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110-TEJEN: OBELISCOS DE PIEDRA


 Desde las épocas más antiguas, los obeliscos han sido una de las
formas predilectas para erigir monumentos. Hace más de 4.500 años los antiguos egipcios fueron los primeros en
hacerlo; labraban obeliscos a partir de un único bloque de piedra, por lo general de granito rojo, y luego los
colocaban frente a tumbas y templos, y debido a las dificultades para esculpirlos y transportarlos, no sobrepasaban
los 30 metros de altura. En Egipto se les llama “tejen”, que significa protección o defensa, por lo que se ha
especulado su relación con Ra, el dios del Sol. El dios Ra, quien, según  la interpretación de los teóricos de los
antiguos astronautas, fue un visitante extraterrestre, que comandaba algún tipo de vehículo espacial. Aterrizó en el
lugar que más tarde se llamó “la ciudad del jwnw.” Allí se construyó una estructura o hangar, a la que llamaron la
casa del benben, para el vehículo celestial. Ra gobernó una vez en Egipto durante algún tiempo y creó una
avanzada civilización inicial “salida de la nada” en la región del Nilo. Según la tradición egipcia, Ra se convirtió
en un dios que había descendido a la Tierra en su “benben” que “brillaba como el Sol.” En la que realizaba sus
vuelos a través del espacio; Él emprendió éstos, en su “barca”, su “celestial nave del Sol”, conocida como: el “Ojo

de Ra” o el “Ojo de Horus”. Pero Ra un día


voló de vuelta a su planeta natal, y el lanzamiento tuvo lugar desde una plataforma que se llamó después “la isla
de las llamas”. Los sacerdotes egipcios idearon el símbolo del pájaro del benben para preservar para las
generaciones futuras este inexplicable acontecimiento. Este pájaro se convirtió en el símbolo por definición del
“resurgir”, del renacimiento de la civilización egipcia, desde las cenizas, a propósito de las conflagraciones que
habían sucedido antes. Al mismo tiempo el pájaro apunta al vuelo del vehículo celestial. El lugar donde este
evento maravilloso y memorable tuvo lugar es
llamado “jwnw”, en memoria del acontecimiento, y para brindar la esencia de él, podría llamarse “Ciudad del
Cohete.” Los egipcios antiguos dividían el día en dos periodos de 12 horas, y usaban grandes obeliscos para
seguir el movimiento del sol. Algunos egiptólogos convencionales consideran estos obeliscos como símbolos
fálicos relacionados con el antiguo dios egipcio de sol, Ra. Cerca de la isla de Sehel, en las cercanías de Assuán,
se encuentran las famosas canteras de granito rojo, cuyos restos dan cuenta de la industria pétrea que se desarrolló
en aquella época. Todos los faraones admiraron la dureza y elegancia de este material que, entre otras cosas, dio
origen al sarcófago, las paredes y los techos de la Cámara del Rey, en la Gran Pirámide: también a las columnas
del templo de lsis, delante de la Esfinge, y a los grandes obeliscos del templo de Karnac. Innumerables toneladas
de piedra fueron arrancadas de la tierra y transportadas por los egipcios desde aquellas canteras hasta los
múltiples templos esparcidos a lo largo del Nilo. Pero también dejaron algo, tan grande que no pudieron mover. O
quizá el famoso Obelisco Inacabado no fue realizado con tal tamaño para

