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Saludos y bendiciones a todos mis hermanos y amigos, que me escuchan.

Soy Redy Portillo, Anciano de la Iglesia Filadelfia, de Maracaibo,


Venezuela; y, en este día traigo un devocional titulado “EL ESCÉPTICO,
CONVENCIDO”, donde meditaremos un poco en un pasaje interesante
post-resurrección del Señor,

Basado en Juan 20:24-29:

Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo [o gemelo], no estaba con
ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor
hemos visto.
Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi
dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos
Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les
dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis
manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino
creyente.
Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que
no vieron, y creyeron.

- Para Tomás la Cruz había sido lo que él se había temido. Cuando


Jesús les propuso volver a Betania, al recibir la noticia de la
enfermedad de Lázaro, la reacción de Tomás había sido: «¡Vamos
nosotros también a morir con Él!» (Juan 11:16).

- Por lo que vemos en ese pasaje, a Tomás no le faltaba valor; lo que


le pasaba era que era pesimista por naturaleza. No hay la menor
duda de que amaba a Jesús. Le amaba bastante para estar
dispuesto a ir a Jerusalén a morir con Él cuando los otros vacilaban
y tenían miedo.

- Pero, había sucedido lo que él se había temido, que mataran al


Maestro; y, aunque lo esperaba, le había destrozado el corazón de
tal manera que rehuía a los demás y quería estar solo con su dolor.
Cuentan que el rey Jorge V de Inglaterra solía decir que una de las
reglas de su vida era: «Cuando tenga que sufrir, dejadme que me
aparte y sufra solo como un animal bien educado.» Así, Tomás
prefería enfrentarse con el sufrimiento y el dolor a solas. Necesitaba
apartarse a llorar sus penas, a vivir y sufrir su dolor.

Por eso, cuando se les presentó Jesús a Sus discípulos, Tomás no


estaba entre ellos; y, cuando le dijeron que habían visto al Señor,
aquello le pareció demasiado bueno para ser verdad, y se mostró
incapaz de creerlo.

- Tomás estaba contrariado porque no tenía paz en su corazón; si


recordamos, en el versículo 19, cuando Jesús se les presentó a sus
discípulos por primera vez, lo primero que Jesús les dijo a los diez
fue: “Paz a vosotros”; luego, en el 21 les dice: “Entonces Jesús les
dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo
os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu
Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a
quienes se los retuviereis, les son retenidos.

- Por ello, Tomás no tenía consigo la paz de Dios que proviene del
Espíritu Santo que sosiega y permite ver con claridad las cosas, la
paz espiritual que permite ser objetivo y analizar mejor los
problemas de la vida; la paz que permite emprender un nuevo
camino cargado de esperanza.

- Por ello, beligerante en su pesimismo, dijo que en la vida creería


que Jesús había resucitado a menos que le viera con sus propios
ojos y tocara las señales de los clavos en Sus manos y metiera la
mano en la herida de la lanza en Su costado. (No se hace referencia
a las huellas de los clavos en los pies, tal vez porque no se les solían
clavar, sino sólo atar, a los crucificados).

- Pasó una semana, y Jesús volvió; y esta vez Tomás estaba allí. Y
Jesús conocía el corazón de Tomás: le repitió sus propias palabras, y
le invitó a hacer la prueba que él mismo había sugerido.

 Dios siempre está pendiente y tomando nota de lo que


decimos. Jesús mismo dijo que por cada palabra que
digamos seremos juzgados, incluso, por cada palabra
ociosa que pronunciemos(Mat.12:36-37)
- Y a Tomás se le salió el corazón de alegría y de amor, y sólo pudo
decir: «¡Mi Señor y mi Dios!» Jesús le dijo: «Tomás, tú has tenido
que ver con tus propios ojos para creer; pero llegará el día cuando
habrá personas que creerán sin haber visto más que con los ojos de la
fe.»

- El carácter de Tomás se nos presenta con toda claridad.

(i) Cometió una equivocación: Buscó la soledad. Tomás se retiró de


la compañía de los que habían compartido con él lo mejor de sus
vidas; y, por no estar con sus amigos (panas, como decimos en
Venezuela), se perdió la primera visita de Jesús.

- Nos perdemos un montón de cosas cuando nos separamos de la


comunión cristiana y tratamos de arreglárnoslas solos. Tomás se
había perdido de ese primer encuentro con el Señor resucitado, y
no había recibido el soplo del Espíritu Santo que trae la
verdadera paz, “que el mundo no da”.

- Nos pueden suceder cosas buenas en la comunión de la Iglesia


de Cristo que no nos sucederán si estamos solos.

- Cuando llega el dolor y la aflicción nos envuelve, a veces


tendemos a encerrarnos en nosotros mismos hasta llegar de
deprimirnos y rechazar el encuentro con otras personas. “Ése”
es precisamente el momento en que, pese a nuestro dolor,
debemos buscar la comunión con los hermanos en Cristo,
porque es ahí donde podemos encontrarnos con Él cara a cara.

