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I: EMOCIÓN Y SU RELACIÓN CON EL ESTRÉS Y LAS ENFERMEDADES

1. Concepto de emoción.
El término emoción viene de la palabra emovere que significa remover, agitar o excitar. Un grupo
numeroso de definiciones se centran en resaltar los patrones fisiológicos propios de las emociones. La
base de la emoción radica, para James (1884), en la percepción de las sensaciones fisiológicas. Watson
(1924) definía la emoción como patrón de reacción hereditario, con cambios de los sistemas visceral y
glandular. Para Cannon (1927), la emoción supone un aumento de vigilancia y de preparación para la
acción. La experiencia emocional y la activación fisiológica son simultáneas. La emoción consiste en
una activación fisiológica preparatoria para la acción y sus mecanismos son meramente fisiológicos.
Otro aspecto frecuentemente señalado como relevante es el comportamental. Para Wickens y
Meyer (1961) la emoción es una forma de respuesta caracterizada por altos niveles de activación
psicológica, lo que a menudo llega a producir una desorganización de los patrones habituales de
conducta.
El estudio de la respuesta emocional del miedo llevó a Lang (1968) a formular la teoría de los tres
sistemas de respuesta: el verbal (aspectos cognitivos), el motor y el somático. Sostuvo la
independencia de estos sistemas, concibiendo que no se correlacionaban entre sí y que su control lo
ejercía el cerebro. A partir de esto se estudió el fenómeno de fraccionamiento de la respuesta o
discordancia entre los sistemas.
Las emociones comprenden una mezcla de surgimiento fisiológico, expresión exterior y experiencia
consciente.
Fisiología de la emoción. Surgimiento.
Cuando estamos emocionalmente excitados, nuestro cuerpo está físicamente excitado. Algunas
respuestas corporales quedan tan a la vista que las percibimos con toda facilidad. Ante una
emergencia, sin esfuerzo consciente, la respuesta del cuerpo al desafío que se presenta puede ser
maravillosamente coordinada y adaptada a las circunstancias; o sea, el cuerpo se prepara para la lucha
o para la huida. El SN simpático es el encargado de activar esas respuestas corporales. Una vez que
pasó la emergencia, los centros neurales parasimpáticos producen los efectos contrarios, con lo que el
cuerpo se calma.
Una excitación prolongada, desencadenada por una tensión sostenida, le exige demasiado al
cuerpo. El estar muy poco excitado puede perturbar el rendimiento, pero el estar sumamente excitado
puede redundar también en el fracaso. Esta tendencia a rendir mejor cuando la excitación es
moderada se llama Ley de Yerkes-Dodson. El nivel de excitación para un rendimiento óptimo varía
según la tarea a desempeñar. Para tareas fáciles el rendimiento mayor cuanto mayor sea la excitación,
pero cuando la tarea es más exigente, la excitación óptima es algo menor. El nivel normal de excitación
difiere de individuo a individuo.
Emociones específicas y estados fisiológicos acompañantes.
Al monitorear las respuestas fisiológicas (ritmo cardíaco y respiratorio, tasa de sudoración) algunas
emociones sería fácilmente discernibles. Pero resultarían mucho más difíciles de detectar las
diferencias fisiológicas que separan el miedo de la ira. La excitación física que acompaña a determinada
emoción puede parecerse mucho a la que acompaña a otras.
De todos modos, las diferentes emociones se sienten de forma distinta y difieren desde el punto de
vista cognoscitivo. Cada emoción tiene toda la traza de ser acompañada por diferentes pautas de
actividad cerebral. Distintas regiones del encéfalo toman a su cargo distintas emociones. Emociones
tan distintas como el miedo y la rabia comprenden una excitación general de tipo similar, por obra del
SN simpático. Pero, lo que va del miedo a la rabia que uno siente tiene todo el aspecto de ser
orquestado por la actividad de varias regiones encefálicas y varias hormonas.
El polígrafo mide variaciones entre las respuestas fisiológicas que acompañan la emoción como,
por ejemplo, cambios en la respiración, el pulso, la presión arterial y la sudoración. Se asume que
mentir crea tensión; entonces, cuando miente, hay excitación en el sujeto. La confianza en el polígrafo
depende de si la persona que se examina es incapaz de mentir sin sentirse angustiada o culpable. El
polígrafo no puede discriminar entre ansiedad, irritación y culpabilidad: todas aparecen como
“excitación”.
El miedo nos atormenta, nos quita el sueño; restringe y distrae nuestro pensamiento. Sin embargo,
las más de las veces el miedo constituye una respuesta adaptativa. El miedo prepara nuestro cuerpo
para escapar del peligro.
Por medio del aprendizaje, la corta lista de acontecimientos naturalmente dolorosos y
atemorizantes se puede multiplicar hasta configurar la enorme lista de todos los miedos humanos
posibles. Ciertas personas parecen ser más temerosas que otras. Esto se debe a la experiencia y a
nuestros genes.
La ira frecuentemente responde a malas acciones de amigos o conocidos. Al darle combustible
físico y verbal a ciertos actos que lamentaremos más tarde, la ira no es de buena adaptación. Sin
embargo, el cólera puede inducir a discutir el asunto con el ofensor, y así lograr aliviar la situación que,
si no, se habría agravado. Tales expresiones de cólera dan la sensación de ser mejor adaptadas que el
estallido hostil por sí mismo o que limitarse a guardarse el sentimiento iracundo. Esto presume que al
expresar la emoción se da una liberación emocional o catarsis. Pero en otros momentos, expresar
cólera puede generar más cólera. Es importante tener en cuenta que toda excitación emocional bajará
de intensidad si se espera el tiempo suficiente.
La felicidad es un estado que le da color a todo lo demás, al igual que la infelicidad. Los sucesos
demasiado positivos o trágicos tienen un efecto temporario, no modifican el humor de modo
permanente. En general, nuestro humor vuelve a lo normal con los altibajos que reflejen los sucesos
del día.
La felicidad es relativa, lo que se entiende por dos principios. El principio de adaptación postula que
la felicidad guarda relación con nuestra experiencia anterior. El fenómeno de adaptación-nivelación es
la tendencia que tenemos de juzgar diversos estímulos con relación a lo que, anteriormente, hemos
experimentado.
Por otra parte, el principio de privación relativa propone que la felicidad guarda relación con los
logros del prójimo. El concepto de privación relativa implica sentirse peor o en condición inferior a las
personas con las que nos comparamos.