ser transportado, sino para dejar constancia de la


desconcertante técnica con que fue diseñado. El Obelisco inacabado de Asuán, pesa 1150 toneladas. No se ha
hallado nada en él que indique el uso de cinceles o martillos, pues no quedaron restos de escoriaciones. Si se
observa de cerca, se aprecian anchos surcos verticales producidos por algo parecido a una pala que modeló sus
proporciones. La única explicación posible es que, cuando atacaron la cantera, la piedra estaba blanda o se hizo
uso de algún tipo de tecnología de precisión extraterrestre, desconocida aun para nosotros. Tanto en las caras
laterales como en la parte superior de este Obelisco Inacabado se aprecian canales, paralelos, de igual tamaño. Se
trata de huellas que han permanecido allí desde hace miles de años, pues se desconoce su antigüedad. Se
dice que el monolito fue abandonado porque en
él apareció una fisura, pero en los últimos exámenes que se han llevado a cabo se ha podido comprobar que tal
fisura no existe, sino que en algún momento de la historia alguien quiso cortar la piedra para hacer un obelisco
más pequeño. De hecho, se nota la acanaladura dejada por un cincel que se introduce en la piedra regularmente a
una profundidad fija de 3 centímetros. Todo parece indicar que los autores se arrepintieron después y dejaron la
mole de piedra tal cual. A pocos metros del monolito, se ven rastros del uso de alguna sustancia química
desconocida usada presuntamente para perforar la piedra circularmente, dejando así unos pozos de ignorado
significado. En ellos cabe un hombre. Sus paredes, sin restos de golpes, no son rectas, de lo

que se deduce que fueron ahuecadas de manera


irregular, sin aparente esfuerzo y sin que en la operación interviniera máquina alguna. El obelisco, llamado
TEJEN en la lengua sagrada de los antiguos egipcios, el termino es sinónimo de “protección”, “defensa” y
“dominio”. La aguja de piedra tiene por función perforar las nubes y dispersar las fuerzas negativas que siempre
amenazan con acumularse, bajo la forma de tormentas visibles o invisibles, por encima del templo era como un
símbolo del rayo petrificado. Por regla general, los obeliscos se erigían por parejas y servían para proteger
mágicamente el templo. El cuerpo de los obeliscos es un largo bloque se sección

troncocónica, y la punta piramidal que corona el


monolito es el piramidión que simboliza los rayos del sol, estos monumentos se asentaban sobre un basamento,
que estaba recubierto de oro, metal del que los egipcios afirmaban que era la “carne de los dioses”. Generalmente
las cuatro caras eran talladas con inscripciones jeroglíficas que indicaban el nombre y los títulos del rey que había
ordenado la fabricación del obelisco, la divinidad a la que había sido dedicado y la narración del acontecimiento
político o histórico en cuya conmemoración había sido erigido. El piramidión estaba recubierto de oro, bronce o
de una aleación de metales, de manera que resplandeciera cuando la luz solar incidía sobre él, o también, podía
llevar inscripciones en la cual el faraón rinde culto al dios Ra,
Amón-Ra, o cualquier forma de éste ofreciéndole incienso o vino. Según sostienen los teóricos de los antiguos
astronautas Nikola tesla se había preguntado para qué servirían en el pasado remoto los obeliscos, que observó
eran de piedra granítica y estaban a menudo junto a canales. Las explicaciones convencionales los consideraban
monumentos fálicos para honrar a los dioses y afirman que estaban junto a canales porque era muy difícil y
costoso trasladarlos tierra adentro a partir del lugar donde estaban las canteras. Por supuesto que esto no podía ser
una dificultad para quienes habían transportado piedras enormes a través de miles de kilómetros, y no iban a
quedar desfallecidos junto al canal sin ánimo de hacer algunos kilómetros más. Tesla conjeturó que el canal era
una fuente de energía hidráulica para mover máquinas que generaban energía que luego era transmitida desde el
extremo del obelisco a otra construcción similar. Eran el equivalente antiguo de las redes de transporte de

