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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

AFRODITA Y ARES (MITO)

Afrodita o Venus, diosa del amor, estaba casada con Hefesto o Vulcano el herrero, a quien
nunca le fue fiel. Cierto día, Helios, dios del sol, vino a Hefesto y le dijo que había visto a
Afrodita con su amante Ares, dios de la guerra en el propio palacio de Hefesto. Enfurecido
de celos, Hefesto con el intenso calor de su furia, forjó una red de metal tan fina y ligera
que era casi invisible, pero indestructiblemente resistente. Colocó la red en los postes de
la cama y en las vigas del dormitorio. Cuando Afrodita y Ares, se fueron hacia la cama... ¡la
red los atrapó tan fuerte que no podían escapar!
Hefesto llamó entonces a todos los dioses para reírse de los amantes atrapados. Acudieron
Poseidón, Hermes y Helios. Hefesto exigió que Zeus le devolviera la dote que tuvo que
entregar por Afrodita, pero se conformó con una compensación que pagaría Ares.
Y mientras todos se reían, Poseidón ofreció ser el fiador de la deuda. Luego los amantes
fueron liberados.

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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

EL MITO DEL MINOTAURO


Se cuenta que Pasifae, esposa del rey de
Creta – Minos- incurrió en la ira
de Poseidón y éste, como castigo, la
condenó a dar a luz a un hijo deforme:
el Minotauro, el cual tenía un enorme cuerpo
de hombre y cabeza de toro. Para esconder al
“monstruo”, Minos ordenó al famoso
arquitecto Dédalo que construyera
un laberinto, una construcción
tremendamente complicada de la que muy
pocos conseguían salir. Escondió allí al
Minotauro.
Cada luna nueva era imprescindible sacrificar
un hombre para que el Minotauro pudiera
alimentarse, pues subsistía gracias a la carne
humana. Cuando este deseo no le era
concedido, sembraba el terror y la muerte
entre los habitantes de la región.
El rey Minos tenía otro hijo, Androgeo.
Mientras éste se encontraba en Atenas para
participar en diversos juegos deportivos de los que había resultado vencedor, fue asesinado
por atenienses. Minos, al enterarse de la trágica noticia, juró vengarse; reunió a su ejército
y se dirigió luego a Atenas que, al no estar preparada para semejante ataque, tuvo pronto
que capitular y negociar la paz.
El rey cretense recibió a los embajadores atenienses, les señaló que habían matado a su
hijo e indicó que las condiciones para la paz. Atenas enviaría cada nueve años siete
jóvenes y siete doncellas a Creta, para que - con su vida- pagaran la de su hijo fallecido.
Los embajadores se sintieron presos del terror cuando el rey añadió que los jóvenes serían
ofrecidos al Minotauro. Pero no les quedaba otra alternativa más que la de aceptar tal difícil
condición. Tan sólo tuvieron una única concesión: si uno de los jóvenes conseguía el triunfo
sobre el Minotauro, la ciudad se libraría del atroz tributo.
Dos veces Atenas había pagado ya el terrible precio; pues dos veces una nave de origen
ateniense e impulsada por velas negras había conducido, como se indicaba, a siete
doncellas y siete jóvenes para que se dirigieran así al fatal destino que les esperaba.
Sin embargo, cuando llegó el día en que se sortearía los nombres de las próximas
víctimas, Teseo, único hijo del rey de Atenas – Egeo- propuso embarcarse como parte del
tributo, arriesgando su propia vida con tal de librar a la ciudad de aquella horrible carga.
Por tanto, al día siguiente, él y sus compañeros embarcaron y Teseo prometió a su padre
que cambiaría por velas blancas las negras velas de la embarcación, una vez que hubiera
derrotado al monstruo.
El contingente llegó a Creta y los enviados debían permanecer custodiados en un
sitio situado en las afueras de la ciudad hasta el momento de ser llevados al laberinto. Esta
prisión reservada a las víctimas de los sacrificios estaba rodeada por un parque que
colindaba con el jardín en que las dos hijas de Minos - Fedra y Ariadna- solían pasearse.

