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La función normativa del lenguaje es una especie de la función directiva y comprende al lenguaje
de las normas jurídicas, pero no sólo éste sino también al de otro tipo de normas. Por
consiguiente, la lógica deóntica puede emplearse además en la religión, en la moral – sea social,
familiar o de otra clase – así como en cualquier otro tipo de fenómeno normativo.
La lógica deóntica emplea en gran medida los conceptos, métodos y leyes de la lógica indicativa.
Su simbología utiliza los denominados operadores deónticos.
“O” de obligación,
“F” de facultamiento,
“V” de prohibición (por la palabra alemana verboten, a su gerencia del autor Roberto
Vernengo) y
“P” de permiso.
a) La parte relativa a la modalidad de la conducta (que puede ser simbolizada por el operador
deóntico) que nos indica si existe una obligación, una prohibición, etcétera.
b) La que se refiere al tema o contenido conductual de la norma, que no señala con precisión
cuál es la conducta que se encuentra obligada, prohibida, etcétera (que puede ser
simbolizada por un variable).
La diferencia entre la negación deóntica externa y la interna es importante para entender el enlace
de la regulación de una norma y, especialmente para nosotros, el de una norma de derecho.
Cuando una norma emplea la negación externa crea incertidumbre sobre su significado preciso.
O (p^q)
La segunda es la conjunción deóntica externa en la cual, cada conducta obligada tiene su propio
supuesto normativo y su propia consecuencia para el caso de infracción, independientemente de
que se encuentren expresados en diferente o en el mismo precepto legal, fracción o párrafo. A
diferencia de la conjunción interna, la externa no relaciona conductas sino normas. Se simboliza de
esta forma:
Op ^ Oq
En la tercera situación existe una relación cronológica necesaria entre p y q, como en el caso en el
cual no puede realizarse q sin ocurrir previamente p.
La disyunción deóntica interna significa que el sujeto regulado por la norma tiene una opción entre
dos conductas o más para cumplir la obligación
Un ejemplo de este razonamiento inválido para la lógica deóntica, es el siguiente: Tenemos una
disyunción interna en las obligaciones alternativas reguladas por el artículo 1962, del Código Civil
Federal, que prescribe: “Si el deudor se ha obligado a uno de dos hechos, o a una de dos cosas, o a
un hecho o a una cosa, cumple prestando cualquiera de esos hechos o cosas. Por lo tanto, si junto
a la obligación alternativa estipulada en determinado contrato se interpreta tal contrato en el
sentido de que no existe la obligación de realizar una de las conductas, no se puede inferir
lógicamente que se tiene la obligación de realizar de manera necesaria la otra conducta.
Por su parte, la disyunción deóntica externa significa que el sujeto regulado tiene que cumplir con
alguna de las dos conductas obligatorias, no de acuerdo a su voluntad, como en la disyunción
interna, sino de acuerdo con elementos exteriores, como puede ser otra norma jurídica, o alguna
otra circunstancia objetiva. Por ejemplo:
El artículo 14, cuarto párrafo, de la Constitución, determina: “En los juicios del orden civil, la
sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra, o a la interpretación jurídica de la ley […]”
Tal precepto no puede entenderse como una opción discrecional para el juez, porque la
conformidad de la sentencia definitiva con la letra de la ley o con la interpretación jurídica de la
ley, depende de las características particulares jurídicas y fácticas del caso concreto, que son datos
orientadores de una disyunción deóntica externa.
Dichas expresiones comprenden una gran variedad: deber, sujeción, tener que, autorización,
obligación, permiso, competencia, derecho, libertad, prohibición, poder, facultad, licencia, interés,
potestad, atribución, jurisdicción, etc.
“O” de obligación,
“F” de facultamiento,
“V” de prohibición (por la palabra alemana verboten, a su gerencia del autor Roberto
Vernengo) y
“P” de permiso.
La denominación de estas modalidades puede ser diferente a los términos empleados por la
norma representada; por ejemplo, en lugar de obligación, la norma puede expresar necesidad
jurídica, deber o imperativo; también, dicha norma puede no utilizar alguno de estos términos,
pero por el contexto o por el uso de verbos en futuro ----que determina una obligación---, tiene el
mismo significado.
