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SCHIRRMACHER, Frank

Ego: Las trampas del capitalismo


Ariel
México
2015
1ra impresión
315 páginas

Inicio de lectura: 21 de febrero de 2016


Fin de lectura:

“Sin que nos hayamos percatado, los economistas se han hecho cargo de la gestión del alma
del hombre moderno.” p. 9.

“En el mundo actual, muchos creen que sus libertades y posibilidades de elección son más
amplias que nunca antes. Y que al fin y al cabo pueden rechazar o aceptar las teorías.
En realidad no sólo las han aceptado sin saberlo, sino que incluso viven y trabajan
con ellas.” p. 10.

“El capitalismo de la información no conoce comportamientos que “no tienen motivo”. A


sus ojos, incluso la amistad y el amor tienen motivos racionales que radican en el interés
personal del individuo. De ahí la omnipresente inflación de “incentivos”, de premios que
van desde la bonificación de Wall Street hasta las medallas y galardones virtuales y las
votaciones “Me gusta” sobre los más privados asuntos.” p. 10.

“Una visión del mundo que ve detrás de toda acción humana la lógica implacable del
provecho propio produce egoísmo masivamente.” p. 11.

“La economía de la información valora los sentimientos, la confianza y los contactos


sociales como valora las acciones y las mercancías, y por primera vez en la historia dispone
de los medios técnicos para hacerlo de un modo cada vez más perfecto. No es lo mismo que
en una transacción o una subaste nos parezca natural que para el otro lo racional es pensar
exclusivamente en sí mismo, en cómo puede camelarnos, que no que la vida social misma
se convierta cada vez más en una transacción o subaste, en un mundo de la
comercialización del yo que se ajusta a unas reglas económicas claras como el agua. La
desconfianza, el pensar mal, los “faroles”, las maniobras de despiste son en este mundo de
la norma, aunque solo sea, como dice una expresión muy manida “para tranquilizar a los
mercados”. Pero no solo se refieren a los Estados, sino en una medida incluso mayor a los
individuos.” p. 14.

“[…] teorías de autodefensa en un mundo que, economizado hasta la médula, vive el


provecho propio como núcleo central del comportamiento racional.” p. 15.

“En la Guerra Fría nació la fórmula de que cada persona actúa en provecho propio y desea
engañar al otro; si uno acepta esto, actuará racionalmente.” P. 25.

“No vamos a contar aquí las historia bicentenaria del Homo oeconomicus, pero sería un
grave error pensar que se trataba de un monstruo ávido de sacar tajada desde su nacimiento,
aunque de esta guisa ya pulula en la literatura inglesa de comienzos de la Edad Moderna.
Al tratarse de un ser a quien se podía comprender, no ya por unas pasiones difusas, sino por
sus intereses puros y duros (que podían incluir también conceptos como libertad), el Homo
oeconomicus también fue siempre una figura de la Ilustración, y hasta cierto punto se le
podía considerar incluso, como demostró Axel Honneth (alumno de Habernas), en una idea
fundacional de la “izquierda”. “p. 25.

“La subjetividad o individualidad del ser humano fue sustituida por sus preferencias (que
vienen de fuera, es decir, no importa cómo surgen y cómo cambian) y la maximización del
provecho que se prometía. Más no hacía falta de momento. El Homo oeconomicus no solo
es, como dejó dicho Michel Foucault, un ser económico, sino político, y a los ojos del
poder tiene la ventaja de que es “eminentemente gobernable”.” pp. 26 – 27.
“[…] la llamada escuela “neoclásica”, nacida en la Universidad de Chicago y que
preconizaba desde hacía un tiempo, en el campo de la economía, que las personas son
egoístas y los mercados, máquinas de producir verdades.” p. 29.

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