(ii) Pero Tomás tenía dos grandes virtudes:


1) Era auténtico. Se negaba en redondo a decir que creía lo que no
creía, o que entendía lo que no entendía. No era hostil, pero tampoco
interesaba congraciarse con el grupo. Jamás acallaba sus dudas
pretendiendo no tenerlas. No era de los que recitan un credo sin saber lo
que están diciendo. Tomás tenía que estar seguro, y eso no se le puede
reprochar. Tennyson escribió: “Vive más fe en una honrada duda, que en
muchos de los credos”.

- Hay una fe más auténtica en la persona que insiste en estar segura, que
en la que repite rutinariamente cosas que no ha pensado nunca por sí y que
es posible que no crea de veras. Esa es la duda que a menudo acaba en
certeza.

2) La otra gran virtud de Tomás era que: Cuando estaba seguro de


algo, no se quedaba a mitad de camino. Tomás dijo: «¡Mi Señor y mi
Dios!». Esa no fue una confesión a medias, sino la más completa del
Nuevo Testamento.

- Pero él no era uno de esos que airean sus dudas para practicar una
especie de acrobacia intelectual; dudó hasta llegar a la seguridad; y una
vez que llegó, se rindió totalmente a la certeza.

- Cuando una persona alcanza la convicción de que Jesucristo es el Señor,


venciendo sus dudas llega a una seguridad que no puede alcanzar alguien
que Sí acepta las cosas sin pensarlas.

- Tomás representa al creyente que se esfuerza en tener una fe razonada.

(III) Tomás tiene algo muy simpático: Era de lentas arrancadas y remates
veloces. Era un hombre que tenía que estar seguro; tenía que calcular el
precio; pero, una vez que estaba seguro, y una vez que había contado el
precio, llegaba hasta el límite de la fe y de la obediencia.

- Cuando el Señor se aparece nuevamente a la semana, pasados ocho días,


y luego de desear la Paz a todo el grupo, se dirige directamente a Tomás y
le dice: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en
mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

De forma amorosa Jesús le responde a cada una de sus demandas. Y el


escéptico, el que quería “señorear sobre el Señor”, poniendo condiciones y
dando órdenes, se doblegó ante el amor y la omnisciencia de Jesús y le
dijo: “Señor mío y Dios mío”. Tomás vuelve a la docilidad; ya no quiere
darle órdenes a su Señor.

- No hubo nada inadecuado en las palabras de la confesión que Tomás


pronunció, al contrario. Pero sí hubo algo inadecuado en la forma en que
llegó a ese nivel de fe. Hubiera debido creer sin haber visto.

- Sin embargo, como el Señor es experto de sacar bendiciones de


tragedias, de sacar lo bueno de lo malo, para provecho de quienes iban a
llegar a creer en él en los años venideros, Jesús dice ahora,
“Bienaventurados los que, aun sin ver, son, sin embargo, creyentes”. La fe
que procede del ver es buena; pero la fe que procede del oír todavía es
más excelente.

- Una fe como la de Tomás es mejor que una confesión templada,


expresada a la ligera, por la emoción; y una obediencia como la suya es
mejor que una conformidad fácil que se muestra de acuerdo en hacer algo
sin contar con el precio, y luego se vuelve atrás.

El Señor no menosprecia ni reprende a quienes dependen de sus sentidos


para asegurarse y tener fe. El Señor no reprende a quienes tienen un
espíritu inquisitivo y acucioso, riguroso en conocer y verificar por tener
sed de saber; al contrario, Él está dispuesto a saciar nuestra sed de
conocimiento, pero nos invita a que perfeccionemos la fe y confiemos en
Él, y esto, por medio de oír la palabra de Dios, para que ya no seamos
ESCÉPTICOS QUE DEBAMOS SER CONVENCIDOS, como Tomás.

Cuenta la tradición que Tomás aprendió la lección, y se perfeccionó en la


fe y la obediencia de tal manera que desarrolló un hermoso ministerio en
la India; y, hasta el día de hoy, dos mil años después, hay una iglesia
cristiana en el Sur de la India que se llama la Iglesia de Santo Tomás,
porque se cree que él fue su fundador.

Querido amigo que me estás escuchando, quizá todo este tiempo te ha


costado creer y confiarle tu vida a este Jesús amoroso que se entregó por
ti y por mi, asumiendo un sacrificio inmenso y recibiendo el castigo que
NOSOTROS merecíamos por nuestra maldad y pecado, quiere entrar en
tu corazón para traerte salvación.

Si quieres recibir a Cristo, repite conmigo esta oración: Padre celestial,


gracias por tu amor, gracias porque enviaste a tu hijo Jesús a morir por
mi en una cruz; HOY me arrepiento de todos mis pecados y quiero que
me perdones; deseo recibir a tu hijo Jesucristo en mi corazón como Señor
y Salvador. Yo creo que él no sólo murió sino que resucitó de entre los
muertos y viene otra vez. Hoy te recibo por padre, recíbeme tú por hijo.
En el nombre de Jesucristo, tu hijo amado, por intermedio del Espíritu
Santo… Amén!
También quisiera orar por ti amado hermano: Padre Celestial, gracias
por esta palabra hermosa que hemos recibido en esta oportunidad.
Gracias porque…
….
….
Guárdanos de todo mal y del malo.

En el nombre de Jesús, Amén!

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