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PROLOGO
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presencia del heroico pueblo que me rodea, es porque no quiero que
nadie piense que me mueve otro interés que la de cumplir mi deber,
como cristiano que soy... (Carraspea) Debo aclarar -antes de llevar
a cabo este acto maravilloso- que con esta señora que ven aquí, no nos
une ningún lazo familiar, ni amistad. Dicho con otras palabras: NO LA
CONOZCO. Es más: que le voy a dar una limosna sin pedir recibo
como indica y manda la ley. Con lo que queda demostrado "no me
beneficio absolutamente en nada". Que lo hago, porque yo: Don
Guillermo Chaparro Alfonso, Gobernador de ustedes, y dueño de la
mejor fábrica de embutidos del país, es una persona sensible al dolor
ajeno, y que los ama, por... por su inmaculado espíritu religioso. (Ala
Mujer, en tono solemne) ¡Señora pobre, reciba esta moneda de un sol, de
todo corazón!... (Sorpresa de la Mujer al mirar la moneda. Don
Guillermo se pone de pie y aplaude frenéticamente, se baja de la
banca, coge su pito o silbato y se aleja tal como llegó).
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Casa-hacienda de Amanda. De noche.
Amanda, sentada en el porche, tejiendo, y mirando el cielo de cuando en
cuando.
FELIPE.— (Apareciendo. Se detiene, mira el cielo y a su mujer. Preocupado)
Me cansé de escuchar las noticias por la televisión. Todos los días lo
mismo: si no matan a un policía, matan a un terrorista. Si no invaden
un país, lanzan una bomba nueva —sean los norteamericanos, rusos
o franceses— en cualquier parte del mundo, menos —¡claro está! en
Rusia, Estados Unidos o Francia...Cuándo acabará esto, me pregunto!
¡Cuando! (Observando a Amanda) ¿Qué miras, mujer...?
AMANDA.— (Serena) El cielo...No encuentro la estrella que cuida a la luna.
FELIPE.-- Debe estar escondida detrás de alguna nube. Ya apare cerá.
(Pausa. Mientras contempla el cielo) Resulta hasta desagradable
prender el televisor... Gracias a Dios que no estamos en la capital y
vivimos en un paraíso. No nos falta nada.
AMANDA.— (Aclaratoria y con una leve sonrisa) Hasta ahora.
FELIPE.— (Pensativo) Tratas de decirme algo, ¿verdad...?
AMANDA.— Sí... que mientras haya amor, no hay problema.
FELIPE.— Nosotros nos amamos...
AMANDA.— Hablo de amor Felipe. Recuerda que no vivimos solos, en una
isla...
FELIPE.— (Pensativo) Nunca me he metido en política... jamás hice mal
a nadie... Tengo mi conciencia tranquila. ¡No tengo nada que temer!
AMANDA.--- (Pausa significativa) ¿Y los demás...?
FELIPE.— Qué pasa con los demás...
AMANDA.— ¿Pensarán igual...?
FELIPE.— Por supuesto! ¡Ni locos que fueran, ¿verdad?!... (Con duda)
Amanda... ¿tu crees que estén locos?
AMANDA.— (Señalando) ¡Mira!... ¡mira la luna...!
FELIPE.— (Leve sorpresa) ¡Parece un eclipse...!
AMANDA.— (Pausa) No lo es... Los eclipses son bellos.
FELIPE.— Qué es entonces...
AMANDA.— (Con duda) No lo sé... Sólo sé que no me gusta. Ambos se
quedan mirando el cielo, y congelan.
En la chacra. De día.
Felipe, recogiendo la cosecha, revisando, o podando las plantas.
MATEO.— (Apareciendo) ¡Hola, Felipe!
FELIPE.— ¡Mateo, qué milagro...!
MATEO.— Pasaba por aquí. Bajo a la ciudad.
FELIPE.— ¿De compras?
MATEO.— A hacer unas averiguaciones. Las aguas que pasan por la casa-
hacienda han empezado a disminuir. Deben estar haciendo unos
arreglos y no nos han avisado.
FELIPE.— Que extraño...
MATEO.— ¿Por qué lo dices?
FELIPE.— Porque no tenemos ese problema. Debería afectarnos también por
vivir en la parte baja. ¿No te parece?
MATEO.— (Pensativo) No lo había pensado. Ahora entiendo menos...
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El eclipse, ¿no tendrá algo que ver con este asunto?
FELIPE.— ¿Eclipse?