2. Expresión de la emoción.
La respuesta emocional tiene diversas dimensiones: respuestas subjetivas, respuestas
conductuales, respuestas fisiológicas y respuestas expresivas. Con respecto a las últimas, la expresión
facial de la emoción desempeña un papel fundamental en la comunicación entre las personas.
Según Ekman (1982) existen unas emociones básicas universales que serían: la ira, la felicidad, la
tristeza, el asco, la sorpresa y el miedo. No existiría ningún tipo de dificultad en la identificación de las
emociones básicas aunque los observadores procedan de distintas culturas. El sistema de codificación
de la acción facial (FACS) permite hacer un registro exacto de la expresión facial. Facilita la distinción de
todos y cada uno de los movimientos faciales.
Aun si no podemos descifrar las emociones del prójimo por medio de su agitación corporal,
podemos leer su cuerpo, escuchar su voz y mirar su cara.
Comunicación preverbal.
Rosenthal y may informaron que ciertas personas son mejores detectoras de emoción que otras y
que, en general, las mujeres aventajan en esto a los hombres. Nos comunicamos mediante el silencioso
lenguaje del cuerpo. Una emoción puede ser expresada gracias a muchas posturas y gesticulaciones
distintas, y una postura dada puede expresar diversas emociones.
Los gestos infantiles parecen ser universales. Los músculos faciales hablan un lenguaje universal.
Darwin desarrolló la tesis de que nuestros gestos son un producto de la evolución y, por lo tanto,
innatos. Todos los humanos han de expresar forzosamente las emociones básicas mediante gestos
similares (felicidad, miedo, tristeza, sorpresa, aburrimiento, ira).
Ciertos músculos faciales son tan difíciles de controlar mediante la voluntad, que pueden delatar de
modo patente la emoción que la persona está tratando de disimular.
Efectos de la expresión fisiognómica.
No sólo las expresiones comunican emoción: la amplían. El manipular el movimiento es una moción
que despierta emoción (fruncir el ceño, sonreir). Aparentemente, nuestra cara feliz o triste le envía
señales a nuestro SNA. Si poner una expresión emocional dispara, por lo menos, algo del sentimiento
emocional, entonces imitar los gestos de los demás nos ayudaría a sentir que sienten ellos.

3. Teoría sobre la emoción de James-Lange.


Los trabajos de W. James (1884) y de C. Lange (1885), dieron lugar a lo que hoy se conoce como
teoría de James-Lange. Nuestra emoción sería la consecuencia de la percepción de nuestras reacciones
fisiológicas (estamos asustados porque temblamos, tristes porque lloramos). Esta percepción sería
interpretada por el cerebro como una experiencia emocional. La secuencia sería: situación o
acontecimiento – cambios viscerales – interpretación por el cerebro de los cambios como una
emoción.
La teoría de James-Lange ha sido de gran interés debido a la designación de las emociones como un
estado subjetivo y personal, y al hecho de dar origen a investigaciones acerca de la influencia del SNA
sobre la emoción. Pero también recibió objeciones, como: algunos cambios viscerales se producen con
mucha lentitud; no todas las reacciones fisiológicas van seguidas de experiencias emocionales; se
producen pocas alteraciones fisiológicas en comparación con la riqueza de la experiencia emocional.
Teoría homeostática de Cannon-Bard.
Cannon (1927) y Bard (1938) plantearon otras críticas a la teoría anterior. Pudo comprobarse que
emociones diferentes tienen las mismas reacciones fisiológicas. Además, las personas no siempre son
capaces de percibir los cambios internos y, sin embargo, tienen experiencias emocionales.
Cannon propone que tanto la alteración fisiológica como la emoción se producen simultáneamente
debido a los impulsos nerviosos procedentes del tálamo. Cuando ocurre un suceso susceptible de
producir emociones, éste es procesado por el tálamo. Hay una transmisión de la información a la
corteza cerebral y al SNA, los cuales producen reacciones subjetivas, conductuales y fisiológicas. El
modelo de Cannon-Bard propone la siguiente secuencia: situación o acontecimiento – activación del
tálamo – activación de cambios corporales y mensaje a la corteza en relación a la experiencia
emocional, simultáneamente.
Se trata de una teoría homeostática porque se considera que la función de la activación fisiológica
es la de mantener el equilibrio interno a través de la preparación para la acción en una situación de
emergencia. Se critica a Cannon el reduccionismo de la emoción a procesos fisiológicos.
Teoría bifactorial de Schachter y Singer.
Las teorías cognitivas de la emoción son aquellas que incluyen factores o aspectos cognitivos como
los desencadenantes de una respuesta emocional. Entre ellas podemos situar a la teoría bifactorial y la
de la interpretación cognitiva.
Los experimentos de Schachter y Singer (1962) marcaron el inicio de una nueva vía de investigación
que remarcaba la importancia de los procesos cognitivos en la génesis de la experiencia emocional.
Inyectaron a un grupo de sujetos epinefrina, que es una hormona que produce una activación
autonómica, para el estudio de ciertas hipótesis: el individuo describirá sus sentimientos en función de
los aspectos cognitivos disponibles en la situación, ya sea que no tenga una explicación para su estado
de activación fisiológica, o pueda dar explicación al mismo. Ante las mismas circunstancias, los
individuos reaccionan emocionalmente sólo cuando experimentan un estado de activación fisiológico.
Los participantes que conocían los efectos de la inyección no parecían estar ni demasiado
contentos ni demasiado tristes, mientras que los sujetos que estaban mal informados, al notar la
activación buscaron la explicación en el efecto de alguna emoción.
La teoría bifactorial propone que las emociones tienen su origen en la combinación de dos factores:
la excitación o activación fisiológica y la interpretación cognitiva de la situación (rótulo cognitivo).
Como consecuencia, la intensidad de la emoción depende de la intensidad de la activación fisiológica,
la cualidad de la emoción depende de la interpretación cognitiva de los estímulos ambientales, si no
hay excitación no habrá emoción, y si no hay una interpretación cognitiva tampoco habrá emoción.
Teoría de la interpretación cognitiva de Mandler.
Mandler (1979) considera que la teoría bifactorial plantea una serie de problemas: critica la
artificialidad con la que se obtiene un estado de activación fisiológica en los individuos y que la
interpretación cognitiva del estado emocional en función de los estímulos ambientales es una situación
de laboratorio.
Para este autor, la activación fisiológica, que es una reacción difusa para los individuos, supone un
requisito previo para que se dé una determinada reacción emocional. La activación (arousal)
proporciona el tono emocional necesario para un cognición y ésta, a su vez, proporciona la cualidad
(positiva o negativa) el estado emocional. Es decir que el suceso ambiental relevante inicia un estado
de activación, que provoca un análisis del significado de la situación. Especialmente se analiza la propia
conducta: de si ésta puede controlar la situación o no dependerá que la emoción sea positiva o
negativa.
Otras teorías sobre la emoción: Izard, Zajonc.
Existen otras teorías que consideran los procesos cognitivos pero sólo para rechazarlos, como la de
Izard y la de Zajonc. La teoría de la emoción propuesta por Izard (1971) es compleja y está basada en el
feed-back facial. Considera dos tipos de conexiones: la que se establece entre los impulsos cerebrales y
los músculos faciales hace que se generen ciertas expresiones faciales determinadas genéticamente; y
la segunda establece una información retroactiva con el cerebro sobre la tensión facial generada. La
información que mandan los músculos faciales al cerebro sería la que genera la experiencia emocional.
El sistema emocional es independiente de los procesos cognitivos, aunque se interrelacionan en
algunos niveles. En el nivel neurofisiológico, Izard considera que las emociones forman un sistema
independiente de los aspectos cognitivos. Sin embargo, el sistema límbico parece intervenir en las
interacciones posibles entre la emoción y la cognición.
En el nivel expresivo existe una fuerte interacción entre emoción y cognición, la cual implicaría la
posibilidad de generar o regular emociones subjetivas y la posibilidad de reducir la intensidad o
duración de la expresión innata de una emoción. Finalmente considera el nivel de la experiencia
subjetiva. La emoción es un proceso que influye en otro tipo de procesos de experiencia (percepción
selectiva, aprendizaje, recuerdo).
Zajonc (1980) defiende que la respuesta emocional (afectos y sentimientos) no necesita para su
génesis una actividad cognitiva previo, como postulan las teorías cognitivas. Algunas reacciones
emocionales no pasan por el pensamiento racional y deliberado. En estos casos el procesamiento
instantáneo de datos, necesario para evaluar un estímulo dado, exige tan poco trabajo mental que no
involucra la cognición.
Puede darse el caso de que las emociones y los procesos cognitivos se den conjuntamente pero no
necesariamente en el orden que indica la psicología cognitiva. Es decir, puede ocurrir que los afectos y
emociones precedan a las cogniciones. Ciertas emociones las sentimos antes de pensar.
Los afectos y las emociones son sistemas separados y parcialmente independientes de los procesos
cognitivos. Aun cuando las funciones encefálicas conforman un todo integrado, se pueden discriminar
los tractos neurales involucrados con la emoción de los que atienden a los procesos cognoscitivos. Lo
más probable es que los procesos emocionales interesen el hemisferio cerebral derecho.

