Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Es ese hombre.
Ya sabes, el héroe en casi todas las novelas románticas.
El súper rico y poderoso CEO que está más allá de sexy. Vive en
un penthouse. Es estupendo en la cama.
Tiene enormes... pies. Es una especie de idiota, pero realmente
no lo es porque alberga un gran secreto que, una vez revelado,
explica por qué él es como es, por lo tanto, se redime por completo y
hace que todas las lectoras que odiaron amarlo se desmayaran...
Sí. Ese.
Bueno, lo encontré.
Soy una escritora que ha pasado años buscando la perfecta
inspiración.
Ahora que sé que él existe, tengo una misión.
Hacer que se enamore de mí.
Eso debería ser fácil. Quiero decir, tengo problemas, pero, sobre
todo, soy una gran jugadora.
El problema es que hice algo estúpido.
Y ahora él me odia.
Desafortunadamente para él, él es mi Ese Hombre.
Y él me va a amar...
Lo quiera o no.
Este libro está dedicado a todas las
mujeres que buscan su
Ese hombre.
Y a todas las mujeres que ya lo han
encontrado.
CAPÍTULO UNO
Nunca, ni en un millón de años, pensé que estaría corriendo por
una acera, con una humeante bolsa de mierda de perro en la mano,
con un dueño enojado y un Golden Retriever realmente rápido en
mis talones.
La gente en Chicago se toma la mierda demasiado en serio.
¿Qué po de persona decidió que era una buena idea para todo el
mundo hacer un hábito recoger caliente excremento de perro? El parque
aquí incluso ofrece estas pequeñas bolsas gratuitas en un dispensador que
ene una imagen de un perro sosteniendo en su boca una bolsa de plás co
llena de su propia mierda.
En mi pequeña ciudad natal de Mt. Olive, Mississippi, a nadie le
preocupa dónde caga tu perro. Si pisas un poco, simplemente raspas
tu pie en la hierba hasta que te quites la mayor parte. Si entras en
una tienda y ves a la gente olfateando el aire, diciendo, “huelo a caca
de perro” es una reacción natural que todos revisen sus zapatos.
Entonces es una cortesía para la víctima decir, “soy yo”. Y todos los
demás asienten con reconocimiento y le señalan la zona más cercana
de la hierba.
En este momento, casa se siente como a un millón de kilómetros
de distancia.
Esquivo un parquímetro y casi mato a una mujer con una
carriola.
―¡Lo siento! ―Levanto mis manos y corro hacia atrás mientras
continúo pidiendo disculpas a la mujer. Ella me fulmina con la
mirada, mientras continúo disculpándome, veo cómo me devuelve
la mirada mientras se agacha junto a la carriola y abre la cremallera
del mosquitero para comprobar a su bebé. Siento diez tipos de cosas
terribles. Hasta el pequeño Chihuahua estira su minúsculo cuello
envuelto en una bufanda hacia mí.
Por el amor de...
Estúpido Chicago.
Perro estúpido.
Mierda estúpida.
Estúpido Luke Duchanan.
Han pasado años desde que he actuado como una tonta en
Target y tuve que tomar un curso de manejo de la ira. Pero todavía
puedo oír la voz de mi entrenador en mi cabeza cada vez que me
enojo.
―Ahora Penélope, no es culpa de nadie, si no tuya que estés en esta
situación. Vamos a reflexionar sobre las acciones que te han traído aquí.
Sí. Hagámoslo.
Luke Duchanan robó el corazón de mi mejor amiga mientras ella
asistía a un programa de pasantías de verano aquí en Chicago. Seis
meses después, él la destruyó cuando lo atrapó con su polla en el
culo de otra mujer. Se mudó de vuelta a Mississippi. Conmigo. Y he
tenido que escucharla llorar y llorar y verla beber todo mi maldito
vino durante las últimas dos semanas.
Entonces, cuando me dijo que Luke tenía fobia a la mierda de
perro, supe lo que tenía que hacer. Tengo que exprimir al máximo
mi tarjeta de crédito. Volar a Chicago en vísperas de la maldita
tormenta de nieve más grande que jamás haya visto el estado de
Illinois. Poner algo de mierda de perro en una bolsa, prender un
fuego en el porche de Luke y filmarlo pisándola.
Subir el video. Se volverá viral. Arruinaré la vida de Luke. Hago
que mi mejor amiga, Emily, sonría. Vamos a un bar. Ella vuelve a
contar la historia a un tipo que es más caliente que Luke. Follan en el
estacionamiento. Emily supera su corazón roto. Y luego se marcha
de mi apartamento.
Simple, ¿verdad?
Error.
¿Por qué?
Porque es una lucha encontrar mierda de perro en Chicago,
Illinois.
Cuando me acerqué a la gran pila de mierda, con mi brazo
enrollando seis bolsas plásticas de cortesía, el dueño me preguntó
qué estaba haciendo. Entonces se lo dije.
―Mira hombre, realmente necesito esta mierda de perro, ¿de
acuerdo? ―No pensé que me perseguiría por la ciudad, pero aquí
estamos. Y de ninguna maldita forma era mi culpa.
Estúpido manejo de la ira.
El ladrido del perro se vuelve más fuerte. Puedo ver por encima de mi
hombro y están cerca. Demasiado cerca. Doy un giro rápido a la izquierda
en la esquina, hacia una calle aún más concurrida, llena de autos. La
dirección del viento me golpea en la cabeza y soy bombardeada con
ráfagas árticas de aire, tan condenadamente frío que juro que puedo
sentir neumonía en mis pulmones.
Sin aliento, fría, con las piernas ardiendo, dolor en el pecho, tomo
una mala decisión. Abro la puerta trasera de una limusina negra y
me hundo en el asiento trasero. Tan pronto como la puerta se cierra
detrás de mí, el dueño y el perro pasan el automóvil. Suelto un
suspiro de alivio.
Eso dura solo dos segundos.
Estoy en el auto de alguien.
Es todo cuero negro y asientos suaves. La alfombra limpia y ventanas
ntadas. Un decantador de lujo lleno de líquido ámbar. División tintada.
¿Está el conductor del otro lado? Claro que lo está.
―¿Señorita Sims? ―La voz retumba a través de los altavoces y
me congelo―. El señor Swagger pide que la lleve de vuelta a su
apartamento una vez que haya terminado de comprar. ¿Le gustaría
ir allí ahora?
¿Swagger? ¿Señor Swagger?
Mis ojos se mueven hacia el intercomunicador. A la puerta. Atrás.
―Sí por favor.
¿Por qué dije eso? ¿En ese acento? No soy británica. O australiana. Y
no estoy segura con cuál de los dos respondí. Siempre los confundo...
―Muy bien, señorita. Estaremos allí pronto.
El auto se incorpora al trá co y tengo tres segundos para enloquecer.
¿Qué he hecho?
Soy tan estúpida.
Este auto es muy cálido.
Podría tomar una bebida.
Mierda.
La bolsa de mierda de perro golpea el suelo y me pongo en
cuclillas sobre el banco frente a mí. El decantador es pesado y difícil
de manejar. Lo aprieto entre mis piernas y tiro con fuerza del corcho.
Cuando la succión cede, mi mano vuela y me golpea en el rostro.
―¡Hijo de puta! ―Me aclaro la garganta―. ¡Hijo de puta!
―repito, con acento.
El whisky es tan fuerte que cuando lo inhalo me chamusca los vellos
de la nariz. No estoy segura de si eso es algo bueno o malo, pero de todos
modos me sirvo un vaso. O un dedo. Como sea que lo llamen. Considero
agregarle hielo, sin saber cómo se debe servir esto.
Desearía que tuvieran cerveza.
Esta gasolina que ellos llaman licor quema todo el camino hasta los
dedos de mis pies. Pero ene un sabor agradable y ahumado que perdura
en mi lengua. Ansiosa por el próximo sorbo, termino el vaso y para cuando
está vacío, siento calor por todas partes. Y un poco más de con anza en las
malas decisiones que me colocaron aquí.
Quiero decir, ¿qué es lo peor que puede pasar? Monté en un auto. No
hay ley en contra de dar un paseo para escapar del frío abrasador. Si me
atrapan, frunciré el ceño y les diré que soy pobre.
Eso no es una mentira
Soy pobre.
Esa es otra razón por la que hice este viaje, aunque nunca lo admi ré
ante Emily.
Además de mi plan de búsqueda y destrucción, espero encontrar mi
musa perfecta para nalmente poder escribir ese romance sexy y cliché
que he estado intentando durante meses. El po de romance con el héroe
al que me refiero como Ese Hombre.
Ya sabes, el CEO poderoso y súper rico que está más allá de lo
sexy. Vive en un ático. Es excelente en la cama. Tiene un chofer. Una
gran polla. Es un poco gilipollas, pero en realidad no lo es porque
alberga un gran secreto que descubres al sesenta y cinco por ciento,
lo que explica todos sus demonios del pasado que revelan por qué él
es como es; por lo tanto, se redime a sí mismo y hace que todos los
lectores que lo odiaban, lo amen hasta el desmayo.
El auto se detiene.
―¿Señorita Sims? ―Es la voz de intercomunicador
nuevamente―. ¿Le gustaría que la acompañe?
―N… no. Eso no será necesario.
¿Por qué sigo usando este acento?
―Si no se siente cómoda con el conserje…
―El conserje está bien. Gracias.
En el momento justo, la puerta se abre y una mano enguantada
alcanza el interior. Tomo la mano que me ofrecen, tomo mi bolsa de
mierda y salgo del auto.
La repen na explosión de fuertes vientos hace que mis ojos se llenen
de agua. Mis dedos se aprietan y echo una mirada de reojo al hombre que
está a mi lado. Él me ofrece una sonrisa educada y un asentimiento.
Levanto la vista, hacia arriba, hacia el enorme edificio, y luego hacia
él.
―¿Qué tipo de apartamento tiene un conserje? ―Mi voz se
arrastra en el viento mientras él me empuja hacia el vestíbulo. Me
detengo justo detrás de la puerta y miro. La nieve y el hielo en mis
Uggs en ruinas se derriten en la alfombra oscura cuando asimilo
todo. Con la boca abierta como una idiota, examino la entrada y toda
su opulencia.
Los muebles suaves de color crema, dispuestos en semicírculo se
enfrentan a una chimenea de piedra gris que se ex ende hasta la parte
superior de los techos altos. Las llamas anaranjadas y rojas dentro del
hogar bailan y se balancean con los sonidos débiles de la música clásica
que se reproduce en toda la sala. Quiero meter las manos y el culo
congelado en el fuego, luego extenderme como un gato sobre la gruesa
alfombra frente a él.
―Por aquí, señorita Sims.
Sigo al hombre a través de la habitación. Mis botas rechinan contra los
pisos de mármol y dejan un rastro de agua sucia a su paso. Giro mi cabeza
alrededor. Todo es oro y vidrio Acentuado con toques de amarillos y grises.
Desde jarrones hasta luces colgantes, esculturas y pinturas, el lugar irradia
una magni cencia mucho más elegante que cualquier cosa que esta chica
de la pequeña ciudad haya visto alguna vez.
―Si necesita algo, no dude en llamarme. ―Alfred, y no es broma, es
lo que dice su e queta de iden cación, se de ene frente a la gran puerta
de un ascensor. El color negro liso y sólido contrasta con las otras cuatro
puertas de los elevadores que son de vidrio espejado y ntadas en oro.
Mientras desliza una tarjeta a través de la pequeña caja trasera junto a la
puerta con una gran “P” sobre ella, puedo ver uno de los espejos.
Mi cabello castaño rizado sobresale por toda mi cabeza como
ramitas rotas y cae sobre mis hombros hasta la mitad de mi espalda.
Mi chaqueta “todo clima” que es apropiada en Mississippi no es más
que un impermeable en Chicago. Y mis vaqueros pitillo, que alguna
vez fueron elegantes, ahora están empapados y caen pesadamente
sobre mis caderas. Estirado por llevarlo tanto tiempo, uno podría
pensar que una bandada de codornices salió volando del trasero de
mis pantalones.
La puerta del ascensor se abre y Alfred gesticula con su mano
para que entre. Vuelvo a la realidad.
―Alfred... ―Extiendo la mano y tomo su brazo.
Las esquinas de su boca se fruncen y sus ojos se abren.
―Tengo una confesión que hacer.
Él palmea mi mano y su ansiedad desaparece, reemplazada por una
cálida sonrisa.
―No digas más. Ya lo sé.
―¿Lo haces?
―Por supuesto. Y no se preocupe... Señorita Sims. ―Se inclina y
baja la voz en un susurro―. Tu secreto está a salvo conmigo. ―Se
endereza y me guiña un ojo―. El Señor Swagger no regresará hasta
el mediodía de mañana. Tendrás el lugar para ti. Disfrútalo.
¿Es posible que este hombre sepa que no soy la señorita Sims?
¿A menudo permite que extraños invadan la casa de este hombre sin
cues onar?
¿Qué po de persona es Alfred?
Entro al ascensor. Las puertas se cierran y me elevo hacia la
parte superior del edificio tan rápido que tengo que estirar la mano y
agarrarme a la barandilla para sostenerme.
Odio los ascensores. Hay algo aterrador sobre estar en un
espacio cerrado, colgando sobre el suelo en una pesada caja de
metal, suspendida en el aire por nada más que cables y poleas y... ¿y
si se corta la luz?
Mi nariz encuentra la pared. Cierro los ojos y me agarro fuerte,
tarareo mi canción favorita para no desmayarme. Finalmente, está el
ding revelador y las puertas se abren. Salgo a un pequeño salón con
una mesa decorada con el jarrón de flores más grande que haya visto
en mi vida. Una puerta de madera sólida con un elegante mango
dorado se encuentra más allá de la mesa.
Sin la presión de un conductor o un conserje o un hombre y su
perro, tengo tiempo para detenerme y pensar en esta mierda.
Si abro esa puerta, podría ir a la cárcel. Y aunque sé que la cárcel
es una posibilidad en el caso de que Luke Duchanan me atrape en su
propiedad, entrar ilegalmente no será una ofensa tan grave como el
allanamiento de morada.
Llamo a Emily.
―¿Sí?
Maldita sea. Ella suena horrible.
―Hola Em. ¿Cómo lo llevas?
Sorbe un par de veces y oigo lo que podría ser una computadora
portátil cerrándose.
―Luke acaba de publicar una foto de él y su nueva puta en
Facebook.
―¿Sí? Bueno, ella es fea.
―No, ella no lo es.
―¿Quieres que la golpee en la cara? ¿Hacerla fea?
Emily suspira y se suena la nariz.
―No. Están en una cita. Parece que nuestra broma no va a
funcionar. Probablemente estarán fuera toda la noche. ―Su voz se
rompe en la última palabra.
―Todavía puedo hacerlo mañana. ―El indicio esperanzado en
mi tono no hace nada para calmarla. Ella quiere que desista. Y que
vuelva a casa para poder beber vino y comer chocolate. Pero no
puedo irme. Mi curiosidad exige que averigüe qué hay al otro lado
de la puerta. La investigación lo exige. El buen Dios también lo hace.
Mis ojos se clavan en el mango dorado de la puerta. Brilla como
el halo de un ángel.
Cosas como esta no ocurren sin la ayuda de un hombre como Dios. Tal
vez este es su plan para mí. Tal vez ese perro estaba en ese parque por
alguna razón. Tal vez el dueño era un ángel que me persiguió hasta el
mismo lugar donde necesitaba estar. ¿Ese auto? No estaba esperando a la
señorita Sims. Me estaba esperando. ¿Alfred? Él puede ser un ángel
también. ¿Qué pasa si el Sr. Swagger es mi Ese Hombre?
Ahora entiendo.
He sido divinamente favorecida.
Le explicaría esto a Emily, pero ella simplemente no lo
entendería. Me dirá que necesito dejar de permitir que mi
imaginación tome el control. ¿Por qué incluso la llamé? Ella es
demasiado emocional para ser de ayuda.
Mi decisión está tomada.
―Tengo que irme, Em. Estoy en mi habitación.
―¿Tienes una habitación? ¿Cuándo hiciste eso? ¿Por qué?
¿Cómo?
Pongo los ojos en blanco ante sus preguntas.
A Emily le gusta apegarse a un plan. Ella es una de esas
personas que mantienen un calendario. Ella nunca se desvía de eso.
Si Jesús aparece el mismo jueves que su cita con el dentista, no tengo
dudas de que ella le dirá que tiene que esperar.
―Lo siento, Jesús. No estás en el calendario.
No tengo un calendario. Mis planes cambian según las
condiciones. Se supone que debo esperar mi vuelo en un aeropuerto
abarrotado. El destino ha decidido que me quede en un apartamento
de lujo. Las circunstancias han cambiado a mi favor y me niego a
ignorarlas y negarme esta oportunidad.
―Penélope...
―¿Qué?
―No puedes pagar una habitación.
―Claro que puedo.
―¿Cómo?
―Llamé y obtuve un aumento de crédito en mi tarjeta. ―Una
mentira. Pero la verdad traerá preguntas que no quiero responder.
Lo cual se convertirán en más mentiras.
―¿Pero cómo?
―No cuestiones lo inexplicable, Em. Solo ve con eso, ¿está bien?
Tengo que registrarme ahora. Te llamare mañana. A la mierda Luke
Duchanan.
Hay una pausa antes de liberar un aliento.
―A la mierda Luke Duchanan.
Termino la llamada.
Pongo mi mano en la puerta.
Ofrezco una oración rápida de agradecimiento, una disculpa por
todas las cosas malas que he hecho y una promesa de no maldecir
tanto en el futuro para mostrar mi agradecimiento por lo que estoy a
punto de recibir.
Luego doy vuelta al mango y entro...
―Santa. Jodida. Mierda.
CAPÍTULO DOS
Me gustaría que quede registrado y decir que mentí.
Pero realmente... ¿qué esperabas Dios?
Estoy dentro de las mentes de millones de lectores. Este lugar es
el ático de cada héroe rico en cada novela romántica. Espacio abierto.
Ventanas del piso al techo con vistas al centro de Chicago. Pisos
laminados. Escalera en espiral con baranda de vidrio. Una mierda
artística que cuelga del techo que estoy bastante segura es solo una
manguera contra incendios que ha sido rociada con pintura dorada.
Lanzo mi chaqueta al suelo y me quito las botas y los pantalones. Sin
más ropa que un suéter, me introduzco en la habitación. Mi mano se
desliza a lo largo de la parte posterior del sofá de cuero blanco, se sumerge
para tocar la mesa de caoba que hay al lado. Luego se aplana contra el
vidrio curvado que se ex ende a lo largo y ancho de toda la pared. Está
bio al tacto. No es frío, como pensé que sería.
La vista.
OH MI DIOS… la vista.
Las luces centellan y brillan contra el fondo de un cielo claro y
negro. Los edificios escalonados en altura e iluminados en una
variedad de colores se ciernen sobre las calles salpicadas con las
luces más pequeñas de los automóviles en movimiento. Es casi
abrumadora. La idea de despertar a esto en la mañana, viendo cómo
el sol sale detrás de los edificios...
Vale la pena ir a la cárcel por esto.
Si el resto de este lugar es tan maravilloso como la vista, podría
tener que quedarme hasta que el Sr. Swagger llegue a casa. Entonces
haré que se enamore de mí. No debería tomar mucho tiempo. Soy un
buen partido.
Lanzo mi bolsa de mierda a la barra y abro el enorme
refrigerador de acero inoxidable. Está provisto con el tipo de
comestibles que solo puede provenir de una de esas elegantes
tiendas de alimentos integrales.
Abro ambas puertas de par en par, y tomo una foto. Las cierro y
obtengo algunas fotos más de la cocina y todo su esplendor de
última generación. Luego tomo una foto de la vista. La sala de estar.
Larga mesa de comedor de cristal.
―Sí, bebé. ―Me dejo caer sobre una rodilla para un ángulo
diferente―. Eso es. Sonríe para la cámara.
A la derecha de la cocina, hay un pequeño baño que realmente
podría ser un poco más elaborado, pero es lo suficientemente
agradable. Otra puerta de la sala de estar conduce a una oficina.
Reconozco el aroma a especias y el toque de eucalipto. El Sr.
Swagger fuma cigarros.
Visiones de mi Ese Hombre sentado detrás de su escritorio
usando nada más que un cigarro y una sonrisa, hace que el deseo me
atraviese. Quiero follar en seco con su silla y frotar mi vagina en las
paredes para marcar mi territorio.
Tranquilízate, pervertida.
Mis ojos se dirigen a los altos estantes alineados con
interminables libros que están a cada lado de la puerta. Un enorme
escritorio de madera se encuentra al otro lado de la habitación que
da a la entrada. Me siento en la gruesa silla de cuero. Giro hasta que
estoy mareada, luego reviso todos los cajones. Están bloqueados.
No hay computadora. No hay movimiento. Sin plumas
personalizadas. Levanto la gran piedra gris en la esquina del
escritorio que supongo que es un peso de papel. Toco la lámpara y
se enciende. La vuelvo a tocar y se aclara. Seis toques más tarde,
comienza a oscurecerse. Entonces tengo que tocarla ocho veces más,
solo para apagar la maldita cosa. El único otro elemento en el
escritorio es un elegante teléfono negro sin cables, que debe ser del
futuro.
Tomo una foto.
Arriba, hay una habitación de invitados con más de la misma
mierda de decoración elegante. Ruedo sobre la cama que
probablemente nunca nadie durmió, desordenando las almohadas
como a mí me gusta. Mi codo golpea la mesita de noche gris claro
que coincide con los otros muebles de la habitación. Duele como una
perra.
Pase mi dedo por las suaves cor nas blancas de la pared opuesta a la
cama. Detrás de ellas hay otra vista del centro de la ciudad. Es una parte
diferente de la ciudad, pero sigue siendo tan bonita como la vista desde la
sala de estar.
De vuelta en el pasillo, paso una puerta más grande que el resto con
un pequeño teclado al lado. Grito cuando pruebo el mango y lo encuentro
bloqueado.
OH MI DIOS…
Es una sala de sexo.
Solo lo sé.
Lleno de todo tipo de dispositivos de tortura y bancos de
nalgadas. Paredes del color rojo. Grilletes, cruces y pinzas para los
pezones, ¡vaya!
Salto a la última puerta y casi me orino encima. Es el dormitorio
principal. O suite. Lo que sea. Es el epítome de la habitación de un
CEO. Cama king size. Toques de azul marino, plata y madera. Otra
vista. Una silla y una otomana de gran tamaño donde Ese Hombre se
sienta y lee el periódico. Se pone los zapatos. O acuna a una sumisa
después de que azota la mierda de ella.
Hay un ves dor lleno de trajes de CEO. Los olfateo. Cajones de
corbatas, relojes, calcetines doblados, camisas blancas y calzoncillos
tipo bóxer. Los toco a todos. Zapatos en los que puedo ver mi reflejo.
Los mancho con mis dedos.
―Ray Donavan, conoce a Christian Gray.
Me tomo una selfie con toda la mierda genial de fondo. La
pondré en Instagram más tarde.
#adivinadóndeestoy
Nada se puede comparar con el baño principal. Por supuesto,
hay una ducha que acomodará fácilmente a veinte personas. Una
inmensa bañera de hidromasaje. Un calentador de toallas. Tocador
doble. Armario de ropa blanca, lo suficientemente grande como para
dormir. Pero nadie habla sobre el inodoro.
Nunca.
¿Y este inodoro?
Es un inodoro apto para un rey.
No solo se encuentra a la altura perfecta, sino que está en un
pequeño rincón con una puerta para privacidad. Hay un revistero.
Un iPad. El maldito sostenedor de papel higiénico más elegante que
he visto en mi vida. Y si cierras la puerta, hay un televisor detrás.
Un televisor.
Un maldito televisor.
En el baño.
El maldito baño.
Paso las próximas dos horas de mi vida en el baño. Primero, en
el impresionante inodoro que viene equipado con un censor de
descarga rápida. Luego en la ducha. Luego, un largo y caliente baño
en el jacuzzi.
De vez en cuando, los nervios se apoderan de mí y la realidad se
infiltra en mi mente con preguntas estúpidas.
¿Qué pasa si aparece la verdadera señorita Sims?
¿Qué pasa si el Sr. Swagger llega a casa temprano?
Con cada pensamiento preocupante encuentro algo nuevo que
me distrae. Como el botón al costado de la bañera que ilumina una
pantalla táctil que me permite controlar la temperatura del agua, la
iluminación, la música y el pulso de los chorros.
Dejo que la dulce música instrumental me lleve y los chorros me
arrullen hasta casi dormirme y hasta que parezco una pasa. Entonces
me voy. Pongo un poco de Maroon 5. Tomó una toalla del estante
calentador. Casi muero por un golpe de calor. Me acuesto en el piso
del pasillo para refrescarme, porque las baldosas del baño están
calientes. Y luego me paseo desnuda por el armario y selecciono una
de las camisas blancas con botones, que es algodón de un millón por
ciento y se siente como nubes sobre mi piel.
“Sugar” suena mi canción.
Me tiro en la cama como si fuera un trampolín. Caigo de
espaldas y miro hacia arriba. Me pregunto si esto es lo que la
señorita Sims haría. Ella obviamente no vive aquí. O si lo hace, no se
viste aquí. A menos que su habitación sea la habitación cerrada.
¿Qué pasa si ella llega a casa?
No pienses así.
Ella no volverá a casa.
Este es el plan de Dios.
Él no la dejará ir a casa.
Pero, ¿y si el Sr. Swagger no es el Sr. Swagger cuyos bebés quiero
tener? Él podría ser de noventa. Completamente loco. Y oler a bolas
de naftalina, lo cual dudo mucho teniendo en cuenta que su ropa
huele con el aroma más rico y maravilloso a limpio, con solo un
toque del tipo de colonia que ni siquiera puedes encontrar en
Macy’s.
Él no es viejo.
Él no lo puede ser.
Recuerda...
Este es el plan de Dios.
Con o en Dios. De verdad lo hago. Pero de todos modos busco en el
apartamento una foto del Sr. Swagger. Solo para estar segura. Después
de hurgar en cada cajón y buscar en cada habitación, menos la
cerrada, vuelvo con las manos vacías.
En la oficina, uso el teléfono y presiono el botón etiquetado
“Conserje”, y Alfred contesta al segundo timbre.
―¿Cómo puedo ayudarla, señorita Sims?
―¿Tienen un restaurante aquí que esté abierto?
―No, señorita. No tenemos un restaurante en el lugar. Pero
ciertamente puedo recomendarle uno en el área.
―Bueno, realmente no tengo ganas de salir. Y parece que los
únicos restaurantes en esta parte de la ciudad son realmente caros...
¿Qué tipo de apartamento tiene un conserje, pero no un restaurante?
Pongo mi cabello sobre mi hombro. Este lugar es tan ordinario.
―No se preocupe, Señorita Sims. Puedo asegurarle que no hay un
lugar en la ciudad desde donde no pueda ordenar. Lo que quiera
está disponible.
Guau. El Sr. Swagger tiene la conexión. Lo que significa que,
como su invitado, yo también.
―¿Puedo sugerir Alinea? Tienen el mejor salmón y terrina que
Chicago tiene para ofrecer.
¿Qué diablos es terrina?
―Um... bueno, tuve eso en el almuerzo. ¿Conoces algún buen lugar
de pizza?
―Por supuesto, señorita Sims. ―Puedo escuchar su sonrisa―.
Dígame qué tipo de pizza prefiere y le daré mi opinión de la mejor.
―Sí, me gusta el pepperoni con mucho queso. Y mucho
pepperoni. Y Dr. Pepper.
―Muy bien, señorita. Pondré la orden de inmediato y le llamaré
antes de que suba.
Cuelgo a Alfred, doy vuelta en la silla, trastabilleo con la sala de
estar y me acurruco en el sofá con la gran manta mullida que cubre
la otomana. Una película de terror parece apropiada. Pero no puedo
entender cómo encender este maldito T.V. Todavía estoy luchando
con eso cuando Alfred llega con mi pizza.
Enciende el televisor, me muestra cómo atenuar las luces e
incluso me ofrece un vaso de la cocina para mi bebida. Luego se va
con la orden de que lo llame si necesito algo.
Ese maldito Alfred... un chico tan agradable.
Si alguna vez decido escribir una de esas historias sobre un
hombre caliente y mayor que interpreta al “papá” de la chica de
veintitantos, lo usaré como mi musa.
Solo me lleva una hora darme cuenta de que no es una buena
idea ver una película de miedo en un lugar que tiene ventanas del
piso al techo sin persianas ni cortinas.
Cada pocos minutos, miro por encima de mi hombro y me extraño un
poco pensando que la perra espeluznante de la película me está mirando.
Entonces me doy cuenta de que es solo mi re ejo, no una mujer ridícula
que podría usar una ducha y pasar del acondicionador.
Me acomodo en el sofá que parece algo de Star Trek Enterprise,
pero en realidad es bastante cómodo. Levanto las piernas sobre el
respaldo y me pongo la manta hasta la barbilla, lista para taparme
los ojos, la próxima vez que algo o alguien en la película salte de un
oscuro pasillo.
Estoy completamente preparada para cagarme encima del susto.
Pero no estoy preparada para la voz que escucho al otro lado de la
puerta, o el suave clic de la cerradura cuando se abre.
¿Sabes ese momento en que el terror te de ene? Cuando tu estómago
baja y tu corazón se de ene y escuchas un débil silbido en tu oído porque
estás esforzándote tanto por descubrir qué es exactamente ese ruido que
tanto te aterroriza.
Ahí es donde estoy.
―Que de…
No puedo tener más miedo del que tengo en este momento. Tal
vez por eso, mi cerebro toma el modo de supervivencia y se enfoca
en algo más que mi miedo, como el profundo tono de la atronadora
voz que irradia a mí alrededor. Luego se enciende una luz,
cegándome temporalmente, y después de pestañear, mi cerebro
comienza a procesar a la persona a la que pertenece la voz.
Y Santa Madre de Dios.
Es él.
Ese Hombre.
CAPÍTULO TRES
Podría decirte que al verlo mis pezones se tensaron.
Muslos apretados.
Corazón devastado.
Coño húmedo...
Pero no hay necesidad. Porque cuando veas a este tipo, vas a
experimentar toda esa mierda tú misma.
Música de entrada. Tal vez algo de The Weekend. O el tema de
Tiburón.
De pie 1.88 m, con un peso de ciento cuatro kilos, vestido con un
traje de Armani y una mirada que me mataría si fuera mortal, te
doy...
Mierda.
―¿Eres el señor Swagger?
Sus manos se mueven hacia sus caderas.
—Sí. Soy Jake Swagger. ¿Quién mierda eres? ¿Y qué diablos
estás haciendo en mi casa?
―Un segundo. ―Levanté mi dedo y caí contra el sofá, sin aliento.
Jake... Jake Swagger.
Simplemente no se hace mucho más sexy que eso.
―¿Qué? ―Oh hombre, incluso es sexy cuando está confundido.
―Solo, solo necesito un minuto para mi cabeza. Es una cosa de
escritor. No lo entenderías.
Ignoro su incredulidad. Paso por alto su cólera. Ignoro
completamente la razón. ¿Cómo no voy a poder en un momento
como este?
Delante de mí se encuentra un hombre con el cabello negro como
el carbón. Ya sabes, del tipo que pasas los dedos. De la clase en la
que lo aprietas con las manos, cuando te succionan la vagina con su
boca.
Su mandíbula tiene todas esas características masculinas por las
cuales los autores para describirlas utilizan palabras como cincelado,
fuerte, cuadrada, espolvoreada-como-si-no-la-hubiera-afeitado-en-
un-día.
Labios arrancados directamente de la boca de Tom Hardy.
Una nariz que no se puede definir porque, quién sabe cómo
describir una nariz sexy.
¿Y esos ojos? Azul como el océano, tal vez. No puedo verlos desde
aquí. ¿Y están reducidos en curiosidad? ¿Lujuria? Probablemente enojo...
Mi mirada se mueve hacia el sur. Sobre el pequeño hoyuelo en el
centro de su barbilla. Por su manzana de Adán que se hincha ligeramente
cuando traga. Más abajo a un poco de pecho visible por la apertura en el
cuello de su camisa blanca.
La chaqueta del traje oscuro abraza sus largos brazos. Lo sigo
desde su hombro hasta sus muñecas. Hijo de puta está usando gemelos.
Y un cinturón. Duro, estómago plano encima de ello. Contorno de
una gran polla debajo de ello.
Piernas largas.
Muslos fuertes.
Zapatos brillantes
Te dan la imagen. Pero en caso de que no lo hicieras, Jake
Swagger es realmente jodidamente caliente.
Y súper jodidamente enojado.
―¿Quién diablos eres tú?
Me libero de mi estupidez y me esfuerzo para levantarme. La
caja de pizza medio vacía se desliza desde mi regazo al piso. Se
coloca con el lado derecho hacia arriba, al lado de mis servilletas
sucias y la botella de Dr. Pepper de dos litros.
Me paro frente a él y un escalofrío de miedo me recorre la espina
dorsal por la ira silenciosa que emite. Quiero volver a desaparecer en
mi cerebro de escritor. Huir de la realidad y construir un mundo de
ficción perfecto donde él es mi Ese Hombre y yo soy su heroína. Pero
no hay escapatoria de su escrutinio.
Vestida solo con su camisa, tiene una vista completa de mis
piernas. Mi hueso de la clavícula. La curva superior de mis pechos. Y
Jake Swagger no solo desliza sus ojos sobre mi cuerpo. Él los arrastra
acaloradamente sobre cada centímetro desnudo para él. Él puede
estar enojado, pero no hay duda de que es un hombre al que le gusta
lo que ve.
Como debería.
Me he estado matando en el gimnasio. Es casi el momento en
que alguien se dé cuenta. ¿Y quién mejor para notarlo que mi Ese
Hombre?
Su atención se establece en mi rostro.
―¿Te conozco? ―Él trata de ubicarme. Como si tal vez me
hubiera visto antes. Solo hay una explicación razonable para eso...
―Probablemente me conoces de Saving Forever. Es un libro que
escribí hace años. Soy una especie de gran autora. Quiero decir, no
he escrito nada desde hace tiempo, pero todavía tengo fans y un
montón de seguidores en las redes sociales. Hice un podcast una
vez. De regreso, como en 2014.
―No. No te conozco ¿Esa es mi camisa?
Frunzo el ceño ante la salsa de pizza en su camisa. Me lamo el dedo
y luego froto la mancha. Maldita película de miedo... haciéndome
caer mierda.
Mientras estoy frotando, Ese Hombre gira sobre sus talones y
desaparece por las escaleras sin decir una palabra.
Echo un vistazo a la puerta abierta de par en par. Sería un buen
momento para salir corriendo. Pero realmente quiero olfatearlo y ver
si puedo ponerle un nombre a su olor. He llegado hasta aquí en mi
investigación. No tiene sentido parar ahora. Además, si él es
realmente Ese Hombre, sentirá pena por mí y nos enamoraremos
locamente antes de que tenga la oportunidad de saber todo lo que he
hecho.
Estoy doblando la manta y tirándola sobre el respaldo del sofá
cuando baja las escaleras.
―¿Revisaste mi casa?
―¿Qué? ―Resoplo, algo que siempre hago cuando necesito
matar el tiempo para tratar de pensar en una respuesta―. Um. No.
―Giro mis dedos en el dobladillo de mi camisa y evito el contacto
visual―. Quiero decir. Realmente no. Oye... ―Inclino mi cabeza hacia
un lado y encuentro su mirada―. ¿Qué hay detrás de esa puerta
cerrada? ¿Eres dominante?
Él no lo admite, pero cuando se endereza hasta la altura máxima y sus
manos caen de sus caderas y las cierra en un puño a su lado, lo sé.