MATEO.— Esta mañana escuché por la radio que... (Arrepentido) ¡Bah,
tonterías!
FELIPE.— Qué pasa.
MATEO.— Nada. No he dicho nada.
FELIPE.— ¡Habla! ¿Qué oíste?
MATEO.— (Pausa) Que... que pasó un corneta por... no me acuerdo por qué
parte de Europa, y... que éste había provocado un eclipse.
FELIPE.— Debe haber estado dormido ese comentarista. Se levanta tan
temprano... Lo que sí escuché fue que... por culpa de unas bombas
lanzadas por los norteamericanos —o no me acuerdo quien—, los
bosques de Austria han empezado a desaparecer.
MATEO.— (Pensativo) Muy interesante... ¿Qué tiene que ver América Latina
con esa bomba...?
FELIPE.— Bueno... A lo mejor las nubes... el aire...
MATEO.— Felipe, creo que empezaste a temar temprano.
FELIPE.— Tú no crees en los vientos, Mateo, pero yo, sí. Los vientos, ni las
nubes, tienen fronteras, y... y...
MATEO.— Felipe, te veo otro día. (Se dispone a partir) Amanda, ¿cómo
está?
FELIPE.— Bien.
MATEO.— Me alegro. Salúdala. Es una estupenda mujer.
FELIPE.— Gracias... Saludos a la tuya.
MATEO.— ¡Adiós! (Sale)
FELIPE.— (Pensativo. Reaccionando) ¡Qué hice...! ¡Su mujer murió la
semana pasada! Debí preguntar por el suegro... (Gesto de sospecha, y
disponiéndose a ingresar a la casa) ¡Amanda!... ¡Amanda!
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FELIPE,— ¡Qué interesante! Muy bien dicho! Qué más.
PAX.— No es la primera vez que me arrincona, papi. No es la primera vez.
FELIPE.— ¿No...?
PAX.— No, papi. Todas las veces que puede, me roba un beso.
FELIPE.— ¿Se puede saber qué edad tiene ese caballerito...?
PAX.— ¿Tony? ¿El flaquito...? Unos ocho años, papi. Abusa porque es hijo
de don Guillermo Chaparro Alfonso.
FELIPE.— ¿Qué Guillermo...?
PAX.— El señor de los silbatos, papi. El que anda haciendo obras de caridad
con su silbato.
FELIPE.— Ya lo recuerdo. (Con intención) Supongo hija, que no te
quedaste con los brazos cruzados. Que le diste su merecido...
PAX.— (Feliz, pícara) ¡Sí, papi! ¡Claro que sí! ¿Sabes que hice...?
FELIPE.— Infórmame. Te escucho.
PAX.— ¡Lo levanté y lo senté en la copa de un árbol! ¡Qué te parece papi!
(Cara de sorpresa de Felipe) ¡Vieras cómo gritaba el pobre!
¡Gritaba como un loco! ¡La directora tuvo que llamar a los bomberos
porque no lo podían bajar del árbol...!
FELIPE.— (Preocupado) ¡Pax, Pax, Fax! ¿Cuántas veces te he dicho que no
me gustan esas clases de juegos? ¿Te olvidas que... que eres distinta?
PAX.— (Con inocencia) ¿Por qué, papi? No entiendo. ¿Por qué?
FELIPE.— Porque... porque a la gente no le agrada la gente "diferente". No le
agrada la gente que hace algo. No les agrada, hija, que nadie se escape
del redil. Pax... Pax... no debiste hacerlo!
PAX.— (Arrepentida) ¡Papi, nadie le creyó! ¡Nadie me vio!... "Tony pesa
mucho para una niña tan chiquita", dijeron, papi. Además, el árbol
era muyyy alto,... y... y...
FELIPE.— (Más sereno) Hija, por favor... te lo suplico... te le ruego... no lo
vuelvas a hacer más... ¿De acuerdo?
PAX.— (Arrepentida) Sí, papi... No lo volveré a subir a la copa de ningún árbol.
FELIPE.— Nunca más... Nunca.
PAX._ (Para sí) Parece que tendré que dejar que me bese ese niño altote... lleno
de pecas... orejas grandes y... y...
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DON GUILLERMO.— (Aparece tocando sus silbatos. Silencio total) ¡Amigos, se
les saluda!... Como el tiempo es oro, el oro: dinero... y el dinero:
trabajo, ¡vayamos al grano! ¿Cuál es el problema de los pobladores de
Anticucho? ¿Quién me pide la palabra...? ¡A la una... a las dos... y a
las ...!
