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Natanael Murillo Calvo.

rasnatadread@gmail.com
Colegio de Filosofía.
Estudiante.

LA SUPERACIÓN DEL DOLOR: HACIA UNA PEDAGOGIA POÉTICA

No hacen falta más que unos cuantos segundos, deambulando por las

páginas de los diarios, para dar cuenta de las terribles condiciones de nuestra

época hiperindustrial. Las noticias anuncian día a día, como en efecto déyà vu,

las grandes catástrofes humanas: muertes por inanición, por enfermedades

curables, por violencia sistemática; desplazamientos territoriales de grandes

poblaciones como efecto de la pobreza, de la represión estatal, de los accidentes

nucleares; y un sinfín de etcéteras. Todas ellas expresión de un monstruoso

catálogo de dolor humano.

Cada uno de los ámbitos del saber se encuentra permeado por los

dolorosos resultados de la modernidad; es por ello que la pedagogía no puede

hacer caso omiso a las demandas surgidas de un mundo históricamente doliente

donde ésta ha jugado un papel instrumental: se vuelve imprescindible una actitud

reflexiva y creativa que ilumine los pasos hacia una superación del dolor.

Hace bastos siglos los griegos conocieron la sabiduría de Sileno: supieron

de la condición miserable, efímera y fatigada de la humanidad: vivieron en carne

propia el pesimismo. Empero, a pesar de experimentar ese dolor, fueron capaces

de afirmar una visión dionisiaca-apolínea del mundo a través de la transfiguración:

nació así la tragedia.

En los albores de la modernidad el calendario cifró un acontecimiento

brutal: la invención y conquista de América, la cual, entre innumerables cosas, nos


legó los testimonios de dolor de los seres humanos mesoamericanos a través de

sus cantares. Ya bastante avanzado el viaje de la modernidad, donde su devenir

es inobjetable, nos encontramos con una de las invenciones más

sorprendentemente crueles: los campos de concentración. De este hecho nacerá

la poesía de los sobrevivientes de los campos de la muerte.

Estos atroces acontecimientos históricos propios de la modernidad nos dan

cuenta de siglos de desmedido dolor causado a seres humanos, mediante seres

deformados, justificando sus acciones en base a intereses económicos. Sin

embargo contamos con una curiosa herencia: los cantos y la poesía de los

sobrevivientes que fueron capaces de transfigurar en bello lo más horrible,

enseñándonos que a pesar del dolor es posible vivir; que la vida puede ser

afirmada a través de la muerte. Dichos testimonios fueron plasmados para darnos

a conocer el magno sufrimiento de la humanidad, para crear una memoria del

dolor, la cual debe servirnos para detener la repetición de hechos tan inhumanos.

La pedagogía no puede pasar sin valorar tal legado. Al preocuparse por la

educación, por la formación de sujetos, por el futuro de la sociedad, debe

considerar la experiencia poética como la antesala de una actitud ética que

permita la praxis política de seres humanos dialogantes en contraposición a la

mezquina estrategia partidista de intereses económicos particulares. La pedagogía

poética debe ser un sustento de la participación plural y multicultural frente a la

tiranía hegemónica; debe preocuparse por formar la memoria gracias a la cual

transfiguraremos el dolor de las víctimas en una obra de arte que afirme la vida.

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