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D I V U L G A C I ÓN

LAS CULTURAS INDÍGENAS DE

MÉXICO
ATLAS NACIONAL DE ETNOGRAFÍA

Saúl Millán
Coordinador

Carlos Heiras, Alessandro Questa, Iván Pérez Téllez

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA


LAS CULTURAS INDÍGENAS DE

MÉXICO
ATLAS NACIONAL DE ETNOGRAFÍA
Fotografías

Alfonso Fabila
Archivo Casasola
Armando Salas Portugal
Bodil Christensen
Carl Lumholtz
Carla Torres
Carlos Hahn
Carlos Incháustegui
Cecilia Portal
César Ramírez
Fernando Rosales
Frederick Starr
George O. Jackson
Graciela Iturbide
José Luis Mallard
Julio de la Fuente
Luz Lozano Nathal
Nacho López
Pablo Ortiz Monasterio
Ramón Jiménez
Ricardo Moura
Saúl Millán
Sergio Abbud
Walter Reuter
Winfield Scott
LAS CULTURAS INDÍGENAS DE

MÉXICO
ATLAS NACIONAL DE ETNOGRAFÍA

Saúl Millán
Coordinador

Carlos Heiras
Alessandro Questa
Iván Pérez Téllez
Investigación

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA


Las culturas indígenas de México. Atlas Nacional de Etnografía / Saúl Millán (coordinadores) ; Carlos Heiras, Alessandro Questa, Iván
pérez Télles(investigación) . – México : Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2018.
740 p. : il. ; 32 × 28 cm
Incluye bibliografía

ISBN: 978-607-539-102-1

1. Indios de México – Vida social y costumbres. 2. Indios de México – Condiciones sociales. 3. Etnografía – México – I. Millán, Saúl, coord.
II. Heiras, Carlos coaut. III. Questa, Alessandro, coaut. IV. Pérez Téllez, Iván, coaut. V. Instituto Nacional de Antropología e Historia.

F1219.3 S6 C968 2017

Primera edición, 2018

Producción Agradecemos a instituciones y autores que nos otorgaron su


Secretaría de Cultura autorización para reproducir algunos de sus textos:
Instituto Nacional de Antropología e Historia
D. R. © 2018, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas (cdi), por los siguientes textos e imágenes:
Esta investigación forma parte del Proyecto Nacional
de Etnografía de las Regiones Indígenas en México en el Nuevo Artículos:“Esferas de la actividad económica”, p. 99;“Los campesinos
Milenio auspiciado por el Instituto Nacional de Antropología indígenas y las estructuras de mercadeo”, p. 117; “Organización
e Historia, a través de la Coordinación Nacional de Antropología, económica de los chatinos”, p. 129; “Desarrollo, marginalidad
y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. y migración”, p. 181; “La pesca entre los huaves de San Mateo
del Mar”, p. 265; “La arquitectura en Zinacantán”, p. 275; “El concepto
Coordinación editorial de alma rarámuri”, p. 319; “Fronteras del tiempo: ciclos festivos
Pedro Molinero en el sur de Oaxaca”, p. 505; “Las danzas de los pueblos indígenas
de Guerrero”, p. 601.
Diseño Recuadros:“Dos tipos de trabajo indígena: el tequio y la guetza
Angélica Castrejón / Pedro Molinero entre los mixtecos”, p. 113; “Cargos y grupos de edad entre los
Quinta del Agua Ediciones, S.A. de C.V. chatinos”, p. 152;“Padrino y compadre”, p. 174;“Trabajo en las
comunidades indígenas transnacionales”, p. 186; “La milpa y el
Fotografía huerto: espacios de producción indígena”, p. 238; “La casa totonaca”,
Portada: Pinotepa de Don Luís, Oaxaca. George O. Jackson, 1994. p. 286; “Nagualismo y tonalismo”, p. 336; “Tocomacat: ceremonia
Contraportada: Coras, Nayarit. Archivo Casasola, 1920. mortuoria entre los totonacas” p. 354; “La cruz parlante de los
Fototeca Nacional, sinafo-inah. mayas”, p. 578; “Máscaras de los viejos entre los purépechas”, p. 608.
Imágenes: Fototeca Nacho López, Comisión Nacional para el
D. R. © Instituto Nacional de Antropología e Historia
Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi): 60, 118, 120, 123, 130,
Córdoba, 45; 06700, Ciudad de México
132, 137, 155, 171, 188, 191, 202, 204, 212, 215, 242, 252, 256,
sub_fomento.cncpbs@inah.gob.mx
258, 266, 270, 276, 297, 302, 306, 307, 308, 310, 324, 347, 362,
367, 369, 376, 384, 389, 390, 398, 401, 405, 419, 447, 448, 459,
Las características gráficas y tipográficas de esta edición
462, 466, 471, 507, 536, 558, 561, 568, 592, 598, 605, 610, 615,
son propiedad del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
676, 678, 681, 688, 694.
de la Secretaría de Cultura
Copyright © 2001. Courtesy of the Author and The University
ISBN: 978-607-539-102-1
of Texas Press. por “Recruitment, Training, and Practice of
Indigenous Midwives: From the Mexico – United States Border
Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total
to the Isthmus of Tehuantepec” by Brad R. Huber and Alan R.
o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
Sandstrom in Mesoamerican Healers, edited by Brad R. Huber and
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático,
Alan R.Sandstrom,
la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito
de los titulares de los derechos de esta edición. Copyright © 1989, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos
(cemca); Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta),
y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah),
con los números identificadores ISSN 0378-5726
e ISBN 968-6029-08-7. “La notion nahua d’individu: un aspect
du tonalli dans la région de Huauchinango, Puebla”, de Marie-Noëlle
Chamoux, en Enquêtes sur l’Amérique Moyenne. Melanges offerts
à Guy Stresser Péan, coordinado por Dominique Michelet.
Copyright © 2003, Fondo de Cultura Económica, por “La población
indígena agregada”, incluida en la obra Los indios mexicanos en
el umbral del milenio, de Arturo Warman. Todos los derechos reservados.
Contenido

15
Presentación
Saúl Millán

55
Estudios básicos
57 Un perfil de la cultura india
Guillermo Bonfil Batalla
68 n ¿Indios, indígenas, pueblos indígenas? / Carlos Zolla y Emiliano Zolla Márquez

73 La población indígena agregada


Arturo Warman
82 n Derechos indígenas y legislación internacional / Francisco López Bárcenas
91 n Lenguas y familias lingüísticas

97
La sociedad indígena

ECONOMÍA INDÍGENA

99 Esferas de la actividad económica


Gonzalo Aguirre Beltrán
113 n Dos tipos de trabajo indígena: el tequio y la guetza entre los mixtecos / Alejandro Marroquín

117 Los campesinos indígenas y las estructuras de mercadeo


Guillermo de la Peña
119 n El café en la economía indígena / Margarita Nolasco
124 n Cría de ovejas entre los tzotziles de Chiapas / Raúl Perezgrovas, Pastor Pedraza y
Marisela Peralta

129 Organización económica de los chatinos


Alicia Barabas
138 n La población indígena como factor económico / Esteban Krotz
8 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO. AT L A S N A C I O N A L D E E T N O G R A F Í A

ORGANIZACIÓN SOCIAL

145 Organizaciones políticas y religiosas


Frank Cancian
152 n Cargos y grupos de edad entre los chatinos / James B. Greenberg

157 La organización de los barrios en Mesoamérica


Norman D. Thomas
160 n Barrios duales / Saúl Millán

165 Sistemas y lógicas parentales en las culturas de Oaxaca


Miguel A. Bartolomé
174 n Padrino y compadre / Italo Signorini
176 n Petición de la novia / Víctor Manuel Franco Pellotier

CA MBIO Y MODERNIDAD

181 Desarrollo, marginalidad y migración


Miguel Ángel Rubio
186 n Trabajo en las comunidades indígenas transnacionales / Federico Besserer

195 Jóvenes indígenas en la ciudades de México


Maya Lorena Pérez Ruiz
205 n Organizaciones indígenas en Oaxaca / Jorge Hernández Díaz

211 Los protestantes en Oaxaca: ¿Persecución o resistencia cultural?


Enrique Marroquín
220 n Estilos judiciales entre los zapotecos / Laura Nader

225
Culturas indígenas

A G R I C U LT U R A , P E S C A Y C A C E R Í A

227 La milpa entre los huastecos


Janis B. Alcorn
238 n La milpa y el huerto: espacios de producción indígena / Eckart Boege
2 44 n Manejo y uso de la biodiversidad entre los mayas yucatecos /
Víctor M. Toledo y Narciso Barrera-Bassols

253 Cacería y ritual en la montaña de Guerrero


Danièle Dehouve
260 n Magia y cacería entre los nahuas de la sierra de Hidalgo / José de Jesús Montoya Briones

265 La pesca entre los huaves de San Mateo del Mar


Italo Signorini
CONTENIDO 9

LA CASA Y SU SIMBOLISMO

275 La arquitectura en Zinacantán


James P. Warfield
286 n La casa totonaca / Alain Ichon

293 La casa como microcosmos


Rossana Lok
300 n La casa de los dioses / Marie-Odile Marion

30 3 La casa entre los kikapú


Felipe A. Latorre y Dolores L. Latorre
311 n Gastronomía indígena y vida ceremonial / Saúl Millán

EL ALMA Y EL CUERPO

319 El concepto de alma rarámuri


William L. Merrill
322 n Las flechas tepehuanas: el arte de la personificación /
Antonio Reyes Valdez

329 La noción nahua de individuo: un aspecto del tonalli en la


región de Huauchinango, Puebla
Marie-Noëlle Chamoux
336 n Nagualismo y tonalismo / Gonzalo Aguirre Beltrán
338 n Los muñecos de papel entre los tepehuas / Roberto Williams García

345 Almas y cuerpo en una tradición indígena tzeltal


Pedro Pitarch Ramón
354 n Tocomacat: ceremonia mortuoria entre los totonacas / Alain Ichon

SALUD Y ENFERMEDAD

361 Medicina tradicional y chamanismo tepehua


Carlos Guadalupe Heiras Rodríguez
370 n La cama-corral entre los tzotziles de Zinacantán / Evon Z. Vogt

377 Reclutamiento, capacitación y práctica de las parteras indígenas


Brad R. Huber y Alan R. Sandstrom
394 n Hongos sagrados de los matlatzincas / Roberto Escalante y Antonio López

397 Los profesionales de la medicina


Mario Humberto Ruz
408 n Viudas y homosexuales: orden social y conocimiento chamánico entre los mazatecos /
Eckart Boege
10 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO. AT L A S N A C I O N A L D E E T N O G R A F Í A

CONOCIMIENTO LOCAL

413 Etnobotánica entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla


Pierre Beaucage y Taller de Tradición Oral / Totamachilis
420 n Pedagogía indígena / Marie-Noëlle Chamoux
422 n La niña que volteó el hacha / Andrés Oseguera

429 La taxonomía p’urhépecha de los animales


Arturo Argueta Villamar
438 n Clasificación de mamíferos entre los tzeltales / Eugene Hunn

445 La etnoastronomía de los huaves de San Mateo del Mar, Oaxaca


Alessandro Lupo
454 n El cielo otomí / Jacques Galinier
456 n El sistema calendárico mixe / Frank J. Lipp

F I E S T A S Y M AY O R D O M Í A S

463 El calendario ritual yaqui


María Eugenia Olavarría
476 n El doble bautismo tarahumara / Frances M. Slaney

479 La Judea de los coras: un drama astral en primavera


Jesús Jáuregui
496 n Ciclo fariseo y mitología rarámuri / Carlo Bonfiglioli

50 5 Fronteras del tiempo: ciclos festivos en el sur de Oaxaca


Saúl Millán
5 08 n El chitatli: instrumento para solicitar la lluvia / Félix Flores Limón
5 12 n La mayordomía en Tehuantepec / Guido Münich Galindo
5 25 n El Patrimonio Cultural Inmaterial y los Pueblos Indígenas de México

COSMOVISIÓN Y MITOLOGÍA

537 Iniciación y cosmovisión entre los huicholes


Johannes Neurath
5 42 n Wirikuta, la tierra donde nace el Sol / Saúl Millán
5 46 n La jícara Yáwime y el tejido Chánaka / Margarita Valdovinos

553 El depredador celeste


Jacques Galinier
5 62 n Los muertos y el inframundo / Guy Stresser-Péan
5 66 n El papel picado y las ofrendas de Día de Muertos / Saúl Millán

571 Iconografía lunar en la cosmología maya lacandona


Marie-Odile Marion
5 76 n Las piedras de adoración mixtecas / Alicia Barabas y Miguel Bartolomé
5 78 n La cruz parlante de los mayas / Alfonso Villa Rojas
CONTENIDO 11

MÚSICA Y DANZA

585 La música indígena en el noroeste de México


Miguel Olmos Aguilera
594 n Instrumentos musicales huicholes / Mario Benzi
596 n Rarájipo o carrera de bola rarámuri / Donaciano Gutiérrez y Luis E. Gotés

60 1 Las danzas de los pueblos indígenas de Guerrero


Francoise Neff
608 n Máscaras de los viejos entre los purépechas / Janet Brody Esser

613 Las danzas indígenas y el mundo animal


Saúl Millán
616 n Sones musicales y danzas indígenas / Saúl Millán
623 n Danzas indígenas de México

TEXTILES Y ARTESANÍAS

659 Los textiles entre los nahuas de Hidalgo


Iván Pérez Téllez
662 n Los diseños mazahuas / Édgar Morales Sales
666 n Simbolismo de un huipil ceremonial tzotzil / Walter F. Morris

673 El barro negro de San Bartolo Coyotepec


Jorge Hernández Díaz y Gloria Zafra
682 n Lináloe: esencia mexicana / Paul Hersch Martínez

687 Variaciones en la cestería de los mayas de las Tierras Bajas


Catalina Rodríguez Lazcano
692 n El espíritu de los coritas seris / Richard S. Felger y Mary Beck Moser
696 n Las artesanas de Dios: usos y significados de la palma entre los guarijío /
Claudia Jean Harriss Clare

701
Bibliografía

723
Índice analítico

737
Identificación de imágenes
12 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO. AT L A S N A C I O N A L D E E T N O G R A F Í A

M A PA S , G R Á F I C A S E I L U ST R AC I O N E S

21 n La población indígena en los censos (1895-2010)


88 n Familias lingüísticas
89 n Lengua predominante en localidades con 40% y más de población indígena
9 0 n Regiones indígenas de México
135 n La población indígena en gráficas
139 n Población en hogares indígenas según condición de empleo
155 n Asamblea comunitaria
192 n Modelos de migración indígena
209 n Centros urbanos indígenas
222 n Protestantes en Oaxaca
241 n El uso múltiple de los recursos por los mayas yucatecos
288 n Casa tradicional totonaca
3 95 n Flora medicinal de los mayos
5 45 n Peregrinación a Wirikuta
5 49 n Cosmogramas indígenas
5 64 n Ofrenda funeraria otomí
6 21 n Mapa de géneros musicales indígenas
6 99 n Textiles indígenas

CUADROS

17 n Población indígena en el territorio nacional


1 9 n Numeralia nacional
2 1 n La población indígena en los censos (1895-2010)
2 5 n Pueblos indígenas de México
7 1 n Gentilicios de los pueblos indígenas de México
1 40 n Propiedad social y privada en los territorios de los pueblos indígenas
1 54 n Autoridades en las lenguas indígenas oaxaqueñas
2 50 n Principales especies anuales y perennes domesticadas por los pueblos indígenas
CONTENIDO 13

