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Título: En quien pones tu mirada

Texto: Hebreos 12:1-2

Introducción

Quiero comenzar hablando sobre las metas,

Una meta se define según el diccionario como un lugar o punto en el que termina una
carrera. Final al que se dirigen las acciones y deseos de una persona. Aquello que
esperamos obtener o alcanzar mediante un procedimiento específico.

Definir metas en la vida es muy importante porque estas nos mantienen enfocados, nos dan
dirección, hacen que dirijamos nuestras acciones y esfuerzos hacia lo que queremos
alcanzar, refuerzan nuestra autoestima y compromiso, nos mantiene motivados, promueven
el cambio, nos hace personas orientadas al logro, disciplinadas, constantes y con tolerancia
a la frustración, además de esto, las metas le dan propósito y sentido a nuestra vida.
Obviamente esto se obtiene cuando estas metas son claras, van acompañadas de un plan de
acción contundente pero flexible, y por supuesto cuando estas son alcanzables y medibles,
porque de no ser así el efecto que obtendríamos seria el contrario, generando en nosotros
sentimientos de ansiedad, frustración e impotencia, lo que daría como resultado una vida a
la deriva, sin propósito alguno.

Pregunto: ¿eres de los que se fijan metas en la vida y trabajas por ellas hasta alcanzarlas? O
¿simplemente esperas a ver como se dan las cosas?

Pues, no sé qué respondiste pero por lo general solemos tener metas, como: terminar los
estudios, tener casa propia, comprar un vehículo, viajar, tener un mejor empleo, mejores
ingresos, bajar de peso, etc. Si como hombres y mujeres tenemos metas terrenales, como
hijos de Dios también somos llamados a tener metas, por las cuales días tras día debemos
trabajar. Metas como orar sin cesar, escudriñar las Escrituras, amarnos unos a otros como
Dios nos ha amado, vivir en santidad, pero nuestra meta final es ser transformados a la
imagen de Cristo y esto sí que Pablo lo tenía claro y trabajó por ello desde su conversión
hasta los últimos días de su vida, este nos dice en Filipenses 3: 13-14 “Hermanos, yo
mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo

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que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Ahora mirábamos que una de las definiciones de meta es: aquel punto en el que termina una
carrera. Pablo constantemente hace una analogía entre la vida cristiana y las carreras y
definitivamente como hijos de Dios hemos sido llamados a correr la mejor carrera de la
vida, la carrera de la fe y nuestra meta es terminarla y terminarla bien, como dijo Pablo en
1 de Corintios 9:26, en la versión Reina Valera contemporánea: “Así que yo corro y
lucho, pero no sin una meta definida; no lo hago como si estuviera golpeando el viento”,
Pablo luchó por llegar a la meta y poder obtener la corona incorruptible, hasta que lo logró,
¿y como lo hizo? Manteniendo siempre su mirada en Cristo autor y consumador de la fe,
este se mantuvo enfocado y tenía claro a donde quería llegar y trabajó para ello desde su
conversión hasta el final de sus días.

Mi pregunta en esta noche es Pablo mantuvo su mirada en Cristo hasta llegar a la meta y tu

¿En quién pones tu mirada? Y este es el título del mensaje de esta noche. Quiero que vaya
conmigo a Hebreos 12: 1-2 (NTV)

“Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de
fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan
fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha
puesto por delante. 2 Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y
perfecciona nuestra fe.[a] Debido al gozo[b] que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin
importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor,
junto al trono de Dios”.

Este versículo comienza diciendo “por lo tanto”, es decir, por las razones antes
mencionadas o a causa de lo que antes se ha dicho. “Estamos rodeados por una enorme
multitud de testigos de la vida de fe”, en este contexto la palabra testigo, en griego mártus
significa mártir, por lo que esa enorme multitud de testigos hace referencia a los hombres y
mujeres de fe mencionados en el cap. 11, como Abrahan, Jacob, Moisés, Rahab la ramera
que decidió acoger a los espías, estos hoy se convierten en un referente para nosotros, pues
no son simple espectadores, sino ejemplos inspiradores. Estos hombres y mujeres

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participaron de la carrera de la fe a pesar de las adversidades y lograron ganar, llegaron a la
meta y su testimonio entonces nos debe animar hoy a correr y a ganar, esta misma carrera
en la que muchos han participado y aun participan.

Estos hombres y mujeres lograron llegar a la meta porque sus ojos siempre estuvieron fijos
en Dios a pesar de las adversidades, ellos decidieron poner a un lado todo lo que ponía en
peligro su relación con Él y así perseverar hasta la meta. Será ¿que hoy nosotros hacemos
lo mismo?, el versículo nos dice que debemos correr con perseverancia la carrera que Dios
nos ha puesto por delante y que esto solo lo podemos hacer si fijamos la mirada en Jesús.
¿Será que nuestros ojos están puestos realmente en Cristo, que vamos por el carril correcto
y estamos corriendo en la carrera correcta? O será que nuestros ojos se han posado, se han
fijado sobre otras cosas, que nos desvían de esa meta, de ese supremo llamamiento?

