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CARTUCHO

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(Primera edición)

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INTEGRALES
193_1

Ediciones 1 N T E G R A L E S
MEXICC - :19~:

' .
INTEGRALES
Han rodado los trenes militares hacia las
noches amedrentadas Por el fuego. Los hom-
bres han muer/o . Las mujeres se asoman
todavía al ca.riño de los amaneceres de la sie-
r-ra. Pancho Villa Pasa azotando las duda-
des con el soplo del estrag-o que levant6 el de-
sierto, ''El indio tiene ahora, con su fusil,
un ojo para mirar la muerte que se nutre de
rostros pedregosos". Los años se hacen esta-
/acti'tas en la sombra combada . •.. y las ciu-
dades pasean en el tráfico de las horas de
moda.
Sin embargo, h~y un gran silencio sobre
las ruin.as de las auroras Prometidas que los
indios avizoran ~impenetrables. f Precaria-
mente se han escuchado en el alboroto de los
exhaustos grupos-intelectualistas dos o tres
discttrsos almibarados que hablan de revolu-
ci6n: son de los arribistas que i'ntentan ador·
nar su nombre con balas.
Para saber c6mo rebot6 de la montaña al
llano y domin6 el desierto el paso de los
HOMBRES DEL NORTE, habrá que ve-
nir aquí para siempre, donde una niña, que
ha visto a esos lwmbres quebrarse entre sús
manos indolentes de inocencia, fuf[aba con la
risa crepitante de las ametralladoras . nellie
J
rampobello saca de su recuerdo el primer mu-
ñeco desquebrajado por las balas y lo extien-
de sobre ia calentura de CUBA: y mientras
danza , tiene entre sus manos la cabeza del
1íltitno Bautista, profeta de discurs(ls de in-
cendi(I: Pancho Villa.
Este libro con que "JNTEGRALES" se
inaugura- inaugurando al mismo tiempo
. una empresa central de la palabra pura, en
llféxico- es por su acci6n tanto como por su
presenda, un desafio a los escritores que con INICIAL
d membrete de ''realidad'' fotografían los re-
portajes de segunda mano que escupen rotati-
i•as mercenarias. Cou 11ué maraz illosa sim-
1

'/>ficidad, iinica en la historia de nuestras


letras, ne/Ne campobel/o nos hace tre/Jidar de
angustia / rente al panorama de !ti muerte
de que se nutren sus ojos infantiles y esto ex-
plica ~ nosotros, los hombres de este día, por
qui!, resecos de esperanza, nos afirmamos en
la lucha: hemos aprendido a leer con los ojos
de los muer/os . Los que no sabían esto, lo
alcmzzarán al fin con "CARTUCHO".
"INTEGRALES" saluda a las empre-
sas editoriales del mundo con el guantdete de
hieno de este libro, que por ser de mano de
mujer, esltí limpio de desmesuradas <1mbicio-
nes, pero Sf'E"Uro de su signo creador.
Ya estábamos allí. Fernández de Castro
era nuestro amigo. Nos había llevado un bar-
co, nos dejó frente la la ciudad, enmedio de
una calle ancha. Nunca se nos ocurrí•> pre·
guntar por qué habíamos ido.
Nuestro amigo, tomando de frente la lente
CDEM, C.D.M., de una Kodak !azul.
Fernández de CaS\tro, se ríe ante la rota-
tiva del mundQ, su cabello negro "como toda
la tinta negra de China", se m'antiene rebel-
de. Sinfonía de pensamientos.
Ciud1adano con pasaporte del mundo. Hom-
bre incrustado en una nube o en un riel.
La fábric!a bcsteza y quiere tragarse a Fer·
nández de Castro. F. de C., levanta su mano
"h inuto" y nos señala el mundo.
Gloriecit , m.i hermana, se puso el vestido
blanco e olanes, erJi en la tard'e, mi herma·
na !!,e volvió muñeca 1930 para un anochecer
con foros grandes en calles asfaltadas. Este

I
retrato tiene retoque 1930 y estú hecho con r etazoli en la cara. José Antonio Fernández
la cámara de un espejo de bolso. d: Castro, cuarto número 12, acos,tado aquí
J. A. F. de C. nos llevó al Miami, cmviul- con Ja vida de cien ojos en sus ojos. La son-
tamos el menú, para terminar con una son- risa para nosotras brotó de su cara hecha ro-
risa de tres pisos~ en canapé de dabiar. José tativ_,..______
Antonio era una máquina donde nosotras nos Muchachita (dijo estl"emeciendo su dolor) ,
apoyábamos para poder sonreír. Y tenía co- aquf-estoy por "guanajo" un choque. Los fa-
razón, grande, grandote, metid;o en sus ojos roles que se acercan hechos montañas de luz
de cuadirito, dados negros en manos negras y un crujido, de hojadela.tlas que me durmió
obreras. Tecleábamo~ nuestra dicha en su rit· de dicha pensando que ustedes no iban allí.
mo., y él era toda afirma.ción, afir.mla.ción, afir- Me curé como lo hace un mexicano., sonrien·
mación. do, el pie quería dolerme, pero la sonrisa me·
Nos llamó muñecas, éramos sus muñecas, xieana en mi boca el1a sonrisa.
serias, formales. MIS MU:RECAS, "así él di- -¿Cuánto iré a. estar aquí? -decía con la
jo" a veces er1a · mi hermana Glorieeita, la potenda de una máquina que de pronto se
muñeca número uno, a veces era la número Je tuerce un pedazo de rueda.
dos, yq siempre fuí la m·uñeea 1, éram.os pa· -No te preocupes, -dijeron las dos Oam·
ra todas las horas del día y parte de la no· pobello, Nellie y Glor.ia, !hechas muñecae, se-
che, sus muñecas serias, formales, SERIAS, rías, formales, sentadas a los píes de la ca~
FORMALES Y MU~ECA S. ma, nosotras estaremos aquí todos los díla s a
Un día que no estaba marcado en el ca- la8 tres de la tarde y noe, iremos a las siete.
lendario, él no vino, grande interrogación, Así fué nuestra vida, de Empedrado al Ce·
grande, grandísima. Llegó un recado -aquí rro, del Cerro a, Empedrrlado y de Empedrado
el • ico recado. - al CastiJ.lo.
Muchachi!!! ~ estoy en el hospital del ce- J. A. F. de Castro era como un niño, se
rro, Pabetfón Saturnino Martínez, no ha sido reía entero. Nos contó una tarde cosas de Mé-
nada. Si algo se les ofrece llamen a Teresita xico:
a este teléfono. . . les mando mi corazón des· Ricardo me lo dijo, -aseguraba haciendo
de este hospital de obreros, a donde yo quie· un gesto de triunfo- e} mismo Ridardo, de
ro pertenecer y donde me encuentro muy CÓ· chiquito, cazaba los chinos allá en Sono:ra, a
modo, hasta me puedo morir. Mil m.illones de punta de rifle. Es terrible, muñeca!!, ... Y me
besos rn.uñequit!as serias, formales. contó que este General, que el otro. Que él
EL PABELLON SATURNINO MARTl- estaba· cuando. Que el fulano val!iente, V"alien-
NEZ, SATURNINO MARTINEZ, nos daba te dijo, que si lo mataron. Que los hombres.

If HI
Que los tiroteos, -no te contó, asaltó Nellie
Campobell~ en qué parte de México se
agarraron más?
Hidalgo del Parral, Estado de Chihuahua,
foco del villismo. Si tú hubieras visto a'Que-
llo. Me· !ll"-QU&-lte ..cuellte la primera impresión
fina, limpia, agudita que me dieron los l:Jala·
zos.
¿Por qué no escribes eso,? (me dijo hacien-
do una voz que quería ser de autoridad y
de consejo.)
Así fué como cada tarde le Hevaba lal Hos-
!:--HOMBRES
pital del Cerro mis fusilados escritos en una
libreta verde. Los leía yo, sintiendo mi cara
hecha perfiles salv,a jes. Vivía, vivía, vivía ...
del NORTE
Acostaba a mis fusilados en su libreta verde.
Parecían "'Cñe"ntos. No son cuentos. Allá en el
Norte donde nosotras nacimos está la reali-
dad florecida en la Segunda del Rayo. En el
cerro de la Mesa, de la Cruz, de lai;:, Borre·
gas, de Ja Iguana y el' gigante Cerro del Es-
pía, allí dcillde han quedado fresdas J'as pi-
sadas y testereando entre las peñas las pa-
labras de aquell'os HOMBRES DEL NORTE.
Mis fusiladl()s, dormidos en la libreta verde.
Mis hombres muertos. Mis juguetes de la in·
fancia.

IV
cartucho

Cartucho no dijo su nombre. No sa·


bía coser ni pegar botones. Un día lle·
varon sus camisas para la casa. Cartu·
cho fué a dar las gracias. "El dinero
hace a veces que las gentes no se rían",
dije yo jugando debajo de una mesa: Se
quitó un gran sombrero que traía y con
los ojos medio cerrados dijo adiós. Cayó
simpático por cartucho.
Un día cantó algo ele amor. Su
voz sonaba muy bonito. Le corrie-
ron lágrimas por los cachetes. Dijo
que él era un cartucho por causa
de una mujer. Jugaba con Gloriecita y
la paseaba a caballo. Toda la Segunda
.del Rayo lo quería mucho.
Llegaron unos días en que se dijo que
iban a llegar los carrancistas. Los villis-
tas salían a comprar cigarros y lleva-
17
CARTU~HO
nellie campobello
han el 30-30 abrazado. Cartucho llega-
"-El amor lo hizo un cartucho. ¿Nos-
ba. Se sentaba en la ventana y clavaba
otros? . . . Cartuchos."
sus ojos en la rendija de una laja lila.
A Gloriecita le limpiaba los mocos y con Dijo en oración · filosófica, fajándose
sus pañuelos le improvisaba zapetitas. una cartuchera.
X tarde la agarró en brazos. Se fué ca-
lle arriba. De pronto se oyeron balazos.
Cartucho con Gloriecita en brazos, hacía
fuego al Cerro de la Cruz, desde la es-
quina de don Manuel. Hizo varias des-
cargas. Cuando le quitaron a Gloriecita
el fuego se fué haciendo intenso. Ce-
rraron las casas. Nadie supo de Car-
tucho.
I
Unos días más. El no vino. Mamá pre-
guntó. Entonces José Ruiz, de allá de
BaUeza, le d¡ijo:
"-Cartucho ya encontró lo que que-
ría." 1
José Ruiz dijo:
"-No hay más que una canc1on y
esa era la que cantaba Cartucho."
José era filósofo. Tenía crenchas 'do-
radas untadas de cebo y lacias de frío.
Los ojos exactos de un perro amarillo.
Habl~ba sintéticamente. :Pensaba . <:on
la Biblia en la punta del rifle.
18
19
e lías

Alto, color de ca~ela, pelo castaño,


ojos verdes, dos colmillos de oro. "Se los
habían tirado en un combate cuando se
estaba riendo." Gritaba mucho cuando
andaba a caballo, era que casi siempre
se emborrachaba con "sotol". ¡ Vivá
Elías Acosta !, gritaban las gentes cuan·
do él pasaba por las calles de la Segun·
da del Rayo. Elías era el tipo del hom·
bre bello, usaba mitazas de piel de ti·
gre, una pistola nueva y la "cuera" in-
dispensable entre los Generales y Coro-
neles; siempre se reía mucho. Cuando
.quería divertirse se ponía a hacer blan·
co en los sombreros de los hombres
que pasaban por la calle. Nunca mató a
nadie: era jugando y no se disgustaban
con él.
21
CARTUCHO.