4. Teoría de la emoción como oposición-procedimiento.


Mientras que la teoría de la adaptación-nivelación contribuye a explicar por qué, a la larga,
nuestros altibajos emocionales tienden a equilibrarse, Richard Solomon (1980) sostiene que toda
emoción desata la emoción opuesta, la que persiste después de haberse desvanecido la primera, lo
que llama teoría de oposición-procedimiento. Nuestras experiencias emocionales más intensas ocurren
inmediatamente después del acontecimiento. Una vez que ha sido activada la emoción oponente –
quizá para mantener la emoción inicial bajo control- experimentamos una disminución de la intensidad
de esa emoción inicial. Luego de su desaparición, la emoción oponente persiste y la experimentamos.
Las repeticiones del acontecimiento provocador de la emoción tienen poco efecto sobre la
emoción primaria, pero tienden a reforzar la emoción oponente. El resultado neto es que la
experiencia emocional primaria se aminora con las repeticiones mientras que la posreacción se
mantiene fuerte y hasta puede crecer.

5. Emoción y procesos cognitivos.


La emoción es un proceso complejo que fundamentalmente cumple la función de activación o
inhibición de otros procesos, tanto de carácter conductual como cognitivo. Hay muchos estudios que
se han interesado por la relación existente entre los estados emocionales y los procesos cognitivos,
entre ellos los que se interesan en:
* ¿Cómo los procesos cognitivos influyen tanto en la génesis como en el proceso de la respuesta
emocional? Se considera que el aspecto más relevante de la respuesta emocional son la expectativas
que tienen los individuos acerca de los eventos que les rodean, en especial, como los valoran o los
interpretan.
* ¿Cómo intervienen en ciertos procesos psicológicos determinadas emociones? Se supone que
ciertos estados emocionales alteran o distorsionan los procesos cognitivos.
Si nuestras emociones son siempre una reacción ante nuestros pensamientos, entonces, si
alteramos concientemente nuestras pautas de pensamiento, podríamos cambiar nuestras emociones.
Pero si nuestras emociones no tienen por qué surgir de nuestros pensamientos conscientes, entonces
los terapeutas tendrán que explorar, o condicionar, directamente, las respuestas emocionales de sus
pacientes.
Con relación a la memoria, las principales hipótesis acerca de cómo intervienen los procesos
emotivos en ella son:
a. Se aprende y se recuerda mejor el material aprendido cuando hay una congruencia con el
estado de ánimo del individuo y la naturaleza del material.
b. Se recupera mejor a partir de la memoria el material aprendido cuando el estado de ánimo
en el momento de aprendizaje coincide con el estado de ánimo en el momento del recuerdo.
Según Bower (1981), a cada una de las emociones le corresponde una unidad específica en la
memoria. Esta unidad, también denominada nodo, se une a través de proposiciones con hechos de la
vida del sujeto que activan esa emoción. Todos los nodos están unidos entre sí, de manera que forman
una red semántica a través de la cual se propaga la activación.

