Está en la página 1de 13

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.

net/publication/281206212

Umwelt, Mitwelt, Eigenwelt y campos electromagnéticos

Article · July 2015

CITATIONS READS

2 240

1 author:

Mariana Suárez Bagnasco

26 PUBLICATIONS   12 CITATIONS   

SEE PROFILE

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

Neuropsychology View project

All content following this page was uploaded by Mariana Suárez Bagnasco on 28 March 2020.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

Umwelt, Mitwelt, Eigenwelt y campos electromagnéticos

Dra. Mariana Suárez Bagnasco

Resumen: Algunos aspectos de la conducta ecológica y la percepción de riesgos ambientales relacionados con
los campos electromagnéticos se consideran brevemente desde las perspectivas biomédica y psicosocial en el
marco de las interacciones entre los tres mundos: Umwelt, Mitwelt, Eigenwelt. Se menciona parte de la eviden-
cia disponible y se discuten algunas de las dificultades que deben afrontar tanto los investigadores como los
gestores que se ocupan de los efectos biológicos, psicológicos y sociales de la exposición a los campos electro-
magnéticos.
Palabras clave: Umwelt, Mitwelt, Eigenwelt, campos electromagnéticos y conducta, psico-neuro-inmuno-
endocrinología, conducta ecológica, percepción de riesgos ambientales, marco sociocultural.

Abstract: Some issues of ecological behaviour and environmental risk perception related with electromagnetic
fields are briefly considered from biomedical and psychosocial points of view in the framework of the interac-
tion of the three worlds: Umwelt, Mitwelt, Eigenwelt. Some available evidence related with the biological,
psychological and social effects of the exposure to electromagnetic fields is mentioned and some difficulties that
researchers and managers must face are discussed.
Key words: Umwelt, Mitwelt, Eigenwelt, electromagnetic fields and behaviour, psico-neuro-immuno-
endocrinology, ecological behaviour, environmental risk perception, socio-cultural framework.

(1) Introducción

Tanto la percepción como la posterior acción o inacción en relación con los pro-
blemas ambientales se vinculan con aspectos cognitivos, emocionales, sociocultu-
rales e inclusive ideológicos.
Los factores físico-espaciales y socioculturales condicionan la vida de los seres
humanos. Estos factores a su vez son modificados por la actividad humana.
La psicología ambiental estudia estas interacciones bidireccionales y reciprocas
entre las personas y sus entornos socioambientales, enfocándose en el Umwelt
contemporáneo de la especie humana, o sea en su medio ambiente específico y
cambiante.
En este estudio de las interacciones entre las personas y sus entornos, la psicolo-
gía social aporta el estudio de la situación de encuentro entre el individuo y la
sociedad, centrándose en el Mitwelt, en el mundo de las interacciones con los
seres de una misma especie.
Y la psicología como tal pone su acento en el estudio del Eigenwelt, en el mundo
propio de cada persona que vive en sociedad y comparte con las demás un medio
ambiente.
Los cambios en uno de estos mundos (Umwelt, Mitwel, Eigenwelt) influye gene-
rando modificaciones en los otros. Algunos cambios son más evidentes que otros.
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

Incluso algunos pueden pasar desapercibidos.

La educación formal y la información brindada por los medios de comunicación


pueden colaborar en esclarecer algunos de estos cambios.
Los medios de comunicación reportan frecuentemente acontecimientos asociados
al cambio climático y a la contaminación de origen químico o biológico del agua,
el aire o el suelo.
Con menos frecuencia plantean problemas relacionados a los residuos radioacti-
vos y a los efectos de los campos eléctrico, magnético y electromagnético sobre
la salud.
Por su parte, la educación formal generalmente no incluye entre los temas abor-
dados un enfoque integral de la educación ambiental, en particular no suele in-
cluir un abordaje razonablemente completo y actualizado del tema de este artícu-
lo.
El propósito del presente trabajo es doble: complementar desde una perspectiva
psico-social el abordaje de la relación entre los campos electromagnéticos y la
salud que se lleva a cabo en la referencia [21], y aportar insumos para una discu-
sión de contenidos que puedan integrarse a diferentes niveles de educación for-
mal.

