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EL COMENDADOR
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EL COMENDADOR DE MALTA
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•
EL COMENDADOR
DE MALTA
POR
EUGENIO SliE
ADMINISTRACION
etl3R113, FIIENCARRAL 119, PRIMERO
1893
imprenta, Plaza del Doe de Mayo 4.
•
EL COMENDADOR DE MALTA
INTRODUCCION
12 EL COMEEDADOZ DE YALTA
MISTRAL
JI
EL VIGÍA.
ifi
ESTEFAINIETA
IV
LOS NOVIOS
LA CASA-FUERTE
VE
LA CENA
VII
EL PROMETIDO
VII]
EL CUADRO
IX
El, NOTARIO
EL REGISTRO
XI
EL GITANO
XII
XIII
CELOS
XIV
LA NOTIFICACIÓN
XV
LOS 1ROHOMBRE8 DE LA MATitfeULA
—Vendrá-
-Vendrá ante los prohombres.
—¿Dios lo quiera!—dijo el »otario, mirando
de nuevo al consul—Dioalo quiera, amigos míos;
porque despreciar tan audazmente nuestros usos,
-obrar de otro modo, haría creer que no había
puesto 81.1 casa en tan imponente estada de de-
fensa Pino para insultar las leyes.
—Volvemos ä repetir que es imposible lo que
dects, notario. Raimundo V no puede negar la
autoridad de los prohombres, sin negar la del rey
—dijo un artesano.
--¡Es que niega la autoridad del rey!—dijo
-triunfante maese Isnard;—y ya que es preciso de-
cirlo todo, creo tam bien, según me ha dicho Vues-
tro consul, que niega, no sólo el poder real, sino
aun el comunal; en una palabra, que no compa-
recerá ante los prohombres, y que quiere conser-
var sus redes y al madravas con general detrimento.
Un sordo murmullo de asombro é indignación
acogió esta noticia.
—Hablad, hablad, consul... ¿Eso es cierto?
—Raimundo V es demasiado buen señor para
eso—añadió un tercero.
—¿Y si fuera cierto ä pesar de todo?
—Defenderíamos nuestros derechos.
Tales fueran las diferentes interpelaciones que
se cruzaron rápidamente; viéronse el consul y el
notario rodeados, casi oprimidos por una muche-
dumbre que empezaba á irritarse. Talebard-Ta'e-
bardon, de acuerdo con el notario, había prepara-
do esta escena con diabólica astucia. Respondió,
pues, para aumentar por grados la inundación po-
pular:
—Sin tener seguridad de la negativa de Rai-
156 EL CONENDADOR DE MALTA
—
mundo V, tengo motivos para temerla; pero el
pasante del señor notario, que fué ayer á llevar
la notificación tí la Casa-fuerte, y que por varios
negocios ha necesitado en seguida pasar ä Curjol,
llegará de un momento tí otro, y nos sacará de
dudas. Nuestra Señora haga que yo me equivo-
que. ¡Ay de mí! ¿qué vendría á ser de nuestras
comunidades, si el único derecho de nosotros los
pobres, nuestro solo privilegio, nos fuese arreba-
tado?
—¡Arrebatado!—exclamó el notario;—pero es
imposible. La nobleza y el clero tienen sus dere-
chos; ¿y cómo osaría nadie arrebatar al pueblo el
último y único recurso que posee contra la opre-
sión del poderoso?
Nada hay más inconstante y veleidoso que el
espíritu del puel)lo, y sobre todo, del pueblo meri-
dional. Aquella muchedumbre, que hacía poco
respiraba gratitud hacia el barón, habla casi olvi-
dado los importantes servicios de la familia des
Anbiez ante la sola hipótesis de que Raimundo V
atentara á uno de los privilegios de la comunidad.
Estos rumores, recorriendo los grupos, irritaron
vivamente los espíritus. Creyendo el consul y el
notario llegado el momento de dar la última mano,
mandaron á, uno de los suyos que fuese ti buscar
al escribiente de éste, que decían debía estar de
vuelta, aunque no había salido de la Ciotat desde
la víspera.
Habiéndose reunido en aquel momento los cin-
co prohombres y su síndico bajo el pórtico de la
iglesia después de misa, atravesaron por entre el
gentío para ir ä la casa de la Villa tí dar su solem-
ne audiencia. Las circunstancias, que daban nue-
vo interés ä su aparición, hicieron que fueran sa-
EL COMENDADOR DE MALTA 157
XVI
EL JUICIO
XVII
EL ANTEOJO DE LARGA VNTA
XVIII
EL PLIEGO.
Cuando me parió
mi madre la gitana.
XIX
El. SACRIFICIO.
