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DÍA 18.

Tsade (‫)צ‬: La justicia de la Palabra de Dios: “Justicia eterna son

tus mandamientos”

137
Justo eres tú, oh Jehová,
Y rectos tus juicios. 98

138
Tus testimonios, que has recomendado,
Son rectos y muy fieles.
139
Mi celo me ha consumido,
Porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras.
140
Sumamente pura es tu palabra,
Y la ama tu siervo.
141
Pequeño soy yo, y desechado,
Mas no me he olvidado de tus mandamientos.
142
Tu justicia es justicia eterna,
Y tu ley la verdad.
143
Aflicción y angustia se han apoderado de mí,
Mas tus mandamientos fueron mi delicia.
144
Justicia eterna son tus testimonios;
Dame entendimiento, y viviré.

Reflexión.

En estos tiempos del fin, es urgente que los creyentes nos aferremos totalmente a la Palabra
de Dios, que no escuchemos nada que la contradiga, por muy tierno, amable o feliz que
parezca; no podemos pensar según nuestros anhelos, nuestra fe no puede estar fundada
en nuestras emociones y sentimientos y en lo que nos rodea, en las circunstancias, porque
la Biblia claramente enseña que la fe está fundada en la Palabra de Dios, que la fe viene por
el oír la Palabra (lee Romanos 10: 17) y que andamos por fe y no por vista (lee 2 de Corintios
5: 7).

Pero la fe no es creer en que Dios nos dará cosas corruptibles y efímeras; esta es una fe
falsa, una fe corruptible que se ha entronizado en muchas iglesias en todo el mundo. La fe
que viene por la Palabra de Dios es fe para salvación, fe para vida eterna, fe en las promesas

98
eternas del Señor. De esta salvación tan grande, incomparable, de esta eternidad de vida es
que habla de la poderosa Palabra de Dios; por tanto, la fe para salvación, para entrar al
Reino eterno y a las promesas poderosas del Señor, es la única que puede producir su
Palabra.

Esto nos confronta porque la primera conclusión que podemos sacar es: si la gente en 99
muchas iglesias tiene una fe corruptible, una fe para las cosas del mundo, para la vida en
esta tierra postdiluviana, una fe en un Dios proveedor de cosas materiales, entonces en
dichas iglesias no se está predicando la Palabra de Dios, sino palabra de hombre, de impíos
que usan la Biblia tergiversándola, acomodándola a los fines perecederos, a las
concupiscencias del corazón. ¿Qué ocurre con estas personas que tiene esta fe corruptible?
¿Son salvas? No; no son salvas porque no tienen la fe para salvación.

En estos últimos días, es de vital importancia para nosotros la fe para salvación, la fe en las
promesas eternas; ¿Cuáles promesas? Lee algunas de ellas: la resurrección de los muertos
en Cristo, nuestra reunión con ellos, la glorificación de nuestro cuerpo, el arrebatamiento
de la iglesia y nuestra partida al Tercer cielo, a la Nueva Jerusalén, nuestra preparación en
el cielo, nuestro regreso con el Señor en su segunda venida, el ministerio que ejerceremos
en el Milenio de reyes y sacerdotes, la predicación, el evangelismo, la alabanza, la
enseñanza de la Palabra a todos los que nacerán durante el Milenio; luego la labor
ministerial fuerte, más intensa, cuando Satanás sea suelto de la prisión y salga a engañar a
las naciones. Estas son promesas poderosísimas, gloriosas; y hay más: ver la ejecución del
juicio sobre Satanás y todo sus demonios; y luego ser testigos de la nueva creación, de los
Cielos nuevos y la Tierra nueva donde viviremos para siempre sumergidos en el amor, la
santidad, el poder de Dios, viendo nuestra descendencia multiplicarse y fructificar por toda
la eternidad, los ríos de adoradores que exaltarán al Señor de generación en generación,
por los siglos de los siglos. ¡Esta es la fe bíblica, esta es la fe para eternidad de vida, esta es
la fe para salvación, esta es la fe que agrada a Dios!. ¡Aleluya!