Una de las modalidades es básica en el sentido de que sirve para definir a las otras. Para la lógica
deóntica, es el permiso. Esto es así porque la conducta humana, que es el objeto de regulación de
las normas, presenta dos aspectos: uno positivo, que se denomina acción, y se entiende como un
movimiento corporal y que produce cambios; y otro negativo, denominado omisión, y que se
entiende como un no hacer o no producción de un cambio en el mundo. Simbolizamos a la acción
como p, y a la omisión como –p.
En este sentido, las maximales op, vp y fp no sólo nos orientan sobre la acción expresada p, sino
también sobre la omisión no expresada –p. en el mismo sentido, las maximales O –p, V –p y F –p
no solo nos orientan sobre la omisión expresada –p, sino también sobre la acción no expresa p
O: Obligación
V: Prohibición
F: Facultamiento
P: Permiso
p: Acción
-p: Omisión
La obligación
Op (Pp^-P-p)
Se lee: la obligación de una acción es equivalente a la conjunción del permiso de la acción y del no
permiso de la omisión. Por ejemplo, el artículo 304 del Código Civil “Los hijos están obligados a dar
alimentos a los padres”. Significa, en términos de la modalidad básica, que los hijos tienen permiso
de dar alimentos a los padres y no tienen permiso de no darles alimentos. El permiso implícito es
una obligación se denomina, en la teoría general del derecho, permiso del obligado.
Y en la omisión:
O-p— (P –p^-Pp)
Donde la obligación de una omisión es equivalente a la conjunción del permiso de la omisión y del
no permiso de la acción.
La prohibición.
Vp---(-Pp^-p)
Y en la omisión: V-p—(-P-p^Pp)
El facultamiento: Fp---(Pp^P-p)
Por ejemplo, el artículo 131 de la Constitución federal, establece: “es facultad privativa de la
Federación gravar las mercancías que se importen o exporten, “Lo que significa que la Federación
tiene permiso de gravar tales mercancías y también tiene el permiso de no gravarlas.
Y en la omisión:
F-p—(Pp^P-p)
El no permiso:
-Pp—(Pp^P-p)
El artículo 1843 del Código Civil Federal, indica: “La cláusula penal no puede exceder ni en valor ni
en cuantía a la obligación principal.” Lo que significa que los contratantes no tienen permiso de
estipular una cláusula penal que excede a la obligación principal, y sí tienen permiso de no
estipularla.
Y en la omisión:
-P-p—(-P-p^Pp)
Las modalidades maximales que no tienen las definiciones iguales son excluyentes entre sí.
Por su parte, para definir formalmente a las minimales se necesitan más herramientas lógicas. Nos
ocuparemos solamente de la no obligación de una acción: -Op.
El ejemplo es sobre el artículo 1842, del Código Civil Federal: “Al pedir la pena, el acreedor no está
obligado a probar que ha sufrido perjuicios.
Op—(Pp^-P-p)
Como la negación de una conjunción no aclara algo, entonces el siguiente paso es eliminar tal
negación, y para eso utilizamos de nuestra lista de leyes de reemplazo una de las leyes de De
Morgan, -(p^q) (-p^-q) que resulta:
-Op (-Pp^--P-p)
-Op (Pp^-P-p)
En virtud de que –Pp es una solución maximal equivalente a Vp, entonces podemos sustituir –Pp
por la definición Vp y obtenemos:
-Op (-Pp^P-p)vP-P
Estructura de la formalización:
Con otros numerosos antecedentes por lo menos desde el siglo XIV, su fecha de
nacimiento se da con el artículo de Georg Henrik von Wright “Deontic Logic” (von Wright,
1951). Entre antecedentes más recientes se puede mencionar a Bentham, Leibniz y Mally.
Operadores prescriptivos se usan para normas, y los operadores descriptivos para las
expresiones de proposiciones acerca de las normas.
Una orden (una norma que ordena o hace obligatorio p) exige que p se dé; una
prohibición (una norma que prohíbe p) excluye a p, exige que p no se dé, y una permisiva
autoriza que se dé p, dice que p puede darse.
Podemos también plantear la cuestión bajo qué condiciones una acción o estado de cosas
p es obligatorio, permitido o prohibido en relación a un conjunto de normas A. La
respuesta es: p es obligatorio en relación a A si y sólo si una norma que prescribe que p
debe ser, es decir, una norma de la forma «Op» pertenece a las consecuencias de A. Y p
está prohibido en relación a A si y sólo si una norma que prohíbe p (es decir, una norma
de la forma «O -p») pertenece a las consecuencias de A. La situación es bastante más
complicada en el caso de la permisión.
