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Cuando dicha potestad obraba en beneficio del marido, éste adquiría poder sobre
la persona y los bienes de la mujer. Se trataba de un poder eventual, porque no
era consecuencia necesaria e inmediata del matrimonio, sino que para crearlo se
hacía indispensable un acto jurídico sine qua non, en ocasiones religioso, amén de
que la mujer no podía quedar sometida a la manus maritalis por su propia
voluntad, supuesto que si era sui iuris debía mediar la autorización del tutor
especial, y si estaba bajo patria potestad la del respectivo paterfamilias, fuera de
que todo conduce a concluir que en el inicial derecho romano no hubo matrimonio
sine manus, el cual solo se hizo frecuente a finales de la República al
generalizarse la práctica del divorcio y corromperse las costumbres, con el
agregado de que en el ocaso del Siglo III de la Era Cristiana prácticamente la
manus cayó en desuso.
Dicha forma matrimonial se hizo obsoleta desde el momento mismo en que la lex
camuleia permitió el matrimonio entre patricios y plebeyos, tanto que durante la
regencia del emperador Tiberio apenas llegó a conservarse para patricios
adscritos a las castas sacerdotales, habiendo desaparecido en últimas.
La coemptio era la venta de la mujer al marido, hecha por ella misma, pero con la
autorización del tutor si era sui iuris, o del páter si estaba bajo patria potestad. Tal
unión matrimonial era propia de los plebeyos en los tiempos primitivos, pero en la
época imperial y, concretamente al desaparecer la confarreatio, se generalizó. La
mujer sólo venía a quedar bajo la manus del marido luego del empleo de las
palabras solemnes, muy diferentes de las utilizadas para la venta de esclavos y la
mancipación de hijos.
El usus era tanto como la usucapión de la mujer por el marido después de un año
de convivencia con maritalis affectio. Ese lapso podía ser interrumpido por la
mujer, impidiendo el surgimiento de la manus, si pernoctaba fuera del hogar
marital por tres noches consecutivas (trinoctio o trinocti usurpatio). Se aplicaba a la
referida unión de pareja un principio de la usucapión de cosas muebles, o sea, el
de que para ello bastaba la posesión de la cosa mueble por el término de un año;
y ese modo de constitución de la manus, consagrado por la Ley de la XII Tablas,
dejó de regir al comenzar el bajo imperio.
Otra era la situación de la mujer en los matrimonios sine manus. Como no estaba
bajo la potestad marital, en el hogar del marido era tanto como una extraña. Si
bien era más libre, carecía de los derechos que confería la agnación; mas los
derechos civil y pretorio llegaron a morigerar con el tiempo el status de la mujer no
in manus, dado que la facultaron para heredar al marido y a sus hijos.
La manus fidutiae causae (manus por causa de fiducia) era apenas un mecanismo
creado con la finalidad de lograr como objetivo el que la mujer pudiera realizar
actos que en principio le estaban vedados. Fueron tres los casos en que ello pudo
tener ocurrencia: Primero, para hacer posible que la mujer testara; lo cual no podía
hacer si carecía de agnados. Segundo, para dar a la mujer la oportunidad de
cambiar de tutor, haciéndose ello factible mediante la coemptio de la mujer con un
tercero, quien prometía, por fiducia, venderla al tutor elegido por ella, quien, al
liberarla del mancipium, la ponía en condiciones de obtener tutela. Y tercero, para
borrar el obstáculo de la mujer en cuanto a aceptar una herencia; en ese caso, la
mujer celebraba coemptio con un anciano sin hijos, quien la facultaba para recibir
la herencia y posteriormente, a consecuencia del contrato de fiducia acordado
junto con la coemptio, él la emancipaba y le restituía los bienes heredados.
La curatela
Se entendía por ella un cargo público que obligaba a una persona designada por
la ley o por el magistrado a dirigir la administración de los bienes de un sui iuris
púber e incapaz de ejercer por sí solo sus derechos.
La Ley de las XII Tablas la organizó sólo para remediar la incapacidad de los
furiosi sin intervalos lúcidos y de los pródigos que disipaban los bienes recibidos
ab intestato de sus ascendientes paternos. Los restantes dementes y pródigos no
estaban en curatela, lo cual se explicaba por la finalidad de la curatela en aquellos
tiempos, no encaminada a proteger los intereses de los incapaces, sino los de la
familia agnada.
El derecho romano hizo distinción entre el furiosi y el mente capti. El primero era el
completamente privado de razón, tuviera o no intervalos lúcidos, en tanto que el
segundo era el poseedor de un poco de inteligencia o de facultades intelectuales
escasamente desarrolladas. Pero al ocuparse la ley decenviral únicamente del
furiosus sui iuris y púber (sin la protección, consecuentemente, de un paterfamilias
o de un tutor), determinó que quedara sometido a la curatela legítima de los
agnados y, en subsidio, de los gentiles, quedando claro que desde el momento
mismo de la manifestación de la locura en el púber sui iuris se abrían las puertas a
la curatela sin la necesidad de previo decreto de interdicción judicial.
En suma, tratandose del furiosus, el curador debía limitarse en cuanto a los bienes
administrarlos sin llegar a la auctoritas, quedando con la obligación de rendir
cuentas al concluir la curatela e, incluso, en todas las ocasiones en que el pupilo,
por recobrar la cordura, reclamaba la administración de sus bienes.
Cosas divisibles e indivisibles.- Las cosas divisibles son aquellas que sin
detrimento de su valor pueden fraccionarse en otras de igual naturaleza, como una
pieza de tela; las indivisibles, por el contrario, no pueden fraccionarse sin sufrir
menoscabo, tal es el caso de una obra de arte.
Cosas fungibles y no fungibles.- Son cosas fungibles las que pueden ser
sustituidas por otras del mismo género; para los romanos estas cosas se
individualizaban al contarlas, pesarlas o medirlas. Las no fungibles son las que no
pueden sustituirse las unas por las otras ya que estaban dotadas de individualidad
propia.
Para que se entienda mejor, la palabra res, significa cosa, que en el derecho
romano era todo lo que pudiera ser objeto de derechos, pero al haber cosas que
no podían ser objeto de derecho privado; entonces se puede decir que había
cosas en el patrimonio y fuera del patrimonio. Para terminar, cabe aclarar que en
esta época se dio la clasificación de cosas de derecho divino y cosas del derecho
humano.