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Mocoa
AVALANCHA
S
iete días estremecedores
Mocoa. Avalancha
Siete días estremecedores
Todos los derechos reservados
© Franco Armando Guerrero Albán
ISBN : xxxxxxxxxxxxxxxxxx
e-mail: faga1702@yahoo.es
Cel: 3176482905
Dirección: Barrio Obrero II etapa
Mocoa (Putumayo)
Primera edición, septiembre de 2017
1.000 ejemplares
Con la colaboración especial de
Espacio Territorial de Paz Putumayo
Introducción 7
Capítulo I. Mocoa, Putumayo 9
Ubicación, división y aspectos administrativos 9
Suelos y clima 11
Población 13
Economía, sector agropecuario y uso del suelo 14
Salud y educación 14
Infraestructura vial y servicios públicos domiciliarios 15
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Mocoa. Avalancha: siete días estremecedores
Introducción
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l presente libro hace parte de una serie de decisiones
sociales que han trascendido en el país, pero de manera
muy particular en el departamento del Putumayo. Es el
caso del primer libro, Putumayo, economía, sociedad y selva,
que quiso despertar el deseo de la investigación de los profesionales y
sabedores de la región. Del segundo libro, Colombia y Putumayo en medio
de la encrucijada, que denuncia cómo en los municipios del Putumayo,
la corrupción y la irracionalidad del Plan Colombia, en vez de cons-
truir territorio, destruyó a la región. El tercer libro, Verdades y mentiras
del DMG, que reflejó las causas y la problemática un acontecimiento
crucial que sufrió Putumayo por la actitud del expresidente Álvaro
Uribe Vélez y por el tratamiento a las pirámides y de manera especial
a la organización DMG.
Lo anterior es para expresar que las investigaciones, que han
sido vertidas a libros, han tenido una circunstancia coyuntural y
extraordinaria que atraviesa como una daga la problemática del país,
pero fundamentalmente la vida social, económica y ambiental de los
putumayenses.
Este último libro busca que las tragedias y la historia de Mocoa
nunca más se vuelvan a olvidar. Por eso, la necesidad de este libro,
Mocoa. Avalancha: siete días estremecedores, los unos con los muertos,
los otros con los desaparecidos, los otros con los heridos, otros en
refugios, los otros con destrucción de su capital y ahorro de toda la
vida, los otros buscando explicaciones. El autor propone un análisis
desde la perspectiva social y comunitaria, con algunos aspectos sus-
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Capítulo I
Mocoa, Putumayo
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Suelos y clima
Como Mocoa está ubicado en el piedemonte de los Andes y
es el inicio de la llanura amazónica, disfruta de variedad de climas,
incluso frío, en los 2.150 metros sobre el nivel del mar, en el sitio
denominado Mirador.
Hay varias figuras de ordenamiento establecidas por el mismo
Gobierno nacional. La reserva forestal central que se conformó por
medio de la Ley 2° de 1959; la reserva forestal protectora de la cuenca
alta del río Mocoa, constituida por medio del Acuerdo 014 de 1984,
el parque natural de la Serranía de los Churumbelos y la Cueva de los
Guácharos Auka Wasi.
El municipio se localiza en la parte occidental de la gran cuenca
amazónica y de acuerdo con la clasificación hidrográfica del Ideam, el
tiene territorios en la cuenca del río Caquetá y en menor proporción
en la del río Putumayo, con alturas que varían entre 350 y 3.600 msnm,
en donde se presentan paisajes naturales de llanura, piedemonte y
cordillera con una alta variedad de ecosistemas, bosques de niebla,
páramos y una alta biodiversidad.
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Población
Los colonos que llegaban a Mocoa fueron campesinos desalojados de
los altiplanos nariñense y caucano, que migraron desplazados o desaloja-
dos de sus minifundios por la presión sobre la tierra y la incapacidad para
producir y subsistir dignamente. Llegaron también personas provenientes
de las zonas afectadas por la Violencia en las décadas del cincuenta y
sesenta. Las últimas migraciones han obedecido fundamentalmente a las
bonanzas, atraídas por las distintas riquezas del Putumayo.
