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Los instrumentos traídos por los conquistadores

Las flautas de madera de varios tamaños. Los cornetos de marfil o madera, las trompetas, naturales sobre armónicos. Las chirimías (oboe
antiguo), las trompas (corno francés), sacabuches (trombón), bajones (ancestro del fagot), un gran número de percusiones, y las cuerdas,
guitarras barrocas, violines, violas, raveles, arpas, salterios, y el majestuoso órgano que florecería dando bellísimos ejemplares en el continente.

La primera escuela de música de América

A un lado de las iglesias, sobre todo las más importantes, se enseñaba música en colegios sumamente estrictos, El convento de San Francisco, en
la ciudad de México, daría espacio a la primera escuela de música en América, con el nombre de San José de los Naturales: este lugar se
encargaba de formar a cientos de jóvenes indígenas, y la sorpresa sería que el talento de los pueblos nativos daría de que hablar al mundo, ya
que con los años, en México se llegaron a hacer instrumentos de lo mejor, al grado de que se exportaban a Europa violines, guitarras? los
músicos mexicanos comenzaron a aprender también las materias propias de la usanza Española, contrapunto, armonía, solfeo, polifonía,
orquestación y dieron también excelentes compositores, como Juan de Lienas, de quien desafortunadamente se han perdido muchas partituras,
pero lo que ha llegado hasta nuestros días da testimonio de un talento fenomenal, de origen tlaxcalteca, este compositor llegó a manejar a tal
grado el lenguaje occidental, que compuso misas, villancicos y obras a la altura de los mejores maestros de capilla de aquellos años. Cabe
destacar que a los indios de clases altas, se les preparaba con mayor fervor.

Los maestros de capilla

Eran los encargados de componer la música que se tocaría en las misas. En sus manos quedaron las mejores obras que se compondrían en los
años de la Colonia; todos fueron de origen Europeo, eran criollos, y aunque por muchos siglos quedaron en el olvido, hoy en día se han rescatado
muchas de sus obras que dan testimonio de verdaderas joyas de la composición barroca.

Las catedrales de las ciudades importantes de la nueva España, eran verdaderos centros de enseñanza y cultura, las misas eran algo muy lejano
de lo que se conoce hoy en día, duraban horas y el esplendor de la música que las acompañaba es algo que dejamos de ver hace mucho tiempo.
Orquestas completas, coros y órganos interpretaban las obras compuestas ex profeso para la ocasión, y verdaderamente la exquisitez de los
sonidos que producían inducía a la concurrencia en un estado de comunión con Dios.

Como dato curioso, hay que aclarar que estos maestros de capilla ganaban muy buen dinero, además de que no se limitaban a componer música
religiosa; por esos años, se les encargaban obras profanas como óperas en el siglo XVII, conciertos y corales. Algunos de los más destacados
nombres que han llegado hasta nuestros días son los siguientes, y si desgraciadamente no se cuenta con toda su obra, han legado partituras
espléndidas que existen a la fecha:

Antonio de Salazar. De origen Sevillano, se le considera el último de los compositores del siglo de oro español. Hacia 1688 era maestro de capilla
de la Catedral de Puebla. Murió en 1715.

Manuel de Sumaya. Criollo nacido en la Nueva España. Fue niño del coro de la catedral de México, donde hiciera su carrera musical y eclesiástica.
Para 1703, era asistente de Antonio de Salazar. Trabajó como maestro de capilla en Oaxaca, llegando a recibir un muy buen sueldo. Entre sus
obras se encuentran misas y óperas.

Ignacio Jerusalén. Fue músico de teatro. Maestro de capilla de la catedral metropolitana en 1750.

Vicente Ortiz de Zárate. Maestro de capilla en Guadalajara.

José Gabino Leal. Maestro de capilla en la ciudad de Morelia.

Francisco Delgado. Maestro de capilla durante los últimos años del Virreinato.

José Mariano Elízaga. Maestro de capilla en la ciudad de Morelia, Iturbide lo nombró músico del Imperio.

Mariano Placeres. Maestro de capilla en la ciudad de Durango.

Estos son algunos ejemplos de los que hicieron la música de los años de la Colonia, como se mencionó anteriormente, las influencias iban y
venían así como nuevas culturas a este continente, en esos años entrarían los negros, ahora llamados nuestra tercera raíz.

El sincretismo musical

Si bien por esos días se educaba a los indios, tampoco se les consideraba "iguales", así es que las culturas en México se fueron creando de muy
diversas maneras: por un lado, los criollos y sus costumbres a la usanza española: misas (incluso algunas compuestas en lenguas indígenas para
que fueran comprendidas), óperas y demás que se enseñaban al pueblo, pero que no eran lo que necesariamente más los identificaba con su
manera de ser.

Así como se fueron mezclando las sangres y derivando en algo nuevo, así se fueron recreando los llegados instrumentos, en las iglesias no se
permitía tocar con huéhuetls o teponaztlis o con cualquier instrumento de las culturas prehispánicas, ya que eran cosa del demonio; sin
embargo, fuera de éstas, las cosas se iban mezclando de manera muy singular y según la región donde se estuviera, el fenómeno sucedía distinto.
Los instrumentos de cuerda irían tomando tan diversas formas que actualmente es muy distinto hablar de una vihuela de mariachi que de una
jarana huasteca o una guitarra chamula, si bien su origen es el mismo (la guitarra barroca) y tienen similitudes, son muy distintas en cuanto a los
materiales que las hacen, la afinación y, por supuesto, los géneros que acompañan. Lo mismo sucedería con arpas, violines, violas, flautas,
chirimías, percusiones y demás. En las zonas donde hubo más negros, la música tiene una clarísima influencia, es el caso de Veracruz o la costa
chica de Guerrero y Oaxaca.

También con ellos llegaron nuevos instrumentos como la marimba, el marimbol y nuevas percusiones.

Entre los indígenas se llegan incluso a encontrar piezas musicales con una marcada influencia renacentista y barroca, al grado que pareciera que
el tiempo se congeló.

Los bailes negros, llenos de sensualidad, llegarían incluso a prohibirse por considerarse cosa del diablo que incitaba a las bajas pasiones, como es
el famoso caso del Chuchumbé.

Entre estos recién nacidos sones y jarabes, encontraremos la música que daría espíritu a una nueva nación.

El pueblo mestizo, al margen de las sociedades que se enriquecían con su trabajo, creaba, por otro lado, las expresiones que hoy en día dan el
sello mexicano.

Los años han pasado, la santa inquisición y los colonizadores se han ido, pero de entre todos esos años de explotación, encontramos lo más
valioso del nacimiento de nuestra cultura. Y lo más curioso es que México rescata cada vez más todo eso y no es nada difícil encontrarse un buen
grupo de personas en un fandango bailando la nueva versión del Chuchumbé.

Bibliografía

Estrada, Julio, La música de México, 5 tomos, México, UNAM, 1984.

Saldívar, Gabriel, Historia de la música en México, México, Sep-INBA, 1934.

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