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MÉXICO
ATLAS NACIONAL DE ETNOGRAFÍA
Saúl Millán
Coordinador
MÉXICO
ATLAS NACIONAL DE ETNOGRAFÍA
Fotografías
Alfonso Fabila
Archivo Casasola
Armando Salas Portugal
Bodil Christensen
Carl Lumholtz
Carla Torres
Carlos Hahn
Carlos Incháustegui
Cecilia Portal
César Ramírez
Fernando Rosales
Frederick Starr
George O. Jackson
Graciela Iturbide
José Luis Mallard
Julio de la Fuente
Luz Lozano Nathal
Nacho López
Pablo Ortiz Monasterio
Ramón Jiménez
Ricardo Moura
Saúl Millán
Sergio Abbud
Walter Reuter
Winfield Scott
LAS CULTURAS INDÍGENAS DE
MÉXICO
ATLAS NACIONAL DE ETNOGRAFÍA
Saúl Millán
Coordinador
Carlos Heiras
Alessandro Questa
Iván Pérez Téllez
Investigación
ISBN: 978-607-539-102-1
1. Indios de México – Vida social y costumbres. 2. Indios de México – Condiciones sociales. 3. Etnografía – México – I. Millán, Saúl, coord.
II. Heiras, Carlos coaut. III. Questa, Alessandro, coaut. IV. Pérez Téllez, Iván, coaut. V. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
15
Presentación
Saúl Millán
55
Estudios básicos
57 Un perfil de la cultura india
Guillermo Bonfil Batalla
68 n ¿Indios, indígenas, pueblos indígenas? / Carlos Zolla y Emiliano Zolla Márquez
97
La sociedad indígena
ECONOMÍA INDÍGENA
ORGANIZACIÓN SOCIAL
CA MBIO Y MODERNIDAD
225
Culturas indígenas
A G R I C U LT U R A , P E S C A Y C A C E R Í A
LA CASA Y SU SIMBOLISMO
EL ALMA Y EL CUERPO
SALUD Y ENFERMEDAD
CONOCIMIENTO LOCAL
F I E S T A S Y M AY O R D O M Í A S
COSMOVISIÓN Y MITOLOGÍA
MÚSICA Y DANZA
TEXTILES Y ARTESANÍAS
701
Bibliografía
723
Índice analítico
737
Identificación de imágenes
12 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO. AT L A S N A C I O N A L D E E T N O G R A F Í A
M A PA S , G R Á F I C A S E I L U ST R AC I O N E S
CUADROS
A
unque esta obra ilustra tan sólo una parte del horizonte,
pone a disposición las diversas constelaciones regionales que pueden
observarse a lo largo del territorio nacional, invitando a los lectores a
valorar las culturas indígenas del presente con la misma admiración que normal-
mente asumimos cuando contemplamos las sociedades indígenas del pasado.
A través de los estudios etnográficos, que paulatinamente abren sus puertas a un
público más amplio, las culturas indígenas de hoy han terminado por adquirir
un valor equivalente al que en su momento alcanzaron las culturas prehispánicas
de México, cuya difusión ha sido sin duda esencial para forjar la idea de una
nación uniforme. La tarea de difundir el conocimiento sobre los pueblos in-
dígenas contemporáneos debería sin embargo tener el efecto contrario, en
la medida en que muestra un país más diverso y plural de lo que contempla-
ba el proyecto original. Hoy en día, cuando la legislación nacional reconoce
que “la Nación Mexicana tiene una composición pluricultural, sustentada ori-
ginalmente en sus pueblos indígenas” (Artículo 2º Constitucional), la inves-
tigación etnográfica resulta una herramienta eficaz para promover el modelo de
nación que la legislación nos propone, en la medida en que el registro etnográ-
fico hace cada vez más visible la diversidad cultural de la población mexicana.
Sin ser exhaustivos, los estudios dedicados a la población indígena de México
conforman actualmente un acervo considerable de materiales etnográficos que,
en mayor o menor medida, han contribuido a forjar la imagen de un país tan
diverso como las propias culturas indígenas que lo integran. Reunir este acervo
de conocimientos, cuyos testimonios colmarían bibliotecas enteras, es sin duda
una tarea ilusoria para una obra como la que aquí se presenta. A nuestro jui-
cio, un atlas nacional de etnografía no puede partir del principio de la suma y
la acumulación si intenta superar las limitaciones del compendio y del catálogo.
Aun cuando nuestra muestra etnográfica integra el conjunto de pueblos indígenas
que habitan en el territorio mexicano, considerados en mayor o menor profun-
didad, su valor heurístico no reside tanto en su extensión geográfica como en la
posibilidad de extraer de ella un conjunto de datos, siempre limitados y reducidos,
que sean susceptibles de ofrecer un panorama coherente sobre la diversidad étnica
y cultural de nuestro país.
Siguiendo este principio, el Atlas nacional de etnografía reúne un extenso
acervo de materiales que han sido elaborados a lo largo de medio siglo por
antropólogos de distintas latitudes, quienes sin duda representan al conjunto
15
16 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
de investigadores más destacados sobre las culturas indígenas del México con-
temporáneo. Ya sea como artículos, pasajes de libros o estudios monográficos,
las investigaciones reunidas en este volumen proceden en efecto de especialistas
que han dedicado su obra a los temas que abordan, considerando que las cultu-
ras indígenas son tan diversas como los métodos empleados para examinarlas.