6. Emoción, estrés y enfermedades.


Los experimentos acerca de las emociones de Cannon lo ubican como uno de los iniciadores de la
medicina psicosomática. Estudió los efectos del temor y la ira en los animales de laboratorio. Para
Cannon la emoción supone un aumento de vigilancia y de preparación para la acción. Introdujo el
término estrés para referirse a la reacción fisiológica que provoca la percepción de situaciones
aversivas o amenazantes. El estrés implica una sobrecarga de los sistemas que se alterarán si se ejerce
sobre ellos tensión suficiente. Agente universal de producción de estrés es cualquier amenaza a la
integridad física del cuerpo proveniente del ambiente. Los animales reaccionaban a las situaciones
urgentes con cambios adaptativos de la fisiología que los preparaban para luchar o huir. El mecanismo
consistía en la disminución de las actividades anabólicas y la activación de las catabólicas.
Selye (1974) postuló que el organismo entero reaccionaba al estrés. Podrían desencadenarse
reacciones al estrés en situaciones inapropiadas si el organismo se había acostumbrado a reaccionar de
esta manera. Lo que este autor llama “síndrome general de adaptación” es una reacción fisiológica que
consiste en tres fases: reacción de alarma, a lo que sigue una etapa de adaptación, y por último una
etapa de agotamiento, porque no se restituyen los recursos para la excitación con tanta rapidez como
se consumen. El paso por estas fases requiere ajustes en el cerebro, el sistema nervioso vegetativo y el
sistema endocrino.
Wolf y colaboradores (1950) percibieron las enfermedades producidas por estrés como reacciones
protectoras contra la situación amenazadora y creían que el sistema orgánico afectado por esta sobre-
presión desempeñaba una función específica y simbólica en la reacción global.
En la década del 40 se buscaron perfiles de personalidad que provocarían enfermedades
específicas. En contraste, Alexander creía que las enfermedades psicosomáticas se originaban en
“neurosis visceral”. Los cambios psicológicos acompañaban a los conflictos emocionales no resueltos y
producían, por último, alteraciones patológicas del sistema orgánico. Por otro lado, Mirsky sostenía
que el desarrollo de la personalidad sería resultado de acontecimientos fisiológicos y no todo lo
contrario. Hacia 1973 se propuso que cada elemento del sistema humano (personalidad, constitución
genética) tenía conexiones reverberantes múltiples a través del sistema.
Engel sostuvo que la pérdida de una persona importante podía llevar a un estado de renuncia y
desamparo que predisponía a la persona al desarrollo de la enfermedad. Esta posición recibió apoyo de
experimentos con animales y estudios epidemiológicos. Los cambios de la vida pueden fomentar el
desarrollo de enfermedad, pero de manera inespecífica.
Engel desarrolló en 1977 el modelo biopsicosocial de enfermedad, que reconoce que todas las
enfermedades tienen componentes biológicos, psicológicos y sociales. Si bien las siete enfermedades
psicosomáticas clásicas son: úlcera péptica, asma bronquial, artritis reumatoide, colitis ulcerosa,
hipertensión esencial, tirotoxicosis y neurodermatitis; hoy en día se emplea el enfoque biopsicosocial
para todas las enfermedades.
Diferencias entre y consecuencias del estrés agudo y del estrés crónico.
Las reacciones emocionales de las personas a los estímulos aversivos pueden perjudicar su salud.
La respuesta de estrés es útil como reacción a corto plazo ante estímulos amenazantes pero, a largo
plazo, resulta perjudicial. Esta respuesta incluye un aumento de la actividad de la división simpática del
SN neurovegetativo y un incremento de la secreción de hormonas de la glándula suprarrenal:
adrenalina, noradrenalina y glucocorticoides. La corticoliberina (CRH), que estimula la secreción de
adenocorticotropina (ACTH) por parte del lóbulo anterior de la hipófisis, también se segrega en el
encéfalo, donde induce algunas de las respuestas emocionales ante las situaciones estresantes.
Aunque los niveles altos de adrenalina y noradrenalina pueden elevar la presión arterial, la mayor
parte de los efectos nocivos para la salud provienen de los glucocorticoides. El estrés crónico implica la
exposición prolongada a niveles altos de estas hormonas, y puede aumentar la tensión arterial, dañar
el tejido muscular, desembocar en infertilidad, frenar el crecimiento, inhibir la respuesta inflamatoria y
deprimir la actividad del sistema inmunitario. También puede provocar lesiones en el hipocampo.
El estrés agudo puede asimismo alterar la función hipocampal (disminuyendo la capacidad para
aprender). Al menos algunos de estos efectos implican a la amígdala: las lesiones de dicha estructura
reducen las consecuencias del estrés a corto plazo. La exposición prenatal a niveles excesivos de
glucocorticoides (debido a estrés materno) produce cambios en el desarrollo que parecen predisponer
a los animales a reaccionar más intensamente en situaciones estresantes.
Con respecto a las enfermedades cardiovasculares, uno de sus factores de riesgo, la hipertensión,
se relaciona con el grado de reactividad emocional de cada persona ante posibles factores estresantes.
Este sería un factor predisponente relacionado con el estrés crónico. Por su parte, el estrés agudo
puede agravar una enfermedad cardiovascular, por originar estrechamiento de las arterias coronarias,
arritmias, formación de coágulos y aumento de la viscosidad de la sangre.
La exposición a un estrés extremo también puede tener efectos duraderos; puede provocar que se
manifiesten trastornos por estrés postraumático (TPET). Este trastorno, al que parecen ser más
proclives las mujeres que los hombres, se asocia con déficits de memoria, problemas de salud y una
disminución del tamaño del hipocampo. Los estudios realizados con gemelos indican que existe un
componente hereditario en la vulnerabilidad al TEPT. En estudios de neuroimagen funcional se ha
observado un aumento de actividad en la corteza prefrontal y la amígdala cuando los pacientes
piensan en las situaciones que provocaron su trastorno. Las personas con TEPT tienen por lo general
una disminución de la respuesta al cortisol ante una experiencia traumática; sin embargo, segregan
grandes cantidades de CRH. Esta pauta de secreción sugiere que los receptores para los
glucocorticoides del hipotálamo y el lóbulo anterior de la hipófisis, que inhiben la secreción de ACTH,
se han hipersensibilizado.
Reacción psicológica al estrés
Los acontecimientos vitales productores de estrés son aquellos sucesos graves para la persona, que
requieren cierta forma de conducta de defensa o adaptativa. Todos afrontamos acontecimientos
productores de tensión y ciertos conflictos o preocupaciones parecen presentarse de forma universal
después de los mismos. Estas preocupaciones pueden ser el miedo a la repetición, la vergüenza por el
desamparo o la sensación de vacío, la ira contra el origen (lo que se supone la causa del
acontecimiento), la culpabilidad o vergüenza por los impulsos agresivos, el miedo a la agresividad, el
remordimiento de sobreviviente, el temor a la identificación o a la incorporación con las víctimas, y la
tristeza en relación con la pérdida.
De todas maneras, interpretamos y reaccionamos a los acontecimientos productores de estrés de
maneras peculiares. Puesto que las consecuencias nocivas de muchos tipos de estrés derivan de cómo
respondemos a éste, las diferencias individuales en variables de personalidad pueden alterar los
efectos de las situaciones estresantes. Las investigaciones con gemelos señalan que la herencia es uno
de los factores que determinan la reacción de un individuo ante el estrés.
Otra variable importante es la capacidad de dar una respuesta de afrontamiento; ser capaz de
hacerlo reduce considerablemente los efectos aversivos de las situaciones estresantes. La ejecución de
una respuesta de afrontamiento reduce el impacto negativo del estrés sobre el hipocampo.
El afrontamiento es una de las fases de la reacción psicológica al estrés. El patrón ordinario es una
reacción inicial de protesta a la que siguen negación, luego intrusión, en seguida afrontamiento y, por
último, finalización. Las reacciones excesivamente prolongadas, bloqueadas o no alcanzadas pueden
ser patológicas. La protesta es la reacción emocional casi refleja al impacto súbito de la nueva
información inesperada. La negación es la fase en la que hay cierta combinación de embotamiento
emocional (debilidad, ausencia temporal de la reacción a estímulos de intensidad normal), evitación
ideacional (no tener una cadena de pensamientos implicada directamente por el acontecimiento) y
constricción de la conducta (grupo de actividades más estrecho que lo habitual).
Se llama intrusión al período en que sobrevienen las ideas y los tormentos espontáneos, y las
reconstrucciones conductuales directas o simbólicas del acontecimiento productor de estrés
(pesadillas, imágenes espontáneas, sobresalto ante los recuerdos).
Después de las amenazas vitales graves se incrementa la excitación emocional, y el individuo puede
sentirse desorganizado o fuera de control. Para evitar los estados excesivamente dolorosos o de
desamparo de la mente, entran en acción diversos procesos autorreguladores. Los mecanismos de
afrontamiento pueden ser conscientes o inconscientes. El mecanismo ideal de afrontamiento consiste
en resolver el problema, pero la finalidad operacional es a menudo conservar el sentido de equilibrio
sin verse inundado por niveles no deseados de emocionalidad (intento de evitar el dolor físico o
emocional). Las principales estrategias de afrontamiento son: cambio del enfoque mental, alteración
de las modalidades del pensamiento, papeles cambiantes, y búsqueda de información nueva o
adicional.
El término afrontamiento sugiere que el sujeto está reaccionando tan adaptativamente como
puede a una situación difícil. El término defensa puede sugerir un tipo maladaptativo de reacción. Se
llama defensa al proceso al que se recurre para reaccionar a una situación peligrosa o amenazadora,
para evitar la ansiedad. Cuando las defensas no bastan, pueden sobrevenir síntomas. La defensa suele
ocurrir a un nivel inconsciente de procesamiento de la información. Los mecanismos comunes de
defensa son: negación, represión y supresión, desplazamiento, formación de reacción, proyección,
regresión, vuelta contra uno mismo, aislamiento, anulación, racionalización, sublimación, y
representación.
Psiconeuroinmunología
La psiconeuroinmunología es un campo de investigación que busca aclarar los efectos de la tensión
psicológica sobre la función inmunológica, investigando las interacciones entre la conducta y el sistema
inmunitario, mediadas por el sistema nervioso. Los sujetos sometidos a estrés, en particular los
incapaces de afrontarlo bien, pueden estar en mayor peligro de infección y cambios malignos en sus
células.
Se ha comprobado que una serie de situaciones estresantes aumentan la vulnerabilidad de las
personas frente a las enfermedades infecciosas. El principal mecanismo por el que el estrés altera la
función inmunitaria es el aumento de glucocorticoides en sangre. Además, las aferencias neuronales a
la médula ósea, los ganglios linfáticos y la glándula timo podrían asimismo intervenir; y parece ser que
los opioides endógenos suprimen la actividad de los linfocitos citolíticos naturales.