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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

La fama del valor y de la belleza de Teseo había llegado a oídos de las dos doncellas, la
mayor de las cuales –Ariadna- deseaba fervientemente conocer y ayudar al joven
ateniense.
Cuando consiguió verlo, le ofreció un ovillo de hilo y le indicó que éste representaba su
salvación y la de sus compañeros ya que deberían atar un cabo a la entrada del laberinto
y, a medida que penetraban en él, debían devanarlo regularmente. Una vez muerto
el Minotauro, podrían enrollarlo y encontrar así el camino a la salida.
Además, sacó de entre los pliegues de su vestido un puñal y se lo entregó a Teseo. Le
manifestó que estaba arriesgando su vida por él, pues si su padre se llegaba a enterar de
su ayuda, se enfurecería con ella. Así que le pidió que, en caso de vencer a la bestia, la
llevara con él.
Al día siguiente, el joven ateniense fue conducido junto a sus compañeros al laberinto y, sin
ser visto, ató el ovillo al muro y dejó que el hilo se fuera devanando poco a poco. Adentro,
el monstruo esperaba hambriento.
Teseo avanzaba decidido. Cuando se encontró frente al terrible Minotauro, aprovechó el
momento en que éste se abalanzó sobre él y hundió su puñal en el cuerpo de la bestia.
Una vez concretada su misión, sólo restaba desandar el camino, siguiendo el hilo que le
había entregado Ariadna y salir del laberinto. ¡Había salvado a su ciudad!
En el momento de partir, Teseo - a escondidas- condujo a bordo de la embarcación a
Ariadna y también a su bella hermana. Durante el viaje, la nave ancló en la isla de Nassos
para refugiarse de una furiosa tempestad y, cuando los vientos se calmaron, no pudieron
encontrar a Ariadna, a pesar de haberla buscado por todas partes. Una de las versiones
recoge que se quedó dormida, otra que se perdió; según parece los dioses le tenían
reservado a la princesa otro destino, pues acabó casándose con Dionisio, lo que le valió
para alcanzar la inmortalidad.
Teseo continuó viaje hacia Atenas pero olvidó cambiar las velas del barco como había
prometido a su padre. Éste creyó que su hijo había muerto en su encuentro con el
Minotauro, no pudo soportar su dolor y se arrojó, desde una torre alta, al mar que hoy lleva
su nombre: Egeo.
Por su parte, Dédalo sufrió la ira del rey Minos y fue encerrado en el laberinto junto con su
hijo Ícaro. Sin embargo, no había reto que pudiese domeñar la inteligencia del hábil
artesano.

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APOLO Y DAFNE
La serpiente Pitón, en la mitología griega, era un monstruo de cien cabezas y cien bocas
que vomitaban fuego; era el terror de la campiña de Tesalia porque arrasaba a hombres y
animales. Cuenta Ovidio que Apolo, orgulloso por haberle dado muerte, osó desafiar a
Cupido, hijo de Venus y de Marte. Este, para castigar tal osadía, tomó dos flechas de su
aljaba. Una tenía la punta de oro e infundía amor; la otra era de plomo e inspiraba desdén.
Cupido dirigió la primera hacia Apolo, y disparó la segunda a Dafne, hija del río Peneo y de
la Tierra. Una violenta pasión por la hermosa ninfa se apoderó entonces de Apolo. Sin
embargo, ella, herida por la flecha del desprecio, huyó rápidamente tratando de esconderse.
Apolo corrió en busca de Dafne, pero ésta, al verse perdida, solicitó la ayuda de su padre.
Tan pronto como cesaron sus gritos de socorro, una corteza suave le encerró el pecho, sus
cabellos se transformaron en hojas verdes, los brazos en ramas, los pies se fijaron en el
suelo y la ninfa quedó transformada en laurel. Apolo, no dispuesto aún a darse por vencido,
abrazó el árbol y lo cubrió de ardientes besos, pero incluso las ramas retrocedían asustadas
de sus labios. “Si no puedes ser mi amante”, juró el dios, “me serás consagrada
eternamente. Tus hojas serán siempre verdes y con ellas me coronaré”. Desde entonces,
el laurel es el símbolo de Apolo y con él se galardona a los vencedores, artistas y poetas.