Y tengo que desmayarme.
―¿Cómo entraste aquí? ―No pregunta. Lo dice de una manera
que me hace saber que me estrangulará hasta la muerte si no se lo
digo.
―Bueno, comenzó cuando accidentalmente entré en el auto
equivocado.
―¡Hijo de PUTA!
Él explota y me quedo en silencio mientras levanta su teléfono. Le grita
a alguien que se levante ahora, cuelga y marca a alguien más. Debe ir al
correo de voz porque le dice a esa persona que lo llame de vuelta.
Coloca su teléfono en su bolsillo y sus ojos aterrizan en la bolsa.
La que dejé en el mostrador.
Él comienza a recogerla.
―No lo ha…
Él me da esa mirada de “cállate”. Creo que sus ojos son más de un gris
oscuro. O verde. Debería acercarme. O mantener mi distancia
considerando que ahora está sosteniendo la bolsa.
Poniéndola cerca de su rostro.
Oliéndola...
―Es esto…
―Es mierda de perro.
Deja caer la bolsa como si fuera veneno. Se compone, se aclara la
garganta y se limpia las manos con una toalla que saca de un cajón.
―¿Hay alguna razón por la que tienes una bolsa de mierda de
perro en mi barra? ¿La barra donde como?
―Wow. ―Respiré, moviendo la cabeza hacia adelante y hacia
atrás con asombro―. Tienes una voz realmente agradable. Tan
controlado y profundo. Deberías ser un narrador.
―¿Por qué diablos pondrías una bolsa de mierda en mi barra?
¿Estás loca? ―Tanto para controlar...
―Amigo. ―Alzo mis manos―. Es solo mierda de perro. No enes que
ser tan imbécil. Algunas personas corrían por las calles de Chicago durante
una tormenta de nieve por ese montón de mierda de perro.
Él podría explotar de nuevo.
¿Sabes cómo en las novelas román cas la heroína siempre
simplemente “sabe” que el héroe nunca la las maría? ¿Al igual que ella
puede sen r sobre él o algo? Estoy buscando eso en él. No estoy segura de
encontrarlo.
La puerta se abre y ambos nos volvemos para encontrar a un hombre
de mediana edad ves do con un traje y un sombrero como los que usan
los conductores de limusina.
―¿Quería verme, Sr. Swagger?
Sr. Swagger. Ese nombre realmente le queda bien.
Señala con un dedo largo, cuidado y posiblemente habilidoso,
hacia mí.
―Ross, ¿quién diablos es ella?
Ross me mira y luego vuelve al señor Swagger.
―¿La Señorita Sims, señor?
―¿De verdad crees que esta montañesa, campesina palurda podría
ser la señorita Sims? No se parece a la señorita Sims. No suena como
la señorita Sims.
Podría ofenderme por su intento de hacerme ver como una
campesina o una montañesa, si no fuera tan malditamente diver do. O si
no tuviera la apremiante necesidad de defender a Ross, que ahora sé que
es el chofer.
―Él no me vio. Y usé un acento. ―Ambos me miran―. Quiero
decir, las posibilidades de que realmente sea su acento son como
locas. Ni siquiera soy tan buena en eso. No sé si soy australiana o
inglesa... Por cierto, ¿quién es la señorita Sims? ¿Realmente la llaman
Señorita Sims? ¿Como, ella no tiene otro nombre?
Me están mirando como si estuviera loca cuando entra Alfred.
―Señor. Swagger, puedo asegurarle que esto es solo una terrible
confusión. ―Alfred me apuñala con los ojos. La decepción me hace
sentir verdadera culpa por primera vez desde que llegué aquí―.
Nunca he visto a la señorita Sims.
¿Qué demonios? ¿Nadie sabe cómo es esa mujer?
«Cuando llegó el auto, solo asumí que la dama que estaba adentro era
ella. Y ella trató de...
―Traté de que me diera la llave, pero él no ―interrumpí. Si mis
suposiciones sobre que Jake es Ese Hombre son precisas, entonces él
es el tipo de gilipollas que despedirá a Alfred. Por supuesto que lo
volverá a contratar una vez que descubra que estaba equivocado y
Alfred solo estaba haciendo su trabajo. Pero odiaría que el viejo se
quede sin trabajo mientras Jake recupera el juicio.
―Ustedes dos. Salgan de mi casa.
Los hombres me disparan una fría mirada. Como si estuvieran
enojados. Conmigo. La que acaba de salvar sus culos.
Debería irme también. Pero necesito esa bolsa de mierda de
perro a los pies de Jake. Me muevo para conseguirla y él me detiene
con un movimiento de su dedo.
―No tú. No te vas a ir hasta que sepa exactamente lo que
sucedió.
―Está bien primero, tienes que dejar de hablar en ese tono.
Quiero decir que realmente solo…
―Habla ―grita.
Visceralmente me estremezco con su tono.
―¡Bien! De acuerdo... entonces mi mejor amiga estaba haciendo
una pasantía de verano aquí. Conoció a este tipo y salieron todo el
verano y cuando terminó la pasantía, se mudó a casa, pero hicieron
esa cosa de larga distancia. Pero ambos sabemos que eso nunca
funciona. ―Hago una pausa para que él tal vez esté de acuerdo o
algo así. No lo está.
Me aclaro la garganta.
«Ella vino a visitarlo y descubrió que la estaba engañando con una
chica que había tenido aquí en Chicago todo el empo que estaban
saliendo. Entonces, como soy una buena amiga, vine aquí para vengar su
corazón roto.
Señalo la bolsa en el piso.
―Robé esa mierda de perro para poder incendiarla en su puerta.
Verás, él tiene esta realmente extraña fobia a la mierda de perro. De
todos modos, el perro y su dueño me persiguieron por la ciudad. Y
cuando doblé en una esquina y vi un automóvil esperando allí, salté
para esconderme. Iba a salir, pero Ross ofreció un aventón a esta
misteriosa señorita Sims que nadie había visto nunca, y acepté,
necesitaba alejarme lo más posible del hombre desquiciado y su
perro.
«Cuando llegué aquí, me iba a ir. Pero estoy escribiendo un libro sobre
un CEO millonario que ene un departamento como este. ¡Me muero por
encontrar a mi musa y solo mirar este lugar! Quiero decir, ¿has visto estas
ventanas?
Señalo las ventanas, y Jake Swagger solo me da la mirada… ya
sabes cuál.
«Uh, está bien, sí, así que las has visto. De todos modos, ¿puedes
culpar a una chica por quedarse aquí para inves gar? No lo creo.
Especialmente porque me iba a ir antes de que llegaras a casa, que se
suponía que sería mañana al mediodía. Pero llegaste a casa temprano.
Entonces siento que, si todo esto es culpa de alguien, es suya, señor
Swagger.
Él me mira. Un poco estupefacto, creo. No soy buena leyendo
emociones. Pero su mandíbula se contrae. Y su cuello está rojo. Esa
pequeña vena en su frente aparece sobre su ojo derecho.
Bueno. Quizás eso no sea sorpresa. Tal vez eso es rabia.
―Fuera.
¿Qué tan extraño es que su voz es tan tranquila cuando literalmente
embla de ira?
O lujuria.
Nop. Es enojo.
―Sabes, estaría feliz de quedarme a cenar. ―Ofrezco, a pesar de
que son las tres de la mañana.
Su cuerpo se pone rígido. Me mira como si estuviera loca. Realmente
no lo estoy. Solo soy una oportunista. Hablando de oportunidad, me las
arreglé casualmente para dar unos pasos más cerca de él con la esperanza
de captar el color de sus ojos. Ahora que estoy a solo unos metros de
distancia, puedo ver que sus ojos son de un gris-azul-verde.
―Tienes suerte de que no llame a la policía.
Silenciosamente escucho su diatriba mientras respiro
profundamente para captar su olor. Lo hacen sonar tan fácil en los
libros. Ellos mienten. Desde dos pies de distancia, no puedo oler ni
una maldita cosa.
Doy un paso más cerca. Él da un paso atrás.
―¿Qué estás haciendo?
―Me gustaría decírtelo, pero no es así. Estoy bastante segura de
que te asustarás. Pero solo lo hago porque eres Ese Hombre, ¿sabes?
―¿Qué hombre?
―¡ESE hombre! ―Lo señalo. Todo precioso. Como dicen los
libros. Intimidante como la mierda también. Incluso tiene bien el
cabello. La postura. La altura. Anchura. Anchura de hombros. Tan
perfecto. Como si acabara de salir de una de esas...
―Fuera de mi casa. Y asegúrate de que nunca vuelva a verte la
cara.
Me estremezco con su gruñido enojado y asiento rápidamente.
―Entiendo completamente. ¿Qué tal un abrazo? ―Una forma
segura de olerlo... ¿sabes? Para investigación. Era la única
oportunidad que podría tener.
Manteniendo abierto mis brazos, doy otro paso adelante. Él da
otro paso atrás.
―¡Fuera de mi casa! ―¡Tan explosivo!
―Buu. De acuerdo. ―Fundición de bragas, también. Ugh. ¿Por qué
me gustan los difíciles?
―¡Y llévate tu mierda de perro!
―¡Lo haré! ―Le lanzo una mirada realmente desagradable y
tomo mi bolsa de mierda de perro.
Me alejo a toda prisa. Descalza. Medio desnuda. Caliente…
Mi rostro se transforma desde un mohín a fruncir el ceño. Con
los ojos muy abiertos, los labios temblorosos, le doy mi mejor cara.
―¿Señor. Swagger? ―Wow. Incluso hay un temblor en mi voz. Soy
tan buena…. ―¿Te importa si uso tu secadora? Mis jeans se mojaron
y…
Él acecha hacia mí con una misión. ¿Matarme? Me rehúso a
arriesgar mi vida solo por olerlo, así que salto sobre el sofá y corro
hacia la puerta, agarrando mi ropa en mi apuro.
Por un momento, contemplo fingir una caída solo para ver si me
ayuda a levantarme. Eso se desvanece cuando llega a alcanzar mi
distancia.
―¡Espera! ¡Mi teléfono! ―grito antes de que pueda cerrar la
puerta.
Toma mi teléfono de la mesa y me lo tira. Me enredo con mis
botas y mi chaqueta y me lanzo por la maldita cosa. La atrapo,
porque soy un ninja, pero todavía me molesta.
―¡Eres un verdadero imbécil!
Cierra la puerta sin siquiera molestarse en mirarme a los ojos
mientras mira su propio teléfono. Tiro los zapatos a la puerta,
sintiendo un poco de satisfacción por el barro seco que se dispersa
cuando lo hago.
Miro la puerta mientras me pongo los vaqueros húmedos y mis
zapatillas mojadas. Solo debería tomar unos segundos, pero lo
arrastro por más tiempo. Parte de mí espera que abra la puerta para
ver si todavía estoy aquí. Incluso si solo lo hace para gritarme, no me
importaría ver su rostro una vez más antes de irme. Tal vez incluso
podría tomar una foto.
La puerta nunca se abre. Decepcionada, pero para nada
sorprendida, entro en el ascensor y coloco mi nariz en la esquina.
Trato de no detenerme en lo que sucederá si fallan los frenos de este
bastardo, y en cambio pienso en lo afortunada que soy.
Él no llamó a la policía.
Él me dejó irme.
¿Qué hubiera pasado si hubiera llegado a casa y hubiera alguien en mi
apartamento? Me habría asustado. A menos, por supuesto, que mi intruso
se pareciera a Jake Swagger. Entonces lo habría forzado a tener
relaciones sexuales conmigo a cambio de que no marque el 9-1-1.
En el momento en que salgo de la trampa de la muerte, me
encuentro con Alfred, todavía enojado. Se burla y tengo que
morderme la mejilla, así que no le digo lo poco atractivo que es.
―El Señor Swagger la quiere fuera de las instalaciones de
inmediato. Entonces, en lugar de esperar un taxi, le ordena a Ross
que la lleve a su hotel.
La ira de Alfred me hace sentir como una mierda. Podría haberle
costado su trabajo. Mis acciones aún pueden resultar en
consecuencia para él.
―Lo siento, Alfred. Verdaderamente. Nunca quise meter a nadie
en problemas.
Su dura mirada se suaviza un poquito. No es mucho, pero al
menos es algo. Él asiente una vez y gira sobre sus talones. Lo sigo
hasta el vestíbulo. Al otro lado del vidrio que se extiende al frente
del edificio, todo es blanco. La nieve continúa cayendo en hojas
inclinadas y gruesas.
Así que esto es lo que parece una tormenta de nieve.
Una mujer menor puede llorar si se encuentra en mi situación.
Pero no lloro.
Nunca.
¿Estoy desanimado? ¿Sin éndome un poco derrotada?
Sí.
Pero va a necesitar más que mucha nieve y un idiota realmente
caliente para hacerme llorar.
Alfred me mira. Su desaprobación evidente. Desaparece por una
puerta y luego regresa con un sombrero y un abrigo.
―No es muy moderno, pero es mejor que lo que tienes. ―Tomo
la ropa ofrecida sin mirarla mientras levanta el teléfono al lado del
podio―. ¿Cuál es el nombre de tu hotel?
―No tengo un hotel. Mi avión se va en tres horas.
Él asiente.
―Ross, ¿te importaría conducir... a la joven al aeropuerto, por
favor? Sí. Bueno. Gracias.
―No voy al aeropuerto, Alfred.
Una vez más, su mirada es desaprobadora. Pero su enojo se ha
disipado.
―¿No? No tienes mucho tiempo para hacer otra cosa.
―No me importa. ―Vine aquí a Chicago para hacer algo y mi
objetivo es hacerlo.
―¿De verdad? ¿Y qué es eso?
Levanto la bolsa en mi mano.
―Prender fuego un poco de mierda.
CAPÍTULO CUATRO
Estoy agradecida por el sombrero y la chaqueta que Alfred me
dio.
De verdad. Lo estoy.
Pero me veo como una idiota.
La “chaqueta” no es una chaqueta en absoluto. Es una de esas
gabardinas largas hasta el piso que tiene tantos bolsillos como
botones. Y el “sombrero” no es un gorro o una gorra de béisbol. Es
un sombrero de copa. Con pequeñas orejeras contra el ruido.
Añádelo a mis botas arruinadas, pantalones mojados y la camisa
blanca del Sr. Swagger, y me veo como una maldita vagabunda.
Me disculpé con Ross en el momento en que subí al auto. Él
respondió preguntando por la dirección hacia donde iba. Se la di,
luego, a mitad de camino, me di cuenta de que no tenía un
encendedor. O una bolsa de papel. Cuando le pedí a Ross que
primero se detuviera en un 7-11, me lanzó una mirada furiosa a
través del espejo retrovisor. Aun así, se detuvo en una tienda de
conveniencia sin decir una palabra. No esperaba que él estuviera allí
cuando salí, pero lo estaba.
Tal vez esa era su forma de aceptar mi disculpa.
Saco mi cerveza de la bolsa de papel y la meto en el bolsillo de
mi abrigo para mantenerla seca. Cuando lo hago, algo agudo
apuñala mi dedo. Es la esquina de una tarjeta de visita. La saco y la
estudio mientras bebo mi cerveza.
Jake Swagger.
El nombre se ve aún más caliente de lo que parece grabado en
letras plateadas en la tarjeta negra. La única otra cosa en la tarjeta es
un número.
Como la bolsa de mierda que está apoyada a mi lado, quiero
prender fuego a la tarjeta. En cambio, la vuelvo a enterrar en el
bolsillo delantero de mi abrigo. No porque quiera recordar mi
tiempo con Jake Swagger, sino porque puedo usarla para mi
investigación. Diseñaré mi tarjeta de visita de Ese Hombre para que
quede tan elegante y sexy como esta.
El auto se detiene frente a la casa de Luke Duchanan. Ross mira
al frente sin siquiera mirarme. Sus labios se presionan en una
delgada línea.
―Ross, realmente lo siento. No pretendía meter a nadie en
problemas. Pareces un buen po. ―Después de un momento, se aclara la
garganta y asiente con la cabeza, todavía sin mirarme a los ojos.
Salgo y cierro la puerta. El auto desaparece y me deja parada en
la nieve, a las tres de la madrugada, mareada y absolutamente sola
en una gran ciudad. La calle oscura me intimida. Pero la luz de la
noche en el porche de Luke brilla como un faro, recordándome que
toda la mierda que he pasado en este viaje valdrá la pena solo para
ver a Emily sonreír.
Y volver a contar la historia a un extraño.
Follarlo en un estacionamiento.
Enamorarse.
Mudarse de mi apartamento.
Soy una buena amiga.
Resbalo y me deslizo y casi rompo mi cuello en los escalones
helados. Antes de llegar a la cima, el resto de mi cerveza termina en
la parte delantera de mi chaqueta. Por fin en el porche, tiro la botella
sobre la barandilla, saco la bolsa de papel de mi bolsillo, desato la de
plástico, transfiero la mierda de perro y agarro mi encendedor.
El pequeño toldo sobre la puerta no proporciona refugio a las láminas
de hielo y nieve que soplan de costado. Así que me arrodillo y u lizo mi
gabardina para bloquear el viento mientras prendo fuego a la bolsa.
La mierda realmente prende fuego. Ardiente y escalofriante,
como ninguna otra cosa. Agarro mi teléfono y toco el registro. Luego
toco el timbre y golpeo la puerta una y otra vez hasta que escucho
pasos adentro y la voz de Luke Duchanan exigiendo que “Aguante
la mierda”.
Mi plan se desarrolla sin problemas.
Luke abre la puerta. Ve el fuego. Pisotea la bolsa con sus
elegantes e idiotas zapatos de casa. Entonces los humos viles de la
mierda de perro caliente y tostada flota en el aire y golpea la parte
posterior de la garganta de Luke Duchanan justo cuando respira
profundamente.
Inician las arcadas.
Ser testigo de este hombre adulto gritar como una niña entre
arcadas secas y las lágrimas, es mayor de lo que imaginaba que sería.
Y lo tengo todo en video.
Y es épico.
Incluso yo, futura escritora extraordinaria de bestseller, no
podría simplemente inventarlo.
Estoy tan entretenida por la escena que tengo ante mí, que ni
siquiera noto a los dos oficiales que se aproximan hasta que están a
mi lado. Metiendo mi teléfono en mi bolsillo, trato de maniobrar a su
alrededor, pero es un pequeño porche. Y son tipos bastante grandes.
―Está bien, señora. Venga. Le hemos adver do sobre sgonear por
aquí ―dice el policía que toma mi brazo izquierdo.
El otro policía toma mi brazo derecho.
―Puedo oler el alcohol en ella. ¿Cuánto bebiste esta noche?
¿Estás drogada? ―Él destella una luz en mis ojos.
―¿Conoce a esta señorita, señora?
Parpadeo por las manchas en mi visión y miro a la mujer en la puerta.
Ella debe ser la nueva perra. Emily tenía razón. Ella no es fea en absoluto.
Ella es realmente muy bonita. Con todo el aspecto de ser dulce y
rica, mirando en su bata de raso con sus alegres pezones tratando de
atravesar la tela.
―No. Nunca la había visto antes. No creo que mi prome do tampoco
la conozca. ―“¿Prome do?”―. Le preguntaré, pero estoy bastante
segura de que ella es solo otra vagabunda.
―¿Podemos hablar con él, señora?
―Está... indispuesto en este momento. ―En algún lugar de la
casa, escucho a Luke vomitar y no puedo evitar ocultar mi sonrisa.
Ella entorna los ojos hacia mí. Maldita sea. Ella tiene unas pestañas
realmente geniales.
Dejo caer la cabeza. Si ha investigado tanto sobre Emily como
Emily sobre ella, podría reconocerme de las fotos de Emily en
Facebook. Por mucho que me quiera atribuir el mérito de haber
realizado la broma más antigua del libro y que Luke supiera que fui
yo quien causó su gran enloquecimiento, soy lo suficientemente
inteligente como para saber que todos asuman que soy solo una
borracha, sea probablemente lo mejor. Además, sabrá que fui yo
cuando cargué el video.
―Hemos estado viendo mucho de esto en el vecindario. El clima
frío siempre saca a los rezagados de la clandestinidad. Entonces
estábamos patrullando el área cuando vimos el fuego. Me alegro de
que no haya sido peor.
―Sí, yo también ―dice la prometida, estirando el cuello como una
maldita jirafa para tratar de verme mejor. Apoyándome fuertemente
contra el policía a mi derecha, sumerjo mi cabeza aún más abajo.
―La llevaremos al centro de la ciudad y la dejaremos tranquila.
Si quiere presentar cargos, debe hacerlo antes de las nueve de
mañana por la mañana.
―No creo que hagamos eso.
Debería estar agradecida, pero estoy algo molesta por su tono
indignado, como si no valiera la pena su tiempo. A la mierda. Soy lo
suficientemente buena para presentar cargos contra...
―Que tenga un buen día, señora. ―Veo al oficial comiéndole las
tetas con los ojos y pongo los ojos en blanco. Él mira más tiempo de
lo que cualquier caballero debería y luego me lleva por los escalones.
Miro hacia atrás a la pila de cenizas y restos de perro no quemados y
siento una extraña tristeza.
Nos habíamos unido... esa bolsa de mierda y yo. La extrañaré.
Me veo obligada a mirar hacia otro lado cuando el oficial me
pone las esposas en las muñecas. Luego, con su mano sobre mi
cabeza, me baja a la parte trasera del auto.
A medida que la adrenalina desaparece y el entumecimiento se
desvanece, me doy cuenta de lo condenadamente fría que realmente
estoy. Me estremezco y tiemblo. Mis dientes castañean y me tiembla
la cabeza. Esto solo aumenta mi fachada de vaga alcohólica e incluso
me gana una mirada comprensiva de parte de los oficiales que
hablan como si no estuviera en el auto.
―¿Eso era mierda de perro o mierda humana?
―Nunca se puede decir con esta gente.
―¿Viste cómo ese idiota de Duchanan enloqueció? Lo más
divertido que he visto en mucho tiempo.
―¿De todos modos, quién diablos cae con eso? Es el truco más
antiguo del libro.
―Oye cariño... ―No reconozco al policía―. Te compraré una
semana de licor si puedes realizar tu pequeño truco en 2189 West
Beutreau Street. Demonios valdría dos semanas de licor para ver a
mi ex esposa pisotear una bolsa de mierda en llamas.
Se ríen, pero no saben cuán difícil es conseguir mierda de perro
en estas partes.
Justo cuando empiezo a entrar en calor, me arrastran hacia el frío y
dentro de la estación de policía. He estado en la cárcel un par de veces.
Nada serio, pero he pasado algunas noches en el condado por algunas
multas impagas. He sido arrestada una o dos veces por conducta
desordenada. Así que estoy sorprendida cuando no toman ninguno de mis
efectos personales. O toman mi foto. O mi nombre
Simplemente me llevan a una gran celda que da a las oficinas
principales. Las literas se alinean en la pared, pero solo una está
ocupada. Me dan una almohada, una sábana y una manta, me
empujan suavemente hacia adentro y luego la puerta se cierra de
golpe detrás de mí, despertando a la única otra persona en la celda.
Ella es tan grande como una maldita casa. Parece tan mala como
una serpiente de cascabel. Cuando trato de ir a la litera, así puedo
vigilarla en todo momento, niega con la cabeza. Me muevo a la
siguiente litera. Ella niega con la cabeza otra vez. Continúa así: yo
deteniéndome en una litera, buscando su permiso, moviendo la
cabeza, moviéndome para evitar que me golpeen el rostro.
En la última cama en la parte posterior de la habitación, deja
escapar un gruñido y se da la vuelta. Hago la litera superior lo mejor
que puedo y me subo completamente vestida. No me toma mucho
tiempo descubrir por qué me obligó a dormir aquí. Es más frío que
la maldita teta de una bruja.
Saco mi teléfono y me queda un 1% de vida útil de la batería. Así
que veo el video de Luke Duchanan volviéndose loco hasta que mi
teléfono muere.
Y son los mejores malditos treinta y siete segundos de mi vida.
CAPÍTULO CINCO
Me levanto con mi compañera de celda mirándome.
Sus pies están planos en el suelo y estamos cara a cara.
Esta mujer asusta la mierda fuera de mí.
―Estás roncando.
Odio cuando la gente ronca. Sé lo molesto que puede ser. Entonces
me disculpo.
―Lo siento. Voy a rodar de mi lado. ―Comienzo a alejarme de
ella, pero ella niega con la cabeza.
―Tengo una mejor idea.
―¿De verdad? ―Rodar de mi lado generalmente funciona. Mi
abuela solía hacer que mi abuelo...
―Deja de respirar.
La miro confundida. Su mirada me dice que, si no puedo dejar
de respirar por mi cuenta, puede hacerlo realidad.
Inhalo y lleno mis mejillas con aire. Ella asiente con satisfacción
y vuelve a su litera. Los resortes gimen bajo su peso cuando ella se
mueve de lado para poder mirarme.
Justo antes de quedar dormida, se abre la puerta de nuestra
celda.
―Tú. ―El policía me señala―. Vámonos.
Me desenredo de la manta y salto hacia abajo. Cuando paso a mi
compañera de celda, me gruñe, probablemente porque puede oírme
respirar, hago algo realmente estúpido.
―Tu aliento huele a pedo ―siseo, disparándole el dedo. Antes de
que pueda salir de su litera, estoy a salvo fuera de la celda y la
puerta está cerrada, atrapándola adentro. Sonrío porque soy una
mujer libre y no puede matarme.
―Siéntate. ―El oficial señala una silla plegable de metal que se
encuentra en el pasillo al lado de su cubículo. Me siento mientras
vierte una taza de café y me la da. Arroja una cuchara de plástico, un
par de paquetes de azúcar y un poco de crema en polvo al lado.
Preparo mi café mientras él toma asiento y comienza a golpear
las teclas de su teclado con solo dos dedos. Él parece aburrido. Su
traje es muy pequeño. Anteojos manchados. Cabello peinado sobre
una calva.
Recostándose en la silla, cruza sus brazos detrás de su cabeza y
me mira.
―Los muchachos que te recogieron dijeron que comenzaste un
incendio en el porche de alguien.
Asiento y tomo un sorbo de mi café.
―¿Quieres contarme sobre eso?
Le doy una versión editada de la verdad, empezando por la
parte donde llegué a la casa de Luke. Me lleva un tiempo contar la
historia porque no puede dejar de reírse. Y él me sigue
interrumpiendo repitiendo todo lo que le digo en forma de
pregunta. Cuando termino, él está luchando por contener su risa y
tengo ganas de darle un puñetazo en la cara.
―Mira ―dice, una vez que puede hablar sin sonreír―. Como solo
te atraparon por una infracción menor, te dejaré ir... si puedes
encontrar a alguien que venga a recogerte.
―¿No puedo irme sola?
Él niega con la cabeza y me mira con dureza.
―Te estoy haciendo un favor. No presiones.
―¿Qué pasa si no tengo a nadie que venga a buscarme?
―Entonces tendré que ficharte. Y alimentarte. Y costará dinero. Y
no quiero hacer eso.
No me importaría ser fichada. Podría cumplir mí condena, tomar
un desayuno y usar el tiempo en solitario para descubrir cómo
diablos voy a llegar a casa, ya que mi vuelo se fue hace tres horas. El
problema es que cabreé a mi compañera de celda. Así que ahora, o
encuentro a alguien que venga a buscarme, o muero.
Mis ojos se mueven hacia el bolsillo delantero de mi abrigo. Parte de
mi cerebro me grita que es una mala idea. La otra dice que esto es mejor
que la muerte.
El o cial arrastra su teléfono por el escritorio y lo coloca frente a mí,
luego se va, diciéndome que volverá en unos pocos minutos.
Recojo el receptor y meto los números rápidamente mientras
todavía tengo el valor. Alguien responde en el primer timbre.
―Oficina del Señor Swagger. ―La dama habla en uno de esos
molestos tonos altos, que solo la gente bonita tiene.
―Hola, soy Penélope Hart. Soy amiga del señor Swaggers.
―Simplemente salió. No pude detenerlo.
―¿Cómo puedo ayudarla, señorita Hart? ―La mujer parece
aburrida. Me siento estúpida. Probablemente no sea la primera
persona que llame a su oficina y diga que es su “amiga”.
―Um... bueno…
No puedo hacer esto.
Mis manos temblorosas forcejean con el receptor hasta que lo
dejo en el soporte.
¿Cómo podría ser tan estúpida?
¿Tan imprudente?
Tan... simplemente... ¿estúpida?
Jake Swagger no vendría a buscarme. Me odia.
Su pérdida.
Si me hubiera invitado a cenar, podría haber conocido la
verdadera yo. Podría haberlo hechizado. Hacer que me amara. Me
habría forzado a obtener una orden de restricción contra él, porque
los hombres tienden a aferrarse a una mujer como yo.
Pero se perdió toda mi fabulosidad y eligió reconocer solo las cosas
malas, como irrumpir en su apartamento y poner una bolsa de mierda de
perro en su mostrador. Entonces, lo único que Jake Swagger podría hacer
por mí es enviar a su abogado aquí para presentar cargos. Se
aseguraría de que viviera mis últimos momentos con Big Bertha,
quien sin duda se sentará sobre mí y respirará en mi cara hasta que
muera de una muerte lenta y agonizante.
Estoy en mi tercera taza de café. No tengo idea de dónde diablos está
el policía. El reloj en la pared dice que se ha ido por más de media hora.
Probablemente podría escabullirme por la puerta sin que nadie lo notara,
si no llevara un ridículo sombrero de copa que me ha dado un montón de
miradas diver das de todos en la o cina.
Muchas gracias, Alfred.
Miro jamente la tarjeta en mi mano, pensando en llamar al número
de celular que gura en la parte posterior. El número de celular de Jake.
Puedo escuchar su voz. Quizás disculparse. O podría esperar hasta llegar a
casa y llamarlo borracha. Si llego a casa.
¡Piensa Penélope!
Emily.
Emily conoce gente en Chicago. ¿Cierto? Ella hizo su pasan a aquí.
Seguramente ella hizo un amigo o tres más que Luke Duchanan. Tal vez
podría llamar a uno de ellos y hacer que vengan a buscarme.
Entonces podría lograr que mi madre me envíe dinero en efectivo
para llegar a casa. Sé que no tiene de sobra, pero sin duda lo hará
posible. Y puedo venderle el cuerpo a un hombre desesperado para
devolverle el dinero. O mi alma al diablo. O mi fama inminente para
los Illuminati.
―¿Penélope?
Miro al hombre que está sobre mí. Y solo... mirar. Él es como, el
mejor amigo de ese hombre. El que usa la sonrisa. Tiene la actitud
lúdica. El look sexy. Con el que espera que el mejor amigo de la
heroína se conecte, habrá un libro dos.
Mis ojos ruedan por mi estúpido cerebro de escritor.
―¿Sí?
Él me escanea de mi sombrero de copa a mis botas sucias, estudia la
tarjeta en mi mano un momento y luego se encuentra con mi mirada. Él
levanta una ceja.
―¿Eres Penélope? ―No estoy segura si eso es diversión o
escepticismo. Los confundí.
―Sí. Y debes ser el Capitán Obvio.
Él se ríe y busca una botella de agua junto a la cafetera. De espaldas a
mí, le hago un escáner corporal completo.
Buen culo. Buena construcción. Pies grandes. Amistoso.
Encantador. Parece el tipo de hombre con el que podrías pasar un
buen rato. Sin embargo, hay algo raro en él. Él usa un arma pero no
una insignia. Un traje y no un uniforme. ¿Un detective? Pero su traje
es realmente bueno. Hecho a medida. No es la sarga barata que usan
la mayoría de los detectives. Y él no tiene una barriga. O líneas
cansadas y preocupadas alrededor de su rostro.
―Puedo sacarlo y dejar que lo mires. ―Aparto mis ojos de su
entrepierna a su cara sonriente. Estaba mirando su culo. Dio la vuelta. No
es mi culpa.
―Lo siento, no tengo mis lentes para leer.
Recibo otra risa sexy y gutural suya. Si no estuviera tan
enganchada con la visión de mi Ese Hombre, usaría este galán para
mi musa.
―Touché, señorita Hart. ¿Estás lista para salir de aquí?
―¿Quién eres tú?
Él sonríe y ex ende su mano. La sacudo. Por supuesto, es cálido y
fuerte y todas las cosas maravillosas que se supone que son las manos
masculinas.
―Cam Favre.
―¿Detective? ¿Oficial? ¿Teniente?
―Solo Cam. Pero puedes llamarme señor, si quieres.
Ignoro sus onduladas cejas.
―Entonces si no eres policía, ¿qué eres?
―Soy un tipo real ―dice, con esta voz de Pinocho realmente
impresionante que me hace sonreír―. Vamos. Jake cocinó el
desayuno.
Oh mierda.
―¿J… Jake te envió a buscarme?
―Sí. ―Señala la tarjeta en mi mano―. Dijo que llamaste a la o cina.
La línea se desconectó. Debe ser la tormenta. Pero rastreamos el número
hasta aquí.
―¿Rastreaste el número? ―Oh mi Dios. ¿Qué tipo de hombre es este
Jake Swagger que puede rastrear un número y tener a alguien aquí para que
me lleve en menos de una hora?
―Identificación de llamadas, nena. ¿Has oído hablar de eso?
Soy tan estúpida.
Probablemente debería hacer más preguntas. ¿Como quién es
este tipo realmente? ¿Quién es él para Jake? ¿Su abogado?
¿Hermano? ¿Amigo? ¿Amante? ¿Y por qué demonios querría Jake
que fuera a su casa? ¿Por qué está cocinando el desayuno? Él debería
tener un cocinero que haga eso. Una mujer de mediana edad que
tiene una aventura secreta con Ross. O Alfred.
―¿Así que vienes o quieres quedarte aquí?
―Ya voy. Ya voy.
Me lanza una sonrisa sexy mientras me escanea de los pies a la
cabeza.
―Incluso a través de toda esa ropa, puedo decir que tienes un
cuerpecito malvado para llevar con esa cara bonita y boca descarada.
Ahora veo por qué Jake está tan ansioso por tenerte.
¿Tenerme?
¿Qué signi ca eso?
No puedo pensar, porque Cam está caminando y estoy luchando
para no mirar su culo.
Pierdo la batalla
Pero solo miro por un segundo.
Un SUV con el motor todavía en funcionamiento se encuentra
estacionado al lado del edificio. No un SUV policial normal. Un
maldito Range Rover con llantas oscuras, ventanas y un
parachoques que podría sacar a un tanque.
Él abre la puerta del pasajero y me asalta el olor a colonia y cuero. Tan
embriagador. Tan eró co. Tan... tan derretidor de bragas, que miro el
asiento trasero preguntándome si me desnudo y me tumbo sobre él,
será suficiente para convencer a Cam para que me espose a la puerta
y tener su camino conmigo.
Realmente necesito dejar de leer malditos libros sucios...
Miro por la ventana al paisaje blanco para evitar mirar a Cam. Ni
siquiera salimos del estacionamiento cuando su voz me hace girar en
mi asiento para enfrentarlo.
―Eres diferente.
―¿Qué quieres decir?
Sus ojos se mueven desde el camino hacia mi sombrero de copa.
Lo saco y trato de alisar mi cabello.
―Es una larga historia.
―Apuesto a que tienes muchas buenas historias teniendo en
cuenta tu línea de trabajo. ―Él guiña un ojo, como si supiera algún
gran secreto.
Estoy segura de que Jake le dijo que era escritora. Sin duda,
buscó en Google el título de mi libro en el momento en que me fui.
Que es probablemente cómo él descubrió mi nombre. Quiero decirle
a Cam que no hay nada muy sugerente acerca de que un escritor
tenga muchas buenas “historias”. Pero no quiero parecer una idiota.