7. Concepto de motivación.
Motivar es dar energía a la conducta (moverla) y dirigirla hacia una meta. Motivación significa
agitación del espíritu y sacudida. La motivación es un concepto hipotético que inferimos de conductas
como la desesperación por conseguir comida, el anhelo de intimidad sexual y el ansia de llegar (logro).
A diferencia del hambre y de lo sexual, el ansia de logro es un motivo que no parece disminuir una vez
satisfecho: cuanto más logramos, más necesitamos lograr.
Las necesidades son carencias del organismo producto de ciertos estados de privación (activación
fisiológica). En cambio, los motivos son aspectos de carácter ambiental o cognitivo que dirigen la
conducta de los organismos (activación psicológica). Según Pinillos (1975), la motivación consta de
componentes energéticos (intensidad, activación), componentes direccionales (regulación,
orientación) y componentes mixtos.
A principios del siglo XX y por influencia de la teoría de la evolución de Darwin, se definió la
conducta motivada en función de los instintos. El principal representante de las teorías del instinto fue
McDougall (1908). Postuló que la conducta humana siempre podía definirse en función de un instinto,
ya que de alguna manera, éstos moldeaban lo que las personas hacían o sentían. La teoría del instinto
llevó a clasificaciones de la conducta humana en función de un número excesivamente elevado de
conductas instintivas, lo que condujo al abandono del instinto como concepto explicativo.
Cuando se derrumbó la teoría de los instintos, fue reemplazada por la idea de que una necesidad
biológica crea un estado de despertar que conduce al organismo a satisfacer esa necesidad. Ese estado
de despertar o activación recibe el nombre de pulsión o impulso. Esta teoría se basa en el concepto de
homeostasis, concibiendo que las conductas tienden a la restitución del equilibrio biológico. Hay dos
formas de entender el impulso: como estímulo interno local y específico; y como estructura central,
que sería una fuerza que empuja al organismo como un todo a la realización de una conducta.
Hull, psicólogo neoconductista, formuló tres teorías diferentes sobre la motivación. La teoría
asociativa explica la propositividad de la conducta por la existencia de una cadena de estímulos y
respuestas; la última de las caules sería la consumatoria. Esta teoría no contiene realmente aspectos
motivacionales, ya que explica la respuesta de meta por los principios asociativos del condicionamiento
clásico.
La teoría de la reducción del impulso se tiene en cuenta el hábito o aprendizaje y el impulso como
definitorios del potencial de acción. Los impulsos originados por una necesidad son los que dirigen a
los organismos a la acción. Finalmente, la teoría del incentivo se basa en experimentos en los que el
rendimiento en una tarea mejoraba con el incentivo.
El incentivo es toda cosa que se percibe como factor positivo o negativo, capaz de motivar una
conducta. En la actualidad, prácticamente todas las teorías de la motivación dan mayor relevancia al
papel de la estimulación externa, es decir, de los incentivos. Las funciones principales del incentivo son,
de acuerdo con Cofer, inducir a estados de excitación, y fortalecer la conducta anterior a la ocurrencia
del hecho externo.
Las teorías cognitivas destacan el papel motivacional de los pensamientos y expectativas en el
comportamiento humano, destacando el carácter social de los motivos humanos. La teoría de la
disonancia cognitiva supone que hay una tendencia en las personas a compararse con las demás, a
partir de la cual pueden originarse conflictos o disonancias entre sus creencias y los resultados de la
comparación. Estas disonancias generan estados de ansiedad. La motivación vendría definida por la
tendencia a la reducción de la ansiedad.
Para Atkinson (1964), la intensidad de una tendencia a la acción está determinada por procesos
cognitivos; en concreto, por las expectativas y las valoraciones que de ella se hagan. Se tiene en cuenta
el motivo, las expectativas de éxito y el valor del incentivo. Finalmente, las teorías de la atribución
postulan que el resultado de una acción viene definido por factores personales y ambientales.
Dependen de la atribución que el sujeto haga de la acción en términos de éxito o fracaso.
Motivación y aprendizaje
Existen motivos primarios y secundarios. Motivos primarios son aquellos que tienden a satisfacer
las necesidades biológicas; son innatos y de naturaleza fisiológica. Los motivos secundarios suelen
referirse a aquellos motivos de naturaleza social y son aprendidos. Los últimos se establecen por su
relación con los motivos primarios, de los que en parte dependen. Los motivos adquiridos más
importantes en los seres humanos son: la frustración, la agresión y el miedo.
La frustración es considerada como consecuencia de la interrupción de una conducta que se está
ejecutando, de la retirada del esfuerzo que se había dado a dicha conducta. La agresión sería el efecto
directo de la frustración, aunque también se la concibe como causada por factores ambientales y por
disposiciones personales. El miedo depende de la intensidad de los estímulos nocivos y de la forma
peculiar de reacción de los individuos.
Motivación y rendimiento
La ley de Yerkes-Dodson establece que la relación entre la motivación y el rendimiento en una
tarea se relacionan en forma de U invertida. La motivación hace que el rendimiento sea mejor, pero si
la motivación es excesiva, el rendimiento cae. El mayor nivel de aprendizaje en tareas difíciles ocurre
con un grado de motivación medio, mientras que en tareas fáciles la mayor motivación determina un
mejor rendimiento.

Relación con emoción.


Las teorías de la emoción que defienden que el origen de las emociones está relacionado con un
cierto nivel de activación general consideran que tanto la emoción como la motivación constituyen un
único proceso.
Según Duffy (1941), la conducta de los individuos viene determinada por su nivel motivacional. En
toda conducta hay que destacar dos aspectos, el de la dirección y el de la intensidad. El primero de
estos aspectos estaría definido por cualquier tendencia, aproximación a un objeto, o bien, por el
rechazo del mismo. El segundo vendría determinado por la activación del organismo. Cualquier
conducta activada debe considerarse una conducta motivada. En este modelo conductual, la emoción
sería un extremo del grado de motivación. Lo único que podrían expresar las emociones sería el grado
en el que se manifiesta el nivel de activación motivacional.
Las teorías cognitivas consideran que la conducta de las personas se rige por las interpretaciones
que éstas hacen de determinados hechos, de las expectativas y planes, etc. Los estados motivacionales
son relevantes en la determinación de los motivos que rigen la conducta humana.
En la actualidad, generalmente no se considera que las necesidades o motivos fisiológicos sean
estados emocionales. Por el contrario, se concibe la emoción como un constructo que comprende
diversas manifestaciones cognitivas, motoras y fisiológicas, mientras que la motivación se refiere
principalmente a las causas de la conducta.
II: INTELIGENCIA HUMANA Y ARTIFICIAL