La variedad de perspectivas, temáticas y aproximaciones no impide sin embar-
go la unidad del propósito, ya que cada una de ellas contribuye a esbozar un
cuadro cada vez más inteligible de un paisaje extremadamente diverso, con-
formado por múltiples pinceladas que al integrarse nos revelan al fin el perfil
distintivo del horizonte.
Si un atlas es ante todo un instrumento de ubicación, destinado a situar sus
objetos en un mapa inteligible, la obra que el lector tiene en sus manos busca
cumplir ese propósito a través de una cartografía que no sólo es geográfica sino
también conceptual. Conformada por lenguas, procesos cognitivos y visiones del
mundo que a menudo nos resultan extrañas, las culturas indígenas se distinguen
también por sus diferencias conceptuales, cuyas coordenadas es necesario ubicar
en el lugar al que corresponden, bajo el riesgo de perder de vista la lógica que
guía a un pensamiento articulado. La selección de documentos, extraídos de una
abundante bibliografía, intenta por lo tanto situar al lector en los lugares más
revelantes del pensamiento indígena, a fin de que éstos sirvan como puntos
de referencia para identificar las fronteras que unen o separan a las distintas cul-
turas indígenas del territorio nacional.
Con este propósito, la obra reúne en cada sección problemáticas comunes que
proceden de distintas regiones geográficas, promoviendo de esta forma una lec-
tura comparativa sobre las similitudes y divergencias que pueden encontrarse en
el momento de ejecutar un ritual, construir una casa o efectuar una ceremonia
curativa. La temática de la obra es por lo tanto tan amplia como la de sus pro-
pios actores y abarca, a nuestro juicio, el conjunto de prácticas singulares que los
pueblos indígenas han forjado a lo largo de cinco siglos, desde su economía hasta
su arquitectura.
Como cualquier instrumento de ubicación, este Atlas es ante todo una obra
de consulta. La organización de sus materiales permite en efecto un acceso di-
ferencial a temáticas o aspectos específicos que podrán identificarse a través del
“índice analítico”, cuyas entradas contemplan una gama extremadamente amplia
de posibilidades para familiarizar al lector con una institución, una costumbre o
un concepto indígena. En este sentido, los instrumentos de ubicación han sido
incorporados de acuerdo con distintas escalas que posibilitan múltiples lectu-
ras, de tal manera que la consulta permita identificar tanto las diferencias locales
como los factores comunes. Los recuadros que acompañan a los ensayos analí-
ticos, conformados por textos más breves y puntuales, cumplen en gran medida
esa función, ya que muestran variaciones significativas sobre una creencia o una
costumbre que es factible ubicar en distintas latitudes, aun cuando las diferencias
étnicas, lingüísticas y regionales les confieran un carácter singular que los distin-
gue como hechos culturales.
Aun cuando los materiales seleccionados no inciden con la misma profundidad
en los innumerables aspectos que conforman a las culturas indígenas, ponen a
disposición de un público más amplio los elementos esenciales de esas culturas
que la etnografía mexicana ha registrado a lo largo de medio siglo. Dado que aún
P R E S E N TAC I Ó N 17
* Información no especificada.
1
La cifra total no incluye las 357 325 personas que habitan en hogares indígenas con lengua vernácula insuficientemente especificada.
Fuente: cdi, Sistema de indicadores sobre la población indígena de México, con base en inegi, Censo General de Población y Vivienda, México, 2010.
18 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
persisten numerosos aspectos que no han sido examinados por esta disciplina,
la obra reúne tan sólo los temas que la etnografía nacional ha considerado tra-
dicionalmente relevantes para comprender a las culturas indígenas de México.
Los campos temáticos, que van desde la economía hasta la cosmovisión, pasando
por las formas de gobierno y los conocimientos locales, revelan a su vez las coor-
denadas de una disciplina que ha ido desplazando gradualmente sus objetos de
estudio hacia aspectos cada vez más singulares, característicos de sociedades cada
vez más localizadas. Esta tendencia no sólo explica que ciertas temáticas, como
los sistemas de cargos y la organización de los barrios, tuvieran mayor relevancia
durante las décadas anteriores, sino también que los estudios etnográficos suelan
dividirse entre estudios de caso y aproximaciones regionales. La etnografía parece
alimentarse a menudo de ambas modalidades, dado que los primeros ganan en
profundidad lo que los segundos logran en extensión explicativa. Como lo de-
muestran diversos ensayos dedicados a temáticas comunes, los hechos culturales
admiten diferentes aproximaciones que no sólo varían por los métodos emplea-
dos, sino también por la extensión espacial de sus explicaciones.
Al ser una disciplina que singulariza la manera de conocer, la etnografía acos-
tumbra eludir las formulaciones generales más allá del ámbito geográfico que le
corresponde. Pocos son, en consecuencia, los estudios etnológicos que aspiran a
examinar las culturas indígenas en su conjunto, abarcando territorios tan exten-
sos como la geografía nacional o desplazando su atención entre el norte y el sur
del país. La mirada de conjunto que estas obras nos ofrecen resulta sin embargo
invaluable para aquellos lectores que requieren una guía general, por lo cual he-
mos decidido abrir la edición con dos estudios básicos de Guillermo Bonfil y
Arturo Warman que funcionan muy bien como guía introductoria, ya que in-
cluyen prácticamente todos los temas que contempla la obra. Salvo el trabajo
de Aguirre Beltrán, que a pesar de sus años continúa siendo una pieza central
para comprender la economía indígena, el lector encontrará que los ensayos pos-
teriores limitan el análisis a su zona de estudio, lo cual les confiere una profun-
didad etnográfica que permite comprender las culturas indígenas en sus propios
términos, examinando las categorías locales en la lengua vernácula en que éstas
se formulan.