MATEO.— (Poniéndose de pie) Pido la palabra, don Guillermo.
DON GUILLERMO.— ¡Concedida don Mateo! El gobernador de este pueblo y
dueño de los Embutidos Tribilín, le concede a usted la palabra.
MATEO.--(Pausa) Acabo de regresar de la capital... Fui a averiguar por qué a mi
casa-hacienda -al igual que muchas otras-, llega poca agua en vista que
aquí nadie sabe nada ni da razón. Y cuál sería mi sorpresa al enterarme
que en la capital ha empezado a escasear el agua y... que el Congreso
anda más preocupado de la "posible cantidad de bombas atómicas que
está produciendo Rusia, del tráfico de drogas, y de los derechos
humanos pisoteados" que del agua!... Bien, don Guillermo, como es
usted nuestro representante, persona allegada al gobierno de turno...
UNA VOZ.— ¡Y de todos los gobiernos...! (Risas)
MATEO.— ¡Silencio, amigos!„. Decía que como persona allegada al gobierno,
pensamos que tendrá algo, o mucho que informar a los pobladores de
esta ciudad. Estamos reunidos, como ve, para que se nos dé una
explicación. (Alguien le pasa un papel por lo bajo) Parece --por lo que leo
en el papel que me acaban de alcanzar- que empezamos ya a tener
problemas en la cosecha...
DON GUILLERMO.— Bueno, bueno, amigos... Cierto que hemos tenido mala
suerte esta primavera... que no hemos tenido mucha lluvia por culpa de
la Corriente del Niño, pero para tranquilidad de todos les informamos
que... este verano, el gobierno tiene resuelto el problema.
AMANDA.— (Poniéndose de pie) Don Guillermo...
ANCIANO 1°.— ¡Silencio, muchachos! ¡Va a hablar Amanda, la esposa de
Felipe, mi amigo.
DON GUILLERMO.— (A Amanda) La escucho, señora.
AMANDA.— (Pausa. Como quien lee el futuro) Don Guillermo... no vamos a
tener lluvias... en todo el año.
DON GUILLERMO.— ¿Qué no vamos a tener...? (Desconfiado) Por qué lo
dice, doña ¿Quién le dijo eso, Amanda...?
AMANDA (Pausa) El río... (Murmullos de temor en la sala)
FELIPE.— (A su esposa, confidencial) ¡Amanda, no has debido decir eso! ¡Van
a creer que estás loca...!
ANCIANO 2°.— ¿Me permite una palabra, don Guillermo?
DON GUILLERMO._ ¡Permitido! ¡Claro que sí! ¡Permitido!
ANCIANO 2°.— Don Guillermo... no ha contestado la pregunta. ¿Cierto que
no vamos a tener agua por mucho tiempo...?
DON GUILLERMO.— ¡Esas son especulaciones, don Mateo! ¡Especulaciones!
¡Lo que usted dice no tiene ninguna base científica! ¡No es cierto! Así que
hace mal en dejarse llevar por palabras... por las palabras de doña
Amanda. Ella habla así porque... de seguro que le gusta la poesía.
MATEO.— ¡Don Guillermo, en la capital, se dice lo mismo! ¡¿Podría decimos
qué hay detrás de todo esto ... ?! ¡¿Decirnos por qué calla ... ?!
DON GUILLERMO.—(Acorralado) ¿Saben...? Parece que no saben...
Creo... creo que la culpa de todo... la tienen los rusos.
Caras de sorpresa. Todos congelan.
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Casa de Amanda. En el porche. De noche.
FELIPE.— (Apareciendo) Amanda... ¿escuchaste la radio?
AMANDA.— (Mientras contempla las estrellas) No...
FELIPE.— Estados Unidos lanzó la primera bomba bacteriológica. Fue
algo terrible... Afirman que los rusos no tienen una bomba que se
le compare en nada.
AMANDA.— Qué dicen los rusos.
FELIPE.— Ni una palabra... ¿Por qué será que siempre callan?
PAX.— (Apareciendo) ¡Mami... papi! ;Nuestro presidente se presentó en la
televisión! ¡Y a que no sabes... a que no sabes qué habló! ¡Dijo que hay
escasez de caucho y gasolina, y pidió, ¿sabes qué pidió? Pidió al pueblo
que no viaje tanto! ¿Eso está bien, o mal, mami...? Mal, ¿no, papi?
FELIPE.— ¿El Presidente dijo eso, hija...?