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PROMETEO Y LA LEYENDA DEL


FUEGO OLÍMPICO

Prometeo fue el creador del hombre, por lo


que es considerado el protector de la
civilización humana. Era un hijo de Jápeto y
la oceánide Clímene, y hermano de Atlas,
Epimeteo y Menecio, a los que superaba en
astucia y engaños. Cuando él y Epimeteo,
su hermano, empezaron a hacer criaturas
para poblar la tierra por orden de Zeus, este
último prefirió la cantidad e hizo muchas criaturas, dotándolas con muchos dones que les
había asignado para tal fin (piel, garras, alas y aletas, entre otros). Mientras su hermano
hacía esto, Prometeo trabajaba cuidadosamente una criatura a semejanza de los dioses:
un humano. Sin embargo, tardó tanto en hacer su obra maestra que, cuando terminó,
Epimeteo había usado ya todos los dones que Zeus les diera.

Prometeo sintió pena de su creación, viéndola tiritar en las frías noches de invierno, y
decidió robar el fuego de los dioses después de que Zeus no estuviese de acuerdo con su
idea de ayudar a los humanos. Trepó el monte Olimpo y robó fuego del carro de Helios (en
la mitología posterior, Apolo) o de la forja de Hefesto, llevándoselo en el tallo de un hinojo,
que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad
pudo calentarse. Para aplacar a Zeus, Prometeo dijo a los humanos que quemasen
ofrendas a los dioses. Con este fin sacrificó un gran toro. Cuando los dioses olieron las
ofrendas, Prometeo urdió un engaño: escondió la carne bajo una capa de huesos y
tendones, cubriendo el resto de huesos con apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus
la «carne» que comerían los dioses. Zeus eligió el plato de huesos, y Prometeo se quedó
con el plato de carne para sí mismo y los mortales. Para castigar a Prometeo por su hibris
(y al mismo tiempo a toda la humanidad), Zeus se llevó el fuego de la tierra.

Para vengarse de Prometeo por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese
una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y la envió a Prometeo, junto la
caja, que le había regalado Hermes como dote, y que contenía todas las desgracias (plagas,
dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad.
Prometeo sospechó y no quiso tener nada que ver con Pandora, alegando que era estúpida
(al carecer de previsión), por lo que ésta fue enviada a Epimeteo, quien se casó con ella a
pesar de las advertencias de su hermano para que no aceptase ningún regalo de los dioses.
Pandora terminaría abriendo la caja, a pesar de las indicaciones en contra de Epimeteo.
Zeus se enfureció aún más al ver cómo Prometeo se libraba de Pandora, e hizo que le
llevaran al monte Cáucaso, donde fue encadenado por Hefesto con la ayuda de Bía y
Cratos. Zeus envió un águila (hija de los monstruos Tifón y Equidna) para que se comiera
el hígado de Prometeo. Siendo éste inmortal, su hígado volvía a crecerle cada día, y el
águila volvía a comérselo cada noche. Este castigo había de durar 30.000 años, pero a los
30 años Heracles pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las
Hespérides y le liberó disparándole una flecha al águila. Esta vez no le importó a Zeus que
Prometeo evitase de nuevo su castigo, al proporcionar la liberación más gloria a Heracles,

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que era hijo de Zeus. Prometeo fue invitado a volver al Olimpo, aunque debía llevar con él
la roca a la que fue encadenado. Fue padre de Deucalión con Celeno.

La Creación del Maguey

Esta es el mito de la joven Mayáhuel, en las representaciones de la diosa de la


embriaguez como la llaman, ella cuenta con una cadena enroscada dos veces en una de
sus manos y en la otra hay algodón, dicen que no es buen augurio nacer un día propinado
a esta diosa porque tiene mucho que ver su adoración con el adulterio entre otras cosas.

Su mito cuenta que ella era una joven hermosa que era nieta de Tzintzimitl, si bien tenía la
labor de cuidarla para que nada malo lo ocurra, también era de las estrellas que impiden la
salida del sol, un día incierto es que Quetzacóatl se enamoró de su hermosura y por eso es
que la raptó un día para llevarla al medio del bosque y quedarse a solas con ella, su amor
no duró mucho tiempo sin que se levante la abuela y note la ausencia de la joven que debía
cuidar sabiamente, por ello es que llamó a otras Tzintzimime y comenzaron entre todas as
buscarla por todos lados, Mayáhuel no se encontraba muy lejos con su enamorado, estaban
bastante cerca, pero por esto mismo es que Quetzacóatl decidió convertirla a ella y a él en
ramas del árbol bajo el que se encontraban.

