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Cualquier cosa, menos quietos

Número 64 - A b r i l d e 2 015 - D i s t r i b u c i ó n g r a t u i t a - w w w. u n i ve r s o c e n t ro . c o m
2 CONTENIDO EDITORIAL número 64 / abril 2015 UC 3

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Oveja negra por A L E J A N D R O M Ú NER A
Puntos calientes

Ilustración: Titania Mejía

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Moravia

Notitia criminis
social tour

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E
n el número anterior prometimos una visita y un re-
Lapidiario porte de algunos sitios de la ciudad, “segmentos de
vía”, los llaman los expertos, que concentran buena
parte de los crímenes cometidos durante los últimos

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tres años. El presidente Santos, el alcalde Gaviria y
el exalcalde de Nueva York y súper héroe de la seguridad ciuda-
dana, Rudolph Giuliani, lanzaron hace unos días un plan poli-
cial que impone patrullajes y atención reforzada sobre cerca de
Infarto la mitad de los “Puntos calientes” identificados en Medellín. Se
eligieron 425 de las 955 cuadras más azarosas de la ciudad. El
33% de los delitos se cometen en el 2,6% del territorio. Habla-
mos de homicidios, lesiones personales, hurto a personas, hurto

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de vehículos y tráfico de estupefacientes. La idea es que la ron-
da de los policías pase de 30 minutos a 105 minutos de patrulla-
je/día. Los policías deberán pasar al menos 7 veces diarias por
los 425 puntos de intervención.
¡Miren al Che!
Aquí va un vistazo de algunos de esos sitios, para que no
todo sea la visión cuantitativa y los cuadros que listan delitos,
capturados, patrullajes y segmentos de vía. También nosotros
hicimos de “ronderos” para entregar una mirada cualitativa,

22 para describir el ambiente de algunos de esos puntos calien-


tes, hacer una composición de lugar y un poco de etnografía

D
entre los gatos de esquina, los jíbaros de caspete y los detecti-
Cinco segundos ves informales. Elegimos cuatro puntos del Centro, cerca de la espués de mucho tiem- Las ganas de aprender le rebasaban y guir montado eran las de su skateboard. “truckazo”, en la frente del que le había

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Plaza Botero, el Parque Bolívar, el Parque San Antonio y el Pa- po le comenzó a irritar que la universidad desplegaba ante él todas Pero como a todo bulímico de sensacio- hecho caer. El sujeto se dobló y cuando
saje Carabobo. En algunos casos resultó que el punto caliente sus coterráneos se creye- las posibilidades de éxito y de fracaso. nes nada lo saciaba, se enganchó a la los otros dos intentaron hacer algo, Gre-
solo entrega las cenizas que dejan los incendios de puntos cer- ran mejores que los demás “El aeropuerto” de la Universidad de An- cocaína y se encerró en el sótano de la gorio los mantuvo a raya con su tabla y
canos de verdad candentes y oscuros. En unos hubo acción y colombianos. En Grego- tioquia lo atrajo con tal fuerza que, a pe- casucha que era su interior, bajó las per- le zampó otro truckazo a su verdugo. El
A un año de gritos y en otros los chismes de diario que sueltan los vendedo- rio fue germinando un ansia corrosiva sar de haber abandonado sus pistas, dejó sianas, puso tranca a la puerta y dejó hombre se desvaneció. Y mientras Gre-
la muerte de res ambulantes. En todos aparecieron la policía y la certeza de por “abrirse del parche”, montarse en el allí gran parte de su energía, tiempo e que el polvo lo cubriera todo. gorio se batía como un gladiador contra
mi amigo el que muchas veces las ciudades crean ecosistemas delictivos que viento y llegar donde nadie lo estaba es- ideales. Todos malogrados si no malver- Desde pequeño, Gregorio era un bad- dos heridos e indignados leones, la men-
cantinero es imposible combatir con patrullajes. En algunas partes los re- perando ni lo conocía, escapar de la fuer- sados. Se trató de un proceso escalona- boy y ahora con la cocaína disuelta en su gana graznaba y decía “déjenlo, déjenlo,
porteros fueron mirados con amabilidad y condescendencia, en za de atracción de estas montañas y ver al do, no se sabe si hacia arriba cuando dio personalidad antisocial, carácter irasci- que Gregorio lo mata, lo mata”.
otras fueron reseñados desde su llegada. sol esconderse cuando llega la hora y no rienda suelta a su insaciable apetito de ble, intolerante en cierto grado y su tem- De Gregorio no se sabe mucho por
La mitad de los homicidios en Medellín se concentran en cuando creemos que se ha escondido. sensaciones y aumentó la potencia y di- peramento enérgico, contestatario, era estos días, dicen que se fue para el Ama-
UNIVERSO CENTRO 359 segmentos de vía o puntos calientes. Eso es un poco me- Tenía razones suficientes para que versidad de las drogas que consumía, o fácil augurar algunos sucesos en los cuales zonas. Lo mejor era apartarse de la can-
nos del 1% de las 37.055 cuadras en las que se dividió la ciudad este pensamiento se sirviera como plato si por el contrario hacia abajo cuando no dejaría plasmado su sello inconfundible. dela por un tiempo. No era la primera
Publicación mensual para el estudio, que comenzó en los escritorios universitarios principal, a desayuno, almuerzo y cena había más fondo dónde terminar. En una ocasión mientras se encontra- vez que visitaba la Amazonía, la llanura
DIRECCIÓN Y FOTOGRAFÍA y terminó en los mapas de los patrulleros en moto. La mitad en el comedor de la casucha que era su Como la mayoría de los jóvenes que ha- ba practicando skateboard en el parque de su selva, el anochecer a su tiempo. En
de los robos a personas, denunciados entre 2012 y 2014, 7.825 interior. Lo masticaba lenta e impacien- cen parte de las encuestas sobre drogadic- de su natal Carmen de Viboral, la tierra una de las tantas salidas de campo cono-
– Juan Fernando Ospina en los últimos tres años, manchan apenas el 1,11% de las ca- temente, veinticinco veces por bocado ción, Gregorio empezó fumando cigarrillo, de sus amores, pasó a su lado un combo ció a un joven chamán que predijo vol-
EDITOR lles. De modo que las aplicaciones y sus mapas pronto tendrán como recomiendan los nutricionistas y a ya fuera por curiosidad, por sentirse adulto de idiotas coterráneos suyos, el polo a verlo a ver. Regresó buscando su esencia
– Pascual Gaviria una pequeña alarma que en voz neutra y gangosa dirá: “Ingre- pesar de todo se lo tragaba entero, lo di- o simplemente porque en su código genéti- tierra de sus odios. Eran realmente idio- olvidada y respuestas a complejos inte-
so a zona con riesgos para la propiedad y la vida”, o “ingreso a gería y hasta le hacía siesta, pero al des- co había cierta predisposición para probar tas pues uno de ellos se atrevió a inter- rrogantes que no llegaran a revelarse.
COMITÉ EDITORIAL
zona con oferta de sustancias alucinógenas”. En Universo Cen- pertar lo regurgitaba. Sufría bulimia de todo aquello que ofrece el mundo material. poner adrede su pie en el recorrido de la Lo acogieron sin dudar, sin preguntar
– Fernando Mora tro seguiremos dando reporte de los puntos elegidos para esta sensaciones, esa gana desmesurada de Era materialista y no lo podía ocultar, aun- tabla y los demás no se molestaron en ad- quién era o qué había hecho ni por qué
– Guillermo Cardona primera entrega y otros que muestren sus atractivos. Cuando sentir que difícilmente se satisface. que por su gusto punkero no le sonara bien vertirle las posibles consecuencias de su estaba allí. No fue necesario. Su rostro
– Alfonso Buitrago la alarma diga no entre, nosotros iremos por historias del día Le decían que de niño era una pla- esa palabra y tratara siempre de explicar acto, aun conociendo la fama de pelea- se sinceró con ellos. La comunidad le
a día, sin los aspavientos de los cronistas rojos pero con la cu- ga que con el correr de los años se fue que él creía en cosas superiores que no po- dor sin escrúpulos de Gregorio. Como su- permitió compartir su intimidad, cos-
– David E. Guzmán riosidad por los cruces a oscuras y los alborotos a pleno sol. Ve- convirtiendo en peste. Sus padres, am- día entender ni se complicaba en intentar- cede en estos casos, la tabla se detuvo de tumbres, historias vividas y heredadas.
– Andrés Delgado remos si la creciente presencia de la policía obliga a dinámicas bos abogados reconocidos, se divorcia- lo. Para acompañar el cigarrillo, una, dos o un sacudón, Gregorio siguió con la velo- A través de él vieron a la ciudad y sus ex-
– Anamaría Bedoya distintas a las microempresas de raponeros y extorsionistas, si ron cuando él estaba en su adolescencia, tres cervezas… ¡por favor! cidad que llevaba y rodó un par de me- cesos. Gregorio aprendió más de etno-
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN cambia los modales de los jíbaros o desplaza a las galladas de resueltos a dejar atrás todos los incon- Luego de varias rondas se animó a tros, y habría rodado un poco más si sus botánica que lo visto en sus clases en la
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gatos con tenis nuevos. venientes, todos los dolores de cabeza e probar la marihuana. ¡Qué vuelos! To- rodillas y sus codos no hubiesen frenado universidad, y no fue una mera transac-
– Gretel Álvarez Los puntos elegidos ofrecen ahorro en los viáticos: se come y infelicidades que se estaban ocasionan- dos los compañeros respirando el mismo con ímpetu su violenta acrobacia. Mien- ción de conocimiento. Le presentaron el
DISTRIBUCIÓN se bebe barato. UC do. No pensaron nunca que su hijo se di- humo, riendo a carcajadas, flotando en tras el combo continuaba caminando, ambil y el mambe. Tabaco fuerte, coca
– Erika, Didier, Daniel y Gustavo vorciaría, sobremanera, del futuro que pensamientos fútiles y hasta filosofan- celebrando su hazaña, imaginando que dulce. El macho y la hembra. El padre y
CORRECCIÓN algún día imaginaron para él, ni que do, abriendo los ojos, concientizándose, Gregorio no se atrevería a poner proble- la madre. Al meditar mambeando sintió
quedarían en los peores términos. sensibilizándose. ma a tres zutanos y una mengana, no re- un incendio que arrasó con su interior,
– Gloria Estrada Desde la época del colegio católico —Hey pana, ¿quiere Rivotril? pararon en la expresión que se fundió en enmarañado de recuerdos y deseos, ati-
ASISTENTE en el que lo matricularon, Gregorio de- —Qué chimba, dame una —y se la su cara. Fue una expresión de locura re- borrado de maleza, sumergido en niebla
– Sandra Barrientos terminó que su futuro no pasaría por tragó con una cerveza. bosante, de venganza incontenible. Se de nostalgia por los días perdidos, inun-
una carrera que lo arrastrara hasta ofi- —Ojo pana, que esa rueda con alco- levantó, dejó que continuaran su cami- dado por el sonido de conjeturas falsas
cinas, horarios grabados en piedra y je- hol borra casete. no y no se preocupó en revisar los raspo- que cantaban al unísono como las ciga-
Es una publicación de la
fes pretenciosos. Pronto se decantó por —¿Cuál rueda? si no me has dado nada. nes que le habían ocasionado. Su orgullo rras del bosque. Fue abrazado por las
Corporación Universo Centro
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estudiar biología y asistía entusiasta a —Tome otra pues. ardía más que las heridas de sus brazos. llamas hasta quedar reducido a cenizas.
Número 64 - Abril 2015 todas las clases de aquel primer semes- Y así se fue yendo Gregorio en Cogió la tabla y emprendió una intrépida Se descompuso rápidamente.
20.000 ejemplares tre. Rápidamente se apasionó por la bo- aquellas ruedas que lo llevaban cues- y sigilosa persecución, aunque no necesi- Nadie sospechó que Gregorio se nu-
UC64, dos portadas, tánica. Poseía un talento especial para ta abajo. Ya no recordaba cuántas se to- tó de mucha pericia ya que sus enemigos triría de sus despojos. Que su vegetación
Impreso en La Patria recordar los nombres de las familias ve- maba en una noche ni por qué lo hacía. habían olvidado cuidar su retaguardia, interior reverdecería para hacer par-
una edición de colección
getales, por ejemplo las familias Myrta- Gregorio se llegó a sentir muy “pepo” confiados en la ventaja numérica. te de nuevas hojas, tallos y frutos. Sin-
universocentro@universocentro.com ceae, Sterculiaceae y Magnoliaceae, las montado en ese relajo tan hijueputa Cuando los tuvo a pocos metros, tió ser un nuevo brote que nace a cada
relacionaba con los nombres de sus veci- que no lo dejaba avanzar, ya todo le im- sin que ellos imaginaran siquiera lo instante, un nuevo árbol que se alza im-
nas doña Mirta, Ester Julia y Magnolia, y portaba un culo. Entonces decidió que que estaba ocurriendo, Gregorio ya ha- parable, una nueva enredadera que cre-
D I S T R I B U C I Ó N G R AT U I TA así interiorizaba la información. las únicas ruedas en las que quería se- bía descargado un tablazo, más bien un ce interminable. UC
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p u n t o s c a l i e n t e s Fotografías: Juan Fernando Ospina

TRES VUELTAS BREVES en busca de sangre por D AV I D E . G U Z M Á N

T
irado en el piso sobre un char- veces se quedan por ahí parados como frente, pues la retaguardia del túnel está dijo, “todo tranquilo, aquí a los ladrones
co de sangre. Descosido a bala si su única labor fuera atisbar. reforzada por varios colectivos del Po- les damos duro, los tenemos controlados”.
por andar preguntando pen- El bullicio, los voceadores y el rugir pular número 1, apiñados en la vía espe- A los dos días volví por la noche y
dejadas en territorio contro- de los buses lideran la banda sonora. El rando su hora de salida. un vendedor de cigarrillos menudea-
lado. “No me dejen morir, soy metro no es más que un puente por el De repente escuchamos los gritos de dos tenía su carrito frente a la puerta
inocente”, decía y agonizaba. Con es- que de vez en cuando pasa un vagón y una mujer que imploraba piedad. Fren- misteriosa. Nunca la había podido ver
tas imágenes jugueteaba mi mente des- produce un ruido menor. En esta pri- te a la escena se agolparon los transeún- abierta y un impulso incontrolable me
pués de que me asignaran la inspección mera incursión conté 204 pasos desde tes para ver lo que pasaba. El cañón de llevó a comprar unos chicles y pregun-

por PAU L A C A M I L A O . L E M A
de uno de los puntos calientes del Cen- los pollos de La Sorpresa en la de Greiff un revólver apuntaba ahora a la frente tarle al tipo si sabía qué había detrás.
tro: la carrera 51, Bolívar, entre la ave- hasta los toldos de pescado fresco de de la mujer arrodillada. Un dedo apretó El hombre me miró reprobando mi cu-
nida de Greiff y la calle Juanambú, a dos Juanambú. Eran las doce del día y ha- el gatillo y la pantalla se fue a negro. Era riosidad y respondió con ironía y obvie-
cuadras de otra zona más ardiente toda- cía un bochorno feroz; solo se respiraba un fragmento de la película Caracas, de dad, “pues una casa”. “De vicio”, pensé
vía, la carrera 53, donde más gente ma- olor a pescado y las carretillas con fru- Jackson Gutiérrez, que valía dos mil pe- yo no sé por qué y me imaginé que allí
taron en Medellín en 2012 y 2013. En el tas y verduras se atiborraban en la es- sos en uno de los puestos callejeros. adentro podía haber personas paranoi-
último año y medio las cosas no han cam- quina. Tilapia roja, bocachico, bagre. Eran dos tipos los encargados de la cas y agazapadas soplando en pipas pe-
biado mucho: la ley del cuchillo, el plomo Tumulto. La escena era tan viva, con venta de películas; uno de ellos sacó de sus queñas, respirando un aire pesado y
y la papeleta mantiene su status amena- mercaderes voceando sus productos zapatos una bolsita, se recostó en una pal- dulzón, sometiéndose a vejaciones por
zante. Pero como dijimos en el editorial y el pueblo hambriento, y la mezcla de mera seca, introdujo un pitillo miniatura y meter vicio. Entonces quizás esa puerta
de UC63, “el que nada debe nada teme”. olores tan medieval y penetrante, que lo sacó untado de una sustancia que esnifó solo se abra durante el conticinio para
Y aunque no debía nada, sí me in- en algún momento tuve la sensación de con fuerza. Su compañero hizo lo mismo que se renueve el personal, o para sa-
quietaba que mi actitud contemplati- que iba a saltar del piso un Jean Baptis- mientras al lado el vendedor del puesto de car, de pronto, algún organismo so-
va fuera confundida con espionaje y los te Grenouille criollo. ferretería leía el diario Q’hubo. Minutos bredosificado, en descomposición, que
campaneros me vieran como informan- De regreso a La Sorpresa me llamó más tarde, al otro lado de la calle, cuatro encargan a un carretillero para que lo
te de algún combo enemigo, o que me la atención una puerta curtida y estre- policías esposaban a cuatro negros que te- abandone en la ribera sin que el mun-
chuzaran naturalmente por robarme. cha de dos alas; estaba cerrada y sen- nían una venta persa de celulares, y otros do se entere.
Para no correr tantos riesgos decidí ha- tado en el escalón había un tipo joven dos agentes se dejaban guiar por un ciuda- Lo más llamativo aquella noche fue-
cer mi exploración a través de visitas guardando en la billetera un papelito dano que los abordó para denunciar que ron las fachadas luminosas de los casinos:
cortas y “espontáneas”, para comprar al- doblado. En la esquina, cuando le echa- un viejo estaba “trabajando con plata fal- New York, Imperial, Royal, Internacional,
guna chuchería, para comer algo, para ba otro vistazo a la puertita, un tuso de sa” en Juanambú. London. La industria del juego de azar
averiguar un dato inofensivo; fueron pa- cachucha y cadena gruesa de plata me Despedí a mi amiga y salí detrás de también hace parte del coctel que con-
sos fugaces, a veces de ida y vuelta como miró a los ojos. No pude no pensar que los policías. En un principio pensé que se trolan las “oficinas” del Centro. Antes de