AMANDA.— (Pensativa) Debe estar muy preocupado... No quiere que la
gente sepa qué pasa en el país.
PAX.— También dijo, papi, que si descubre a alguien conduciendo un
vehículo, sin permiso... será castigado. ¡Estaba bien serio, mami!
FELIPE.— (A Amanda) Me parece una medida absurda. Los hechos no se
resuelve tapándose las orejas. Basta que se prohíba algo para... para...
AMANDA.— (Con intención) Pax, ¿terminaste tu leche?
PAX.— Esta recontra caliente, mami. Ya la termino. (A Felipe) Papi, ¿qué es
el progreso? (Sorpresa de Felipe)
AMANDA.—(Intercambiando miradas de sorpresa con su marido)
Hija, deja tranquilo a tu padre.
FELIPE.— No, no me molesta, mujer... (A Pax) ¿El progreso, dices? El
progreso... bueno... es el símbolo de la ambición y la envidia, Hasta
ahora, sólo nos ha traído guerras... destrucción... miseria... hambre.
AMANDA.— En lugar de paz, seguridad y amor.
PAX.— (Pensativa) Hm... Así que eso era el progreso.
FELIPE.— ¿A quién escuchaste esa palabra?
PAX.— A Garlitos. Un niño de la escuela que se quiere casar
conmigo... (Felipe y Amanda cambian miradas, divertidos) ¿Y Dios
tiene armas, papi? ¿Tiene armas...?
FELIPE.— (Sorprendido) ¿Cómo dices? ¿Armas, dices? ¿Dios...?
AMANDA.— Yo le respondo, Felipe... Sí, hija. Dios tiene sus armas. Claro
que distintas a las del hombre porque es más inteligente... Las armas
de Dios son... el agua, el aire, los vegetales y los animales que pueblan la
tierra... La naturaleza es el arma que Dios tiene contra la soberbia. La
ambición y el desamor.
PAX.— (Pausa) ¿Por qué a nosotros no nos falta nada, mami...?
AMANDA.— Porque somos distintos. Porque somos... esencia, hija.
FELIPE.— (Nervioso) Pax... hija... hay muchas cosas que debes aprender a
callar.
PAX.— ¿Por qué, papi?
FELIPE.— Por... por la gente mala que habita en nuestro planeta tierra.
PAX.— ¿Sí? ¿Por qué?
FELIPE.— Por... ¿Por qué me haces preguntas tan difíciles, hija? Algún día
lo sabrás.
PAX. ¿Por qué no lo sabes? ¿Siempre fueron así las cosas en la tierra,
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papi?
FELIPE.— (Recordando) No... No siempre... Cuando mi padre vivía, la gente
era verdaderamente feliz. Los hombres producían... Producían
alimentos. No construían armas. Leían mucho.
PAX.— ¿Conocían la televisión?
FELIPE.— No... Claro que no. (Pax se queda pensativa)
AMANDA.— Hija, la tierra vivirá a pesar del hombre. Dios es
poderoso, pero también magnánimo.
FELIPE.— (Con duda) ¿Seguro, Amanda? (Reaccionando) ¡Lo dije pensando
en Pax! Es tan pequeña que... Tú me entiendes.
AMANDA.— (En tono de sentencia) Vivirá. Pax salvará su mundo.
FELIPE.— (Con leve sonrisa) Siempre y cuando encuentre a su pareja, se
entiende.
AMANDA.— ¿Acaso no lo encontré yo...?
FELIPE.— ¡Yo fui el que te encontré! ¿O lo olvidaste? Estabas herida,
recuerda.
AMANDA.— Me encontraste porque te sentí bueno... Porque quise
encontrarte... porque me enamoré. De lo contrario no me hubieses
descubierto.
PAX.— (Pensativa) Papi... ¿por qué cada día mis amigos tiene menos agua?
FELIPE.— ¿Eh...? ¡Oh, sí, claro! Este... (Mira a su mujer)
AMANDA.— (Reparando en algo que flota en el espacio) ¿Huelen...?
FELIPE.— ¿Decías...? Qué cosa.
AMANDA.— ¿Perciben algo? Que si huelen algo... Algo en el espacio.
FELIPE.— (Haciendo lo indicado) Para ser sincero... no. No, mujer.
PAX.— (Pausa) Yo, sí, mami... Un olor desagradable... feo.
FELIPE.— (Se dirige a la ventana, la abre y atisba a través de ella) Nada. No
huelo nada. Lo que pasa es que ustedes dos tienen m u y
desarrollados los sentidos, en cambio yo...
