en- ambiciones «filolóqicas •• del texto.
cuentra en la Crónica mexicayotl), Tezozomoc quiere re-
ferirse a los macehuales, término de clasificación social Para explicar, más tarde, el "por qué" -es decir la eti-
que se aplica a los campesinos o "indios comunes", mología- del topónimo Tenochtitlan, se narra toda la
historia de la llegada de los aztecas a un punto de la
Decir que Aztlan, topónirno de origen incierto. significa;
Laguna Mexicana; en esta historia aparecen, sucesiva-
"asiento de gal'zas u , es poco exacto en términos filolóqi-
.mente, una peña, un tunal, un hormiguero, un águila y
coso Más lógica (pero no necesariamente cierta) es la
una culebra. Estos elementos (sin el hormiguero), com-
explicación que se sugiere en la Crónica mexicayotl (pá-
ponen, efectivamente, el «dibujo» que significa, en los
rrafo 29); Aztlan seria una forma contraída dé azia-tlan
textos glíficos, Tenochtitlan. Pero el nombre de la ciu-
(garza-lugar), ••lugar de garzas »,
dad no contiene todos estos elementos, ni se compone,
Más adelante, el texto sugiere una relación etimolóqi- como creerá el lector, de (por 10 menos) «tunal ••y «áquí-
ca entre el origen de los aztecas, el color blanco de su
184 Martin Lienhard

La voz y su huella 185


la», sino de los equivalentes nahuas de la piedra (te-tI)
y el rural (lloch-tli). El hormiguero, por otra parte, no
posiblemente, en una afirmación como "otros les llamaron
suscitará ninguna asociación en el lector hispánico; el
Aztecas Mexiiin»,
hablante del náhuatl, en cambio, 10 vinculará al topóni-
mo azteca Azcapotzalco (..lugar del hormiquero»).
I loca- El segundo sistema, obviamente, es el de la tradición
lidad situada a pocas leguas de México-Tenochtitlán, o fundamentalmente oral de los mexica. No sólo la mayo-
ría de la información contenida en el texto, sino también
lo interpretará como ••aglomeración urbana», uno de los
significados de azcapotzal-u. su puesta en forma concreta (diéqesis), se deben atribuir
al impacto de ese sistema autóctono.
La operación intercultural. más aparente que real, que La presencia de dos sistemas activos en un solo texto
constituye la estructura superficial de este texto, oculta corresponde al desdoblamiento (típico de la escritura
mal el predominio de un pensamiento autóctono. alternativa) de la instancia narrativa, a su escisión en
Las repeticiones sincnímicas ("llegaron viniendo», «an- las dos funciones del "dueño de la escritura •• y del «due-
dando, y caminando») y la sintaxis a menudo paratáctica .ño de la memoria y el discurso orales ». En el caso de este
(Hy _ __ y_. _ y_.. v-). típicas de la exposición oral ná texto, una sola instancia (el supuesto narrador Tezozc-
huatl, así como una serie de otras particularidades sin- rnoc) asume de hecho ambas funciones. Estas, sin embar-
tácticas (omisión de preposiciones, inversión del orden go, no se llegan a fusionar ni a completarse mutuamente.
corriente de las palabras), contribuyen todavía a sugerir Se diría, más bien, que la primera estorba el trabajo de
el origen no hispánico, no escriptural del discurso na- la otra y viceversa.
rrativo. El funcionamiento de este texto, determinado por dos
sistemas de significación rivales, se puede comparar con
El conjunto de estas observaciones impone una evidcn- el de la economía de las comunidades andinas según las
da: dos sistema, de significación neta mente distintos tesis de ]. Golte y M. de la Cadena [3. 2/1983J: ésta se
compiten, se superponen e interpenetran e~l este texto, vería «codeterminada» por el sistema no mercantil tra-
El primero, que es el de la tradición literaria y Iilolóqi- dicional y por el del mercado (local, nacional, interna-
ea europea, determina la forma exterior del texto (cróni-
cional). El predominio del primero o del segundo sistema
ca historicqráfica}, la orientación genérica de la pC1'S'
depende de la coyuntura concreta y de las soluciones
·'-\·','hIT" narrativa, los parámetros de comparación, la elec-
puestas en obra para enfrentada.
ción del español en tanto que vehículo idiornático y el
La comparación entre estos dos casos de «codetermina-
principio de la traducción de los conceptos no europeos,
ción» no es arbitraria, puesto que tanto en nuestro texto
El mismo sistema, todavía, es responsable de digresiones
como en las comunidades andinas se trata de un enfren-
informativas ("que ahora es á dos leguas de la Ciudad de
tamiento, impuesto por un contexto «colonial». entre un
México») innecesarias para .un destinatario autóctono. Un
modo de hacer tradicional, local, y otro "moderno ••, inter-
use incipiente de procedimientos de la historiografía eu- nacional.
ropea (comparación y crítica de fuentes) se puede ver,
Si nos planteamos, ante el texto de Tezozomoc, la pre-
gunta acerca del posible predominio de uno de los dos
La ~'OZ y su huella 181
186 Mart.in Lienhard

sistemas, no obtendremos sino una respuesta ambigua. .•explicaciones»,ella -en tanto sistema textual- no se di-
En el nivel de las oposiciones escritura /oralidad y espa- rige realmente a un lector metropolitano. A éste, en efec-
ñol /náhuatl, se imponen, desde luego, los principios im- tó, no se le hacen las ••concesiones» suficientes. Los co-
portados. En sí, la presencia del español no equivale a mentarios explicativos no constituyen ninguna guía para
«europeización»¡ ciertos textos coloniales en náhualt, sin que él se ubique en el universo conceptual. densamente
la menor duda, son más ••europeos ••que la Crónica mexi- azteca, del texto. No hay tampoco ninguna apropiación
cana. El empleo de la escritura europea, en cambio, im- real de los principios de la historiografía renacentista.
plica una ruptura radical .con la oralidad predominante como sí la constatamos, por ejemplo, en la historioqra-
de los pueblos mesoamericanos. En el nivel semántico fía del cronista Ixtlilxóchitl. Además, el rechazo aparan-
parecería predominar el sistema náhuatl. pero cabe agre- Ie, por parte del narrador, de ciertos núcleos (religión)
gar inmediatamente que un muy hipotético lector mono-- de la cultura autóctona, oculta mal su persistente vigen-
lingüe de este idioma no podría descodificar este texto cia estructural,
elaborado en español: al náhuatl pertenece la semántica.
El lector implícito más verosímil sería, entonces, un
de los conceptos no la del texto en general. azteca no «renegado", pero con conocimientos adecuados
De hecho, sólo un lector de tipo nuevo, bilingüe y bi- del español y de la escritura europea. ¿Pero por qué ha-
cultural, reune todas las condiciones para captarlo en to- ber escrito el texto en español, cuando en la misma épo-
das sus ·dimensiones. . ca, otros cronistas escribían en náhuatl y en otros idio-'
mas mesoamericanos? Ignoramos si, históricamente, esta
La Crónica mexicana: ¿crónica europea o indígena?
crónica es el resultado de un encargo o de la iniciativa
Todo lo que precede nos autoriza a afirmar que no es
de su autor. Tenemos que buscar en el propio texto, pues,
ni lo uno ni lo otro. No es tampoco «mestiza», si me-
un comienzo de respuesta. '.
diante este término se quiere aludir a un conjunto se-
. miótico cuyos signos de origen se han desprendido de Escribir una ••crónica ••en español (o en latín) signifi-
sus universos respectivos para configurar un sistema de -caba, en el contexto de la Nueva España, insertarse en
signos nuevo, dotado de una coherencia propia; para la esfera de la literatura -universal» del momento, la del
llegar a ser un texto ••mestizo» en este sentido la Cróni- imperio mundial cristiano y español. Normalmente, tal
ca mexicana carece, en efecto, de una lógica unívoca que inserción pasaría por la adopción de las reglas que rigen
la explicaría en todos sus elementos. Si lo -mestizo ••, en este conjunto: uso de un idioma "universal •• (español o
cambio, es la esfera de lo •.híbrido .•, del conflicto entre latín), aceptación del cristianismo. El autor de la Cró-
los sistemas de signos autóctonos y los de origen europeo, nica mexicana decide, efectivamente, agregar su voz a las
este texto seria un excelente ejemplo para ilustrarlo. 'que ya configuran tal literatura -universal ••, pero sin ter-
minar de pagar el precio exigido. Su voz, en efecto, no
¿Cuál es, finalmente, la "opción ••-en el sentido de la: suena «universal ••, sino azteca. De este modo, él propone,
pregunta inicial que hicimos al texto- que realiza la quizás sin ser consciente de ello, una transformación de
Crónica mexicana? Contrariamente a 10 que parece des- Ias reqlas de homogeneización cultural que rigen la li-
cubrir una lectura rápida, 'j' pese a 10 que sugieren sus-
188 Martin Lienhard.
CAPITULO VI
LA SUBVERSIÓN DEL TEXTO ESCRITO
teraturasuniversal ••de su momento: .ésta debería asumir
1~ pluralidad cultural que caracteriza, de hecho, la auto- EN EL AREA ANDINA (GUAMAN POMA
proclamada «Monarquía universal ••. Exigencia que, como DE AYALA, J.M. ARGUEDAS)
sabemos, no se iba a poder cumplir en el marco de" un
imperio conocido por su tendencia al monolitismo Cultura hegemónica, culturas marginadas
cultural.
La producción de textos escritos surgió, en el área an-
Basada en esta estrategia poco realista en términos dina, como «propiedad ••del nuevo grupo hegemónico eu-
de comunicación literaria, la Crónica mexicana aparecer ropeo que se impuso con la conquista. Este grupo, que
pues, más que los textos historiográficos escritos conse- se fue ramificando y «acriollando- a 10 largo de la histo-
cuentemente en náhuatl o en español (que no dejan de ria reqional. dictó y sigue dictando las funciones de los
ostentar, también, rasgos de hibridismo). como un experi- textos, sus génerDs, las condiciones de su elaboración
mento literario fallido. En su intento, sin embargo, de y difusión. Dentro del sistema de dependencia colonial
crear una literatura congénitamente «mestiza ••, global- y semicolonial, sin embargo, el sector hispano-andino
mente irreductible a uno de los dos conjuntos de siste- dominante desempeña, ante todo, el papel subordinado
mas semióticos disponibles, este texto se inscribe a su de «intérprete ••de los estímulos provenientes de las me-
modo, como también los de Sahagún, Ixtlilxóchit1 y otros, trópolis europeas. Las formas, las jerarquías y los valo-
en. la búsqueda de una voz literaria nueva, adecuada a res literarios vigentes en un momento dado se derivarán,
una situación igualmente nueva. pues, de los que se vayan imponiendo en las metrópolis.
Especialmente en las zonas poco atractivas desde el
punto de vista de una economía exportadora, el poder co-
lonial dejó subsistir -no sin reorganizarlas previamente-
una serie de subsociedades tradicionales, relativamente
autónomas, cuyas prácticas económico-políticas y simbó-
licas siguieron, en 10 esencial, unas pautas andinas tra-
dicionales: economía de subsistencia reacia a la acumu-
lación, sistema de ayuda mutua, propiedad comunal de la
tierra considerada como inalienable, religión agrada ba-
sada en el culto a los elementos significativos del cos-
mos natural (cerros, tierras, etc.). escasa división del tra-
bajo e integración de las actividades económicas y políti-
cas. Siempre, sin embargo, los comuneros se vieron por
10 menos pasajeramente propulsados en la esfera «nacio-
na1••: trabajo más o menos forzado en las mismas, leva'
militar, etcétera.
190 Martín Lienhord
La voz y su huella 191

Tras un relativo aislamiento de siglos, estas subsocie-


dades van sufriendo hoy un proceso acelerado de inte- proceso de decantaciónescripturaL no logran articular
gración contradictoria al sistema político-económico glo- satisfactoriamente los estímulos de los múltiples códigos
bal de signo capitalista; penetración del sistema del mer- ajenos a la escritura que ofrece una cultura predominante-
cado en las comunidades, escolarización, éxodo rural. mente oral como la quechua. En el choque con la cultura
oral, el texto escrito tiende a estallar, a fragmentarse.
La más representativa de las subsociedades tradiciona-
les es la red de comunidades andinas quechua-aymaras. Los textos subversivos, suscitados en definitiva por el
vinculada hoy a las colonias urbanas de los excomuneros malestar de los letrados biculturales. mal asimilados al
emigrados. El sistema cultural andino, de ascendencia pre- sector dominante, plantean a su modo el antagonismo
hispánica pero hace tiempo restructurado a partir de político-cultural impuesto por la conquista y perpetuado
una serie de elementos ajenos (cristianismo, familia eu- por los poderes virreinales y republicanos. Explícita o
ropea), se ve expuesto actualmente a la penetración implícitamente, ellos proponen una solución, una utopía
masiva de las relaciones y los valores capitalistas. Las socio-política que se nutre fundamentalmente de los va-
prácticas literarias, sin embargo, van conservando una lores menospreciados de la cultura quechua -y de otras
cierta autonomía: el sistema oral sigue predominando. culturas marginadas. Según la época, el conjunto de ta-
La conflictiva coexistencia multisecular, en un con- les valores se manifiesta en sus grandes líneas bajo la
texto colonial o semicolonial, de dos sistemas culturales forma de un "cristianismo auténtico •• (Colonia) o de un
opuestos (<<andino y -occídental-) suscitó unos proce-
ll «socialismo auténtico», formulaciones andinas que se opo-
sos de interacción complejos, mayormente a favor de la nen a sus versiones criollas degradadas :el cri stianismo
cultura occidental, a veces también a la inversa (apro- de fachada de los españoles o el socialismo esclerotizado,
piación selectiva de ciertos valores andinos -idioma, inadecuado a las condiciones concretas del área, de los
prácticas mágicas, etcétera- por parte de los mistis). criollos modernos. En más de un sentido, pues, tales tex-
tos constituyen una literatura alternativa.
Literatura alternativa
Nos referiremos a continuación a las dos obras mayo-
Una manifestación específica de tal interacción es el res de este tipo, la crónica enciclopédica Primer nueva
surgimiento, en el marco de la producción literaria es- coronica y buen gobierno dE!! supuesto cacique quechua
crita, de textos interferidos por factores cuyo origen se Felipe Guaman Poma de Ayala [1615/1980J, escrita e
Iwlla en la cultura quechua : dualismo andino, representa- ilustrada a comienzos del siglo XVII, y el conjunto, igual-
ción andina del espacio-tiempo, prácticas rituales y ver- mente enciclopédico, de la obra narrativa y poética del
bales, idioma quechua. Al trasladar tales elementos al misti José María Arguedas 0983l. El área cultural de-
texto escrito, sus autores acaban por subvertirIo. Los terminante para ambos autores ,abarca los departamen-
vehículos europeos que dominan el horizonte literario tos peruanos actuales de Huancavelica, Ayacucho y Apu-
(crónica, novela, cuento, poesía), elaborados en un largo rírnac, región dominada en la época preincaica por la
confederación de los chankas, pokras y wankawil1kas.
La voz y su huella 193
192 Mattin Lietihard

bien Arguedas afirma apoyarse en el socialismo andino-


Ambos autores, casualmente, mantuvieron una relación marxista de Mariátegui, la configuración concreta de sus
privilegiada con la actual provincia de Lucanas (depar- obras, poéticas o narrativas, tiende más bien a afirmar
tamento de Ayacucho). Como 10 sugieren los estudios una utopía algo fluctuante de raigambre andina.
etnohistóricos y antropo1ógicos, la cultura campesina de I La homologia entre la obra de Guaman Poma y la de
esta área se modificó relativamente poco entre la epoca Arguedas, perceptible a condición de manejar un con-
del Guaman Poma y el comienzo del siglo xx, que co- cepto flexible de lo «literario- y de tener cn cuenta las
rresponde a la niñez de Arguedas. sucesivas transformaciones históricas de la jerarquía y
de las funciones de los diferentes discursos escriptura-
El modelo literario fundamental para la obra de Gua-
les, permite captar 10 que Iwy de permanente, en el mar-
man Poma es la crónica histórico-filosófico-antropolóqica
co colonial y republicano, en la relación entre el sector
del renacimiento, cuya expresión más alta, en el área an-
hegemónico y las subsccíedades marginadas.
dina. es la Historia natural y moral de las Indias, del je-
suita j oscph de Acosta [1590/1954l. Como lo demostró
Adorno 11986], Cuaman Poma (que cita a Acosta, f. 1089) La subversión lingüística
conocía por 10 menos de oídas varios textos de este tipo.
El proyecto concreto de Cuarnan Poma consiste en una ¿ Cuáles son, en estos textos escritos, los niveles que
defensa e ilustración del sistema estatal andino (preinca e se ven subvertidos, expuestos a las interferencias de ori-
inca), una denuncia pormenorizada de los defectos del gen 'oral-popular? Para contestar a esta pregunta, nos
sistema colonial « real» y la propuesta de una «tercera acercaremos a los textos concretos. Partiremos de 10;; fe-
vía ••: la integración del estado indo-cristiano (versión nómenos más evidentes -y superficiales- para .ir des-
algo adaptada del estado prehispánico) en una utópica cubriendo, poco a poco, las interferencia s más subte-
monarquía cristiana universal, hegemonizada por los rráneas.
reyes de Castilla. El lector de las obras de Guaman Poma constata, de
El punto de partida de Arguedas, en pleno siglo xx, es entrada, un fenómeno de diglosia superficial: la cita de
obviamente distinto. El modelo (o anti-modelo) para sus, fragmentos de origen quechua u oral. La cita léxica -es
relatos es la narrativa «social» de fines del siglo XIX y co- decir el hecho de salpicar el texto escrito con una serie
mienzos del xx, representada en la América Latina por de vocablos 'típicos de un idioma o sociolecto ora1- ca-
.el llamado -reqionalísmo- o su variante «indiqenista». racteriza no pocas de las primeras crónicas europeas es-
Esta literatura se caracterizaba por una perspectiva total- critas en América (Motolinía en México, Sarmiento de
mente ajena' -a menudo paternalista- a los universos Gamboa en Perú, Léry en Brasil), donde traduce la difi-
-marqinales- evocados. Es cuanto a la poesía en quechua cultad de hallar equivalentes léxicos españoles para los
,de Arguedas, resulta difícil atribuirle un ••modelo n ; pese conceptos autóctonos. En la más reciente novela ••regio-
a ciertas resonancias nerudianas, parece que aquí, los nalista •. venezolana o andina, para no citar sino las co-
factores subversivos arrasaron casi completamente con rrientes ••ruralistas», la «misma- práctica debe producir
los elementos de la tradición occidental o criolla. Si
194 Martín Lienhard La voz y su huella 195

el deseado «color local». Para comodidad del lector ur- cepción especial de la luz y de los sonidos, un sector .del
bano, los editores solían agregar a los textos regionalis- ndo animal y mineral. algunos instrumentos
mu_.. musica-
.. ,
tas un glosario de los vocablos exóticos. Pese a una apa- les y los
os rit
1'105 en que ~
"e usan
u."r H, ,. I~'
stra .~.:J'
~,', el écica , la aparrcion,

rente analogía, las implicaciones de la cita léxica quechua de vocablos quechuas en los relatos de Arguedas remite
en Guaman Poma y Arguedas son mucho más radicales. El a las cordenadas de un sistema lingüístico quechua que
cronista de Lucanas subvierte sistemáticamente su discur- informa .muchas articulaciones del texto aparentemente
so con conceptos quechuas estratégicos que delatan la «occidental»,
presencia de las categorías analíticas (cosmológicas, 513- La cita de cantos o de fragmentos enteros de di~cu:-
ciales, simbólicas) de la cultura quechua , sos oral solía ser, especialmente en la no~ela nr:glOna-
·t u- ~u
l18"a" .
variante . dilQólbc,",',
"1n ,~.' d·n m t r u co
un ~ literario
- para
' ... 1
o '- ~
En este mes [pacha pucuy . marzo] sacrificauan car- . baio costo la presencia de una cultura ora -
sug'enr a ,1 L", -'- ,•.•
neros negros a sus.ydolos y dioses, uaca bilca [divi- " '.¡' tam l
...
ién el ceneralmente ficticio arraigo po-
popuJar y, t. lhe: r tJ --
. .. l"
nidad local], orcocuna [cerros], questauan nombra-
pular del autor. Un ejemplo clásico de este p:oce:llymen-
das por los YI/(I(f8. Y hazían muy muchas seremonias
to serían los cuentos «populares» que Cir<: Aleqria. c~~-
('(111 los pOlltil'l'ZCS, llalla uiza, conde uiza, y con los
temporáneo y compatriota de Arquedas. intercala peno'
!({YCIIC()lltIS, hichcscros, que hablauan con los demo- •
dicamente en su discurso nave 1esco. Los r, Ira
raqmerentes.,,0;:;
de
nios, Y hacían 10 acostumbrado, ayunado no sé qué
discurso «oral-, cuidadosamente delimitados para no co~-
días el comer de la sal y de la muger nunca tocauan
taminar el discurso narrativo, no modifican sino superfi-
no comían fruta alguan ni usaua taquies [música-
danza ceremonial) (E. 243). cialmente las características convencionales del te,xt~ es-
. '. eñalan por
críto , es Inas, s_ " •.. . ,. ~el contraste r la exterioridad
José María Arquedas, mejor familiarizado con la pro- del narrador respecto al mundo popular evocado ':
blemática de la comunicación literaria, dosifica con cui- En la obra de Arguedas, las citas largas --·por :Jem~10
dado la frecuencia de las citas Iéxicas quechuas. Como 1os can¡:. os en VC··"l·O·
L"
n bilingüe
'-- -.
Cine aparecen en. LOS nos
Guaman Poma, él no les agrega siempre su equivalente pro 1unCLOS
:¡ y Todas
..u· '-, J.las-» sanqres= ostentan
~\A. H.. una vincula-
••..•

en español, para no perder la carga semántica del con- ción compleja con el sistema dieqético de lü~ textos; p~ra
cepto quechua. Para permitir al lector europeizado ubi- percatarse de ello, basta imaginarse el capitulo X ("Ya-
carse, a pesar de todo, en un universo narrativo parcial- war mayu-) de Los rios profundos sin los textos de los
mente ajeno, Al'guedas lo obliga, en sus meditaciones .
cantos: desaparecería,, lpSO
. f a~c,..
zto la propi1 .ca~ diéqesis
• -': . na-

lírico-ei:imológicas, a penetrar, él través de cadenas de
nativa, basada en los cantos y su recepción por el áudi-
asociaciones sucesivas, en el pensamiento lingüístico que-
torio de la chichería. Una función importante de los can-
chua, Recuérdese, a este respecto, la larga digresión aso- .". '11

tos transcritos, por otra parte, es la de remitir a ra pre-


ciativa en el sexto capítulo de Los rios profundos: a par-
tir de los elementos primtivos yllu e illa, va surgiendo sencia, no por subterránea menos incisiva, de un sis~ema
todo un núcleo sernántico quechua que implica una per- de signos quechua que compite con el de origen criollo.
196 Martin Lienhard
La voz y su huella 197

En cuanto a Guaman Poma, el hecho de reproducir los


Cuando un escritor se propone trasladar un produc-
cantos, los fragmentos discursivos y otros elementos ver-
to del sistema oral a un texto literario, tiene que ex-
bales en quechua sin agregarles su traducción al español,
traerlo de su contexto original, despojarlo de su mate-
ubica su crónica parcialmente fuera del circuito hispano-
occidental. rialidad, reducir su espesor semiótica a la dimensión ver-
bal. Los problemas planteados por la transformación de
la expresión oral en escritura han dejado profundas hue-
En tanto que signos de la oralidad, las «citas .• que aca-
llas en los textos de Guaman Poma y Arguedas.
bamos de mencionar plantean, de modo más general, el
problema de la relación entre el texto escrito y la cultura
El lector descubre a primera vista que la crónica de
Guaman Poma combina un sistema de signos icónicos
oral que 10 alimenta.
(dibujos) con un sistema escriptural. Si los dibujos con-
Entre la expresión oral y el texto escrito existe una tribuyen a producir el "mensaje» global del texto (d. Ló-
asimetría notoria. El sistema de expresión -oral-, en efec- pez Baralt 1982), ellos señalan al mismo tiempo su ori-
to, trabaja con una cantidad mucho mayor de códigos gen no exclusivamente verba!. La secuencia dedicada a
que el de la escritura. El texto escrito tiende, esquemáti- los doce Incas [ff. 86-119) se basa sin duda en una tra-
camente, a sugerir un discurso humano por medio de sig- dición cuyos "instrumentos •• fueron las momias vestidas
nos gráficos convencionales. Pero tal discurso sólo se ac- y ataviadas de los propios Incas. Durante la época íncaí-
tualiza (deja de ser "letra muerta .•) en la imaginación del ea, éstas solían exhibirse ante la población en unos ritos
lector. Además de los códigos lingüístico s (idioma y sus de tipo «triunfalísta u (cf. cap. VII).
registros), la narración escrita se vale de una serie de La detallada descripción del edificio social del estado
convenciones elaboradas fundamentalmente dentro de la mcaico parece apoyarse, a su vez, en una tradición oral
tradición escriptural occidental. "inscrita» en los kipu incaicos. Estos instrumentos mne-
El sistema de expresión floral .•, en cambio, emplea todo motécnicos permitían acumular datos numéricos, no dis-
un abanico de sistemas de signos: no sólo determinados cursos verbales, circunstancia que explica sin duda el
lenguajes y convenciones narrativas o poéticas, sino tam- carácter eminentemente estadístico de la representación
bién la pronunciación, la entonación, el ritmo enunciativo,
de las categorías sociales. Los grupos jerárquicos o pro-
la expresión facial y corporal. A estos códigos, a menudo,
fesionales, las clases de edad, 'Configuran uno elencos cu-
se vienen a agregar los de la música y de la coreo-
yos escasos elementos narrativos siguen unas pautas re-
grafía. La -obra de arte oral» involucra, además, al pú-
petidas constantemente.
blico presente y aprovecha todo el contexto físico (pai-
saje natural y arquitectónico), el tiempo astronómico y Igualmente significativa resulta el procedimiento se-
meteorológico. El conjunto del ••texto", finalmente, se guido por GuamanPoma en la evocación de la vida ri-
vincula a diferentes prácticas de la colectividad impli- tual de los pueblos andinos. Al contrario de los cronis-
cada: trabajo, política, religión. tas españoles, el cronista quechtia renuncia en gran par-
te a describir la actuación física que forma parte de los
193 Martin Lienhard La voz y su huella 199

ritos. Su estrategia se asemeja a la de un narrador oral También elementos provenientes de fuentes escritas;
que no necesita contar a su auditorio 10 que él y ellos transformados en fragmentos auditivo s por el tratamien-
conocen y entienden del mismo modo, puesto que per- to fonético-sin táctico «oralízante •• a que los somete Gua-
tenecen al mismo mundo. Guaman Poma s;e limita a re- mán Poma, se incorporan a este mosaico. La sociedad,
producir el elemento variable, los textos de los cantos, las características y los sucesos del presente, descritos
sin traducirlos al español. Quizás porque dentro de su mediante fragmentos del diálogo o «políloqc- social, de-
concepción, los textos transcritos Ilevan todavía el sello sembocan así en una especie de sinfonía disonante, in-
de su autentificación colectiva; que impide su manipu- telígible sólo en una lectura «auditiva ••.
lación. Quizás también porque la música, la coreogra- Algo semejante se podría decir del idolecto literario
fía, siguen de algún modo adheridos a los textos en que- que el narrador-compilador emplea en su propio discur-
chua, mientras que en una traducción española, tales ele- so narrativo. A menudo difícil para el lector hispánico
mentos no verbales dejarían definitivamente de existir. porque se mueve fuera de las normas del lenguaje escrito,
A partir de los cantos en quechua, un hipotético lector este discurso recupera su eficacia expresiva él. condición
quechuahablants podría todavía reconstruir, en su ima- de que el lector 10 reconstruya oralmente. Esta operación,
ginación, el conjunto ritual. en efecto, revela un sociolecto español transcrito fonétí-
En su exploración crítica del. presente colonial, mu- camente, casi idéntico al que emplean hasta hoy los emi-
cho más narrativa que su representación de la historia grantes bilingües de la misma región [d. 3.1/ Gushi-
prehispánica, Guaman Poma no puede remitirse ya a ken 1979]. En vez de reprochar a Guaman Poma su
una tradición oficial: ésta fue destruida por la restruc- incapacidad idiornática, convendría subrayar, al contrario,
turación española del sistema socio-político. Ahora, en su singular capacidad para reproducir adecuadamente
vez de evocar la nueva situación sólo a través de un dis- las características fonéticas, morfológicas, sintácticas
curso narrativo puro, el cronista presenta al lector, bajo y léxicas de un sociolecto quechuizante sin tradición
forma de mosaico, cientos de discursos, diálogos, frag- escrita, '. El hecho de que éste se siga reproducien-
mentos de conversaciones o expresiones en varios idio- do hasta hoy evidencia indirectamente la permanencia de
mas y sociolectos. Un ejemplo: el galimatías quechua- los factores que 10 hicieron surgir, permanencia que con-
español de ciertos sacerdotes: vierte a Guaman Poma, sin que él 10 deseara, en escritor
contemporáneo,
Apamuy cauallo, Mana Tráeme el caballo. No co- Es en las obras de Arguedas donde se puede estudiar; a
tnicunqui, Padreta ricun- mas, más de tres siglos de distancia, la evolución posterior
qui. Vete a ver al padre. de la escritura hibrida inaugurada por Guaman Poma.
¿Maymi soltera? ¿Maymi ¿ Dónde está la soltera? Es evidente que Arquedas, contrariamente a su coterrá-
muchaclKls? Apamuy do- '¿ Dónde están las mu- neo antiguo, domina como pocos el español literario vi-
trinaman chachas. Tráemelas al gente en su época. Por otra parte, él no conoce la tradi-
ff. 624]. catecismo. ción literaria occidental sólo -de oídas», como a veces pa-
200 Martín Lienhard La voz y su huella 20~

rece ser el caso en Guamari Poma. Su estrategia cultu- diano se encuentra quizás oral de los mis-
en la cultura
ral, no tan disímil de la que informa la Primer nueva tis y mestizos de las ciudades y pueblos del sur andino,
coronica . . .• resulta por lo tanto perfectamente preme- cuya expresión más. característica son los waynos bilin-
ditada.
gües con acompañamiento de guitarras:
La circunstancia, excepcional para un escritor latinoa-
mericano de su generación, de estar familiarizado tanto Prenda querida, negra del alma
con la cultura quechua como con la hispano-occidental, escúchame kay songoypa wagayninta (de este cora-
permite. a Arguedas, durante sus 35 años de labor litera- zón el llanto)
ria y etnológica, experimentar con diversas hipótesis co- Despierta, sal a tu ventana, gawaykamuy
municativas. La elección de una determinada solución en (mírame)
un determinado momento depende de su propio análisis, soy tu fiel amante, songochallayki (tu propio cora-
constantemente puesto al día, de la dinámica cultural y zón) [Arguedas 1976).
lingüística en el Perú. Si en los años 30, Arguedas con-
sideró el español como único idioma literario posible, en Sin embargo, la alternancia -natural- de los dos idio-
1962 empezó a escribir también en quechua, No es di- , mas que caracteriza estas canciones no parece poder
fícil explicar este cambio de actitud: si en 1935 no exis-
trasladarse sin más a la escritura: la distancia entre la
tía, fuera de las aristocracias provincianas de la sierra
moderna expresión escrita y la cultura oral de las comu-
meridional, ningún publico para una literatura escrita
nidades quechuas (los dos polos de la narrativa argue-
en quechua, 27 años más tarde, el éxodo rural masivo
diana) es mucho mayor que la que media entre un «verso-
y una limitada democratización del sistema escolar po-
quechua y un -verso •• español en una canción misti.
día auspiciar el surgimiento de un incipiente grupo de
Queremos dedicar nuestra atención a la producción
hipotéticos lectores de una literatura quechua moder-
na y escrita. central de Arguedas, la novela. Detrás del aparente pre-
dominio de un sistema de signos de orientación occi-
Ante las múltiples soluciones comunicativas adoptadas dental aparecen una serie de indicios de un sistema de
por Arquedas a 10 largo de su vida de escritor [cf. 3.2/ signos quechua, en primer lugar las transcripciones de
Escobar 1984), nos veremos obligados aquí a privilegiar cantos quechuas y la red de interpolacíones léxícas, que
los aspectos más generales de su escritura. La obra glo- remiten al lector a las etnocateqorías de la cultura cam-
bal de Arguedas (narraciones. poemas, ensayos) aparece, pesina. Esta última subyace siempre al texto, aún cuan-
observada desde una cierta distancia, como estructural- do la configuración verbal no 10 indica explícitamente.
mente "bilingüe... El hecho de que todos los cuentos y Algunos trabajos han mostrado que Los ríos profundos
todos los textos poéticos hayan sido escritos, sin tomar permite una lectura unilateralmente occidental sise la
en cuenta los préstamos léxicos, exclusivamente en. espa- coloca en la tradición europea del «Entwicklunqsrornan ••
ñol o en quechua, no disminuye el valor de esta afirma- [3.2/ Harss 1983J. Pero tal lectura pasa por encima de
ción. El punto de partida del bilingüismo literario arque- otra realidad, evidente para un lector familiarizado con
202 Martin Lienhard La voz y su huella 203

la cultura quechua . el sistema de signos quechua sub- ejemplo, presenta un diálogo extenso, sumamente com-
yacente al texto lleva a reinterpretar, en un sentido colec- plejo en su configuración lingüística, Entre un. industrial y
tivo, los procesos de conciencia «individuales- del narra- un Z0170 antropomorfo.' El lector reconoce en el último
dor Ernesto. Marginal desde una perspectiva occidental, personaje una reencarnación del «zorro de abajo» del ci-
Ernesto, con su cosmovisión hispano-quechua. aparece clo. mitológico de Huarochírí [Taylor 198"11. Pero sólo un
en una lectura «andina- como -un sujeto colectivo, repre- lector familiarizado con la cultura andirzi es capaz de des-
sentante de los nuevos sectores cultos de origen andino. cubrir en la competición verbal representada la trans-
Bajo este ángulo, la novela anuncia una transformación posición literaria de una competición de danzanres de tí-
social cuyo éxito depende de la alianza entre los colo- jeras, rito que inaugura el ciclo a~Jl'¡cola en la provincia
nos de hacienda del último capítulo, los mestizos urba- de Lucanas. Así se explican, en efecto, la actuación coreo-
nos (las chicheras de Jos capítulos' centrales) y los sec- gráfica de 103 ínterlccutores. ininteligible fuera de este
tores apenas mencionados, únicos capaces de entender intertexto gestual. sus metamorfosis mágicas, la configu-
la realidad total del país y de indicar las soluciones po- ración lingüística de un diálogo cada vez más vertiginoso
líticas necesar-ias, que termina en un delirio verbal casi sin sentido para un
En la última novela de Arquedas, la infiltración del lector criollo. Un lector iniciado a la cultura del área
texto por elementos ajenos a la tradición literaria hispá- chanka, en cambio, reconoce en este diáloqo inaudito la
nica es tan violenta que desconcierta a los lectores de li- dinámica del rito de los danzantes con sus fases de tran-
teratura culta. El zorro de arriba y el zorro de abajo, en ce [Lienhard 198J.: cap. 3J. Consideramos esta secuencia
más de un sentido una continuación de la crónica de Gua- como un caso extremo de interpenetración de dos siste-
man Poma, se compone de un sinnúmero de discursos mas de signos distintos, y corno un ejemplo de los pro-
cuyo caos babilónico recrea de modo artístico el diálogo blemas que plantean 105 textos hibridos, instalados entre
social y lingüístico de la: costa peruana y, por extensión,
dos culturas dentro del marco de una sociedad colonial o
del país. Un factor que dificulta todavía la recepción
semicolonial.
es el hecho de que los retazos de conversación, elabora-
dos a partir de diversos registros sociolectales, se inter-
penetren mutuamente. Así percibimos el discurso del cam- . El andamiaje temporal
pesino ancashino bilingüe Esteban, ya de por sí doble-
mente determinado (cspañol/quechua), a .través del fil- Fáciles de detectar aunque no superficiales, los efectos
tro sociolectal del criollo negro Meneada. tI resultado es de la subversión Iinqüistica del texto "español" por
la superposición de tres normas lingüísticas orales. factores oriundos de la oralídad andina, especialmente
Estos discursos no remiten sólo a una realidad verbal. quechua, señalan directa' o indirectamente la presencia
Como a los textos quechuas sin traducción de Guaman perturbadora de una cosmovisión no ~O no el1teramente~
Poma, se les siguen adhiriendo residuos de sistemas ges- occidental. Esta informa particularmente la organización
tuales o musicales. El tercer capítulo de la novela, por temporal y espacial del relato,
204 Martín Lienhard
La voz y su huella
205

A menudo se ha señalado una aparente deficiencia en


queso En tiempo antigo 10 sacaron con tanto traua-
el modo de narrar de ambos escritores andinos: la rela-
jo que ci auía de pagar y gastar se gastaría dies o
tiva ausencia de una gradación constante, o de otro prin-
doze mil pesos o ueynte mil pesos. Que antes que
cipio diegético conocido. Por lo común, los lectores
fuese Ynqa, como auía tanta suma de yndios y no
(acostumbrados a la tradición occidental) atribuyen esta
<

tenía más que un rrey y señor, 10 abrieron y 10 sa-


particularidad estructural a una supuesta incapacidad de
caron las asecyas y todas las sementeras, andenes
los autores para construir una progresión narrativa. Al.
que ellos llaman pata (andén], chacra [sementera),
examinarla, en la medida de lo posible, a partir de una
Zarca (acequia]. Y lo sacaron con mayor facilidad del
perpectiva que tenga en cuenta las interferencia s del dis-
mundo a mano cin herramienta; que párese que cada
curso andino en el texto escrito, este fenómeno no resulta
yndio a1saua una piedra [ ... ].
sólo explicable, sino también altamente significativo.
y aeí no se a guardado esta ley. Y aeí se pierde
En sus articulaciones mayores y menores, el sistema
todas las sementeras por falta de. agua. Desto pierde
temporal que rige los textos de Guaman Poma y de
los yndios sus haziendas y pierde su quinto rreal su
Arqucdas se carnctcriza por la sistemática superposición
Magestad y pierde la santa madre yglesia el dies-
e imbricación del pasado, del presente y del futuro.
mo que le deue. Y aeí en este tiempo los españoles
Al rc;¡Ji;.~ar la crítica de la opresión que sufre la pobla-
sueltan sus bestias y rreguas de mula o ganados y
ción andinn. es decir la critica del presente andino, Gua-
pasen las cabras, abejas y hazen grandes daños. Y se
man Poma le opone constantemente la excelencia del pa-
sacan las dichas aguas y se quiebran las asecyas que
sado con el objetivo de hacer surgir, por el contraste, los
no se pueden aderesar con nengún dinero. Y la poca
lineamientos de su utopía construida a partir de los ele-
agua sólo quitan a los yndios pobres. Y ací se ausen-
mentos del pasado. A nivel del texto global, la relación tan los yndios de sus pueblos.
entre pasado, presente y futuro aparece como secuencia
y para esto en cada pueblo a de auer un jues de
crono1ógica. El futuro, cuyos rasgos Guaman Poma di-
asecya que llama cillquiua que rreparta agua y que
seña sobre todo en el libro «Conzederación» [ff. 923-
castigue y pene y eche los ganados de las dichas ase.
973L en su conversación imaqinaria con Felipe III [974-
cyas Y sementeras. Cin rremición sea castigado. Con
999) y en su segundo calendario [H40-1177] -el prime-
ello será seruido Dios y su Magestad y bien de las
ro era el de la época incaíca-, coincide en buena parte
comunidades y bien de los pobres yndios deste rrey-
con el nasado, Este principio rige también para las uni-
no (fE. 958-959J.
dades textuales menores y, a veces, mínimas. Como ejem-
plo nos puede servir una «conzederación- acerca de la
Contrariamente a los cronistas hispanizados (como el
limpieza actual de las acequias:
propio Garcilaso de la Vega), que evocan insistentemen-
te la sustitución definitiva del tiempo pagano de los In-
Conzedera que en un pueblo tienen sacado unas ase-
cas por su propio tiempo, el del imperio cristiano espa-
cyas de los rríos o posos, de las lagunas o de estan-
ñol, Guaman Poma subraya el carácter pasajero del ré-
Martín Lienhard La voz y su huella 201
206

gimen colonial con sus encomenderos, corregidores y pa- dos por los españoles -cristianos ••: -Señor, ¿hasta cuándo
dres. El cronista quechua sugiere de este modo, como daré bozes y no me oyrás? Señor, ¿hasta cuándo clama-
los predicadores-danzantes del tahi onqoy, el inevitable ré y no me rresponderás? K {922}.
colapso de la dominación colonial. La epoca inaugura- El himno quechua antiguo (cristianizado retroactiva-
da por los conquistadores españoles no goza, en lapers- mente) sirve así a la vez para demostrar la índole «cris-
pectiva de Guarnan Poma, ni siquiera del privilegio de tiana •• de la sociedad preinca y para pedir (a Dios) la
haber cristianizado el área andina . los pueblos aridinos sustitución del "cristianismo real» de los conquistadores
antiguos -preincas- tuvieron desde el comienzo una «son- por el cristianismo utópico de Guaman Poma.
brilla de conocimiento- de Dios; en el tiempo del sequn- A un principio del todo análogo obedece la rcprcscn-
do Inca. el apóstol San Bartolorné evanqelízó ••Yndias-, El tación escriptural e icónica del ciclo anual andino, reali-
cronista no se limita. en efecto, a edificar su visión del. zada dos veces en el texto. La primera vez, el ciclo apa-
[uturo n. part.ir de las ruinas del pasado, sino que recons- rece en su versión incaica, pero ya con la mención -ana-
U.I~y\~f,1 !-l¡J~:;!du ~;e~lún.los principios de su utopía crístia- crónica- de los meses cristianos y con el comienzo del:
ll.U ;!ndi¡I;I. 1-:1 f:,I!!l'u llló,úcoic;u.lw. él.'.léÍÍOijO al pasado, año en enero [ff. 237-262). La segunda vez toma la for-
jil'v'¡i;"ilU!Í' \'lI.íqn,~c¡dn CUi) ciertos atributos del presen- ma de un ciclo agrícola andino tradicional, cristianizado
L\.: {r.:l cL:~·Jial\ism() importado r:;u rcali·jad por los con- superficialmente: se siguen indicando los nombres an-
Ciuisí;ucbres). tig-uos, quechuas, de los meses, al lado de los nuevos;
Un himno dedicado al creador del mundo, citado repe- la caracterización de cada momento del ciclo repite las
tidas veces en el. texto, ilustra gI'áficamente la superpo- pautas antiguas. Especialmente significativos, por su car-
. sición de los niveles temporales. Este himno quechua, ga alusiva, resultan los dibujos. A ilustrar, por ejemplo,
sin duda íncaíco, se atribuye, al comienzo de la crónica, el mes cristiano de agosto -:-0 chacra yapuy quilla, ••mes
, ., d . : . } 1 ,.;
a las cuatro numarnca es premcas. ¡sm ernoarqo. a 0.1'11- de la labranza •• [1163]-, Guaman Poma introduce en la
nidad invocada lleva, anacrónicarriente, el nombre de
imagen, sin comentario en el discurso narrativo, al pro-
Dios, divinidad impuesta por lag españoles.
pio Inca dirigiendo 'el rito (qay1li) correspondiente.En el
dibujo se transcribe la letra de un qaylli (canto triunfal).
.{Hayca pachacamac, capac apo, señor, caparimo-
dirigido a la qoya (esposa del Inca) y a una palla (prin-
sac? Mana oyaríuanquicho, cayariptípas,. manatac
cesa incaica}. todo como sino existiera el régimen colo-
hayniuanquicho, apo Dios [... J. ¿Hasta cuándo, se-
nial español.
ñor, clamaré, y no me oyrás y daré bozes y no me
rrespondecás? [78J. A través de estas manipulaciones temporales -la cris-
tianización del pasado, la «desespañolización .• del pre-
El mismo himno +pero reproducido únicamente en es- sente- Guaman Poma hace surgir un discurso utópico en
paúoJ.-- se presenta, en su última aparición, como jacu- el cual el ••cristianismo" andino antiguo aparece como el
latoria cristiana de los indios contemporáneos, oprimí-. auténtico frente a su degradada ve~sión española.
208 Martín Lienhaid La voz y su huella 209