V
1. se percatan de que los miro desde arriba,
y es mejor así. Vivir por acá me ha ense-
El señor de arriba, padre del muchacho que acusó al sicario, les dice con
tono conciliador que ya está bien, que por qué mejor no llaman a la policía.
cuando compré una crema humectante
y regresé para que me la cambiaran por-
era un lacayo de las Convivir, con sus
bluyines a la moda de Chiroloco, ca-
trataba de un asunto de joyas, pero no era
más que un billete falso de diez mil pesos
irme quería ver si en la cuadra me ofre-
cían marihuana o perico, pero aunque
iernes, pasadas las siete de
ñado a mirar en silencio. Y en una de tantas patadas, ya con el corazón estrujado, oigo salir un gri- que supuestamente me la habían encar- misas de manga corta y buenos tenis, que le habían metido al ciudadano. En todo el tiempo pareciera que hay alguien
la noche, carrera 47 (Sucre)
Esta vez también me asomo, aunque to de mi propia boca, “ey, ey, no lo casquen más”, con el volumen de esos gado de rápida absorción. como modelos de catálogo del Éxito. Juanambú, siempre agitada, fingí interés en alguna vuelta, la venta se configura en
con calle 54 (Caracas). A una
los gritos se escuchan lejanos, amorti- gritos que brotan de la última entraña sin pedir permiso. Y se abren va- La primera visita fue suficiente para A los pocos días volví al sitio con una por los pescados mientras la policía resol- las siguientes cuadras hacia el norte.
cuadra de distancia está el
guados. El salón de ajedrez que hay en- rias ventanas y varias cabezas se asoman, y durante un momento que pare- descubrir la característica más enérgi- amiga. Entramos a un restaurante lla- vía la situación. El olor esta vez era más En la visita final almorcé en Pollo
punto caliente en forma de
tre las calles 55 (Perú) y 56 (Bolivia) ce muy largo todo se detiene, las patadas, el vocerío. Y la turba justiciera se ca del punto: se puede vivir allí sin ne- mado Pollo Presa y nos tomamos una fuerte porque ya tenía el acumulado ran- Presa, a seis mil pesos un plato de arroz,
herradura —carreras 47 y 48, calle 56
todavía está abierto. Al lado, cuatro ti- dispersa mientras yo me oculto en la oscuridad del cuarto y pienso que ma- cesidad de salir de la cuadra, todas las cerveza mirando la gente pasar. “A la or- cio del día. Cuando abandonaba el lugar, ensalada, papas fritas y carne, acompa-
entre esas dos—, junto al Parque Bolí-
pos golpean a otro que está tirado en el ñana voy a tener miedo por haber roto el silencio obligado del voyeur. necesidades básicas pueden ser resuel- den, a la orden”, gritaba una vendedora mis ojos casi se desorbitan: me encontré ñado con jugo de guayaba. La policía
var, ese gran punto ardiente en el mapa
suelo, mientras en la calle otros cinco tas incluyendo algunos lujos. Hay ho- de ropa. La carrera Bolívar era una feria, de frente con Jean Baptiste. Era tal como estaba haciendo requisas menores y pi-
de la ciudad. A esta hora Sucre todavía
observan y dicen cosas como “quién lo teles, tiendas, comidas, y se consigue los transeúntes iban y venían y a veces me lo imaginaba: un pequeño gamín con diéndoles papeles a algunos gatos que
está llena de caminantes de toda ralea,
de carros, ruido y humo.
manda a robar”. En la calle hay tres ta- 3. desde un manojo de ruda o un motilado se chocaban y seguían como hormigas. el torso desnudo, la camisa alrededor del pasaban. Dos hombres andrajosos dor-
xis mal parqueados. El tipo en el suelo Miércoles, nueve de la noche, atrio de la Catedral Metropolitana. P. y hasta un alicate viejo o unos leggins. La Entrada la tarde me llamó la aten- cuello a modo de bufanda, tres cicatrices mían en la acera. Salí del restaurante
Paro a comprar cigarros en la esqui- yo tomamos pola mientras pistiamos el cuadrante. Por primera vez en mu-
gimotea, dice “no me mate, padre, no suculenta variedad de negocios y servi- ción un tramo ensombrecido por las cu- curvas en el estómago como si lo hubie- con la mirada clavada al piso, quería en-
na. Dos tombos en una moto se meten cho tiempo puedo ver la fuente prendida, con luces y todo. Por Bolivia cada
me mate”. Es tan larga esa escena re- cios a un lado, y las ventas callejeras al biertas de los puestos, unas lonas que ran herido con una espada árabe y gotas contrar algunas huellas de sangre seca
en contravía, invaden la acera y se detie- tanto baja un gato. Por el parque rondan parejas de gatos. En el costado oc-
petida tantas veces, tantas veces vista, otro, hacen que todo el tiempo esté pa- están amarradas a las fachadas de los de piel maltrecha en el pecho como si se pero fue imposible detectarlas.
nen en la puerta del negocio de al lado, cidental del Parque Bolívar, un combo de gatos fuma y conversa. Dan risa,
que vuelvo a entrar y me dedico a otras sando el pueblo raso y silvestre, de to- locales. Aunque a la vista se ve natural, hubiera quemado con aceite. Varias ve- El último homicidio que se recuerda
un restaurante vegetariano. El parrille- los gatos. A esta hora, mientras caminan por aquí en parejas, es casi como
cosas. Pero el agite sigue, distrayéndo- das las edades, hacia el trabajo, rumbo quiero pensar que es algo calculado y di- ces debe haber sentido la fragancia de la por aquí fue a finales de enero de este
ro se baja, se dirige a cinco chicas páli- si tuvieran en la frente un letrero que dijera “gato”, visible, sobre todo, para
me, y cuando asomo de nuevo ya está al encuentro, en vueltas. También se señado para crear un pasadizo oculto muerte en su corta y desdichada vida. año por un tema relacionado con una
das, temblorosas, uniformadas y con habitantes y caminantes del Centro, para lisos y vecinos del parque que a
en la esquina y han llegado más taxis- siente la presencia de ciertos persona- que evade posibles cámaras de seguri- Aún en la zona le pregunté a un fru- plaza de vicio. Dos cuadras abajo del
gorrito. “Nos acaban de robar”, dice una fuerza de balconiar y de andar por aquí a horas inusuales se han vuelto li-
tas con ánimo justiciero. jes embambados que van y vienen, o a dad e impide la vista desde el andén del tero cómo estaba la seguridad. Sonrió y punto un hombre apuñaló tres veces
morena, con el labio un poco curvado en sos. A mí nunca me han robado, pero los he visto actuar desde el balcón.
Los vecinos del piso de arriba, que en costilla y espalda a una trabajadora
un puchero. Eran dos, uno pidió el baño Ahora no se acercan porque no ven azare y lo que atrae al gato es el azare.
llevan un par de años en el edificio, tam- sexual y huyó hacia la carrera Bolívar
prestado, el otro las encañonó. El segun- No azaran, soy vecina, todavía es temprano. Tombos en moto atraviesan el
bién presencian la pela. Una vez, hace cuando dos policías salieron tras él. El
do tenía una camisa de cuadritos, dice parque, una veintena de niños y adolescentes provenientes de Huila, vesti-
dos años, en el poste de esa misma esqui- hombre tiró el cuchillo segundos antes
la morena. No escucho cómo describe al dos con camisetas de la selección Colombia, pasan hablando duro y pregun-
na, un pelao asesinó a un brujo muy fa- de ser capturado en Juanambú, frente
otro, ya guardé los cigarros, ya voy su- tan cómo llegar a las gordas de Botero.
moso que salía en papelitos de esos que a los toldos de pescado. Pero ese suje-
biendo por Caracas, tengo una fiesta, No pasa nada en un buen rato. Mejor nos vamos. Nos estamos yendo
reparten incansablemente por todas las to era muy distinto a nuestro Jean Bap-
esto no es noticia. Vivir por acá me ha cuando avistamos el agite. Un “cójanlo”, un tombo en una moto que baja
calles del Centro. El muchacho de arriba tiste, llevaba ropa digna, un abrigo
enseñado a seguir de largo. por Bolivia y atraviesa el parque, una peladita muy flaca y chiquita y con
vio todo, los disparos directos a la cabe- amarrado a la cintura y un intimidante
za, el intento por hacer que pareciera un pasamontañas que trota detrás de la moto, otro tombo que corre por el cos- cuchillo de cacha blanca con tres esto-
2. robo, el ademán de sacar su propio fierro tado occidental del parque hasta la esquina de Bolivia y da la vuelta. A unos peroles de metal, base gruesa y punta
Martes, como a las tres de la maña- que hizo el parapsicólogo, los gritos de la metros, los dos agentes y un tercero rastrillan a un callejoso contra el sue- afilada. Sería el ejemplar más grande
na. A esta hora no hay carros ni gente, hija que lo acompañaba, al pelao cuan- lo mientras lo esposan. Callejoso, no gato, y eso me parece curioso porque de un juego de seis cuchillos. En el pri-
apenas unas cuantas luces encendidas do salió caminando tranquilo por Sucre. siempre he dicho que el callejoso no azara y el gato no es fan del mugre. Vi- mer trimestre de 2015, de las cuaren-
en las ventanas de la veintena de edifi- Gritó “asesino, cójanlo, cójanlo”, y al si- vir por acá me ha hecho creer que conozco el Centro. ta capturas efectuadas en la ciudad por
cios que diviso desde el balcón, al que cario lo cogieron en la Avenida Oriental El callejoso se deja llevar sin brega hasta el CAI que queda en la esqui- tentativas de homicidio y homicidio, al
me asomo de vez en cuando para atisbar y lo condenaron, un año después, a vein- na suroccidental del parque, y dice que iba a recoger unos baretos, o algo así. menos 29 fueron en flagrancia.
esa herradura que resultó tan peligrosa. ticinco años de cárcel. Detrás de ellos va la flaca, cogida de la mano de la novia, de su misma estatu- En la caminada de despedida, un
Procuro hacer recuento de todos los inci- Esta vez el vecino no grita. En la es- ra pero rellenita, con quien estaba cuando el man le salió al paso con un chu- descamisado de la calle se robó mis mi-
dentes que he presenciado desde el bal- quina, el apaleado aprovecha para co- zo en la mano en la Oriental con Bolivia, que no aparece señalada en el mapa radas. Venía comiéndose un pedazo de
cón, los gritos de “cójanlo”, “¡ladrón!”, rrer mientras los tipos le cuentan al caliente. La flaca se ha hecho amiga de uno de los tombos, y conversa con él bizcocho con una mano y con la otra
“hijueputapirobotevoyamatar” y demás vigilante, el mismo que espanta callejo- un rato al lado del CAI. “Te alcanzó a robar”, preguntamos. “No, yo qué me ayudaba a empujar un destartalado Re-
agites que solo levantan de la cama a los sos de las aceras a punta de hijueputa- iba a dejar robar”, dice, y hasta diciendo eso parece de doce años. nault 9. Yo me quedé esperando a ver si
recién llegados al vecindario. Concluyo zos, que lo cogieron robando quién sabe A mí nunca me habría intentado robar un callejoso, digo mientras subi- de la enigmática puerta salía o entraba
que esas cuadras no son más peligrosas qué. Corre media cuadra, y ahí, enfren- mos por Caracas en busca de fiesta. Detrás de nosotros alguien habla, dice alguien, pero permaneció cerrada, her-
que las que las circundan. te del balcón, uno de los taxistas lo aga- qué miedo, que por acá a esta hora no hay sino ladrones, que pa andar por mética, como de alguna manera es esta
Cuando la noche me agarra despierta rra por la camisa, lo estrella contra el acá a esta hora toca ir entrampado, aunque no con esas palabras porque es cuadra, que a pesar del agite y el control,
fisgoneo los tropeles, pero nunca me in- pavimento, le da patadas en la cara, y un señor algo mustio pero por lo que se ve muy decente. A mí no me da mie- es como si su verdadera acción ocurriera
volucro porque los gatos y las Convivir y otros dos se acercan, y le dan más pata- do andar por acá a ninguna hora. Vivir por acá me ha vuelto gata. Y para un en una dimensión impenetrable, o en el
los vigilantes privados y los callejosos no das, en la cara, en el cuello, en el pecho. gato cualquier punto y ninguno es caliente. UC mejor de los casos, subterránea. UC
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Los bajos del parque No hay batalla en Carabobo


