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DISCERNIMIENTO VOCACIONAL1

Aprender a discernir es tarea de toda la vida. Permanentemente tenemos que


tomar decisiones y corremos el riesgo de equivocarnos. Podemos elegir aquello
que no lleve a la vida sino a la muerte.
En la vida hay momentos muy especiales en los cuales se necesita hacer un
discernimiento profundo porque se deben tomar decisiones importantes (vocación,
elección profesional…).
Hoy, la habilidad para discernir es indispensable para cualquier persona que
quiera recorrer un camino de crecimiento espiritual.
No es sencillo distinguir lo que nos dará vida o no, lo que nos hará felices o no.
Nadie, en su sano juicio, escoge la ruina y la muerte; pero son muchos los que
hacen opciones que desembocan en ello. La posibilidad de escoger mal está ahí. La
necesidad de aprender a elegir ¡es cuestión de vida o muerte!

¿Qué es discernir?2
Discernir es reconocer por dónde nos va llevando y por dónde nos quiere llevar el
Espíritu de Dios, para dejarnos conducir por Él.
Discernir no es simplemente preguntarle a Dios: ¿qué hago?, y esperar
pasivamente una respuesta. Ni tampoco es la mera “obediencia a su voluntad”. La
obediencia a la voluntad de Dios será el fruto del discernimiento.
Cuando discernimos, se establece un diálogo de deseos: entre nuestros deseos
hondos y auténticos y los grandes deseos de Dios sobre nosotros. Hay que
zambullirse en los grandes deseos y aspiraciones personales y llegar a descubrir
que el sueño de Dios sobre nosotros está en consonancia con ellos.
Es un ejercicio de la libertad Cristiana sólo puede discernir y decidir3 quien tiene:
- Libertad y santa indiferencia4.
- Parresía5, osadía, grandeza de ánimo, generosidad (San Ignacio).
- Conocimiento profundo y honesto de sí mismo/a, para no confundir los
deseos auténticos con las compulsiones y/o caprichos.
- Conocimiento auténtico del Dios de Jesús: sus deseos, sus modos de actuar,
sus preferencias…

1 Tomado de CASALÁ, Luis, ¿Ustedes quieren irse? Acompañamiento y discernimiento, Editorial


Claretiana, Buenos Aires 2014, págs. 57-102
2 Discernir es definido por la Real Academia Española, en su primera acepción, cómo “distinguir

una cosa de otra, señalando la diferencia que hay entre ellas”. En griego, el verbo es dokimázein,
que designa la acción de probar, con el fin de aprobar o rechazar. Aprobar lo auténtico (dókimos)
y rechazar lo inauténtico (adókimos).
3 El discernimiento, normalmente, termina en una elección.
4 Santa indiferencia, término de San Ignacio de Loyola, no significa dejadez o “no me importa”; sino

que sería la actitud de apertura total a la voluntad de Dios, desapegados/as de nuestro propio
querer.
5 Parresía: decir todo con libertad y verdad, buscando el bien.
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Requisitos para poder discernir bien:


1. La conciencia personal. El requisito fundamental es que exista una conciencia
que me diga “esto te lleva a la vida”, es bueno; “esto te lleva a la muerte”, es malo.
La conciencia es el lugar más íntimo de uno/a mismo/a, desde el que se
discierne. Y es la única que de una manera absoluta puede obligarnos. Sin
embargo, la conciencia necesita criterios para poder hablar e indicar. Esos
criterios son los valores. La conciencia se forma, se alimenta de valores, que no
se adquieren de una vez para siempre. Para nosotros/as, el gran marco de los
valores es el Evangelio.
2. Capacidad de optar por la vida. Hecha costumbre, hábito. Buscar y elegir lo que
nos da vida y lo que da vida a otros y otras. Parece fácil pero en nuestro interior,
muchas veces, estamos heridos/as, escuchamos voces negativas que nos
paralizan, nos disminuyen, nos culpabilizan… todos/as buscamos la felicidad,
pero demasiadas veces nos equivocamos de camino; elegimos lo más fácil, lo
que nos produce más placer o menos complicaciones. Lo que no necesariamente
nos da más vida. La capacidad de optar por la vida se manifiesta en:
- Saber trabajar y descansar equilibradamente
- Saber amar y también saber dejarse amar
- Saber reír y generar buen ambiente
- Ser abejas: ver lo positivo de las personas y situaciones, valorar los propios
logros, aprovechar hasta las cosas negativas y los errores
- Dialogar/escuchar con empatía, saber “ponerse en los zapatos del otro”
- Tener capacidad de perdonar y perdonarse
- Un adecuado nivel de autoestima (fundamento de todo lo demás).
Indicadores de baja autoestima:
 Autocrítica rigurosa
 Hipersensibilidad a la crítica
 Indecisión crónica
 Deseo excesivo de complacer
 Culpabilidad neurótica
 Hostilidad constante
 Actitud hipercrítica
 Tendencias depresivas
3. Conocer (conocimiento interno, con el corazón) al Dios de Jesús. Quién sea Dios,
lo que Él quiere para todo sus hijos, lo descubrimos en la persona y el mensaje
de Jesús. No podemos conocer su voluntad si no hay un mínimo conocimiento y
experiencia de Él. Debemos purificar la imagen de Dios. Tomar conciencia de los
“fetiches” e “ídolos” a quienes llamamos “dios”:
 El dios de la perfección, que exige perfección.
 El dios que exige sacrificios.
 El dios que nos mide por las obras y por los logros.
 El dios que es “mi dios”, pero que me aleja de los otros.
 El dios mágico o manipulable.
 El dios de la ley y de la norma, juez implacable.
 El dios que no me hace integrar el dolor humano y es para mí sólo
fuente de gratificaciones.
 El dios del poder y del dinero.
 El dios de la paz sin problemas, de la paz sin justicia.
 El dios obsesivo sexual, cuya preocupación es mi pureza genital.
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4. Tener el hábito de la oración. Experiencia básica de oración. Oración de silencio


para poder escucharlo
5. Estar en la onda del Espíritu. Nos brinda sabiduría, nos hace gustar las cosas de
Dios (justicia, derecho, perdón, misericordia, ternura, pasión por los pequeños y
los pobres…) y nos lleva a tener sus mismos anhelos.
6. Siempre se hace con sentido de pertenencia a la “comunidad eclesial”.

Nociones básicas sobre el discernimiento.


- Agentes que intervienen:
 El sujeto que discierne: debe ser persona libre, consciente,
responsable, con una madurez afectiva básica, entre otras cualidades.
 El Buen Espíritu, el Espíritu de Dios.
 El Mal Espíritu, “fuerza” que arrastra al mal, obstáculos a la voluntad
de Dios, la “lógica” antievangélica.

- El “vehículo” a través del cual Dios se expresa: consolación y desolación.


¿Cómo experimentamos lo que Dios nos quiere decir?
 Las consolaciones y las desolaciones son sensaciones 6 , se
experimentan en y con el cuerpo. Consolaciones: sensaciones de paz,
alegría, gozo, luz, serenidad, etc. Desolaciones: sensaciones de
tristeza, abatimiento, disgusto, ansiedad, etc.
 De dónde vienen: origen de esas “sensaciones”
- De Dios, a través de su Espíritu.
- De las fuerzas del mal, del Mal Espíritu, del pecado.
- De los “signos de los tiempos”, mediaciones históricas a
través de las cuales Dios nos habla. No siempre son cosas
buenas (p. ej. situaciones de dolor o injusticia).
- De nuestro manantial: fortalezas, dones, carismas personales.
- De nuestras heridas: sufrimientos, debilidades, miedos,
complejos, historia de pecado…
 A dónde apuntan: ¿cuál es su derrotero-itinerario? ¿A dónde nos
llevan?
- La acción del Buen Espíritu: al banquete Reino
o A ser más misericordiosos.
o A trabajar por la justicia y la paz.
o A cuidar de nosotros/as mismos/as, a tener justo
aprecio y amor por sí mismo/a.
o A sufrir persecución, incomprensión, soledad por
Jesucristo y el Reino.
- La acción del Mal Espíritu: al mal, a construir el “anti-reino”
o A romper la comunión.
o Al aislamiento.
o A mayor agresividad, tristeza y depresión.
o A toda forma de violencia, egocentrismo y muerte.