AMANDA.— Viene de la ciudad, Felipe... De las afueras de la ciudad.
PAX.— (Sentada, como quien percibe una visión) Papi... veo gente huyendo.
FELIPE.— ¿Gente huyendo? De dónde. ¿De aquí...?
PAX.— (Pausa) Sólo gente huyendo, papi... Gente huyendo... Los tres se
quedan pensativos, y congelan.
En el parque. De día.
El Anciano 22, cabizbajo, sentado en una de las bancas.
ANCIANO 1.— (Apareciendo) ¡Buenas! ¿Tomando aire, don Gregorio...?
ANCIANO 22.— ¿Aire? ¿Qué aire? Reponiéndome del susto.
ANCIANO P.— ¿Del susto? Qué le pasó...
ANCIANO 22.— Si toma asiento, se lo cuento. Si no: no.
ANCIANO 12.-- Tomo asiento. (Hace lo que se indica) Cuente. Lo escucho.
ANCIANO 22.— (Pausa) Dormía anoche y... ¿Le conté que duermo con
las ventanas abiertas por el calor insoportable que hace?
ANCIANO 12.— Recién me entero. Publicado, no ha salido publicado.
ANCIANO 22.— Pues duermo con las ventanas abiertas. Esta mañana despierto
y cual sería mi sorpresa al ver unas flores monstruosas, de hojas
puntiagudas, asomándose por mi ventana y tratando de llegar a... a mi
cama. Le juro que un poco más y pego un tremendo grito. Un grito
como cuando era joven y fuerte.
ANCIANO 12.— ¿Una planta monstruosa? ¿No habrá tenido una pesadilla de
película...?
ANCIANO 22.— (Molesto) ¿Don Eustaquio, las ramas se enroscaron en una
de las patas de la silla que estaba cerca a la ventana y la hizo añicos en
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un abrir y cerrar de ojos! ¿Lo duda? ¿Se la muestro en estos momentos!
¡Sígame! (Se dispone a levantarse)
ANCIANO 12.— ¡Don Gregorio, no se ponga trágico, por favor...! Le creo. Lo
que pasa es que su historia parece un cuento de ciencia-ficción.
ANCIANO 22.— (Alcanzándole el diario que tiene en la mano) Como usted no
ve televisión, no revisa, ni lee nada, ¡entérese!... Los periódicos afirman
que se ha extendido por todas partes la hierba mala y se ha empezado
a podrir en forma misteriosa.
ANCIANO P.— (Tras leer los titulares) ¿Podrir...? ¡Ahora me explico el olor
nauseabundo que decía percibir mi familia! ¡Y yo que pensaba que
estaba loca...! (En sospecha) ¡Dios Santo...!
ANCIANO 22.— ¿Qué mala idea se le ha cruzado ahora por esa cabeza suya,
don Eustaquio? ¡Suéltelas! A lo mejor pensamos lo mismo...
ANCIANO 12.— (Breve pausa) Bien... Si hay escasez de agua... y las plantas
y frutos han decidido morir... es posible que... que nuestros granjeros
codiciosos empiecen a guardar sns productos para... para...
ANCIANO 2 2.— Pensamos igual. Con una diferencia: que no sólo puede
pasar con nuestros granjeros, si no con todos.
ANCIANO 19.— (Dramático) ¿Usted cree...?
ANCIANO T.— Estoy mas que seguro. (Se pone de pie bruscamente y
disponiéndose a salir) No nos podemos quedar a calentar asientos,
viejo. Tenemos que hacer algo. ¿Me sigues...?
ANCIANO 12.— (Haciendo lo propio) ¡Por supuesto! Tendremos que hallar
una salida, "por nuestras familias".
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temprano. Cientos de tractores trataban de acabar con el hierbajo que
rodea su enorme mansión.
FELIPE.— ¿El hierbajo...? ¿Por qué no le -mete fuego? Es más fácil...
MATEO.—Son resistentes. No le hace nada. Los Amaya lo intentaron
(Disponiéndose a partir) Felipe tienes una hija muy linda. Cuídala... no la
dejes salir. ¡Sé por qué lo digo!
FELIPE.— (Pausa) Gracias... (Sale Mateo. Felipe se queda pensativo) ¿Por
qué lo diría...? ¿Sabrá que...? (Congela)
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(Observa algo con sorpresa) Esa... Una rama negra está
avanzando hacia mí... Leí tu intención, planta mala. Quieres
enroscarte en mi cuello para... (Cierra los ojos y cae de rodillas con
los brazos en cruz) Carlitos... ¿me perdonas? Parece que papi tenía
razón... No me voy a poder casar contigo. Lo siento. ¿Me perdonas?