La superposrcion de tres niveles temporales, incom- mo cósmico desencadenado por la peste, la capital depar-
patible con un discurso histórico-narrativo lineal y pro- tamental de Apurírnac, Abancay. Todas las sangres
gresivo, corresponde a las concepciones temporales que (1962), a su vez, insinúa al final un temblor CÓSIIÚCO que
estructuran muchos relatos de las colectividades andinas transformará la provisional derrota de los indios insu-
modernas. El conocido mito de Inkarrí, por ejemplo, di- rrectos en comienzo de un pachakutiy. De modo más
fundido a través del área quechua, da forma a la idea de explícito y radical. todavía, el gayl1i dedicado a -nuestro
que el tiempo de los cristianos, tiempo al revés instaura- padre creador Tupac Amaru- (1962), anticipa el desper-
do por la colonización, desaparecerá para per¡nitir el res- tar de las masas andinas y anuncia, en tanto que primer
tablecimiento del mundo-tiempo (pacha) incaico¡
gran ejemplo de una literatura quechua escrita y adap-
tada a los tiempos modernos, el próximo fin del tiempo
Mundu tikrakuptinsi In- El rey inca retornará, di-
español, colonial o semicolonial .
karrí kutimunga, hinaspas cen, cuando se voltee el
puringa, ñaupa timpu ru- mundo; y él caminará co-
iKachkaniraqku! Sutiyki- j Somos todavía 1 Vocean-
nakuna hina [Ortiz 1973: mo los hombres del tiem-
ta qaparispa, lloqllariq do tu nombre, como los
131). po.
mayu hina, puriq nina hi- ríos crecientes y el fuego
na, lloqllasaqkú. ñcqan- que devora la paja ma-
En otros relatos, la ruptura de la ley de la reciproci-
chispa lIapan allpanchista dura, como las multitudes
dad, considerada como absolutamente central por la po-
hapinaykukama, Ilaqtan- infinitas de las hormigas
blación andina para la reproducción de la sociedad, pro-
chispas llaqtanchispuni selváticas, hemos de lan-
voca un cataclismo (pachakutiy) que despeja el horizonte
kanankama (1983: 226). zarnos hasta que nuestra
para el restablecimiento de una sociedad justa.
tierra sea de veras nues-
José María Arguedas, el antropólogo andíno que reve- tra tierra y nuestros pue-
ló a los criollos la existencia -para él regocijante- de blos, nuestros pueblos.
las narraciones utópico-mesiánicas quechuas, impregna-
do desde su infancia por la tradición oral de los campe- En su última novela, finalmente, El zorro de arriba y
sinos quechuas, se dejó guiar por ella para construir las el zorro de abajo (1971), el narrador y sus personajes,
articulaciones temporales de sus propias obras literarias.
así como el propio autor, desocupan el escenario nove-
Sobre todo a partir de 1952 (fecha de su regreso cons-
lesco o existencial para entregarlo a la irrupción de las
ciente a la sierra quechua), sus novelas y poemas de-
masas populares reales. En todos estos «desenlaces-, el
sembocan sistemáticamente en una apertura utópica que
camino hacia el porvenir pasa por la recuperación de
deja prever la actuación histórica decisiva del campesi-
nado, ••dueño .• de la tradición andina. Al. final de Los los valores del pasado.
ríos profundos (1956), la avalancha de los campesinos No podemos analizar, en este contexto macroscópico,
sin tierra (colonos de hacienda) inunda, tal un cataclis- el impacto de las concepciones temporales andinas en la
210 Martín Lienhard 211
La voz y su huella

representación semidocumental de la vida andina que La cosmoloqía literaria


ofrece Arguedas. Un solo ejemplo para mostrar que tam-
bién en este nivel, el de la "descripción .•, interfiere la En las dos obras globales, la cosmología andina. sea
superposición de los tiempos. En Todas las sangres, el la del primer siglo de la Colonia o la de los campesi-
narrador pone en escena, con alguna precisión, la orga- nos quechuas actuales, informa de modo decisivo la 01:'·
nización del trabajo minero inventada por el alcalde- qanización del espacio narrado. En el texto literario, la
-rosmolcqia asentada en la conciencia de la colcctividnd
capataz indio Rendón Willka.EI lector, algo perplejo,
se convierte en -cosmoloqía Iiteraria», en un conjunto de
se pregunta si está presenciando un momento de la ex-
liactores que estructuran el espacio narrado.
plotación capitalista de una mina peruana del siglo xx
Cuaman Poma sigue aferrado 8. la concepción dW!¡;:¡¡
(presente), un trabajo ritual incaico (pasado) o un tra-
tradicional de un mundo dividido en cuatro cuadruntcs
bajo colectivo realizado en el marco de una sociedad an-
ttaumntinsuyu . "las cuatro zonas .•)., que él va adaptando.
dina utópica (futuro). El rito productivo. dirigido por
en la medida de sus conocimientos, al mundo entero.
el casi héroe mítico Rcndón ostenta, en efecto, las carac-
:Nllevo centro de una monarquía universal justificada no
tcrísticas del trabajo colectivo incaico . división de los
por el colonialismo real, sino por la universalidad ideal
trabajadores en equipos de diez hombres; competición del cristianismo, será Castilla. que reinará sobre los cua-
basada en una ética colectivista, sin incentivos· mate- tro suyu o cuadrantes. 1. Indias, 2. Guinea, 3. Roma.
riales; atmósfera productiva libre del peso de la ena- 4. Turquía [f. 963]. En este estado utópico de inspira-
jenacióny de la idea del castigo que implica el trabajo ción andina, el rey español desempeña el papel de IDea
dentro de las concepciones judeo-cristianas y capitalis- o Monarca Universal. Los cuatro reyes regionales de-
tas. ES,te rito productivo -incaico- realizado en el mar- ben ser descendientes de las dinastías locales. Este sis-
tema tiene la ventaja concreta de dejar a salvo la auto-
co .de la explotación capitalista niega la vigencia a lar-
nomía andina, exigida por la concepción andina de la
go plazo de la última y se erige en modelo del sistema
ínalienabilidad de la tierra: "y los yndios-son propeta-
que habrá de prevalecer al terminar el tiempo "español ••. ríos naturales deste l'reyno,· y los españoles, naturales
La múltiple superposición de los niveles temporales de España, Acá en este rreyno son estranqeros, mitimays-
en las novelas arguedianas modifica profundamente la [E. 929]. Concepción que afirma, también, Manco Inca,
secuencia temporal propuesta por el «modelo- occiden- líder de la resistencia incaica, en la cróaica de su hijo
tal más verosímil, la novela «social» o ••social-realistas. (Yupangui 1570/1985).
Apoyada en la concepción del progreso social e histórico Resultaría algo ocioso subrayar el. carácter andino de
las categorías cosmológicas "menores a en la crónica de
ésta prefería una gradación lenta y progresiva, ~omo s~
Cuarnan Poma, puesto que ésta es una de las fuentes
desprende de Getminal (Zola) o de uno de sus ejemplos
principales para nuestro conocimiento actual en la
andinos, Tungsteno (Vallejo).
materia.
212 Martín Lienhard La voz y su huella 213

Las concepciones cosmológicas de los campesinos que- tema dualista andino, aunque connotada con elementos
chuas actuales determinan ciertas categorías espacia- más modernos. La costa (abajo) connota la conquista es-
les (y temporales) de la obra de Arguedas. El núcleo pañola (nivel histórico), la explotación imperialista (eco-
de los sistemas cosmo1ógicos andinos consiste, después nomía), la injusticia (nivel so do-político), la decadencia
d~ la destrucción o, por lo menos, la pérdida de vigen- cultural y moral (ética), la otredad (antropología) y, por
CIa de la cosrnoloqía propiamente incaica, en un dualis- lo general, un presente (tiempo) intolerable. La sierra
mo complejo y múltiplemente connotado. Cada comu- (arriba) representa la población quechua-aymara con su
nidad andina se divide, tradicionalmente, en una mitad pasado lleno de potencialidades futuras (tiempo), sus
de arriba =hanan-: y una mitad de abajo =urin, A partir valores sociales, morales, culturales y económico-ecoló-
de esta división, más social (clánica) que geográfica en gicos.
su origen, se desarrolla, a base de la proliferación de Cada pareja de oposiciones sectoriales representa y
oposiciones en un eje de analogías, un sistema "dialécti- contiene a las demás. La transposición literaria de este
co» sui géneris que permite abarcar el mundo humano y principio permite moldear, con una gran riqueza conno-
natural en su totalidad [cf. Ansión 1987: cap. IV]. Men- tativa, las relaciones entre las diferentes entidades. La
cionaremos tan sólo algunas de sus articulaciones decisi- relación hombre/mujer, por ejemplo, ilumina otras opo-
vas para nuestro tema: la pareja de astros sol/luna do- siciones y queda, a la vez, iluminada por ellas: sol/luna,
mina el cielo; la alternancia de la luz del día y de la calor solar/tierra yagua, tierras altas/costa. Esta última
oscuridad caracteriza el ciclo diario; la producción agrí- oposición, aparentemente geográfica, connota oposicio-
~ol~ se funda en la interacción entre calor solar y tierra nes cosmológicas y sexuales.
infiltrada por el agua; la reproducción del género hu- Un sistema dualista con desarrollos dialécticos rige, en
mano supone la oposición hombre/mujer. En términos todos sus niveles, la última novela de, Arguedas, como
geográficos, la imagen andina del mundo subraya la opo- ya lo insinúa su título: El zorro de arriba y el zorro de
sición entre tierras altas y tierras bajas: muchas comu- abajo. El autor es de arriba (síerra.vpasado. mundo que-
nidades andínas combinan, de hecho, una economía ga- chua) , mientras que el referente novelesco principal. el
nadera en las alturas con la agricultura en los valles o caos fecundo de la ciudad de Chimbote. pertenece al mun-
las quebradas; la interacción 'a veces conflictiva entre do de abajo (costa, presente, universo occidental). Dos
sierra y costa, por otra parte, determina, desde la fun- zorros desempeñan oficialmente el papel de narradores;
dación de los «horizontes panandinos, (primer milenío en el ya mencionado ciclo mitológico de Huarochirí, ellos
antes de nuestra era), la vida en el área andina. Nótese representan respectivamente el arriba y el abajo de la
que las oposiciones mencionadas, lejos de implicar anta- provincia hornónima, mientras que aquí, uno es -serrano-
gonismos absolutos, corresponden a relaciones de inter- y el otro ••costeño». Al mundo de arriba se adscriben los
acción, .de complementaridad, de reciprocidad. Diarios del autor, referidos al pasado (del autor, de los
En la obra literaria de Arguedas se constata la proli- Andes) y al porvenir (del Perú). De «abajo- es el relato
feración casi ilimitada de oposiciones derivadas del sis- novelesco, centrado en el presente costeño. De arriba
214 Martín Lienhard La voz y su huella 215

vienen los ínmigrantes que pueblan los barrios nuevos de drama oral transcrito, con sus cantos, sus oraciones, sus
la ciudad, el idioma quechua, el "colectivismo ••andino , de danzas, sus cuentos de animales. El presente se trans-
abajo, los extranjeros (multinacionales, sectas religiosas), forma en pasado (ritos «andinos- o modernos, como los
el idioma español, la aculturacíón individualista. desfiles populares o el baile en el prostíbulo), embrión
La alternancia del día y de la noche provoca la alter- para un futuro utópico. Paralelamente, la vida cede el
nancia de personajes masculinos y femeninos en un esce- paso a la muerte que, a su vez, hará brotar la vida:
nario que se somete, también, a estos cambios de signo: Chimbote es una especie de "pozo- donde las materias
la bolichera llena de hombres pescadores, el puerto y los viejas, pudriéndose, se transforman en algo nuevo. En
médanos y arenales constituyen el escenario 'diurno, resumen, el sistema dualista tradicional se convierte, en
mientras que el prostíbulo, el reino ·-degradado-· de las los textos de Arguedas, en un nuevo instrumento dialéc-
mujeres, domina la noche. tico, efi~az para la interpretación de una realidad com-
Ahora, cada, elemento de una oposición contiene tam- pleja.
bién su contrario y puede transformarse en él. El propio
autor, en efecto, es también de abajo (costa, idioma es- Texto híbrido y comunicación literaria
pañol) y se halla profundamente arraigado en el presen-
te. Los excampesinos "desertores" de las tierras altas se En los sistemas literarios de Guaman Poma y Arque-
convierten en criollos que no dejan, pOI' otra parte, de di- das, 10 híbrido, para subrayarlo nuevamente, consiste
rigir su mirada hacia arriba. El criollo negro Meneada y en que el texto busca articular dos sistemas de expresión
el norteamericano Maxwell, personajes "de abajo- por normalmente incompatibles, opuestos por su idioma, las
excelencia. quedarán «andinizados- para siempre. La ciu- concepciones espacio-temporales subyancentes. su origen
dad costeña de Chimbote, dividida a su vez en una mitad histórico y, más que nada; la situación colonial o semi-
hanan (los médanos casi andinos poblados por los ínrni- colonial. En estos textos aparentemente occidentales (cró-
grantes serranos) y una mitad uzin (el puerto y la franja nica, novela), el sistema hispano-occidental desempeña
marítima dominada por los criollos. los' extranjeros y las a menudo, como en los ritos católico-indígenas de las
prostitutas), acaba transformándose en una ciudad -andí- comunidades andinas, una función de pretexto o facha-
na», un «nuevo Cusco» o centro del mundo según la cos- da, mientras que el sistema quechua domina las zonas
moloqía antigua. Los signos de su modernidad, como la más profundas. Aparece así el fenómeno de la ••doble de-
columna de humo incandescente de la fábrica de acero, terminación •• o de la «diqlosia cultural» (cf. cap. IV):
será una de sus toahas (lugar sagrado en la cultura que- cada uno de los dos sistemas se impone por momentos o
chua antiqua) principales. El idioma español se impone por zonas; el predominio relativo de uno de ellos depen-
sobre el quechua (tanto en el discurso narrativo como de no tanto del texto en sí, sino de su recepción.
en el universo evocado), pero 10 paga con su quechuiza- Los destinatarios oficiales de las obras de Gu.aman
ción, El propio vehículo narrativo, la novela de origen Poma y Arguedas no reaccionaron' o demoraron en reac-
occidental, acabará pOT desembocar en una especie de cionar a su «mensaje •. El rey de España, destinatario
216 Martín Lienhard La voz y su huella 217

principal de la cronica de Guaman Poma (y cabeza del


dentales .• o «criollos .•, más libres en su manejo de los
Tauiantinsuyu utópico creado literariamente por el cro-
materiales discursivos, puede favorecer también el acce-
nista), parece no haberse dado por aludido. El público
so a los textos híbridos, experimentales por definición.
criollo, orientado hacia Europa, ignoró o despreció du-
Instrumentos útiles para la áutoidentificación de los
rante decenios, fuera de algunas excepciones notables,
nuevos sectores andinos urbanos, y para el autocuestiona-
la obra de Arguedas. Ninguna de estas actitudes debe
miento de los "intelectuales progresistas .., las obras de
sorprendernos. ¿No representó o representa este destina-
Guaman Poma y de Arguedas, juntamente con 'una se-
tario «oficial •• respectivo justamente a las fuerzas socia-
rie de obras análogas más recientes, son la propuesta
les que fueron o son responsables o cómplices de la situa-
práctica de una cultura escrita alternativa para el mo-
ción colonial o semicoloníal en el Perú? ¿ Cómo exigirle, mento presente.
además, que capte un «mensaje •• codificado según un có-
digo híbrido, que incluye un sistema ajeno a su cultura?
Con el paso del tiempo, sin embargo, un nuevo públi-
co más adecuado podría sustituir a los destinatarios ofi-
ciales de antaño. Un público no sólo capaz de descodifi-
car los textos, sino también deseoso de apropiárselos. En
la época de Guaman Poma, el primer siglo de la colonia,
tal hipótesis hubiera resultado prematura: la población
andina autóctona, dada la casi ausencia de escolariza-
ción, no podía constituir un público posible; en cuanto
a los españoles bilingües, numerosos, el hibridismo de
la crónica no les hubiera permitido, sin duda, considerar-
la como un texto -serio». Cuando Arguedas inició su
labor literaria, la situación no se había todavía modifi-
cado substancialmente. En los últimos decenios, en cam-
bio, la situación socio-cultural se ha ido transformando
radicalmente: el éxodo rural y la relativa hispanización
de la población andina, como también la extensión del
sistema escolar, son factores que aumentan el público
posible para las obras -ambas actuales- de Guaman Poma
y Arguedas; el creciente interés «nacional- de muchos in-
telectuales de clase media, que implica un acercamiento
al mundo andino, es otro factor más. La experiencia de la
lectura, finalmente, de los textos contemporáneos «occi-
La voz .Y su huella
CAPITULO VII 219

EL HOMENAJE RITUAL AL INCA zos, dramatización del conflicto entre el Inca Viraco-
y SU ADAPTACIÓN LITERARIA cha y su hijo Pachacutic, y la Ynstrucián, .. del Inea
EN TRES TEXTOS COLONIALES Títu Cusi Yupanqui [Yupangui 1570/ 1985), centrada
(JUAN DE BETANZOS, TITO CUSI YUPANQUI, en la resistencia antiespañola de su padre Manco Inca,
OLLANTAY) El olvido de estos textos en el famoso debate acerca
del ••teatro incaico» (vinculado a la polémica acerca del
Los tres textos origen del Ollantay) se debe SÜ¡ duda, como sucede en
otros casos análogos, al hecho de que los supuestos ••in-
El famoso drama quechua Ollantay, cuya primera ver- formes", como los de Betanzos o de Titu Cusi, no se sue-
sión escrita se realizó, según los datos disponibles, en la len leer como textos literarios, sino como meros docu-
segunda mitad del siglo XVIII, ha suscitado una polé- mentos históricos o antropolóqicos, Sin embargo, tanto
mica larga, a menudo. estéril y repetitiva, entre los defen- la Suma como la Y ttstrucion presentan un grado relati-
sores de su supuesto origen incaico y los que .insisten, vamente alto de elaboración literaria -y aún dramática,
por el contrario, en sus rasgos coloniales e hispánicos. como veremos .. En una investigación acerca de la super-
No queremos entrar aquí en esta polémica: partimos, vivencia literaria del "homenaje al Tnca- ofrecen, ade-
en efecto, del hecho de que el Perú, como toda el área más, serias ventajas sobre el Ollantay: se conocen no
andina, sufrió en el siglo XVI un irreversible trastorno sólo sus autores, las fechas y el contexto en que conci-
global, y que a partir de entonces,· cualquier manifes- bieron o escribieron sus obras, sino también sus motiva-
tación cultural andina surge en un horizonte híbrido, ciones. Ambos autores estuvieron vinculados a la dinas-
caracterizado por el predominio de la cultura oficial y tia incaica. Betanzos, uno de los primeros letrados es-
la resistencia de unas culturas autóctonas marginadas pañoles en el Perú, casado con una hermana del Tnca
que se nutren tanto de su pasado autónomo como de su Atahuallpa, sirvió de intérprete e intermediario entre au-
historia en el marco colonial o semicolonial. También toridades españolas e incaicas, el último capítulo de la
los textos existentes del Ollantay, todos necesariamente Suma, publicado por vez primera en 1987,' sugiere un
de oriqcn colonial, se han de enfocar, por consiguiente, papel activo de nuestro autor en los intentos para conse-
a partir de ese horizonte bi- o pluricultural, guir una capitulación "justa. de Sayri Tupac, Inca de
Ahora, este drama no es, como se suele suponer, la Vilcabarnba. En cuanto a Titu Cusí, nieto de Huayna
única obra literaria colonial que guarda relación con un Capac, basta decir que él fue quien diriqió, después de la
tipo de espectáculo incaico de Índole épica que llama- enigmática capitulación de Sayry Tupac, el reducto in-
remos ••homenaje ritual alInea ». Dos textos más, por 10 caico de Vilcamba. Una confrontación de los tres tex-
meuos, remiten, más por su estructura profunda que por tos, emparentados por su temática y su exposición más
su aspecto actual, al mismo origen: los capítulos 6-17, o menos dramatizada, debería permitimos definir, a par-
quizás otros más, de la Suma y narración de los lncas tir de su relación con la tradición oral incaica, su ••géne-
[1548-56/ 1987] del intérprete español Juan de Betan- ro». Esta indagación, al mismo tiempo, contribuirá a es-
220 Martín Lienhard La voz y su huella
221

clarecer los comienzos y primeros desarrollos de una li- preeminencia


. de su padre ' no accede al d eseo d·e sus
teratura -peruana- escrita no incaica ni española, sino ... dIgnatarios. Pacientemente re edifica y reorganiza la ea-
andina. PIt~I y .el ~eino, dotándolo de santuarios, depósitos, ace-
Sin hacer hincapié, por ahora, en las diferencias de su quias, instituyendo un calendario y repartiendo tierras ..
escritura, resumiremos a continuación las principales ar- Acabada la obra, manda buscar a su padre, quien le im-
ticulaciones dramáticas de los tres textos. pone ahora la maskapaycha y el título de Pachacutic
Inca Yupanqui. El nuevo Inca castiga la deslealtad de
su padre, obligándolo a tomar chicha en un recipiente
Juan de Betanzos . "La victoria de Pachacuiic» SUCIo. A la muerte de Viracccha, Pachacutíc lo honra
con una serie de ritos, en los cuales se exhiben, con acom-
En los días del Inca Viracocha, el rey o gapaq inka
panamiento de cantares narrativos, las momias de los
de los chancas, Uscovilca. decide imponer su autoridad
lncas muertos.
en el Cusca. Ante las fuerzas superiores del enemigo, el
Inca huye con su corte a Saccsahuana con el propósito
de llegar a un acuerdo con los chankas. Sólo quedan en Titu Cusi Yupanqui¡ "La epopeya de lVlanco Inca .•
el Cusco su hijo menor Inca Yupanqui con tres amigos,
porque ellos prefieren morir luchando por su libertad y Cuando l?s _españoles llegan a Cajamarca, el ilegíti-
la del Cusca. Pese a varias embajadas, Viracocha se nie- , rno Inca qUIten? Atahuallpa intenta resistirles y cae pre-
ga a socorrer a su hijo en su resistencia. Gracias a las so. ?esde la carcel manda asesinar a su hermano cus-
revelaciones nocturnas del dios Viracocha Pachayacha- queno, el lnca Huáscar. Los españoles ejecutan a Ata-
chic. el Inca Yupanqui vence a los chankas. Uscovilca huallpa, El soberano legítimo Manco Inca, en el Cusco,
muere en la batalla. Victorioso, el hijo se presenta ante s~ alta con los pizarristas contra los capitanes del Inca
su padre y le ofrece pisar las insignias y los prisioneros e.lecutado. Challcuchima y Ouisquis, que siguen resis-
enemigos (rito dé victoria), pero éste rechaza el homena- tiendo, Los pizarristas se instalan en el Cusca, donde
je e insiste en que su hijo mayor, Inca Urca, goce de Manco lnca les tributa los mayores honores. Pero dos
este privilegio. El Inca vencedor; considerando tal res- hermanos del "marqués •• Pizarro, sedientos d e oro, .l o
puesta como afrenta, regresa al Cusca, no sin triunfar toman preso dos veces para cobrar un rescate y quitarle
antes de una traición urdida por su propio padre y los a Cura Ocllo, su hermana-esposa. Le hacen sufrir toda
capitanes chankas. Después de haber vencido una segun- clase de vejámenes. ~Manco Inca les entrega un tesoro y,
da vez a los chankas, a cuyos capitanes castiga con gran ast.utamente, una pnncesa que no es la qoya Cura OdIo.
crueldad, Inca Yupanqui encarga a su amigo Vicaquirao BaJO pretexto de un levantamiento .indío, los pizarristas
la misión detraer a su padre al Cusca. Avergonzado, Vi- 10 vuel,:,e,n a enc~rcelar. El sumo sacerdote Vila ama y
racocha Inca declina la invitación. Repetidamente, los ~n capttan, hostiles desde siempre a los españoles, le
nobles cusqueños ofrecen a Inca Yupanqui la maskapay- Instan a rebelarse. y Manco Irica se escapa, junta tropas
cha, insignia del poder real, pero éste, respetando la de los cuatro cuadrantes del Tawantinsuyu y pone cerco
222 Martín Lienhard La voz y su huella 223

al Cusca y a Lima. Por milagro, los españoles logran OlIanta se refugia en (Ollantay-) Tampo. Allí nom-
huir. Los indios los persiguen, pero son derrotados. Para bra a un sumo sacerdote, Hancco Ayl10 Auqui, y a un
evitar el aniquilamiento de sus tropas, Manco Inca ini- lugarteniente Orcco Huarancca , luego se hace aclamar
cia una "larga marcha- hacia Chachapoyas, castigando como Inca. Durante diez años logra derrotar las expe-
a los huancas v a otros aliados de los españoles, matan- diciones militares cusqueñas, dirigidas por su viejo ri-
do a centenares de pizarristas. Al fracasar en su propósi- val Romí Ñaui.
to, el restablecimiento de su poder en todo el territorio En el Cusco muere el Inca Pachacuti. Le sucede su
del Perú, Manco se resigna a retirarse con sus diqnata- hijo Tupac Yupanqui, Romí Ñaui, nuevamente encarga-
dos al Al1tiSUYU, zona de los indios amazónicos, Antes do de reconsquistar el Antisuyu, baja a Tampo, disfrazado
de emprender viaje, deja a los indios reunidos en [011an- de desertor, gana la confianza de Ollanta y 10 confirma
tay--] Tampo su testamento, en el cual les exige una re- en su intención de celebrar una gran fiesta el día del inti
sistcncia permanente y paciencia hasta su retorno. Va- uiatana (solsticio). Mientras tanto, en el Cusco, Yma
rios HilOS miÍ.:; tarde, en el. nuevo estado incaico de Vil- Suma, hija de Cusi Ccoi1lor ,-y de OlIanta- descubre el
l:;¡l';lInh;t, ;¡\~l11no:; rcluqiados españoles, almaqristas (fac- calabozo secreto de su madre. En Tampo, Romí Ñaui,
C;"II illltipi,';;uT¡;;l:a), asesinan por traición a Manco Inca. aprovechando la ebriedad festiva de los anti, captura
I\td<:<; de qnc lODrcn salir de 10;; dominios del Inca, los a Ollanta y a sus partidarios; luego los presenta al Tnca
asesinos son capturados y ejecutados con crueldad. Man- pidiendo para ellos un castigo atroz. El Inca parece
co Inca, cuya aqonia dura varios días, entrega el poder , aceptar la sugerencia de Romí Ñaui, pero en el último
él su hijo Titu Cusi Yupanqui. autor (aunque no escri- momento manda poner en libertad a los prisioneros y,
biente) del texto. a la sorpresa general, concede al "traidor" Ollanta la
función de segunda persona delInca [inlu: raniin} y a
onantay Orcco Huarancca, el gobierno del Antisuyu. E~ este mo-
mento feliz llega Yma Suma para pedir clemencia por
Ollanta, militar festejado por sus victorias so~re los su madre. Acompañado por Ol1anta y los demás, el Inca
chankas. uiaminqa (general) del Aniisuyu, ~nant1ene, .. a penetra en el recinto de la casa de las iiustas, donde
.ascondidas. relaciones amorosas con Cusi Ccoillor, la hija descubre a Cusi Ccoillur y se entera de la intransigen-
predilecta delInca Pachacuti, Pese a los consejos con- cia de su padre. Reparando la injusticia de Pachacuti,
vergentes del sumo sacerdote Huillca Urna y de su pro- le devuelve a Ollanta su esposa.
pio criado Piqui Chaqui, Ollanta decide, antes de empren-
der una nueva expedición militar, solicitar al Inca su
"El homenaje ritual alInea ••
hija por esposa. Airado, Pachacuti le recuerda su con-
dición de runa (hombre común) y lo expulsa ; como se Cada uno de estos tres textos, una vez despojados de
sabrá más tarde, encierra a su hija, ya encinta, en un los aspectos contingentes de su argumento, constituye
calabozo de la casa de las itusias (princesas). esencialmente una reflexión dramatizada acerca del po-
224 Martín Lienhard La voz y su huella 225

der. las responsabilidades y las prerrogativas inherentes de Titu Cusi corresponde, obviamente, a la tradición
a la función suprema en la pirámide jerárquica del esta- vilcabambína de Manco Inca , en cuanto al Ollantay, se
do inca, la de qapaq inka. En las tres obras, esta fun- trata sin duda de una tradición colonial neoinca.
ción se ve amenazada por fuerzas periféricas o centrí- El hecho de que los tres textos se centren en la fun-'
fugas, sea por el propio laca aliado con los' enemigos ción del qapaq inha sugiere, en todo caso; una inspira-
hereditarios en Betanzos, por las fuerzas conjuntas de ción ••incaica». Contrariamente a la memoria histórica
los españoles y sus aliados andinos en Titu Cusi, o por mesoamericana, basada fundamentalmente en la suce-
el general plebeyo (runa) Ollanta aliado con los anti en sión de ciclos astronómico-matemáticos [3,2/ Brothers-
el drama quechua Ollantay. ton 1979), la memoria incaica, tal como la conocemos a
1'10 importan tanto los nombres propios ni la realidad través de las primeras crónicas, distingue primero las'
histórica, más o menos" «rectificados» (Betanzos. Titu épocas preinca e inca. y subdivide luego la segunda en
Cusi) o parcialmente apócrifos (Ollantay): la historio- períodos que corresponden a íos reinados de los Incas.
qrafía incaica, como toda historioqrafía dinástica, acos-
¿ Cómo se actualizaba la tradición incaica? Si nos
tumbraba, corno bien lo observó el cronista Cieza de León, acercamos él las indicaciones, bastante precisas y coinci-
ofrecer un cuadro expurgado y positivo del pasado re- dentes, que varios de los cronistas mejor informados nos
gional: transmitieron acerca de la ritualidad incaica. veremos
surgir ante nuestros ojos y oídos no el teatro al estilo
[ ... ) los que sabían los romances a bozes grandes, greco·,latino-renacentista que ciertos historiadores anti-
mirando contra el Ynga, le contavan lo que por guos (entre ellos, el propio Garcilaso) y modernos tra-
sus pasados avía sido hecho; y si entre los reyes tan de defender, sino unos ritos imperiales artísticamente
alguno salía remiso, covarde, dado a bicios y ami- elaborados, destinados a glorificar la dinastía, aafir-
go de holgar sin acrecentar el señorío de su ynpe- mar su origen celestial y a rendir homenaje a sus divini-
río, mandavan que destos tales oviese poca me- dades tutelares. Entre todas las descripciones conserva-
moria o casi ninguna; tanto miravan esto, que si das elegimos, por su precisión, su belleza y su estrecha
alguno se hallava era por no olvidar el nonbre relación con el primero de nuestros textos, una de Be-
suyo y la cuseción, pero en 10 demás, se callava tanzos:
sin contar los cantares de otros que de los buenos
y valientes [Cieza 1985: cap. XI). ( ... J e otro día de mañana! fue traída mucha jun-
cia/ e echada por toda la plaza! e traídos muchos
Es probable que la evaluación de los hechos de cada ramos e hincados en ella/ de los cuales ramos fue-
uno de los Incas sufriera modificaciones con cada cam- ron colgados muchas flores/ e muchos pájaros vi-
bio dinástico. El texto de Betanzos, según Rostworowski vos/ e ansi los señores del Cuzco! salieron muy bien
(1987: 44 ss.]. deriva de la tradición oral de la camari- vestidos/ de las ropas que ellos más preciadas te-
lla o panaha de los descendientes del Inca Pachacuti; el nían/ y el Ynga juntamente con ellos. E ansi mes-
226 Mariin Lienhard
La voz y su huella 221

mo/ vmzeron los caciques/ los cuales traían vesti-


sion en períodos +cuyo interés se verá más tarde-
dos los vestidos! que el Ynga les diera! e luego fue-
es nuestra).
ron sacados allí a la plaza/ mucha e muy gran
cantidad de cántaros de chicha/ e luego vinieron las
Con gran fuerza sugestiva, este fragmento de la Suma
señoras/ así las mujeres del Ynga como las de los
de Betanzos pone en escena el ritual de victoria que rea-
demás principales/ las cuales sacaron muchos e di-
lizó el Inca Yupanquí después de sus victorias sucesivas
versos manjares! e luego se sentaron a comer to-
sobre los chankas. Sin duda alguna se trata fundamen-
dos! e después de haber comido comenzaron a be-
mente de un gayl1í (canto de triunfo), una de cuyas va-
ber/ y después de haber bebido el Ynga mandó
riantes, el canto de la cosecha, existe hasta hoy. En va-
sacar cuatro atambores de oral e siendo allí en la
rias otras oportunidades, como se desprende de la cró-
plaza/ mandáronlos poner a trecho en ella! e luego
nica, el Inca Yupanqui ordena ritos triunfales análogos
se asieran de las manos todos ellos/ tantos a una
(d. la. parte, cap. XIX).
parte como a otra/ e tocando los atambores que"
ansi en medio estaban! empezaron a cantar todos En su configuración general, este homenaje parece ser
representativo de toda una serie de ceremonias incaicas
juntos! comenzando este cantar las señoras muje-
que se escenificaban con motivo de la muerte, el naci-
res/ que detrás dellos estaban! en el cual cantar de-
miento, la "coronación" o el. matrimonio de un Inca. Oue-
cían e declaraban/ la venida que Uscovi1ca había
remos destacar algunas de sus características decisivas.
venido sobre ellos/ e la salida de Viracocha Ynca!
En primer lugar, el ••espectáculo ••o representación dramá-
e como Ynga Yupangue le había preso e muerto! tica surge en medio de un rito que involucra él toda la
diciendo que el sol le había dado favor para ello aristocracia incaica y cuyo marco, como en los ritos an-
como él su hijo/ e como después ansi mismo/ había dinos actuales, es una especie de banquete colectivo con
desbaratado y preso e muerto a los capitanes/ que sus comidas, la b~bida sagrada taqa, chicha) y la hoja
ansi habían hecho la junta postrera/ e después oes- de coca. La representación, centrada en la victoria del
te cantol dando lores e gracias al 5011 e ansi mis- Inca sobre los chankas y en la afirmación del origen so-
mo a Ynga Yupanque/ saludándole como a hijo del lar del Tnca, combina el canto acompañado de los tam-
sol! se tornaron a sentar! e ansi mesmo comenza- .bares, narración y danza. Más exactamente: un cantar
ron a beber de la chicha que allí tenían! que a según éoico protagonizado (como los qarauii campesinos de la
ellos dicen! había muy mucha [ ... J y en gran can- a~tualidad) por un grupo de señoras, un acompañamien-
tidad/ e luego les fue traído allí muy mucha coca! to rítmico (como en los ritos i;¡anaderos =homenaje a las
divinidades uiatnani y a la pacha mama o madre tien-a-
y repartida entre todos ellos/ y esto ansi hecho!
se tornaron a levantar! e hicieron a11S1mesmo como de hoy), y un baile +una danza 9"uer1'era- cuya coreogra-
fía con participación de los vencedores y los vencidos
habeis oído su canto e baile/ la cual fiesta duró seis
etavíados. se d~scribe en otra oportunidad, en la evoca-
días [Betanzos 1987: la. parte, cap. XIII; la divi-
ción del rito de la victoria sobre los soras (ibid.: cap.
228 Martín Lienhard La voz y su huella 229

XIXJ. Las caramuzas o danzas guerreras que se reali- to dentro como fuera de los espectáculos rituales .•se-
zan en muchos ritos andinos modernos reproducen, sin rios ••, una expresión teatral cómica que los cronistas evo-
duda, algunos de sus rasgos. Llama la atención que Be- can con los conceptos de la cultura cómica popular de
tanzos no aluda a la existencia de "actores» en el sentido la Edad' Media y del Renacimiento españoles; expresión
del teatro occidental. que se puede quizás relacionar con otra, análoga, que
Cieza de León, cronista muy cercano, en su expe- existe en la ritualidad andina actual: uia-qones de la sie-
riencia, a Betanzos, asocia insistentemente los homenajes rra central, chunchos =personajes disfrazados de indios
a los Incas con las formas tradicionales de la poesía amazónicos= en el Cusca, etcétera.
cantada en España: cantares, romances, villancicos [Cie- Los cronistas citados coinciden en que la narracion
za 1985, esp. cap. XIJ. Más que el romance, el villanci- que guía el desarrollo del homenaje ritual toma la for-
co suponía una coreografía determinada. Pero Cieza men- ma de un cantar, de una relación épica cantada con acom-
ciona todavía otro recurso dramático. En los ritos de en- pañamiento rítmico-musical. ¿Por qué no se conservó
tronización de un nuevo Inca, que fueron al mismo tiem- ninguno de estos cantares en su forma primitiva? La res-
po homenajes rituales a los Incas muertos, se colocaban puesta es relativamente obvia: en el Perú, contrariamen-
en un escaño sus .•bultos" (momias o imágenes), y se can- te a Mesoaméríca, no se recopilaron, con la excepción del
taban sus hazañas. "y cada bulto -dice- tenía sus truha- ciclo mitológico de Huarochirí [Taylor 1987), textos lar-
nes o desidores questavan con palabras alegres con- gos en idiomas indígenas: Tenemos que formular enton-
tentando al pueblo" [cap. XI). Tales "truhanes •• se po- ces la hipótesis de que los textos de estos cantares se en-
drían quizás comparar con los que menciona el cronista cuentran, bajo formas quizás modificadas, en las cróni-
Guaman Poma en un contexto de espectáculos cósmicos: cas históricas escritas en español. Dada la coincidencia
entre el argumento épico resumido por Betanzos en la
Tanbién auía truhanes que les llamauan saucac ri- descripción anterior, y el contenido de la narración que
mac [que dice cosas divertidas), cocho rimac [que la precede en el mismo texto, no dudamos en considerar-
dice cosas alegres); éstos eran yndios de Guanca
la como transcripción =más o menos libre- de los can-
Bílca. Tanbién auía farsantes; a éstos les Ilarnauan
tares de un homenaje ritual: motivo por el cual intenta-
llama, llama, haya chuco (llama, llama, sombrero
mos, en la reproducción del fra'!1mento, una división en
picante) que eran yndíos yunqas, chucareros sauca-
períodos =puramente experimental- que haga sentir la
chicoc [que hace chistes en la corte], acichicoc
enunciación rítmica. Partiendo de otras preocupaciones,
[que hace reír], iioquis colla [Oulla estúpido],
millma rinri [orejas de lana, torpe]. Estos hacían Rostworowski [1987: 48J insinúa también el origen can-
farsas y fiestas [Guarnan Poma 1980: f. 332J. tado y las características épicas de la narración de Be-
tanzos. Pensamos que la Ynstrucián de Titu Cusi y, en
De la yuxtaposición de las citas de Cieza y Guaman un grado menor, el Ollantay, apuntan a un origen se-
Poma se desprende que en la corte incaica existió, tan- mejante.
230 Martín Lienhard La voz y su huella 231