por PA S C U A L G AV I R I A por A L F O N S O B U I T R A G O L O N D O Ñ O

E L
l Parque San Antonio ofre- una vez me topé con dos auxiliares ba- sentado frente a su almacén plegable. Y surtido, una especie de granero en mi- a última vez que me atracaron
ce una tranquilizadora sensa- chilleres caminando, juniniando se po- aclara que les paga cinco mil semanales niatura. Al otro día el ladrón se pre- fue en el Paseo Urbano de Ca-
ción de amplitud. Parado en la dría decir. Parece que esas rondas están por no dejar. La nueva pareja de vigi- sentó como informante: “Yo sé quién le rabobo, cerca de la esquina con
mitad de su vasta explanada encargadas a los hombres de la empre- lantes —de otra galaxia— va uniforma- robó”, le dijo. Jugaba al sapo en Junín la avenida Colombia. Fue hace
se obtiene la más grande por- sa Galaxia, contratados por la adminis- da también de negro y tiene el mismo mientras ofrecía los celulares a los cho- cinco años, a eso de las seis de
ción de cielo que puede ofrecer el Centro tración del San Antonio. Van vestidos paso desganado aunque menos barriga feres de bus en la Oriental. José se ente- la mañana, hora de mi alegre camino ha-
de la ciudad. Además del resplandor de de negro y rojo y caminan en pareja, que los guardianes oficiales. “Lo que sí ró y lo sacó a patadas. “Los del almacén cia el trabajo. Vivía en el Centro, la dis-
sus adoquines resalta una fila de palme- uno de ellos con el tábano en la mano, no hay por aquí son cobradores de go- de deportes del frente le daban el al- tancia de la casa a la oficina era de unos
ras despelucadas, vallenatos a buen vo- a la vista, listo para la descarga con- rra, esos cobraban por allí como a dos muerzo todos los días y en diciembre veinte minutos caminando, la hora del
lumen y una vista sobre la iglesia con la tra cosquilleros y escaperos. “Ese cojo cuadras, pero hace unos meses se ma- les robó diez balones. Es que esa gen- amanecer en la que salía era propicia por
cúpula más grande de Medellín. Al occi- que va adelante es muy bravo. Donde taron entre ellos”, me comenta Jorge, el te… no, no, no”, remata José con una el clima fresco y los pocos caminantes, y
dente del parque está la carrera Junín, a coja a una ‘rata’ de esas de por aquí y vendedor del módulo y el más locuaz de sonrisa desconsolada. Le pregunto por existía el pasaje peatonal de Carabobo,
la que en ese sector, entre Amador (ca- no llegue la policía, lo recontramata”, mis contertulios en Junín. En medio de el último robo que le tocó y me dice que que cubría gran parte del recorrido como
lle 45) y Bomboná (calle 47), uno podría me dice doña Gloria, señalando con la la conversación pasa uno de los viejos fue al frente de su granero rodante, a un embudo libre de buses, carros y motos.
llamar “los bajos del parque”. Las escale- boca a un gordo con el logo de Galaxia joyeros del edificio San Roque, saluda una pelada en uno de los buses que van En ese tiempo me ponía camisas de
ras que conducen hasta Junín fueron por en la espalda, mientras despacha en su y mete la cucharada: “Uno de esos era a Llanadas: “Yo le dije desde aquí, ‘cie- manga larga, chaqueta, pantalones con
años una catarata de orines. Los pipe- chaza de confites, chucherías y llama- cliente mío, yo le hice un anillo de oro rre la ventana que le van a robar el ce- prenses y zapatos de cuero. Y usaba un
ros de oficio y los cerveceros de ocasión das. Cuando le pregunto por el último con el nombre, ahora está en Bellavista. lular’, y me miró y me respondió, ‘a usté maletín para cargar papeles. No me po-
siguen desfogando contra sus muros, atraco que le tocó, piensa durante unos Esos manes se perdieron de por aquí”. que le importa’. Y se lo robaron.” nía corbata porque sudo como un caballo y
pero la administración del parque ideó segundos y luego me dice que fue la se- De noche todo es más tranquilo en La calle tiene una amplia oferta de cualquier cosa colgada al cuello me sofoca.
unas cunetas que llevan las aguas meno- mana pasada, “a una señora le robaron la cuadra. El “segmento de vía” seña- delicias chocoanas. Canecas con los ta- Debí creerme algún tipo de ejecutivo
res directo a un sumidero. Cierto olor a el celular ahí en un bus.” lado como uno de los 850 puntos más males de arroz arriba en el parque, catalán que atraviesa Las Ramblas o un
amoniaco sigue siendo una de las carac- Los venteros son la guardia preto- peligrosos de la ciudad, es solo un con- almuerzos con caldo reparador que ase- bonaerense que camina por Corrientes,
terísticas del lugar. riana de los bajos. Sobre ese tramo de currido lugar de raponeros de celular y gura el desfallecimiento para la siesta o qué sé shoooo, desubiques que a veces tiene
Los bajos del Parque San Antonio son Junín no hay cámaras de seguridad esculcadores de cartera. Los robos su- el fondo para la fiesta, y a la vuelta, al uno. Cargaba un celular en el bolsillo del
sobretodo un gran paradero de buses. y ellos son la única memoria de atra- ceden en medio de los tumultos, cuan- subir por Bomboná, está Palmares del pantalón y un ipod en el de la chaqueta, *** enchaquetados y con radios de comunicación en la mano de los noventa,
En toda la cuadra cargan y descargan cos, incidentes y garroteras. Un sába- do la gente se apretuja en un cruce, o en pacífico y otros bares negros, donde el claro, con sus audífonos blancos color cre- Cuando leí que la Universidad de las cámaras de seguridad son visibles en postes y terrazas.
los de El Poblado, algunos circulares, do por la tarde conté catorce a lo largo los pasadizos que imponen las obras del sabor no se demuestra en la olla sino en ma dental enchufados en mis oídos. los Andes había hecho un estudio que ***
los que van hacia El Pinal y Llanadas, de la calle. Vendedores de chazas me- tranvía, o frente a la puerta de los buses la pista. Esa ya no es una calle de cargue A esa hora, los audífonos brillaban identificaba las cuadras en donde se Ahora me visto con bluyín, tenis y camiseta; no vivo en el Centro y pocas
los que llevan al barrio Boston y a Man- nores con chicles y cigarrillos; de carri- o en los corrillos de los paraderos. Se y descargue sino de parche. También en más que una cadena de oro en la nuca de concentraba el mayor número de de- veces salgo a caminar. Tengo un celular que pago a cuotas y ya no uso el ipod.
rique. Las señoras se bajan y se suben a to de mercado con mecato de paquete, roba porque hay contacto, afán, ruido y ese “segmento de vía” me reseñaron un una viejita jubilada. Pero yo iba por Las nuncias por lesiones personales, hur- La tarde anterior al día en que haría el recorrido de madrugada estuve cami-
los buses aferradas a su cartera, miran- minutos y gaseosa; de freidora de pa- confusión. Es lo que podríamos llamar robo reciente: “Ahí queda una oficina de Ramblas, chavales. Boyacá, abajo del Par- to a personas y vehículos y microtráfico nando por la zona. En los cruces de Colombia, Ayacucho y Pichincha había
do a lado y lado, recelosas; aunque tam- pas y platanitos; de ollas con maza- “robo por aglomeración”. De modo que esas donde entregan subsidios del Esta- que Berrío, era la cuadra más temida, el en la ciudad entre 2012 y 2013 (Uni- sendas parejas de policías. Visité el antiguo almacén Caravana, en la esqui-
bién vi a alguna desprevenida luciendo morra, claro y arroz con leche; y los en la noche no hay condiciones para el do y hace poquito le intentaron robar a último peldaño para alcanzar una alame- verso Centro N° 63), pensé en hacer el na con Pichincha, donde se inauguraron las primeras escaleras eléctricas de
su collar dorado con una gran lágrima caminantes de Vive 100 y de maní y “trabajo”. No quedan más que unos pa- un señor que había recibido su plata, al da rozagante donde ya no me podía pasar mismo recorrido de hace cinco años, a la ciudad, y que hoy se llama Elite Tiendas. Subí a la terraza del edificio Ho-
perlada en la mitad del pecho. Los hom- chicharrines. Hablando con uno de los sajeros prevenidos en exceso, los ami- ladrón lo cogieron abajo”, ahora me ha- nada. Ay, ¡esos arbolitos a lado y lado!, ¡y la misma hora, para ver si acaso me en- llywood, diagonal al Palacio Nacional, también en la esquina de Pichincha.
bres caminan con aire desafiante, dejan- vendedores de los módulos asignados gos de la botella en las cataratas, los bla otro vendedor de módulo, éste con esas banquitas con patas de hierro y espal- contraba con algún infortunio. Hollywood es el nuevo símbolo del lugar: atiborrado de modelos posan-
do muy claro que están alertas y que el por espacio público, donde se venden choferes que toman tinto o comen cho- ínfulas de detective. Me dice que en oca- dares de madera!, ¡y yo con mi ipod escu- El mapa de las denuncias de esos de- do en vallas publicitarias. Desde su terraza se ve el Paseo cubierto por las
morral no se los rapa nadie. bolsos, zapatos y bluyines, me enteré rizo y los voceadores de bus. siones llama a dos policías por teléfo- chando alguna banda triste londinense! litos, la mayoría ocurridos en el Centro, ramas de los árboles, como una alfombra verde que atraviesa el Centro des-
Los policías patrullan por el parque del tercer anillo de seguridad, los ce- En la noche solo le roban a los ale- no y les entrega facha y coordenadas de Así era imposible que mis equinas glándu- me auguraba una buena posibilidad. Con de la avenida de Greiff hasta San Juan. Sobre una cámara de vigilancia,
y la calle o se paran en las esquinas de ladores que caminan cuando ya han targados: “A mí sí me han robado aquí. los “gatos”. Cuando los policías llegan, las sudoríparas se acordaran de sus tareas. suerte, le dije a un colega, me volverían a ubicada al frente de unas de las puertas del Palacio, vi una paloma espul-
los alrededores, pero no caminan por pasado los policías y repasado los hom- El año pasado me puse a beber en las una simple señal de cabeza confirma la Día a día caminaba triunfante por atracar y tendría una buena historia. Ahí gándose las alas, como queriéndome anunciar que tenía vía libre para un
los bajos propiamente dichos. En mis bres de Galaxia: “Esos otros son segu- escalas y se me llevaron un bolso con información. “Es que esto está es lleno. Carabobo. Hasta que una buena maña- estaban, resaltadas en el plano, las cua- recorrido pacífico.
correrías a ese sector que parece decir ridad privada también, por ahí medio catorce celulares y diez termos. Fue un Yo un sábado he llegado a contar hasta na, al girar la esquina de Boyacá con el dras número 187092 y 263578, ambas Caminando por el pasaje, sentí una especie de caos controlado; un mur-
todo el tiempo “qué se le ofrece”, “qué reparten un talonario, la sede queda man de la calle”, me dice José, el ven- cien gatos”. Andan en grupos de cinco Paseo Urbano, cuando se abría ante mí sobre Carabobo, entre Colombia y Aya- mullo improvisado pero con partitura. Vendedores anunciando ropa “de
necesita”, “lo que coja por mil”, solo dizque por Cúcuta”, me dice el hombre dedor con el carrito de mercado más o seis, pueden ser mujeres, jóvenes con el camino de la prosperidad, vi una mu- cucho, y entre esta última y Pichincha; marca” y “menús baratos”; venteros ambulantes veteranos sentados en las
pinta bien, “ñarrias con todo el visaje”. jer amanecida que venía desde Colom- justo en medio de mi recorrido del pasa- banquitas con una cajita de chucherías y cigarrillos en las piernas; pasean-
Unos estorban, otros distraen, uno go- bia tambaleando, magra y desesperada. do. Eran los doscientos metros preferi- tes y compradores saliendo y entrando a locales comerciales con fachadas
lea y otro recibe el paquete y se abre. Un No quité mi mano del maletín ni saqué dos por los delincuentes de todo el Paseo recubiertas de vallas con modelos en ropa interior; y en sus vitrinas, la ropa
equipo completo, con titulares, suplen- la otra del bolsillo, como hacía habi- Urbano de Carabobo; o por los denun- colgada sin maniquíes, como en el patio de la casa.
tes y esquema táctico. “Por aquí trabaja tualmente al llegar al pasaje, pero qui- ciantes, según como se mire. Puede ha- La madrugada del día escogido fue fría y lluviosa. Pasara lo que pasara,
uno tan descarado que duró tres meses zás ese exceso de prevención la animó a ber otras cuadras donde se cometen más era difícil que saliera de allí sudando. En Boyacá, el paisaje no había cam-
con la misma bolsa plástica debajo del caminar directo hacia mí. Me dirigí ha- delitos, pero los afectados denuncian biado: algunos vendedores ambulantes cubriéndose de la lluvia bajo el via-
brazo. Y mueco y todo. Si ponen policías cia el centro del pasaje, dispuesto a pa- menos; al menos yo contaba con un in- ducto del metro, y pocos caminantes y vehículos sobre la carrera Bolívar. El
de civil los cogen a todos en tres sema- sarla de largo, y nos encontramos a la dicio con certificado de Policía y Fiscalía. periódico Q’hubo, oráculo de la vida roja del Centro, no me daba ninguna
nas”, el detective de caspete me propone altura de la entrada de Bancolombia. De hecho, el alcalde anunció recien- pista cercana a la que temer: un asesinato en La Estrella y otro en Copaca-
fórmulas de éxito contra el hampa, y me Ahora entiendo que a esa hora, temente la concentración del esfuerzo bana acaparaban la portada del martes 21 de abril.
da la clave sobre el ambiente de la zona: cuando la primera luz del sol pule la fa- de las autoridades por combatir los de- Minutos antes de las seis de la mañana, en la esquina de Boyacá con Ca-
“Es que por aquí falsifican hasta un nai- chada dorada de piedra bogotana del litos de “alto impacto” ciudadano —los rabobo, justo cuando iba a girar para coger el Paseo Urbano, vi un policía
pe, hace poquito una señora compró dos edificio del banco, ella pudo pensar que que se reflejan en las encuestas de per- hablando con una vendedora de café y jugo de naranja. Al frente, en una
barajas antes de subirse al bus, las abrió el cordón de los audífonos era un co- cepción y quitan o ponen votos en año cafetería, vi a otro sentado tomando tinto y en la esquina del atrio de la
apenas se sentó y eran las meras cajas llar y que lo que tenía en las orejas eran electoral—, en nueve puntos calientes iglesia La Veracruz uno más, de pie, viendo llover. Me detuve y pedí un tin-
con unas arandelas adentro”. perlas, qué sé shoooo. Y entonces quiso del Centro: El Paseo Urbano de Carabo- to. El policía que hablaba con la vendedora tomó un banco plástico y se sen-
En mis recorridos por los bajos de aferrarse a él como si en ese botín se le bo no hacía parte de ellos. En marzo pa- tó bajo el techo de un local de Gana.
San Antonio solo encontré sospecho- fuera la poca honra que le quedaba. sado solo se denunciaron ante la Policía —¡Estoy mamado! —dijo.
sos y cuentos de raponazo. Iba en busca Solo recuerdo haber dado un mano- dos hurtos en las dos cuadras menciona- A su lado, sentado en otro banco, había un anciano con sombrero y pon-
de identificar riesgos, advertir amena- tazo y correr. Corrí como un caballo des- das: uno de un celular y un anillo, y otro cho, con cara de pueblito de Oriente, que movía los labios. Modulaba con
zas, ver algún atraco. Pero lo único que bocado en medio de los árboles, dejando de un celular, una billetera y dinero. esfuerzo, pero no se le oía nada.
me hizo pensar dos veces una nueva vi- atrás las banquitas, sin las perlas en mis Carabobo tiene por lo menos dos —¿Un carro de rodillos? —le gritó la vendedora.
sita fue el piropo que me soltó una seño- orejas. Corrí dos, tres cuadras, mientras décadas de historia reciente de estarse —¿Un motor de cuatrocientos centímetros? —dijo el policía.
ra de cincuenta años en pleno parque. La algunas persianas del comercio se abrían cuidando sola. No por tener a su vera La conversación no prometía llegar muy lejos y el anciano cerró la boca.
acompañaba una amiga que llevaba de a mi paso. Corrí con la mano alzada y gri- el antiguo Palacio de Justicia, que aho- La explosión del mofle de un carro que bajaba por Boyacá levantó una ban-
la mano a una niña de diez años. Me vio tando “¡taxi!”, al tiempo que intentaba ra sirve de tendedero a almacenes de dada de palomas que picoteaban en el atrio de La Veracruz. Ascendieron
venir y me dijo, “ay papi me encantan los desenredar el cordón del audífono que ropa y calzado, sino porque allí empe- dejando oír sus aletazos, y se posaron en los árboles y en las terrazas de los
hombres así, barbaditos y peluditos”. Las colgaba de algún botón de la chaqueta. zaron a actuar las Convivir del Centro edificios. La lluvia seguía cayendo y el Paseo Urbano de Carabobo se veía
tres se alejaron riéndose hacia las catara- Y sudé. Sudé al punto de pensar, sentado a principios de los noventa. En Carabo- tranquilo y despejado, iluminado por la tenue luz amarilla del alumbrado
tas de los bajos. Fue mi última visita. UC en la silla trasera del taxi, que no podía bo no duermen ni caminan mendigos público. Un embudo sin buses, carros ni motos. Sentí que podía emprender
llegar a la oficina sin un nuevo duchazo. y, aunque ya no se ven esos hombres de nuevo mi camino por el pasaje. UC

p o a i n p o a i n
u n t s c l e t e s u n t s c l e t e s
8 UC número 64 / abril 2015 número 64 / abril 2015 UC 9

Moravia social tour


por C A R O L I N A C A LL E

Fotografías: Juan Fernando Ospina

D
espués de cruzar un río, los hallazgos de los recicladores: pren- y compraban los aparatos, le prestó el protagonista es un hombre negro que
atravesar un bosque y esca- das de vestir de segunda para prime- espacio a las Empresas Varias en 1977 camina por Medellín buscando una sa-
lar dos montañas, ese hom- ras comuniones, vestidos fucsia para para que acomodara todos los desperdi- lida al mar con su canoa al hombro. Y
bre que reparte saludos en los quince, corbatas negras para entre- cios del área metropolitana. su sueño termina oxidado en la cúspide
cada calle pero no es un po- vistas de trabajo o abrigos de Papá Noel Entonces las volquetas quedaron del basurero, en medio de un paisaje lú-
lítico, que tira besitos a las señoras pero quién sabe para qué. autorizadas para moverse en la zona gubre, fétido y desolado que el director
no es un donjuán, que mastica un palillo Hacia el final de esta vía se rentan y vaciar toneladas de desechos. Dos no tuvo que intervenir porque el esce-
de dientes pero no es un camionero, se lavadoras a mil pesos la hora. Se pres- montañas fueron ascendiendo, se hi- nario era el morro natural de Moravia.
para al frente del grupo que le sigue los tan asientos para que los vecinos pon- cieron curvas y carriles sobre la misma Si no fuera porque en 1984 se ordenó Los señores tiran los dados, los billares están llenos de brindis, las máquinas de
pasos y con la convicción de un culebre- gan el parqués, el dominó o las cartas basura para que los vehículos pudie- su clausura quizás hoy serían rascacie- azar atragantadas de monedas y las tiendas surtidas de hielo y chicha.
ro les dice: “Moravia es el paraíso”. sobre la mesa. El asfalto termina en dos ran moverse con soltura, y Moravia se los de basura y de escombros. El cierre La publicidad está hecha a mano y pululan letreros pegados del vidrio, del
Y ahí, en la cumbre del morro, da un callejones con salida y en una “montaña convirtió en otro parque de atraccio- de los botaderos fue la apertura tácita poste o del ladrillo que promocionan productos y servicios típicos: “Se cosen
giro de 360 grados para que la brisa lo de mentiras”. “Este morro lo hicieron a nes pero para personas con hambre. a quienes necesitaban dónde construir extensiones”, “Se compra cabello humano”, “Se hacen trenzas”, “Se vende ga-
abrace y señala hacia cada punto car- punta de escombros”, cuenta Orley y co- Llegaron desplazados, mendigos, des- sus casas así fuera sobre un suelo ines- llina criolla y menudencia fina”, “Se hacen remiendos”, “Se buscan envases de
dinal mencionando los encantos de esa mienza a subir por una rampa peatonal empleados, damnificados, pero no de table y tóxico. Desde entonces esos espa- límpido”, “Se fabrican batolas”, “Se alquila pieza para persona sola”.
vecindad. Moravia queda a una cuadra y estrecha que desemboca en El Oasis, paso sino para quedarse porque el ba- cios que atraían ratas y recibían visitas Un trío de vecinas lee en voz alta los titulares de la prensa amarilla y
del parque de diversiones, a un puen- uno de los dos sectores con más pre- surero era el único lugar que les daba de gallinazos se convirtieron en los sec- una parejita de adolescentes se besa delante del río Medellín que mece una
te de la terminal de transporte, a una sencia afro de Moravia que inició como trabajo a largo plazo. tores más poblados de Moravia. balsa cerca de la orilla. Los caminantes mientras tanto siguen pendientes
loma del hospital, a una manzana del asentamiento temporal para damnifica- Como el camino iba creciendo ver- Y aunque en 1993 obtuvo el reconoci- del suelo para esquivar las mierdas de los perros y Orley continúa saludan-
cementerio, a una carrera de la univer- dos de inundaciones e incendios. ticalmente entonces se necesitó de miento oficial y su nombre fue incluido en do y guiñando el ojo como si fuera un marinero, como si ese barrio fuera su
sidad, a una diagonal del jardín, a un Allá todavía se vive a la usanza de la transporte especializado para sacar la el mapa de los barrios, muchos de sus ha- mejor puerto.
atajo de las estrellas, a una rampa del primera época —en los años cincuen- materia prima. Llegaron los conducto- bitantes todavía tocan madera cada vez ***
acuario y a un sendero del cielo. ta— cuando Moravia era considera- res de burros a quienes se les llamó ‘bu- que se recuestan a las paredes de sus ca- Moravia es el único barrio de Medellín con gentilicio —moravita—,
“¿Qué más se le puede pedir a la da una invasión. En el principio de los rreros’. A los encargados de separar la sas. En El Oasis los techos de zinc están cu- quizás porque tiene algo de pueblo y mucho de país. Moravia tiene que ver
vida?”, insiste. Lo escuchan veintidós tiempos cuando el barrio no era barrio comida del resto de desperdicios se les ñados con piedras. Las paredes además de con el río y con el mar, está poblada por la nostalgia de la marea y del cau-
hombres y una mujer cuyas miradas y todo alrededor era plano, las prime- denominó ‘chuteros’. A los que hacían oídos tienen bocas porque las dedicatorias dal. Es un barrio de puentes y riberas, de llegadas y partidas.
están perdidas en el paisaje del valle. ras viviendas surgieron de la conquista trampas con cabuyas para cazar galli- escritas sobre la tabla cuentan historias. En el sector La Herradura trabajan los areneros, señores con botas como
Unos sacan sus bitácoras y escriben, del pantano. Como estaban situados al nazos se les dijo ‘tramperos’. A los edi- La modernidad les llegó con la no- don Víctor, que se meten todos los días al río a recoger arena para vender y,
otros alzan sus cámaras y graban la di- nivel de río Medellín que tenía su cauce ficadores de ranchos que decidieron menclatura que les puso números sobre por qué no, a echarle el ojo a la corriente por si alguna vez los sorprende y
visa. Luego quieren la foto de grupo y le desperdigado, casi todo a la redonda te- convertir sus oficinas en viviendas se las puertas para que los mensajeros no les lleva un tesoro de aguas negras.
piden al personaje que pose con ellos. Y nía tierra movediza. les llamó ‘tugurianos’. se perdieran con la correspondencia, la En el sector Moravia, desde la madrugada se exhibe el pescado fres-
así, la imagen de Orley queda incrusta- Antes de llamarse Moravia tuvo El rumor de que había oportunida- cuenta de servicios y el impuesto pre- co en la carreta de don Rafael: “tilapia, bocachico, dorado”, antes del me-
da en el recuerdo del turista que atra- otros nombres: Fidel Castro, Cami- des se fue regando y a la terminal de dial. El interior de las viviendas parece diodía su vitrina ya está vacía. En el restaurante El Mesón, la sucursal de la
vesó la frontera y coronó el tour en la lo Torres y El Zancudo. Cerca estaba el transporte llegaron inmigrantes que una unidad de urgencias médicas cuyas sazón pacífica, la especialidad es la trucha y el sancocho de bagre. María
principal altura de Moravia. Bosque de la Independencia donde lle- solo tuvieron que cruzar un puente piezas están separadas por cortinas co- Pájaro le hace la competencia, ofrece las delicias de la costa Atlántica pero
Siempre habrá una respuesta cuan- gaban practicantes de pesca al lago que para hacer parte del barrio. La ciudad rredizas. Los clósets son cajas de cartón en su hogar, ella es la chef y la anfitriona. Abre su propia puerta y organiza
do Moravia es la pregunta: invasión, aún se conserva, y jinetes, al hipódro- se estiró por un lado, se ensanchó por que se ocultan debajo de la cama. En la su mesa para que los turistas descubran a qué sabe realmente un menú “ca-
resistencia y transformación son las pa- mo que alguna vez hubo en donde aho- el otro y ese par de cerros que aparecie- sala nunca faltan los televisores de pan- sero” cuando la casa es Moravia.
labras claves que la acompañan. Hay te- ra compiten las orquídeas por el primer ron de la nada comenzaron a sobresalir talla plana ni el bafle del tamaño de En El Bosque, don José Velásquez, un sastre de aguja gigante, confec-
sis de grado, documentales, canciones, puesto en la Feria de las Flores. por su altura, por la neblina putrefac- una caja de cerveza empinada. ciona una atarraya blanca para echar al agua. Los transeúntes y hasta los
libros y archivos de prensa que llevan A finales de los años setenta, la al- ta y por el sobrevuelo de aves de rapiña. Durante ese tour, un par de niñas an- vecinos lo confunden con un costeño porque trabaja de chanclas y panta-
por título el nombre del barrio. Y allá caldía de Medellín le concedió los terre- De esta época quedó el registro del dan cogidas de gancho en la calle mien- loneta, y lo que hace tiene más cara de hamaca. Cuando termina de tejer,
llegan nativos y extranjeros, estudian- nos al Parque Norte para que ampliara cineasta antioqueño Diego Rojas Mo- tras tararean un reguetón. Un niño eleva mira de un lado a otro desde la acera para cerciorarse de que no haya trá-
tes y profesores, periodistas y cineas- sus atracciones. Pero, mientras deci- reno en 1983 cuando filmó el corto- su cometa desde el segundo piso esqui- fico, coge impulso, gira la cintura y lanza la red sobre el pavimento para
tas, políticos y artistas. día cómo hacerlo, diseñaban los planos metraje Balada del mar no visto. El vando la antena de Directv de los vecinos. comprobar su alcance y para no olvidar el movimiento que hacía antes de
Todos quieren con Moravia y la ruta que el río que le daba peces comenzara a bajar cadáveres entre sus aguas.
empieza y termina con el hombre que se *** barrios. Tienen la suerte de estar rodeados de ciclorruta, sin bajadas ni su-
sabe todas las travesías para llegar a sus —¿De dónde son ustedes? —les pregunta Orley a los turistas que lo cir- bidas, y de tener la posibilidad de llegar en bicicleta al Centro de Medellín
personajes: Orley Argiro Mazo. Además cundan sudorosos luego de subir la segunda montaña del tour. “De Aran- en contados minutos.
de director técnico de futbolito, mána- juez”, “de Castilla”, “de Belén”, “de Manrique”, “de acá mismo”, se escuchan Tienen la suerte de ser vecinos de la Terminal del Norte, del Jardín Bo-
ger de bailarines, columnista de prensa las voces. tánico, del Parque Explora, del Planetario, del Parque de los Deseos, del
barrial, fotógrafo de fiestas étnicas, re- —¿Hace cuánto viven en Medellín? —replica Orley. Museo cementerio de San Pedro, del Alma Máter, de la zona médica, de
colector de piedras bonitas y coleccio- —Toda la vida —responde uno de ellos. Ruta N, del abc de Medellín. Todo está cerca. Por eso en Moravia la tierra
nista de frascos antiguos, ha sido el guía —Aquí en esta montaña hay una partecita tuya y de tu familia —le dice, escasea y el precio del arriendo está en alza. Los demás barrios del norte se-
turístico del barrio desde que Moravia y todos los demás fruncen el ceño preguntándose “¿cómo así?”. ñalan a los moravitas como gente “de modito” o los tildan de “pinchados”.
se convirtió en la “capital” de la comuna —Sí, estamos parados sobre toda la basura que produjimos entre los años “Sigamos el recorrido”, les dice Orley a los caminantes y los lleva al costa-
4 y en el barrio que más moja prensa de 77 y 84 cuando este sitio funcionó como botadero municipal —explica Orley. do occidental. Entonces alza su mano como si fuera un agente de tránsito, se-
la zona norte de Medellín. Hasta la primera década del siglo XXI los gases hacían bruma, para su- ñala a lo lejos, por allá a las montañas de Robledo y les dice: “la alcaldía dice
La expedición empieza en el Centro bir había que taparse la nariz, las chispas eran parte del paisaje y los incen- que a los habitantes del morro los reubicaron pero para mí, los desubicaron”.
Cultural Moravia. Los visitantes, de go- dios, gajes del oficio. La mayoría de pobladores se fueron hace cinco años, El éxodo generó un duelo en la comunidad, entre quienes se fueron y
rra y zapatos cómodos, llegan prepara- cuando les dijeron que vivir en el morro era sinónimo de calamidad. La ma- quienes se quedaron. Como las despedidas son muertes pequeñas, en sep-
dos para un largo recorrido, cruzan la yoría cambió sus ranchos por apartamentos, los senderos por las escaleras, tiembre de 2010 se hizo un velorio chocoano y un grupo de mujeres le dijo
quebrada La Bermejala y caminan so- la madera por ladrillo, a Moravia por Los Álamos, La Aurora y Pajarito. adiós al morro como lugar de residencia, augurándole vida eterna en la me-
bre el pavimento que ocultó las huellas Hubo algunos que no aceptaron el canje, se quedaron y escribieron gra- moria de sus antiguos habitantes y vecinos, deseándole un verde futuro, sin
del Ferrocarril de Antioquia. De esos fitis sobre las fachadas de sus viviendas: “Ante el desalojo ni me rindo ni me chispas, incendios ni gases tóxicos, amén.
ranchitos de madera que estaban al pie aflojo”, “El riesgo real del barrio es el apetito voraz de la administración”. Doña Leonor Padilla fue una de esas vocalistas, devota de la Virgen del
de la carrilera y que vibraban con cada Aunque saben del riesgo que corren porque la montaña sigue sudando y Carmen y de San Pacho, que le dijo adiós a la montaña. Suele cantarle des-
tren solo quedaron fotos en sepia, un cada tanto el viento les vuela el techo o reaparece el fuego, le perdieron el de su balcón al río Atrato, al muelle, a la panga y a ese pueblito de dos síla-
recuerdo en blanco y negro y el hábito miedo a morir quemados o a contraer la rabia, no renunciaron a la vista, a bas que todavía tiene el acento en su corazón. Se llama Beté y allá dejó a la
de sacar los trapitos de colores al sol. la planicie que tienen a la redonda ni a su posición estratégica en la ciudad. familia, la escuela y el chontaduro. Pero en su piel se trajo la bandera y en
Ahora —en la carrera 55— proli- Hoy en día se dan el lujo de vivir entre dos estaciones del metro, Uni- su voz el hábito de celebrar hasta la muerte. Cuando era niña aprendió de
fera el ladrillo y el temblor lo originan versidad y Caribe, de ser propietarios de un epicentro artístico como el su padre a llevarles serenata a los difuntos, a cantar y a bailar delante de
los decibeles de los equipos de sonido. Centro Cultural Moravia que es la envidia —de la buena— de los demás los dolientes un repertorio para el adiós.
Al principio de la cuadra se alquilan
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barrancos, donde las contracciones no