electricidad, pero sin cables. Según sostienen


los teóricos de los antiguos astronautas, algunos megalitos o estructuras (pirámides, obeliscos, monolitos), pueden
canalizar la energía en forma de un embudo y crear un vórtice mediante la manipulación de la gravedad de la
tierra y como sabemos en muchos de estos sitios ocurren anomalías magnéticas gravitacionales. En la actualidad
existen teorías que señalan que los pueblos prehistóricos no eran los desvalidos, incompetentes, olvidadizos y
salvajes que nos han hecho creer. Tuvieron que tener por lo menos la suficiente inteligencia para comprender el
idioma y las enseñanzas de sus instructores celestiales, no se trata de una pequeña hazaña! Es cierto que aún
desconocemos cómo los antiguos lograron algunos de sus más
sorprendentes conocimientos de la física y la
tecnológica. Pero los avances tecnológicos actuales parecen revelar el recuerdo de una tecnología ancestral,
Todavía hay quienes se preguntan cómo los antiguos egipcios construían gigantescos obeliscos en el desierto, y
cómo en la edad de piedra los hombres y las mujeres trasladaron enormes piedras cortadas y colocadas en
posición exacta. Algunos teóricos de los antiguos astronautas sostienen que existe la posibilidad de que nos
encontremos ante simples pararrayos, haciendo referencia al material metálico con el que se construía el
mencionado piramidión: el electrum, un combinado natural de oro y plata al que se añadía, con frecuencia, un
porcentaje de cobre. Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que los obeliscos egipcios ofrecen una serie de
misterios que aún hoy los expertos no han podido resolver. Como por ejemplo “el procedimiento que tenían los
egipcios para erigir un obelisco sin aplastar su zócalo sigue siendo misterio para nosotros”. A este enigma habría

que añadir otros más inexplicables, como su


traslado, levantamiento o colocación milimétrica. Se trata de problemas que están más allá de la ciencia oficial
con que más de una vez se nos ha intentado explicar el método de colocación de estos gigantes de piedra. Sin
embargo, son muchos los enigmas que nos inquietan a la hora de plantear cualquier teoría. ¿Por qué pista o
camino fueron trasladados? No se ha conservado ninguna infraestructura parecida y los aledaños de la cantera de
Asuán hasta el río no son, precisamente, una superficie rocosa como

pueda ser la meseta de Gizeh. ¿Cuánta gente


pudo colaborar en su traslado? Lo ignoramos; e intentar pensar en un cálculo aproximado parece inútil, toda vez
que no sabemos el método ni el camino que pudieron utilizar. Sobre el procedimiento de traslado sucede otro
tanto. Los célebres rodillos o trineos de madera -de estos últimos tenemos algunos buenos ejemplos en relieves
legados por los propios egipcios- se aplastarían bajo el peso del obelisco y, según investigaciones actuales, ni los
más modernos cilindros de acero aguantarían el peso y movimiento de un objeto de estas características.
Supongamos, haciendo un alarde de
imaginación, que hemos llegado finalmente al río con alguno de los métodos anteriormente expuestos. ¿Qué
barco del año 1400 a.C. podría aguantar un peso de 1.200 toneladas? La respuesta la podemos encontrar en
algunos de los relieves del templo de la reina Hatshepsut construido en el acantilado de Deir el-Bahari. Allí
podemos observar algunos relieves en donde se representan barcos que trasladan obeliscos por el Nilo. Sin
embargo, las proporciones en el dibujo no han sido guardadas, si es que realmente los obeliscos allí representados
son los de Karnak, tal y como nos narra el texto jeroglífico que acompaña a la escena. La altura de estas piezas
superaba los 20 metros, aunque en el dibujo aparecen más pequeños en proporción con los tripulantes, norma muy
común en los relieves egipcios. Pero más que una respuesta a nuestra pregunta, el relieve parece ofrecernos una
sorpresa mayor ya que el barco transporta dos obeliscos a la vez ¿Qué tipo de

barco podía cargar más de 2.000 toneladas


sobre un río en el que no existe un solo punto con calado considerable? Si a esto añadimos que el Nilo está repleto
de bancos de arena y de bajos, en donde suelen verse atrapados los barcos modernos, construidos expresamente
para este recorrido, parece inexplicable cómo pudieron los egipcios transportar estos grandes obeliscos cientos de
kilómetros río abajo. Si  Imaginamos, el lugar en donde querían colocar el obelisco en cuestión. Los egipcios
tenían por costumbre colocar dos de estas agujas a la entrada de cada templo, una enfrente de cada uno de los dos
pilonos o torretas que daban acceso al mismo. Para evitar riesgos, seguramente los obeliscos
fueron colocados en primer lugar antes de construir cualquier parte del templo, con el fin de evitar posibles fallos
en su emplazamiento y que la fortuita caída de una de las agujas dañara alguna parte del edificio. Sin embargo,
también existen ejemplos en donde estas agujas de piedra fueron colocadas en recintos muy estrechos ya
construidos con anterioridad, por ejemplo el templo de Karnak, obligando así a reducir al mínimo las maniobras.
Un problema más. Algunos especialistas modernos