Unidad y diversidad han sido, sin duda, los polos que definen la trayectoria
de los estudios etnográficos en México. El desplazamiento que puede observarse
hacia ambos extremos de la balanza determina en consecuencia la extensión, los
métodos y ocasionalmente los objetos de estudio. Así, mientras algunas investiga-
ciones contemplan un horizonte geográfico muy amplio, considerando que existe
una unidad cultural en las prácticas culturales de distintos pueblos indígenas,
otras limitan sus descripciones al ámbito exclusivo de la comunidad y asumen,
por lo tanto, que las prácticas consideradas son un patrimonio exclusivo de ese
universo de estudio. Si en el primer caso el riesgo consiste en perder de vista la
singularidad de los hechos culturales que se describen, en el segundo el peligro
estriba en considerar que cada comunidad indígena del país representa una cultu-
ra en sí misma, de tal manera que habría tantas configuraciones culturales como
localidades existentes.
Frente a estas alternativas, la antropología mexicana ha optado a menudo por
elaborar estudios regionales que exceden los límites de la comunidad y conservan,
sin embargo, las fronteras geográficas que usualmente se recomiendan para las
P R E S E N TAC I Ó N 19
NUMERALIA NACIONAL
P O B L AC I Ó N TOTA L Y D E 5 A Ñ O S Y M Á S S E G Ú N C O N D I C I Ó N
D E H A B L A D E L E N G UA I N D Í G E NA ( H L I ) * *
Población hablante
Año Población t o ta l de lengua indígena P o r c e n ta j e
( m ayo r d e c i n c o años)
80 000 000
60 000 000
40 000 000
20 000 000
0
1895 1900 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010
*
Elaborado por Enrique Serrano Carreto.
**
Desde que en 1895 se llevó a cabo el primer censo de la era moderna, el criterio lingüístico ha sido la principal herra-
mienta metodológica para determinar estadísticamente a la población indígena. En 1921, 1930, 1940 y 1950 se contempló
el idioma o lengua materna, tanto para los ciudadanos mexicanos como para la población extranjera. En 1950, por primera
vez, se establece que la obtención del número de habitantes que hablan exclusivamente lenguas indígenas o bien español y
una lengua o dialecto indígena es una de las finalidades del censo de población. Además, esta es la primera ocasión que se
formula únicamente a los de 5 años cumplidos o más, y en 2010 se formuló desde los 3 años de edad.
Fuentes: inegi, Censos de población y vivienda, varios años y Estadísticas históricas, México.
Las modificaciones que han sufrido los territorios originales responden sin
duda a procesos de transformación que la historia de los pueblos indígenas ha
registrado en numerosas ocasiones. Hoy en día, los indígenas del país están lejos
de vivir en localidades aisladas que la etnografía de los años cincuenta había iden-
22 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
1
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, 2010, Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales.
Variantes Lingüísticas de México con sus autodenominaciones y referencias geoestadísticas, inali, sep, México.
P R E S E N TAC I Ó N 23
Artículo 2º Constitucional
Amuzgo Amuzgo
Awakateko
En contraste con los awakatekos de Guatemala, Awakateko
Cochimí
Único miembro de la subfamilia lingüística, perteneciente a la familia cochimí-
yumana, el cochimí es una lengua que se llegó a hablar en al menos cinco variantes
dialectales, agrupadas en cochimí norteño (juigrepa y borjeño) y sureño (ignacieño,
cadegomeño y javiereño). Fue la lengua más extendida en el territorio peninsular,
pues sus hablantes ocuparon la mitad septentrional de la actual Baja California
26 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
Cora Cora
Los coras son uno de los grupos indígenas que habi-
ta en la Sierra Madre Occidental y en las costas del
estado de Nayarit, entidad que tomó su nombre de
este pueblo indígena, denominado también nayeri.
El territorio cora es de aproximadamente 4 912 km2
y se sitúa a una altura que fluctúa entre los 400 y los
2 000 metros sobre el nivel del mar desde un área
semidesértica, en el extremo oriental, hasta una zona
Nayarit semitropical, en su extremo occidental. El territorio
se extiende desde la bocasierra, próxima a las ma-
rismas, hasta los bosques de pino templados, en la
parte alta norteña, pasando por la fértil región de los ríos San Pedro y Santiago,
vecina de la presa de Aguamilpa. De los 27 712 coras estimados por los censos,
77% de ellos son hablantes de la lengua nativa, que forma parte de la familia yuto-
nahua, subfamilia meridional, subgrupo cora-huichol. El cora tiene ocho variantes
lingüísticas: mariteco (de Jesús María) o chwísita’na, francisqueño o kwáawa’ata,
meseño (de Mesa del Nayar) o yaúhke’ena, de Dolores o wachí hapwa, los cuatro
hablados en el municipio Del Nayar; tereseño o kwéimarusa’na, hablado en el
mismo municipio y en los de Mezquital, Durango, y Acaponeta, Nayarit; preside-
ño (de Presidio de los Reyes) o múxata’ana, en uso en el municipio de Ruiz, Na-
yarit; corapeño (de San Juan Corapan) o kuráàpa, y de Rosarito, hablados estos
dos últimos en Rosamorada, Nayarit. La necesidad de una variante estandarizada
para fines de la lectoescritura ha impuesto tendencialmente la variante mariteca,
ya que es en Jesús María, una de las cabeceras municipales históricamente más
importantes, donde se asienta la mayor parte de la población cora del país.
