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Los humildes orígenes de Howard Schultz

A la edad de 18 años se vio obligado a mantener varios empleos simultáneos y hasta tuvo que
vender de su sangre para poder pagar sus estudios universitarios. 30 años más tarde se había
convertido en multimillonario y era dueño de una compañía global con más 3.500
establecimientos por todo el mundo… ¿Cómo lo logró?

El protagonista de esta historia es Howard Schultz, quien nació el 19 de julio de 1953 en el seno de
una familia judía de bajos recursos en Brooklyn, Nueva York. Cuando tenía 7 años, su padre se
rompió el tobillo mientras trabajaba como camionero recogiendo y entregando pañales. A raíz de
este accidente, fue despedido; y, como no tenía seguro médico ni indemnización por accidente
laboral, la familia se quedó sin ingresos.

n el instituto jugaba al fútbol americano y vio en el deporte una oportunidad para salir adelante.

En 1971 llegó a la Universidad de Northern Michigan con la esperanza de obtener una beca


deportiva para estudiar en la facultad de Licenciatura en Comunicación del Habla, pero ésta nunca
se materializo; así que, para pagarse la universidad, consiguió préstamos estudiantiles y aceptó
varios trabajos, incluyendo uno de camarero; y, de vez en cuando, vendía su sangre para ganar
algo de dinero extra. Pese a todo, se convirtió en la primera persona de su familia que recibió
educación superior.

Después de su graduación en 1975, pasó un año trabajando en una estación de esquí en Michigan,


esperando a que alguna mejor oportunidad se le presentara. Finalmente, consiguió un empleo en
el programa de formación de Xerox, donde adquirió experiencia en las ventas por teléfono y
presentando procesadores de texto en Nueva York. Sin embargo, este trabajo no le llenaba
completamente, por lo que tres meses más tarde renunció para aceptar un empleo
en Hammarplast, un negocio de artículos para el hogar, propiedad de una empresa sueca
llamada Perstor. Allí ascendió de puesto en puesto hasta llegar a ser vicepresidente y luego
director general, liderando a un equipo de vendedores de la oficina de Estados Unidos en Nueva
York.

El día que Howard Schultz conoció a Starbucks

Fue en Hammarplast donde dio por primera vez con Starbucks. La empresa de café contaba con
una tienda en Seattle y era cliente de la compañía para la que trabajaba Schultz. Cuándo él viajo a
visitarlos, le llamó la atención el número inusualmente alto de cafeteras de goteo en el lugar.
Intrigado, buscó reunirse con los propietarios de la empresa en ese entonces: Gerald Baldwin, Zev
Siegl y Gordon Bowker. Le sorprendió la pasión de los socios y su valor al vender un producto que
solamente atraía a un pequeño nicho de entusiastas amantes del café.
Baldwin, Siegl y Bowker, tres personajes inspirados por el empresario cafetero Alfred Peet, habían
abierto su primera tienda Starbucks, dedicada en sus inicios únicamente a la venta de granos y
máquinas para café, en la 2000 de la Avenida Western, en 1971.

En 1982, el joven Schultz de 29 años de edad convenció a Baldwin para que lo contratara como
director de ventas y marketing. En esos momentos, Starbucks tenía tan solo tres tiendas.

La carrera de Schultz y el destino de Starbucks cambiaron para siempre cuando la empresa le


envió a una feria internacional de artículos del hogar en Milán, Italia. Mientras caminaba por la
ciudad, se encontró con numerosas cafeterías de expresso donde los propietarios conocían a los
clientes por su nombre y les servían bebidas calientes como cappuccino y café latte. En el
momento en que él entendió la relación personal que la gente podía tener con el café, tuvo una
verdadera revelación.

Entusiasmado regresó a Estados Unidos para compartir con Bowker, Siegl y Baldwin sus ideas de
crear una experiencia para los amantes del café similar a la italiana, pero ellos no estuvieron de
acuerdo porque consideraban que esta nueva actividad distraería el objetivo original de la
empresa. Además, estimaban que el café era algo que debía ser preparado en el hogar.

Lleno de frustración por la falta de visión de los empresarios, Schultz decide abandonar Starbucks
en 1985 para poner en marcha su propia empresa de café: Il Giornale (que significa «periódico» en
italiano).
Para que Il Giornale despegara, tuvo que recaudar más de $1.6 millones de dólares:

“En el transcurso del año que pasé tratando de recaudar dinero, hablé con 242 personas… y la
respuesta de 217 de ellas fue: ¡no!” -Dijo Schultz en una entrevista.