Ahora bien, ninguno de los elementos mencionados chos trabajos de traducción al quechua por motivos de
sugiere la existencia de formas -u obras-- teatrales se- evangelización. Después de subrayar que la "vida y he-
mejantes al drama occidental. Ningún cronista de la épo- chos de los Ingas Capac Cuna pasados- se han "tradu-
ca, por otra parte, nos trasmite el argumento y la puesta cido y recopilado de lengua india ••, el cronista declara
en escena de un hipotético «drama incaico- en el sen- que -la historia de semejante materia no da luqar-. a un
tido europeo, sin duda no por falta de interés: en la mis- ••estilo gracioso y elocuencia suave ••, puesto que él, como
ma época (hacia 1590). un fraile cronista español, Juan fiel -traducidor ••, tiene que ~guardar la manera y orden
Cebo. analiza las categorías del teatro chino y presenta de hablar de los naturales e-, El texto presenta la cosmo-
el resumen de dos comedias de «cosas morales», una «con- gonía cusqueña (cap. I-V), resume en un solo capítulo la
tra los convites, comidas, bebidas y amistades ruines", y sucesión de todos los Incas hasta Viracocha Inca, para
otra «contra la soberbia» [2.11 Remesal 1617/ 1964-66: explayarse luego, a 10 largo de 27 capítulos, en la evo-
t. II: 411-412]. ¿En qué consiste la diferencia fundamen- cación de la figura del Inca Pachacuti, sus luchas contra
tal entre los homenajes rituales incaicos y el drama oc- los chankas, el conflicto con su padre y la reorganización
cidental o la comedia china evocada por Juan Cobo? Muy total del estado incaico. Ninguno de los Incas posterio-
esquemáticamente, el teatro occidental culto (como tam- res merece los mismos honores. La atención devuel-
bién el chino) parece centrarse en los conflictos de con- ta- a Pachacuti Inca Yupanqui no es de ningún modo ca-
ciencia provocados por las circunstancias de la vida so_o sual. Por un lado, Betanzos parece seguir la tradición
cial y política, mientras que el espectáculo incaico tiende del linaje de los «descendientes y nietos de Ynga Yupan-
a enaltecer la función del qapaqinha; a celebrar el pre- . gui ••, según él .10s más sublimados y tenidos en más en-
sente dinástico y a actualizar la armonía entre el sistema tre los del Cuzco que de otro linaje ninguno» (cap.
político del Tawantinsuyu y el sistema cósmico. En tan- XXXII). Por otro, el propio Inca parece haber prepara-
to que acto ritual, el espectáculo incaico no trabaja es- do su culto; según Betanzos, el Inca, antes de morir,
pecialmente el -suspense ••dramático -esencial en el tea-
tro europeo. La representación de la «vida privada», aun- alzó en alta voz un cantar/ el cual cantar el día de
que sea la del propio Inca, no entra en sus atribuciones. hoy/ cantan los de su generación en su memorial
I el cual cantar decía en esta manera/ desde que flo-
La adaptación literaria recía como la flor del huerto hasta aquí/ he dado
orden ,y razón en esta vida y mundo! hasta que mis
de los homenajes rituales alInea
fuerzas bastaron/ y ya soy tomado tierra (ibid.J.
luan de Beianzos
Como 10 sugiere Betanzos, Pachacuti no desperdicia
En el prólogo de su Suma, destinado al virrey A. de ninguna oportunidad para «ordenar» cantos triunfales que
Mendoza, Betanzos, quechuista respetado incluso por el conserven su memoria. Todavía Guaman Poma [1980:
Inca rebelde Titu Cusi Yupanqui, se refiere a sus rnu- f. 109) afirma que Pachacuti «compuso fiestas y meses y
La voz y su huella 233
232 Martin Lienhard

Por otra parte, toda la Suma, contrariamente a la cró-


pascuas y danzas ••, conjunto que bien podría abarcar los nica de Cieza (para no hablar de Garcilaso) se caracteri-
ritos de triunfo y homenaje. Esto parecería indicar que za por el predominio total de la narración sobre las di-
mucho más de un siglo después de su muerte, todavía se gresiones explicativas. Sólo muy de vez en cuando, el
recordaban estos cantares -no sabemos si su ••letra- o autor las introduce para proporcionar ciertas informa-
su fama. ciones indispensables al destinatario (traducción de citas y
Desde luego, la actividad "publicitaria •• del Inca no es vocablos quechuas. etimologías -como la de capac, cap.
el único motivo para su supervivencia «literaria u, Pacha- XXVII), o para distanciarse de ciertas creencias; así, el
narrador se ríe de las conversaciones de Inca Yupanqui
cutí fue el primero de los lncas expansionistas, figura
con el sol [cap. XXXII). La narración propiamente dicha
ejemplar del Tawantinsuyu y ••vida. adecuada para su
combina momentos de "narración pura» (acción) y de
representación en un espectáculo didáctico-ritual. Sar-
"narración escénica •• (con diálogos y monólogos). Sólo
miento de Gamboa [1572/1901J, otro cronista que tra-
los personajes de alta jerarquía tienen derecho al mo-
bajó con fuentes orales cusqueñas, dedica también a Pa- nólogo: los Incas, sus dignatario s (a menudo como voz
chacuti un espacio mucho mayor que a cualquier otro colectiva o «coro»), la divinidad Viracocha Pachayacha-
Inca. chic. Los monólogos del Inca aparecen por lo general
Según Betanzos, Topa Ynga Yupanqui, su hijo, empe: como discursos a los diqnatarios reunidos en «junta •• o
zó a organizar el culto póstumo a su padre; asamblea del Ttuaantinsuyu, El diálogo no resulta un in-
tercambio rápido de réplicas cortas, sino más bien una
[ ... ) mandó Topa Ynga Yupangui que este bulto sucesión de largos monólogos de índole hierática, A me-
[de Pachacuti) sacasen los de su mismo linaje a las nudo, 105 monólogos sufren una transformación en dis-
fiestas que ansi hubiese en el Cuzco y que cuando curso indirecto que dificulta captar la composición dra-
ansi le sacasen le sacasen cantando las cosas que mática del texto. A este propósito, cabe tener presente
él hizo en su vida ansi en las guerras como en su que el quechua desconoce el discurso indirecto; el lector,
ciudad [cap. XXXII). si desea « reconstruir" el texto oriqinal, debe imaginar
los discursos indirectos de la traducción como directos:
Sea dicho de paso que Manco Inca, al retirarse a Vil- más de una vez, de hecho, Betanzos empieza un monólo-
cabamba, se nevó este «bulto». go bajo forma directa, para luego pasar a la indirecta,
La forma aparente del texto de Betanzos es la de la ••de moda" en el lenguaje culto de la época.
relación histórica, común a muchos cronistas españoles. Un rasgo particular de la Suma es la inserción de fra-
Sin embargo, llama la atención que ya al entrar en ma- ses dirigidas a un auditorio imaginario, huella sin duda
teria, Betanzos se sirva de una especie de voz colectiva, de la enunciación oral; «como ya habeis oído", "como ya
sin duda la de la tradición mitológica oral: -En los tiem- os he contado ». O la alusién a-la transmisión oral: ••se-
pos antiguosl dicen ser la tierra e provincias de Piru oscu- gún ellos señalan ••. De la propia prosodia épica quedan
ral y que en ella no había lumbre ni. día» (cap. I].
234 La IJOZ y su huella 235
Martin Lienhard
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pocos rastros inciertos, qurzas sobre' todo en los monó- da de los grupos de actores-bailarines y los cambios en
logos directos. Tomado al azar, el fragmento siguiente la coreografía permitían entender la transición de una es-
suscita la impresión de la enunciación rítmica: cena a otra, el lector necesita, en efecto, una aclaración
verbal, que Betanzos introduce de este modo: «dejare-
( ... ) y estando (Inca Yupanqui) con esta pena! mos a estos capitanes y hablaremos de los otros dos ...• ,
dicen que sería ya hora del sol puesto! y que ya "y dejando a esto en este estado, volvamos al Inca Yu-
oscurecía la noche! y como fuese anochecido! que panqui ••r «e tornando a hablar de Vicaquirao ... e ,
dijo a sus compañeros y a los demás sus criados! Si tratamos ahora de reconstruir en la imacinación a
que se quedasen todos allí juntos corno estabanl e partir de los elementos disponibles, la puesta~ en esc;na
que ninguno saliese con él! y ansi se salió del apo- efectiva del homenaje ritual al Inca, lleqamos. con todas
sento! sin llevar otro ninguno consigo! ( ... ) e apar- las reservas del caso, al cuadro siguiente. Una larca su-
tándose Ynga Yupanque de sus compañeros! la no- cesión de escenas referidas él. lugares y momentos diver-
cheque ya la historia os ha contado! dicen que se sos presenta la acción. La coreografía alterna danzas gue-
fue a cierta parte! do ninguno de los suyos le vie- rreras -aquí «narración pura •• _. y «juntas- del Inca con
sen/ espacio de dos tiros de onda de la ciudad! e sus dignatarios. Los cantares, con acompañamiento de
que allí se puso en oración a [ .. J Viracocha Pa- tambores, ofrecen narración, monólogos, diáloqos, «co-
cha Yachachic [. .. J: Señor Dios Cine me hiciste! e ros". Ciertas réplicas podrían ser pronunciadas por los
J . 1 •.

diste Gel" de hombre/ socórreme en esta necesidad en «ueCIQOl'es". Les "farsantes" si S" extranola !> nartí: •..de los
que estoy! pues tú eres mi padre/ y tú me formaste espectáculos rituales a(;tu~les, -ti~·u:·~;lan '~D~sil~l~~;:en~~~
y diste ser y forma de hombre/ no permitas que yo de modo cómico, a los pueblos sometidos.
sea muerto por mis enemigos! dame favor contra
ellos/ y pues tú me hiciste libre y a ti solo sujeto/ no Titu Cusi Yupanqui
permitas que yo sea sujeto de estas gentesl que ansi
me quieren sujetar y meter en servidumbre [cap. Pasemos ahora, sin insistir más, a la "vida •• de Manco
VII-VIII]. Inca tal como su hijo Titu Cusi la dictó a sus escribas.
Titu Cusi Yupanqui, qapaq inha del estado neoinca de
Las articulaciones sintácticas simples (sucesión de ora- Vilcabamba, sumo sacerdote consag-rado a punchau, la
cienes principales separadas por la cópula y/e) y las re- luz del día, concibió su relato con la intención de trans-
peticiones ("no permitas ... ,,) pueden sugerir la enun- mitido, a través del gobernador LOljC García de Castro,
ciación métrica, apta para la declamación o la recitación al rey español Felipe n. Así se explica la elección del
cantada. idioma, el español, y la mera existencia de la Ynstrucion
Una serie de indicaciones parecen suplir la ausencia, en' como texto escrito. Dada la personalidad del autor, no
el texto escrito, aelos elementos visuales del espectácu- cabe dudar de la inspiración. incaica de la narración de
Io. Contrariamente al testigo visual a quien la alternan- 105 hechos; si bien el propósito inmediato es diploma-
236 Martín Lienhard La voz y su huella 237

tico (la reivindicación de ciertos derechos dinásticos), su que conforme al usso de su natural me ordenasen y con-
presentación obedece a las normas del homenaje ritual al pusiesen esta relasión-. El escribano, a su vez, puntuali-
Inca. Al poner de relieve las hazañas de su padre Manco za que el Inca dio «avisso de todo- [ibid: f. 62v). El de-
Inca, el Inca Titu Cusi Yupanqui sienta un ejemplo y positario de la tradición histórica no puede ser sino
fija las pautas de su propio código político. que se cen- Titu Cusi, porque el fraile y el escribano llegaron a
tra en la resistencia a la ocupación española por todos Vi1cabamba después de la muerte de Manco Inca, respec-
los medios: militares, religiosos, diplomáticos. Sabemos tivamente en 1569 y 1560. En la escritura del texto, en
que en Vilcabamba, como se había hecho en el Cusco para cambio, no se puede de antemano excluir la interven-
r
I
los Incas anteriores, se preparó un «bulto- de Manco Inca ción de las concepciones literarias del agustino. Al dic-
tado del texto asistieron, para garantizar la autcn tici-
para los homenajes póstumos [Betanzos 1987: 2a.
parte, Cap. XXXIII]. Un informe agustino señala, por otra dad de lo narrado, tres dignatarios del régimen, dcsig-
parte, la importancia del culto que Titu Cusi rendía a la nados como los ••capitanes •• Suya Yupanqui, Rimachi Yu-
memoria de su padre y demás antepasados [Calancha panqui y Sullca Yanac.
1639/ 1974: L. IV, cap. 4). Como en la Suma, de Betanzos alternan aquí escenas
A primera vista, nada dice que la Y nstrucion sea, como de narración pura y escenas dialoga1es. Estas predomi-
el texto de Bctanzos, la «transcripción" de un homenaje nan sobre las otras; todos los monólogos, diálogos y de-
más réplicas se ofrecen, siempre, bajo forma de discur-
ritual a un Inca. Ella traduce, sin embargo, la tradición
oral incaica de Vilcabarnba. única fuente plausible: Titu so directo. Los dueños de la palabra directa son, como.
en Betanzos, los personajes de alta jerarquía y la colec-
Cusi no presenció la mayoría de los sucesos narrados. y
tividad. En el bando incaico, sobre todo los Incas Ata-
su conocimiento de fuentes escritas es sumamente inve-
huallpa y Manco Inca, el sumo sacerdote Vila Oma, los
rosímil. Como toda tradicíón dinástica, su relación enfo-
capitanes y el «coro •• de los dignatario s reunidos; en el
ca los acontecimientos a partir de la perspectiva impuesta
bando español se perfilan el Marqués (Pizarra), sus tres
por el momento presente y ••rectifica ••, sin miramientos,
hermanos y el ••coro" innoble de los soldados. Los mo-
las incoherencias de la realidad histórica. Así, por ejem-
nólogos del Inca, elaborados como hornilías católicas
plo, Manco Inca surge como único sucesor legítimo de (Esteve Barba 1968], ponen de relieve la inicial mode-
Huayna Capac, sus hermanos no son sino usurpadores ración casi cristiana, también la firmeza del Inca. Gra-
0, en el mejor de los casos, Incas de transición, regentes.
dualmente, ante la constante violación de las leyes andi-
La relación es el producto de la colaboración entre nas de reciprocidad [cf, Rostworowski 1987: 61-71] por
Titu Cusi, un fraile agustino y el secretario privado del los españoles, los «parlamentos- de Manco evolucionan
Inca, Martín Panda. Como ••no sé el frases y la manera desde una actitud favorable a los pizarristas hacia el re-
que los españoles thienen (sic] en semejantes avisos ••, ex- chazo tajante, contrastando con el -extremismo- inicial
plica Titu Cusi [Yupangui 1985: f. 64), ••rogué al muy Re- y la posterior traición del sacerdote Vila Oma; evolución
verendo padre fray Mracos García y a Martín de Pando. inversa que parece corresponder a la ubicación cosmo1ó-
238 Martin Lienhard
La voz y su huella 239

gica opuesta de los dos maximos dirigentes incaicos. el


y nosotros lo abemos de ser suyos perpetuamente pues
Inca, hijo del sol, se asocia con la "mitad de arriba •.
ellos 10 an querido •• [ff. 40-41).
Ihanan}, mientras que el sacerdote, como la esfera re-
ligiosa en general, se vincula a la -mítad de abajo" En la victoria sobre los huancas, aliados andinos de los
(urin), al cuadrante amazónico del Tawantinsuyu. españoles, se manifiesta un sarcasmo triunfalista que
Por definición no cabe, en ei discurso del Inca, ningu- volveremos a encontrar en los discursos y cantos que-
na confesión de derrota: si se da un trato favorable a los chuas de guerra modernos (d. cap. XII): "Veis aquí la
españoles en el Perú, no es por haber sido derrotado confianca que tenían aquellos guancas al ydo1o al que
sino por "amor", vocablo que t~'aduce sin duda el concep~ tenían por Viracochan. mira en qué an parado ellas y
to andino de reciprocidad. Si los españoles romnen el ellos y sus amos íos españoles" [f. SO].
pacto, tendrán que asumir las consecuencias lógicas: Ya moribundo, Manco enb:;;~.p el po.lcr a su hijo Titu
Cusí (otra «rectificación- .de Le hi~;lo]"¡;l. 2. Manco le su-
y no penseis que os doy esto de miedo que tenqa cedió Sayri Tupac) .
de bosotros sino de mi bcluntad mera, porque qué
miedo avia yo de ayer de bosotros estando toda la Encomiendote tanbien a estos pobres yndios que mi-
tierra debaxo de mi poderío y mando e sy yo qui- res por ellos COlL1.0 es razón e mira cómo me an se-
siese en muy breve tienpo os podrían desbaratar a guido y 9uardado y anparado en todas mis necesi-
todos [E. 19). dades, dexando sus tierras y naturaleza por amor de
mi. no les travajes demasiado, no les acoses, no les
y luego, las amenazas: riñas ni castigues syn culpa, porque en ello darás
mucho enojo al Viracochan (E. 55].
¿ Vosotros no sabeis que yo soy hijo del sol e hijo
del Viracochan como vosotros os jatais?¿Soy quie- Las relaciones entre el Inca y sus súbditos se expresan a
ra quiera (sic) o algún yndío de baxa suerte? ¿Que- menudo en unos términos que recuerdan los de la rela-
reís escandalizar toda la tierra y que 05 hagan pe- ción entre el sacerdote católico y la comunidad de los
dacos a todos? [f. 23). . creyentes (~~qllerido3 hermanos e hijos míos») . su base,
Ante la arrogancia de los españoles, finalmente, a sus sin embargo, es la reciprocidad andina en su variante
dignatario5: ,,[ ... J luego 105 acabaremos syn que quede «imperial»: el Inca puede exigir a sus súbditos una obe-
diencia y abnegación totales a condición de ofrecerles
ninguno y quitaremos esta pesadilla de sobre nosotros y
holgarnos hemos" [f. 34vJ. bienes materiales y simbólicos equivalentes: regalos, pro-
tección, garantía de una vida digna y próspera. Así se
El fracaso del sitio del Cusca, en la perspectiva incaíca,
nu es ninguna derrota, sino tan. sólo una etapa de una explica también que Manco garan[:ic~ repetidamente a
lucha a muerte. Así lo explica Manco Inca él. sus diqna- sus dignatario s la "paga" [f. 4·1v} por sus servicios .. alqo
hipotética a raíz de su situación reccnómíco-politica di-
tarios . ,,[ ... ] sabed que son nuestros enemigos capitales
fícil.
240 Martín Lienhard La voz y su huella 241

La afectividad que tiñe estas relaciones de reciproci- laciones andinas para el lector español -el propio rey.
dad estalla en el «canto» de despedida que los indios Sólo la soldadesca española, cuyo sociolecto se sugiere
dirigen a Manco momentos antes de retirarse él a Vil- con algunas interjecciones vulgares (11 j Ea! j Voto a tal! ,,),
cabamba se auto descalifica moralmente faltándole a veces el res-
peto al Inca.
Sapaí inga, con qué corazón quieres dexar a estos Si el origen quechua de la Ynstrucián no ofrece lugar
tus hijos solos que con tanta voluntad te an desea- él. dudas (el lector tiene a menudo la impresión de que
do y desean syenpre servir y que sy necesario fuese se lo podría retraducír al quechua, d. también Millones
pornian mil vezes la vida por ti sy fuese menes- en Yupangui 1985), sus características escripturales y
ter, a qué rey, a qué señor, a quién los dexas en- dramáticas no desdicen en absoluto, como se ha mostra-
comendados, qué deservicios, que traiciones, qué do, su homología con el texto de Betanzos. Paradójica-
maldades te hemos hecho para que nos quieres de- mente, el aspecto triunfal de este probable homenaje ri-
xar ansy desanparados e syn señor ni rey a quién tual a un Inca resalta todavía más que en aquél: en una
respetar, pues jamás hemos conoscido otro señor situación que no deja de ser catastrófica, Manco no de-
ni padre syno a ti ya Guaina Capac, tu padre y sus f frauda en ningún momento las expectativas que implica
antepasados [ ... J Chicos y grandes e biejos y bie-' la responsabilidad de qapaq inha.
jas aparejados estamos para no te dexar de seguir- Podría resultar interesante confrontar la Ynstrucion,
te aunque tú nos dexes [E. 44-44v]. sistemáticamente, con el único texto paralelo existente:
el final, descubierto y publicado hace poco, de la Suma
Para los súbditos, el gesto del Inca equivale a conver- de Betanzos [1987: 2a. parte, cap. XVII-XXXIII]. Algu-
tirlos en 10 que más teme el hombre andíno . en uiaqcha nas de sus últimas escenas, como la del asesinato de Man-
" +huérfano, rechazado, "pobre ». y su dolor se moldea en co Inca, podrían sugerir, hipótesis nada inverosímil, que
una imagen inccultablemente quechua . ,,[ ... ] fueron ta- el cronista tuviera acceso a una tradición vilcabarnbina
les y tan grandes los alaridos que todos comecaron a dar, más antigua (época de Sayri Tupac}. cabe también la
que parescia que se horadaban los cerros •• (f. 46]. posibilidad de que ciertas tradiciones cusqueñas se in-
Manco Inca +pese a 10 que insinúa la situación real de teresaran de cerca en los sucesos de Vilcabamba,
dominación española- es la cúspide indiscutible del uni-
verso textual. Los españoles se integran, como socios me- Ollantay .
nores, a la jerarquía andina. Así, el Inca se dirige a
Pizarra como a uno de sus diqnatarios, atribuyéndole el La más antigua versión conocida del Ollantay aparece
título de apu (señor) y tuteándolo, mientras que el gober- en 1816 entre los papeles de Antonio Valdez, cura de Si-
nador, respetuosamente, 10 llama -vuesa merced ••: de cuaní. En 1768, el sacerdote, posible autor del texto, per-
este modo se "traducen •• (la morfología quechua descono- mitió a su amigo Justo Pastor justiniani copiar el ma-
ce 10.5 formas verbales y pronominales de cortesía) las re- nuscrito del drama que se había representado, según la
La voz y su huella 243
242 Martin Lietihard

leyenda, delante de Tupac Amaru Ir. Sin presentar prue- cual surgió el Ollantay. La obra, que combina rasgos
bas, cierto autor fecha en 1735 el descubrimiento de una . de los homenajes rituales a un Inca y de la comedia es-
versión más antigua, desconocida, del texto [Y épez Mi- pañola, ofrece todas las características que se pueden
randa 1958]. Comoquiera que sea, el drama que conoce- esperar de un drama quechua producido en el síclo XVIII
mos debe considerarse como producto del siglo XVIII: por o para los auténticos o supuestos .descendi;ntes de
los Incas,
aunque hubiera existido, como algunos afirman, un ••mo-
delo» del 011antay en la época prehispánica, las estruc- Ollaniay presenta la forma exterior de la comedia es-
turas del drama actualmente accesible demuestran una pañola con sus tres jornadas, Si bien es cierto, como 10
evidente adecuación a los gustos estéticos y a las inquie- puntualizó Pacheco Zegarra (1878), que esta división
tudes del público quechua colonial. El purismo quechua cuaja mal con la realidad dramática, los quince cuadros
del texto, que a veces se esgrime como argumento de su escénicos de su propia versión, muy desiguales en cuan-
ascendencia prehispánica, confirma más bien su elabora- to a su peso estructural, no traducen tampoco la dinámi-
ción escriptural : los textos' quechuas que resultan de la ca de la obra. En realidad, el Ollantay presenta una es-
transcripción de materiales orales aparecen, en efecto, tructura dramática relativamente floja, yuxtapositiva
con las características linqüísticas del quechua moderno, más "épica» que "teatral» -en el sentido europeo- del tér~
más o menos hispanizado , sólo una voluntad conscien- mino.
temente -nostálqica- explica la existencia, en plena épo- La versificación (cuartetas de versos octosilábicos ri-
ca colonial, de un texto prácticamente sin interferencias mados) sigue las pautas españolas más corrientes; nin-
lingüística s españolas. Convertir el Ollaniay enun dra- glino de los textos quechuas transcritos en los primeros
ma prehispánico resulta, en realidad, una operación pu- decenios de la colonia (fundamentalmente canros, oracio-
ramente ideolóqíca, destinada a atribuir a la cultura in- nes, monólogos de algún Inca) presenta un sistema mé-
caica, sin otro motivo que un etnocentrismo europeo trico de este tipo.
interiorizado, características análogas a las de la cultura La drarnaturqia se vale de diálogos relativamente rá-
europea. pidos, de soliloquios y de cantos intercalados. Todo pa-
rece denunciar aquí la huella de las concepciones españo-
La aparición de esta obra en el siglo XVI!l, desde lue-
go, no puede ser casual. En ese siglo, precisamente, se =. los homenajes rituales, por 10 que sabemos de ellos,
producen varios fenómenos relacionados con una toma ~o favorecían el intercambio rápido de réplicas, sino Que
de conciencia andina, indígena e «incaica .• (d. cap. III): desgranaban una sucesión de monólogos de tipo hierático,
quejas «incaicas .. ante el rey no sólo por ciertos -abusos-. pronunciados las más de las veces por el propio Inca o
sino por la situación general de opresión que sufre la po- por la voz colectiva de los dignatarios reunidos en asam-
blación andina, levantamientos armados en serie y de
blea estatal. En el Ollaniay, la única «junta- comparable
gran envergadura; desarrollo de un «movimiento nacio- a. Las que Betanzosy Titu Cusi emplean como medio prin-
nal inca» [Rowe 1976]. Este movimiento auspicia una suer- cipal para el diálogo, seria la coronación del Inca disi-
dente Ollanta en la segunda jornada. Los demás diá ..
te de teoiual incaico que es, sin duda, el contexto en el
244 Martín Lienhard La voz y su huella 245

logos, en presencia o no de un Inca, ostentan un carácter tanzos no excluía, de ningún modo, la inserción de qara-
marcadamente ••privado ••. a veces confidencial, poco com- wis y otros cantos, éstos no iban a aparecer como -inter-
patible con el género del homenaje ritual a un Inca. mezzi •• musicales: todo el homenaje ritual se basaba en
Este parece privilegiar. siempre, las relaciones de reci- los cantares épicos y el acompañamiento rítmico-musical.
procidad entre el líder y la colectividad. y la represen- Los garawis del Ollaniay, andinos pero coloniales.
tación de los momentos más espectaculares -obviamente ejemplifican la escritura híbrida del drama. El tercero
públicos- del acontecer histórico. Aquí. en cambio. como (Urpi uyuaitam chincachicunit «Perdí la paloma que crié")
en el teatro europeo de corte, se enfoca de preferencia, ofrece una pormenorizada descripción comparativa de
aislándolo de la colectividad, al grupo de altos personajes, las bellezas de la amada. parecida a las que se escri-
y aún a los individuos que lo componen, El soliloquio de bían en la europa medieval y rcnacentista . la adapta-
Romí Ñaui derrotado por 10; Anti (segunda jornada). ción andina consiste en la substitución de los términos de
ejemplo de presencia individual solitaria en el escenario, comparación clásicos (rosas. claveles, perlas, cristal. már-
es doblemente significativo a este respecto: impensable mol etc.) por sus «equivalentes" andinos: las flores achan-
en un homenaje ritual (donde la colectividad siempre pre- qaray o qaniu, las semillas o piedrecitas para collares
sente de los ••actores •• remite a la colectividad de los "es- piñi, la piedra preciosa qespi, la nieve (riti) de los neva-
pectadores •.). esta escena señala indirectamente la ausen- dos. Dada la peculiar relación del hombre andino con el
cia de la danza; en un homenaje ritual, la evocación de cosmos natural. tal substitución no resulta puramente
los sucesos bélicos se hubiera apoyado, sin duda, en las
formal; si en Europa, estas comparaciones no remitían
danzas guerreras de grupos convenientemente ataviados.
sino a la tradición literaria. aquí, ellas subrayan la horno-
como lo sugiere la crónica de Betanzos [1987: la. parte,
logía entre el hombre y el cosmos natural. Una compo-
cap. XIX). Es significativo. en el mismo orden de ideas, '
sición a todas luces análoga se halla entre los poemas del
que en la leyenda oral moderna del Ollantay, descubier-
. célebre poeta quechua Wallparrimachi (1979). muerto en
ta por M. Palacios [1835) a comienzos del siglo XIX.
la solicitud matrimonial de Ollanta tenga lugar en pú- un combate contra 105 españoles en 1814: Karuncharay,
blico. delante de los dignatarios reunidos del Taioantin- A pesar de que en este caso se trate de un poema noto-
suyu: la versión oral (fuente o. por el contrario, eco del riamente colonial y escrito, su versificación se ve menos
drama) resulta más congénita a las tradiciones cultura- contaminada POi" la tradición española: versos perita-
les antiguas que la del Ollantay escrito. silábicos sin rima «deliberada- (las rimas -involuntarias-,
También los «íntermezzi ••cantados del drama quechua. suscitadas por las características morfosintácticas del que-
aducidos a veces como prueba de su antigüedad, remi- chua, no provocan la misma sensación de artificio lite-
ten más bien a las concepciones del teatro clásico espa- rario). Tanto el poema de Wallparrimachi como el canto
ñol que preveían, para la expresión de 10 ••popular •., la del Ollantay son, sin duda, relaboraciones escripturales
introducción de piezas folklóricas a modo de suspen- de cantos quechuas orales de la capa señorial. bien aleja-
sión musical. Aunque la fórmula épica descrita por Be- dos de la tradición prehispáníca.
246 Martin Lienhard
La voz y su huella 241

La escritura y la dramaturqia del Ollantay, como 10


donar a sus súbditos, las reglas de reciprocidad; deberá
muestran estos ejemplos, evidencia el profundo impacto
por lo tanto abandonar el poder a su hijo Pachacuti. Man-
de la cultura (,ommante
1" !llspamca,
1"·"" z~,
y su tem l a.ti ~
roa?< No 1

co Inca, protagonista de la relación de su hijo, confir-


sabemos si una historia de amor problemático como la
ma, pese a sus "derrotas ••frente a los españoles, la legi-
de Ollanta y Cusi Ccoillur podía entrar a formar parte
timidad de su Iiderazqo , para el lector, Manco es un
de un homenaje ritual a un IDCé" Tenemos la impresión
Inca victorioso y siempre preocupado por el cumplimien-
de que" su papel importante en el drama se debe al im-
to de todas las n0n11aS religiosas y sociales, En el Ollan-
nacto de la comedia española, pero esperamos los resul-
tay se cuestiona, en definitiva, al Inca Pachacuti por su
tados de futuras investigaciones para pronunciamos de-
d e.t1 C~l
.onflicto manifiesta incapacidad para resolver el conflicto con el
fínitivamente. En
-, SI, 1 mOllvaclon
• .0. •." '. .1l~_c.., CO""'O
'E"' 10

apu uiaminqa Ollanta. sólo con su sucesor, su hijo Tu-
demostró Millones f 1982], ostenta raíces prehispánicas:'
pac Yupanqui, el equilibrio político se volverá a instau-
como en toda una serie de narraciones antiguas, los aman-
rar. ¿ Pero por qué precisamente Pachacuti =el Inca que
tes de Ollantay " l'
resuuan cu-1'paores1 ce
.' scresió .Il
una~ ,..transgres
_.
impuso, según las fuentes más fidedig-nas, la supremacía
sexuale1. .•. , tanto
.~ •••• .".!¡. .;I..1.~ nor
t-'", la diferencia
, social Que
.-'- los separa. C01TIO
incaica en los Andes centrales? Una primera respuesta
por la índole excesiva de su amor. Impensable, en térmi-
aludiría a la relativa ignorancia del pasado incaico por
nos prehispánicos. seria sin duda el, happy end¡ si se
parte del autor del Ollantay . Cabe, sin embargo, otra ex ..
podía, en casos extremos, perdonar el delito, no se po-
plicación más sugestiva: las luchas sordas entre las pa-
día de ninqún modo autorizarlo oficialmente. Notemos
nakas compuestas por los descendientes de Pachacuti y
de paso que en la Ynstrucum, de Titu Cusi, las preten-
Tupac Yupanqui suscitaron dos tradiciones incaicas di-
siones del "plebeyo» Gonzalo Pizarro sobre la hermana
vergentes en cuanto a la evaluación de Pachacuti [Rost-
de Manco I;lca se convierten en uno dé los factores que
worowski 1987: 53 ss.]. Desde luego resulta difícil
desencadenan la violenta reacción antiespañola del Inca.
admitir la vigencia de tales luchas en el tercer siglo co-
Al privilegiar la afectividad contra la rigidez de las nor-
•• 1 '-"'71.
lonial. Ahora, la crónica sin duda más difundida en el
mas sociares. el nappy
.••• • '11
ena..,de. Ullaniay t ,E.\<!<.tC<•.•
-7
una ve'-
~..,-:')
'/,'j" "O'
1
conjunto del "movimiento nacional inca •• fue la de Gar-
516n occídentalizada de las relaciones amorosas.
cilaso, y este escritor, siempre según Rostworowski, re-
la temática general del drama se inspira en motivos y presentaba la tradición de los descendientes de Tupac
preocupaciones indudablemente incaícas +aunque no ne- Yupanqui.
cesariamente prehispánicas, El conflicto central, como en
Varios otros elementos del Ollaniay, como la mode-
los homenajes rituales de Betanzos y Titu Cusi, plantea
ración delInca Tupac Yupanquí (que renuncia a ejecu-
las condiciones del ejercicio del poder en la sociedad
tar el atroz castigo previsto contra los traidores), y la
inca. La legitimidad del Inca se funda, como sabemos,
rehabilitación del traidor Ollanta, no parecen correspon-
tanto en su ascendencia corno en el cumplimiento efec-
der a la conocida intransigencia inca en tales casos, El
tivo de las
responsabilidades inherentes a su función.
Inca Yupanqui, en Betanzos, castiga cruelmente a los
En la Suma de Betanzos, Viracocha Inca viola, al aban-
chankas ya vencidos; en cuanto a Manco Inca, sus ven ..
248 Martín Lienhard
La voz y su huella 249

ganzas, más que intransigentes, pueden parecer arbi-


trarias: si al principio, él persigue a los que siguen ban, en 'sus manifestaciones concretas, cantares épicos
resistiendo a los españoles (Ouisquis y Challcuchima), con acompañamiento rítmico-musical. danzas guerreras,
luego se desata contra los desertores de la lucha antiespa- la presentación de las imágenes de los Incas y, quizás, la
ñola. en los dos casos, simplemente, el castigo se dirige intervención de «decídores» y "truhanes". Los espectácu-
contra los que no acatan su autoridad "divina". Pensamos los servían directamente los intereses momentáneos del
que la moderación atribuida en el Ollantay a Tupac Yu- clan dinástico y denunciaban las desviaciones y los desór-
panqui obedece no a preocupaciones incaicas, sino neo- denes provocados por otros sectores que se asociaban,
incas. Si la aristocracia neoinca, que carecía de un poder según las reflexiones deZuidema (1963/4) acerca del
político real, pretendía crear las condiciones para una Ollantay, con la "mitad de abajo •• =urinsay a= del sistema
restauración incaica, no le convenía, por cierto, insistir en cosmológico dualista.
las prerrogativas discrecionales de los Incas históricos. Los capítulos dedicados alInea Pachacuti en Betanzos
Para recuperar su poder en la situación política del siglo se deben considerar, según toda probabilidad, como la
XVIll, necesitaba al menos la alianza con los demás es- transcripción de un cantar épico, complementado por la
tratos indígenas. probablemente también con los crio- narración de las escenas mímica-coreo gráficas del es-
llos liberales. No podía permitirse el lujo de alarmar a pectáculo ritual y algunos comentarios del autor. Los
sus hipotéticos aliados con la perspectiva de un gobier- chankas y el propio padre delInca homenajeado repre-
no inca totalmente inflexible. Si el Ollantay pertenece a sentan el principio del desorden. Betanzos aparece como
este contexto neoinca, es lógico pensar que el o los au- pionero de una narrativa andina híbrida que intenta fun-
tores del drama prefirieran ofrecer una imagen más hu- dir la tradición oral andina con los vehículos expresivos
mana, más flexible de la antigua política incaíca, más que le ofrece la cultura dominante,
adecuada para apoyar la lucha reivindicativa de los -In-
Formalmente análogo es el caso de la Ynstrucion, de
cas •• contemporáneos. Una imagen más humana, pero
Titu Cusi. Las fuerzas centrífugas, aquí, son los quite-
no desvirtuada: el drama ilustra precisamente la capa-
ños-huancas-españcles. A raíz de la escritura eminente-
cidad de la sociedad inca para restablecer, en una época
mente dramática del texto, se podría casi hablar de una
de crisis, un poder supremo ••justo". En este sentido, el
Ollantay sigue, convirtiéndola en "literatura» y adaptán- especie de guión de un homenaje ritual imaginario o
dola a la situación del momento, en la tradición del ho- real. Titu Cusi, obviamente, no ambiciona fundar nin-
menaje ritual a un Inca. gún horizonte escriptural , su texto es producto de unas
circunstancias específicas, de la necesidad de comuni-
carse con su adversario. De hecho, la misma existencia
Conclusiones
de esta obra demuestra que Vilcabamba seguía totalmen-
Según los datos proporcionados ante todo por la Suma te apenada a las pautas culturales andinas, que era ca-
de Betanzos, los homenajes rituales a los Incas articula- paz incluso de crear, en el marco de éstas, su propia
tradición oral incaica.
250 Martín Lienhard
La voz y su huella 251

Si la Ynstrucián no funda ningún horizonte escrip-


actitud ambigua contribuye a emponzoñar el conflicto-e.
tural, el "guión" de la epopeya de Manco Inca que ella
su calidad de layqa (brujo) 10 ubica también en el urin-
incluye corresponde a un modelo que parece haberse
saya.
transmitido, por vía de la tradición oral, hasta el siglo
. Si bien el Ollantay no es incaico en un sentido estric-
XIX y, desde entonces, también bajo forma transcrita. Alu-
to, se 10 puede considerar, en cambio, como drama neo-
dimos a las representaciones que actualizan periódica-
inca, es decir, adaptado a los gustos europcizantes y a
mente y en muchas comunidades quechuas el derrumbe
las reivindicaciones políticas de la aristocracia indígena
del estado incaico y la muerte del último Inca, general-
ilustrada que actualizaba así de modo ideológico su re-
mente Atahuallpa. El texto de la Tragedia del fin de
lación =auténtica o ficticia- con el pasado incaico. El
Ataurallpa, transcrito o copiado en 1871 (Chayanta, Bo-
Ollantay, en tanto que obra literaria escrita pero basada
livia) y publicado por Lara en 1957, ostenta un parentes-
al menos narcialmente en tradiciones orales, constituye
co asombroso con la dramaturqia, la poética y varios mo-
tivos específicos del "drama •• de Titu Cusi, El diálogo
además m; eslabón entre la permanencia de la sociedad
andina en una oralidad exclusiva y su apropiación pro-
entre el Inca ya condenado a muerte y sus diqnatarios
gresiva de la escritura.
contiene no pocas réplicas que aparecen como la versión
oriqinal, quechua, de las que intercambian Manco Inca
y sus díqnatarios. Llama la atención, por otra parte, que
el texto de1a Tragedia, sin que haya motivos históricos
para ello, establezca una relación con Vilcabamba . el
hijo del Inca Atahuallpa, en efecto, piensa refugiarse allá.
Parece poder .suqerirse, entonces, que este tipo de drama
ritual moderno se origina, en última instancia, en los ho-
menajes rituales a un Inca, especialmente en los que sur-
gen, subversivos, en los primeros años de la colonia.
Más problemática resulta la relación del Ollantay con
este tipo de espectáculo ritual. El drama aprovecha o re-
elabora sin duda fragmentos épicos conservados por la
tradición oral o las crónicas españolas. La dramaturgia ri-
tual (danzas, coros, música, cantares) cede el paso, en el
contexto colonial, a las exigencias más intimistas de un
teatro de corte al estilo europeo. Como en Betanzos o Titu
Cusi, el principio del desorden aparece vinculado al urin-
saya: el propio Ollanta representa al Aniisuyu, cuadran-
te de la mitad de abajo; en cuanto a Huillca Urna +cuya
La voz y su huella
CAPITULO VIII 253