Como hay numerosas evidencias que sugieren que los problemas ambientales
actuales son en buena medida el resultado del comportamiento humano, conviene
comenzar considerando la conducta ecológica.

(2) Conducta ecológica

Una conducta puede ser considerada ecológica cuando conlleva:


(a)-La existencia de un propósito o intención específica de cuidar el ambiente y
propiciar el bienestar humano y de otros organismos en el entorno.
(b)-Se lleva a cabo sin derrochar los recursos naturales de los que se dispone.
(c)-Proyecta su acción al futuro, anticipando las consecuencias del comporta-
miento.
Puesto que actuar a favor del ambiente implica proteger el entorno y considerar el
bienestar de otros seres vivos, algunos autores han planteado que la conducta
ecológica es un tipo conducta altruista, lo que se puede denominar una conducta
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

prosocial [8].
Los comportamientos relacionados con la predisposición a realizar determinados
sacrificios personales en pro de la naturaleza y/o el ambiente han sido denomina-
dos por Stern como “conductas de sacrificio personal” [18].
El mismo autor distinguió estas conductas de las conductas relacionadas con el
consumo responsable y las conductas relacionadas con la esfera pública como,
por ejemplo, firmar peticiones a favor del medio ambiente.

En la anterior clasificación de Stern aparecen implícitas las creencias de cada


persona acerca de que las conductas individuales contribuyen ya sea a deteriorar,
ya sea protegen el medio ambiente, así como la proporción costo-beneficio que
tiene para cada persona cuidar el medio ambiente.
Estas creencias reflejan el modo en que las personas se vinculan con el medio
ambiente y su predisposición de actuar de manera más o menos ecológica.

Las creencias sobre las consecuencias del deterioro medioambiental están influi-
das por los valores, entendidos como estructuras estables que se generan en el
proceso de socialización y que orientan la acción.

Se pueden distinguir tres tipos de orientación de valor: egoísta, socio-altruista y


sistémica orientada a la biósfera.

-En el primer caso, la persona evalúa los costos y beneficios que la conducta am-
biental tendría para él mismo. Cuando los beneficios percibidos exceden los cos-
tes percibidos, pueden tener una mayor predisposición a mostrar una conducta
tendiente a preservar el ambiente.
-En el segundo caso, la realización de una conducta tendiente a preservar el am-
biente dependerá del análisis de costos/beneficios para los otros, en función de los
beneficios que la acción puede tener para otras personas.
-En el tercer caso, la realización de una conducta tendiente a preservar el ambien-
te estará en función de si la persona percibe costes y beneficios para el ecosistema
y la biosfera como un todo.

Otros autores enfatizan los aspectos emocionales y describen su influencia en las


conductas tendientes a preservar el ambiente.
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

Cuanto mayor sea la implicación emocional de una persona con la situación del
medio ambiente, mayor será el compromiso con acciones menos lesivas para el
medio [10].
Por ejemplo, la ira puede ser la respuesta emocional ante una situación ambiental
que se percibe de modo negativo. La ira puede conducir a la realización de con-
ductas, tanto colectivas como individuales, que tiendan a modificar o intentar
paliar esa situación [9] [23].

(3) Percepción de riesgos ambientales

La percepción sensorial directa de los problemas ambientales promueve más la


preocupación ambiental que la percepción indirecta a través de la información
proporcionada por otras personas, organizaciones o por los medios de comunica-
ción.

Entre las experiencias sensoriales, las percepciones visuales y luego las olfativas
son las más claramente asociadas a la percepción de cambios ambientales. Si bien
el sistema nervioso del ser humano está capacitado para identificar mejor los
cambios que las constancias, las modificaciones graduales pueden no ser percibi-
das o identificadas claramente, debido a que las capacidades de adaptación senso-
rial disminuyen la respuesta de los sentidos frente a un estímulo constante y sos-
tenido.

Algunos de las modificaciones en las variables ambientales no son perceptibles


por los sentidos de los seres humanos, como es el caso de las radiaciones ionizan-
tes, campos electromagnéticos en general, algunos gases de la atmósfera, etc.
Otras modificaciones son imperceptibles en el corto plazo. Pero aun cuando se
perciban las modificaciones, sus efectos pueden no ser evidentes. Por ejemplo, las
personas se concientizan de la mala calidad del aire en primera instancia por la
experiencia sensorial directa y en segundo lugar y en forma más tardía por sus
efectos en la salud [3].