―Sí. Supongo que sí. ―Me encojo de hombros y miro hacia atrás,
hacia la ciudad que pasa.
Suena el teléfono de Cam y por mucho que quiera escuchar su
conversación, no puedo sacarme la idea de mi cabeza de que algo no
está bien con todo esto. ¿Por qué Jake me salvaría? ¿Por qué está
ansioso por tenerme? ¿Por qué me permitiría volver a su casa
después de haberme expulsado tan groseramente? ¿Está preparando
el desayuno porque se siente culpable por negarme la cena?
―Jake va a estar enojado por esto, Lance ―dice Cam riendo. Como si
la ira de Jake le proporcionara alegría. Como la ira de Jake ene un efecto
similar en mí, sintonizo la conversación. Por supuesto, termina en el
momento en que lo hago.
―¿Por qué se va a enojar Jake?
―La Fuerza Aérea ha puesto en tierra todos los vuelos desde
Chicago.
Bien. Tal vez pueda reprogramar mi vuelo sin tener que pagarlo. Lo
que signi ca que no tendré que robar una licorería cuando salga de la
ciudad.
―¿Estaba yendo Jake a alguna parte? ―Finjo indiferencia.
Cam me lanza una mirada incrédula y rueda los ojos.
―Nah. Alquiló burros para ustedes dos. ―“¿Qué?”―.
Esperábamos cancelaciones con los vuelos comerciales, pero
anunciaron que ningún avión sería autorizado a partir. Lo que
significa que incluso el todopoderoso Jake Swagger no puede
obtener permiso para poner su pájaro en el aire.
―¿Él ene un avión?
Él me da otra mirada de reojo.
―¿Te sientes bien?
¿Lo hago?
Tengo un poco de frío. Una gran cantidad de cansancio. Y estoy
empezando a tener estornudos.
―Estoy bien. ―No necesita toda esa otra información.
Cam está hablando nuevamente por teléfono. Algo sobre un
generador que necesita ser reemplazado CUANTO ANTES.
Aburrido. Pero escucho. ¿Sabías que los generadores de respaldo
pueden tener generadores de respaldo? Me pregunto qué pasará
cuando se apague la copia de seguridad de la copia de seguridad.
Nos detenemos en el edificio de apartamentos de Jake y Alfred
es todo sonrisas. Hasta que abre la puerta y me ve. Sin inmutarme
por su ceño fruncido, le doy mi mejor sonrisa de concurso mientras
me deslizo fuera del auto.
―Buenos días, Alfred. Qué bueno verte de nuevo. Por cierto, este
sombrero es de ‘Puta Madre’. Me han hecho tantos elogios.
Cam se ríe mientras camina a mi lado, girando su llavero en su
dedo mientras abre la puerta. Alfred solo gruñe una respuesta y, a
regañadientes, abre la puerta del edificio para nosotros. Él no nos
sigue al ascensor esta vez. En cambio, se mueve detrás del podio y
agarra el teléfono. Mientras Cam y yo continuamos por el pasillo, lo
oigo decir:
―Ya están en camino, señor.
―Nunca he sabido que Alfred frunciera el ceño ante nadie.
―Cam levanta una ceja cuando entramos en el ascensor. Entonces,
como si acabara de pensar en algo, me da una sonrisa lobuna―.
¿Ustedes dos tienen historia o algo?
―O algo.
En el ascensor, presiono mi nariz contra la pared y tarareo
mientras nos disparamos como un cohete al trigésimo piso. Cam no
dice nada, pero lo veo sonreír mientras entramos al vestíbulo.
Mi instinto se revuelve y se retuerce. Creo que puedo vomitar.
No por miedo como una persona normal. De la emoción. Como la
persona loca que soy. De acuerdo, y tal vez un poco de miedo.
¿Jake va a decirme que lamenta haber sido un imbécil?
¿O exigir que pague por su camisa?
¿Me tomará en sus brazos y me abrazará?
¿O venderme como esclava sexual?
¿Me besará en la cabeza y me dirá que soy bonita?
¿O culparme por alguna mierda que falta? Alguna mierda secreta. Que
él perdió. Y su plan es prepararme para tomar la caída...
Cam abre la puerta y... tocino.
Huelo tocino.
Todo el tocino
Mi boca se hace agua y gimo. Entonces gimo por una razón
completamente diferente.
Ante mí está Jake Swagger. En una estufa. Vestido con nada más
que un par de pantalones bajos de franela, espátula en mano. Su
espalda se ondula en músculos y carne bronceada. Sus hombros son
anchos. Caderas estrechas. Todo definido y esculpido, pero suave y
liso. El estallido de la grasa del tocino y la voz baja del presentador
de noticias son los únicos sonidos en la sala.
Inmediatamente me imagino este momento como de la vida real
de una cursi película de Hallmark, la nieve cae por la ventana. Todo
cálido y hogareño. Estoy recién salida de la cama, admirando
adormecida a mi príncipe que se levantó temprano solo para
prepararme el desayuno.
Por supuesto, solo puedo imaginarme esto porque ya he
escaneado la sala en busca de la mafia y la gente en las sombras y
que podrían querer matarme por robar algo que realmente no robé.
No hay nadie. Solo yo. Jake. Tercera rueda Cam. Aire.
Oportunidad…
Mi mente pasa de tener una calificación de PG a triple X en
cuestión de segundos, cuando los músculos de Jake se contraen
mientras coloca una toalla sobre su hombro. Me imagino sobre su
hombro. Piernas alrededor de su cuello. Vagina en su rostro.
Él gira para mirarme. Sonrío. Mis mejillas se sonrojan por mis sucios
pensamientos. Ojos a media asta de la lujuria. Pero puedo seguirle la
corriente. Como tal vez solo me desperté de una siesta. Como en mi
cuento de hadas de Hallmark. Él dirá: “Buenos días, hermosa”. Seré
tímida y dulce. Él dirá que mi sonrojo es bonito. Entonces me besará
sin aliento...
Suspiro.
No puedo creer que esté realmente aquí, yo. Penélope Hart.
Autora en progreso. De pie en la cocina de un lujoso apartamento en
el ático, con mi propio y medio desnudo Ese Hombre.
¿Y quién podría ser su mejor amigo caliente?
Y ninguna mafia
Y tocino.
Y ni siquiera la intervención divina podría arruinar este
momento.
CAPÍTULO SEIS
Jake Swagger no es Dios.
Pero maldita sea, puede arruinar un momento.
Él me mira sin sonreír. En cambio, me encuentro con una mirada de
absoluto horror y disgusto. No hay un “buenos días hermosa”, tampoco.
Solo un:
―¿Qué carajo está haciendo ella aquí?
―¿Qué? ―pregunta Cam. Jake y yo nos miramos el uno al otro
mientras él continúa hablando. Jake parece que podría estallar.
Estudio los dos pequeños puntos rojos en su segundo y sexto
abdominal. ¿La grasa del tocino salpica? Probablemente. ¿Quién
diablos fríe tocino sin camisa?
―Dijiste que la recogiera y la trajera a casa. Supuse que tu hogar
estaba aquí. ¿Querías que la llevara al otro departamento?
¡Cielos! Él ene dos apartamentos.
Jake se serena. Crece un centímetro o dos de altura. Sus
músculos se tensan. La vena de la frente sobresale. Puños apretados.
Él es tan dominante.
―Eres Penelope Hart.
Me abstengo de usar mi broma de Capitán Obvio de nuevo. Y de
preguntarle si puedo tocar su pecho. O abandonar su tono calmado y
profundo y decir mi nombre otra vez como si se estuviera viniendo.
―Lo soy.
―Llamaste a mi o cina.
―Lo hice.
―Les dijiste que eras mi amiga.
―La gente realmente dice demasiado esa palabra. Culpo a Facebook.
Quiero decir, ¿cuántos de tus amigos de Facebook son realmente tus
amigos?
―No somos amigos de Facebook.
―No, no lo somos.
―No somos amigos en la vida real. No somos conocidos. Ni siquiera
eres amiga de un amigo.
Inclino la cabeza y entrecierro los ojos.
―¿Estás seguro de eso? Apuesto a que soy amiga de Facebook de
un amigo de Facebook. Te sorprendería cuán pequeño es este
mundo en realidad. Especialmente cuando tienes una presencia en
las redes sociales como yo. Tengo como, cuatro mil “Me gusta” en
mi página. Y he llegado al límite máximo de cinco mil amigos.
Varios momentos de silencio intenso pasan. Entonces Jake apunta con
una espátula hacia la puerta.
―Fuera.
―No... no me voy a... ir. ―Cruzo los brazos sobre el pecho para
esconder mis temblorosos dedos―. No hasta que sepa lo que está
pasando. Tú eres quien me hizo recoger. Quiero saber por qué.
―Porque pensé que eras alguien más.
―Espera... ¿conoces a otra chica llamada Penélope Hart?
―Pensé que eras la Señorita Sims.
Ahora estoy realmente confundida.
―Pero les dije que mi nombre era Penélope. Me acabas de
preguntar si era Penélope, así que sabías que mi nombre no era
Señorita Sims.
―Por el amor de Dios. ―Se pasa la mano por el cabello y exhala
un suspiro exasperado―. Fue un malentendido de mi parte, ¿de
acuerdo?
―¿Cómo demonios confundiste a Pe-ne-lo-pe Harr-ttt con la
Señorita Sims?
―¡Es un alias! ¡El nombre de Señorita Sims es un alias! ―grita
hacia el techo―. ¡Puta Madre, mujer! ¡Eres como un maldito hongo!
Sonrío. No puedo evitarlo.
―¿Porque estoy creciendo en ti?
Jake cierra los ojos. Él está tratando de controlar su temperamento.
Haciendo también un maldito buen trabajo. El silencio es intenso. La risa
de Cam lo rompe.
―Espera ―dice, entre bocados de tocino y risa sexy―. ¿Ella no es la
Señorita Sims? ―Me señala y mira a Jake que solo lo mira.
Probablemente esté pensando lo que estoy pensando. ¿Lo estás
imaginando, genio?―. Bueno, ¿quién es ella? ¿Cómo la conoces? ―Su
mano se detiene a medio camino de su boca y sus ojos vagan sobre
mí de pies a cabeza.
―Eres una falsa Señorita Sims. ―Su atención se dirige a un
silencioso y meditabundo Jake por su confirmación―. ¿Ella es la que
engañó a todos? ¿Quién irrumpió aquí anoche? ¿Esta chica? ¿Ésta?
¿Esta es el que tú dices que está loca de remate? ―Mueve su dedo
hacia mí otra vez.
―Bien, ahora espera un maldito minuto. ―Sostengo una palma
hacia cada uno de ellos―. Déjame entenderlo. Enviaste un auto para
recoger a una mujer cuyo nombre no conoces y cuya cara nunca has
visto. Le diste acceso completo a tu ático. Le dijiste a tu personal que
atendiera todas sus necesidades. Estabas dispuesto a sacarla de la
cárcel... cocinar tu tocino, ¿y crees que estoy loca?
―Ese fue Jake el que te llamó loca, cariño. No yo.
―¡Basta! ―Jake chasquea con suficiente malicia en su tono para
borrar la sonrisa en mi rostro y enviarme un escalofrío de miedo por
la espalda―. Saca a esta mujer de mi casa, Cam. Y encuentra a la
señorita Sims. ―Arroja la espátula en el fregadero y, con una calma
misteriosa, sale de la cocina y entra en su oficina. Me tenso,
esperando a que la puerta se cerrara, pero simplemente se cerró.
―Bueno, eso fue muy dramático ―murmuro, un poco molesta
por que él no actuó como un idiota. O me abrazó...
La risa baja de Cam atrae mi atención. Lo encuentro apoyado contra el
mostrador. Negando con la cabeza mientras saca el teléfono de su bolsillo.
―Estás loca, ¿lo sabías?
Me encojo de hombros porque... Estoy un poco loca.
―¿Y ahora qué?
―Ahora, encuentro a la verdadera Señorita Sims. ―Se mueve a
través del piso y se para como una torre sobre mí―. Y tú, Penélope
Hart, te alejas de esto sabiendo que eres la única mujer en la historia
que rompe la poderosa fortaleza de Jake Swagger y se va ilesa.
Indemne.
¿Eso signi ca que otra mujer que estuvo aquí antes que yo ha sido
atada a un banco de nalgadas y probó su cinturón de cuero, y luego fue
follada hacia otra dimensión? ¿Saliendo de aquí en un estado inducido por
la niebla del orgasmo, con nada más que las rayas en el culo y el dolor
entre las piernas para recordarlo?
―Yo... chica loca... ¿entiendes eso?
―¿Huh?
Él rueda los ojos.
―Tengo que hacer algunas llamadas y luego descubriremos la
forma más rápida de llevarte a casa, ¿de acuerdo?
Asiento.
Su rostro es sobrio y su tono no es ninguna tontería.
―No toques nada. ¿Entendido?
―Bien. ¿Puedo al menos usar el baño?
―Claro. ―Señala el que está fuera de la cocina―. Hazlo rápido.
Volveré en breve.
―¿Te estás yendo?
―No... salgo de la habitación para hacer algunas llamadas.
―Sí. Uh. Bueno. ¿Y qué hago cuando Jake salga y me mate porque
todavía estoy en su departamento?
―Él estará allí un tiempo. ―Cam palmea la parte superior de mi
sombrero, empujándolo hacia abajo sobre mis ojos―. Él ladra más de
lo que muerde. No te preocupes, él no te matará.
Sonrío y levanto mi sombrero para mirarlo.
―¿Porque él en secreto me quiere?
―No, nena. Porque no se leerá bien en los periódicos.
Oh…
―¿Jeff? Soy Cam Favre. Necesito un favor... ―La voz de Cam se
desvanece mientras sale de la cocina.
Tomo el resto del tocino y me sirvo un vaso de jugo. Miro la
mesa y luego regreso a la puerta de la oficina de Jake. El desayuno
en el baño parece ser la opción más segura, así que me encierro
dentro y como con la espalda contra la puerta.
Intento averiguar el trato detrás de esta misteriosa Señorita Sims.
¿Por qué usaría un alias? ¿Quién es ella para Jake? Obviamente
nadie importante. Quiero decir que él ni siquiera ha visto su maldita
cara. Sin embargo, él ha hecho todo lo posible por ella. ¿Es ella su
cliente? ¿Qué es lo que incluso hace?
Estúpido teléfono.
Si no estuviera muerto, podría buscarlo en Google.
Termino de comer y cansada de pensar, me quito la ropa sucia y
enciendo la ducha. Por siempre parece pasar antes de que el agua
caliente penetre en mis fríos huesos. Solo entonces me lavo el
cabello, debo agregar agua a la botella de champú porque está casi
vacía, y elimino el hedor restante de la cárcel.
Limpia y radiante y con olor a algo maravilloso, envuelvo mi
cuerpo en una gran toalla mullida y quito el vapor en el espejo con
mi mano. Me veo ruda... cansada. Mi cabello castaño, un lío
enredado habitual, rizado, esta lacio por el peso del agua y me
cuelga hasta la mitad de la espalda. Mi piel aceitunada brilla aún
más oscura contra la toalla blanca, haciendo que las manchas de oro
en mis ojos color avellana brillen aún más.
Rebusco en los cajones que hay junto al fregadero y encuentro
un cepillo de dientes nuevo y un poco de pasta de dientes. Luego,
seco mi cabello con una toalla y seco el resto del agua de mi piel.
Vestida solo con una toalla, miro fuera del baño y descubro que
estoy sola. Jake todavía debe estar en su oficina. Cam debe estar
haciendo lo que sea que él haga. Y el temor de que Jake me mate si
me encuentra en su departamento debe haber desaparecido en la
ducha. Porque de repente, la idea de ver la televisión, envuelta en
esa cálida manta, acurrucada en su sofá no me asusta en lo más
mínimo.
A pesar del agua hirviendo de mi ducha y la calidez de la sala de
estar, todavía me siento helada. Tengo la nariz congestionada. Me
duele la cabeza. Mis huesos están doloridos. Rezo como el infierno
que estoy cayendo con un resfriado. Soy fanática de una damisela en
apuros, y aunque mi Ese Hombre ha demostrado ser un dolor de
cabeza en ambos encuentros, estoy segura de que se apiadará de mí
y me devolverá la salud.
En medio de mis fantasiosos pensamientos sobre él saliendo de
su oficina y tomándome en sus brazos, la realidad emerge y me veo
obligada a pensar como una adulta.
Hoy podría haber sido muy diferente. ¿Qué pasa si no hice esa
llamada a la oficina de Jake? ¿Qué pasaría si estuviera atrapada en
esa celda con Big Bertha? ¿Qué pasaría si Jake hubiera llamado a la
policía y me hubiera arrestado cuando volviera a casa anoche? ¿O
cuando aparecí hoy? ¿Qué pasa si lo hace una vez que descubra que
todavía estoy aquí?
Necesito un cargador de teléfono. Necesito llamar a Emily. Subir
mi video. Reprogramar mi vuelo. Hacer que Jake se enamore de mí.
Escribir una novela bestseller sobre mí y mi Ese Hombre. Presentarle
Cam a Emily. Escribir otra novela bestseller sobre los dos. Encontrar
un prestamista que me prestara dinero hasta que consiga mis
millones.
Alguien toca a la puerta. Silencio al Juez Judy y miro la oficina
de Jake, esperando que él cargue desde allí para ver quién está aquí.
Cuando el golpe suena nuevamente y nadie se mueve para
responderlo, me hago cargo de hacerlo, porque responder a la
puerta de una casa que no te pertenece es exactamente lo que hacen
las personas sin sentido.
El hombre del otro lado de la puerta es Jake Swagger, dentro de
cuarenta años más o menos. Además del cabello blanco y las líneas
alrededor de su boca y ojos, se parece a él. Construcción fuerte.
Mandíbula dura. Expresión preocupada. Ojos oceánicos. Incluso me
mira con fastidio y disgusto. Probablemente porque solo estoy
vestida con una toalla, pero aun así... estas malditas miradas
histriónicas se están haciendo viejas.
―Hola, señor Swagger. ―Algo sobre saber quién es, sin saber
realmente, me hace sentir menos inferior a él.
―Déjame adivinar... eres la Señorita Sims.
Aquí vamos con esta mierda de nuevo...
Sin esperar mi respuesta, él me empuja. Él hace un ruido en la
parte posterior de su garganta como con ¿Desaprobación?
¿Repugnancia? ¿Ambos?
―En realidad, soy la señorita Hart. Pero puede llamarme
Penélope.
―¿Dónde está mi nieto?
¡Lo sabía! Quiero sonreír. Bombear el puño en el aire porque
tenía razón. Pero me abstengo de celebrar. No dejaré que mi
pequeña victoria interfiera con mi misión: dejar una buena
impresión sobre el futuro de Jake Swagger.
―Está tomando una llamada en su oficina. ―Tal vez―. ¿Puedo
traerte algo para beber? ―Ofrezco. Pero el Viejo Abuelo Swagger se
siente como en casa. Él abre el gabinete en el centro de
entretenimiento y toma una jarra y un vaso.
Me pongo de pie, deseando no inquietarme, mientras sirve una
bebida y luego se vuelve hacia mí. Él me estudia mientras sorbe su
whisky. A las ocho de la mañana. Pero oye, ¿quién soy yo para
juzgar?
―¿No tienes ropa?
Me sonrojo y dejo escapar una risa nerviosa. ―Es una historia
diver da, realmente…
―Dudo que encontrara humor en algo relacionado con su línea
de trabajo, Señorita Sims. Así que, por favor, evite los detalles de
cómo término respondiendo a una puerta que no te pertenece,
vestida solo con una toalla.
Es difícil sostener tu barbilla y estar orgullosa cuando estás
vestida como yo, mirando a un hombre que se comporta con un aire
de autoridad. No es la autoridad de Steve Jobs. No es la autoridad
de Henry Frick. Maldita autoridad de Hitler. Lo bueno es que no me
asusto fácilmente.
―Mi nombre es Penélope.
Él hace ese maldito ruido de nuevo. No soy tan indulgente como lo era
hace unos minutos. Él ene una vez más para…
―Espero que te pague bien. Aunque no puedo imaginar que haya una
suma de dinero que valga la dignidad de una persona. ―Me mira de arriba
abajo con una lenta sacudida de cabeza. Sus labios se curvan en el mismo
ceño fruncido que usó Jake cuando descubrió que la bolsa en su bar estaba
llena de mierda de perro.
¿Qué demonios?
Frunzo el ceño en confusión.
―No estoy segura de entender.
―Debieras. Usé palabras sencillas.
Por qué este viejo bastardo...
―¿Insinúa que soy estúpida, señor Swagger?
Él no dice nada. Solo me mira con esta expresión dura y estoica. Su
intento de hacerme sen r inferior despierta mi orgullo. Mi orgullo alimenta
mi ira. Mi ira carga con mis palabras. Y mis palabras brotan de mi boca
antes de que pueda detenerlas.
―Le hice una pregunta, Sr. Swagger. Agradecería una respuesta.
Su frente se contrae un poco. El movimiento es tan minúsculo
que podría haberlo perdido si no estuviera estudiando su rostro con
tanta fuerza.
―Tu acento sureño es genuino. Como tu orgullo. ―Se sienta en
una de las sillas de cuero mullidas, cruzando las piernas como haría
una dama, pero lo hace parecer tan masculino―. No podría haber
sido barato, pero estoy seguro de que vales cada centavo. ―Levanta
su vaso hacia mí como si me acabara de dar un cumplido o algo de
mierda.
―No me está pagando.
―¿Te pagó para decir eso también?
Algo está sucediendo aquí. Hay una serie de razones por las cuales no
me he dado cuenta: agotamiento. Deshidratación. Síntomas parecidos a la
gripe. Día de mierda. Pero estoy coleccionando piezas del rompecabezas. Y
estoy bastante segura de que la misteriosa, desaparecida Señorita Sims es
una…
―Si no estás aquí porque Jake te contrató, ¿por qué estás aquí?
Porque irrumpí en su casa. Fui expulsada. Prepare una bolsa de
mierda de perro. Fui a la cárcel. Llame a la o cina de Jake. Él pensó que yo
era la Señorita Sims usando mi nombre de pila. Envió a alguien para que
me saque. Descubrió la verdad. Y ahora estoy esperando que Cam termine
de encontrar ayuda para llevarme a casa antes de que Jake me mate.
Él no parece el po de hombre que quiera escuchar todo eso.
Además, es una especie de imbécil crí co, y no estoy segura de cuántos
más insultos puedo hacer.
―¿Cuánto tiempo tienes?― pregunto, esperando hasta que
pueda pensar una mentira creíble.
―El empo su ciente, Penélope.
Me marchito bajo su severa mirada. Y me derrito un poco
porque recordó mi nombre. Lo cual es algo dulce. Ya empiezo a
perdonarlo por ser tan idiota.
La puerta de la oficina de Jake se abre y me salvo de la verdad. Y
bendecida con otra vista de su torso desnudo.
―Abuelo. ―Jake asiente con la cabeza rápidamente antes de
apreciarme. Su lectura es lenta. Muy lenta. Al igual que la crema que
se eleva en la leche, lento. Vertiendo mantequilla de maní, lento. En
pocas palabras, Jake Swagger, el joven, caliente, está mirando mis
brazos desnudos, piernas y la parte superior de mi pecho desnudo
como si su abuelo ni siquiera estuviera en la habitación y tuviera
todo el tiempo del mundo.
¿Mencioné que su lenta mirada ja también es caliente? Caliente
como fuego. Lava caliente. Lánzame-a-una-llama-abierta-hasta-me-
desintegre-a-cenizas-calientes. Su mirada sugiere que quiere comerme. Es
todo lo que puedo hacer para no arrancarme esta toalla de mi cuerpo y
abrirme en su prís no sofá blanco como el bufet de Shoney del domingo
por la mañana.
―Así que esta es la chica, ¿eh? ―pregunta el abuelo, un indicio de
algo que no puedo descifrar en su tono―. Ella está muy lejos de las
mujeres con las que estoy acostumbrado a verte. ―Me sonrojo ante su...
¿cumplido? ¿Tal vez?―. Estoy impresionado. Ella es encantadora. Cortés.
Autén ca…
Jake se endereza un poco y ese destello de fuego lento desaparece de
sus ojos.
―¿Y descubriste todo eso en menos de cinco minutos?
El abuelo se para y ra de los puños de su chaqueta.
―No creo que haya pasado tanto tiempo. Por eso estoy
impresionado. En el mismo tiempo que he pasado con las mujeres
con las que te rodeas, llego a conclusiones muy diferentes. Ellas son
tituladas. Egoístas. Groseras. Son... putas demasiado caras, Jake. Y
todos lo saben.
Otra pieza del rompecabezas se desliza en su lugar.
Jake recorre la habitación, descalzo, hasta la jarra y se sirve un trago.
¿Estas personas no saben que son solo las ocho de la mañana?
―Nunca he sido alguien a quien le importe lo que alguien
piense. Deberías saber eso ahora.
―Sin embargo, el gesto es apreciado.
―¿Sí? ¿Y qué gesto es ese?
―Que serías tan amable de llegar a tales extremos para contratar a
alguien que realmente podría pasar como una dama.
Jake resopla ante eso.
Quiero darle el dedo. Y recordarle al abuelo, una vez más, que no me
pagan. Pero él habla antes que yo.
―Puede que no te importe lo que piense alguien, Jake, pero tus
acciones se re ejan en todos nosotros.
―Tú signi cas tú.
―Precisamente. ―El abuelo me mira con una sonrisa en su rostro.
Pero sus ojos todavía son duros. Todavía frío. Apuesto a que tiene algo
de maldad en él. Y su mirada junto con el enfrentamiento entre estos
dos poderosos hombres, hace que mi cerebro de escritor se vuelva
loco.
Jake probablemente trabaja para la compañía de su abuelo. El abuelo
se está jubilando. Quiere que Jake se haga cargo de la compañía. Hacer las
cosas a su manera. Jake ene otros planes. Pero no puede actuar en esos
planes hasta que sea presidente. Lo que signi ca que ene que hacer lo
que su abuelo diga hasta que sea liberado de su in uencia metafórica.
Incluso si eso signi ca ser alguien que no es. Que es probablemente por
qué Jake es un imbécil. Por qué se ha endurecido contra sus verdaderos
sen mientos. Él es realmente un buen po, pero ene que ser un idiota
para apaciguar a su abuelo para que no se vea débil.
Este libro va a ser tan jodidamente bueno...
Vuelvo a sintonizar la conversación que es algo más ligera, pero
todavía tensa. El abuelo saca algo de su bolsillo. No puedo ver exactamente
qué es, pero parece una tarjeta de visita. Me acerco.
―Sé que enes una debilidad por los pequeños empresarios. ―El
abuelo le pasa a Jake la tarjeta de visita con rmada.
―Canton dijo que nunca vendería.
―No ene otra opción. Puso todo su capital en otra idea y la perdió
en una patente establecida de nales de los noventa. Su compañía no es
de mucho interés para mí. Pero con un poco de tu ayuda, podrías
llegar lejos. Aun así, será duro para vender. Él tiene mucho orgullo.
―Ante eso, sus ojos se movieron hacia mí. Dejo caer mi cabeza y
estudio mis uñas.
―Lo llamaré la próxima semana.
―Hablarás con él en la esta de esta noche. ―El tono del abuelo no
deja espacio para la negociación. Jake aprieta su mandíbula pero no dice
nada―. Hasta entonces. ―Él asiente con la cabeza hacia Jake y
después hacia mí, camina hacia la puerta con pasos largos y
decididos.
En el instante en que se va, me giro y me enfrento a Jake.
―La Señorita Sims es una puta, ¿cierto?
―Haces esa pregunta como si esperaras a que respondiera.
Lanzo mis manos.
―Por supuesto que espero que respondas, considerando que él
pensó que yo era ella. ¿Sabes lo que me preguntó cuando le dije que
no me estabas pagando? Me preguntó si me pagas para decir eso
también.
Jake no me está escuchando. Él está mirando mi pecho. Yo
también. Y mis tetas están a punto de sobresalir de la toalla. Cruzo
los brazos y me siento en el sofá. Luego tiro del extremo de la toalla
para tratar de cubrir más de mis piernas desnudas.
¿Dónde demonios está esa manta?
―¿Así que ella es? ¿Una puta?
―Penélope... por favor ―dice Cam, entrando a zancadas en la
habitación―. Puta es tan 1996. Jake prefiere el término acompañante.
―Se deja caer sobre la otomana, sin levantar la vista de su teléfono.
Jake niega con la cabeza.
―¿Alguna vez te callarás?
―¿Qué? Lo haces.
―¿Qué tal si discutimos lo que es realmente importante? Como
qué mierda sigue haciendo aquí. Te dije que quería que se fuera.
―Cam se encoge de hombros―. Dijiste que también encontraste a la
señorita Sims. Yo creo que eso tiene prioridad. Así que toma asiento.
Tranquilízate. Déjame hacer mi trabajo, entonces me desharé de ella.
Deshazte de ella…
Mierda.
¿Qué es lo que va a hacer? ¿Sacarme de la ciudad o alimentar a los
peces?
El discurso de Cam suaviza a Jake. Por lo menos un poco. Pasa
sus manos por esos hermosos mechones negros y toma asiento en el
extremo opuesto del sofá.
Un cojín nos separa.
Estamos tan cerca.
Tan cerca, apuesto que podría olerlo.
Mientras su enfoque está en Cam, inspiro profundamente por mi
nariz. Mi fosa nasal izquierda hace este ruido extraño y mocoso
antes de que me obstruya y me corte el aire. Es lo más desagradable
de todo.
Tal vez Jake no lo escuchó...
Él lo escuchó.
Obtengo su habitual mirada. No es realmente repulsiva, solo su
característica ira. O más bien como ondeando odio puro.
No dice nada mientras se para y se pavonea a su oficina. Espero
a que la puerta se cierre de golpe, pero regresa con una
chaqueta. Saca algo del bolsillo interior, arroja la chaqueta sobre una
silla y recupera su asiento.
Entonces, para mi horror y diversión, él me ofrece un pañuelo.
Uno de verdad.
Como, uno de tela.
Lo tomo, preguntándome si es la primera vez que tiene la
oportunidad de usarlo. Apuesto a que lo llevaba todos los días con la
esperanza de que venga una mujer con nariz mocosa y hacer que
todo el problema de recordar ponerlo en su bolsillo, valga la pena.
Escondo mi sonrisa detrás del pañuelo y me sueno la
nariz. Quiero sacar la mierda de él, pero tendrá que esperar hasta
que alcancemos el nivel de comodidad que todas las parejas
disfrutan una vez que se enamoran. Para nosotros, supongo que solo
tomará un par de días
El Juez Judy llama idiota a una señora. Enfoco mi atención en
eso en lugar de los ojos ardiendo en el costado de mi cabeza. Un
escalofrío me recorre la piel. Ojalá pudiera decir que es por su
mirada ártica. La verdad es que me estoy congelando.
―¿Tienes frío? ―El tono de Jake es plano. Impertinente y
aburrido, como si solo lo hiciera porque tiene que hacerlo. Aun así,
una timidez no forzada se arraiga dentro de mí en su intento de ser...
educada.
―Un poco. ―Sin decir una palabra, agarra la manta del suelo y
me la pasa. Intento tocar sus dedos, ya sabes, para poder describir la
“chispa” que siento de nuestra conexión. Pero él lo arruina
alejándose antes de que yo pueda.
―Gracias.
Él sacude la cabeza.
―No.
Pongo la manta a mí alrededor y mis piernas debajo de mí hasta
que lo único visible es mi cabeza.
―¿No qué?
―No njas dulce inocencia. No actúes todo mida y sumisa...
Sumisa.
Él dijo sumisa.
Él es un dom.
¡Lo sabía!
―... engañaste al abuelo, pero no a mí.
―¿Eh? ―Sueños estúpidos―. Lo siento. ¿Podrías decir esa última
línea una vez más?
Sus labios se presionan y suspira profundamente por la nariz. Lo que
daría para que su nariz se obstruya...
―Dije, ese pequeño acto que interpretaste antes podría haber
engañado a mi abuelo, pero no a mí.
―¿De qué estás hablando? ¿Qué acto?
―He visto tu verdadera forma. Recuerda eso.
Echo mi cabeza hacia atrás y lo miro como si hubiera perdido la
cabeza. Estoy segura de que tengo tres mentones en esta posición, pero no
me importa.
―¿Tu verdadera forma? ¿Quién demonios habla así? ¿Y eso que
signi ca?
―Estás retozando alrededor de mi casa con mi maldita toalla,
respondiendo a mi jodida puerta, encantando a mi abuelo y
haciéndole creer que eres una especie de santa. ―Hinca el dedo en su
pecho cada vez que me lo dice. Miro la formación de la mancha roja.
Definitivamente se magullará allí.
Debo haberlo dicho en voz alta. Porque él se ríe. Sin humor ¿No
crees que eso sea posible? Lo es. Es una risa que las personas hacen
cuando encuentran algo increíble y no tienen palabras para decir.
Por supuesto, Jake siempre tiene algo que decir.
―Eres jodidamente increíble.
―Mmm no. Lo que es increíble es que ser un imbécil es
realmente hereditario. Deberías estar orgulloso. Tú y tu abuelo
probaron una teoría. Quiero decir, incluso si fuera una acompañante
de alquiler, no tenía por qué ser tan loca. Me alegra que la Señorita
Sims no estuviera allí para escuchar todas esas cosas horribles que
dijo acerca de ponerle precio a la dignidad de uno.
―¿Ya has terminado?
―No. No lo hago. ¿Por qué necesitas contratar a alguien de todos
modos? Eres como... rico. Y caliente. Podrías tener a cualquier mujer
en Chicago.
―Tengo esto, Jake. ―Cam se inclina hacia adelante, apoyando los
codos sobre sus rodillas―. Verás Penélope, gente importante como
Jake no tiene citas casuales. Él ni siquiera tiene amigas. Demonios,
apenas tiene amigos hombres. Él es todo trabajo y nada de diversión.
Por eso es conveniente y necesario para él utilizar un servicio de
acompañante privado exclusivo, muy discreto cuando necesita una...
compañera. Me gusta para las funciones de vacaciones. Bailes, galas,
fiestas de caridad... ―Mira a Jake y sonríe―. La ceremonia de retiro
del abuelo.
Pero Jake me está mirando. Como si estuviera anticipando mi
reacción. Intento permanecer indiferente. En el interior, estoy
haciendo volteretas.
―¿Así que contrató a la Señorita Sims para asistir a la fiesta de
jubilación de su abuelo?
―Sí. Aunque la Señorita Sims es solo un nombre genérico que
usamos. Suena un poco mejor que acompañante. O... puta.
―Todavía no veo por qué no puede simplemente preguntar
como un amigo o un colega. ¿O por qué no va solo?
―Está sentado aquí mismo ―dice Jake, y maldita sea, no quiero,
pero me vuelvo para mirarlo. Y cuando veo su hermosa cara
cincelada, no puedo evitar que las preguntas lleguen. Sé que no
debería preguntar Sé que lo enojará. Pero esto es importante. Tengo
que saber.
―¿Utilizas el servicio de acompañantes porque tienen que firmar
un NDA? ―Sus cejas se juntan en confusión, pero él no me pide
explicaciones. Él no tiene que hacerlo―. ¿Es porque tienes un fetiche
sexual secreto del que no quieres que la gente sepa? Puedo ver cómo
la discreción es importante para un hombre de tu... estado. ―Se pone
rígido. Debería tranquilizarlo―. No estoy juzgando. ―Cruzo mi dedo
sobre mi corazón―. Esto es estrictamente para investigación. Lo
prometo.