dieran más espera. ‘Mamachila’, la pri-
mera madre comunitaria que, en tem-
poradas de desempleo, le cuidaba los
hijos a las vecinas para que pudieran
salir a buscar trabajo.
Gloria, la conciliadora de otrora
cuando los problemas del barrio eran por
las fronteras de los ranchos, los maridos
coquetos y las filas en la tienda. Felicia-
no Córdoba, el negro al que se le prendió
el bombillo y gestionó el primer trans-
formador de energía que le dio la luz a El
Oasis. Leider Mosquera, fundador de los
“Reyes del perreo”, el grupo de estudio
que se tomó al reguetón en serio.
Shakira, el barbero afro que hace
maravillas cuando mueve la navaja so-
bre el churrusco en la mejilla. José Ta-
borda, el fabricante de límpido que
descubrió la fórmula secreta para sacar
las manchas de plátano y mamoncillo.
Heroína Córdoba, fundadora del morro
y cantautora que le hizo críticas al siste-
“Muchos oficios tradicionales en Jahír Córdoba. “De profesión soy rum- Se alquila para hablar cuando nadie ma a punta de villancicos.
Moravia se extinguieron —continúa su berólogo, donde se encuentra la rumba, quiere hacerlo, recita discursos póstu- Ana Mosquera, emigrante del occi-
discurso Orley—, algunos de esos gre- ahí estoy yo”, rematan los cinco artis- mos, dona palabras de aliento duran- dente colombiano, portadora del virus
mios sobreviven como el de los cha- tas en el coro de la canción Rumberólo- te un entierro y dirige la novena de los de la alegría y conquistadora de Chocó
tarreros, peinadoras, ropavejeros, go del grupo Explosión Negra. fieles difuntos. Cuando llega al escena- Chiquito, el legendario sector del vaci-
recicladores, areperas…”. En ese mo- La propuesta musical tiene el color rio, se da la bendición y suelta sus roga- lón y de la bella negramenta. Petrona
mento los visitantes se miran entre sí de la cumbia con tintes de ska; el olor tivas: “dale Señor el descanso eterno”, Moreno, la morena que en compañía de
y se sonríen con picardía. “Tan mal- de la tambora con esencia de marim- “¿ánimas del purgatorio quién las pu- diecinueve mujeres le cambió la pinta a
pensados”, les dice Orley antes de con- ba; el sabor de la chirimía revuelta con diera aliviar?”. Entonces sigue la me- la principal altura de Moravia: pasó de
tinuar hablando sobre otro tipo de hip-hop y la textura del cielo chocoano lancolía, los asistentes cierran los ojos, ser el morro de basura, a ser un campo
ocupaciones en Moravia. con aguacero de gaita. El sonido desa- luego rezan, repiten en coro: “Dios las de concentración de catleyas, brome-
*** ta algarabía en los hombros, chapaleo saque de penas y las lleve a descansar”, lias y bifloras.
—¿Y cuál es la ocasión para esta no- de cintura, flexión de rodillas, sudor en “brille para ella la luz perpetua”. Ubaldina Bedoya, la especialista en
che? —le pregunta Wendy a su clienta movimiento y estiramiento de sonrisa. Ovidio se entera de un sepelio cuando bolis, el postre típico preferido por los
fija mientras enreda una lana escarla- Entonces llega el alboroto, los espec- recibe la llamada de un amigo, conoci- niños que distribuye a través de su ven-
ta en un crespito y comienza a hacer la tadores cantan, luego aplauden, gritan: do o desconocido: “aquí lo esperamos en tana. Doña Ricardina Mosquera, la que
primera trenza. “qué tumbao”, “otra, otra”, “hasta aba- la novenita, usted sabe que con nosotros todos los días al atardecer sale a la es-
—Los grados de mi nieto —res- jo”. Este cuarteto ha sido embajador del le va bien”, le dicen aludiendo a la pro- quina a ofrecer el mecato favorito para
ponde Ana y luego respira profundo, Chocó, de Medellín y de Moravia —cómo pina que suelen darle al final del acto. brillar colmillos: “paticas de gallina” y
empuña las manos, frunce el ceño y
arruga la frente.
no— en Canadá, Estados Unidos y Méxi-
co. En 2011 fue preseleccionado por los
También recibe notificaciones directas
del más allá; a las honras fúnebres de la
“pescuezos de gallito” apanados.
Y así, se va yendo Orley entre pala- Línea Confiable 444 1020 • www.confiar.coop
—¡Tan bello! —replica Wendy que premios Grammy Latino y nominado a madre de Orley, por ejemplo, llegó por- bras e historias durante el descenso del
continúa de aquí para allá con un me- mejor álbum en los Premios Shock por su que las ánimas le avisaron, entró a la morro. En el camino de regreso tres ni-
chón, de allá para acá con una greña. trabajo Barro de Medellín, y en 2014 tuvo sala y, sin presentarse ni conocer a na- ñas saltan lazo, una señora baila salsa
—Sí, se graduó de preescolar, el año el honor de compartir tarima con el sep- die, empezó a orar. en la acera, un joven viste al maniquí
entrante comienza la primaria —agre- teto de matronas negras de Moravia que Él hace parte de la lista de perso- negro con cara de caballo en las afueras
ga con orgullo. dieron un concierto a capela de música najes ilustres de Moravia que Orley de un almacén de ropa, un par de zapa-
Para los egresados del Pacífico, ra- mortuoria en una calle ciega del barrio. menciona antes de terminar la visita tos tambalean colgados de los cables de
dicados en Moravia, todo —hasta que En Moravia existe también una pro- guiada. Marina Aguilar y Antonio Guz- la luz, una chancla está a la deriva atas-
no se demuestre lo contrario— es sus- puesta contraria, algo sombría. Se tra- mán, quienes en tiempos de tugurios, cada en una alcantarilla.
ceptible de festejarse. Wendy, en El Oa- ta del hombre de la implosión negra, protegieron con desvelo la cancha de Orley sigue repartiendo saludos, ti-
sis, presiente esa fiebre de verbena con del réquiem a domicilio, el especialista fútbol para que no fuera invadida y el rando besitos a las doñas, masticando
solo tocar las cabezas de sus clientas. en exequias, de profesión “velorólogo”: barrio no perdiera un espacio para el el mismo palillo de dientes y desba-
El domingo la rumba los busca, el donde hay velorio, ahí está Ovidio Con- encuentro, están en la lista. Gracias a ratando la imagen que la mayoría te-
baile los apretuja, el vallenato los de- de. Él se denomina a sí mismo el intér- ese terreno de juego, los dos sectores de nía de Moravia cuando creían que era
rrite, el reguetón los deshace, la cham- prete de las Ánimas del Purgatorio. Moravia que estuvieron en guerra hi- frontera, callejón y laberinto. “Vuelvan
peta los contenta, hay efervescencia de Su presentación tarda solo trein- cieron las paces en medio de un cotejo. por acá, no me olviden”, les dice Orley
melanina. A lo largo de la quebrada La ta minutos: tiene el color de las flores También están Vicente Mejía, el pa- mientras se despide y todos se lo llevan
Bermejala hay un bulevar con hume- marchitas con tintes de ceniza; el olor dre que llegó con hostia y sotana a dar sin darse cuenta. Él todavía no se men-
dad de fiesta cada fin de semana. A la de la camándula con esencia de sufra- misa en medio de gallinazos y basura. ciona a sí mismo como un personaje cé-
venta está la “cerveza envenenada”, gio; el sabor del tinto recalentado; la Aceneth Restrepo, la partera que, en lebre en su recorrido, no lo sabe, pero
los “chorizos encoñadores”, el “bolis de textura del incienso con la piel de la épocas de desalojo forzado y gases la- es el hombre puente, es el souvenir que
champaña”, la “longaniza afrodisiaca”. tristeza. Su voz causa encogimiento de crimógenos, atendía partos de emer- todos se llevan, el que nadie olvida des-
En Moravia hay un Chocó Chiquito hombros y nudo en la garganta. gencia: en andenes, escaleras, patios, pués de salir de Moravia. UC
y en ‘El Hueco’, cerca de un puente y de
la quebrada que atraviesa el barrio, se
encuentran todos los paisanos de Con-
doto y de Istmina, de Bagadó y de Quib-
dó, antiguos navegantes del San Juan y
del Baudó, con el mismo antojo de ma-
palé y de borojó, de bunde y currulao.
Cuando el alcohol los convence de
que la noche es infinita, llega la llu-
via de harina y esa sensación de que ya
nada importa: ni que se acabó el tiem-
po, ni que es lunes, ni que hay que ir a
trabajar. Lo que importa es que hay
vida, que cualquier día el mundo se
puede acabar, que cada domingo debe
haber carnaval.
“Se habla mal de mí, (…) porque yo
me tomo mis tragos, no ve que pa eso
trabajo, no le hago mal a nadie, ni tam-
poco soy irresponsable”, dice Harrison
Palacios. “Me la paso rumbiando toda
la semana, hasta las cinco de la maña-
na, con mis amigos y con mis panas y
rematamos el otro fin de semana”, re-
conocen Jeff, Dilma y Yommy.
“La vida yo también me la gozo, sin
amarguras yo la paso sabroso”, declara
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Lapidiario por F ER N A N D O M O R A M E L É N D E Z Si la muerte es un lugar común, como dice Tomás Eloy Martínez, tam- católica que, de modo lapidario, afirmó: ‘‘La obra inclemente y anticristiana
bién me parece manido lo de ir a hablar con los muertos en los cementerios, que hace el horno crematorio corresponde a la tierra’’. Al final, el camposan-
habiendo otros lugares. Con los años, el exclusivo cementerio de los ricos, to laico, intervenido por la iglesia, dio descanso a judíos, protestantes y suici-
el de San Pedro, se volvió un oráculo popular como el de la Sibila griega. das, pero en zonas demarcadas: juntos pero no revueltos.
Fotografías: Juan Fernando Ospina Los herederos de los fastuosos mausoleos familiares encontraron que ha- También en la vieja necrópolis de San Lorenzo, destinada a los más po-
bía demasiado espacio en los panteones y decidieron alquilarlos a gentes bres, había sectores de preferencia o de exclusión. A los suicidas, por ejem-
del común, a manera de inquilinatos de almas. Lo mismo que ocurrió en plo, se les fue arrinconando en un la franja de la colina que lindaba con la
góticos de ahora, que aún trasnochan de la élite de la ciudad con el ánimo de las mansiones del barrio Prado, conocido como Prado Rico, subdivididas en famosa Calle del Sapo, donde iban todos aquellos que requerían de los ofi-
para preservar las ojeras. crear un cementerio privado para tras- extremo, como termiteros urbanos. Así es como los cementerios se van pa- cios de brujas y yerbateros, o simplemente a adquirir algún brebaje redentor.
Una antigua novia me contaba que ladar a sus difuntos. El lugar se llamó reciendo cada vez más a sus ciudades. Mientras las pompas fúnebres cada vez son menos suntuosas y aquel
de niña le gustaba ir por las tardes al primero Cementerio San Vicente de San Pedro dejó de ser una acrópolis de alcurnia para alojar en sus pabellones a asunto se resuelve del modo más discreto, también las alegorías de la Par-
Cementerio de San Pedro porque en Paúl, luego de San Pedro; aunque desde muertos comunes y corrientes. Todos los estratos de la urbe tienen su sitio ca, aquella Señora Muerte, de innegable seducción para opiómanos como
su casa del barrio Sevilla, cerca de allí, siempre, en la calle, se le conoció como allí como una maqueta a escala. Las galerías están decoradas con esquelas Gautier o necrófilos como Poe, se han convertido en estampas bucólicas
había un bullicio tal que le impedía el cementerio de los ricos. de Winnie the Pooh, fotos de Nacional o El Poderoso, corazones cruzados que de vez en cuando reviven películas de culto, como El cadáver de la no-
concentrarse para hacer sus tareas. En- Casi treinta años más tarde, en por flechas de amor eterno en cuyo interior flotan, entre nubes, los rostros via. Otros poetas menos delirantes, como Borges, tan solo se ciñen a con-
tonces ella ponía sus cuadernos sobre al- 1875, fueron los propios vecinos de de los seres perdidos. templar los cementerios de sus ciudades que ya se han vueltos museos,
guno de los sepulcros y llenaba planas, San Lorenzo, el cementerio de los po- La pretensión de imitar el gusto de las élites, incluso hasta en las formas como La Recoleta, de estrechos pasadizos donde los cortejos de turistas se
dibujaba o hacía sus divisiones de frac- bres, quienes le enviaron un memorial de la muerte, animó a las familias emergentes del narcotráfico a construir mezclan con los devotos de Eva Duarte de Perón:
cionarios. Cruzaba la puerta de salida, al obispo quejándose de que a pesar de mausoleos del puro gusto criollo, como el tan visitado panteón de los Mu- Convencidos de caducidad
se despedía de los porteros que ya la co- que ya antes se habían quejado ante el ñoz Mosquera. por tantas nobles certidumbres del polvo,
nocían, y acaso habían regado el cuento párroco, el camposanto lucía su peor En la nave femenina de este sepulcro familiar se agolpa cada tanto un nos demoramos y bajamos la voz
de que esa niña no era real sino el fan- abandono. Dijeron que las tumbas y sus grupo de peregrinos que piden favores a una muchacha cuya foto, de chu- entre las lentas filas de panteones,
tasma de alguna muerta ilustre, tal vez cruces estaban sepultadas por la male- litos desteñidos, los fieles reconocen como “Rosario Tijeras”. Nadie sabe cuya retórica de sombra y de mármol
María Cano cuando estaba chiquita. za. Andaban tan cansados de rogar que quién fue el primero que vino con el cuento de que aquella finada era la que promete o prefigura la deseable
Ir de paseo al de San Pedro fue du- apelaron a una amenaza: si no le po- había inspirado la película que se estrenaba por esos días en Medellín. Des- dignidad de haber muerto.
rante varias décadas un ritual de los ve- nían mano a los sepulcros, iban a arro- de entonces las romerías acuden a rogar para que se obren sus milagros. Lo El lugar también puede ser La Chacarita donde enterraron a Gardel; o
cinos del lugar. Antes de que surgieran jar los restos funerarios al río Medellín. curioso es que tal vez estos mismos porfiados arrojan a la tumba fotos de Pere Lachaise con sus ídolos caídos y hasta las mascotas esculpidas que ve-
los guías acreditados, eran las mamás Un siglo después, ese barrio de di- prensa de Flora Martínez, la actriz que encarnó al personaje de Rosario en lan el sueño eterno de sus amos; o el de Santa Magdalena, a la orilla del
y las tías quienes urdían sus propias fá- funtos estaba ya cercado por predios de la cinta de Emilio Maillé. No entiendo, para ser Franco, ese extraño juego mar de Puerto Rico, donde fue a buscar mejores aires Pedro Salinas; o ese
bulas, fiambre en mano, al lado de tum- vivos como San Diego, Las Palmas y el entre verdad y ficción, santa y actriz, o milagros de taquilla. cementerio de San Andres con sus cruces pobladas de cangrejos.
bas célebres como la de don Coriolano barrio Colón. San Lorenzo quedó en me- Más evidente era el estruendo de la música antillana que esta tumba te- Al paso que estos lugares se vuelven museos de la memoria, también los
Amador. Se decía, por ejemplo, que la dio de una guerra de pandillas. Una de nía noche y día, la que molestó a los deudos porque perturbaba el descanso oficios de difuntos se han abreviado. Mi padre contaba que en su pueblo ha-
estatua con velo, tallada en mármol, de aquellas bandas se lo tomó para hacer eterno. Los Mosquera tuvieron que resignarse a poner música clásica, más bía un narrador de velorios llamado Hipólito Ramos. Este hombre iba hi-
doña Lorenza, la esposa del patriarca, sus juergas. Tal vez querían combatir el cercana a la paz de los sepulcros. Sin embargo, las cuentas de energía cre- lando, cuento tras cuento, las largas horas en vela. Debió ser un hombre
era la réplica exacta de cómo ella había aburrimiento con actos que exhibían la cieron hasta obligar a la gerencia a poner contador de luz en el mausoleo, más entretenido que las plañideras. Acompañaba al difunto y reservaba el
quedado al morir, cuando vio a su hijo soberbia del poder, como eso de sacar a algo que ni a Mausolo de Halicarnaso pudo ocurrírsele. Tal parece, como se final de sus cuentos solo para los verdaderos amigos del finado, los que sa-
muerto por una sífilis que adquirió con los muertos de sus tumbas para prender- ha dicho, que la familia nunca pagó esas facturas. Cuando les cortaron los bían esperar el alba para irse. UC
algún amor de alquiler. les fuego, una falta rastrera de urbani- servicios, las ánimas al fin pudieron recobrar su silencio.
La cercanía familiar de Medellín dad que otros glorificaron al ponerle el De modo que este Cementerio de San Pedro, pensado al comienzo para