Pues nuestra mirada se puede fijar en muchas cosas entre ellas:

1. las cosas materiales: tener cosas materiales no está mal y tener metas con respecto a
ello tampoco, pues es así como día a día podemos alcanzar una vida mas cómoda, tener
un sentimiento de realización personal el cual nos genera bienestar, pero si tener cosas
materiales se convierte en la principal meta de nuestra vida, esto si podría ser un gran
problema, pues nos desviaría de la meta que es Cristo, es mas podría dejarnos por fuera
de la carrera, 1Tim. 6:10 en la versión “No Hay Amor Mas Grande” nos dice: “¡El
amor al dinero es la raíz de todos los males! Hay quienes han dejado a Dios por
correr tras las riquezas y al fin se han visto traspasados de infinitos dolores”.

Muchos quizá hoy en día pueden creer que están corriendo la carrera de la fe, pero
realmente donde están poniendo todos sus esfuerzos es en alcanzar riquezas, es en obtener
cosas materiales, por lo que su mente y todos sus esfuerzos están enfocados solo en ello, a
tal punto que quizá no se hayan percatado que están perdiendo su familia, su salud, su vida
social y su relación con Dios, poco a poco, sutilmente se han ido rezagando en la carrera de
la fe y han comenzado a entrar en otra carrera, pues en el afán desmedido por conseguir se
han desviado y se han encausado por otro carril, que los tiene completamente sumidos,
completamente cegados, y que poco a poco les han ido quitando su tiempo de oración, de

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lectura de la Palabra, de congregarse, y poco a poco se van olvidando de Dios, de ese Dios
proveedor capaz de hacer los más grandes milagros, e incluso en ese desespero por obtener
más, han comenzado a tomar malas decisiones y han terminado haciendo cosas ilícitas con
tal de suplir sus deseos, saliéndose de la voluntad de Dios. Lo peligroso con todo esto es
que comienzan a tropezar con el pecado, se van enredando sus pies con el orgullo, la
altivez, la soberbia, la avaricia, la mentira, la idolatría, volviéndose religiosos y corriendo el
riesgo de apartarse de todo lo que tiene que ver con Dios, o terminan yendo a la iglesia
solo por religiosidad, por costumbre y esto sí que puede dejarlos bien rezagados y puede
dificultarles avanzar en la carrera porque están tan cargados, llevando tanto peso, que les
cuesta avanzar y terminan traspasados por infinitos dolores.

Además de esto también podemos fijar la mirada

2. En el hombre: no está mal que confiemos en nuestros amigos, familiares, pastores y


líderes, es más, es necesario porque hemos sido diseñados para vivir en comunión, la
Biblia constantemente nos dice que es mejor dos que uno, es una realidad que nos
necesitamos unos a otros, pero muchas veces nuestra confianza en el hombre está por
encima de nuestra confianza en Dios, Jeremías 5: 17 (DHH) nos dice: “El Señor dice:
Maldito aquel que aparta de mí su corazón, que pone su confianza en los hombres y en
ellos busca apoyo”. En muchas ocasiones nuestra confianza es tal en las personas que
pensamos que son ellas las que pueden dar solución a nuestros problemas, que ellas
solucionarán nuestra vida, y esto se evidencia cuando tenemos una dificultad, y a quien
primero acudimos es a un amigo, al líder o al pastor y si no logramos encontrarlos no
tenemos paz, todo se nos vuelve un mundo porque “hasta que no hable con ellos no voy a
tener paz, solo hablando con ellos voy a estar tranquilo” y los llamamos mañana, tarde y
noche y todo esto lo hacemos antes de ir a la presencia del Señor, si es que vamos ¿ y es
que acaso nuestra paz y nuestra tranquilidad depende de los hombres? Pues, al parecer en
este caso sí!!! Es más les pedimos a ellos que oren por nosotros porque a ellos Dios si los
escucha y la repetición de este comportamiento nos lleva a volvernos completamente
dependiente de los otros dejando a Dios de lado y rezagándonos cada vez más de la carrera
de la fe, es más, es como si los otros estuvieran corriendo por nosotros esa carrera, y hay
que entender que nadie nos puede reemplazar en la carrera de la fe, esta es personal e

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intransferible, no se permiten relevos. De esa misma manera nuestra relación con Dios es
personal, solo en su presencia podremos agudizar nuestro oído para escucharlo, solo en su
presencia la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento humano me podrá cubrir, solo
la presencia de Dios en mi vida me ayudará a avanzar hasta llegar a la meta que es Cristo
Jesús, y esto solo lo puedo hacer yo, nadie, absolutamente nadie lo puedo hacer por mí,
claro está!!! Si es que quiero correr la carrera y llegar a la meta.