―¿Investigación?
―Sí. Ya sabes... para mi libro.
Asiente lentamente como si acabara de recordar que soy una
autora publicada, con cuatro mil seguidores y ochenta y tres reseñas
en Goodreads. Promedio de cuatro estrellas, muchas gracias.
―A tu último no le fue demasiado bien. ¿Es por eso que quieres
ponerme en este? ¿Esperas que la gente realmente lo compre?
Ignoro su golpe.
―No quiero ponerte a ti en eso. Solo alguien como tú.
―¿Alguien como yo?
―Eso es lo que dije.
―¿Sabes quién soy?
―Por supuesto que sí ―miento.
―Ilumíname.
Mierda.
―Bueno, quiero decir, conozco tu tipo.
―¿Mi tipo?
Me encojo de hombros.
―Rico. Soltero. Trabaja demasiado. Toma la vida demasiado en
serio. Controlador. Ambicioso. Secretamente generoso. ―Inspiro―.
Eres Determinado. Independiente. Leal. Tienes un punto débil por tu
madre. Un problema con tu padre Y te has pasado la vida tratando
de escapar de la sombra de tu abuelo.
―No soy inferior a nadie.
―Pero no tienes el respeto de tu abuelo.
―Tengo su respeto.
Inclino la cabeza y lo estudio con los ojos entornados.
―¿Seguro?
Él sonríe, pero no alcanza sus ojos. O esa vena que está a punto
de salir de su frente.
―Yo también te conozco, Penelope Hart.
Pensé que me derretiría al escucharlo decir mi nombre. Pero
todo lo que siento es la bola de nervios en mi garganta que amenaza
con estrangularme. Había soltado mis pensamientos sobre su vida
personal sin tener en cuenta cómo podrían hacerlo sentir. Y ahora
estaba a punto de hacer lo mismo conmigo.
Lo su cientemente justo.
Me obligo a bajar las preocupaciones y le sonrío.
―¿Qué sabes de mí? Aparte de lo que dijo tu abuelo. ―Puse mi
dedo en mi barbilla―. ¿Puedes repetir lo que dijo? No puedo
recordar. Sé que excluyó irresistible, pero ese ya es bastante obvio...
―Recuerdo exactamente lo que dijo. ―Su voz es fría.
Lanzo sus palabras en su cara y sonrío.
―Ilumíname.
―Dijo que eras encantadora.
―Soy encantadora...
―Cortés.
―Yo también soy eso...
―Auténtica.
―Falsa ni siquiera está en mi vocabulario.
―Y mi favorita. ―Sus ojos se ciernen sobre mí. No despacio. No
caliente. Pero rápido. Insensible. Está a punto de decir algo para
herir mis sentimientos. Me preparo para ello―, el piensa que en
realidad podrías pasar por una dama.
―Jake... ―advirtió Cam, pero Jake lo ignoró.
―Ahora la definición de mi abuelo de una dama es una mujer
con clase, que definitivamente no tienes. Una mujer de belleza... Seré
generoso y te daré un seis en eso. Una mujer que ha logrado el éxito.
―¡Tengo éxito! ―respondo en mi defensa―. Logré algo con lo
que millones de personas solo sueñan.
―Prender fuego una bolsa de mierda de perro no cuenta, cariño.
Me muerdo la mejilla para no gritarle. O besarlo porque me
llamó cariño. Incluso si fue de una forma indignada. Pero esas son
solo mis hormonas locas hablando. La verdad es que la excavación
anterior en mi carrera de escritora y ahora su descarada indiferencia
lastima mis sentimientos.
De vuelta en mi ciudad natal, soy famosa por ser la hija
excéntrica y traviesa de la dama distanciada y triste que crea arte en
madera y hornea el mejor pastel de limón en seis condados. Cuando
fui coronada como reina en el Festival de la Sandía en mi último año
de secundaria, la gente nos felicitó a mí y a mi madre durante meses.
Pensaron que ese sería mi mayor logro. Quiero decir, ¿qué más tenía
que ofrecer una chica como yo al mundo después de haber nacido
fuera del matrimonio, abandonada por su donante de esperma
mientras todavía estaba en el útero y criada como una pagana por
una mujer que había rechazado cada avance de cada disponible, y
algún hombre no disponible en la ciudad?
Sabía lo que las mujeres de cabello azul decían sobre mi madre
durante la discusión en la tienda de belleza, que se celebraba todos
los sábados. Había sido testigo de su nombre en la lista de oración en
la iglesia, el domingo por la mañana. Había oído que ellos bendecían
su corazón por tener tal fastidio como niño, más veces que podría
contar. Los ojos pueden rodar cuando entro en una habitación, pero
las dagas eran arrojadas a la espalda de mi madre cada vez que se
iba de una.
Después de la escuela secundaria, me inscribí en una escuela
secundaria local. Había excedido las expectativas de mi pequeño
pueblo, aunque no estaba tratando de hacerlo, y como no tenían
nada malo que decir de mí, los chismes se callaron. El aplazamiento
duró hasta lo que siempre se conocerá como La Gran Ruptura que
ocurrió en mi último semestre de mi segundo año en la universidad.
Con seis horas de un título bajo mi cinturón, un corazón roto y
ese maldito trofeo de la Reina de la Sandía en la repisa de la
chimenea en la sala de estar sirviendo como un recordatorio
constante de que las palabras no dichas de ti, se quedaran detrás de
cada conjunto de labios en el Mt. Olive, Mississippi, decidí escribir
un libro.
Por mi mamá.
Por mí.
Por el derecho de darle mi dedo medio a cada anciana de cabello
azul de la ciudad para que tengan algo por lo que realmente rezar.
Así que lo hice.
Y tres años más tarde todavía lo hago: expulsar a las ancianas,
eso es. Pero lo hago a sus espaldas porque el Centro para
Ciudadanos Mayores donó el dinero para una gran valla publicitaria
con mi foto en los límites de la ciudad que dice: ―Bienvenido a
Mt.Olive. Hogar de la autora de bestsellers, Penelope Hart.
Tengo que amar a la pequeña ciudad.
Lo que haría para estar allí ahora comiendo una porción del
pastel de limón de mi madre. Viendo Jeopardy y no tener la
pregunta a una sola respuesta. En cambio, estoy a ochocientas millas
de distancia. Sentada en un sofá que cuesta más que mi Chevy.
Cruzando miradas con un hombre que pensé que era mi Ese Hombre.
Mi visión se enturbia y parpadeo la humedad de mis ojos antes
de que las lágrimas puedan acumularse. El impulso de llorar es
fuerte. Quiero sollozar. Romperme. Dejarlo ir. Pero no puedo. Me
rehúso a ser debilitada por las palabras de este hombre. Si él me
arrojara por una ventana o golpeara mi cabeza contra la pantalla del
televisor, entonces sí, lloraría. ¿Pero derramar una lágrima por
sentimientos heridos?
Nunca.
¿Y qué sucede cuando no procesamos nuestros sen mientos?
Atacamos usando una emoción diferente. El mío es enojo. O al menos eso
es lo que dice mi entrenador de manejo de la ira.
―Eres un verdadero imbécil, ¿lo sabías?
―Pareces olvidarte de que irrumpiste en mi maldita casa.
Pongo los ojos en blanco.
―¿Todavía no te cansas de decir eso? Hombre, lo has dicho unas
cuarenta veces hoy.
―¿Sabes de lo que estoy cansado? De ti estando aquí.
―Bien. Me iré. ―La cubierta cae sobre mis pies mientras estoy de
pie―. ¿Puedo usar tu teléfono? ¿Por favor?
Él me mira con cara de pocos amigos.
―Así que la campesina tiene buenos modales.
―Que te jodan. ―Salgo de la habitación y entro a su oficina,
ignorando sus objeciones. Me siento en su gran silla y tomo el
auricular. Acunándolo contra mi hombro, introduzco el número y
luego levanto los ojos.
Jake se queda en la puerta. Sus brazos se apoyaron en el marco.
Su torso es largo. Tallado. Abdominales marcados. Mi lengua se
lanza hacia afuera para humedecer mis labios, al ver sus marcas de
grasa de tocino. Demonios, su ombligo es incluso caliente. Y la
posición que tienen esos pantalones de pijama, ya a baja altura,
cerniéndose peligrosamente cerca de la base de su eje.
Él es un idiota.
Él es un idiota.
Él es un idiota.
Entre el mantra, su ceño fruncido y el timbre del otro lado del
teléfono, logro calmar el calor que se acumula en mi vientre.
―¿Te importa? Estoy haciendo una llamada.
Él murmura algo acerca de mí siendo ridícula, como tengo que
hacerlo rápido y no tocar nada, antes de que salga por la puerta y
vuelva. Tengo que pegarme mentalmente para sacarme de la cabeza
la imagen de su duro culo mucho después de que se perdió de vista.
Jake Swagger es un idiota.
Chicago es estúpido.
Y quiero pastel.
Es hora de irse a casa.
CAPÍTULO SIETE
Mi mamá pasa por las cinco etapas de duelo cada vez que hablo
con ella.
Paso 1: Negación.
―No me llamas desde un ático en Chicago pidiéndome dinero
para volver a casa. ¿En serio, Penelope? ¿Cómo pasó esto?
Paso ٢: Enojo.
―¿Cuántas veces te he dicho que te mantengas alejada de los
asuntos de otras personas, hmm? ¿Qué vas a hacer si Emily se lleva a
este chico y se casan? Señorita, hiciste algo más que quemar una
bolsa de mierda de perro. Has quemado bien el puente del potencial
futuro esposo de tu mejor amiga.
Paso 3: Negociación.
―Te enviaré el dinero para que llegues a casa solo si me
prometes que vas a detener estas travesuras tuyas.
Paso 4: Depresión.
―¿Tienes alguna idea de lo que me haría si algo te sucediera?
Estoy estresada comiendo Oreos mientras hablamos. Voy a ser
grande como una casa cuando llegues a casa.
Paso 5: Aceptación.
―Me alegra que estés bien. Eso es todo lo que importa.
Para el momento en que cuelgo, estoy sonriendo. La
preocupación de mamá tiene una forma de hacer eso. Se siente bien
que a alguien le importe. Tal vez ese es el problema de Jake. Él no
fue amado lo suficiente como un niño. No me mataría ser un poco
más comprensiva. Después de todo, no le he traído más que pena
desde que lo he conocido.
Ugh. ¿Por qué hablar con ella siempre desencadena empatía?
¿Y por qué Jake no puede ser más como ella y amarme
incondicionalmente a pesar de mis defectos?
Por eso, me aseguro de dejar muchas huellas digitales en toda la
madera recién pulida de su escritorio. Y como soy mezquina e infan l,
levanto mi toalla y muevo mi culo desnudo en su silla.
Camino de regreso a la sala de estar sintiéndome más ligera.
Mejor. Pronto me despediré, pero no estoy triste. Aunque nunca fue
su intención, Jake me dio mucho material para mi libro, mientras
estuve aquí. Una limusina. Una vista de Chicago y su cuerpo medio
desnudo. Pizza. Tocino. Conseguir que me liberaran de la cárcel.
Bueno, él realmente no me dio nada de eso. Lo robé. Pero los
tecnicismos están sobrevalorados.
―No lo estoy haciendo, Cam. Olvídalo. ―Me detengo en la
entrada de la oficina, esperando captar más de la conversación. Jake
me ve de inmediato.
Siempre aplastando mis sueños...
Sonrío para mostrarle que está perdonado. Estoy lista para
decirle que me voy. Di adiós. Pero él me frunce el ceño y sale
corriendo de la habitación y sube las escaleras. Solo así, estoy
enojada de nuevo. Y la idea de irme es fugaz. Prefiero quedarme
hasta que me eche de nuevo, por la satisfacción de saber que una vez
más, me metí bajo su piel.
―No eres tú con el que está enojado, nena. ―Los labios de Cam
se inclinan un poco en una sonrisa de disculpa. Es lindo y todo, pero
todavía estoy enojada.
―¿Siempre te disculpas por él? ―Me dirijo al armario de licor.
Beber no suena como una mala idea en este momento.
―Cuando lo necesito.
Me sirvo un vaso y revuelvo el líquido ahumado con sabor a
borgoña. Mierda quema. Toso un par de veces. Luego me sirvo otro y
tomo asiento frente a Cam.
―Eres un buen amigo. No sé por qué, pero lo eres.
Cam se encoge de hombros. ―Jake es como una cebolla. Él tiene
capas.
―Acabas de citar a Shrek.
Él sonríe.
―Es una buena película.
―Entonces, si no está enojado conmigo, ¿con quién está enojado?
―Está enojado con la situación con la señorita Sims. Y su abuelo
siempre lo pone de mal humor.
―Bueno, no tenía que desquitarse conmigo. ―Tomo un pequeño
sorbo. Se pone más suave. Probablemente porque este es el tipo de
licor que se supone que debes saborear. No tragar.
―Irrumpiste en su casa, nena. ―La risa baila en los ojos de Cam.
Podría reírme con él si estuviera de mejor humor.
Cruzo las piernas y la mirada de Cam cae sobre mis rodillas
desnudas un momento antes de que regrese a mi rostro. Su sonrisa
se ensancha.
Tomo un trago de whisky. O whisky escoses. O brandy.
Cualquiera que sea esta mierda cara. No hay forma de que me
desconecten con dos copas. Pero me siento menos tensa. Un poco
más cálida. Y de repente más pasiva sobre la situación.
―Mira. ―Inspiro profundamente. Mis miembros se sienten más
pesados cuando lo libero―. Lo que hice estuvo mal. Lo admito. ¿Pero
yo estando aquí hoy? Esa no es mi culpa. Podría haberle dicho a su
secretaria que era la señorita Sims. Pero no lo hice. Podría haberle
pedido que me rescatara. Pero no lo hice.
Un hipo se escapa de mis labios. Suena exactamente como un
rebuzno de burro. Tomo un par de sorbos más para ahuyentarlos.
―Colgué el teléfono, Cam. Colgué. ―Otro hipo―. ¿Sabes que
elegí la muerte antes que involucrar a Jake en mis problemas? Mi
compañera de celda me iba a matar si volvía allí. Y habría tenido
que… ―hipo―, regresar allí si no hubieras venido porque no me
dejarían ir a menos que alguien me recogiera.
Termino mi vaso.
Hipo.
―Creo que estoy un poco borracha.
―Eso es un ochenta y cuatro por ciento de whisky de malta pura
el que estás tragando, nena. Normalmente, las personas beben dos
dedos durante un período de tiempo. Tu primer vaso tenía
alrededor de cuatro dedos. ―Señala el vaso vacío en mi mano―. Ese
fue al menos cinco.
―Huh. ―Hipo. Estudio el vaso de cristal. Probablemente no
debería haber llenado esta cosa hasta arriba―. Sabes que, si los
papeles se invirtieran, y Jake estuviera en mi casa en lugar de en
esta, donde yo estoy en su casa, las cosas no serían como son.
Cam se ríe entre dientes.
―No te sigo.
Hipo.
―Bueno, antes que nada, no habría tenido que servirse su propia
bebida. Segundo, le habría ofrecido un poco de mi desayuno. B, no
habría tenido que hacerlo ―bajé la voz y di mi mejor impresión de
Jake―, paseando alrededor de mi maldita casa usando mi maldita toalla,
porque habría encontrado algo para él. O no, probablemente porque
lo querría en una toalla. Pero no me habría molestado por eso.
Hipo.
Mi cabeza se siente pesada. Mi cuello no es muy solidario. Así que
mantengo mi cabeza baja y paso el dedo por el borde de mi vaso
vacío.
―Hirió mis sentimientos, Cam.
Él me mira pensa vo.
―Lamento haber herido tus sentimientos, Penélope. ―La
sinceridad en su tono es genuina.
―Gracias. El abuelo Swagger es un idiota. Jake es un idiota.
Alfred es un idiota por darme ese estúpido sombrero de copa. Ross
es un idiota por... bueno, Ross está bien. Y estás bien.
Hipo.
―De todos ustedes eres el mejor, Cam.
―Aww, ella dijo todos ustedes. ¿Podemos mantenerla Jake?
Aparece una botella de agua en mi línea de visión.
―Bebe esto. ―Levanto mi pesada cabeza y la inclino hacia atrás,
hacia atrás, hacia atrás hasta que encuentro los fríos ojos azules de
Jake Swagger―. Todo esto... por favor.
Le arrebato la botella de sus dedos. Intenta hacerlo, de todos
modos. Lo bueno es que tiene un buen control sobre eso. Me
engancho en mi segundo intento.
―Así que el engreído Grano en el culo ―Hipo―, tiene buenos
modales.
―No presiones.
Lo imito en mi cabeza mientras bebo el agua. Toda. Como él
exigió. Con la promesa subyacente de azotarme si no obedecía. Y no.
Ese no es el alcohol hablando. No es mi cerebro escritor, tampoco.
Estoy segura de ello.
Hipo.
Suena el teléfono de Cam y mira la pantalla y luego a Jake.
―No seas un idiota. Lo digo en serio. No seas tonto tampoco.
Pregúntale.
Jake simplemente mueve sus dedos en señal de despedida. Sus
ojos en mí. Ignora a Cam que lo mira al otro lado de la habitación.
Cuando el teléfono de Cam suena otra vez, suelta un suspiro pesado
y deja la habitación, frustración evidente en su voz cuando dice un
rápido.
―¿Qué?
Jake me ofrece una segunda botella de agua. Esta vez no se la
arrebato. La tomo y a las galletas con un gesto de agradecimiento.
―¿Preguntar a quién y qué? ¿Estaba él hablando de mí? ¿Quieres
preguntarme algo?
―No.
Cielos.
Hipo.
―Lo que sea. Bueno, necesito preguntarte algo. Un favor. Y estoy
bastante segura de que este no te importará.
―Juzgaré eso.
Tan malditamente engreído...
Hipo.
Se sienta en el sofá y me mira con expectativa. Lo obligo a
esperar mientras me como una galleta y me lo como con los ojos, en
pantalones vaqueros y una camiseta gris. No puedo decidir si está
más caliente así o medio desnudo.
―¿Me puedes llevar a la estación de autobuses? ¿O pedirme uno
de esos you-bers? No sé cómo hacerlo.
Hipo.
Su sonrisa es hechizante. Todas esas líneas duras en su rostro se
derriten. Sus ojos se aligeran. Este hombre es sexy cuando está
enojado. Pero él es devastadoramente guapo cuando no lo está.
―Uber.
―¿Qué?
―Se llama Uber.
―Oh. ―Me meto una galleta en la boca―. Deberían deletrearlo
con dos U entonces. Mierda es confusa. No los tenemos donde vivo.
Ni siquiera tenemos taxis.
―¿Qué haces cuando necesitas un aventón?
Le brindo la mejor mirada posible que sugiere que es estúpido.
―Conducimos.
Él rueda los ojos.
―Quiero decir cuando sales, listilla. Cuando quieres ir a un bar o
un club. Tienen bares y discotecas, ¿verdad?
―Los tenemos ―dije con la boca llena de galleta. Y un hipo.
―Entonces, ¿qué haces cuando vas a un bar, bebes demasiado y
no puedes conducir a casa? ¿O los montañeses simplemente
conducen borrachos?
Asiento con la cabeza.
―Sí. Generalmente nosotros solo hacemos eso.
―Jesucristo ―murmura.
―No digas el nombre del Señor en vano.
―No lo hice. Lo estaba llamando para llevarte a Mt. Olive,
Mississippi, lo antes posible.
Le disparo una amplia sonrisa.
―Eres gracioso.
―Estás borracha.
―Bebí nueve dedos de whisky.
Hipo.
―Y estás dejando caer migas por todo mi sofá de treinta mil
dólares.
―Probablemente haya algo de corteza de pizza de la otra noche
entre los cojines también.
Sus ojos se cierran y niega con la cabeza. Pero no se enoja. Me
gusta así, sin enojo. Esperaría hasta que me fuera para comenzar a
actuar bien.
―¿Así que me llevarás a la estación de autobuses?
Él me mira por un largo empo. No estoy segura exactamente cuánto
empo, pero he comido cuatro galletas. Si pudiera golpear rebobinar,
habría estado borracha todo el empo que estuve cerca de él. Es fácil de
esta manera. Menos intenso. Puedo manejar sus largas, silenciosas y
estoicas miradas sin inquietarme ni sen rme cohibida. Aunque podría ser
que esta es la primera vez que me mira sin condena.
―Hoy fue mi culpa ―dice. Lanzo una mirada a través de la
habitación esperando ver un gran dirigible salir volando por la
ventana donde decía, ¡Caíste!
―¿Me estás pidiendo disculpas?
Hipo.
―No. Pero lo que le dijiste a Cam era verdad. Ayer fue todo
sobre ti. Pero hoy es sobre mí.
―¿Escuchaste a escondidas nuestra conversación?
Me fulmina con la mirada.
―No puedo escuchar a escondidas en mi propia casa.
―Lo hiciste.
Sus ojos se cierran. Creo que nuevamente está rezando. Más por
paciencia que por éxtasis. Articulo un “amén” cuando termina.
E hipo.
―Eres imposible.
―Puedo ver por qué podrías pensar eso.
Se aprieta el puente de la nariz con exasperación, pero puedo ver
una sonrisa. Y de repente, solo quiero que me bese.
Tal vez es el alcohol.
Tal vez sean mis hormonas.
Tal vez es porque es el hombre más sexy que he visto en mi vida
y no creo que pueda estar un momento más sin sentir sus labios en
los míos. Incluso si tengo que trepar a su regazo, montar sus duros
muslos y robarlo, necesito este beso.
Si él me rechaza, ¿a quién le importa? Si él me odia, no
importará. No tengo nada que perder y mucho que ganar. Me voy
de aquí pronto. Posiblemente en una hora. Él nunca tendrá que
verme de nuevo. Si no lo beso, siempre lo lamentaré. Pero si lo beso,
incluso si es terrible, al menos siempre tendré el recuerdo. Y tal vez
una orden de restricción. Pero esas cosas suenan mucho peor de lo
que realmente son.
No es que alguna vez haya tenido uno o algo...
―¿Puedo tomar otra botella de agua? ―Estoy sin aliento y ni
siquiera me ha besado.
―Sí. ―Él toma la botella vacía de mi mano, pero en lugar de ir a la
cocina, camina hacia el pequeño mini bar al otro lado de la habitación.
Tanto para tener el tiempo para formar un plan decente...
Es ahora o nunca.
Me levanto del sofá. Cojo mi equilibrio en el paso tres justo antes
de darme de cara contra el piso, y estoy a dos pulgadas de sus labios
cuando se da la vuelta.
―Que j…
Dijo “joder”.
Hazlo.
Ahora mismo.
Observe cómo sus dientes se hunden en su labio inferior en la
“j”.
Bueno... ese es el momento exacto en que presioné mi boca
contra la suya. Así que, en vez de besar labios suaves y fruncidos,
luego engatusándolos con mi lengua y tragándome su gemido
mientras devoro su boca que sabe a whisky y menta, aunque nadie
sabe a whisky y menta, termino lamiendo sus dientes.
Encías también.
Todo mientras él se queda congelado en su lugar.
Sabes, cualquier humano decente al menos intentaría salvar el
beso. Quiero decir, no tiene que quedarse parado aquí y continuar
dejándome humillarme. Él podría alejarse fácilmente. Ahuecar mi
cabeza. Inclinar la cabeza. Alguna cosa. ¿Pero él? Nop. Y no puedo
hacer ninguna de estas cosas porque literalmente presiono mi lengua
contra sus dientes para evitar caer sobre mi cara.
Al menos el hipo se ha ido...
Lo agarro por los hombros y me alejo de él. Él ni siquiera se
inmuta. Incluso cuando tropiezo, él no se mueve para atraparme.
Sus dientes aún están presionados en su labio inferior. Las cejas
juntas tan apretadas que me temo que la piel de sus sienes podría
dividirse.
Después de encontrar el equilibrio, cruzo los brazos y niego con
la cabeza.
―Tienes que ser el peor besador del planeta.
―¿Yo?
―Sí. Tú. Apestas en los besos.
―¿Estás hablando jodidamente en serio en este momento?
―Simplemente lo arruinaste para mí ―me quejo, levantando una
mano en el aire. Tropiezo de nuevo. Él otra vez no me endereza. Así
que puse mis manos en mis caderas para estabilizarme porque es
obvio que no puedo depender de él.
Su rostro se relaja un poco y pasa la lengua por las entradas de
su labio. Debería pensar en cómo se sintieron esos labios en los míos.
Cómo se sintió esa lengua. Debería encenderme por verlo lamerse
los labios.
No es así
―Trataste de lamer el esmalte de mis dientes, Penélope. Creo
que es seguro decir que tú eres la que besa mal aquí. No yo.
Aparto la vista de él y murmuro―: Lo imaginé diferente en mi
cabeza. ―Lo que me recuerda...
«Al menos podrías haber intentado salvarlo.
―No hay forma de volver de eso.
Lo miro con furia.
―¿Cam todavía está aquí?
Él me da una mirada cautelosa.
―¿Por qué?
―Porque tenía en mente que iba a irme de aquí siendo besada. Y
siempre obtengo lo que quiero porque soy así de obs nada. Y como mi
intento con go no funcionó...
―Sí, no exactamente.
―Bueno, no voy a restregártelo en la cara.
―Cállate.
―¡Oye! No seas desagradable conmigo...
―Cállate, Penélope.
Pisoteo.
―No voy a c…
Dije “calla”.
Hazlo.
Ahora mismo.
Observe cómo frunce los labios en el “c”
Bueno... ese es el momento exacto en que Jake Swagger me besó.
Sus labios son suaves, pero no suaves. Ellos son muy poderosos.
Muy demandante. Demasiado dominante para ser considerado
suave. ¿Su lengua? Es suave. Él la arrastra por mi labio inferior.
Luego por mi parte superior. Pasando por alto mis dientes, porque a
diferencia de mí, él no es un lamedor de esmalte. Y a diferencia de él,
no soy una idiota. Entonces tomo la indirecta y abro más la boca
para que pueda devorarme. Y probarme. Y poder probarlo. Y
adivina qué…
Él sabe a whisky y menta.
No sé de dónde vino la menta, pero créeme que la breve nota de
la menta verde está allí. Hago una nota mental para ver cuánto
cuesta en Ebay una botella de ese enjuague bucal de veinticuatro
horas.
Gimoteo cuando su mano se desliza en mi cabello. Gruñe ante el
ruido. Aprieta su agarre. Enrolla su otra mano alrededor de mi
cintura y me acerca más a él. Esta vez cuando tropiezo, él me atrapa.
O debería decir que su pecho me atrapa. De cualquier manera, estoy
presionada contra esa losa de hormigón inflexible que tiene debajo
de su camisa.
Lento.
Él me besa tan lento. ¿Cómo puede algo tan lánguido, tan tentador,
tan consumidor ser tan malditamente apasionado? Demonios si lo sé.
¿Pero este po? Él puede hacerlo.
No quiero que se detenga. Dios, por favor, no dejes que se detenga.
Su mano se desliza hacia un lado de mi cuello. Ahueca mi mejilla.
Frota el pulgar a lo largo de mi mandíbula. Él jala su lengua hacia
atrás pero mantiene sus labios sobre los míos. Presionando suaves y
dulces besos sobre la curva de mi labio inferior. Lucho contra el
impulso de volver a meter mi lengua en su boca porque sé que el
beso está llegando a su fin.
No tengo huesos cuando saca su boca de la mía. Pero él me
mantiene atrapada con él. Tan cerca que todavía puedo sentir su
cálido aliento en mis magullados labios. Mis ojos se abren y miro
hacia arriba para encontrar los suyos. Esos torbellinos de color se
oscurecen por un segundo, con alguna promesa no expresada de que
rezo sea algo sucio y erótico.
―Eso, Penélope, fue un beso.
Joder, sin duda lo fue.
―Ejem…
Jake me suelta tan rápido que mi cabeza gira. Él me agarra del
codo, pero se aleja un paso de mí. Entonces su mano se cae y hay
todo este espacio entre nosotros. No quiero el espacio. Quiero su
calor. Su pecho. Su pene en mi vagina.
Estúpido Cam y su estúpida aclaración de garganta.
―Perdón por interrumpir.
―No interrumpiste. ¿Qué es lo que quieres? ―Estoy sorprendida
de que Jake pueda actuar tan fácilmente como si su boca no hubiera
sido succionada por la mía. Estoy bastante segura de que por ese
beso me enamoré de él. Y estoy casi segura de que también está
enamorado de mí.
¿Cómo puede no estarlo?
Soy una gran besadora.
―La agencia llamó.
Jake gira para enfrentar a Cam. Me lleva un minuto, pero
finalmente veo su postura, con los brazos cruzados. Ojos estrechos y
fijos en Cam. Matándolo silenciosamente con la mirada porque
acaba de arruinar el mejor momento de nuestras vidas. Ni siquiera
parece pedir disculpas por eso tampoco.
Bastardo presumido.
―La señorita Sims tomó el tren a Milwaukee y tomó un vuelo de
regreso a casa. Ella no tiene ningún interés en regresar. Tal como
imagine que ella no lo haría. Por eso te dije que le preguntaras a ella.
―¡Mierda!
Aquí vamos.
El show de Jake se está volviendo aburrido. Pongo los ojos en
blanco y me siento en el sofá, luego me tapo con la manta y me
acurruco en los cojines. Creo que tomaré una siesta. Quizás revivir
nuestro beso. Mis labios se estremecen y sonrío.
―¿Crees que esta mierda es divertida?
Echo un vistazo a Jake.
―¿Huh? ¿Qué? ¿La cosa de Señorita Sims? No. ¿Por qué?
―Esto es tu culpa.
Me encojo de hombros.
―Eh. Tal vez. Pero incluso si no fuera así, me culparías a mí
porque irrumpí en tu casa.
Él hace esa cosa silenciosa. Creo que experimenta una batalla interna
cuando hace eso. Al igual que tal vez él está tratando de convencerse a sí
mismo de matarme.
―¿Tienes idea de cuánto dinero me costó cuando te subiste al
asiento trasero de mi auto?
Bostezo. No estoy siguiendo esta conversación.
―Olvidas. Ni siquiera sabía cómo pronunciar Uber hasta hace
poco. Entonces no. No tengo idea de cuánto te costó el viaje en
automóvil.
―No es el viaje en automóvil... ―Hace una pausa y presiona la
boca en una delgada línea. O está tratando de exprimir el sabor
persistente de mí de sus labios, o... sí. Eso es lo que está haciendo.
Bastante segura de eso.
―Cincuenta mil, Penélope.
Él ene mi atención.
―¿Jake dice qué?
―Gasté cincuenta mil dólares solo en honorarios de agencia para
encontrar a la mujer perfecta para llevar a la fiesta de jubilación de
mi abuelo. Pregúntame por qué.
―¿Por qué?
―Porque a pesar de lo que piensas, movería el cielo y la tierra
por ese viejo hombre. No porque esté tratando de ganar su respeto,
sino porque él tiene el mío. Entonces, cuando me pidió que
encontrara a alguien que no fuera la prostituta habitual y obvia que
llevo en mi brazo para estos eventos, le prometí que lo haría. Esa
promesa no fue fácil. Y ahora ella se ha ido. Todo porque robaste
una maldita bolsa de mierda de perro.
En realidad, yo misma embolsé la mierda. Pero lo que sea.
―Eso es muy admirable de tu parte al llegar a tal extremo por tu
abuelo. ¿Pero realmente pagaste cincuenta mil por una noche con
esa chica?
―Lo hice.
―¿No podrías encontrar un cupón o algo así?
―Por el amor de Dios...
―¿Qué? Sólo digo. Lo hubiera hecho por la mitad de eso.
―¿Eso es así?
―Sí. Págame veinticinco mil dólares y esta noche seré quien tú
quieras que sea.
Jake sonríe. Es... una sonrisa de miedo. No me gusta.
―No voy a pagarte veinticinco mil, Penélope.
Negué con la cabeza hacia él.
―Era una broma. No podrías pagarme para pasar el rato con ese
idiota de tu abuelo.
―Bueno. Me alegra que te sientas de esa manera.
Lo miro con cautela.
―¿Por qué?
Su sonrisa solo se ensancha.
―Porque lo vas a hacer de forma gratuita.
CAPÍTULO OCHO
―¿Es como esa vez que me dijiste que Jason Aldean sabía que
íbamos a estar en su autobús turístico, y luego nos arrestaron por
allanamiento? ―¿Por qué, tres años después, Emily todavía intenta
hacerme sentir como una mierda sobre eso? ¿Y por qué ahora?
¿Después de darle las mejores noticias de nuestras vidas?
Lo primero que dije después de que Jake me dijo que iría a la esta
con él fue: ―¡Oh, mierda! ¡Tengo que llamar a Emily! ―Así lo hice. Y
ahora viene hacia mí con esta explosión del pasado en vez de solo
ser feliz por mí.
Probablemente ella solo esté celosa.
―Así que nos arrestaron por allanamiento. No es como si nos
hubieran acusado. Conseguí que no lo hicieran, ¿recuerdas? Y te
hiciste una selfie en el autobús turístico de una celebridad. ¿Y
recuerdas esa ropa interior que te traje de contrabando?
―Dejaron caer los cargos para que no tuvieran que verte la cara
otra vez, Penélope. No hiciste nada.
―Pero pudiste tomarte selfies.
―¡Confiscaron nuestros teléfonos y eliminaron todas las selfies!
Fue parte del trato cuando retiraron los cargos.
―Esa ropa interior, sin embargo...
―Se los vendiste al policía…
―Sí, sí, sí, por un bocadillo de Subway a medio comer y una
bolsa de papas fritas rancias. Di lo que quieras, pero esa comida nos
salvó la vida esa noche. Probablemente hubiéramos muerto de
intoxicación alcohólica sin él.
―Tuve intoxicación alcohólica esa noche. ―Su tono es amargo―.
Probablemente porque te negaste a compartir el puto sándwich.
―Te estás perdiendo el punto, Em. Un multimillonario acaba de
pedirme que vaya a una fiesta con él para impresionar a su abuelo.
Estoy viviendo nuestro sueño. Sé feliz por mi Y lo más importante,
miéntele a mi madre y dile que me estás sorprendiendo con un viaje
a Nueva York y que volveremos en una semana.
―Bien.
―Y no te olvides de permanecer en el interior y mantener todas
las luces apagadas para que ella no pase y sospeche.
―¿Qué tal si tomo un montón de pastillas y duermo durante los
próximos tres días? ¿O la eternidad?
―No seas dramática. No podemos permitirnos ese tipo de
píldoras. Y escuché que una sobredosis de Tylenol es muy dolorosa.
Su risa es música.
―Eres una idiota.
Todavía no sabe que tuve éxito en mi plan de vengar su corazón
roto. Decido guardar eso para cuando llegue a casa. Alabanza
máxima y todo eso.
―Me tengo que ir. Te veré pronto. A la mierda Luke Duchanan.
―A la mierda Luke Duchanan.
―¿Acabas de decir el nombre de Luke Duchanan?
Salto a la voz de Jake. Deje caer el teléfono. Fallo con ello varios
segundos antes de colocarlo finalmente en el soporte.
―¿Huh? No. Ni siquiera sé ese nombre. ¿Qué pasa? ―Estoy
divagando. Porque estoy mintiendo. Y no tendría que hacerlo si no
estuviera escuchando a escondidas, otra vez. Y probablemente
podría respirar si él no estuviera parado en la puerta de su oficina,
otra vez. Brazos estirados a ambos lados y viéndose demasiado bien,
otra vez. Pero ni siquiera puedo hablar sin tartamudear porque la
visión de él me excita de nuevo. Tener pensamientos sobre montar
su cara podría tener ganas... otra vez.
