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PRIMERA FAMILIA - SACRIFICIO - VIRTUDES 27

4. Penitencia
La Penitencia es el fuego que conserva las virtudes y les
da savia para su desarrollo.
De ella nace el propio desprecio; de ella se produce el
ansia de padecer; el hamhre de crucifixión.
La humildad produce esta grande virtud, conserva sus
actos; mas la desarrolla el amor divino.
La Penitencia es muy agradahle a D�os y tiene muchos
visos, y alcanza diversas gracias para las almas y para la mis­
ma alma que la practica.
La Penitencia atrae a la ternura y el Corazón de Dios y
tiene las cualidades de expiar y merecer.
La Penitencia brota de la humildad. CC 13, 12.

5. Penitencia Espiritual Perfecta


La Penitencia exterior tiene la facultad o virtud de pu­
rificar el cuerpo y el alma, pero existe otra clase de peni­
tencia: la penitencia espiritual perfecta.
Esta penitencia es de un valor inmenso, y como lo dice
su nomhre, toca directamente al espíritu, aunque sus efec­
tos se dejan tamhién sentir en el cuerpo.
Esta purificación no está en manera alguna en la volun­
tad humana, sino que depende totalmente de la voluntad di­
vina. Esta voluntad divina, o por sí, o valiéndose de otro es­
píritu, hace pasar al alma por el vivo fuego del crisol de la
purificación más intensa y atormentando al alma, la deja
capaz para recibir las gracias del cielo. Este es un fuego que
en un instante consume hasta las más peque.fias imperfeccio­
nes, y acerca al espíritu, así purificado.
Esta purificación deja en el alma varios santos afectos:
es decir, le da luz, fortaleza y unión: estas tres gracias, ade­
más de otras, son las principales con que Dios regala al alma
feliz que lleva por estos caminos.
Esta penitencia es una de las virtudes internas per/ec­
tas de que venimos hahlando: y solamente un especial hene-
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ficio de Dios y un don puramente gratuito. Es un favor dei


cielo con el cual Dios purifica a las almas, las limpia para
subirias a la alteza incomprensihle de la unión.
Son estas desolaciones, que van a lo más hondo dei es­
píritu, un don gratuito, sin que nadie sea capaz, ni de quitar­
ias, ni de disminuirlas, pero se puede inclinar a mi Corazón
a concederias, practicando los tres grados de perfección de
la Religión de la Cruz. CC 6, 224-227.
La Penitencia es de gran valor y procura ai alma innu­
merables bienes. El cuerpo es como un pedernal y la peniten­
cia el eslabón con que se produce el fuego santo que purifica
el alma y la abraza en el divino amor.
La penitencia es una poderosa arma contra muchos vi­
cios; es espuela contra la molicie y ataca directamente a to­
dos los pecados capitales. Es el cerco de la castidad, la desper­
tadora dei espíritu y el antídoto contra el fuego dei Purgato­
rio: es la llave de las gracias y la que detiene la justicia dei
mismo Dios, es una mina que atesora para el cielo.
La penitencia abre las puertas de la contemplación y
los tesoros celestiales. Sin embargo, hasta su nombre causa
horror; pero si se gustasen sus frutos, este delicado sabor que
en el mundo no se encuentra... ! La Penitencia inclina ai
hombre a la mortificación, ai propio desprecio, a la Caridad
dei prójimo y a la unión con Dios. CC 10, 19-20.