Pero las limitaciones sensoriales propias de la experiencia específicamente huma-


na asociadas a las características del sistema nervioso (incluyendo los órganos
sensoriales) pueden ser compensadas por la utilización de instrumentos de detec-
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

ción de señales y en condiciones favorables, de cuantificación de las señales de-


tectadas (por ejemplo, concentraciones de contaminantes en aire, agua o suelo).
Este proceso, mediante el cual el creciente uso de instrumentos cada vez más
sensibles y sofisticados, apoyados en concepciones teóricas refrendadas por evi-
dencia experimental, permite ir eliminando las limitaciones sensoriales propias de
la experiencia específicamente humana.
Este proceso ha sido denominado por Bertalanffy proceso de desantropomorfiza-
ción progresiva [2].

En el caso de los campos electromagnéticos se han realizado estudios acerca de la


percepción de riesgo y la prevalencia de síntomas atribuidos a esos campos.
En paralelo se han llevado a cabo estudios que involucran la medición de los
campos ambientales, la determinación de las características de su penetración en
los organismos y la investigación de posibles mecanismos fisiopatológicos aso-
ciados a la absorción de la energía de esos campos por los tejidos biológicos [21].

La percepción de riesgo y la prevalencia de síntomas atribuidos a campos elec-


tromagnéticos fueron estudiadas en 2048 personas mayores de 14 años en Suiza.
En el 43% de los casos se reportaron problemas de sueño y en 34% de los casos
dolores de cabeza. Estos síntomas fueron atribuidos en su mayoría a las líneas y a
los teléfonos celulares e inalámbricos. Pero si bien 53% presentaba preocupación
por efectos adversos de los campos electromagnéticos en la salud, no atribuyó sus
propios síntomas a los efectos de los campos electromagnéticos [17].

En otro estudio se estudiaron las preocupaciones de los adultos en relación con la


exposición a campos electromagnéticos.
Las personas que manifestaron preocupación por riesgos asociados a la exposi-
ción a campos electromagnéticos presentaron ciertas características.
Su promedio de edad fue 51 años. Tenían en comparación con la población gene-
ral de Suiza niveles de educación más elevados. Los síntomas reportados más
frecuentemente fueron los siguientes: problemas en el sueño 58%, dolores de
cabeza 41%, nerviosismo, distrés 19%, fatiga 18%, dificultades de concentración
16%. Estos síntomas fueron relacionados en un 74% con estaciones de base de
los teléfonos celulares, un 36% con teléfonos celulares (móviles), un 29% con
teléfonos inalámbricos y un 27% con líneas de potencia. Algunos síntomas apare-
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

cían relacionados con más de una fuente.


No se efectuaron asociaciones específicas entre los síntomas mencionados y las
fuentes de campo [15].

Frente a la evidencia de que algunas personas presentan síntomas que estas atri-
buyen a los campos electromagnéticos y otros no, se plantea en la literatura tres
posibles hipótesis asociadas a estos hallazgos.
Una de estas es la posibilidad de que existan entre los seres humanos diferentes
sensibilidades a la detección de campos electromagnéticos.
Pero la hipersensibilidad a los campos electromagnéticos no sería un prerrequisito
para su detección [14].
Por otro lado, se han planteado que las diferencias encontradas son resultado de
las creencias y pensamientos de las diferentes personas acerca de los efectos de
los campos electromagnéticos en la salud [12].
Otra hipótesis es la preexistencia de condiciones psiquiátricas, o la presencia de
rasgos de personalidad hipocondríacos. En este caso los síntomas que se descri-
ben en los estudios realizados en Suiza no se asociarían a los campos electromag-
néticos sino a patologías ya presentes o a rasgos de personalidad que predisponen
a percibir la realidad de determinada manera.