Elías Acosta era famoso por villista,


por valiente y por bueno. Era del pueblo
el kirilí
de Guerrero del Estado de Chihuahua,
sabía llorar al recuerdo de su mamá, se
reía cuando peleaba y le decían loba.
Era bastante elegante "yo creo que mi-
les de muchachas se enamoraban de él."
Un día, muy borracho, pasando por la
casa a caballo, se apeó, se sentó en el
bordo de una ventana, pintó muchos mo- Kirilí usaba chamarra roja y mita·
nos para regalárnoslos, luego escribió el zas de cuero amarillo. Cantaba mucho
nombre de todos y dijo que iba a ser porque se decía: "Kirilí, qué buena voz
nuestro amigo, nos regaló una bala de tienes." Usaba un anillo ancho en el d(;·
la pistola a cada uno, de recuerdo. Te- do chiquito, se lo había quitado a un
nía el color de la cara muy bonito, pa- m11erto allá en Durango. Ena;moraba a
recía- un durazno muy maduro. Su asis- Chagüa: una señorita que tenía los pies
tente le ayudó a subir y se fué cantando muy chiquitos. Kirilí siempre que ha-
y ese día él había hecho un blanco. bía un combate, daba tres o más pasadas
por la Segunda del Rayo, para que lo
vieran tirar balazos. Caminaba con las
piernas abiertas y una sonrisa fácil he·
cha ojal en su cara.
Siempre que se ponía a contar de los
combates, decía que él había matado pu-
ros Generales, Coroneles y Mayores.
Nunca mataba un soldado. A veces
Gándara y el Peet, le ~d~cían que no fue-
22 23

222710
CARTUCHO

ra tan embustero. Doña Magdalena, su


mamá, lo quería mucho.
. bustillos
Un día se fueron a los Nieves a vivir
con Urbina, casi estuvieron un año allá.
Creo que unos meses después de la muer-
te de Tomás Urbina, l{irilí se estaba
bañando en un río; alguien le dijo que
venía el enemigo, pero él no lo creyó y
no se salió del agua. Llegaron y Jo ma· El coronel BustiJios era de San Pablo
taron allí mismo, dentro del río. de Balleza. Siempre que venía a Parral,
Chagüa se vistió de luto, y poco tiem- venían con él dos o tres amig·os y lle·
po después se hizo mujer de la calle. gaban a la casa a ver a mamá; platica·
han de la revolución. Al coronel Bus~i·
Doña Magdalena que ya no tiene dien.
Hos l!e encantab.:'l vet1 clÓmo ma~á s:e
tes y se 1mnc anteojos para Ie~r. lo llora
ponía enojada cuando decían la menor
todos los días allá en Chihuahua.
cosa acerca de Villa. El coronel Busti-
llos no odia.h a al Jefe -como él le de-
cía- pero nunca Je gustaba oír que lo
elogiaran, él creía que Villa era como
cualquiera, y que el día que le tocara
morir, moriría tan igual como Jos otros.
El coronel Bustillos tenía unos bigotes
giieros, tan largos, que Je sobresalían de
Ja cara; siempre traía la punta derecha
agarrada con los dedos; andaba lenta·
mente; era blanco, con los ojos azules;
24 25
CARTUCHO nellie campobello

tenía una cara de conejo en acecho;' Un día Villa dijo a mamá, -ya cuan-
nunca se reía; sabía hablar mayo; no se d 0 estaba pacífico e n Canutillo-
vestía de militar; siempre llevaba som- "¿Quién mataría a su Pancho Villa?"
brero texano gris o blanco y vestido Esta pregunta se la hizo en Hidalgo del
azul marino o glis, un cinto apretado de Parral, en el mes de diciembre de 1921.
balas y su pistola !>Uesta del lado iz·
quierdo. Generalmente ~e estaba tres o
cuatro días y casi todas las horas se
las pasaba en la casa; le encantaban los
palomos~ había uno color' d\e pliza:rm,
que' aporreaba a todos, era tan bravo,
que se había hecho el terror de los de-
más, el coronel Bustillos se reía mucho
viéndolo, un día le dijo a mamá: "Este
palomo es un Pancho Villa." Mamá no
dijo nada, perQ cuando se f ué Bustillos,
todos los días le hacía cariños a su Pan-
cho Villa.
Un día el palomo después de su gran
fama de Pancho Villa, apareció muer-
to, le volaron la cabeza de un balazo.
Mamá se puso muy enojada; nosotros
asamos el palomo en el corral, en una
lumbre de boñigas, el coronel Bustillos
nos ayudó a pelarlo. Yo creo que él mis-
mo fué el que le tiró el balazo.
26 27
bartola

Bartolo era de Santiago Papasquiaro,


Estado de Durango. Tenía la boca alJre-
tada, los ojos sin brillo y las manos an-
chas. Mat ó al hombre con quien se fué
su hermana y ancl a ba huyendo, por .eso
se metió de soldado. Bartolo cantaba el
"desterrado me fuí." Decía que si su
hermana se había huído era porque era
piedra suelta; ''le maté al primero para
que se busqu e otro, rodará, siendo lo
que más quise en mi vida."
Se hizo novio de Anita. Ella lo aceptó
por miedo, "él era el desterrado por el
gobierno", él lo cantaba con los labios
apretados y cuando le em11ezaban a
salir las lágrimas, se echaba el som-
brero para addante. No quería en-
contrarse con su her mana, porque era lo
29


CARTUCHO
nellie campobello

que más quería en su vida. Se sentaba


en un pretil frente a la casa de Anita, le dije que sí 0 nó. La agarré de la mano
con las piernas eolgando en el vacío; yo y la llevé al pretil de la tapia de lo,s
lo admiraba porque esta_b a tan alto, has- Hinojos y le enseñé el lugar donde el
ta se mecía, me parecía que se iba a se ponía a mecer sus piernas:
caer. "-Allí cantaba, yo desde esta piedra
lo veía."
Un día Uegó una reina a casa de Ani- Anita le contó a mamá:
ta; parecía pavo real, la cara muy bo- "-Ya mataron a Bartolo allá en
nita y los dedos Henos de piedras bri- Chihuahua; estaba tocando la puerta de
llantes. La hermana de Bartolo de San- su casa, nadie sabe quién, p-ero lo co-
tiago.
cieron a balazos."
"-Soy Marina de Santiago, la her- La hermana lo quería mucho, era muy
mana de Bartolo", dijo buscando a Ani- bonita,· tenía muchos enamorados:. Bar-
ta. "Deseo ver a Anita, para que eIIa me tolo dijo que iba a matarle a todos los
diga los lugares donde él estuvo, lo que hombres que anduvieran con ella.
él quiso, lo que él hacía."
Anita' le dió cartas, retratos y le en-
señó la piedr andre del zaguán, donde
ella platicaba on-él. Habló mucho, lue-
go me IIamó:
.
"-Cuéntale a la señorita que tú co-
nocías a Bartolo", me dijo jalándome
de una mano.
"-¿Te quería mucho?"
Dijo la mujer de faldas de olor a flor.
Yo moví la cabeza, no me acu~rdo si
30
31
agustín
gracia

Agusiin Gracia era alto, pálido, de


bigotes chiquitos, la cara fina y la mi-
rada dulce; traía cuera y mitazas de
¡>iel de tigre; era lento, no parecía ge-
neral Villista. Cuando mamá lo vió por
primera vez, dijo: "este hombre es pe ,
Iigroso, más que ninguno." No sonreía,
hablaba poco y veía mucho; era amigo
de Elisa Acosta; tomaban café juntos;
Elisa reía y platicaba, pero Ag·ustín Gra-
cia no decía nada.

Un día mamá le preguntó cómo había


salido la emboscada de Villa a .Murguía.
Dijo que casi no habían gastado parque.
"Los chanO'os eran muchos y los echa-
33
CARTUCHO nellie campobello

mos vi vos en los tajos." Mamá nada ciendo un cigarro. Entró Gracia, alto,
más suspiró, porque se acordó que en· alto y arrastrando los pies; traía una
tre aquellos hombres había muerto un cuarta en la mano; todo su aspecto era
muchacho de la Segunda del Rayo. El _de flojera; se pegaba con la cuarta en
general Gracia se despidió igual que Ja !>ierna derecha y veía a mamá con
otras veces. atención.
-Aquí están sus hombres, dijo
En la noche se escuchó una serenata
mamá.
y una voz que parecía conocida cantó:
-No son míos, yo acabo de pasar
"Bonitas fuentes son las corrientes, las
y me sorprendí die ver una caballa-
que dependen del corazón." Luego can-
da aquí, por eso he llegado.
ó: "Te amo en secreto. Si lo supieras."
A mamá le latió algo y ya no estuvo Se sentó, cruzó la pierna y se puso a
tranquila. A las dos noches llegó muy hacer un cigarro. Los hombres le vieron
apurada. María Luisa tenía como cator- no dijeron nada y fueron saliendo poc~
a poco, sin volver la cara.
ce años, era sobrina de mamá. Se oyó
un tropel. Mamá ansiosa le ordenó que -No era nada serio, dijo él, rién-
se metiera p0r una chimenea y procu- clQSe.
rara llegar hasta la azotea y se fuera -No, realmente, contestó mamá
hasta la casa de doña Rosita -una se- tranquila, caprichos de los soldados.
ñora amiga de mamá, que tiene cabellos El General Agustín Gracia había ido
rojos.- Ya estaban rodeando la casa. a robarse a la sobrina de mamá y se
Mamá se puso a cantar alto. Entró un contentó con la guitarra. Se puso a can-
hombre arrastrando las espuelas y otro tar: "Prieta orgullosa, no te vuelvo a
y otro más: "TENEMOS UN A OR· ver la cara."
DEN." Se meHeron por todos lados. Ma-
má dijo: "están en su casa", fueron y
vinieron. Mamá estaba tranquila, tor-
34
. 35
villa

Villa aquella mañana estaba de fierro


malo. Siempre que llegaba de Canutillo,
pasaba en casa de los Franco, una fa.
milia -de pelo rojo- qtie hay en Pa.
rral. Mamá iba con mi hermano el mu-
do y yo, el General no sabía que ella
estaba en Parral. "Trillito" Miguel, es-
taba con otros en la puerta del zaguán
cariacontecido, mejor dicho, algo tris·
tón; puso cara alegre a! ver a mamá y
le apretó con sus dos manos el brazo.
"Aquí por esa puerta", le dijo, señalán-
dole la primera puertecita a la izquier-
da, entramos; junto a la ventana, en
un colchón tirado en el suelo, estaba el
General, se sentó mamá ,en tma silla
bajita (de manufactura nacional), él
estaba sentado con las piernas tirantes,
tenía la gorra puesta. -Cuando Villa es··
37
CARTUCHO nellie campobello

taba enfrente, sólo se le podían ver los "-Que se vaya, no quiero ayudar a
ojos, sus ojos tenían imán, se quedaba piedras sueltas. Hoy soy el padre de to-
todo el mundo con los ojos de él clava- das las viudas de mis hombres", dijo
dos en el estómago.- "Aquí estoy tira· con Jos ojos hechos vidrio quebrado.
·do, me saqué el huesito sabroso," y se
Aquella mañana mamá pudo dejar
tocó el pie con la mano izquierda -no
caer sobre Villa unas palabras de áni·
me acuerdo cuál de ellos- por eso no
mo.
puedo salir a caballo."
A las tres de la mañana ya andaba
con sus hombres dando la vuelta a ca·
ballo.
Algo dijo mamá. Algo le contestó.
Luego le dió un pliego escrito en má-
quina. Villa se tardó mucho, mucho ra-
to. 'l'enía unos risitos muy risitos en
toda la cabeza, levantó los ojos hasta .. E l"iEI

mamá; todo él era dos ojos amarillen-


tos medio castaños, le cambiaban de
color en todas las horas del día. "-El
General Murguía me espera en la Esta-
ción. Me voy con él a Chihuahua, vuel-
vo en dos semanas, hay tiempo de so·
bra. "Horita" me voy a vestir y salgo
corriendo para la Estación. "Mi Gene·
ral, dijo un hombre de bigote, asoman·
do la cabeza, hay está la muchacha del
chiquito."
38 39
II--FUSILADOS

4 soldados
sin 30-30

Y pasaba todos los días, flaOO) mal


vestido, era un soldado. Se hizo mi ami·
go porque un día nuestras sonrisas fue-
ron iguales. Le enseñé mis muñecas, él
sonreía, había hambre en su risa, yo
pensé que si le regalaba unas gorditas
de harina, haría muy bien. Al otro día,
cuando él pasaba al cerro, le ofrecí las
gordas, su cuerpo flaco sonrió y sus la-
bios pálidos se elasticaron con un "yo me
llamo Rafael, soy trompeta d'el cerro de
la Jg·uana." Apretó la servilleta contra
su estómago helado y se f ué, parecía por
detrás un espanta-pájaros; me dió risa
y pensé que llevaba los pantalones de
un muerto.
43
CARTUCHO

Hubo un combate de tres días en Hi-


dalgo del Parral, Estado de Chihuahua,
el fusilado
se combatía mucho.
-"Traen muertos, dijeTon, el único
que hubo en el ceno de la Iguana." En
sin balas
una camilla de ramas de álamo, pasó
frente a mi casa, lo llevaban cuatro sol-
dados. Pedí verlo y me dejaron. Me que-
dé sin voz con los ojos abiertos, abier-
tos, sufrí tanto, se lo llevaban, tenía
unos balazos en el cuerpo, ví su panta-
lón. Hoy sí era el de un muerto.
Catarino Acosta se vestía de negro y
el tejano echado para atrás, todas las
tardes pasaba por la casa, saludaba a
mamá ladeándose el sombrero con la
mano izquierda y siempre hacía una
sonrisita que debajo de su bigote negro,
etcn 11arecía tímida. Había sido Coronel de
Tomás Urbina allá en las Nieves, hoy
estaba retirado y tenía siete hijitos y
su esposa Josefita Ru i
Budelio Uribe, enemigo personal de
Catarino, lo hizo su prisionero, lo mon-
tó en una mula, lo paseó en las calles
del Parral. Traía las orejas cortadas,
44 45
CARTUCHO nellie campobello