Es la fe para creer que todo está a la puerta; que hemos llegado al final de la dispensación
de la iglesia y que estamos a punto de partir. Por ello, todo lo que acontece alrededor
debemos verlo a la luz de las Escrituras y no de las noticias, de lo que dice el hombre. Como
hijos de Dios llenos de fe debemos ir primero a las Escrituras y buscar qué dice Dios con
respecto a todo lo que acontece, porque Él ha dejado todo lo que necesitamos en la Biblia;
todo lo que necesitamos para mantenernos firmes en Cristo, sin menguar, sin desmayar, sin
apartarnos de Él.

99
La enseñanza de hoy

La Palabra de Dios es justa, es recta, es fiel (Sal 119: 137b, 138); esto significa que es perfecta 100
en su naturaleza y aplicación. La justicia de la Palabra se debe a que Dios es justo, es uno de
sus atributos (Sal 119: 117a). La justicia de la Palabra de Dios también se relaciona con el
atributo de la verdad; ella es verdad , porque Dios es veraz (Sal 119: 142b).

Puede que en ocasiones el creyente piense que lo que está aconteciendo es injusto. Esto
puede ocurrir durante la aflicción, la tribulación. Job pensaba que lo que le acontecía era
injusto pues él no había pecado; y si Dios estaba permitiendo esa tribulación en su vida,
entonces ¿Dónde estaba la justicia de Dios? ¿Dónde estaba su Palabra justa? Pero Dios es
justo, es perfecto, es santo, es misericordioso y de nuestro padecimiento Él saca algo bueno,
nos moldea, nos perfecciona, nos cambia, para nuestro crecimiento espiritual, para nuestra
santificación, para su obra.

El salmista sabía que Dios era justo y lo será para siempre; Él es fiel y verdadero; él sabía
que la Palabra de Dios es recta, perfecta; por eso dice:

Tus testimonios, que has recomendado,


138

Son rectos y muy fieles. (Sal 119).

Dios es justo y su Palabra, como dice el Salmo 119: 137, también lo es: “144 Justicia eterna
son tus testimonios” (Sal 119). La Palabra de Dios es eterna y por tanto su justicia también.
La referencia aquí es al Reino eterno en la Tierra nueva y los Cielos nuevos donde morará la
justicia completamente, tal como dice el apóstol Pedro:

13
Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en
los cuales mora la justicia.

Quizá pareciera difícil imaginar un mundo donde reine la justicia, por cuanto desde el
pecado de Adán en esta tierra ha reinado la injusticia en todas las esferas de la vida (lee
Romanos 1: 29-32). Pero el Señor ha prometido que llegará el tiempo en que la justicia
reinará, primero durante el Milenio, y después en el Reino Eterno; a esto se refiere el
profeta Isaías:

100
7
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y
sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde
ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.

Aunque la justicia completa y perfecta se manifestará en el Reino eterno, ahora se


manifiesta en sus hijos porque hemos sido justificados en Cristo Jesús, hemos sido
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declarados justos delante de Dios Padre. Romanos 1: 17 dice:

Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está
17

escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

En los hijos de Dios se ha manifestado la justicia del Señor (lee Romanos 3: 21-22, 25-26). Y
como esta justicia nos ha sido otorgada por la poderosa y eterna Palabra de Dios que ha
producido en nosotros fe genuina, el Señor ha prometido que dicha justicia permanecerá
para siempre en todos aquellos que se mantienen en Cristo y perseveran en el evangelio. El
Señor dice en el Salmo 112: 3:

1
Bienaventurado el hombre que teme a Jehová,
Y en sus mandamientos se deleita en gran manera.
2
Su descendencia será poderosa en la tierra;
La generación de los rectos será bendita.
3
Bienes y riquezas hay en su casa,
Y su justicia permanece para siempre.
9
Reparte, da a los pobres;
Su justicia permanece para siempre;
Su poder será exaltado en gloria.