1. Inteligencia. Concepciones clásicas y actuales. Inteligencia Humana. Las “nuevas inteligencias”.


Consideraciones acerca de su validez científica.
La inteligencia no es un “objeto”, sino un concepto que hemos inventado para explicar por qué
algunas personas se desempeñan en forma más efectivas que otras, especialmente en tareas
cognoscitivas. La mayoría de los especialistas considera la inteligencia como la capacidad de la persona
para desarrollar conductas adaptativas en pos de una meta.
La inteligencia es la capacidad agregada o global del individuo para actuar con propósito, para
pensar racionalmente y para habérselas de manera efectiva con su medio ambiente. La inteligencia
general es una continuidad no interrumpida, en la que un nivel de inteligencia se funde con el
siguiente. Los psicólogos han intentado clasificar la inteligencia por medio de mediciones cuantitativas.
No obstante, los instrumentos y los valores con que se mide la inteligencia están orientados según
criterios relativos al contexto cultural, social y económico en que se construyan, por lo que los
resultados presentarán diferencias en los diversos grupos de estudio.
El deterioro mental es la caída significativa o pérdida de las habilidades intelectuales. Se considera
que una persona da evidencia de deterioro mental cuando ya no resulta capaz de llevar adelante sus
tareas mentales con la velocidad, exactitud o eficiencia previamente características de su nivel de
funcionamiento.
La inteligencia se halla compuesta de habilidades cualitativamente diferenciables. Por la medición
de estas habilidades, en última instancia, evaluamos la inteligencia. Los productos finales de la
conducta inteligente no son solamente una función del número de habilidades o su cualidad, sino
también de la manera en la cual se encuentran combinados, es decir, su configuración.
Las cosas que nos permite hacer la inteligencia general se denominan productos mentales. Las
habilidades son meramente estos productos mentales diferenciados en clases o tipos de operación. Los
psicólogos más antiguos se hallaban inclinados a usar un número relativamente pequeño de tales
clases, basados primariamente en el tipo de proceso mental supuestamente involucrado. Más
recientemente los psicólogos han comenzado a dar importancia no solamente al proceso, sino también
al contenido.
Carl Spearman propuso que todas las habilidades intelectuales podían expresarse como funciones
de dos factores, por un lado un factor general o intelectual común a todas las habilidades, y por otro
un factor específico a cualquier habilidad particular, y diferente a los otros. A éstos Alexander añadió
factores amplios que resultan recurrentes en un significativo número de habilidades, los cuales forman
subgrupos. Ha denominado unidades funcionales a las habilidades involucradas en los tests que
muestran tal similitud de función. El procedimiento estadístico denominado análisis factorial permite a
los investigadores identificar qué grupos de ítem, en un test, parecen apuntar a una capacidad común.
También se debe tener en cuenta la presencia de factores no intelectivos en toda medición de la
inteligencia, los cuales tienen relación con factores de temperamento y personalidad (interés,
persistencia, deseo de éxito).
Por otra parte, Howard Gardner (1983) sostuvo que no tenemos una inteligencia, sino inteligencias
múltiples, cada una independiente de las demás. Identificó inteligencias verbales, matemáticas,
musicales, visuales, motrices, intrapersonal, interpersonal.
Por su parte, Piaget planteó el modo evolutivo de acercamiento al estudio de la inteligencia.
Propuso que la inteligencia humana va pasando a través de una serie de etapas: período sensomotor,
simbólico, operaciones concretas y operaciones abstractas.
Un enfoque totalmente diferente para identificar los componentes de la inteligencia es el del
procesamiento de la información. Se investiga si las diferencias en el desempeño individual de una
persona a otra, sometidas a tests de inteligencia, se pueden atribuir a las diferencias en sus
capacidades fundamentales para procesar información sensorial, aprender, memorizar y resolver
problemas. Stemberg descubrió que quienes gozan de un alto índice de inteligencia, dan, sí, una
respuesta brillante, pero sólo después de haberse tomado el tiempo suficiente para reflexionar y
comprender el problema.
Con respecto a la evaluación de la inteligencia, Sir Francis Galton se dedicó a medir y clasificar a las
personas. Razonó que si se podían medir los rasgos humanos, podrían utilizarse tales mediciones para
criar de modo selectivo seres dotados de rasgos superiores; fundando de esta manera el eugenismo.
Trató de medir la capacidad mental innata. Sostuvo la idea de que podía determinarse la inteligencia
midiendo el tamaño de la cabeza. De todas maneras, Galton fracasó en sus intentos para inventar
mediciones simples de capacidad mental general.
Alfred Binet elaboró un test objetivo, destinado a identificar aquellos niños con probabilidad de
tener dificultades escolares. Consideraba que los niños “lerdos” estaban meramente retrasados en sus
desarrollos. Partió del supuesto de que la inteligencia es una capacidad general que se revela de varias
formas.
El término edad mental fue acuñado por Binet, como una manera de definir diferentes grados o
niveles de inteligencia. Se suponía que la habilidad intelectual podía ser medida y aumentaba
progresivamente con la edad. La técnica de anotar tests en términos de unidades de edad se conoce
como el método de la edad mental, y las anotaciones obtenidas por este método como edades
mentales (E. M.).
Las normas de edad desarrolladas en París no compatibilizaban con las de los escolares de
California, de modo que Lewis Terman, profesor de la universidad de Stanford, revisó el test
construyendo el test Stanford-Binet. El mismo dio origen al famoso test de coeficiente de intelingencia
o C. I. Para calcular el cociente de inteligencia (C. I.) se tomar la edad mental del sujeto y dividirla por
su edad cronológica. Si bien la fórmula original del C. I. funcionaba bastante bien con niños, no era
apropiada para adultos. Los tests actuales tienen como resultado un puntaje de C. I. basado en el
desempeño que muestra el examinado con respecto al desempeño promedio registrado por otros de
la misma edad.
Con el tiempo, la mayoría de los autores de tests terminaron entendiendo que los puntajes de los
tests podían reflejar no sólo las capacidades mentales innatas de la gente, sino también su educación,
cuán familiarizada estaba con la cultura representada en el test, etc.
Uno de los enfoques de la inteligencia destaca la importancia del medio. La conducta, que es
adaptativa, varía de persona a persona y de una situación a otra. La inteligencia suele ser definida
dentro del contexto cultural. Otros consideran que la inteligencia engloba capacidades cognoscitivas
que ayudan a la persona a resolver problemas en forma efectiva y a alcanzar aquellas metas
propuestas racionalmente, sea cual fuere el contexto cultural.