Él no me cree. Pero afortunadamente, lo deja ir.
―Ven. Alfred acaba de traer el guardarropa de la señorita Sims.
Veamos si algo encaja. ―Se da vuelta y se aleja. Me tomo un segundo
para apreciar la vista. O un minuto. El tiempo suficiente para que él
se grite por encima de su hombro―. ¡Penélope! ¡Ahora!
―¡Llegando! ―Casi literalmente.
Lo sigo hasta la habitación de huéspedes, donde hay un carrito
de equipaje lleno de varias bolsas de ropa, cajas redondas y
cuadradas con cintas de fantasía y una variedad de bolsitas más
pequeñas rellenas con papel de seda de colores.
―¿Todo esto por una noche?
―Se estaba quedando el fin de semana. ―Cuando le lanzo a Jake
una mirada esperanzada, él niega con la cabeza―. Tú no.
Idiota divertido...
Me da otra botella de agua. Supongo que quiere que esté sobria.
Pero la verdad es que la emoción ha hecho un buen trabajo para
despejarme. En realidad, podría usar otra bebida.
Jake hurga entre los paquetes, rando cajas, papeles y bolsas al suelo
mientras arroja las prendas sobre la cama. Cojo un camisón negro de seda
y lo sostengo contra mi pecho. Me quedan bien. Al igual que es mi tamaño
exacto. E incluso sobre una toalla, se ve muy bien en mí.
―Ponte esto. Tienes una cita en una hora. ―Me arroja un suéter
de cachemira color crema y un par de pantalones vaqueros hacia mí.
El camisón cae al suelo mientras me esfuerzo por atraparlos.
―¿Cita?
―Para prepararte para esta noche. No pensaste que iba a dejarte
ir así, ¿verdad?
Miro hacia abajo a mi vestido de toalla y frunzo el ceño.
―Supongo que no.
―No lo creo. Vístete. Ross está esperando en el lobby cuando
estés lista. ―Señala una bolsa azul que cuelga del estante―. Hay tres
cargadores de teléfono diferentes en esa bolsa. Carga tu teléfono y
mantente fuera de mi oficina.
¡Mi teléfono!
¡Facebook!
¡Toy Blast1!
―Por cierto, ¿quién diablos viaja desde Mississippi con solo la
ropa que lleva puesta, un pasaporte, una tarjeta de crédito al límite y
un billete de un dólar arrugado?
―También tengo una tarjeta de débito.
―Hay menos de cincuenta dólares en tu cuenta.
―Bueno, es fin de mes. Me pagan el primero... espera. ―Cruzo
los brazos y lo miro―. ¿Cómo sabes todo eso?
―Te estás quedando en mi casa, Penélope. ―Lo dice como si
fuera una razón suficiente.
―¿Pero cómo sabes todo eso?
―Revisé los bolsillos de la ropa que tan amablemente dejaste
esparcida en el piso de mi baño. ―Dios mío... ¿Las vio...? Él sonríe―.
Sí. También vi eso. No sabía que hacían ropa interior con “Yo soy tu
arándano” impreso en el culo.
No puedo hacer nada más que quedarme aquí y parpadear.
―Como dije, te estás quedando en mi casa. Ya no tienes secretos.
Ahora, vístete. Ross está esperando.
Con eso, se da vuelta para irse y me doy cuenta de que él sabe
todo sobre mí, y aunque sé mucho sobre mi Ese Hombre, no sé
absolutamente nada sobre Jake Swagger.
―¡Hija de puta! Sí. Eso es. Terminé. ―Me levanto sobre la mesa y
tiro las piernas alrededor de la cabeza de la mujer que ha estado
mirando tan íntimamente mi vagina durante los últimos veinte
minutos. También eliminó la primera capa de piel de la grieta a mi
clítoris, después de que depilara todos los demás vellos de mi
cuerpo. Ella tiene suerte de no haber atrapado un pie en su cara.
―Hemos terminado, de todos modos. Te dije que la última tira
sería la peor. ―Me guiña un ojo, esta Alexandrea, como si a ella le
pareciera graciosa esta mierda.
No es gracioso.
Nada de esto es gracioso.
Apesta.
Si la belleza es este tipo de dolor, prefiero ser un hipopótamo
peludo.
Desde el momento en que entré en este exclusivo spa con su
atmósfera serena y música de flauta, ha sido todo menos relajado. El
masaje de tejido profundo casi me hizo llorar. El facial ardió como el
fuego del infierno. Mis uñas falsas son demasiado largas y me dieron
una mirada desagradable cuando lo dije. Y luego me envían a
encerarme. Pensé que serían solo mis cejas. Estaba equivocada.
―Créame, señorita Sims. Le encantará.
Oh. Y todos piensan que soy una puta.
―No me encantará lo suficiente como para hacerlo de nuevo.
Confía en eso. ―Aprieto mi bata y la sigo fuera de la habitación
hacia la siguiente cámara de tortura. Si no fueran tan nerviosos con
los teléfonos celulares, enviaría un mensaje de texto a Jake y le diría
cuánto lo odio en este momento. Y exigir que bese cada pulgada
cicatrizada de mi cuerpo sin vello hasta que se sienta mejor.
Me encantaría pensar que Jake reservó esta sesión de depilación
para mí porque planea follarme locamente y prefiere que su mujer
no tenga vello. Pero antes de salir de la casa, me informaron que,
aparte del cabello y el maquillaje, no sabía lo que tenían para mí hoy.
La señorita Sims había hecho las citas ella misma. Simplemente
estaba tomando su lugar.
La señorita Sims es una maldita masoquista.
Entramos en una peluquería que es todo paredes blancas y
enormes espejos. Y, gracias, Señor, no hay música de flauta. No hay
otros clientes en la sala. En realidad, no he visto ningún alma aparte
de las personas que trabajan aquí. ¿La señorita Sims alquiló todo el
spa?
―¡Mira esta cara! ―No sé quién es este tipo con el cabello
revuelto y la sonrisa brillante que se pavonea hacia mí, pero me
gusta.
Sus manos se mueven hacia mi cara. Lento. Cauteloso. Como si
fuera una obra de arte difícil de alcanzar y él teme que su simple
toque me pueda dañar.
―Finalmente, un desafío.
―¡Oye! ―Le doy una palmada―. No seas un idiota.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe.
―No, mi dulce melocotón sureño, lo dije como un cumplido.
―Su sonrisa es cálida y sus ojos brillan de elogio mientras observa
todas mis características―. Reparar lo feo es lo que hago. Pero será
una verdadera prueba de mi habilidad para hacerte más bella de lo
que ya eres.
Oh.
Bueno, ya que él lo dijo así.
―Ven. Siéntate. ―Me lleva hasta una silla que está frente a un
espejo, y luego hace un gran espectáculo agitando la capa antes de
cubrirme con ella―. Mi nombre es David Michael. Jake Swagger es
mi amigo personal.
Levanto una ceja. Descarta la mirada con un gesto de su mano
«No de una manera sexual, desafortunadamente. Pero es su pérdida.
―Definitivamente es su pérdida.
―Me habló de ti, Penelope Hart. ―Sorprendida, lo miro, pero él
está estudiando mi cabello―. Eres una chica bastante inteligente.
Pero tengo que preguntar, ¿pensaste que las cosas llegarían tan lejos?
Sus ojos se encuentran con los míos y niego con la cabeza.
―Solo quería escapar de un hombre enloquecido y su perro.
De nuevo, echa la cabeza hacia atrás y se ríe con sus entrañas.
Me gusta cómo se expresa sin reservas. Es contagioso: su desprecio
por todo lo que no es lo que siente. Y me encuentro riendo con él.
Cuando se establece en una sonrisa tranquila, él me sostiene la
mirada en el espejo.
―Y ahora eres Cenicienta yendo al baile.
―Supongo que lo soy.
―Bueno, entonces, no perdamos más tiempo. Jake quiere que
encajes para que no llames la atención. Lo que significa que quiere
que te haga parecer a todos ellos.
―¿Todos ellos?
―La señorita Sims de Chicago. Plástica. Falsa.
―Ahh. Ya veo.
―Por supuesto que acepté porque Jake no es solo mi amigo, sino
un cliente. Uno que da buenos consejos para cubrir mi alquiler
durante todo el mes.
Asiento con la cabeza.
―Entiendo.
―Pero... ―Me lanza una mirada traviesa―. Jake no está aquí. Al
diablo con lo que dijo. Mereces sobresalir.
La idea de sobresalir, entrar en una habitación como Cenicienta,
detener el espectáculo y tener todas las miradas puestas en mí, tiene
mi estómago encogido por los nervios.
―Sabes, realmente no me importa mezclarme. ¿Pero tal vez
podríamos quitarte un centímetro a estas uñas?
Chasquea los dedos y aparece una mujer y toma mi mano en la
de ella para estudiar mis uñas. Luego saca una lima de su delantal y
comienza a limar. Esto no es tan malo...
La veo trabajar por unos momentos, luego las manos de David
Michael me aprietan los hombros. Cuando tiene mi atención, se
inclina para poner su cabeza al nivel de la mía mientras ambos nos
miramos en el espejo.
―Sé honesta contigo misma, hermosa. No eres el tipo de chica
que se mezcla. Definitivamente no eres la Señorita Sims. Tú tampoco
eres una princesa de Disney, ¿cierto? Entonces, Penélope Hart, dime
la verdad. ¿Quién quieres ser esta noche? ―Su voz se convierte en un
susurro―. ¿Qué clase de chica va a hacer poner de rodillas a Jake
Swagger?
Jake.
De rodillas.
Gimoteé un poco ante la idea.
Solo hay una chica que puede doblegar a un hombre como Jake
Swagger.
“Esa Chica”.
1 Toy Blast: Juego para androids, donde se tienen que juntar bloques del mismo
color en un tablero lleno de bloques de diferentes colores, para hacerlos
desaparecer, e ir consiguiendo puntos.
CAPÍTULO NUEVE
Mi Instagram es como:
#nomeodiesporquenoeresyo
#caliente
#sinfiltro
#esachica
#comediaromántica
#autor
#investigación
#mierdadeperroenllamas
―¡Sonríe, Cam!
Inmediatamente, Cam entra en modo selfie. Brazo en la consola, con
la cabeza inclinada junto a la mía hacia el centro del vehículo, se tapa
la barbilla y sonríe. Él luce... gah. Se ve espléndido. Sexy. Arrogante.
Rico. Todas las cosas que a las chicas les encantan. Hago una foto y
la cargo en Instagram junto con las otras tres que he tomado.
Una vez que David Michael terminó de transformarme en el ser
humano más hermoso del planeta, llamé a Ross para que viniera a
buscarme. Él estaba con el Sr. Swagger. Entonces fue Cam quien
vino. Estoy tan contenta de haberlo hecho. Mis seguidores se
comerán su culo.
―Entonces... ¿te gusta? ―Ges culo con mi mano sobre mi rostro y
cabello.
―Sabes que sí.
Cierto. Me había silbado cuando entré. Actuó interesado cuando
mostré mis largas pestañas, mi elegante cabello y mis axilas
depiladas. Me giró varias veces como si estuviera usando un vestido
de baile y tacones en lugar de la bata de baño y las zapatillas que
proporciona el spa. Sonrió de oreja a oreja y dijo―: La campesina ya
no es tan campesina. ―En su mejor intento de acento sureño.
Eso fue hace diez minutos.
Esto es diez minutos después.
Y estoy necesitada.
―¿Soy más bonita que las otras señoritas Sims? ¿Huh? ¿Lo soy?
¿Lo soy? ― bromeo, moviendo las cejas hacia él.
Ríe.
―Honestamente puedo decir que eres muy diferente de todas las
demás. ―Me deja guisar un segundo sobre eso antes de agregar―. Y
mucho, mucho más bonita.
Solo estaba bromeando, pero la respuesta de Cam es genuina. Y me
sonrojo por el cumplido. David Michael hizo un gran trabajo en mi cabello y
maquillaje, pero todavía me parezco a mí. Cualquiera que me conozca me
reconocerá de inmediato. Eso hace que el cumplido de Cam sea aún más
gra cante. Pero no ene el mismo efecto en mí que la opinión de Jake.
Hablando de él...
―¿Cuándo va a volver Jake?
―No es seguro. Él estaba de mal humor cuando se fue, así que
mi mejor suposición es que algo salió mal en la oficina.
―¿No está siempre de mal humor?
Cam sonríe.
―Solo en los días que terminan en “y”2 ―Nos detenemos en el
tráfico y Cam se desplaza para mirarme―. No está contento con
este... arreglo. En parte porque no le agradas por lo que hiciste y en
parte porque no tiene control sobre la situación. Lo acorralaron y
tomarte era su única opción.
―¿No le gusto?
―A él no le gusta lo que hiciste.
―Dijiste que no le gusto.
―Por lo que hiciste.
―Lo mismo, Cam.
―No, no lo es, Penélope. Así que deja de fruncir el ceño.
Jake no me quiere.
Por supuesto que no te quiere, idiota.
Esto apesta.
Este es tu castigo
Prefiero que me azoten.
La noche es joven.
―Sabes, ir a esta fiesta no es la única opción. Siempre podría ir
solo.
―Eso nunca sucederá. Si Jake, uno de los solteros más elegibles
de Chicago, entra a la habitación sin una mujer del brazo, también
podría usar un letrero sobre su cabeza que diga: “Hombre soltero,
rico y exitoso, busca una aventura de una noche”. Además, su
abuelo insiste en que tenga una cita.
―¿Por qué?
Él se encoge de hombros.
―Así es como es él. Dice que estos eventos son para trabajar en
red con los clientes, sin mojar la polla. Y llevar una cita contigo
ayuda a eliminar las distracciones. Charla loca si me preguntas.
Mojar la polla es la única razón por la que voy.
Me imagino la polla de Cam en mi cabeza. Entonces me siento
culpable por eso.
Después de todo, él es el futuro novio de mi mejor amiga.
Pero sigo imaginándome.
Y es... agradable.
Necesito una distracción.
―Entonces cuéntame sobre esta noche. ¿Qué puedo esperar?
―Ser envidiada por cada mujer. Avanzada por cada hombre.
Escudriñada por todos los empleados de Swagger Corp. Miradas
desaprobadoras del abuelo. Un Jake malhumorado. Reporteros
entrometidos... ―Me lanza una sonrisa―. Suena divertido, ¿no?
―No. Suena terrible ¿Habrá algo bueno en esta fiesta?
―Duh. Yo. Y el alcohol.
Me río.
―Sí. Estoy segura de que al abuelo le encantará eso. Me
emborracho, tomo el micrófono y me tambaleo en el escenario para
contar chistes cursis entre hipos que me hacen sonar como un burro.
―Tienes un sonido de hipo interesante.
―También tengo algunos movimientos de baile bastante rudos.
―No tengo dudas de que lo haces. Y los necesitarás. —Nuestra
conversación se ve interrumpida por su teléfono. Él presiona un
botón en el volante―. ¿Sí, señor Swagger?
El movimiento de papeles y el sonido de abrir y cerrar los
cajones, llena el automóvil. Entonces Jake habla y mi corazón hace
ese golpeteo en mi pecho.
―¿Dónde estás?
―Casi de vuelta en tu casa.
―¿Ella está contigo?
―Lo está.
―¿Y?
―¿Y… qué?
―¿Cómo se ve ella?
Cam me guiña un ojo.
―No tengo dudas de que será la Reina del Baile.
Jake gruñe. ―Hasta que ella abra la boca.
Ese cabeza hueca...
―¿Es esta la parte en la que prometes llenarla si no la mantengo
cerrada? ―pregunto, mucho más desanimada de lo que realmente
me siento.
El único sonido que viene del otro lado de la llamada es la respiración
de Jake. Sin palabras. Sin ruido de fondo. Sin gruñidos de desaprobación.
Solo respiraciones profundas y pesadas, que no notaría si no estuviera
escuchando tan duro por su reacción. O si los altavoces Bluetooth de Cam
no fueran lo úl mo en tecnología.
Cam tiene su mano sobre su boca tratando de ocultar su sonrisa.
Él también parece estar esperando que Jake diga algo. Lo que
obtenemos es un tono de marcado.
―Bueno... ―Cam se ríe―. Eso lo dejó mudo.
―De hecho, lo hizo.
―Deberías usar pequeñas insinuaciones sexuales como esa con
más frecuencia cuando quieras dejar sin palabras a un imbécil.
―Quizás lo haga.
―Apuesto a que esa línea funcionaría en un idiota aún más
grande que Jake.
―¿Hay un idiota más grande que Jake?
Lo miro confundida.
Él sonríe.
Entonces me golpea.
Hay un idiota más grande.
―El Abuelo
Y no hay manera de que le diga algo así a él.
Seguramente.
Tal vez.
Mentirosa.
Lo haría totalmente.
Y probablemente lo haga.
¿Esa chica?
¿La del espejo?
¿Realmente atrac va, mirándome de vuelta?
Sí.
Ella no es Penélope Hart.
Pero quienquiera que sea esta chica... bien...
Ella es guapísima como el infierno.
El “vestido” que Jake había alterado especialmente para mí, es
como una columna, escote en V, lentejuelas doradas con una cola.
Abarca curvas que ni siquiera sabía que tenía. Mis tazas C se ven
como tazas D. Mi culo se parece al de Kardashian. Las dos
hendiduras que comienzan a la mitad del muslo en cada lado del
vestido muestran mis piernas que se ven más largas y más
tonificadas gracias a los tacones de quince centímetros con tiras a
juego.
Y este color es definitivamente mi color. Mi piel aceitunada recién
depilada brilla sobre la tela dorada. Añade mis largas pestañas
negras, labios naturales simplemente con brillo y un peinado de
coleta lateral, simple pero elegante que David Michael me enganchó
y ¡voilá!
Esa chica.
Hice una pose.
Tome una selfie.
Se la envié a Emily.
Espero una respuesta que me diga lo asombrosa que soy.
Obtengo un emoji de dedo medio.
Tan celosa.
Sé cómo caminar en tacones. Y un vestido con cola. La primera
regla es no mirar tus pies. Pero eso es exactamente lo que estoy
haciendo cuando choco contra el pecho de Jake en el pasillo. Sus
manos toman mis brazos para estabilizarme y, ten piedad.
Su toque es cálido y fuerte y un fuego se enciende en mis bragas,
si puedes llamar a la pequeña tira de encaje que llevo debajo del
vestido, mis bragas.
Mi mirada viaja sobre él.
Él está ves do con un esmoquin.
Uno negro.
Con una pajarita.
No muy diferente del traje que normalmente usa. Quiero decir,
¿por qué las mujeres se desorientan cuando ven a un hombre que
siempre usa un traje, usando un esmoquin? Aparte de esa cosa
extraña que rodea su cintura que parece una abrazadera de respaldo,
¿no es la misma maldita cosa?
Aun así, él está ardiente. Sus ojos azul-gris-verde y cabello
oscuro. Alto, ancho, engreído, meditabundo y estudiándome con
una expresión acalorada: mis tacones. Vestido. Pechos. Cuello.
Rostro. Ojos.
―¿M… me veo bien?
Se aclara la garganta y da un paso atrás, de repente estoico.
―Lo harás.
Ni siquiera estoy molesta. Sonrío porque sé que le gusta lo que
ve. Y es demasiado bastardo como para admitirlo.
―Necesitamos repasar algunas cosas.
Hago un pequeño zapateo con la danza del río, chasqueo y
apunto con mis dedos hacia él.
―¿Qué pasa?
―Primero. No vuelvas a hacer eso nunca más.
Lo hago de nuevo.
Él no está impresionado.
Me mira como si fuera estúpida hasta que me recompongo, quito
la sonrisa de mi rostro y asiento.
―Lo tengo.
―No respondas ninguna pregunta personal sobre nosotros.
Cuando alguien pregunta, y lo hará, cómo me conoces, simplemente
mantenlo simple diciendo que somos viejos amigos. Si te presionan
por más, discúlpate cortésmente. No le des a nadie tu verdadero
apellido. Si alguien pregunta, di Smith. O Jones...
―¿Qué tal Swagger?
―Penélope...
―Bien, está bien. ¿Qué más?
―Aléjate de mi abuelo. Con suerte, estará demasiado ocupado
con todos los demás para tener mucho tiempo para acorralarte, pero
no puedo prometerte que no se hará tiempo. Tiene curiosidad por ti,
por alguna maldita razón. ―Jake frunce el ceño mientras piensa, sin
pensar, me quita un mechón de cabello del rostro.
―¿Eso es todo? ―Estoy un poco sin aliento y él debe darse
cuenta.
Él re ra su mano y ja su mirada en la mía.
―Esta fiesta es importante. Así que necesito que controles un
poco la locura. ¿Puedes hacer eso? ¿Por favor?
Sonrío.
―Mírate. Diciendo por favor y mierda.
―No digas eso tampoco.
―¿Qué?
―Y mierda.
―Realmente necesitas trabajar en tu acento sureño.
―Bueno, no tengo el mejor maestro.
―Bien. No y mierda. ¿Algo más?
―Sí. ¿Puedes bailar?
Hago mi danza del río otra vez.
Se pellizca el puente de la nariz.
―Oye... ―Aparté su mano de su rostro―. Estoy bromeando. Supongo
que te re eres al baile de salón. Y sí. Yo puedo hacer eso. Entre otros
bailes. Como el tango. El tobogán eléctrico. La sandía gatea…
―Lo en endo. ¿Tienes alguna pregunta para mí?
―Sí. ¿Qué es exactamente lo que haces para ganarte la vida?
Él parece sorprendido.
―¿No lo sabes?
―Sé que eres el CEO de Swagger Corp, pero no tengo idea de qué
es eso.
―¿La gente de Mississippi no presta atención al mercado de
valores? ¿Nasdaq? ¿Dow? ¿Alguna vez has oído hablar de eso?
―He oído hablar de eso ―solté, mirándolo―. ¿Me vas a decir lo que
haces o no?
―Soy un capitalista de riesgo.
―¿Como en la película “Wedding Crashers”3?
―Inver más que en camisas y pantalones, Penélope.
―¿Así que pones dinero en las ideas de la gente?
―A veces. Pero pre ero comprarlas, así tengo el control completo. Si
eso no es una opción y es algo de lo que no puedo alejarme, me
conformaré con la propiedad del cincuenta y uno por ciento.
Adecuado. Teniendo en cuenta que es un maldito fanático del control.
―¿Alguna vez has estado en “Shark Tank”4?
―No.
Por supuesto que no puede ser Ese Hombre y una estrella de T.V.
―Imagínate…
―¿Por qué ese... “imagínate”?
―Sin razón. Ya sabes. ―Giro la cabeza hacia un lado y lo
estudio―. Te imaginé como un fusionador de empresas. Como en
“Pretty Woman”.
Él me da una apretada sonrisa.
―Ese sería mi abuelo. A cuya fiesta ya vamos a llegar tarde.
¿Estás lista?
―No me voy a poner más bonita.
―Imagínate... ―Sonríe orgullosamente ante la oportunidad de
devolverme mis palabras.
Pongo los ojos en blanco.
―No te diviertes fácilmente.
Con mi clutch de oro a juego, escondido bajo mi brazo, lo sigo
hasta el vestíbulo. Él presiona el botón para el elevador, mirándome
mientras esperamos. Él se ve... curioso.
―¿Qué?
―No puedo creer que no me hayas buscado en Google.
―¿Me has buscado?
―Sí.
Veo su breve respuesta.
―¿Lo hiciste? ¿Qué decía?
―No es seguro. Me cansé de buscar en la página cuatro.
Mi sonrisa se convierte en un ceño fruncido.
―Eso es bastante arrogante por parte de un tipo que tiene que
comprar las ideas de las personas porque no es lo suficientemente
inteligente como para inventarse las propias.
Sorprendentemente, él se ríe. Estoy tan desconcertada por eso, que ni
siquiera noto que el ascensor ha llegado. Tiene que tomarme del brazo y
llevarme dentro antes de que se cierren las puertas.
Y en el espacio reducido, nuestra cercana proximidad me da algo que
he estado buscando desde que lo vi por primera vez.
Su olor.
Ten compasión.
Soy como un maldito sabueso.
Seriamente.
Mi nariz encuentra su hombro e inhalo tan profundo que puedo
saborear su aroma en mi garganta. Me mantengo allí en lugar de la
esquina del elevador mientras descendemos. Mis ojos se cierran y
tarareo mi canción, obteniendo un agradable aroma de él una y otra
vez.
No soy buena para describir olores. Nunca podría poner un nombre a
ese olor dis n vo de la sangre hasta que leí Twilight. Cobre. Metálico.
Una vez que Stephenie Meyer me lo explicó, me pregunté cómo en el
Infierno nunca lo había descubierto.
Entonces, realmente, lo mejor que puedo darte es que él huele
exactamente cómo crees que un po rico y caliente podría oler. Como
jabón y colonia y hombre y limpio y dinero. Ah, y un suavizante de telas
realmente bueno. Estoy bastante segura de que es Downy.
Cuando nos deslizamos hasta detenernos, soy reacia a alejarme.
Mientras lo hago, siento sus ojos en mí.
―¿Qué? ―pregunto, sin molestarme en mirarlo.
―¿Por qué hiciste eso?
―Tengo miedo a los ascensores.
―Hmm. ―Afortunadamente es todo lo que dice.
Alfred se encuentra con nosotros en la puerta del ves bulo. Le da un
abrigo a Jake y luego abre un abrigo de piel blanco para mí. Deslizo mis
brazos dentro y casi me vengo con la sensación de ello.
―¿Es esto piel real?
Jake levanta una ceja.
―Sí. ¿Es eso un problema?
―No. Solo tenía curiosidad.
...Sobre cuántos animales inocentes han muerto solo para
mantenerme caliente...
Salimos a la ven sca y estoy agradecida por todos los conejos o
ardillas o cualquier animal sacri cado solo para mí. Ross man ene abierta
la puerta trasera del automóvil y Jake hace un gesto para que entre. Subo
dentro, casi rasgando mi ves do y cayendo sobre mi rostro, antes de
nalmente acomodarme en el asiento. Jake sigue detrás de mí. Toda gracia
y uidez.
―Entonces, ¿estás nervioso? ―Me acerco y dejo caer mi voz―.
¿Sabes... sobre que soy una falsa señorita Sims?
―No.
―¿Porque tienes plena confianza en mí?
Estoy tan cerca, cuando gira la cabeza para mirarme, sus labios casi
me tocan la nariz.
—No.
―Bueno, debes estar seguro de que puedo hacer el trabajo.
―Estoy seguro de que puedo arreglar lo que sea que jodas.
Pongo los ojos en blanco y me recuesto.
―Sabes, ya que te estoy haciendo un favor, podrías ser un poco
más agradable conmigo.
―Podría subirte a un autobús abarrotado y enviarte de regreso a
Misisipi también.
―Pero no lo harás. Porque me necesitas. ¿No es así? ―bromeo,
golpeando con mis dedos sus cos llas. No se inmuta.
―No te necesito. Siempre podría ir solo.
―No, no puedes.
―Suenas bastante segura de eso.
―Lo estoy. Cam me lo dijo.
―Cam ene una gran boca ―murmura, inclinándose hacia adelante
para servirse un trago. Él ni siquiera me ofrece uno.
Grosero.
Me acurruco a su lado y rodeo su bíceps con una mano y le aprieto el
muslo con la otra. Sus brazos quietos. Su vaso a varios cen metros de su
boca. Él no mueve su cuerpo, solo me mira a los ojos.
―Si me olvido decírtelo más tarde, me lo pasé genial esta noche.
Sus labios se tuercen como si quisiera sonreír. Pero él no cede a eso.
―La noche es joven, Penélope. Aun no me lo agradezcas. Estas
personas son tiburones. Ellos masticarán a una chica como tú y te
escupirán. ―Sus rasgos se oscurecen y su tono se torna serio―. Si
alguien te hace sentir incómoda, simplemente aléjate y ven a
buscarme. ¿Entiendes?
Me alejo de él.
―Puedo apañármelas sola. Pero, lo prometo, si veo una
oportunidad para un momento de damisela en apuros, puedes
apostar tu culo que voy a aprovecharlo. ―Le guiño un ojo. Pero la
verdad es que sé que esto es demasiado para mí.
Estas personas no son como yo. Es probable que se rían de mí.
Burlarse a mis espaldas. Incluso en mi cara. Pero seré yo quien se ría, por
úl mo. Esa es una de las ventajas de ser escritor. Tienes que poner a las
personas malas en un libro.
Y luego puedes matarlas.
2 Todos los días de la semana en inglés terminan “y”. En la traducción se pierde el
chiste.
3 Wedding Crashes: Los Caza novias en Hispanoamérica,tambiénconocida como Los
Rompe Bodas y en España como De boda en boda, es una película estadounidense
de comedia de 2005.
4 Sharl Tank: en español “Negociando con tiburones” es una serie estadounidense
de telerrealidad que se estrenó el agosto 9 de 2009, en ABC.
CAPÍTULO DIEZ
No estoy segura de lo que esperaba.
¿Una alfombra roja?
¿Cámaras parpadeando?
¿Gente gritando mi nombre?
Una multitud subiéndose para obtener un mechón de mi
cabello...
Sí, a todas esas cosas.
No, a la aburrida entrada que consiste en que entramos por la
parte de atrás y tenemos que caminar por la cocina para llegar a la
fiesta.
―Tanto para una gran entrada ―murmuro, entregándole mi
abrigo a un hombre que asiente demasiado.
¿El po ene un c o algo?
Quiero decir, ¿por qué sigue haciendo eso?
Entonces noto la forma en que mira a Jake. Ojos muy abiertos.
Dedos hurgando. Un lío confuso de palabras.
Oh.
Él está afectado.
Quizás debería haberlo googleado...
―¿Por qué entramos por la parte de atrás?
―Porque este es el espectáculo de Jessie Swagger. No es el
programa de Jake Swagger. ―Por primera vez, parece genuinamente
humilde. Y avergonzado por, lo que supongo, es su fama.
―Está a punto de ser el espectáculo de Penélope cuando lo
arruine con movimientos en la pista de baile. ―Antes de que
solamente pueda hacer eso, hacer un movimiento, Jake me toma del
codo y presiona su gran cuerpo contra el mío.
―Haz esa mierda de la danza del río otra vez y te encerraré en el
refrigerador. ―Su amenaza no impide en lo más mínimo mi buen
humor.
Muevo las cejas hacia él.
―¿Así puedes desnudarte y calentarme con el calor de tu
cuerpo? ―Solo me mira―. ¿Qué pasa si tengo fiebre? ¿Vas a controlar
mi temperatura? ¿Con tu gran... termómetro?
Esa sonrisa se dibuja en sus labios otra vez. Y de nuevo, él no
cede. Se aleja y se endereza, me ofrece su brazo y le da las gracias al
tipo del abrigo en el único idioma que conoce: un asentimiento.
Respiro profundamente mientras Jake nos saca de la cocina y
baja por un amplio pasillo. Puedo escuchar la música. La charla. Las
risas. El tintineo de los vasos. Mi corazón late con más fuerza contra
mi pecho.
Estoy emocionada y nerviosa.
Más nerviosa que emocionada.
Creo.
No lo sé.
Mierda.
Esto es loco.
Estoy aquí. En esta fiesta súper rica, con todas estas personas
súper ricas y no tengo ni una maldita cosa con una etiqueta de
Prada.
Miro a Jake.
Este majestuoso hijo de puta...
Él está en modo Ese Hombre. Emana confianza. Irradia poder.
Emite autoridad. Hay precisión en cada uno de sus pasos. Cada
aliento está controlado. Lástima que no es muy intuitivo o sabría que
estoy aquí a punto de perder mi mierda.
Esta es la parte donde todas las heroínas en los libros de
romance “canalizan el coraje de esta fuerza de un hombre”. Pero no
explican cómo lo hacen. Entonces no tengo idea. Solo estoy
intentando todo, entrecerrando los ojos hacia él. Presionando mi
dedo en mi sien. Escaneando su cerebro con mis rayos láser
imaginarios.
―¿Qué diablos estás haciendo? ―Deja de caminar y me mira
como si fuera estúpida. Que es exactamente como me siento cuando
relajo mi cara y mis ojos y bajo el dedo de mi cabeza.
―En caso de que no lo hayas notado, soy un jodido y nervioso
desastre... y mierda ―agregué, solo para fastidiarlo―. Estamos a
punto de entrar en la guarida del lobo y no has dicho una sola cosa
que pueda aumentar mi confianza.
―Estabas cantando algo sobre llamar a las cuatro esquinas. Lo
que me gustaría poder decir que es algo fuera de lo común para ti,
pero no lo es. Entonces no puedes molestarte por no darte una charla
de ánimo.
―¿Estaba llamando a las cuatro esquinas?
―Sí. Deja de mirar The Craft5.
Me tiro eso en la cabeza y asiento. Tal vez sé algo, algo sobre
canalizar el poder de los héroes después de todo...
―¿Por qué tengo la sensación de que estás experimentando una
especie de epifanía? ―La expresión confundida de Jake lo hace
parecer bastante infantil.
―Porque funcionó.
―¿Qué funcionó?
Lo estudio y asiento con la cabeza, pensativa.
―Sí. Definitivamente funcionó. Aprendí a canalizar tu energía.
Estás perdiendo el control. Lo estoy ganando.
Jake mira alrededor para asegurarse de que estamos solos, y
luego se vuelve hacia mí. Él se ve un poco enojado. Lo cual entiendo.
Pero no tiene que apuntar con su dedo hacia mí.
―Consigue juntar tu mierda, Penélope. Lo digo en serio.
Aparto su mano y lo miro furiosa.
―¿Te mataría decirme algo agradable? ¿Cómo demonios se
supone que debo enfrentar al tipo de personas en esa habitación si
todo lo que haces es hacerme sentir como la idiota del pueblo?
―Bueno, cuando estás caminando por el pasillo murmurando,
“ligera como una pluma, rígida como una tabla”, ¿de qué otro modo se
supone que debo tratarte?
Sí. Lo entiendo.
Pero moriré antes de admitirlo.
Me mantengo firme y me encuentro con su deslumbrante luz.
Estoy malditamente orgullosa de mí misma por sostener su mirada
sin vacilar.
―Por el amor de Dios... ―Se pasa la mano por el cabello. Las
pone en sus caderas. Me mira. Se lame el labio inferior.
Está a punto de decirme algo bueno.
Probablemente decirme que soy una visión.
Que está enamorado.
Que, si este fuera el programa de Jake Swagger, esta noche
estaría proponiéndose. Pero no puede porque respeta a su abuelo y
todas esas tonterías.
―Ya era hora de que aparezcas.
Maldito Cam.
―Maldita sea, Penélope. ―Sus ojos se mueven muy, muy
apreciativamente sobre mi cuerpo. Esta es la primera vez que me ha
visto en mi vestido. Y la forma en que me mira es casi embarazosa. Y
realmente no me avergüenzo. Nunca.
Él está perdonado.
Y está muy bien en su esmoquin negro. Aunque, como a Jake, lo
he visto usar un traje, se ve diferente de etiqueta. Más caliente. Más
sexy. Tal vez porque él no tiene esa vibra de CEO.
―Si terminaste de follar a mi cita... ―La agitación de Jake es
evidente. Él me quiere todo para él. Lo sabía.
Él también está perdonado.
Cam sonríe.
―Por ahora. ¿Resérvame un baile?
Darte mi virginidad...
Si la tuviera.
Pero no.
Yo sonrío.
―Por supuesto.
Jake no se molesta en ofrecerme su brazo esta vez, simplemente
toma mi mano y me arrastra junto a él. Miro hacia atrás por encima
de mi hombro para encontrar a Cam comiéndome el culo con los
ojos. Casi balanceo la cadera, para él.