REGIONES INDÍGENAS DE MÉXICO

115 n Región Yumana


127 n Región Cahíta y Seri
14 3 n Región Sierra Tarahumara
156 n Región Gran Nayar
179 n Región Pamería
251 n Región del Valle del Mezquital y Semidesierto Queretano
26 4 n Región Purépecha y Nahua.
273 n Región Huasteca
291 n Región Sierra Norte de Puebla y Totonacapan
317 n Región Sierra Negra - Zongolica
34 3 n Región del Altiplano Central
359 n Región Mazahua - Otomí
375 n Región del Alto Balsas
396 n Región Montaña de Guerrero
410 n Región Mixteca
427 n Región Cañada Mazateca
44 4 n Región Chinanteca
461 n Región Sierra de Juárez
478 n Región Valles Centrales de Oaxaca
523 n Región Mixe
535 n Región Sierra Sur y Costa de Oaxaca
552 n Región Istmo de Tehuantepec
570 n Región Sur de Veracruz
583 n Región Chontalpa
600 n Región Norte de Chiapas
622 n Región Los Altos de Chiapas
656 n Región Selva Lacandona
671 n Región Frontera Sur
686 n Región Maya
Presentación
Saúl Millán

A
unque esta obra ilustra tan sólo una parte del horizonte,
pone a disposición las diversas constelaciones regionales que pueden
observarse a lo largo del territorio nacional, invitando a los lectores a
valorar las culturas indígenas del presente con la misma admiración que normal-
mente asumimos cuando contemplamos las sociedades indígenas del pasado.
A través de los estudios etnográficos, que paulatinamente abren sus puertas a un
público más amplio, las culturas indígenas de hoy han terminado por adquirir
un valor equivalente al que en su momento alcanzaron las culturas prehispánicas
de México, cuya difusión ha sido sin duda esencial para forjar la idea de una
nación uniforme. La tarea de difundir el conocimiento sobre los pueblos in-
dígenas contemporáneos debería sin embargo tener el efecto contrario, en
la medida en que muestra un país más diverso y plural de lo que contempla-
ba el proyecto original. Hoy en día, cuando la legislación nacional reconoce
que “la Nación Mexicana tiene una composición pluricultural, sustentada ori-
ginalmente en sus pueblos indígenas” (Artículo 2º Constitucional), la inves-
tigación etnográfica resulta una herramienta eficaz para promover el modelo de
nación que la legislación nos propone, en la medida en que el registro etnográ-
fico hace cada vez más visible la diversidad cultural de la población mexicana.
Sin ser exhaustivos, los estudios dedicados a la población indígena de México
conforman actualmente un acervo considerable de materiales etnográficos que,
en mayor o menor medida, han contribuido a forjar la imagen de un país tan
diverso como las propias culturas indígenas que lo integran. Reunir este acervo
de conocimientos, cuyos testimonios colmarían bibliotecas enteras, es sin duda
una tarea ilusoria para una obra como la que aquí se presenta. A nuestro jui-
cio, un atlas nacional de etnografía no puede partir del principio de la suma y
la acumulación si intenta superar las limitaciones del compendio y del catálogo.
Aun cuando nuestra muestra etnográfica integra el conjunto de pueblos indígenas
que habitan en el territorio mexicano, considerados en mayor o menor profun-
didad, su valor heurístico no reside tanto en su extensión geográfica como en la
posibilidad de extraer de ella un conjunto de datos, siempre limitados y reducidos,
que sean susceptibles de ofrecer un panorama coherente sobre la diversidad étnica
y cultural de nuestro país.
Siguiendo este principio, el Atlas nacional de etnografía reúne un extenso
acervo de materiales que han sido elaborados a lo largo de medio siglo por
antropólogos de distintas latitudes, quienes sin duda representan al conjunto

15
16 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

de investigadores más destacados sobre las culturas indígenas del México con-
temporáneo. Ya sea como artículos, pasajes de libros o estudios monográficos,
las investigaciones reunidas en este volumen proceden en efecto de especialistas
que han dedicado su obra a los temas que abordan, considerando que las cultu-
ras indígenas son tan diversas como los métodos empleados para examinarlas.
La variedad de perspectivas, temáticas y aproximaciones no impide sin embar-
go la unidad del propósito, ya que cada una de ellas contribuye a esbozar un
cuadro cada vez más inteligible de un paisaje extremadamente diverso, con-
formado por múltiples pinceladas que al integrarse nos revelan al fin el perfil
distintivo del horizonte.
Si un atlas es ante todo un instrumento de ubicación, destinado a situar sus
objetos en un mapa inteligible, la obra que el lector tiene en sus manos busca
cumplir ese propósito a través de una cartografía que no sólo es geográfica sino
también conceptual. Conformada por lenguas, procesos cognitivos y visiones del
mundo que a menudo nos resultan extrañas, las culturas indígenas se distinguen
también por sus diferencias conceptuales, cuyas coordenadas es necesario ubicar
en el lugar al que corresponden, bajo el riesgo de perder de vista la lógica que
guía a un pensamiento articulado. La selección de documentos, extraídos de una
abundante bibliografía, intenta por lo tanto situar al lector en los lugares más
revelantes del pensamiento indígena, a fin de que éstos sirvan como puntos
de referencia para identificar las fronteras que unen o separan a las distintas cul-
turas indígenas del territorio nacional.
Con este propósito, la obra reúne en cada sección problemáticas comunes que
proceden de distintas regiones geográficas, promoviendo de esta forma una lec-
tura comparativa sobre las similitudes y divergencias que pueden encontrarse en
el momento de ejecutar un ritual, construir una casa o efectuar una ceremonia
curativa. La temática de la obra es por lo tanto tan amplia como la de sus pro-
pios actores y abarca, a nuestro juicio, el conjunto de prácticas singulares que los
pueblos indígenas han forjado a lo largo de cinco siglos, desde su economía hasta
su arquitectura.
Como cualquier instrumento de ubicación, este Atlas es ante todo una obra
de consulta. La organización de sus materiales permite en efecto un acceso di-
ferencial a temáticas o aspectos específicos que podrán identificarse a través del
“índice analítico”, cuyas entradas contemplan una gama extremadamente amplia
de posibilidades para familiarizar al lector con una institución, una costumbre o
un concepto indígena. En este sentido, los instrumentos de ubicación han sido
incorporados de acuerdo con distintas escalas que posibilitan múltiples lectu-
ras, de tal manera que la consulta permita identificar tanto las diferencias locales
como los factores comunes. Los recuadros que acompañan a los ensayos analí-
ticos, conformados por textos más breves y puntuales, cumplen en gran medida
esa función, ya que muestran variaciones significativas sobre una creencia o una
costumbre que es factible ubicar en distintas latitudes, aun cuando las diferencias
étnicas, lingüísticas y regionales les confieran un carácter singular que los distin-
gue como hechos culturales.
Aun cuando los materiales seleccionados no inciden con la misma profundidad
en los innumerables aspectos que conforman a las culturas indígenas, ponen a
disposición de un público más amplio los elementos esenciales de esas culturas
que la etnografía mexicana ha registrado a lo largo de medio siglo. Dado que aún
P R E S E N TAC I Ó N 17

P OBL ACIÓN I N DÍGE NA E N EL TERRITORIO NACIONAL

Amuzgo 67 349 Mazahua 336 546


Awakateko 2 270 Mazateco 336 158
Cochimí 88 Mixe 194 845
Cora 27 712 Mixteco 771 455
Cucapá 353 Motozintleco (mochó) 361
Cuicateco 22 444 Nahua 2 587 452
Chatino 63 155 Otomí 623 121
Chichimeco jonaz 4 222 Paipai 426
Chinanteco 207 643 Pame 15 520
Chocholteco (chocho) 1 937 Pápago 426
Ch’ol 283 797 Pima 1 603
Chontal de Oaxaca 10 137 Popoloca 29 945
Chontal de Tabasco 70 929 Popoluca 44 252
Chuj 4 145 Purépecha/Tarasco 193 426
Guarijío 3 128 Q’eqchí 1 893
Huasteco 237 876 Seri 1 031
Huave 24 627 Tacuate *
Huichol 59 820 Tarahumara 124 947
Ixcateco 462 Tepehua 15 506
Ixil 240 Tepehuán del Norte 12 125
Jakalteko 1 359 Tepehuán del Sur 38 219
K’iché 699 Tlahuica/Ocuilteco 1 882
Kanjobal 14 508 Tlapaneco 167 029
Kaqchikel 297 Tojolabal 71 424
Kickapoo 552 Totonaco 407 617
Kiliwa 148 Triqui 37 368
Kumiai 851 Tseltal 583 111
Lacandón 1 130 Tsotsil 535 117
Mam 27 210 Yaqui 29 815
Matlatzinca 2 417 Zapoteco 771 577
Maya 1 500 441 Zoque 100 225
Mayo 98 869 TOTAL: 10 775 2371

* Información no especificada.
1
La cifra total no incluye las 357 325 personas que habitan en hogares indígenas con lengua vernácula insuficientemente especificada.
Fuente: cdi, Sistema de indicadores sobre la población indígena de México, con base en inegi, Censo General de Población y Vivienda, México, 2010.
18 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

persisten numerosos aspectos que no han sido examinados por esta disciplina,
la obra reúne tan sólo los temas que la etnografía nacional ha considerado tra-
dicionalmente relevantes para comprender a las culturas indígenas de México.
Los campos temáticos, que van desde la economía hasta la cosmovisión, pasando
por las formas de gobierno y los conocimientos locales, revelan a su vez las coor-
denadas de una disciplina que ha ido desplazando gradualmente sus objetos de
estudio hacia aspectos cada vez más singulares, característicos de sociedades cada
vez más localizadas. Esta tendencia no sólo explica que ciertas temáticas, como
los sistemas de cargos y la organización de los barrios, tuvieran mayor relevancia
durante las décadas anteriores, sino también que los estudios etnográficos suelan
dividirse entre estudios de caso y aproximaciones regionales. La etnografía parece
alimentarse a menudo de ambas modalidades, dado que los primeros ganan en
profundidad lo que los segundos logran en extensión explicativa. Como lo de-
muestran diversos ensayos dedicados a temáticas comunes, los hechos culturales
admiten diferentes aproximaciones que no sólo varían por los métodos emplea-
dos, sino también por la extensión espacial de sus explicaciones.
Al ser una disciplina que singulariza la manera de conocer, la etnografía acos-
tumbra eludir las formulaciones generales más allá del ámbito geográfico que le
corresponde. Pocos son, en consecuencia, los estudios etnológicos que aspiran a
examinar las culturas indígenas en su conjunto, abarcando territorios tan exten-
sos como la geografía nacional o desplazando su atención entre el norte y el sur
del país. La mirada de conjunto que estas obras nos ofrecen resulta sin embargo
invaluable para aquellos lectores que requieren una guía general, por lo cual he-
mos decidido abrir la edición con dos estudios básicos de Guillermo Bonfil y
Arturo Warman que funcionan muy bien como guía introductoria, ya que in-
cluyen prácticamente todos los temas que contempla la obra. Salvo el trabajo
de Aguirre Beltrán, que a pesar de sus años continúa siendo una pieza central
para comprender la economía indígena, el lector encontrará que los ensayos pos-
teriores limitan el análisis a su zona de estudio, lo cual les confiere una profun-
didad etnográfica que permite comprender las culturas indígenas en sus propios
términos, examinando las categorías locales en la lengua vernácula en que éstas
se formulan.
Unidad y diversidad han sido, sin duda, los polos que definen la trayectoria
de los estudios etnográficos en México. El desplazamiento que puede observarse
hacia ambos extremos de la balanza determina en consecuencia la extensión, los
métodos y ocasionalmente los objetos de estudio. Así, mientras algunas investiga-
ciones contemplan un horizonte geográfico muy amplio, considerando que existe
una unidad cultural en las prácticas culturales de distintos pueblos indígenas,
otras limitan sus descripciones al ámbito exclusivo de la comunidad y asumen,
por lo tanto, que las prácticas consideradas son un patrimonio exclusivo de ese
universo de estudio. Si en el primer caso el riesgo consiste en perder de vista la
singularidad de los hechos culturales que se describen, en el segundo el peligro
estriba en considerar que cada comunidad indígena del país representa una cultu-
ra en sí misma, de tal manera que habría tantas configuraciones culturales como
localidades existentes.
Frente a estas alternativas, la antropología mexicana ha optado a menudo por
elaborar estudios regionales que exceden los límites de la comunidad y conservan,
sin embargo, las fronteras geográficas que usualmente se recomiendan para las
P R E S E N TAC I Ó N 19

NUMERALIA NACIONAL

Estimación global de la población indígena* 11 132 562


Población de cinco años y más hablante de lengua indígena 6 695 228
Población no hablante de lengua indígena y estimada como indígena 4 437 334
Municipios indígenas o con presencia de población indígena 863
Municipios con población indígena dispersa 1 561
Municipios sin población indígena 32
Localidades eminentemente indígenas 17 436
Localidades con población indígena dispersa 35 595
Localidades indígenas menores a cien habitantes 8 263
Localidades indígenas mayores a 50 000 habitantes 1
Municipios indígenas con muy alto grado de marginación 441
Municipios indígenas con alto grado de marginación 423
Municipios indígenas con grado medio de marginación 944
Municipios indígenas con muy bajo grado de marginación 262
Municipios indígenas con bajo grado de marginación 401
Número estimado de viviendas indígenas 2 426 290
Número de viviendas indígenas sin agua entubada 666 576
Número de viviendas indígenas sin electricidad 182 669
Número de indígenas monolingües 980 894
Población indígena analfabeta 1 582 420
Población indígena menor de 15 años de edad 3 760 399
Población indígena mayor de 65 años de edad 748 345
Población indígena católica 7 635 498
Población indígena no católica 1 644 631
* Desde el primer censo moderno, realizado en 1895, se ha registrado a la población que habla alguna lengua indígena.
Por convención, se consideró que el pleno dominio de la lengua materna inicia a partir de los cinco años de edad. Sin
embargo, este dato ha sido cuestionado en múltiples ocasiones, por lo que la Comisión Nacional para el Desarrollo de los
Pueblos Indígenas de México (cdi) definió a los sujetos de atención con base en las modificaciones al Artículo 2º Consti-
tucional que se llevaron a cabo en 2001. Por esta razón, la población indígena contempla actualmente a todas las personas
que forman parte de un hogar donde el jefe de la familia, su cónyuge y/o alguno de las ascendientes declaró ser hablante
de alguna lengua indígena. La cifra global refleja en este caso a la Población Indígena Estimada (pie), de acuerdo con los
datos proporcionados por la cdi.
Fuentes: Valdez, Luz María, 1987; cdi, Sistema de indicadores sobre la población indígena de México, con base en
inegi, Censo General de Población y Vivienda, inegi, México, 2010.

investigaciones de corte etnográfico. A pesar de constituir una alternativa viable, el


resultado no siempre se ha traducido en una delimitación precisa de las regiones
culturales del país, ya que algunos estudios parten de la unidad lingüística del gru-
po mientras otros perciben factores comunes entre varios grupos etnolingüísticos
que comparten un mismo espacio geográfico. En consecuencia, las regiones indí-
genas han sido definidas mediante criterios alternativos que tienen por resultado
distintas configuraciones espaciales, ya sea en términos geográficos o lingüísticos.
La Región Yumana del noroeste de México, que se integra por distintos pueblos
indígenas de la misma familia lingüística, contrasta por lo tanto con esa zona del
Golfo de México que usualmente denominamos Región Huasteca, donde grupos
provenientes de diversas familias lingüísticas comparten un territorio relativa-
mente acotado.
20 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