2. Modelos computacionales y de procesamiento paralelo.


El ordenador, como la mente, es un sistema que lee, escribe y realiza cálculos con símbolos físicos
que tiene representados en su memoria interna. Es una máquina capaz de interpretar símbolos,
manipularlos para realizar cálculos con ellos, almacenar estos cálculos en su memoria, y producir,
finalmente, un resultado que se considera inteligente.
La analogía entre la mente y el ordenador es de tipo funcional, no de tipo físico. La construcción de
modelos de ordenador ha sido un procedimiento bastante utilizado por la psicología actual para
formular y poner a prueba teorías sobre cómo funciona la mente humana, en general, y la memoria
como proceso psicológico, en particular.
Modelos computacionales
Dentro de los modelos simbólicos o computacionales, John Anderson (1983) concibió el ACT, un
modelo psicológico comprensivo que considera los distintos sistemas de memoria como los
componentes más destacados de la mente humana.
El instrumento computacional básico es el sistema de producción, un tipo de arquitectura
computacional dirigida por los datos. La idea básica es que el conocimiento está representado en la
memoria a largo plazo en forma de reglas condición-acción. Cada una de estas reglas es una
producción, que muestra específicamente cuáles son las condiciones para que se produzca la acción;
por ejemplo, “siempre que se satisfaga la condición, se producirá la acción”.
Los elementos de un sistema de producción son: unas reglas de producción, una memoria de
trabajo, y un proceso de reconocimiento de acción. Su carácter es modular y no necesita un ejecutivo
que diga al sistema cuándo debe actuar.
El ACT está formado por tres tipos de memoria diferentes. La memoria declarativa almacena el
conocimiento a través de tres tipos diferentes de representaciones, que están relacionados entre sí
formando una red declarativa:
* Las series temporales, que se encargan de registrar información de forma secuencial.
* Las proposiciones, representaciones verbales o lingüísticas, a través de las cuales se almacena
información semántica con la que se forman las palabras y las oraciones del lenguaje (códigos
abstractos).
* Las imágenes, que son recreaciones mentales que coinciden bastante con la percepción (códigos
análogos).
La memoria de trabajo corresponde a aquellos elementos de la memoria declarativa que
permanecen activos en un momento dado.
La parte más importante del sistema es la memoria procedimental, que contiene las reglas de
producción que son los que hacen actuar al sistema. Los contenidos de la memoria de trabajo se
comparan con las condiciones de las reglas de producción almacenadas en la memoria y se aplican
primero aquellas que más coinciden.
La principal ventaja de los sistemas de producción como modelos de memoria procedimental a
largo plazo es que se trata de sistemas modulares que pueden trabajar por partes. Esto permite añadir
nuevas reglas que completen el funcionamiento del sistema sin que se presenten problemas en las
demás partes del mismo. El principal problema de la teoría de Anderson es su dificultad para ponerla a
prueba.
Los modelos simbólicos o computacionales están basados en reglas que funcionan serialmente,
procesando representaciones mentales de una en una. El conocimiento se representa localmente; cada
producción está localizada en una parte de la memoria de producción.
Modelos de procesamiento paralelo distribuido
Estos modelos, también conocidos como conexionistas o “redes neuronales”, se parecen más a la
arquitectura funcional del cerebro humano. Están constituidos por múltiples unidades simples que
actúan en paralelo en lugar de hacerlo de manera serial como los ordenadores. Pueden existir
representaciones localizadas, pero además existen representaciones distribuidas en un gran número
de elementos o unidades simples. La codificación de la información es redundante. Por eso, el
deterioro de un sistema distribuido no produce un colapso total de la actuación, sino sólo un descenso
de su nivel de eficiencia.
Las redes conexionistas funcionan sin necesidad de que exista ningún programa almacenado en su
memoria que sea el que dirija la forma en que se deben manipular los símbolos. El funcionamiento de
la red viene determinado por la fuerza de las conexiones entre estas unidades simples que la forman.
Cuando se activa un atributo contenido en la memoria, esta activación se extiende a todas las unidades
de la red que contienen ese atributo. Aquellos elementos de la red que no comparten dicho atributo
son inhibidos.
Conceptos y Categorías.
Uno de los recursos más destacados de la mente humana es su capacidad para organizar la gran
cantidad de conocimientos que posee en conceptos y categorías. Para los psicólogos, los conceptos son
representaciones mentales que poseen propiedades semánticas. El concepto es algo más abstracto
que la palabra con la que se expresa. Todos los ejemplares de un concepto forman la categoría.
Una de las principales funciones de los conceptos es permitir que la persona que los posee pueda
realizar inferencias desde una edad muy temprana. Si sabemos que un elemento forma parte de un
concepto, inmediatamente le atribuimos todas las propiedades de ese concepto.
Las teorías clásicas de los conceptos entendían éstos como series de atributos. Cada atributo de un
concepto es necesario para que un ejemplar pueda atribuirse a una determinada categoría. Todos los
ejemplares son igual de representativos de la categoría. Las categorías tienen límites precisos.
Bruner y colaboradores en los años cincuenta utilizaron en sus estudios conceptos artificiales bien
definidos con el fin de averiguar las estrategias que ponen en marcha las personas para adquirir una
serie de conceptos definidos por el experimentador. A partir de los años sesenta este tipo de estudios
recibió muchas críticas, sobre todo por estudiar objetos artificiales carentes de validez en el mundo
real.
En los años setenta, Eleonor Rosch y sus colaboradores estudiaron los conceptos naturales.
Encontraron que en las categorías naturales existen ciertos ejemplares llamados prototipos que
poseen un mayor número de propiedades o atributos de la categoría, siendo el ejemplar más
representativo de la misma. Las categorías carecen de límites precisos y no se encuentran
representadas en la mente como una serie de atributos necesarios y suficientes.
Las categorías están organizadas jerárquicamente en categorías supraordinadas, de nivel básico y
subordinadas. Las categorías de nivel básico son las más importantes porque reflejan la estructura
correlacional del mundo.
Estudios posteriores han demostrado que incluso categorías bien definidas presentan límites
borrosos y poseen ejemplares que resultan más representativos que otros. Sin embargo, los
observadores admiten que su pertenencia a la categoría no es cuestión de grado. Estos resultados han
llevado a proponer que existen dos tipos de representaciones de los conceptos: una borrosa, sin límites
precisos, que se utilizaría para realizar una clasificación rápida y poco precisa; y otra conceptual, que
sería la propia del especialista cuando se expresa con rigor.
Barsalou ha demostrado que existen categorías “ad hoc”, construidas en un momento dado para
un fin concreto. Los miembros de este tipo de categorías apenas tienen atributos en común. Estos
estudios han puesto de manifiesto la flexibilidad humana para formar categorías, la cual está
relacionada con la creatividad humana.