El verdadero hijo de Dios es el que se deleita en gran manera en la Palabra, en los


mandamientos, estatutos y dichos del Señor; el verdadero hijo de Dios es el que le teme.
Dice el Salmo 112: 1 que hay recompensas, promesas eternas, para los verdaderos hijos de
Dios que muestran su amor al Señor, amando y guardando su Palabra; esta promesas son:

• La promesa de la descendencia eterna: “Su descendencia será poderosa” (Sal 112:


2); “La generación de los rectos será bendita” (Sal 112: 2b)
• La promesa de la tierra eterna: “Su descendencia será poderosa en la tierra” (Sal
112: 2); “bienes y riquezas hay en su casa” (Sal 112: 3a).
• La promesa del gobierno eterno: “Y su justicia permanece para siempre” (Sal 112:
3b); “Su justicia permanece para siempre; / Su poder será exaltado en gloria” (Sal
112: 9b).

101
Ahora tenemos la justicia de Dios en su Palabra, ahora tenemos la justicia de Dios en que
hemos sido justificados por la fe en Jesús, y Dios ha dicho que la justicia de su Palabra es
eterna, permanece para siempre; solo los que se mantienen pegados a la vid, a Cristo, quien
justifica, solo los que le son fieles hasta el fin, la justicia les seguirá eternamente y para
siempre, la justicia de la Palabra de Dios la poseerán para siempre.
102
El salmista estaba seguro de que la Palabra de Dios es pura y por ello la amaba:

Sumamente pura es tu palabra,


140

Y la ama tu siervo (Sal 119)

Por ser pura, la Palabra de Dios, cuando se recibe produce pureza, santidad, purificación,
santificación. El que no se santifica es porque no ha recibido en su corazón y no ha creído
la Palabra de Dios. Esto demuestra que hay un corazón altivo, soberbio, yoísta, orgulloso, y
esto le impide recibir la Palabra con humildad, con mansedumbre. Es necesaria la humildad
para recibir la Palabra a plenitud y dejarse cambiar por ella, dejar que esta haga la obra de
santificación, purificación, de llenar de eternidad el corazón; Santiago 1: 21 dice:

Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para
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hablar, tardo para airarse;


20
porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con


21

mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

Cuando una persona es confrontada con la poderosa Palabra de Dios pero no la recibe con
humildad, lo que acontece es la manifestación de la ira, de la rabia, en dicha persona; por
ello, Santiago dice que cuando esto ocurre, allí no puede obrar la justicia de Dios ni la
santificación; agrega que es necesario desechar la inmundicia, la abundancia de malicia,
desechar la ira y acoger la humildad, la mansedumbre para poder recibir la Palabra de Dios
para salvación del alma; y esta humildad se manifiesta en que la persona sea pronta para
oír y tarda para hablar; ¿Oír qué? Pues oír la Palabra de Dios y la fe viene por este oír. Jesús
les dijo a los fariseos, escribas y demás judíos:

43
¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. (Jn
8).

102
El Salmista del Salmo 119 amaba la Palabra de Dios, quería escucharla todo el tiempo,
quería que Dios se la enseñara, que se la explicara, que le abriera las Escrituras. El sabía que
debía ser humilde y manso para poder recibir la Palabra de Dios; él sabía que la altivez le
cerraba las Escrituras, que la soberbia lo alejaba de la Palabra de Dios, de la bendición de la
enseñanza del Señor; por ello dijo:
103
Pequeño soy yo, y desechado,
141

Mas no me he olvidado de tus mandamientos. (Sal 119)

¡¿Cuántos podemos decir “pequeño soy Señor”, “desechado soy Señor”?! Así lo dijo el
apóstol Pablo; entre más avanzaba en el ministerio, declaraba lo mismo; decía que era el
más pequeño de los apóstoles (1 Corintios 15):

8
y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.
9
Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser
llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.