Gracias. (Levantando la cara al cielo) ¡Señor... gota de agua en el
desierto... en tus manos encomiendo mi cuerpo y mi espíritu... Haz de
mí, tu voluntad! ... ¡Amén! (Como por arte de magia las ramas la van
soltando ante el asombro y alegría de Pax, hasta quedar completamente
libre) ¡No... no lo puedo creer!... ¡Me soltaron!... ¡No lo puedo creer!
(Disponiéndose a salir) ¡Mami!... ¡Papi...! (Congela)
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DON GUILLERMO.— ¿Por qué no se lo pregunta...?
FELIPE.— No recuerda nada.
DON GUILLERMO.— (Pensativo) A lo mejor no insistió lo suficiente. Hay
formas modernas de persuadir a una persona, don Felipe...
FELIPE.— (Clavándole la mirada) No acostumbro a maltratar a
nadie.
DON GUILLERMO.--(Reaccionando) ¡Igual que yo! La violencia sólo trae
violencia. ¿Puedo... puedo llevar un poquito de su tierra? Sólo un
puñado. Un puñado es más que suficiente.
FELIPE.— Tome lo que quiera, señor Gobernador. Es suya.
DON GUILLERMO.-- Gracias... (Ambos congelan)
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FELIPE.— (Mirando a Pax, intrigado) Hija... Pax, sé que te hecho la pregunta
mil veces, pero... ¿qué fue lo que hiciste, qué fue lo que rezaste, me
podrías decir?
PAX.— Sí, papi. No lo recuerdo, papi. ¡En serio!
FELIPE.— (Suspira y empieza a dar vueltas) Esta mañana escuché decir
que han aparecido entre el hierbajo, escorpiones con diez tenazas...
¿Sabes qué pienso, Amanda? Que algo malo hemos hecho, y que
esto... es un castigo de Dios.
AMANDA.— Dios no castiga. Enseña a reflexionar, que es otra cosa. FELIPE.
— (Pensativo) Es lo que quise decir. (Alguien toca la puerta) Debe ser
Carlos. ¡Sí, Carlos!
PAX.— (Inocente) ¿El chico que se va a casar conmigo, papi...?
AMANDA.— No, hija. Un amigo de tu padre.
FELIPE.— (Se dirige a la puerta, abre y aparece Anciano 1 2) ¡Don
Eustaquio! ¡Adelante...!
ANCIANO 1 2.— Buenas noches, Felipe... Buenas noches, Amanda... Hola,
Pax..
FELIPE.— (Tratando de mostrarse alegre) ¿Nos trae buenas noticias,
don Eustaquio? Lo felicito... A ver si nos da la receta.
ANCIANO 12.— (Con cara trágica) Les traigo "de las otras"... Llegó mi nieto. Me
cuenta que el mal es general. Empezaron a racionar el agua en la capital,
porque —agárrense bien, por favor-, están muriendo como lo que son
por olvidarse de nosotros: como ratas.
AMANDA.— ¿Los niños también, don Eustaquio...?
ANCIANO 12.— (Pausa) Increíble... No... Los niños están bien. La cosa es con los
mayores de 15 años. Así que estamos —como se dice— "jodidos" los
mayores de 15 años.
FELIPE.— ¿Qué dice de esto el gobierno?
ANCIANO 12.— ¡Vuélvanse a agarrar para escuchar algo increíble: que "los
norteamericanos están dispuestos a reducir su producción de armas".
¡¿Quién piensa en estos momentos en esas tonterías cuando estamos con
el agua —digo "el polvo"— al cuello?! ¡Quién! ¡Quién! (Apagón total) ¿Eh?
¡¿Quién apagó la. luz, se puede saber ... ?!
FAX.— (Feliz) ¡Papi, logré atrapar la luz! ¡Qué lindo! ¡Papi, estamos a
oscuras...!
FELIPE.— ¡Amanda, las velas, por favor! ¡No veo nada!
PAX.— ¿Papi, quieres luz...?
FELIPE.— ¡Pax, por favor, que no estarnos para bromas!
PAX.— ¡Papi, no es broma! ¡Tengo la luz encerrada en mis manos!