6 Son mediaciones humanas. Dios siempre se comunica a través de “mediaciones humanas”. Pueden
ser internas: ideas, sensaciones, emociones, sueños, deseos, imágenes. Pueden ser externas: un
texto de la Palabra, un acontecimiento, un encuentro, una frase dicha al pasar, la persona que
acompaña, etc. Pero sólo serán mociones si “tocan” de alguna manera la afectividad, si mueven y
conmueven. Las meras lindas ideas no son mociones; pueden “encandilarnos”, pero no movernos.
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 Moción: viene de Dios. Lo que el Buen Espíritu nos inspira. Puede


venir envuelta en desolación (para provocar conversión, cambio de
rumbo hacia el buen camino); pero siempre, al final, produce
consolación profunda.
 Treta: algún tipo de engaño del Mal Espíritu. Dificultad, desolación,
tristeza… que nos induce a obrar mal, a abandonar el buen camino. A
veces se disfraza de moción, porque se presenta como aparente
consolación. Finalmente, la treta siempre produce desolación.
Clases de tretas:
- Para “principiantes”: provienen de nuestras heridas, de
nuestros deseos más “carnales”, de la sensibilidad, el
cansancio, los sentimientos de culpa… pretenden que
abandonemos el buen camino, los buenos propósitos. Son
relativamente fáciles de discernir porque llevan claramente al
mal.
- Para “avanzados”: suelen provenir de nuestras cualidades,
aptitudes, ideales, fortalezas. Son más difíciles de discernir
porque son fervores indiscretos, ideales exagerados.
Normalmente se asocian con buenas justificaciones, que en
realidad son “falsas razones”.
- “Distractivas A”: cuando la persona se obsesiona de tal
manera con una debilidad, problema y/o pecado que ello le
impide ver una dificultad más grave o importante.
- “Distractivas B”: cuando una moción nos encandila, nos
entusiasma y nos quedamos en ella de manera que nos
impide seguir avanzando o escuchar a Dios que nos llama a
más.
 Prueba: dificultades, incluso desolaciones, que vienen del Buen
Espíritu. También las tretas cuando son vencidas, porque entonces
se comprueba nuestra fe y fidelidad.

- Cómo podemos reaccionar frente a las mociones y tretas:


 Acoger y secundar la moción, llevando a la práctica lo que Dios nos
mueve a hacer o dejar de hacer (incorporarla a nuestra historia).
 Rechazar la treta, vencer la tentación.
 Transformar la moción en treta: sucede cuando no sabemos acoger
adecuadamente la moción. Se transforma en una trampa. Por
ejemplo, cuando nos planteamos “ideales exagerados”, “fervores
indiscretos”, que responden más a nuestro “ego” que al plan de Dios.
 Acoger y secundar la treta, cuando sucumbimos al engaño.
 Cotejar la respuesta con alguien (acompañante espiritual,
confesor…), sabiendo que nunca seremos “los mejores jueces de
nuestra propia causa”.
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- Frutos que se esperan de un buen discernimiento:


 Conocer más profundamente, con mayor claridad y certeza, la
Voluntad de Dios sobre nosotros/as.
 Un mayor auto-conocimiento.
 Darnos cuenta de cómo Dios obra en cada uno/a, cómo nos conduce,
cómo nos ama.
 Desarrollar la habilidad para desenmascarar al Mal Espíritu y vencer
sus tretas.

