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3er. Año
ALUMNO:
Bella Vista
Buenos Aires
2019
El presente responde a las consignas de la materia de Perspectiva
Filosófico Pedagógico Didáctica del I.S.F.D. y T. N°42 “Leopoldo
Marechal”, e intenta un ejercicio de reflexión a partir de lo trabajado
durante la cursada articulado con el material documental que aporta la
materia sobre el período de terrorismo de Estado, sus objetivos y sus
consecuencias.
El Estado puede renunciar al poder económico o ideológico en
circunstancias especiales o en un tipo particular de configuración del
mismo. Sin embargo, al poder que no puede renunciar es al poder
coactivo y coercitivo (Weber, 1964). Este poder, se entiende al menos
desde las teorías del contrato social, implica una donación de cada uno
de los ciudadanos, del recurso de la fuerza para otorgárselo al Estado
quien en función de una dimensión ideal (acatamiento y obediencia)
utiliza la dimensión material de su fuerza: la fuerza de las armas, las
instituciones carcelarias, las fuerzas de seguridad internas y externas…
Así el Estado viene a ser esa supra-entidad que arbitra entre los
intereses de las clases dominantes y los de las clases dominadas.
En el año 1976, un grupo de militares asalta los poderes del Estado y
se hace con el uso de la fuerza, pero no para combatir u obligar, que
serían las acciones menos acertadas pero dentro de todo, esperables,
dados muchos sucesos de parecida naturaleza en la historia, sino para
aterrorizar. Es aquí donde en el plano psicológico del individuo lo
familiar se vuelve siniestro (Freud, 1919). Esta es la particularidad de
las dictaduras que se dieron en aquella época en el Cono Sur de
América.
De pronto, se instala una operación del terror, el miedo a ser
chupado (Lejtman, sin fecha), el miedo al poder latente y acechante de
aparatos paramilitares habilitados por el Estado para sembrar el miedo,
para actuar a la vista de todos con el manto de la invisibilidad que
otorga el poder: autos sin patentes, apresamientos sin aviso ni
presentación. No solo en las casas, no solo en la calle sino también en la
fábrica, en el club, en la escuela… a la vista de todos para lección de
todos; los secuestros que suman ya no a guerrilleros, que sería una de
las excusas del poder, sino a trabajadores, estudiantes, artistas,
intelectuales… El pueblo debía percibir y aprehender el cinismo y la
perversión del poder que ni encarcela ni mata sino que realiza algo
mucho peor: la desaparición. ¿A dónde van los que desaparecen?
Misterio. La muerte, con todo su poder abrumador sería la suerte al lado
de la tortura. ¿Acaso un cuerpo disciplinado en lo cotidiano puede
soportar la idea de una tortura cuyo alcance y medida no le cabe en la
mente?
Entonces, el Estado que brinda seguridades y que actúa dentro de la
legalidad despliega un poder terrible al actuar ya no desde las
instituciones y sus normas, desde el código, no importa cuál sea, pero
un código, un conjunto de reglas de juego claras para todos, no desde
ese lugar sino desde la clandestinidad, desde la penumbra de lo impune,
de lo autorizado e impune, desde lo secreto y su murmullo que recorre
todas las calles, todas las veredas, todos los techos, todas las mentes
que ahora sí comienzan a comprender que ya no se habla, que hay
temas que ya no se tocan, que no se cuestiona, ni se critica, ni se
denuncia ni se actúa de ninguna manera que se interprete con la
intención de desprestigio hacia el régimen.
Entonces, si el Estado que debe garantizar la seguridad es el punto
cero de la inseguridad de toda la población, todo se torna sospechoso,
peligroso, de modo que vivir en Argentina es encorsetar la conducta,
caminar derecho, que nadie sospeche, que nadie señale, porque, como
en La guerra de los mundos de Herbert George Wells, había entre
nosotros un enemigo que nos vigilaba atento, consciente y organizado
para la destrucción de la raza, o de la nación, o de los valores de la
nación:
Nadie hubiera creído en los últimos años del siglo XIX que las cosas
humanas fueran escudriñadas aguda y atentamente por
inteligencias superiores a la del hombre y mortales, sin embargo,
como la de éste; que mientras los hombres se afanaban en sus
asuntos, fuesen examinados y estudiados casi de tan cerca como
pueden serlo en el microscopio las transitorias criaturas que pululan
y se multiplican en una gota de agua. (Wells, 1981, p.7)
Referencias
Weber, M. (1964) Economía y sociedad.
México: Fondo de Cultura Económica.