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Ella grito y soltó la cesta.

Las manzanas rodaron hasta los pies del hombre parado


en la puerta de su casa, era su padre, el cual había vuelto de la guerra, Lisy había
estado esperándolo por años y todas las mañanas salía a recoger manzanas.
Esperando divisar su silueta a lo lejos, deseando prepararle su torta de manzanas
como él lo disfrutaba. Las lágrimas bajaban por sus mejillas, eran de alegría,
rápidamente corrió a sus brazos y el con solo tres palabras tranquilizo su
emocionado corazón, “Volví hija mía”. Las conversaciones se alargaron, ninguno
de los dos se quería perder ni un segundo del otro. Las historias de heroísmo y de
aventura del padre, cautivaban a Lisy cada vez más, las manzanas pasaron a un
segundo plano así que se quedaron en el suelo, lo más importante era él.
Días después ya era tiempo de buscar trabajo y como ayudar en la casa, ya que
por causa de la guerra el pequeño pueblo se había quedado casi en la ruina, no
había mucho que hacer , los campos estaban desolados y los trabajos en la
ciudad eran escasos. Lisy pensó que ir a la ciudad sería una buena opción para
ella, era joven y llena de energía para trabajar pero su padre, no podría
acompañarla, lo poco que tenían solo le alcanzaba para el trasporte de ella y en
duras penas para algo de comer por unos días. “no quiero separarme de ti ”
expreso Lisy, mientras montaba el tren que la llevaría a la ciudad más cercana , su
padre solo con una sonrisa le decía “te estaré esperando hija”. Los primeros días
fueron duros para Lisy, como era una joven de campo no encontraba con facilidad
trabajo en las empresas de la ciudad, pero eso no le importo y decidió no rendirse,
consiguió empleo en una fábrica de cajas, no era lo que ella pensaba, pero al
menos ganaba lo suficiente para pagar pensión y alimentación, lo poco que
ahorraba lo juntaba en una lata.
La fábrica cerró y con ella se fue el trabajo de Lisy, ¿Qué hare ahora? pensó; solo
tuvo una idea; invertir sus ahorros en pasteles de manzanas. Los primeros 3
pasteles se vendieron rápido, eso incentivo a Lisy a seguir , pasaron 3 años y
aquellos tres pasteles se convirtieron en cientos y miles , su vida mejoró ,
consiguió un buen compañero y tuvo un hijo, ya tenía como ayudar a su padre ,
entonces decidió volver a aquel pueblo en busca de el.
El soltó la cesta, y las manzanas corrieron hasta los pies de aquel niño que traía
esa mujer conocida, y que a gritos le decía “Abuelo, Abuelo, volvimos”.

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