Cucapá
Ubicado a lo largo del río Colorado, el territorio cucapá se extiende entre el es-
tado de Arizona en Estados Unidos y el estado mexicano de Baja California, en
P R E S E N TAC I Ó N 27
Cuicateco Cuicateco
Chatino
El territorio chatino se ubica en el estado de Oaxaca, entre la costa del Océano
Pacífico y la Sierra Madre del Sur, sobre las altitudes que marcan el relieve de
la cuenca de los ríos Atoyac y Verde, entre los 400 y los 2 500 msnm. Cercanos a la
ciudad de Juquila, los municipios de San Juan Quiahije, San Miguel Panixtlahuaca,
28 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
Chinanteco
En la zona de influencia económica de las ciudades de Tuxtepec, Cosamaloapan
y Tehuacán, la Chinantla está circundada por las aguas del río Papaloapan y sus
afluentes, los que abastecen las presas Cerro de Oro y Miguel Alemán, en un te-
rritorio que ocupa la boscosa Sierra Norte de Oaxaca y desciende hacia las selvas
de la llanura costera veracruzana. La construcción de las presas hidroeléctricas
P R E S E N TAC I Ó N 29
Ch’ol
El territorio histórico del pueblo ch’ol se localiza
en la región montañosa del norte de Chiapas, cuya Chiapas
población se ha extendido recientemente a la región
30 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
trias petrolera, ganadera extensiva y bananera y, por otro, por el intrincado sistema
hidrológico que abastece al río Grijalba. El yoko t’aan es una lengua mayance del
subgrupo cholano-tseltalano, cercanamente emparentada con el ch’ol. Aproxima-
damente 52% de los 70 929 chontales de Tabasco hablan la lengua nativa, en al-
guna de sus cuatro variantes dialectales: central (Nacajuca), del este (Centro), del
sureste (Macuspana) y del norte (Centla). Dentro del territorio chontal, cohabita
a su vez un grupo indígena minoritario conocido como ayapaneco o numte oote,
cuya lengua proviene de la familia lingüística mixe-zoque, subfamilia zoqueana,
hablada únicamente en tres localidades del municipio tabasqueño de Jalpa de
Méndez. Dado que sus hablantes no son reconocidos como un pueblo indígena,
es muy probable que aparezcan contabilizados entre los chontales de Tabasco que
viven en ese municipio del Golfo de México.
Chuj Chuj
y San Francisco. Contado entre los únicos tres idiomas indígenas de la entidad
que no pertenecen a la familia otomangue, el huave se caracteriza por ser una len-
gua aislada, sin parientes lingüísticos cercanos.
Ixcateco Ixcateco
Ixil Ixil
Grupo minoritario en su territorio ancestral, los
ixiles constituyen el tercer pueblo indígena menos
numeroso de México, y el segundo entre los pue-
blos mayences que, tras su huida de Guatemala,
encontraron refugio en nuestro país. Estimados en
240 personas, 34% de ellas habla su lengua nativa,
perteneciente a la familia mayence y al subgrupo
Campeche k’icheano-mameano. Los ixiles mexicanos, distribui-
Quintana Roo dos en cuatro comunidades pluriétnicas en los mu-
nicipios de Campeche y Othón P. Blanco del estado
de Quintana Roo, hablan las variantes dialectales
chajuleña y nebajeña de su lengua y son partícipes de un contexto multilingüe
acentuado, en comunidades donde los hablantes de ixil tienen tratos cotidianos
con kanjobales, jacaltecos, chuj, kekchíes, cakchiqueles, mames, mayas peninsula-
res, acatecos y quichés. Hacia 1884, Otto Stoll señalaba que los ixiles guatemalte-
cos no reconocían su lengua bajo el nombre que ahora le otorgamos, sino que se
limitaban a reconocer “la lengua de Nebaj”, incluso cuando conocían gentilicios y
nombres para las lenguas mam y quiché de sus vecinos.
Jakalteko Jakalteko
Al igual que otros grupos mayences de origen gua-
temalteco, los jakaltekos habitan tres municipios de
Campeche y Quintana Roo, además de cuatro muni-
cipios en territorio chiapaneco, entre los que destaca
la entidad serrana Amatenango de la Frontera, en la
Sierra de Tapachula. En la localidad de Guadalupe
Victoria, ubicada en este último municipio, los jakal-
Campeche
Quintana Roo tekos conforman la mayoría de la población indíge-
Chiapas na municipal, aun cuando comparten el espacio con
otros grupos indígenas. Provenientes del departa-
mento guatemalteco de Huehuetenango, los jakalte-
kos mexicanos suman 1 359 personas, de las cuales 44% habla esta lengua mayance
del subgrupo nuclear, subgrupo q’anjob’aleano-chujeano. El etnónimo jakalteko es
un marcador residencial de su principal lugar de origen, al otro lado de la frontera,
en el municipio de Jacaltenango.
K’iché K’iché
En contraste con su dimensión guatemalteca, en la
que conforman el pueblo indígena más numeroso de
ese país, los k’ichés de México suman tan sólo 699
individuos. De ellos, 56% habla su lengua nativa,
que pertenece a la familia lingüística maya, subgru-
po kicheano-mameano. Los k’ichés se refugiaron en
México hacia la penúltima década del siglo xx, como
Campeche
Quintana Roo consecuencia del genocidio cometido contra los pue-
Chiapas blos mayences del país vecino. Actualmente ocupan
localidades distribuidas en dos municipios de Cam-
P R E S E N TAC I Ó N 35
Kanjobal Kanjobal
Kaqchikel Kaqchikel
los datos censales podrían incluir a los hablantes de esta última lengua, asentados
en 19 localidades del vecino estado de Chiapas.