- La meta: lograr que la capacidad de discernir sea algo natural. Se consigue:


 Cuando se ha logrado unificar la propia historia para descubrir cómo
Dios nos ha ido conduciendo.
 Cuando se descubre hacia dónde Dios nos va llevando.
 Cuando vivimos conscientes, vigilantes, despiertos/as. Cuando
tenemos la capacidad de darnos cuenta de lo que nos pasa, de lo que
sentimos.
 Cuando tenemos claridad sobre dónde se apoya nuestra vida, cuál es
su sentido, quién nos creó y para qué vivimos. A dónde Dios quiere
llevarnos, cómo nos va llevando, cómo y cuándo se nos manifiesta.
 De tal manera que en cada circunstancia podemos preguntarnos: tal
decisión, alternativa, situación, relación, actitud, deseo… ¿encaja con
la orientación de mi vida y con la forma en que Dios actúa conmigo?

Pasos en el proceso de discernimiento


1. Partir siempre de la experiencia que se vive. ¿Qué es lo que experimento?
Darnos cuenta de lo que nos pasa, adueñarnos de ello (imágenes, pensamientos,
sensaciones… agradables y desagradables), ponerle nombre y escoger algo que
se quiera examinar.
2. Tener en cuenta en qué ocasión acontece eso que se vive. ¿Qué circunstancias
provocaron esta experiencia? Hay circunstancias, redes sociales, amistades,
cosas… que mecánicamente llevan hacia el bien o hacia el mal. Prestar atención
a cuándo y dónde suelen sucedernos estas cosas.
3. La vinculación que tiene lo que nos sucede con nuestra psicología. Tanto Dios
como el Mal Espíritu emplean nuestro “material psicológico” (heridas,
potencialidades…) para revelar sus invitaciones. Dios, en las heridas actúa como
bálsamo; en las fortalezas, lleva a plenitud. El Mal Espíritu agranda nuestras
heridas, nos lleva a excesos y compulsiones.
4. El derrotero: ¿hacia dónde nos lleva eso que experimentamos? Es, tal vez, el
criterio fundamental y más simple del discernimiento. Nos lleva al Reino:
justicia, misericordia, cuidado de sí … a dar buen fruto. O nos lleva a agrandar
las propias heridas, a herir a los demás, a la soledad, individualismo, agresividad,
desconfianza…
5. La respuesta personal. Puede ser: secundar la moción, llevando a la vida
cotidiana lo que el Espíritu nos inspira; o no secundarla. Rechazar la treta,
transformándola en prueba; o dejarse seducir por el Mal Espíritu. Es
fundamental el examen diario para darnos cuenta de lo que nos acontece y para
evaluar nuestro comportamiento frente a mociones y tretas.
6. La necesaria confrontación. Contrastar con alguien lo que nos sucede. El dejarse
acompañar es especialmente importante.
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Análisis de las mociones


Moción Las describo como “sensaciones” que finalmente
producen consolación, aunque a veces vengan envueltas
en desolación.
Paz / Alegría, gozo / Energía / Fortaleza / Luz, claridad /
Entusiasmo / Calor / Bienestar / Reconciliación, estar en
sí mismo, sentirme unificado-a / Deseos de irradiar /
sentirme en comunión / Inspiración / Apertura /
Serenidad / Plenitud / Ilusión / Estar vivo-a
Cuándo Cuando considero… / Con este texto de la Palabra… /
Cuando descubro… / Al sentirme invitado-a a …/ Al
lograr…/ Cuando veo… / Al recordar… / Cuando
imagino… / Al contemplar…
De dónde viene De mis fortalezas, cualidades… / De mis heridas… / No
encuentro una “causa”… / Es inspiración clara…
A dónde apunta A realizar tal acción… / Invita a desarrollar tal actitud o
virtud… / A entregarme a … / A salir de… / A cambiar… /
Pedir perdón… / Conocimiento más profundo de mí
mismo-a… / Conocimiento más profundo de Dios… / A
mayor compromiso con la justicia / A más misericordia /
A más “cuidado de mí mismo-a” / A más compromiso con
Jesús a pesar de la persecución y el conflicto
Reacción Alianza:
- compromiso para concretar la moción
- decir sí a lo que Dios me propone
- hallar medios que me ayuden a concretar
- “cotejar” con el acompañante
- contárselo a mi cuaderno
La convierto en “treta”:
- fervor indiscreto / ideal exagerado
- quedarme en la sensación de “bienestar” sin dar el
“nuevo paso”