Pasó dos años fuera de Starbucks, completamente centrado en su idea de abrir tiendas de Il
Giornale que imitaran la cultura del café que había visto en Italia.

Estas tiendas ofrecían helado además de café, tenían cómodos asientos, tocaban música de ópera
de fondo y buscaban crear una atmósfera agradable para compartir con amigos o hacer negocios.

El concepto de Il Giornale fue un éxito, atrayendo a amantes del café y siendo un punto de
encuentro ideal para personas que necesitaban un lugar tranquilo para reunirse.

Starbucks: de pequeño negocio a empresa multimillonaria

En agosto de 1987, Schultz compró Starbucks por $3.8 millones de dólares y se convirtió en


director ejecutivo de la empresa. Para ese momento, ya había seis tiendas de la compañía en el
país.

Bajo su liderazgo, Starbucks sufrió cambios drásticos y comenzó a expandirse rápidamente.


Howard redefinió el modelo de negocios de las tiendas enfocándose en construir experiencias
para los clientes, marcando así el inicio de una nueva era para la empresa.

En 1992, la compañía empezó a cotizar en NASDAQ (la segunda bolsa de valores automatizada y


electrónica más grande de los Estados Unidos); el número de tiendas aumentó a 65 y estas
recaudaron más de $93 millones de dólares de ingresos en aquel año.

Para el año 2000, Starbucks se había convertido en un negocio global con más de 3.500 tiendas
por todo el mundo y $2.200 millones de dólares en ingresos anuales.

El éxito de Starbucks convirtió en multimillonario a Howard Schultz, quien demostró su amor a


Seattle comprando los “Seattle Supersonics” por $200 millones de dólares en 2001. Pero la
inversión se tornó amarga cuando los jugadores de baloncesto empezaron a tener problemas con
él. En 2006, vendió el equipo a un grupo de inversores que trasladó al equipo a Oklahoma City,
dañando seriamente su popularidad en Seattle. Más tarde, dijo que ser propietario del equipo fue
“una pesadilla”.

La dirección de la cadena internacional también presentó contratiempos, por lo que, en 2008,


Schultz tomó la decisión de cerrar temporalmente 7.100 tiendas en Estados Unidos para volver a
enseñar a los camareros cómo hacer un expresso perfecto. Durante los siguientes dos años lideró
una serie de cambios radicales en Starbucks, los cuales surtieron efecto y llevaron a la empresa a
triplicar sus beneficios, que pasaron de $315 millones de dólares en 2008 a más de $945 millones
de dólares en 2010. Como parte de estos cambios, también anunció que, para el año 2018,
Starbucks pretendía contratar a 10.000 veteranos militares y a sus cónyuges, y el año pasado la
empresa anunció que pagaría la matrícula universitaria de sus empleados.

Durante su carrera, Schultz siempre ha dado prioridad a sus empleados, a los que llama “socios”.
Esto se debe a la experiencia que sufrió su padre cuando se accidentó en el trabajo. Este también
ofrece a sus empleados (incluyendo los trabajadores de tiempo parcial), un seguro médico
completo, así como opciones de compra de acciones.

Actualmente, Starbucks se posiciona como una de las cadenas de cafeterías más grandes del
mundo, con más de 21.000 establecimientos en 65 países y con ventas anuales por encima de
los $16.000 millones de dólares. Schultz, por su parte, es una de las personas más ricas del mundo
según Forbes, con un patrimonio neto de más de $3.000 millones de dólares; y ha plasmado el
extraordinario éxito de Starbucks en dos libros:

“Poniendo el corazón en ello: Cómo Starbucks construyó una empresa taza a taza” (1999).

Y, el Bestseller del New York Times: “El desafío Starbucks: Cómo Starbucks luchó por su vida sin
perder su alma” (2012).

Así concluimos la inspiradora historia de Howard Schultz, un empresario visionario, determinado e


inconformista que se atrevió desafiar el status quo de las cafeterías estadounidenses,
construyendo así una de las empresas más exitosas de la historia y convirtiéndose en
multimillonario en el proceso. En sus propias palabras:

“Los emprendedores deben amar lo que hacen a tal nivel que, el sólo hecho de hacerlo, valga la
pena el sacrificio, y, en algunos casos, el dolor.”

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