CATÁSTROFES HISTÓRICAS Y LITERARIAS sociales, económicas, religiosas y lingüísticas? ¿No fue-


EN PARAGUAY ron las -contribuciones europeas" un programa sistemá-
(A. RUIZ DE MONTOYA, A. ROA BASTOS) tico de destrucción o desestructuración de las sociedades
étnicas? Pero también -dejemos las preguntas retó-
La cuestión de los ••comienzos»
ricas- ¿cómo hay que entender la ••preservación» de há-
bitos y creencias tribales en una población campesina na-
¿ Qué continuidad existe -o no existe-. entre las anti- cional, oprimida y explotada? ¿ Cumplen las creencias y
guas poblaciones quaraníes de los ríos Paraguay y Pa- los hábitos ••conservados» la misma función que en la
raná, y la moderna población paraguaya? Comentando época anterior a la conquista?
el estilo de vida del «neoquaraní» moderno, Darcy Ribei- La etnohistoria del Paraguay, ciertamente, nos descri-
ro [1/ 1970: 528) escribe: be la primera parte del proceso de transformación de los
guaraníes en •.neoquaraníes», desde la conquista hasta la
La supervivencia del guaranÍ como lengua moder- independencia [Susnik 1979-80, Necker 1979, Meliá
na, y de las técnicas de la quema de rastrojo [coi- 1986], pero carecemos de investigaciones -difíciles por
vara], del cultivo del maíz, de la mandioca y de la escasez de documentos escritos- para un período de-
otras plantas, así como el uso de la hierba mate y cisivo: el siglo XIX. Los estudios folklorísticos, a veces
del chinchorro y la preservación de un cuerpo de meritorios (Carvalho Neto 1961), que enumeran las •.su-
creencias y hábitos tribales, le presta una fisonomía pervivencias" antiguas en la cultura rural paraguaya, no
particular y arcaica. A esta matriz indígena .se su- permiten cerrar el ciclo, porque no nos informan acerca
marían las contribuciones europeas, principalmente de la dinámica histórica que permitió su "conservación ••,
el pastoreo, algunos cultivos y técnicas nuevas y el ni en cuanto a la función y relevancia social de los ele-
reordenamiento social, como parcela de una econo- mentos "conservados ••.
mía mundial [ ... ]. Hasta hoy, sólo una obra de ficción, quizás, ofrece una
imagen dinámica y global que vincula la desestructura-
Supervi vencías, contribuciones europeas, reordenamien- ción colonial, las restructuraciones coloniales y republi-
to social: ¿ pueden dar cuenta estos conceptos de 10 que es canas y las •.supervivencias .• folklóricas . se alude, claro
la sociedad «neoquaraní .• y, ante todo, de cómo las socie- está, a las novelas y cuentos de Augusto Roa Bastos. La
dades tribales se convirtieron en la población paraguaya narrativa de este escritor paraguayo anticipa, por medio
actual, totalmente destribalizada -exceptuando a los gru- de la ficción literaria, la conclusión de las aún fragmen-
pos indígenas, marginales y amenazados en su integridad tarias investigaciones histórico-sociales. Ella capta, a su
física y cultural? ¿No resulta poco expresivo el «reorde- modo, la «pulsión» (4.2/ Roa Bastos 1978] que subyace
namiento social- cuando, en rigor, los grupos guaraníes al proceso histórico paraguayo, pulsión nacida y desarro-
sufrieron el destructor impacto de la conquista y la con- llada a lo largo de los «cataclismos- que asolaron la
siguiente «reducción» [4.21 Meliá 1973] de sus pautas región.
La voz y su huella 255-
254 Martín Lietihard

Independientemente del referente histórico elegido, el A e~te procedimiento subyace siempre la búsqueda de
los oriqenes de la situación actual. En los relatos de
núcleo de todos los universos narrativo s roabastianos es
Roa Bastos, éstos suelen tomar la forma de un suceso
el «reordenamiento social» o, para decido con-mayor pro-
violento que alude, según el caso, a épocas históricas
piedad, la experiencia traumática de una violenta trans-
diferentes. Pero este suceso aparece siempre como re-
formación 'socio-política. Evitando, gracias a la ficción,
petición de otros sucesos más antiguos., Si retrocedemos
los escollos de una visión histórica evolucionista, la obra
en el tiempo para descubrir la atadura, nunca nombrada
de Roa Bastos se encarga de rescatar y de reinterpretar
en los textos, de la cadena de las violencias sucesivas
las escorias todavía incandescentes de la historia, los de-
llegaremos inevitablemente a 'la conquista, comienzo ;
pósitos que la historia vivida dejó en la memoria-con-
matriz de los ciclos de violencia posteriores. La conquis-
ciencia popular. No se trata de un intento de captar la
conciencia popular mediante la recopilación etnográfica ta en tanto que hecho histórico desapareció hace mu-
cho de la memoria oral-popular paraguaya. La pobla-
de testimonios individuales, sino de un trabajo metó-
ción «neoquaraní», en efecto, no se siente solidaria de
dice que tiende a dar forma, nombre y cuerpo a 10 no
la historia indígena -10 que explica la desconfianza de '
dicho o lo indecible; a movilizar, por medio de la decan-
los guaraníes actuales respecto a los «paraquayos» [4.1/
tación y de la puesta en perspectiva, los significados ol-
Cadogán 1971: 81-84). Si Roa Bastos se propone, ahora,
vidados o derruidos.
movilizar esta memoria, no puede nombrar directamen-
'El procedimiento básico. sin duda, es el de relacionar te, pues, la conquista.
el referente histórico, elegido con otras experiencias co-
Una fase de la conquista de los guaraníes, más exacta-
lectivas, anteriores o posteriores. A una experiencia mo-
mente la conquista misionera del Guairá (alto Paraná
derna -como la guerra del Chaco en Hijo de hombre [4.11
hoy territorio brasileño), se halla depositad~ en un text~
1985)- se superponen de algún modo otras más antiguas:
privilegiado, escrito por su mayor protagonista: La con-
la Colonia (presencia jesuita inscrita en el paisaje). la
quista espiritual en las provincias del Paraguay ... , de
dictadura de Francia (a través de la memoria del per-
Antonio Ruiz de Montoya (4.1/ 1892]. El autor, misione-
sonaje Macario) o la guerra de la Triple Alianza (vre-
ro jesuita y, a partir de 1620, superior ge~eral de todas
miniscencias- o lecturas del teniente Vera, autor del dia-
las reducciones guaraníes, relata en su crónica el sur-
rio). Y sobre las experiencias pasadas -la dictadura de
gi:n~ento conflictivo de una sociedad destribalizada (íe-
Francia en Yo el Supremo (1976 b] - se proyectan otras
suítica y encomendera), y la primera catástrofe histórica
que ya habían tenido lugar o que iban a producirse más
que se abate sobre ella. A través de esta experiencia
tarde. A veces, el lector puede llegar a preguntarse si
traumática se van sin duda configurando, caóticamente,
está leyendo la historia desde la Colonia a través de un
parte de, los elementos constitutivos de la cultura neo-
suceso moderno (la huelga de 105 trabajadores del inge-
guaraní. En un cierto sentido se van «preparando" tam-
nio azucarero en «El trueno entre las hoj as»: 1976 a), o
bién los mecanismos que permitirán la «repetición» de ca-
la interpretación de los sucesos actuales a' través de un
tástrofes análogas.
referente histórico (Yo el Supremo).
256 Martín Lienhard La voz y su huella 257

Las obras de Montoya y de Roa Bastos se ubican, pues, La crónica de Montoya, algo más que un simple informe,
en los dos extremos del proceso histórico -y literario- alude a este contexto, pero se inscribe también en la do-
paraguayo. Se pueden tejer unas relaciones sugestivas ble tradición de la narrativa de cruzadas, reconquistas
entre ambas. 'La crónica del jesuita desempeña al pare- o conquistas, y de la novela de caballerías. Se narran las
cer un importante papel. no estudiado todavía, en el "in- andanzas y ••entradas ••en territorio guaraní de los prime-
tertexto» de la narrativa roabastiana . el de un modelo ros jesuitas, «caballeros- cristianos que cambiaron su
rechazado. En todo caso, la perspectiva creada a través montura por la canoa. Los sucesos narrados se hallan in-
de la lectura de Montoya permite leer a Roa Bastos sertados en un discurso cosmológico que divide el espacio
y sus habitantes en lo que es de Dios y lo que es del DI'
con una mirada que proyecta en su horizonte moderno
monio , la morada de los guaraníes no reducidos (los
la ausente imagen de los ••comienzos». Viceversa, la ex-
nuevos infieles de la cruzada española) resulta metafó-
periencia lectora de la obra de Roa Bastos favorece una
ricamente un ••alcázar pertrechado de ardides de demo-
aproximación nueva a la crónica de Montoya, atenta a
nios" [Montoya 1892: 128], rodeado por el espacio libre
lo 110 dicho (tal vez lo no sucedido) que ésta contiene en del imperio universal. Si el demonio se nombra y se
germen. La operación que consiste en leer a Montoya muestra bajo una gran diversidad de disfraces, Dios
a través del prisma de la de Roa Bastos y viceversa se -que no se muestra- tiene a primera vista una presen-
realiza en un único movimiento dialéctico. Las necesi- cia más difusa. El lector, sin embargo, logra ubicar su
dades de una exposición lineal impondrán a menudo, sin voz en una instancia textual: el yo narrador. Sin equi-
embargo, una presentación aparentemente desvincula- vocarse nunca, este yo, como la propia palabra divina,
da de las dos lecturas. es capaz de juzgar sin apelación posible todos los aspec-
tos de la contienda -recordemos [v. cap. I] que la pri-
mera escritura colonial no duda nunca de su inspira-
El primer apocalipsis: Montoya ción divina. Ahora, este yo es la manifestación de una
persona concreta: del propio Montoya. Dos siglos más
En el momento de entregar su manuscrito a la impren-
tarde surgirá, en la misma área, una voz análoga, la del
ta (1639), Antonio Ruiz de Montoya, superior de todas
Supremo Dictador José Gaspar de Francia, aunque con
las reducciones jesuíticas en territorio hispano-quarani,
una instancia «divina ••nueva: el Pueblo. Su puesta en es ...
se halla en Madrid para solicitar al rey del imperio ibé-
cena, otros 150 años más tarde, por Roa Bastos en Yo
rico (unión España-Portugal 1580-1640) el apoyo a su .
el Supremo, la desmitificará finalmente para el lector
proyecto de defensa armada de los pueblos misioneros
contra los cazadores de esclavos tbandeitantes¡ que ope- moderno.
ran desde Sáo Paulo de Piratininga. Conquistados •.es- Montoya, yo supremo y divino, ofrece el relato de la
piritualmente" por los jesuitas, los guaraníes misioneros historia guaraní entre, aproximadamente, 1612 y 1638,
están enfrentando, en efecto, una segunda conquista, más Son años cruciales en que se decide el porvenir de los
traumática, la de los «paulistas- (vecinos de Sáo Paulo) guaraníes cristianos, de las reducciones y de 10:; propios
258- Martín Lienhazd
La vpz y su huella 259

bandeirantes, formalmente súbditos del rey español y


[ ... ] Fué luego este cacique Miguel Artiguaye á
aliados de los ambiguos encomenderos españoles. Toda-
visitar á Íos Padres, y al parecer con buen semblan-
vía existe un equilibrio inestable entre estos protagonis-
te y rostrorisueño. y á muy pocas razones de cum-
tas que van a determinar, quien más quien menos, el fu-
plimiento, mudándose en una fiera bestia, prorrum-
turo de un área hoy dividida. entre Brasil, Paraguay,
pió diciendo á voces: Vosotros no sois sacerdotes
Uruguay y Argentina. enviados de Dios para nuestro remedio, sino de-
El narrador describe la situación del territorio tal monios del infierno, enviados por su príncipe para
como Montoya 10 encontró a su llegada, la organización nuestra perdición. ¿ Qué doctrina nos habeis traí-
y administración de las reducciones, las entradas a las do? ¿Qué descanso y contento? Nuestros antepasa-
••provincias" de los infieles para incorporarlas al territo- dos vivieron con libertad, teniendo su favor las
á

rio jesuita, la defensa contra los paulistas y el gran éxo- mujeres que querían, sin que nadie les fuese á la
do Paraná abajo para salvar la empresa misionera. La mano, con que vivieron y pasaron su vida con ale-
región se encuentra dominada por dos sistemas rivales: gría, y vosotros quereis destruir las tradiciones su-
el infierno de los yerbales (cap. 7) que volveremos a yas, y ponemos una tan pesada carga como atar-
encontrar en Hijo de hombre, y los pueblos misioneros, nos con una mujer: y saliéndose del aposento dijo:
copias imperfectas de la Ciudad de Dios agustina. La so- N o será aSÍ, que yo lo remediaré. Los padres, que
ciedad encomendera, dueña de los yerbales, es la primera como corderos habían estado oyendo los bramidos
encarnación del espíritu diabólico que conocerá el lector, de este lobo, queriéndole detener para darle razón
combatida por la resistencia justificada -Lamenteblemen- á sus sinrazones, no pudieron, antes arrebatado de
te «paqanas-- de algunos grupos indígenas (cap. 8). To- un furor diabólico, salió diciendo voces: Ya no se
á

das las ciudades menos Asunción se hallan devastadas a puede sufrir la libettad de estos que en nuestras
raíz del huracán destructor que desencadenaron los "ve-
mismas tierras quieren reducimos á vivir á su mal
cinos de San Pabh~ =españcles. portugueses, tupís. Pro-
modo [Montoya 1892: 58J.
gresiva y pacíficamente, Montoya y sus compañeros,
acompañados por los indios cristianizados, van invadien-
Surge el culto a los "huesos habladores» de unas mo-
do los territorios del Demonio, de los infieles. Los indios
mias de magos prestigiosos, tanto más preocupantes
inocentes reconocen a menudo en los misioneros a los su-
cuanto que los propios indios misioneros lo alternan con
cesores de Santo Tomás, discípulo de Jesucristo que evan-
la vida en las reducciones. Convertidos en agentes se-
gelizó en tiempos remotos aunque no olvidél~oS vastas
cretos, los jesuitas, al abrigo de la noche, se van en bus-
áreas de la América meridional (cap. 21-26). Pero he
ca de los santuarios, los encuentran medio vacíos y si-
aquí que por todas .partes surgen caciques malos y ••ma-
guen las huellas de los que huyeron con una momia, has-
gos" =ínstrumentos del Demonio- que movilizan a los
ta dar con ellos y organizar con los huesos un fuego pu-
indios contra los importadores de un falso dios, enemigo
rificador (cap. 28-29). En la entrada de la provincia de
especialmente de la tradicional poligamia:
Tayoaba, los «caciques grandes magos" ofrecen una resis-
260 Martín Lienhard
La voz y su huella 261

tencia encarnizada, y en más de una oportunidad, los mi-


suceso se percibe en otro pueblo, a leguas de distancia
sioneros y sus acompañantes se hallan cautivos de los
(ibid.). Para muchos de tales sucesos, signos tangibles
infieles, destinados a un banquete antropofágico; algunos
de la lucha que libran Dios y el Demonio, el propio Mon-
cristianos, pero no Montoya, gozan de este "dichoso
toya -o sus indios- hacen de testigos oculares o audi-
fin ». A menudo también, Montoya tiene que huir, cier- tivos.
ta vez disfrazado de indio, por monte y ciénaqas, como
Con el paso del tiempo, los demonios aparecen menos
un «cerdo» (cap. 31-34).
disimuladamente. Apoyando militarmente una entrada
La lucha entre el bien y el mal repercute también en
difícil, los encomenderos españoles, excelentes discípu-
otro tipo de acontecimientos. En las plazas, las iglesias
los de los paulistas, intentan esclavizar, contra las leyes
y las alcobas de los pueblos misioneros, en los campos
imperiales y divinas, a los indios misioneros. Cuando
de batalla, se producen, escenificados con una pirotec-
finalmente la provincia queda convertida en paraíso je-
nia brillante; una larga serie de fenómenos sobrenatu-
suita, los demonios lanzan, dejando ya todo disfraz, el
rales de signo variable. Apenas muerto, un padre jesui-
ataque decisivo: saliendo de la propia boca del infier-
ta se le aparece a un amigo (cap. 14). Otro muerto re-
no, que no es otra que la ciudad de Sáo Pau10, los ban-
gresa a la tierra para llevarse a un moribundo (18). Ago-
deirantes, brazo armado de los pomberos (v. infra), arra-
nizante e inmovilizado en su lecho, un personaje viaja
san a fuego y sangre toda el área. Totalmente desenca-
a la iglesia (ibid.]. Un indio muerto resucita para con-
denados, ellos siembran la muerte, esclavizan a las al-
tar las maravillas de la celestial Ciudad de Dios (17).
mas por fortuna ya salvadas por los jesuitas, queman y
Varias personas toman, al morir, el aspecto rebosante de
profanan iglesias. El horror se moldea en las evocacio-
individuos jóvenes. El corazón de un misionero martiri-
zado por los infieles echa a hablar (58), como habían nes insostenibles de matanzas indiscriminadas, de ago-
hablado +pero inspirados por el demonio- los huesos de nizantes enterrados bajo pilas de cadáveres, de muertos
los magos. Delante de la comunidad reunida, unos án- cruelmente desfigurados, de carne en estado de putre-
geles brillantemente iluminados salen de la iglesia, se facción, de iglesias y aldeas humeantes. La atmósfera,
dejan admirar por los presentes y vuelven a entrar (18). en el sentido etimo1ógico de la palabra, es apocalíptica,
Pero las noches se llenan de almas en pena, silenciosas y Montoya no duda en calificar los sucesos de "diluvio"
o ululantes.Por obra del Demonio se hunde el barco (39) o de "juicio final, (44). Tal otro Moisés, ahora, el
de un encomendero español (14). Un demonio, disfrazado yo protagonista organiza una transmigración gigantes-
de sacerdote clérigo, incita a los indios a Iiberarse de ca. En miles de balsas y canoas, fabricadas a toda prisa
los jesuitas (16). Otros demonios desfilan con la apa- por los indios, el pueblo misionero electo, guiado por su
riencia de jesuitas, de la propia Virgen ° bajo formas profeta, se mueve Paraná abajo hacia la tierra prometi-
bestiales y grotescas. Un susurro, salido de las bocas ce- da. El hambre, la peste 10 acompañan, en medio de un
rradas de los feligreses reunidos en la iglesia, estorba río lleno de peces antropofágicos. Por fin, los fugitivos
la misa (17). Al quebrar el Demonio una campana, el
se instalan en un territorio nuevo, redifican sus «asas y
La voz y su huella 263
262 Martín Lienhard

1914]. Después de la conquista, la necesidad de crear


ponen en marcha su economía. Pasado el apocalipsis, nuevas formas de cohesión social ante el derrumbe del
vuelve la abundancia y la paz (38-39). antiguo orden tribal, desemboca en la aparición de mo-
Hasta aquí, resumidas sintétícamente, las principales vimientos mesiánicos de resistencia político-religiosa,
peripecias del relato dramático de Montoya. No escapa igualmente dirigidos, en general, por un karaí [Métraux
al lector moderno que el apocalipsis evocado, la primera 1967]. No se ha podido determinar, a estas alturas, la
gran crisis de la historia moderna de la región, lleva ya homología o no de movimientos ••proféticos» o «mesiáni-
el germen de otros que se abatirán casi periódicamente cos».
.sobre las «mismas- víctimas, y en contextos semejantes:
La lectura de la crónica de Montoya evoca -como las
la lucha desesperada, en general ••manipulada", por la
cartas, anteriores de medio siglo, de su colega brasileño
conservación de la autonomía ••guara,.ní" frente a los im-
Nóbrega [4.1/ 1955]- un viaje por una selva a la vez
períalismos sucesivos.
real y metafórica, cuyos árboles ocultan una serie casi
infinita de «magos" (Monto ya) o ••santidades» (Nóbre-
Karaísmos ga): los temidos harai, La perspectiva narrativa elegida
por Montoya tiende a disimular (y sin duda 10 disimuló
La Conquista espiritual es un documento excepcional ante los lectores de la época) que el personaje que habla.
de un momento histórico crucial, pero es también, en si su actuación se pudiera ver desde afuera, tomaría muy
el sentido autóctono que veremos, un discurso «proféti- naturalmente su lugar en la serie de los harai. Tal como
co» o •.mesiánico», está, el texto constituye una descripción desde dentro
Sin duda ya antes de la conquista europea del área del movimiento «karaístico» guaraní de mayor enverga-
tupí-quaraní. las sociedades indígenas promovían unos dura en esos tiempos: el que Iiderearcn los propios je-
movimientos religiosos vinculados a una visión catas- suitas. Los discursos (mesíánicos) y las facultades (má-
trófica de la historia y la imagen de un «tigre azul» de- gicas) que el narrador denuncia como diabólicos en sus
sencadenado [4.1/ Nimuendajú 1914: 319). Estos mo- rivales indígenas, fueron precisamente los instrumentos
vimientos (que han recibido la denominación de «profé- que él logró usar con una eficacia inédita: la síntesis
ticos ••) se caracterizaban por larguísimas migraciones de su relato lo atestigua sin discusión posible. Su ac-
en busca de la tierra-sin-mal, la tierra de la inmortali- tuación histórica, tal como la restituye su texto no des-
dad (4. 2/ Métraux 1967, Clastres 1975]. Los líderes de miente en ningún momento la de un lcarai autóctono. El
estos movimientos son los harai, grandes shamanes éxito de Montoya debe sin duda atribuirse menos a la
(payé) no integrados a los grupos tríbales, oradores de eficacia intrínseca del discurso cristiano que a s~."or-
gran poder sugestivo, guías capaces de brindar protec- questación según las pautas culturales de la región. Un
ción, gracias a su comunicación con el mundo divino, a eco de ello se percibe al leer la crónica, discurso profé-
sus seguidores. Las transmigraciones suscitadas por el tico-mesiánico perfectamente coherente y capaz de «em-
discurso profético de un harai se suceden, sin cambios payenar- (hechizar) a quien se adentra en su universo.
sustanciales, hasta comienzos de este siglo [Nimuendajú
La voz y su huella 265
264 Martín Lienhard

Su importancia reconocida le valió, en 1733, una traduc- 'parecen revelarse ciertos elementos de los movimientos
profético-mesiánícos antiguos.
ción al guaraní -que no se hubiera justificado para un
documento puramente histórico. El propio Montoya sa-
bía, y lo. consignó en una carta, que los guaraníes lo El «karaísmo» en la literatura
consideraban como rencarnación de un gran mago an-
tiguo, Quaracití o .501 resplandeciente- [4.1/ Jarque Los ••comienzos' nunca nombrados en la narrativa de
1900," II: cap. 22]. Roa Bastos aparecen con suma claridad, pues, en la cró-
Fueron los jesuitas los que realizaron finalmente el nica de Montoya. En tanto que líder de un avasallador
proyecto implícito de los karai de la época de la con- aunque inconfesado movimiento mesiánico, el superior
quista: sustituir a los jefes políticos (mburuvixá) en la. jesuita fue, además, un protagonista mayor de los suce-
dirección de una sociedad teocrática y destribalizada sos traumáticos de la primera gran crisis histórica de' la
[Clastres 1975: 99]. La dinámica creada por ellos parece región. Roa Bastos, ahora, intelectual situado en el otro
desempeñar la función de una pulsión central de la his- extremo de la historia paraguaya, recoge, transforma y
toria guaraní y neoguaraní. En la ••guerra guaranítica. desconstruye en la ficción la pulsión ••karaística ••.
(1750-1756), desencadenada por la prevista entrega a En los cuentos de El trueno entre las hojas [1976 a],
Brasil del territorio de los «sete povos», los guaraníes el «karaísmo •• aparece bajo dos formas distintas. En "El
-o neoguaraníes- ••traicionados •• por las autoridades es- karuguá ••, evocación de un movimiento mesiánico sin-
pañolas que los quieren dejar a la merced de los demo- crético que se sitúa en la época de la guerra del Chaco
nios paulistas, ••repiten ••la gesta montoyana con semejan- (1935-38), el narrador, adoptando la perspectiva monto-
tes consec~encias trágicas: En el siglo XIX, ya disueltos yana frente a los magos indígenas, ofrece la imagen ea-
los pueblos misioneros y encomenderos, la población ricatural del «profeta- Aparicio Ojeda que lleva a sus
ahora "paraguaya ••atribuye al Supremo Dictador Francia seguidores al suicidio colectivo en el estero. Solano Rojas,
el título de harai guasú o gran harai. Quizás ella sintió en cambio, héroe positivo del cuento que presta su tí-
la dinámica paternalista y patriótica suscitada por Fran-
tulo al libro, es un "profeta •• social contemporáneo, sin-
cia y sus sucesores como una movilización según las pau-
dicalista; su dimensión ••karaística •• se desprende de la
tas profundamente inscritas en la memoria colectiva.
«resurrección ••, en términos guaraníes, de su palabra-
Podría pensarse, en todo caso, que el "suicidio colectivo.
alma [4.2/ Cadogán 1952): la música del acordeonista
de Cerro Corá con que finaliza =-una vez más frente a
.rnuerto que flota en el cañón del río y actualiza su pre-
los mismos brasileños- la Guerra de la Triple Alian-
sencia.
za, vuelve a reproducir comportamientos ••karaisticos-,
Dos son en este caso los karaí: el mariscal Solano López Hijo de hombre resulta, sobre todo en su versión de
y un ••descendiente. de Montoya, el padre Maíz. Toda- 1985, una reflexión ficcionalizada acerca de las transfor-
vía en los movimientos populares modernos, pese a la maciones sucesivas de la función ••karaistica» en una se-
desaparición del modo de pensar guaraní [4.2/ Meliá], rie de movimientos que Rubén Bareiro [4.2/ 1980] reú-
La voz y su' huella 261
266 Martín Lienhazd

populares arranca de su ••traición •• del discurso oral pro-


ne bajo la etiqueta de ••mesiánicos». El viejo Macario del fético.
comienzo, genea1ógicamente vinculado a la figura his-
Yo el Supremo [1976 b], por un lado, lleva a su ex-
tórica del karaí guasú Francia, guardián del culto sin- tremo -ficciona1- la autoevocación de un karai inaugura-
crétíco al Cristo-hijo-de-hombre, heredó de los karaí o
da por Montoya. El personaje literario del dictador reú-
'9randes payés antiguos ante todo la capacidad de ••em- ne, pero cómicamente, los rasgos típicos de los profetas
payenar- [1985: 29] al auditorio con sus narraciones antiguos: origen ••divino •• (el Supremo rechaza la genea-
al estilo guaraní clásico -cuya -traducción- forma parte logía humana que se le atribuye), auto creación o rencar-
del discurso novelesco. Su doctrina actualiza el viejo dis- nación a partir de una calavera [4.21 Lienhard 1977],
curso ••catastrófico- de los hatai antiguos (p. 32). El discurso profético. Pero el discurso novelesco global des-
«viejo arrugado ••que salva a los fugitivos Casiano y Natí construye, a través de su polifonía, la integridad del
del' infierno de los yerbales, ••rencarnación» del abuelo personaje y acaba desconstruyendo y desmitificando, al
y héroe fundador Cristóbal (p. 163), combina los rasgos mismo tiempo, la función ••karaística-. Una lectura pa-
de la divinidad paterna de los guaraníes [4.21 Roa Bas- ralela de Yo el Supremo y la crónica de Montoya permi-
tos 1978: 75) con los del ••karaí- político moderno Ra- te apoyar esta desconstrucción y desmitificar, al misma
fael Barrett [Roa Bastos en 4.11 Barrett s/f: XXX s.]. El tiempo, el discurso «karaístico- de Montoya, El narrador-
viejo, un poco como Montoya 10 había hecho con sus in- protagonista de la Conquista espiritual anticipa de hecho
dios, lleva a los fugitivos (posiblemente ••descendientes" varios rasgos notables del dictador. Primero, un absoluto
de una pareja fugitiva en Montoya: cap. 40) a la tierra egocentrismo, disfrazado de dedicación total a un ideal,
de los antiguos. El hijo de esta pareja de sabor neotes- la liberación por el cristianismo, para Montoya, y por el
tamental, Kiritó (Cristo), rencarnacíón intratextua1 del patriotismo de raíz jacobina, para el Supremo. Luego, un
sindicalista Solano Rojas, adopta nuevamente ciertos ras- discurso cosmológico adecuado, centrado en la oposi-
gos de un karaí social moderno, menos el arte oratoria: ción entre un superego absolutamente justo (respectiva-
Cristóbal Jara es un personaje taciturno. Como 10 sugie- mente ••Dios» y el «pueblo») y sus enemigos diabólicos:
ren otros dos personajes, la función del karaí tiende a los demoniosl bandeirantes/ encomenderos para Monto-
escíndirse, cada vez más, en la del líder y la del intelec- ya, y los oligarcasl imperialistasl eclesiásticos, para
tual o dueño de la palabra escrita. El padre Maíz, figura Francia. Finalmente, un autoritarismo sin límites, legi-
(histórica) plenamente desarrollada en la versión de 1985, timado por la indiscutible representatividad ••divina»
se muestra incapaz de cumplir con la función de harai (Montoya) o «popular" (el Supremo). Si Montoya antici-
••heredada- del padre Montoya, y se convertirá en un pa al Dictador Supremo, éste arrastra, en su proyecto
intelectual «traidor ••, preocupado sobre todo por su jus- político revolucionario, el peso contraproducente del
tificación ante la historia. Lo propio hará el teniente Mi- complejo «karaístico». La ••democracia popular" revela
guel Vera, líder a la vez que delator de una insurrec- sus aspectos totalitarios. La emancipación nacional (como
ción popular, narrador-escritor del manuscrito de la no- la defensa de la «autonomía guaranh por Montoya) se
vela; su incapacidad para identificarse con los' sectores
268 Martín Lienhard La uoz y su huella 269

edifica sobre manipulaciones autoritarias. El discurso real. Una lectura retrospectiva de la crcruca de Monto-
jacobino (como el mesiánico de Montoya) permite mo- ya, nutrida de la experiencia de Yo el Supremo, desig-
vilizar a las masas, pero no ganar las guerras contra el nará inmediatamente su puesta en escena como artifi-
invasor. Si la experiencia lectora del texto de Montoya cio teatral-narrativo, destinado a ocultar al lector en-
acusa los rasgos ••karaísticos ••del Supremo, la de Yo el candilado lasfisuras de su ••castillo .. ideológico.
Supremo permite captar mejor el autoritarismo del pro-
yecto montoyano: la dinámica totalitaria que suscita la
intervención de los jesuitas llevará. pese a su motiva- El ciclo de las catástrofes históricas
ción ••indófila-, a la población guaraní al desastre: la
reducción de los indios en las aldeas misioneras favorece Los sucesos narrados en la Conquista constituyen una
su captura y deportación por los paulistas. especie de matriz de los ciclos de violencia que se aba-
tirán sobre la población guaraní o neoquarani. Es pro-
Si la analogía de los personajes Montoyal Supremo se
bable que su repetición bajo formas apenas cambiantes
revela relativamente perfecta, no se podrá decir 10 mismo
(guerra guaranítica, guerra de la Triple Alianza, gue-
de los respectivos universos narrativos. tLa Conquista
rras civiles, guerra del Chaco) se haya convertido, en la
materializa 10 que hubiera sido, quizás, y'& el Supremo
memoria-conciencia popular, en un suceso traumático
escrito por el propio José Gaspar Rodríguez de Francia.
único. ¿En qué elementos de la cultura popular paragua-
El texto de Roa Bastos, en cambio, multiplica, gracias a
ya se manifiesta este traumatismo? Como la investiga:
la intervención del ••compilador ••, las perspectivas inter-
ción de la cultura neoguaraní ostenta, al lado del desa-
nas; así, la coherencia ideológica del discurso ••suprémi-
rrollo de la antropología y la etnohistoria indígenas, un
con-contrariamente a la del discurso de Montoya- que-
retraso notable, resulta muy difícil dar una respuesta
da destruida de antemano. Desde luego podemos, los ojos
mínimamente satisfactoria. Si tenemos varios trabajos
ejercitados por la lectura de Yo el Supremo, introducir
(más bien catálogos) acerca de creencias, narraciones y
desde fuera una perspectiva desmitificadora análoga. El
protagonista de la crónica posee -se atribuye- la facultad .ritos paraguayos, ninguno de ellos nos restituye la di-
de transformar el mundo gracias a la magia del verbo di- námica del complejo cultural. Tanto en estos trabajos
vino encarnado en él: recordemos la lista de "SUSa mila- como, por otra parte, en varios textos narrativos de Ca-
gros. El yo del narrador roabastiano, a su vez, encarna saccia (<<Lapora-, 1938), de Roa Bastos o de Bareiro Sa-
la "palabra-alma .• o voz del Supremo Dictador. Como guíer [1973], se subraya la importancia que tienen, para
Montoya (y sus rivales ... ) tiene la facultad de provo- la población rural, ciertos espíritus malignos. Nos limi-
car la aparición de muertos y ausentes, incluso de mu- taremos aquí a aludir a uno de ellos, relativamente bien
chos que no han nacido todavía. Ahora, toda esta pirotec- documentado en estos trabajos, que tiene la ventaja de
nia mágica se auto denuncia, en Yo el Supremo, como un poder vincularse, vía la crónica de Montoya, a los «co-
artificio del discurso (de la escritura), como un bluii, mienzos»: el pombero. En la Conquista, los personajes
mientras que el narrador de la Conquista la ofrece como homónimos son
270 Martín Lienhard
La voz y su huella 271

banqueros 6 cajeros de los vecinos de San Pablo,


alude explícitamente al "rito cíclico de la sangre ••, a las
á quien en lengua portuguesa llaman pomberos, y
-carnívoras divinidades indígenas •• que ••vuelven a mos-
en nuestro castellano palomeros, á la similitud de
trar en el follaje sus ojos incendiados", al final de un
los palomos diestros en recoger y hurtar palomas
fallido levantamiento popular. Es en "El trueno entre
en otros palomares; los naturales los llaman mú,
las hojas. donde una catástrofe moderna (la masacre de
que quiere decir, contratantes {... ]. Estos pombe-
los obreros huelguistas) se relaciona más nítidamente
ros, sí bien profesan ser cristianos, son los mismos
con unos sucesos que repiten a su vez los del «comienzo»:
demonios del infierno [ ... ]. Tienen las· casas lle-
la penetración, en una zona caracterizada por un estilo
nas de mujeres gentiles, compradas para sus tor-
de vida autárquico, de una economía "colonia}" moder-
pezas: incitan á los gentiles á que se hagan gue-
na. El grupo arcaico de los carpincheros +los "hombres
rra, y se cautiven y prendan, y los traigan al con-
del río ••- que supo conservar su autonomía, representa
traste y venta (cap. 70).
en el cuento a la vez una sociedad anterior a los "comien-
zos •• y una esperanza utópica.
En el folklore paraguayo moderno, el pombeto, a me-
nudo asociado al yasy-yateré y a otros genios malignos Huellas del trauma histórico serán, en los cuentos de
[Carvalho Neto 1961: 91-98], se conoce como ladrón y, Moriencia (1969), las notorias anomalías del tiempo vi-
más específicamente, como raptor de niños, niñas y mu- vido y recordado [4.2/ Lienhard 1982]. En «Nonato-, el
jeres, función que parece legítimo relacionar con el com- narrador-protagonista, pesado de recuerdos borrosos que
portamiento de los pomberos paulistas y sus ejecutores, vivirá como una pesadilla repetitiva, nace ya viejo, "más
los bandeirantes. Las formulaciones de IVlontoya auspi- viejo. ( ... ] que los más viejos del pueblo ••: pero su me-
cian ya la transformación -a la cual quizás los misione- moriá no conserva el nombre de la catástrofe inicial. En
ros no son ajenos- de los pomberos históricos en espíri- "Bajo el puente», el mismo personaje -el maestro- toma
tus malignos. En el discurso del jesuita, la relación de los al morir, como algunos muertos mcntoyanos, un aspec-
pomberos con la «catástrofe» es evidente; se podría su- to juvenil. Analogía de los sucesos pasados y futuros:
gerir, entonces, que los actuales espíritus malignos son "Las cosas que decía [el maestro] no eran de ese mo-
uno de los elementos portadores del «recuerdo- de la mento; habían pasado hace mucho tiempo. O estaban
gran catástrofe periódica. A estas alturas, sin embargo, por suceder" (ihid.). La historia, descompuesta, ofrece
no resulta posible afirmado definitivamente. sólo la alternancia de dos tiempos en vez de un mínimo
de tres que la acreditaría como proceso: "No hay más
Como quiera que sea, la obra narrativa de Roa Bastos
qu: el principio y 10 que está antes del principio ••, reza
rccoqc y reintcrpreta de varios modos los elementos del
la inscripición en el ataúd de Chepé (ulVloriencia,,).
"trauma» histórico que se han depositado en las capas
Dos son los referentes históricos fundamentales de
profundas de la memoria oral paraguaya. En El true-
Hijo de hombre: el levantamiento popular y la guerra
no ... , sus componentes aparecen todavía relativamente
del Chaco. A raíz de la no linealidad y la descomposi-
aislados, aunque en un cuento como -El prisionero» se
ción de la secuencia temporal, el levantamiento y su re-
272 Martín Lienhazd La voz y su huella 273

presion (la explosión del tren de los insurrectos, la caza «desconstructiva •• de las fuentes escritas de toda la his-
al hombre) parece repetirse una vez tras otra, tanto más toria paraguaya hasta hoy. El aspecto «popular- o sub-
cuanto que se alude, de hecho, a dos levantamientos dis- versivo de tal estrategia eminentemente escriptural se
tintos, .diriqidos respectivamente -nótese la coinciden- vincula a la -carnavalizacíón-. en el sentido de Bajtín
cia geneológica- por Casiano Jara y su hijo Cristóbal. [1/ 1970), de la historia escrita, como 10 puntualizó
Análogo es el caso de la evocación de la guerra del Cha- Juan Manuel Marcos [4.2/ 1983]. El irrespeto risueño
co: la anticipa .la lectura, por el, teniente Vera, del o sarcástico por los -pasquines •• -elaboraciones ideológi-
textoautojustificatorio del padre Maíz (4,1/ 1986], -anti- cas- de los historiadores potencia el aspecto cómico-co-
héroe ••de la guerra de la Triple Alianza, como su lector rrosivo que aparece en la obra de Roa Bastos desde Hijo
y comentarista 10 será de la del Chaco. Todos estos mo- de hombre. Pero si al final de esta novela se expresaba
mentos de insurgencia se irán, pues, superponiendo de (patéticamente) la necesidad de romper elcido de las
algún modo en la novela. El propio narrador (Vera) ad- catástrofes históricas, aquí -con el importante preceden-
mite que procede como el viejo karaí Macario que -su- te del "circo» de Moriencia- se las carnavaliza. Por trá-
perponía los hechos, trocaba nombres, fechas y lugares» gicas que aquéllas hayan sido, la risa aparece ahora
(cap. 1). De este modo, el lector llegará a percibir la como el mejor modo para pulverizar el depósito negati-
alternancia que domina la historia de la región desde sus vo que ellas constituyen en la memoria colectiva. Una
. "comienzos", y que se ve como anticipada en la crónica risa que no las niega, por cierto, pero que prepara el
de Montoya. El jesuita evoca, justamente, estos «comien- terreno para pensar, sobre los escombros de las ideolo-
zos": conquista espiritual! resistencia de los "magos •• r
gías gastadas, una utopía radicalmente nueva.
construcción del paraíso jesuítico/ su destrucción por
los paulistas, éxodo hacia una tierra mejor/ carta final
de Rosa Monzón, ficticia depositaria del manuscrito no-
velesco de Vera: "este pueblo tan calumniado de Amé-
rica, que durante siglos ha oscilado sin descanso entre la
rebeldía y la opresión, entre el oprobio de sus escar-
necedores y la profecía de sus mártires ».
En Yo el Supremo, novela cuyo referente histórico
central es el período de la dictadura de José Gaspar Ro-
dríguez de Francia, la voz múltiple del compilador val
superponiendo, en un constante movimiento de ida y
vuelta, todas las "oscilaciones ••de la historia paraguaya.
El procedimiento de las superposiciones temporales, ins-
pirado en el funcionamiento de la memoria oral, se ve
enriquecido aquí por la confrontación ideológicamente
La voz y su huella 275
-CAPITULO IX
RULFO «estado original»; que han sugerido la posible incorpo-
ración, por parte de Rulfo, de núcleos cosmológicos de la
Lecturas ••occidentales •• y ••trasterranas- ••trastierra ••mexica"na [2.21 Roa Bastos 1981), o su apro-
piación de lo que la cultura campesina de México ••tie-
ne de español y de antiguo americano" [2.21 Arguedas
1960]. Los escritores ••provincianos ••Roa Bastos y Argue-
Las narraciones de Juan Rulfo, contrariamente a mu- das, sin duda, notaron en Rulfo un proyecto semejante
chos de los textos que aquí se van discutiendo, nunca tu- al que ellos mismos intentaban realizar.
vieron en la América Latina serios problemas de acepta-
Estas recepciones contrastantes del mismo texto pare-
ción por parte de sus lectores, profesionales o anónimos,
cen confirmar, de hecho, que El llano en llamas y Pedro
sin duda en su mayoría ••europeizados ••, ¿Significaría esto
Páramo reproducen la característica principal de la es-
que su adscripción a las corrientes alternativas carece de
critura alternativa: el "secuestro••de una forma de tra-
sentido, que El llano en llamas (1953) o Pedro Páramo
dición metropolitana (en este caso, la novela vanguar-
(1955) pertenecen del todo a una literatura latinoameri-
dista) para elaborar literariamente cldiscurso de un sec-
cana supuestamente «universal» por su sumisión a los
tor marginado -aquí, el de ciertas subsociedades rura-
códigos fundamentales de la tradición literaria occiden- les culturalmente arcaicas y politicamcnte periféricas.
tal? Carlos Fuentes (en 2.21 Rulfo 1980: 19-30], por Para el escritor profundamente marcado por una expe-
ejemplo, no duda en relacionar la «búsqueda del padre" riencia "provinciana••, las prácticas simbólicas, rituales y
por parte del hijo de Pedro Páramo con la búsqueda narrativas de estos sectores predominantemente orales
análoga de Telémaco, protagonista de una de las obras constituyen como un ••texto" que penetrará de varios mo-
fundadoras de dicha tradición, la Odisea homérica: ni dos en el intertexto de la narración escrita. Lo que facilita
se le ocurre rastrear en México el posible origen o la una recepción puramente ••occidental••de los textos es sin
clave de este motivo. Y no han faltado los críticos que duda el hecho de que el "dueño de la escritura ••(v. cap.
señalaron la presencia de otros mitos occidentales o bí- IV) posee un dominio perfecto de su tradición; las pá-
blicos en los dos textos, para no hablar de los numerosos ginas que siguen tratarán de demostrar que no por. ello,
trabajos que subrayan las -evídentes- huellas de la no- la presencia del «depositario del discurso oral» deja de
velística de Joyce o de Faulkner . rupturas diegéticas y repercutir en las estructuras profundas del texto.
temporales, fragmentación de los personajes y las per- -Para dar un primer ejemplo: la ••índiferenci~••, la es-
cepciones. tupefacción, el ••oscurecimiento de la conciencia••~e ca-
racteriza; según William Rowe [2.21 1987], la actitud d.e
Han surgido también, sin embargo, otras voces que han
los personajes de El llano en llamas, remite a las actí-
insistido en la ••matriz de oralidad» de las narraciones
tudes análogas que los informantes nahuas de Sahagún
rulfianas [11 Rama 1980, Pacheco inéd., 2.2/ Rowe 1987)
atribuían a los mexicanos ante la primera manifestación
+rnatriz tan milagrosa que éstas. al ser pronunciadas por
de la violencia de los conquistadores españoles:
la propia voz del autor en una grabación, retornan a su
276 Martín Lienhard La voz y su huella 277

