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Texto: Mateo 7:1-5

Título:

Introducción

Muchas personas hoy en día no somos plenamente conscientes de nuestras


vidas, y con esto me refiero que muchos de nosotros quizá aún no sabemos que
nos gusta, para que somos buenos, que queremos hacer con nuestra vida, a
muchos quizá les cuesta saber cuáles son sus virtudes y debilidades, en
ocasiones uno pregunta dime 5 cualidades y 5 debilidades y a las personas le
cuesta bastante responder, o la pregunta ¿cómo te definirías?, responder esto le
toma mucho tiempo a algunas personas, y unas tantas no logran responder; otra
cosa que pareciera ser algo sencillo y que pocas veces se hace, es que cuando
hablamos no nos escuchamos, en muchas ocasiones no somos conscientes de lo
que decimos, y hablamos y hablamos de tantas cosas como en automático, en
ocasiones tampoco somos conscientes de las reacciones que tenemos, del trato
que le damos a otros y la vida nos pasa de manera tan desapercibida. Realmente
vamos viviendo como en piloto automático, pero de lo que si nos apercibimos es
del comportamiento del otro, de cómo es que el otro vive su vida a tal punto de
convertirnos en jueces y en ocasiones en verdugos de aquellos que nos rodean.

Y en esta noche quiero que miremos lo que nos dice la Palabra del Señor al
respecto:

Quiero que vaya conmigo al evangelio de Mateo 7:1- 6

Desarrollo

1. El versículo 1 nos dice: “No juzguéis para que no seáis juzgados”, La palabra
Juzgar en griego Krino significa distinguir, decidir mental o judicialmente. Ese
distinguir me habla de la capacidad de poder diferenciar entre lo bueno y lo
malo, pero este discernir entre lo bueno y lo malo, va mucho más allá de lo que
yo puedo ver y aun entender, porque generalmente siempre que hacemos un
juicio los hacemos basados en lo que observamos y bajo la óptica en que
nosotros vemos y concebimos la vida y realmente esto no es suficiente para
proporcionar el cuadro completo y poder realizar un juicio certero y justo, pues
hay algo a lo que nosotros no tenemos ni tendremos acceso y es el corazón
del hombre, esta capacidad, esta virtud solo le compete a Dios, por eso él es el
único que puede juzgar, pues él es quien ve las intenciones del corazón y así
puede tener el cuadro completo, es decir, la acción más la intensión, como dice
1 de Samuel 16:7 “Pero el SEÑOR dijo a Samuel: No mires a su
apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios
ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior,
pero el SEÑOR mira el corazón”.

Y es por esto que nosotros no podemos juzgar, pues para poder hacerlo
tendríamos que tener acceso al corazón del hombre para así poder saber cuál fue
la intención que tuvo para realizar dicha acción, o para saber porque dijo lo que
dijo, es decir, para poder juzgar hay que tener claridad tanto del hecho como de la
intención.

¿Cuantos de nosotros muchas veces hemos hecho algo con la mejor intención y
obtenemos el resultado contrario?

Por ejemplo cuando tenemos una amiga muy cercana y con la mejor intención le
decimos que debe mejorar ciertos aspectos y como resultado obtenemos que esa
persona se enfurece, nos dice de todo y termina retirándonos su amistad,

¿Y cuantas veces en muchas ocasiones hacemos algo bueno con una mala
intención? Y aquí voy a poner un ejemplo muy de cristianos, cuando llamamos a
alguien y le contamos algo delicado de un hermano de la iglesia para que ore por
él, pero la verdadera intención es difamar al hermano

Por eso es que nuestro juicio siempre será limitado e impreciso.


Por otro lado un juicio implica dictar una sentencia para el acusado, y cuando este
resulta culpable, es decir, cuando ha transgrede la Palabra, debe recibir un
castigo y este solo puede venir de parte de Dios, porque nosotros no castigamos.
Pero hay algo que si podemos hacer y es evitar que el otro sea castigado, como
conocedores de la Palabra de Dios, nosotros podemos discernir con claridad entre
lo bueno y lo malo, y es por ello que con amor y misericordia puedo acercarme a
mi hermano, hacer que reconozca su pecado, se aparte y reciba misericordia,
como dice Gálatas 6:1 “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna
falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de
mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas
tentado”. Es decir, con toda la humildad y todo el amor debemos ayudar aquel
que está en pecado para que vuelva al camino correcto, se arrepienta de todo
corazón y así alcance misericordia, se aparté y así evite el castigo, pero siempre
teniendo presente que en algún momento nosotros también podemos caer en el
mismo pecado y esta conciencia es la que me ayudará a no juzgar a los demás.