XX
LA NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
XXI
EL HERMANO DE LA MERCED
EL COMENDADOR
XXIII
LA POLAURA
XXIV
LA GALEONA ROJA Y LA SIBARITA
XXV
FOO Y EREBO
XXVI
CONVERSACIÓN
XXVII
HADJ1
EL CONEEDÁDOR DE MALTA
XXIX
EL ARRESTO
XXX
EL DESEMBARCO
—Treinta, capitán.
—Demasiado es para los agujeros que lleva el
buque, pero también es la arribada mis segura;
estaremos allí en todo el día, si el tiempo nos fa-
vorece.
La galera de Trimalcyon, así como el jabeque,
imitaban la maniobra de la Galeona Roja, y los
tres buques hicieron fuerza de vela hacia la isla
de San Honorato, situada en la costa de Proven-
za, ä poca distancia de Cánues. Dadas estas ór-
denes, enumeró Pog las bajas que su tripulación
había sufrido; eran bastante considerables; dieci-
siete soldados habían muerto en la Ciotat, y so
contaba á bordo gran número de heridos. La cu-
lebrina de la Casa-fuerte, por otra parte, había arre-
batado, como dijimos, cinco forzados. Sacironse
de las cadenas los cadáveres, echáronse al mar y
se reemplazaron con cinco soldados. Curóse més
4 menos bien ä los heridos por un moro que lle-
naba las funciones de cirujano. De las dos heridas
•de Pog, la que el venablo del barón le había he-
cho en el brazo, era bastante profunda; la de la
cabeza era leve. El moro que hacía de cirujano le
aplicó los primeros apósitos. Acababa de hacerse
esta cura, cuando el jabeque de Erebo, llegando
toda vela, avoc6 ä la galera de Pog.
XXXI
EL JABEQUE
u
EL COMMIDADOR DE MALTA
¡Mientes!
--Probad.
Al instante—dijo Erebo; y dirigiéndose al
timonel y los marineros que aguardaban sus ór-
denes, mandó una maniobra que acercase el jabe-
que al castillo.
¡Cuál no fué su asombro, cuando, en vez de
ejecutar sus órdenes, vi6 que á una seria de liad-
ji, por una maniobra enteramente opuesta, diri-
gfan el jabeque al sitio de la acción!
—Os negáis á obedecerme?—dijo Erebo.
Todos respondieron á la vez.
—Son órdenes de Pog-reis.
serior Erebo, lo que os decía?
miserable!...
En vano trató Erebo de falsear la fidelidad de
los marine n os; ya por costumbre á una obediencia
pasiva, ya por apego ti su grosera y licenciosa vida,
permaneeieron fieles ti las órdenes de su superior.
Erebo bajó la cabeza con desesperación.
—Puesto que tienes el mando del jabeque—le
dijo con amarga sonrisa,--me dirijo á tí para que
me dejes arfar el buque y envíes á la costa la
chalupa que viene á remo/que.
—Sois vos el capitán, señor Erebo; mandad con
tal de no contradecir lo prevenido por Pog-reis,
y seré el primero en ir ä tornar el aireen las cuer-
das 6 ponerme al timón.
—Ahorra palabras; haz armar esa chalupa con
cuatro hombres.
—,fflejar arfar el jabeque? No hay inconvenien-
Hadji;—la descubierta, lo mismo se hace
en quieto que de camino, y los centinelas también
se detienen de vez en cuando. En cuanto ti armar
la chalupa, se hará cuando yo sepa el objeto.
EL COMENDADOR DE MALTA 3•b
DESCURRLMIENTI)
LAS CARTAS
Lazareto de Marsella, 10
de Diciembre de 1612,
bordo de la Capitana.
CAUTA SEGUNDA
13 de Diciembre, d media
Dei; be.
31
3,38 EL COMKEDA»011 DI MALTA
c.tRTA TERCERA
14 de diciembre, d la unte
• do la mariano.
CARTA CUARTA
13 de Diciembre, lte•
diez de la noche.
CARTA QUINTA
16 de Diciembre ti las
nueve de la mahana.
EL »nene
Un papel medio desgarrado contenía está espe-
cie de confesión, escrita no se sabe en qué punto
ni ti qué persona, por el Comendador sin duda, á.
los pocos días de la sangrienta catástrofe que va-
liere. Algunos trozos, rotos tal vez ti propósito, pa-
recían referirse ä un viaje al Languedoc que por
.aquella época hizo el Comendador, tal vez para
informarse de la suerte de su desdichado hijo.
PROYE( TOS
XXXIV
LA ENTREVISTA
PREPARATIVOS DE COMBATE
—Hazle subir.