La población de Mocoa en 2012, teniendo en cuenta la proyección
del Dane, ascendía a 39.867 habitantes. Era multiétnica, según datos
del Censo General 2005 (actualizado al 2010), integrada en un 77%
por colonos mestizos, o sea, 30.698 habitantes; en un 17% por indí-
genas (6.777), pertenecientes a las familias Inga, Caméntsa, Yanacona,
Pastos y Nasa; y en un 6% por afrodescendientes (2.392), localizados
principalmente en la zona urbana de Puerto Limón.
Se encuentran 10 resguardos indígenas y 18 cabildos: resguardo
Inga Kamsa (Belén-Palmar y San Luis), Condagua, Cammentsa-Biya,
Puerto Limón, Yunguillo, Villa María de Anamú, San José Descanse,
San Joaquín, Inga Mocoa y La Florida. En Mocoa existen ocho pueblos
indígenas distribuidos en resguardos y cabildos, los Inga, Caméntsa,
Siona, Yanacona, Awa, Nasa, Pastos y Quillasinga.
Mocoa es el principal receptor de población víctima del conflicto
armado interno. Las víctimas por declaración ascienden a 57.531 a
lo largo de más de una década de desplazamiento, lo que representa
más del 50% de la población del municipio.
En cuanto a la política pública de vivienda, el acceso de la pobla-
ción a vivienda es un completo fracaso. Frente al indicador del déficit
de vivienda cuantitativa, el esfuerzo del municipio es alto, pero hay
un fuerte incremento de necesidad de vivienda por la situación de
desplazamiento hacia Mocoa, lo que ha hecho más crítico el déficit.
La avalancha provocó una situación de catástrofe.
El índice de pobreza multidimensional, IPM, según la ficha de
caracterización territorial del Departamento para la Prosperidad Social
de la Presidencia, es de 52,6%, superior al del país, del 49%. Mocoa
registra altos índices de informalidad y desempleo.
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Salud y educación
En la Avenida San Francisco se encuentra el Hospital José María
Hernández, y existen una serie de puestos de salud que a veces pres-
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Infraestructura vial
y servicios públicos domiciliarios
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Capítulo II
La avalancha, cómo empezó.
Destrucción de barrios y veredas
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l sábado 1° de abril de 2017 había en Mocoa dos eventos
comunitarios importantes para los ciudadanos. A las ocho
de la mañana se había programado la asamblea ordinaria
para elegir junta directiva del acueducto comunitario de
Barrios Unidos, que cobija a diez barrios y dos veredas. Y a las nueve
de la mañana, la asamblea de la asociación de juntas de acción comu-
nal de la zona rural en la Casa Campesina, para tratar el tema de la
sustitución de cultivos de uso ilícito, dentro del marco del Capítulo 1
y 4 del Acuerdo de Paz.
La preocupación que albergaban muchos era la necesidad de
participar de ambos eventos, por el arraigo de fortaleza y liderazgo
que se tiene en estas dos importantes organizaciones sociales. Nin-
gún putumayense, ningún mocoano, se podía imaginar que no solo
se aplazarían, sino que la vida cambiaría para todas las familias de la
capital del departamento. Es importante recordar también que los
principales barrios directamente afectados por la avalancha y que
fueron destruidos eran habitados fundamentalmente por familias
desplazadas, víctimas del conflicto armado interno, que de alguna
manera ya estaban restablecidos socio-económicamente y eran, y
muchos siguen siendo, hijos adoptivos de Mocoa.
La Mocoa señorial, como la llaman las antiguas familias, no estaba
preparada en infraestructura económica, acueducto, alcantarillado,
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Cómo empezó
El viernes 31 de marzo de 2017, entre las diez y media y las once y
media de la noche, la quebrada La Taruca se salió de madre y arrastró
a las quebradas El Conejo, La Taruquita, La Campucana, San Antonio,
El Sangoyaco y El Mulato para arrastrar barrios y veredas y someterlas
a la muerte, la desaparición y la destrucción del patrimonio de años
de trabajo y sacrificio.