«OA»: p es obligatorio en A
«P+A»: p está positivamente permitido en A
«P-A»: p está negativamente permitido en A»
Negación externa:
-P-Ap=def. «-Pp»ECn(A)
Negación interna:
¬, P+Ap=def. «-Pp»ECn(A)
Claramente sólo la negación externa satisface estos cinco postulados; la negación interna
no satisface los postulados 4) y 5), pues tanto la proposición normativa como su negación
interna pueden ser ambas verdaderas y también ambas falsas. Son ambas verdaderas
cuando el sistema normativo en cuestión es inconsistente (contradictorio) y son ambas
falsas cuando el sistema es incompleto. Es justamente la posibilidad de sistemas
normativos inconsistentes e incompletos la que hace tan importante la distinción entre
operadores deónticos prescriptivos y descriptivos, pues cuando A es un sistema
consistente y completo las distinciones entre la permisión positiva y negativa y entre
negación externa e interna se desvanecen.
Cuando se dice que «Pp» y « - Pp», es decir, una norma permisiva y una norma
prohibitiva de p, se excluyen mutuamente, esto no significa que un sistema normativo no
pueda contener estas dos normas. Sólo significa que estas dos normas son incompatibles
(porque la satisfacción de la prohibición hace imposible hacer uso de la permisión y
viceversa, el hacer uso de la permisión de hacer p hace imposible la satisfacción de la
prohibición). La lógica de normas establece criterios para la consistencia, pero no dice
nada respecto de la existencia de las normas.
Por razones similares, cuando se afirma que las normas «Pp» y «-Pp» son conjuntamente
exhaustivas, esto no significa que todo sistema normativo necesariamente contiene una
permisión o una prohibición de p. Sólo significa que toda regulación de la acción p implica
necesariamente la permisión o la prohibición de p. Sería un error pretender inferir de allí
que toda acción esté siempre regulada en todo sistema normativo (y que, por lo tanto,
todos los sistemas normativos sean completos y no puedan tener lagunas), justamente
porque la lógica de normas nada puede decir sobre los hechos (existencia de normas). En
consecuencia, la aceptación de «Ppv-Pp» y «-(Pp&-Pp»> como fórmulas válidas de la
lógica de normas no implica en modo alguno que todos los sistemas normativos sean por
razones lógicas completos y consistentes, como lo han afirmado algunos filósofos del
derecho. Esas fórmulas sólo establecen dos condiciones que las normas han de satisfacer:
a) una condición mínima que toda formulación normativa ha de satisfacer para expresar
una norma (cuando una formulación normativa no permite ni prohíbe la acción p, no
expresa ninguna norma respecto de p), y b) una condición para la consistencia, es decir,
una condición que toda norma ha de satisfacer para ser consistente (una norma que
permite y a la vez prohíbe p es contradictoria respecto de p).
1) En el lenguaje corriente se usan en contextos normativos los términos lógicos típicos tales como
«no», «y», «o», «si... entonces», etc., de la misma manera o al menos de una manera muy similar
como en el lenguaje descriptivo, lo que sugiere la idea de considerarlos como conectivas
proposicionales. Además, se hacen inferencias en las que las normas figuran como premisas y
como conclusiones, y tales inferencias tienen todo el aspecto de ser lógicamente válidas. Por lo
tanto, hay una lógica de normas que subyace al lenguaje corriente.
2) En la tradición lógica desde Aristóteles hasta nuestros días, las relaciones lógicas de implicación
(consecuencia lógica) y contradicción se definen en términos de verdad. (Lo mismo ocurre con las
conectivas proposicionales). En consecuencia, sólo expresiones verdaderas o falsas pueden ser
objeto del estudio de la lógica.
4) No hay relaciones lógicas entre normas y, por consiguiente, no hay una lógica de normas.
La tesis 4), que se infiere de 2) y 3), contradice la tesis 1), que puede ser considerada como
expresión de un hecho preanalítico. Si se quiere evitar la tesis 4), hay que abandonar la tesis 2), o
bien la tesis 3). Si, en cambio, se acepta la tesis 4), hay que desarrollar una teoría sustitutiva capaz
de reemplazar la lógica de normas para dar cuenta del hecho expresado en 1). Buena parte del
desarrollo de la lógica deóntica desde la publicación del primer artículo de von Wright hasta
nuestros días puede ser considerado como una discusión del dilema de Jørgensen.