Análisis de las tretas


Treta Las describo como “sensaciones” que finalmente
producen desolación, aunque en un primer momento
pueden producir consolación.
Tristeza / Bronca, rabia / Agresividad / Confusión /
Bloqueo / Disgusto / División / Malestar / Aislamiento /
Fastidio, hastío / Abatimiento / Fracaso / Impotencia /
Insatisfacción / Desencanto
Cuándo Cuando considero… / Con este texto de la Palabra… /
Cuando descubro… / Al sentirme invitado-a a …/ Al
lograr…/ Cuando veo… / Al recordar… / Cuando
imagino… / Cuando escucho que…
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De dónde viene De circunstancias externas / De mi “cuerpo” (cansancio,


incomodidad… / De mis “heridas psicológicas” / De mi
pasado de pecado / Del Mal Espíritu (ideales exagerados)
Del Buen Espíritu no vienen tretas.
A dónde apunta A sacarme del camino / A que abandone la oración / A
que abandone tal propósito / A que haga algo malo / A
que me encierre en esa “sensación” de tristeza, de
fracaso, de aislamiento… / A encerrarme en mí mismo-a /
A menos compromiso con la justicia / A menos
misericordia / A mayor egoísmo, egocentrismo
Reacción Alianza con la treta:
- cuando me dejo enganchar por la treta y echo más
leña al fuego, me doy manija…
- cuando hago caso de la sugerencia del Mal Espíritu
- cuando no cotejo, cuando oculto
- cuando no presento batalla
Rechazo:
- cuando transformo la treta en prueba y logro
aprender algo de Dios o de mí haciendo hablar a la
treta
- cuando pongo luz en las “falsas razones”
- cuando me “distraigo” y abro mi mente y no me
enredo
- cuando “huyo”
- cuando la combato con la Palabra
- cuando hago lo contrario
- cuando cotejo y cuento

Punto de partida del discernimiento vocacional


Supuestos básicos que hay que aceptar para iniciar un proceso de discernimiento
vocacional:
 Creer que Dios tiene un Plan, un designio, un sueño sobre cada uno/a de
nosotros/as.
 Creer que nosotros/as podemos conocer ese sueño.
 Saber que podemos y debemos responder con libertad a lo que Dios nos
propone. Podemos decir no. Tal vez por eso Dios nos regala signos y no
evidencias, para salvaguardar nuestra libertad.
 Percibir que ese sueño coincide con nuestros deseos más profundos y con
nuestras fortalezas; que somos capaces, podemos llevarlo adelante. Nos hará
felices.
 Conocer nuestros deseos y aspiraciones más profundas es esencial para
conocer la voluntad de Dios. Hace falta un “mínimo” de autoconocimiento y
un proceso de purificación de los deseos.
 Darse cuenta de que asumiendo ese proyecto seremos más útiles y
fecundos/as para los demás, haremos felices a otros.
 Descubrir que Dios también nos llama a través de nuestras heridas y
debilidades. Cuenta con nuestras fortalezas, que nos habilitan para lo que Él
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nos propone; pero también debemos experimentar que “cuando somos


débiles, entonces somos fuertes”. Entre lo que Dios nos propone y nuestra
realidad vulnerada hay una desproporción que sólo puede superarse
creyendo que “para Dios no hay imposibles”.
 Ser conscientes de que no hay una vocación “mejor” que otra. Cada quien
debe encontrar su modo de seguir a Jesús.

Tener precaución, no ser ingenuos


No siempre lo más difícil es lo que Dios quiere, ni lo mejor, ni lo que más nos
conviene. Los “ideales exagerados” no provienen del Buen Espíritu.
Lo definitivo es el amor. Dios no nos elige porque seamos buenos/as. Él nos ama y
nos elige; a nosotros/as nos toca responder a su amor.

Los “ruidos”7 en el proceso vocacional


Pueden ser síntomas de que ese camino no es para nosotros/as.
Pero también pueden ser indicadores de que tenemos que ajustar algo en nuestra
vida; p. ej. superar algún problema, defecto, limitación, herida... Siempre
tendremos que trabajar algunas cosas en nosotros/as para responder a la llamada.