E
con sus muertos es de hace tiempos. En sello de ritual satánico. gente muy estirada… como los muertos, terminó rodeado por la plebe, siem-
l hombre se bajó del bus que fuera un clavadista espontáneo, 1932 la Comisión de Salud Pública, en En cuanto a rituales, prefiero el que pre prolífica, que le hizo perder categoría. En los años setenta surgieron otros
de escalera, a un lado del de esos que vuelven siempre para tirar- documento dirigido al Concejo para es- aún se practica en pueblos como Arge- camposantos, con parqueaderos y amplias zonas verdes, similares a los cam-
puente que cruza el río Cau- se otra vez al mismo río. Y como este tudiar la creación de un cementerio lai- lia, en el Lejano Oriente antioqueño. pos de golf, como Montesacro, Campos de Paz o Jardines de la Fe.
ca, en Puerto Valdivia. Lle- no regresó, el mesero abrió el envolto- co, recordaba cómo la distancia entre Había allí un animero, llamado Sera- La idea de inhumar los cuerpos a campo abierto ya había empezado en
vaba un paquete pesado, rio: era la propia lápida del que saltó al las tumbas y las casas de habitación en fín, que llegaba al cementerio a la me- 1933, según se lee en la Crónica Municipal de Medellín, número 78, del mis-
envuelto en papel de embalaje. En- abismo; en ella se leía un nombre y el Paris era de cien metros, en Alemania, dianoche del primero de noviembre y mo año. Esta vez se convocó a un concurso público para el diseño del cemen-
tró a la fonda junto a los otros viajeros epitafio: ‘‘Ahora sí pueden reírse’’. de doscientos metros y en Rusia, de un convidaba a todas las ánimas a dar su terio, tanto su trazado general como cada detalle del arte funéreo. Había una
que llegaron a calmar el hambre, a ali- La lápida existe aún en ese cemen- kilómetro. También anotaba el mismo ronda por el pueblo. Las llamaba con bolsa de mil doscientos pesos para el ganador, quinientos al segundo y una
gerar la vejiga o tan solo a estirar los terio que queda justo al lado del puen- informe que en la capital antioqueña susurros casi inaudibles y luego iba de mención al tercero. La idea elegida fue la de un joven urbanista llamado Pe-
huesos. Se acodó en la barra y pidió un te. El viajero dudoso la puede buscar, si aquella distancia no parecía importar. casa en casa, haciendo bulla a las doce dro Nel Gómez, quien luego de su éxito con esta ciudad de los muertos, lle-
aguardiente, luego el segundo y el últi- acaso pasa por Puerto Valdivia y quiere Todos los barrios de los muertos que de la noche, con una matraca, mien- vó por los aires su ingenio al crear otra ciudad de los vivos, el barrio Laureles,
mo, que en Antioquia llaman dizque el bajarse a estirar los huesos, o a tomarse aquí se fundaron, a prudente distan- tras pedía en su letanía, un padrenues- una retícula de transversales y circulares que sería la maldición de los carte-
arranque. Pagó sin esperar la devuel- el arranque. cia, terminaron cercados y hasta inva- tro por el descanso de las benditas ros. Al parecer, con su necrópolis, Gómez había sido más cuerdo, y no era di-
ta. Mientras repasaba los muebles con Ese es uno de aquellos cementerios didos por los vivos. El de San Lorenzo, ánimas del purgatorio. Con semejante fícil para un familiar encontrar la tumba de su ser querido.
el dulceabrigo, el mesero se dio cuenta para visitar en vida. A veces son los úni- en la Loma de la Asomadera, fue un lu- ruido ningún vivo descansaba en Ar- El camposanto se construyó en 1940, en una finca del norte conocida
de que el tipo había olvidado su envol- cos sitios de interés en los pueblos que gar pintoresco donde convivían las al- gelia esa noche. Aunque él las regresa- como Rancholargo, con jardines y una plaza, para albergar por primera vez a
torio y salió a buscarlo. No lo vio entre parecen quedar más allá de los confi- mas de distintos estratos, sin reparos ba a sus sitios de reposo, con la dicha gentes de distintos credos, clases sociales y hasta un espacio reservado para
el grupo de pasajeros que volvían a sus nes. La gente los frecuenta aunque no de clase o de raza. Con el tiempo, el sec- del deber cumplido. Me contó que no los suicidas. Tan incluyente proyecto no tendría mejor nombre que Cemen-
buses para retomar el camino. Luego tenga a nadie enterrado allí, solo por tor decayó hasta volverse un barrio de le gustaba trasnocharlas, pues no te- terio Universal. Uno hasta cree escuchar el alarde demócrata del político el
escuchó unos gritos de alarma junto curiosidad filosófica, para gozar del mala muerte, cercano a talleres de ar- nía mucho de qué hablar con ellas, y día que cortó la cinta: “Hemos construido un cementerio donde por fin que-
a la baranda de metal donde otros pa- privilegio de sentirse más vivos, y has- tesanía, locales de espiritistas y antros además a las ánimas solo se les pide. pamos todos”. La obra contemplaba además algo insólito para la época: un
rroquianos acababan de ver al mismo ta para hacer vainas que solo harían los de la vida bohemia. Fue por eso que en Es más, me lo dijo con una frase lapi- horno crematorio, más un carro mortuorio para las casas de caridad y los in-
hombre lanzarse al vacío. No parecía poetas románticos del siglo XIX, o los 1842 se reunieron cincuenta familias daria: †Con las ánimas no se charla† digentes. En cuanto al primero, hubo una candente oposición de la ortodoxia
Arte Central

Lizeth León
Fachadas bogotanas
Tinta y rotuladores sobre libreta
Bogotá, 2015
16 UC número 64 / abril 2015 número 64 / abril 2015 UC 17
Bajo el título de ¡Salud y pesetas! agrupó Rocío Vélez de Piedrahíta dos crónicas por R O C Í O V É L E Z D E P I E D R A H Í TA
médicas escritas a finales de los cincuenta. Publicamos Infarto como un homenaje a
la autora, al juego de mesa y a su resistente corazón. Y como una forma de completar Ilustración: Alejandra Congote
el diminuto vademécum de sus historias médicas. Pocos nos hacen reír y pensar
escribiendo desde la cama del hospital.
aguantaba la noche sin morirme, con lo cual se disolvió la asam-
blea. Según me cuentan, esta escena se repitió con ligeras variantes,
durante todo el día y la noche siguiente, pero yo no me di cuenta de

Caído
nada. Recobré el conocimiento cuando vinieron a componer el as-

infarto
censor de la clínica que por descuido del arquitecto, quedaba frente

del zarzo
a mi cuarto y que tenía un daño muy raro que no se arreglaba sino a
golpes de martillo. Mi médico, que por lo demás me dejó muy satis-
fecha y agradecida, tuvo la ocurrencia de anunciar que yo ya había
recobrado el conocimiento; inmediatamente todo el mundo quiso
“entrar un instantico a darme un saludito”. Elkin Obregón S.
Los compañeros de clase de mis hijos venían por grupos para

H
ver cómo era una señora con infarto y qué cara hacen los que se les
ace tres meses me dio un in- Pero he aquí que las jugadoras de la está muriendo la mamá. Empezaron a desfilar por mi estrecha alco-
farto. En parte porque fue mesa vecina, que eran del género lento ba, docenas y más docenas de personas que se ponían a mis órdenes

MINISTROS SIN
una experiencia inolvida- y charlatán iniciaron una conversación a “para cualquier cosita que se te ocurra”. Recuerdo vagamente que
ble, en parte porque los mé- media voz y por el tono y el modo como varias señoras me preguntaron yo qué podía comer: contesté que
dicos no me permiten hacer trataban el tema, comprendí que se tra- no tenía ni la menor idea, que creía que un poco de oxígeno. Una me

CARTERA
casi nada, he decidido anotar los recuer- taba de algo sensacional. Me avergüen- llevó un frasco de jalea de moras porque al marido de ella cuando lo
dos más salientes de mi enfermedad y za decirlo, pero la única tentación que operaron del apéndice le encantaba.
que son por cierto los más inesperados. no he logrado resistir nunca es la de in- Algunos visitantes (hombres por lo general) le decían jovial-