(4) Algunas evidencias de los efectos de los campos electromagnéticos desde


la perspectiva de la psico-neuro-inmuno-endocrinología

Existen evidencias de que la exposición a campos electromagnéticos ya sea du-


rante y después de la misma, se asocian a cambios fisiológicos cerebrales. Por
ejemplo, breves exposiciones pueden inducir cambios en la actividad eléctrica
cerebral, sobre todo en la banda de la frecuencia alfa (8-13 Hz). Se han registrado
cambios en la memoria de reconocimiento tras la exposición a 100 μT durante 1
segundo, así como disminución de la actividad alfa en corteza occipital, tras ex-
posiciones de 15 min a 80 μT [1]. En otro estudio se identificó una disminución
de la regeneración neuronal en 9 de 11 personas expuestas a campos electromag-
néticos en comparación con su gripo control [13].

Recientemente se ha planteado a la hipersensibilidad electromagnética como una


compleja combinación de signos cuantificables con diferentes etiologías.
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

Se han identificado los siguientes signos: bajos niveles de TSH y elevados niveles
de transaminasa alanina y aminotransferasa aspartato en comparación con el gru-
po control.
Algunas personas presentaron elevados niveles de la proteína c reactiva [4].
En otro estudio se evidenció una reducción de la facilitación intracortical, sin
estar afectada ni la inhibición intracortical y ni los umbrales motores [11].

Resulta interesante que se han descubierto correlatos neurofisiológicos en la per-


cepción de riesgos ambientales a través del estudio de potenciales eléctricos cere-
brales relacionados a ciertos eventos (potenciales evocados) y también a través de
imágenes de resonancia magnética funcional.
Se identificaron así algunos substratos neuronales asociados a la percepción de
riesgos ambientales: activación del cortex ventral cingulado anterior y luego un
proceso de recuperación de experiencias emocionales relacionado con el cortex
cingulado posterior.
A partir del registro electroencefalográfico se pudieron identificar oscilaciones
neurales de la banda teta y actividades pertenecientes a la banda alfa involucradas
en la identificación de riesgos ambientales.

(5) Aspectos socioculturales y conductas en relación con el ambiente

Hay que agregar a éstos la influencia de aspectos socioculturales que afectan la


percepción del riesgo.
Tanto en Europa como en USA, las investigaciones sugieren que los valores am-
bientales, enfatizados en la época postmoderna, están vinculados con valores
altruistas y son percibidos como contrarios a la concepción del mundo previa,
propia de la época moderna, asociada a la idea de progreso ilimitado logrado a
través del dominio de la naturaleza, utilizando todos los recursos disponibles y
asumiendo que el ambiente constituye un reservorio infinito cuyas propiedades
no cambian al recibir los desechos de la actividad humana.

En Oriente, los valores ambientales están vinculados tanto a valores altruistas


como a valores tradicionales. En todos los países los valores ambientales son
percibidos como contrarios a valores egoístas y a la antigua concepción del pro-
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

greso originada en la Europa post-renacentista.

Bertalanffy considera que es posible que culturas e individuos diferentes mues-


tren predilecciones en la elección de unos aspectos y el descuido de otros [2].
Para este autor, las categorías del conocimiento y de la experiencia del ser hu-
mano dependen de factores biológicos y culturales. Respecto a los factores bioló-
gicos, menciona que la percepción está condicionada fuertemente por la organi-
zación psicofísica específica humana. Y sobre los factores culturales, considera
que las categorías lingüísticas y culturales, no alteran las potencialidades de la
experiencia sensorial, sino que influyen en qué aspectos de la realidad experimen-
tada son enfocados y subrayados.

Según todo lo anterior, se pueden configurar múltiples situaciones en las cuales


puede existir coherencia o incoherencia entre creencias y acciones.
En caso de existir normas ambientales, la situación de incoherencia suele generar
mayor malestar en el individuo que la incoherencia entre creencias y acciones.
Frente a esta disonancia creencias-normas-acciones, si la persona se considera
responsable de su comportamiento, ésta puede modificar sus actitudes para que
coincidan con su comportamiento.
En caso de que perciba que no actuó autónomamente, la persona puede llegar a la
conclusión de que su comportamiento respondió a una presión externa.

Si bien el actuar antisocial no es considerada una conducta criminal propiamente


dicha, la conducta antisocial manifiesta egoísmo y se opone al altruismo, condi-
ción fundamental para el despliegue de actos prosociales y tendiente s a preservar
el ambiente [6]. A través de acciones antisociales los individuos se pueden apro-
piar, contaminar, desperdiciar o disfrutan de recursos naturales, a expensas de
otros. Además, las personas con actitudes antisociales están más dispuestas a
aceptar efectos colaterales nocivos para el medio ambiente [7].