1.- Y así ilas cosas, luego se disparó un cañón: presencia constante en Pedro Páramo, y el narrador
como que se confundió todo. Se corría sin rumbo, -protagonista Juan Preciado muere, "antes. de iniciar
se dispersaba la gente sin ton ni son, se desban- su relato (pero el lector se entera de ello ••después»), del
daban, como si los persiguieran de prisa. «susto», quizás la enfermedad «folklórica- más prestigio-
2. - Todo esto era así como si todos hubieran co- sa. El conjunto de este tipo de elementos configura una
mido hongos estupefacientes, como si hubieran vis- especie de etnografía del campo mexicano.
to algo espantoso. Dominaba en todo el terror, como Una lectura más paciente revela, además, la posibili-
si todo el mundo estuviera descorazonado. Y cuan- dad de referir las articulaciones principales de su cos-
do anochecía, era grande el espanto, el pavor se mología literaria a una cosmología mexicana tradicional.
tendía sobre todos, el miedo dominaba a todos, se Aunque no ignoramos que la cultura rural del estado de
les iba el sueño, por el temor [2.11 Sahagún 1956, Jalisco (salvo la de algunos grupos étnicos como los hui-
L. XII, cap. 17]. chales) dejó de manifestar rasgos declaradamente pre-
hispánicos, no excluimos su presencia subterránea, di-
Rulfo no tuvo informantes nahuas y menos del siglo fícil de probar ante la escasez de estudios de las culturas
XVI, pero la memoria oral de la cultura rural arcaica que rurales no indígenas -la revelación con fines ideológi-
él «conservaba» seguía impregnada, sin duda, de tales cos de un substrato indígena generalizado en la cultura
actitudes de ascendencia antigua. Actitudes que, en Rul- mexicana que presenta Octavio Paz en El laberinto de la
fo como en los informantes de Sahagún, se proyectan so- soledad (2.2/ 1959) no constituye todavía prueba aIg,J1-
bre el modo de narrar «impersonal", resultado de la voz nao A 10 largo de sus andanzas a través del México in-
colectiva de una comunidad que deja atrás un largo dígena, atestiguadas por muchas de sus excelentes "cien
aprendizaje del sufrimiento. fotografías •• [2.2/ Rulfo 1980), Rulfo puede haberse im-
Una lectura superficial, pero atenta a los elementos pregnado, por otra parte, de ciertos núcleos rituales y na-
«antiguos» de Pedro Páramo descubre, a nivel temático, rrativas de los ••vencidos », No se puede descartar, final-
la abundancia de motivos vinculados a creencias y ritos mente, el impacto de la lectura de los textos indígenas
populares de México, más que nada a las concepciones clásicos; impacto hipotético que, de ser cierto, se hu-
respecto a la muerte y la vida de ultratumba. Sólo en la biera fundido +si juzgamos a partir del resultado:" con
penúltima secuencia de la novela (la de la muerte de las experiencias ••antiguas. concretas. La presencia de lo
Pedro Páramo), se insinúa 1) que la muerte de una per- "indígena" en Pedro Páramo, en efecto, no delata nunca
sona se percibe a distancia, 2) que uno puede entregar una incorporación artificial.
mensajes a los muertos antes de que se enfríe su cuer- Comoquiera que sea, nos interesa aquí destacar, jus-
po, 3) que las oraciones sirven para rechazar el demo- tamente, su presencia no por subterránea menos activa.
nio que anda suelto: todavía, 4) se ofrece una peque- Por comodidad (existencia de un conocimiento relativa-
ña lista de enfermedades «folklóricas»: el «mal de ojo", mente seguro), referiremos los elementos de cosmovi-
los «Iríos», la «rescoldera". Las "almas en pena" son una sión antigua ante todo a las cordenadas de la cosmolo-
278 Martín Lienhard
La uoz y su huella 279

gía nahua tal como ésta se conoce a partir de los textos


. publicados. No pretendemos así sugerir una ascenden- sos, abriendo un hoyo infranqueable: «Luego fueron a
cia «nahua •• del texto de Rulfo, pero pensamos que la hacerla y Ouetzalcóatl se cayó en el hoyo, se tropezó y
cosmovisión azteca es hasta cierto punto representativa lo espantaron las codornices. Cayó muerto y se esparcie-
de la de otras culturas mesoamericanas. La cultura ná- . ron allí los huesos preciosos» [ibid.: 21].
huatl, además, central en la Mesoamérica prehispánica y En estos fragmentos que pertenecen a dos textos épi-
«privilegiada" en el período colonial, debe de haber de- cos distintos, se anticipan (no es indispensable viajar,
jado huellas difusas en varias regiones y culturas sec- como Fuentes, hasta Grecia) las articulaciones diegéti-
toriales. cas fundamentales de Pedro Páramo: el viaje del pro-
tagonista (Juan Preciado) al reino de los muertos (Coma-
la) en busca de los restos (la memoria) de su padre (Pe-
Viaje al país de los muertos dro Páramo), y el rescate difícil de los restos de una
humanidad muerta: tanto Quetzalcóat1 como Juan Pre-
En el códice náhuatl de Cuauhtitlan(1558), manuscri-
ciado «morírán-z no morirán de modo ambiguo. En el
to que incluye varios textos distintos, se cuentan dos ha-
texto antiguo, los huesos de los muertos serán la materia
zañas sepulcrales del héroe mítico-histórico Ouetzalcóatl:
a partir de la cual Ouetzalcóatl (asociado a la agricul-
tura, la fertilidad, la vida) creará un nuevo género hu-
Cuando ya tenía un poco de discernimiento, tenía
mano: ••Y tan pronto llegó, la que se llama Ouilaztli,
ya nueve años. Dijo: ¿cómo era mi padre? ¿acaso
que es Cihuacóatl, los molió y los puso después en un
puedo vedo? ¿acaso puedo mirar su rostro? En ver-
barreño precioso. Ouetzalcóatl sobre él se sangró su
dad se murió, allá fue enterrado, iven a verlo! Lue-
miembro» [ibid.: 21].
go fue allá Ouetzalcóatl, en seguida escarbó y es-
Con sus poderes análogos, Juan Preciado creará, a
carbó, buscó sus huesos. Y cuando hubo sacado
partir de los ••ecos» y los susurros, la ficticia humanidad
sus huesos, allá los fue a anterrar en el interior de
de Cornala, los personajes surgirán por obra de este na-
su templo, en el que se nombra de la diosa Ouillaz-
rrador-protagonista que los evoca y les da voz. Pero los
tli [2. 1/ León Portilla s/f: 38].
poderes del narrador se limitan al lenguaje: la humani-
dad literaria creada por él no se compone sino de som-
Algo más tarde -y en otro texto- Ouetzalcóatl se tras-
bras y esqueletos portadores de discursos; su vida du-
lada al reino del señor de los muertos imictlan}, "y lue-
rará 10 que dura la lectura de la novela. El discurso li-
go fue Ouetzalcóatl al Mictlan, se acercó a Mictlante-
terario moderno, contrariamente al mítico, no cree la
cuhtli y a Mictlancihuatl y en seguida les dijo. -"Vengo
palabra capaz de suscitar mundos «reales».
en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a
tomados"» [ibid.: 20]. ' Los paralelismos entre la historia de Ouetzalcóatl y
El señor de los muertos parece otorgarle su permiso, la de Juan Preciado, realmente asombrosos, van más le-
pero intenta obstaculizar, de hecho, la salida de los hue- jos todavía. Las dos «creaciones••no son sino re-creación,
re-composición. Quetzalcóatl restituye la vida a partir
280 Martín Lienhard La voz y su huella 281

d~ fragmentos de 10 muerto, 10 pasado, gracias a la ofren- viar sus trabajos, ellos los abastecen con alimentos, agua
da, . al sacrificio de su propia sangre fecundadora. De y ... dinero 2.1 / Pozas 1948). De Comala no se alcanza
modo análogo, Juan Preciado compone -su texto- a par- a ver las nubes: el cielo está demasiado alejado [Rulfo
tir de los fragmentos de discursos que revolotean en el 1978: 63-64). Luego, sus habitantes. Una descripción de
aire enrarecido de Comala, fragmentos a veces anó- Eduviges manifiesta varios rasgos típicos de 10 que en
nimos como los huesos de un cementerio abandonado, México se llama una calavera: calavera de arcilla que re-
discursos ••muertos- de distintas épocas. Una mujer (Do- presenta, en el mundo prehispánico, a los señores del
ratea), también, compañera de tumba, preside a esta re- mictlan, calavera-juguete del actual día de los muertos,
creación narrativa. Menos afortunado que Ouetzalcóatl. calavera-caricatura de un artista ••popular. como Posada:
sin embargo, Juan Preciado no logra dar consistencia a ••Su cara se transparentaba como si no tuviera sangre,
sus personajes. La hermana-esposa de Donis, por ejem- y sus manos estaban marchitas y apretadas de arrugas.
plo, cuando él -como protagonista- se le acerca para No se le veían los ojos. Llevaba un vestido blanco muy
poseerla, se deshace bajo su intervención. Motivo que se antiguo. [ibid.: 19].
encuentra también en un cuento zinacanteco (Chiapas)
Dos habitantes de Comala. Donis y su esposa-herma-
acerca de un descenso al reino de los muertos. Cuando el
na, ofrecen varias características que los diferencian de
hombre, se dice ahí, "iba a tocar a su esposa, se encon-
los demás y los hacen aparecer como ••más reales el so-
u :
tró con sólo un montón de huesos •• [2. 11 Laughlin 1977:
nido de sus palabras se oye, y ellos no se desvanecen al
28-30]. En Comala, reino de ·los muertos resucitado s gra-
adormecerse Juan Preciado ~es decir, ellos existen fuera
cias al limitado poder de la escritura, la reproducción
de su discurso o conciencia. Esta pareja señorea Comala.
sexual es imposible. En las áreas donde predomina la ese infierno de voces y sombras, función análoga a la de
oralidad, la escritura, como 10 afirmó Roa Bastos repe- Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, señor y señora del reino
tidas veces, es un cementerio -el de la palabra viva. azteca de los muertos. La existencia de esta pareja inces-
Las secuencias narrativas que evocan, en Pedro Pá- tuosa nos remite, todavía, a la pareja incestuosa «funda-
ramo, el pueblo de Comala en la época de Juan Precia- dora ••de los to1tecas y aztecas: Quetzalcóat1 y Ouetzal-
do, ofrecen un núcleo de signos que 10 asimilan al país pétatl. El reino de los muertos de Comala, a veces compa-
de los muertos de las mitologías mexicanas (mictlan rado con el infierno cristiano, se le parece poco, pues, en
para los aztecas y los nahuas modernos). Para empezar, su ubicación espacial ysu organización ••social ••.
las alusiones a su situación geográfica o cosmológica: le- A Cornala. equivalente literario de los pueblos abando-
janía respecto al mundo de los vivos, que exige un via-· nados, a raíz de una frustrante política agraria, del cam-
je penoso. El camino a Comala se representa como una po mexicano (nivel de representación ••documental»). se
bajada casi infinita que lleva a un lugar de calor exce- superpone, pues, el reino de los muertos de ascendencia
sivo y sin aire (hoy todavía, los maya-tzotziles de Chia- prehispánica (nivel ••mítico ••). Cada una de estas imáge-
pas simulan en sus entierros el viaje penoso que deben nes indisociablemente unidas representa uno de los dos
realizar los muertos para llegar a su destino; para ali- aspectos de este texto heterogéneo, el del "dueño de la es-
282 Martín Lietihard
La voz y su huella 283

critura y la tradición literaria occidental ••, y el del ••depo-


Sahagún [1956: 1. I, cap. IV], siguiendo a sus infor-
sitario de la memoria y los valores oral-populares ••.
mantes nahuas, define así a Tlaloc . ••dios que habita en
el paraíso terrenal, y que da a los hombres los manteni-
El paraíso terrenal mientos necesarios para la vida corporal». Esta, ahora,
es curiosamente la misma definición que hubiera podi-
Otros son los rasgos que dibujan Comala en su época do dar, acerca de su propia persona y su función, el te-
de esplendor, la de los años dinámicos de Pedro Páramo: rrateniente Pedro Páramo. De este personaje, en efec-
"Al recorrerse las nubes, el sol sacaba luz a las piedras, to, depende en la novela la vida o la muerte de Comala.
irisaba todo de colores, se bebía el agua de la tierra, ju- la cosecha o su ausencia. Cuando Pedro Páramo, renco-
gaba con el aire dándole brillo a las hojas con que juga- roso, se cruza de brazos, Coma la se muere de hambre.
ba el aire» [ibid.: 15). Es que él controla toda la producción agrícola y, a tra-
Un paraíso de luz, aire, agua y tierra. El «sol bebiendo vés de ella, la propia existencia de Comala. Lo mismo,
el agua de la tierra expresa», en términos de antropomor- aplicado al mundo (de los aztecas), vale para Tlaloc. La
fismo, una relación estrecha, recíproca y fecunda entre el asociación entre el dios de la lluvia y el poder latifun-
dista que opera Rulfo en su novela, halla como unos
cielo (aquí el sol) y la tierra. La lluvia -igualmente antro-
precedentes +una canción popular, si se quiere-> en la
pomorfa- desempeña un papel decisivo: ••Fulgor Sedano
narrativa mexicana oral. En varios cuentos indígenas, en
sintió el olor de la tierra y se asomó a ver cómo la lluvia
efecto. el dios de la lluvia se caracteriza por una arbitra-
desfloraba los surcos (ibid.: 60).
riedad digna de Pedro Páramo -o de un latifundista: po-
Sexual, la relación entre la lluvia y la tierra, abrazo siblemente una clave para su interpretación. En un cuen-
cósmico, explica en términos míticos la posibilidad de la
to pima, "Los hijos de la nube" [2.1/ Karlinqer 1978:
producción agrícola. Sin arriesgarnos demasiado,pode- 51-55), este dios otorga todos sus favores a una joven
mas identificar a la divinidad celeste que se manifiesta hermosa y le permite vivir en una especie de paraíso
en la lluvia antropomorfa . se trata del dios de la lluvia terrenal, mientras que los demás hombres se mueren
que la cosmologia tolteco-azteca llama Tlaloc. Igual que de hambre por la sequía, la ausencia de la lluvia -ni más
sus homólogo s en otras cosmologías mexicana s, en efec- ni menos la propia actuación de Pedro Páramo. Otro
to, Tlaloc, que reúne los elementos opuestos y comple- cuento, mixteco, e El joven que mató al dios de la lluvia"
mentarios del agua y del fuego, es el principio fecunda-
[ibid.: 35-39], empieza con un diluvio provocado por la
dar por excelencia. Según los aztecas, como 10 afirmó Lau-
arrogancia del dios de la lluvia. Al final de la narración,
rette Séjourné (2.2/ 1957: 112], la tierra produce sólo
un joven lo mata y propicia así la transformación de
"penetrada por el calor solar transmitido por las lluvias ».
una zona fértil en un llano seco. En las mitologías mexi-
Tlaloc, como se aprecia en un mural teotihuacano, pre-
canas, el dios de la lluvia es el dueño de la oposición
side al paraíso terrenal, llamado precisamente tlalocan,
fertilidad/esterilidad, como Pedro Páramo 10 es en su
••lugar de Tlaloc e ,
«cacicada- de la Media Luna.
284 Martín Lienhard La voz y su huella 285

Toda una serie de pasajes confirman, en la novela, la es imaginaria, mero efecto de la lectura: las secuencias
asociación entre Pedro Páramo y la lluvia. En las se- dedicadas a su evocación +narradas a partir de la tum-
cuencias que evocan su juventud, la lluvia, siempre pre- bapar el protagonista-narrador Juan Preciado- se in-
sente, acompaña al personaje. Lo acompañará hasta más terrumpen a menudo para dar· paso a otras donde un na-
allá de la llegada de Susana San Juan. Cuando se confir- rrador anónimo revela el pasado de Pedro Páramo. La
ma su incapacidad para seducírla, Pedro Páramo pierde frecuencia de las secuencias que evocan Comala 1, cabe
su interés y su empuje; no lloverá más en Comala. El tenerlo en cuenta, es mucho más elevada en la primera
voto que él hará, finalmente, al constatar la indiferencia parte de la novela que en la segunda.
. de la gente en el entierro de Susana, inaugura la sequía En cuanto al tiempo vigente dentro del mundo narra-
definitiva que convertirá a Comala, de paraíso terrenal, tivo, el de Cornala 1 constituye, en primer lugar, un pre-
en país de los muertos. Las actitudes de Pedro Páramo sente frente al pasado de Cornala Il. El día astronó-
provocan, pues, las mismas consecuencias que el descui- mico con sus segmentos (día, tarde, noche) impone su
do o la muerte del dios de la lluvia en los cuentos men- ritmo a la vida de los protagonistas. En tanto que uni-
cionados. dad de tiempo, el día astronómico se caracteriza por su
En resumen, de acuerdo a las condiciones -alternati- índole circular (coinciden comienzo y fin) y su repeti-
vas » de producción del texto, las dos facetas de la per- ción ad itilinitum, ligada al movimiento de los astros
sonalidad de Pedro Páramo, respectivamente «socioló- principales, sol y luna. Ahistórico, el día astronómico
gica •• y -rnítica ••, se iluminan recíprocamente. ignora la acumulación, el progreso; todos los días, en ri-
gor, son iguales. Por estos motivos, el narrador puede
afirmar, después de una estadía de algo más de un día en
Tiempo mítico/tiempo histórico Comala, que es -como si hubiera retrocedido el tiempo ••;.
no importa cuál es la noche que comienza, la anterior o
El peculiar funcionamiento de la temporalidad en Pe-
la posterior, ya que nada las distingue. Otros «retroce-
dro Páramo ha sido el objeto de numerosos estudios. ¿En
50S •• temporales se encuentran a cada paso. El diálogo
qué medida, los rasgos temporales de la novela se pue-
entre Juan Preciado y el arriero Abundio, casi al comien-
den explicar a partir de nuestro enfoque? Trataremos en
zo de la novela, se relata con un movimiento adelante-
lo que sigue de dar una respuesta a tal pregunta.
atrás continuo; el lector tiene la impresión de que los
Tenemos que distinguir, en primer lugar, los dos es- dos personajes repiten una vez tras otra el mismo trayec-
pacios que acabamos de caracterizar; Cornala en tanto to, sin poder avanzar. Un tiempo repetitivo (no someti-
que país de los muertos (1), y Comala como paraíso te- do a la linearidad cronológica) predomina en todas las
rrenal (Ir). sociedades arcaicas, especialmente las campesinas. La
Si consideramos el nivel de la enunciación (no del unidad menor es justamente el día (con sus subdivisio-
mundo evocado), el tiempo de Coma1a 1 resulta fragmen- nes}, la mayor suele ser, cuando no se trata de un es-
tado, no continuo. La unidad del universo de Coma1a 1 tado dinástico con sus períodos largos, el ciclo cornple-
La voz y su huella
286 Martiti Lienhard 281

to de las estaciones (agrícolas, de caza), es decir un año. po evocado y la duración del texto, constatamos pocas
La repercusión de tales concepciones temporales resul- diferencias entre las que se dedican a Comala 1 y a Co-
ta, pues. evidente en Cornala I, aunque falte aquí cual- mala II. Gran parte de los fragmentos, en efecto, se ba-
quier referencia a las estaciones del año: en tanto que san en una ••narración escénica •• (monólogos, diálogos):
reino de los muertos, Comala desconoce el ciclo vital la relación entre las dos temporalidades tiende, por con-
que implican las estaciones.. , siguiente, hacia la identidad. Para Comala 1 y Comala
Comala Il. el paraíso terrenal dominado por Pedro Pá- Ir, se distinguen, en cambio, los lapsos de tiempo refe-
amo ocupa las secuencias del narrador anénimo. Es- rencial ignorado, no cubierto por la narración. Relati-
r , . h t vamente escasos en las secuencias a cargo de Juan Pre-:
paciadas al comienzo, aumentan su frecuencia .as a ~cu-
par, al final, la totalidad del discurso narrativo. Loste ciado (que dispone de varias decenas de páginas para
hecho produce una impresión extraña: en el mundo no- evocar 36 horas), los lapsos de tiempo no evocado, entre
velesco global (Comala 1 + II), el hijo, cuya ==
anuncia hacia la mitad del texto, parece anterior a su
se una y otra secuencia del narrador anónimo, suponen
meses y años de la vida del terrateniente. El progreso
padre; Juan Preciado engendra •.textua~ment: •• a su ~a- de las dos historias paralelas resulta, entonces, muy di-
d Pedro Páramo. Frecuente en las mitoloqías amerm- símil. Cuando Juan Preciado acaba apenas su primera
re ~ h ..
días la inversión de los papeles entre padres e 1JOS noche en Comala, Pedro Páramo, más allá de la niñez y
aparece también, por ejemplo, en un cuento náhuatl na- la adolescencia, ya ha perdido a su padre y a su hijo;
rrado por una señora anciana del Distrito .Federal de se ha casado y ha llegado a la cumbre de su poder de
México [2.1/ Horcasitas 1974: 26-29]; aunqu~ la presen- latifundista. La vida de Pedro Páramo no se desarrolla
cia de este mecanismo cumpla sin duda aquí otras f~n- sólo "contra. la de su hijo, sino también sobre el te-
ciones que en el cuento oral, tales precedentes la "JUS- lón de fondo del arreciar y el amainar de la lluvia que
tifican ••. configura, a 10 largo de la novela, un ciclo anual bastan-
te completo. Observamos, pues, una oposición no sólo
En cuanto al universo narrativo de Comala II, su tiem-
cuantitativa sino radical entre dos temporalidades. La
po es cronológico, histórico. La narración cubre, por un
una repetitiva, algo viscosa; la otra fuertemente progre-
lado, la biografía de Pedro Páramo, y por otro, un proc~-
siva +pese a los saltos adelante-atrás- y activa, transfor-
so •.histórico •• que se podría, sin mayores problemas, SI-
madora. Todo esto nos sugiere que nos hallamos frente a
tuar en la Historia: si el final de la era del «caciquismo ••,
una oposición tiempo mítico/tiempo histórico, traduci-
y la revolución -ausente en tanto que tal como en la
do en articulaciones narrativas.
mayoría de los cuentos de Rulfo- constituyen el tel~n de
fondo de las empresas de expansión del terratemen~e, Otro resultado más de las condiciones de producción
sus últimos meses coinciden con la « guerra de los CrIS- «alternativas, del texto, la coexistencia de estas dos tem-
teros •• (1926-1929). poralidades debe vincularse, para permitir su interpre-
Si consideramos todavía, para cada una de las secuen- tación, a la caracterización a la vez ••documental" y ••mí-
cias de la novela, la relación entre la cantidad de tiern- tica» del espacio y los personajes. El tratam icnto «míti-
288 Martín Lienhaxd
x
co- va iluminando, entonces, los aspectos «documentales.
del texto. Lovmítíco- -en última instancia, una percep-
ETNOFICCIÓN
ción derivada de una visión oral-popular- permite para-
dójicamente -desmitíficar- (desideologizar) la historia en
tanto que supuesto proceso lineal y cronológico. En Pe-
dro Páramo, la historia no deja de repetirse una vez tras
otra, sin mostrar progresos siqnificativos, Pedro Páramo, Colocado frente al otro, frente a una sociedad -o sub-
muerto desde el comienzo de la novela, vuelve a vivir sociedad- culturalmente ajena y predominantemente
para morirse otra vez al final. Así, por 10 menos, lo per- eral, el escritor o antropólogo deseoso de convertir su ex-
cibe un lector que no trata de reordenar cronológicamen- periencia en escritura puede elegir, en un principio, en-
te las secuencias de la novela, procedimiento que niega, tre dos prácticas fundamentales. Por una parte, puede
de hecho, su especificidad. La revolución, supuesto cam- limitarse a describir «simplemente» la vida colectiva que
;1
I
I bio radical y definitivo de la estructura social según la se ofrece él su vista, o a sus sentidos en general: práctica
historiografía oficial, se desvanece en la percepción que que; se suele llamar etnografía. También puede tratar de
Rulfo impone a su discurso. En la nueva visión de la transcribir con la mayor fidelidad posible los discursos del
historia contemporánea que presenta Pedro Páramo, apa- otro sea los de la tradición o los que suscita, por su pre-
r

rece nítidamente la solidaridad del texto de Rulfo con sencia, el propio escritor-antropóloqo . esta práctica reco-
los testimonios de los protagonistas anónimos que res- piladora desemboca, según el caso, el1 una colección de
cató, últimamente, la «historia ora}. de la revolución cantos o narraciones o en un texto de tipo «etno-testimo-
mexicana [cf. 2.2/ Meyer 1978}. La reciente irrupción de
nial .• diSCUl'SO literario actualmente en boga. Si la pri-
r

una «visión popular ••del proceso histórico en el escenario


mera de estas prácticas está al alcance de cualquier ob-
político mexicano, a raíz de la contienda electoral de
servador (viajero, etc.) con alguna experiencia, la segunda
1988 (con la -resurrección» de -Cuauhtemoc- Cárdenas).
tiende a confirmar la actualidad de la obra rulfiana. exige, cuando se trata de una sociedad alóglota, una gran
familiaridad, con el idioma del otro o la intervención de
un intérprete.
A estas dos prácticas elementales se vienen juntando
otras tres, caracterizadas por ¡2J} mayor compromiso sub-
jetivo, estético o científico del ,%10;'. La primcrn de éstas
supone, 1a ncciona
¡:,. l'lZaClCTI'-'-C
.. ;¡ 1
.o que se 1.na -o se h_ubrera
1 •

podido- observar. La encontramos en los relatos de via-


je escritos cuando los recuerdos concretos del explorador
ya se han decantado, cuando ya imponen su ley las con-
venciones narrativas del género, También la literatura del
indigenismo latinoamericano, descripción ficcionalizada
La voz y su huella 291
290 Martin Lienhard

ser «índíqena- y -oral-. El autor, en la etnoficción, se co-


de la vida y los sufrimientos de los indios, deriva -en el loca la máscara del otro, empresa no sólo dificil sino
mejor de los casos- de una actitud escriptural análoga. también, a todas luces, discutible. Dedicaremos las pági-
La segunda opera una reflexión científica sobre el re- nas que siguen a una serie de textos en los cuales la et-
sultado de la observación y el discurso del otro; según noficción funciona como estrategia exclusiva o principal.
las áreas culturales, se dio en calificarla de etnología o Partimos de la hipótesis de que la etnoficción latino-
antropología. americana se inspira en una etnoficción europea prexis-
La última, menos frecuente pero significativa en el tente (aunque no reconocida como tal), de la cual extrae
contexto de las relaciones interculturales que generan los ciertas preocupaciones y características formales, a la
colonialismos, es la recreación •literaria " del discurso del vez que tiende a darles, en el nuevo contexto, un signi-
otro, la fabricación de un discurso étnico artificial, des- ficado social substancia1mente distinto. Para desarrollar
tinado exclusivamente a un público ajeno a la cultura esta hipótesis, intentaremos describir primero los ras-
"exótica". A esta práctica reservaremos aquí el concep- gos fundamentales de la etnoficción europea, hasta ahora
to de etnoficción. ignorada como discurso literario específico.
A menudo, la configuración heterogénea de los textos
concretos impide adscribirlos a una sola de estas prácti-
Europa: el otro como pretexto
cas. La obra más famosa de Lévi-Strauss, Tristes iropi-
ques, por ejemplo, se puede leer como relato (más o
Antonio de Guevara
menos ficcionalizado) de un viaje etnográfico o como
texto científico (antropológico). Ciertos textos indiqe- Los primeros atisbos de una práctica etnoficcional mo-
nistas, por otro lado, emplean por trechos procedimien- derna asoman ya en el Diario, de Colón o en las Décadas,
tos de índole etnoficcional , así, Lola Casanova (1947), de Pedro Mártir de Anqlería. pero en estas narraciones
novela de Francisco Rojas González [2. 1/ 1984] acerca- de la época de los primeros contactos con los amcrindios,
de la agonía de los seri (Sonora, México), crea una es- la recreación de retazos de un discurso del otro no inci-
pecie de perspectiva •.indígena .• en los capítulos dedica- de profundamente en las estructuras textuales.
dos a evocar la vida de las víctimas del etnocidio. Nos
En 1529, el franciscano español Antonio de Guevara in-
parece importante, sin embargo, distinguir estas prácti-
venta, en su Relox de príncipes, el famoso discurso del
cas; cada una, en efecto, materializa una actitud escrip-
tural específica frente al otro. No conviene, sobre todo, "villano del Danubio u, pronunciado ante el senado impe-
confundir la ficción que ternatíza, ••desde fuera ••, las so- rial romano por un representante autorizado de las tri-
ciedades exóticas, y la que crea la ilusión de que éstas bus germánicas;
nos hablan directamente. En la etnoficción, en efecto, sur-
ge una contradicción entre las características ••occidenta- Los tristes hados 10 permitiendo, y nuestros sañu-
les- del texto literario (escritura, idioma, forma global, dos dioses nos desamparando, fué tal nuestra des-
libro-mercancía) y un discurso narrativo que aparenta
292
. Martin Lienhard<
La voz y su huella 293· .

dicha, y mostróse a vosotros tan favorable ventura,


que los soberbios capitanes de Roma tornaron por peligrosa +que otros intelectuales contemporáneos, como
fuerza a nuestra tierra de Germanía; y no sin cau- el padre Las Casas, no dudaban en formular sin co-
locarse máscaras. Este texto, con su CSCi1:>a o nula fun-
sa digo que a la sazón estaban de nosotros nuestros
dieses sañudos, porque SI nosotros tuviésemos a los darnentación etncqráfica, ilustra bien la arti ficialidad del
dioses aplacados, excusado era pensar vosotros ven- discurso etnoficcional.
cemos. Crande es vuestra gloria, i oh romanos l,
por las victorias que vosotros habéis habido, por Lahonian
los triunfos que de muchos reinos habéis triunfado;
pero mayor será vuestra infamia en los siglos ave- Varios textos del Siglo de las Luces francés confirman
nideros por las crueldads , que habéis hecho, por- la instrumentalización 'política de la perspectiva etnofic-
que os hago saber, si no 10 sabéis. que al tiempo que cional, a la vez que demuestran su constante perfecciona-
los truhanes van delante los carros triunfales di- miento. En los primeros años del siglo (1703, 1705),. el
ciendo: "i Viva, viva la invencible Roma J -. por otras barón Louis-Arrnand de Lahontan, excelente conocedor
.xutcs los pobres cauíivo-, van en sus corazones di- de las sociedades indígenas del Ouébec, publica dos con-
c.i.l:udo éL los dioses iI¡.J.),S;~'.;.;::~a!justicia l, (1/ Cue- versaciones entre él mismo y Adario, calificado de «sau-
var» '1~?60]. vace de bon sens» o «sauvaqe distinqué». El lenguaje y
:J f '
la retórica de Adario. «salvaje- que habla un rances re-
, L ~_"L e.e ._. - ~: .". -1 1 '_.' 1 '. .., ; r-i a
Constatamos, en este discurso, una perspectiva «étni- finadísimo .. son un primer H1G.ICIO >..~2za maoie imaqinari
ea» del todo artificial. A Guevara, sin duda, no le inte- de c:;, estas
c~.., conversaciones.