Kickapoo Kickapoo
Fieles al término con que se llaman a sí mismos,
la llegada de los kikaapoa a territorio nacional se
remonta a 1850. Después de la usurpación anglo-
sajona de su territorio ancestral en la zona de los
Grandes Lagos, los kickapoo negociaron con el go-
bierno mexicano un espacio para vivir, a cambio de
defender el territorio nacional contra los ataques
comanches y apaches de la época. Desde entonces
Coahuila constituyen un grupo binacional, cuya población
infantil asiste a escuelas de educación básica en el
vecino país del norte, en donde viven alrededor de
5 000 kickapoo en las reservaciones de Texas, Oklahoma y Kansas. Habitantes
de El Nacimiento y en menor medida de la cabecera del municipio de Múzquiz,
en el estado de Coahuila de Zaragoza, 552 personas dan cuerpo a este pueblo in-
dígena mexicano, 80% de las cuales habla la lengua amerindia que forma parte de
la familia álgica, subfamilia algonquina, subgrupo fox, y que constituye el único
miembro de ese conjunto de lenguas habladas en el norte de los Estados Unidos
y parte de Canadá.
Kiliwa Kiliwa
El ko’lew nñimat, “la tierra de los kiliwa”, se extien-
de entre las sierras Juárez y San Pedro Mártir, en el
desértico municipio bajacaliforniano de Ensenada,
con la ciudad de Mexicali como centro de influencia
económica y política más importante. Además de
los kiliwas que habitan en California y Arizona, en
México se reconocen cuatro grupos diferenciados:
los de Arroyo de León, los de Santa Catarina, los del
Baja California Valle de la Trinidad y los de San Isidoro. Mientras
los tres primeros sostienen relaciones de vecindad
con los indígenas paipai, el último comparte su es-
pacio con hablantes de ku’ahl. El kiliwa es el segundo
pueblo indio menos numeroso del país, con tan sólo
Kumiai 148 integrantes, de los cuales 31% habla aún su len-
gua materna, que forma parte de la familia cochimí-
yumana, la más alejada lingüísticamente del resto de
las lenguas yumanas de las que forma parte.
Kumiai
Los hablantes de k’miai habitan en los municipios
bajacalifornianos de Ensenada, Playas del Rosarito
y Tecate, en varias localidades, entre las que destaca
Baja California Nejí. Con tan sólo 851 integrantes, los kumiai cons-
tituyen uno de los grupos indígenas menos nume-
P R E S E N TAC I Ó N 37
Lacandón Lacandón
Mam Mam
en México, lo que intensifica las relaciones que los mames mexicanos sostienen
con sus similares del otro lado de la frontera. El mam es una lengua mayance del
subgrupo nuclear, subgrupo k’icheano-mameano. La población mame se estima
en 27 210 personas, de las cuales 38% habla la lengua nativa.
Matlatzinca Matlatzinca
El pueblo matlatzinca ocupa en nuestros días una
sola localidad mexiquense, San Francisco Oxtotil-
pan, que pertenece al municipio de Temascaltepec,
en la zona de influencia económica y política de las
dos ciudades más importantes del Altiplano Cen-
tral: la capital del país y la capital del Estado de
México. Cruzado por el río Verde, afluente del Bal-
sas, su territorio tiene por paisaje el bosque de pi-
Estado de México nos, encinos y oyameles de las faldas del Nevado de
Toluca, importante santuario prehispánico que, hoy
en día, es objeto de peregrinaciones matlatzincas en
tiempo de sequía. Durante la época prehispánica, el valle del Lerma era dominado
por varios señoríos matlatzincas; en este río y las lagunas adyacentes se empleaba,
hasta hace poco, una red para pescar, de cuyo uso derivó el etnónimo con que
los nahuas llamaron a este pueblo. En nuestros días, el grupo matlatzinca está
conformado por aproximadamente 2 417 individuos, de los cuales 45% habla su
idioma nativo, el bot’una, mismo que pertenece a la familia otomangue, subfamilia
del oeste, subgrupo otopame chinantecano.
Maya Maya
El pueblo maya, uno de los más importantes en tér-
minos demográficos, se localiza principalmente en
la Península de Yucatán, a lo largo de las tres enti-
dades federativas que la integran. Su extensa pobla-
ción, calculada en 1 500 441 miembros de este grupo
indígena, ocupa también parte del territorio de Be-
lice, además de los espacios que pueblan los mayas
Campeche
Yucatán que han migrado a otras entidades del país, entre
Quintana Roo ellas principalmente la Ciudad de México, Tabasco,
México, Veracruz y Baja California. El maya es el
segundo grupo indígena más numeroso del país, ya
que 53% de sus miembros habla esta lengua mesoamericana que da nombre a la
familia lingüística mayance. La lengua maya comporta muy pocas divergencias
dialectales, aunque hay especialistas que reconocen cinco variantes. Conocido con
el nombre de Mayab, cuya probable etimología indica el “lugar donde se sedimen-
ta o asienta el agua”, su territorio se caracteriza por la presencia de piedra calcárea
y aguas subterráneas en el norte, así como por la región selvática en el sur. Al
interior del pueblo maya se observan marcadas diferencias socioculturales de una
región a otra: desde las antiguas haciendas henequeneras, escenario de la Guerra
de Castas durante la segunda mitad del siglo xix, hasta la región chiclera en Cam-
peche, con variados procesos de colonización espontánea.