3. Inteligencia artificial. Concepciones. Comparación con las capacidades cognitivas de los seres
vivos.
Una idea básica admitida desde el nacimiento de la psicología cognitiva ha sido considerar que la
mente humana, al igual que el ordenador, codifica información del medio, la retiene, la transforma y
produce una acción o un resultado. Mentes y ordenadores se consideran equivalentes desde el punto
de vista funcional porque son sistemas que funcionan porque son sistemas que funcionan utilizando
símbolos.
La inteligencia artificial (IA) con la psicología cognitiva y otras ciencias forma parte de la ciencia
cognitiva. La IA intenta hacer pensar a los ordenadores computando símbolos. Lo importante es
encontrar los algoritmos (procedimientos adecuados) que resulten efectivos para realizar tareas
inteligentes con rapidez y eficacia. La mente humana razona generalmente utilizando procedimientos
rápidos y eficaces, pero en ocasiones pueden producir errores.
La capacidad de la mente humana para procesar en paralelo una gran cantidad de información,
unido al gran número de habilidades que posee y al pensamiento creativo, no ha podido ser superada
todavía por ningún ordenador. Los intereses de la simulación están más cercanos a los de la psicología
mientras que los de la IA lo están a la ingeniería.
Existe una “versión débil” de la IA, según la cual el diseño de programas inteligentes no es más que
un medio para poner a prueba teorías sobre el modo en que los seres humanos pueden cumplir
operaciones cognitivas. Por otra parte, la “versión fuerte” sostiene que una computadora programada
de manera apropiada es realmente una mente, en el sentido de que si se le introduce el programa
correcto, puede decirse que la computadora literalmente comprende y tiene otros estados cognitivos.
Una controversia al interior de la IA se da entre los generalistas, que creen en programas globales
que puedan aplicarse a la mayoría de las variantes de un problema, y los expertos, que depositan su fe
en programas que contienen conocimientos mucho más detallados acerca de un dominio específico,
pero que en cambio tienen aplicabilidad más restringida.
Uno de los antecedentes de la IA es el intento de George Boole de discernir las leyes básicas del
pensamiento y cimentarlas sobre los principios de la lógica. Pretendía construir un álgebra mental que
llevara a cabo el razonamiento en términos abstractos, en base a un sistema de dos valores: 1 (todo,
verdadero) y 0 (nada, falso). A partir de esto, Whitehead y Russel demostraron que la matemática
tiene sus raíces en las leyes básicas de la lógica.
En 1936, Allan Turing expuso su idea de que cualquier tarea de cómputo enunciada explícitamente
era realizable por una máquina, siempre y cuando ésta poseyera un conjunto finito apropiado de
instrucciones. En la prueba de Turing, se supone un juez situado en una habitación, y una máquina y un
ser humano en otras. El juez debe descubrir cuál es el ser humano y cuál es la máquina, estándoles a
los dos permitidos mentir al contestar por escrito las preguntas que el juez les hiciera. La tesis de
Turing es que si ambos jugadores eran suficientemente hábiles, el juez no podría distinguir quién era el
ser humano y quién la máquina. 
Simon fue un pionero en la utilización de los ordenadores para simular la forma de razonar y de
solucionar problemas de la mente humana. Su trabajo fue muy importante porque programó el
ordenador utilizando heurísticos en lugar de algoritmos. Cuando el ordenador tenía que tomar una
decisión, en vez de explorar todas las posibilidades, usaba ciertas reglas (heurísticos) que acotaban el
cálculo. Desde entonces, los psicólogos han utilizado los ordenadores para escribir programas que
simulen los procesos psicológicos.
El primer programa que formularon Simon y Newell fue el Teórico Lógico, que contiene las reglas
básicas de operación: una lista de axiomas y de teoremas ya demostrados; se le introduce entonces
una nueva expresión lógica y se le da la consigna de descubrir cuál es su demostración. El programa
recorre todas las operaciones de que es capaz, y si halla dicha demostración la imprime; en caso
contrario, declara que no puede resolver el problema. Al compararla con el proceder de los humanos,
se consideraba que tenían elementos básicos similares, por ejemplo aparentes introvisiones.
Se habían efectuado dos pruebas decisivas: las computadoras podían llevar a cabo conductas que
se considerarían inteligentes; y los pasos que recorrían los programas en el curso de su demostración
de los teoremas guardaban una semejanza con los que seguían los seres humanos para resolver
problemas en general.
Pero el proyecto más ambicioso de Newell y Simon fue el Resolvedor General de Problemas (RGP),
que empleaba como método principal el análisis de medios y fines. Fue el primer programa que simuló
toda una gama de comportamientos simbólicos humanos. De acuerdo con Simon y Newell, la
computadora es un sistema simbólico material semejante al cerebro humano y exhibe muchas de las
propiedades del ser humano, cuyo comportamiento se pretendía simular programándola.
John McCarthy creó el LISP (list processing), el lenguaje de computadora más difundido en el
campo de la inteligencia artificial. Tanto los programas como los datos se estructuran a manera de
listas. El poder del LISP deriva de que es un lenguaje de programación recursivo, es jerárquico y puede
describírselo (y funcionar) en diversos niveles de detalle. Es muy flexible: puede trasladarse entre
niveles incluidos uno dentro de otro, puede remitir a sí mismo y operar sobre sí. McCarhty sostenía un
enfoque formal riguroso, en el cual los actos que componen la inteligencia son reducidos a una serie de
relaciones o de axiomas lógicos que pueden expresarse en forma precisa en términos matemáticos.
En la década de 1960, se incursionó en el diálogo significativo entre dos personas. Kenneth Colby y
Joseph Weizenbaum elaboraron programas que simulaban estos diálogos. Estos programas podían
engañar durante un tiempo al interlocutor, pero era fácil desenmascararlos, ya que no comprenden las
palabras utilizadas, simplemente están construidos de modo tal que determinadas palabras claves
desencadenan respuestas fijas.
Alrededor de 1970, Ferry Winograd creó el SHRDLU, que pretende asemejarse a un experto en
comprensión, aunque operando dentro de un dominio muy limitado. Winograd inventó un mundo
imaginario compuesto por bloques geométricos simples. El programa poseía conocimientos lingüísticos
como para ejecutar instrucciones relativas a esos bloques, y pedía aclaraciones cuando las
instrucciones le resultaban ambiguas. Una de sus principales limitaciones es que no tenía la facultad de
aprender a desempeñarse mejor.
Poco después de que se completara el programa de Winograd, la mayoría de los investigadores se
convencieron de las limitaciones de los programas generalistas y de la necesidad de que los sistemas
poseyeran un grado considerable de conocimientos especializados o expertos.
Existían dos maneras de programación que se debatían en el campo de la IA. En la representación
declarativa el conocimiento es codificado en esencia como una serie de datos o declaraciones
acumuladas. Los declarativistas opinaban que la inteligencia descansa en un conjunto de
procedimientos de alto grado de generalidad unidos a una serie de datos específicos útiles. En la
representación de procedimientos el conocimiento es codificado como una serie de procedimientos o
acciones que deben ejecutarse. Los procedimentistas concebían la inteligencia humana como una serie
de actividades que los individuos saben cómo realizar; y entendían que cualquier conocimiento
necesario podía incorporarse a los procedimientos efectivos de ejecución.
Marvin Minsky propuso la idea de encuadre: una estructura prevista de conocimientos acerca de
un dominio del saber, consistente en un núcleo y una serie de compartimientos. Además, consideró
que la actividad psíquica consiste en múltiples agentes, cada uno de los cuales es un especialista a su
manera, capaces de manejar de manera simultánea diferentes tipos de conocimientos. Los agentes se
comunican emitiendo excitaciones o inhibiciones en lugar de transmitir expresiones simbólicas. Ambas
ideas son marcos organizadores para elaborar programas más eficaces.
Schank imputa el fracaso de los primeros programas lingüísticos a su estrecho objetivo gramatical,
y demanda que los programas comprendan el lenguaje genuinamente. Sostuvo que todo lo que
pensamos o decimos se reduce a un pequeño grupo de elementos conceptuales básicos.
Frank Rosenblatt inventó el PERCEPTRON, que consistía en una grilla de cuatrocientas células
fotoeléctricas, correspondientes a las neuronas de la retina, conectadas con elementos asociadotes
cuya función consistía en reunir los impulsos eléctricos producidos por ellas. El propósito de este
invento era reconocer letras y otras figuras situadas frente al mismo. Pro su parte, David Waltz (1975)
también incursionó en el campo de la percepción, inventando un programa capaz de analizar toda una
escena gráfica. Podía dar una descripción tridimensional de los objetos incluidos en un dibujo y
también era capaz de reconocer dos dibujos distintos como representaciones de la misma escena.
John Searle, un filósofo del lenguaje, criticó las pretensiones de la versión fuerte de la IA. Sostuvo
que la prueba de la máquina de Turing no mide en absoluto si un programa de computadora tiene una
mente o se asemeja en algún sentido a un ser humano, ya que cualquier individuo o máquina al que se
suministre una serie de reglas formales para seguirlas en circunstancias específicas puede simular el
desempeño de un ser humano. La sala china de Searle es un experimento que consiste en una persona
metida en una sala en la que recibe textos en chino a los que debe responder. Dispone de un libro de
reglas que le guían en el proceso y por lo tanto puede seguir la conversación. No puede afirmarse que
ese sujeto comprende verdaderamente. La computadora es una máquina para realizar operaciones
formales.
Tras un período de pretensiones excesivas y de demostraciones a veces superficiales, la IA ha
avanzado hasta adquirir una visión más mesurada de sí misma, alcanzando en este proceso una serie
de realizaciones razonablemente sólidas. La IA ha demostrado que la computadora puede ser una
herramienta provechosa para el estudio de la cognición y como modelo razonable de determinados
procesos del pensar humano; pero sigue vigente la cuestión de si constituye el mejor modelo de los
procesos más importantes.

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