La magia de Quetzacóatl no fue suficiente para poder evadir a la abuela de Mayáhuel, ya


que al encontrarla como una rama transformada se había dado cuenta de que estaba junto
con Quetzacóatl sin su consentimiento, lo cual generó que le diera alerta a las demás para
que acabaran con la joven y virgen muchacha, cuando hubieron terminado con ella, no se
dieron cuenta de que la otra rama era el Dios, así es como él se levantó de su
transformación, tomó los restos de su amada y los enterró haciendo de que sus restos luego
sean convertidos en el árbol de Maguey
que actualmente todavía brinda ese
fruto tan bueno para usar durante las
ceremonias y todos los rituales para Dios.

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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

Tláloc, el dios azteca de la lluvia

Tláloc es el dios azteca de la lluvia y esposo de la diosa del agua y del amor Chalchiuhtlicue,
siendo ambos los padres de numerosos hijos conocidos como los tlalocas (nubes). Tal y
como se narra en el Códice Aubin, cuando la profetizada ubicación de Tenochtitlan fue
encontrada mediante la vista de un águila sobre un cactus devorando una serpiente, el
sacerdote Axolohua se sumergió en las aguas de la laguna y un día después volvió a surgir
de lago trayendo consigo el relato de su visita al propio Tláloc, quien le reveló que aquella
sería la morada de su hijo Huitzilopochtli. La voluntad de Tláloc fue que los hombres vivieran
unidos como hermanos sobre aquel lugar elegido por los dioses.

Tláloc habita en Tlalocan, un mundo subacuático al que viajan los espíritus de todos
aquellos que fallecen por causas relacionadas con el agua, ya sea en inundaciones, por
enfermedades como la hidropesía o incluso quienes fuesen alcanzados por un rayo durante
una tormenta. En este reino submarino la comida crecía en abundancia y por doquier se
podían encontrar árboles frutales de todas clases y fértiles cosechas de maíz y otros
productos.

La caída o ausencia de la lluvia en una sociedad que vivía fundamentalmente de la


agricultura era una cuestión de vida o muerte, y no es de extrañar que su culto fuese de los
más extendidos. Su importancia (así como la de su hijo) que, en la ciudad de Tenochtitlan,
en el Templo Mayor, hay dos capillas, una al norte para el culto a Tláloc y otra al sur
dedicada a las ceremonias en honor a Huitzilopochtli. Como otros dioses de la Mitología
azteca Tláloc era honrado por los creyentes con sacrificios de varias clases, ya fuera
mediante ofrendas de comida o sacrificios de animales y personas.

Generalmente se le representa con el cuerpo decorado con pinturas negras, verdes y


amarillas, y decora sus ropajes con plumas de garza y quetzal así como numerosos adornos
de jade en sus orejas y cuello, elemento estrechamente asociado al agua en la cultura
azteca. Protege su pecho con un pectoral forjado en oro y porta un báculo o cetro con forma
de serpiente, objeto con el que puede invocar al rayo duran

LA LEYENDA DEL MAÍZ

Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los


aztecas sólo comían raíces y animales que cazaban.
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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

No tenían maíz, pues este cereal tan alimenticio para ellos, estaba escondido detrás de las
montañas.

Los antiguos dioses intentaron separar las montañas con su colosal fuerza pero no lo
lograron.

Los aztecas fueron a plantearle este problema a Quetzalcóatl.

-Yo se los traeré- les respondió el dios.

Quetzalcóatl, el poderoso dios, no se esforzó en vano en separar las montañas con su


fuerza, sino que empleó su astucia.

Se transformó en una hormiga negra y acompañado de una hormiga roja, marchó a las
montañas.

El camino estuvo lleno de dificultades, pero Quetzalcóatl las superó, pensando solamente
en su pueblo y sus necesidades de alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por
vencido ante el cansancio y las dificultades.

Quetzalcóatl llegó hasta donde estaba el maíz, y como estaba trasformado en hormiga,
tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar entregó el
prometido grano de maíz a los hambrientos indígenas.

Los aztecas plantaron la semilla. Obtuvieron así el maíz que desde entonces sembraron y
cosecharon.