¡Mira...! (Regresa la luz) ¿Ves? Te lo dije. Atrapé la luz con mis manos,
FELIPE.— (Al Anciano, que mira perplejo a Pax) Pura coincidencia, don
Eustaquio... Ha sido apagón total. A lo mejor... Por culpa de la
disminución de las aguas.
ANCIANO 12.— (A Pax, intrigado) Niñita linda... ¿puedes repetir nuevamente
tu número de magia? (Se rebusca los bolsillos) Si lo repites te regalo... te
regalo...
PAX.— (Señalando a don Eustaquio. Sin miedo) ¡Papi... don Eustaquio tiene
una cosa rara en el hombro!
FELIPE.— (Observando al Anciano) ¡Un alacrán...! (Al Anciano) ¡No se
mueva!... (De un golpe, tira al animal al suelo y trata de matarlo con el
pie)
AMANDA.— (Aterrorizada y señalando) ¡Se escapa! ¡Se escapa, Felipe!
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¡No lo deje huir... ! (Felipe coge una horca que yace en un rincón alcanza
al animal y lo remata) ¡Listo!... Pasó el peligro.
ANCIANO 1°.—(Asustado) ¡Pero no el susto!... Dios Santo... Gracias, Pax...
Gracias, Felipe... ¿Y ahora cómo regreso? ¡No veo bien, de noche, y...! ¡El
camino debe estar plagado de esos bichos!... ¡Don Felipe. ¿Podría
devolverme a mi casa...?
FELIPE.— (Preocupado) Si la ciudad está plagada de esos bichos, creo que va a
ser imposible. Al menos, por ahora... Amanda, ¿me ayudas? Quiero ver
si encuentro en el jardín otro de estos animales...
AMANDA.— (Serena) El jardín está limpio. Pax lo limpió. Llegó con... don
Eustaquio, Felipe.
ANCIANO V.— ¿Conmigo...? (Todos congelan)
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expone...?
OFICIAL.— (Pensativo) No lo sé, así que no me pregunte nada. No entiendo
nada, excepto que... tarde acabo de descubrir la fuerza y poder de Dios.
Don Felipe... me siento avergonzado de mi arrogancia. (Ambos congelan)
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había tiempo ni para eso. La gente ahora pregunta por la salud de
uno. Si puede ayudar a alguien, ayuda. ¡En fin...!
MATEO.— (Apareciendo) ¡Padre Mojica! Pensé que se había ido.
PADRE MOJICA.— ¿Sí? ¿Por qué camino? ¿Volando, don Mateo? Mire su
hierba, o lo que se llame eso.
MATEO.— Crece rápido. No somos nada. (A Pax) Pax... gracias. Gracias
por ayudar a mi suegro... (Al padre Mojica) No podía morir. Estaba
sufriendo mucho, padre, y Pax lo ayudó. (Levantó la vista al cielo)
¡Miren la luna...! ¡De color naranja! Hm, no me gusta... Padre, ¿podría
explicarnos este fenómeno.
PADRE MOJICA.— Reconozco que en astronomía no fui un alumno muy
brillante. Eso no impide —por supuesto— que saque algunas
conclusiones... En primer lugar, que esa luna no es de color naranja,
sino "roja". En segundo lugar, me pregunto si los comunistas no serán
culpables... Hijos, me doy cuenta que se trata de un mal pensamiento
el que se me acaba de cruzar por la cabeza, pero ya aclaré que no soy
ningún santo. (Pausa significativa) Temo hijos que empezó el Juicio
Final y no nos avisaron.
MATEO.— (Reaccionando. A Amanda) ¡Casi me olvido!... Doña Amanda,
llamó su esposo. Me dio la noticia que los fabricantes de armas del mundo
decidieron cerrar sus fábricas...
AMANDA.— (Gesto de alegría) ¡Vaya! ¡Al fin! ¡Hasta que escucharon a Felipe!
PADRE MOJICA.— Me alegro. Sí, me alegro... Lo malo está que aumentará el
desempleo y mucha gente quedará en la calle...
PAX.— (Que yace jugando) ¿Quiénes, mami...?
MATEO.— Los fabricantes de la muerte, Fax.
AMANDA.— Si no damos las manos, si somos unidos, nada malo puede
pasar, padre Mojica.
PADRE MOJICA.— Ese pensamiento es socialismo puro, hija. ¿Sabes'? Yo
pienso lo mismo.
PAX.— (Señalando el cielo) ¡Estrellas! Volvieron a aparecer las estrellas,
mami...!