2. La palabra continúa diciendo, que no juzguemos para que no seamos


juzgados, Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la
medida con que medís, os será medido. Este versículo nos está haciendo
una advertencia en cuanto al juzgar, sino queremos que nos juzguen no lo
hagamos, porque de la manera que hacemos esto con los demás lo harán con
nosotros, pareciera muy obvio lo que este versículo dice, pero no es así,
porque en ocasiones utilizamos la Palabra misma para justificar este
comportamiento, solo mire cuando un hermano, un líder o un pastor cae, ¿que
sucede alrededor?, ¿cuantos van a él para restaurarlo con espíritu de
mansedumbre?, ¿cuantos instan y reprenden a los que lo están juzgando para
que tanto ellos como el que cayó sea levantado??? Solo les dejo esa inquietud,
¡Pero hay cuando el de la falta soy yo y no me entienden y no me ayudan y no
me perdonan y me disciplina!, ¿cómo queremos ser juzgaos, con que vara
queremos que nos midan? ¿Con la condenatoria o con la de misericordia?
Pues todo dependerá de cómo yo lo haga.
3. Continúa diciendo la Escritura: 3¿Y por qué miras la paja que está en el ojo
de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O
cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga
en el ojo tuyo?
5! Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien
para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Cuando Jesús plantea estos cuestionamientos, que parecieran tan duros pero que
son tan confrontadores y profundos, lo que nos está haciendo es una invitación a
algo que normalmente no hacemos, y es a que examinemos nuestras vidas,
nuestras motivaciones y nuestra conducta.

Es una realidad que nosotros solemos ver el pecado en los demás, somos
exigentes con el otro, radicales, pero cuando se trata de nosotros, las cosas son a
otro precio, queremos que nos entiendan, que pasen por alto las cosas, dejando
pasar nuestras faltas, nuestros errores, nuestro pecado.

En la parábola de Lucas 18 El Fariseo mira con lupa y dice: Dios, te doy


gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni aun como este publicano. Y justo esta es la clase de juicio que
Jesús condenó.

Si tenemos un problema con el pecado en nuestras propias vidas, nos sentimos


un poco aliviados al señalar a otros con el dedo. Esto hace que nuestro pecado
parezca no ser tan malo después de todo. Pero, Jesús nos advierte que tenemos
que limpiar primeramente nuestras propias acciones antes de que tratemos de
arreglar las vidas de otros.

Al apuntar nuestro dedo acusador hacia el pecado de otros, nuestra atención se


distrae de nuestros propios pecados, y este es el verdadero peligro del Juicio. Es
por esto que el juicio debe comenzar en casa, Como dice David en el Salmo 139:
23 y 24 “.Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis
pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el
camino eterno”.

Entonces si todos somos pecadores, deberíamos trabajar juntos como una familia
para vencer nuestros pecados. Piensen que verdaderamente, los únicos pecados
de los cuales tenemos control son los nuestros, y es por esto que deberíamos
poner toda la atención en resolverlos, en vez de mirar los defectos de los demás.

Cuando yo logro ser consciente de como vivo en Cristo, fundamentando mi


caminar en La Palabra de Dios, es decir cuando saque la viga de mi ojo tendré la
autoridad para decirle al otro con todo el amor y la humildad lo que está haciendo
bien y lo que no, porque lo dice la Palabra y mi propio testimonio y de esa manera
podré tener la certeza que voy a ser juzgado con misericordia, porque de lo
contrario si somos duros como decíamos ahora, orgullosos, altivos, viendo y
recalcando constantemente los defectos de los demás, y bajo una apariencia de
piedad estamos juzgando con dureza, haciendo sentir al otros inferior, mal, un vil
pecador, que no hay nada que hacer con él, pues no esperemos recibir
misericordia de los demás, ni un juicio amoroso de parte de Dios, porque de lo que
damos eso recibimos.

Conclusión

Hoy Jesús nos invita a que pensemos muy bien antes de juzgar a alguien, pues
este no es el papel que nos corresponde, recordemos que para hacer un juicio se
necesita conocer tanto el hecho, como la intención del corazón, y dictaminar un
castigo si tal es declarado culpable, pero la imposición de ese castigo no nos
corresponde a nosotros, Solo Dios conoce el corazón y tiene la autoridad para
castigar, pero lo que si debemos y podemos hacer es restaurar con mansedumbre
al otro para evitarle el castigo, eso sí, esto debe hacerse después de mirar la viga
en mi ojo y retirarla, para poder así sacar la paja del ojo ajeno, es decir, la
invitación es a conocernos a nosotros mismos, a descubrir lo que realmente hay
en nuestro interior, a mirar cómo nos estamos conduciendo en el camino del
Señor, para así poder ayudar a otros.
Además recordemos que de la manera que juzgamos seremos juzgados, piensa
en esta noche como han sido tus juicios, ¿Llenos de misericordia o de
condenación?, si has sido misericordioso, no dejes de serlo, pero si eres de los
que condenan sin piedad es el momento de redireccionar esa actitud para evitar
sobre nosotros ese mismo juicio condenatorio

Hoy es el día de pedirle al Señor que nos muestre que tipo de jueces somos y nos
ayude, llene nuestro corazón de amor y misericordia, nos permita apartarnos del
mal camino y nos haga instrumentos de restauración para aquel que aprecie y
valore la amonestación del Señor.

Que nunca se nos olvide que con la vara que medimos seremos medidos.

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