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Principios Juicio Oral-Desbloqueado
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I. Consideraciones generales
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puniendi será ejercido a plenitud dentro de los límites que establece el orde-
namiento jurídico-constitucional.
En palabras de Roxin,4 el derecho procesal penal es el sismógrafo de la
Constitución, y el proceso penal tiene una actualidad política, la cual signi-
fica que cada cambio esencial en la estructura política (sobre todo una mo-
dificación de la estructura del Estado) también conduce a transformaciones
del procedimiento penal.
Así, el proceso penal se encuentra regulado esencialmente por la Cons-
titución boliviana; por tanto, tiene que desarrollarse respetando escrupulo-
samente los principios y garantías constitucionales.5 Como sostiene Durán
Ribera,6 los preceptos procesales descritos por la Constitución constituyen
el marco general básico para los legisladores y los operadores jurídicos. Este
autor considera que una de las características más relevantes de la moderna
doctrina del derecho penal constitucional consiste en someter a estudio y
debate todos y cada uno de los principios y garantías constitucionales que
orientan el sistema penal, con la finalidad de empezar el estudio de la legis-
lación penal por donde debe comenzar, esto es, por la base jurídica funda-
mental en la que se asienta el sistema: su orden constitucional.
Cabe aclarar que ni la Constitución ni el Código procesal recogen todos
los principios rectores que informan el proceso penal y, en especial, el juicio
oral y público. El Código procesal (artículo 1o.) comienza proclamando que
“nadie será condenado a sanción alguna si no es por sentencia ejecutoria-
da, dictada luego de haber sido oído previamente en juicio oral y público,
celebrado conforme a la Constitución, las convenciones y tratados interna-
cionales vigentes y este Código”.
El constituyente ha diseñado que el juicio oral y público tiene que ce-
lebrarse conforme a la Constitución y a los convenios y tratados interna-
cionales ratificados por Bolivia. La ley fundamental (artículos 109 a 121)
reconoce las garantías jurisdiccionales que Díaz Cabiale y Martín Morales7
identifican como principios o derechos fundamentales procesales.
4
Roxin, C., Derecho procesal penal, Buenos Aires, Editorial del Puerto, 2000, p. 10.
5
El Tribunal Constitucional (SC No. 1036/2002, del 29 de agosto) no sólo ha creado
y consolidado una jurisprudencia en defensa de los principios constitucionales rectores del
proceso penal, sino también ha establecido que el juicio oral y público se encuentra configu-
rado en tres etapas: 1) la etapa preparatoria; 2) la etapa intermedia, y 3) el juicio propiamente
dicho (oral y público); redefinió la estructura de la etapa preparatoria del juicio y estableció
cuándo se inicia el proceso penal, entre otras cosas.
6 Durán Ribera, W., Principios, derechos y garantías constitucionales, Santa Cruz de la Sierra,
El País, 2005, p. 124.
7 Díaz Cabiale, J. A. y Martín Morales, R., La garantía constitucional de la inadmisión de la
prueba ilícitamente obtenida, Madrid, Civitas, 2001, p. 53.
8 La ley fundamental (artículo 13.II) reconoce que los derechos que proclama esta Cons-
titución no serán entendidos como negación de otros derechos no enunciados.