Con 3!'gum.entos
~._.-.. _....... .
que se
r~ ~ /-_C":~r,,'
volve-
1'"\~,..

resa la cultura o la cosmovisión de las tribus teutónicas, ,." 1~c·¡I'c'1" entre lo" Dc'ecursores nlus,.··.~<.-. .., (".. Ld re-
ni unos acontecimientos históricos que datan de 1 500 ~'O~~'!~;~:;,--f:':nc~~~~~
eÍ "ir:d:o hurón fusi:ig; '.í .;:;tU~13ab-
años. El discurso de! otro, aquí, no es sino un artificio solutista f.trances. '1 sus ..eyes y su 1..;.. '''1'1~_',.,¡A<}
....1 1\ J\ ojos, la
:"';

Iiterario que permita arrojar una luz «inédita- sobre de .. institución del dio.cro y La manía de (1' '.;'¡' d~:;Unguir
tenninados mecanísmo., políticos. La condena del impe- en tre lo m10 y 10 tuyo son las CEP.xS¿:LS p. i i .lcs de la
rialisrno romano por un representante de los «vencidos» iniusti
J. •. J""';) cia social y de la incapacidad
v ••• L •••• pav: ! !u'¡;ar de la
ocuita el cuestionamí-m-, de una empresa expansionista vida. La escritura +casi diabólica- aparece como uno
más cercana en el tiempo, la de Carlos V. La referencia de los pilares de la desigualdad social europea a:~:··fJ:"~·-·
a unos dioses que abandonal'on a su pueblo parece ser, mento ""la
l.l..1t _l.\,,) ~ desarrollarán
!....•. ••• Rousseau y Lévi-Strauss,
Ii..h"'-' ••.• _ •. • , .•y que
a-Icrnás, una alusión a la conocida interpretación mexí- rechazará Derrida ~
cana s'.::J{~D la cual México pudo ser conquistado porque
• • • .' 1

los (1.ioscs autéctonos habían abandonado a los suyos. Ha! maudite Ecriture l Pernicieuse mvennon oes
Européans, qui tremblent él Ia veüe des propres chi-
En este relato dramático, el otro es puro pretexto; la
meres qu'ils -se représentent ~
cux m;.~mes par ..l' atTiL-
"n .
etnoficción sirve para expresar con cautela una verdad
gement de vinqt & trois pc:tilc:; figures, plus pro-
Martin Lienhard La voz y su huella 295

pres a troubler le repos des hommes qu'á l'entre- en la asombrada conciencia de los autóctonos, los máoti.
tenír [Lahontan 1931: 227].I A través de sus personajes, Diderot desarrolla, por otra
parte, los rasgos utópicos de la etnoficción, anticipando
Ahora, el interlocutor imaginario del barón no se limi- los grandes temas de un anarquismo que se irá constitu-
ta a condenar el sistema europeo, sino que esboza la yendo poco a poco. Frente a los franceses, -Aotourou y
utopía de una sociedad igualitaria, democrática, fede- Orou, los ••salvajes" de Diderot, defienden sin tapujos una
ralista, sin dinero ni propiedad privada y, sobre todo, sociedad sin estado, la libertad sexual, el derecho a la
capaz de gozar la vida; el modelo propuesto no es' otro pereza; ellos niegan la validez del progreso material y
-según el texto- que el de la sociedad de los hurones. consideran la propiedad como robo: reconocemos los tó-
En estos diálogos, Lahontan transforma su experien- picos que desarrollarán Proudhon, Laffargue y otros uto-
da directa de las sociedades indígenas norteamericanas pistas del siglo XIX.
en un discurso ficcional - ••filosófico" en el lenguaje de A través de su Suplemento, Diderot evidencia también
la época- claramente tendencioso, análogo al que pre- una gran fascinación y simpatía por la sociedad máoti
sentará, con recursos semejantes aunque sin experiencia que él, contrariamente a Lahontan respecto a los indíge-
de «campo", Montesquieu en sus Lettres persanes (1721). nas canadienses, no conoce sino a través de informes de
La crítica de la sociedad europea a partir de una pers- viajeros. Pretexto y recurso literario en las obras de sus
pectiva inédita, y la presentación de las sociedades exó- predecesores, los ••salvajes" ficticios, en el texto de Di.
ticas como modelos o utopías para los proyectos de derot. empiezan a transformarse en sujetos. El autor les
transformación social en Europa, aparecen, pues, como ofrece, en. efecto, la oportunidad de defender el derecho
dos de los rasgos dominantes de' la etnoficción clásica. de conservar su propia cultura, y de negar a los europeos
el derecho de colonizados. Identificamos así un tercer
Diderot rasgo. ahora plenamente constituido, del discurso etno-
ficcional: una crítica del colonialismo por su tendencia a
-Unos setenta años más tarde, Diderot, en su Supplé- destruir unas culturas y sociedades no sólo dignas de
ment au voyage de Bougainville [1772-1779], adopta un sobrevivir, sino también llenas de enseñanzas para los
procedimiento etnoficcional análogo al formular lo que europeos.
se le había olvidado apuntar al capitán-filósofo Bougain-
ville en su relato de viaje a Tahití . la impresión que ha- Segalen
bía dejado el comportamiento de los viajeros franceses
En la novela Les immémoxiaux, de Víctor Segalen
J IAh I IMaldita escritura I Perniciosa invención de los europeos [1907]. los rasgos crítico-filosóficos de la etnoficción clá-
que tiemblan a la vista de sus propias quimeras, que ellos sica convergen con una voluntad científica y estética nue-
se representan por la combinación de veintitrés figuras peque-
ñas, más aptas a perturbar el sueño de los hombres que a vas. Apoyándose en los conocimientos de la antropología
alimentarlo. de su época, anticipándose a veces a ella, Segalen, con-
296 La voz y su huella . 291
Martín Lienhard

vertido al «exotismo» (el reconocimiento de la diferen- desplazamientos y la evolución contradictoria del prota-
cia) en Tahití como Cauquin, intenta una especie de tra- gonista, la perspectiva narrativa, refinada, evita los esco-
ducción verbal de los cuadros del pintor, novela se La llos del maniqueísmo literario. Si 10 europeo aparece, en
presenta como un discurso moldeado exclusivamente en un primer tiempo, como 10 radicalmente exótico, en un
formas de pensamiento y de discurso autóctonos. El dis- segundo tiempo, la propia sociedad máori -en vías de
~urso narrativo, anónimo pero «máori», se realiza a par- eUl'cpeización- será la que hace las veces de «exótica»,
tír de una perspectiva cercana él la del protagonista Térii. el protagonista, a 10 Iarqo de años de ausencia, se man-
haéré-po o depositario de la tradición oral del puebla tuvo incontaminado. Más tarde, sin embargo, cuando
máori, Lejos de ser casual, esta función del protagonista el propio Térii se haya dejado ganar por la cultura eu-
da pie a una constante reflexión ficcionalizada sobre la ropea, el texto mostrará el comportamiento de los máori
oralidad, La sintaxis busca imitar en francés las formas rebeldes como casi ininteligible.
aglutinadoras del idioma tnáori, cuando no deja ciertos Superando, ,gradas a la profundización antropológica,
CO;L.:~¡i;O<; indígenas sin traducción, El lector se ve, pues, la grosera manipulación política del discurso de otro,
oblt:=¡i1do a penetrar en el pensamiento máori tal como 10 Les immémoriaux ofrece el primer ejemplo de undis'~
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el... aL1LO!' .0, curso etnoficcional convincente =para un lector 'europeo
CUí·UpCO. En este discurso, lógicamente lo máori resul- moderno; un discurso que aboga a favor de los «vencí-
la Uj.loi'I1,aln, mientras que lo eurooeo ~omo:1O uD':'~;de~oV't~
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des- con recursos formales extraídos de la cultura «otra- .
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América Latina: La mala conciencia
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' . . de los intelectuales colonizados


'" 1 a. 'h e lOS.conocimíento-
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voluntad _'o psté,c¡¡r-a.
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autor •
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Concebida en un principio para proponer UI1;l mirada
El discurso narrativo refleja ~;;)lÁ!.h0~m"·'·'p
•.•• , - .!l...... -- por' que e.l.1
••.••.••... ~ .•.••••...•..•••.••. .I-'--.0~_'- \.::_•.
nueva, insólita, sobre las realidades y los sueños europeos,
Pl'otdgonista evoluciona
'=' .....•{_( ..•.~•. ,.... í .
a ront;'acO"";ente
..... - -- - .1.1-..'-.....
de .1-;:.los d. ernas' la etnoficción europea empieza apenas il descubrir al
C,o.LU:,e,,- la COmpLeja transformación (aculturacíón) de la otro como sujeto cuando este otro irrumpc en el escena-
soci~~~d isl,eña bajo la influencia de los colonizadores: rio internacional. El llamado ••despertar de los pueblos
SUn:1S1?~ mas o menos interesada a los europeos, recha- colonizados .•, expresión algo condescendiente para cali-
zo individua] o colectivo de la cultura impuesta acepta- ficar la resistencia cada vez más consciente y mejor or-
ción "U"·, Cj • 1 1 '
. " t.. ",rLC¡a. que OCULta una resistencia pasiva, sin- ganizada contra el colonialismo moderno, revela -el
crehsl')!.<)s conClliatorios o ",'"ubo"o~"l·V·es Este vas t o y di.1-
, , v ~J,,, "~L «otro» ya no duda en tomar la pala bra y en difundirla
n::~tco cuadro de las actitudes indígenas frente al colo- por todos los medios a su alcance- la artificialidad del
lllalu;mo anticipa las teorizaciones de los mecanismos discurso etnoficcional europeo y contribuye, sin duda, a
acultur~t~vos hechas por Ios antropólogosnorteamerica_ volverlo obsoleto. El éxito actual de un libro 'como Le
n03 R"u{"old [1°36) L'inton y Herskovits.
'," ,_CC Al seguir los
•. ." ,. Papalaqui [1/ 1981], redición de los supuestos ••discur-
298 Martín Líenhard La voz r su huella 299)

sos de Touiavii, jefe de las tribus de Tiarea en los ma- parece significativa la ausencia de una producción etno-
res del sur- que publicó Erich Scheurmann en 1920, su- ficcional en el área quechua, donde la población índí-
giere sin embargo que en Europa, el «buen salvaje •• si- gena puede aspirar todavía a un papel relevante en los;
gue gozando los favores del público. respectivos estados nacionales.
En la América Latina, la etnoficción, análoga a la eu- La etnoficción latinoamericana es sin duda tributaría
ropea en sus procedimientos formales y nutrida de su tra- de tres prácticas científico-literarias renovadoras de ori-
--dición, viene a ubicarse en un contexto histórico-cultural gen metropolitano: la etnografía o antropología moder-
bien diferente. Las sub sociedades étnicas o populares del na, la apropiación de formas artísticas «primitivas» por
subcontinente resultan sin duda, como en el caso de los es- los movimientos de vanguardia, la exploración de los
critores europeos, culturalmente «otras» para el intelec- vericueto s de la conciencia y del subconsciente (Freud,
tual latinoamericano, miembro de hecho y de derecho de J oyce, Faulkner), Todas estas prácticas, en efecto, tien-
los sectores hegemónicos europeizados. En la América La- den a acercarse al discurso del otro, sea éste un otro ••exó-
tina, sin embargo, la relación con el otro, habitante del tico» o el otro que se oculta en el subconciente de
mismo país y miembro (marginado) de la misma socie- cada uno.
dad, se presta mal a la especulación filosófica. Muy con-
creta e inevitable, la relación con el otro determina aquí, Mario de Andrade
en mayor o menor grado, el porvenir de ambos y de toda
la sociedad -más o menos heterogénea- de ascendencia En un cierto sentido, la rapsodia «antropofáqica •• Ma-
colonial. Estas circunstancias otorgan a la escritura et- cunaima, de Mario de Andrade [4.1/ 1928) podría con-
noficciona1 latinoamericana un significado social más in- siderarse como un primer ejemplo clásico de etnoficción
mediato, más exístencial. latinoamericana: el texto se escribe aparentemente a par-
Fuera de algunos antecedentes lejanos, como el teatro tir de una perspectiva indígena cuyo origen se hallaría
jesuita tupí del siglo XVI (cf. cap. II), la etnoficción la- en la mitología arekuná y taulipáng. No en la mitología
tinoamericana se desarrolla sólo en los últimos decenios. viva, sino en la que se rescató en los libros, muerta y
Frente al otro, las prácticas escripturales predominantes petrificada. El más evidente de los textos relaborados -o
suelen ser la etnografía, la etnografía ficcionalizada (in- parodiados- por Andrade pertenecía ya a la cultura grá-
diqenismo), la recopilación del discurso del otro y la an- fica: Vom Roroima zum Orinoho, de Koch-Grünberg
tropología. En los últimos decenios, pues, la etnoficción (1924), informe de una expedición etnográfica y recopi-
se agrega a las prácticas mencionadas. Ella surge, ante lación de mitos +un clásico de la etnografía brasileña
todo, en el contexto de los grupos étnico s amenazados, en {Ventura 1987: 17.5-180J. Respecto al discurso indígena,
vías de extinción o ya disueltos o destruidos. Cabe supo- Andrade. en efecto, no se inserta en ese tipo de «nueva
ner, por lo tanto, que los escritores dudan en recrear un intertextualidad» donde, como sucede en Arguedas, Roa
discurso indígena ficcional referido a poblaciones indíge- Bastos o Rulfo, la palabra oral viva constituye el «texto
nas que mantienen una fuerte presencia. En este sentido, original- que se trata de transformar. Los indios, ade-
300
Martín Lienhard-
La voz y su huella 301

más, no constituyen el interés principal de! libro: 1\'13.-


.tro [2.1/ 1959), antropólogo y lingüista de los maya-
cunaíma, el héroe ebrio de amor y; como lo dice el sub-
tzeltales del oriente de Chiapas (México). Todo el texto
título, ••sin carácter ••, debe representar menos a una mi-
es un discurso autobiográfico ficticio de un joven indio
noría indígena que a los brasileños modernos. De hecho,
tzeltal de la época cardenista, cuyas formas lingüística s
los signos culturales que Andrade introduce en su texto
y poéticas, hasta donde el lector es capaz de afirmado,
remiten, más allá de los que extrae de Koch-Grünberg y
recrean en español el universo discursivo de este grupo
otros trabajos etnológicos, a los más variados sectores
étnico relativamente importante. Ahora, este discurso et-
socio-culturales -especialmente de ascendencia africa-
noficcional, sin duda el más logrado en términos Iin-
. na~ de Brasil. El juego irrespetuoso con las formas in-
güísticos, está claramente al servicio de dos objetivos que
dígenas (los contenidos se desvanecieron en las sucesi-
resultan limitativos para la ficción novelesca: la descrip-
vas operaciones escripturales), en lv1acunaíma, remite al
ción etnográfica casi enciclopédica de una comunidad
"primitivismo •• vanguardista, más que a la antropología.
indígena, y la defensa práctica,. poco disimulada, de la
Hay, sin embargo, un ••mensaje antropológico •• en la sín-
política agraria -integración de los indios al campesi-
tesis cultural «naciona]., que el protagonista va realizan-
nado nacional- inaugurada por Cárdenas (que excluye,
do y que anuncia también, pero sin sus deslizamientos
naturalmente, la elaboración de una utopía basada en los
ideológicos, el trabajo clásico a propósito del supuesto
valores del •.otro .•). Estas características, que no reducen
mestizaje cultural brasileño: Casa Grande e Senzala, de
el valor de Los hombres verdaderos ni lo excluyen de la
G. Freyre {4. 2/ 1933J. La índole manifiestamente Iúdi-
corriente etnofíccional, lo alejan a la vez tanto de la tra-
era y paródica del texto no 10 aleja sólo de las teoriza-
dición europea como de las tendencias más típicas de
ciones de Freyre, sino también de la etnoficción, aunque
este discurso literario. En el próximo capítulo, dedicado
mantenga con ésta ciertos vínculos: la construcción de
al área maya, lo discutiremos en el marco de las auto-
una utopía a partir de los recursos -en el lenguaje de
biografías •.indígenas .•,
la época- ••primitivistas ». Posteriormente, Andrade denun-
ció autocríticamente el carácter ••aristocratizants ••del que-
hacer cultural de toda su generación (4.2/ Mota 1978: Ribeiro
105-109): sin duda, en Macunaima, el «primítivismo- re-
vela a su modo la distancia que media entre el intelec- Contrariamente a este ejemplo de una ctnoficción
tual y los sectores marginados reales. •.práctica", Maira. novela del antropólogo brasileño Dar-
cy Ribeiro [1978], vuelve a las especulaciones filosófi-
Castro cas de la Ilustración. La narración, cuyo marco aparen-
te es la investigación de una muerte misteriosa, pone en
escena el conflicto entre una sociedad indígena aldeana,
En un cierto sentido, el mejor ejemplo de la etnofic-
ción latinoamericana sería sin duda la poco conocida construida entre otros a partir de elementos de la cul-
tura tupí. y los sectores más o menos europeizados de
novela Los hombres verdaderos, de Carlos Antonio Cas-
la sociedad brasileña. El espacio se organiza en círculos
La voz y su huella 303
302 Martín Lienhard

simboliza el destine de les grupos indígenas brasileños,


concéntricos alrededor de la comunidad indígena, re- acorralados por la expansión capitalista nacional e in-
presentativos de colectividades cada vez más occidentali- ternacíonal, Irremediablemente «otros ••, estos grupos, pa-
zadas . otros grupos étnicos amazónicos, una aglomera- rece sugerir el texto, no pueden ni evitar ni resistir el
ción cabac1a (mestiza), comerciantes, funcionarios indi- choque con la cultura occidental. La novela asume, de
genistas, misioneros tradicionales (católicos) y «moder- este modo, la defensa de la otredad amenazada, tanto a
nos» (protestantes), antropólogos y, finalmente, repre- través de su configuración narrativa como por medio del
sentantes de la sociedad capitalina y del Vaticano. Al discurso ideológico que se desprende de ella. El discur-
modo vanguardista, la novela multiplica las perspectivas so ~tnoficcional se apropia de la «visión de los vencidos » ,
internas a la comunidad y las externas; para el lector, de los que son demasiado débiles para defenderse frente
las primeras mantienen en cada momento su hegemo- a los sectores hegemónico s, para exigir el reconocimien-
nía. Las perspectivas" indígenas y mestizas (aspecto pro- to del carácter pluricultural de la sociedad brasileña.
piamente etnoficcional de la novela) se basan en un co- -Visión de los vencidos. recreada por el escritor, aná-
nocimiento a la vez práctico y teórico de las subsocieda- loga al -pensamíento salvaje. reconstruido por los antro-
des brasileñas, de su pensamiento y sus estructuras de pólogos: sin garantía de autenticidad. La hipotética iden-
parentesco. Su realización literaria, sin embargo, corno tificación total del antropóloqo-escritor con el discurso
el propio Ribeiro lo admitió alguna vez en una entrevis- del otro significaría, en efecto, su salida del circuito de la
ta, hubiera sido imposible sin la familiaridad con la: palabra impresa.
novelística joyceana (<<somostodos hijos del Ulises-i,
La experimentación con los recursos literarios más va-
Tangol
riados y la atmósfera jocosa que nace a raíz de la acti-
tud hedonista atribuida a los indios, otorga a este texto' Si Maíra expresa, aunque sea Iúdicrarnente, la preocu-
-como sucede en ¡WacunaÍma- un aspecto claramente pación de un intelectual hegemónico acerca de la ame-
lúdrico. La aldea tupí resulta un paraíso, amenazado por naza muy tangible que pesa sobre los últimos grupos in-
los buldóceres reales y metafórícos de la sociedad occi- dígenas de Brasil, des textos chilenos evocan, como una
dental, de la alegría de vivir y de la libertad, ante todO' tragedia irremediable, el etnocidio cometido contra sen-
sexual. Como en Diderot, Segalen y Andrade, el ejerci- dos grupes autóctonos,
cio libre de la sexualidad constituye un elemento clave Leyendas de Katukinhá. obra póstuma del antropóloqo
para una utopía social que se ofrece como alternativa a chilote Nicasio Tango1 [5.11 1982), recrea la mitología
la sociedad judeo-cristiana, capitalista y represiva. En de los ana, grupo étnico cuyos últimos miembros murie-
este sentido, el parentesco entre Maíra y la etnoficción ron en los años setenta. El discurso indígena trasladado
del Siglo de las Luces queda patente. a la escritura representa aquí la voz de los que ya no
Un segundo aspecto de ·la novela se refiere directamen- pueden temar la palabra por haber sido sistemáticamen-
te, en cambio, a la situación sociocultural de Brasil y te exterminados desde el siglo XIX. Especie de epitafio,
otras regiones latinoamericanas. La imaginaria aldea tupí
304 Maxtin Lienhatd La voz y su huella 305

esta narración mito gráfica se distingue de las tradiciona- etnccidio. En Actas del alto Bio-Bio, el poeta, cantante
les relaboraciones de mitos y leyendas indígenas por la y c.isayista chileno Patricio Manns [1985} evoca la histó-
originalidad de su enfoque narrativo. Solidaria con la rica masacre de los mapuches de esa región por las fuer-
materia míticaxpero al mismo tiempo plenamente moder- 2:2,5 conjuntas del ejército y de los latifundistas (1934).
na por el uso d~ un lenguaje poético contemporáneo, la La forma elegida por el escritor pJ.1'3 extraer del olvido
narración permite y obliga al lector a sumergirse. sin estos hechos sangrientos es tan original como significa-
guardar sus distancias, en el universo indígena recreado. tiva Un narrador anónimo provisto de una grabadora,
El texto, que ya no puede abogar a favor de los ona de- sin duda un doble literario del autor, funciona como ea-
saparecidos, imprime al paisaje de Tierra del Fuego la tal.zador de una conversación a 10 largo de la cual una
imborrable presencia de los dioses y sernidioses ona, los pareja de solitarios sobrevivientes de la masacre (Angol
que le dieron forma, nombre y sentido. Las historias di- Mamalcahuello y Anima Luz Boroa) evocan los ante-
vinas que se van contando a lo humano, como en las cedentes, el desarrollo y el desenlace de los sucesos trá-
epopeyas hornérícas. subrayan los posibles aportes pós- gicos, Las siete partes o «memoriales- del libro corres-
tumos de la cultura y la cosmovisión indígenas a la dé los ponden al encuentro inicial del yo visitante con los dos
opresores y sus descendientes: el anhelo de libertad, la mapuches viejos y a las seis fases de un día de 24 horas'.
necesidad de la coperación entre hombres y mujeres, que coinciden con seis momentos de intensa conversación
:la belleza de la seducción erótica no contaminadá por la acerca de seis etapas de la lucha evocada. La narración
culpabilidad y el comercio. Los parcos comentarios que restablece así fícticíamente la forma ritual que toma la
aluden, en el apéndice, a la trágica historia reciente de transmisión de la memoria histórica oral, pero indica-al
los ona, permiten al lector, retrospectivamente, medir la mismo tiempo las circunstancias 'extraordinarias de esta
magnitud del crimen de la sociedad occidental. Katuhin- transmisión: la presencia de un forastero con su graba-
há, expr.esión =más claramente que Maíra- de la mala dora, condición para la aparición de un .texto escrito. El
conciencia de un sector de los "opresores", actualiza así lector no debe conservar la ilusión, de poder leer sin in-
los rasgos que se han revelado constitutivos del discur- termediarios un discurso indígena.
so etnoficcional: denuncia de la violencia occidental y
En Actas del alto Bio-Bio volvemos a encontrar los tó-
construcción de una utopía cuya meditación podría qui-
picos de la etnofícción . crítica de la sociedad occidental,
zás contribuir a salvar una humanidad encaminada a la
construcción de una utopía social que coincide con la
destrucción de cualquier otredad.
vida real de la sociedad indígena. El libro de Manns,
sin embargo, es el primer texto etnoficcional que se ofre-
Manns ce como tal, sin disimular las condiciones de su produc-
ción. La etncfícción aparece como una traición de la pa-
El último texto que focaliza nuestra atención permitirá labra viva; traición que sólo la solidaridad con el otro
precisar la estrecha relación que existe entre la etno- oprimido puede compensar. En este texto, pues. la etno-
ficción latinoamericana y la amenaza o la realidad del ficción empieza a liberarse de su ambigüedad congénita.
306 Martín Líenhard

CAPITULO XI
Conclusión
En las tres últimas obras -Actas del alto Bio-Bio, Ka- TENDENCIAS ETNOFICCIONALES
ruhinhá, Maira-«, la etnoficción rescata el discurso indí- EN EL AREA MAYA (YUCATAN, GUATEMALA,
gena con un doble propósito: servir en la medida de lo CHIAPAS)
posible la causa de los grupos étnicos amenazados, y El «corpus» y sus características
proponer al presumible lector no indígena, a través de
la puesta en escena de las sociedades indígenas, el ejem- . Hace unos veinte años, ]. Sommers [2.2/ 1964], ante
plo de unas sociedades cuyas relaciones internas y con el la pujanza de una narrativa regional en el estado mexi-
cosmos natural no llevan, como quizás suceda con las cano de Chiapas, señaló el fenómeno de una «nueva co-
occidentales, a su auto destrucción. Si quiere salir del ca- rriente literaria» cuyo interés radicaba, para él, en una
llejón histórico, el mundo occidental +parecen decir éstos nueva actitud de los intelectuales mexicanos hacia los
textos- no debe iqnórar el mensaje indígena. grupos indígenas -en este caso mayanses-, y su cultura.
El crítico norteamericano aludía a Ricardo Pozas (Juan
No es casual que estos tres relatos hayan surgido en
Pétez jolote, 1948), Ramón Rubín (El callado dolor de
el contexto de las dictaduras militares del Cono Sur. La
los tzotziles, 1949), Rosario Castellanos (Balún Canán,
evocación directa o indirecta de las amenazas que pesan 1957, etc.). Eraclio Zepeda iBenzulúl, 1959) y M. Lombar-
sobre los grupos étnicos marginales se puede leer, espe-· do de Caso (La culebra tapó el río, 1962). Chiapanecos de
cialmente en Actas del alto Bio-Bio, como una alusión origen o por elección, estos escritores revolucionaban
velada a una situación represiva más general. Sin duda, siempre, según Sornmers, la tradicional escritura indige-
el intelectual amenazado en su propia integridad se ima- nísta, gracias sobre, todo a su mayor familiaridad con el
gina mejor la opresión sufrida por el otro marginal: mundo indígena, el abandono del didactismo social y la
La diferente función de la etnoficción latinoamericana apertura hacía una estética literaria más moderna. Si es-
respecto a la europea se perfila ahora nítidamente. Para tas observaciones siguen siendo en general válidas +aun-
el autor europeo, las sociedades exóticas cuyo discurso que menos para Rubín y Lombarda del Caso-s, la creciente
él imita, son ante todo el instrumento para crear un dis- distancia temporal respecto a las obras reseñadas por
curso alternativo, inaudito, acerca de las realidades eu- Sommers permite ahora un nuevo examen en un contexto
ropeas, también un punto de partida fascinante para la ampliado. Agotado en pocos años, el ciclo narrativo de
especulación intelectual. Si bien el autor latinoamerica- Chiapas, en efecto, no fue totalmente nuevo ni aislado.
no de etnoficciones parte de principios análogos, su par- Lo precedió y acompañó un breve "ciclo••yucateco (An-
ticipación subjetiva es mucho mayor: la causa de las tonio Mediz Bolio, La tierra del faisán y del venado,
subsociedades exóticas, en buena parte, es su propia cau- 1922; ErmiloAbreu Górnez, Caneh, 1940, y La conjura
sa. Su discurso indígena ficticio expresa, en fin de cuen- de Kinum. 1958), como también la actividad literaria del
tas, sus propias angustias y deseos, los de un intelectual guatemalteco Miguel Angel Asturias (Leyendas de Guate-
que percibe su país como una zona todavía ocupada. mala, 1930; Hombres de maíz, 1949). Asturias, precisa-
mente, escribió la novela más ambiciosa y compleja no
308 Martin Lienhard La voz y su huella
30<)

del «ciclo••de Chiapas, sino de una serie literaria mayor, viviera en la actualidad y sintiera, a su manera pe-
caracterizada por la tendencia de sus autores, todos mexi- culiar, todas esas cosas suyas. Los temas están sa-
canos salvo el autor de Hombres de maíz, a incorporar cados de la tradición, de huellas de los antiguos li-
elementos significantes de origen o apariencia mayanse. bros, del alma de los mismos indios, de sus danzas,
Resulta legítimo interrogarse acerca de la pertinencia de sus actuales supersticiones (restos vagos de las
.de un criterio «étnico••para considerar una práctica lite- grandes religiones caídas) y, más que nada, de lo
raria que se realiza, de hecho, en el seno de las socieda- que yo mismo he visto, oído, sentido y podido pe-
des de clases ladinas (~mestizas••), regionales (México) o netrar en mi primera juventud, pasada en medio de
nacionales (México, Guatemala). Sólo el examen crítico esas cosas y de esos hombres. Todo ello me rodeó
de los textos y su contextualización histórico-social per- al nacer y fue impresionado, antes que por nada, por
mitirá decidir si el área ••maya ••corresponde a una rea-
ese color, por esa melancolía del pasado muerto, que
lidad específica desde el punto de vista literario. Quere-
se hace sentir, sin sentir, en las ruinas de las ciu-
mos adelantar algunos elementos que acreditan la legiti-
dades y en la tristeza del hijo de las grandes razas
midad del criterio ••étnico .•_ Todos los narradores impli-
desaparecidas [... } dt.
cados inscriben sus textos en el campo de las tensiones
entre sociedades ladinas y subsociedades mayanses. To-
La larga cita se justifica por la acumulación de tépi-
dos coinciden, con.trariamente a los demás escritores me-
cos ladinos acerca de los ••hermanos .• indios: «raza desa-
soamericanos, incluidos autores indigenistas como Mon-
teforte Tcledo (Guatemala) o Rubín (Chiapas), en la es- parecida", triste, supersticiosa, incapaz de actualizar la
trategia de inventar estructuras narrativas inéditas por cultura de sus antepasados. Llama la atención. todavía,
la adaptación o el traslado a la escritura de núcleos de la pretensión ladina no sólo de conocer a los indios por
supuesto origen indígena. Como se verá, tal estrategia haberse roza-do con ellos, sino de tener el derecho de
corresponde a la voluntad de superar, por medio de la hablar en su nombre. Entre los escritores posteriores,
ficción, el antagonismo entre los sectores ladinos y las dueños ya de una «conciencia antropológÍca", tales des-
colectividades indígenas, obstáculo principal para la lices ideológicos, si bien bajo formas atenuadas, se se-
constitución de sociedades regionales o nacionales inte- guirán manifestando: siempre, los ladinos se ven en el
gradas.
papel de guías espirituales de las sociedades regionales,
La primera formulación de este proyecto estético co-
mún, la más ideologizada también, se halla en una carta Mediz Bolio, por otra parte, anuncia ya la mayoría de
de lVIcdiz Bolio, incluida en el prólogo a Le tierra del los procedimientos que adoptarán los narradores ladinos
faisán y del venado: para lograr un discurso literario de apariencia indígena:
traslado de la sintaxis maya al español, construcción de
[... ] he pensado el libro en maya y 10 he escrito una perspectiva indígena ficticia, referencia a las reco-
en castellano. He hecho como un poeta indio que pilaciones mayas coloniales, incorporación de creencias
310 Martin Lienhard La voz y su huella 311

y prácticas rituales de los indios, recreación verbal de la recreación al gusto ladino de las tradiciones orales
las antiguas formas arquitectónicas. mayas [Menéndez 1951].
El ciclo narrativo del área maya es un interesante la- Al contrario de los libros de tradiciones. el texto de
boratorio de prácticas etnoficcionales, Dos de- sus. textos Mediz Bolio, compuesto por siete ••libros un ••pórtico.
9.

se convirtieron en clásicos de sendas corrientes litera- y un -contrapórtíco-, revela un proyecto orgánico. La


rias: Hombres de maíz. para el ••realismo mágico» o -ma- tierra del faisán y del venado =nombre que los mayas.
ravilloso- (cf. 1/ Chiampi 1983], y]uan Pétez [olote, según la crónica del franciscano Landa [2.1/ 1978: cap.
para la narración etno-testimonial. Los hombres verda- IIJ, dieron a la península- evoca, al modo poemático-
deros. novela poco conocida. es uno de los intentos et- legendario, un -Mayab» (Yucatán) intemporal. El narra-
noficcionales más consecuentes de la literatura del sub- dor. autodesignándose como baltzam (recitante) indio,
continente. no oculta su ambición de ofrecer una especie de equiva-
Nuestra exposición seguirá un criterio regional (Yuca- lente moderno del libro de Chilam Balam (1969). reco-
tán-Guatemala-Chiapas) que coincide, grosso modo, con pilación maya colonial en que se mezclan discursos míti-
el orden de aparición de los textos. co-históricos. profético s, rituales, calendáricos, etc. El pro-
pio Mediz Bolío, conocedor. del maya como gran parte
de la aristocracia yucateca de la época (d. cap. Hl), tra-
Yucatán duciría al español una de sus versiones, la de Chumayel
[Mediz Bollo 1930]. Ahora, el contradictorio narrador
Mediz Bolio
de La tierra. . . escribe en español y se refiere al -indío-
como a una entidad ajena, expresando así sin querer la
Antonio Mediz Bolio, intelectual de la aristocracia me-
dificultad que experimenta el escritor ladino a convertir-
rideña, fue uno de los cofundadores del Ateneo de la
se en portavoz de ladinos e indios. Un examen detalla-
Juventud Mexicana (1909). círculo de escritores y artis-
do del texto revela. a cada paso. dicha ambigüedad. Va-
tas moderados que prepararon el terreno cultural para
rios libros presentan conocidas leyendas yucatecas sobre
el posporfirismo. La tierra del faisán y del venado (1922).
el pasado prehispánico del territorio. Así, el «Libro de
su libro principal, se inserta en el contexto de rápida
Chichen Itzá y de l-a princesa Sac-Nicté- explica. basán-
transformación socio-cultural que surge en Yucatán a
dose en el motivo del rapto de una esposa. la ruptura de
raíz de la Revolución Mexicana. La tierra. .. ostenta, sin
embargo, no pocos rasgos que la vinculan a un género la alianza entre las tres ciudades de la ••liga de Mayapán ••,
narrativo que dominé casi desde la independencia. al Uxmal, Chichen y la propia Mayapán, y el éxodo del
lado de la historicqrafía, la vida literaria del Yucatán clan dinástico itzá al Petén hoy guatemalteco. Su fuen-
ladino: la ••tradición" [Mediz Bolio en 2.11 Menéndez te no es. como el texto sugiere. la tradición oral maya
1951]. Consistía ésta, por lo común, en una elaboración contemporánea, sino las crónicas coloniales del yuca-
romántico-nostálgica de escenas de la conquista o de la teca López Cogolludo [1688/ 1954-55] y del español Vi-
vida colonial [2.11 El secreto ... 1980), como también en llagutierre [2.1/ 1701). El ••Libro de Uxmal y dI'! rey
312 Martín Lienhar d
Le uozy su huella
313
enano» relata la historia del hijo de una bruja, nacido de
un huevo, que vence, a través de una serie de pruebas, se hacen nuevas todas las cosas". «Aquel a quien no se
al rey. Si bien este núcleo de motivos existía en la tradi- ve." Para el lector que ignora el maya, su eficacia +e]
ción maya contemporánea: [2.2/ Redfield/ Villa 1934: hecho de sugerir el carácter oral y sagrado del texto- se
335-337], Mediz Bclio 10 tomó de la versión muy «acul- debe sin duda a las asociaciones CO;¡ d lenguaje bíblico
turada» del historiador y autor de novelas históricas Eli- que suscita.
gio Anccna (2.2/ 1889]. El descubrimiento; en 1942. de ¿ Cuál es el referente histórico de La tierra ... ? Cuatro
los Cantares de Dzitbalché (2.1/ Barrera Vásquez 1965], de los siete Iibros reinterpretan, con un lenguaje y unas
manuscrito maya de danzas rituales, permite confirmar, imágenes que recuerdan las evocaciones medievales del
para el "Libro de las siete danzas u, el alejamiento de Me- modernismo, las épocas del esplendor y de decadencia
diz Bolio respecto a las tradiciones propiamente mayas. deIas ciudades mayas del norte de Yucatán, El derrum-
El artificio empleado por el autor para sugerir el ca- bede la civilización maya no se relaciona en ningún mo-
rácter «mayas de su discurso poético-narrativo, es la mento C011 la conquista española y la Colonia. Los de-
creación de un lenguaje especial que actualiza en el texto más libros y los "pórticos", si bien enfocan al campe-
sino maya contemporáneo, no diseñan en realidad ningún
ciertos mecanismos de siqnificacióri del idioma maya.
Así, los nombres comunes o propios y lostopónimos
talados en el texto no son simples signos éxóticos.rsino
=: horizonte moderno:
los ladinos.
se escamotea la misma existencia de
El protagonisi:a es el Indio por excelencia,
factorés que desencadenan o' determinan ciertos aspectos ser ahistóri.::o y a-social. Su cultura, fuera de algunas
de la narración. Maní, por ejemplo, voz que encabeza un creencias especificas como la que se vincula a la Xtabay,
capítulo, no designa sólo-la ciudad homónirna, sino que espíritu maligno con apariencia de mujer hermosa, se re-
anticipa con su signifícado ('todo pasó') el relato del de- duce a un animismo muy genérico.· CO!}lO guionista de
rrumbe de la 'civilización maya. En la historia del prín- La noche de los mayas (Hi39), película de Chane Urreta.
cipe C~n-Ek ('negra-serpiente') y de la princesa Sac-N.ic- Mediz Bolio aplicará a la cultura 111. ¡Yil una análoga pcrs-
C

té ('blanca-flor'), la etimología de los nombres prOpl?S pectíva l'educcionísta [2.2/ Carcia lUcla 1969J.
determina parte de la caracterización de los protagoms- Borrando de b memor-ia Etc"2r;", la Colonia y las su-
tas. La flor sac-nicté que florece en el mes maya de m?an cesivas épocas de opresión para los indígenas, constru-
(20 de abril - 10 de mayo) es el -siqno mnemónico- que yendo la imagen de un Mayab fuera del tiempo. Mediz
suscita cada año. según el texto, recuerdo de la leyenda Bollo escamotea también la duda que pesa sobre la le-
vinculada a la princesa homónima. gitimidad del poder ladino. En un Yucatán eterno que
Una particularidad sintáctica, el uso frecuente de la no conoció el trauma de la conquista. los ladinos, libres
construcción NOMBRE/PRONOMBRE +PROPOSI- ya de cualquier sospecha de culpa histórica, pueden atri-
buirse una borrosa ascendencja maya y hablar, quitán-
CION RELATIVA CON FUNCION DE EPITETO, co-
rresponde a las composiciones nominales del maya yu- doles la palabra, en nombre de los mayas antiguos y mo-
dernos.
cateco [cf. 2. 2/ Barrera V ásquez 1977]: "la época en que
314 Martin Lienhard La voz y su huella 315

Abreu Gomez relaciones equilibradas entre los peones mayas y los


miembros sin poder (niños, mujeres). de la familia -blan-
En el extremo opuesto, aparentemente, se halla el Ma- ca-. Esta, además, ha adoptado ciertos comportamientos
yab .$:reado por Ermilio Abreu Gómez en Canek y en La indígenas, como el rito para deshacer los eclipses de la
conjura de Xinum: un territorio que vive al ritmo del luna (II, 32J. Pero a medida que avanza el relato, las
antagonismo histórico entre ladinos y mayas. Apoyándo- apariciones del terrateniente muestran la inconsistencia
se, como su colega, en fuentes ladinas -en las que se cen- de este ••equilibrio». Canek inculcará a sus compañeros
tran en los momentos de tensión social e interétnica- una doctrina moral que se basa en el rechazo de los blan-
Abreu Gómez, identificado sin duda con los postulados cos y de su injusticia. La guerra, inevitable al fin, cul-
indigenistas del sexenio cardenista (1934-1940), invierte, mina en la masacre de los indios y la ejecución de Ca-
respecto a sus fuentes, los papeles de «buenos- y -malos-, nek, su dirigente. Los indios sobrevivientes no admi-
Canek actualiza, trasladando los sucesos a un presen- ten la realidad de su muerte. Las relaciones amistosas
que se habían tejido entre el indio sabio y el niño Guy,
te algo ucrónico, la que los historiadores ladinos califi-
sobrino sensible del hacendado, y el camino común que
can de ••insurrección de Ouisteil- (1761). Este movimien-
emprenden, después de muertos, ambos personajes al fi-
to, que no pasó en reaIídad de una respuesta 10c1,11 a los
nal de la novela, sugiere la utopía de un mundo «mestizo-
abusos de un latifundista, fue interpretado por la tradi-
sin tensiones interétnicasni sociales.
ción ladina como expresión de una peligrosa actitud an-
Los epígrafes de los diferentes capítulos, extraídos en
ti-ladina de todos los campesinos mayas (Casarrubias
su casi totalidad del Libro de Chilam Balam de Chutna-
1951]. Así lo presenta en 1845, poco antes del estallido
yel (Mediz Bolio 1930], indican la voluntad del autor de
de la «guerra de castas" (v. cap. Hl), el trasfondo seudo- inscribir su texto, ficticia mente, en la tradición indíge-
histórico de una romántica historia de amor interétni- n~. La aparición, en tanto que personaje secundario, del
ea, ••La hija del sublevado" de R. Carvajal [El secre- meto de Juan José Hoil, compilador maya del libro men-
to. " 1980). Al apropiarse hasta cierto. punto de esta donado, refuerza esta ilusión de continuidad entre las
clásica interpretación de los hechos, Abreu Gómez jus- tradiciones· mayas y Caneh.
tifica, sin embargo, la actitud de los rebeldes. Comparando esta obra de Abreu Gómez con la de Me-
La novela se compone de una rápida sucesión de se- diz Bolio, se constata un cambio en la actitud política,
cuencias breves que presentan, a modo de parábolas, las pero no en la estética. Como La tierra .. " los momentos
características y la evolución de las relaciones ínterét- etnoficcionales de Canelz resultan en buena medida una
nicas. En la mayoría de los casos, la última palabra o sen-. mistificación, ••bien intencionada ••; del discurso indígena
tencia moral pertenece a Jacinto Canek, cuyo modelo que pretenden recrear.
histórico, según la tradición ladina, poseía una formación La conjura de Xinum, crónica novelesca de la guerra
en teología moral [Casarrubíasfüñt]. Al comienzo, la no de castas (cap. III), no entra realmente en el terreno de
presencia textual del hacendado deja desarrollarse unas la etnoficción. El narrador, ubicuo, « vuela» de un campo
31q .' Mattiti Lienhard La voz y su huella
317

a otro y observa los sucesos a partir de la perspectiva COe Guatemala: Asturias


rrespondiente, pero sin colarse en las conciencias de los
protagonistas. Como las crónicas españolas de la con. Menos que cualquier otro de los textos considerados,
quista, ubicadas en la frontera entre la hístoriografía y una interpretación de Hombres de maíz podría circuns-
la ficción, La conjura admite, sobre todo cuando el, na- cribirse a examinar el modo en que el escritor convierte
rrador se halla en el campo' de los mayas insurrectos, la en lenguaje artístico el conflicto histórico entre indios y
aparición de hechos maravillosos; el texto no los adscri- ladinos en el área maya. A este aspecto, sin embargo,
be, sin embargo, a ningún discurso indígena. Este relato punto de arranque para muchos malentendido s interpre-
tativcs, dedicaremos aquí nuestra atención exclusiva. El
áo.il .L.&..
a~.1", independientemente
.....l:"'~- u
.1.\'_. de su interés literario, nos con-
éxito público de las tan frecuentes como contradictorias
cierne aquí sobre todo por su relación temática (evoca-
declaraciones de Asturias acerca de su ••ascendencia maya»
ción de las "guerras de castas a de la segunda mitad del
+mitoloqía personal del premio Nobel- justifícaría por
siglo XIX en, Yucatán o Chiapas) con Oficio de tinieblas,
si aclo este' enfoque.
de R. Castellanos, y por las declaraciones que el texto ins-
piró a su liI'olo!Juista: Asturías. La trama de la novela arranca de un hecho histórico
no mencionado: la lucha de los indios ixiles de Ilóm
Atk)Ul;.i!l(h UI1 ¡;llil·;'ti Iú!;:; que crruivoco (vncsotros i11-
contra la invasión de unos colonos mexicanos [Martín en
díc,:cn¿\s de nacimiento ~x~nSamí;;¡ltoo vocación-), Astu-
,2.11 Asturias 1981J. El texto la convierte en una lucha
rías reivindica la ascendencia indígena de La conjura.
mítíca entre los indios que siembran el maíz sagrado para
«Nuestra historia -dice- no está, toda escrita, pero está su propio consumo, y los "maiceros;, capitalístas ladinos.
hablada.» .Al escribirla, los escritores -afirma- la convier- Al comienzo del texto le "habla" al lector un narrador.
ten en texto "sagl'ajo;~; la literatura es un aleqato «en re- anónimo, interior al universo indígena: es el momento
clamo de lc~ que por nuestro verbo hablan, piden, cla- pro piamonte etnoficcional de Hombres de 7.L'1.{~:iz.. La con-
man, Iloran, se arrebatan, protestan, ríen con risa de tinu2ción. de la novela, centrada en é~o(,-:1s de ;1 ~'¡..1riencj(}
máscaras o se conforman con callar». La obra, «sueño cada vez más "modernas» de la historia, se enc» ¡'!la él pers-
real-, no se refiere a ninguna época específica, porque to- pcctivas narr[i"~l'í.,'·a~; menos U(·'xótica~}":. IVJá.s exrctamente,
das las épocas, desde la conquista. se asemejan. Las flo- P2.stu:;.~las.. si2"•...
riendo quízás al Ei~;enstein de Ia película
ridas decla:rac7~o::es (0 declamaciones) del escritor gua- inc:::r!clusa ¡ClU;; uiua iVEéxico! [2.1/ 19/J4], superpone las
diferentes \Iedadesa históricas que coexistían, según una
Lcr.aalteco, en realidad peco adecuadas El. la cronística de
opinión difundj.da en aquel entonces (recuérdese también
Abren Cómez, san :~iGnificativas en la medida en que
a ese respecto Los pasos perdidos, 1953, de Carpentier),
aluden a su propio modo de situarse ante la literatura.
en la América Latina. Martín [en Asturias 19B1] distin-
Treinta años después de Mediz Bolio, Asturías vuelve a guió en la novela la presencia de cuatro situaciones his-
plantear la idea de que el escritor ladino es portavoz tórico, espaciales que se vinculan a las cuatro etapas en la
también +o sobre todo- de los "vencidos». relación indios/ladinos según el continuum aculturativo
318 Martín Líenhard
La voz y su huella 319

que Redfield (1941] estableció para Yucatán. Estas situa-


ciones imitan o -parodian-, al mismo tiempo, las cuatro chos estudiosos. La ausencia de criterios de verosimili-
.humanidades miticas que aparecen en el texto quiché evo- tud etnográfica permite a Asturias mezclar o modificar
cado por el título de la novela: el Popol Vuh [1952]. En creencias y prácticas indígenas de procedencia diversa.
este contexto de mitificación literaria, el referente indíge- Si para los indios mayanses, el ••nahual» (o su equiva-
na de Hombres de maíz carece, naturalmente, de cualquier lente en las diferentes lenguas del área) es un elemento
precisa caracterización étnica. Asturias no enfoca a nin- del cosmos natural que acompaña y protege a los indi-
gún grupo indígena específico (su atribución de una ••na- viduos (2; 2/ Pozas 1959: 199-210; Wagley 1957: 201-
cionalidad« chuj al correo Nicho parece casual) ni al 204), para los aztecas, como se colíge de Sahagún [1956:
conjunto de los indios guatemalteco!;. La comunidad del L. X, cap. 9) el -nahual- resulta un brujo capaz de con-
cacique Gaspar Ilom no es un personaje colectivo cons- vertirse en animal. El largo episodio novelesco del co-
truido a partir de los recursos de la antropología o la rreo-coyote Nicho combina libremente las dos opciones
etnohistoria (como 10 será la colectividad tzeltal en Los para terminar en un descenso a una cueva, metáfora del
hombres verdaderos, de Castro). El objetivo prioritario inconsciente colectivo al modo de Jung. La curación de
de Asturias no es sin duda el de rescatar, por medio de la ceguera de Goyo Yic, por otra parte, actualiza una
la etnoficción, los valores especificos de los indios gua- práctica azteca descrita por el mismo Sahagún [cf. Mar-
temaltecos, ni el de documentar su opresión. ¿Qué papel tín en Asturias 1981].
desempeña, entonces, 10 ••maya" en Hombres de maíz? Las adaptaciones de tales núcleos de creencias mesoa-
Asturias, como su colega, contemporáneo y compatriota mericanas se juntan con otros recursos literarios (elabo-
Cardoza y Aragón [2. 11 1955], conoció la cultura maya raciones sociolectales, palabras-signos mayas, guatemal-
en Europa. Lo demuestra, con su positivismo civilizador, tequismos -en su mayoría de origen náhuatl) para crear
su tesis sobre el problema indígena [2.2.1 1971], reali- las cordenadas de un país ficticio que el lector percibe
zada en 1923 antes de salir del país. En París, el futuro como ••Guatemala ••: la propia estrategia de Mediz Bolio
novelista conoció paralelamente el surrealismo y la cul- respecto al -Mayab» yucateco.
tura maya clásica, la de los museos y las bibliotecas. El La apropiación literaria de la cultura «maya••en Hom-
surrealismo lo preparó para leer, creativamente, no con bres de maíz ofrece también, a primera vista, una cierta
ojos de etnohistoriador ni de antropólogo, el Popol Vuh analogía con la apropiación ladina, en el mundo político,
y otros textos semejantes (2.2/ Rincón 1978]. Hombres de la figura histórica del dirigente quiché rebelde (siglo
de maíz, después de Leyendas de Guatemala [1930/1977], XVI) Tecum Umán: no satisfechos todavía con haber ex-

es un resultado mayor de esta lectura. plotado y oprimido a los indios, los ladinos guatemaltecos
La prosodia, las imágenes y los conceptos inspirados manipulan a su antojo, en aras de un nacionalismo dema-
en los del Popol Vuh y otros textos mesoamericanos, no gógico, la memoria de un héroe que combatió él sus
antepasados.
siempre mayanses. contribuyen a crear esa -maqía» de
apariencia maya [2.2/ Estrada 1961] que mencionan mu- A este aspecto demagógico se opone en lit novr-In, sin
embargo, una reflexión fíccionalizada snhn' h,; ':l1cesi-
I