Al existir tantas regiones culturales como estudios regionales realizados, las


etnografías sobre los pueblos indígenas han aceptado con frecuencia la división
geográfica que proponen otras disciplinas, particularmente la historia y la ar-
queología, cuyas investigaciones han establecido una distinción esencial entre
Mesoamérica y la zona septentrional que abarca Aridoamérica. Sin embargo,
y aun cuando numerosas monografías se definen como “estudios mesoamerica-
nos”, persiste la intención de que los estudios regionales logren definir espacios
culturales más acotados que permitan delimitar las regiones indígenas del país.
Recientemente, algunas investigaciones han retomado ese enorme desafío, com-
binando criterios espaciales y demográficos con la ocupación indígena de nú-
cleos agrarios (Boege, 2008), para definir los territorios de los pueblos indígenas
de acuerdo con polígonos geográficos acotados. A pesar de este esfuerzo, que sin
duda contribuye a identificar zonas que han permanecido indefinidas, resulta
aún vigente la lejana observación de Guillermo Bonfil en el sentido de que “no
existe hasta el momento una obra que aborde en conjunto las regiones culturales
de México” (Bonfil, 1987: 74).
A más de 20 años de distancia, esta obra no es la excepción. Aun cuando in-
cluye diversos mapas regionales, elaborados por nuestro equipo de investigación,
sus instrumentos cartográficos se limitan a difundir un conocimiento acumu-
lado que, en numerosos casos, está lejos de ser concluyente y exhaustivo. En
este sentido, conviene precisar que la identificación geográfica de las “regiones
indígenas de México”, expresada en mapas y semblanzas panorámicas, responde
a un ejercicio de divulgación que reúne proyectos e investigaciones previamente
realizados. De ahí que su valor no resida en proponer una nueva regionaliza-
ción de los pueblos indígenas del país, sino en prolongar los alcances de otras
obras que se propusieron los mismos objetivos. Entre éstas, sin duda, es necesa-
rio mencionar la obra publicada por la Comisión Nacional para el Desarrollo de
los Pueblos Indígenas, que bajo el título de Regiones indígenas de México (cdi,
2006b) dio a conocer un valioso acervo de mapas regionales, basados en los da-
tos estadísticos que hasta ese momento proporcionaban los censos de población.
Al emplear esta cartografía como punto de partida, asumimos la posibilidad de
introducir modificaciones tanto en las zonas geográficas como en los límites que
las definen, evitando circunscribir las regiones indígenas a las fronteras políticas
de las entidades federativas. El resultado son 29 mapas regionales que, en su gran
mayoría, muestran espacios interétnicos que exceden los límites estatales, inte-
grando por el contrario a pueblos indígenas de distintos estados en un territorio
relativamente continuo.
La configuración étnica de México no es actualmente un mosaico definido
que permita dibujar espacios perfectamente delimitados, con fronteras o límites
precisos. Los procesos de migración, que se han intensificado durante las últi-
mas décadas, convierten al territorio nacional en un paisaje más difuso de lo que
indican los mapas regionales. En algunos casos, las fronteras de las regiones in-
dígenas pueden en realidad extenderse hacia centros urbanos de atracción donde
la presencia de mixtecos, huicholes o nahuas es tan significativa como en sus te-
rritorios de origen. Con fines ilustrativos, los mapas regionales reconstruyen los
espacios tradicionalmente habitados por los pueblos indígenas del país, donde
las fronteras municipales sirven tan sólo como marco de referencia para definir
los límites regionales.
P R E S E N TAC I Ó N 21

LA P OBLACIÓN I N DÍGENA EN LOS CENSOS (1895-2010)*

P O B L AC I Ó N TOTA L Y D E 5 A Ñ O S Y M Á S S E G Ú N C O N D I C I Ó N
D E H A B L A D E L E N G UA I N D Í G E NA ( H L I ) * *

Población hablante
Año Población t o ta l de lengua indígena P o r c e n ta j e
( m ayo r d e c i n c o años)

1895 12 632 427 2 034 712 16.1


1900 13 607 272 2 078 914 15.3
1910 15 160 369 1 960 306 13.0
1921 14 334 780 1 820 844 12.7
1930 16 552 722 2 251 086 16.0
1940 19 653 552 2 490 909 15.0
1950 25 791 017 2 447 609 11.3
1960 34 923 129 3 030 254 10.4
1970 48 225 238 3 111 415 7.8
1980 66 846 833 5 181 038 9.2
1990 81 249 645 5 282 347 7.6
2000 97 483 412 6 044 547 7.2
2010 112 336 538 6 695 228 6.7

120 000 000

100 000 000

80 000 000

60 000 000

40 000 000

20 000 000

0
1895 1900 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

Población total Población hablante de lengua indígena (mayor de cinco años)

*
  Elaborado por Enrique Serrano Carreto.
**
  Desde que en 1895 se llevó a cabo el primer censo de la era moderna, el criterio lingüístico ha sido la principal herra-
mienta metodológica para determinar estadísticamente a la población indígena. En 1921, 1930, 1940 y 1950 se contempló
el idioma o lengua materna, tanto para los ciudadanos mexicanos como para la población extranjera. En 1950, por primera
vez, se establece que la obtención del número de habitantes que hablan exclusivamente lenguas indígenas o bien español y
una lengua o dialecto indígena es una de las finalidades del censo de población. Además, esta es la primera ocasión que se
formula únicamente a los de 5 años cumplidos o más, y en 2010 se formuló desde los 3 años de edad.
Fuentes: inegi, Censos de población y vivienda, varios años y Estadísticas históricas, México.

Las modificaciones que han sufrido los territorios originales responden sin
duda a procesos de transformación que la historia de los pueblos indígenas ha
registrado en numerosas ocasiones. Hoy en día, los indígenas del país están lejos
de vivir en localidades aisladas que la etnografía de los años cincuenta había iden-
22 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

tificado como comunidades corporativas y en cierta medida cerradas al entorno


social que las rodea. Después de varias décadas, la antropología mexicana ha ter-
minado por comprender que las comunidades indígenas no se ubican entre los
extremos opuestos del aislamiento o la desintegración, sino en un punto interme-
dio que integra elementos ajenos en códigos que les son propios. La sustitución
de vestimentas tradicionales, las transformaciones en la vivienda o el empleo de
nuevas tecnologías son menos un síntoma del abandono que un efecto de los
procesos adaptativos que las culturas indígenas ponen en juego para permanecer
como tales en el tiempo y en el espacio. Pese a las construcciones de cemento, el
alumbrado público y las vías pavimentadas, numerosos pueblos indígenas con-
tinúan expresando una valoración distintiva del espacio que ordena los nuevos
asentamientos de acuerdo con los puntos cardinales, generalmente unidos a las
concepciones locales del universo.
Al intentar discernir entre la permanencia y el cambio, los estudios antropo-
lógicos recurren a menudo a un “presente etnográfico” que no necesariamente
revela la situación de los pueblos indígenas en los últimos años. De ahí que los
artículos incluidos en esta obra no representen un ejercicio de actualización desti-
nado a registrar las transformaciones más recientes. Convencidos de que la etno-
grafía no es una disciplina cercana al periodismo, los estudios locales o regionales
buscan más bien registrar variaciones significativas en el horizonte contemporá-
neo de los grupos indígenas del país, para mostrar finalmente que una cultura
sólo se cristaliza cuando se distingue de otra cultura. Más que en el tiempo y en
el espacio, estas variaciones se expresan en el sentido que los protagonistas con-
fieren a sus actos bajo una significación que no siempre es visible a primera vista.
Desde esta perspectiva, se entiende que una forma de gobierno o una tecnología
agrícola puedan conformarse como elementos distintivos de un pueblo indígena,
en virtud de que ambos aspectos constituyen variaciones culturales en relación
con esos mecanismos que una sociedad diferente emplearía para los mismos fines.
La diversidad con que unos y otros se presentan a lo largo del tiempo y del espacio
no sólo autoriza a la etnografía a examinar las diferencias ahí donde otras disci-
plinas se interesan por las semejanzas, sino también otorga sentido a una noción
que, bajo el nombre genérico de “cultura”, se erige como un objeto privilegiado de
su reflexión. Al ser ante todo un registro de las diferencias culturales, la etnografía
juega un papel determinante en el diseño de las políticas públicas, en la medida en
que el conocimiento etnográfico conlleva por definición una dosis de tolerancia
que no puede permanecer ausente en la composición política de los modernos
Estados nacionales.
Conviene precisar, finalmente, dos criterios relacionados con la organización de
la obra. El primero se refiere a las denominaciones empleadas para designar a las
agrupaciones lingüísticas del país, a menudo registradas mediante una ortografía
variable. En la mayoría de los casos, en efecto, hemos conservado la ortografía uti-
lizada por los propios autores para designar a los pueblos indígenas, de acuerdo
con las publicaciones originales; en el conjunto de mapas, cuadros y tablas esta-
dísticas empleamos sin embargo la ortografía propuesta por el Instituto Nacio-
nal de Lenguas Indígenas, que en fechas recientes (inali, 2010)1 ha promovido

1 
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, 2010, Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales.
Variantes Lingüísticas de México con sus autodenominaciones y referencias geoestadísticas, inali, sep, México.
P R E S E N TAC I Ó N 23

diversas modificaciones con el fin de regular su registro ortográfico, acudiendo


al Alfabeto Fonético Internacional. Por esta razón, algunas denominaciones se
transcriben de manera variable, como es el caso de los pueblos indígenas de Chia-
pas, que aparecen simultáneamente como “tzotziles” o “tsotsiles”. El segundo crite-
rio remite al conjunto de ilustraciones fotográficas y cartográficas que incorpora la
obra, cuya distribución no necesariamente responde a los textos o pasajes escritos
que las acompañan. En el primer caso, las imágenes fotográficas buscan desarro-
llar un discurso paralelo que ilustra las transformaciones sufridas por los pueblos
indígenas a lo largo de un siglo, de acuerdo con las problemáticas que abordan las
distintas secciones de la obra; en el segundo, los mapas regionales se distribuyen
según un criterio geográfico, que parte de las regiones septentrionales de México
y culmina en el sur del país. Dado que cada capítulo incluye estudios etnográficos
de distintas regiones etnolingüísticas, a fin de mostrar sus diferencias y similitu-
des, los mapas regionales corren de manera paralela a la distribución editorial de
los documentos, por lo que unos y otros invitan a una lectura transversal que el
lector irá descubriendo a lo largo de la obra.
24 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

La Nación Mexicana tiene una composición pluricultural sustentada original-


mente en sus pueblos indígenas, que son aquellos que descienden de poblaciones
que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que
conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas,
o parte de ellas.

La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para


determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas.

Son comunidades integrantes de un pueblo indígena aquellas que formen una


unidad social, económica y cultural, asentadas en un territorio y que reconocen
autoridades propias de acuerdo con sus usos y costumbres.

El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá en un


marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional.

Artículo 2º Constitucional

Reformado mediante decreto publicado


en el Diario Oficial de la Federación
el 14 de agosto de 2001

Pinotepa de Don Luis,


Oaxaca, 1994.
P R E S E N TAC I Ó N 25

Pueblos Indígenas de México

Amuzgo Amuzgo

Localizado en la frontera que divide los estados de


Oaxaca y Guerrero, el territorio de los amuzgos se
extiende desde el ámbito tropical de la Costa Chica
hasta los bosques de la Sierra Madre del Sur, en las
cercanías de las ciudades de Acapulco, Cuajinicui-
lapa y Pinotepa Nacional. En la región oaxaqueña,
los hablantes de los cuatro dialectos de esta lengua
indígena se distribuyen en los municipios de San- Guerrero
ta María Ipalapa (tus’unuma, amuzgo bajo del este) Oaxaca
y San Pedro Amuzgos (jñon’ndaa, amuzgo alto del
este), mientras que en el estado de Guerrero abarcan
cinco municipios colindantes, entre los que destacan Ometepec (nundá’, amuzgo
del sur), Xochistlahuaca y Tlacoachistlahuaca (nomndaa, amuzgo del norte). En
conjunto, la población amuzga suma actualmente 67 349 personas, de las cuales
88% se desenvuelve en la lengua vernácula, perteneciente al subgrupo amuzgo-
mixtecano de la familia otomangue. La lengua amuzga es llamada nundá’, “pa-
labra del agua”, de cuyo sentido probablemente deriva el exoetnónimo amuchco.
Tradicionalmente conocidos por la calidad de su trabajo en el telar de cintura, los
habitantes de San Pedro Amuzgos se designan a sí mismos tzjon non, “pueblo de
hilados”, aunque en algunos poblados reciben el nombre de nn’anncue o “personas
de en medio”, en atención a sus mitos de origen.

Awakateko
En contraste con los awakatekos de Guatemala, Awakateko

donde sus miembros superan los 10 000 integrantes,


los awakatekos residentes en México suman 2 270
personas, distribuidas en los municipios de La Tri-
nitaria y Frontera Comalapa, en el estado de Chia-
pas. Desplazados de sus comunidades guatemaltecas
de origen, comparten relaciones de vecindad en los
asentamientos que les fueron otorgados en el mu-
nicipio de Champotón, Campeche. La comunidad
de Santo Domingo Kesté es el caso más elocuente, Chiapas
en la que los awakatekos cohabitan con diferentes
grupos mayences, hablantes de otras ocho lenguas:
akateko, kaqchikel, chuj, jakalteko, kanjobal, kekchí, k’iché y mam. A éstas se
suma el qa’ yol, “nuestra palabra” awakateka, que pertenece a su vez a la familia
mayence y al subgrupo k’icheano-mameano.

Cochimí
Único miembro de la subfamilia lingüística, perteneciente a la familia cochimí-
yumana, el cochimí es una lengua que se llegó a hablar en al menos cinco variantes
dialectales, agrupadas en cochimí norteño (juigrepa y borjeño) y sureño (ignacieño,
cadegomeño y javiereño). Fue la lengua más extendida en el territorio peninsular,
pues sus hablantes ocuparon la mitad septentrional de la actual Baja California
26 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

Cochimí Sur y la mitad meridional de Baja California. Aun-


que los censos reconocen la existencia de un pueblo
cochimí que hablaría tal lengua, el inali ha declarado
oficialmente la extinción de este idioma (inali, 2010).
Ocurre, efectivamente, que los hablantes de kumiai de
San José de la Zorra, Cañada de Encino y Nejí se re-
conocen como cochimíes, lo que se explica por el he-
cho de que los miembros de este grupo, sobrevivientes
Baja California de la invasión extranjera y las epidemias que trajeron
Baja California Sur consigo, se sumaron al pueblo kumiai, adoptando
su lengua. En el censo de 2 000 se reconocían 88 co-
chimíes, entre los 226 hablantes de kumiai. Al ser el
cochimí el cuarto pueblo indígena menos numeroso en el país en términos absolutos,
es probable que nos encontremos frente a un caso de asimilación cultural kumiai-
cochimí, y no a uno de dos pueblos indios con una sola lengua. M’tipa, el endoetnó-
nimo de los cochimíes, es casi idéntico al gentilicio con que los kumiai se llaman a
sí mismos (ti’pai), pero el exoetnónimo distingue, efectivamente, a un grupo de otro.

Cora Cora
Los coras son uno de los grupos indígenas que habi-
ta en la Sierra Madre Occidental y en las costas del
estado de Nayarit, entidad que tomó su nombre de
este pueblo indígena, denominado también nayeri.
El territorio cora es de aproximadamente 4 912 km2
y se sitúa a una altura que fluctúa entre los 400 y los
2 000 metros sobre el nivel del mar desde un área
semidesértica, en el extremo oriental, hasta una zona
Nayarit semitropical, en su extremo occidental. El territorio
se extiende desde la bocasierra, próxima a las ma-
rismas, hasta los bosques de pino templados, en la
parte alta norteña, pasando por la fértil región de los ríos San Pedro y Santiago,
vecina de la presa de Aguamilpa. De los 27 712 coras estimados por los censos,
77% de ellos son hablantes de la lengua nativa, que forma parte de la familia yuto-
nahua, subfamilia meridional, subgrupo cora-huichol. El cora tiene ocho variantes
lingüísticas: mariteco (de Jesús María) o chwísita’na, francisqueño o kwáawa’ata,
meseño (de Mesa del Nayar) o yaúhke’ena, de Dolores o wachí hapwa, los cuatro
hablados en el municipio Del Nayar; tereseño o kwéimarusa’na, hablado en el
mismo municipio y en los de Mezquital, Durango, y Acaponeta, Nayarit; preside-
ño (de Presidio de los Reyes) o múxata’ana, en uso en el municipio de Ruiz, Na-
yarit; corapeño (de San Juan Corapan) o kuráàpa, y de Rosarito, hablados estos
dos últimos en Rosamorada, Nayarit. La necesidad de una variante estandarizada
para fines de la lectoescritura ha impuesto tendencialmente la variante mariteca,
ya que es en Jesús María, una de las cabeceras municipales históricamente más
importantes, donde se asienta la mayor parte de la población cora del país.

