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El fantasma de Canterville

Esta es la historia de un fantasma. De un típico fantasma británico, que vive en un típico castillo británico, asustando a todo el
que ose acercarse por allí. Al fin y al cabo es su trabajo. Que no es que le guste mucho, pues está cansado de hacer lo mismo
desde hace 300 años, pero su honor está en juego y todo fantasma que se precie debe causar el espanto más terrorífico entre
los humanos de su alrededor.
El castillo pertenece a los duques de Canterville desde hace muchísimas generaciones. De hecho el fantasma es un Canterville
condenado a vagar de manera indefinida por el castillo, por haber matado a su mujer en un ataque de celos. El actual duque y
su esposa salieron huyendo de allí como alma que lleva el diablo y no han vuelto nunca.
Pero ahora hay actividad en el castillo y es porque Lord Canterville ha conseguido vender su propiedad a unos “ilusos”
americanos. Éstos han comprado el castillo sin saber lo del fantasma, pues el dueño ha temido que este “pequeño detalle”
frustrara la venta.
Aunque parezca mentira, cuando se enteran, no sólo no se asustan, sino que piensan que es un interesante aliciente más, un
extra que viene incluido con el castillo, los muebles, los tapices… etc. Han comprado un típico castillo inglés con fantasma y
todo. Vamos: la envidia de todos sus conocidos norteamericanos.
Desde el principio se establece una lucha de poder a poder que siempre pierde el fantasma: No sólo no consigue atemorizarlos,
sino que es el objeto de la mofa y sorna de sus nuevos dueños. En particular de los dos hijos gemelos pequeños que siempre
están ideando alguna “travesura” para ensayar con el fantasma. Pero visto que no consigue asustarlos ni nada que se le
parezca, decide utilizarlos en su propio beneficio.
Finalmente todo acabará bien. El amor redimirá al fantasma de su pecado y podrá dejar de arrastrar cadenas por este mundo.
Y los americanos se sentirán orgullosos por haber conseguido en pocos días, lo que no consiguieron los ingleses en más de 300
años.
Como reza el subtítulo, es una comedia en tres actos, en el que cada uno se corresponde con la  presentación de la trama, el
desarrollo y el desenlace, al más puro estilo clásico y  en la que Óscar Wilde nos muestra su talento y su fino humor irónico,
que aprovecha para hacer una crítica del carácter inglés y norteamericano, destacando sus defectos más tópicos, comparando
la seriedad y el apego a sus costumbres y a sus tradiciones de los británicos y el materialismo burgués norteamericano, su
desenfado y sus entretenimientos triviales, enfrentándolos en situaciones muy cómicas e incluso algo ridículas.
He encontrado dos cosas que me han llamado la atención: Una frase que conocía de antaño, pero que no sabía que fuese de
Wilde ni de este libro, por lo que me ha chocado mucho y que dice  “La moda es una forma de fealdad tan intolerable que es
necesario cambiarla cada seis meses”  y la otra es un pequeño cameo que hace otra obra de este autor, cuando, casi al final del
libro, el fantasma está contando a los niños el cuento de “El Gigante Esgoísta”.  Este detalle me resultó gracioso y magistral:
Publicidad subliminal en toda regla.
Definitivamente me ha parecido una divertida y muy recomendable historia de ¿terror?.
El Castillo de Canterville, en la campiña inglesa, es adquirido por una moderna familia estadounidense. Miram B. Otis, el nuevo
dueño, se traslada ahí y desoye las advertencias de Lord Cantervile,antiguo dueño del lugar, en el sentido de que ahí habita el
fantasma de Simon de Canterville, quien hace trescientos años asesinó a su esposa ahí. Ante el pragamtismo e indiferencia de la
familia ante los fenómenos paranormáles, el fantasma no logra asustar a los nuevos inquilinos del castillo, cayendo en el enojo y la
frustración. Finalmente, será una de las hijas de esta familia, Virginia, quien ayude a este espectro.
Había una vez un castillo… el de Canterville, habitado por un marqués, sus sirvientes y... sus fantasmas. 
Con gran pesar, el Marqués de Canterville se ve obligado a vender el castillo al trillonario americano Nicholas Otis Otison y su bulliciosa
familia.
Arrepentido, ante tan escandalosa invasión, el marqués intenta recuperar su propiedad, pero el poder del dinero se impone y nada hará
volver atrás la operación. Es el momento de actuar... asegura el Fantasma de Canterville presentándose ante Olga y Alexis, la
gobernante y el mayordomo. Acompañado por los otros fantasmas se dispone a asustar a los nuevos inquilinos para obligarlos a
abandonar la propiedad. Pero son ellos quienes terminan horrorizados ante la incrédula familia a la que nada espanta.
Desencantados, se cuestionan su propia identidad, siendo el fantasma quien rememora viejos tiempos donde la gente creía en ellos y
revelando su desilusión al no poder encontrar a la Doncella que le brinde las lágrimas que le permitan descansar, como indica una
antigua profecía.
Ya totalmente instalado en el castillo, el matrimonio Otis decide que es hora de educar a Virginia, su bella hija. Para eso contratan a
Desmond, persona inescrupulosa que planea conquistar a la joven y casarse con ella para acceder a la fortuna familiar.
Ella, al principio deslumbrada por el ambicioso hombre, termina conociendo al Fantasma, de quien queda prendada. También el
espectro se conmueve ante Virginia intuyendo que es la Doncella esperada. Juntos viajan al mundo de la irrealidad donde los fantasmas
le abren un universo de maravillas y encantamientos viendo en ella a la Doncella que habrá de darles la paz profetizada.
Pero también saben que para que el conjuro se cumpla la joven tiene que regresar a su mundo y allí decidir sobre su futuro. La familia,
que ha estado buscándola, la recibe con alborozo y la determinación de casarla con Desmond. 
Virginia, descorazonada, indecisa y confundida, es preparada para la inminente boda. Llegado el momento de dar ese paso
trascendental, la muchacha interrumpe la ceremonia y huye en busca del Fantasma. El encuentro implica la aceptación a convertirse
también ella en un fantasma.
Un año después, ante la certeza de la desaparición de Virginia, su madre -enfrentada a la opinión de los demás- decide regresar a
América y devolver al Marqués el Castillo de Canterville. Hecho que al concretarse, conduce a la liberación definitiva de los fantasmas y
al final del cuento más maravilloso jamás escrito sobre el tema

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