( '
prendidas de un pedacito le colgaban, Catarino Acosta, duró tirado ocho
Budelio era especialista en cortar ore- días. Ya estaba comido por los cuervos,
jas a las gentes. Por muchas heridas en 'cuando pudieron levantar sus restos.
las costiUas "por Ja cintariada" chorreán- Cuando ViHa llegó, Uri·be y demás g~ne­
dole sangre por todas partes del cuerpo, ralei habían salido huyendo de Parral.
en medio de cuatro militares, a caballo,
Fué un fusilado sin balas.
Jo Hevaban. Cuando querían que corrie-
ra la mula, nada más Je picaban a Ca-
tarino las costiHas con el marrazo, él
no decía nada, su cara borrada de ges-
tos, era lejana.
Después de martirizarlo mucho, lo
nevaron con el güero Uribe. "Aquí Jo
tiene, mi General", dijeron los milita-
res, "ya nada más tiene media vida."
Dicen que el güero le recordó ciertas co-
sas de Durango, tratándolo muy duro,
entonces dijo Uribe que no quería gas-
-
tar ni una bala para hacerlo morir. Le
quitaron los zapatos y lo metieron por
enmedio de la vía, con orden de que co-
rrieran los soldados junto con él y que
lo d'ejaran hasta que cayera muelrto;
nadie podía acercarse a él ni usar una
bala en su favor; había orden de fu-
silar al que quisiera hacer estas mues-
tras de simpatía.
46 47

\
epifanio

Nervioso, delgado, caminando recto;


el pelotón sabía que era peligroso y es-
piaba sus movimientos; vestía un traje
yerde y sombrero charro. En frente de
él, había un grupo como d e veinte ~
1

treinta individuos, tipos raros, unos


mucho muy jóven~s y otros de barba
blanca.
Un fusilamiento raro.
Maclovio Herrera con su Estado Ma-
yor, después de discutir mucho, dijo al
, pueblo que Epifanio tenía que morir .por-
que era "colorado"; porque engañaba a
los gentes quitándoles a sus hijos, a sus
padres, para Pascual Orozco, en contra
de Villa o de Carranza; gritó mucho en
contra del reo, que ya en el paredón del
camposanto, frente al pelotón, se levantó
49
nellie campobello

.el sombrero, se puso recto, dijo que él


moría por una causa que no era la re-
zafiro y
volución, que él era el amigo del obrero;
algo dijo en palabras raras que yo no zequiel
recuerdo. De la primera descarga sólo
recibió un tiro en una costilla, se abrazó
fuerte y recostándose sobre la pared,
decía: "acábenme de matar desgracia-
dos", otra descarga y cayó apretándose
el sombrero tan recio que fué imposible
quitárselo para darle tiro de gracia, se
lo dieron por encima del sombrero, des-
haciéndole un ojo. Dos mayos amigos míos, indios de San
Pablo de Balleza. No hablaban español
Las gentes se retiraron para sus ca-
y se hacían entender a señas. Eran bhm-
sas; los compañeros de Epifanio lleva-
cos con ojos azules, el pelo largo, gran-
ban en la mano todos los objetos que el
des zapatones que daban la impresión de
fusilado les había regalado.
pesarles diez kilos. Todos los días pa-
saban frente a la casa, y yo los asustaba
echándoles chorros d·e agua con una je-
ringa de esas con que se ~ura a los ca-
ballos. Me daba risa ver cómo se les
hacía el pelo cuando corrían. Los zapa-
tos me pareeían dos casas arrastradas
torpemente.
Una mañana fría, fría, me dicen al
salir de mi casa: -"Oye ya fusilaron a
Zequiel y su hermano; allá están ti-
50 51
nellie campoorllo

rados fuera del campo-santo y ya no hay


nadie en el cuartel."
josé antonio
No me saltó el corazón, ni me asusté,
ni me dió curiosidad, por eso corrí. Los y othón
encontré uno al lado del otro. Zequiel
boca abajo y su hermano mirando al
cielo. Tenían los ojos abiertos, muy
azules, empañados, parecía como si hu-
bieran llorado. No les pude preguntar
nada, les conté los balazos, voltié a Ze-
quiel boca arriba, le limpié la tierra del
lado derecho de su cara, me conmoví
14 y 13 años.
un poquito y me dije dentro de mi cora-
zón tres y muchas veces, "pobrecitos, .
Estaba en Ja esquina de la segunda ca-
pobrecitos". La sangre se había helado,
Jle de EJ Rayo, viendo y riéndose con una
Ja junté y se la metí en Ja bolsa de su
muchacha. Distraídamente uno de los
saco azul de borlón.
dos se recargó en el poste; puso toda la
Les ví los zapatos, estaban polvosos, mano sobre una circular; los vió un sol-
ya no me parecían casas, hoy eran unos dado del cuartel de Jresús; los aprehen-
cueros negros que no me podían decir dieron, los cintarearon mucho, llegó Mi-
nada de mis amigos. guel Vaca Valles, y se le ocurrió inte-
Quebré la jeringa. rrogarlos; "¿De dónde son ustedes?"
.. "Eran de Villaocampo, Estado de Du-
rango, primos entre sí, el chico• hijo de
Jor¡ge Antonio Arcin~ega". -¡Ah! tú
eres hijo de José Antonio, voy a llevar-
los a dar un paseo al campo-santo, a
52 ~3
nellie campobello

dar un paseo" -dijo Vaca Valles, me- nacha


cien.do una sonrisa generosa. •
Salieron con ellos y contaron los sol-
dados que los fusilaron; que el chico ha· ceniceros
bía muerto muy valiente; que cuando
les fueron a hacer la descarga se le-
van.tó el sombrero y miró al cielo. Othón
murió un poco nervioso; no les pusieron
caja, los echaron así "nomás".
Se hicieron mil gestiones para conse•
guir sacarlos y nada se logró; a todos
los muebles de la casa de José Antonio Junto a Chihuahua, en X estación, un
se les saltó la cerradura, porque el mu· gran campamento villista. Todo está
chacho se llevó el llavero en la bolsa quieto y Nacha llora. Estaba enamora-
del chaleco y algunas cosas de valor. Va- da de un muchacho coronel de apellido
ca Valles, eserupuloso y delicado, no qui- Gallardo, de Durango. Ella era coronela
so que fueran saqueados los cadáv-eres y usaba pistola y tenía trenzas. Había
de los muchachos de Villaocampo. estado llorando al recibir consejos de
una soldadera vieja. Se puso en su tien-
da a limpiar su pistola, estaba muy en-
tretenida cuando se le salió un tiro.
En otra tienda estaba sentado Ga-
IIardo junto a una mesa; platicaba con
una mujer; el balazo que se le salió a
Nacha en su tienda, lo recibió Gallardo
en la cabeza y cayó muerto.
-Han matado a Gallardito, mi Ge·
neral.
,. <
-t
55
nellie campobcllo

Villa dijo despavorido:


-Fusílenlo.
los 30-30
-Fué una mujer General.
-Fusílenla.
-Nacha Ceniceros.
-Fusílenla.
Lloró al amado, se puso los brazos
sobre la cara, se le quedaron las trenzas
negras colgando y recibió la descarga.
Hacía una bella figura, imborrable pa-
ra todos los que vieron el fusilamiento. Gerardo Iluiz, elegante, nervioso, con
Hoy existe un hormiguero en donde sonris studiada ostentaba catorce he-
dicen que está enterrada. ridas que tenía en la caja del cuerpo.
Al decirle que lo iban a fusilar se puso
furioso y todo su aspecto londinense se
deshizo ante 16 cañones de unos rifles
veteados y mugrosos.
"-A mí no me pueden fusilar por
E& esos papeles" --gritaba con toda la fuer-
za de sus raquíticos pulmones-- "yo soy
un caballero y no puedo morir como un
ladrón, dtesgraciados, bandidos, ¿por
qué me mandan matar? ¡Yo no voy
bestias salvajes, bandidos, bandidos!
¿Entonces para qué soy villista?, yo no
voy. Oigalo bien viejo desgraciado, -se
refería al general jefe de las armas,
56 57
nellie campobello CARTUCHO

Gorgonio Beltrán- ese dinero a mí no y seis y quedando con vida. Un treinta-


me Jo dieron Jos carrancistas, era mío, treinta le dió el tiro de gracia, despren-
mío, mío, -y se golpeaba el pecho- diéndole una oreja; la sangre era ne-
morir yo por unos mugrosos papeles, gra, negra, -dijeron los soldados que
nó, nó." -Gritó y vociferó como dos porque había muerto muy enojado.-
horas.- El General viJJista que lo man: Mucha gente vió este fusilamiento, era
dó fusilar, oyó todos los insultos sin le- el medio día.
vantarse ni mover los ojos. Estaba sen- Un jinete dió vuelta la esquina de la
tado retorciéndose los bigotes. caJJe de San Francisco, frente al Tea-
"-Que se Jo lleven, ya ha desahoga- tro Hidalgo; mecía en su mano trigue-
do su cólera, y que lo fusilen", dijo con ña y mugrosa, un papel blanco, traía
voz suave Y distraída, -su atención la aprisionada la vida de Gerardo Ruiz.
t~nía puesta en el lado derecho de su Levantaron el cuerpo, lo pusieron en
bigote que se amasaba con ritmos ca- una camilla infecta, que heTÍa de mu-
denciosos como viejo distraído.- grosa; alguien, con_ el pie, aventó hacia
Como el reo era peligroso, se le do- uno de los soldados un pedacito de car-
bló la escolta. No quiso ir por media ca- ne amoratada. "-Hay dejan la ore-
lle porque dijo que él no era bandido se ja-" (dijo riéndose de la estupidez de
fué por la banqueta; iba furioso, in~ul­ los 30-30.) La levantaron y se la pusie-
taba a Jos soldados y al oficial. Había ron al muerto junto a la cara. El jinete,
caminado desde el correo hasta la caJJe con la vida en la mano, volvió al cuar-
de San Francisco, cuando le arrebató el tel y la puso sobre una mesa.
ri~l'~' a uno de los soldados, lo "maro-
m10 Y al querer hacer fuego el rifle
se embaló. Acto de segundos; 'novieron
so~re su cuerpo ágil Y nervioso como
veinte balas, recibiendo nada más diez
58 59
por un beso

A mí me parecía maravilloso ver tan-


to soldado. Hombres a caballo con mu-
chas cartucheras, rifles, ametrallado-
ras; todos buscando Ja misma cosa:
comida. Estaban enfermos de la carne
sin sal ; iban a persegu'ir a Villa a la
sierra y querían ir comidos de frijoles
o de algo que estuviera cocido.
-"Vamos a traer la cabeza de Villa,"
-gritaban las parvadas de caballería
al ir por las calles.-
Un<J~ ;señora salió a Ja 1meir.ta y le
gritó a uno de los oficiales:
"-Oye cabrón, traime un hu~sito de
la r-0dilla herida de Villa, para hacer-
me. una reliquia," - ella se refería a la
herida de Columbus.-
61
nellie campobello CARTUCHO

Hombres que van y vienen, un rebo- x Regimiento sacaron a X soldado, el


rujo de gente. ¡Qué barbaridad, cuan· que nunca ha,bía visto a Luisa mi pri-
to hombr:e, pero cuanta gente tiene el ma; ellos dije!'On a la tropa:
mundo! -decía mí mente de niña.- "--Este hombre muere por haber que·
Llegó una tía mía para ver a mamá rido besar a una muchacha."
y le contó que un soldado yaqui había El "hombre" era yaqui, no hablaba
querido robarle a Luisa mi prima; mil español, murió por un beso que el ofi·
cosas dijo a mi tía; salieron en un au· cial galantemente le adjudicó.
tomóvil "for", color gris y cuando .vol- Había caído una terrible helada, las
vieron. estaban bastante platicadoras, gentes "titiritando" de frío, dijeron
contaban detalles que ya no recuerdo, distraídamente: "-En la Segunda del
ele cómo las había recibido el General Ravo mataron a un "chango'', (adjei-
Pancho Murguía, mi tía saltaba de gus· tiv~ que los de Chihuahua daban a los
to, porque le habían prometido fusilar yaquis.) El viento contestó: "-Uno me-
al soldado y pedía ansiosa una taza de nos que se come Villa."
café. Yo creo que mi tía hizo una sonrisa
"Qué bien tratan estos changos, le de coquetería para el General.
decía a mamá, ni parecen generales."
Al ofrecerme que lo va a matar, es
nada más para escarmiento de la tro-
pa -repetía saboreando su café.- El
. susto que me pegó el malvado hombre,
al quererse robar mi muchachita, no lo
olvidaré hasta que me muera'', -ase-
guró convencida de su sufrimiento.
Al otro día a la salida de las fuerzas
ele Murguía, al pasar por el panteón, de
62 63
el corazón del
coronel bufanda

'~a1·1·auci!ó!au que 111nnd6


1uaaar todo un cnnrtel que>
estalua desarmado.