P R E S E N TAC I Ó N 39
Mazahua Mazahua
Mazateco
Entre la llanura costera del Golfo y la accidentada Sierra Madre Oriental, el te-
rritorio mazateco ocupa 35 municipios de la cuenca del Papaloapan, el segundo
40 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
Mixe Mixe
El territorio mixe, mayoritariamente montañoso y
con temperaturas que van de frías a templadas, in-
tegra alrededor de 300 comunidades en al menos
25 municipios oaxaqueños, en el extremo oriental
de la Sierra Norte de Oaxaca y en una porción del
Istmo de Tehuantepec. Entre otras características,
los mixes son reconocidos por la calidad de sus ban-
das filarmónicas y la vitalidad de sus organizaciones
Oaxaca productivas y etnopolíticas. Con una población de
194 845 miembros de este grupo indígena, la ma-
yoría de los cuales se desenvuelve en su lengua ver-
nácula, los mixes suelen habitar principalmente en su territorio histórico, aunque
tienen una presencia importante en la Ciudad de México y el Estado de México
como emigrantes permanentes o estacionales. De su total poblacional, 40% es
hablante de ayuuk o “lengua florida”, la cual comporta seis variantes dialectales:
ayöök, mixe alto del norte, hablado en Santa María Tlahuitoltepec; ayuujk, mixe
alto del centro, hablado en Santa María Tlahuitoltepec; ayuujk, alto del sur, ha-
blado en Santo Domingo Tepuxtepec; ayuuk, medio del este, hablado en San Juan
Cotzocón; eyuk, mixe medio del oeste, de Santa María Alotepec, y mixe bajo o
ayuk, hablado en San Juan Guichicovi, el municipio con mayor población mixe en
el país. El mixe pertenece a la familia mixe-zoque, subfamilia mixeana.
Mixteco
La Mixteca es un territorio que abarca el occidente de Oaxaca, el oriente de Gue-
rrero y una pequeña porción meridional de Puebla. Tradicionalmente, la región se
divide en tres fracciones, conocidas como Mixteca Alta, Mixteca Baja y Mixteca
de la Costa. Si bien el pueblo mixteco se concentra mayoritariamente en su terri-
torio histórico, habita, sin embargo, en una amplia porción del territorio nacional,
P R E S E N TAC I Ó N 41
Nahua Nahua
Paipai Paipai
Muy cerca de la frontera internacional, los paipai tie-
nen por territorio el largo y estrecho Valle de Santa
Catarina, en medio de la desértica serranía del mu-
nicipio de Ensenada, en el estado de Baja Califor-
nia. Productores tradicionales de un mezcal llamado
“kiote”, y con un antiquísimo pasado de cazadores-
recolectores, los 426 paipai estimados por los cen-
sos constituyen el noveno grupo indígena menos
Baja California numeroso del país. De ese total poblacional, 47% es
hablante de su lengua, que forma parte de la fami-
lia lingüística cochimí-yumana, subfamilia yumana,
subgrupo pai. Es de notar que en algunas comunidades paipai, entre ellas Rancho
Wikualpuk (El Ranchito), viven también los akwa’ahl, hablantes de ku’ahl, lengua
cercanamente emparentada con el paipai. Dado que el ku’ahl no es reconocido por
el Estado Mexicano como un pueblo indígena, las cifras de población y hablantes
P R E S E N TAC I Ó N 43
de paipai que señalan los censos suman a estos vecinos y parientes lingüísticos.
Como parientes lingüísticos menos cercanos, los kiliwas comparten su comuni-
dad con los hablantes de pai’pai en la zona de San Isidro.
Pame Pame
hablante de su lengua, conocida también como pima alto, que forma parte de la
familia lingüística yuto-nahua, subfamilia del sur, subgrupo tepimano.
Pima Pima
El territorio histórico que habitaron los o’oba o pi-
mas era conocido como la Pimería y se extendía
desde las tierras desérticas del suroeste de Arizona,
donde aún habitan algunos pimas de la Reservación
Gila Bend, hasta el este de Sonora y oeste de Chi-
huahua, en la frontera con la Sierra Tarahumara.
En México, los hablantes de o’ob no’ok (“lengua de
Sonora la gente”) constituyen aproximadamente 54% de los
Chihuahua 1 603 individuos que los censos contabilizan como
integrantes de este pueblo. El pima forma parte de la
extensa familia lingüística yuto-nahua, subgrupo te-
pimano, y se habla en tres variantes idiomáticas: oob no’ok septentrional y meridio-
nal, en los municipios chihuahuenses de Madera y Temósachi, respectivamente, y
obnók del este, en Yécora, Sonora. La frase pi’ ma, que significa “no hay”, “no existe”,
“no tengo” o probablemente “no entiendo”, es el vocablo con el que los indígenas
respondían a los españoles cuando éstos formulaban una pregunta.