— Adónde se le lleva?
—Aquí.
Creyó Pedro des Anbiez penetrar la causa de
este paso. Teniendo los piratea en rehenes ä Reí -
na, querían sin duda tratar de ou re-este. El arti-
llero mayor volvió seguido del gitano.
quieres?—le dijo el Comendador.
—Monseñor, haced retirar ä ese hombre; vues-
tros oídos sólo deben escuchar lo que va ä decir
mi lengua.
—Eres bien audaz —dijo Pedro des Anbiez
echando una mirada penetrante sobre Hadji. Lue-
go añadió dirigiéndose ä maese lIugo:—Déjanos.
—gA solas con este bandido señor Comendador?
—Somos tres—dijo Pedro les Anbiez señalando
au maza de armas rrimada al tabique.
—gNe tienes por un asesina—dijo Hadji con
altivez.
El artillero alzó los hombros y salió casi ti su
pesar, aunque la aventajada estatura y robus-
tos miembros de su capitón, comparados con los
del demacrado gitano, debieran darle confianza.
—Habla, ya que no quiero hacerte crucificar to-
davía en el bauprés de mi galera—dijo Pedro des
Anbiez al gitano.
Este, conservando su acostumbrado descaro, res-
pondió:
—Cuando llegue mi hora, me encontrará. Pog-
reis, dueño de la Guleona Rgia, me envía á vos,
Monseñor. El es quien atacó anoche ä la Ciotat y
quien tiene en su poder ä Reina des Anbiez.
--¡Basta, basta, miserable! deja de elogiar tus
crímenes 6 te hago arrancar la lengua. ¿Qué e :tb.
alee 4-pedir? Porque tengo prisa en ir ä castigar ä
EL COMENDADOR DE MALTA 31T
XXXIX
EL DESAFÍO
•
383 EL COMENDADOR DE MALTA
XL
EL CO311iÁTN:
XLI
CONCLUSIÓN
PRIMERA PARTE
Capitula). Paginas.
Introducción 5
I.—Mistral 12
II.—El vigía. 26
111. —Estefaneta 34
IV. —L os novios. 45
V.—La Casa-fuerte. 52
VI.—La cena. 62
VII.—El prometido 73
VIII.—El cuadro 82
EX.—E1 notario 90
X.—El registro 98
XL—El gitano 113
XII.—La guzla del emir 120
XIII.—Celos 128
XIV.—La notificación 136
XV.—Los prohombres de la matrícula 147
XVI. —El juicio 159
XVII. —El anteojo de larga vista. 177
XVIII.—El pliego 186
XIX.—El sacrificio 192
XX. —La Nuestra señora de los Do-
lores 202
XXI.—EI hermano de la Merced 209
XXII.—El Comendador 218
410 INDICE
0BI-t' AS PUBLICADAS
Pesetas..
El lirio en el valle, por Balzac 1.5e
Ámaury, por Alejandro Dumas, (padre) 1'50
Las mujeres todavía, por Alfonso Karr. 1
Los pequeños poemas, dos tomos (prime-
ra y segunda parte), por D. Ramón de
Campoamor (única edición completa) 3
Ristorta de un hombre cateada por sic
esqueleto, por don Manuel Fernández
y González 1 '25
Historia de Sibila, por Octavio Feuillet 2
He'va, por Mery 1
Genoveva, por Alfonso Karr 1'5(Y
El comendador de Malta, por Eugenio
Süe. 2
Adolfo, por Benjamín Constant 0,50.
La nariz de un notario, por Edmundo
About
OBRAS
QUE TAMBIEN PUEDEN ADQUIRIR LOS SUSCRIPTORES is
EL IFOLLETIIIN
CON EI. CUA RENTA POR CIENTO DE REBAJA
kt
z
Pesetas.
El /ii . i.o e'ri e/ ralle. por Balzac. . . . . 1 '5()
A maury, por Alejandro Damas, .(padre) 1 '74)
' . i.La- mujeres tod(,ria. por Alfonso Karr. 1 •
Los pequeito.c poemas, dos tomos (prime-
ra y segunda parte), ,por 1). Ball-mili dc
Campoamor (tinica edicidn completa). :i
Historia de vu ltombr(eoulada por sv
esqueleto, por D. Manuel Fernández
y González.
Historia de 8ibila, por Octavio Feuillet . 2.25 1
He'va, por Mery. 1
gimorera, por Alfonso han. l ,:-. A.)
E/ comedidad(» . de Halla, por Eugenio .
Süe 2
Adolfo, por Benjainin Constünt 11"50
a
La nariz de u t not«rio, por Edmundo
About 11'5(1
EN pRENs