El coronel Bufanda traía la mano


tiesa de lanzar granadas. Los mesones
desarmados eran el del Aguila y las Ca-
rolinas. El asalto dejó más de trescien-
tos muertos en el del Aguila. El coro-
nel salió con Ja mano dormida.
En media calle, alguien, nadi'e supo
quién, le tiró un balazo, se lo dieron
en Ja paleta izquierd'a y le salió por Ja
bolsa d'el chaquetín, echándole fuera el
corazón.
"Bien gastada está la bala expansi-
va", decían los hombres que pasaban.
6.5
CARTUCHO

Una doctora que vivía a un lado del


Mesón del Aguila, metió al muerto en
la sentencia
su casa; ya lo tenía tendido, cuando lle-
garon los de Rosa.lío Hemández, lo sa-
caron arrastrando y lo tiraron a media
de babis
calle, cuando lo ví, los pedazos de su
cabeza estaban prendidos de las peñas,
tenía un gesto, -yo lo había conocido
vivo- en sonrisa de satisf ~
El era mal encachado", con la cara
muy bien parecida. Yo no sabía de dón-
de era, lo había visto andar a caballo,
junto con Ramón Barreno, el sobrino de Babis vendía dulces en la vidriera de
Tita. Estaba tirado boca arriba, los bra- una tienda japonesa. Babis reía y se le
zos y las piernas no me acuerdo cómo cerraban los ojos. El era m1 amigo. Me
las tenía, guardo su cara y muy presen- regalaba montones de dulces. Me decía
te la bolsa del chaquetín, la bolsa iz- que él me quería, porque yo podía hacer
quierdja "desgarradia como una rosa'', guer~ con. los muchachos a pedrada
dijeron mis ojos orientándose en la voz limpia. El no podía pelear -no por mie-
del cañón, "como una rosa de infancia do-- pero es que él era ya ·un mucha-
para mí . . . " cho grande. "Yo he visto agarrarse mu-
La mejor sonrisa de Bufanda, se las chachos grandOtes allá en la calle de
. dió a los que levantaron el campo. Casi Mercaderes, del lado del río." Entonces
todos le dieron patadas. él me dijo: "No me gustan las pi'e dras
tanto como los balazos. El día que me
dé de alta -y se le hundían los ojos
echando fuera los dientes- voy a pe-
lear muy bien." Y me daba un puño de
66
67
CARTUCHO nellie camp<>bello

chiclosos. Todos los días me decía que sioneros que agarraron, le tocó a Babis.
ya se iba con una tropa y que le gus- Quemaron con petróleo a los prisioneros
taban mucho los pantalones verdes. "Yo que agarraron, estaba de moda. Así fué
me compraré unas mitazas con hebillas como en el primer combate, Babis mu-
blancas" entonaba como una canción. Y rió." Yo creo que sin tener sus hebillas
muy seria le dije: "Pero te van a ma- blancas. El hombre dijo, meciéndose en
tar. Yo sé que te van a matar. Tu cara un pie, que no se le iban de los oídos
lo dice." El se reía y me daba confites los gritos de los quemados vivos. Eran
grandes. Le conté a mamá lo que Babis fuertes. Desesperados. Después se fue-
me dijo. Estaba yo retriste. ron apagando poco a poco.
Un día encontré solos los dulces. Babis
El soldado, con la mano derecha, hi-
estaría vestido con pantalones verdes y
zo un ademán raro y se fué calle arriba,
botones. Qué ganas tenía de verlo. Se-
por en medio de los rieles del tranvía,
ría como un príncipe.
meciéndose en sus pies, y llevándose los
Hacía un mes -un año para mis ojos gritos de Babis en sus orejas.
amarillos,- sin ver a Babis. Un solda-
do que llegó de Jiménez buscó mi casa .
. Traía aJgo que contarle a mamá. Llegó
a cualqui'e r hora, "Braulio, el muchacho
que trabajaba en El Nuevo Japón en la
calle del Ojito, se había ido CQn ellos.
Era un muchacho miedoso." Así lo dijo
aquel hombre, parado junto al riel con
las manos en las bolsas. Y~ le quise
saltar al oír aquello. Babis no era mie-
doso. Se robaba los dulces para mí. "En
la toma de Jiménez, en los primeros pri-
68 69
el muerto

Los balazos habían empezado a las


cuatro de Ja mañana, eran las diez. Di·
jeron que el Kirili y otros eran Jos que
estaban "agarrados" en la esquina del
callejón de Tital, con unos carrancistas
que se resguardaban en la acera de en-
frente. El caso es que las balas pasaban
por la ,mera puerta, a mí me pareció
muy bonito; luego Juego quise asomar-
me para ver cómo peleaba el Kirilí. Ma·
má le dijo a Felipe Reyes, un muchacho
de las Cuevas, (las Cuevas es un pueblo
que divide al Estado de Chihuahua del
de Durango), que nos cuidara y no nos
dejara salir. Nosotras, ansiosas, quería·
mos ver caer a los hombres; nos i:ma-
gj,nábamos Ja calle regada de muertos;
los balazos seguían ya más sosegados;
sólo se oía un.o que otro. Felipe se en-
71
CARTUCHO
nellie campobdlo

tretuvo jugando con unas herramientas


-"Mirá qué amarillo" -dijo mi her-
y saltamos a ·una ventana mi hermána
mana con un chillido que me hizo recor-
y yo; abrimos los ojos en interrogación,
dar a Felipe Reyes.
buscamos y no había ni un solo muerto;
-"Va blanco por el ansia de la muer-
lo sentimos de veras; nas conformamos
te", dije yo convencida d·e mis conoci-
con ver que de la esquina todavía salia ·
mientos en asuntos de muertos, porque
algún balazo, y se veía de vez en cuan-
Jo que yo sentí en ese momento, lo que
do que sacaban un sombrero en la punta
ví, fué un muerto montado en su ca-
de un rifle.
ballo.
De pronto salió de la esquina donde Dos segundos y al llegar a la calle del
estaba Kirilí un hombre a caballo; a po- Ojito desapareció. Los hombres comen-
quito andar, ya estába frente a la casa, zaron a disparar sobre Ja esquina del
-le faltaba un pierna y llevaba una Tital, más fuerte que nunca, esto pasó
muleta atrav:esada a lo largo de la &i- en un instante, como si dijera hoy: en
lla- iba pálido, la cara era muy bonita, tres minutos. Fuimos arrastradas de la
su nariz parecía el filo de una espada, ventana por Felipe Reyes.
con la mirada clavada hacia arriba de Y a no había balazos; salió toda la
los cerros; él creía que iba viendo un gente de sus casas, ansiosas de ver a
grupo de hombres grises, que estaban quiénes les había "tocado"; había po-
allá arriba de la calle y que le hacían cos conocidos por aquel rumbo, algunos
señas. (Esta calle es en subida y divi- carrancistas d'e frazadas grises, mugro-
dida de la calle del Rayo por la calle del sos, mugrosos y con las barbas creci-
das ...
Ojito), no volteó ni nada, iba como hip-
notizado con las figuras grises, en ese El mochito con su uniforme cerrado
momento en que no se cruzaba un solo Y unos bótones amarillos que le brilla-
balazo. ban con el sol, estaba tirado muy recto
como haciendo un saludo militar. Te-
72
73
CARTUCHO

nía la bolsa al revés, · Jos ojos entr:e-


mugre
abiertos, el zapato a un lado de la cara,
agujereado por dos balazos. Dicen que
cuando ya estuvo caído le dieron dos
tiros de gracia, poniéndole el zapato en
la cara. -él tenia dos manchas: una
junto del medio de las cejas y otra más
arriba y no estaba quemado de pólvo-
ra- Dijeron que le habían puesto el "-José Díaz es el muchacho más be-
zapato, para que sus "tontas" ----adjeti- llo que conozco, ~egante, distinguido,
vo que le daban a sus novias- no lo me prometió venir a tomar eafé." Dij u
vieran feo. una hermana de papá.
A pesar de todo, aquel fusilado no "-A Tona le gusta el "macuchi", no
era un vivo, el hombre mocho que yo le da vergüenza que la vean torcer las
vi pasar frente a la casa ya estaba hojas. El eafé le gusta a mamá, yo creo
muerto. que por eso me gusta; los cigarros de
mamá son de cigarrera. Mamá es más
bonita que Tona," decía yo para termi-
nar mis pensamientos profundos y can-
sados.
El bello José Díaz estaba platicando.
Dije tres veces: "sí, voy a hacerlo novio
de "Pitaflorida", mi muñeca princesa,
le haré un vestido azul y le po~dré es-
trellos de "deveras" de las que vende
don Luis el barillero." (Me hablé que-
~ito cerrando los ojos.) El ~ha espad;¡

74 75
CARTUCHO nellie campobello

brillante, botones "oro y plata", decían les desarmados murieron enteritos en el


mis ojos empañados de infancía. José pa- asalto, el epmbate era un zumbido; una
saba por la casa, iba, venía, José lleva- caballería se fué por el Cerro de los
ba "gallos" con la banda en noches de Abm·ridos derechito al ranchito Rubio.
luna y noches oscuras. De José se ena- . Al salir del cerro, le dieron al "Chino",
moraron las muchachas de la Segunda se agarró el omblig·o, "El Siete" corrió
del Rayo. Cambiaba de traje todos los cuando él se ladeaba del caballo.
días, se paseaba en auto rojo. Un día le "-De dónde te pegaron, Chino?"
contó a Tona que él odiaba el sol, por Contó "El Siete" que apenas pudo de-
su cara y sus manos, a ella le parecía cir:
muy bien y a mí (que me decían "sole- "-Del Cerro de la Cruz", y agarrán-
ra") me pareció mucho muy bien, por dose el' estómago, se fué resbalando has-
"Pitaflorida"; yo nunca hubiera casado ta el suelo. Agazapándose en los cer-
a mi princesa con un hombre prieto. cados de la ~uerta Torness se fueron.
No volvió, pero pasaba en las tardes. Uno menos.
Yo sentaba a "Pitaflorida" en la venta-
El cuartel de Guanajuato era el único
na para que lo viera y cuando la v.estía que todavía contestaba el fuego, trata-
le contaba las palabras que él decía. Mi ban de rendirlo. Los carrancistas se ha-
muñeca se estremecía. bían metido en las casas de enfrente,
Al ruido del automóvil, Tona se ponía en las azoteas. Los soldados de Rosa.lío
en la rendija del zaguán; mi muñeca Hemández que un día antes de salir de
era la única que no se escondía para Parral detuvieron sus trenes a causa de
verlo. A veces él se reía al ver la casa, la lluvia, entraron en línea de tiradores,
"Pitaflorida" no se reía, yo si le pela- hasta llegar al de Guanajuato, arrollan-
ba los dientes. do todo, y salvaron el cuartel.
Hubo un combate con fuerza, siete lbamos buscando a "El Siete", a to-
horas, los villistas dentro; dos cuarte- dos les volteábamos las caras. Junto del
76 77
CARTUCHO nellie campobelto

puente de Guanajuato, a la orilla del chas, morenas, las uñas negTas, te~ía en
río vimos uno abrazado de su caballo. la espalda doblado un sarape gns, s~
"Aquel es, -dije corriendo- "El Sie- veía ahogado de mugre, se me arrugo
te" c1uiere mucho a su caballo", dijeron ., t an f eo" ,
el <:araZón. "En este calleJon
mis trenzas pegándome en los cachetes; dije yo abriéndome de piernas para po-
al voltearlo, era un muchachito que yo der voltearlo y verle la cara, pura cu-
conocía, chiflaba rebien, sabía un mon- riosidad para que no me siguiera en la
tón de canciones, yo creo que no tenía noche. Me quedé quebrantad'a de susto.
mamá, pero yo le tenía envidia. Tenía ¡José Díaz, el del carro rojo, el mucha·
un ojo abierto y las manos "engarruna- cho de las señoritas de la Segunda del
das" sobre el caballo. Rayo, por el que Tona lloró!
Nos fuimos. Al lleg·ar a la plaza Juá- Nó, nó, él nunca fué el novio de "Pi-
rez en Guanajuato, vimos unos quema· taflorida" mi muñeca que se rompió la
clos debajo del kiosko; hechos chicha- cabeza cuando se cayó de la ventana,
rrón, negros, negros; uno tenía' la cah~· ella nunca se rió con él.
za metida dentro de las rodillas. Vimo~ José Díaz, joven hermoso, murió de-
a nuestra izquierda el cuartel vali~nte,
vorado por la mugre; los balazos que
estaba cacarizo, la banqueta regada de
tenía se los dieron para que no odiara
muertos carrancistas, se conocían por la
ropa mugrosa, venían de la sierra y no al sol.
se habían lavado en muchos meses. Nos
fuimos por un callejoncito que sale al
Mesón del Aguila, que olía a orines -es
tan angosto que se hace triste a los
pies-, pero al ver un bulto pegado a la
pared corrimos; estaba boca abajo, el
cabello revuelto, sucio, las m..anos ?-~~
78 79
las tarjetas
de martí11 lópez