6, 7 y 8. Sufrimiento, Sufrimiento Espiritual Perfecto y


Padecimiento
La virtud del sufriniiento es una parte esencial del Do­
lor. El sufrimiento cristiano que se acompaíia siempre de la
resignación y de la Paciencia, es hijo de mi Corazón, nacido
y santificado en El.
En mi Corazón se santificó el Dolor interno, dei sufri­
miento de mi Corazón tomó su virtud y fortaleza.
El sufrimiento es mayor que el Padecimiento, porque
éste toca ai cuerpo y aquél ai alma, y tanto le aventaja cuan­
to es la diferencia de lo material a lo espiritual.
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El Padecimiento cristiano es también una virtud, y muy


grande y de riquísimo e imponderahle valor a los ojos de
Dios, sobre todo cuando parte de un cuerpo puro, con una
alma santificada.
Uno de los mayores medias para la santificación de una
alma es el padecimiento físico causado por las enfermedades;
sin embargo; el Padecimiento es hijo del Sufrimiento y la
mayor parte de las veces andan juntos. Mas ahora no trato
aquí de un Sufrimiento puramente moral, aunque en mucho
lo estimo y valorizo; hablo dei Sufrimiento espiritual perfec­
to, que anega ai alma en las amarguras más crueles.
Esta clase de sufrimiento interno fué el que desgarró a
mi amantísimo Corazón, desde el instante mismo de mi En­
carnación hasta que entregué mi Espíritu en manos de mi
Padre. En este sufrimiento se complacen las miradas dei Pa­
dre; y él es el que partiendo de una alma pura, alcanza más
gracias celestiales. Todo Padecimiento y todo Sufrimiento es
Cruz, y constituyen el camino derecho para el cielo.
Ellos preparan ai alma para la Contemplación y la con­
servan: ellos son indispensables apoyos para la Oración, y
su alimento y su vida.
A la medida dei Dolor descienden las gracias para el al­
ma y para las almas.
El Dolor es el Arca Santa de los divinos favores.
Sin dolor no hay alegría, es decir, no hay Oración, ni
Contemplación, ni sólida virtud, esto es: sin sufrimiento no
existe sencülamente la vida espiritual.
La palanca de la vida espiritual es el Dolor manifestado
en las diferentes formas de Sufrimiento y Padecimiento.
Muy grande y encumbrada es esta virtud brotada de
mi Corazón Santísimo.
El Sufrimiento espiritual perfecto consiste en recibir,
buscar y gozarse en el Snfrimiento, Padecimiento y toda ela­
se de mortificación voluntaria o impuesta, ya directamente
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por Mi mismo, ya por parte del prójimo o ya proporcionada


por la misma alma.
Esta definición encierra un campo vastísimo de crueles
y terribles martírios. Con sólo esto llegaría cualquiera alma
que pasase por este camino a la más alta perfección.
Los enemigos del Sufrimiento y del padecimiento son
muchos y combateu en favor del Mundo. Demonio y Carne.
La Comodidad y el placer hacen inmensos esfuerzos pa­
ra derrotar el sufrimiento y el padecimiento.
La Delicadeza afina y pone en juego todas sus armas,
la Flaqueza y Debilidad los hacen tropezar y hasta llegar a
caer.
Pero el Domínio propio, la Firmeza, la Energía y la
Constancia son sus apoyos y las armas también con las cuales
alcanza la victoria. iFelices mil veces las almas vencedoras!
CC 13, 329-333.

9. Mortificación
Nota.-El Sufrimiento y la mortificación van más al interior
del alma. La Penitenc-ia y el padecimiento se refieren
más al cuerpo.
La Mortificación es el constante quehrantamiento de
todo propio querer. Sólo está incluído en el total sacrifício de
la Obediencia: sin embargo, puede el alma actuarse en to­
das sus operaciones, ya que la virtud de la Mortificación es
el incienso del alma.
Esta virtud es muy amada de mi Corazón, la cual se
desarrolla y crece practicándola. Es una hija predilecta del
Espíritu Santo y su misión es purificar a las almas por el
sacrifício; y su perfección consiste en que este sacrifício sa­
cudido de todo propio interés, suba al cielo por el solo y puro
amor. Este puro amor tiene muchos grados y extensión. CC
13, 8-9.
La Mortificación es una grande virtud hija del sufri­
miento y hermana del Padecimiento. Es la mortificación la sal
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con la cual sazonan todas las virtudes: ellas son desabridas