Cucapá
Ubicado a lo largo del río Colorado, el territorio cucapá se extiende entre el es-
tado de Arizona en Estados Unidos y el estado mexicano de Baja California, en
P R E S E N TAC I Ó N 27

la frontera que lo une con el municipio de Mexicali. Cucapá


Pueblo de pescadores ribereños y practicantes de la
agricultura con riego, los cucapá son el séptimo gru-
po indígena menos numeroso del país, con tan sólo
353 integrantes. Su lengua forma parte de la fami-
lia lingüística cochimí-yumana, subfamilia yumana,
subgrupo delta-California. El etnónimo de los cuca-
pá, chaipei ñuogua ñuyiu (“la gente que viene y va”),
remite sin duda a un antiguo nomadismo, cuando
el grupo centraba sus actividades económicas en la Baja California
cacería y la recolección. En nuestros días, los cucapá
enfrentan una lucha por el reconocimiento de su de-
recho a hacer uso de los recursos pesqueros tras la veda de curvina que el Estado
Mexicano impusiera en el delta del Colorado.

Cuicateco Cuicateco

El territorio cuicateco se encuentra en la Sierra


Norte de Oaxaca y forma parte de la cuenca alta del
Papaloapan, en las porciones regadas por los ríos
Santo Domingo, Verde y Grande. La mitad de los
diez municipios cuicatecos pertenecen a la Reserva
de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, la cual ocupa
también porciones de las regiones Mazateca, la Chi-
nantla, la Mixteca y los territorios chocho, popoloca,
ixcateco y nahua de la Sierra Negra. Los censos es- Oaxaca
timan que el pueblo cuicateco está conformado por
22 444 personas, de las cuales 58% habla la lengua
nativa, que está diversificada en tres variantes: cuicateco del centro (dibaku), ha-
blado en los municipios de Concepción, Santa María Pápalo, Santos Reyes Pápalo
y San Juan Bautista Cuicatlán; en San Pedro Teutila se hablan el cuicateco del
norte (duaku) y el cuicateco del oriente (dubaku), mientras que en San Andrés
Teotilálpam, San Francisco Chapulapa y Santa María Tlalixtac se hablan las tres
variantes idiomáticas. El cuicateco pertenece a la familia lingüística otomangue,
subfamilia otomangue del este, subgrupo amuzgo-mixtecano, subgrupo mixteca-
no. Tres distintas versiones explican el etnónimo con que los nahuas bautizaron
a este pueblo como la “gente de canto”. La primera se atribuye a la costumbre cui-
cateca de cantar y chiflar cuando se camina por la noche, con el objeto de alejar a
los espíritus de los muertos; otra versión, en cambio, responde a la cualidad tonal
y “cantada”, de la lengua; la última señala que los aztecas llevaban personas desde
Cuicatlán para cantar y tocar el teponaztle. El endoetnónimo y’an yivacu, a la vez
que el marcador que suele referir al grupo étnico, refiere específicamente a los
originarios de la comunidad de Cuicatlán.

Chatino
El territorio chatino se ubica en el estado de Oaxaca, entre la costa del Océano
Pacífico y la Sierra Madre del Sur, sobre las altitudes que marcan el relieve de
la cuenca de los ríos Atoyac y Verde, entre los 400 y los 2 500 msnm. Cercanos a la
ciudad de Juquila, los municipios de San Juan Quiahije, San Miguel Panixtlahuaca,
28 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

Chatino Santa María Temaxcaltepec y Santiago Yaitepec


conforman los principales asentamientos chatinos,
aunque los municipios de Santa Cruz Zenzontepec
y Santos Reyes Nopala presentan los más altos ín-
dices de hablantes en términos absolutos. Con una
movilidad poblacional reducida, casi todos los cha-
tinos viven en su territorio original, donde habitan
aproximadamente 63 155 miembros de este grupo
indígena, de los cuales 75% se desenvuelve en su len-
Oaxaca gua natal. La lengua chatina, que forma parte de la
familia otomangue y del subgrupo zapotecano, se
habla en seis variantes dialectales, distribuidas entre
el oriente y el poniente de la región, si bien la comunidad de San Marcos Zacate-
pec exhibe su propia variante dialectal.

Chichimeca jonaz Chichimeca jonaz


Como otros grupos nómadas y seminómadas que
habitaban la Gran Chichimeca, los ézar se enfren-
taron durante la Colonia a una ofensiva que buscó
someterlos o eliminarlos. A diferencia de la gran
mayoría de aquellos pueblos que fueron reducidos
hasta el exterminio, los ézar sobrevivieron en tanto
grupo social. Todavía a principios del siglo xx se
hablaba su lengua nativa en las comunidades que-
Guanajuato retanas de San Pedro Tolimán, Soriano y Misión
de Palmas, así como en la localidad de Misión de
Arrendó en el estado de Guanajuato. En nuestros
días, su último reducto es Misión de Chichimecas, también conocida como Ran-
cho la Misión, en el municipio guanajuatense de San Luis de la Paz. En contraste
con el sentido noble que los pueblos del Altiplano Central atribuían a los caza-
dores ubicados más allá de las fronteras de Mesoamérica, el gentilicio chichimeca
fue aplicado durante la Colonia para nombrar, con un sentido peyorativo, a los
pueblos no sometidos del semidesierto septerional de la Nueva España. Jonaz,
por su parte, es el término pame con que éstos nombraron a los ézar, y cuyo
significado es “come caballo”, lo que deriva de la afición que varios pueblos chichi-
mecas encontraron por el consumo de las bestias que montaban los soldados y
evangelizadores españoles. El idioma chichimeca jonaz, llamado uzá’, es hablado
por 54% de los 4 222 ézar que los censos estiman como integrantes de este pue-
blo indígena a nivel nacional. El uzá’ tiene como pariente lingüístico más cercano
al idioma pame y, con éste, forma parte de la familia lingüística otomangue, sub-
familia occidental, subgrupo otopame-chinantecano, subgrupo otopame.

Chinanteco
En la zona de influencia económica de las ciudades de Tuxtepec, Cosamaloapan
y Tehuacán, la Chinantla está circundada por las aguas del río Papaloapan y sus
afluentes, los que abastecen las presas Cerro de Oro y Miguel Alemán, en un te-
rritorio que ocupa la boscosa Sierra Norte de Oaxaca y desciende hacia las selvas
de la llanura costera veracruzana. La construcción de las presas hidroeléctricas
P R E S E N TAC I Ó N 29

motivó, entre los años setenta y ochenta, la reubi- Chinanteco

cación de hasta 20 000 chinantecos en territorios


oaxaqueño y veracruzano, en la misma cuenca del
Papaloapan, extendiéndose hasta el extremo sur de
Veracruz. Con las mayores densidades demográficas
en los municipios oaxaqueños de San Juan Bautista
Tuxtepec, San Lucas Ojitlán, San Juan Bautista Va-
lle Nacional y San Juan Lalana, el pueblo chinanteco
está conformado por 207 643 individuos, de los cua-
les 66% se comunican en la lengua autóctona. A pesar Oaxaca
de la concentración territorial que el pueblo chinan-
teco mostraba hasta hace pocas décadas, la variación
dialectal es tal que algunos especialistas suelen referirse en plural a las lenguas
chinantecas, que forman parte de la familia otomangue y del subgrupo otopame-
chinantecano. Al ser lenguas tonales, que incluyen entre tres y cinco tonos, las 11
variantes lingüísticas chinantecas figuran entre las lenguas mesoamericanas cuyos
hablantes pueden comunicarse a la distancia por medio de silbidos.

Chocholteco (chocho) Chocholteco (chocho)

Actualmente, el territorio de los chochos o cho-


choltecos abarca cuatro municipios oaxaqueños que
se distribuyen entre los 2 000 y 3 000 m de altitud
de la accidentada serranía de la Mixteca Alta, en el
extremo septentrional de la entidad. Uno de estos
municipios, San Juan Bautista Coixtlahuaca, forma
parte de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuica-
tlán, un área natural árida que representa una de las
provincias faunísticas y florísticas de mayor número Oaxaca
de especies endémicas en México. El pueblo chocho
está conformado por aproximadamente 1 937 indi-
viduos, de los que 42% habla ngigua, la lengua chocholteca, que forma parte de la
subfamilia oriental del otomangue y del subgrupo popolocano. Por sus variacio-
nes idiomáticas, la lengua chocholteca distingue tres variantes dialectales: el ngiba,
hablado en San Miguel Tulancingo y Teotongo, que representa el chocholteco del
oeste; el ngigua, chocholteco del sur, hablado en Santa María Nativitas, y ngiba,
chocho del este, hablado en Coixtlahuaca. Hace aproximadamente un milenio,
el chocho y el popoloca eran una sola lengua; de he-
cho, ocurre que algunos chochos llaman popoloca a Ch’ol

su lengua y algunos popolocas llaman a la suya “cho-


cha”; sin embargo, a pesar de la cercanía lingüística,
las afinidades culturales y la ocupación de territorios
contiguos, el pueblo chocho es reconocido como un
pueblo indígena distinto del popoloca.

Ch’ol
El territorio histórico del pueblo ch’ol se localiza
en la región montañosa del norte de Chiapas, cuya Chiapas
población se ha extendido recientemente a la región
30 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

de la Selva Lacandona y a los vecinos estados de Tabasco, Campeche y, en me-


nor medida, Yucatán. El ch’ol, lengua mayance perteneciente al subgrupo
cholano-tseltalano, se habla en dos variantes dialectales: ch’ol del sureste o
tumbalteco, y ch’ol del noroeste o tileco, hablados de manera emblemática en
Tumbalá y Tila, respectivamente. En estos municipios chiapanecos, además de
los vecinos Palenque, Sabanilla y Salto de Agua, es donde se concentra la ma-
yoría de la población ch’ol, que asciende aproximadamente a 283 797 personas,
de las cuales 78% habla la lengua nativa. Los epigrafistas han identificado
a los autores de la escritura jeroglífica maya en la variante ch’ol del periodo Clásico
mesoamericano.

Chontal de Oaxaca Chontal de Oaxaca


Los chontales de Oaxaca se localizan en el Istmo de
Tehuantepec, tanto en la zona costera como en la
región montañosa. Distinguidos geográficamente en
dos grupos que comportan importantes diferencias
socioculturales y un desigual uso de la lengua ma-
terna, los chontales de Oaxaca se distribuyen en dos
regiones tradicionalmente separadas. Por un lado se
encuentran los chontales de Los Altos o tequistlate-
Oaxaca cos, que habitan principalmente en los municipios
de San Carlos Yautepec y Santa María Ecatepec, y
que se autorreconocen con el etnónimo lopimaye;
por otro lado están los chontales de la costa, que habitan en los municipios de
Santiago Astata y San Pedro Huamelula, de cuyo topónimo reciben el gentili-
cio de huamelultecos. Aunque algunos lingüistas sostienen la hipótesis de que el
chontal de Oaxaca se encontraría emparentado con el chontal de Tabasco, perte-
neciente a la lingüística hokana-coahuilteca, es una opinión más aceptada la de
que ésta última sea considerada una lengua aislada con tres variantes idiomáticas
o, incluso, una familia lingüística que comporta tres idiomas poco diversificados:
el tsame o chontal de Oaxaca alto, hablado en casi todas las comunidades alto-
chontales y también en Tequistitlán; el tsome o bajo, hablado por la otra parte de
este subgrupo, y el lajltyaygi o chontal de la costa oaxaqueña. En conjunto, estas
tres lenguas o dialectos son hablados por 44% de los 10 137 individuos que con-
forman al pueblo chontal de Oaxaca.

Chontal de Tabasco Chontal de Tabasco


Aunque los chontales de Tabasco tienen por territo-
rio tradicional a la región conocida como La Chon-
talpa, ubicada entre los ríos Seco y Nuevo González,
la mayoría de su población se concentra actualmente
en los municipios de Nacajuca y Centro, con una
presencia significativa en seis municipios tabasque-
ños adicionales. En el ámbito de influencia de las
ciudades de Villahermosa y Cárdenas, las de mayor
Tabasco magnitud poblacional y más acelerado crecimiento
reciente en la entidad, los chontales de Tabasco ocu-
pan un paisaje marcado, por un lado, por las indus-
P R E S E N TAC I Ó N 31

trias petrolera, ganadera extensiva y bananera y, por otro, por el intrincado sistema
hidrológico que abastece al río Grijalba. El yoko t’aan es una lengua mayance del
subgrupo cholano-tseltalano, cercanamente emparentada con el ch’ol. Aproxima-
damente 52% de los 70 929 chontales de Tabasco hablan la lengua nativa, en al-
guna de sus cuatro variantes dialectales: central (Nacajuca), del este (Centro), del
sureste (Macuspana) y del norte (Centla). Dentro del territorio chontal, cohabita
a su vez un grupo indígena minoritario conocido como ayapaneco o numte oote,
cuya lengua proviene de la familia lingüística mixe-zoque, subfamilia zoqueana,
hablada únicamente en tres localidades del municipio tabasqueño de Jalpa de
Méndez. Dado que sus hablantes no son reconocidos como un pueblo indígena,
es muy probable que aparezcan contabilizados entre los chontales de Tabasco que
viven en ese municipio del Golfo de México.

Chuj Chuj

Como otros grupos mayences, los chuj ocupan un


territorio dividido por la frontera internacional con
Guatemala. Sucesivas inmigraciones de refugiados
engrosaron el número de indígenas mexicanos, ha-
blantes de chuj, que conservan relaciones con sus
pares guatemaltecos, estimados en cerca de 65 000
personas. Con presencia en dos municipios de
Campeche, la mayoría de los chuj vive en cinco mu- Campeche
nicipios chiapanecos que se localizan entre la Sierra Chiapas
Tapachula y la Selva Lacandona, pasando por la re-
gión conocida como Llanos de Comitán. En el mu-
nicipio de La Trinitaria, donde se concentra la mayor parte de la población chuj,
numerosas localidades de este pueblo indígena se distribuyen en los alrededores
de las Lagunas de Montebello. Los chuj, que conforman uno de los grupos mi-
noritarios de las tierras bajas de Chiapas, suman aproximadamente 4 145 per-
sonas, de las cuales 63% habla esta lengua mayance, perteneciente al subgrupo
q’anjob’aleano-chujeano.

Guarijío (warihó) Guarijío (warihó)

La agrupación etnolingüística conocida coloquial-


mente como guarijó, guarijío o guarojío es tal vez
la menos conocida de las que componen la extensa
familia lingüística yuto-nahua. De los 3 128 guari-
jó estimados por los censos, 70% de ellos habla la
lengua indígena, que forma parte de la subfamilia
lingüística yuto-nahua del sur, subgrupo taracahita,
subgrupo tarahumarano. El territorio guarijó sigue Sonora
la ribera del río Mayo entre los estados de Chihua- Chihuahua
hua y Sonora. Sin embargo, aunque reconocen su
existencia compartida, se encuentran divididos en
dos áreas separadas históricamente y por variantes dialectales distintas. Por un
lado, los warihó habitan las cañadas de la Sierra Tarahumara en numerosas ran-
cherías de los municipios de Chínipas, Moris y Uruachi, en el estado de Chihua-
hua; por el otro, en el sureste de Sonora, se ubican las comunidades makurawe,
32 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

en los municipios de Álamos y Quiriego. Ambos grupos se dedican al cultivo del


maíz, frijol, calabaza y hortalizas en las laderas, además de practicar la ganadería
bovina y el pastoreo de cabras. La cacería y recolección de frutos y vegetales con-
tinúan siendo actividades de subsistencia importantes en la vida de las comuni-
dades guarijías.

