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El extraño arte de Joseph Beuys

El artista recibió al público untado su rostro con miel, hojas de otoño y arrullando a
una liebre muerta. Rozó cada obra expuesta con las patas del animal. A
continuación se sentó ceremoniosamente en el centro de la galería y comenzó a
explicar con oscuras razones el sentido de su exposición. Así era Joseph Beuys,
singular creativo, a medio camino entre chaman y visionario.

Joseph Beuys (1921-1985), alemán, participó en la Segunda Guerra Mundial como


piloto. En Crimea su avión fue abatido. Beuys logró salvarse, gracias a que unos
tártaros le recogieron inconsciente y lo mantuvieron envuelto en fieltro y grasa
hasta que pudo recuperarse. Esta experiencia de “renacimiento” marcaría el resto
de su existir.

Tras la guerra, por el impacto estético que le provocó la contemplación de una


escultura de Lehmbuck, decide ingresar a la Academia de Bellas Artes de
Dusseldorf. Este fue el inicio de una extraordinaria trayectoria artística y cultural,
una de las más destacadas de todo el siglo XX.

Anhelos políticos, dolor existencial, hermandad con la naturaleza, belleza y


libertad. Todos estos elementos y muchos más se conjuntan en las extrañas
creaciones de Beuys.

Beuys elaboró dibujos, esculturas, montajes, llevó a cabo performances, diseño


instalaciones. Obstinado en rechazar las herramientas ortodoxas de creación
artística usaba tierra, sangre de animales, carbón, azufre, chocolate, gises
(pizarras), papeles de distinto tipo. Estos materiales proporcionan a sus obras una
sugestiva materialidad, una abrumadora contundencia física.

En especial, sus célebres Vitrinas, estructuraban verdaderos microcosmos de


magia y electricidad en donde las analogías más desconcertantes podían
presentarse ante la atónita mirada del espectador.

Un concepto clave para comprender la visión de Beuys es el de “energía”. Para


este artista, la energía era algo totalmente inabordable por el conocimiento
científico. Investigar a través del arte, este elemento, era constatar que los
fenómenos del mundo se hallaban vinculados secretamente, más allá de su
aparente dispersión. Por ejemplo, una forma de energía, el calor, simbolizaba para
Beuys la generación de materia y amor humano, de allí que sus obras abunden en
materias asociadas al calor como el sebo, la miel, el chocolate, la gelatina, pieles
animales o la grasa. En contraste, para Beuys el frío. Lo cristalino y lo petrificado
aluden a la muerte.

Beuys fiel a su particular manera de experimentar el mundo, llevaba siempre una


especie de “traje metafísico” con chaleco de cazador, bastón, sombrero, etc.

Finalmente, es destacable el modo en el que Beuys visualizaba a los animales.


Para este artista los animales se han ofrendado para la evolución del ser humano,
de tal modo que las personas deben retribuir este sacrificio vinculándose
espiritualmente con la esencia de las diferentes especies, en su permanente
búsqueda de trascendencia.

Publicado por Jesús Ademir Morales Rojas

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