(6) Conclusiones

La adhesión a ciertos valores y creencias proambientales pueden estimular la


receptividad de una persona a determinada información de carácter ambiental.
Así mismo, la adquisición de nuevas informaciones o conocimientos pueden in-
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

fluir sobre, e incluso modificar, las actitudes anteriores.

Para comprender esta dinámica, es preciso analizar la interacción entre el Umwelt


contemporáneo de la especie humana, su medio ambiente específico y cambiante,
(estudiado por la psicología ambiental), el Mitwelt, el mundo de las interacciones
con los seres de una misma especie (estudiado por la psicología social) y Eigen-
welt, en el mundo propio de cada persona que vive en sociedad y comparte con
las demás a un medio ambiente (encarado desde la psicología general).

La evidencia disponible no arroja resultados concluyentes sobre los posibles me-


canismos asociados a los efectos sobre la conducta. Se han encontrado correla-
ciones estadísticas significativas entre la exposición a los campos electromagnéti-
cos y modificaciones en las funciones psicológicas, tanto normales como altera-
das previamente a dicha exposición.

A nivel psico-neuro-inmuno-endocrinológico se pueden formular conjeturas tanto


sobre posibles mecanismos como sobre la posibilidad de que los campos electro-
magnéticos podrían acentuar síntomas ya existentes. La identificación de los me-
canismos subyacentes a la interrelación entre conducta, sociedad y sistemas fisio-
lógicos (donde presumiblemente se producen los efectos directos de los campos)
plantea numerosos problemas de difícil solución [22].

Uno de esos problemas es hallar suficiente evidencia experimental que respalde o


desautorice las conjeturas del investigador.
Sobre fundamentos bioéticos, los modelos animales son los únicos admisibles
para ciertos estudios de laboratorio como los requeridos para dilucidar este tipo
de cuestiones. Pero la validez de los modelos animales cuando no se conoce lo
suficiente acerca de los posibles mecanismos subyacentes a los procesos investi-
gados puede ser fácilmente cuestionada.
Para poblaciones humanas es indispensable recurrir a estudios epidemiológicos.
Como estos involucran exposiciones no programadas en condiciones no controla-
das y en buena medida desconocidas, se vuelven a encontrar las mismas dificul-
tades que se encuentran al discutir los factores de riesgo en el caso del cáncer.

Otro de los problemas, éste de neurociencia básica, es un relativo desconocimien-


Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

to sobre los detalles de los mecanismos involucrados en los umbrales de estimu-


lación magnética de fibras nerviosas y redes neuronales [19] [20] [21]. Como
consecuencia el abordaje de los problemas que se plantean a propósito de los
efectos de los campos electromagnéticos sobre el sistema nervioso central es, al
menos por el momento, fundamentalmente empírico.

Pese a todas estas dificultades, se han venido desarrollando una multiplicidad de


terapias electromagnéticas, desde la estimulación magnética del sistema nervioso
central para tratar algunas patologías psiquiátricas, en un marco de medicina or-
todoxa, hasta las denominadas terapias basadas en energías sutiles, en un marco
de medicinas alternativas, intentando abarcar desde cánceres, cardiomiopatías, y
enfermedad de Parkinson hasta los trastornos mentales más frecuentes en las
sociedades actuales [16].

(7) Referencias bibliográficas

[1] Acuña Castroviejo, “Informe científico sobre el efecto de los campos electro-
magnéticos en el sistema endócrino humano y patologías asociadas”. Universidad
de Granada, España, 2006.
[2] Bertalanffy, “Teoría General de Sistemas”. México D.F. Fondo de Cultura
Económica, 2003.
[3] Bickerstaff y Walker, “Public understandings of air pollution: the 'localisation'
of environmental risk”. Global Environmental Change; 11: 133-145, 2001.
[4] Dahmen, Ghezel-Ahmadi y Engel, “Blood laboratory findings in patients
suffering from self-perceived electromagnetic hypersensitivity”. Bioelectromag-
netics; 30 (4): 299 – 306, 2009.
[5] Frick, Rehm, Hauser y otros, “Comparison perception of singular transcranial
magnetic stimuli by subjectively electrosensitive subjects and general population
controls” Bioelectromagnetics; 26(4):287-98, 2009.
[6] Gottfredson y Hirschi, “A General Theory of Crime”, Stanford, CA: Stanford
University Press, 1990.
[7] Harvey y Miceli, “Antisocial behavior and the continuing tragedy of the
commons”, Journal of Applied Social Psychology; 29, 109-138, 1999.
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