Martín López tenía una colección de


tarjetas. En todas las esquinas se po-
nía a besarlas, por eso lloraba y se em·
borrachaba. Martín López era general
viUista, tenía los ojos azules y el cuer-
po flaco. Se metía en las cantinas, se
iba por media calle, se detenía en las
puertas, siempre con los retratos en la
man.o ; adormecido de dolor recitaba
una historia dórada de balas. "Mi
hermano, aquí está mi hermano, mírelo
usted, señora, este es mi hermano, Pa-
blo ·Ló}li!z, Jo acaban de fusilar en Chi-
huahua, aquí está cuando salió de la
Penitenciaría, está vendado de una pier-
na, porque · salió herido en Columbus
-enseñaba la primera tarjeta temblán-
81
CARTUCHO nellie campobello

do1c la mano flaca y los ojos azules-- "Sabe Jo que hizo? (decía con voz de
aquí lo tiene frente al paredón, tiene un confidencia) Pues pidió desayuno, ¡ay
puro en la boca, véalo señora, sus mu- qué Pablito ! (exclamaba riéndose cO'mo
letas parecen quebrarse de un momen- un niño) Sabe otra cosa?, pues mandó
to a otro. "BALA TIZNADA PESADA retirar a un gringo que estaba entre
COMO LOS GRINGOS." Si mi hermano Ja multitud, dijo que no quería morir
Pablito no hubiera estado herido, no Jo enfrente de un perro. ¡Pablo López !,
hubieran agarrado" (y se le salían los -gritaba Martín calle arriba, dando
mocos y las lágrimas, él se limpiaba tropiezos con sus pies dormidos de al-
con la manga mugrosa del chaquetín cohol..:.._ ¡Pablo López! ¡Pablo López!
verde, falto de boton~s. Seguía ense- Una tarde medio nublada, mamá me
ñando la herencia, así la llamaba él.) dijo que ya venían los carrancistas, ya
"Aquí lo tiene usted con el cigarro eit casi todos los villistas habían evacuado
Ja mano, está hablando a la tropa, mi Ja plaza; de pronto apareció por la es-
hermano era muy hombre, no Jo ve có- quina u111 jinete medio doblad~ en su
mo se ríe? Yo tengo que morir como él, caballo; muy despacito siguió por la ca-
élme ha enseñado cómo deben morir los Jle en dfrección al Mesón de Jesús; al
villistas. En éste ya va a recibir la des- pasar frente a la casa lo ví, sus ojos pa-
carga, ¡ cuárrt~ gente hay viendo mo- recían dos charcos de agua sucia, no
rir a mi hermano! Mire usted señora, era feo, tenía la cara del hombre mecido
mir~ aquí ya e8tá muertó. ¿Cuándo me por la suerte, casi cayéndose del caba-
moriré para morir como él?" (decía llo se perdió en el fondo de la calle.
dándose cabezazos contra las paredes.) Mamá dijo: "Martín López, no vayas
"Mi hermano terminil como los hom- a caer prisionero, las bendiciones de tu
bres, sin vender las veredas de los je- madre te cuidarán."
fes, allá en la sierra. ¡Viva Pablo Ló-
pez !" (gritaba con alarido de . coyote.)
82
el centinela del
mesón del águila

El Mesón del Aguila es ancho, chato,


sucio afuera y adentró; tiene el aspec-
to de un animal echado en las patas de-
lanteras, y que abre el hocico. Parte de·
la brigada Chao, desarmada la noche
anterior, dormía. Los hilos de su vida
los tenía el centinela dentro de sus ojos
tartáricos en sus manos mugrosas, ti-
bias de alimento; un rifle con cinco car-
tuchos mohosos. Estaba parado junto
a la piedra grande: norteño, alto, con
las mangas del saco cortas, el espíritu
en filos cortando la respiración de la
noche, se hacía el fantasma. No oyó el
ruido de los que se arrastraban; los ca·
rrancistas estaban a dos pasos; él re-
cibió un balazo en la sien izquierda y
85
CARTUCHO nellie campobello

murió parado; Jo ví tirado junto a la . i'nfantiles lo encontraron bastante


OJOS
piedra grande, muy derecho, ya sin za. natural.
patos, la boca entreabierta, los ojos ce- Al salir del caserón volvimos a ver
rrados; tenía un gesto nuevo, era un l centinela. Nadie sabía su nom1>re.
muerto bonito, le ;halJían ciruzado J.!as ªunos decían que había disparado. un
manos. Algunos lo miraban con rencor. tiro· otros que no. Yo sé que e1 J_oven
"-NO DIO EL A VISO.-" Dentro del centinela alto, murió junto a la p1~ra
cuartel había trescientos cuerpos rega- grande, hecho un fantasma, con cinco
dos en el patio, en las caballerizas, en cartuchos mohosos en su mano.
los cuartos; en todos los rincones había
grupitos de fusilados, medio sentados,
recostados en las puertas, en las orillas
de las banquetas. Sus caras salpicadas
de lilangre, tenían el aspecto desesperado
de lo .hombres que mueren sorprendidos.
(A un muchachito de ocho años, vestido
de soldado, Roberto Rendón, le tocó mo·
rir en el patio, estaba tirado sobre su
lado izquierdo, abierto$ los brazos, su
cara de perfil sobre la t.ierra, sus pier-
nas flexionadas parecían estar dando un
paso: el primer paso de hombre qi;e
dió.)
"Más de trescientos hombres fusi-
lados en los mismos momentos, dentro
de un cuartel, es mucho muy impresio-
pante", dec~n tas gentes, pero nuest~
86 87
el general
rueda

Era un hombre alto, tenía bigotes


güeros, hablaba muy fuerte. Había en-
trado con diez hombres en la ~. in~
soltaba a mamá y le decía:
"Diga que no es de la confianza de Vi-
lla? Aquí hay armas. Si no nos las dá
junto con el dinero y el parque, le que-
mo la· casa", ::-hablaba paseándose en-
frente de ella- Lauro Ruiz es el nom-
bre de otro que lo acompañaba (este
hombre era del pueblo de Balleza y co-
mo no se murió en l'a bola, seguramen-
te todavía está allí.) Todos nos daban
empujones, nos pisaban, el hombre de
los bigotes güeros quería pegarla a ma·
má, entonces dijo:
89
CARTUCHO 1iellie campobello

"--Destripen todo, busquen donde sea" Dos años más tarde nos fuimos a vi-
-picaban todo con las bayonetas, echa- vir a Chihuahua, lo ví subiendo los es-
ron a mis ·hermanitos hasta donde esta- calones del Palacio Federal. Ya tenía el
ba mamá, pero él no nos dejó acercar- bigote más chico. Ese día todo me salió
nos, yo m,e rebelé y me puse junto a mal, no pude estudiar, me pasé pensan·
ella, pero él me dió un empellón y me do en ser hombr~ tener mi pistola Y
caí. Mamá no lloraba, dijo que no le pegarle cien tiros.
tocaran a sus hijos, que hicieran lo que Otra vez estaba con otros en una de
quisieran. Ella ni con una ametrallado- las .ventanas del Palacio, se reía abrien-
ra hubiera podido pelear contra ellos, do la boca y le temblaban los bigotes. No
Mamá sabía disparar todas las armas, quiero decir lo que le ví hacer ni lo que
muchas veces hizo huir hombres, hoy decía, porque parecería exagerado, -vol-
no podía hacer nada. Los soldados pisa· ví a soñar con una pistola.
ban a mis hermanitos, nos quebraron
todo. Como no encontraron armas, se Un día aquí, en México, ví una foto·
llevaron lo que quisieron, el hombre grafía en un periódico, tenía este pie:
güero dijo:
"El general Alfredo Rueda Quijano, en
"Si se queja vengo y le quemo la casa." consejo de guerra sumarísimo" (tenía el
Los .ojos de m~á, hechos grandes de bigote más chiquito) y venía a ser el
revolución, no lloraban, se habían en- mismo hombre güero de los bigotes. Ma-
durecido recargados en el cañón de un má ya no estaba con nosotros, sin estar
rifle. enferma cerró los ojos y se quedó dor·
Nunca se me ha borrado mi madre, mida allá en Chihuahua, -yo sé que
· pegada en la pared hecha un cuadro, con mamá estaba cansada de oír los 30-30-
los ojos puestos en la mesa negra, oyen- Hoy lo fusilaban aquí, Ja gente le compa-
do los insultos. El hombre aquel güero, decía, lo admiraba, le habían hecho un
se me quedó grabado para toda Ja vida. gran escenario, para que mudera, para
90 91

' ' .
CARTUCHO

·que gritara alto, así como le gritó a ma·


las tripas del
má la noche del asalto.
Los soldados que dispararon sobre él
general so barza
aprisionaba.o mi pistola de cien tiros.
Toda la noche me estuve diciendo:
"··Lo mataron porque ultrajó a mamá,
porque fué malo con eilla." Los ojos en-
durecidos de mamá, los tenía yo y le re-
petía a la noche:
"-EJ fué malo con mamá. El fué Como a las tres de la tarde, por la
malo con mamá. Por eso lo fusilaron." calle de San Francisco, estábamos en
la "piedra grande." Al bajar el callejón
Yo les mandé una sonrisa de niña a
de la Pila de don Cirilo Reyes, vimos
los soldados que tuvieron en sus manos
venir unos soldados con una bandeja en
mi pistola de cien tirOs, hecha carabi·
alto, pasaban junto a nosotras, iban
nas en la primera plana de los periódi-
cos capitalinos. platicando y riéndose. "¿Oigan, qué es
eso tan bonito que llevan?" -Desde
arriba del callejón podíamos ver que
dentro del lavamanos había algo color
de rosa bastante bonito- Ellos se son·
rieron, bajaron la bandeja y nos mos-
traron aquello. "Son tripas," dijo el más
joven, clavando sus ojos sobre nosotras
a ver si nos asustábamos; al oír, son tri-
pas, nos pusimos junto de ellos y las
92 93
CARTUCHO

vimos; estaban enrolladitas como si no


tuvieran punta, "¡tripitas, qué bonitas:
el ahorcado
¿y de quién son?" Dijimos con la curio-
sidad en el filo de Jos ojos. "De nd ge-
neral Sobarzo -dijo el mismo soldado-
las llevamos a enterrar al camposanto."
Se alejaron con el mismo pie todos, sin
decir nada más. Le contamos a mamá
que habíamos visto las tripas de Sobar-
zo. Ella también las vió 1>or el puente de El hombre que tenía la mano salida de
fierro. la ventanilla, amoratada y con las uñas
No recuerd(j si fueron cinco días Jos n.e gras, -parecía estrangulada,- ha-
que estuvieron "agarrados", pero los vi- blaba tan fuerte que el cigarro de macu-
llistas en aquella ocasión no pudieron
chi detras de la oreja, se le movía, pa~
tomar la plaza. Creo que el Jefe de hs
Armas se llamaba Luis Manuel Sobar- recía que iba a caérsele hasta el suelo;
zo Y que lo mataron por el Cerro de la yo tenía ganas de que se le cayera. "Má-
Cruz o por la estación. El era de Sono- quinas, la tierra, arados, nada más
ra, lo embalsamaron y lo echaron en un que maquinarias. y mas ,,. . .
maqumar1as '',
tren; sus tripas se quedaron en Parnl decía abierto de brazos, meciendo sus
ideas en el ir del tren. "El Gobierno
no sabe, .el Gobierno no ve." Nadie le
había contestado. Al lle'g ar el hombre
de las sodas, todos pidieron una botella,
le ofrecieron. "No, yo nunca bebo agua,
en toda mi vida, café, sólo café, el agua
94 95
nellie campo·belio
CARTUCHO

me sabe mal, dijo sonando la boca, cuan- tná no dijo nada, pero ya no comió la
do lleguemos a Camargo tomaré café." sandía. El asiento de adelante quedó va-
cío; el hombre de la mano en la venta-
Habló en diez tonos distintos, para nilla estaba ahorcado enfrente del tren,
pedirle a un fantasma la misma cosa: a diez metros de distancia, ya se le ha-
maquinarias. bía caído el cigarro de macuchi, el col-
Santa Rosalía de Cama1·go. Sandías, gado parecía buscarlo con la lengua. El
todos comían sandías; mi nariz pecosa tren fué arrancando muy despacito. De-
la hundí en una rebanada que me dió jó balanceándose en un poste al hombre
mamá; cuando de pronto, vimos un mon- que tomó café toda su vida.
tón de hombres a caballo junto a un
poste de telégrctfo, tratando de encara-
mar una reata; cuando ya la pasaron,
le dieron la punta a uno de ellos, picó
hijares, el caballo pegó el arranque, eh
la otra punta estaba el que colgaban. El
del caballo estaba a cierta distancia, con
la reata tirante y miraba al poste ha-
ciendo un gesto romo de uno que leé un
anuncio de lejos; f ué acercándose poc~
a poco, hasta dejar al colgad~ a una
altura razonable. Le cortaron el pedazo
de reata. Se fueron llevándose la polva-
reda en las pezuñas de sus caballos. Ma-
96 97
desde una
ventana