Popoloca Popoloca
El territorio popoloca se encuentra en el sur del
estado de Puebla y se extiende desde la Mixteca
hasta la Sierra Negra, a medio camino del corredor
industrial Tecamachalco-Tehuacán. El territorio po-
poloca ocupa en nuestros días seis municipios
poblanos, entre los que destacan San Gabriel Chi-
lac y Tlacotepec de Benito Juárez. En este último se
encuentran varias comunidades ubicadas dentro de
Puebla la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, zona
en la que se han encontrado los restos más antiguos
de plantas cultivadas en Mesoamérica. Aproximada-
mente 29 945 personas forman parte del pueblo popoloca; de ellas, 74% habla
la lengua nativa que pertenece a la familia lingüística otomangue, subfamilia del
este, subgrupo popolocano-zapotecano. Esta lengua comporta cuatro variantes
dialectales: popoloca del norte (ngigua), popoloca del centro (ngiba), popoloca
del poniente (ngiba) y popoloca del oriente (ngigua). El chocho es la lengua más
cercanamente emparentada con el popoloca, al grado de que se presenta en va-
riantes dialectales homónimas (ngigua, ngiba), lo que ocasiona que algunos cho-
chos llamen popoloca a su lengua y, a la inversa, algunos popolocas llamen chocha
a la suya. Sin embargo, son reconocidos como dos pueblos indios distintos que,
aunque habitantes de regiones vecinas y portadores de culturas próximas, hablan
lenguas que se diferenciaron hace al menos un milenio.
Popoluca
Asentado sobre importantes sitios arqueológicos olmecas, el territorio popolu-
ca abarca buena parte de los bosques y selvas declarados Reserva de la Biosfera
P R E S E N TAC I Ó N 45
Tacuate
Los tacuates tienen por territorio dos municipios en
la Mixteca de la Costa, cercanos a las ciudades de
Tlaxiaco, Pinotepa Nacional y Putla: María Zacate-
pec y Santiago Ixtayutla. Una historia diferenciada
y algunos rasgos culturales distintivos (entre ellos la
Oaxaca indumentaria) hacen de los tacuates un grupo étni-
co distinto del mixteco. El antiguo nombre Yucusa-
P R E S E N TAC I Ó N 47
tuta, Cerro del Zacate, es el nombre del asentamiento histórico de este pueblo,
al que arribaron tras su partida del municipio vecino de Ixtayutla. Hablantes de
dos variantes dialectales de las lenguas mixtecas, los tacuates de Zacatepec y los
de Ixtayutla hasta hace poco más de una década sumaban 2 379 personas, de las
que 87% hablaba la lengua nativa, perteneciente a familia lingüística otomangue,
subfamilia del este, subgrupo amuzgo-mixtecano. Las variantes dialectales se co-
nocen como zacatepecana o tu’un va’a, mixteco de sierra suroeste, o bien como
ixtayutleca (tu’un savi), variante dialectal hablada únicamente en el municipio de
Ixtayutla.
Tepehua
Los tepehuas habitan en la llanura costera del Golfo Tepehua
Tepehuán
Tepehuán El término de tepehuanes apela en realidad a dos
grupos que, si bien son lingüísticamente cerca-
nos, se encuentran geográfica y culturalmente dis-
tanciados. Por un lado, el grupo conocido como
tepehuán del norte es el de los ódami que habitan
el sur del estado de Chihuahua, en el municipio
de Guadalupe y Calvo. El segundo grupo, conoci-
do como tepehuán del sur, cuenta con tres varian-
Chihuahua
Durango tes dialectales: el o’dam o tepehuán del sureste; el
Nayarít au’dam, tepehuán del suroeste, y el o’dam, tepe-
huán del sur central. La primera se concentra en
las poblaciones del municipio de Mezquital, Du-
rango; la segunda, en las poblaciones del municipio de Pueblo Nuevo, Du-
rango, y de Huajicori, Nayarit; la tercera se habla en unas pocas comuni-
dades de Mezquital. De los 50 344 tepehuanes calculados por los censos
a nivel nacional, aproximadamente 81% de ellos habla una de las dos lenguas
tepehuanas, ambas pertenecientes a la familia lingüística yuto-nahua, subfamilia
del sur, subgrupo tepimano. Una característica que los tepehuanos comparten
con el resto de los grupos tepimanos es su adaptabilidad a las culturas con que
comparten territorio. En este sentido, una de las principales manifestaciones cul-
turales de los tepehuanos son las ceremonias agrícolas que dividen los tiempos de
siembra, cosecha y preparación de la semilla conocidas como xiotalh (Durango)
o yúmari (Chihuahua). Mientras que la primera se asemeja a los mitotes de los
grupos cora, mexicanero (nahua del Gran Nayar) y huichol, la segunda se asemeja
a las ceremonias del mismo nombre de ralámuli y pimas.
propiedad a los habitantes de la cabecera con quienes han sostenido una larga
lucha, no exenta de violencia, por el control de la tierra y sus bosques. El gen-
tilicio tlahuica, que designó durante la época colonial a los nahuas del esta-
do de Morelos, es en nuestros días el reivindicado por este pueblo indígena. El
yökak’o, el “idioma de nosotros”, es hablado aproximadamente por 44% de los
1 770 tlahuicas estimados por los censos. El yökak’o es un idioma de la familia
otomangue, subfamilia otomangue del oeste, subgrupo otopame-chinantecano,
que se encuentra emparentado con la lengua matlatzinca.