La destrucción continuó el 1° de abril casi por una hora. Esos minu-
tos se hicieron eternos para muchas familias y ciudadanos de la Mocoa
señorial y de la Mocoa en que habitaban las víctimas de la violencia.
Aquel viernes había sido un día normal. La tarde estuvo incluso
fresca y después de las cinco empezó a caer una llovizna plácida.
Las familias veían la televisión. Muchos jóvenes, hombres y mujeres,
visitaban las tabernas y discotecas, sin pensar que esas cervezas les
iban a salvar la vida unas horas después. Otros salieron en la noche
a dar su vuelta de visita por las calles. Después de las nueve de la
noche, la lluvia se hizo intensa, pero ya la mayoría de los ciudadanos
estaban en sus casas.
A las diez y treinta el chubasco se convirtió en tempestad, pero sin
causar mayor preocupación, pues el putumayense está acostumbrado
a sentir los torrenciales propios de la Amazonia, uno de los lugares
donde más llueve en Colombia. A esa hora se fue la señal de televisión,
un fenómeno tampoco extraño, porque la señal satelital suele perderse
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Unas tres horas después, las multitudes ocupaban las calles ayu-
dando a los más afectados, pero sin todavía sospechar la magnitud
de los daños y mucho menos la verdadera dimensión del número de
muertos y desaparecidos. A las 4:15 se comenzó hablar sobre los pri-
meros cadáveres encontrados. A las 4:24 se supo que la subestación
de energía estaba destrozada. A las 5:00 se veía a ciento de personas
llorando y angustiadas por la incertidumbre.
La población comenzó a entrar en pánico corriendo de un lado
para el otro, mujeres y hombres llorando. La multitud buscó refugio
en el Instituto Tecnológico de Putumayo, que queda entre los barrios
Luis Carlos Galán, Obrero II y la entidad Corpoamazonia, y muchos
otros corrieron hacia el barrio Las Américas, todo el mundo buscando
las partes altas.
A las 7:40 de la mañana muchos llegaron a los albergues a pregun-
tar por sus seres queridos y pedían carros que fueran a recoger a los
damnificados. A las 8:28, el presidente de la junta de acción comunal
de Puerto Limón, Holman Meza, vino a informar de numerosos cuer-
pos de adultos y niños encontrados entre el lodo. A las 11:52 a.m. se
dijo, 103 personas perdieron la vida, primer reporte de fallecidos. A
la 12:26 de la tarde ya se hablaba de 127 muertos, 220 desaparecidos
y cerca de 400 heridos en el hospital y los centros médicos. Mocoa
entera seguía sin agua y sin luz. A la una se habían concentrado en el
Instituto Tecnológico del Putumayo más de mil damnificados. Una
hora después, el Hospital José María Hernández reportaba ya 154
fallecidos, cifra que se elevó a 175 al caer de la tarde. De acuerdo con
el Puesto de Mando Unificado, eran 17 los barrios afectados.
A las 6:29 p.m. se hallaban albergadas 108 personas en la Organi-
zación Zonal Indígena del Putumayo (Ozip), pero sin agua y sin velas.
Toda la noche se continuó recibiendo a la gente en los albergues y el
cementerio de Normandía, mientras los grupos de socorro persistían
en la búsqueda de desaparecidos desde Mocoa hasta Puerto Guzmán
y reclamaban ayuda humanitaria y carrotanques de agua. Se llegaron
a rescatar cadáveres en Solita, sobre el río Caquetá.
Los barrios San Miguel, Los Pinos, La Floresta, Altos del Bosque y
Los Laureles, que hacen parte de la zona baja de la vereda San Antonio,
vivían la desgracia de sus vidas. Allí cientos de personas perdieron la
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Fotos AFP.
