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Jorge O´Reilly
La Constitución del 53 y las bases de Alberdi en relación a la Argentina actual.
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“La República Argentina, simple asociación tácita e implícita por hoy, tiene que
empezar por crear un gobierno nacional y una constitución general que le sirva de regla.”1
Así adelantaba sus intenciones el progenitor de nuestra regla fundamental, en las
primeras líneas de sus Bases. Este trabajo fue una declaración de principios que
marcaban, en los albores de la Patria, un rumbo radicalmente distinto respecto de sus
predecesores. Juan Bautista Alberdi vislumbró una Argentina desde aquella Constitución
y aquellas Bases. El propósito de este trabajo es delinear brevemente aquellos fines que
esta ley nos impuso como Nación, para ver en qué medida la Argentina de hoy se
mantiene en ese rumbo.
Antes de avanzar con la redacción, valga la aclaración de que el que escribe no
necesariamente acuerda en todo con Alberdi. Sí se rescata lo mucho de bueno que
tuvieron sus ideas, y nuestros primeros intentos legislativos que nos llevaron a ser lo que
supimos ser. Ahora bien, no pasa de ser un texto comparativo, en el que se comparan
medios y fines de hace tiempo, con su resultado actual, sin que la opinión sobre el deber
ser de las leyes juegue un papel protagónico.
Según la visión del jurista, Argentina se hallaba en un punto de inflexión en
materia de Derecho Constitucional. Pasada la turbulencia propia de las guerras de la
independencia, debíamos constituirnos nuevamente como nación, y cambiar los fines
primeros de nuestra organización política. La independencia y la libertad exterior debían
ser guardadas, pero no era ya necesario bregar por ellas. Era en consecución de estas
metas que se habían redactado la Constitución de 1819, los pactos interprovinciales
(entre los que destaca el Pacto Federal del ´31), y Constitución de 1826. La siguiente
debía de buscar la preservación de esos fines ideales, que exigiría perseguir otros fines
que las legislaciones anteriores habían dejado de lado: “el progreso material, la población,
la riqueza, los intereses económicos.” En definitiva, los medios prácticos tendientes a
hacer realidades los fines de la Nación desde sus orígenes. Sólo de este modo
concluiríamos la separación definitiva de una España marchita: dejando de apuntar todo
nuestro ordenamiento hacia ella.
1 ALBERDI, J. B. Bases y Puntos de Partida para la Organización Política, Estrada, Buenos Aires, 1945, 8
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de conseguir que dejen ellos de ser palabras y se vuelvan realidades.”8 Como medios para
ello, se pueden marcar el capital, el trabajo, la tierra, la flexibilidad legal, la libre
navegación fluvial, y la minimización de las imposiciones fiscales..
Cuando habla de la legislación como medio de estimulación, marca como primer
factor el crédito privado: “el crédito es la disponibilidad de capital, y el capital es la varilla
mágica que debe darnos población, caminos, canales, industria, educación y libertad.”9
Para facilitar el capital, no solo es menester dar facilidad al crédito sino también al que lo
da y al que lo recibe. En otra publicación del mismo autor,10 establece como primer
principio de la formación de la riqueza la fuerzas o agentes productores, que son el
capital, la tierra y el trabajo. Fecunda en tierra, a la Nación le restaba hacerse de mejores
trabajadores y, fundamentalmente, capital. Era preciso abrirnos, permitir que nuestra
flaca economía fuera vigorizada por el flujo del dinero europeo y por las tecnologías que
pudieran hacer producir a nuestra tierra. “Dejad que los tesoros de fuera como los hombres
se domicilien en nuestro suelo. Rodead de inmunidad y de privilegios el tesoro extranjero,
para que se naturalice entre nosotros.”11Todo el capítulo XVI (relativo a la legislación como
medio de estimular la población y el desarrollo de nuestras repúblicas) está sembrado de
alusiones a la flexibilización de la faz dinámica del tráfico jurídico. Facilitar al extranjero
la adquisición de buques, simplificar su adquisición del domicilio, conceder goce de los
derechos civiles, remover trabas e impedimentos a los matrimonios mixtos. El extranjero,
y su dinero, debe no solo poder venir, sino que debe ser atraído por las condiciones del
derecho civil argentino. Alberdi señala que nuestro suelo es rico, vasto y deshabitado, e
incluso con cierta picardía alude a la belleza andaluza de las mujeres argentinas como
medio de conquista.12 Es en este punto que se ve la profunda importancia que revestía la
inmigración en su pensamiento, fungiendo como fin y como medio para prácticamente
todas sus aspiraciones.