320 Martín Lienhazd La voz y su huella 321.

vas manjpulaciories de la materia mítico-legendaria. San Cristóbal. Todos ellos, pues, independientemente de
Como un "mito auténtico. funciona por ejemplo la muer- las circunstancias de su origen, tuvieron la oportunidad de
te, a raíz de una traición, del cacique de Ilóm. la maldi- observar, de cerca o no, la vida de los campesinos indí-
ción de los brujos de las luciérnagas contra los culpa- genas de la zona, la evolución de la relación indios/la-
bles y su cumplimiento: la inmolación en el fuego de dinos y la transformación acelerada de la sociedad re-
Machojón hijo y de las tropas represivas. El episodio gional.
«mítico •• de Machojón hijo se convierte luego en chis- Un año antes de la aparición de Hombres de maíz
me aldeano, para ser actualizado, en tanto realidad fin- (1949), el antropólogo Ricardo Pozas publica su ••bio-
gida, 'por Machojón . tres manifestaciones de la misma grafía de un tzotzil-, Juan Pétez [olote. En 1959, el mis-
••materia mítica ». El lector asiste también a la invención mo Pozas entrega a la imprenta su estudio etnográfico
de una leyenda (la de Miguelita de Acatan y su máqui- sobre los tzotziles. Chamula. El mismo año, precedido
na de coser) por parte del personaje Hilario, y a su por Rosario Castellanos con su Bazún Canán (1957). otro
en realidad colectiva, El personaje de un
t!':l¡),;fO¡'j~l;lá~'¡J antropólogo, Carlos Antonio Castro, da a conocer su
elll':\ IToni:;la .¡LlC ~pur'¡:<1 y analiza ciertos sucesos míti- novela Los hombres verdaderos. Todavía en 1959 sale
en nO·\TL ..;:.:o.<;,10rL\/i:1, contribuye a mantener despier- Benzulúl, de Eraclio Zepeda, seguido tres años más tarde
lo ( I sentt,:() critic.o r:'CD te a 1'3. ••realidad" de lo narrado. por la segunda novela de Castellanos, Oficio de tinie-
-Lliiando- la lústOriél de todos los sucesos y cuentos pa- blas.
sados, e; mismo Hilaría, finalmente. aparace en el texto El conjunto de estas obras abarca todo un abanico dis-
como un doble interno del autor, encargado de desmiti- cursivo, desde la novela ••pura •• (Balún Canán) hasta el
Iicar la percepción mítica de la realidad novelesca. A ensayo etnográfico (Chamula), y pasando, ante todo, por
través de estas y otras «manipulaciones .•, la novela aca- . el etnotestimonio (Juan Pétez [olotes y la novela pro-
ba cuestionando su propio status y se designa como fic- piamente etnoficcional (Los hombres uerdaderos].
ción de ficciones. Considerada bajo este punto de vista,
la índole a primera vista demagógica de Hombres de
Autobiografías «indígenas": Castro .Y Pozas
maiz resulta un juego dialéctico de mitificaciones, des-
mitiricaciones y remitificaciones, capaz de suscitar en el
Aparentemente homólogos a no ser por la diferencia
lector una reflexión Iiberadora acerca de la naturaleza
que sugieren' sus subtítulos (biografía/novela), Los
(te! «realismo mágico" asturiano. hombres verdaderos y Juan Pérez [olote, introducen una
novedad decisiva en la narrativa del área maya: un dis-
Chiapas curso ••indígena •• de apariencia auténtica, puesto en boca
de sendos narradores autobiográficos. La confrontación
Los cuatro escritores significativos del "ciclo de Chía- de las dos narraciones permite discutir el status de la
pas» trabajaron todos en algún momento para el centro línea de demarcación que separa el discurso testimonial
cordinador del Instituto Nacional Indigenista (INI) en del discurso etnoficcional. Los dos textos presentan la au-
322 Martín Lienhard
'La voz y su huella 323

tobiografía de un individuo «maya-, tzeltal (LHV) o tzot-


zil (JPJ). AmlJ.os combinan la evocación de las peripe- pero admite ciertas libertades, mal definidas, en la forma
cias de su vida con una descripción etnográfica apenas ·de presentarlos. No existe, en cambio, ninguna cláusula
narrativizada de los ritos de pasaje (nacimiento, ma- que exija la representatividad social del informante. El
trimonio, muerte) y del ciclo anual que marcan la lector se compromete a' creer en la honestidad intelectual
pauta de la vida comunitaria. Paradójicamente, el dis- del autor. No se debe suponer, entonces, que el infor-
mante.de Pozas haya pronunciado alguna vez su autobio-
curso testimonial de JP] ofrece mayores desarrollos «no-
velescos .• que el discurso fíccional de LHV, que se ciñe grafía tal como figura en el libro, ni que su discurso sea
a lo .•verosímil», Si bien es cierto, como se suele decir necesariamente representativo para la cultura tzotzil.
que la realidad supera siempre a la ficción, nos toca pre~ El contrato etnoficcional moderno, por otro lado, no
gunt~r qué, en estos textos, es .•real" o "ficticio». ¿En qué admite que el autor invente libremente todos los elemen-
consiste, en el fondo, la diferencia entre discurso testi- tos de la narración. Las descripciones etnográficas deben
monial y etnoficcional? Según el sentido común, el pri- ser fidedignas, los personajes y sus actos verosímiles,
mero se limita a reproducir por escrito un discurso además de representativos, en el contexto de la cultura
oral que fue realmente pronunciado, mientras que el se- 'elegida. La recreación del discurso indígena debe apoyar-
gundo inventa un discurso oral ficticio. Ahora, la interven- se en un conocimiento entrañable del pensamiento sub-
ción creadora que acompaña, en los dos casos, el trasla- yacente. El lector, a su vez, admite que "los personajes
do del discurso indígena a la escritura, no permite acep- y sucesos no guardan ninguna relación con personas o
tar tal respuesta categórica; ambos discursos narrativo s sucesos reales ••, como reza ei comentario final de mu-
representan un trabajo de recreación escriptural del dis- chas obras cinematográficas.
curso oral. Pese a las apariencias, la narrativa testimo- A partir de toda la riqueza de su conocimiento antro-
nial, no sólo POl; la necesidad de presentar un texto or- polóqico. especialmente lingüístico-literario, Castro ela-
gánico, sino también por las características de su pro- boró un discurso indígena verosímil en su contexto, mol-
ducción (ante todo la existencia de preguntas anteriores deado en unas imágenes y una sintaxis que trasladan al
al discurso), no garantiza la fidelidad al discurso indíge- texto en español las particularidades de una percepción
na tradicional. En pocas palabras: ella recompone frag- supuestamente tzeltal. La novela reproduce una serie de
mentos de un discurso oral que no hubiera sido pronun- discursos codificados (narraciones) cuya autenticidad se
ciado sin la intervención del antropólogo. puede comprobar, hasta cierto punto, al paranqonarlos
con los textos recopilados y publicados en versión bi-
Se impone, pues, la introducción de otro criterio para
lingüe por el mismo autor [2.11 Castro 1965]. La lec-
diferenciar los dos discursos: el del .•contrato» que las
tura de la novela da la impresión de vivir paulatinamen-
normas del género establecen entre el autor, el propio
te, instalado en la conciencia de un individuo fuertemen-
texto y su lector. En líneas generales, el contrato testi-
te identificado con su colectividad, la transformación ac-
monial estipula que el texto no ofrezca sino materiales
tual de la sociedad regional. Aunque el lenguaje suene
transcritos a partir de las declaraciones del informante,
••auténtico", el lector no lo percibe como una voz viva,
324 La voz y su huella

sino más bien corno un monólogo interior. No deja de



lote, pero sí su relevancia como documento ••indígena-
notar, también, un cierto artificio en la presentación casi científico.
exhaustiva de las prácticas de la comunidad, improbable Las dos autobiografías, en buena cuenta, ofrecen dos
en un relato oral. variantes sugestivas, igualmente contradictorias, de ela-
Juan Pérez Jolote, gracias sin duda a las preguntas boración escríptural de un discurso maya moderno.
precisas que el antropólogo hizo al informante, propor-
ciona también un amplio espectro de prácticas sociales.
Sin embargo, el lector se fija más en la personalidad del. Rosario Castellanos
narrador, un individuo maduro que cuenta, con un cier-
to desenfado, las hazañas de su vida pasada. Leyendo Los procedimientos narrativas desarrollados por Pozas :
JPJ, el lector no se halla instalado en una conciencia in- y Castro en su trabajo de restitución del ••discurso del
dígena, sino frente a un narrador. Si LHV permite hacer otro" suponen un avance decisivo en la reflexión etnofic-
surgir mejor la voz colectiva, JPJ tiene la ventaja de su- cional respecto a Mediz Bolio y Abren Gómez. Asturias,
qcrir las dimensiones individuales de una vida indíge- por otra parte, aporta una «polifonía- Iinqüístico-narra-
na: para describir a la colectividad, Pozas, como sabe- tiva que traduce, de algún modo, la realidad multicul-
mos, optó por la etnografía científica. Pero como autor tural de las sociedades complejas del área. En las nove-
de un etno-testimonio. Pozas abusó sin duda de la im- las de Rosario Castellanos, ahora, las dos opciones se
precisión del contrato en cuanto a la presentación de despliegan paralelamente.
los materiales: no sabemos, en efecto, en qué idioma se Balún Canán narra, ubicando los acontecimientos en
pronunciaron los fragmentos autobioqráficos . tzotzil o la época de la reforma aqraria cardcnista, el acelerado
español. la ausencia de rasgos de una poética oral y el fin de una familia terrateniente que enfrenta un 90bicI'110
empleo de un lenguaje coloquial mexicano sugieren que se pro-campesino, el despertar y el levantamiento de sus
trata de la leve adaptación de un discurso enunciado en peones tzeltales, la maldición de los brujos indígenas.
español. En sí. el empleo =en el trabajo de recopila- La primera y la 'tercera parte de esta novela-retablo
ción- del español podría ser perfectamente legítimo; se cuentan a partir de la perspectiva directa de una niña
así se proporcionarían, incluso, interesantes datos res- ladina, hija de 105 hacendados. Las condiciones ficticias
pecto a la ••aculturación lingüística n de los hablantes de de la producción del texto se aproximan por lo tanto,
idiomas nativos. Pero sabemos (cap. IV) que en una situa- salvo en cuanto a la edad de la narradora, a las reales:
ción de diqlosia, el uso de un idioma o del otro implica una autora ladina, hija de hacendados también, que es-
Ull cierto tipo de comunicación social que repercute, tam- cribe sobre el mundo indígena y ladino. Esta situación
bien. en la forma yel contenido del discurso. La precisión, narrativa sufre, sin embargo, una serie de derogaciones
en este nivel, resulta entonces indispensable. Estos repa- o inconsecuencias. Por un lado, la niña testigo es capaz
ros no disminuyen, desde luego, el valor propiamente de reproducir, sin teñirlos de su visión infantil, discur-
literario +de ••ficción", prácticamente- de Juan Pétez [o- sos de adultos ladinos e indios, como también cartas y
326 Martín Lienhard La voz y su huella 321

otros documentos escritos. El discurso narrativo trabaja, ante todo, pues, por la apropiación de textos ya escritos
entonces, con dos perspectivas narrativas distintas aunque y traduccidos.
indisociables: la infantil de la niña, y la adulta de una Más compleja que en las partes laterales resulta la
especie de ••cronista ••.
situación narrativa en la parte central, que cuenta los
En el capítulo II 18, la narradora lee un cuaderno que momentos más dramáticos en el enfrentamiento indios/
se supone escrito -¿en español?- por el «hermano ma- ladinos. El discurso oscila, por una parte, entre una pers-
yora de la tribu de Chactajal para los miembros de la pectiva omnisciente ladina y otra indígena; por otra, se
comunidad. Algo inverosímil, este texto actualiza las re-
acerca a toda una serie de personajes ladinos e indios,
sonancias de los textos mayas antiguos y la forma de los
cuyo discurso aparecerá bajo forma de diálogo, monó-
••títulos ••genealógicos escritos (d. cap. II y III) que las
élites indígenas coloniales presentaban ante las autori- logo interior o discurso indirecto libre y, de nuevo, como
dades españolas para justificar sus reivindicaciones. Para memoria indígena escrita.
convocar la presencia del discurso indígena, CasteÍlanos Oficio de tinieblas constituye, en más de un sentido,
se remite, pues, a la textualidad maya colonial, ya con- una ampliación de la segunda parte de Balún Canán. La
vertida en «literatura». Muy ilustrativo, en el mismo sen- novela más ambiciosa de Castellanos podría parecerse, a
tido, es el propio comienzo de la novela: el discurso de primera vista, a un temahe de La conjura de Kinum, re-
la nana (niñera) tzeltal que abre el relato aparece como ferido a la ••guerra de castas .. de Chiapas (1868-1870),
. la continuación del epígrafe, cita de un camucú -canto de otro supuesto intento de eliminación física de los ••espa-
despedida- del Popol Vuh. El supuesto discurso tzeltal ñoles» por parte de indígenas mayanses. Pero tanto el
tratamiento de la historia como las articulaciones inter-
moderno extrae su poética y prosodia de la traducción de
nas revelan un proyecto distinto. La posibilidad de un
un texto quiché que data de varios siglos. Y con sus na-
discurso informativo se desvanece desde el comienzo al
rraciones mítico-legendarias, por otra parte, la nana for-
superponerse la insurrección «mesiánica .. de los tzotziles
ma el pensamiento literario de la niña narradora. Todo
al proceso de la reforma agraria cardcnista. h istoria-fic-
contribuye así a crear la ilusión de una genealogía de cióri, no crónica de sucesos histéricos. Por medio de la
discursos que empieza en los textos mayas coloniales
para desembocar en un relato novelesco que lleva, con-
secuentemente, un título indígena: Balún Canán -los ••sie-
.
ficción, se reflexiona sobre la historia .Y !;ODrC su percep-
ción nor los actores históricos y sus descendientes. La
.

historia no se cuestiona sólo a través de la superposi-


te guaroianes", nombre de una constelación estelar y an- ción de varios momentos -tres, si se incluye [Sommers
tiguo nombre de la ciudad de Comitán. No sólo la prime- 1978) el de la escritura- sino también por la oposición
ra, sino las tres partes de la novela se abrigan -como en o la simple yuxtaposición de versiones contrastantes: una
Caneh - detrás de un epígrafe maya sacado, además del práctica que recuerda, sin el aspecto de la ••mitificación ••,
Popol V uh, del Libro de Chilam Balam y de los Anales la de Asturias en Hombres de maíz. La técnica de la ubi-
de los Xahil. El acercamiento al discurso indígena pasa cuidad narrativa empleada ya por motivos análogos en
328 Martin Lienhará
La voz y su huella 329

La conjura de Xinum experimenta en esta novela una De indio a campesino: Zepeda


notable profundización. La perspectiva narrativa no se
Con Benzulúl (1959], pequeño libro de cuentos publi-
limita a instalarse en los dos campos enfrentados, sino
cado tres años antes de Oficio de tinieblas. Eraclio Ze-
que se asienta, más sistemáticamente que en Balún Ca-
peda revoluciona profundamente la escritura «indiqenista-
nán, en las propias conciencias de indios y ladinos. La
y «etnoficcional- del área maya. Su punto de partida,
••corriente de conciencia- indígena, centrada en la ilol
que determinará las características principales de su
o sacerdotisa Catalina, no se inspira ya en la retórica de
mundo narrativo, es una nueva interpretación de la fi-'
los textos mayas petrificados por su transcripción y tra-
gura social del -indio ••. Recapitulemos los avatares litera-
ducción. Como en Los hombres verdaderos de Castro,
rios sucesivos de esta figura. El indio con mayúscula
ella adopta una flexibilidad que denota a la vez una
de Mediz Bolio fue una construcción puramente ideológi-
mayor familiaridad con las escrituras de vanguardia y
ca. antepasado ficticio de los poetas yucatecos -arís-
una +rnás limitada- aproximación intelectual al pensa-
míen to indígena. tocrátícos- que se consideraban -cuando escribían- he-
rederos de una identidad -maya-iEn Abreu Górnez, por
Anticipándose en una cierta medida a investigaciones
el contrario, los indios tendían a encarnar un proletaria-
recientes [Rus 1983}, Oficio de tinieblas cuestiona y des-
do suí géneris, protagonista de una revolución étnico-so-
truye así el tendencioso texto historiográfico que le .sirve cial. Los indios guatemalteco s rnitificados de Asturias, des-
de fuente, la Historia de las sublevaciones. " de Pineda provistos de rasgos étnicos específicos, figuraban ideo-
(1888], panfleto que justificaba la masacre de los indios lógicamente un elemento de cohesión para un estado na-
por la política supuestamente agresiva, antí-ladina. de cional por crear. Para los antropólogos Pozas y Castro,
los insurrectos, La ••polifonía, narrativa que desarrolla los grupos étnicos tzotzil y tzeltal eran el ••otro ••que im-
Castellanos en esta novela, no necesariamente convin- portaba conocer y defender en cuanto a sus valores -ét-
cente en sus aspectos etnoficcionales, revela en todo caso nicos», Castellanos, por fin, apoyándose en los conoci-
la Índole mOl1ológica de la versión ladina canónica. mientos antropológicos existentes, se centraba en las
"Nos arrebataron la palabra ... ", reza la primera frase complejas relaciones que se tejen entre los diferentes sec-
de Balún Canán, pronunciada por la nana tzeltal . las tores indígenas y los diversos grupos ladinos en el seno
novelas de Rosario Castellanos, que sin duda intentan de la sociedad regional; «sus indios» eminentemente so-
restituir esa palabra arrebatada, contribuyen de hecho, ciales eran por lo t911to el producto de tales relaciones.
como los otros textos ladinos, a desnaturalizarla. Pero Los personajes de Zepeda, ahora, ya no son ••indios-
Oficio de tinieblas, al proponerse desmontar la sociedad sino campesinos: una categoría de campesinos mexicanos
regional en todas sus relaciones (sociales, étnícas, sexua- que conserva o actualiza ciertos comportamientos de ori-
les) y a partir de todas sus perspectivas, no pudo prescin- gen ••indígena». La decisión de convertir a los ••indios» en
dir de ella: la polifonía así lograda salva, sin duda, la campesinos, fundada en una observación que va confir-
legitimidad del resultado. mada por ciertas investigaciones recientes (2 2/ Deverre
330 Martin Lienhnrd La voz' y su huella
.331

1980], provoca, en el campo de la estética literaria, unas la distancia entre un discurso indígena ficcional y el
consecuencias importantes. Ver a los "indios •• bajo su as- probable horizonte discursivo del lector (Castro).
pecto de campesinos significa negar su exotismo y con- Si el lenguaje narrativo es un sociclecto rural artísti-
tribuye a disminuir la distancia entre el escritor y sus camente elaborado, la cosmovisión expresada, otra vez
personajes. En tanto que campesinos, en efecto, los "in- como en Rulfo, es la de un campesinado sin duda arcai-
dios" hablan español -aunque conserven, para determi- co, pero ya no protegido por la organización comunita-
nadas circunstancias, su idioma ancestral; su universo ria de las subsociedades indígenas. Cada personaje se
intelectual, rural y arcaico pero no "indígena ••, deja de encuentra (como en Rulfo ... ) solitario y aislado frente
ser radicalmente «otro" con respecto a un universo in- a la violencia omnipresente y arbitraria de los abigeo s. _
telectual provinciano. Desde luego, la simple decisión los funcionarios, las fuerzas represivas. El pensamiento
de convertir a los "indios ••en campesinos no resuelve, de antiguo, actualización de núcleos de origen indígena, ca-
por sí, los problemas de la ex etnoficción o «a.gróficción ». rece de eficacia en este contexto "desindigenizado ••, aun-
Todo depende ahora de la capacidad del autor para in- que resulte, a los ojos de los protagonistas y sus dobles;
ventar un lenguaje artístico que traduzca convincente- los narradores, capaz de explicar +pero no de transfor-
mente las implicaciones de la nueva estrategia. Zepeda mar- el mundo. El cuento «Benzulúl-, por ejemplo, no
elabora el lenguaje de 105 indios-campesinos no a partir niega que el poder del abigeo Encarnación Salv~tierr.a
de textos escritos antiguos (Asturias, Castellanos), ni a . radique en su patrónimo español (varíant~ de la difundí-
base de la sintaxis, y las imágenes de un idioma indígena da creencia maya según la cual los ladinos posee,n un
actual (Castro), sino tratando de potenciar artísticamente, nahual más poderoso que los indios), pero Benzulúl, al
como Rulfo, un sociolecto hispánico rural. El compromiso sustituir el patrónimo «fuerte- del abig~o por su ~pe-
con la literatura, cuando ésta logra elevar "a la más alta l1ido maya, incurre en la venganza asesina del ladino.
categoría artística el difícil lenguaje del pueblo •., como En "Patrocinio Tipá», el hecho de que una urraca se lle-
escribió Arguedas [2.2/ 1960) acerca de Rulfo, resulta vara, al nacer el personaje, su cordón umbilícal, impide
sin duda el mejor compromiso con los oprimidos que oue sus nadres 10 entierren como 10 exige la costumbre
,'-' <" f " '1
un escritor puede realizar. y explica, así, los desastres en cadena que su riran e y
La mayoría de los cuentos de Benzulúl alternan el dis- S" familia. poro este saber no permite evitarlos. Un es-
curso de un narrador "anónimo •. con el discurso, directo o q~.e:n~-a"mllo;o rig~~ la mayoría de los cuentos. Los c~-
interior, de un protagonista; es altamente significativo diqos indígenas todavía respetados por estos campesi-
que los dos se distingan casi sólo por el cambio del pro- nos resultan, pues, un obstáculo para una verdadera toma
nombre: él! yo. El narrador, por lo tanto, se halla mime- de conciencia. Los "indios. han sido abandonados, para
tizado en un universo lingüístico que lleva todos los sig- siempre, por sus «dioses». ' ,
nos de lo oral y lo "popular ». Desaparece así la _oposi- En todos sus niveles, Benzulúl señala el fin de una epo-
ción de registros (discurso indígena/discurso ladino) ca " de una práctica literaria. Por encima de los despo-
que caracterizaba las novelas de Castellanos; disminuye jos J de los indígenismos y la etnoficción ladinos, el dis-
332
Martín Lienhard
CAPITULO XII
curso narrativo de Zepeda, aparentemente pesimista y
destructivo, construye su propio signo artístico, irreduc- PACHAKUTIY TAKI. CANTO Y POESÍA
tible a las sucesivas ideologías ladinas. QUECHUA DE LA TRANSFORMACION
DEL MUNDO
"Tradición" oral y modernidad
en el área quechua del Perú

En el área andina, como en otras áreas análogas de la


América Latina, la actividad literaria aparece como irre-
mediablemente escindida entre dos prácticas por lo co-
mún independientes la una de la otra: hemos ido seña-
lando las excepciones a lo largo de este libro. Una, la
práctica escrita en último análisis dentro de las tradicio-
ne europeas u occidentales, expresión -a veces disidente-
de los sectores dominantes -europeizados-, se auto pro-
clama -peruana-, -bolívíana- o
-ecuatoríana-, La otra, un
conjunto de prácticas verbales orales de arraigo más o
menos local, casi siempre difíciles de disociar de su con-
texto artístico (música, danza) y social (rito), tiene su
tronco central en las narraciones. los cantos y otros dis-
cursos de las culturas andinas, se expresa ante todo en
quechua o en aymara, aunque también en español. La
primera, gracias asu modo de producción internaciona-
lizado. se suele considerar como plenamente moderna o
contemporánea, mientras que la segunda, llamada tam-
bién, a veces con un cierto menosprecio, -tradición oral-,
. se ve como vestigio de tiempos más que pasados.
Para un letrado europeo o europeizado resulta difícil
imaginar una literatura oral bajo otro aspecto que no sea

I Todas las traducciones de los textos c¡uechuas (orales y escri-


tos) han sido realizadas o revisadas por el autor de acuerdo
a los fines de este trabajo -que exigen la máxima literali-
dad .posible , hay que considerarlo por lo tanto, como sim-
ples materias de trabajo, no como propuestas de traduc-
ciones definitivas. Debemos varias aclaraciones y sugerencias
a Janet y Claudio Oroz, Cusco.
334 Martin Lienhardi
La voz y' su huella 335

el de una práctica cultural anticuada, repetitiva, incapaz'


terísticas del público, del lugar, etc. Además, se van
de enfrentarse artísticamente con un mundo cada vez
creando, a partir o en contra de las convenciones, nue-
más complejo y mú1tiplemente dependiente. Estamos'
vos textos o discursos (géneros) que enriquecen el pa-
acostumbrados, desde la antigüedad helénica. a conside-
trimonio oral latente. Sin embargo, en la cultura oral,
rarla como la etapa más arcaica de una expresión verbal'
contrariamente a la escrita, la innovación en sí no repre-
humana que evoluciona inexorablemente hacia formas'
senta ningún valor; la evolución de los discursos suele
cada vez más sofisticadas de la escritura o, actualmen-
resultar, por tal motivo, más lenta que en ésta.
te, de la producción audiovisual. La cultura oral, en una'
No cabe duda de que también la producción literaria
palabra, se nos figura incompatible con la modernidad.
oral reacciona, con mucha sensibilidad, a las rupturas
Tal convicción -que no pasa de ser un prejuicio- se históricas. Aunque nos falten archivos para documentar,
debe en primer lugar al hecho de que nosotros, en nues- por ejemplo, la evolución del discurso literario andino
tramayoría, conocemos las literaturas orales exclusiva. en los últimos cuatro siglos, podemos afirmar, a partir
o casi exclusivamente a través de las transcripciones ar- de las transcripciones más o menos casuales que existen,
bitrariamente elegidas que se publican, si es que se pu- que la producción actual no es en absoluto la repetición
blican, años o decenios después de su performance O' de la del siglo XVI ni de la del siglo XVIII.
actualización oral. Es decir, nos acercamos a ellas como
En los últimos decenios, a raíz de la mayor integra-
a los objetos extraídos de su contexto y expuestos en un-
ción (conflictiva) de la población andina a la sociedad
museo etnográfico, y cuyos creadores han muerto hace
global, las innovaciones en el campo de la -tradición
o
tiempo viven en regiones muy periféricas para nuestra
oral- deben de haber sido particularmente significativas.
concepción del mundo.
En el área quechua del Perú (espacio al cual dedicare-
La literatura oral -nuestro grafocentrismo no nos per-
mos estas páginas), nuevos grupos de creadores, a veces
mite siquiera nombrarla sin recurrir a nuestras catego-
jóvenes andinos formados también al estilo occidental,
rías letradas- se basa, como se sabe, no en textos fija-
han intervenido, con sus propias preocupaciones, en la
dos de una vez por todas mediante un sistema de. nota-
ción gráfica, sino en la memoria de la colectividad o de producción o modificación de los textos orales. En más
sus especialistas literarios. Latente en la memoria de sus de un caso, la propia «oralidad- se ha mostrado capaz de
portadores, el texto verbal -que es sólo un aspecto de servirse, para sus propios fines, del aporte más bien téc-
un texto múltiple: verbal, musical. gestual- se actualiza' nico de la escritura [Millones s/f]. Las innovaciones que
oralmente, en general públicamente, y es memorizado en se descubren a partir de una observación muy fragmenta-
tal oportunidad por una nueva "generacióna de depo- ria de la producción oral parecen indicar un cambio
sitarios y de la tradición. Ahora, el texto se renueva cons- en la recepción, la exigencia de una audición menos
tantemente, es siempre otro en cada performance; el tex- «ritual.. y más "consciente".
to se modifica o porque lo quiere su -autor-, o por la- Semejantes preocupaciones, por otra pa rte, han dado
presión de las circunstancias, o incluso, por las carac- origen, en la "emigración", a una nueva poesía quechua
336 Martín Líenhard La voz y su huella 237

escrita que busca un «auditorio- fuera de las zonas do- cantos por -la mayor evidencia' del carácter colectivo de
minadas por la oralidad. su arraigo, de su actualización y de su impacto. En cuan-
En la moderna expresión poética quechua del Perú to a la literatura quechua escrita, la elección no presenta
(oral y escrita) es interesante constatar la presencia casi mayores problemas: la poesía es (salvo los casos de trans-
obsesiva de un núcleo de motivos vinculados con un di- cripciones-re1aboraciones de cuentos) su vehículo de ex-
fuso ••mesianismo», -utopismo- o ••profetismo» andino -nos presión único.
referimos, sin entrar en el viejo debate terminológico, a Dadas las condiciones de marginalidad. de casi clan-
la espera, no siempre inactiva, y al anuncio, 'de una rup- destinidad de la expresión «verbal- quechua, no sabemos
tura histórica considerada como poco menos que inevita- hasta qué punto los pocos ejemplos que discutiremos a
ble, Tales rupturas, en la tradición quechua, se suelen de- continuación representan una tendencia decisiva; consi-
nominar pachakutiy o -vuelta-del-mundo-tíempos , a los deramos, sin embargo, que en este caso. el silencio -que
poemas o cantos (tahí) que las evocan atribuiremos, por ha durado ya demasiado -sería peor que el posible error.
tanto, el nombre de pachakutiy tahi. Dentro de la cultu-
ra quechua, la preocupación ••mesiánica- no se limita, ni
mucho menos, al género tahi¡ ella penetra toda clase de Pachakutiy taki
discursos narrativos como los relatos míticos sobre In-
karrí. la destrucción de un pueblo por un «víejo sarnien- El lenquaie-accurn, Rumitage (Canas, Curso) 1921
to.• o el «telar de los antiguos», los cuentos de condena-
dos y muchos cuentos «profanes ••, como Ponqoq mosqoy- Los ••versos de escarnio de los indios contra los mistis-,
nin (••El sueño del pongo"), recopilado y re1aborado por de los cuales reproducimos un fragmento. fueron pronun- .
]. M. Arguedas [1965]. . ciados en el contexto de un enfrentamiento violento entre
La vuelta por el pasado como camino para el futuro es hacendados y campesinos cusqueños. y seguidos, luego,
el principio más característico de la discursividad -me- de una respuesta misti de análoga tonalidad. El -contra-
siánica-, como bien lo ilustra un relato de Chuschi, Aya- puntal>. frecuente por ejemplo en los cantos de carnaval
cucho, Ñaupa tunahunapa aioanan (~EI telar de los an- y en los discursos de insultos que acompañan las actuales
tiguos ••): para invertir la situación de esterilidad y de batallas rituales. parece indicar el carácter ritual del
abandono de su comunidad, una joven, instruida por su texto; su poética, bastante libre y espontánea, no remite
abuela moribunda y con la ayuda de un hombre ••antiquo-, _ a la de los cantos. Ignoramos su -puesta en voz••concre-
descubre el funcionamiento del telar de los antiguos, con ta (sin duda una recitación a gritos colectiva); la «coreo-
lo cual se propicia el regreso de los emigrados yse res- grafía ••más probable es la disposición frontal de los ban-
tablece la antigua prosperidad [Szeminski/Ansión 1982: dos antagénicos.
217-221)
Si bien no descartaremos a continuación las expresiones [ ... J ( ... J
narrativas del ••mesianismo» andino, privilegiaremos los Kunan punchaymanta Desde el día de hoy
338 La voz y su huella
Martín Lienhard

chayga karago tukukapu- carajo se terminó pañan los ritos de guerra andinos. Lo encontramos, ya,
nésto en los monólogos que Titu Cusi Yupanqui atribuye a su
tukuyta qonqanayki has de olvídarlo del todo 'padre Manco Inca [Yupanqui 1570/1985; d. aquí cap.
Suwa suwarunakuna Ladrón hombres ladrones VII], así como en los cantos que acompañan las batallas
Maytaq chakrayku Dónde están nuestras cha- rituales modernas entre dos comunidades:
cras
maytaq uywayku dónde nuestros animales Ama wayqey manchanki- No temas hermano
Suwa allqu mistikuna Ladrones perros mistis chu
kunanmakiykupi wañun- Hoy en nuestras manos fulano hermano fulano hermano
kichis van a morir rumi chiqchi chayaqtinpas y cuando llegue el granizo
Kunan manañar Hoy no somos ya de piedra
ñaupañachu kayku como en el tiempo pasa- fulano hermano fulaño hermano
do sara hank'allan ninki di- -es tostado de maíz no-.
manañan muspaykuchuya no estamos delirando rás más-
ni puñuykuchuni durmiendo fulano hermano fulano hermano
Kunanqa allintam rikcha- Hoy pues empezamos a yawar unu puriqtinpas y cuando corra el río de
riyku sangre
despertar del todo fulano hermano fulano hermano
karaqocarajo ayrampu unullan ninki dirás ••es agua de ayrampu
(Valencia s/f . 112-114). nornás ••
fulano hermano fulano hermano
Un ••nosotros- exclusivo (ñoqayku) se opone a un «vo- [Chíaraqe y Toqto, Cusco]
sotros •• calificado de ladrón {suuia), pero (allqu) y mis-
La diferencia fundamental entre este canto y nuestro
ti, epítetos que aparecen como sinónimos. El grupo reno-
ejemplo anterior estriba en la naturaleza del enfrenta-
sotros ••no lleva epíteto, pero posee un rasgo distintivo:
miento: ritual (y fraternal) aquí, histótlcn (y antagóni-
es propietario colectivo de chacras y de animales domés-
ca) allá.
ticos. La comunicación va, pues, del dueño colectivo le-
gítimo al ladrón. El texto de Rumitaqe establece implícitamente tres ni-
veles temporales: un pasado anterior a la invasión de
La función principal de estos «versos- fue sin duda
los mistis; un presente-pasado caracterizado por la opre-
doble: levantar el ánimo de los campesinos y provocar
la ira de los hacendados. El ••triunfalismo •• sarcástico siva presencia de los mistis o hacendados -una pesadi-
que domina la tonalidad de estos versos (subrayado por lla; y un presente-futuro, tiempo en devenir, cuyo tér-
la repetición rítmica de un ea rajo tomado en préstamo mino no podrá ser sino el restablecimiento del pasado
de los mistis) es característico de los discursos que acom- remoto. En la articulación de los niveles temporales (el
340 Martín Lienhard La voz y su huella 341

futuro como restablecimiento del pasado), reconocemos verdaderos amantes de la Pátria natal (Manrique 1981:
inmediatamente el esquema temporal de los relatos mí- 393].
tico-utópico quechuas, cuyo ejemplo más conocido es el La patria que defiende el ••nosotros. de esta carta, como
-rnito de Inkarrí-, el rey Inca, descabezado por el Inca se indica más abajo, tiene un nombre, Perú; en cuanto al
español. se va recomponiendo _para luego volver a ejer- contenido que el colectivo ••nosotros- atribuye a concep-
cer su poder. En los dos casos, la transición de un nivel to tan manoseado, resalta sobre todo la identidad entre
temporal a otro toma la forma de una ruptura violenta. lucha anti-chilena y anti-oligárquica. Tal patria -demo-
crática- bien podría corresponder al futuro que anhelan
Sabemos que la tradicional concepción mítico-históri-
los campesinos cusqueños de 1921.
ca andina solía trabajar con el esquema de una alternan-
Debe subrayarse que este discurso de la revolución es,
cia más o menos repetitiva entre .dos -sítuacíones- opues-
como resulta del contexto inmediato, pura acción, ele-
tas; la situación nueva, resultado de una ruptura cosmo-
mento entrañable del enfrentamiento, no propaganda ni
lógica, ofrecía siempre una gran analogía con la situación
conmemoración.
antepasada. En estos versos funciona un principio idén-
tico; la mirada, sin embargo. abarca tan sólo tres -situa-
ciones •• y dos rupturas; la -situación- del presente-pasa- El discurso actualizado de la historia:
do, totalmente negativa, debe ceder su lugar al restable- Toqroyoq (Espinar, Cusco) años 80
cimiento del equilibrio anterior. En el sistema tradicional, En la comunidad campesina de Toqroyoq (prov. de Es-
la ruptura era propiamente cósmica, una «revolución del pinar, Cusco). una danza guerrera dedicada a Domingo
mundo-tiempo- (pachakutiy). Ahora, en cambio, se in- Huarca Cruz se ha convertido. en los últimos años. en una
siste en el papel protagónico de ••nosotros», de los hom- "pieza .• central del ciclo festivo (29 de junio). Domingo
bres, del campesinado. La ••revolución •• será el resultado Huarca, líder, en las provincias de Espinar y Canas, de
de una toma de conciencia previa (manañan muspayhu- uno de los movimientos (mesiánicos) de insurrección
chu, ya no deliramos). que sacudieron la sierra peruana en los años 20, fue ajus-
Llama la atención que todo el discurso de la ruptura, ticiado cruelmente por las tropas represivas. Se le acu-
pese a las circunstancias locales que 10 originaron, se só en ese tiempo de la muerte del hacendado Alencastre,
plantea en términos generales; el o los hablantes se con- •.interlocutor •• de los versos de escarnio que acabamos
sidera (n) parte de una colectividad amplia no especifi- de presentar.
cada, pero que excluye a los mistis. En este contexto Si los códigos musicales, coreoqráficos y rítmicos de

sería sugestiva, aunque algo atrevida, la comparación la danza siguen pautas •.tradicionales", el texto -históri-
con una carta que los jefes guerrilleros de Comas, com- co-, producto de una investígación -oral-, constituye una
batientes anti-chilenos, mandaron en 1882 a un hacen- innovación para la cual podemos encontrar, sin embargo,
dado del partido civilista. Reprochándole su traición, interesantes antecedentes en los numerosos dramas colo-
ellos afirman: nosotros con razón y justicia unáni-
fl •••
niales o de creación. más reciente [Ba1mori 1955, Lara
memente levantamos a definder á nuestra Patria somos 1957, Millones 1988] que actualizan la muerte del Inca
1 1,11
1,
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"