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Capítulo III
Muertos y deudos sometidos
a condiciones indignas
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lisa Francy Guerrero Burbano, enfermera jefa del Hospital
José María Hernández, salió con su esposo, Víctor Andrés
Montenegro, y con su única hija, Elisa, de ocho años de edad,
a llevar a la niña a la casa de su abuelo, Víctor Montenegro,
donde iba a dormir. Era el viernes 31 de marzo a las ocho de la noche.
Después de una corta visita, se devolvieron ambos a su casa, situada
enseguida del restaurante El Catire, sobre la Avenida Colombia. No se
imaginaban, como otros miles de familias y ciudadanos de Mocoa, que
iban a tener que luchar contra la muerte. Elisa vivía con su prima Doris
Johana, hermana de Víctor, también enfermera jefe del mismo hospital.
Entradas las once de la noche, un agente de la policía intento alertar a
la vecindad sobre una posible avalancha y los conminó a evacuar. Elisa
salió con su esposo en una moto a ponerse a salvo y cuando Víctor se
devolvió por su hermana, Elisa se le fue detrás, con tan mala suerte
que en ese mismo momento pasó la avalancha y se los llevó a los tres.
Las dos mujeres se vieron arrastradas sin piedad por la furia del agua
y el barro hasta el río Mocoa, a una buena distancia. Víctor logró de
manera increíble sostenerse de una rama que lo aguantó y le salvo la
vida. Ambas enfermeras perdieron la vida. Vivían juntas, trabajaban
juntas y fueron enterradas, casi irreconocibles, una al lado de la otra en
el cementerio de Normandía. El cadáver de Elisa fue hallado a más de
veinte kilómetros de Mocoa, en Villagarzón.
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Hospital y cementerios
no dieron abasto
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Foto. Ejército de Colombia, cuerpos sin vida morgue hospital de Mocoa, La Prensa/EFE.
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Capítulo IV
Las montañas
y la furia de los ríos
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esulta de vital importancia conocer el testimonio y las pro-
pias vivencias de sabedores y líderes campesinos de la zona
y experimentados baquianos, que se conocen los lugares
donde habitan, conocen las montañas como la palma de la
mano, para que hablen sobre el reconocimiento del territorio y sobre
las expectativas ambientales de esta región. Es el caso del señor Justo
Pastor Martínez, quien fue promotor ambiental y comunitario de la
WWF, trabajó con Corpoamazonia, ha sido promotor ambiental en
especies de osos, dantas y jaguares y monitoreaba la fauna y la flora.
Justo Pastor Martínez enumera las veredas que la comunidad
campesina ha organizado en las montañas y a la vera de nacederos
de ríos y quebradas. En la parte media están la vereda San Martín,
La Campucana, San Antonio, Monclar, Las Palmeras y Chontayaco,
pertenecientes todas al municipio de Mocoa. En la parte alta del gran
río Mocoa se encuentran las veredas Minchoy, Titango, Patoyaco,
Sachamates y Platanares, de una gran riqueza ambiental, clave para el
equilibrio de la Amazonia en esta parte del Putumayo, zona de reserva
protectora de la cuenca alta del río Mocoa.
Hace tres años, don Justo Pastor subió con una bióloga a esos
sitios: “Hay una zona que se llama El Perdedero y más arriba hay una
loma más alta que casi se amarra con el Cerro de la Tortuga. Es ahí es
donde nacen la quebrada La Campucana, la quebrada El conejo, La
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Capítulo V
El Estado paga por la omisión
institucional
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n el capítulo “Las montañas y la furia de los ríos” se
analizaron varios hechos históricos, relevantes todos,
como anuncios de la tragedia. Ya con ellos las autoridades
responsables del orden nacional, territorial y municipal
que manejan los temas ambientales y la prevención de los riesgos,
tenían experiencia sobre lo que podría acontecer. Bastaba adelantar
las investigaciones del caso con equipos interdisciplinarios y con las
propias comunidades, colocar recursos y trazar políticas públicas, para
materializar en verdades y realidades las medidas que permitirían salvar
las vidas de los moradores y las energías de la naturaleza.