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Todas estas modificaciones planteadas, que constituían una virazón radical del
sistema de las leyes de Indias, apuntaban a constituirnos en la faz económica como una
economía de mercado, y respetar el derecho inherente a nuestra naturaleza a la
disposición de nuestros bienes. “Comprometed, arrebatad la propiedad, es decir, el derecho
exclusivo que cada hombre tiene de usar y disponer ampliamente de su trabajo, de su capital
y de sus tierras para producir lo conveniente a sus necesidades o goces, y con ello no hacéis
más que arrebatar a la producción sus instrumentos, es decir, paralizarla en sus funciones
fecundas, hacer imposible la riqueza.” Esto puede analizarse más en profundidad en este
otro trabajo publicado por el autor, en el que prima la economía tanto desde lo ético como
desde lo estrictamente legal.
A grandes rasgos, Alberdi comprendía que la propiedad es un derecho inalienable,
ya que es en definitiva una faz más de la personalidad. El capital no es sino un resultado
del trabajo anterior, siendo este la acción de las facultades humanas aplicadas a la
producción de la riqueza.13 En línea con esta interpretación, García Belsunce acuerda que
“la propiedad es un atributo de la personalidad. Es un derecho natural y como tal
preexistente a su reconocimiento constitucional. Por esa preexistencia, precisamente, es que
la Constitución declara, reconoce y garantiza el derecho de propiedad como inviolable y la
correlativa facultad del individuo de usar y disponer de ella.”14 Este es el fundamento y la
inspiración del artículo 18 de su proyecto constitucional, al expresar lo siguiente: “La
propiedad es inviolable. Nadie puede ser privado de ella sino en virtud de ley o de
sentencia fundada en ley.”15 Esta primera parte del artículo fue virtualmente copiada por
los constituyentes del 53, en el artículo 17. Es decir, por un lado Alberdi destaca la
utilidad práctica de reducir el impacto del fisco y liberar al individuo el señorío pleno de
lo que le es suyo en justicia. Pero por un segundo lado, responde la obligación del Estado a
minimizar su impacto en el patrimonio de los gobernados, del respeto justo y debido a lo
que surge directamente de su personalidad. Gravar en demasía el capital, equivale a
quitarle al ciudadano el fruto de su trabajo, extralimitándose en lo que la exigibilidad de
los deberes para con la Patria permite.
13 ALBERDI, Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, Vaccaro, Buenos Aires, 1921, 22.
14 GARCÍA BELSUNCE, Horacio A. Algo más sobre la Confiscatoriedad en la Tributación, La Ley, 1990-E , 651
15 ALBERDI, Bases, 299.
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tomar en cuanto todos los impuestos, tasas y contribuciones que pagamos, y no hacerlo
individualmente.”20 Esta realidad impacta profundamente en la atracción de capitales
extranjeros, e incluso propicia una comprensible fuga de capitales. Sin embargo, no es la
empresa multinacional la que más sufre esta situación, sino la empresa doméstica,
pequeña y mediana (PyME), que por ser menos eficiente tiene un margen más acotado de
ganancia. Es de observar que el 99% de las empresas en la Argentina pertenecen a esta
categoría, según relevamiento del Ministerio de Producción de la Nación.21
“La legislación civil y comercial, los reglamentos de policía industrial y mercantil
no deben rechazar al extranjero que la Constitución atrae22.” Con esta frase, Alberdi
marca otro pilar de su teoría constitucional: la necesaria concordancia entre las leyes de
rango común y la Norma Suprema. Esto deriva del estatus supremo que en el ámbito
jurídico-positivo debe caracterizar a la Constitución, nota que comparten todas más allá
de la inspiración ideológica que les sirva de base.23 Verlo como una meta resulta
desconcertante, ya que no es algo particular del autor ni del constituyente, sino general
cualquier proyecto de Constitución, e inherente a la misma naturaleza de las normas
fundamentales modernas desde el constitucionalismo liberal. Es por eso que resulta tanto
más necesario aludir a este concepto, dada la escisión que se llevó a cabo entre nuestro
cuerpo legal y la norma que debiera regirlo.