9 SC No. 773/2005-R.
A. Principio acusatorio
El juicio oral y público (al igual que todo el proceso penal) se inscribe en
el sistema acusatorio. El Código procesal (artículo 342) establece que el jui-
cio se podrá abrir sobre la base de la acusación del fiscal o la del querellante,
indistintamente. La norma recoge de forma expresa las características de
este sistema cuando advierte que en ningún caso el tribunal podrá incluir
hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, producir prueba de
oficio ni abrir el juicio si no existe, al menos, una acusación.10
Como sostiene Cortés Domínguez,11
En opinión de Armenta Deu,12 este principio exige que haya una con-
tienda procesal entre dos partes contrapuestas, y que la resolución la tome
un órgano que se coloca por encima de ambas; es decir, que las partes tienen
que estar separadas de la función de juzgar. La diferenciación entre las tres
funciones procesales: la acusación, que es propuesta y sostenida por perso-
10 El Tribunal Constitucional (SC No. 168/2002, del 27 de febrero) ha dejado claramen-
te establecido que el principio acusatorio implica la diferencia de la función que tienen los
jueces de juzgar, quienes ya no realizan actos de investigación, con la función que realizan
los fiscales, que es la de acusar e investigar, quienes ya no efectúan actos jurisdiccionales. En
consecuencia, al estar ahora repartidas claramente las tareas de dichas autoridades (jueces
y fiscales), se tiene que el juez por cuenta propia o de oficio ya no puede efectuar investiga-
ciones ni disponer aplicación de ninguna medida cautelar de carácter personal, por cuanto
un juicio sólo se puede realizar sobre la base de una acusación efectuada por el fiscal o el
querellante; en caso contrario el juez atentaría contra el principio ne procedart judex ex oficio y
nemo iudex sine actore. En el mismo sentido, el Tribunal Supremo (TS) español (sentencias del
TS del 7 de marzo y 1o. de abril de 1991; 25 de enero de 1993 y 12 de abril de 1995, entre
otras) ha considerado que el principio acusatorio significa que los órganos jurisdiccionales:
a) no pueden penar un delito más grave que el que ha sido objeto de acusación; b) tampoco
pueden castigar infracciones que no hayan sido objeto de acusación; c) ni penar un delito
distinto al que ha sido objeto de acusación, aunque la pena de una y otra infracción sean
iguales, o incluso la correspondiente al delito innovado sea inferior a la del delito objeto de
acusación, a menos que reine entre ellos una patente y acusada homogeneidad, y d) tampoco
pueden apreciar circunstancias agravantes o subtipos agravados que no han sido invocados
por la acusación.
11 Cortés Domínguez, V. et al., Derecho procesal…, cit., p. 250.
12 Armenta Deu, T., Principio acusatorio y derecho penal, Barcelona, Bosch, 1995, p. 90.
nas distintas del juez; la defensa, con derechos y facultades iguales a las del
acusador, y la decisión por un órgano judicial independiente e imparcial,
conlleva la necesidad de que alguien (el Ministerio Público) sostenga la ac-
ción para que se pueda configurar un verdadero proceso contradictorio.
Las Naciones Unidas,13 por su parte, se han encargado de recomendar
que “las funciones investigadora y de persecución estarán estrictamente se-
paradas de la función juzgadora...”, y lo hacen convencidas de que quien
investiga no puede ser imparcial porque la investigación, quiérase o no, se
relaciona con la idea de acusación.
Con este propósito, el Código procesal (artículo 279) establece que “los
fiscales no podrán realizar actos jurisdiccionales ni los jueces actos de inves-
tigación que comprometan su imparcialidad”. El juez o tribunal tampoco
podrá incluir hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, produ-
cir prueba de oficio ni abrir el juicio sin una acusación.
El Tribunal Constitucional boliviano14 ha dejado claramente estableci-
do que el principio acusatorio implica la diferencia de la función que tienen
los jueces de juzgar, quienes ya no realizan actos de investigación, con la
función que realizan los fiscales, que es la de acusar e investigar, quienes ya
no efectúan actos jurisdiccionales.
Este principio rector del juicio oral y público, según la Constitución (ar-
tículos 115.II y 117.I), garantiza el derecho al “debido proceso, a la defensa
y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita, transparente y sin dilacio-
nes”; además, “ninguna persona puede ser condenada sin haber sido oída y
juzgada previamente en un debido proceso” y “nadie sufrirá sanción penal
que no haya sido impuesta por autoridad judicial competente en sentencia
ejecutoriada”.
El Código procesal (artículo 1o.), por su parte, comienza consagrando
expresamente que “nadie será condenado a sanción alguna si no es por sen-
tencia ejecutoriada, dictada luego de haber sido oído previamente en juicio
13
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia Penal,
“Reglas de Mallorca”, sesiones de trabajo que tuvieron lugar los días 23, 24 y 25 de noviem-
bre de 1990; 3, 4 y 5 de mayo de 1991; 5, 6, 7 y 8 de septiembre de 1991, y 14, 15 y 16 de
febrero de 1992, realizadas por invitación de la Cancillería Adjunta a la Presidencia del
Gobierno Balear y con la cooperación de la Subdivisión de Prevención del Delito y Justicia
Penal de la oficina de Naciones Unidas en Viena.
14
SC No. 168/02-R, del 27 de febrero.
a. La oralidad
1) Las pruebas que se hayan recibido conforme a las reglas del anticipo de
prueba, sin perjuicio de que las partes o el tribunal exijan la compare-
cencia personal del testigo o perito, cuando sea posible.