Después la avalancha ocurrida el 25 de octubre de 2014 en Mocoa,
el Comité Municipal de la Gestión del Riesgo hizo al día siguiente
varias reuniones con todos los miembros de las entidades de socorro
y con funcionarios de la gobernación y la alcaldía. Se tomaron las me-
didas, se hicieron recorridos por los ríos, se hicieron más reuniones,
se habló de contratación de proyectos para mitigar, prevenir, hacer de
todo. Lo cierto es que el acueducto comunitario de Barrios Unidos
siguió funcionando con una bocatoma construida artesanalmente,
que se destruye y se reconstruye intermitentemente. Pero los entes
territoriales dejaron de lado su deber legal de emprender estudios de
fondo para poder trazar científicamente, porque la naturaleza obedece
a leyes, las medidas preventivas que, de haberse materializado en la
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explotarían a cielo abierto a más de mil metros sobre el nivel del mar.
Se gobierna un municipio con más de 450 años de fundado, con ex-
clusión, marginalidad y pobreza, sin conocer cuáles son sus defensas
naturales. Predomina en Colombia un modelo económico al servicio
del capital foráneo, un modelo que, como está demostrado, no le sir-
ve al progreso y al desarrollo sostenible del país. Las consecuencias,
como siempre, las pagan los más pobres.
Hay consenso sobre las medidas más urgentes que deben
adoptarse. En las épocas de verano se deben descolmatar los ríos y
quebradas para mejorar los cauces. Hay que sacar el material y hacer
excavaciones para ampliar los cauces, de tal modo que los ríos y que-
bradas se muevan dentro de sus marcos propios de trasformación y
cambio y las aguas con su arrastre tengan por donde correr. Este tipo
de obras se debería haber hecho hace mucho tiempo para disminuir
los impactos de destrucción y muerte. Peor no se hicieron. Ahí está
la irresponsabilidad de las autoridades.
Por las condiciones de la topografía, una lluvia de apenas dos ho-
ras puede montar un represamiento y convertirse en una avalancha,
como tantas veces ha sucedido en el piedemonte de los ríos, no solo
aquí sino en todas partes. Es algo que saben los campesinos desde
niños por sus vivencias y las de sus padres. Lo han visto infinidad
de veces. Una avalancha no necesita incluso tener represamiento.
Un aguacero fuerte puede reventar parte de la montaña, pero si hay
represamiento y los ríos están colmatados, los impactos son mucho
mayores y hasta catastróficos. La torrentera lo termina arrastrando
todo y, a medida que baja por la pendiente, va cogiendo más y más
fuerza, máxime si encuentra a su paso gran cantidad de piedra y
árboles.
Otra medida elemental que urge adoptar cuanto antes: colocar
unas alarmas allí donde se conoce que se forman las avalanchas. ¿Quié-
nes las monitorearían de momento? Los campesinos, que saben de
estas cosas, y, desde luego, los técnicos, que también han aprendido de
muchas y dolorosas experiencias. Hay que colocar sirenas de alerta en
sitios estratégicos del recorrido de los ríos y quebradas, como también
en los barrios donde hay población localizada en zonas de riesgo para
poder evacuar a tiempo a zonas de encuentro seguro.
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Así se ve la ciudad de Mocoa desde el aire un día después de la avalancha zona de mayor
afectación. Noticias en desarrollo, EFE. Revista Dinero.
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Capítulo VI
¿El estado será que cumple?
¿Cómo se reconstruirá Mocoa?
S
e van las organizaciones solidarias, se van las cámaras de
televisión y quedamos en manos de las promesas guber-
namentales.