―Recuerda lo que dije, Penélope.
Dejo escapar un suspiro y vuelvo a mirar a Jake.
―Sí, sí, sí. Mantener mi mierda junta.
―No. ―Me mira pensativo. Su mano sobre el picaporte de la
puerta que nos llevará a la fiesta―. Me buscas si me necesitas.
―Cielos, Jake. ¿Son estas personas humanos o villanos de
comics? Quiero decir, ¿Lex Luthor está follando al otro lado de esta
puerta? ¿El Joker? ¿Shredder? ¿Loki? Y si Loki está aquí, ¿Thor
también lo está? ¿No el del cómic de Thor, sino el verdadero Thor?
¿Cómo, Chris Hemsworth?
Sus labios delgados.
―Miras demasiada maldita T.V., ¿lo sabías?
―Y eres demasiado paranoico. Soy de una pequeña ciudad en el
sur. Tenemos serpientes y osos y Pie Grande. Puedo manejar a
algunas personas ricas y engreídas. Créeme.
―Si tú lo dices. Ahora, sonríe.
Sonrío.
Él sonríe.
Me derrito.
El abre la puerta.
Entramos y todos los ojos en la sala se vuelven hacia nosotros.
Realmente deberíamos haber venido por el frente. No puedo
imaginar que obtendríamos más atención si la tuviéramos. La gente
deja de hablar y se vuelve hacia nosotros. Los hombres se enderezan.
Mujeres casi echan espuma por la boca. Todos parecen estar
esperando la oportunidad perfecta para venir a saludar.
Es jodidamente raro.
Y la habitación es un poco... sosa. No hay nada lujoso en este
lugar aparte de las enormes arañas de luces. Es solo el salón de un
hotel normal. Ni siquiera hay una pancarta para felicitar al Abuelito.
Pobre bastardo odioso.
Mis ojos caen en un destello naranja intenso y tropiezo un poco.
Quiero detenerme y mirar boquiabierta, pero Jake es constante en
sus pasos, forzándome a seguir a su lado.
―Jake. ―Aprieto su mano―. Jake. Jake. Ja…
―Estás perdiendo la mierda, cariño ―murmura alrededor de su
sonrisa.
―Sí. Lo sé. Porque ese es Ed Sheeran. Como, ahí mismo.
―Por el amor de Dios, Penélope. No señales.
―¿Crees que me dejará tomar una selfie?
―Cálmate.
―No creo que pueda.
Maldito Ed Sheeran.
Bien. Ahí.
Jake me acerca y baja su cabeza a mi oreja.
―Mantenlo unido y te juro que me aseguraré de que lo veas, te
firme las tetas, te hagas una selfie...
―Quiero que me cante.
―Lo que quieras. Solo... relájate.
Asiento con la cabeza. Respiro. Me obligo a apartar la mirada de
Ed, aunque estoy segura de que me saludó.
―¡Jake! ¿Cómo estás?
―Marvin, es genial verte aquí. Gracias por venir. Esta es
Penélope. ―Sonrío y asiento con la cabeza al vejestorio con entradas,
que está retrocediendo y está bloqueando mi línea de visión en el
escenario. Jake continúa hablándole por unos minutos. Hace
preguntas aburridas sobre la familia. Riéndose de chistes estúpidos.
Estoy agradecida cuando avanzamos, solo para ser detenidos tres
pasos más tarde por otra persona.
―Buenas noches, Sr. Swagger.
―Esta noche solo es Jake, Charles. ―Me presenta y luego asiente
con la cabeza a la mujer al lado de Charles―. Stephanie. ¿Te está
gustando La Ciudad Del Viento?
Nerviosa, Stephanie divaga un minuto antes de concluir que está
disfrutando de la ciudad. Me presentaron y no me pierdo la mirada
acalorada de Charles. O la mirada de odio de Stephanie. Si Jake se da
cuenta, no se ve afectado.
Él es el príncipe amable.
El encantador inversor.
El hijo de puta más falso aquí.
Durante la siguiente media hora, es lo mismo.
Caminar tres pasos.
Detenerse.
Introducciones
Miradas curiosas.
Charla.
Repetir.
Estoy aburrida. También tengo hambre. Parece que, si me voy a
divertir en esta fiesta, voy a tener que atacar y hacerlo por mi cuenta.
Rompo el asimiento de Jake mientras él está a mitad de una
oración. Hace una pausa y se vuelve hacia mí. Le sonrío y luego a la
pareja con la que está hablando.
―Voy al baño de damas.
Jake no se ve satisfecho, pero asiente.
―Por supuesto.
En el momento en que me vuelve la espalda, giro los ojos.
Cuando se acomodan en mi cabeza, veo un familiar conjunto de
azules observándome desde el otro lado de la habitación.
Abuelo.
Miro hacia otro lado y me muevo rápidamente hacia el baño.
Afortunadamente, está vacío. Considero esconderme aquí, pero Ed
Sheeran está por ahí. Y tengo algunos movimientos de baile
increíbles que estoy lista para presumir. También vi un buffet en mi
camino. Nunca he sido de rechazar una comida gratis y mataría por
un ala de pollo.
Apuesto a que también tienen las buenas alitas de pollo.
La charla fuerte llena el cuarto de baño y me agacho un poco en
el gentío de mujeres hermosas que entran. Son todas así… altas.
Como, modelo súper altas.
Me pregunto si tienen hechas sus rodillas….
―¡Penélope! ―Emite hacia mí la rubia que esta parada en el
grupo. Adivino que es la líder. De repente siento que estoy en un
episodio de The Secret Life.
―¡Hola! ―Le doy un pequeño saludo a la mujer que nunca he
visto antes en mi vida. Supongo que solo me conoce porque el
nombre de la misteriosa cita de Jake Swagger se ha extendido.
―Me gusta ese vestido. ¿Valentino?
¿Qué? ¿Eso signi ca algo en español? Realmente lo dijo con acento….
Ella parpadea un par de veces cuando no digo nada.
―El diseño, cariño. ¿Es Valentino?
―¡Oh! ―Solté una carcajada, una muy ronca―. Valentino. Sí. No
tengo ni idea. Podría ser Jalapeño por lo que sé.
El movimiento sincronizado de cabeza que todas realizan
cuando me estudian como si fuera un extraterrestre es un poco
extraño. ¿Ensayaron esa mierda antes de llegar aquí? ¿Son robots?
Una de ellas murmura algo que no puedo entender y todas asienten,
nuevamente en sincronía.
―¿Todas ustedes se convertirán en un Camaro o algo así?
―¿Disculpa? ―pregunta la Tonta Barbie Rubia Uno.
―Nada. Disfruta de la fiesta. ―Les doy una apretada sonrisa y
me muevo para irme. Parecen entrar en pánico al darse cuenta de
que perdieron la oportunidad de taladrarme.
Cuando paso, uno de ellas pregunta―: ¿Así que tú y Jake son
viejos amigos?
―Síp ―dije por encima de mi hombro, sin molestarme en darme
la vuelta mientras abría la puerta.
En el pasillo, me encontré con otras tres mujeres. Todas altas.
Todas hermosas. Todas casi idénticas, una con la otra.
Hay alguna mierda extraña sucediendo por aquí...
―Bueno, hola, chica misteriosa. ―Esta plástica realmente suena
como que podría ser una persona agradable―. Tú eres el tema de
cada conversación en este edificio.
―¿No mierda? ―Mi sorpresa es genuina. Quiero decir, el maldito
Ed Sheeran está aquí. Siento que necesito decirles eso. Así que lo
hago―. ¿Sabían que Ed Sheeran está aquí?
Pequeñas risas tintineantes suenan.
―Sí, Penélope. Ed es un buen amigo de mi esposo.
―¿Estás casada con Taylor Swift o algo así? ―Señalo dónde lo vi
por última vez―. Porque ese no es un cantante acabado de los
noventa. Ese es Ed Sheeran.
Sus ojos son divertidos pero cálidos.
―Soy Caroline. Mi esposo, Carver, es el director de finanzas del
Sr. Swagger.
―¿Qué Swagger?
―El malo.
―¿Cuál es ese?
Ella sonríe.
―Jessie. Pero por lo que he oído, Jake puede ser un dolor en el
culo también.
Todavía no estoy segura de esta Caroline. Parece agradable, pero
se parece demasiado a todos los demás para que pueda confiar
plenamente en ella. Tan malo como quiero decirle que lo que
escuchó es verdad, me abstengo. Jake podría ser un imbécil, pero no
voy a admitir eso ante ella.
―Fue agradable hablar contigo, Caroline. Odio correr, pero...
―Ed Sheeran. ―Ella asiente―. Lo sé. Pero te das cuenta de que él
no está aquí para actuar. Él está aquí como invitado.
―¿Qué?
Ella levanta un delicado dedo en el aire.
―Esa no es la voz que escuchas, ¿cierto?
Escucho más fuerte.
Ella está en lo correcto.
No es la voz de Ed.
Demonios, no es la voz de nadie. Es una mierda clásica.
―¿Entonces tú y Jake? ¿Cómo ocurrió eso?
―No me creerías si te lo dijera.
Ella guiña un ojo como si supiera un gran secreto.
―Pruébame.
―En otro momento. ¿Nos vemos? ―Me alejo antes de que ella
pueda responder y desaparece en la abarrotada habitación. Un
camarero camina hacia mí con una bandeja vacía de copas de
champán. Levanto mi barbilla para llamar su atención.
―¿Sí señorita?
―Esto va a sonar extraño, pero ¿tienen cerveza?
Él lucha contra una sonrisa.
―Estoy seguro de que puedo encontrar algo. ¿Alguna
preferencia especial?
―Cualquier cosa nacional. Bud. Coors. Miller. No soy exigente.
―¿Dos minutos?
―Demonios, toma un descanso para fumar y hazlo en diez. No
tengo prisa.
Él se ríe de eso.
―Vuelvo enseguida.
Desde donde estoy parada en la esquina posterior de la
habitación, puedo ver todo. Hay pequeños grupos de personas
diseminados por la zona. Algunos sentados. Algunos parados.
Algunos incluso bailan al ritmo de la música de ascensor.
Al menos podrían haber contratado a una banda.
Comprado un arreglo de flores.
Alquilar una máquina de niebla.
El camarero regresó antes de lo esperado y me entrega un
Budweiser.
―Aquí tiene, señorita. ―Me ofrece un vaso de vino, pero ya le he
levantado la botella. La cerveza esta deliciosa. Tan fría que tengo
escalofríos. Tal y como me gusta.
―¿Buena?
―Perfecta. ¿Puedes hacer que sigan viniendo?
―Absolutamente.
―Gracias, y será mejor que tome ese vaso ―le digo, sabiendo que
Jake tendrá algo que decir si me ve tomando de una botella de
cerveza en el fondo de la sala.
―Permíteme. ―El camarero la vierte sin derramar una gota y me
la da. Desde la distancia, mi Bud podría pasar por Moscato.
Quiero preguntar si tienen alitas de pollo, pero mi teléfono vibra
en mi clutch que está metido debajo de mi brazo. El mensaje es de
Emily.
¿Cómo está la esta?
El baile apesta.
Pulso enviar, agradezco nuevamente al camarero y comienzo a
abrirme camino entre la multitud de personas en busca de Ed.
Primero encuentro a Jake. Y no puedo decir que estoy decepcionada.
Él está muy relajado. Despreocupado. Contento. Riendo, como
nunca le he visto antes.
Él está parado con cuatro hombres. Me recuerdan al elenco de Magic
Mike. Excepto que usan trajes. Y sonríe. Y tienen peinados a juego de
Justin Bieber 2011. Pero a pesar de lo calientes que son, no se
comparan con mi Ese Hombre.
Jake me ve y su sonrisa vacila. Él solo se ve... hambriento.
Sus ojos se dirigen a mi cerveza, mi pecho y luego a mi rostro. Él
me hace un gesto con el dedo, sus labios se curvan en las esquinas
para revelar una media sonrisa sexy. Ni siquiera me había dado
cuenta de que había dejado de caminar. Con pasos tentativos, voy
hacia él.
―Penélope ―dice en un profundo acento que hace temblar mis
rodillas. Sus dedos rozan mi codo y se inclina para besarme el cabello.
Excepto que él no lo hace.
―¿Dónde demonios has estado? ―gruñe antes de alejarse, su
sonrisa volvió a su lugar. Si las yemas de sus dedos sobre mi codo,
no se sintieran tan bien, podría alejarme y golpearlo―. Caballeros,
me gustaría que conozcan mi cita, Penélope.
Jake me puede dejar sin aliento, pero soy el tipo de chica que
puede apreciar a un hombre apuesto cuando lo veo. En este caso,
cuatro hombres. Batí mis pestañas y les di mi sonrisa de megavatios
completa.
―Hola.
Le doy la mano a tres de ellos. Jake me dice sus nombres, pero se
me olvidan en el momento en que los dice. Solo un nombre se me
pega. Briggs. El nombre del hombre que toma mi mano, la lleva a
sus labios, la besa y luego dice con el acento inglés más caliente de la
historia―: Es un placer conocerte, Penélope. Eres jodidamente
impresionante.
Alguien en el grupo se ríe. Creo que Jake suspira. Pero en todo
en lo que puedo enfocarme es en sus palabras. Y que hay algo...
sobre este tipo.
―Jake ―dice, sus hermosos ojos color avellana nunca dejan los
míos―. ¿Puedo robar tu linda cita? ¿Para un baile?
―Cuidado, Briggs. ―La voz de Jake es tensa. Un poco molesta.
No encuentro en mí que me importe. Al menos este tipo me está
mostrando un poco de atención. Jake apenas me ha hablado desde
que estuvimos aquí, y mucho menos invitarme a bailar.
Empujé mi vaso en su mano y dejé que Briggs me llevara a la
pista de baile. Aparentemente, hay una banda. Todavía no están
tocando, pero se están preparando. No me importaría bailar con
Briggs el tema de bologna de Oscar Mayer. Esta música clásica de
ascensor funcionará bien.
Con una mano aún unida en la suya, me acerca y me envuelve
con la otra alrededor de mi cintura. Él me sostiene como un amante
mientras giramos en un lento círculo. Un poco demasiado apretado.
Algo incómodo. Puedo sentir cada duro plano debajo de su traje.
Siento su calor. Pero simplemente no... encajamos.
―Eres una visión, Penélope.
Sonrío. Pero realmente quiero fruncir el ceño. Se suponía que
fuera Jake quien me diría eso...
―Tu tampoco estás mal, guapo. ―Por encima de su hombro, veo
a Jake hablando con una mujer. Él se está riendo. Su cabeza se
inclina para poder oírla.
La mirada de Briggs sigue la mía y él sonríe.
―¿Celosa?
―Nop. ―Mentirosa.
Él no dice nada. Solo... me mira con esos brillantes ojos. Sus labios se
curvan en una permanente sonrisa diver da.
―Entonces, ¿cómo conoces a Jake? ―pregunto, deseando que se
apurara y me hiciera girar para que pudiera ver que Jake también se
levantó. Y tal vez obtener una mejor visión de la mujer con la que
está hablando.
Quizás ella es vieja.
Embarazada.
Su hermana….
―Fuimos a la universidad juntos. Era nuevo en los Estados
Unidos. Jake me tomó bajo su ala. Cuando nos graduamos, me
convenció de que me quedara. El resto es historia.
―Oh. Bueno, eso es lindo.
―Mmm...
Estoy distraída. Jake se marcha con esa mujer. Quién es más
linda que yo. ¿Estoy celosa? Si es así, ¿por qué? Jake no es mío. No
soy de él. No soy de nadie. Soy libre de follar a Briggs, en el baño si
quiero. Y podría ser. Llámame puta. No me importa
Giramos dos veces más. Jake todavía desaparecido. Mi humor se
ha vuelto agrio. Este giro se está haciendo viejo. Briggs está
demasiado callado. Extraño mi cerveza Todavía quiero alitas de
pollo.
―¿Ofrecen servicios independientes? ―La pregunta de Briggs me
devuelve. Pero no estoy segura de haberlo escuchado bien.
―¿Disculpa?
―Un par de horas es todo lo que realmente necesito. No veo el
punto de contactar a la agencia y tener un contrato redactado por tan
poco tiempo.
Confundida, lo miro fijamente. Primero, porque su acento se
deslizó. Lo que explica por qué sentí que algo estaba mal con él
desde el principio. Segundo, porque no tengo idea de qué está
hablando. Entonces recuerdo que se supone que soy la señorita Sims.
Quién es una puta. Y aunque debería ofenderme, solo tengo
curiosidad.
―¿Cuánto estas dispuesto a pagar?
―Di tu precio.
Bueno, eso fue estúpido de su parte decir...
―Cien mil dólares.
Él ríe.
―Ningún pedazo de culo vale cien mil dólares.
―En mi opinión lo vale.
―Gracioso. No pensé que a las prostitutas se les permitiera tener
una opinión.
Este engreído saco de mierda...
―Bueno, lo hacemos. También damos consejos cuando es
necesario. Y voy a ofrecerte uno gratis. ―Dejo de girar y dejo caer las
manos a los lados. Su mano todavía permanece en mi cintura―.
Mantén el acento. Es la única oportunidad que tienes de echar un
polvo.
Con su orgullo herido, su arrogancia viene completamente de
frente.
―Lo dudo, considerando que podría tener a cualquier mujer
aquí.
―Y lo dudo, considerando que ofreciste pagarme para tener sexo
contigo. Gracias por el baile. ―Cuando me muevo para alejarme, su
mano que era cálida y suave en la mía hace solo unos momentos, se
envuelve alrededor de mi brazo. Me aprieta con fuerza y puedo
sentir las puntas de sus dedos magullando la piel sensible en la parte
posterior de mi brazo.
Canalizo mi interno Denzel Washington. Mis ojos se clavan en
su agarre y todo lo demás se vuelve borroso. Estoy a punto de
recrear una escena de The Equalizer cuando alguien chasquea su
nombre.
―¡Briggs!
Su agarre se afloja de inmediato en mi brazo cuando alguien
pronuncia su nombre. Es entonces cuando noto que los tres hombres
de antes se han amontonado a nuestro alrededor. Pero Jake no está
aquí. Y por alguna razón, eso duele.
Me libero de él y esta vez Briggs me suelta. Los hombres están
hablando con él en voz baja. Diciéndole que es hora de irse. Todavía
estoy en modo Denzel, así que estoy serena, calmada y concentrada
cuando me alejo.
He dado dos pasos cuando lo escucho llamarme. Como me niego
a acobardarme ante este imbécil, giro sobre mis tacones para
enfrentarlo. Sus ojos son oscuros. Su mirada enojada. Él me señala
con el dedo. Cuando habla, su voz es un gruñido bajo, pero lo
suficientemente clara como para que se escuche en la ruidosa
habitación.
―Si no fuera por hombres como yo, vagabundas como tú ni
siquiera tendrían un lugar en esta vida.
―¿Sí? Bueno, ¿sabes qué? ―Me detengo para un efecto dramático
y luego le doy una dulce sonrisa―. Si el conejo no se hubiera parado
para cagar, el perro no lo hubiera atrapado.
5 The Craft: en español “Jóvenes y brujas” o “Jóvenes brujas” es una película de
terror sobrenatural estadounidense de 1996.
CAPÍTULO ONCE
Ellos no tienen alas de pollo.
No tienen cócteles.
Sin bolas queso.
Sin papas fritas y salsa.
Ni una maldita cosa envuelta en tocino.
¿Qué clase de esta es esta?
Un camarero coloca una bandeja sobre la mesa con algunos
elegantes canapés. La tomo y me dirijo directamente a la cocina por
donde Jake y yo entramos. El tipo que asiente no está aquí. Pero
recuerdo la puerta por la cual pasó y la sigo y voy a un pequeño
salón de empleados.
Me siento en un banco y coloco la bandeja de hors ‘d’oeuvres6 en
mi regazo. Mi nariz se arrugó al ver las rodajas de pepino, untadas
de mierda blanca, coronadas con algún tipo de virutas de carne
cruda y una pequeña ramita de hierba.
Asqueroso.
―Buenas noches, señorita Hart.
Mi cabeza se vuelve y encuentro al abuelo mirándome.
Estupendo. Solo otra persona que no quería ver. Bueno, tampoco
estoy de humor para su mierda.
―Abuelito Swagger. ¿Qué te trae por aquí?
―Esta es mi fiesta, Penélope. ¿Por qué no estaría aquí?
―De acuerdo... permíteme reformularlo. ¿Por qué estás
rebajándote aquí con el personal contratado?
―Pensé que Jake no te estaba pagando.
―Él no lo está. Quise decir la ayuda contratada como el personal
de cocina. No es que importe. No me crees de todos modos.
Me estudia un minuto. No miro hacia otro lado. Aunque
realmente quiero porque su aspecto es muy intimidante.
―No eres como las otras mujeres aquí.
Le brindo una sonrisa grande, cursi y falsa.
―Bueno, gracias a Dios por eso.
―¿No las apruebas?
―¿Las has conocido? Además, pensé que estabas esperando a
alguien diferente. Por eso estás convencido de que Jake debe haber
pagado un buen centavo por mí.
Sus ojos se arrugan un poco como si quisiera sonreír, pero no
puede obligarse a hacerlo. Él mira hacia la fuente intacta en mis
manos.
―¿No te gusta la comida?
Esta vez, soy yo quien lo estudia.
―No estoy segura si solo quieres escuchar lo que tengo que
decir, o si realmente estás haciendo todas estas preguntas porque no
sabes la respuesta.
―Me gusta escuchar lo que tienes que decir.
―¿Estás seguro? Porque es posible que no te guste esto.
―Oh, estoy seguro. Por favor. No te detengas.
No hay problema, anciano.
Respiro y me recuesto contra la pared.
―Pasé la última noche en la cárcel. No he dormido. Lo que se
suponía que era un día relajante en el spa se convirtió en una tarde
en el infierno. Me pincharon, arreglaron, arrancaron y depilaron en
lugares que no sabía que tenía vello. Me duelen los pies. Este vestido
es incómodo. Todos aquí me miran como si fuera una puta. Jake es
un idiota. Como son sus amigos. Tengo hambre como un rehén. Y
esta mierda parece algo que un vegano vomitó.
―Interesante. Pero solo pregunté sobre la comida.
―Y solo quería una maldita ala de pollo. En cambio, tengo esta
basura y una conversación contigo. Así que supongo que ambos
obtuvimos más de lo que esperábamos.
Me da una dosis saludable de ese silencio Swagger y luego
dice―: Ven conmigo. ―Antes de darse la vuelta e irse.
No esperaba esto...
No sé qué hacer.
¿Seguir?
¿Correr?
¿Gritar?
Me levanto y asomo la cabeza por la puerta. Él está caminando
hacia la cocina. Al menos hay testigos allí. También hay cuchillos.
¡No eres una punk, Penelope Hart!
Miro hacia abajo a la bandeja, insegura de si debería llevarla a mi
destino.
―Deja la bandeja, Penélope.
¡Abuelito Swagger es una bruja!
Dejar la bandeja. Alisar mis manos sobre mi vestido. Tomar una
respiración profunda. Levantar mi barbilla. Un pie delante del otro...
eso es todo lo que tengo que hacer. Para cuando me reúno con él en
la cocina, la sensación de hundimiento en mi estómago es peor.
―Por supuesto, señor Swagger ―dice el chef con una reverencia.
Luego grita una orden en un idioma que no entiendo y todo el
personal de cocina desaparece.
Abuelito se encuentra de espaldas a la enorme estufa de tamaño
industrial. Sus ojos están puestos en mí mientras se quita la
chaqueta, la dobla sobre una silla y luego comienza a quitarse los
gemelos. Él asiente con la cabeza hacia un taburete junto al
mostrador de preparación.
―Siéntate.
Me siento porque tengo un miedo de muerte.
Se arremanga y toma un delantal de un gancho en la pared.
¿Qué demonios?
―¿Le gustaría algo de beber? ¿Tal vez una cerveza?
Por supuesto, él sabría que tenía una cerveza.
Abre la nevera y toma dos botellas de Budweiser de la caja que
está en el estante superior.
«Phillip, el mesero al que pediste que te trajera una cerveza, lo tenía
en la cajuela de su auto. ―Desenrosca las tapas antes de entregarme una y
luego se queda una para sí mismo―. Le dijeron que se asegure
personalmente de que te satisfaciera con lo que quisieras. Por suerte
para ti, comparte tu gusto por la cerveza.
―¿De verdad? ¿Quién le dijo que hiciera eso?
―Mi nieto.
Mi corazón se calienta. Y quiero patearme porque podría haber
tenido alitas de pollo después de todo.
―Jake siempre va más allá para asegurarse de que sus...
invitadas... sean atendidas. Por lo que puedo decir, él no te ha
tratado diferente. Así que imagínate mi confusión cuando me dices
que es un imbécil.
La sangre me inunda la cara. Al escuchar esto, siento que soy la
verdadera imbécil. Pero mi obstinado orgullo me tiene aferrada a
cualquier cosa para ayudar en mi defensa.
―Aún tiene que decirme algo bueno. Ya sabes, él ni siquiera me
dijo que me veía bonita. Él dijo: ‘Lo harás’.
―¿Realmente necesitas que te digan que eres bonita?
―Sí ―digo inexpresiva.
―Ya veo.
―También me dijo que me presentaría a Ed. Incluso hacer que
me toque una canción. Él tampoco ha hecho eso.
―¿Ed?
―Ed Sheeran. El cantante. Está aquí. En tu fiesta ¿Dónde has
estado?
Él me ignora mientras derrite la mantequilla en una sartén.
―Escuché que tuviste un problema con Briggs esta noche.
Me estremezco ante el recordatorio.
―Algo como eso.
―¿Te gustaría hablar de eso?
―Claro que no.
―¿Estás bien?
―Segura que lo estoy.
Me dispara una crítica mirada y luego toma un cuchillo para
cortar la hogaza de pan recién horneado a mi lado.
―Tengo la sensación de que si te pido que me digas la verdad
sobre el motivo por el que estás aquí, lo harás.
―Todo lo que tiene que hacer es preguntar.
Arroja el pan en la sartén. Untado con queso. Agrega algunas
especias. Todo mientras lo veo trabajar. Bebiendo mi cerveza.
Disfrutando de un silencio cómodo con un hombre con el que nunca
pensé que disfrutaría un silencio cómodo.
―Come primero. Entonces podemos hablar. ―Pone un plato
frente a mí.
Él me preparó un sándwich de queso a la parrilla.
Lloraría si no tuviera tanta maldita hambre.
En cuestión de minutos, he devorado todo.
―Eso estuvo delicioso.
―Lo sé.
Le sonrío al engreído hombre. Sorprendentemente, me devuelve
la sonrisa. Y como Jake, es increíblemente guapo cuando sonríe.
―Entonces quieres la verdad... ¿por qué? ¿Qué importa?
―pregunto, apoyando mi codo sobre el mostrador y poniéndome
cómoda.
―No importa. Jake es un hombre adulto. Él puede hacer lo que
quiera. Tengo curiosidad. Y no puedo obtener respuestas de él, así
que te pregunto.
Tomo un trago de mi cerveza. Con eso, encuentro un poco de
coraje.
―¿Puedo ser franca con usted, señor Swagger?
―Te agradecería mucho si lo fueras.
―Estás lleno de mierda.
Su frente se levanta. Antes de que él pueda decir algo, continúo.
«No me buscaste para hacerme un sándwich. Al igual que no dejaste a
tus invitados solo para saciar tu curiosidad. La verdad es importante para
. Y si quieres que yo sea quien te la dé, entonces necesitaré saber la
verdadera razón de por qué.
Él curva sus labios en una sonrisa torcida.
―Pequeña cosa perceptiva, ¿cierto?
―No. Soy realmente entrometida.
Él no dice nada por varios momentos. Entonces, como si hubiera
decidido no importarle nada, se a oja la corbata y se reclina en su silla.
―Jake nunca actúa por capricho. Su estrategia es estar tres pasos
adelante en todo momento. Es así de meticuloso. Siempre lo ha sido.
Conozco a mi nieto lo suficiente como para saber que nunca fuiste
parte de su plan. Él actúa como si no tuviera más remedio que
traerte aquí. Y necesito saber por qué el hombre al que estoy a punto
de dar mi compañía está actuando de forma tan extraña.
―Guau. Sí. Buena pregunta. Me pregunto por qué no solo le
diría la verdad en lugar de arriesgarse a dudar de su capacidad para
dirigir su empresa.
―Probablemente porque él no sabe que se la dejo a él.
Casi me caigo de mi taburete.
―¿Qué? ¿Él no lo sabe?
―No. Y te agradecería que lo mantuvieras entre nosotros.
¿Por qué debe él cargarme con un secreto tan grande? Casi me matará
mantener esto. Como, literalmente, tomar toda mi fuerza de voluntad para
no cantar, “Sé algo que no sabes”.
―Entonces, si él no sabe que le estás dando la compañía, ¿qué
cree que sucederá cuando te retires?
―Él supone que seguiré siendo el único propietario y después
dejaré al consejo dirigir la compañía por mí. Pero la única forma de
que me retire completamente es irme por completo. Así que planeo
darle la propiedad exclusiva y él puede decidir si quiere designar un
consejo, dirigirla él mismo o fusionar su compañía con la mía.
―Espera. ¿Ustedes no trabajan juntos?
―Somos dos empresas separadas. Él invierte en las ideas de las
personas. Compra corporaciones enteras. Su pasión es ayudar a las
personas. El mío es el dinero. He trabajado mucho toda mi vida para
que algún día pueda disfrutar los frutos de mi trabajo. Pero no
quiero ver todo por lo que he trabajado sin mi liderazgo. No veo a
Jake renunciando a su compañía para dirigir la mía, pero no tengo
dudas de que se asegurará de que la compañía continúe
prosperando bajo su propiedad y la dirección de la junta designada.
Él no fallará. Él no sabe cómo.
―¿Pero y si él dice que no? ¿Que él no quiere la compañía?
Él se ríe de eso.
―El poder es algo muy adictivo, Penélope. Jakes lo posee ahora,
pero con mi compañía, él lo definirá. Y él tendrá mi compañía y todo
lo que conlleva. Nada de lo que diga cambiará mi opinión sobre eso.
Pero saciará mi curiosidad. Y aunque dudes que esa sea mi razón
para estar aquí, puedo asegurarte que no es así. Solo quiero saber la
historia detrás del comportamiento inusual de mi nieto.
Suspiro. ¿Por qué no podría haber nacido en una familia
adinerada? Jake tiene tanta suerte. Él va a ser un multimillonario.
Gracias a mí. Y no obtendré nada.
La historia de mi vida.
―Está bien, Abuelito. Te lo diré. —Señalo con mi dedo hacia él―.
Pero si lo hago, entonces me debes una.
Él asiente una vez.
―Muy bien, señorita Hart.
―Bueno... creo que debería comenzar desde el principio.
Entonces deberías ponerte cómodo. Y probablemente tomar otra
cerveza.
17 King-High- flush: Un color es una mano de póker que contiene cinco cartas del
mismo palo, no todas de rango secuencial, indica que la carta más alta del grupo
es el rey. Se clasifica debajo de full house.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Estoy tan enamorada.
Vamos de regreso al hotel, y realmente estoy considerando dejar
que Jake lo ponga en mi trasero. Quiero decir, si él quiere. Porque
después de la noche que tuvimos… ¿Cómo no hacerlo?
Él dijo que lo amaría.
Lo hice.
¿Por qué?
Porque este hijo de perra me llevó a danza irlandesa.
Si.
Él.
Lo hizo.
Reservó una clase. Con un bailarín irlandés profesional. Y yo,
junto con otro diez, nos ganamos un certificado por completar nivel
intermedio de danza en Acreas Irish Dance Academy.
¿Pero la noche paró ahí?
No.
Nuestra siguiente parada fue cenar. Pero no cualquier cena. Fue
una cena y un espectáculo de improvisación. Donde tuvimos que
actuar diferentes escenas de diferentes eras mientras comíamos... no
vas a creer esto… alitas de pollo.
Luego fuimos a un pequeño bar que tenía luces de navidad
colgadas en el techo y pisos de concreto y un viejo traga discos y solo
servían cerveza. Ni ninguna cerveza elegante. De lo bueno —
Budweiser.
Y jugamos billar.
Y jugamos dardos.
Y si hubiera habido alguien ahí, nos hubiéramos metido en una
pelea con ellos.
Fue perfecto.
Jake Swagger es perfecto.
¿Esta noche?
Perfecta.
Y la noche sigue siendo muy joven.
Llegamos a nuestro hotel y Jake está en modo Ese Hombre,
poderoso. Un poco arrogante. Camina con su barbilla levantada.
Espalda recta. Consiente de todo a su alrededor. Cortésmente
ignorando las miradas. Ofreciendo un asentamiento cortes en los
momentos adecuados. Pareciendo más alto siempre que le llaman,
Sr. Swagger.
Bienvenido, Sr. Swagger.
Nos complace que este aquí, Sr. Swagger.
Las escaleras están de este lado, Sr. Swagger.
Dieciocho pisos de escaleras más tarde, a los que no le pedí que
me cargara porque juro que flotaba todo el tiempo, y estamos en
nuestra habitación que parece el Pent-house Suite en el Caesar
Palace en Las Vegas. No es que hubiera estado ahí, pero había visto
The Hungover. Lo único que le falta a la habitación es Mike Tyson en
el piano y un tigre en el baño.
Ni siquiera sabía que Topeka, Kansas ofreciera habitaciones tan
lujosas. Aunque, no dudaría que Jake hubiera llamado antes y
hubiera hecho que lo construyeran solo para él.
Cuando la puerta de nuestra suite se cierra y el molesto topo que
nos siguió por la mansión en miniatura para ver si todo cumplía
nuestras necesidades giré a Jake y moví mis pestañas.
—¿Estamos solos ahora Sr. Swagger?
Sus ojos me acarician de cabeza a los pies.
Doy un paso al frente y coloco mi mano sobre su pecho. Con un
suave empujón, lo hago hacia atrás. Cuando sus rodillas tocan la
cama, se sienta.
—¿Le gustaría follarme, Sr. Swagger?
Mirando mis senos que ahora están a nivel de su vista, se lame el
labio superior luego lo coloca entre sus dientes.
Me pongo de rodillas y atrevidamente lo siento sobre sus
pantalones antes de bajar su cierre. Lo libero e inhalo su limpio
aroma masculino que es él y un toque de colonia. Su polla se
endurece en un instante. Volviéndose más ancho. Largo. Grande
hasta que la piel que cubre su autobús escolar está a solo un pelo de
mis labios.
—¿Puedo lamer su polla, Sr. Swagger?
Él gruñe.
—No digas polla, Penelope.
Beso la punta de él. Todo su cuerpo se sacude y alzo la vista
desde abajo de mis pestañas sintiéndome orgullosa.
—¿Le gustaría que usara el termino medico apropiado, Sr.
Swagger?
—No te atrevas.
—Pe…
Di pene.
Hazlo.
Hazlo ahora.
¿Has notado como tus labios se separan y tu boca se abre en la peee?
Bueno, ese fue el momento exacto en que la polla de Jake se hizo
camino entre mis labios.
Me quedé sin opción más que dejar mi boca abierta. Es eso o
arriesgar que tire mis dientes delanteros con ese enorme cañón de
polla que tiene.
Gimo alrededor de él.
Lo tomó un poco más profundo.
Recuerdan que tengo una terrible arcada.
Me hago para atrás para que trabaje en su cabeza con mi lengua.
Labios. Mano. Y juzgando por sus gruñidos y gemidos, debo de
estar haciendo algo bien.