El preciado grano, aumentó sus riquezas, y se volvieron más fuertes, construyeron


ciudades, palacios, templos…Y desde entonces vivieron felices.

Y a partir de ese momento, los aztecas veneraron al generoso Quetzalcóatl, el dios amigo
de los hombres, el dios que les trajo el maíz.

LA LEYENDA DEL JINETE SIN CABEZA.

Cuenta la leyenda que en un pueblo muy aislado de la ciudad existía la historia de un Jinete
que solía recorrer los campos por la noche en un hermoso caballo, la gente muy curiosa y
sorprendida por este Jinete se preguntaban

¿Por qué este jinete hace eso? No era muy


común que alguien salga todas las noches a montar su caballo solo.

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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

Una noche muy oscura y con grandes relámpagos el Jinete desapareció sin dar señal
alguna de su misteriosa desaparición. Pasaron largos años y la gente ya se había olvidado
de aquel Jinete que solía recorrer los campos por la noche. Una noche igual a la que
desapareció campesinos pudieron volver a escuchar nuevamente la cabalgata de su
caballo.

Muchas personas se acercaron curiosas a ver qué era lo que estaba sucediendo y vieron a
un Jinete cabalgando por los campos, cuando un enorme relámpago cayó e ilumino al jinete,
los campesinos no podían creer lo que estaban viendo frente a sus ojos, muchos corrieron
a esconderse y otros permanecieron ahí sin poder moverse y blancos del miedo ya que se
encontraban frente a un Jinete sin Cabeza, luego de esto nada volvió a ser igual en el
pueblo. Cuenta La leyenda del Jinete sin Cabeza, que este encuentra buscando vengarse
de aquel le corto la cabeza.

Leyendas náhuatl los Xocoyoles.

Cuenta la leyenda que hace ya tiempo atrás existió un hombre que no creía en la palabra
de sus antepasados, cuentan, que al caer alguna tormenta con relámpagos y truenos salían
unos niños llamados Xocoyoles, que son los niños que mueren al nacer o mueren antes de
ser bautizados, a esos niños cuentan que les aparecen una sala y se encuentran sentados
encima de los cerros o los peñascos, estos pequeños hacen distintos trabajos unos hacían
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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

agua para que lloviera otros granizos, otros truenos y relámpagos, es por eso que se
escuchan ruidos tan fuertes y hoy en día aún nos espantamos, pero ese hombre incrédulo
después de una gran tempestad vio a un pequeño niño desudo, que tenía dos alas y se
encontraba atorado en una rama de un árbol y el pequeño le dice que si le da su mecate
que se encontraba tirado en el suelo, le cortaría toda la leña que saliera de ese mismo árbol
donde se encontraba atorado. Como pudo el joven incrédulo le dio el mecate, el Xocoyol le
dijo que regresara al día siguiente por la leña, el hombre al día siguiente volvió al bosque y
vio mucha leña amontonada, entonces comenzó a buscar al pequeño y no lo encontró por
ningún lado, desde entonces y desde ese día comenzó a creer en lo que le decían sus
antepasados.

LEYENDA DEL FLECHADOR DEL SOL

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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

En la nación Mixteca, existe la leyenda de un héroe mixteco llamado Tzauindanda, (también


conocido como Yacoñooy o Mixtecatl), quien
demostró que la fuerza de la voluntad y el amor
a su patria hizo posible que pudiera librar la
batalla más difícil y con ello vencer al enemigo
más fuerte que cualquiera pudiera tener. Este
héroe es mejor conocido como “EL Flechador del
Sol”.

Eran dos árboles gigantes que existían en el


fondo de una misteriosa cueva en tierras de
Apoala, que llegaron a amarse tanto, que
entrelazaron, sus ramas y unieron sus raíces, de
este fantástico amor, nació el primer hombre y la
primera mujer Mixtecos. Con el tiempo, aquellos
seres tuvieron hijos y los hijos de los hijos
fundaron la ciudad de Achiutla, lugar donde nació
Tzauindanda. La población de Achiutla creció
tanto que ya no cabían, entonces Tzauindanda
decidió salir a conquistar las tierras que
necesitaba su pueblo para asentarse, así que tomó su arco y flechas y partió una mañana,
dispuesto a disputárselas a quien fuera.