Huasteco (teenek) Huasteco (teenek)


Entre potreros y bosques tropicales, donde encuen-
tran curso un sinnúmero de cuerpos de agua, los
huastecos son los habitantes emblemáticos de la
Región Huasteca. Vecinos de nahuas y pames, los
teenek ocupan la porción norte del estado de Vera-
cruz y el oriente de San Luis Potosí. Con los puertos
de Tuxpan, Tampico y la ciudad potosina de Valles
San Luis Potosí como principales polos de influencia económica y
Veracruz política, el territorio de los teenek tiene a la ciudad
veracruzana de Tantoyuca como centro rector. Su
población se distribuye en 13 municipios potosinos
y 10 veracruzanos, si bien los municipios de Aquismón y Tanlajás, en San Luis
Potosí, concentran la mayor población de este pueblo indígena. Importantes dife-
rencias sociales, culturales e identitarias distinguen a los huastecos de una y otra
entidad federativa, de manera que constituyen dos grupos sociales diferenciados,
hablantes de tres variantes dialectales: teenek potosino o huasteco occidental; tee-
nek de Tantoyuca o huasteco central, y teenek de la sierra de Otontepec o huas-
teco oriental. Los censos estiman la población total de este pueblo en 237 876
individuos, constituyendo así el decimoprimer grupo indígena en importancia
poblacional a nivel nacional. De ellos, aproximadamente 70% habla su idioma
materno, la décima lengua indígena más hablada en el país. A pesar de encon-
trarse alejados del área maya, los teenek hablan una lengua que proviene de la
familia mayance, la única que no se habla en el sureste mexicano, perteneciente
a la subfamilia huastecana.

Huave (mareños o ikoods) Huave (mareños o ikoods)


Representantes de una cultura lagunar, los huaves
ocupan hoy un territorio que se extiende entre el
Océano Pacífico y las lagunas inferior y superior del
Golfo de Tehuantepec, en la costa meridional del es-
tado de Oaxaca. San Mateo del Mar, San Dionisio
del Mar y San Francisco del Mar, principales pobla-
ciones huaves, son en la actualidad municipios que
dependen políticamente de los distritos de Juchitán
Oaxaca y Tehuantepec y, económicamente, del enclave pe-
trolero de Salina Cruz, la ciudad con mayor índice
de crecimiento en la historia reciente del estado de
Oaxaca. Dividida entre estos tres municipios, la población huave se estima ac-
tualmente en 24 627 habitantes, de los cuales 74% habla la lengua vernácula que
comporta dos dialectos: del oeste, hablado en el municipio de San Mateo y en la
vecina ciudad zapoteca de Juchitán, y del este, que se habla en los de San Dionisio
P R E S E N TAC I Ó N 33

y San Francisco. Contado entre los únicos tres idiomas indígenas de la entidad
que no pertenecen a la familia otomangue, el huave se caracteriza por ser una len-
gua aislada, sin parientes lingüísticos cercanos.

Huichol (wixarika) Huichol (wixarika)

Al sur de la Sierra Madre Occidental, el territorio


huichol ocupa 12 municipios de la región del Gran
Nayar, en los estados de Durango, Nayarit, Jalisco
y Zacatecas. Migrantes estacionales, los wixaritari
suelen trabajar en los ejidos tabacaleros de la cos-
ta nayarita y, desde los años sesenta, sostienen una
importante industria artesanal que los ha hecho no- Durango
Zacatecas
torios a nivel internacional como un pueblo de ar- Nayarit
tistas consumados, cuyos chamanes gozan de fama Jalisco
reconocida. Portadores de una cultura agricultora
tanto como cazadora y ganadera, y herederos de una
tradición ritual portentosa que encuentra sus momentos deslumbrantes en los
centros ceremoniales de tradición prehispánica y la peregrinación a Wirikuta, en
San Luis Potosí, los wixaritari son una minoría en varias subregiones del Nayar
en que comparten territorio con tepehuanos del sur, coras, mexicaneros y mes-
tizos; en la subregión del Río Santiago, comparten el territorio con la población
mestiza, mientras que constituyen la población mayoritaria en otras dos subregio-
nes: oriente y occidente del cañón del río Chapalagana. De los 59 820 huicholes
estimados por los censos, 70% de ellos habla la lengua nativa, que pertenece a
la familia lingüística yuto-nahua, subfamilia meridional, subgrupo cora-huichol.
Esta lengua se habla en cuatro variantes dialectales, distribuidas en los extremos
cardinales de la región.

Ixcateco Ixcateco

Enclavada en la Mixteca Alta oaxaqueña, la pobla-


ción ixcateca se limita actualmente al municipio de
Santa María Ixcatlán, en el distrito de Teotitlán, que
forma parte de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-
Cuicatlán. En las tierras ixcatecas crece el maguey
silvestre “papalomé”, materia prima de una impor-
tante industria mezcalera local. Con una tendencia
a la endogamia comunal, los ixcatecos mantienen
estrechas relaciones sociales con los chocholtecas de Oaxaca
San Juan Bautista Coixtlahuaca, parientes lingüísti-
cos cercanos. La lengua xhwa, que posee tres niveles
tonales básicos (señalados con el número superindicado en cada sílaba), pertenece
a la familia otomangue, subfamilia del este, subgrupo popolocano-zapotecano.
Los censos estiman que 462 personas forman parte del pueblo ixcateco, de las
que 41% habla la lengua nativa, aunque los propios ixcatecos señalan un número
mucho más pequeño de hablantes. Como los miembros de otros pueblos indios,
muchos ixcatecos viven fuera de su comunidad, sobre todo en la ciudad de Méxi-
co y en el municipio mexiquense de Isidro Fabela, además de los estados vecinos
de su territorio ancestral.
34 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

Ixil Ixil
Grupo minoritario en su territorio ancestral, los
ixiles constituyen el tercer pueblo indígena menos
numeroso de México, y el segundo entre los pue-
blos mayences que, tras su huida de Guatemala,
encontraron refugio en nuestro país. Estimados en
240 personas, 34% de ellas habla su lengua nativa,
perteneciente a la familia mayence y al subgrupo
Campeche k’icheano-mameano. Los ixiles mexicanos, distribui-
Quintana Roo dos en cuatro comunidades pluriétnicas en los mu-
nicipios de Campeche y Othón P. Blanco del estado
de Quintana Roo, hablan las variantes dialectales
chajuleña y nebajeña de su lengua y son partícipes de un contexto multilingüe
acentuado, en comunidades donde los hablantes de ixil tienen tratos cotidianos
con kanjobales, jacaltecos, chuj, kekchíes, cakchiqueles, mames, mayas peninsula-
res, acatecos y quichés. Hacia 1884, Otto Stoll señalaba que los ixiles guatemalte-
cos no reconocían su lengua bajo el nombre que ahora le otorgamos, sino que se
limitaban a reconocer “la lengua de Nebaj”, incluso cuando conocían gentilicios y
nombres para las lenguas mam y quiché de sus vecinos.

Jakalteko Jakalteko
Al igual que otros grupos mayences de origen gua-
temalteco, los jakaltekos habitan tres municipios de
Campeche y Quintana Roo, además de cuatro muni-
cipios en territorio chiapaneco, entre los que destaca
la entidad serrana Amatenango de la Frontera, en la
Sierra de Tapachula. En la localidad de Guadalupe
Victoria, ubicada en este último municipio, los jakal-
Campeche
Quintana Roo tekos conforman la mayoría de la población indíge-
Chiapas na municipal, aun cuando comparten el espacio con
otros grupos indígenas. Provenientes del departa-
mento guatemalteco de Huehuetenango, los jakalte-
kos mexicanos suman 1 359 personas, de las cuales 44% habla esta lengua mayance
del subgrupo nuclear, subgrupo q’anjob’aleano-chujeano. El etnónimo jakalteko es
un marcador residencial de su principal lugar de origen, al otro lado de la frontera,
en el municipio de Jacaltenango.

K’iché K’iché
En contraste con su dimensión guatemalteca, en la
que conforman el pueblo indígena más numeroso de
ese país, los k’ichés de México suman tan sólo 699
individuos. De ellos, 56% habla su lengua nativa,
que pertenece a la familia lingüística maya, subgru-
po kicheano-mameano. Los k’ichés se refugiaron en
México hacia la penúltima década del siglo xx, como
Campeche
Quintana Roo consecuencia del genocidio cometido contra los pue-
Chiapas blos mayences del país vecino. Actualmente ocupan
localidades distribuidas en dos municipios de Cam-
P R E S E N TAC I Ó N 35

peche, uno de Quintana Roo y dos de Chiapas. En Santo Domingo Kesté, en el


municipio campechano de Champotón, los k’ichés comparten sus comunidades
con akatekos, awacatecos, kaqchiqueles, chuj, jakaltekos, kanjobales, kekchíes,
mames y mayas. En la Selva Lacandona, en cambio, forman parte de comuni-
dades pluriétnicas que están integradas por diversos grupos indígenas, como los
mames, los tseltales y los kanjobales. Sólo en la localidad Boca de Chapul, en el
municipio de Marqués de Comillas, el k’iché se presenta como la única lengua
indígena registrada.

Kanjobal Kanjobal

Como otros pueblos indígenas que han encontra-


do refugio en el territorio mexicano, los kanjobales
habitan tres municipios de la Península de Yucatán,
principalmente el de Champotón, en el estado de
Campeche. En Chiapas, su población se distribuye
en siete entidades municipales, concentrándose en el
municipio de La Trinitaria, en la Región Llanos de
Comitán. Con presencia nacional desde mediados Campeche
del siglo xx, los kanjobales constituyen el contingen- Chiapas
te más numeroso de los grupos indígenas reciente-
mente nacionalizados. En México, aproximadamen-
te 14 508 personas conforman el pueblo kanjobal. De ellas, 66% es hablante de
esta lengua de la familia mayance, subgrupo q’anjob’aleano-chujeano. Confundi-
dos a menudo con los acatecos, en virtud de que ambos grupos provienen del
municipio guatemalteco de San Miguel Acatán, los kanjobales hablan una lengua
distinta a sus vecinos guatemaltecos; sin embargo, comparten una historia común
en sus migraciones hacia el territorio mexicano. De acuerdo con el inali, los aca-
tecos viven en las comunidades pluriétnicas que se asientan sobre la tierra que les
concedió el Estado mexicano en tres municipios de los estados de Campeche y
Quintana Roo, además de dos municipios chiapanecos localizados en la región de
Los Llanos de Comitán.

Kaqchikel Kaqchikel

Los kaqchikeles, grupo minoritario a nivel nacional,


habitan principalmente en el estado de Campeche,
en el municipio homónimo y en el de Champotón,
así como en el municipio quintanarroense de Othón
P. Blanco. Tras su exilio de Guatemala, y en acuer-
do con el Estado mexicano, convinieron colonizar
el territorio peninsular. Los 297 kaqchikeles esti-
mados por el censo de población son hablantes de Campeche
esta lengua mayance, la cual pertenece al subgrupo Quintana Roo
k’icheano-mameano. Según los Anales de los Cakchi-
queles o Memorial de Tecpán Atitlán, los kaqchikeles
recibieron su nombre a la orilla del mar, cuando en su peregrinar mítico encon-
traron su lugar de destino, donde se encontraba el “árbol rojo del chocoyo”. De
acuerdo con el inali, los censos registran un error frecuente, que consiste en
confundir a los hablantes de kaqchikel con los hablantes de teko, de manera que
36 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

los datos censales podrían incluir a los hablantes de esta última lengua, asentados
en 19 localidades del vecino estado de Chiapas.

Kickapoo Kickapoo
Fieles al término con que se llaman a sí mismos,
la llegada de los kikaapoa a territorio nacional se
remonta a 1850. Después de la usurpación anglo-
sajona de su territorio ancestral en la zona de los
Grandes Lagos, los kickapoo negociaron con el go-
bierno mexicano un espacio para vivir, a cambio de
defender el territorio nacional contra los ataques
comanches y apaches de la época. Desde entonces
Coahuila constituyen un grupo binacional, cuya población
infantil asiste a escuelas de educación básica en el
vecino país del norte, en donde viven alrededor de
5 000 kickapoo en las reservaciones de Texas, Oklahoma y Kansas. Habitantes
de El Nacimiento y en menor medida de la cabecera del municipio de Múzquiz,
en el estado de Coahuila de Zaragoza, 552 personas dan cuerpo a este pueblo in-
dígena mexicano, 80% de las cuales habla la lengua amerindia que forma parte de
la familia álgica, subfamilia algonquina, subgrupo fox, y que constituye el único
miembro de ese conjunto de lenguas habladas en el norte de los Estados Unidos
y parte de Canadá.

Kiliwa Kiliwa
El ko’lew nñimat, “la tierra de los kiliwa”, se extien-
de entre las sierras Juárez y San Pedro Mártir, en el
desértico municipio bajacaliforniano de Ensenada,
con la ciudad de Mexicali como centro de influencia
económica y política más importante. Además de
los kiliwas que habitan en California y Arizona, en
México se reconocen cuatro grupos diferenciados:
los de Arroyo de León, los de Santa Catarina, los del
Baja California Valle de la Trinidad y los de San Isidoro. Mientras
los tres primeros sostienen relaciones de vecindad
con los indígenas paipai, el último comparte su es-
pacio con hablantes de ku’ahl. El kiliwa es el segundo
pueblo indio menos numeroso del país, con tan sólo
Kumiai 148 integrantes, de los cuales 31% habla aún su len-
gua materna, que forma parte de la familia cochimí-
yumana, la más alejada lingüísticamente del resto de
las lenguas yumanas de las que forma parte.

Kumiai
Los hablantes de k’miai habitan en los municipios
bajacalifornianos de Ensenada, Playas del Rosarito
y Tecate, en varias localidades, entre las que destaca
Baja California Nejí. Con tan sólo 851 integrantes, los kumiai cons-
tituyen uno de los grupos indígenas menos nume-
P R E S E N TAC I Ó N 37

rosos del país. Su lengua, que pertenece a la familia lingüística cochimí-yumana,


subfamilia yumana, subgrupo delta-California, subgrupo diegueño, es hablada
por la mitad de sus miembros. Tanto lingüística como culturalmente, los kumiai
se encuentran emparentados con el grupo cochimí que se refugió en territorio
kumiai, adoptando su idioma y endoetnónimo.

Lacandón Lacandón

Históricamente, la palabra lacandón refería a un


grupo hablante de chortí que habitaba en una isla
del río Lacam-Tún, que en esa lengua indígena sig-
nifica “gran peñón”. El territorio lacandón se ubica
en la Selva Lacandona chiapaneca, poblado por una
vasta red de ríos, lagos y pantanos, en donde en los
últimos siglos han tenido que lidiar con las compa-
ñías madereras y, más recientemente, con la dedi-
cada a la extracción de palma. En los años setenta, Chiapas
gracias a un decreto presidencial que declaró parque
nacional una porción de la selva, los lacandones fue-
ron reconocidos como propietarios legales de la zona, ahora decretada Reserva de
la Biosfera Lacantún. De tradicional uso de pelo largo y vestido de cotón largo o
túnica para ambos sexos, los lacandones del norte, originarios de Yucatán, ocupan
dos asentamientos: Nahá y Metzabok; los lacandones del sur, oriundos del Petén
guatemalteco, habitan en la comunidad de Lacan Ha Chansayab. Además de es-
tos tres asentamientos, los comerciantes lacandones viven en Palenque, mientras
otros más han migrado a Ocosingo y San Cristóbal de las Casas. El 82% de los
lacandones, estimados en 1 130 miembros de este grupo etnolingüístico, habla
las respectivas variantes idiomáticas de la lengua lacandona o hach t’an, “lengua
verdadera”, que forma parte de la familia mayance, subgrupo yucateco-lacandón, y
que es tan cercana a la lengua maya yucateca que algunos lingüistas las consideran
variantes idiomáticas.