Una ventana de dos metros de altura


en una esquina. Dos niñas viendo abajo
un grupo de diez hombres eon las ar-
mas preparadas apuntando a un joven
sin rasurar y mugroso, que arrodillado
suplicaba desesperado, terriblemente en-
fermo se retorcía de terror, alargaba
las manos hacia los soldados, se moría
de miedo. El oficial, junto a ellos, va
dando las señales con la espada, cuan-
do la elevó como para picar el cielo, sa-
lieron de los treintas diez fogonazos, se
incrustaron en su cuerpo hinchado de
alcohol y cobardía. Un salto terrible al
recibir los balazos, luego cayó manán-
dole sangre por muchos agujeritos. Sus
99 '
CARTUCHO

manos se le quedaron pegadas en la


los hombres
boca. Allí estuvo tirado tres días; se lo
llevaron una tarde, quién saoo quién.
Se llamaba Jesús J.o.s~ Galindo, su ma-
.de urbina
dre vivía en la calle de an Francisco,
justamente a unas cuadras de allí.
Como estuvo tres noches tirado, ya
me había acostumbrado a ver el gara-
bato de su cuerpo, caído hacia su iz·
quierda con las manos en la cara, dur-
miendo allí, jun:to de mí, me pareCJía
mío aquel muerto. Había momentos que Un día, allá en la hacienda de Las
temerosa de que se lo hubieran lle-vado, Nieves, Estado de Durango, donde U:r·
me levantaba corriendo y me tr-eipaba bina vivía, entraron a balazos muchos
en la ventana, era mi obsesión en las no- villistas; sorprendieron a la poca gente
.ches, me gustaba v-erlo porque me pa- que acompañaba al .g~?eral .~ matar~n
recía que tenía mucho miedo. algunos. J_,o contó Kmh, el h130 ~~ dona
Un día, después de comer, me fuí co- Magdalena, un muchacho que v1v1a con
rriendo para contemplarlo desde la ven· Urbina. Urbina estaba herido, lo lleva-
tana, ya no estaba. El muerto tímido ron prisionero. En la mitad del cami~o
había sido robado por alguien, la tierra entre Parral Y Villaocampo, al refle30
se quedó dibujada y sola. Me dormí 'de unas grandes lumbraradas, lo fusi-
·aquel día soñando en que fusifarían otro laron junto con otros; cuentan que aqm~­
y deseando que fuera junto a mi casa. llo era tan oscuro que parecía una pe-
sadilla. Villa había matado al compadre
Urbina y lo dejó enterrado. (A Villa le
sorprendió mucho la noticia, su compa-
101
100
nellie campobello
gARTUCHO
villistas- su vida y tenían esperanza~
drito había muerto en una balacera, pa- de convencerlo; lo embo~charon Y m
rece que el general Fierro le contó que , lograron quitarle una firma; lo me-
el general Urbina se estaba volteando as1 f T
tieron a la cárcel; llegó toda su arnI~ ia
al lado de Carranza, y realmente él ha- del Estado de Durango y todos lo,s d1as
bía tenido que intervenir a balazos. Los su hermana se arrodillaba ante el Y le
norteños sabían que la muerte de Urbi- pedía al General Santos ?rtiz, la, vi~~
na se debió a una corazonada del Jefe de de su hermano Santos Orbz; un d1a, dio
la División del Norte.) or den d~ que no dejaran entrar mas a
Llegaron las tropas del difunto Ur- su hermana.
bina a Parral. Aquello era espantoso. Cuando ya tenía quince días pr.eso,
Andaban destanteados; chorreras de uno de los compañeros, amigo íntimo
hombres por las calles, con las caras que iba a morir junto con él, le dijo:
desencajadas de coraj·e ; algunos gru- "rasúrate, Santos, pareces enferm? Y
pos eran altos, daba dolor verlos, aque· triste." "Ya me van a matar y quiero
llos miles de huérfanos todavía tenían terminar esta novela." Santos Ortiz no
la es¡>eran?.a de que su jefe viviera. Lo sabía si iba a estar en la cárcet una
buscaban, lo pedían a las gentes, a los hora, dos días o un mes, sabía que lo
postes, a las banquetas. iban a matar.
Comenzaron los fusilamientos. Una De mi casa le habían llevado tres no-
firma a favor de Villa y su vida estaba velas, una de ellas "Los Tres Mosque·
salvada; la mayor parte d·e la oficialidad teros", era nuestro paisano y mamá le
fué fusilada; todos los generales reco- tenía mucho cariño.
nocieron a Villa. Santos Ortiz, de más Un día el paso de Fidelina se estam-
de veinte años y general, no quiso ser pó en carrera por la calle; "me matan a
villista, tenía fama de valiente y de mi hermano, decía, me matan a mi her-
hombrote, gran interés hubo en no fu- mano." Estaba descompuesta, d{!Sespe-
silarlo. Todos pedían -hasta los más
103
102
CARTUCHO
nellie campobello
rada, lastimaban los filos de su silueta
negra, pero sus trenzas eran bonitas y Dos horas antes de morir, se rasuró,
parecían más resignadas que ella. En- dijo que lo hacía para que la familia
tró a la casa y volvió a salir corri-endo. no lo encontrara feo, -"me ve·r án la
Tres descargas sofocadas se escucha- cara limpia, alegre y mi hermana me
ron en la cárcel, yo estaba pendiente, perdonará"- y se pasaba la mano por
las oí rebien, entristecida por no haber los cachetes, riendo, dicen que siempr-e
podido ver los fusilamientos. -Los reía. Tenía 24 años, puso su última co-
muertos y la sangre era alimento ne- quetería a los pies de su hermana. Al
estar frente a los soldados, les suplicó
cesario para mí, mi espíritu de niña se
que no le dieran en la cara y dijo cómo
agrandaba y mis ojos se abrían inmen-
fo deberían dar el tiro de gracia.
sos, no quería perder detalle de nada,-
Ordenó que se mandaran a mi casa
oí los balazos desd·e la carpintería de
las tres novelas y que dijeran que "Los
Reyes, a una cuadra de distancia, eran
Tres Mosqueteros'' era la qu~ más lé
descargas muy seguiditas, sofocadas,
había gustado.
parecían dentro de un jarro.
Tres cajas negras con agarraderas de
plata, llegaron a casa de Tita, allí vivía
la familia Ortiz y los deudos de los otros
dos que murieron con él. Los metieron a
un salón bastante grande; pusie.r on a
Santos en medio de sus dos amigos; ha-
bía candeleros con velotas tan largas
como cañas, que parecían más grandes
que las cajas; a los familiar-es les pare-
ció que estaban bastante elegantes.
104
la tristeza de
"el peet"

El Peet dijo que aquella noche todo es-


taba muy sospechoso; llegaron muchas
fuerzas de Chihuahua, se atropellaban
en las calles. Parral de noche es un pue-
blo humilde, sus foquitos parecen boto-
nes en camisa de pobre, sus calles lle·
nas de caballerías vHlistas, reventaban,
nadie tenía sorpresa, los postes eran
una interrogación.
¿Por qué parte de la División del Nor-
te andaba con el tejano metido hasta
los ojos? Ellos mismos no lo sabían.
El Peet le dijo a mamá: "ya se fueron
todos (esto era como a las di·ez de la
noche, los trenes habían estado llegan-
107
CARTUCHO nellie campobello
¡
l.

do desde a las seis) acabamos de fusilar nido tiempo de asustarse. Que les ha-
al Cha uffeur de Fierro, y en el camino bía contado que toda aquella gente iba
nos fué contando bastantes cosas, dijo: a Las Nieves a ver a Urbina, que Villa
"el general Fierro me manda a matar iba entre ellos disfrazado, que nadie sa-
porque dió un salto el automóvil y se pe- bía a qué iban.
gó en la cabeza con uno de los palos del "La tristeza que siento es que cuando
toldo; me insultó mucho y me bastó de- cayó, todavía calientito, ni se acabaría
cirle que yo no conocía aquí el pueblo, de morir, cuando los hombres de la es-
para que ordenara mi fusilamiento, es- colta se abalanzaron sobre él y le cor-
tá bueno, voy a morir, andamos en la taron los dedos para quitarle dos anillos
bola, sólo les pido que me manden este y como traía buena ropa, lo encueraron
sobre a Chihuahua, que se sepa siquie- al grado que no le dejaron ni calzonci-
ra que quedé entre los montones de tie- llos. Si viera qué ladrones son, siento
rra de este camposanto." asco d·e todo, v·ergiienza", dijo El Peet,
Dijo El Peet que este hombre hablaba afirmándose en un ge·s to de tristeza.
con la misma rapidez del que desea ter-
minar cuanto antes con un asunto ra-
zonable, "yo no entiendo, compañeros,
por qué no me metió un balazo en el mo-
mento del salto." El Peet dijo: "oiga ma-
má, se acuerda de ese pico de riel que
sale allí luego luego, a la salida de la
estación? Pues allí se "sangolotió" el
automóvil de Fierro, el Chauff.eur era la
primera vez que venía aquí y no conocía
las calles." El reo había muerto bastante
conforme, dijo El Peet que no había te-
109
108
la muerte de
felipe angeles

"Traen a Felipe Angeles con otros


prisioneros. No los matan" -decía la
gente.- Yo pensé que sería un general
como casi todos los villistas; el perió·
dico traía el retrato de un viejito de ca·
bellos blancos, sin barba, zapatos tennis,
vestido con unas hilachas, la cara bas·
tante triste. "Le harán Consejo d~ Gue-
rra" (allá no se usaba hacer Consejos
de Guerra.) Eran tres prisioneros: Tri·
Jlito, de unos catorce años; Arce, un
hombre ya y Angeles. Nos fuimos co-
rriendo mi hermanito y yo hasta el Tea·
tro de los Héroes; no supimos ni cómo
llegamos hasta junto al escenario, allí
había un círculo de hombres, en el lado
derecho una mesa, en el izquierdo otro
111
CARTUCHO nellie campobello

mueble, no me acuerdo cómo era; junto REN MATARME; este no es un Conse-


a él, el Agente del Ministerio Público jo de Guerra. Para un Consejo de Gue-
un abogado de nombre Víctores Prieto.' rra se necesita esto y esto, tantos gene-
En la platea del lado d'erecho estaba Dié- rales, tantos d'e esto y tanto más para
guez. Sentado en el círculo Escobar (a acá", y les contaba con los dedos, pala-
Escobar yo le conocía, había sido novio bras difíciles que yo no me acuerdo. "No
de Julia Villanueva, una muchacha muy por mi culpa van a morir", dijo se-
bonita d·e Parral.) Acá, junto a las can- ñalando a los otros acusados, "este chi-
dilejas, estaban sentados los prisioneros: quillo, que su único delito es que me iba
Angeles en medio, Trillito junto a los a ver para que le curara una pierna, y
focos. este otro muchacho; ellos no tienen más
Interrogó la mesa grande, dijo algo culpa que haber estado junto conmigo
de Felipe Angeles. Se levanta el prisio- en el momento que me aprehendieron.
nero, con las manos cruzadas por detrás. Yo andaba con Villa porque era mi ami-
(Digo exactamente lo que más se me go; al irme con él para la sierra, fué pa-
quedó grabado, no acordándome de pa- ra aplacarlo, yo le discutía y le pude
labras raras, nombres que yo no com- quitar muchas cosas de la cabeza; en
prendí.) una ocasión discutimos una noche en-
tera, varias veces quiso sacar la pisto-
"Antes que todo -dijo Angeles- de-
la, estábamos en X rancho, n·os amane-
seo dar las gracias al coronel Otero, por
ció, todos creían que yo estaba muerto
las atenciones que ha tenido conmigo,
al otro día."
este traje (un traje color café, que le
nadaba) me lo mandó para que pudi·e ra -"Y llama usted . labor pacífica an-
presentarme ante ustedes." (Se abrió dar saqueando casas y quemando pue-
de brazos para que pudieran ver que le blos como lo hicieron en Ciudad Juá-
quedaba grande.) Nadie le contestó. El rez?", dijo el hombre de las polainas,
siguió: "sé que me van a matar, QUIE- creo que era Escobar. Angeles negó; el
112 113
CARTUCHO nellie campobello