El autor de las Bases nota que las leyes civiles de tramitación y comercio habían de
modificarse y concebirse en el sentido de las mismas tendencias que deben presidir a la
Constitución,24 tendencias que por otro lado se recogieron en el 53. Desde entonces, la
Constitución ha sufrido varias reformas, la última de las cuales se llevó a cabo en el 94.
Sobre esta reforma, afirma Pérez Duhalde que “el Estado que concibe el texto
constitucional de 1994 es un protagonista activo llamado a impulsar una serie de
soluciones en el terreno económico y social a tal punto que enrolan a nuestra Carta Magna
en las líneas del constitucionalismo social, como muy bien lo ha señalado la doctrina
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constitucionalista encabezada por Germán Bidart Campos y Pedro J. Frías, entre otros
autores argentinos importantes.”25 Como consecuencia de estas reformas (que por demás
respondieron a nociones presentes ya en la reforma derogada del 49, e incluso anteriores,
formando hace décadas parte de nuestra Constitución material), se genera un aumento
en el tamaño y el gasto del aparato estatal. En particular, el artículo 14 bis provee una
plétora de derechos laborales y sociales, cuya aplicación resulta en aproximadamente el
60% del gasto estatal actual.26 La aplicación concreta de esos derechos constitucionales,
por otra parte, forma una madeja normativa subordinada inabarcable, directamente
opuesta a la flexibilidad laboral y procesal civil y comercial preconizada por Alberdi.
“Poco importaría que encontrase caminos fáciles y ríos abiertos para penetrar en
lo interior, si había de ser para estrellarse en leyes civiles repelentes. Lo que se avanzaría
por un lado, se perdería por otro”.27 Nuestras leyes civiles son definitivamente poco
atractivas para con el extranjero, y ciertamente no se concibieron en la misma dirección
en la cual nuestros constituyentes sancionaron el texto del 53. No están por ende en
concordancia con el espíritu de las Bases, ni con la Constitución del 53, pero sí lo están con
el texto actual. Para desazón del jurista, hay una unidad del cuerpo legal y la Constitución;
pero corre opuesta a los principios por él planteados.
Otro ítem que surge del texto de las Bases es el de la libertad de cultos. J. Casiello
define a la libertad de cultos como “el reconocimiento por parte del Estado del derecho de
realizar los actos externos y públicos reclamados por los dogmas o principios de la propia
creencia.”28 El tratamiento que Alberdi promovía desde el Estado, respecto de cuestiones
religiosas, era el de la religión del Estado, y la tolerancia de las religiones que quienes
inmigrasen pudieran profesar. En el capítulo XVIII muestra escuetamente su propuesta
respecto de cuestiones religiosas: “Será necesario, pues, consagrar el catolicismo como
religión de Estado; pero sin excluir el ejercicio público de los otros cultos cristianos. La
libertad religiosa es tan necesaria al país como la misma religión católica.” 29
25 PÉREZ DUHALDE, Alejandro, El modelo Económico de la Constitución Argentina y la Reforma del Estado,
JAJA 2003-II-880
26 Ley N 2.743 (Presupuesto Ejercicio 2018)
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28 CASIELLO, Juan, Iglesia y Estado en la Argentina, Problet, Buenos Aires, 1948, 108.