[8] Hooper y Nielsen, “Recycling as altruistic behavior: Normative and behavior-


al strategies to expand participation in a community recycling program”, Envi-
ronment & Behavior, 23, 195-220, 1991.
[9] Klandermans, De Weerd, Sabucedo y Costa, “Injustice and adversarial frames
in a supranational political context: farmers´ protest in the Netherlands and
Spain”. En della Porta, Kriesi, Rucht (Eds.) Social Movements in a globalizing
world. London. MacMillan Press, 1999.
[10] Kollmuss y Agyeman, “Mind the gap: why do people act environmentally
and what are the barriers to pro-environmental behaviour?” Environmental Edu-
cation Research, 8, 239-260, 2002.
[11] Landgrebe, Hauser, Langguth, y otros, “Altered cortical excitability in sub-
jectively electrosensitive patients: results of a pilot study”. J Psychosom Res.;
62(3):283-8, 2007.
[12] Lin, “Hearing of microwave pulses by humans and animals: effects, mecha-
nism, and thresholds”. Health Phys.; 92(6):621-8, 2006.
[13] Maler, “Is CNS activity modified by pulsed electromagnetic fields?” Bio-
med. Tech. 20; 46(1-2):18-23, 2001.
[14] Mueller, Krueger y Schierz, “Project NEMESIS: perception of a 50 Hz elec-
tric and magnetic field at low intensities”. Bioelectromagnetics; 23(7): 553-4,
2002.
[15] Röösli, Moser, Baldinini y otros, “Symptoms of ill health ascribed to elec-
tromagnetic field exposure--a questionnaire survey”. Int. J. Hyg. Environ. Health;
207(2):141-50, 2007.
[16] Rosch, “Bioelectromagnetic and Subtle Energy Medicine”, 2ª Ed., CRC,
Boca Raton, Florida, USA, 2014.
[17] Schreier, Huss, Röösli, “The prevalence of symptoms attributed to electro-
magnetic field exposure: a cross-sectional representative survey in Switzerland”.
Preventive Medicine 51(4):202-9, 2006.
[18] Stern y Dietz, “The value basis of environmental concern”, Journal of Social
Issues, 50 (3): 65-84, 1994.
[19] Suárez Ántola, R. “Análisis modal de la estimulación eléctrica y magnética
de fibras nerviosas a partir de la ecuación del cable homogeneizada. Parte I: Una
variable de estado”, Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, Tercera Épo-
ca, volumen 17, Nº 2, pp. 129-154, 2012.
Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, 20(1):91-100, 2015.

[20] Suárez Ántola, R. “Análisis modal de la estimulación eléctrica y magnética


de fibras nerviosas a partir de la ecuación del cable homogeneizada. Parte II: Dos
variables de estado”, Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, Tercera
Época, volumen 18, Nº 1, pp. 17-46, 2013.
[21] Suárez-Ántola R., “Campos electromagnéticos y salud”, Revista de la Socie-
dad Científica del Paraguay, Tercera Época, volumen 20, Nº 1, pp. 23-61, 2015.
[22] Suárez-Bagnasco M, “Lesiones ateroscleróticas coronarias, niveles plasmá-
ticos de aldosterona y depresión: un enfoque desde la psico-neuro-inmuno-
endocrinología”. Tesis de Doctorado en Medicina, Facultad de Medicina, Uni-
versidad Favaloro, Buenos Aires, 2014. ISBN: 978-9974-99-547-5.
[23] A. Zomeren, “Explaining collective action tendencies through group-based
anger and group efficacy”. Journal of Personality and Social Psychology, 87:
649-664, 2004.

View publication stats

También podría gustarte