P
Estaba yo buena y sana un jueves por tervenir en una conversación que tenga mente a Diego que no se preocupara que con los nuevos adelantos
la tarde, cuando salí para la casa de mi por base un chisme sensacional. Yo so- de la medicina, infarto era una cosa sin importancia. Otros, (muje-
amiga Rosita que me había invitado a ju- porto el frío, el calor, el sueño y el ham- res por lo general), con los ojos aguados y la voz trémula, nos reco- resenta Televisión Española la serie El ministerio del tiempo (Marc
gar canastas y a tomar té. A mí me en- bre. Puedo madrugar, trasnochar con mendaban valor y sometimiento a la voluntad Divina. Muchísima Vigil se llama el director), auténtico regalo para quienes gustamos
canta jugar cartas con las señoras que enfermos, velar a un muerto, ayunar a gente, de ambos sexos, quería saber en detalle todo lo que yo ha- de perderlo en esas fantasías. Un grupo de voluntarios, reclutados
no son muy expertas con los naipes. Jue- pan y agua meses enteros, pero dejar de bía sentido los días anteriores al ataque para estar seguros de que de distintas épocas, viajan por el tiempo de España, deshaciendo
gan despacio, con todo cuidado, se equi- emitir mi opinión sobre la vida privada a ellos no les estaba pasando nada semejante. También me trajeron entuertos; deben ser entuertos, dígase así, menores. No puede este
vocan de carta, permiten comentarios de personas que no conozco o sobre he- muchas reliquias y cada cual me aseguraba que como mi caso era ministerio cambiar la historia, pero sí ayudar un poco a que las cosas vayan
ajenos al juego, y sobre todo, no se eno- chos que no me constan, eso ¡jamás! desesperado, si me aliviaba era un milagro patente de su Santo. por buen curso: que el joven Lope de Vega no se embarque en un navío desti-
jan conmigo cuando doy el morro, ni me Imagínense el esfuerzo inaudito que No me explico por qué los directores de las clínicas, conocien- nado al naufragio, que un prometedor pintor Picasso firme una hoja que au-
preguntan después de jugar toda una tuve que hacer desde ese momento en do nuestro medio y las costumbres locales, no han organizado un torizará, cien años después, la llegada del Guernica al Reina Sofía.
tarde, por qué durante la primera parti- adelante para atender al cuento y tratar servicio de información en cada piso, que pueda decir a todo el que La serie es compleja, los libretos elaborados, buscando una cierta lógica
da tiré la jota de trébol teniendo el nue- de satisfacer a mis veloces compañeras. llega en qué estado se encuentra el enfermo que le interesa y ano- que suene de algún modo coherente. Los protagonistas viven situaciones que
ve de diamantes. Nunca he sido capaz de De las palabras que lograba entresacar, tar los nombres de los visitantes para pasar la lista a los familiares te atrapan en su delirio: Julián —estamos en el 2015— se escapa del ministe-
explicar el por qué de mis jugadas tres deduje que se trataba de algo gravísimo del paciente. Por difícil que parezca esta medida, resultaría sencilla rio hasta el 2012, para volver a estar con una joven a la que amó con locura,
horas después de haberlas hecho. que dizque había ocurrido en un club, si se compara con el ruido y el desorden que causan esas animadas y que morirá un poco después en un accidente. Ella, por supuesto, no lo sabe;
Pero indudablemente aquel jueves por culpa de unos diminutos shorts que tertulias que dificultan el servicio y perjudican a los pacientes. él, una vez remitido a ese año, tampoco.
estaba yo de malas y llegué donde Ro- se había puesto Pepita, la amiga de mi Mientras estuve en peligro de muerte, las enfermeras se pelea- En la próxima entrega, algunos de ellos viajarán a La Residencia de Estu-
sita en el momento preciso en que Emi- hija Carolina. Yo sé que Pepita no usa ban el privilegio de atenderme. Eran un montón de muchachitas diantes (Madrid, 1934), habitada entre otros por García Lorca, Buñuel, Dalí y
lia, Amalia y Amelia esperaban a que shorts porque el papá no la deja, pero disfrazadas de enfermeras, con zapatos de tennis, que no lograban hasta Pepín Bello, quien ya estuvo alguna vez en este zarzo. No sé las razones
entrara una persona que les hiciera cuando logré sacar un momentico para acostumbrarse a tener la muerte tan cerca y entraban constante- que los llevarán allá, qué entuerto deberán enderezar, pero espero saberlo, si
cuarto. En cuanto me vieron llegar, se aclarar este punto, los tales calzoncitos mente a curiosearme. Examinaban detenidamente a Diego, a mis Dios me da vida. Lunes, 7:30 p. m., canal 98. Os invito.
instalaron y empezaron a repartir sin ya no le interesaban a nadie. No entendí hijos, mi ropa, etc. A cada momento encontraban un pretexto nue- Y bien, me viene esto a cuento porque estoy preparando un cancionero de
darme tiempo de saludar a Rosita, ni de y creo que jamás podré averiguar cómo vo para asomarse y traían compañeras de otros pisos que todavía vejeces colombianas, e, inspirado por la serie, se me despertó el deseo de ir
quitarme el sombrero. Recogieron las llegaron mis amigas a la conclusión de no conocían “infartos”. al Medellín de los años veinte, para oír a dos duetos legendarios (Martínez
cartas, las abrieron en abanico y con ra- que la culpa del tamaño de los shorts de Una noche, a eso de las 9 p. m., no me explico por qué, me que- Trespalacios y Blumen Trespalacios), de los que no quedó grabación alguna.
pidez vertiginosa empezaron a mover- Pepita, la tenía una señora que yo no co- dé un rato sola y pude oír la conversación de dos enfermeras que Consignaré con disimulo esas voces, en un discreto casete de los de ahora, y
las de un lado para otro; antes de que nocía, pero de la cual me pude formar se sentaron junto a mi puerta a cambiar sus impresiones. volveré a mi zarzo.
yo hubiera acabado de recoger las mías, una idea muy exacta, por los muchos —No querida, ¡qué opinas del gentío que viene a ver esta seño- El problema es que no puedo contar a nadie mi aventura, por razones ob-
ellas ya estaban listas para empezar, datos que aportaron varias señoras que ra! Yo creo que ha venido más gente que cuando operaron a la del vias, y debo resignarme a disfrutar a solas ese tesoro. No era mi idea, valga la
por no decir, para tenderse. Compren- eran amigas íntimas de la víctima y que 320. Discutieron acaloradamente si se iba a morir primero la del verdad; no podría disfrutar así. Pensándolo bien, haré una escala en mi viaje
dí que Emilia, Amalia y Amelia eran nos relataron en pormenor las confiden- 320 o yo, cuál enfermedad les parecía peor, de cuál preferirían de regreso, y le entregaré la cinta a Hernán Restrepo Duque, dos o tres años
veteranas. Cerré un momento los ojos, cias que aquella les había hecho en sus merengues, la vida amorosa de la señora que no conocía y haciendo un es- morirse y cuál de las dos enfermas les parecía más necia y quejum- antes de su muerte. Él sabrá qué hacer.
recé una jaculatoria a Santa Rita que es momentos de desahogo. Créanlo Uds. fuerzo sobrehumano cogí una K de corazón y la tiré. Mis tres compañeras brosa. Luego pasaron a detallar el vestido, peinado y maquillaje
la abogada de las causas perdidas; me
puse los anteojos, aparté el cenicero, el
o no, aquella reunión de señoras de as-
pecto tan inofensivo, todas buenas ca-
me miraron atónitas y exclamaron con indignación: “¡el morro!”. Miré el
morro: alcancé a comprender vagamente que lo había dado, y sin más, caí
de mis amigas y parientas. Estuvieron, eso sí, de acuerdo, en que
mi sobrino Carlos era el hombre más buen mozo que habían vis- CODA
carriel, los guantes, en fin, cualquier tólicas, de misa y comunión diaria, so al suelo sin sentido. to, que si volvía al día siguiente se morirían y que con un hombre La sal de la tierra es un documental dirigido por Wim Wenders y Juliano
objeto que pudiera distraerme o estor- pretexto de que la aguadísima vida sen- Rosita llamó a un médico que se presentó al instante y diagnosticó un así se querían casar. Luego se quejaron del quehacer que tenían Ribeiro Salgado, hijo del protagonista, el fotógrafo brasilero Sebastião Sal-
bar mis movimientos; agucé la memo- timental de aquella desventurada se- infarto, con lo cual me llevaron cuidadosamente a una clínica y las veinte por culpa mía. Parece que la pelotera tenía recargado de trabajo el gado. Muestra el filme las muchas andanzas de este hombre admirable, viaje-
ria, el ojo, el oído, los dedos, y empecé a ñora era del dominio público, que nada señoras del costurero se separaron en medio de la más grande excitación. personal de ese piso, desordenado el servicio, y malhumorada a la ro impenitente, a lo largo y ancho del mundo. Su cámara constató y consignó
jugar. En un momento se llenó la mesa nuevo estaban diciendo, y que aquella Media hora más tarde, doscientas mil personas sabían y con lujo de deta- monja. Los enfermos del 322 y 323 se habían quejado del ruido y durante muchos años momentos terribles de la crueldad humana, en Áfri-
de canastas de todas las pintas, clases y honra mustia y vacilante ya nada tenía lles, que yo tenía un infarto, por qué tenía infarto y que lo más probable de que mis visitantes, por error o por curiosidad, se les entraban a ca, en Asia, en Europa. Asqueado, encontró una suerte de redención en la na-
condiciones. Yo a duras penas alcanza- que perder, la volvieron trizas a ella y a era que me muriera esa misma noche. las piezas. Los niños parecían exhaustos, Diego incómodo, mis ve- turaleza, y se dedica ahora a retratar paisajes semivírgenes, en imágenes de
ba a medio escoger una cartica para ti- todas las personas directa o indirecta- Estoy segura de que los médicos, las enfermeras y los demás miembros cinos descontentos, las visitas desconcertadas. una belleza casi abrumadora. Siempre lo ha apoyado su esposa Lelia, la per-
rar y nunca me daban tiempo de acabar mente relacionadas con su vida. La con- del personal de la clínica, no olvidarán nunca los veinte días que pasé en Entonces sucedió lo peor de todo: empezó a darme pena de no fecta casada. UC
de organizar mi juego para tenderme. versación se agitó a tal extremo, que las su establecimiento. morirme. Yo había arreglado mis cuentas con Dios Nuestro Señor
Cuando por fin creí que iba a poner algo jugadoras de las demás mesas (excep- Yo tengo seis hermanos; eso no es mucho, pero como cada uno de ellos y había aceptado de antemano todo lo que tuviera a bien resolver;
sobre la mesa, una de mis compañeras to Emilia, Amalia y Amelia, natural- tiene una esposa y seis o siete hijos, algunos casados; y como Diego por su ahora me puse a rogarle que resolviera prontico lo que fuera, por-
se tendió del todo y empezaron las tres mente), suspendieron temporalmente la lado tiene ocho hermanos también casados y con sus medias docenas de hi- que si esa situación se prolongaba, mis hijos iban a perder el año,
a contar como máquinas calculadoras: partida para aportar a voz en cuello to- jos; como entre los dos juntamos veinte tíos con sus respectivas cónyuges; yo iba a perder a mis amigos, y Diego iba a perder el empleo.
hacían morritos de cartas, sumaban, dos los datos que tenían al respecto. Se añádase a esto que tenemos parientes en segundo grado y muchas personas El Señor en su infinita misericordia resolvió que yo siguiera
restaban. Amelia que era mi compañe- pasó luego a una crítica minuciosa y de- que nos quieren o que nos deben atenciones y se comprenderá fácilmente viva. Ya en mi casa, empecé a devolver las reliquias y las bandejas
ra, acabó primero que las otras y sin de- tallada de las comunidades religiosas y por qué el ascensor de la clínica no daba abasto aquella noche sino para su- en que mandaban bizcochos y dulces muy buenos para la digestión
cirme una palabra me arrebató el juego, del clero en general. Afortunadamente bir y bajar a mis visitantes. Como mi enfermedad no daba tiempo para ron- pero que mi médico no me dejaba comer. Fascinaban, eso sí, a los
lo contó, apuntó, repartió y me encon- no había en aquella reunión ninguna se- ceos y la noticia que cundió era la de que me iba a morir de un momento a niños y a las visitas que llegaban por oleadas a la hora del té, a pe-
tré nuevamente con un paquete de
cartas entre las manos. Mi trío de juga-
ñora protestante y las ventanas que da-
ban a la calle estaban cerradas porque
otro, todo aquel gentío se precipitó a hacer acto de presencia: llenaron las sa-
las de espera, el hall, los pasillos, las escaleras. El servicio se dificultó, el te-
sar de que el doctor no se cansaba de repetir que yo no podía ha-
blar y que necesitaba un descanso absoluto. El día que me levanté
CIRUGÍA
doras parecía de afán y me recordaban este tema se trató sin el menor respeto y léfono quedó inutilizado y el ruido se hizo insoportable. Cada persona creía por primera vez, la dentrodera me dijo de buen modo, pero peren- CON LÁSER
a esos niños que en lugar de saborearse con lujo de detalles. que estaba hablando muy bajo, pero aquel enjambre caminando, moviéndose toriamente, que si me daba otro infarto, ella se iba.
un caramelo, lo muerden y se lo tragan Como Emilia, Amalia y Amelia se- y susurrando, producía inevitablemente algo más que un runrún. A las nue- Supe que estaba definitivamente fuera de peligro el día en
ligerito para poderse comer otro. guían, dele que dele, sin darme un ve de la noche, en vista de que no me moría y de que la espera iba a ser larga que Diego se sentó en la cama y me dijo: “mira mijita, ¿tú sabes
Durante más o menos media hora, momento de descanso, no supe cómo y monótona, una cuñada tuvo la peregrina idea de traer de su casa una ca- por casualidad, dónde están mis mancornas redondas, que lo que
seguí con todas mis potencias y sen- pasamos a hablar de lo egoísta que era fetera automática, de esas que silban cuando el agua hierve. Como no tra- hace que estás en la cama no las he podido encontrar...?”. Yo le
tidos concentrados en amortiguar el Julia (una amiga nuestra) porque no jo ni cucharitas, ni azúcar, ni agua, ni pocillos, atajaban a toda enfermera dije que tal vez pudieran estar en el cofre en donde las guarda DR. GUSTAVO AGUIRRE
malestar evidente que sentían mis com- daba la receta de merengues con crema que pasaba y le pedían “un pocillito, si me hace el favor”; pero cuando la se- hace diez años. Y efectivamente, allí aparecieron. Supe después OFTALMÓLOGO CIRUJANO U DE A.
pañeras al verse abocadas a tener que correctamente. De repente sentí la ca- ñorita traía el pocillito en cuestión, le pedía otro y otro, hasta tener en uso que las había buscado durante un mes por toda la casa sin poder-
pasar toda la tarde con una jugadora beza un poco pesada y se me nubló la toda la vajilla de la clínica y en movimiento a todo el personal. Por fin a eso se imaginar dónde las habría escondido yo antes de irme a tomar
tan lenta y tan mediocre como yo. vista. Traté de olvidar los sermones, los de las once ó doce, un médico tuvo la genial idea de anunciar que yo tal vez el té donde Rosita. UC Clínica SOMA • Calle 51 No. 45-93 • Tel: 513 84 63 - 576 84 00
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E
sta es la historia de un cara- sin llevar a su mamá y a su papá y serán —¿Por qué azul la vela, Humberto?
queño que se parece al Che historia”. Agregó foto de masacrados en —Porque el azul es profundidad.
Guevara y aunque ya tiene Irak, con la leyenda: “Así quedaron los —¿Y por qué el tabaco con el anillo?
más de cincuenta, y cada vez últimos que me desafiaron”. Ahora, un —Porque el Che los fumaba así.
se parece menos, sigue com- año después, se ríe contándolo. El martes pactado llegó a El Valle una hora más tarde de la indicada.
prometido con su papel. No le importa Pero él ha hecho acompañamientos Montaba una motocicleta Yamaha imitación Harley. Alforjas negras tacho-
que todos quieran ver en él a ese de boi- semejantes y dijo que sí sin demasiadas nadas de estoperoles plateados, tiras de cuero en los manubrios y vestido a
na negra, pelo esponjado sobre las orejas vueltas. “Listo camarada. Me llamas des- usanza militar. Sabiendo que guerra avisada no mata soldado y siendo más
y los mismos veintinueve años que todos pués, eh… para confirmar”. Apagó la ca- realista que comunista, llevó a un compañero dispuesto a algo más que una
conocemos. La historia resultaría triste jita color plomo, muy gastada. Mientras foto. Como mi propósito era ver y preguntar su vida, me había invitado:
si Humberto solo hiciera por parecerse a la guardaba dijo: “Esto lo tengo porque “Sería bueno que estuvieras”.

¡Miren
una foto, pero el destino y la suerte his- solo es apretar un botón”. Retocó la fra- La reunión era en un tercer piso. Subió las escaleras apresuradamente,
tórica de su personaje en la Venezuela se con gesto de desagrado consentido y se acercó resoplando ante la puerta abierta del salón, la transpuso y apa-
bolivariana le deparan diversos papeles pareció quedar en paz y justificado ante reció sonriente ante la gente. Los aplausos estallaron cuando todavía esta-
y funciones, y así el personaje le aumen- la historia universal, es decir, ante la úl- ba en la puerta. El político interrumpió su charla y agradeció su presencia.
ta historia a la persona y la foto de Er- tima tecnología y ante el cacique Chacao. El rostro de cada concurrente se expandió. El Che Venezolano era aplau-
nesto perfila la figura de Humberto. El Che Guevara y Simón Bolívar lo mira- dido por todos. Tenía los brazos en alto y con ese ademán hacía tres cosas:
Humberto López se parece al Che ron varias veces desde una pared. saludaba, recibía el agasajo y pedía que terminaran de saludarlo, que ya