MATEO.— (Incrédulo) ¡Se está cubriendo el cielo de estrellas...!
PAX.— (Saltando de alegría) ¡Yupíii...!
PADRE MOJICA.— ¿Estrellas, dicen...? No veo nada... ¿Dónde?
PAX.— ¡Mami, las estrellas parece que estuviesen jugando... ¡Corren como
loquitas!... ¡Mami, mira! ¡Se están... se están juntando!
AMANDA.— Observa hija, mira... La estrella más grande está dirigiendo a las
pequeñas, y...
PAX.— ¡Oh!... ¡Mami, están formando una figura!... ¿Ves lo que yo veo, mami?
PADRE MOJICA.— (Haciendo lo mismo) ¡Qué cosa!... ¡Don Mateo, ¿qué está
pasando?... ¡No veo nada! ¿Perdieron ustedes la razón?
PAX..— ¡Padre, ¿no ve? ¿No ve?... ¡Mire!... ¡Mire!
PADRE MOJICA.— Ya lograron intrigarme... ¡Qué estrellas! ¡Dónde!... No veo
nada.
PAX.— (Emocionada) ¡Las estrellas!... ¡Se están juntando, Padre Mojica! ¡Y
están formando... UNA CRUZ...!
MATEO.— ¡Cierto! ¡Una cruz!... ¡Sí: una cruz! (Cae arrodillado y se persigna,
emocionado)
PADRE MOJICA.— (Descubriendo el signo, en el cielo) ¡Cierto!...
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¡Increíble... pero cierto!
PAX.— (Corriendo en círculo) ¡Recordé, mami!... ¡Lo recordé! ¡Lo recordé...!
AMANDA.— ¡Pax, que haces! ¡Detente, hija! ¡Deja de dar vueltas!
PAX.— (Emocionada) ¡Recordé, mami!... ¡Lo recordé!... Recordé la oración!
PADRE MOJICA.— ¿La oración, hija?
PAX.— ¡Sí, padre! ¡La oración! (Se arrodilla, junta sus manos y reza) ¡Señor...!
¡Oasis en el desierto... en el desierto de nuestras almas...! Señor, por
favor, haz que los malos sean buenos... y los buenos, simpáticos... (La
voz empieza a perderse)
AMANDA.— (Contemplando el cielo y su hija) Señor, perdona a los hombres
que olvidaron para qué fueron concebidos". a los hombres que son agua
de tu agua... a los hombres que piensan sólo en destruir y en convertir la
tierra en un desierto, como el desierto de sus almas desiertas.
MATEO.— (Emocionado) Perdona Señor... la soberbia del hombre -- ínfima gota
de tu mar—, que no sabe que el que posee los mayores bienes es el que
sufrirá más grandes pérdidas... el que sabe contentarse por decisión
propia... es el único que subsistirá.
AMANDA.— Señor... permítenos creer en tí... como uno somos todo, y todos:
¡uno!
TODOS.— ¡AMEN!
PADRE MOJICA.— (Breve pausa) ¡Amén!... (Mirando a su rededor, sorprendido)
¡No... no puede ser! ¿Estoy viendo mal?... ¡La noche se vuelve día...!
AMANDA.— (Serena y feliz) Y la mala hierba empieza a desaparecer,
padre Mojica.
PADRE MOJICA.— (Dirigiéndose a la puerta de salida y contemplando el
horizonte) Cierto... Empieza a desaparecer... Esto es sin lugar a dudas:
un milagro... Lo dije: Dios existe.., Amigos, les pido que me disculpen...
Creo que debo llevar la nueva al pueblo. Es necesario que el mundo se
entere... Que Dios lo acompañe (Sale)
MATEO.— Gracias, padre. (Pensativo) ¡Bien... creo haber aprendido la lección.
Espero que los demás, también, y que no se vuelva a repetir!
PAX.— (Con leve sonrisa e inocencia) Es fácil, don Mateíto.
MATEO.— ¿Fácil?
PAX.— Sí. Mi mami cuando está bien triste, dice lo siguiente: "Dios lindo, agua
cristalina, remanso de mi alma, cataratas de amor... lava las penas
y temores de -mi corazón, que en tus. aguas estoy"... y vuelve a sonreír.
Es fácil, ¿verdad Mateíto...?
MATEO.— (Con leve sonrisa) Fácil, pero... Lo que pasa es que el hombre
es un tonto, Pax... ¡Un tonto! (Ambos congelan).
1989
(*) Esta obra ha sido escrita para ser interpretada por dos actores.
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