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Mito de Aracne

Este mito griego explica la creación del arte de tejer a imitación de la labor que hacen las
arañas. Aracne era la hija de un tintorero de Colofón y tenía una gran habilidad para bordar y
tejer. Todo el mundo alababa sus obras, de tal manera que se volvió una engreída y afirmó que
sus trabajos eran superiores a los de Atenea que era, entre otros títulos, diosa de la artesanía.

Atenea, aunque airada, quiso darle a la joven la oportunidad de retractarse y no ofender a los
dioses. La visitó disfrazada de anciana, pero la chica en lugar de retirar sus palabras se burló de
los dioses y retó a la vieja a un concurso de bordado. Atenea se quitó el disfraz y comenzó la
competición. Mientras que la diosa tejía una escena de su victoria sobre Poseidón, Aracne
bordó un tapiz en el que se podían ver 22 episodios de los dioses cometiendo infidelidades.
Atenea reconoció la perfección del trabajo, pero se enfadó tanto por el irrespetuoso tema
elegido que destruyó la tela y el telar, golpeando a la joven en la cabeza con la lanzadera.
Aracne se dio cuenta del error cometido y avergonzada se ahorcó. Atenea se compadeció de
ella en el último momento y convirtió la cuerda en una telaraña y a la propia Aracne en una
araña. Aracne, como una araña, enseñó la perfección del tejido a la humanidad.

Mito de Prometeo y el fuego

Prometeo era un titán amigo de los humanos. Zeus había decretado que el fuego debía
permanecer en el Olimpo y no debía ser entregado a los hombres, pero Prometeo no estaba
de acuerdo con esa decisión. Aquí las versiones difieren y unas explican que se introdujo
subrepticiamente en el taller de Hefesto y tomo unas brasas de uno de sus hornos y otras que
se acercó al carro de Apolo y robó algunas chispas de él con las que prendió una planta de
hinojo borde y se lo entregó a los humanos.

Como castigo por el robo Zeus lo condenó a permanecer encadenado eternamente a una roca
y a que un águila se le comiera el hígado. Como era inmortal, cada noche el hígado se
regeneraba y el ave volvía a comérselo. Afortunadamente, Heracles de camino al Jardín de las
Hespérides, lo liberó con el beneplácito de su padre, Zeus, que vio en esa acción un acto que
glorificaba a su hijo. Eso sí, Prometeo debía lucir para siempre un anillo adornado con un trozo
de la roca a la que estuvo atado.
Mito de la Caja de Pandora

Cuenta la leyenda que, tras haber robado el titán Prometeo el fuego de los dioses para
regalarlo a los hombres y el castigo que Zeus le impuso por tamaña osadía, su hermano
Epimeteo recibió como regalo de los Olímpicos una compañera: Pandora. Ésta fue dotada con
todos los encantos que los dioses podían proporcionarle: Afrodita le dio la belleza, Hermes la
elocuencia, Atenea la sabiduría, Apolo la música...

Cuando Pandora se presentó ante Epimeteo, lo hizo acompañada de otro regalo de Zeus: una
caja cerrada,que bajo ningún concepto debía ser abierta. Epimeteo, deslumbrado ante la
gracia y la belleza de Pandora, ignoró la promesa hecha a su hermano Prometeo de no aceptar
jamás regalo alguno de los dioses olímpicos, pues eran astutos y traicioneros, y la aceptó como
compañera, aceptando al mismo tiempo la caja que la acompañaba, que escondió en lugar
seguro...

Pero la curiosidad pudo con Pandora, y un día que Epimeteo dormía le robó la llave del lugar
donde escondía la caja, y la abrió para espiar su contenido. Al levantar la tapa, grande fue su
desilusión al encontrarla vacía, pero era porque en ese mismo momento escaparon de ella
todas las desgracias y males que podían afectar al hombre, y se extendieron por el mundo:
enfermedades, sufrimiento, guerras, hambre, envidia, ira... Mas todavía le dio tiempo a
vislumbrar en el fondo de la caja algo que aún no había escapado, y corriendo la cerró. Lo que
pudo conservar en el fondo de la caja fue la Esperanza, que no consiguió escapar. De ese modo
fue sellado el destino de todos los hombres, que a partir de entonces padecieron toda suerte
de males..., pero incluso en medio de los más terribles de ellos, siguen conservando la
Esperanza...
El mito de Narciso

Narciso era hijo del dios boecio del río Cefiso y de Liriope, una ninfa acuática. El famoso
vidente Tiresias ya había hecho la predicción de que viviría muchos años, siempre y cuando no
se viese a sí mismo. A los 16 años Narciso era un joven apuesto, que despertaba la admiración
de hombres y mujeres. Su arrogancia era tal que, tal vez a causa de ello, ignoraba los encantos
de los demás. Fue entonces cuando la ninfa Eco, que imitaba lo que los demás hacían, se
enamoró de él. Con su extraña característica, Eco tendía a permanecer hablando cada vez que
Zeus hacía el amor con alguna ninfa. Narciso rechazó a la pobre Eco, tras lo cual la joven
languideció.

Su cuerpo se marchitó y sus huesos se convirtieron en piedra. Sólo su voz permaneció intacta.
Pero no fue la única a la que rechazó y una de las despechadas quiso que el joven supiese lo
que era el sufrimiento ante el amor no correspondido. El deseo se cumplió cuando un día de
verano Narciso descansaba tras la caza junto a un lago de superficie cristalina que proyectaba
su propia imagen, con la que quedó fascinado. Narciso se acercó al agua y se enamoró de lo
que veía, hasta tal punto que dejó de comer y dormir por el sufrimiento de no poder conseguir
a su nuevo amor, pues cuando se acercaba, la imagen desaparecía.

Obsesionado consigo mismo, Narciso enloqueció, hasta tal punto que la propia Eco se
entristeció al imitar sus lamentos.

El joven murió con el corazón roto e incluso en el reino de los muertos siguió hechizado por su
propia imagen, a la que admiraba en las negras aguas de la laguna Estigia. Aún hoy se conserva
el término «narcisismo» para definir la excesiva consideración de uno mismo.

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