Mam Mam

Los mames ocupan un territorio fronterizo con


Guatemala que va de los 40 a los 2 800 msnm. En
razón de sus variantes lingüísticas y los distintos
procesos históricos a que se sometieron, los mames
se distribuyen tradicionalmente en tres grupos dife-
renciados. El primero corresponde a los habitantes
de 13 municipios chiapanecos, desde la costa del So-
Campeche
conusco hasta la Sierra de Tapachula. En el segundo Quintana Roo
grupo se encuentran los hablantes mames que habi- Chiapas
tan las regiones de la Selva Lacandona y Los Llanos
de Comitán, en el estado de Chiapas. Aun cuando
su población abarca seis municipios de esta región, Amatenango de la Frontera
concentra el mayor número de hablantes de su lengua. Otra parte de este pueblo
indígena vive en tres municipios de los estados de Campeche y Quintana Roo,
particularmente en la municipalidad capital del primer estado. Una larga historia
de movimientos poblacionales ha llevado a los mames guatemaltecos a refugiarse
38 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

en México, lo que intensifica las relaciones que los mames mexicanos sostienen
con sus similares del otro lado de la frontera. El mam es una lengua mayance del
subgrupo nuclear, subgrupo k’icheano-mameano. La población mame se estima
en 27 210 personas, de las cuales 38% habla la lengua nativa.

Matlatzinca Matlatzinca
El pueblo matlatzinca ocupa en nuestros días una
sola localidad mexiquense, San Francisco Oxtotil-
pan, que pertenece al municipio de Temascaltepec,
en la zona de influencia económica y política de las
dos ciudades más importantes del Altiplano Cen-
tral: la capital del país y la capital del Estado de
México. Cruzado por el río Verde, afluente del Bal-
sas, su territorio tiene por paisaje el bosque de pi-
Estado de México nos, encinos y oyameles de las faldas del Nevado de
Toluca, importante santuario prehispánico que, hoy
en día, es objeto de peregrinaciones matlatzincas en
tiempo de sequía. Durante la época prehispánica, el valle del Lerma era dominado
por varios señoríos matlatzincas; en este río y las lagunas adyacentes se empleaba,
hasta hace poco, una red para pescar, de cuyo uso derivó el etnónimo con que
los nahuas llamaron a este pueblo. En nuestros días, el grupo matlatzinca está
conformado por aproximadamente 2 417 individuos, de los cuales 45% habla su
idioma nativo, el bot’una, mismo que pertenece a la familia otomangue, subfamilia
del oeste, subgrupo otopame chinantecano.

Maya Maya
El pueblo maya, uno de los más importantes en tér-
minos demográficos, se localiza principalmente en
la Península de Yucatán, a lo largo de las tres enti-
dades federativas que la integran. Su extensa pobla-
ción, calculada en 1 500 441 miembros de este grupo
indígena, ocupa también parte del territorio de Be-
lice, además de los espacios que pueblan los mayas
Campeche
Yucatán que han migrado a otras entidades del país, entre
Quintana Roo ellas principalmente la Ciudad de México, Tabasco,
México, Veracruz y Baja California. El maya es el
segundo grupo indígena más numeroso del país, ya
que 53% de sus miembros habla esta lengua mesoamericana que da nombre a la
familia lingüística mayance. La lengua maya comporta muy pocas divergencias
dialectales, aunque hay especialistas que reconocen cinco variantes. Conocido con
el nombre de Mayab, cuya probable etimología indica el “lugar donde se sedimen-
ta o asienta el agua”, su territorio se caracteriza por la presencia de piedra calcárea
y aguas subterráneas en el norte, así como por la región selvática en el sur. Al
interior del pueblo maya se observan marcadas diferencias socioculturales de una
región a otra: desde las antiguas haciendas henequeneras, escenario de la Guerra
de Castas durante la segunda mitad del siglo xix, hasta la región chiclera en Cam-
peche, con variados procesos de colonización espontánea.
P R E S E N TAC I Ó N 39

Mayo (yoreme) Mayo (yoreme)

La región mayo se encuentra ubicada en el noroeste


de México, entre los estados de Sonora y Sinaloa,
en altitudes que van desde el nivel del mar hasta las
faldas de la Sierra Madre Occidental. En Sinaloa,
las comunidades mayo se distribuyen principalmen-
te en los municipios de El Fuerte, Choix, Guasave,
Sinaloa de Leyva y Ahome, mientras que en Sonora
ocupan los municipios de Álamos, Quiriego, Na- Sonora
vojoa, Etchojoa y Huatabampo. Uno de los rasgos Sinaloa
esenciales para entender al pueblo mayo es el hecho
de que desde hace largo tiempo han mantenido una
estrecha convivencia con los mestizos, los yori, a tal grado que en prácticamente
todas las comunidades conviven ambos grupos. La población total que constitu-
ye al pueblo mayo asciende a 98 869 personas, de las cuales 40% habla el yorem
nokki, la lengua mayo, perteneciente a la familia yuto-nahua, subfamilia del sur,
subgrupo taracahita, subgrupo cahita.

Mazahua Mazahua

El territorio mazahua, que ocupa el noroeste del Es-


tado de México y el extremo oriente de Michoacán,
está marcado por el sistema montañoso de la Sie-
rra Madre Occidental y la Cordillera Neovolcánica,
con el río Lerma como el caudal más importante de
la región, cuyas aguas abastecen en buena medida
las necesidades urbanas de la Ciudad de México
y la entidad mexiquense a través del Sistema Cutza- Michoacán
mala, lo que ha constituido el principal objeto de las Estado de México
luchas sociales contemporáneas mazahuas. Con una
muy importante presencia en la Ciudad de México
y los municipios conurbados del Valle de México, el territorio de las comunida-
des mazahuas ocupa dos municipios michoacanos y nueve mexiquenses, entre los
que destacan San Felipe del Progreso e Ixtlahuaca como los dos que concentran
el mayor contingente de este pueblo que, a nivel nacional, está constituido por
336 546 personas. El idioma ñato o jñatjo, hablado por 40% de este pueblo indí-
gena, forma parte de la subfamilia occidental del otomangue, subgrupo otopame-
chinantecano, subgrupo otomiano. Puesto que ña significa hablar, el endoetnóni-
mo mazahua, ñato, refiere al idioma nativo, que es referido con el mismo término.
Sin lugar a dudas, el exoetnónimo de este pueblo deriva del náhuatl mazahua,
pero el sentido de éste es objeto de distintas interpretaciones. Una de ellas apunta
que el gentilicio derivaría de un noble tolteca de nombre Mazacohuatl (Serpiente
Venado); según otras versiones, el término nahua habría traducido la palabra con
que los otomíes llaman a los mazahuas: nyämp’ani (“los que hablan como vena-
do”), lo que sería equivalente a “hablar como animal”, esto es, bárbaro.

Mazateco
Entre la llanura costera del Golfo y la accidentada Sierra Madre Oriental, el te-
rritorio mazateco ocupa 35 municipios de la cuenca del Papaloapan, el segundo
40 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

Mazateco sistema hidrológico más importante del país. En


la zona central y meridional de Veracruz, así como
en una pequeña porción del sureste poblano y del
norte oaxaqueño, se concentra la mayor cantidad de
hablantes de mazateco, principalmente en los muni-
cipios de Huautla de Jiménez y San Miguel Soyal-
tepec. La construcción de las presas Miguel Alemán
en los años cincuenta y Cerro de Oro en los ochenta
motivó la reubicación de más de 20 000 mazatecos
Veracruz (y chinantecos) en territorio veracruzano, lo que
ocasionó el surgimiento de la actividad pesquera,
que se añadió a la tradicional producción agrícola y
ganadera regional. Con una población estimada en 336 158 personas, el pueblo
mazateco constituye el décimo en importancia nacional, con una presencia consi-
derable en el Estado de México y la Ciudad de México. El 68% de los mazatecos
habla alguna de las 16 variantes dialectales de su lengua, que pertenece a la fami-
lia otomangue, subfamilia otomangue del este, subgrupo popolocano-zapotecano,
subgrupo popolocano.

Mixe Mixe
El territorio mixe, mayoritariamente montañoso y
con temperaturas que van de frías a templadas, in-
tegra alrededor de 300 comunidades en al menos
25 municipios oaxaqueños, en el extremo oriental
de la Sierra Norte de Oaxaca y en una porción del
Istmo de Tehuantepec. Entre otras características,
los mixes son reconocidos por la calidad de sus ban-
das filarmónicas y la vitalidad de sus organizaciones
Oaxaca productivas y etnopolíticas. Con una población de
194 845 miembros de este grupo indígena, la ma-
yoría de los cuales se desenvuelve en su lengua ver-
nácula, los mixes suelen habitar principalmente en su territorio histórico, aunque
tienen una presencia importante en la Ciudad de México y el Estado de México
como emigrantes permanentes o estacionales. De su total poblacional, 40% es
hablante de ayuuk o “lengua florida”, la cual comporta seis variantes dialectales:
ayöök, mixe alto del norte, hablado en Santa María Tlahuitoltepec; ayuujk, mixe
alto del centro, hablado en Santa María Tlahuitoltepec; ayuujk, alto del sur, ha-
blado en Santo Domingo Tepuxtepec; ayuuk, medio del este, hablado en San Juan
Cotzocón; eyuk, mixe medio del oeste, de Santa María Alotepec, y mixe bajo o
ayuk, hablado en San Juan Guichicovi, el municipio con mayor población mixe en
el país. El mixe pertenece a la familia mixe-zoque, subfamilia mixeana.

Mixteco
La Mixteca es un territorio que abarca el occidente de Oaxaca, el oriente de Gue-
rrero y una pequeña porción meridional de Puebla. Tradicionalmente, la región se
divide en tres fracciones, conocidas como Mixteca Alta, Mixteca Baja y Mixteca
de la Costa. Si bien el pueblo mixteco se concentra mayoritariamente en su terri-
torio histórico, habita, sin embargo, en una amplia porción del territorio nacional,
P R E S E N TAC I Ó N 41

al grado de que el mixteco es una de las lenguas in- Mixteco

dígenas más frecuentes en los estados de Baja Cali-


fornia y Sinaloa, al tiempo que ocupan el segundo
lugar en Morelos y el tercero en la Ciudad de Méxi-
co. Con una fuerte presencia en la organización civil
llamada Frente Étnico Binacional, en los municipios
bajacalifornianos de Tijuana y Ensenada viven más
de 13 000 hablantes de mixteco, muchos de ellos con
Guerrero
doble nacionalidad. Entre los más de 150 munici- Puebla
pios guerrerenses, poblanos y oaxaqueños en donde Oaxaca
los mixtecos tienen una presencia significativa, los
de Metlatónoc y Tlapa de Comonfort, en Guerre-
ro, albergan la mayor cantidad de ellos. Con una población estimada en 771 455
personas, el pueblo mixteco es el cuarto a nivel nacional en cuanto a su magnitud
demográfica. Más que una lengua uniforme, el mixteco integra un conjunto de
lenguas emparentadas que suponen cerca de 30 variantes dialectales, habladas por
aproximadamente 64% de los integrantes de este pueblo indígena. Las lenguas
mixtecas o tu’un savi, conocidas como el “idioma de la lluvia”, forman parte de la
familia otomangue, subfamilia otomangue del este, subgrupo amuzgo-mixtecano.

Motozintleco (mochó) Motozintleco (mochó)

Entre bosques, pastizales y terrenos de cultivo, los


mochós o motozintlecos tienen por entorno la ac-
cidentada Sierra Madre de Chiapas, que se extien-
de sobre la frontera entre México y Guatemala, en
altitudes que van de los 1 200 a los más de 2 800
msnm. Ubicados en el área de influencia económica
y política de las fincas cafetaleras del Soconusco, así
como de las ciudades de Huixtla y Tapachula, los
mochós habitan varios barrios de la cabecera muni- Chiapas
cipal de Motozintla de Mendoza, además de algunas
comunidades de ese municipio y del vecino Tuzan-
tán, en donde se les reconoce por su trabajo como comerciantes extractores de co-
pal. La lengua motozintleca pertenece a la familia lingüística mayance, subgrupo
q’anjob’aleano-chujeano, y es hablada por tan sólo 29% de las 361 personas que
forman parte de este pueblo indígena.

Nahua Nahua

Los nahuas conforman el grupo indígena más nu- Durango


Nayarit
meroso de México, con 61% de hablantes de náhuatl Jalisco
y 2 587 452 personas que habitan en un hogar indí- San Luis Potosí
Michoacán
gena. Con territorios tradicionales en los estados de Veracruz
Puebla, Oaxaca,Veracruz, Hidalgo, Guerrero, Mo- Hidalgo
Puebla
relos, Michoacán, Jalisco, Nayarit, Durango, Tlaxca- Guerrero
la, México, San Luis Potosí y la Ciudad de México, Tlaxcala
Morelos
los nahuas habitan poco más de 4 000 localidades Estado de México
en el país, si bien es en la Huasteca en donde se en- Ciudad de México
Oaxaca
cuentra la mayor concentración de nahuas en el país.
42 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

Diseminado en distintas regiones interétnicas, su territorio es tan extenso que


usualmente colinda tanto con grupos mestizos como con otros grupos indígenas.
A causa de su enorme diversidad lingüística y territorial, los nahuas suelen dife-
renciarse de acuerdo con su región de origen, conformando identidades locales
en cada región del país. A pesar de pertenecer a la familia lingüística yuto-nahua,
que constituye una de las más extendidas en el Continente Americano, el náhuatl
integra cerca de 30 lenguas que, sin embargo, guardan un alto grado de inteligi-
bilidad interdialectal. La influencia de la lengua y la cultura nahua en el territorio
mexicano es incalculable. Baste decir que la mayor parte de la toponimia mesoa-
mericana que nombra montañas, ríos y regiones enteras ha sido tomada de las tra-
ducciones nahuas. Su presencia cultural, desde antes de la llegada de los españoles
en el siglo xvi, era ya dominante en el Altiplano Central y había avanzado hasta
Centroamérica, donde aún se perciben las huellas de su influencia determinante.

Otomí (ñahñu) Otomí (ñahñu)


Los 623 121 otomíes estimados por los censos, la
Michoacán
Guanajuato
mitad de los cuales se desenvuelven en una de las
Querétaro
Hidalgonueve variantes dialectales de su lengua, conforman
el quinto pueblo indígena más numeroso del país, y
su lengua es la sexta más hablada en México entre
las lenguas indígenas. La lengua otomí forma parte
Veracruz de la familia otomangue, subfamilia del oeste, sub-
Puebla
Tlaxcala grupo otopame-chinantecano, subgrupo otomiano,
Estado de México y se habla en nueve variantes idiomáticas en los
estados de Guanajuato, Hidalgo, México, Michoa-
cán, Puebla, Querétaro, Tlaxcala y Veracruz. Con
una importante presencia como población migrante en las ciudades de México,
Guadalajara y Monterrey, sus territorios tradicionales van de los limitados a una
sola comunidad, como es el caso en Ixtenco, Tlaxcala, hasta una amplia región
como el Valle del Mezquital, que ocupa una docena de municipios en el estado
de Hidalgo.