Tlapaneco Tlapaneco
Tojolabal Tojolabal
Totonaco Totonaco
Aunque el Totonacapan es el territorio histórico de
los totonacos, los movimientos poblacionales han
promovido que este grupo indígena se distribuya
actualmente entre la Sierra Norte de Puebla y la lla-
nura costera del norte veracruzano. Con la ciudad
petrolera de Poza Rica como el polo de influencia
más importante al interior del territorio totonaco
Veracruz contemporáneo, los totonacos habitan en 14 muni-
Puebla cipios del estado de Veracruz y en 26 del estado de
Puebla, compartiendo su territorio con nahuas, oto-
míes y tepehuas. Con 407 617 integrantes, el pue-
blo totonaco constituye el sexto más numeroso del país, mientras que su lengua
ocupa el octavo lugar en términos absolutos de acuerdo con la cantidad de ha-
blantes de esta lengua indígena, hablada por 61% de sus integrantes. Su lengua
comporta una diversidad idiomática tan acentuada que algunas de sus variantes
dialectales están más alejadas entre sí que respecto de las variantes dialectales
de los tepehuas, cuyas lenguas forman parte de la misma familia lingüística. La
lengua totonaca, llamada tachihuin (“la palabra”), integra al menos siete dialectos,
algunos de los cuales se hablan exclusivamente en ciertas localidades poblanas y
veracruzanas. El lichiwin tutunaku o totonaco de la costa, vigente en el municipio
de Papantla, Veracruz, es el que presenta la más alta concentración de hablantes a
nivel nacional, seguido tan sólo de la variante tutunáku o totonaco central del sur,
hablado sobre todo en el municipio veracruzano de Coyutla.
Triqui Triqui
Con presencia en varios estados del norte y centro
de México, la población triqui se encuentra princi-
palmente en cuatro municipios del occidente oaxa-
queño, colindantes con el estado de Guerrero. Los
triquis distinguen dos zonas en su territorio: en la
región alta se encuentran las comunidades de San
Andrés Chicahuaxtla, San Martín Itunyoso y Santo
Domingo de Morelos; en la baja, la comunidad más
Oaxaca importante es San Juan Copala. Una larga historia
de violencia en defensa de sus derechos políticos y
territoriales caracteriza a este pueblo indígena, bom-
bardeado por el ejército mexicano durante 1956 en la comunidad de Copala. En
nuestros días, libra una cruenta lucha por el reconocimiento de la autonomía mu-
nicipal. Con una presencia importante en los estados de Baja California, México,
Sinaloa y Sonora, su fuerte identidad étnica se deja ver no sólo en sus moviliza-
ciones políticas, sino también en el uso del vestido tradicional femenino, cuyo
huipil de color rojo las distingue de quienes no son triquis y, entre ellas, permite
P R E S E N TAC I Ó N 51
Tseltal Tseltal
Tsotsil
Tsotsil
Aunque el pueblo tsotsil se extiende actualmen-
te hacia los estados de Oaxaca, Veracruz, Tabasco,
Campeche y Quintana Roo, su territorio original se
localiza en la región montañosa del estado de Chia-
pas, conocida como Los Altos de Chiapas. Articula-
do con la antigua ciudad señorial de San Cristóbal Veracruz
de las Casas, el territorio tsotsil tiene a las ciudades Oaxaca
Chiapas
de Tapachula, Tuxtla Gutiérrez y Villa Hermosa Campeche
como centros rectores. Los tsotsiles suman apro- Yucatán
ximadamente 535 117 personas, constituyendo la
séptima población indígena nacional en términos
demográficos. Hablada por 80% de su población, el tsotsil es la quinta lengua
indígena del país. Al ser una lengua de la familia mayance, el k’op forma parte
del subgrupo cholano-tseltalano e integra seis variantes dialectales, cinco de ellas
vigentes en la región de Los Altos y una de ellas hablada en las regiones Norte,
Centro y Llanos de Comitán. Entre las comunidades tsotsiles más importantes
en términos poblacionales, se encuentran las que se distribuyen en los municipios
de Chamula, Chenalhó, Huixtán y Zinacantán; de este último deriva uno de los
nombres por los que conocemos a este grupo étnico: sots’il winik (“hombre mur-
ciélago”), derivado del topónimo que nombraba al señorío de Tzotzlem, traducido
al náhuatl como Zinacantán, “lugar de murciélagos”.
52 L A S C U LT U R A S I N D Í G E N A S D E M É X I CO
Zapoteco Zapoteco
Los zapotecos son uno de los pueblos indígenas de
México que comportan una gran diferenciación lin-
güística y cultural, lo cual permite distinguirlos en
cuatro grupos diferenciados: zapotecos de los Valles
Centrales de Oaxaca (benni dilli zaa), zapotecos de
la Sierra Norte (bene ya’a), zapotecos de la Sierra
Sur (mene didzé) y zapotecos del Istmo de Tehuan-
tepec (binnizá). Aunque los territorios milenarios
Oaxaca de los zapotecos se extienden desde la sierra hasta
la costa de Oaxaca, las migraciones y los continuos
movimientos poblacionales han tenido como efecto
una presencia significativa en casi todas las entidades del país, principalmente
en la Ciudad de México y en los estados de México, Baja California y Veracruz,
donde su población es cada vez más numerosa. El estado de Oaxaca concentra sin
embargo el mayor número de población de este pueblo indígena, principalmente
en los municipios de Juchitán, San Agustín Loxicha, San Blas Atempa y Oaxaca
de Juárez, cuya población zapoteca es superior a los 10 000 habitantes. Por su
magnitud demográfica, el zapoteco es el más numeroso de Oaxaca y el tercer pue-
blo indígena más importante del país, con 771 577 integrantes, de los cuales 59%
se desenvuelve en su lengua vernácula. Las lenguas zapotecas, que forman parte
de la familia otomangue, subfamilia del este, subgrupo popolocano-zapotecano,
comportan tal variación que los especialistas refieren entre seis y nueve lenguas
zapotecas, con 62 variantes dialectales.
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Zoque Zoque