Algunas chicas pueden mamar polla todo el día. Ellas solo lo
aman. ¿Todas esas heroínas en las novelas de romance? Oh, ellas
hacen sonar que mamar polla es la cosa más maravillosa en el
mundo.
No soy una de esas chicas.
Por más caliente que es tenerlo en mi boca, prefiero ser egoísta y
tener su boca en mí. Así que, tan agraciadamente como puedo, subo
por su regazo y me coloco en sus muslos. Colocando mis manos
detrás de su cuello y me froto contra su pene. Se siente tan bien.
Estoy segura que puedo terminar así. Tan segura que por un
momento, estoy tan concentrada en hacerme sentir bien que olvido
donde estoy. La manera en que me dice niña. Me hace sentir tan…
sucia. Y me gusta lo sucio.
Levanto mi cabeza para encontrar sus ojos sobre mí. Salvaje con
fuego y pasión.
—Háblame Jake.
—¿Te gusta cuando hablo contigo?
—Si. —Froto mis caderas un poco más fuerte contra él—. Joder,
sí. Háblame sucio. Hasta sentir sucia. Por favor. Solo… quiero
decir… no me llames nombres, o me golpees en la cara o lo que sea.
Puedes golpear mi trasero. Si quieres. No lo sé. Dime que hacer. Soy
tan estúpida. Debería callarme.
—Calla Penelope, a menos que quieras tu boca llena de nuevo.
Me estremezco. Asiento. Hago todo lo que puedo para decirle
que ese es el tono, palabras y suciedad que quiero que use conmigo
sin hablar. Porque él me dijo que no. Y quiero ser una buena sumisa
falsa y escuchar.
—Ponte de pie.
Me toma un segundo hacerlo, pero finalmente logro apartarme
de su regazo y me paro frente a él. Él no me toca pero el ver sus
manos tan cerca, ahí sin moverse en sus muslos, tiene a mis caderas
acercándose a él por su cuenta.
—Desnúdate para mí.
Parpadeo.
—Um. ¿Qué haga qué?
—Desnúdate para mi Penelope. Quiero verte desnuda.
Puedo hacer eso.
Seguro.
Doy un paso hacia atrás de él y me saco el suéter. Sus ojos
permanecen en los míos en lugar de caer a mi sujetador de encaje
negro, uno de los que son de corte tan bajo, que la parte de arriba de
mi pezón es visible. Miro hacia abajo para ver si algo está mal. Ver si
existe alguna razón para no mirar. No encuentro nada.
Saco el pensamiento y muevo mis pulgares a mis mallas. Solo
cuando están en mis rodillas me doy cuenta que tengo las botas
puestas. Así que intento usar el tacón de una bota para sacar la otra.
Cuando no funciona, salto en un pie. Diecisiete horas más tarde, y he
logrado sacarme a los bastardos de mi pie.
Luego me colocó frente a él.
Sujetador.
Bragas.
Escalofríos… por todos lados.
—Eres una vista maravillosa, señorita Hart. —Jake se toma unos
segundos más para observarme, luego se levanta.
Esta frente a mí.
Miro hacia arriba.
No nos estamos tocando.
Y la falta de contacto hace las promesas de lo que se acerca más
emocionante.
—No quiero apresurar esto. —Sus dedos acarician mi frente y
por un segundo, pienso que está hablando de algo más, que quizás
no quiere apresurar esto entre nosotros. Juntos. Esta cosa, lo que sea
que es, entre nosotros que se ha estado construyendo desde la
primera vez que me encontró en su departamento. Pero luego aclara
a lo que se refiere, y aunque mi cuerpo odia la idea, mi corazón cae
un poco.
—Quiero tomarme mi tiempo contigo esta noche. Tocarte en
todos lados. Besar donde te toco. Hacerte el amor por horas hasta
que no puedas pensar…
No pueda caminar.
—…No puedas recordar nada más que sentir cuando estaba
dentro de ti.
Estoy segura que no olvidaré si me folla por horas.
Da un paso hacia atrás, así que puede admirarme por completo.
—Sácate las bragas.
Dios mío ayúdame, dijo bragas.
Hago lo que dice. Incluso logro hacerlo agraciadamente. Incluso
se ve sexi.
Sus ojos están sobre mi sexo.
—¿Tu coño esta mojado para mí, Penelope?
—Podría estar más húmedo. —digo, esperando que entienda
que en realidad estoy sugiriendo que coloque su boca en este.
Sonríe, diciéndome que lo entiende.
—Ahora tu sujetador.
Frunzo el ceño.
—De verdad, de verdad, apesto a hacer esto. Es claramente nada
atractivo. Como que lo tengo que sacar sobre mi cabeza porque
lastima mis hombros el…
Dejo de hablar cunado mueve la mano detrás de mí y suelta el
seguro con un movimiento de sus dedos, sus ojos nunca dejando los
míos. Sus dedos sin tocar mi piel.
Mierda es bueno.
Bajo los hombros y el material cae. Estoy desnuda. Él no. Estoy a
punto de decirle cuando dice.
—Desvísteme.
Desvestir a Jake Swagger es como desenvolver un regalo de
navidad que has esperado todo el año. Y una vez que lo
desenvolviste y volviste a envolver para que sepas estas adentro. No
hace el volver a desenvolver una segunda vez y jugar con este
menos emocionante.
Además, como un regalo de navidad, me tomé mi tiempo al
inicio, removiendo su camisa lentamente. Pero no me toma mucho
antes de volverme impaciente, y pronto estoy arrancando sus ropas
aceleradamente para llegar a las partes con las que quiero jugar.
Jake gloriosamente desnudo esta frente a mí. Es cincelado a la
perfección y bronceada piel sobre músculos duros. Mi boca se hace
agua. Dedos exploran. Bocas se besan hasta que gruñe s impaciencia,
tomando su mano por mi cintura y llevándome hacia él.
Calor.
Labios.
Lengua.
Manos.
Gemidos.
Amor.
Mi corazón siente su toque tanto como mi cuerpo. La manera en
que acaricia. Posee. Besa. Adora cada centímetro disponible para él
mientras nos paramos. Y cuando no puede tomar otras partes de mi
en esta posición, me carga, gira, recuesta y me toca en todos lados.
Besa mis dedos.
Mis rodillas.
Los huesos de mi cadera.
La línea de costillas que está expuesta cada que dejo escapar una
respiración temblando.
Luego me mira, oscuro. Eterno. Hambriento. Enamorado. Solo lo
suficiente para decirme.
—Termina todas las veces que quieras. —Antes de abrir mis
piernas y hundir su rostro en mi coño.
Como si pudiera contenerme.
Él hace esa gura de ocho con su lengua hasta que mi espalda se
arquea de la cama mientras me folla con sus dedos. Luego su boca se
de ene en mi botón de nal.
Si.
Dije botón de final.
Porque cuando succiona fuertemente y mueve su lengua
rápidamente sobre de mi clítoris, es decir mi botón de final, adivina
que.
Termino.
Disminuye la presión. Baja su paso hasta que floto de regreso a
la galaxia a la que me envió. Cuando ya no soy un tembloroso
gimiente desastre, repite lo que hizo.
La figura del ocho.
Succionar.
Mover la lengua.
Empujón con los dedos.
Y termino.
Después de que volví a unirme a los vivos, reinicia el proceso.
No estoy segura de que pueda soportarlo. No el orgasmo, por
supuesto. Quiero decir, tomaré todos los que quiera darme. Pero
hablo sobre el vacío que siento sin él dentro de mí. Así que suplico.
—Por favor Jake. Fóllame. Lléname. Necesito sentirte.
—Y yo necesito probarte.
Es todo lo que dice antes de llevarme a otro orgasmo, esta vez
tomando un poco más de tiempo ahora que mi clítoris se siente casi
entumecido.
Luego finalmente, lo siento, todo de él. Solo él. Sin condón. Sin
barrera. Se deslizo hacia mi húmedo calor, piel con piel y estira hasta
que esta clavado profundamente y todo los fuegos que habían
muerto hace un momento se convirtieron en un infierno.
Las cosas que dice mientras me hace el amor…
—Eres tan jodidamente hermosa.
—Te sientes como jodido satín.
—Tu coño es perfecto.
—Tú, Penelope Hart, eres perfecta.
La manera en que me toca…
Su pulgar rozando mi frente.
Sus dedos clavándose en mis caderas.
Caderas girando para encontrarse con las mías.
Labios besando mis labios.
Mi mandíbula.
La punta de mi nariz.
La manera en que me mira.
Como si fuera algo precioso.
Soy bonita.
Soy suya.
Como si supiera que lo amo.
Como si supiera que yo sé que me ama también.
Todas estas cosas hacen este momento tan aterrador como
especial. Porque no estoy segura a donde vamos de aquí. Que iremos
más lejos de… esto.
Dos personas haciendo el amor en una manera en que dos
personas no deberían a menos que estén listos para comprometerse a
algo más. Pero ¿puede él comprometerse? ¿Lo hará? ¿O seré
obligada a darle un aviso? A demandarle que me diga cómo se siente
para que podamos dar el siguiente paso, o el irme porque no puedo
estar con él sí solo existe esto.
—Deja de pensar Penelope. —La demanda de Jake es entregada
con un movimiento de sus caderas que me tiene olvidando
temporalmente quién demonios soy. Cuando recuerdo, empuja mi
rodilla hacia mi cabeza y dejo escapar un gemido. Pero sigo
pensando. Y estoy jodidamente segura que él sabe en qué estoy
pensando. Y por alguna razón, quiero que sepa que no voy a dejar ir
eso. Que vamos a hablar sobre toda esta mierda que no se está
diciendo.
Mis ojos se abren y me encuentro con su mirada centrada en la
mía. Miro sus labios separados por un segundo antes de volver me a
encontrar con sus ojos. Su mirada me suplica que olvide. Y lo voy a
hacer, por ahora. Pero primero, le digo las mismas palabras que
Scarlet dijo en Lo que el viento se llevó, segura de que no entenderá la
referencia, pero entenderá el significado.
—Mañana. Pensaré en eso mañana. ¿Está bien?
Sonríe. Me folla fuerte. Y antes de que el placer me consuma y
me vuelva a expulsar de la realidad, responde con la versión de Jake
Swagger de la versión de la famosa frase de Rhett Buttler.
—Francamente querida, me vale mierda.
CAPÍTULO VEINTISEIS
El sonido que hago cuando Jake sale de mí es una larga y gutural
canción mejor descrita como gimoteo-maullido-resoplido-gemido-
mugido-siseo.
Espero que Jake se ría. Suelte una risita. Sonría con suficiencia.
Muja. Algo. En su lugar, dice:
—Lo haré mejor, nena.
Aparta el cabello de mi cuello, lo empuña y tira gentilmente para
reposicionar mi cabeza para tener mejor acceso a mi hombro. Luego
besa mi piel expuesta hasta mi oreja.
—¿Baño o ducha?
Gruño.
Esta vez, sí suelta una risita.
—¿Mi elección, entonces?
Gruño.
—Baño será. —Se levanta y me alcanza, luego me alza de la
cama en sus brazos. Camina conmigo envuelta a su alrededor como
un mono. Inhalo su esencia. Jabón. Limpio. Masculino. Rico. Gah,
Penelope. ¿Podrías ser más superficial? Probablemente no. Pero rico
tiene olor. Y es Jake Swagger.
Abro mis ojos y el lado de su fuerte cuello me devuelve la
mirada. Un sola y gruesa vena pulsa bajo su piel. Barba incipiente
oscurece su carne perfecta. Tengo la urgencia de sacar mi lengua y
lamerla. Cuando lo hago, encuentro que mi lengua es demasiado
corta y soy demasiado perezosa para acercarme más.
Tengo que hacer pis.
La urgencia es tan repentina y fuerte que aprieto todo para
evitar darle una lluvia dorada. Jake aprieta su agarre en respuesta.
Lo cual solo añade presión en mi vejiga.
Y si presiona un poco más fuerte…
Oh, querido Señor, por favor, no permitas que me haga pis sobre este
hombre.
Jake besa mi frente y los pequeños vellos en su barbilla hacen
cosquillas en mi nariz. Está de un humor generoso porque sus labios
van a mi sien. Esos vellos todavía hacen cosquillas. Ahora quiero
estornudar.
Y si estornudo…
Oh, querido Señor, por favor, no me permitas estornudar y hacer pis
sobre este hombre.
Estamos subiendo las escaleras ahora. Olvidé que esta suite tenía
una segunda planta. Alberga la suite principal. Y adjunta a la suite
principal está el baño principal.
Lo cual es donde me está llevando.
Porque estúpidamente le dejé escoger un baño sobre una ducha.
Y la única bañera está arriba.
Y con cada paso, mi vejiga se siente como si estuviera siendo
tirada como una pelota.
Creo que está haciendo esta mierda a propósito.
Y si no se detiene…
Señor. Soy yo de nuevo. Por favor, teletransportanos lo más cerca del
váter para que no tenga que hacer pis sobre este hombre.
—¿Sobre qué estás rezando?
¿Por qué no puedo hacer nada bien?
Mis ojos se cierran y no digo nada.
No hay maldita manera que tome tanto tiempo llegar a una
maldita bañera.
Jake disminuye su paso.
—Háblame, hermosa.
—Estoy a punto de hacerme pis encima de ti si no me llevas al
baño.
Se detiene por una fracción de segundo antes de acelerar su
paso.
—Por toda la mierda, Penelope. Podrías haberme dicho eso en
lugar de rezar sobre ello.
—¿Sí? Bueno, no era algo que quisiera admitir.
—Pues una lluvia dorada es algo que no quiero.
—Entonces te sugiero…
Mis palabras son interrumpidas cuando sin ceremonia me deja
caer sobre el váter. El movimiento es más de lo que mi vejiga puede
soportar y estoy haciendo pis en el momento en que mis nalgas
golpean la porcelana. Cuando se endereza, alzo mis ojos y una de
sus cejas está levantada.
—¿Qué? Te dije que tenía que hacer pis.
Hmm… ¿me pregunto si es por eso que mi orgasmo fue tan intenso?
Creo que fue Christian Grey quien nos enseñó que correrse con
una vejiga llena era mejor que correrse con una vacía. Maldición si
no tenía razón.
Gracias, E.L. James. Estoy para siempre en deuda contigo.
Todavía estoy haciendo pis. Jake me ha dejado sola y cerrado la
puerta. Este baño, como el de su apartamento, tiene un váter que
está separado del resto del baño. Incluso tiene un estante con
revistas. Y un iPad. Lo cual es jodidamente loco porque la gente
como yo podría estar tentada a robarlo. Pero incluso con todos sus
accesorios, el pequeño espacio es un poco claustrofóbico. Y tengo
curiosidad sobre lo que Jake está haciendo.
Estiro mis dedos y puedo alcanzar el pomo de la puerta. La abro
para encontrarlo de pie con sus manos en sus caderas, desnudo,
mirando a la bañera mientras se llena con agua. Mis ojos se centran
en el vello oscuro que baja por su V.
Quiero lamer sus abdominales.
Su polla.
Sus jodidas rótulas si eso es lo que le excita.
—¿No crees que es raro hacer pis con la puerta abierta? —
pregunta, una sonrisa torcida en su cincelado, guapo y
maravillosamente follable rostro.
—¿Tú sí?
—No. Pero las mujeres normalmente lo hacen. Por otro lado,
eres bastante inusual.
—Lo soy.
—¿Cómo es que todavía estás haciendo pis?
Me encojo de hombros.
—Debo tener una vejiga extendida.
Gime.
—No digas vejiga extendida, Penelope.
—Es el término médico apropiado, Jake.
Me nivela con una mirada. Milagrosamente, dejo de hacer pis.
—¿Y si tengo una piedra en el riñón? —Tan pronto como la idea
cruza mi mente, estoy tomando el iPad del pequeño estante para
revistas junto al váter y tecleando mis síntomas en el motor de
búsqueda.
—No tienes una piedra en el riñón.
—Doctor Google dice que tengo una piedra en el riñón.
—El doctor Swagger dice que bebiste tres copas de champán en
el auto antes de tomar una polla muy grande que te distrajo de todo
excepto del mejor orgasmo de tu vida, lo cual te dejó débil y resultó
en la repentina consciencia de que tenías que hacer pis debido a… —
chasquea la lengua, luego me dispara con su pistola de dedos—…
tres copas de champán. No una jodida piedra en el riñón.
Solo lo miro. Y parpadeo. Una vez. Dos.
Sí. Eso tiene más sentido.
Por supuesto, no voy a decirle eso. En su lugar, cierro la puerta
porque quiero leer más sobre las causas de mi diagnóstico: vejiga
hipertrófica. Y porque hacer pis es una cosa, pero una verdadera
dama no se limpia en presencia de otros.
Cuando he terminado y me he convencido que, a pesar de lo que
dice el doctor Google, no estoy experimentando los estadios finales
de un fallo renal, me levanto. Termino sentándome de nuevo y
teniendo que intentarlo de nuevo, luego otra vez, antes de estar
firme sobre mis pies.
Estoy contemplando si poner mi pie sobre el váter para tener
una mejor mirada del daño a mi vagina, luego preguntar al doctor
Google qué piensa, cuando la puerta se abre.
Jake me mira. Claramente divertido.
—¿Qué estás haciendo?
—Bueno, te diré que me alegro de lo que no estaba haciendo,
considerando que acabas de irrumpir aquí sin tocar.
Hablo en serio. Pero está luchando con una sonrisa. Finalmente,
se rinde y se extiende por su rostro.
—Vamos, chica linda. Tu baño está listo. —Toma mi mano y
floto detrás de él. Podría estar llevándome al borde de un acantilado.
Al lado de un puente. Al fuego del infierno, y estoy bastante segura
que iría voluntariamente. Todo porque me llamó linda.
Soy tan inocente.
Y ha añadido otro “debe tener” a la lista de Ese Hombre.
Las luces son tenues. Música suave se reproduce, apenas audible
sobre el zumbido del jacuzzi. Hay velas alineadas al borde de la
bañera. Respiro hondo, inhalando el aceite de baño con esencia a
lavanda y una silenciosa paz se asienta en mi alma.
Hay pocas veces en mi vida cuando no he querido hablar. Esta
es una de ellas. No quiero que nada, ni siquiera el sonido de mi voz,
ni siquiera el sonido de la suya, amenace la tranquilidad de este
momento.
Pero entonces habla.
Y respondo.
Y el momento se vuelve incluso más perfecto.
—Eres hermosa cuando estás feliz.
—Siempre estoy feliz.
—Siempre eres hermosa.
Me desmayo tan fuerte que estoy segura que mi rostro se
hubiera encontrado con el suelo si las manos de Jake no se hubieran
posicionado sobre mis caderas. Grandes manos que se deslizan por
mis costados. Manos masculinas se extienden por mi estómago.
Manos codiciosas palmean mis pechos desnudos como si el no
hacerlo fuera un pecado.
Jake coloca mi mano en la suya y la levanta a su boca. Besa la
punta de cada dedo. Quemándome con esos ojos grises-verdes-
azules mientras me guía al lugar de la bañera que no está decorado
con velas.
El agua está caliente, pero no de forma insoportable. Intento
reprimir un gemido cuando me sumerjo en el baño muy aceitado, y
lo encuentro imposible. Mi labio inferior tiembla ligeramente y
exhalo un medio sollozo/medio gemido.
Incluso con mis ojos cerrados, soy consciente de Jake parado a
mi lado. Quiero mirar, pero hacerlo es lo que me llevó aquí en
primer lugar. La última cosa que necesito es que mi codiciosa vagina
se anteponga a mi cerebro una vez más.
El gran cuerpo de Jake se despliega alrededor del mío. Mis
manos descansan en sus poderosos muslos mientras se acomoda
detrás de mí y me recuesta contra él. Hunde una esponja en el agua,
luego la sostiene sobre mis pechos y la aprieta, mojando mi pecho
antes de acariciar la piel.
Después de haber hecho eso varias veces, y que esté casi
comatosa, enreda sus dedos en mi cabello y masajea mi cuero
cabelludo. Respiro por mi nariz. Inhalando la esencia a lavanda en
mis pulmones y sintiendo su efecto calmante esparcirse por mi
cuerpo.
Ni siquiera me doy cuenta que me he quedado dormida hasta
que me despierto de un sobresalto por esos dedos que ya no están
sobre mi cuero cabelludo, sino que en cambio sobrevuelan por los
sensibles labios de mi coño.
—Relájate. —Me tranquiliza, moviendo su nariz a lo largo de la
línea de mi cabello—. Amo la forma en que hueles.
¿Dijo amo?
Dijo amo.
Esta es la segunda vez.
Dije que esperaría hasta mañana.
Pero no puedo evitarlo.
Tengo que preguntar.
—Estoy haciendo que te enamores de mí, ¿no es así?
Jake Swagger no se asusta fácilmente. Ni detiene a sus dedos de
moverse arriba y abajo por mi hendidura. Pero se divierte
fácilmente. El bajo y profundo retumbo de risa contra mi espalda lo
prueba.
—¿Cuán dolorido está tu coño?
¿En serio?
—Hablando sobre arruinar un momento…
—No me di cuenta que estábamos teniendo un momento.
Responde a mi pregunta.
—¿Qué pregunta? —cuestiono solo porque me gusta la manera
en que mi espina dorsal cosquillea cuando dice “Coño”.
Debe saberlo. Hace esa baja risa de nuevo. Entonces desliza su
dedo entre mis labios y empuja la punta en mi interior. Estoy
hinchada y sensible y húmeda y no es solo por el agua. Con sus
labios en mi oreja, susurra la pregunta de nuevo:
—¿Cuán dolorido está tu coño, Penelope?
Quiero decir algo sexy. O tal vez algo que me ganará algo de
dulce atención como mi gimoteo-maullido-resoplido-gemido-
mugido-siseo me consiguió este baño a la luz de las velas. Pero esa
endurecida secuoya en la parte baja de mi espalda me disuade.
—Está dolorido.
—Hmm. —Tararea contra mi oído—. ¿Deliciosamente dolorido?
—¿Qué? No. No hay tal cosa como deliciosamente dolorido
cuando te estás refiriendo a un completamente destruido coño.
Gime y balancea sus caderas contra mí.
—No digas coño, Penelope.
—Eso es lo que dijiste cuando lo llamé vagina.
—Bueno, oírte decir coño me hace querer levantar tu pequeño
culo sobre mi regazo y hundir mi polla en tu dulce e hinchado coño.
—Mi dulce, hinchado y destruido coño.
—Por toda la mierda, mujer.
—¿Qué? Todo lo que dije fue…
—No. Deja de hablar. Solo estate quieta y callada e intentaré
hacer esto lo menos doloroso posible.
Me levanta sobre sus muslos y entro un poco en pánico,
agarrando los lados de la bañera e intentando salir de su abrazo
mientras murmuro un tembloroso:
—No, Jake. Basta. No puedo.
—Calma, nena. —Sus palabras son tan suaves. Entrelazadas con
ternura y una pizca de lamento—. No intento follarte. —Besa ese
mismo camino por mi hombro y mi cuello que él tiende a hacer
mucho. E igual que cada vez, me derrite—. Solo quiero acabar lo que
empecé.
¿Qué diablos signi ca eso?
Lo averiguo cuando agarra la esponja y la desliza sobre mi sexo,
que ahora solo está parcialmente bajo el agua. Y él…
Vaya.
Sí.
La mayoría de los héroes obsequian a sus heroínas una cálida
toalla después del sexo. O una camiseta. O las dejan pegajosas para
que huelan como ellos. Lo cual es jodidamente asqueroso.
¿Pero Jake Swagger?
Hace más que lo esperado.
Conseguí un baño. Velas. Masaje de cuero cabelludo. Y una
jodida limpieza vaginal. Está limpiándome de la manera más
deliciosa e íntima. Claro que probablemente es por la culpa por
destrozar mi coño más que por el deseo de ser dulce.
—¿Por qué estás haciendo esto?
—¿Haciendo qué?
Muevo mi mano alrededor de la habitación, luego por mi
cuerpo.
—Esto.
—¿Cuidándote?
Mi corazón salta y no puedo hablar. Así que simplemente
asiento.
—Estoy haciendo esto —imita el movimiento de mi mano—,
porque te dije que me ocuparía de ti. Soy un hombre grande que no
es suave durante el sexo. Nunca lo he sido. Debería haberlo tomado
lento contigo. Haber sido tranquilo. Negártelo incluso cuando
rogaste. Pero hay algo sobre tu travieso y pequeño cuerpo que me
hace perder el control.
Sostiene la esponja sobre mi sexo y la aprieta. El agua se siente
como satén mientras cae en cascada sobre mi hendidura desnuda y
sus labios son muy suaves cuando van de mi cuello a mi hombro.
—Amo cómo tomas todo de mí. Cómo gritas mi nombre cuando
te corres. Cuán dulce es tu sabor. No puedo resistirme a ti. Siempre
espero que me rechaces, pero nunca lo haces. Me dejas tomar lo que
quiero. Confías en que lo haré bien para ti. Este soy yo no
rompiendo esa confianza.
Oh, Dios mío, eso es simplemente… hermoso.
Y por supuesto, tengo que decir algo para joderlo.
—Olvidé preguntar, pero ahora que lo pienso, no tienes ninguna
enfermedad, ¿cierto? Porque no te pusiste condón. Y si empieza a
picarme en lugares donde no debería… bueno… quiero decir, eso va
a romper mi confianza.
Se ríe.
—Realmente sabes cómo arruinar un momento.
Giro para enfrentarlo, salpicando agua sobre el borde de la
bañera, pero demasiado emocionada para importarme.
—¿Estábamos teniendo un momento?
—No uno que me importe recordar ahora que has hablado
acerca de picar. Y para responder a tu pregunta, no. No tengo
ninguna enfermedad. —Debe pensar que estoy a punto de decir algo
estúpido, porque rápidamente cambia de tema—. ¿Qué tal un
brindis?
Agarra dos copas del lado de la bañera, luego me entrega una
con un guiño.
—Vino. Porque sé cuánto lo amas.
Pongo mis ojos en blanco.
—Sabes que odio el vino.
—Compláceme.
Lo huelo como si supiera lo que estoy haciendo. Huele bien,
pero arrugo mi nariz solo para ser una imbécil.
—¿Por qué estamos brindando?
—Por lo que sea que quieras.
Sus ojos se arrugan. Quiero brindar por el amor. Por nosotros.
Por casarnos y tener hijos y envejecer juntos. Pero eso parece un
poco intenso para este momento. Además, prometí que esperaría y
pensaría sobre ello mañana.
Así que sonrío, levanto mi vaso y brindo por la siguiente mejor
cosa.
—Por mantenerse positivo y dar negativo.
CAPÍTULO VEINTISIETE
—Ohh, qué dulce.
Jake gruñe y abro un ojo para ver a Cam tumbado al pie de la
cama sonriéndonos. Le devuelvo la sonrisa porque... bueno, porque
estoy jodidamente feliz. Como si, ni siquiera supiera que era la
felicidad hasta que conocí a Jake Swagger, quién se sienta de repente
y me mira para asegurarse de que estoy cubierta ante la vista de
Cam.
Me caliento completamente.
—¿Cómo demonios entraste aquí? —refunfuña Jake, cayendo
sobre su almohada mientras aprieta su agarre sobre mí.
—Tengo mis formas.
—¿Quieres decir que encandilaste a la mucama para que te
dejara entrar?
—Eso es exactamente lo que quiero decir. —Cam me hace
cosquillas en los pies y los aparto, plantando mi talón en la espinilla
de Jake.
—Por el amor de Dios... Cam vete para que podamos
levantarnos.
—¿Quieres decir que Penelope pueda levantarse sin que yo la
vea desnuda?
—Eso es exactamente lo que quiero decir. —Jake saca el pie, pero
antes de entrar en contacto con la entrepierna de Cam, se mueve y
sale de la habitación silbando una canción como si fuera la persona
más feliz del mundo.
No lo es.
Yo lo soy.
Realmente siento pena por todos los que se despertaron esta
mañana y no eran yo.
Seriamente. Lo siento por ti.
—Lo siento, cariño. —Los labios de Jake en mi hombro desnudo
tienen fuegos artificiales explotando en mi pecho y el área de la
ingle. Me giro y me acurruco contra él. Entierra su nariz en mis rizos
e inhala—. Tu cabello huele tan bien.
—Deberías oler mi aliento.
Siento su sonrisa.
—Así que no hay besos de buenos días, supongo.
—Ni en sueños. Al menos no hasta que me lavé los dientes.
Me toca el culo.
—Bueno, ve a lavarte los dientes, preciosa. Tendré a Cam
ordenando el servicio de habitaciones.
Me levanto de la cama y paso al baño.
—¿Qué está haciendo él aquí de todos modos? —dije por encima
de mi hombro.
—Tenemos una conferencia telefónica a las nueve a.m. con un
distribuidor en el extranjero.
—¿No podía hacer eso desde Chicago?
—Podía, pero Cam nunca hace nada de la manera fácil.
Pauso mi cepillado cuando entra al baño, acariciando su erección
matutina y me guiña un ojo. Luego me adorna con una vista de su
culo tonificado mientras camina hacia el inodoro.
Está orinando.
Me estoy cepillando mis dientes.
Debería ser raro, ¿verdad?
No lo es.
—¿Es tu asistente?
Jake resopla.
—Pregúntale.
Hago una nota mental para hacer eso y luego me enjuago la
boca, me lavo la cara y me envuelvo en la bata de baño gratuita del
hotel que creo que voy a robar.
Cuando giro, Jake está allí, enmarcando mi cara con sus manos,
besando mi cabeza, mis labios. Se aleja y estoy agradecida de que no
haya tratado de meter su lengua en mi garganta, porque él no se ha
cepillado aún y tengo un estómago débil por la mañana.
—¿Todos decentes? —Cam no espera una respuesta mientras se
empuja hacia el baño. No está molesto por la desnudez de Jake, pero
se ve un poco decepcionado de que esté completamente cubierta.
—Pedí el desayuno. Un poco de todo, no estaba seguro de lo que
te gustaba.
—Gracias. ¿Eres el asistente de Jake?
Lanza a Jake una mirada que sugiere que lo mataría si no
hubiera testigos. Jake solo se ríe. Ninguno de los dos responde la
pregunta, es completamente olvidada cuando Cam anuncia la hora y
Jake maldice por lo bajo y se arroja una toalla alrededor de la
cintura.
Con un beso final, este es un poco más profundo porque ahora
Jake tiene aliento fresco, los dejo a su llamada y voy en busca del
desayuno. Sigo el aroma del tocino hasta que llego al comedor con
una mesa lo suficientemente grande como para sentar a ocho y cada
centímetro de ella está cubierto de comida.
Me pregunto cómo llegó aquí tan rápido. Pero la idea es fugaz
cuando descubro platos de panqueques humeantes, tocino, huevos,
tostadas francesas, salchichas, jamón. No llego más allá, tampoco me
molesto con un plato, solo como directamente de los platos.
Mientras como, planeo cómo voy a decirle a Jake que lo amo.
Para cuando estoy llena, decido que voy a soltarlo y ver qué pasa. En
mi cabeza, sucede así.
Le digo a Jake que lo amo.
Él lo dice de vuelta.
Nos besamos.
Se deja caer sobre una rodilla.
Me da el anillo que compró justo después de que me conociera y
supiera que no podría vivir sin mí.
Dejamos de lado una gran boda.
Conduce al palacio de justicia.
Nos casamos.
Y nos convertimos en la envidia de todos los humanos en el
planeta.
Perfecto, ¿verdad?
Estoy ansiosa y tengo una recepción que planear. Así que vuelvo
arriba y rezo para que la conferencia haya terminado.
La voz de Jake se puede escuchar en el momento en que llego al
rellano del segundo piso. Ese sonido, profundo y rico con una
corriente subterránea de autoridad, hace que mi corazón palpite más
rápido. Los pasos se sienten más ligeros, mi respiración más pesada.
La llamada termina justo cuando llego a la puerta parcialmente
cerrada. Pero cuando Cam dice mi nombre, me detengo. Escucho,
como si supiera que no debería, pero es solo lo que cualquier
persona en mi situación haría.
—¿Y qué hay de Penélope?
A través de la grieta en la puerta, veo los hombros de Jake
levantarse y caer encogiéndose de hombros.
—¿Qué hay con ella?
—¿Vas a llevarla contigo? ¿A África?
Jake resopla.
—¿Penélope? ¿En África? Joder no. ¿Te imaginas la destrucción
que podría hacerle a un lugar como ese?
Uhm. Podría ir a África. Me gustan los leones y la mierda.
—¿Le has dicho que vas a ir?
—Lo mencioné.
Cierto.
Jake, siempre filántropo, planea llevar su sofisticado sistema de
riego a África. No para vender sino para donar, para que las aldeas
puedan cultivar de manera más efectiva. Me dijo esto mientras
estábamos acostados en la cama anoche. También dijo que era algo
que planeaba para el futuro, asumí meses a partir de ahora, tal vez
incluso años, pero Cam habla como si Jake se estuviera yendo
mucho antes que eso.
—Entonces, cuando lo mencionaste, ¿hablaron sobre lo que
sucedería cuando estén separados? ¿O qué pasará cuando vuelvas?
¿Te mantendrás en contacto?
Jake suelta una carcajada mientras cierra el archivo en su mano y
lo tira en la cama junto a Cam.
—¿Quién eres tú? ¿Mi terapeuta?
—Soy tu mejor amigo. Y no me sentaré y te veré arrojar algo
bueno porque eres demasiado terco como para reconocer que vale la
pena.
Jodido Cam. Lo amo.
—Mira, me gusta Penélope. Demonios, es posible que incluso me
preocupe por ella. Pero…
Hay una sensación de hundimiento en mis entrañas, esta
contracción en mi pecho, mis rodillas están temblorosas y mis manos
sudorosas. Trago el nudo en mi garganta y espero el resto de lo que
Jake tiene para decir, algo que, sea lo que sea, le hizo reflexionar.
El teléfono de Jake suena con una notificación por correo
electrónico, Cam se lo arrebata y lo mantiene fuera de su alcance.
—Pero... —insta, exigiendo a Jake que le dé una respuesta.
—Por el amor de Dios, Cam. Vivo en Chicago, ella vive en
Ninguna Parte, Mississippi. Es lo que es. Quiero decir, podemos
mantenernos en contacto, puede visitarme cuando quiera, podemos
pasar un buen rato, luego regresar a nuestras vidas. Sin ataduras.
Cam se burla.
—¿Te estás escuchando? ¿Sin ataduras? Vamos, no me jodas...
—¿Qué? No estoy buscando un cuento de hadas, Cam. Y para
ser sincero, tampoco estoy tan seguro de que Penélope lo esté.
Casual está bien para nosotros, jodidamente perfecto. Piénsalo.
¿Quién no querría una relación como esa?
Uhm.
Yo.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
¿Recuerdan las cinco etapas de duelo por las que mi madre pasa cada
vez que me llama?
Bueno, creo que esa mierda es hereditaria.
Paso 1: Negación.
Jake nunca usó la palabra casual. Yo, obviamente, lo escuché mal.
Porque si él pensaba en nosotros como casual, él no hubiera bajado,
donde escapé después de escuchar lo que claramente nunca debí,
tomado mi barbilla con sus dedos. Levantado mi cabeza. Besado mis
labios. Y luego murmurado, hermosa.
Además de las etiquetas de diseñador, no había nada hermoso
en mi atuendo, botas, vaqueros, bufanda, un imponente trasero una
larga camisa con agujeros para pulgares. O mi cabello en un moño
desordenado. Y a pesar de que mi maquillaje estaba perfecto, no lo
llamaría hermoso.