Las cosas que sí nos van y nos gustan


Pueden ser síntomas de que estamos en el camino correcto, que nos podemos
realizar como personas y ser felices.
Pero también pueden ser indicadores de falta de criterio sano para darnos cuenta
de que algunas cosas ¡deberían hacernos ruido! O de falta de madurez personal,
que nos hace personas infantiles, acríticas.

Actitudes que no pueden faltar para hacer un buen discernimiento:


 Habilidad especial para escuchar la voz de Dios, entre tantas voces interiores y
exteriores que nos habitan. Dios nos habla en lo más profundo del corazón,
también a través de nuestros deseos y aspiraciones más legítimas y profundas.
 Voluntad decidida de querer lo que Dios quiere. Capacidad para ir dejando de
lado nuestra sabiduría y nuestras seguridades, anclados/as en la fe.
 Gran libertad interior, “santa indiferencia” y magnanimidad.
 Atención cuidadosa a lo que va pasando en el interior de cada uno/a. Llamadas,
sueños, deseos, proyectos, el cuerpo, etc. permitir que la vida vaya hablando y
saber escuchar. Es muy importante lo que vaya ocurriendo en la oración. La
oración será, en definitiva, el espacio sagrado en el que un yo humano
responda con un sí a un Tú divino.
 Apertura honesta y confiada con el acompañante espiritual. Dios se vale de
mediaciones humanas con las que es necesario confrontar. (En los casos de
discernimiento para la vida sacerdotal o consagrada, la decisión final debe ser
confirmada por la Iglesia, a través de sus mediaciones autorizadas).

7 Aquí se entienden por ruidos: dificultades, molestias, incomodidades, cosas que no van…
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Algunos elementos para confirmar si algo viene de Dios


 En el nivel de mi sensibilidad:
¿Cuánto me gusta? ¿Cuánto me cuesta? ¿Cuánto soy capaz de soportar los
inconvenientes de esa decisión?
 En el nivel de mi cuerpo:
¿Cuánto puedo? ¿Cuánto me sobrecargo? ¿Experimento resistencias en mi
cuerpo: rigidez, tensión, encogimiento, opresión, cansancio exagerado, etc.?
¿Experimento bienestar: alivio, soltura, flexibilidad, armonía, relajación, etc.?
¿Creo que tengo la salud y la energía suficientes para realizar esta decisión?
 En el nivel de la voluntad:
¿Lo quiero de verdad? ¿Lo quiero sin presiones, sin voluntarismos? ¿Me siento
libre? ¿Va todo esto con mis actitudes básicas frente a la vida? ¿Con mi escala
de valores real?
 En el nivel de mi ser o de mi yo real y profundo:
¿Se identifica tal decisión con lo más hondo mío? ¿Cómo se sustenta todo esto
en el bagaje de mis cualidades? ¿Cómo se relaciona con la forma en que Dios
me ha ido llevando siempre?
 En el nivel de la conciencia:
¿Me da paz profunda esta decisión? ¿Me deja tranquilo/a? A la hora de mi
muerte, ¿me hubiera gustado elegir esta alternativa? Si volviera a nacer de
nuevo, ¿tomaría la misma decisión?
En definitiva, ¿siento, experimento, que esto me da vida, me lleva a tener más
vida?
 En el nivel de la vida de los demás:
¿Esto les traerá más vida a las demás personas?
¿O les provocará, más bien, muerte, tristeza, desesperanza?

No está de más recordar que, en definitiva, sobre aquello que se discierne, sobre
aquello a lo que hay que decir un sí o un no, nunca se tendrá una certeza absoluta.
Finalmente, habrá que hacer, siempre, un acto de fe.
Creo que el Señor me llama a vivir este camino de vida cristiana, a vivir el evangelio
según este modo de vida.
Creo que eso responde a mis anhelos, deseos, ilusiones más profundas y que, por
tanto, me hará inmensamente fecundo/a y feliz.

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