ofrecen una teoría impensable para la


colocación exacta de los obeliscos egipcios. Ante el lugar elegido para su levantamiento se fabricaba una rampa
de arena y barro. Por ella se dejaba caer lentamente el obelisco, orientándolo hacia el lugar elegido con una serie
de cuerdas que tensaban o frenaban la caída según se precisara. Abajo se construía un grueso muro contención
con varios canales en su interior para que fluyera la arena desalojada, y que funcionaba de tope mientras se
tensaban las cuerdas que hacían ascender el obelisco. La mente lúcida que ingenió tal teoría, se olvidó de
describirnos como subían el obelisco – recordemos 1.200 toneladas- hasta lo más alto de la rampa, ni las medidas
de esta. Aunque lo más interesante sería conocer el material con el que se habría fabricado el mencionado muro
de contención, material que debería ser capaz de soportar el peso y la fuerza de bajada del obelisco, más toda la
masa de la tierra de la rampa que arrastraba en su deslizamiento. Cualquier muro convencional de adobe o piedra
conocido en la época no aguantaría la embestida del obelisco en su descendimiento. Continuando con la
hipótesis de que los obeliscos egipcios eran
parte de una red inalámbrica de transmisión de energía libre y basándonos en los textos del cronista Árabe Abdul
el Latif, (1.150 d.C.) quien hacía mención del recubrimiento metálico del obelisco de Sesostris I que se
encontraba en Heliópolis (1.970 a.C.). Aunque no es la única referencia existente, son muchas las crónicas que
nos narran la utilización de estos gigantescos obeliscos a modo de pararrayos, que protegían las inmediaciones de
los templos. Y como ya mencionamos el piramidión de los obeliscos estaba recubierto de una aleación de oro,
plata y cobre que recibía el curioso nombre de electrum (palabra mencionada además en la Biblia). En estos
relieves podemos encontrar claras representaciones de unos objetos que inmediatamente nos harán recordar a
nuestras clásicas lámparas o bombillas. En el caso de Dendera, donde se encuentran los relieves más conocidos,
que representan a estas bombillas con una forma un poco más alargada que una pera, y dejando ver en su interior

a una serpiente ondulante (filamento), emergiendo de una Flor


de Loto en forma de “casquillo”.  Están sujetas por un pilar DJED, símbolo de energía, estabilidad y poder, muy
extendido por todo Egipto. Esta “bombilla”, está conectada por una especie de cable a un pedestal, en el que está
arrodillado el Dios del Aire. Todo este conjunto está custodiado por un Babuino, que probablemente represente al
Dios THOT, protector del conocimiento y de las ciencias, que con un cuchillo en cada mano parece guardar
celosamente tan pintoresca y extraña representación. Algunos arqueólogos como el Alemán Alfred Waitakus y el
Inglés John Harris, aseguran que los jeroglíficos que rodean a algunas de estas representaciones, hablan de
luminosidad, conocimiento y del gran poder de ISIS. Si se está libre de prejuicios y en relación a lo anteriormente
expuesto, la realización de las diferentes inscripciones localizadas en el Valle de los Reyes y del resto de los
pasadizos y tumbas del antiguo Egipto, bien podrían haber sido efectuadas con la ayuda de la electricidad. Un
conocimiento en estado de involución, que en manos de la casta sacerdotal era guardado celosamente como un
gran legado de los antiguos Dioses. ¿Fue Egipto un caso aislado en el conocimiento de la energía
eléctrica? Según los teóricos de los antiguos astronautas, la
respuesta es un rotundo No, no lo fue. Diferentes pruebas materiales, así como testimonios de la antigüedad, nos
aseguran con toda certeza del conocimiento de diferentes pueblos de este prodigioso legado de sus Dioses. El
griego Luciano (120-180 a.C.) nos dejó la descripción de una bella alhaja en Hierápolis (Siria), que estaba
engarzada en una cabeza de oro de la diosa Hera, de la cual …emanaba una gran luz…, tanto que el templo
resplandecía como si hubiese estado iluminado con una miríada de cirios. Luciano no nos dejó revelada la
explicación a este misterio, pues los sacerdotes se negaron a descubrirle el secreto. Plutarco escribió en el Siglo I,
sobre una Lámpara Perpetua, que él tuvo ocasión de ver en el Templo de Júpiter Amón. En este caso los
sacerdotes que custodiaban el templo tampoco le revelaron el misterioso funcionamiento de tan milagrosa
luminaria, tan sólo le contaron que ésta ardía continuamente hacía muchos años y que ni el viento ni la lluvia
habían podido apagarla. Todos los indicios señalan a que en algún momento de la historia de la humanidad, la
electricidad era usada y conocida por las castas sacerdotales, aunque su origen procediese de los Dioses a quienes
servían, y que según los propios sacerdotes, convivieron con los hombres en tiempos