Por días, no descansó un solo instante hasta que llegó a una vasta y deshabitada extensión
en donde no halló nada que estorbara su paso, sólo el sol brillaba esplendoroso como
dueño y señor de aquellas tierras; tierras que Tzauindanda codició para él por frescas y
hermosas.

Tzauindanda alzó la vista, no había una sola nube que le quitara el sol; después de un rato
sediento y cansado, sentía los rayos del sol como cuchillos, como flechas que se clavaban
en cada parte descubierta de su piel. Entonces comprendió: ¡El Sol era el señor de aquellas
tierras!, por lo que levantó su arco y lanzó muchas de sus flechas contra el sol.

Por fin al atardecer se dio cuenta de que el sol se había debilitado, ya no herían sus rayos
con la misma fuerza y el cielo tenía un ligero tinte rojo. Poco a poco el sol empezó a caer y
el cielo se puso más y más rojo, hasta que por fin cayó tras las montañas, el cielo estaba
teñido con la sangre del sol, indicaba donde había caído vencido el poderoso señor;
¡Tzauindanda, lo había derrotado!

La figura del Flechador del Sol, significa que nada es imposible cuando se tiene la
determinación de cambiar. El héroe de Tilantongo, como dice la leyenda, se enfrentó al sol
en desigual combate, hasta que una de sus flechas dio en el blanco y el sol, herido, cayó
rendido hacia el abismo de la noche.

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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

LEYENDA DEL MURCIÉLAGO DE COLORES

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, cuando el mundo aún era muy joven, el
murciélago era un poco diferente a lo que conocemos hoy en día, tenía plumas, pero estas
no eran coloridas como el resto de las aves.

Un día después de observar a todas las aves, decidió subir con el creador y pedirle nuevas
plumas, pero el ya no tenía más plumas que darle, así que le dijo que fuera con todas las
aves y les pidiera una pluma a cada una y así lograría juntar muchas y poderlas usar.

Comenzó a recorrer los cielos acudiendo con sus amigos para pedir una pluma a cada uno,
al final, había logrado recolectar muchas plumas de distintos colores, al colocárselas se
había convertido en un ave muy hermosa, llena de colores, sus amigos al ver esto
comenzaron a felicitarlo, pero esto pronto tuvo un efecto negativo, el murciélago comenzó
a sentirse superior, incluso hacía sentir mal al resto de las aves.

Cuando el creador observo esto, lo mando a llamar, al llegar comenzó a presumir su


plumaje, tanto que se acercó demasiado al sol, al hacerlo estas comenzaron a caer hasta
que no quedo ninguna sola, al darse cuenta de esto, voló rápido y se escondió dentro de
una cueva y ya no volvió a salir de día por la vergüenza que tenía al ya no contar con sus
plumas.

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ANTOLOGÍA DE MITOS Y LEYENDAS

LEYENDA DE LA FUNDACION DE TENOCHTITLÁN

La Ciudad de México está repleta de leyendas y un ejemplo claro de esto es la fundación


de Tenochtitlán, el 18 de julio de 1325, según códice de Mendoza.

Los habitantes de un lugar llamado Aztlán, luego conocidos como los mexicas, fueron
ordenados por su dios guía, Huitzilopochtli, para que abandonaran esas tierras y
comenzaran a peregrinar hasta encontrar la señal que él les había prometido: un águila
posada sobre un nopal. Esa imagen sería el indicador de que habían llegado al sitio en
donde debían fundar una nueva ciudad y un imperio como ninguno conocido hasta el
momento.

Caminaron durante años y se convirtieron en un pueblo errante hasta que, un día, al llegar
a los límites del lago de Texcoco (región dominada por el señorío de Azcapotzalco), vieron
la señal que tanto esperaban justo en un islote en medio del lago. Aquella águila majestuosa
extendía sus alas como lo había prometido Huitzilopochtli, de un nopal que nacía del
corazón de Copil, el sobrino del dios que había osado retarlo.

Las características del lugar fueron fundamentales para su supervivencia, ya que su


aislamiento natural les ofreció ventajas militares y económicas. El agua y las tierras les
proporcionaron grandes beneficios también.

Al cabo de un tiempo, Tenochtitlan se convirtió en una de las ciudades más importantes de


su época, y fue la cabeza de un poderoso imperio que dominó gran parte de Mesoamérica.

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