Pablo ya había sido perdonado por el Señor, ya era salvo, ya había sido llamado al ministerio,
pero sabía que no él no era nada ni hacía nada, sino que era un vaso de barro que usaba el
Rey porque era su gracia y su poder los que obraban:

7
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder
sea de Dios, y no de nosotros, (2 Co 4).

Necesitamos ser humildes, mansos, y el Señor produce en nosotros esta humildad en medio
de la humillación, de la tribulación, del padecimiento, de la prueba. Pero todo lo encamina
para bien (lee Romanos 8: 28).

El samista estaba en padecimiento, en sufrimiento, pero la poderosa Palabra de Dios era su


refugio, su sustento, su fuerza, su esperanza, su delicia, su gozo:

Aflicción y angustia se han apoderado de mí,


143

Mas tus mandamientos fueron mi delicia. (Sal 119)

Porque la esperanza del salmista era la eternidad que la Palabra de Dios le otorgaba, por tal
razón clamaba y pedía insistentemente que el Señor le diera entendimiento para
comprender las Escrituras y así vivir eternamente:

103
144
Justicia eterna son tus testimonios;
Dame entendimiento, y viviré. (Sal 119).

Tanto amaba la Palabra de Dios, que el salmista manifestaba un vivo celo por el Señor, por
sus caminos: 104

Mi celo me ha consumido,
139

Porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras. (Sal 119)

Este vivo celo lo experimentó Elías en medio del padecimiento, de la persecución (1 R 19):

10
El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque
los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a
espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.

Elías sentía dolor porque el pueblo de Israel había dejado la Palabra del Señor, sus
mandamientos, su pacto, había desechado la verdadera adoración (han derribado tus
altares). Este mismo celo lo tuvo el Señor Jesucristo cuando vio que la casa de Dios se había
vuelto casa de mercado (Jn 2):

y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de
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mi Padre casa de mercado.

Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me


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consume.

Lo que está escrito y fue recordado por los discípulos es lo que dijo David en el Salmo 69
porque estaba padeciendo el vituperio, como el salmista del Salmo 119; estaba sufriendo
por causa de la Palabra de Dios, por causa de defenderla con todo su corazón:

7
Porque por amor de ti he sufrido afrenta;
Confusión ha cubierto mi rostro.
8
Extraño he sido para mis hermanos,
Y desconocido para los hijos de mi madre.
9
Porque me consumió el celo de tu casa;
Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí. (Sal 69).

104
Durante esta dispensación, el Señor ha esperado, y aún espera, que su iglesia tenga amor
por su Palabra, que la defienda con toda sus fuerzas, que contienda ardientemente por la
fe (lee Judas 1: 3-4), porque la apostasía, los falsos apóstoles, falsos pastores, falsos
maestros, falsos profetas, pululan en estos tiempos del fin. Pero no todas las iglesias han
hecho esto, no han tenido celo por la casa del Señor. Antes se han unido con los apóstatas,
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los impíos, siguiendo las falsas doctrinas, escuchando la alabanza apóstata; han desechado
la Palabra de Dios, la fe bíblica y la verdadera adoración.

Lo que Dios te dice hoy


El Señor te dice hoy: ama mi Palabra, ten celo por mí, por mi casa, por mi Palabra; ¡ya vengo
y mi galardón conmigo! Mantente firme en la fe para salvación; cree mis promesas eternas;
pídeme que te enseñe mi Palabra, que te abra el entenidiento, que te abra las Escrituras.
Ellas son y serán tu gozo para siempre.

Oremos al Señor
Señor de gloria y majestad
Concédeme sabiduría en tu Palabra
Enséñame a amarla porque así te amo
Y te amaré más
Fortalece mi fe
Y aviva el fuego y el gozo
Por tus promesas
Porque creo que
Están a la puerta
Gracias Señor, en el nombre de Jesús
Amén

Adoremos a Dios. : Cantemos con amor, adoremos a nuestro


Dios.

105

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