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SCHIRRMACHER, Frank - Ego Las Trampas Del Juego Capitalista
SCHIRRMACHER, Frank - Ego Las Trampas Del Juego Capitalista
“Sin que nos hayamos percatado, los economistas se han hecho cargo de la gestión del alma
del hombre moderno.” p. 9.
“En el mundo actual, muchos creen que sus libertades y posibilidades de elección son más
amplias que nunca antes. Y que al fin y al cabo pueden rechazar o aceptar las teorías.
En realidad no sólo las han aceptado sin saberlo, sino que incluso viven y trabajan
con ellas.” p. 10.
“Una visión del mundo que ve detrás de toda acción humana la lógica implacable del
provecho propio produce egoísmo masivamente.” p. 11.
“En la Guerra Fría nació la fórmula de que cada persona actúa en provecho propio y desea
engañar al otro; si uno acepta esto, actuará racionalmente.” P. 25.
“No vamos a contar aquí las historia bicentenaria del Homo oeconomicus, pero sería un
grave error pensar que se trataba de un monstruo ávido de sacar tajada desde su nacimiento,
aunque de esta guisa ya pulula en la literatura inglesa de comienzos de la Edad Moderna.
Al tratarse de un ser a quien se podía comprender, no ya por unas pasiones difusas, sino por
sus intereses puros y duros (que podían incluir también conceptos como libertad), el Homo
oeconomicus también fue siempre una figura de la Ilustración, y hasta cierto punto se le
podía considerar incluso, como demostró Axel Honneth (alumno de Habernas), en una idea
fundacional de la “izquierda”. “p. 25.
“La subjetividad o individualidad del ser humano fue sustituida por sus preferencias (que
vienen de fuera, es decir, no importa cómo surgen y cómo cambian) y la maximización del
provecho que se prometía. Más no hacía falta de momento. El Homo oeconomicus no solo
es, como dejó dicho Michel Foucault, un ser económico, sino político, y a los ojos del
poder tiene la ventaja de que es “eminentemente gobernable”.” pp. 26 – 27.
“[…] la llamada escuela “neoclásica”, nacida en la Universidad de Chicago y que
preconizaba desde hacía un tiempo, en el campo de la economía, que las personas son
egoístas y los mercados, máquinas de producir verdades.” p. 29.