Pero Dios, me sentí hermosa cuando tomó mi mano. Cuando
deslizó su pulgar en mis nudillos mientras bajábamos los dieciocho
pisos. Cuando mantuvo su mano en mi muslo durante todo el
camino al aeropuerto. Cuando la movió solo para tomar nuevamente
mi mano mientras salíamos del auto.
Me guiaba al avión.
Colocaba su teléfono entre su hombro y mejilla.
Me ponía el cinturón.
Acariciaba mi rostro con sus dedos.
Casual mi trasero…
Paso 2: Ira.
Que se joda Jake Swagger. Que se joda por pensar que no podría
con África. Que se joda por referirse a mi hogar como Ninguna
Parte, Mississippi. Que se joda él y su comentario “sin compromiso”.
Que se joda por asumir que no quiero un cuento de hadas. Y que se
joda por mencionar la palabra casual
Paso 3: Negociación.
Dios, por favor deja que este hombre me ame. Me tome. Se case
conmigo. Y ponga un bebé en mí. Si lo haces, te prometo que donare
mucho de su dinero a la caridad una vez que tenga acceso a sus
cuentas. Eso si no me hace firmar un prenupcial. Así que Dios, no
dejes que me haga firmar un prenupcial.
Paso 4: Depresión.
Este es el paso en el que me encuentro en este momento.
Miro hacia arriba a Jake que se sienta como un rey en el asiento
del capitán de su avión de seis millones de dólares. Está vestido para
negocios, en su traje hecho a la medida gris oscuro. La única arruga
en su cuerpo es la pequeña que esta entre sus ojos, siendo el
presidente mientras golpea furiosamente las teclas de su portátil.
El verlo hace que me sucedan cosas locas. Siento como si
animales se estuvieran haciendo en mi estómago. Mariposas
volando. Pájaros moviendo sus alas. Peces nadando. Hasta que
recuerdo lo que dijo. Entonces se siente como si hubiera sido clavada
en el corazón por uno de esos enormes Texas Longhorns.
No puedo ser la señorita Sims. No puedo ser su Mujer Bonita.
No puedo ir a Chicago cuando sea conveniente para él, dejar que me
haga el amor, enamorarme más profundamente de él, luego
despertar sola en su enorme cama con un fajo de dinero y una nota
diciéndome que seguirá en contacto.
Apartó mis ojos de él y tengo que contener las lágrimas. Respiro
profundamente. Nada ayuda. Este vacío…
Mierda.
Cierro los ojos por el dolor. Me obligo a moverme a la siguiente
etapa del duelo, aceptación. Pero ¿Cómo acepar esto cuando mi
corazón se rehúsa a dejar ir el mayor amor de la historia? ¿Cómo
seguir adelante cuando el único futuro que quiero está sentado
frente a mí?
Me hago esas preguntas una y otra vez mientras el avión
aterriza. Mientras nos acomodamos en el auto esperando por
nosotros en la pista. Cuando conducimos por el ajetreado tráfico de
la ciudad. Mientras la mano de Jake sigue tomando firmemente la
mía cuando pasamos la entrada del edificio de su apartamento y
subimos escaleras tras escaleras.
—¿Penelope? ¿Me escuchaste?
Inclinó mi cabeza hacia arriba a Jake que había estado en el
teléfono desde que aterrizamos. Lo había apagado hace tiempo. Era
fácil considerando los pensamientos en mi cabeza que estaba
gritando para que prestara atención a cualquier otra cosa.
—¿Huh?
—Dije que tengo que ir a la oficina. Pero regresaré en un par de
horas.
Es en ese momento en que me doy cuenta que estamos en su
apartamento. En la cocina. Estoy sosteniendo una copa con vino. Y
mis muslos arden.
—Oh. Si. Seguro. Está bien.
Frunce el ceño. Da un paso hacia mí. Hace esa jodida cosa con
sus dedos y mi frente.
—¿Estás bien nena?
Aclaro mi garganta y me trago mis emociones.
—¿Yo? Si. —Muevo la mano en el aire y fuerzo una sonrisa—.
Estoy bien. Solo cansada por el vuelo. Y las escaleras.
Su sonrisa es tan arrogante como aliviada.
—¿Crees que podrás usar un elevador alguna vez?
—Algún día. Quizás.
—Sabes, siempre podría comprar un helicóptero. Tienen una
pista en el techo. —Una mirada de pavor cruza su rostro—. A pesar
de que odio esas jodidas cosas.
—¿Entonces porque comprarías una?
Me lanza una mirada que sugiere que la respuesta es obvia.
—Para ti, por supuesto.
Me derrito como mantequilla.
—¿Me comprarías un helicóptero?
—¿Para evitar que subas todas esas escaleras? Por supuesto,
tendría que encontrar una canción como tu canción de elevador para
mantenerme calmado para que yo no… ¿Qué es lo que dices? ¿Pierda
mi mierda?
Me guiña el ojo.
Abro mi boca para pedirle que se case conmigo.
Su teléfono suena.
Odio ese maldito teléfono.
—¿Si Sandra?
Mis ojos se entrecierran y susurro grito.
—¿Quién demonios es Sandra?
—Asistente —dice.
Pensé que Cam era su asistente… ¿o quizás solo asumí eso…?
Toma mi cabello hasta que mi cabeza se mueve hacia atrás y
luego se hunde para colocar un beso donde mi cuello se encuentras
con mi hombro antes de que se vaya, hablando con esta Sandra sobre
cosas importantes que requieren palabras grandes que no entiendo.
Quiero que gire. Que me pregunte si voy con él. Que haga algo
más que solo salir por la puerta como si yo no estuviera aquí. Porque
esa vista, la de él saliendo, enciende algo dentro de mí. No me gusta
esa sensación de vació creciendo más y más grande mientras se aleja
de mí. O la voz en mi cabeza preguntando si siempre será así.
Él ofreciéndome a comprarme un helicóptero.
Besar mi cuello.
Hacer que me desmaye.
Luego correr a su oficina.
O África.
Esperando a que este aquí cuando él regrese.
Porque eso es lo que sucede con las relaciones casuales
¿Pero qué sucede conmigo? ¿Qué sucede con lo que yo quiero?
¿Sobre mi vida? ¿Mis sueños? ¿Mi hogar? Tengo una vida también,
¿sabes? Hago cosas. Quizás no son tan importante como salvar al
mundo y cosas así, pero de todos modos.
Quizás por eso siento que me estoy ahogando. Porque ni una
vez me ha preguntado qué quiero. Cada minuto de cada día que
hemos pasado juntos ha sido sobre él. Su vida. Su carrera. ¿Mi vida
es tan insignificante para él? ¿O simplemente le importa una
mierda?
—¿Jake?
Se detiene en la puerta. Le dice a Sandra que espere un minuto
antes de apartar su teléfono de su oído y mirarme.
—¿Si nena?
Nena.
—¿Sabes quiénes son The Proclaimers?
—¿La banda?
Asiento.
—Si.
—He escuchado de ellos.
—Bueno, deberías de escuchar su disco Sunshine on Leith.
Tienen algunas canciones que creo te gustarían. Tu sabes… para tu
miedo a los helicópteros.
—Haré eso.
Me guiña y sus labios forman una sonrisa.
Esa sonrisa… es algo que admirar.
Algo que recordar.
Que atesorar.
Pero es el sonido de la puerta cerrándose detrás de él, y la
sensación del golpe en mi corazón, llevándome a esto…
Paso 5: Aceptación.
Nuestra historia pudo ser un romance de novela. Quiero decir,
tuvimos el comienzo de algo increíble, encontré a mi Ese Hombre. Me
enamoré. Él lo hizo también…
Teníamos química. Los momentos previos. El sexo. La marca del
sesenta por ciento donde descubrimos por qué Jake era un imbécil y
él redimiéndose a sí mismo.
Tuve mi momento de damisela en peligro.
Él hizo toda esa dulce mierda de apartar mi cabello y el baño y
susurrar los Shh, te tengo.
Bailamos. Salimos. Reímos. Compartimos. Nos unimos.
Me desmayaba. Él sonreía.
Caía. Me atrapaba.
Usaba sus camisas. Él me vestía en ellas.
Sí lo tuvimos todo.
Casi.
El problema es, nos perdimos la mejor parte…
El jodido felices por siempre.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
—¡Él nunca va a venir por mí! ¡Él nunca va a llamar! ¡Él no me ama! —
Me dejo caer en la cama junto a Emily y hundo mi rostro en su
hombro. Necesito que me abrace. En su lugar, me aleja y se sienta.
—Por amor de Dios, Penelope. Has estado en casa tres horas.
Relájate.
Sé que Emily esta frustrada conmigo. Demonios, estoy frustrada
conmigo. ¿Escapar sin decir adiós? Esa es la típica mierda de
heroína. Y me enorgullezco por no ser la típica heroína. Pero a la
primera oportunidad que tuve, corrí. Ahora aquí estoy de regreso en
casa en Mississippi. Triste porque extraño a Jake. Y enojada porque
él no ha venido a suplicarme que regrese.
¿Qué demonios está mal conmigo?
Millones de mujeres morirían por tener algo casual con un
hombre como Jake Swagger. ¿Yo? Nooo… estoy enamorada…
¿Por qué pienso que mi corazón es tan importante? ¿A quién le
importa si está destrozado? Jake es apuesto. Bueno en la cama. Rico.
Inteligente. Divertido. Dulce. ¿Cuántas personas están casadas con
hombres que no son ni la mita de eso?
Estúpido corazón.
Pero justo ahora, no se trata sobre mí. Es sobre Emily que
necesita dar un paso al frente y ser una mejor amiga. Eso significa
recostarse o hacer algo extremo para hacerme sentir mejor, eso es
exactamente lo que necesita hacer. Pero cuando le digo eso, pone los
ojos en blanco.
—¿Qué quieres? ¿Hmmm? ¿Volar a Chicago y poner una bolsa
de mierda de perro en llamas en su puerta?
Ni siquiera lo pienso.
—Si.
Ella se inclina hacia el vestidor y me entrecierra los ojos. A pesar
de todos estos años, todavía no me acostumbro a los tétricos que son
sus ojos azul-gris cristal cuando los entrecierra así.
—¿Sabes qué eres Penelope? Una hipócrita.
Sorprendida, me levanto a una posición de sentada.
—¿Hi... hipócrita? ¿Me… me llamaste una, una hipócrita?
—Eso es exactamente como te llame. Y detén ese dramático
tartamudeo. No hay nadie aquí excepto nosotras dos. —Aburrida,
toma una bocanada de su cigarro eléctrico. Ella ni siquiera ha
inhalado. Ella solo lo hace porque sabe a moras y dice que le ayuda a
reducir su apetito. Ella también dice que necesita perder cinco kilos.
Lo que es ridículo.
—Como soy una hip… hip … ni siquiera puedo decirlo. —Cruzo
mis brazos y aparto la mirada de ella.
Ella exhala una exasperada, demasiado dramática, si me lo
preguntas, respiración, y aparta un largo mechón negro de su
hombro.
—Estás molesta con él por llamar a lo que ustedes tenían casual,
pero tú nunca le dijiste que querías más. Estás molesta porque él no
te dijo que te amaba. A pesar de que tú nunca se lo dijiste. Y estás
molesta porque no ha venido por ti. Sin embargo, eres tú quien se
fue sin decir adiós.
Sé de estas cosas. Esas cosas son verdad. Sé eso también. Eso no
significa que quiera escucharlas.
—Está bien. —Tomo mis llaves y mi teléfono y la empujo cuando
paso a su lado.
—Entonces, ¿vas a regresar?
—No. —Doy dos pasos a la vez hasta que llego a la cochera.
—Entonces, ¿A dónde vas?
Miró hacia arriba para encontrarla contra la puerta de mi
apartamento. Luchando por una sonrisa. Lo que afianza mi decisión
sobre lo que debí de haber hecho desde que llegué a casa.
—Encontrar una nueva mejor amiga.
18 Funyun: Un bocadillo crujiente que tiene formas de anillos y con sabor a cebolla
picante.
CAPÍTULO TREINTA
Hipo.
Aclarar garganta.
Ojos cerrados.
Cuenta hasta tres.
—Des… per... ado...
Respiro hondo después de mi apertura asesina, lista para
sorprender a esta gente con mi voz angelical que sin duda tendrá a
los ángeles en el cielo verdes de envidia y asustados del día que me
una al coro. Pero justo cuando estoy a punto de cantar la siguiente
línea, escucho una frase gruñida de la multitud que es demasiado
familiar.
—Oh, por el amor de Dios...
Escaneo el bar de karaoke de setenta y cuatro metros cuadrados
para encontrar la fuente de la voz masculina que usó la línea
característica de Jake e interrumpió mi canción. El tipo grande, casi
calvo, de cara roja y usando un overol en la esquina parece del tipo
que se enfada con casi cualquier cosa. Entonces, no es sorpresa, está
enojado conmigo porque soy increíble.
Le hago un gesto al tipo que maneja la máquina de karaoke para
detener la canción. Cuando la música muere, me vuelvo hacia el
hombre.
—Uhm. Discúlpeme señor, pero estoy teniendo un mal día. —
Hipo—. El hombre que amo quiere que seamos casuales. Así que
estoy un poco sensible ahora mismo y voy a necesitar que no sea un
idiota, ¿ésta bien?
Mi discurso me gana una sala llena de caras comprensivas, tres
tragos de whisky barato y una ronda de aplausos me animan a
terminar la canción. Así que dejo que todos se compadezcan de mí.
Bebo el whisky y hago una señal hacia el chico del karaoke para que
reinicie la versión de Desperado de Clint Black.
Respiración profunda.
Hipo.
Ojos cerrados.
Cuenta hasta tres.
—Des... per... —Hipo—. Ado... o... o... o...
—Mis jodidos oídos están sangrando.
Este Hijo de...
—¡Señor! —Todos se estremecen ante el chirrido del micrófono
cuando lo arranco del soporte para poder enfrentarme al completo
imbécil que claramente no reconoce una leyenda en ciernes cuando
escucha una—. ¿Serías tan amable de callarte y dejarme tener mi
momento?
Hipo.
—Claro, dulzura. Ten tu momento. Simplemente no cantes.
Lo miro con furia.
—Cantar me hace sentir mejor.
—Nos hace sentir peor. —Su débil respuesta gana algunas risas
de la multitud de trece. Riendo junto con ellos, se vuelve hacia
Emily, que está sentada sola en el bar—. ¿Siempre ha sido tan mala
cantante?
—Lo es.
Jodida Emily.
Hipo.
—¿Puede una chica tener un corazón roto? ¿Por favor? ¿Puedo
cantar como una mierda y beber whisky barato —hipo—, e hipar y
no tener que escuchar ninguna de tus críticas?
—Puedes hacer lo que quieras en ese escenario, chica. Mientras
no estés cantando.
Otra ronda de risas.
Otro hipo.
Otro vaso levantado para brindar por la sugerencia de mi
silencio. Incluso Emily levanta su Green Apple Smirnoff.
¿Qué es? ¿Una estudiante de segundo año de secundaria?
—Así que déjame aclarar esto. —Hipo—. No puedo cantar... en
la noche de karaoke... para ayudar a lidiar con lo que posiblemente
sea el peor día de mi vida... ¿pero puedo hacer otra cosa? Supongo
que si me quitara la ropa para tu culo pervertido, estaría bien.
Idiota-cara-roja levanta su vaso.
—¡Demonios, sí!
—Eso no va a suceder.
El bar se queda en silencio.
Cada cabeza gira.
Las bragas se desintegran.
Los hombres languidecen.
Hipo.
Jake Swagger está aquí. En un traje. Mirándome con tanta
fuerza, con tanta intensidad, que mis rodillas se debilitan y tengo
que agarrarme al soporte del micrófono para mantenerme en pie.
Vino.
¡Vino!
Joder, se ve bien.
Malditamente bien.
Relájate.
Relájate.
Cruzo los brazos sobre el pecho, alzo la barbilla y cuadro los
hombros mientras trato de no desmoronarme ante la vista de esos
ojos gris-azul-verdosos que me arrastran a través de la nube de
humo que nos separa.
—¿Puedo ayudarte?
—Tal vez. Estoy buscando una chica.
No puedo contener la esperanza en mi voz.
—¿Lo estás?
—Lo estoy. —Esa maldita sonrisa suya—…Su madre me dijo que
podía encontrarla aquí.
Ohh... gracias, mamá.
—Correcto. Uhm. Bien. Tal vez deberías haber intentado
llamarla.
—Lo hice.
—No, no lo has hecho —digo inexpresiva.
—Sí, lo hice. Parece que olvidó pagar la factura de su teléfono
celular.
Tienes que estar jodiéndome...
—No, no te estoy jodiendo.
¡Pensamientos! ¡Guarden silencio!
—¿Por qué estás buscándola?
—Porque me abandonó más temprano hoy sin siquiera un adiós.
—Típica heroína. —Le disparo a Emily una mirada de
advertencia—. ¿Qué? Es verdad.
Inhalo y me levanto un poco más alto mientras me dirijo a Jake
una vez más.
—Bueno, debes haber hecho algo —hipo—, para que ella
simplemente se marchara así como así.
—Tienes razón. Tal vez fue porque ofrecí comprarle un
helicóptero.
Algunos jadeos de una chica borracha. Sus ojos se posan en los
de ella y se encoge de hombros, avergonzado y esa mierda.
—Lo sé. ¿Demasiado?
—Diablos, no es demasiado. Puedes comprarme un heli-
cooptero.
Todos ríen. Incluso Jake se ríe. Y tengo que aclarar mi garganta
para recuperar la atención sobre mí. Este es el espectáculo de Penelope,
maldita sea.
—Dudo que fuera eso.
Hipo.
—Bueno, tal vez fue porque escuchó a escondidas una
conversación que tuve esta mañana con un amigo mío.
Oh, mierda.
—Alguien debería decirle lo grosera que es —ofrece la chica
borracha.
Jake asiente.
—Oh, estoy de acuerdo. Y si mi memoria no me falla... —me
fulmina con la mirada—, alguien ya lo hizo.
Hipo.
—¿Ya has terminado? Si no, me gustaría volver a mi canción.
—Por el amor de Dios, sigue hablando. —Imbécil-cara-roja-en-
overol, levanta sus manos en oración hacia Jake.
Lo que sea.
—Entonces mi amigo pregunta cuál es el trato con esta chica y
conmigo y le digo que nuestra relación es casual.
Algunos murmullos de las mujeres en la habitación me hacen
desear golpear el aire con el puño. Afortunadamente, un hipo me
distrae.
Jake levanta su mano.
—Esperen, señoras. Hay más en la historia. Verán, la única razón
por la que dije eso fue porque pensé que eso era lo que ella quería.
—No era lo que quería —grito, luego rápidamente agregué—, tal
vez. Estoy suponiendo, no lo sé. Quiero decir, ¿por qué pensarías
eso?
—Porque ella nunca dijo que quería más.
Resoplo.
—Oh. ¿Así que asumiste sin siquiera molestarte en preguntarle?
—Bueno, esta chica... —Suelta una carcajada y se pasa la mano
por el cabello—. Esta chica es conocida por decir lo que piensa. Dirá
casi cualquier cosa. Nunca tuve que preguntarme qué estaba
pensando, porque si cruzaba por su mente, salía de su boca, incluso
cuando no tenía la intención de hacerlo. —Me sonríe—. ¿Suena
familiar?
El aire entre nosotros comienza a sofocarme. Quiero terminar
con esta chorrada de tonterías, saltar de este pequeño escenario
horrible y lanzarme a los brazos de Jake. Quiero que me abrace, me
bese y me diga que me ama. Pero a pesar de que entiendo por qué
dijo lo que dijo, y a pesar de que está aquí, una parte de mí todavía
se pregunta si es posible que este tipo, mi propio Ese Hombre, me
quiera... a mí.
—¿Por qué huiste, Penelope?
Toda la habitación contiene la respiración mientras esperan mi
respuesta. Considero mentir, pero mis paredes se están
desmoronando, estoy agotada y borracha y rígida por tratar de
mantener mi postura.
Dejo que mis hombros caigan hacia adelante y me sostengo
sobre el soporte del micrófono.
—No puedo hacerlo casual, Jake. —Un peso que no me di cuenta
que estaba cargando se levanta de mis hombros.
—Entonces dime lo que quieres. —Lo dice tan simple, pero no es
tan simple.
—No lo sé.
—Si lo haces. ¿Qué quieres, Penelope? ¿Qué quieres... qué
quieres?
Bueno. Ahora veo por qué él encontró esa escena tan molesta.
Me pregunta otra vez y pierdo mi mierda y medio grito, medio
sollozo.
—¡Quiero la canción!
Su cabeza se inclina levemente mientras me estudia.
—¿Tu canción del ascensor?
Hipo. Sorbido. Bufido. Respiración profunda.
—Sí. Quiero un tipo que camine ochocientos kilómetros por mí.
—He caminado 800 kilómetros cinco veces subiendo y bajando
esas malditas escaleras contigo.
Verdad.
—Bueno, también quiero un tipo que se despierte conmigo todos
los días. Y algunos de esos días pueden no estar en su ático con vista
a Chicago, podrían estar en Ninguna Parte, Mississippi, en un
apartamento de una habitación, encima de un taller, con vistas al
patio trasero de mi madre.
Se encoge de hombros.
—Hecho.
No puede ser tan fácil.
—Vivimos a miles de kilómetros de distancia.
—Lo resolveremos.
—No siempre voy a querer ir a tus reuniones de negocios para
ganar clientes.
Estoy adivinando aquí...
Sonríe.
—Entonces puedes ir por el alcohol.
—Ni siquiera sabes nada sobre mí.
—Sé todo sobre ti. Verificación de antecedentes, ¿recuerdas?
Mierda.
—No sé nada sobre ti.
Levanta una ceja.
Hipo.
—¿De qué tienes tanto miedo, Penelope?
Joder.
—No quiero amar a alguien más de lo que me aman.
—Imposible.
—No soy fácil de amar, Jake.
Su profunda y estruendosa risa se puede sentir en mis dedos.
Luego, en una voz tan sincera como su mirada, me dice una verdad
que sacude mi maldita alma.
—Amarte es lo más fácil que he hecho.
Oh. Mi. Dios.
¿Es esto un libro? Esa sería la línea más destacada.
—Te amo, Penelope Lane Hart. Eres mi Esa Chica.
No estoy segura de cuánto tiempo he estado parada aquí,
desmayándome, solo sintiendo mis ovarios explotar dentro de mí y
mi corazón hincharse hasta el punto de estallar, pero es lo
suficientemente largo para que Jake se enfade.
—Por el amor de Dios, Penelope. ¿Dirás que me amas también?
—Oh, sí. Correcto. Te a…
Hipo.
—Mierda. Déjame comenzar de nuevo. —Y tan fácil como
respiro, le digo—: También te amo, Jake Swagger.
Sonríe. Como si Dios, simplemente le concediera el mejor regalo
del mundo. Bueno, quiero decir, lo hizo.
—Baja tu culo aquí y bésame.
Lo hago. Casi me rompo el cuello en el proceso, pero me atrapa.
Porque eso es lo que hace.
Entonces me besa.
Y es como todos nuestros besos: caliente, dulce, perfección que
eriza los dedos de los pies.
Lo he extrañado.
Lo amo.
Lo sabe.
¿Y adivina qué?
También me ama.
Jake baja la cabeza y coloca su boca en mi oreja para que se lo
pueda escuchar por encima de la alegre multitud del bar.
—Entonces, ¿qué pasó después que subió a la torre y la rescató?
Este hijo de puta...
No soy Vivian, él no es Edward. Esto no es Pretty Woman. Esta es
una historia sobre una escritora que encontró su musa. Su Ese
Hombre. Quién terminó enamorándose, huyendo del amor y, por
supuesto, confiando en que el amor vendría detrás de ella.
Totalmente cliché.
Y tan real como cualquier historia puede ser.
Pero nuestra historia no termina con las palabras, y vivieron
felices para siempre. Y seguro como una mierda no termina con una
línea aburrida sobre cómo ella lo rescata también. De hecho, no hay
palabras en absoluto. Porque las palabras no pueden expresar el
amor y la mierda que sentimos entre nosotros.
Así que me alejo y le doy a mí Ese Hombre lo que quiere: el
comienzo de nuestro futuro y el final de esta historia al verdadero
estilo de Penélope.
Chasquido de dedos.
Pistolas de dedo.
Danza del río.
EPÍLOGO
Cam
El amor es un enigma.
Nunca sabes cuándo. Nunca sabes quién. Nunca sabes cómo.
Solo pasa.
Jodidas gracias, nunca me ha pasado.
No me puedo imaginar ser el dominado, flotando en las nubes,
emasculado, bailarín marica irlandés en el que se ha convertido Jake.
No me malinterpretes, estoy feliz de que esté feliz. Pero echo de
menos los días en que solía alejarse cuando llamaba Penélope. O, por
lo menos, cubrirse la boca en un intento de protegerme de: cuelga tú
primero, no cuelga tú primero, charla basura entre los dos. Me daba
esperanza de que mi amigo todavía tuviera sus bolas.
Pero han pasado tres meses desde que confesó su amor a su
mujer en un bar en algún lugar de Mississippi. Ahora, ni siquiera
trata de ser un hombre y estoy bastante seguro que, si todavía tiene
bolas, no están colgando debajo de su polla, están metidas
prolijamente dentro del bolso de Penélope para que pueda sacarlas y
exprimirlas cada vez que sienta la necesidad de recordarle quién está
a cargo.
La mierda se puso tan mal que espero ansiosamente los días en
que pelean.
Como hoy.
—Por el amor de Dios, Penélope. Dije que no.
En la tranquilidad del automóvil, puedo escuchar su respuesta
claramente a través del teléfono.
—Tienes mucho dinero. No es que seas pobre.
—No. No soy pobre porque voy a trabajar todos los días y tengo
mucho dinero, pero no lo tendré si sigues intentando regalarlo.
—Si no cumplo con mi promesa a Dios y él me hace morir una muerte
horrible, depende de ti. Hasta entonces, mi vagina y yo estaremos en la
habitación de invitados.
—No digas vagina… —Mira su teléfono—. Me colgó.
—Imagina eso.
—Dice que hizo un trato con Dios y ahora tiene que dar dinero a
la caridad. Mi dinero. Y piensa que todos son un caso de caridad. En
este momento, está tratando de darle uno de mis Rolex a Alfred.
¿Tienes idea de cuánto le pago a ese viejo? Créeme, puede comprar
su propio jodido Rolex.
—¿Entonces le dio el Rolex?
Suspira.
—Probablemente. Siempre está haciendo una mierda loca
cuando ésta a mis espaldas.
Me río. Por mucho que odie tratar con una chica como Penélope
regularmente, no puedo negar que es perfecta para Jake, él
necesitaba a alguien para aterrizarlo, ella necesitaba que alguien la
amara. Los dos podrían desempeñar los papeles principales en una
de esas Novela-romántica-convertida-en-pelicula-de-chico-conoce-chica-y-
amor-a-primera-vista.
—¿Te dije que ella y mi abuelo fueron a jugar pistolas láser la
semana pasada? Jodidas pistolas láser. Nunca ha hecho una mierda
así conmigo.
Miro hacia otro lado.
—No tenía ni idea.
—También fuiste, ¿verdad?
—Tal vez…
—Hijo de puta.
—¿Qué? Fue idea de Penélope. Y di lo que quieras, pero esa
chica es divertida para pasar el rato. Te habríamos invitado, pero
eres muy competitivo, nadie quiere jugar con un mal perdedor, Jake.
—Probablemente ayudaste a convencerla para que me suplicara
que fuera también a África, ¿no?
Niego con la cabeza.
—Diablos no. Tenías razón, Penélope en África sería un
completo desastre.
—Bien, porque no va. Estoy firme con eso.
Resoplo.
—Sí. Claramente controlas todo.
El automóvil se detiene frente al departamento de Jake
demasiado pronto.
—Y, para que lo sepas, no tengo ganas de entretenerme mientras
pasas los próximos cinco minutos peleando con Penélope y luego la
próxima hora teniendo sexo de reconciliación. Porque tenemos
asuntos que manejar esta noche que no pueden esperar, o de lo
contrario, te dejaría entrar solo y encontrar a mi propia mujer para
cabrear solo para poder follarla hasta que se olvide por qué estaba
enojada en primer lugar.
—No estamos teniendo sexo de reconciliación.
—Eso es lo que siempre dices.
—Lo digo en serio esta vez.
—Seguro lo haces.
—Voy a proponerle matrimonio.
Mi mano queda inmóvil en la puerta.
No estaba esperando eso.
Jake saca algo de su bolsillo. Cuando abre la caja de terciopelo en
su mano, tengo que entrecerrar los ojos para evitar que la luz se
refleje en la roca más grande que he visto en mi vida. Levanto una
ceja y encuentro su mirada.
—¿Estás seguro de esto?
—Nunca he estado más seguro acerca de algo en mi vida.
No parece estar ni un poco ansioso, no hay lugar para la
incertidumbre en sus ojos porque esos hijos de puta están rebosantes
de amor. Y por más que me duela admitirlo, no podría estar más
orgulloso de él.
Me inclino para darle uno de esos abrazos de un solo brazo.
—Felicidades, hombre.
—¿Serás mi padrino?
Me alejo y le sonrío burlonamente.
—Ya estamos planeando la boda, ¿verdad? ¿Qué sigue? ¿Vas a
pedirme un tampón o trenzar tu cabello?
—Que te jodan. —Sonriendo, como un hombre enamorado,
cierra la caja y la guarda dentro de su chaqueta.
—Sí. Seré tu padrino. Si ella dice que sí.
—Ella dirá que sí.
—Nunca sabes…
—Cam. —Me atraviesa con una mirada—. Estamos hablando de
Penélope. Ha estado planeando nuestra boda desde que irrumpió en
mi casa, me sorprende que ella no se haya propuesto todavía.
Todavía me estoy riendo de eso cuando se abre la puerta y
Alfred nos saluda. Mis ojos caen sobre el Rolex en su muñeca y me
río más fuerte. El ruido atrae la atención de una mujer cuando sale
del vestíbulo, ella bate sus pestañas y yo le doy un vistazo.
Es todo lo que busco en una mujer: Rubia, alta, sexy, coqueta,
segura de sí misma. Le brindo mi sonrisa de lado que las mujeres
llaman irresistible, cuando se lame los labios, sé que puedo tenerla si
la quiero, pero la mirada de desaprobación que recibo de Jake me
distrae y antes de que pueda obtener su número, se va.
—¿Qué?
—Necesitas sentar cabeza.
Lo miro fijamente.
—¿Estás jodiendo conmigo en este momento?
—No, Cam. No lo hago. Tienes veintisiete, es hora.
—Y tienes treinta. —Le doy una palmada en el hombro cuando
entramos en el ascensor—. Lo que significa que me quedan tres años
de hacer a quién sea y lo que quiera antes de ofrecerle mis bolas a
una mujer, la misma mujer, por el resto de mi vida.
Sonríe.
—Cuando encuentres a la mujer adecuada, valdrá la pena.
—Has estado viendo a Oprah o al Dr. Phil. —Cuando no
confirma o niega, estrecho mis ojos hacia él—. Lo has hecho, ¿no?
Murmura algo que no puedo entender.
—¿Qué fue eso?
—Dije, no miro esa mierda.
—¿Ni siquiera Ellen? Demonios, veo a Ellen.
Me lanza una mirada desconcertada.
Me encojo de hombros.
—Es graciosa.
—¿Quién eres?
—Tu padrino. Si ella dice que sí.
—¿Cállate? Dirá que sí.
—¿Quién dirá que sí?
Ambos nos volvemos para encontrar a Penélope de pie afuera de
la puerta del ascensor, con los brazos cargados con, lo que parece
ser, los trajes de Jake.
—¿Son esos mis trajes?
—¿Decir sí a qué?
—Penélope, ¿esa es mi ropa?
—Jake, ¿a quién estás haciéndole una pregunta?
—¿Me estás echando de mi propia casa?
—¿Me estás pidiendo que me case contigo?
—Por el amor de Dios...
—¡Sí! ¡Sí! ¡Me casaré contigo! —Penélope deja caer la ropa y salta
a los brazos de Jake. Si él estaba enojado porque ella arruinó su
propuesta, ya se le pasó. Porque la besa con el mismo fervor y calor
que ella le está dando. Tanto que aparto la vista para darles un poco
de privacidad.
Y ahí es cuando la veo.
Ondas de cabello negro, piel de porcelana, chiquita, curvilínea y
tímida. Y mirándome debajo de largas y oscuras pestañas hay dos
ojos azul grisáceos que tienen mi pene golpeando mis vaqueros con
tanta fuerza como mi corazón late en mi pecho.
Ella es todo lo que no busco en una mujer.
Todo lo perfecto que nunca he notado.
No sé cuándo he visto a alguien que me haya cautivado tanto
como ella.
No sé cómo lo hace.
No sé quién es.
Esto, sea lo que sea que siento, simplemente... sucedió.
—¡Cam! —El chillido de Penélope me saca de mi niebla temporal
y me preparo justo a tiempo para atraparla cuando envuelve sus
brazos alrededor de mi cuello—. ¡Me voy a casar! ¡Con Jake! ¡Dije sí!
Aparto mis ojos de la visión de quién es, quienquiera que sea, y
sonrío a Penélope.
—Felicitaciones, cariño.
Da vueltas en algo más de mierda y mis ojos vuelven a la chica
que me está mirando como si tuviera miedo de que la mordiera.
Dios, quiero morderla.
Probarla.
Llevarla a una isla desierta para poder desnudarla, follarla sin
sentido y hacerla gritar mi nombre de placer una y otra vez sin que
nadie escuche su voz ni vea su cuerpo más que yo.
—...La llevarás por el pasillo...
Maldita sea, lo haré.
—...Ustedes se verán perfectos juntos...
Joder, sí lo haremos.
—...Nuestra boda va a ser jodidamente épica...
Su boda.
Penélope y Jake.
No mía.
¿Qué demonios está mal conmigo?
—Emily, no seas grosera. Saluda a Cam.
Emily.
Ella lanza sus ojos a Penélope antes de volver a mirarme. No se
mueve y me pregunto si me veo tan posesivo y salvaje por fuera
como me siento por dentro.
Intento relajarme y controlar estas emociones que Jake de alguna
manera me contagió, pero cuando se ruboriza a un profundo tono
rosado, mi polla se endurece aún más y gimo.
—Sí. Esto va a funcionar perfectamente —anuncia Penélope,
chasqueando y disparando sus pistolas con los dedos antes de
arrastrar los pies en un baile irlandés—. Cam, conoce a Emily. Ella
será tu Esa Chica.
Le sonrío a Emily y se ensancha cuando se sonroja más
profundo. Entonces le ofrezco una sonrisa real solo para ver su
reacción y juro que gime, fortalece mi confianza y convoco mi
encanto. Ignorando mi corazón palpitante, doy un paso hacia ella.
Parece que quiere dar un paso atrás, pero se mantiene firme y
levanta la barbilla para mantener esos magníficos ojos en los míos.
Me gusta aún más.
Doy otro paso.
—Odio decírtelo, P, pero Emily no es Esa Chica. —Extiendo la
mano y coloco un mechón de cabello de Emily detrás de su oreja,
notando la forma en que se le pone la piel de gallina en el cuello.
—¿Ah, sí? —Penélope está enojada. Solo puedo sonreír—. ¿Y por
qué mierda es eso, Cam?
—Porque Esa Chica puede ser la chica de cualquiera. —Sostengo
mi mirada con la de Emily—. ¿Pero esta chica?
Guiño.
Y si no estaba seguro antes, lo sé en el momento en que se derrite
ante mis ojos que mis próximas palabras son nada menos que la
jodida verdad.
—Es Mi Chica.
FIN
ACERCA DE LA AUTORA