al Che!
Guevara desde siempre. Muestra dos Estábamos en su casa en las fal- era suficiente. Saludó con dos palabras: “Patria y revolución”. Peroró bre-
fotos: una suya y otra del guerrillero, das del Ávila tutelar, al oeste profundo vemente: La revolución era muy difícil, necesitaba la participación de to-
ambos a la edad de doce años, y queda de Caracas. Un barrio de los años cin- dos, tenía muchos enemigos, ellos mismos, él, podían ser ese enemigo si no
probado que no es invención ni moda. cuenta con mucha domesticidad, colo- tenían compañerismo y unidad. Mientras hablaba abría los brazos y se veía
Nació en el 23 de Enero, “barrio revolu- res y peligros expuestos. Allí vive con más grande en su traje camuflado. Respaldó al diputado con algo más que
cionario desde antes que Chávez existie- su compañera y tres de sus seis hijos. su popular presencia: “Todos deben apoyarlo. La revolución necesita mu-
ra”, repite todo el que quiere decir algo El más pequeño, de tres años, se lla- chos como él”. Llevaba la boina negra que él mismo hizo, la guerrera abier-
sobre este lugar, de modo que allí, con ma como quisiera llamarse su padre: ta y debajo una camiseta roja sin leyendas. En el cuello el collar protector
los desinteresados y dispuestos amigos Humberto Che López. Luchadores de de cinco nudos que él mismo “trabajó”. Cada nudo un héroe de la Indepen-
de los diecisiete años, tuvo la revelación muchas revoluciones llenan una pared dencia: “Bolívar, de quien seguimos sus pasos. Sucre, su hijo predilecto. Mi-
del Che Guevara y de su figura reapare- de la sala. Otra pared está pintada con randa, el verdadero padre de la Independencia. Zamora, que quiso cumplir día. Siempre hubo corrillos a su lado, nosotros era un espejo del proceso que
cida en la de él mismo. Desde entonces por C A R L O S S Á N C H E Z O C A MP O manchas cafés, verdes, negras como la ilusión de Bolívar, y Ribas, que fue un muchacho comandando mucha- le recordaban compromisos, pacta- divide al país.
usa barba, pelo largo y mantiene el esti- una tela militar. En el resto del salón chos. No es superstición, hermanito, es ideología espiritual”. En estuchi- ban nuevos tratos, le entregaban pape- Íbamos para la oficina de Protección
lacho militar de su vestimenta. El taba- hay gorras, banderas, llaveros, boinas tos adheridos al cinturón cargaba una copia diminuta de la constitución, les. Apenas pudimos hablar, así que debí Civil del Distrito. La misión: una silla
co vino después, pero es solo un adorno Fotografías por el autor rojas y negras, cuchillos, balas, mapas, un discurso de Fidel Castro: Seamos como el Che, un encendedor Zippo, un contentarme con esa manera de oír a una de ruedas para una anciana de su ba-
para acentuar el parecido, él no fuma. escudos de Venezuela. Dos espadas que llavero, el celular. En la bota izquierda una cartuchera para cuchillo. Tiene persona que es verla. Como además él rrio. El Che hace esa clase de favores:
La figura del Che Guevara, ya muer- él mismo forjó están cruzadas y Bolí- cinco cuchillos, uno para cada par de botas. debía atender una reunión a la una de la consigue citas, cupos, trabajos. Conoce
to, creció por el mundo y se hizo legenda- var, muy pensativo entre ellas. Ese martes algunos querían una foto con él. Es algo que ya conoce. Los tarde, quedamos en vernos el martes a las necesidades y sabe las puertas don-
ria. Entre tanto, Humberto crecía debajo Todo sitio de su casa revela y define a celulares y su ofrecimiento fotográfico aportan suerte histórica a su persona- las diez y treinta también en Agua Salud. de está la solución, entonces toma los
de su sombra mítica. Pero de parecerse Humberto. En una salita interior hay un je. Dos señoras, él en medio abrazándolas por los hombros. Una colegiala pa- Esa vez llegó muy serio y posicio- atajos. No lo hacía por candidato a algo,
al Che no sacaba más que eso: parecerse cuadro de Chávez prisionero. Está ves- rada a su lado. Un muchacho estrechándole la mano. Un señor con un niño nado en su jeep. El tabaco apagado en que le pidan un favor y poder cumplir-
al Che, una lisonja instantánea que solo tido con esmero de seminarista. Come- de tres años en brazos. El Che posa para todos. Al niño le dio una recomen- la boca. Subí. Me saludó apretando mi lo lo regocija: “Porque ahí trabaja la es-
servía para revelar su orientación políti- didamente arrodillado en el piso de su dación: “Vas a jugar, pero también vas a estudiar. Eso es lo que te abrirá los mano con sus dos manos grandes, ner- peranza, hermanito”. Y también lo hace
ca. Años después, cuando en Venezuela celda, la boina roja en el suelo, la cama caminos, oíste. Toda la vida te vas acordar de esto”. El pequeño lo miró indi- vudas. Su anillo de plata tallado con porque son favores antiburocráticos.
se hablaba de socialismo por toda par- sin tender, los brazos y la mirada diri- ferente, sin memoria ni agradecimiento. lenguas de fuego brilló en medio de los Para él se trata de eso, de burlarse de
te, Humberto empezó a ser más Che que gidos al techo, donde, parido por una Una semana después lo llamé y quedamos en vernos al día siguiente. Me dos. El Che sonrió a un lado de su taba- la burocracia. “Hay tanta que habrá que
antes y a serlo de formas distintas. No nube, el Libertador hace esfuerzos in- recogería a las diez de la mañana en la estación del metro Agua Salud. Me co y despegamos de ahí. Bajamos por la darle un día de almanaque al revolucio-
importaba su cara larga contra la cara marcesibles por bajarle la espada hasta invitaba a La Piedrita, el barrio más revolucionario de Venezuela, tanto que avenida Sucre hacia el propio centro de nario burócrata”, ironiza. En aquella
redonda del héroe. No importaba que la ese lugar interminablemente humano. llega a ser piedra en el zapato del gobierno revolucionario. Habría un acto Caracas. Ir en ese carrito descapotado oficina no tenían la silla pero el direc-
mirada del legendario fuera y viniera de Desde otra nube, Dios mismo laburando con médicos cubanos. “Sería interesante que lo vieras”. Ese día, después de era una celebración. El Che casi mane- tor, su amigo de abrazo y tira de chis-
más lejos. No importaban las diferencias vigila que la historia nazca bien. media hora de espera lo llamé. Ya sentía frustradas las ínfulas con que de- jaba con una mano porque la otra de- mes, le dijo dónde. El Che agradeció al
sino el símbolo, y el símbolo, que siem- En el barranco donde se apoya su coraba esa jornada periodística montado en su poderosa Yamaha. bía ocuparla en responder los saludos amigo que lo ayudaba a ser el Che y sa-
pre es generoso, hizo innecesario lo que casa, cavó una gruta para que moren —Hola Humberto. Te habla Carlos. que brotaban a los lados. Camionetas, limos de ahí.
le faltaba a Humberto, y vistoso y cierto en ella otros héroes y compromisos que —Qué tal hermanito. ¿Cómo estás tú? automóviles, motociclistas pitaban, sa- Pero a veces no puede ir él mismo
lo que podía ostentar. también conoce. Allí se refugia, medita, —Bien, bien. Estoy aquí en Agua Salud. ludaban. Desde las aceras salían gri- al lugar donde se aletarga la solución
Dice que está viviendo lo que siem- ora ante una cofradía de indígenas que —Voy bajando, hermanito, espérame. tos: “¡Miren al Che!”. Casi no los oíamos de algo. En esos casos entrega al nece-
pre quiso vivir. Sonríe seguro y dis- lucharon contra invasores: Guaicapu- —Listo. Te espero en el sitio de los mototaxistas. porque llevábamos la voz de Alí Prime- sitado un papel en blanco con un sello
puesto mientras explica que ser la ro, Paramaconi, Murachi, Chacao, Ari- Quince minutos después lo vi venir entre carros y motos por la aveni- ra cantando el Himno Nacional a volu- redondo color rojo. Arriba se lee: Che
imagen del Che es mejor idea que re- chuna, Jerónimo, Águila Blanca. Los da Sucre. Venía por el lado contrario a la parada. Necesitaría una manio- men de campaña. “Solo con su canto es Venezolano, abajo C.B.R. y le indica a
presentar a Superman o a Batman. Es acompaña don Juan Tabaco, don Juan bra para recogerme. No venía en la moto, sino conduciendo un jeep Willys, el ideólogo de esta revolución, más que la persona dónde debe ir. Las tres letras
alto, las botas a medio pie lo elevan un Retornado, la India Tibisay, “buena para verde militar, descapotado. Me olvidé, pues, de la moto y ya me sentía com- Chávez, oíste”. Dos guardas de tránsito unas veces significan Comando Boliva-
poco más. Las facciones muy definidas, domar amores”, y también el Libertador partiendo el verde oliva del jeep cuando lo vi pasar frente a mí sin siquie- levantaron sus manos para saludarlo. riano de Resistencia, pero otras, sobre
rudas. La barba pulcramente recortada Simón Bolívar en su versión milagrera. ra sonar la bocina. Un carro veloz entre otros carros veloces. En la parte El Che respondió: “¡Epa comando!”. En todo en esos papelitos, significan, Con-
y con esmerada motica de pelos debajo El Che me los presenta uno a uno. alta del parabrisas alcancé a leer tres palabras: Patria, socialismo o muer- una esquina de El Calvario, mientras la tra Burocratismo Revolucionario.
del labio. Es mecánico autodidacta. Una noche, hace años, mientras re- te. Pensé que más abajo daría la vuelta y regresaría por el lado de la parada, pausa de un semáforo, un mendigo se —¿Y da resultado ese sello?
El 28 de enero de 2010 a las cin- petía oraciones a sus manes, sintió el pero pasaron quince minutos más y no apareció. Lo llamé. Me ofreció dis- acercó muleteando en un palo forrado —No siempre, pero a veces sí. Tres
co de la tarde sonó su celular. Humber- apremio de escribir una para el Che culpas. Declaró que con el afán que tenía se le pasó recogerme. Que dón- con trapos: “Che, dame ahí una bom- letras solitas asustan a un burócrata.
to siempre contesta. Pero cuando no lo Guevara y resultó que antes de tener un de estaba. Que me quedara ahí. Que ya iban por mí. “Disculpa hermanito”. ba”, dijo, muy seguro de sí. El Che son- Se ríe, pone su mano en mi hom-
hace, quien lo llama escucha un men- pedazo de papel y un lápiz en la mano, A los pocos minutos apareció la moto con estrella roja que me había indica- rió y le pasó un billete de dos bolívares, bro. “Poco a poco hermanito, cada uno
saje inequívoco: “¡Socialismo o muerte. ya la tenía enterita en la tela del pensa- do. Me monté y naturalmente intenté frasear algo con el piloto, pero resul- casi medio dólar. El hombre se retiró a hacemos un poquito”. Y enciende por
Venceremos!”. Esta vez soltó el tabaco y miento. Fue un dictado, dice, y ensegui- tó hermético como un poste de alumbrado, así que no hice más preguntas la acera sin agradecer. Desde el jeep el enésima vez su tabaco babeado y me
contestó. “Dígame”. No había brusque- da, mostrando el brazo: “Mira hermano, y me limité a disfrutar del viento. No era lejos y muy pronto entramos por mundo de afuera era un manantial de mira complacido de ser el Che y de vi-
dad, sorpresa ni admiración en su voz se me crispan los pelos de contarte eso”. una calle que se cerró ante un gran portón de malla metálica. Del otro lado saludos fugaces. Solo el Che era nítido vir aquí donde su personaje le da tanta
determinada por ese borde delicado, casi Veo los poros hinchados y los vellos des- abrieron y así entramos a La Piedrita. y con la suficiente quietud para obtener vida a su persona. Sabe que al símbo-
afeminado, que tiene la voz de los cara- piertos, erizados. Y al menos otra vez, en En el acto hubo reconocimientos, discursos, cantos, bailes. En ningu- algún poder de la situación. También lo le sobran vida y salud, mientras el
queños. Era una mujer desde alguno de el transcurso de nuestras conversacio- no participó el Che, pero su presencia era un suceso tan suficiente que al- hubo bien expresadas miradas de odio tiempo se los arrebata a él. Sabe que
los cerros de El Valle, al sur de Caracas. nes, le sucederá lo mismo. gunos con tomarse una foto al lado suyo lograban el mayor recuerdo de ese porque la acera que se deslizaba ante ese es su poquito. UC
Quería que los acompañara el martes si- “Oh espíritu poderoso y valeroso de
guiente en la Mesa Técnica Comunitaria Ernesto Guevara ‘El Che’, tú que luchas-
de su barrio. Ese día los visitaría un di- te en las montañas y tu ideología revolu-
putado chavista. Para ellos sería muy im- cionaria luchadora de igualdad, tú que
portante, además de inolvidable, que él fuiste y abandonaste todo por una causa:
los acompañara. El Che no conocía a la la revolución de los pueblos y la libertad
mujer ni al político y del lugar solo sabía de los oprimidos y de los más necesitados,
que era peligroso. Asuntos para cotejar, tú que fuiste revolucionario que con amor
pues ser el Che Venezolano le registra guiabas tus tropas en las luchas por la
buen número de enemigos desconoci- igualdad de los derechos y la libertad.
dos. En internet, periódicos y noticieros Yo invoco a tu espíritu desfacedor de
lo adjetivan: payaso, ridículo, empleado entuertos para que me proteja de los ene-
de la revolución, escoria, demente, irres- migos traidores, engaños, calumniadores,
petuoso, pantallero, drogadicto, borra- emboscadores y farsantes en nombre de
cho y hasta preguntan si no hay quién lo Dios Todopoderoso y María Santísima.
quiera matar. Dice que no le importa lo Con el permiso de mi Dios Todopode-
que piensen, sin embargo, un día decidió roso de las montañas, de la naturaleza,
responderles por internet: “A toditos jun- de los ríos, invoco al ‘Comandante Che
ticos: cuerda de valientes mediáticos los Guevara’ con su espíritu triunfador y lu-
reto a toditos juntos en el mirador de la chador para vencer a mis enemigos.
Cota Mil a las doce de la noche y lleven Se enciende una vela azul y se fuma
las armas que quieran el día que quieran un tabaco con el anillo”
20 UC número 64 / abril 2015

por S I M Ó N M UR I LL O

Ilustración: Verónica Velásquez

Inteligencia militar
¡ N OVE DA D !

L
Los ciudadanos, directivos de los partidos
os primeros de enero, días del sancocho legendario en la casa de militares le decían a las mamás que tranquilas, que todo bien, que se fue-
mi papá, los pasaba jugando Play en la pieza de mi primo punke- ran para la casa, que él llegaba después: “nosotros al fin y al cabo somos políticos, de corporaciones públicas,
ro, con otro primo, que no era solo otro primo sino mi primo. En- unos buenos muchachos, le mandamos al hijo sano y usted no va a tener estudiantes de ciencia política o de derecho,
tre la prole de primos David fue el único coherente, el único niño que perder todo el día en estas”.
que existía entre mareas de adulta aburrición. Desde chiquito le Multiverso es un libro sobre la relación de dos personas que viven en tienen en la obra de GUILLERMO MEJÍA
gustaron los modelos mecánicos, construir cosas con las manos, y la natu- universos diferentes. Para David, fue muy chocante acabarlo frente a las MEJÍA una herramienta útil, texto de consulta
raleza. No me sorprendió que acabara estudiando física en la Universidad
de Antioquia, porque fue mi primer encuentro cierto con un alma científica
miradas vigilantes de los militares. En cierta forma, la escena evocada en
el libro de un progreso tecnológico absurdo ofrecía un violento contraste
obligatoria, en una materia generalmente
de verdad. David era también políticamente pacifista y, lo más increíble de con la prehistoria brutal de la disciplina militar. Ninguno de los militares dispersa, como la electoral, pues su autor ha
todo, lo era en la vida real. lo trató mal, pero flotaba en el aire el secreto a voces de que nadie estaba logrado reunir en ella los elementos esenciales
El sancocho legendario se hacía en la casa de La Toma donde mi papá cre- allí por su propia voluntad. Ni siquiera los militares, que alguna vez de-
ció entre porros y salsa. Las historias de los camajanes de La Toma siempre bieron pasar por una escena parecida. Ahora se consolaban con la bíblica del proceso electoral de Colombia.
me han sonado absurdas. En mi mente empañada por la nostalgia, La Toma justificación de que solo cumplían órdenes de arriba. Todos miraban aza-
siempre es vista como tardes soleadas, chancleteo de tías, hiperactiva violen- rados a las mamás, que jamás despegaron el ojo; quién sabe qué hubiera
cia en GTA Vice City y, por supuesto, música de Buena Vista Social Club de pasado si lo hacían.
mis tíos, música de Sonic Youth del primo punkero, los cánticos del DIM del Después del examen médico los montaron en la volqueta. Eran ya las
tío hincha y los Beatles que nos gustaban a David y a mí como a nadie más. cinco de la tarde. David y otros dos fueron seleccionados y acabaron rum-
Eso fue —solo ahora que lo escribo caigo en cuenta— hace mucho tiem- bo a la IV Brigada, con sus mamás persiguiéndolos en un taxi. Ya el destino
po. David ya dejó de ser un niño y se volvió un pelao. Moreno, con gafas, de David era un trámite más, un después. Un militar gordo que conversa- Ediciones
chiquito pero cuajo. Durante los calores de enero asumió la primera res- ba con la odontóloga se quejaba con desánimo de que estos eran los únicos
ponsabilidad de adulto, que no es otra que realizar el primer trámite buro- que les quedaban, que ojalá no se los fueran a bajar. Poco después, duran-
crático de la mayoría de edad: sacar la cédula. te la entrevista con la psicóloga, David le contó que era maniacodepresivo, UNAULA
Allí, en medio de la somnolencia, la secretaria de la registraduría le dijo mientras la miraba con los ojos más tristes que podía inventarse, recitando
que pasara a la oficina de al lado donde lo esperaba un militar con todos los los nombres de las drogas que se tenía que tomar, relatando con voz arras-
fierros, con el tintico humeante del buen trabajador mientras conversaba trada los latigazos de su vida. Por consejo de su papá, médico casado en se-
tranquilo, con voz suave e implacables buenas maneras, con otro man que gunda nupcias con una psicóloga, decidió que la estrategia para escapar
también estuvo de malas. Hablaba con cansancio pero contento. Acostum- era alegar una enfermedad mental. En la única llamada que alcanzó a reci-
brado ya a la rutina de llevarse muchachos para la guerra. David se tragó bir antes de que el celular se descargara, su papá le mencionó esa posibili-
el discurso del militar, no discutió, y al otro día se presentó a las siete de la dad y algunos nombres para dar en la pepa. Más tarde, un falso certificado
mañana en el batallón Miraflores, acompañado de su mamá y armado sola- médico llegó a las manos de las autoridades militares: David estaba en tra- Facebook: http://www.facebook.com/FondoEditorialUNAULA
mente de Multiverso, un libro de ciencia ficción. tamiento como paciente maniacodepresivo.
Catálogo: http://unaula.edu.co/dependencias/fondoeditorial/colecciones
Los militares separaron a David de su mamá. En una cancha llena de De modo que David volvió a las fiestas de La Toma, a la endémica frus-
sillas de plástico y repleta de adolescentes, las mamás miraban a la gran tración por el DIM, a los Beatles, a las matemáticas. Atrás quedó uno de los
camada a través de las rejas de hierro y pintaban la escena de rojo. Los mi- dos pelaos con los que se montó en la volqueta y que jamás paró de llorar. De venta en librerías del país y en el Fondo Editorial UNAULA
litares iban llamando uno a uno a los pelaos para que mostraran los docu- En una confidencia de mamás, se supo que lloraba porque tenía lo que los
mentos. A pesar de haber pasado, David todavía no tenía su matrícula en sicólogos llaman dificultades de aprendizaje, razón suficiente para que, se-
la de Antioquia, por ese lado no tenía salvoconducto. Mientras tanto, los gún los militares, se lo llevaran fijo para el monte. UC
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Cinco segundos nadie los llamaba así, les decían mariguaneros o gami-
nes. Con el tiempo, los cambios de moda, de lenguaje,
de costumbres; con la aparición del narcotráfico, el te-
rror y la violencia mafiosa, la gente de la calle quedó
valiendo menos que nada y fue entonces cuando los co-
menzaron a llamar desechables. Volví a ver a Alcides
más de doce años después del miércoles de la carne. El
Cirrus había clausurado sus puertas. Me crucé con él
en la misma calle Maracaibo dos cuadras más arriba
del lugar del crimen, estaba igual, por lo menos su si-

por S A Ú L Á LV A R E Z L A R A lueta parecía igual, flaco, alto, la expresión de la cara


era la misma que ya había visto, fugaz, de mirada ma-
liciosa. La ropa hubiera podido ser la que llevaba doce
años antes, desencajada y negra por el mugre, estaba
Ilustración: Camila López sentado sobre cartones en el piso al lado de la puer-
ta de entrada a un edificio; venía de recostarse contra
el muro de piedra amarilla pero su cuerpo no parecía
en reposo, estaba alerta, quizá esperaba que algo o al-