sin esta sal indispensable para su sabor.
La Mortificación, aunque es también hija del Sufrimien­
to, es mayor que su hermano el Padecimiento y más parecida
a su padre en el sentido de que va al interior del alma a prac­
ticar su misión.
La misión de la Mortificación es divina y su práctica lle­
va al alma a un alto grado de perfección.
El alma mortificada, es pura, obediente, humilde, peni­
tente, y la acompaíian todas o la mayor parte de las virtu­
des. La Mortificación tiene la virtud especial de levantar el
alma de las cosas de la tierra y de atraer por su medio la
Presencia de Dios.
La Mortificación es la lena o combustible con que se
enciende el alma en divino fuego.
La Mortificación es una virtud secreta que en el oculta­
miento y oscuridad, hace grandes progresos.
Es la Mortificación enemiga dei ruido; y en un pro­
fundo silencio se ejercita y crece. Tiene su asiento en el al­
ma pura o purificada.
Es la Mortificación una virtud gigante: y aun cuando se
muestre en la pequenez de la humildad, o con su vestidura,
ella derroca a enemigos muy capitales del alma.
Es virtud guerrera que consigo lleva a la lucha y la es­
pada y no descansa en su misión, proporcionando al alma que
la posee, infinitos medios y modos de merecer.
La mortificación domina a los sentidos y pone a raya
a las pasiones dei hombre: se interna hasta en las potencias
dei alma, y pasa aún más allá, esto es, al campo vastísimo in­
terno dentro del cual también impera ejerciendo ahí su do­
minio y su influencia más perfecta.
Es virtud tan fuerte, que derroca a la voluntad humana,
la pisa, y hace de ella su asiento: la rinde totalmente con su
trabajo y esfuerzo; y de tal manera llega a sujetarla, que
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aquel feliz y mil veces feliz espíritu que la tiene por su Rei­
na llega a vivir y a respirar dentro de ella y por ella misma.
Esta virtud tiene infinitas recompensas celestiales para
el alma que la practica, no sólo en la eternidad, sino aún en
el tiempo.
Sus enemigos son los mismos que los del Sufrimiento
y padecimiento; pero esta virtud como aborrece de muerte a
la Comodidad, a la Delicadeza y al Placer, esgrime heróica­
mente todas sus armas para defenderse, apoyándose en la
Humildad y en la Constancia. CC 13, 33-335.

1O. Abnegación
La Abnegación es una hermosísima virtud: es hija del
Sacrificio y de la Mortificación.
Su apoyo es ]esús, que es a la vez su modelo y su fuerza.
Su campo es extensísimo: su misión es constante.
Esta virtud es, la mayor parte de las veces oculta a los
ojos humanos, recreando los ojos divinos que la contemplan.
Pasa generalmente desapercibida por el mundo: se que­
ma en el holocausto del propio dominio, y se embellece en la
oscuridad, cumpliendo su misión.
Quebranta la ira del hombre, y atrae las gracias del cie-
lo al alma feliz que la posee.
El aroma de esta virtud encanta a Mi Corazón divino.
Satanás la odia y le hace encarnizada guerra.
Los enemigos principales que se levantan contra la ab­
negación son: el Orgullo, el cansancio, la tristeza, y el desfa­
llecimiento. CC. 13, 85-86.

11 . Persecución
La persecución es una de las gracias Mías con que ob­
sequio a las almas predilectas de mi Corazón.
Existen persecuciones desenmascaradas que hacen sufrir
terriblemente al alma: existen otras que son peores, sordas y
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ocultas, las cuales hacen más dano que las anteriores: y en su