Esta propuesta consiste fundamentalmente en justificar la idea, ya expresada en von Wright 1957,
de que el campo de la lógica es más amplio que el de la verdad. [...] es claro que si tal propuesta
resultara viable, se lograría un terreno firme para fundamentar una lógica de normas (Bulygin 1995:
130-131, 140-141).
[Henrik von Wright] Sobre esta cuestión no tengo una opinión definida. La razón es que soy
demasiado ignorante de la teoría jurídica, a pesar de la lectura de Kelsen y Hart y más tarde
también de Aarnio, Dworkin, Perelman y otros. Entiendo que la cuestión es problemática.
Implícitamente, sin embargo, estoy convencido de que la lógica deóntica es importante para todo
intento de comprender la estructura conceptual de los órdenes normativos. Pero estoy dispuesto a
conceder que puede haber distintos enfoques para la comprensión del derecho para los cuales la
lógica deóntica es menos útil. Por ejemplo, la hermenéutica de los textos jurídicos y el estudio de la
argumentación jurídica. [...]
[E. B.] Has cambiado varias veces en el transcurso de los años tu posición respecto de la
interpretación de la lógica deóntica [...]¿Cuál es tu posición ahora? ¿Piensas que a pesar del hecho
de que las normas carecen de valores de verdad, una genuina lógica de normas es, después de
todo, posible?
[H. vs. W.] [...] Como indicas en tu pregunta, mis opiniones han sufrido muchos cambios. En Norma
y acción acepté el punto de vista de que la lógica deóntica se ocupa primariamente de las
proposiciones que dicen que tales y cuales normas existen, pero también refleja las peculiaridades
conceptuales de las normas mismas. Esta posición es insatisfactoria, pues convierte la lógica
deóntica en un «matrimonio» entre algo lógico y algo alógico.
Más tarde, en los años setenta y al comienzo de los ochenta, mis puntos de vista cambiaron en
forma más radical, acercándose a un «nihilismo lógico» parecido a la posición de Kelsen en su
vejez. Puesto que las normas carecen de valores de verdad, no puede haber entre ellas relaciones
lógicas genuinas. Esta concepción, sin embargo, ¡tenía que reconciliarse con el hecho de que la
lógica deóntica efectivamente existía! Pensé que esto era posible invocando la noción de
racionalidad (actividad racional creadora de normas) para explicar la apariencia de las relaciones
lógicas entre normas. De esta manera se podía «rescatar» la lógica deóntica de la destrucción y
justificar los esfuerzos de los lógicos para seguir desarrollándola.
Todavía mantengo fundamentalmente este punto de vista sobre el estatus lógico de las normas —
pero con una modificación importante—. Pienso ahora que las relaciones que gobiernan la
legislación racional son genuinamente lógicas.
Esta concepción tiene afinidades con los esfuerzos de Alchourrón y Martino para desarrollar una
lógica sin verdad [...]. Lo que hace que la lógica deóntica sea filosóficamente importante es —diría
yo— que la lógica tiene, efectivamente, «un alcance mayor que la verdad» [...]
Al mismo tiempo, sin embargo, ha ocurrido una nueva radicalización de mis pensamientos. Me he
vuelto escéptico respecto del uso de las conectivas proposicionales (palabras tales como «no»,
«y», «o», etc.), tanto para unir formulaciones normativas genuinas como para enunciar los
contenidos de las normas. Si mi crítica está justificada, requerirá un cambio de las concepciones
corrientes de cómo ha de ser construido un sistema formal (cálculo) de la lógica deóntica. Queda
por ver si los lógicos aceptarán esta idea (Bulygin 1992: 386).
C) [Manuel Atienza] [E]n el libro del que hemos hablado, The Uses of Argument, usted opuso una
concepción aristotélica de la lógica a una lógica operativa. La cuestión es que después de la
publicación de este libro se han producido muchos cambios en la lógica. Tenemos desarrollos de
la lógica modal, lógica deóntica, lógicas no clásicas, lógicas no bivalentes en general, lógicas no
monotónicas, etc. [...]: ¿piensa usted que el contraste que establecía estaba justificado en aquel
momento, pero no hoy, o sigue pensando que el paradigma de la lógica es, en cierto modo, el
mismo?