342 Martin Lienhard


La' voz y su huella 343
I
Atawallpa. Estos dramas, considerados a veces, sin duda
" sonqonta aysaspa le sacaron el corazón
algo precipitadamente, como expresión directa del perma-
qallunta aysanku la lengua le sacaron
nente espíritu de resistencia de la población andina sue-
pampa pampaman en la tierra en la tierra
len ofrece r un valor a la vez ritual (actualizar la 'cohe-
chakatayurunku [ ... ) lo crucificaron [ ... ]
sión de la comunidad) y conmemorativo (no olvidar los
Domingo Huarcaqa supay Domingo Huarca fue
lejanos orígenes de la situación actual). En el caso de
qaripunin un hombre endemoniado
la danza dedicada a Domingo Huarca percibimos, al lado
Llaqtanta munaspar Por haber querido a su
de varias analogías (el despedazamiento del héroe, etc.),
pueblo
una cierta modificación de la "tradición ». Por una parte, el
wañuntapas tarin encontró su muerte
personaje se ubica en un pasado cercano; por otra, es un
llaqtanta munaspan a hablar se puso Domingo
héroe «común ••, campesino como los demás. Por último, la
pueblo,
función del propio texto parece menos conmemorativa
vidanta entregan entregó su vida
("referencial •• según la famosa clasificación de Jakobson)
que inciativa o «conatíva ••: 1
, La voz del mártir campesino se dirige a los qepa uii-
Domingo Huarcata presu- Cuando tomaron preso a iiaq, a los-que-crecen-atrás, a la posteridad: a Tos pre-
ta sentes que resultan, como siempre en el arte oral, espec-
hapispa (bis) Domingo Huarca tadores a la vez que «actores •• -posiblemente no sólo de
Hasta Yaurikama chaya- Hasta Yauri lo llevaron la danza, sino de la historia. Domingo Huarca es un cam-
rachi pesino más, pero también un hombre excepcional; su epí-
sqaku [ ... ] [ ... ] teto, supay (nombre que los misioneros impusieron al dia-
Domingo Huarcaqa suya y "Esperen» dijo Domingo blo cristiano); recupera su valor más antiguo de ..espíri-
nirapuni Huarca
tu visionario» [cf. Guaman Poma 1980: 264). La muerte
Domingo Huarcaqa rima- a hablar se puso Domingo
de Domingo, lejos de aparecer como un punto final.
riran puni Huarca
anuncia, como la de Inkarry o la de Tupac Amaru (otros
Oepa wiñaqkuna sayariy "Los que habéis de crecer
héroes «míticos •• despedazados que esperan su recompo-
chis nispa (bis) levantáos» dijo (bis) sición), como la de Jesucristo igualmcntc crucificado, la
Domingo Huarcata sipira- A. Domingo Huarca lo llegada de otros tiempos; su voz, pese a la lengua corta-
pu da, sigue vibrando en la de sus descendientes.
sqaku (bis) mataron (bis)

I El canto grabado que se analiza aquí fue proporcionado por La tradición subvertida: Ayacucho 1987
CbU~IO C:roz. (Centro Bartolomé de Las Casas, Cusco), quien
conhibuyó as! como también Nilo Tomailla (Ginebra), a su Desde el comienzo de los años 80, el departamento
transcripción y traducción. de Ayacucho se ha convertido en el escenario de una re-
344 Martín Lienhard La voz y su huella 345

presion generalizada que, bajo pretexto de lucha antíte- guedas [1985: 155], es «bravía, guerrera, trágica y vio-
rrorista, va desembocando en lo que se parece cada vez lenta ••:
más a una campaña de exterminación del campesinado
pobre y como tal «sospechoso". Tales sucesos, hasta aho- Río Alameda Río Alameda
ra casi ausentes de la literatura escrita -':alusiones vela- río caudaloso río caudaloso
das se hallan en ciertos cuentos recientes de Zein Zorri- caudalchallaykim tu cauce ya
lla [1987] =, no pueden haber dejado de repercutir en la quntaruchkanña se está llenando
producción oral de las víctimas sobrevivientes. Por moti- runapa weqenwan con las Iáqrimas de la
vos obvios, esta producción campesina no se filtra ha- gente
cia afuera; sin embargo, aunque de modo alusivo, una Yakuchallaykim tus aguas ya
cultura oral de corte más bien urbano se encarga de tras- quntaruchkanña se están llenando
mitir algo del horror vivido. runapa llakinwan con el sufrimiento de la
En el ejemplo siguiente (Huamanga 1987), el vehícu- gente
lo poético de tal mensaje es un canto de carnaval. Recor-
damos que los modernos ritos de carnaval tienen su ori- Malicia malicia Malicia malicia
gen menos en el carnaval europeo que en antiguos ritos cierta malicia cierta malicia
de guerra (Argl1edas 1985: 151-155]; en tiempos recien- Yanachallaykiqa Dicen que tu enamorado
tes todavía, el carnaval es uno de los momentos privile- Infiernillupis en Infiernillo
giados para la realización de batallas rituales. Una de penata pasachkan está penando
las imágenes más obsesivas de los cantos de carnaval. el Kuyay yanallariqa Dicen que tu querido
yawar mayu (río de sangre), se refiere sin duda tanto 'a Puracutipis está en Puracuti
los ríos crecidos del momento culminante del período de Cierta malicia Cierta malicia
lluvias, como a la sangre humana que corre:
Justicia justicia justicia juxticia
Mayupas purin j pukllay l El río camina j carnaval I mala justicia mala j usticia
qaqaman chayaspa j puk- cárcel wasiman que a la cárcel
Hayl y cuando llega a la roca runa qayachiq liacc llamar a la gente
[carnaval! mala justicia mala .i usticia
yawartaraq waqan sangre todavía llora Adiós Huamanga Adiós Huamanga
[Lauriault 1958: 7] triste Huamanga triste Huamanga
ñama ñoqaqa Yo ya
En tales imágenes tradicionales se basa el canto si- pasachkaniña me estoy yendo
guiente; pese a las apariencias,no debe leerse como la- kayta musiaspa meditando en esto
mento, porque la música de carnaval, como apunta Ar- (Farfán 1987]
346 Martín Lienhard La voz y su huella 341

Aparentemente clásico, este canto de carnaval se abre.


Una nueva escritura poética andina
con la invocación del río que va creciendo, imagen que
corresponde a la estación del año (febrero). Pero inmedia- Como se apuntó al comienzo, a la "renovación .. que
tamente, esta imagen va cambiando de sentido: la crecida atraviesa la poesía quechua oral en los últimos decenios
se debe a las lágrimas de la gente (lágrimas cuyo ori- corresponde, en otro terreno, el surgimiento de una nue-
gen el auditorio conoce de sobra). La estrofa siguiente, va poesía quechua escrita. Aunque casi siempre haya
de tema amoroso aparentemente tradicional en el contex- existido, desde la Colonia, una cierta producción poéti-
to del carnaval (fiesta de los solteros), se desvía más ,ca escrita en quechua, ésta, hasta épocas recientes, poco
claramente todavía de la norma: el enamorado no se tenía que ver con los universos culturales de los campe-
enamoró de otra, ni tampoco se fue por su propia volun-
sinos o excarnpesinos andinos. «Se trata de una lengua
tad traicionera; él está no exactamente en el Infierno,
literaria sofisticada a la que a veces es difícil llegar des-
sino -negro juego de palabras- en Infiernillo, lugar don-
de el suelo de la lengua hablada .. observa Bendezú (3,2/
r

de se descubrió una fosa común de víctimas de la re-


1986] al comentar la poesía de Alencastre, mayor repre-
presión, o en Puracuti, lugar de otro descubrimiento ma-
sentante de la poesía quechua misti moderna.
cauro, La '.'vocac.ión de la cárcel, en la tercera estrofa,
es otro motivo tradicional que cobra un significado muy El desarrollo de una «nueva" poesía quechua coinci-
preciso en el contexto actual. El final, casi cita del cé- de, como apunta Barquero [1980], con el ••gran torrente
lebre wayno Adiós pueblo de Ayacucho, cierra el canto de movilizaciones en el campo", y más generalmente, con
con su pclisérnico pasachhaniña kayta musy aspa, ••ha- las profundas modificaciones de la relación entre las co-
biéndolo meditado me voy": ¿adónde? La ruptura a la munidades quechuas y la sociedad global. Las comuni-
cual alude este verso no tiene {todavia) nombre ni con- dades se ven invadidas por la economía mercantil y ca-
tenido preciso: al interlocutor incumbe lq tarea de dár- pitalista, también por la educación escolar; pero al mis-
selo. mo tiempo, ellas -o sus representantcs·- inundan las ciu-
Este canto, más cercano a la "tradición" poética que- dades y la capital nacional, llcgandoi m:; i.i :,0 :J convertir-
chua que los precedentes, demuestra, con la eficacia su- las, de espacios urbanos o «mctropolrt.uio.:». en aglome-
gc~;tiva de su lenguaje poético, la capacidad que aquélla raciones casi aldeanas o «andinas-.
tiene para adaptarse a la sensibilidad del momento sin
Es en este contexto urbano «moderno n , no en el- de la
traicionar su mundo.
VIeja tradición quechua misti, que va surgiendo, muy
No queremos tampoco traicionar más el mundo de la poco a poco, una poesía quechua escrita que nada o
oralidad quechua sacando unas conclusiones "definiti- DOCO tiene que ver con la poesía peruana contemporá-
vas .. a partir de unos (pocos) textos que ahora, cuando nea en español, pero que tampoco sigue la tradición de
los estamos comentando, ya son otros, y que además los poemas cantados. Aunque todavía marginal, esta poe-
nunca fueron 10 que no pueden dejar de ser en estos pa- sía podría llegar a ser, según las opciones político-cul-
peles. Que el hipotético lector nos perdone, .. turales que se vayan imponiendo, una de las expresiones
348 Martín Lienhard La ~Qz ~~ su huella 349

más significativas de los sectores urbanos andinos o de 'que están escritos los poemas, pero más todavía, qui-
origen andino. zás, la dificultad de situarlos en el panorama de la pro-
No debería de sorprender que también en una parte de ducción poética peruana y latinoamericana (escrita).
esta poesía -cuando sus autores se identifican con la Así, un poema como el «hayllí-taki •• Tupac Amaru ha-
cultura quechua campesína-. los motivos «rnesiánicos •• maq taytanchisman (A nuestro padre creador Tupac
ocupen ün lugar central. Tratándose de poesía escrita, no Amaru) (1962/1984: 9-19), pese a ser un texto elabora-
debemos presuponer en estos textos un parentesco superfi- do por escrito, se halla sin duda más cerca del univer-
so discursivo quechua que de la llamada "poesía perua-
cial con los cantos que acabamos de presentar; si los
na» (criolla). El hablante poético, como en los versos de
cantos disponen de una multiplicidad de medios expre-
escarnio de los campesinos de Canas, es un ••nosotros u
sivos ("letra .•, voz, melodía, ritmo, a veces coreogra-
_ quechua exclusivo (ño qayku), un nosotros que se opo-
fía y, siempre, la relación directa con el público), los
ne tajantemente a ••ellos", a los enemigos principales,
talii escritos deben concentrar toda su significación en el los hita ioiiaqochahuna, los ••despreciables wiraqochas ••,
discurso verbal, que podrá aparecer, por los mismos mo- calificados igualmente de ladrones de tierras, de chacras
tivos, como más «complejo ». La relación que queremos (secuencias 10-11).
establecer entre cantos quechuas y poesía quechua escri-
Formalmente, este poema combina ante todo la tradi-
ta no pasa, pues, necesariamente por su "letra ••; la horno-
ción de los .himnos que los Incas dirigían a la divinidad
loqía se sitúa, más bien, en su significación social.
Wiraqocha con la del qaylli, canto de triunfo que se
entonaba para homenajear a un Inca victorioso o para
José M. Arguedas celebrar -hoy todavía- la cosecha. Est~ doble tradición
explica quizás en parte la alternancia de dos discursos:
De todos los autores de pachahuti tahi, ]. M. Argue- uno de gran violencia, de afirmación triunfal -río en la
das es el único realmente «conocido», aunque no preci- estación de lluvias; el otro más Iírico, de invocucÍón-
mente como autor de poesía escrita en quechua. La no- río tranquilo y poderoso, La métrica 110 ~iuuc la de los
toriedad de Arguedas se construyó alrededor de su na- cantos: como lo comprueba la audición de la cinta gra-
rrativa, ante todo a partir de Los ríos profundos (1958).- bada por el propio autor, ella se construye fundamental-
Mucho más tarde se ••descubrieron •. sus trabajos etno- mente a partir de la repetición rítmica de determinadas
grúficos y socío-antropolóqícos. Su poesía espera hasta construcciones sintácticas o "cadenas" de sufijos, La si-
hoy una atención crítica adecuada. Nadie cuestionó pú- tuación enunciativa -el diálogo con la divinidad muda-
blicamente su valor: con mUY pocas excepciones (Corne- es típica de los himnos antiguos. La pregunta inicial
jo 1976], el silencio es la actitud crítica más frecuente
al respecto. ¿A qué se debe el largo, tenaz purgatorio Maypitaq kanki ñoqayku ¿En dónde estás desde
de esta parte de su obra? Pensamos que existen dos mo- -rayku que te
tivos principales: por. un lado, el idioma no europeo en wañusqaykimanta moriste por nosotros?
La voz y su huella 351
350 Martin Lienhard

" Por un lado, como se apuntó antes, Tupac Amaru apa-


cita o recuerda la pregunta obsesiva que el hablante an-
rece como una rencarnación andina de Jesucristo: un
tiguo, el propio Inca, dirigía a una divinidad demasiado
Jesucristo que no murió por toda la humanidad, sino
lejana y abstracta (aunque aquí, claramente, el interlo- -también como Domingo Huarca- por su gente, por el
cutor divino ofrece un rasgo central de la biografía de «nosotros •• exclusivo de los «quechuas •., La presencia de
Jesucristo -su muerte por -nosotros-) . "Jesucristo •. en un canto quechua no debe sorprender:
en el panteón surandino, Cristo existe como una divini-
Pin kanki ¿ Quién eres? dad de rango intermedio (apu), especializada en las
maypin kanki ¿ Dónde estás? quejas por injusticias sufridas [Núñez del Prado 1969-
manachu rikaykiman ¿No podría verte?
1970]. La mitificación de Tupac Amaru se apoya, por otra
[Arguedas 1955: 124J
parte, en la actualización de su nombre (o título): amaru.
El destinatario del poema debe saber (porque el texto
La tonalidad triunfalista que caracteriza este poema
no lo puntualiza) que la serpiente mito lógica de este
de Arqucdas difícilmente se podría derivar exclusiva-
nombre aparece siempre en los momentos de crisis cós-
mente de la experiencia concreta de la fuerza inven-
mica, de pachahutiy -en esta verdad mitológica se basa
cible del "pueblo quechua u , Sin duda alguna, ella remi-
también un inquietante cuento reciente del narrador an-
te también a la tradición del qaylli, reivindicada direc-
dino Edgardo Rivera Martínez . Amaru [1986]. Esta ser-
tamente en el subtítulo: havlli-tahi o «canto de triunfo »,
piente es también, poéticamente. izan kanchaziq ... paq-
Si el qaylli es un homenaje ritual a un Inca victorioso,
cha, una cascada que ilumina el camino. Tupac Amaru,
¿ quién sería aquí el ••Inca ••homenajeado? Obviamente el
amaxu o hijo de amaru, se formó a partir de la nieve
propio Tupac Arnaru, un Tupac Amaru múltiple: el úl-
del Sallqantay, de un cerro donde se ubica, para una
timo de los Incas de Vilcabamba, pero al mismo tiempo parte de las poblaciones apurimeña y cusqucña, la di-
y sobre todo, José Gabriel Condorcanqui. líder de una vinidad quechua suprema [Núñez del Prado 19W-1970).
vastísima insurrección andina, en quien las masas cam- Y, finalmente, Tupac Amaru -con el título antiguo de
pesinas del siglo xvur veían a un Inca resucitado; sin (pacha) kamaq o "el-que-ordena (-el mundo) •. es precisa-
duda el mismo personaje cuyo recuerdo se conmemora mente tal divinidad suprema.
en el mito de Inkarrí. La voz del hablante poético invoca a esta divinidad
Si se alude aquí a Tupac Amaru en tanto que perso- a la vez nueva <Creada por el poeta) y ••familiar" (sus
naje histórico (pero no en el sentido anecdótico). el poe- componentes son andinos tradicionales) con el nombre de
ma celebra ante todo a un Tupac Amaru convertido en papay (mi padre) y de waugey (mi hermano); el nuevo
héroe mítico o divinidad: todavía incipiente, la misma ••dios creador •• queehua, personaje histórico mitificado,
resulta mucho más próximo al hombre que el Wiraqo-
tendencia aparece, como hemos observado, en la danza
cha lejano invocado por los Incas en sus himnos. En
guerrera dedicada al héroe campesino Domingo Huarca.
352 Martín Lienhat d La voz y su huella 353

definitiva, Tupac Amaru kamaq taytanchis (nuestro pa- Kay weraqochakunaq urna Subvertimos poco a poco
dre ordenador T. A.) no es en el fondo sino el nombre llaqtanta, ñoqayku, as el pueblo-capital de estos
que se atribuye a la memoria histórica, la cultura y la asllamanta tikrasianiku wiraqochas
ilimitada fuerza colectiva del hombre andino. El ha-
blante poético, miembro -especie de amauta o líder in- El éxodo, lejos de significar el fin de la cultura andina,
telectual-: de la colectividad andina, dialoga con una significa pues más bien el fin del predominio occidental
divinidad que es la emanación de una subsociedad colo- en el «Tawantinsuyu». El levantamiento andino, como en
nizada que mantuvo un núcleo de valores a través de los versos de escarnio de Canas, no se concibe como un
450 años de opresión. Y la experiencia de la opresión, proyecto, sino como una realidad que ya se está vivien-
lejos de debilitarlo, otorgó al hombre (andino) las fuer- do: i Hatarisianihun ... ! -nos estamos levantando (se-
zas necesarias para "voltear. el mundo: cuencia 5). Y aquí también, la victoria sobre los opreso-
res aparece no como un sueño, sino como un hecho tan
Kikin wañuymanta kallpa La fuerza que surge de la inevitable como el amanecer después de la noche:
hatariqqa pachata kuyu- propia muerte podría mo-
chinmanmi, tikranmanmi. ver el mundo, voltearlo. Ñas pacha achíkyay , ru- Ya brilla la aurora del
mosoqyachinma11l1lÍ. hacerla de nuevo naq pachawaray kanchari- mundo. el amanecer del
sianña. hombre.
Si bien la expresión pacha-tihray (voltear el mundo)
puede ser sinónima del concepto un tanto abstracto de La poderosa contraofensiva de los despojados -que arra-
pacha-kutíy, ella se enriquece aquí con un significado sa, tal un cataclismo cósmico, con todo -no terminará
más concreto: en este «canto», tikray se refiere a toda antes de restablecer el poder del colectivo -nosotros .•:
esa actividad "subversiva ••que el colectivo «nosotros», los
hombres (ex) andinos, van realizando en la transforma- Lloql1asaqku ñoqanchispa Como una avalancha nos
ción de la sociedad y cultura criollas. En un primer mo- llapan allpanchista precipitaremos hasta vol-
mento, «nosotros", hapinaykukama, ver a tomar lada nuestra
llaqtanchispas Ilaqtanchis- tierra; hasta que todos
ayqespa, mastarinakuniku huyendo, nos hemos ex- puni kanankama. nuestros pueblos sean de
Iliu tawantin suyupi tendido por todas las veras nuestros pueblos.
"cuatro regiones»
Lo mismo expresaron, en fin de cuentas, aunque con
Es decir, el despojo de las tierras indígenas, paradójica- otra formulación, los campesinos de Canas. Pero aquí
mente, permitió -gracias al éxodo rural- al hombre no «hablan los campesinos-. La «personalidad ••del hablan-
quechua reconquistar todas las cuatro partes de su mun- te poético arguediano, algo borrosa al comienzo, se va
do. Luego, «nosotros» perfilando más nítidamente a lo largo del poema: el
354 Martin Lienhard La ~oz y su huella 355

colectivo «nosotros» no es la comunidad andina, ni el , no suceso, sino que forma parte de él; la capacidad his-
conjunto de los campesinos quechuas, sino el de los que
hórica del -pueblo quechua •. se representa Iiterariamente,
emigraron a la costa: es decir, el hablante poético coin- como en la danza guerrera de Toqroyoq, a través de un
cide -sociológícamenra, con el sector' del cual pueden
personaje histórico mitificado, semejante al Inkarrí de
surgir los posibles lectores del poema, necesariamente las narraciones míticas. La complejidad aparentemente
bicultura1es (los auditores, en cambio, podrían ser mo-
mayor del poema escrito se explica no tanto por la eru-
nolingües del quechua . de hecho, el texto se ha difundi- dición de su autor culto, sino por el medio elegido: la
do por radio en zonas rurales del Cusco). Este sector escritura. El poema escrito se entrega por entero y se
reúne las mejores condiciones para hablar en el nombre agota en su texto legible, mientras que los textos orales
de todos los quechuahab1antes, de los que «se quedaron- «viven» en su articulación con otros medios de expre-
en sus comunidades y de los que se establecieron en las sión de graiil riqueza, y en su capacidad de renovarse
ciudades: su memoria, en erecto, abarca la experiencia constantemente según los contextos.
histórica andina y la de la megalópoli moderna. Es qui- 10 que separa realmente, en fin de cuentas, el poema
zás también el sector -quechua- mejor preparado para arquediano de los cantos orales, es ante todo su desti-
ver las luchas campesinas en el contexto de las luchas natario: en vez del campesino quechua, el hombre que-
populares nacionales y planetarias. Así, y no demagógi- chua (bicultural) de la ciudad. Esta poesía quechua es-
camente. se explica la referencia a otros mundos leja- crita, en efecto, es una literatura urbana de tipo nuevo,
nos (quizás China) donde se han desarrollado, con éxito, una expresión nueva no sólo por sus alcances formales.
sucesos análogos: sino por pertenecer (aunque sea como perspectiva futu-
ra) a unos sectores marginados que hasta su aparición
ñas huk karu karu llaqta dicen que en otros pue- nada tenían que ver con ninguna literatura escrita, Es
kunapipas muchuq runa- blos muy lejanos los hom- cierto, por lo tanto, que el poeta quechua Arguedas, como
kuna wamaniña kanku, bres ya son uiamanis, 10 intuyó A. Cornejo [197(;)), es un "poeta indígena"; ya
hatun pawaq kunturña cóndores de alto vuelo. no sorprende, entonces, su exclusión por parte de los
historiadores literarios criollos.
Pese a las apariencias, el poema de Arguedas ofrece
una conveecencía relativamente global con los cantos
Poesía quechua reciente
que presentamos en la primera parte del ensayo. A par-
tir no de la «letra», sino del -espíritu- de unas formas Arguedas demostró ampliamente la posibilidad de una
poéticas tradicionales se elabora, como en el canto de
poesía quechua moderna. Su ejemplo, obviamente, toda-
carnaval ayacuchano, un contenido contemporáneo y vía no ha sido seguido por muchos poetas, porque 10 im-
candente, como eje narrativo sirve, como en los ••versos pide la situación socio-cultural vigente con sus discri-
de escarnio". un pachakutiy, una -revolucíón- cósmico-
minaciones en cadena; los pocos "discípulos. casi heroicos
social ya en marcha; el poema no documenta este mag-
que se conocen demuestran, sin embargo, quv Argue-
356 Martín Lienhaxd La voz y su huella 351

das no habrá sido, en este campo, un destello único aun- ••de la tierra el corazón, dicen, está temblando», exclama
que hermoso, sino un pionero. el yo poético en Pukutay (Ninamanqe), mientras que en
Eduardo Ninamanqo Mallqui (Pukutay, 1982), Dida Nanay (Huamán) se dice; mayuhunapas pukayanmi/ as-
Aguirre ("Poemas quechuas-, 1983) e Isaac Huamán tawan kay tukuymantam, ••y los ríos se vuelven rojos/
Manrique (poemas inéditos), expresándose en el que- por todo esto (que nos cae) ••. Imágenes andinas clásicas
chua del área Huancavelica-Ayacucho, crearon unos uni- del cataclismo que podemos conocer ya, por ejemplo,
versos poéticos -cataclísmícos ••que no desmienten su pa- a través de ciertos cantos tradicionales de carnaval (agua
rentesco con el de Arguedas, ni tampoco con los de la colorada, río de sangre), también por las narraciones del
tradición oral. «juicio», de la destrucción de un mundo-pueblo indigno
En Ninamango y Huamán, el yo poético habla como por un ••viejo desconocido" -tal como aparece por ejem-
desde el corazón de una tormenta que se percibe, en un plo en el cuento quechua ••escrito» Kutimanco, de José
comienzo, como un dolor: Nanay, «dolor ••, se intitula pre- Oregón Morales [1984).
cisamente uno de los poemas de Huamán. El sufrimiento En los ••Poemas quechuas •• de Dida Aguirre, en cam-
r

agudo liberará, sin embargo, una energía transformado- bio, quien desencadena -y controla- la «tormenta •• no
ra Uvanay): es otro sino el propio colectivo «nosotros», un «nosotros-
particularmente activo, perfectamente identificado con el
Nanayrni ñausayniyta tu- El dolor acabará con mi cosmos natural. El cataclismo cósmico-social consciente-
ku chinqa ceguera mente «provocado» es la respuesta a una situación de
repapapaspa llullunmanta llameando desde lo más opresión y explotación insufribles. En el primer poema
tierno de Dida Aguirre, no sólo se nombra directamente al
enemigo, los «mistis de corazón negro» (yana songo mis-
Energía que se traduce en esta imagen ••selar ••: tikuna), sino que se caracteriza, con precisión poética,
su actuación;
ñoqam lluksichisaq sin- Yo haré salir un poderoso
chi kanchariyta resplandor rapaces como águilas
ankallaña qaway qawa-
muchkan pawaykamuq- están accchándonos
El cataclismo en marcha al que se refieren los poe- llanña [ ... ] revoloteando ( ... )
mas parece menos -histórico-, más -cósmico •• que en el apaq aparqonampaqpara llevarse, para robar
qavlli arguediano. En los textos de Ninamango y Hua- (lo nuestro)
mán. contrariamente a los de Arguedas -y de Dida
Aguirre, como veremos- no se designa explícitamente a En todas las composiciones de este «grupo» de poetas
ningún "enemigo •• humano. La -tormenta ••, opaca para jóvenes, el hablante poético es un yo (o nosotros) sin
la conciencia humana, se desarrolla como fuera del con- rasgos individuales, un sujeto plural consciente de re-
trol de los hombres; pachapa sonqonsi lzunununuchhan, presentar, en tanto que "dueño de la palabra", a una co-
358 La voz y su huella 359
Martin Lienhard

lectividad más amplia. Menos -sociolóqica- que en el El llamado al más fuerte, sea éste quien fuera, expre-
sa sin duda -en un sentido amplio- una concepción ••re-
poema de Arquedas, la identidad de este sujeto plural
ligiosa » del mundo. En los poemas de Huamán Manri-
surge, de algún modo, de la ••tierra» (allpa). Es en los
que, este ser «más fuerte» +una función, no un perso-
poemas de Dida Aguirre donde la identificación del co-
naje- aparece con toda una gama de variaciones. En
lectivo «nosotros- con el espacio andino aparece cen la
N anay , el interlocutor poderoso es smchillay, -rni (ama-
mayor intensidad. Su punto de apoyo es una -piedra do) poderoso ••, título que se atribuía a los jefes de guerra
salvaje » (purun rumi], cuyo atributo pututi alude a una andinos. En Taytachallay, el yo reprocha a un dios se-
.humanidad poderosa anterior. la primera según el esque- mejante al cristiano su incuria para con los hombres, su
ma evolutivo diseñado por Guaman Poma de Ayala abandono, para finalmente intimarle .
[1980). Afianzado en esta «piedra ••, el colectivo «nosotros»,
al modo de una «roca ardiente- (qaqa ruparichaq hina) Kuyuchiy kay pachata Haz temblar esta tierra
y «hablando como la lluvia, el viento y el relámpago •• qechipraykiwan, taytay; con tu pestaña, mi señor;
(para toayra urahrillaiia timarispa}, se convertirá en la ñoqam inkari nisayki yo te diré: Inkarí,
fuerza capaz de recuperar o fortalecer la relación entra- taytachay mi gran señor
ñable; amenazada por los enemigos (los mis ti), con nues-
Inkarí . el dios o héroe mítico descabezado cuya de-
tra madre-tierra (mama pacha allpachallanchih}, con las
mora en retomar se va volviendo insoportable... En
plantas y las piedras; relación que existió plenamente en
Cmmuy, finalmente, el interlocutor es un -hermanc-
la época de los «gentiles. +época de la autonomía andina.
(wauqey), pero un hermano mayor con voz de trueno
El hablante poético plural aparece, en estos poemas,
(sullallalla rimayniykiwan) que alzará al yo con sus ma-
como punta de un triángulo de interlocutores . sujeto/
nos de -cerro •• (auki makiykiwan); sin duda el equiva-
colectividad más amplia/ fuerza ••superior". En Pukutay
lente de un cerro-dios. Todos estos interlocutorcs pode-
(Ninamango Mallqui), la voz se dirige por un lado a los
rosos aparecen como variantes, como avatares de una "di-
machu taytanchihuna, ••nuestros abuelos», .10s que gri-
vinidad andina •• múltiple cuyas relaciones con los hom-
tan desde el propio corazón de los cerros ••, para pedir-
bres se caracterizan por su reciprocidad.
les la sangre de los ••antiguos dioses" (ñawpa apunchilq,
En los poemas de Dida Aguirre, en cambio, no se des-
o al no tradicional "dios de la tierra» (pachapa apun) ,
cubre ninguna -fuerza superior ••semejante a una instan-
y por otro lado, al "hermano. (wauqey), al hombre-com-
cia divina; consubstanciado con el cosmos natural, el
pañero que comparte las mismas experiencias. Concien-
cia de la colectividad, el yo (como el «nosotros •• argue- propio colectivo humano =compuesto por el -nosotr~s.
diano) necesita la ayudót de los antiguos, de los apu activo y el sector más amplio de los waqchakuna (.huer-
(cerros-dioses), para encaminar el cataclismo, con sus fanos-, pobres, abandonadosl+ tomará esta función:
iguales, en la buena dirección: no hay futuro sin la
fuerza que almacena todavía el pasado. í manchay mayu hinam! como ríos temibles
360 Martín Lienhard La voz y su huella 361

weqenchik timpu timpu- nuestras lágrimas hervi- de los himnos quechuas católicos, tradición notoriamente
kunga 1 i qaparikuspa ! rán! j gritando 1 sincrética, hispano-quechua . Taytachallay y Oamuy, Con-
i qayarikuspa ! ¡llamando! siderando su «mensaje ••, sin embargo, la supuesta «inser-
ri pukullasunña iremos ya ción- va resultando una «subversión» de dicha tradición;
pasakullasunña viajaremos ya en estos poemas, en efecto, una perspectiva andina vuel-
lliu llaki wauqenchik l1evando tristeza ve a controlar el texto en su conjunto. De los otros poe-
waqchakunata llevando pobreza herma- mas, Nanay y Llaqtaysi, el segundo sigue una exposición
aysarikuykuspa na de la mano narrativa, mientras que el primero procede, poéticamente,
por asociaciones paradigmáticas. Si bien Huamán Man-
¿ Cómo se sitúan estos textos, en cuanto a su poética, rique trabaja con unas unidades métricas más regulares
frente a la tradición? Dida Aguirre es la que más se que las de Ninamango, su gramática poética no tiende
acerca. en su gramática poética como en sus imágenes, a a acercarse a la de los cantos quechuas.
las formas de los cantos orales. Cada uno de sus poemas
se abre con la invocación tradicional a un elemento del De acuerdo a la visión más "cósmica" que -histórica-
cosmos natural: la flor de fuego, el arbusto ioaramoav, que adoptan estos poemas quechuas contemporáneos, el
el cernícalo. Los recursos gramaticales dominantes, como conflicto que suscita la -tormenta •• +salvo, hasta cierto
10 muestra en parte el fragmento transcrito, son los de punto, en Dida Aguirre- no se nombra ni se explícita.
los cantos orales: repetición sinonímica, paralelismo sin- ¿ Retroceso en la toma de conciencia andina? No lo cree-
táctico, repetición invertida de sintagmas. La brevedad mos. Parecería, más bien, que convendría establecer una
de las unidades rítmicas -a menudo pentasilábicas- es distinción entre varios modos poéticos quechuas que tras-
otra característica que estos poemas comparten con los cienden las fronteras entre la escritura y la oralidad.
cantos orales. La forma global de los textos, sin embargo, Predominantemente narrativo y denotativo -.históricoo-'-,
lejos de ••imitar •• la de los cantos, debe de considerarse el primero (como la danza guerrera de Toqroyoq y, con
como inédita. matices, el poema ••tupacamarista •• de Arquedas) es el
Más "librea respecto a la tradición oral es la poética único que permite el ••análisis •• de los hechos. El segun-
de Ninamango Mallqui, difícil de ubicar según una tradi- do, más bien "poético. -en el sentido del predominio de
ción codificada, tributaría en alguna medida de las con- la función poética-e, actúa sobre la sensibilidad poética
quistas del vanquardismo poético criollo. Aunque no (canto de carnaval ayacuchano, «Katatay ••, de Arguedas o
falten los paralelismos sintácticos. ellos se ven como los poemas de Ninamango, Huamán y Aguirre). El ter-
ancqados en un discurso que, si se partiera de la presen- cero, propiamente -conativo ••, incita a la acción de la cual
tación gráfica por versos, se caracterizaría más bien por forma parte integrante (••versos de escarnio. de Canas,
la tendencia, occidental, al hipérbaton. poemas de Dida Aguirre). La ••conciencia ••, para concluir,
Por lo menos dos de los poemas de Huamán Manrí- se codifica estéticamente según las exigencias del modo
que parecen insertarse libremente en la tradición formal elegido.
362 Martin Lienhard BIBLIOGRAFÍA

No pensamos haber agotado el análisis y la interpre-


tación -limitados, de todos modos, a la expresión poéti-
ca del «cataclismo-e- de ninguno de los cantos o poemas
que hemos reunido aquí. Esperamos tan sólo haber de-
jado constancia del vigor y de la vigencia -en sus con-
textos respectivos- de la producción poética oral y es-
1. GENERAL (América Latina en general, Europa y otros conti-
crita en lengua quechua, y de haber mostrado la cornple- aentes. obras de interés general).
mentaridad social de sus dos grandes modos de existir.
Los cantos y la poesía quechua escrita, en efecto, no se AA.VV.
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INDICE

Prólogo / 11
PRIMERA PARTE: PLANTEAMIENTOS
GENERALES / 25
Capítulo I: La irrupción de la escritura en el escenario
americano / 27
El "descubrimiento" y el fetichismo de la escritura / 27
Escritura y poder / 36
Kipu / 39
Glifos / 42
La oralídad predominante / 47
Violencia de la escritura / 50
Capitulo Ir: De la oralidad a la escritura allabética / 56
Una literatura escrita alternativa / 56
Supervivencia y transformación de las escripturales
amerindias / 59
Transcripción de testimonios judiciales / 63
El «rescate- de la tradición oral indígena / 65
La recreación del discurso indígena / 72
El rescate indígena de la tradición oral / 76
Literaturas epistolas indígenas: cartas. "memoriales».
cartas-crónicas / 78
La escritura indígena o mestiza / 83
Capítulo !II: Contextos históricos y sociales / 86
Primeros contactos / 87
Colonia y resistencia indígena 1 90
Las nuevas aristocracia s indígenas / 90
El discurso del diálogo / 94
El discurso de la resistencia / 97 SEGUNDA PARTE: ESTUDIOS DE CASOS / 173
Extinción VS. continuidad de la escritura Capítulo V: Ivlesoamérica, la llamada crónica
alternativa / 103 indígena I 175
Reformas coloniales y movimientos insurreccíonales del Capítulo VI: La subversión del texto escrito en el área
siglo XVIII / 106 ondina (Guaman Poma de Ayala, J. M, Arguedas) / 189
Area andina / 107 Cultura heqernónica. culturas marginadas / 189
Paraguay / 110 Literatura alternativa / 190
La ofensiva latifundista, ••segunda conquista •• / 113 La subversión lingüística I 193
Guerra de castas en Yucatán / 116 El andamiaje temporal / 203
Guerra del Pacífico / 119 La cosmología Iiteraria / 211
La conquista de la pampa / 120 Texto híbrido y comunicación literaria / 215
••Indiqenismos» intelectuales y movimientos étnico-so Capítulo VII: El homenaje ritual al inca y su adaptacion
cíales modernos / 122 literaria en tres textos coloniales (Juan de Betanzos, Titu
Los procesos de transformación social / 123 Cusi Yupanqui, Ollantay) ¡- 218
Viejas y nuevas prácticas literarias Los tres textos / 218
alternativas / 128 Juan de, Betanzos , «La victoria de Pachacutic» / 220
Capítulo IV: Escritura y procesos de interacción cul- Titu Cusi Yupanqui: «La epopeya de Manco Inea .• /221
tural / 132 Ollantay / 222
Aculturación. transculturación / 132 ,;El homenaje ritual al Tnca •• / 223
Procesos língüísticos / 136 La adaptación literaria de los homenajes rituales al
Idiomas europeos vs. idiomas amerindios / 136 Inca I 230
El bilingüismo y sus efectos / 140 Juan de Betanzos / 230
Literatu-ras alternativas y procesos de aculturación Titu Cusi Yupanqui / 235
lingüística / 148 Ollantay / 241
Procesos religiosos / 152 Conclusiones / 248
Lenguajes religiosos y diglosia / 156 Capítulo VIII: Catástrofes históricas y literatura en Pa-
Reorientaciones semánticas : misioneros e indios I 159 raguay (A. Ruíz de Montoya, A. Roa Bastos) / 252
Rechazo y apropiación exclusiva del lenguaje cristia- La cuestión de los «comienzos ••/ 252
no / 162 El primer apocalipsis: Montoya/ 256
i.itcraturas alternativas y procesos de aculturacíón re- Karaísrnos / 262
liqiosa / 164 El «karaísmo .• en la literatura / 265
~,;J evolución de la oposicíón escritura/oralidad y las El ciclo de las catástrofes históricas / 269
lit crat uras alternativas / 167 Capítulo IX: Rulfo I -274
"Dueño de la escritura ••y ••depositario de la Lecturas «occidentales» y «trasterranas- / 274
memoria oral» / 169 Viaje al país de los muertos / 278
El paraíso terrenal , 282 El discurso actualizado de la historia: Toqroyoq
Tiempo mítico/tiempo histórico' 284 (Espinar, Cusco) años 80 / 341
Capítulo X: Etnoficción , 289 La tradición subvertida: Ayacucho 1987 / 343
Europa: el otro como pretexto I 291 Una nueva escritura poética andina I 347
Antonio de Guevara , 291 J. M. Arguedas / 343
Lahontan , 293 Poesía quechua re cien te / 355
Diderot I 294 Bibliografía / 363
Segalen , 295
América Latina : la mala conciencia de los intelectuales
colonizados , 297
Mario Andrade , 299
Castro I 300
Ribeiro / 301
Tanqol v 303
Manns / 304
Conclusión / 306
Capítulo XI: Tendencias etnoliccionales en el área maya
(Yucatán, Guatemala, Chiapas) I 307
El "corpus» y sus características I 307
Yucatán I 310
Mediz Bolio / 310
Abreu Gómez , 314
Guatemala: Asturiasj' 317
Chiapas / 320
Autobiografías "indígenas": Castro y Pozas / 321
Rosario Castellanos / 325
De indio a campesino: Zepeda / 329
Capítulo XII: Pachakutiy tahi. Canto y poesía quechua
a; l!i transformación del mundo' 333
«Tradición» oral y modernidad en el área quechua del
Perú / 333
Pachakutiy taki / 337
El lenguaje-accién: Rumitaqe (Canas, Cusca)
J D21 / 337

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