El gobierno nacional se retira de Mocoa, se van los
periodistas y las cámaras de televisión, y quedan los mocoanos
frente a frente con su realidad, con unas autoridades locales que,
además de irreverentes y poco participativas con las comunidades, se
hunden en la impotencia presupuestal y administrativa para atender
los graves desafíos de reconstruir y atender los derechos sociales,
económicos y ambientales de miles de familias que quedaron a
merced de la vida dura.
Hasta ahora nadie sabe cómo se va a hacer el proceso de re-
construcción de Mocoa, cómo va a continuar la ayuda humanitaria
para los afectados directamente por la tragedia y para los que por
consecuencia de la misma no tienen empleo ni ingreso. Todos ellos
se debaten en la desesperación por no tener como atender a su
supervivencia.
El alcalde de Mocoa sólo da informes complacientes del Gobierno
nacional o cuando se lo requieren la Acción Comunal, el Concejo o
algunas comunidades sobre lo que se aprueba bien o mal en la llamada
Sala de Crisis, donde el Gobierno nacional ha sustituido el liderazgo
y la iniciativa de la autoridad departamental y la municipal.
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con buen criterio los sistemas productivos del municipio a fin de garan-
tizar la seguridad alimentaria y satisfacer las necesidades de demanda
de la comunidad.
Se debe restaurar la subestación eléctrica de Junín, que afecta no
sólo a Mocoa sino a otros municipios, incluyendo al municipio de
Piamonte, Cauca, y construirla con un mayor potencial de kilovatios
para reserva de otras alternativas económicas y el mismo crecimiento
de la población a futuro.
Se necesita al mismo tiempo mejorar con redes eléctricas y trans-
formadores el servicio tanto residencial como público. Lo que se tenía
de servicios públicos de acueducto y alcantarillado es degradante. El
agua se tomaba directamente del río con un tratamiento intermiten-
te para agua cruda. Es el momento de solucionar, en el proceso de
reconstrucción, este derecho fundamental, con un verdadero Plan
Maestro de Acueducto y alcantarillado con agua potabilizada y un al-
cantarillado con lagunas de oxidación y tratamiento de aguas residuales.
Se tiene un hospital de primer nivel con atención de algunas com-
plejidades de segundo nivel y todo un caos administrativo, financiero
y de calidad en la prestación del servicio. Llegó el momento, ahora o
nunca, de construir un verdadero hospital de tercer nivel, digno de
una capital de departamento, y con la complejidad necesaria para que
la gente no se muera de enfermedades que la ciencia cura desde hace
rato. Los puentes estratégicos que integran y comunican a la ciudad
están llegando a su punto final de uso, porque, además, la avalancha
destruyó o deterioró varios, como también extensiones importantes
de kilómetros de carretera entre urbana y rural. Se requiere con ur-
gencia construir los puentes elevados en la zona urbana, el de la vía a
Pasto sobre el río Mulato, el puente sobre el río Sangoyaco, el puente
sobre el río Mulato en el barrio El Naranjito y un conjunto de puentes
urbanos y rurales colapsados por la avalancha. Hace falta, naturalmen-
te, reconstruir la vía a San Antonio, destruida en buena parte por la
avalancha, y la construcción de kilómetros de vías terciarias de la zona
rural para su integración y fomento del campo a la ciudad y viceversa.
La plaza de mercado se encontraba hace años adyacente al centro
de la ciudad y fue reubicada cerca de la quebrada Sangoyaco, en otra
equivocación del alcalde que lo hizo, porque quedó destruida por la
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curso de las aguas, que se sabe sirven para contener las aguas y darle
firmeza a los suelos. Todo el tiempo de la vida institucional de la
región y la inoperancia de la Nación con territorios como Putumayo
han permitido una descoordinación y desinstitucionalización, que hoy
con los acontecimientos obliga a todos a resolver. La mayor parte de
las veces las solicitudes de la gestión pública de la región se quedan
perdidas en la burocracia nacional. Se tiene entonces que restablecer
y fortalecer la comunicación con los funcionarios responsables del
tema, pero sobre todo con sabedores de la región y la academia uni-
versitaria, el eje donde se produce conocimiento.