E
guien llegara o pasara cerca, una presa o un enemigo.
l Cirrus fue restaurante y bar con agilidad a prueba de obstáculos; había más gente que réplica aún más fuerte se presentara y entonces vi la espal- Recordé la mirada pícara, la cara de gozo con el peda-
en la esquina de la calle Ma- de costumbre y los choques de voces, cubiertos, platos y va- da desenfocada, oscura, casi negra, que se alejaba por la ca- zo de carne a punto del primer mordisco, era el mismo,
racaibo con la avenida Juan sos tronaban entre las mesas. Silvio, malabarista en su sal- lle Maracaibo hacia abajo, rumbo a la esquina de la avenida a pesar de que la expectativa lo dominaba. Me pare-
del Corral, detrás del Hotel sa, llegó con el segundo plato a nuestra mesa. Juan del Corral donde se detuvo para mirar el lugar de los ció que entre el miércoles del Cirrus y ese momento, el
Nutibara, al inicio de la ca- Para quien baje por Maracaibo mi puesto era el más cer- hechos. Aunque sea con la mirada, siempre se regresa al lu- tiempo se había detenido para él. Lo observé desde la
lle. Más arriba, sobre Maracaibo, esta- cano a la calle en la mesa de la segunda puerta, de allí alcan- gar del crimen. Fueron unos segundos, cinco, diez, máxi- esquina disimulado entre un vendedor de periódicos y
ban el cine Ópera y la Librería Aguirre, zaba a ver la gente que subía y la espalda de quienes pasaban mo quince. Desde la esquina, la silueta oscura, negra por la un poste del alumbrado público. Recordé el día en que
y dos cuadras más arriba, la Clínica Me- rumbo a la avenida. De repente algo enorme se abatió sobre ropa desencajada y sucia, me miró con la picardía del triun- lo vi por primera vez y como en una película vi también
dellín y lo que acabó siendo la Avenida mi plato en el momento mismo que Silvio lo dejó en la mesa fo en sus ojos y la carne que arrancó de mi plato a punto del pasar su sombra de terremoto.
Oriental. En esos años, década del se- frente a mí. Fue lo me quedó grabado en la memoria. Aquella primer mordisco. No fue la última vez que lo vi. En los más Alcides apareció como un ancla en el tiempo, fue
senta, no había metro, ni Plaza Botero, fuerza inesperada, oscura y contundente hizo saltar arroces, de veinte años que siguieron me crucé con él varias veces y una sorpresa, en realidad nunca más lo había recorda-
ni hombres estatua a la espera de una hilachas de repollo y puré de papa en todas las direcciones. aunque nunca se acordó de mí —no había razón—, yo no ol- do, con seguridad a él también le habían pasado mu-
moneda para hacer el movimiento en- No tuve tiempo de ver el plato. Lo que quedó después de la rá- vidé su figura. chas cosas pero seguía siendo, por lo menos en aire y
sayado hasta la memoria. Estaban las faga que lo azotó fue algo parecido a lo que deja un terremo- Alcides, imagino que era su nombre, vivía en la calle, era apariencia, el mismo.
palmeras de la Plazuela Nutibara que to. Levanté la mirada asustado porque era posible que una un “desechable” aunque en la época de la carne del Cirrus, Dejé la ciudad y lo perdí de vista de nuevo, cuando
no parecen haber cambiado, ni creci- lo volví a ver, otro buen número de años había trans-
do, ni desmejorado con los años, siguen currido y él seguía igual. Regresé a una Medellín que
iguales, menos en número por el paso sí había cambiado, había crecido en habitantes, se ha-
del viaducto, pero iguales. Eso creo. bía extendido hacia las laderas, era una ciudad don-
El Cirrus ofrecía en aquellos años lo de todo parecía reciente y a veces sin terminar porque
que hoy se conoce como un corrientazo. nada de lo que significara vestigios de historia o de pa-
Era un restaurante con almuerzo para sado permanecía. Así desaparecieron calles, barrios,
empleados de la zona que en las noches casas, en beneficio de una ciudad más moderna con
pasaba a cabaret. Lo digo por la exhibi- el pasado enterrado debajo de grandes edificios y uni-
ción de botellas, adornos, luces y espe- dades residenciales, custodiadas por guardianes ar-
jos del mostrador, y por el piano en el mados con escopetas que hacían la ronda y parecían
rincón más alejado de la puerta, la ta- cuidar el futuro. Lo vi un martes o un jueves en la ma-
rima pequeña que insinuaba el lugar ñana, temprano, en una época en que dos o tres veces
del cantante y la pista, también peque- al mes, en ocasiones una vez por semana, me encon-
ña, que sugería la posibilidad del bai- traba para desayunar en Versalles de Junín, cerca del
le. Nunca estuve allí de noche pero un Parque de Bolívar, con Juan Diego, un amigo escritor
cierto ambiente Casablanca se sentía que con paciencia escuchaba los argumentos de unos
en los rincones, mediterráneo, un poco. cuentos que iba a escribir, leía los ya escritos, hacía
La penumbra, refrescante al medio día, comentarios y estimulaba el paso del imaginario vi-
llegaba hasta las cuatro o cinco puertas sual al escrito. Fue un jueves o un martes, no recuerdo
sobre la calle Maracaibo, abiertas pero exactamente el día porque durante esos meses, quizá
con mesas de banca unida y espaldar un par de años, con frecuencia me crucé con Alcides,
alto que impedían la entrada. Los man- a veces antes, a veces después de los desayunos litera-
teles siempre a cuadros, rojos y blan- rios. Nunca me miró. Nunca le hablé. Nunca supo que
cos, la vajilla blanca, las sillas y el resto yo era el dueño de la carne aquella. Algunas veces le
de la madera azul; las paredes color la- entregué unas monedas que recibía sin decir palabra.
drillo, eran con seguridad lo que con- Las últimas veces que lo vi, me pareció que seguía
tribuía al ambiente de otra parte. A la siendo el mismo solo que ya no era él quien acechaba,
hora del almuerzo, en lugar de sopa era parecía convertido en presa. Nunca me crucé con él en
posible elegir espaguetis. ¿Espaguetis un lugar distinto, siempre, desde el miércoles del Ci-
en lugar de sopa? A quién se le ocurri- rrus, hasta la última vez, Alcides frecuentó el mismo
ría algo así. También había salsas, bo- tramo de cuatro cuadras de la calle Maracaibo. Era su
loñesa o napolitana. Lo que parecía una territorio. El tiempo en esa calle se detuvo durante los
exageración, más tarde lo supe, era una treinta años que duraron nuestros cruces. Para él, esos
costumbre italiana donde la pasta es años debieron durar lo que duran cinco segundos. UC
una entrada y siempre va acompañada
de otro plato: ossobuco, filete o lo que el Cinco segundos hace parte de Con los ojos bien abiertos.
chef proponga. En El Cirrus después de Cuentos, coincidencias y serendipias.
la pasta venía el seco: arroz, papas, car- Anuncio Taller-Alberto González.indd 2 10/04/14 19:54
ne y repollo o tomate picado.
Un detalle por fuera de la car-
ta, si así lo pudiéramos llamar, suce-
dió en una de las puertas del Cirrus,
la segunda cuando uno baja por la ca-
lle Maracaibo rumbo a la avenida Juan
del Corral, un miércoles de septiem-
bre a las 12:45 del día. A esa hora ya
habíamos despachado los espague-
tis acompañados con salsa napolitana
y esperábamos el seco. Silvio, el mese-
ro, estaba desbordado, el tumulto de
la hora lo obligaba a ir de un lado para
otro esquivando mesas y comensales
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Emborrachémonos muchachos es la enseña.
Una gata adorna su bandera. Una cheflera es A un año de la por J O R G E I V Á N A G U D E L O

muerte de mi
la corona. Veinticinco años recién cumplidos
de El Guanábano. Donde son anfitriones,
Fotografías archivo El Guanábano
mecenas y arrendatarios de Universo Centro.
Este retrato de cantinero es una manera de
celebrar. De brindar por las ánimas del bar. amigo el cantinero Para la Mona Uribe, amiga de sus amigos

D
espués de beber casi un normal estar aquí, en la puerta, dicien- muy mal?”, me preguntaba y se contestaba: “Pero es que estaban haciendo
año a destiempo, al fin do cosas sabidas al lado de otros fu- mucho escándalo y no dejaban oír nada”. “Hombre Jose —le decía yo des-
coincidimos en la barra de madores… A todo se acostumbra uno, pués de acabado el concierto—, que prime el bien colectivo; mejor contame
su bar. Nos veíamos, cla- hasta mejor, no llegamos con la ropa cómo te va pareciendo El desfile del amor”. Y a él, que no le iba pareciendo
ro, una vez a la semana pasada a humo y se fuma menos. Y así y nada sino que ya le parecía, la pregunta destinada a abrir otro surco y des-
como mínimo; pero cuando yo me de- así, reforzando el colegaje con verdades pegarle la aguja, apenas si le arrancó un: “Pitol es muy buen escritor, debe-
dicaba al ron, la Mona tomaba tisanas de a puño termino el cigarrillo. ríamos leerlo más”. Eso fue todo, no se entusiasmó como otras veces cuando
con cara de resucitada, y cuando pasa- El parque a reventar y en el bar es- le dije que esa semana iba a ir a la biblioteca de Comfenalco a ver qué tenían
ba a saludar caminando derecho como pantan; como le gustaba a Jose, una del mexicano. Nunca le presté más libros del autor y la conversación sobre
el que confía en sus buenos propósitos, o dos mesas a lo sumo, y si era posible, esa novela nos quedó pendiente.
ella estaba de este lado de la barra ha- ocupadas por parejitas entretenidas en De este lado solo yo y del otro Márgara mirando pal páramo a falta de
ciéndose pasar por cualquier cliente, hablar pasito y besarse mientras las cer- clientes que atender:
pidiéndole al Rojo, a Érica, a Márgara o vezas se iban calentando. Que lo deja- —Oíste, esto está vacío, será muy maluco si brincamos a Chico Buarque…
a otro de sus lugartenientes, guaro tri- ran a sus anchas en su barra, lejos de las —¿Cuál te pongo?
ple tras guaro triple. alborotadas noches de fiesta. Por eso si —Las canciones en español, las que ponía Jose.
Hacía unos meses, después de darle la uno quería conversar con el hombre lo —¡Faltaba más! ¿Otro ron?
pelea a un cáncer, se había muerto Jose, mejor era aparecerse el domingo o el lu- —Pues qué se le va a hacer —le digo, me tomo el último conchito y le es-
que más que un socio fue su amigo del nes, días de guayabos concertados en los tiro la copa.
alma, y aunque en el tiempo de la enfer- que solo beben los zapateros y la gente Servido el trago, Márgara cambia la música y yo cojo otra vez las fotos.
medad —para no contrariar la voluntad muy seria, y él trabajaba o presidía des- Las voy pasando hasta que llego a una que me llama la atención. Jose solo,
del paciente, su empecinada discreción, de la barra. Hoy hubiera sido una buena haciendo carrizo en una silla azul de patas metálicas. Parece el corredor
el carácter que dio tono al bar tantos lu- noche para acercarse, fiarle dos tragos, de una finca, las baldosas rojas son de las viejas y él lleva puestas unas bo-
nes y domingos— pocos lo visitaron, mu- invitarlo a uno y ponerle tema; pienso y tas empantanadas. Ahí tenía mi edad, o hasta menos, en todo caso no pasa-
chos de los habituales del Guanábano, recuerdo que más o menos así lo conocí. ba de treinta y cinco. Seguro la foto fue tomada antes del bar o por la época
antes de pedir el primer trago preguntá- —¿Y la Mona? —le pregunto a Már- en que recién empezaba. La imagen me conmueve, de pronto la juventud, o
bamos por la salud del cantinero. gara, me siento otra vez y organizo a mi esa, digamos, abstraída seriedad. Encuentro en la postura, en el gesto que
En esa época solo lo vi una vez y fue modo las fotos. podría pasar por adusto, las señas particulares del amigo que conocí des-
por casualidad. Estaba tan bien, tan el de —Entró a la bodega, que la esperés y te pués; eso, y estar medio borracho en la barra donde tanto hablamos y be-
antes, tan distinto al Yacente de Mantegna tomés un trago mientras, que ella invita. bimos, me obliga a refrenar sentencias lastimeras sobre la fugacidad de la
que me había pintado la Monita, que dejé, —¿En la bodega haciendo negocios? vida, lo poco que somos y lo solapado que es el cáncer.
contento, una carne a medio trinchar en la Márgara se ríe y me llena la copa. Mejor dar un timonazo y rescatar de una vieja laguna la noche en que
mesa del Guarango y salí corriendo para Suena una canción de los Rolling Sto- Jose, paternal y resignado, me oía moler unos versos de Blaise Cendrars:
alcanzarlo en la esquina de la 39 con la 88. nes, una de tantas de las que aquí se “No obstante, yo era un poeta muy malo. / No sabía llegar al fondo de las
Después del abrazo hasta me animé a de- oyen; tan conocida, que hasta yo, todo cosas. / Tenía hambre / Ya todos los días ya todas las mujeres en los cafés
cirle que lo de él era pura pereza de bajar un desconocedor, podría tarariar- ya todas las copas”… Y yo, poeta malo con adolescencia dilatada, obligaba
al Centro a visitar a los amigos. Quién se quedaba la finca? ¿Esa era la del famoso caballo que se arrimaba a la mesa la. Pero estas fotos y esta noche preci- al pobre cantinero a soportar mi borrachera transiberiana. Al otro día, bus-
atrevería a pensar que ese mediodía de sá- a comer de la mano del dueño? —pregunto y pienso en lo bueno que pasa- sarían de otra música y, sobre todo, de cando en los bolsillos de la chaqueta con qué comprarme un Gatorade, me
bado con cielo de Dubái iba a ser la últi- ron, no en el paseo, más bien en esas noches repetidas y distintas que solo otro volumen. A Jose le gustaba más el encontré una hoja con varios títulos en la caligrafía de mi amigo: Llévame
ma vez que lo vería. Pero como decía otro conozco de oídas pero que se han vuelto palpables en cada una de sus his- bolero, el fado, el tango, la bossa nova, al fin del mundo, El plan de la aguja, Moravagine, El oro. Así supe, horas des-
amigo muerto: la muerte no se puede leer. torias, al punto de convencerme de que mi error fue llegar tarde a una fies- y cuando él estaba a cargo, eso era lo pués de que él me lo hubiera dicho, y en el tiempo en que creía saberlo todo,
La noche de nuestro reencuentro ta inventada por ellos. que se oía. Por la música, por el respeto que Cendrars también había sido novelista. Esa semana volví al bar en otro
etílico, la Mona, en uno de los tantos —Mentiras, Jose sí sabía cocinar, no como el que se cree el único capaz de que le inspiraba, lo vi enojarse y echar a estado y le di las gracias por las recomendaciones literarias.
bolsillos de su chaqueta beige, amén de fritar dos huevos y mueve las ollas y descresta, no, vos sabés como era Jose, una mesa completa. Ahora que lo pienso, una de las cosas que más extraño de Jose, era su pecu-
la consabida juguetería, guardaba va- dejaba hablar, dejaba que el otro… —y se interrumpió zampándose un aguar- La historia fue más o menos así. Por liar manera de leer. Una vez que lo vi con un best seller ochentero en la mano y le
rias fotos de Chepe. Las sacó una a una diente de esos que no caben en la copa y se toman por pura necesidad—. La aquel entonces el bar andaba de capa pedí explicaciones por su pecado, me dijo sin pararle muchas bolas a mi indig-
y las fue poniendo entre las copas, ce- finca, la finca de Ovejas, allá el caballo no solo se arrimaba a comer, no era caída y con la intención de levantar- nación juvenil: “Esa es la ventaja de ser un cantinero y no un intelectual, puede
remoniosa como una pitonisa con su sino que le pusieran Rigoletto y paraba las orejas, todo un conocedor. lo se les ocurrió invitar semanalmen- leer uno lo que quiere sin rendirle cuentas a nadie”. Nunca más volví a reprochar-
mazo de cartas. —Ahora verá que fue el caballo el que les tomó la foto. te a dos guitarristas, muy virtuosos por le sus deslices y seguí prestándole libros; cosas que me encargaba o que simple-
Llevábamos un buen rato juntos re- —Quién quita, seguro tenía mejor pulso que muchos de los que subían lo demás. Tocaban para pocos, pero se mente me gustaban y él leía o releía y comentábamos sin otra intención que la de
cordando cada uno por su lado, contán- por allá, además la foto es… afanaban con el repertorio y la gente gozar de un placer compartido. Así nos hicimos amigos, así lo recuerdo, conver-
donos historias resabidas que volvían a —Mona, ¿y esta otra? —no la dejo terminar, acerco a la luz una polaroid respondía hablando bajito, sin dejar de sando de literatura y de todo, oyendo su música, bebiendo en su barra.
nosotros iluminadas por los tragos y la donde se ve a los dos amigos, Jose detrás con una camisa de cuadros azules, las hacer sus cosas, pero atenta; algunos, Se acerca, inconfundible, la risita maliciosa de la Mona, pero al que veo
muy humana necesidad de exhumar a mangas remangadas, el pelo más largo de lo habitual, abrazándola por la espa- entre ellos mi amigo, estaban ahí ex- salir primero de la bodega es al facultativo Hugo Caro. Lleva la camiseta
los muertos con la lengua. Hablaba de da, mirando fijo a la cámara. Ella con ojos inmensos, sonriendo, con la cabeza presamente para oír a los músicos. azul cielo, la de los superhéroes, santo y seña que reconozco y me hace pen-
los primeros tiempos del bar mientras tirada hacia delante y la capul tapándole las cejas. No hay gestos desmedidos ni Cuando entré a buscar un taburete sar que la fiesta que trae viene de ayer y tiene vida por delante. Antes de sa-
me mostraba con el índice a un Trujillo risa de poses, pero hay placidez en los rostros. libre y a tomarme algo, el concierto ya ludarlos, y como preparándome para lo que me espera, le señalo a Márgara
de no más de cuarenta, parado en todo —¿Vas a decir que no sabés donde fue esta foto? Fijate bien. había empezado. Jose, en un extremo de mi copa y encarrilo bien todas las fotos. UC
el centro de la foto bajo el marco de la Hago caso, miro las vigas, una pared de madera, de pronto un clóset, la barra, se concentraba en el ron y en
puerta de una casa en el campo: pero nada, no se me ocurre. los dedos de los guitarristas. Lo saludé y
—Sin él este bar no existiría. Nos al- —Ni idea, te tocó decirme —le digo soltando la foto y agarrando la copa. me senté a su lado. En una mesa cerca-
cahuetiaba como nadie, a Jose lo adoraba —Pues aquí arriba, creo que por esa época Jose recién empezaba a vivir ahí. na a los músicos y a nosotros, varias per-
—decía la Mona y yo acercaba más la foto Claro, la mansarda encima del bar. Me pasan un par de noches por los sonas festejaban un cumpleaños dando
a la lámpara de mesa que Márgara nos ojos, fiestas que empezaron en la barra y terminaron en el patiecito de arri- cuenta a velocidad de gran borrachera
arrimó a la barra sin tener que pedírsela. ba, en sus cuarteles de invierno. Al poco tiempo de conocernos le dije por de una botella de guaro. Risas, mano-
—¿Y vos qué tenías en la mano, esta- joder que vivir encaramado en un bar le daba un aspecto de Rick Blaine o teos, brindis, todo a espaldas de la dis-
bas pelando una mandarina? —me río de Carlitos Way, cantineros famosos que sin embargo nunca se probaron posición y el ánimo del lugar. El hombre,
y la señalo, jovencita, con el pelo ape- sirviendo tragos en el Medellín de los 90. que se había volteado un par de veces
nas hasta el cuello, coqueteándole a al- —Me acuerdo que la primera vez que subí casi dejo la cabeza en esa para hacerme partícipe de su indigna-
guien o a algo que no aparece en la foto, punta —le señalo a nadie la escalera en caracol, la Mona se entretiene dán- ción, no aguantó más, se paró, enfiló ha-
con las manos a la altura del abdomen dole golpecitos a la copa con un extremo de la foto, está ahí pero en otro cia los bullosos y muy cortésmente les
sosteniendo la presunta mandarina. lado, en un lugar que es suyo por derecho propio: el de la vida que compar- dijo: “Se van”. Y ellos, entre bravos y sor-
—Vos si preguntás pendejadas, yo tió con su amigo. Siento que sobro y no me molesto en avisarle que voy a prendidos, fueron saliendo, no sin antes
qué putas me voy a acordar. Ese delan- fumar. Me levanto, termino mi trago y salgo a la puerta. Es viernes y el par- hacernos saber que de mejores lugares
tal que tiene puesto Jose, eso si es raro, que está lleno. Grupos de jóvenes le hacen corrillo a una botella, fuman, los habían echado y cosas así.
¿nos estaría haciendo el desayuno? Sin conversan, se dejan estar. Ya cumplieron, dirán, y lo que resta es tirar por la Lo simpático vino después, cuando a
esa foto no lo cree nadie. borda cuerpo y cabeza. En eso están ellos y en eso estoy yo. Jose lo acometió la culpa y dedicó par-
—Desagradecida, apuesto que te Antes, tener que pararse de la barra o de la mesa para poder fumar era te de la noche a reafirmar su gesto bus-
estaba haciendo un caldo. ¿Y dónde todo un suplicio, pero ahora, tiempo después de la ley, me parece de lo más cando apoyo moral: “¿Será que los traté
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