2) Las declaraciones o dictámenes producidos por comisión o informe,
cuando el acto se haya producido por escrito, conforme a lo previsto por
ley, sin perjuicio de que las partes o el tribunal exijan la comparecencia
del testigo o perito, cuando sea posible.
3) La denuncia, la prueba documental, los informes y las actas de reco-
nocimiento, registro o inspección practicadas conforme a lo previsto en
este Código.
b. La inmediación
18 Montero Aroca, J., Los principios políticos de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, Valencia,
Tiran lo Blanch, 2001, p. 175.
c. La publicidad
19
Montero Aroca, J. et al., Derecho jurisdiccional, t. I: Parte general, 13a. ed., Valencia, Tirant
lo Blanch, 2004, p. 389.
El Código procesal (artículo 116) proclama que los actos del proceso se-
rán públicos y, en el marco de las responsabilidades establecidas por la Ley
de Imprenta, exige que las informaciones periodísticas sobre un proceso pe-
nal se abstengan de presentar al imputado como culpable, en tanto no recai-
ga sobre él una sentencia condenatoria ejecutoriada. El precepto introduce,
excepcionalmente, la reserva, que puede ser total o parcial, cuando: a) afecte
el pudor o la vida privada de alguna de las partes o de otra persona citada;
b) corra riesgo la integridad física de los jueces, de alguna de las partes, o
de alguna persona citada; c) peligre un secreto oficial, particular, comercial
o industrial previsto legalmente, y d) el imputado o la víctima sea menor de
dieciocho años.
2. Presupuestos procesales
A. La acusación
El inicio y realización del juicio oral y público depende de que haya una
acusación, que puede ser del fiscal o del querellante. La necesidad de que
la acusación se haya convertido en un presupuesto procesal previo al mo-
mento cumbre del proceso penal lo consagra el artículo 342 del Código pro-
cesal, cuando advierte que en ningún caso el juez o tribunal podrá incluir
hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, producir prueba de
oficio ni abrir el juicio si no existe una acusación.
La acusación, como mínimo, contendrá:
D. Incidentes y excepciones
21
Con la finalidad de restituir la confianza en el sistema judicial, el Código procesal (ar-
tículo 52) ha introducido en el sistema penal a los jueces ciudadanos, que vienen a conformar
los tribunales de sentencia, integrados por dos jueces técnicos y tres jueces ciudadanos. Estos
jueces tienen las mismas atribuciones que los técnicos y serán competentes para conocer la
sustanciación y resolución del juicio en todos los delitos de acción pública. La ley (artículo
57) establece que para ser juez ciudadano se requiere: 1) ser mayor de veinticinco años; 2)
estar en pleno ejercicio de los derechos ciudadanos; 3) tener domicilio, y 4) tener profesión,
ocupación, oficio, arte o industria conocidos. La función de juez ciudadano será remunerada
(los empleados públicos o privados se declaran en comisión con goce de haberes y en el caso
de los independientes se asigna una remuneración equivalente al 50% del haber diario que
percibe un juez técnico).
22 El Código procesal (artículo 52) establece que los tribunales de sentencia estarán in-
tegrados por dos jueces técnicos y tres jueces ciudadanos y serán competentes para conocer
la sustanciación y resolución del juicio en todos los delitos de acción pública. La disposición
advierte que en ningún caso el número de jueces ciudadanos será menor al de jueces técni-
cos, y que el presidente será elegido de entre los jueces técnicos.
23
SC No. 1168/2005.R, del 26 de septiembre.
24
SC No. 789/2002-R, del 2 de julio.
25
Gimeno Sendra, V. et al., Derecho procesal…, cit., p. 97.
2. La prueba ilícita
26
Miranda Estrampes, M., El concepto de prueba ilícita y su tratamiento en el proceso penal, Bar-
celona, Bosch, 1999, p. 18.
C. Intervención de la víctima
2. Deliberación y sentencia
A. La deliberación
B. La sentencia
C. La estructura externa
E. La congruencia
Con esta finalidad, el Código procesal (artículo 341.2) exige que la acu-
sación deba efectuar una relación precisa de las circunstancias en las que se
ha producido el delito atribuido al imputado, esto es, relatar con objetividad
todo cuanto sucedió al cometerse el hecho delictivo, objeto del juicio oral
y público.