A los ríos mayores hay que dejarles 60 metros al lado y lado y a
las quebradas menos longitud, pero en ambos casos, zonas de árbo-
les, zonas ecológicas. Pero las gentes exigen su derecho a la vivienda
digna, y las autoridades en más de las veces no están mirando ni
restringiéndose para dar licencias de construcción y legalizar barrios.
Incluso las personas terminan construyendo sobre las orillas, sobre
la playa, sobre el lecho del rio. Ni siquiera toman medidas para miti-
gar riesgos y proteger con obras de ingeniería que garanticen a esos
ciudadanos alguna protección ante avalanchas o crecientes de ríos, o
ante el desmoronamiento de montañas y laderas.
Se debe estudiar toda la dinámica hídrica, o sea, los cambios de
flujo de caudales y de velocidades de los ríos más críticos de Mocoa,
la proyección de las áreas que inunda a lado y lado, qué área propia
le correspondería al río de acuerdo con su cuenca de captación y, por
último, qué se debe tener y enfrentar entre la parte de la montaña y
su desembocadura sobre el río grande de Mocoa.
Se debe estudiar la vegetación, pues los árboles por naturaleza
protegen el territorio rural y naturalmente a los barrios. La vegetación
cobra esencia, la vegetación es la esencia fundamental de la conser-
vación de las riberas de los ríos, porque cuando hay elementos de
niveles altos de avalancha, la vegetación frena la velocidad del caudal
y protege el suelo. Al revés, cuando no hay vegetación, se viene el
suelo abajo y se manifiestan mucho más los problemas. Si yo dete-
rioro la cuenca con otras actividades, como ha sido lastimosamente
en estas partes altas, obviamente una lavada de suelos muy grande
se va río abajo y genera problemas de toda índole. Por eso hay que
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millones de pesos con movilización social para las obras del olvidado
municipio. Mocoa con más de 332 muertos y 71 desaparecidos, lo saben
las comunidades que las cifras de fallecidos es superior a la planteada
por el gobierno, cientos de muertos se encuentran en los escombros
debajo de los lechos del río a lo largo de decenas de kilómetros de ríos
y quebradas del municipio de Mocoa, de Villagarzón incluso Puerto
Guzmán.
Finalmente, ¿será que el gobierno actual, y los que vienen, se van
hacer los “caregallinas”, como dicen los putumayenses, y limitarse a
maquillar el problema con algún mantenimiento, esperando que llegue
la próxima avalancha?
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Mocoa. Avalancha: siete días estremecedores
Capítulo VII
La acción comunal popular, dignidad
por Mocoa y las organizaciones
sociales le cumplieron
a la ciudadanía
L
a población de Mocoa andaba para arriba y para abajo, dis-
persa, impotente ante la carga de la catástrofe. Unos andaban
en grupo buscando a los muertos en el hospital, durante los
primeros momentos, o en el cementerio de Normandía o
en el cementerio municipal o en la iglesia, y muchos otros atendiendo
a los heridos y enfermos, ya porque fueron desplazados al Hospital
José María Hernández, ya porque eran atendidos en albergues o en
casas de familiares y amigos. Había al mismo tiempo muchos otros
grupos buscando a los desaparecidos, ya no sólo en Mocoa, sino en
Villagarzón, por el gran río Mocoa que une a estos dos municipios.
Y había otros, finalmente, que andaban averiguando si en Colombia
existía Estado, para saber quién les iba a atender sus reclamos y sus
necesidades.
Preguntaban qué hacer ante los estragos de la avalancha, porque
en la práctica la ingobernabilidad era total, o se reunían con los de-
legados del Gobierno nacional o con las autoridades locales, que no
informaban a las comunidades y se mantuvieron como aparte. Allí se
dimensionó la importancia que cobró el liderazgo de las juntas de ac-
ción comunal a través de su organización, Asojuntas. Y el liderazgo del
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