de las polainas con voz gruesa, gritó: má, no le perdí palabra. Estuvo a verlo
"yo mismo los combatí." la noche anterior, estaba cenando pollo,
Hablaron bastante no recuerdo qué, le dió mucho gusto cuando la vió; se co-
lo que sí tengo presente, fué cuando An- nocían de años. Cuando vió el traje ne-
geles les dijo que estaban reunidos sin gro dejado en una silla, preguntó:
ser un Consejo de Guerra. Yo e, yo i, "¿Quién mandó esto?" Alguien J.e di:jo:
yo o, y habló de N ew York, de México, "La familia Revilla." "Para qué se mo-
de Francia, del mundo. Como hablaba lestan, ellos están muy mal, a mí me
de artillería y cañones, yo creí que el pueden enterrar con éste," y lo decía
nombre de sus cañones era N ew York, lentamente tomando su café. Que cuan-
etc . . . el cordón de hombres, oía, oía, do se despidieron, le dijo: "Oiga, Pepita,
oía .. . ¿y aquella señora que usted me presentó
un día en su casa?" "S.e murió, General,
Mamá se enojó, dijo: "¿No ven que
está en el cielo, allá me la saluda." Pe-
dicen que Villa puede entrar de un mo-
pita aseguró a mamá que Angeles, con
mento a otro hasta el teatro, para li-
una sonrisita caballerosa, contestó: "Sí,
brar a Angeles? La matazón que habrá
la saludaré con mucho gusto."
será terrible." Nos encerraron; ya no
pudimos oír hablar al señor del traje
café.
Ya lo habían fusilado. Fuí con mamá
a verlo, no estaba dentro de la caja, te-
nía un traje negro y unos algodones en
las orejas, los ojos bien cerrados, la ca-
ra como cansada de haber estado hablan-
do los días que duró el Consejo de Gue-
rra, -creo que fueron tres días.- Pe-
pita Chacón estuvo platicando con ma-
114 115
111.-- en el FUEGO
·el sueño de
''el siete''

Dijo "El Siete" que nunca se había


visto tan desamparado como en "León d.e
los Aldamas", una mujer del pueblo le
enseñó el camino. Contó "El Siete" que
las gentes les daban las salidas más se-
guras y muchos salvaron su vida.
A "El Peet", desde que entraron al
combate de Celaya ya no lo vió. Cheché
Barrón le había dicho que estaba heri-
do, le habían dado dos balazos, estaba
clareado de las piernas, la bala de la
espalda había sido terrible, "seguro
que no encuentras a tu hermano", dijo
Cheché a "El Si'e te."
"El Ratoncito", un caballo que yo
quería mucho, acompañaba a mi her-
119
nel/ie campobello
CARTUCHO
grito que era la voz de Villa, que decía:
mano; mi hermano "El Siete", era un "Hijo, levántate", dice que lo oyó tan
muchachito muy malo y demasiad.o bien, que abiió los ojos en el preciso
consentido de Villa; creo que no sintió momento que Villa !e volvió a decir:
tristeza al saber las heridas de "El "Despierta hijo, ¿dónde está tu caba-
Peet'', yo sé que al verse sólo la noche llo?" Riéndose Villa, junto con los hom-
de León, sí recordó la casa y a mamá; bres que le acom¡}añaban, vió cómo "El
dice que no lloró; yo creo que no lloró; Siete", rápido saltó sobre su mano de-
él era malo, pero "El Ratoncito" tenía recha y señaló su caballo. Esto no lo
luz en los ojos, yo quería más a "El Ra- olvida "El Siete"; yo sé que fué el único
toncito" que a mi hermano. momento feliz de su vida.
"El Peet" era mejor; cuando yo te-
nía dos meses, me velaba porque me
iba a morir. "El Peet" no tenía padres,
era mi primo; cuando fué al combate
de Celaya, tenía diez y siete años y fué
solamente para cuidar a "El Siete". El
no era soldado ni quería serlo, éste fHé
su único combate y salió herido. "El Sie-
te", entre risas graciosas, contó a mH·
má, que cuando se vió sin compañeros,
creyó en Dios. Ya en despoblado, entre
unos árboles, se sentó a pensar; estaba
tan cansado, que se fué quedando dor-
mido sin sentir. El caballo se lo había
am~rrado de una mano; dijo que cuan-
do él estaba soñando que "El Ratonci-
to" tenía alas y volaban juntos, oyó un
121
120
las cartucheras
de "el siete"

Nosotros nos hicimos carrancistas


esta mañana. "El Siete" dijo que por-
que al llegar la gente había gritado to-
davía en la calle de San Francisco que
viviera Villa, y no se contestó: Gándara.
Al mediodía llegó "El Siete"; traía
la cara más aventurera que nunca ; el
aspecto de los que comienzan a volver-
se asesinos o bandidos; acababa de lle-
gar de Chihuahua en la madrugada. Ma-
nuel tenía tres o cuatro horas de estar
en Parral. Recuerdo bien, tengo la vi-
sión enfrente, Manuel estaba parado en
· medio de un cuarto de luz. "El Siete",
con su cara ancha, tranquila, haciendo
una sonrisita sin miedo, que luego era
123
CARTUCHO nellie campobello

fría, se metió en otro cuarto, se levan- morzarse a Manuel, pero en eso llegó un
tó el saco y gritó: "mira lo que les va- hombre de cara tostada, se detuvo en-
mos a llevar a la sierra", traía forra- frente, montado en un caballo; sin de-
do el cuerpo de cartucheras, estaba cir palabra. "El Siete" sacó un caballo
agresivo. Comieron juntos. "El Siete" 'ensillado. -"Nos vemos, o nos tenemos
nornás estaba tanteando, no se quitó ni que ver"- algo así dijo cuando salió.
un momento las cartucheras, traía una Manuel se vistió de civil. "El Siete" va
pistola que le llegaba hasta las rodillas, a venir, le dan mi rifle y mi pistola",
dijo que se la había regalado Trinidad dijo desde la puerta, echándole una mi-
Rodríguez. "¿Sabes que le caí gracioso rada al barquito de papel caído de la
porque me vió que dos veces me tira- mesa.
ron la bandera de la mano, el otro día? Tres días más tarde, aprehendían a
Yo iba a agarrarla d,o nuevo, pero Tata Manuel por desertor, y lo iban a fusi-
Pancho no me dejó." Hablaba a Manuel lar en San Juanico.
con voz descarada y le trataba de in-
crustar las palabras en el pecho con plo-
mos. Manuel jugaba con una tira de
papel, (siempre hacía barquitos después
de comer.) Mamá estaba en Las Cue-
yas, había ido a ver a un hermano de
su mamá. Manuel era corno nuestro
hermano.
-"Tenernos ·muchv ¡iarque~ ríos de
cartuchos para almorzárnoslos a uste-
des'', dijo "El Siete", sin haberse qui-
tado el sombrero ni la mano de la cin-
tura; yo creo que "El Siete" quería al-
124 125
losheridos de
pancho villa

En la falda del Cerro de la Cruz, por


el lado d.e la Peña Pobre, está la casa
de Emilio Arroyo; Villa la había hecho
hospital. Allí estaban los heridos de To-
rreón, con las barrigas, las piernas,
brazos clareados -Obregón había per-
dido su brazo en Celaya y Villa era sólo
un hombre de la sierra- Villa en esos
momentos era dueño de Parral; siem-
pre fué dueño de Parral. Tenía muchos
heridos, nadie quería curarlos. Mamá
habló con las monjitas del Hospital de
Jesús y consiguió ir a curar a los más
graves; así fueron llegando señoras y
señoritas; había muchos salones llenos
de heridos, los más acostados en catres
127
CARTUCHO nellie campobcllo

que se habían avanzado de los hoteles colgamos; le pusimos un retrato de Ca-


de Torreón. rranza en la bragueta y un puño de bi-
Mamá me dijo que le detuviera una lletes carrancistas en la mano. Si hubie-
bandejita y que no me acercara mucho; ra tenido con que sacarle un retrato,
le tocó un muslo; apestaba la herida; la -dijo un alto de ojos verdes,- lo ha-
exprimía y le salían ríos de pus; el hom- bría puesto en un aparador para que lo
bre temblaba y le sudaba la frente; ma- vieran sus parientes que viven aq1ú. Te-
má dijo 'que hasta que no le: ¡saliera nía la cara el desgraciado "espavorida",
sangre no lo dejaba; salió la sangre y como viendo al diablo; qué feo estaba",
luego le pusieron un algodón mojado en decían tosiendo de risa.
un frasco y lo vendaron. Vino una ca- La novedad de aquel dia era que Vi-
beza, una quijada, como seis piernas lla le había dado una "trompada" a
más, y luego un chapo que tenía un ba- Baudelio, porque éste había fusilado a
lazo en una costilla, este hombre ha- unos que Villa no quería que mataran.
blaba mucho; un vientre grave de un .Cada dia se comentaba algo: "Los vi-
ex-general que no abría los ojos; otro llistas triunfan, ¿por qué está Villa en
clareado en las asentaderas; curó cator- Parral y no se mueve? ¿Por qué no pue-
ce, yo le detuve la bandeja. Mamá era de avanzar más?"
muy condolida de la gente que sufría. Esa tarde todos hablaban en secreto,
Un día oímos hablar a los heridos fué llegando la noche, se movían las
acerca de Luis Herrera: "ese desgra- gentes con el solo pensamiento de que
ciado qué bien murió; lo tenían acosta- los carrancistas llegaban, Pancho Mur-
do en el Hotel Iberia de Torreón, llega- guía y generales. En la mañana Villa ya
mos y lo envolvimos en una colchoneta se había ido; quedaban los soldados que
y lo echarnos por la ventana, se llevó un siempre salen a lo último y eso sí,
costalazo; qué risa nos dió; le dimos un muchos heridos, a muy pocos se pudie-
balazo en el mero corazón; después lo ron llevar~ quedaban los más graves.
128 129
CARTUCHO
nellie campobello
Mamá en persona habló con el Pre-
sidente Municipal y pidió, suplicó, im- gunos de ellos muy graves; yo vi cuan-
pforó; si estas palabras no son bastante do un oficial alto de ojos azules, subió al
para dar una idea, diré que mamá llo- carro y dijo: "aquí está el hermano
rando por la suerte que les esperaba a del general --quién sabe cómo lo nom-
los heridos, anduvo personalmente has- bró- aquí entre éstos", y les daba pa-
"' pagando gente para que le ayudaran a
ta tadas a los que estaban a la entrada;
salva11 ¡aquellos hombres, triasladán®-· otros nada más les daban aventones;
los al Hospital de Jesús, de las monji- otros, para poder caminar por en medio
tas de Parral. El Presidente le dijo a de los heridos que estaban tirados los
, '
hac1an a un lado con los pies, casi siem-
mamá que se metí~ a salvar unos ban-
didos, ella dijo que n,o sabía quiénes pre con bastante desprecio, ellos decían
eran, "en este momento no son ni hom- que aquellos hombres eran unos ban-
bres", contestó mamá. Al fin le dieron didos, nosotros sabíamos que eran vi-
unas carretillas y se pudieron llevar a llistas, hombres del Norte, valientes
los heridos al hospital; en tres horaS se que no podían moverse, porque sus he-
hizo el trabajo; mamá se fué muy can- ridas no los dejaban. Yo sentía un or-
sada a la casa. gullo muy adentro, porque mamá había
salvado aquellos hombres; cuando los
Llegaron los carrancistas como.al me- veía tomar agua que yo les llevaba, me
diodía; luego luego comenzaron a en- sentía ~eliz de .poder ser útil en algo a
tregar gente. A los heridos los sacaron los valientes del Norte. Mamá le pre-
del hospital, furiosos de no haberlos en- guntó al oficial qué iban a hacer con
contrado en la casa de· Emilia Arroyo; aquellos hombres, ''los quemaremos con
con las monjitas no podían matarlos chapopote al salir de aquí y volaremos
así nomás y los llevaron a la estación, el carro."
los metieron en un carro de esos como
para caballos, hechos bola, e~taban al- M~má tuvo que ir a la estación, ellos
quer1an saber por qué mamá los había
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CARTUCHO