oscuridad y silencio despedazan al alma contra quien van di­
rigidas.
Existe la persecución de los buenos: Yo la permito, y
ésta sí, es el verdadero crisol en el que el alma se purifica.
Es la Persecución un palenque sobre el cual el alma se
exprime, dejando ahí los humores emponzonados o malos que
la daiíaban.
La Persecución rnbre todo de la inocencia; o Ia que es,
arrojada, diré, sobre un alma víctima y pura, es la más do-­
lorosa y cruel y desganadora; pero también es la más llena
de celestiales recompensas. "Bienaventurados los que pade-­
cen persecución por la Justicia, porque de ellos es el Reino,
de los cielos". CC 13, 180.
Pero no crean que todos aquellos a quienes persigue fa:
justicia humana sean míos, o los liame Yo mÍOE, o les regale
mi Reino, no: trato solamente de los que son inculpables e
inocentes, y, sin embargo son perseguidos y calumniados y
despreciados, o bien por la ofuscación o malicia humana, o
por permisión divina, a fin de probar sus virtudes y aumentar
sus merecimientos.
Aquí encontrarán el fruto riquísimo del Desprecio aje­
no. Mas tampoco crean que alcancen mi Reino con sólo ser
inocentemente perseguidos, que muchos así lo son; sino que
exijo del alma inocente y víctima de la persecución el silen­
cio en su dolor, el perdón para sus enemigos, y el gozo en el
sufrimiento; por mi amor, por mi puro amor.
Aquí está el fruto de la Persecución y al que Yo otorgo
mi propio Reino.
El alma feliz que practica el Silencio, eI Perdón, y el
Gozo en la Persecución, llega a lo más encumbrado de las
virtudes ;, Habrán entendido la Persecución así?
Con la Persecución no se compra el cielo: Yo lo doy,
pero con las condiciones que llevo dichas. Hay persecuciones
en el orden de la gracia también terribles, la vida extraordi-
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naria generalmente las lleva consigo: y de éstos principal­


mente es el Reino de los cielos.
El mundo y los mundanos siempre van en oposición a
Mí, y a lo que es mío, si no abiertamente, lo cuál sería me­
nos maio, sí con disimulaciones falsas, hipocresías y aún con
aberraciones cubiertas con capa de virtudes.
Toda alma que se da a Mí, pasa, en más o menos escala,
por esta indispensable persecución que purifica. A la vez
que la persecución es una gracia muy grande en la vida dei
hombre y eu la vida del espíritu, es un tropiezo en el cual
sucumben generalmente las almas débiles.
_En las vocaciones religiosas sucumben muchas almas
débiles, por la persecución; y Satanás obtiene grandes triun­
fos.
El apoyo del alma en las luchas de la Persecución ;, Sa­
_ben cuál es? María y la virtud sublime de la CONSTANCIA
,que se alcanza por la intercesión de aquella que es "Auxilio
,de los cristianos" y de las almas religiosas. CC 13, 182-184.
VICIOS OPUESTOS

A LAS VIRTUDES DE SACRIFICIO

1. lnmortificación
La lnmortificación procede de la Sensualidad y dei
Amor propio principalmente.
La Comodidad y la Delicadeza lo alimentan y hacen
crecer, ayudándole además a que llegue a su completo desa­
rrollo, por medio de la Molicie.
La vida espiritual subsiste y crece con la savia de la
Mortificación; esta virtud la vigoriza y prepara el alma para
grandes gracias.
En cambio la lnmortificación mata esta vida dei alma,
o cuando menos la biela y seca, enervándola para todo hien;
porque hay que desenga:õ.arse: la vida dei espíritu, nace, cre­
ce y se desarrolla solamente en el campo doloroso de la Mor­
tificación voluntaria, o sea de la Cruz: no existe otra vere­
da para llegar a ella, sino la estrechísima dei Dolor.
La Mortificación es la escala que más pronto y directa­
mente lleva al cielo por las virtudes, ella es la perla dei cora­
zón que me ama. En cambio no existe declive más inclinado,
que haga descender al corazón por toda clase de vicios, como
la lnmortificación.
El alma que se deja llevar de ella, pronto caerá en el
pecado.-lDí, Seíior, en qué cosas se debe uno mortificar y
cuándo?
-Siemp1·e y en todas partes, especialmente cuando sien­
te el alma alguna afición desordenada aún en lo más santo;
cuanto más en cualquier determinado vicio. En todo lo que

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