Pero también podemos fijar nuestra mirada en

3. Jesús autor y consumador de la fe. Solo podremos correr esta carrera mientras
veamos a Jesús, y tengamos nuestra mirada fija en él. Él es nuestro centro, nuestra
inspiración y nuestro mayor ejemplo. Dios hecho hombre en la persona de Jesús corrió
en esta tierra la carrera de la fe, y ¡sí que supo llegar a la meta!, y es hoy por esa fe, que
él está sentado a la diestra de Dios Padre, y es por esa fe, que tú y yo somos salvos y
estamos en el presente sentados con Cristo en los lugares celestiales, como lo dice
Pablo en Efesios 2:6.
Jesús es nuestro principal modelo de fe a imitar y nuestra meta es entonces tener la fe de
Cristo. Jesús por fe, solo por una fe inquebrantable en el Padre fue a la cruz, pero no fue
fácil para el como hombre, en su carne sintió miedo a tal punto que el evangelista Lucas
nos dice en el capítulo 22: 44 “Lleno de angustia, oraba con más intensidad. Y era su
sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. En versículos anteriores
el evangelista nos dice que en el huerto de Getsemaní Jesús le dijo al Padre: “Si es posible
pasa de mi esta copa”, en otras palabras “yo no quiero hacer eso, yo no quiero morir en la
cruz”, pero concluyó diciéndole: “No se haga mi voluntad si no la tuya” y el clímax de esa
fe, la consumación final de la misma, se hace visible para nosotros cuando en la cruz,
confiado de que el Padre haría lo mejor, este le dijo: “Padre en tus manos encomiendo mi
espíritu”, el como hombre pudo tener la incertidumbre de: “será que si voy a resucitar, que
lo que él Padre me dijo si es verdad”, pero el decidió creer y se abandonó completamente
en sus manos y hoy por esa esperanza, por esa fe maravillosa que tuvo en el Padre resucitó
al tercer día, venció la muerte y está sentado a la diestra de Dios padre en los lugares
celestiales, hoy por esa fe tú y yo somos salvos, por esa fe que tuvo Cristo y por esa fe que

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hoy tenemos en él, es que tenemos la certeza que así como el resucitó también nosotros
resucitaremos, como lo dice 1 Corintios 1:20“Pero en realidad Cristo ha resucitado y fue
el primero de todos los que serán resucitados de la muerte”.
Al igual que Jesús nosotros podemos sentir temor, tener incertidumbre, pensar ¿Dios si
estará conmigo, todo esto será cierto? pero de la misma manera que él creyó en el Padre
hoy nosotros debemos creer, tener la certeza que si entregamos nuestras vidas
completamente a Dios, el hará lo mejor y la recompensa que tendremos, así como la tuvo
Cristo será maravillosa, es más la recompensa que hoy ya tenemos es maravillosa, saber
que no estamos solos, que él está preparando moradas para nosotros, que somos mas que
vencedores con él, que nuestras aflicciones presentes no se comparan a la gloria venidera,
esta esperanza y la esperanza en la vida eterna es un buen aliciente para imitar la fe de
Jesús.
¿Cuáles es entonces nuestra meta? Nuestra meta es tener la fe de Cristo ¿y cómo logro tener
esa fe?, teniendo mi mirada puesta en él. Cuando ponemos los ojos en Jesús evitamos
distraernos con personas o cosas que no nos convienen y nos hacen desviar de nuestra meta
principal. Si mantenemos puestos los ojos en Jesús como autor y consumador de la fe,
como nuestro mayor modelo de fe, siempre nos esforzaremos por correr una milla más, si
caemos en plena carrera tendremos el coraje y la valentía de levantarnos y continuar hacia
la meta olvidando lo que queda atrás, los ojos puestos en Jesús siempre fortalecerán
nuestra fe y nos darán la esperanza que pronto alcanzaremos la corona de vida que Dios ha
prometido a los que le aman, así como Jesús lo hizo hace más de 2000 años cuando decidió
creerle al Padre con todo su corazón y fue a la cruz confiado que él lo levantaría de los
muertos y le permitiría tener el gozo de estar sentado a su diestra y poder ver el fruto de su
aflicción reflejado en la salvación de la humanidad, de la mismas manera tú y yo algún día
estaremos en su presencia y sentiremos el gozo de haber puesto por obra nuestra fe y de
saber que valió la pena haber creído en aquello que no veíamos, pero que en fe se hace real.

Hoy es un buen momento para reflexionar y preguntarnos ¿en quién ponemos nuestra
mirada? Porque donde está nuestra mirada allí está nuestra meta.
¿Tienes tus ojos puestos en las cosas materiales o acaso los tienes puestos en el hombre? O
¿Tienes puesta tu mirada en Jesús autor y consumador de la fe? Si tienes puestos los ojos en

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Jesús, ¿imitas su fe? O ¿reconoces que aun tienes una fe frágil, o que quizá lejos estas de
tener una fe verdadera?

¿Estas dentro de la carrera de la fe, vas a buen ritmo, o quizá te has rezagado, o te das
cuenta que estás corriendo otra carrera?

Hoy es momento de volvernos a enfocar si es el caso, es tiempo de regresar a la carrera


correcta, al carril correcto, de aumentar un poco la velocidad, el ritmo, de volver nuestra
mirada a Jesús, pues él espera por nosotros en la línea de meta, el espera que seamos
imitadores legítimos de su fe y que lleguemos a la meta como él lo hizo, tome aliento
vuestro corazón y confía en Él, recuerda hoy Jesús espera por ti.

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