29 ALBERDI, Bases, 116-117.
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A través de las tres cuestiones precedentes, se vio la importancia que para el autor tenía
la inmigración, fundamentalmente la europea. La máxima quizá más recordada de Alberdi
fue “gobernar es poblar,” previamente citada. Al momento de escribir las Bases, lo más
urgente era dotar de la Argentina de población: Con un millón escaso de habitantes por
toda población en un territorio de doscientas mil leguas, no tiene de nación la República
Argentina sino el nombre y el territorio.”33 Para transformar esta República en Nación,
era menester realizar dos cambios: quitar las trabas a la inmigración que del sistema de
Indias retenían vigencia, y quitar cuantas disposiciones arbitrarias disuadieran al
extranjero a venir.
Las condiciones impuestas a quien quisiera habitar nuestro suelo fueron
removidas íntegramente desde un mismo comienzo en el ´53. Desde el mismo Preámbulo
se establecen los beneficios de la libertad para todos los hombres del mundo que quieran
habitar nuestro suelo. El artículo 25 (vigente hasta hoy) establece que “El Gobierno
federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con
impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por
objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las
artes.”34 El artículo 20, también vigente, establece lo siguiente: “Los extranjeros gozan en
el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su
industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar
los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No
están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas
extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación;
pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y
probando servicios a la República.” Es decir, todas las facilidades le fueron dadas desde un
principio, lo cual se evidencia con la explosión demográfica ocurrida entre la entrada en
vigencia de la Constitución y la primera mitad del siglo XX, período en el cual pasamos de
menos de dos millones de habitantes35 a más de dieciséis millones.36
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Esta apertura al mundo se mantiene hoy en día, e incluso se ha ido más lejos, ya
que la ley de Migraciones establece como un derecho la migración, explícitamente
reconocido en su artículo sexto.37 Sin embargo, por todo lo expuesto en lo relativo a la
prosperidad económica y la tendencia que debió de seguir nuestro derecho civil, no se
puede afirmar que nuestro país sea un destino favorecido por la inmigración europea.
Como predijo Alberdi, a medida que nuestra Nación viró hacia un proteccionismo más
acentuado, la inmigración fue disminuyendo, pasando de un pico de casi 30% en el 1914,
a menos de 5% según datos del 2017.38
Por último, Alberdi buscó un mejoramiento moral del Estado. Este último punto, el
más comprensivo de todos, se nutre de las demás cuestiones que, como dijimos, son
medios para el Bien Común. La misma prosperidad económica se encaminaba a ese fin:
“los hechos prueban que se llega a la moral más presto por el camino de los hábitos
laboriosos y productivos de esas nociones honestas, que no por la institución abstracta; ”
“La industria es el gran medio de moralización. Facilitando los medios de vivir, previene el
delito, hijo las más veces de la miseria y del ocio.”39 Asimismo, Alberdi sentó las bases
para un sistema de educación pública, apuntado a una instrucción del pueblo tal, que en el
largo plazo pudiera rivalizar con la Inglaterra que era para él el ideal de civilización. Es así
como a fin de hacer un último balance, podemos juzgar la aplicación de esta meta de
Alberdi de acuerdo a dos medidas: la educación pública, y el respeto por las leyes.
La educación argentina supo ser destacada en su momento, pero, como indica
Ciuro Caldani, “la pérdida del muy elevado prestigio que tuvo en otro tiempo (la
educación argentina), sobre todo la educación pública, es notoria.”40 Desde un primer
momento estuvo garantizada, siendo potestad de las provincias el dictar una Constitución
que asegure el cumplimiento de una formación primaria gratuita.
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En cuanto al respeto por las leyes, es quizá el punto en que más hemos fracasado
como sociedad. Guillermo Portela, autor de numerosos libros y artículos jurídicosen el
ámbito iusfilosófico, nos habla de un “factor jurídico” a nuestra decadencia, según el cual
“vemos que el problema argentino es el del menosprecio a la norma: nuestra costumbre
de violar, burlar o despreciar a la ley.”41
En conclusión, el análisis de la Constitución del ´53 y de su principal progenitor en
relación a hoy en día, nos muestran que no nos hemos mantenido en el mismo rumbo
jurídico. El paso del constitucionalismo liberal, al constitucionalismo social es un hecho
inequívoco, y resta por juzgar si fue un paso en falso o si tan sólo debemos lograr hacer
funcionar las reformas que los últimos años se han gestado en la Argentina.
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