remotos dándoles, entre otros conocimientos, el de la


electricidad. Egipto no fue una excepción, pero al igual que en el resto de los pueblos de la antigüedad, éste
secreto y reservado conocimiento, se fue diluyendo progresivamente con el paso de los años y los avatares de la
historia. Desde la antigüedad clásica, y especialmente a lo largo del siglo pasado, varios países europeos -además
de Estados Unidos- sustrajeron varios obeliscos para colocarlos en las mejores plazas de sus capitales. La antigua
Roma tenía 13, y actualmente París, Londres y Nueva York, uno cada una. Sorprendentemente, Berlín dejó pasar
la oportunidad cuando el mercado de este tipo de monumentos estaba permitido. De todos estos obeliscos, quizás
sea el parisino -ubicado en la famosa Plaza de la Concordia- el más conocido. Su consecución fue el producto de
un auténtico cambiazo que le dio el rey de Francia Luis XVIII al monarca egipcio Mohamed Alí, intercambiando
uno de los obeliscos del templo de Luxor de Ramsés II por un reloj que, para colmo, no funcionaba, y que se
conserva actualmente en la mezquita que el propio Mohamed Alí se construyó en El Cairo a imitación de la de
Santa Sofía, en Constantinopla. Este obelisco de granito, que para nada puede ser comparado al mastodonte de la
cantera de Asuán, mide una veintena de metros y pesa “solamente” unas 250 toneladas. Además, el obelisco fue

colocado en la Concordia el sábado 22 de Octubre de 1836, es


decir, cinco años y siete meses después de que el barco que iba en su búsqueda partiera de Francia en Marzo de
1831. Para su levantamiento en la plaza parisina se utilizaron 300 hombres y toda la técnica a la que pudieron
recurrir los ingenieros franceses de la época, haciendo uso de poleas, sogas, y megáfonos para dirigir la
operación. Los ingleses, en fecha mucho más tardía -1875-, hicieron uso de una técnica mucho más depurada. El
ingeniero Dixon fabricó un contenedor metálico recubierto por un casco de barco con unos mástiles,
especialmente acondicionado para albergar en su interior el obelisco de granito rosa de 200 toneladas de peso.
Este artilugio, llamado -como el obelisco- Cleopatra, fue remolcado por un gran vapor -el SS Olga- llegando a su
destino el 12 de Septiembre de 1878. Las circunstancias que rodearon al traslado del obelisco de Nueva York no
distan mucho de las acaecidas en los dos casos ya mencionados en París y Londres, No obstante, para este
ejemplo únicamente habría que reseñar el hándicap que supuso un aumento muy considerable de la distancia por
mar que se debió recorrer, atravesando para ello todo el océano Atlántico. Hoy día los obeliscos se levantan
orgullosos, desafiando a la más moderna tecnología. El