Paipai Paipai
Muy cerca de la frontera internacional, los paipai tie-
nen por territorio el largo y estrecho Valle de Santa
Catarina, en medio de la desértica serranía del mu-
nicipio de Ensenada, en el estado de Baja Califor-
nia. Productores tradicionales de un mezcal llamado
“kiote”, y con un antiquísimo pasado de cazadores-
recolectores, los 426 paipai estimados por los cen-
sos constituyen el noveno grupo indígena menos
Baja California numeroso del país. De ese total poblacional, 47% es
hablante de su lengua, que forma parte de la fami-
lia lingüística cochimí-yumana, subfamilia yumana,
subgrupo pai. Es de notar que en algunas comunidades paipai, entre ellas Rancho
Wikualpuk (El Ranchito), viven también los akwa’ahl, hablantes de ku’ahl, lengua
cercanamente emparentada con el paipai. Dado que el ku’ahl no es reconocido por
el Estado Mexicano como un pueblo indígena, las cifras de población y hablantes
P R E S E N TAC I Ó N 43

de paipai que señalan los censos suman a estos vecinos y parientes lingüísticos.
Como parientes lingüísticos menos cercanos, los kiliwas comparten su comuni-
dad con los hablantes de pai’pai en la zona de San Isidro.

Pame Pame

La Pamería, el territorio pame que en el pasado


formó parte de la Gran Chichimeca, se concentra
en cinco municipios de la zona media de San Luis
Potosí, abarcando partes de la Huasteca potosina
y de la Sierra Gorda queretana. En San Luis Poto-
sí, los municipios de Tamasopo y Santa Catarina
albergan a la mayoría de la población pame que, a
nivel nacional, suma 15 520 personas, de las que Querétaro
aproximadamente 75% habla esta lengua indígena, San Luis Potosí
perteneciente a la familia otomangue, subfamilia
del oeste, subgrupo otopame-chinantecano. Los
lingüistas consideran que el pame distingue los dialectos del norte y del centro,
este último llamado así con objeto de no confundirlo con el extinto pame del sur
que se hablaba entre Querétaro e Hidalgo. La explicación más difundida sobre el
gentilicio hispano que les nombra deriva de un escrito de Gonzalo de las Casas,
fechado en 1574. Desde entonces, la etimología del exoetnónimo supone que
éste deriva de la palabra pame muepa, que significa “no”, negación que, expresa-
da repetidamente frente a los evangelizadores españoles (reduplicación muepa,
muepa...), habría dado por resultado pamue y, de ahí, pame. El endoetnónimo, en
cambio, deriva de yui, “hombre”, y xi, que en el conjunto de las lenguas otopames
da cuenta de las nociones de piel, sacralidad y podredumbre, por lo que podemos
decir que xi’ói o xiyui significa piel de hombre u hombre sucio, en el preciso sen-
tido de hombre sagrado, ancestro.

Pápago (odham) Pápago (odham)

Los pápagos, cuyo territorio se dividió a raíz de la


instauración de la frontera internacional al firmarse
el tratado Gadsen en 1854, conforman actualmente
un grupo indígena ubicado en el noroeste de Mé-
xico. Su territorio se conoció históricamente como
Pimería Alta o Papaguería, nombres que aparecen
en crónicas y documentos de viajeros que dejaron
testimonio de ese pueblo desde el siglo xvii hasta
fines del xix. La imposición de la frontera entre Mé- Sonora
xico y Estados Unidos ha propiciado cambios en
las poblaciones que quedaron a uno y otro lado de
la línea fronteriza, en los actuales estados de Sonora y Arizona. En los Estados
Unidos, este grupo indígena se conformó en la Reservación de la Nación Tohono
O’odham (nto), con una constitución propia, pero limitada por la de ese país;
en nuestro país, sus asentamientos promovieron la existencia de comunidades y
ejidos, producto de las reformas y políticas agrarias, con un gran número de
población que ha emigrado al otro lado de la frontera. La población pápago, se-
gún estimaciones censales, asciende a tan sólo 426 personas, de las cuales 37% es
44 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

hablante de su lengua, conocida también como pima alto, que forma parte de la
familia lingüística yuto-nahua, subfamilia del sur, subgrupo tepimano.

Pima Pima
El territorio histórico que habitaron los o’oba o pi-
mas era conocido como la Pimería y se extendía
desde las tierras desérticas del suroeste de Arizona,
donde aún habitan algunos pimas de la Reservación
Gila Bend, hasta el este de Sonora y oeste de Chi-
huahua, en la frontera con la Sierra Tarahumara.
En México, los hablantes de o’ob no’ok (“lengua de
Sonora la gente”) constituyen aproximadamente 54% de los
Chihuahua 1 603 individuos que los censos contabilizan como
integrantes de este pueblo. El pima forma parte de la
extensa familia lingüística yuto-nahua, subgrupo te-
pimano, y se habla en tres variantes idiomáticas: oob no’ok septentrional y meridio-
nal, en los municipios chihuahuenses de Madera y Temósachi, respectivamente, y
obnók del este, en Yécora, Sonora. La frase pi’ ma, que significa “no hay”, “no existe”,
“no tengo” o probablemente “no entiendo”, es el vocablo con el que los indígenas
respondían a los españoles cuando éstos formulaban una pregunta.

Popoloca Popoloca
El territorio popoloca se encuentra en el sur del
estado de Puebla y se extiende desde la Mixteca
hasta la Sierra Negra, a medio camino del corredor
industrial Tecamachalco-Tehuacán. El territorio po-
poloca ocupa en nuestros días seis municipios
poblanos, entre los que destacan San Gabriel Chi-
lac y Tlacotepec de Benito Juárez. En este último se
encuentran varias comunidades ubicadas dentro de
Puebla la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, zona
en la que se han encontrado los restos más antiguos
de plantas cultivadas en Mesoamérica. Aproximada-
mente 29 945 personas forman parte del pueblo popoloca; de ellas, 74% habla
la lengua nativa que pertenece a la familia lingüística otomangue, subfamilia del
este, subgrupo popolocano-zapotecano. Esta lengua comporta cuatro variantes
dialectales: popoloca del norte (ngigua), popoloca del centro (ngiba), popoloca
del poniente (ngiba) y popoloca del oriente (ngigua). El chocho es la lengua más
cercanamente emparentada con el popoloca, al grado de que se presenta en va-
riantes dialectales homónimas (ngigua, ngiba), lo que ocasiona que algunos cho-
chos llamen popoloca a su lengua y, a la inversa, algunos popolocas llamen chocha
a la suya. Sin embargo, son reconocidos como dos pueblos indios distintos que,
aunque habitantes de regiones vecinas y portadores de culturas próximas, hablan
lenguas que se diferenciaron hace al menos un milenio.

Popoluca
Asentado sobre importantes sitios arqueológicos olmecas, el territorio popolu-
ca abarca buena parte de los bosques y selvas declarados Reserva de la Biosfera
P R E S E N TAC I Ó N 45

de los Tuxtlas en 1998, ya que constituyen el límite Popoluca

extremo boreal de la selva húmeda neotropical del


Continente Americano, sometido desde hace siglos
al avance implacable de la ganadería y la industria
maderera. En las inmediaciones de las ciudades pe-
troleras de Minatitlán y Coatzacoalcos, así como en
la zona de influencia de los santuarios de Otatilán y
Catemaco, el territorio de este pueblo ocupa locali-
dades de los municipios veracruzanos de Acayucan,
Hueyapan de Ocampo, Mecayapan, Oluta, Sayula, Veracruz
Tatahuicapan y Soteapan, en donde se concentra
alrededor de la mitad de los popolucas. A nivel na-
cional, este pueblo indígena aglutina 44 252 personas, de las cuales 76% habla
nuntaj+yi’ o nunta anh+maatyi, la lengua popoluca que, sin mostrar diversidad
dialectal, pertenece a la familia lingüística mixe-zoque, subfamilia zoqueana, sub-
grupo zoqueano del Golfo. Confundidos a menudo con el grupo mayoritario, el
territorio popoluca integra a su vez el oluteco (yaakaw+), el sayulteco (yámay) y
el texistepequeño, tres lenguas de la familia lingüística mixe-zoque, habladas en
los municipios de Oluta, Sayula de Alemán y Texistepec, en el extremo sur del
estado de Veracruz. Dado que los hablantes de estas lenguas no son reconocidos
como pueblos indígenas, es muy probable que aparezcan contabilizados entre los
popolucas, cuya lengua forma parte de una subfamilia lingüística distinta.

Purépecha (tarasco) Purépecha (tarasco)

Llamados tarascos por los extranjeros, con los que


en el siglo xvi establecieron relaciones de paren-
tesco, los p’urhépecha habitan el territorio conocido
como P’orhépecheo (“lugar donde vive la gente”), que
se localiza en el estado de Michoacán. Esta área, con
paisajes de bosques y matorrales, cuya fisiografía
está marcada por conos volcánicos y valles inter-
montanos surcados por ríos tributarios del Balsas y
el Lerma, está dividida en cuatro regiones. La prime- Michoacán
ra de ellas, Hapóndrhu o Inchámikuarthu (“lugar del
lago”), corresponde al sistema lacustre de los lagos
de Pátzcuaro y Zirahuén, en el territorio de la ciudad prehispánica de Tzintzun-
tzan. La segunda es Eráxamani o Ichángueni, la Cañada de los Once Pueblos, en
el municipio de Chilchota. A estas regiones se suma Juátarisi, la Meseta, donde
se encuentran el volcán Paricutín y el Parque Nacional del Pico de Tancítaro, que
constituye la más extensa y la que concentra a la mayor cantidad de población
p’urépecha, particularmente en los municipios de Uruapan y Paracho. La cuarta y
última región es la de la Ciénaga de Zacapu, que abarca el municipio homónimo
y el de Coeneo. Con una muy baja diversificación idiomática, la lengua purépecha
conforma una sola agrupación lingüística, ya que no está emparentada con nin-
guna otra lengua en el territorio nacional. De los 193 426 purépechas estimados
por los censos, 66% de ellos son practicantes de esta lengua aislada, el juchari uan-
dakua o juchari anapu, “nuestra lengua”.
46 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

Q’eqchí (kekechí) Q’eqchí (kekechí)


El kekchí se suma a los pueblos mayences que, refu-
giados de la dictadura militar guatemalteca, fueron
recibidos en México para poblar el sur de la Penín-
sula de Yucatán. A diferencia de sus territorios ori-
ginales, donde constituyen una población superior
a 700 000 personas, en los municipios de Campe-
che, Champotón y Othón P. Blanco habitan tan sólo
Campeche 1 893 kekchíes, 67% de ellos es hablante de la lengua
Quintana Roo kekchí que forma parte del subgrupo k’icheano-ma-
meano. Las ocho localidades en que se habla kekchí
tienen un marcado carácter plurilingüe, sumándo-
sele las lenguas acateca, awakateca, cakchiquel, chuj, mam, maya, ixil, kanjobal,
jakalteca y quiché. El q’eqchi’ es la sexta lengua con el mayor número de hablantes
entre los grupos migrantes de origen guatemalteco que residen en nuestro país.

Seri (concáac) Seri (concáac)


El territorio contemporáneo de los concáac ocupa
unos 100 km de franja costera central del estado de
Sonora, en cuyos extremos se encuentran los dos
principales asentamientos: Punta Chueca, en el mu-
nicipio de Hermosillo, y El Desemboque (Haxol
Ihoom, “lugar de almejas”), en el municipio de Piti-
quito. Entre estas dos comunidades, los campamen-
tos de pescadores aparecen y desaparecen, siguiendo
Sonora los ritmos de la producción pesquera durante el cur-
so del año. En 1975, esta región fue declarada por
el gobierno federal Zona Exclusiva de Pesca para
el pueblo seri, vigilada por una guardia tradicional desde los años noventa. Una
fuente de ingresos de suma importancia para el pueblo concáac es la derivada de
la cacería controlada de borrego cimarrón, introducido el mismo año en la Isla
Tiburón, que forma parte del Área de Protección de Flora y Fauna Islas del Golfo
de California. Aun cuando se trata de una población pequeña, los seris se han
caracterizado por un marcado sentido de independencia respecto de los factores
externos a su pueblo y un marcado orgullo por su herencia cultural. De los 1 031
concáac estimados por los censos, 77% es hablante de su lengua nativa, cmiique
iitom, lengua que no ha sido relacionada genealógi-
Tacuate camente con ninguna otra y que no presenta diversi-
ficación dialectal interna.

Tacuate
Los tacuates tienen por territorio dos municipios en
la Mixteca de la Costa, cercanos a las ciudades de
Tlaxiaco, Pinotepa Nacional y Putla: María Zacate-
pec y Santiago Ixtayutla. Una historia diferenciada
y algunos rasgos culturales distintivos (entre ellos la
Oaxaca indumentaria) hacen de los tacuates un grupo étni-
co distinto del mixteco. El antiguo nombre Yucusa-
P R E S E N TAC I Ó N 47

tuta, Cerro del Zacate, es el nombre del asentamiento histórico de este pueblo,
al que arribaron tras su partida del municipio vecino de Ixtayutla. Hablantes de
dos variantes dialectales de las lenguas mixtecas, los tacuates de Zacatepec y los
de Ixtayutla hasta hace poco más de una década sumaban 2 379 personas, de las
que 87% hablaba la lengua nativa, perteneciente a familia lingüística otomangue,
subfamilia del este, subgrupo amuzgo-mixtecano. Las variantes dialectales se co-
nocen como zacatepecana o tu’un va’a, mixteco de sierra suroeste, o bien como
ixtayutleca (tu’un savi), variante dialectal hablada únicamente en el municipio de
Ixtayutla.

Tarahumara (rarámuri) Tarahumara (rarámuri)

Habitantes del macizo montañoso de la Sierra Ta-


rahumara, que ocupa principalmente el estado de
Chihuahua, los rarámuri residen tanto en las cum-
bres como en los valles y bajos de dicha sierra y per-
tenecen lingüísticamente al extenso conjunto de len-
guas de la familia yuto-nahua, subgrupo taracahita,
subgrupo tarahumarano. Los censos estiman que
los hablantes del rarámuri raicha son aproximada-
mente 71% de las 124 947 personas que conforman Chihuahua
este pueblo indio. Distinguidos por ellos mismos
entre los gentiles o cimarrones y los pagótame o
bautizados (católicos), los rarámuri habitan en pequeñas unidades poblacionales
intercomunicadas llamadas rancherías y organizadas por medio de grupos em-
parentados, en donde practican la agricultura de maíz y el pastoreo de cabras. El
clima extremoso de la Sierra Tarahumara los ha obligado, en ciertas partes de las
cumbres, a ser seminómadas que suben en el verano a las tierras altas y bajan en
los duros inviernos a los valles en busca de calor, pastos para sus animales y cuevas
que acondicionan como refugios y corrales. Los rarámuri se enorgullecen de su
resistencia física y su rapidez, cualidades que demuestran en el rarajipa o “juego
de pelota”, deporte que se realiza recorriendo kilómetros del escarpado territorio
serrano tras una bola de madera. Los tarahumaras igualmente son reconocidos
por su trabajo en madera y, especialmente, en cestería, que elaboran a partir de
diversas fibras a las que dan múltiples formas para crear objetos de uso cotidiano,
ritual y comercial.

Tepehua
Los tepehuas habitan en la llanura costera del Golfo Tepehua

de México y las laderas bajas de la Sierra Madre


Oriental, entre la frontera sur de la Huasteca y el norte
del Totonacapan. El pueblo tepehua está conforma-
do por tres grupos distintos, hablantes de variantes
idiomáticas relativamente separadas, que marcan
diferencias dialectales: los tepehuas del norte, que
ocupan los municipios veracruzanos de Tlachichilco
y Zontecomatlán; los tepehuas del sureste, en el Hidalgo
municipio veracruzano de Ixhuatlán de Madero Veracruz
y, finalmente, los tepehuas del suroeste, habitantes
48 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO

del municipio hidalguense de Huehuetla, de donde algunos tepehuas salieron


para asentarse en comunidades totonacas del municipio poblano de Pantepec.
De los 15 506 integrantes estimados de este pueblo indígena, 57% de ellos es
hablante de las únicas lenguas emparentadas cercanamente con las lenguas toto-
nacas, lenguas tepehuas cuyas variantes corresponden a los tres grupos señalados
anteriormente. Estas variantes, sin embargo, pueden resumirse en dos colectivi-
dades diferenciadas por cuanto a sus afinidades lingüísticas y los lazos sociales
que procuran: los tepehuas del noroeste (maasipijní) y los tepehuas del sureste
(ma’álh’amá’, maqálhqamá’).