llevado al hospital. Mamá contestó lo


los tres meses
de siempre: "ellos eran heridos, estaban
graves y necesitaban cuidados", mamá
contestó que no conocía a nadie, ni a
de gloriec.ita
Villa -ellos sabían que ella estaba min-
tiendo y la dejaron- pero una noche
Jlegó el coronel Alfredo Rueda Quijano
a la casa, llevaba una escolta de diez
hombres y se metieron, insultaron a
mamá y saquearon la casa de arriba a
abajo.
Los heridos se estuvieron muriendo Los colorados habían sitiado Parral;
de hambre y de falta de curaciones, pues Villa defendía la plaza. Regados en los
casi no dejaban ni que se les di'e ra agua. cerros, los soldados resistían el ataque.
Algunas noches estuJvimos viendo pasar Los rumores: "Matan. Saquean. Se ro-
una lintemita y un grupo de hombres ban las mujeres. Queman las casas .. . ''
que cargaban con un muerto; por toda El pueblo ayudaba a Villa. Le mandaba
la Segunda del Rayo, la luz de la Iinter- cajones de pan a los cerros, café, ropas,
nita hacía un movimiento rítmico de vendas, parque, pistolas, rifles de todas
piernas que se alargan y se ·encogen: si- marcas. Las gentes con su vida, querían
lencio, mugre y hambre. Un herido vi- evitar que entraran los colorados.
llista, que pasaba meciéndos'e en la luz El ataque se hizo fuerte del lado del
de una linterna. Campo-Santo, Cerro de la Mesa y la
Iguana. Los colorados venían del Valle
de Allende, pueblo que dejaron destro-
zado. Una tarde bajaron por la Segun-
da del Rayo unos gorrudos: eran Villa
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CARTUCHO nellie campobello

y, su E.s tado MayoJ.i. Venía. con :traje en la mano. Mamá corrió a dond;e esta-
amarillo y renegrido por la pólvora. Se ba Gloriecita, que tenía .tres meses. AJ
detuvo frente a Ja casa de don Vicente verla con su muchachita abrazada, se la
Zepeda; salió Carolina con un rifle, (con quitaron besándola; haciéndole cariños;
el que ella tiraba los 16 de septiembre). se quedaron encantados al verla, dicien-
Se lo entregó, el Jefe se tocó el som- do que parecía borlita. Se la pasaban con
brero. El rifle quedó colgado en la 'ca- una mano y la besaban. Los ojitos azu-
beza de la silla. Al llegar frente a la les de Gloriecita estaban abiertos y no
casa también se detuvieron. Les dieron lloraba. $e le cayó la gorrita, Jos pañaA
café con aguardiente. Mamá misma sa- les, quedándose en corpiño, pero pare-
lió a ver a Pancho ViHa y a saludarlo, cía que estaba encantada en las manos
porque aquel día. era su santo. de los colorados. Mamá esperó. Uno de
A las diez de la noche la balacera fué ellos, llamado Chon Villescas, levantó
más fuerte. Pasaron parvadas de villis- una mantilla, se la puso a la niña, se
tas, gritando: "¡Viva Villa!". Otro ra- la entregó a ella. Se fueron saliendo de
to largo, los orozquistas en miles en- la c~ Muy contentos se despidieron
traban. Parecía que la Segunda del Ra- de mamá. Le dieron la contraseña para
yo iba a explotar. Por las banquetas que otros no vinieran a molestarla. Iban
pasaban a caballo, tirando balazos, gri- gritando que muriera Villa y tiran®
tando que viviera Orozco. Comenzó el balazos para el cielo.
saqueo. Mamá contaba que al oír los
culatazos de los rifles pegando en las
puertas, les gritó que no tiraran que
ya iba a abrir. Decía mamá que había
sentid9 bastante miedo. Entraron unos
colorados altotes, con los tres días de
combate pintados en su cara y los rifles
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mi hermano
''el siete''

Agarraron a "El Siete" cuando iba a


tomar el tren para El Paso.
Mamá habló con Lozano, el jefe de
las armas, que estaba furioso, era un
hombre alto, colorado, tenía cara de lu-
na, gritaba con toda su alma, echaba
f uego por los ojos, se paseaba de un
lado a otro y nada más decía: "fusílen-
los, luego, luego; fusílenlos luego, luego"
y firmaba.
Estaba mandando matar a casi toda
la oficialidad y soldados de Urbina. Ma-
má se quedó tan asustada qu.e se fué co-
rriendo hasta la estación, para hablar
con Catarino Acosta, yo iba con ella,
creo que era Jefe del Estado Mayor de
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CARTUCHO nellie camp<>bello

Urbina. En esos días había muerto el me agarró ni una sola vez de la mano, a
general Tomás Urbina y todas sus fuer- veces me agarraba de su falda, pero ella,
zas se habían reconcentrado en Parral,. en su nerviosidad, me aventaba la ma-
más bien en la estación era donde esta- no, parecía que yo le atrasaba el paso
ba la mayor parte de la gente, aquello y ni siquiera volteaba a verme. Al lle-
parecía hormiguero, mamá buscaba el gar al patio frente de la sala y tratar
carro de Catarino; en pedazos nos po- de atravesar, un hombre alto, de gran-
níamos a correr. "Virgen del Socorro, des mitazas se paseaba gritando mu-
cuídame a mi hijo," decía mamá sudán- chas malas palabras, echándole mucho
dole la frente; "me podía decir dónde es- a un hombre de a caballo que parecía
tá el carro de Catarino Acosta ?" pregun- general, porque estaba rodeado de su
tó ansiosa a un hombre que tenía estre- Estado Mayor. El hombre de las mita-
llas en el sombrero. El no dijo nada, se- zas altas, era el más enojado y también
ñaló unos carros que estaban como quien tenía a su lado muchos hombres con los
va para el tinaco, echamos a correr. Ya rifles en la mano, que nada más lo oían.
habían removido los carros, imposible No recuerdo"exactamente la palabra que
·dar con Catarino. Luego otros hombres dijo, pero instantáneamente los de a
dijeron que estaba entre los carros que caballo 13acaro~ sus pisto!as como d·i-
iban a salir para Rosario. "Me voy al ciendo: no pudimos madrugarles. Los
cuartel general, porque me fusilan a mi de a pie bajaron sus rifles al suelo; ja-
hijo~ Virgen del Socorro, mi hijo", -de- más he podido olvidar el sonido que hi-
cieron los rifJ.es al prepar~se, la rapi-
cía mamá hablando con ella misma.-
dez, y las caras temibles de los de a
Corrió en dirección a la sala de espera
pie, hechas decisión, la expresión de los
que era por donde se podía salir, había
montados tratando de madrugar.
tanta gente a caballo, todos con las ar-
mas en la mano; yo iba detrás d·e ella Ya estaba mamá hablando con Loza-
y a -veces podía trotar a su lado, ella no no. "Un telegrama al general, lo pongo
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CARTUCHO nellie campobello

en el acto?" "Cómo sabe usted dónde tones de grupos, de 6, 8, 3, 1 O, soldados


está Villa? -Dijo Lozano.- Na die lo de Urbina que morían a manos de l<Js
saoo, ni nosotros que somos villistas." villistas. En eso entró el Chapo Marceli-
Mamá no lloraba ni había preguntado no y se escandalizó de ver a mamá allí,
por qué tenían a mi hermanito. "Su hi- formó una gritería en preguntas y s:e
jo sabe dónde está Perfecto Ruacho.
metió en el acto a hablar con Loza110.
nosotros necesitamos ·encontrar a Per- Salió con un papel en la mano y se lo
fecto Ruacho, su hijo le dió caballo y enseñó a mamá y le dijo: "está segura,
armas, nosotros lo sabemos, un caballo yo mismo lo voy a llevar." Entonces fué
tordillo, sí, señora, y lo fué a encami- cuando mamá se puso la mano en los
nar hasta Las Animas." -E~t.e es un ojos, me buscó con la otra mano y así
ranchito que hay junto de Parral.- salió jalándome, yo no sabía nada y no
Mamá pidió ver a "El Siete" y se puso perdía de vista al Chapo y a "El Siete."
a platicar con él. Había unas lonas has· En la calle mamá se limpió los ojos y
tante sucias, tiradas, que formaban una me dijo con una voz muy dulce : "ya no
torrecita de mugre, allí se puso mamá a van a matar a su hermano, vamos al
hablar con su hijo; cada vez que salía templo," -entramos con la Virgen de la
una escolta de villistas, llevando hom- Soledad, una iglesia que está en San
bres de Urbina par~ fusilarlos, mamá ta-
Juan de Dios.
paba con las lonas a "El Siete" y se que-
daba ingrávida, como haciendo un es- Ya íbamos casi frente a la Sonora
fuerzo para contener sus lágrimas. N ews, por la calle de Mercaderes, cuan-
Aquello era un reborujo, entraban y do oímos la marcha de una escolta;
salían, gritaban, hacían, discutían y mamá se detuvo para ver a los que lle-
siempre lo mismo. vaban, y 4, 8, y 4, 12, decía mamá an-
siosa, 28, "cómo es posible, pobrecitos
Mientras mamá estuvo con "El Sie-
muchachos." "Es el de las mitazas altas,
t e" , JUn
. t o de las lonas, vimos salir mon·
el hombre de la estación, allí va adelan-
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CARTUCHO nellie campobello

te," -dije con un chillido maravilloso y Una vez en 1924, vimos a mi hermano
apuntando exactamente con el índice de "El Siete." Vino a México con la misma
la mano derecha.- "Sí, hija, sí, hija, cara que se llevó, exactamente la mis-
ma expresión. No dijo nada acerca de
decía mamá sosegando mis nervios in- mamá, no la recordó ni preguntó nada.
fantiles, ya sabía yo que los iban a ma- Había estudiado mucho y sólo nos vino
tar, decía mamá hablando con ella mis- a enseñar la cantidad y calidad de malas
ma, parada en la banqueta, puros hom- costumbres que aprendió allá. Si él hu-
bres de Durango están muriendo, pai- biera seguido al cuidado de Villa, ha·
sanos de nosotros." No quiso ir por las bría sido también bandido. Pero un ban-
dido mexicano.
mismas calles por donde llevaban a los
paisanos y torcimos por ~l puente de
San Nicolás, pasando por frente al hos-
pital de Jesús.
Llegamos a la casa, el Chapo Marce-
• lino ya había estado allí y se había lle-
vado unas cobijas y unos cojines para
"El Siete." Mamá tomó café con aguar-
diente y corrió a la cárcel. En la noche
dijo que apenas había dormido; amane-
ciendo se fué a la cárcel, "me parecía
que ya no lo encontraba," decía con lá-
grimas en los ojos. A los dos días ma-
má hizo una bolsa de dinero, una reli-
quia grandota y se f ué.
142 143
INDICE·
integrales
inicial
!,HOMBRES del NORTE
• cartucho......... .... ....... ........ .. ........... 17
elías.... ... ..... ... .. .... .. .. ... ........ ... . 21
el kirilí...... ......... ..... .. .. ....... . ...... 23
bustillos ......... ... ...... ......... ....... ..... :. 25
bartolo. ... ... .. .... ............ ........ ......... 29
agustín gracia ............. .... ... ......... .. 33
villa ... ........ ................. ...... .... ..... .. . 37
U,FUSILADOS
) 4 soldados sin 30-30... .. ...... .... . ....... .. 43
el fusilado sin bales ........ ........ ......... 45
epifanio .. . ......... .... .. .... ... ... .. ...... .. .... 49
zafíro y zequiel. .. ... ... . .......... .. . .. ...... 51
jo~é antonio y oth6n ........ ... ...... .... .. .. ií3
nacha ceniceros... .. ............. .. ...... ... 55
los 30-30 .... .. ... ... . ... .. .. . . . . . . . . . . . . . . .. . . 57
por un beso ... ....... .... ... .... ..... . . . ...... 61
ei i:orazón del curonel bufanda ......... .. 65
Ja sentencia de babis ...... .. .... ...... ...... 67 /
el muerto.............. ... .. .. .............. ..... 7Í
mugre.. ........ ................. .... .. ....... ..... 75
las tarjetas de martín lópi>z ............... 81
el centinela del mesón del águila....... 85
el general rueda .................. ............. 89
las tripas del general sobarzo ... .. . ..... . 93
el ahorcado......... ... .. ... .......... . .. ... .. 95
desde una ventana... .. .... ....... . .... ..... 99
los hombres de urbina ................... . 101
la tristeza de "el peet" ............. . ~ .. . .. 107
la muerte de felipP. ángeles........ . ... .. . 111
111-en el FUECO
el sueño de "el siete" ................ ... .... 1J9
las cartucheras de "el siete"............ .. 123
los heridos de pancho villa ........ ...... 127
los 3 meses de gloriecita ................ .... 133
mi hermano "el siete".. .... . . .. . .. ... ... !SI

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