Tal como sostiene Gómez Colomer,30 la correlación se expresa en el fa-
llo de la sentencia, y recoge las posiciones jurídicas de la partes acusadoras
y acusadas, aunque la posición jurídica de la defensa no sea vinculante para
el tribunal. Hay que analizar la acusación porque en ella se fija el hecho
delictivo imputado a una persona, que constituye el objeto del proceso pe-
nal. Motivación y correlación presentan lugares comunes de importancia,
pues comparar no quiere decir leer atentamente su parte dispositiva, sino
toda ella, lo que significa en concreto atender a los fundamentos fácticos y
jurídicos de las partes.
Los hechos que se encuentran en la acusación del fiscal no se pueden
cambiar o modificar, a diferencia de la calificación jurídica o tipificación
del delito. El Tribunal Constitucional boliviano31 ha reiterado que son los
hechos, y no la calificación del tipo, el objeto del juicio oral, extremo que
tiene asidero bajo un doble aspecto: por un lado el hecho en sí mismo, para
determinar si es real y si configura delito, y, por otro, de la persona a la que
se le imputa el hecho, a efecto de establecer si es responsable o no y mere-
cedora de la sanción.
En tal sentido, el tribunal analizará, a la conclusión del juicio oral y
público, el conjunto de la prueba producida en el debate por las partes
para contrastarla con los hechos punibles acusados, y sobre esa base podrá
concluir si el delito correspondía o no a la conducta delictiva imputada por
la acusación y, en consecuencia, sentenciará: condenando o absolviendo al
imputado.
F. Clases de sentencia
a. Sentencia absolutoria
b. Sentencia condenatoria
Las medidas de seguridad que puede imponer el tribunal son las si-
guientes:
4. Sanciones no penales
El Código Penal (artículo 71) alude a todas estas medidas, como el deco-
miso, la confiscación y la destrucción de objetos, que vienen a ser también
consecuencias de la sentencia condenatoria, aunque no son propiamente
sanciones penales. La comisión de un delito lleva aparejada la pérdida de
los instrumentos con que se hubiere ejecutado y de los efectos que de él
provinieren, los cuales serán decomisados, a menos que pertenecieran a un
tercero no responsable, quien podrá recobrarlos. Los instrumentos decomi-
sados podrán ser vendidos en pública subasta si fueren de lícito comercio,
para cubrir la responsabilidad civil en casos de insolvencia; si no lo fueran,
se destruirán o inutilizarán.
funciones en los diversos momentos de la acción punitiva del Estado: en el primer momento,
el legislador, cuando prohíbe una conducta amenazándola con una pena, está orientado,
fundamentalmente, a cumplir la función de prevención general, dado que se amenaza a
los miembros de la comunidad para que no realicen la conducta considerada delictiva y, en
forma secundaria, se toma en cuenta la idea de retribución, por cuanto debe existir propor-
cionalidad entre el daño ocasionado por el delito y la pena que se le atribuye; en el segundo
momento, cuando el delito se ha cometido, y se impone la pena a un determinado individuo,
predomina el criterio retributivo, a fin de que exista una proporcionalidad entre la conducta
realizada, el grado de culpabilidad y la intensidad de la pena, aunque no se excluyan aspec-
tos preventivos especiales. Finalmente, la ejecución de la sanción penal está orientada por
fines de prevención especial, buscando la reeducación y resocialización del condenado, fines
que sólo pueden entenderse haciendo referencia a la dignidad de la persona y al libre desa-
rrollo de la personalidad, buscando una readaptación al sistema, que a su vez sea respetuosa
del pluralismo ideológico que debe existir en un Estado democrático.
El Código Penal (artículo 185 bis) establece que en los casos de legitima-
ción de ganancias ilícitas se dispondrá el decomiso: 1) de los recursos y bie-
nes provenientes directa o indirectamente de la legitimación de ganancias
ilícitas adquiridas desde la fecha del más antiguo de los actos que hubieren
justificado su condena, y 2) de los recursos y bienes procedentes directa o in-
directamente del delito, incluidos los ingresos y otras ventajas que se hubie-
ren obtenido de ellos, y no pertenecientes al condenado, a menos de que su
propietario demuestre que los ha adquirido pagando efectivamente su justo
precio o a cambio de prestaciones correspondientes a su valor; en el caso
de donaciones y transferencias a título gratuito, el donatario o beneficiario
deberá probar su participación de buena fe y el desconocimiento del origen
ilícito de los bienes, recursos o derechos. La norma advierte que cuando
los recursos procedentes directa o indirectamente del delito se fusionen con
un bien adquirido legítimamente, el decomiso de ese bien sólo se ordenará
hasta el valor estimado, por el juez o tribunal, de los recursos que se hayan
unido a él.