—[Stephen Toulmin] [...] Lo que yo pretendía era establecer una contraposición entre una
concepción del razonamiento que considera al razonamiento como una actividad que tiene lugar
dentro de una situación humana y en el contexto de unos determinados intereses, etc., y una
concepción del razonamiento humano que considera éste como una relación interna entre
proposiciones. Ahora bien, si nos remontamos 35 años atrás [el libro mencionado se publicó en
1958], la filosofía del siglo xx tenía que experimentar todavía muchos cambios, y lo que ha
sucedido mientras tanto dentro de la filosofía ha dado lugar a una situación en la que la mayoría de
la gente piensa ahora acerca de la filosofía del lenguaje en términos de emisiones, de juegos de
lenguaje, de formas de vida, de locuciones, de realizaciones lingüísticas [...] De modo que la actitud
hacia la lógica que compartieron filósofos como Russell, Quine y Church, a saber, que el tema de
la lógica son las relaciones internas entre proposiciones, es una actitud que hoy está realmente en
declive, o por lo menos no es ya la posición dominante, o al menos no lo es en la filosofía
angloamericana. [...] Pero ahora, hablando 35 años después, yo diría que fue un error por mi parte
sugerir que Aristóteles tuviese la misma concepción de la lógica que Russell. [...] Así, yo entiendo
todo el Organon de Aristóteles como un análisis exhaustivo de los diferentes aspectos del
razonamiento, de la racionalidad y, así, decir que algo es logikós es decir que es razonable o
racional, no es decir que es lógico en el sentido estrecho de la concepción que Russell-Church
tienen de la lógica. [...] Yo encuentro todas esas cosas [...] todos esos sistemas formales de lógica
modal y lógica deóntica [...] como algo esencialmente aburrido. Pienso que quienes se dedican a
todas esas cosas deliberadamente construyen sistemas formales que no tienen ningún interés
práctico para nosotros a la hora de enfrentarnos con las cuestiones realmente vivas acerca de la
verdad o del valor o de cualquier otro tema de esta especie. [...] [E]n el libro que acabo de
mencionar, The Abuse of Casuistry [Jonsen y Toulmin 1988], no se me habría ocurrido ni
mencionar la lógica deóntica, porque cuando tratamos de ver cómo el razonamiento moral opera
en la práctica, se parece mucho más a lo que yo digo en The Uses of Argument que a nada que
tenga que ver con la lógica deóntica. Es decir, la lógica deóntica es una tentativa de presentar de
una manera formal los aspectos de la vida que son esencialmente no formales y en ese aspecto se
sale del tema, es decir, lo eluden... [...]
[M. A.] Quizás podría pensarse que en relación con la lógica no monotónica la cuestión es distinta,
porque los autores que construyen esa lógica tratan de aproximarse a la argumentación de la vida
cotidiana.
[S. T.] Tratan de hacerlo, pero esto es para mí como insistir en andar por la calle con grilletes en
los tobillos. Esto es, siempre podemos decir: «mira, podemos caminar, aun cuando llevamos
grilletes formales en los tobillos». [...] Por ejemplo, ha habido gente que ha tratado de emplear el
cálculo de la lógica polivalente para resolver problemas de mecánica cuántica. El resultado no ha
sido muy alentador: pero al mismo tiempo pienso que merecía la pena intentarlo. No creo que se
tratase de una empresa inherentemente ridícula en la forma en que creo que la lógica deóntica es
una empresa inherentemente ridícula [...]. Todos estos sistemas formales abstractos, como los de
la lógica deóntica e incluso los de la lógica no monotónica, etc.; todos ellos están escritos dentro de
una tradición de abstracción y construcción teorética que para mí está comprometida hasta la
médula con el programa platónico de desarrollar una episteme. Pues bien, en los libros I y II de la
Ética a Nicómaco, Aristóteles explica de forma muy clara por qué, cuando estamos tratando de
asuntos concernientes a la política y a la ética, el objetivo de alcanzar episteme, «ciencia», o de
hacer episteme, «ciencia», es un objetivo intrínsecamente equivocado, no es el objetivo que uno
puede esperar alcanzar en tales campos. Tengo que añadir que yo realmente sólo llegué a
entender en profundidad, de verdad, aquello a que Aristóteles está apuntando en tales argumentos,
tras haber pasado diez años trabajando con médicos que se dedicaban a la medicina clínica. [...]