misterio que rodea su traslado y colocación


milimétrica los seguirá disfrazando como simples alegorías solares. Hoy en día sabemos que los Obelisco son un
Símbolo Masónico y que los símbolos de la hermandad babilónica que se relacionan con Egipto están por todas
partes. Las ciudades modernas contienen multitud de elementos arquitectónicos, llenos de simbolismo, llevados
desde Egipto por la hermandad. Se han dispuesto obeliscos en muchas ciudades de la tierra, a menudo con la
excusa de ser homenajes a la victoria en alguna guerra, pero en realidad, siempre ha sido la hermandad masónica
de babilonia quien ha manipulado los eventos
para que se dispusieran esos símbolos en nuestras ciudades. En Inglaterra durante el reinado de la reina Victoria,
la hermandad levanto un obelisco al lado del Támesis y puso una esfinge al otro lado. El obelisco había estado
antes en la ciudad egipcia de On o Heliopolis (ciudad del sol, el astro rey) y es conocido hoy como la Agujar de
Cleopatra. El monumento de Washington en Washington DC es un obelisco gigante. Paris, otra ciudad clave para
la hermandad y la masonería tiene por supuesto su obelisco. En La Plaza de la Concordia egipcio de Ramsés II de
1300 años. Ciudades como Londres, Paris o Washington fueron diseñadas según las leyes de la geometría

“sagrada” y muchos de sus edificios y


monumentos son notablemente similares. Si miramos la Catedral de San Pablo en Londres, el Panteón de Paris y
el edificio del Congreso en Washington nos damos cuenta de que los edificios son casi idénticos, todos ellos
coronados por cúpulas, otro elemento importante y simbólico, de manera que encontramos el obelisco y la cúpula
a menudo situados cerca el uno del otro. Roma, ciudad importante la hermandad por su historia y porque el
Vaticano se encuentra allí, tiene el record de obeliscos, 12 en total y 1 más en el Vaticano. Los obeliscos fueron
una ambicionada presa para los insaciables conquistadores de Egipto. Asurbanipal se llevó dos a Asiria. Los
emperadores romanos se llevaron varios a Roma, también a Constantinopla. Cuando el imperio Romano comenzó
a finalizar, uno a uno los obeliscos comenzaron a caer, quedando enterrados, y no fue hasta el renacimiento que
empezó  a
despertar nuevamente el interés por ellos. A finales del siglo 16 el Papa Sixto V, tuvo la idea de utilizarlos como
marcas para los peregrinos que visitaban Roma, por tanto decidió colocarlos frente a las mayores basílicas,
“Cristianizándolos”, colocando una cruz en lo alto de cada obelisco. No es extraño cuando se conoce realmente lo
que es la iglesia católica y a quien sirve, que fuera un Papa quien dispusiera que la localización de los obeliscos,
monumentos de una cultura no cristiana, fuera un lugar tan cercano a los templos “sagrados” del catolicismo. La
razón de esto es que los símbolos, así como las formas geométricas y los números encierran una energía
determinada. Los símbolos atraen y generan la energía que representan. La llama, por ejemplo, es usada

como otro símbolo de la hermandad. Una llama fue levantada en el


cementerio de Arlington donde está enterrado Kennedy y los masones pusieron un obelisco en la Plaza Dealey, a
pocos metros de donde este fue asesinado, la llama eterna es un símbolo de la hermandad Babilónica y puede ser
vista en muchos sitios clave, como por ejemplo en la Estatua de la libertad de NY, representación de la “diosa”
Semíramis, con corona de espinas y una llama en la mano, estatua regalo de los masones franceses al gobierno
estado unídense, Hay ocho obeliscos egipcios en Egipto, dos en Francia, trece en Italia, uno en Israel, uno en

Turquía, tres en Reino Unido y uno en Estados


Unidos. El resto de los obeliscos que podamos ver en las ciudades del mundo datan de los siglos XVIII y XIX, y
hay unos 16 en total, algunos réplicas exactas de obeliscos egipcios.

RECOPILACION INVESTIGATIVA: ING. REYNALDO PEREZ MONAGAS

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