Tepehuán
Tepehuán El término de tepehuanes apela en realidad a dos
grupos que, si bien son lingüísticamente cerca-
nos, se encuentran geográfica y culturalmente dis-
tanciados. Por un lado, el grupo conocido como
tepehuán del norte es el de los ódami que habitan
el sur del estado de Chihuahua, en el municipio
de Guadalupe y Calvo. El segundo grupo, conoci-
do como tepehuán del sur, cuenta con tres varian-
Chihuahua
Durango tes dialectales: el o’dam o tepehuán del sureste; el
Nayarít au’dam, tepehuán del suroeste, y el o’dam, tepe-
huán del sur central. La primera se concentra en
las poblaciones del municipio de Mezquital, Du-
rango; la segunda, en las poblaciones del municipio de Pueblo Nuevo, Du-
rango, y de Huajicori, Nayarit; la tercera se habla en unas pocas comuni-
dades de Mezquital. De los 50 344 tepehuanes calculados por los censos
a nivel nacional, aproximadamente 81% de ellos habla una de las dos lenguas
tepehuanas, ambas pertenecientes a la familia lingüística yuto-nahua, subfamilia
del sur, subgrupo tepimano. Una característica que los tepehuanos comparten
con el resto de los grupos tepimanos es su adaptabilidad a las culturas con que
comparten territorio. En este sentido, una de las principales manifestaciones cul-
turales de los tepehuanos son las ceremonias agrícolas que dividen los tiempos de
siembra, cosecha y preparación de la semilla conocidas como xiotalh (Durango)
o yúmari (Chihuahua). Mientras que la primera se asemeja a los mitotes de los
grupos cora, mexicanero (nahua del Gran Nayar) y huichol, la segunda se asemeja
a las ceremonias del mismo nombre de ralámuli y pimas.

Tlahuica (ocuilteco) Tlahuica (ocuilteco)


El pueblo tlahuica habita la porción norte del mu-
nicipio de Ocuilan, en la sierra oriental del valle
de Toluca, en el Estado de México. Su territorio
ocupa la porción meridional del Parque Nacio-
nal Lagunas de Zempoala, así como una peque-
ña porción en el extremo occidental del Corredor
Biológico Chichinautzin. Hasta hace pocas déca-
das, el pueblo tlahuica era llamado ocuilteco, pero
Estado de México tal exoetnónimo es considerado ofensivo por los
propios tlahuicas, en función de que nombra con
P R E S E N TAC I Ó N 49

propiedad a los habitantes de la cabecera con quienes han sostenido una larga
lucha, no exenta de violencia, por el control de la tierra y sus bosques. El gen-
tilicio tlahuica, que designó durante la época colonial a los nahuas del esta-
do de Morelos, es en nuestros días el reivindicado por este pueblo indígena. El
yökak’o, el “idioma de nosotros”, es hablado aproximadamente por 44% de los
1 770 tlahuicas estimados por los censos. El yökak’o es un idioma de la familia
otomangue, subfamilia otomangue del oeste, subgrupo otopame-chinantecano,
que se encuentra emparentado con la lengua matlatzinca.

Tlapaneco Tlapaneco

Aunque la presencia de tlapanecos es actualmente


significativa en diversas entidades del país, como
Sinaloa, Morelos, el Estado de México y la Ciudad
de México, su territorio original se encuentra en el
oriente del estado de Guerrero, entre la zona de la
Montaña y la Costa Chica, donde descienden va-
rios afluentes de los ríos Papagayo y Mezcala. Este
territorio, que tiene a Chilpancingo y al puerto de
Acapulco como principales polos de influencia polí- Guerrero
tica y económica, está conformado por trece muni-
cipios, entre los que destaca el de Tlapa de Comon-
fort. Aun cuando la población nahua ha sido importante en esta región desde la
época precolombina, Tlapa de Comonfort constituye la cabecera histórica de
los tlapanecos del norte y alberga diversas comunidades en su porción meridio-
nal. Yopitzingo, de cuyo topónimo derivó el gentilicio de yopes, fue la cabecera
histórica de los tlapanecos del sur; esta porción territorial es, en nuestros días,
enteramente mestiza. De los otros 12 municipios tlapanecos, los de Acatepec y
Malinaltepec conforman el lugar de residencia de más de 20 000 hablantes de la
lengua tlapaneca, que pertenece a la familia lingüística otomangue, subfamilia
occidental, subgrupo tlapaneco-mangueano. Se calcula que 167 029 individuos
conforman el pueblo tlapaneco; 76% de ellos habla su lengua, ocupando así el
quinto lugar a nivel nacional en cuanto al número de hablantes de una de sus
nueve variantes dialectales.

Tojolabal Tojolabal

Asentados principalmente en el municipio de Las


Margaritas, donde se concentra la mayoría de su po-
blación, los tojolabales habitan en nueve municipios
chiapanecos que se distribuyen entre la Selva La-
candona y Los Llanos de Comitán. A partir de los
años cuarenta, y en razón del trabajo acasillado que
desarrollaron en las fincas regionales, los tojolabales
se unieron a otros grupos indígenas que colonizaron
la selva chiapaneca, formando comunidades de re- Chiapas
ciente creación. Actualmente, en la zona de influen-
cia económica y política de la ciudad de Comitán, los
recursos forestales de su territorio sufren la presión de la tala inmoderada de las
compañías privadas y estatales, así como del avance de la ganadería extensiva de la
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que también participan los tojolabales. La población tojolabal se estima en 71 424


personas, 75% de ellas hablantes de la lengua vernácula que pertenece al subgrupo
nuclear, subgrupo q’anjob’aleano-chujeano de la familia lingüística mayance. En re-
ferencia al número de hablantes, el tojol ab’al es la décima lengua indígena de México.

Totonaco Totonaco
Aunque el Totonacapan es el territorio histórico de
los totonacos, los movimientos poblacionales han
promovido que este grupo indígena se distribuya
actualmente entre la Sierra Norte de Puebla y la lla-
nura costera del norte veracruzano. Con la ciudad
petrolera de Poza Rica como el polo de influencia
más importante al interior del territorio totonaco
Veracruz contemporáneo, los totonacos habitan en 14 muni-
Puebla cipios del estado de Veracruz y en 26 del estado de
Puebla, compartiendo su territorio con nahuas, oto-
míes y tepehuas. Con 407 617 integrantes, el pue-
blo totonaco constituye el sexto más numeroso del país, mientras que su lengua
ocupa el octavo lugar en términos absolutos de acuerdo con la cantidad de ha-
blantes de esta lengua indígena, hablada por 61% de sus integrantes. Su lengua
comporta una diversidad idiomática tan acentuada que algunas de sus variantes
dialectales están más alejadas entre sí que respecto de las variantes dialectales
de los tepehuas, cuyas lenguas forman parte de la misma familia lingüística. La
lengua totonaca, llamada tachihuin (“la palabra”), integra al menos siete dialectos,
algunos de los cuales se hablan exclusivamente en ciertas localidades poblanas y
veracruzanas. El lichiwin tutunaku o totonaco de la costa, vigente en el municipio
de Papantla, Veracruz, es el que presenta la más alta concentración de hablantes a
nivel nacional, seguido tan sólo de la variante tutunáku o totonaco central del sur,
hablado sobre todo en el municipio veracruzano de Coyutla.

Triqui Triqui
Con presencia en varios estados del norte y centro
de México, la población triqui se encuentra princi-
palmente en cuatro municipios del occidente oaxa-
queño, colindantes con el estado de Guerrero. Los
triquis distinguen dos zonas en su territorio: en la
región alta se encuentran las comunidades de San
Andrés Chicahuaxtla, San Martín Itunyoso y Santo
Domingo de Morelos; en la baja, la comunidad más
Oaxaca importante es San Juan Copala. Una larga historia
de violencia en defensa de sus derechos políticos y
territoriales caracteriza a este pueblo indígena, bom-
bardeado por el ejército mexicano durante 1956 en la comunidad de Copala. En
nuestros días, libra una cruenta lucha por el reconocimiento de la autonomía mu-
nicipal. Con una presencia importante en los estados de Baja California, México,
Sinaloa y Sonora, su fuerte identidad étnica se deja ver no sólo en sus moviliza-
ciones políticas, sino también en el uso del vestido tradicional femenino, cuyo
huipil de color rojo las distingue de quienes no son triquis y, entre ellas, permite
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identificarlas según su comunidad de procedencia. Alrededor de 37 368 personas


forman parte del pueblo triqui; 72% de ellas habla su lengua, que forma parte
de la subfamilia oriental del otomangue, subgrupo amuzgo-mixtecano, subgrupo
mixtecano. La lengua triqui comporta cuatro variantes dialectales que se distri-
buyen entre las zonas de Copala, San Martín Itunyoso, Putla Villa de Guerrero
y Constancia del Rosario.

Tseltal Tseltal

Concentrado principalmente en Los Altos de Chia-


pas, a más de 1 500 m de altitud, el territorio tseltal
se extiende hacia las cálidas selvas de la Selva Lacan-
dona, a menos de 600 msnm, ocupando una peque-
ña porción de Tabasco y algunas comunidades de
los estados de Campeche y Yucatán. Con presencia
en al menos 80 municipios del sureste mexicano, son
las jurisdicciones chiapanecas de Ocosingo, Chilón,
Oxchuc y Tenejapa las que concentran a la mitad de Chiapas
la población tseltal del país, en las inmediaciones de
la ciudad de San Cristóbal de las Casas. Según las
estimaciones censales, aproximadamente 583 111 personas conforman este pue-
blo indígena, constituyendo con ello el octavo grupo más numeroso del país y el
segundo del estado de Chiapas. De ese total poblacional, 81% habla esta lengua
mayance, perteneciente al subgrupo cholano-tseltalano. La lengua tseltal distin-
gue al menos cuatro variantes dialectales, equivalentes a las cuatro direcciones
cardinales que marcan su territorio.

Tsotsil
Tsotsil
Aunque el pueblo tsotsil se extiende actualmen-
te hacia los estados de Oaxaca, Veracruz, Tabasco,
Campeche y Quintana Roo, su territorio original se
localiza en la región montañosa del estado de Chia-
pas, conocida como Los Altos de Chiapas. Articula-
do con la antigua ciudad señorial de San Cristóbal Veracruz
de las Casas, el territorio tsotsil tiene a las ciudades Oaxaca
Chiapas
de Tapachula, Tuxtla Gutiérrez y Villa Hermosa Campeche
como centros rectores. Los tsotsiles suman apro- Yucatán
ximadamente 535 117 personas, constituyendo la
séptima población indígena nacional en términos
demográficos. Hablada por 80% de su población, el tsotsil es la quinta lengua
indígena del país. Al ser una lengua de la familia mayance, el k’op forma parte
del subgrupo cholano-tseltalano e integra seis variantes dialectales, cinco de ellas
vigentes en la región de Los Altos y una de ellas hablada en las regiones Norte,
Centro y Llanos de Comitán. Entre las comunidades tsotsiles más importantes
en términos poblacionales, se encuentran las que se distribuyen en los municipios
de Chamula, Chenalhó, Huixtán y Zinacantán; de este último deriva uno de los
nombres por los que conocemos a este grupo étnico: sots’il winik (“hombre mur-
ciélago”), derivado del topónimo que nombraba al señorío de Tzotzlem, traducido
al náhuatl como Zinacantán, “lugar de murciélagos”.
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Yaqui (yoreme) Yaqui (yoreme)


En el pasado, el pueblo yaqui ocupaba una larga
franja costera al sureste del actual estado de Sonora,
que abarcaba desde la ribera ser del río Yaqui has-
ta el cerro Tetakawi, al norte de la actual ciudad de
Guaymas. Con la sedentarización del grupo y bajo el
control de las misiones jesuitas, los yoreme (o yoeme)
se concentraron en ocho poblados situados de sur a
norte a lo largo del Valle del Yaqui, pueblos que han
Sonora constituido la base organizativa del grupo, cuyo te-
rritorio contemporáneo, a partir de 1937, tiene una
extensión de 485 235 ha sobre las que se extiende el
distrito de riego número 18. Los municipios donde
se ubican son los de Guaymas, Bácum, Cajeme y Empalme. El conjunto del te-
rritorio, sin embargo, comprende tres zonas diferenciadas: la Sierra del Bacatete,
la zona costera que comprende los poblados pesqueros de Guásimas y Bahía de
Lobos, y el valle en donde se localizan las tierras irrigadas. Debido a su ubicación
en una de las regiones con mayor productividad agrícola del país, existe una in-
fraestructura de comunicaciones, tanto por carretera como por las vías férrea y
aérea. La población yaqui asciende a 29 815 personas, de las cuales 59% habla el
hiak nooki, hablado también en el estado norteamericano de Arizona, que forma
parte de la familia lingüística yuto-nahua, subfamilia del sur, subgrupo taracahita,
subgrupo cahita.

Zapoteco Zapoteco
Los zapotecos son uno de los pueblos indígenas de
México que comportan una gran diferenciación lin-
güística y cultural, lo cual permite distinguirlos en
cuatro grupos diferenciados: zapotecos de los Valles
Centrales de Oaxaca (benni dilli zaa), zapotecos de
la Sierra Norte (bene ya’a), zapotecos de la Sierra
Sur (mene didzé) y zapotecos del Istmo de Tehuan-
tepec (binnizá). Aunque los territorios milenarios
Oaxaca de los zapotecos se extienden desde la sierra hasta
la costa de Oaxaca, las migraciones y los continuos
movimientos poblacionales han tenido como efecto
una presencia significativa en casi todas las entidades del país, principalmente
en la Ciudad de México y en los estados de México, Baja California y Veracruz,
donde su población es cada vez más numerosa. El estado de Oaxaca concentra sin
embargo el mayor número de población de este pueblo indígena, principalmente
en los municipios de Juchitán, San Agustín Loxicha, San Blas Atempa y Oaxaca
de Juárez, cuya población zapoteca es superior a los 10 000 habitantes. Por su
magnitud demográfica, el zapoteco es el más numeroso de Oaxaca y el tercer pue-
blo indígena más importante del país, con 771 577 integrantes, de los cuales 59%
se desenvuelve en su lengua vernácula. Las lenguas zapotecas, que forman parte
de la familia otomangue, subfamilia del este, subgrupo popolocano-zapotecano,
comportan tal variación que los especialistas refieren entre seis y nueve lenguas
zapotecas, con 62 variantes dialectales.
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Zoque Zoque

Aunque parte de su población se distribuye actual-


mente en diversas entidades del territorio nacional,
como Tabasco y Veracruz, los zoques son origina-
rios de la región que colinda entre los estados de
Chiapas y Oaxaca, donde habitan los municipios de
Santa María y San Miguel Chimalapa, así como 21
municipios chiapanecos entre los que destacan los
de Ocotepec, Jitotol y Chapultenango. La lengua zo- Oaxaca
que se habla en al menos ocho variantes dialectales Chiapas
que, atendiendo a los términos con que los zoques
se llaman a sí mismos o a su lengua, pueden agru-
parse en tres grupos: tsuni, que agrupa a los zoques del centro y del sur; ode, que
aglutina a cinco dialectos vigentes en las riberas del río Mezcalapa, y la variante
’angpøn, que se habla en el Istmo de Tehuantepec, fundamentalmente en los mu-
nicipios oaxaqueños de Santa María y San Miguel Chimalapa. La información
censal señala que 100 225 personas forman parte de este pueblo indígena, 65% de
las cuales habla la lengua nativa que forma parte de la familia mixe-zoque, subfa-
milia zoqueana.

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