Creo que lo que los abogados y jueces tienen que hacer se parece mucho más a lo que el médico
clínico tiene que hacer por un paciente particular en una situación particular que a ninguna clase de
tarea teorética, sea ésta la de un lógico formal, un ético formal, o incluso la de alguien que trabaja
en medicina teórica. Y la razón tiene que ver con lo que Aristóteles dice: en cualquier campo que
esté organizado como una episteme, uno empieza siempre practicando desde el principio una
abstracción, trazando una línea alrededor de las cuestiones de que uno se ocupa, y considerando
sólo los ejemplos que se conforman con tal abstracción. Mientras que el médico y el juez no tienen
la oportunidad de practicar una abstracción de esa especie, y de decir «no voy a considerar este
caso porque es muy confuso, y no puedo decir nada claro sobre él». Tienen que tomar decisiones
porque ése es su oficio, y no pueden practicar esa inicial abstracción por mor de la claridad
teorética, que es el primer paso que siempre nos sentimos legitimados a dar dentro de una ciencia
cuando buscamos clarificar nuestras teorías e ideas (Atienza y Jiménez 1993).
1) A la vista de todo lo anterior: ¿Tiene o no sentido el estudio de la lógica deóntica para entender
el razonamiento jurídico?
1) En lógica de normas, salvo algunas pocas tesis, casi todo es discutido: no sólo las reglas
lógicas, sino incluso las reglas sintácticas, que definen los formalismos. El contraste a este
respecto con la lógica clásica, de enunciados asertivos, es tremendo. El cuerpo central de la lógica
de enunciados asertivos es aceptado unánimemente en el mundo entero (con las salvedades y
precisiones que se quieran).
2) En las discusiones acerca de las reglas lógicas de la lógica de normas, acerca de las paradojas
(reales o aparentes) detectadas en esta lógica, etc., no se sabe cuáles son los criterios de control.
Uno no sabe cómo decidir cuál de las opiniones enfrentadas acerca de un problema concreto es la
correcta. Ello es consecuencia del problema planteado por el dilema de Jørgensen: tratándose de
enunciados prescriptivos, no está claro qué significa decir que un enunciado se deduce de otro
(una vez que el término «deducir» no se entiende en el sentido tradicional).
3) Los estudiosos de la lógica de normas, salvo contadas excepciones, son poco escrupulosos a la
hora de distinguir entre niveles de lenguaje, concretamente, a la hora de distinguir entre el
lenguaje-objeto de los enunciados prescriptivos y el metalenguaje de los enunciados asertivos
acerca de los enunciados prescriptivos.
5) La quinta y última insuficiencia que observo en la lógica de normas consiste en que, salvo
alguna excepción aislada, la lógica de normas desarrollada hasta ahora, por ejemplo, el
denominado «sistema estándar», se ha detenido en la lógica de conectivas (también denominada
«lógica de enunciados» o «lógica proposicional»), que es la parte más elemental de lo que
técnicamente se denomina «lógica elemental». La lógica de normas no ha llegado a la lógica de
cuantificadores o predicados (Hernández Marín 2003: 87-88).
1) ¿Cree que tiene razón Hernández Marín al considerar que la lógica deóntica es
innecesaria para dar cuenta del razonamiento judicial justificativo? ¿Es cierto que las
premisas del razonamiento judicial que llevan a la conclusión de «debo condenar...»
tienen carácter puramente asertivo? Téngase en cuenta que este autor distingue, en la
actividad judicial de aplicación del Derecho, dos aspectos: la formulación de la decisión o
fallo («condeno...»), y la justificación de la decisión («debo condenar...»). Y que su tesis
se refiere a lo segundo: «el razonamiento justificatorio del juez pretende alcanzar la
conclusión, asertiva, de que él, el juez, está obligado por el Derecho, o por una
determinada norma jurídica, a hacer algo, concretamente, a formular una decisión de
cierto tipo [...] [la] parte dispositiva suele comenzar de la siguiente manera: ‘Por
consiguiente, debo condenar a Fulano a tal pena’, que es una elipsis de ‘Por consiguiente,
según el Derecho, estoy obligado a condenar a Fulano a tal pena’ [...]. Para alcanzar esta
conclusión asertiva el juez utiliza como premisas las aserciones contenidas en la parte no
dispositiva de la sentencia. De estas aserciones, unas son acerca de enunciados jurídicos
[...]; otras son acerca de hechos contemplados por dichos enunciados jurídicos» (p. 93).
2) ¿Qué le parecen las razones aducidas para explicar el insuficiente desarrollo de la
lógica deóntica? ¿Es tan aceptable su afirmación de que en la lógica ordinaria existe un
consenso prácticamente unánime en lo que puede considerarse como su «cuerpo
central» (vid. III,3,B)?