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LOGICA DEONTICA

DEONTICO: Adj. masc. Concerniente al deber, en especial lo referente a determinadas condiciones


sociales o profesiones. Deriva del caso genitivo griego «déontos»: del deber (nominativo «déon»:
deber) y de la desinencia «ico»: relativo a

2.1.- PROPOSICIONES O ENUNCIADOS DEÓNTICOS.

Es la rama de la ciencia lógico-formal que emplea y simboliza fundamentalmente material


lingüístico relacionado con la función normativa, para el análisis del razonamiento y de las
estructuras formales de la comunicación, y, por tanto, no utiliza exclusivamente lenguaje
relacionado con la función informativa.

La función normativa del lenguaje es una especie de la función directiva y comprende al lenguaje
de las normas jurídicas, pero no sólo éste sino también al de otro tipo de normas. Por
consiguiente, la lógica deóntica puede emplearse además en la religión, en la moral – sea social,
familiar o de otra clase – así como en cualquier otro tipo de fenómeno normativo.

La lógica deóntica emplea en gran medida los conceptos, métodos y leyes de la lógica indicativa.
Su simbología utiliza los denominados operadores deónticos.

El significado de estos operadores se refiere a los términos deónticos o modalidades de la


conducta que, a su vez, son palabras y conceptos que caracterizan al lenguaje normativo. Dichos
operadores son:

 “O” de obligación,
 “F” de facultamiento,
 “V” de prohibición (por la palabra alemana verboten, a su gerencia del autor Roberto
Vernengo) y
 “P” de permiso.

La proposición deóntica puede dividirse en dos partes:

a) La parte relativa a la modalidad de la conducta (que puede ser simbolizada por el operador
deóntico) que nos indica si existe una obligación, una prohibición, etcétera.
b) La que se refiere al tema o contenido conductual de la norma, que no señala con precisión
cuál es la conducta que se encuentra obligada, prohibida, etcétera (que puede ser
simbolizada por un variable).

La deóntica tiene dos tipos de negación:

 La negación externa: Es igual a la lógica indicativa. En ambas se niega la totalidad de la


proposición correspondiente y esto significa, en la deóntica, que se afecta a la modalidad
de la conducta: Así, en el lenguaje cotidiano, la proposición indicativa:
“Hoy es viernes”
Se puede negar de la siguiente manera:
“No es cierto que hoy es viernes”
Por su parte, la proposición deóntica:
“Hay obligación de cumplir con el convenio”
Se niega externamente:
“No hay obligación de cumplir con el convenio”

 La negación interna: afecta exclusivamente a una parte de la proposición: el tema de la


conducta, y no al término deóntico: “Hay obligación de no cumplir con el convenio”

En virtud de la segunda posibilidad de combinación de valores, las proposiciones deónticas Op y O


– p no son contradictorias sino contrarias: las dos no pueden ser simultáneamente verdaderas,
pero si pueden ser ambas falsas.

La diferencia entre la negación deóntica externa y la interna es importante para entender el enlace
de la regulación de una norma y, especialmente para nosotros, el de una norma de derecho.
Cuando una norma emplea la negación externa crea incertidumbre sobre su significado preciso.

En lógica deóntica deben distinguirse tres situaciones respecto de la conjunción. La primera es la


conjunción deóntica interna, donde el supuesto normativo y las consecuencias para el caso de
infracción, son únicos para la conjunción de conductas como unidad. Un ejemplo son las
denominadas obligaciones conjuntivas del derecho civil. Se simboliza de la manera siguiente:

O (p^q)

La segunda es la conjunción deóntica externa en la cual, cada conducta obligada tiene su propio
supuesto normativo y su propia consecuencia para el caso de infracción, independientemente de
que se encuentren expresados en diferente o en el mismo precepto legal, fracción o párrafo. A
diferencia de la conjunción interna, la externa no relaciona conductas sino normas. Se simboliza de
esta forma:

Op ^ Oq

En la tercera situación existe una relación cronológica necesaria entre p y q, como en el caso en el
cual no puede realizarse q sin ocurrir previamente p.

En la situación, independientemente de que la formulación literal de la norma contenga una


conjunción, el único significado deóntico es O q

La disyunción deóntica interna significa que el sujeto regulado por la norma tiene una opción entre
dos conductas o más para cumplir la obligación

Un ejemplo de este razonamiento inválido para la lógica deóntica, es el siguiente: Tenemos una
disyunción interna en las obligaciones alternativas reguladas por el artículo 1962, del Código Civil
Federal, que prescribe: “Si el deudor se ha obligado a uno de dos hechos, o a una de dos cosas, o a
un hecho o a una cosa, cumple prestando cualquiera de esos hechos o cosas. Por lo tanto, si junto
a la obligación alternativa estipulada en determinado contrato se interpreta tal contrato en el
sentido de que no existe la obligación de realizar una de las conductas, no se puede inferir
lógicamente que se tiene la obligación de realizar de manera necesaria la otra conducta.

Por su parte, la disyunción deóntica externa significa que el sujeto regulado tiene que cumplir con
alguna de las dos conductas obligatorias, no de acuerdo a su voluntad, como en la disyunción
interna, sino de acuerdo con elementos exteriores, como puede ser otra norma jurídica, o alguna
otra circunstancia objetiva. Por ejemplo:

El artículo 14, cuarto párrafo, de la Constitución, determina: “En los juicios del orden civil, la
sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra, o a la interpretación jurídica de la ley […]”

Tal precepto no puede entenderse como una opción discrecional para el juez, porque la
conformidad de la sentencia definitiva con la letra de la ley o con la interpretación jurídica de la
ley, depende de las características particulares jurídicas y fácticas del caso concreto, que son datos
orientadores de una disyunción deóntica externa.

2.2.- MODALIDADES DE LA CONDUCTA.

Conjunto de expresiones o significados que determina el tipo de regulación u orientación que


realiza una norma sobre la conducta humana. También se conocen como términos o expresiones
deónticos, soluciones normativas y caracterizaciones deónticas.

Dichas expresiones comprenden una gran variedad: deber, sujeción, tener que, autorización,
obligación, permiso, competencia, derecho, libertad, prohibición, poder, facultad, licencia, interés,
potestad, atribución, jurisdicción, etc.

 “O” de obligación,
 “F” de facultamiento,
 “V” de prohibición (por la palabra alemana verboten, a su gerencia del autor Roberto
Vernengo) y
 “P” de permiso.

La denominación de estas modalidades puede ser diferente a los términos empleados por la
norma representada; por ejemplo, en lugar de obligación, la norma puede expresar necesidad
jurídica, deber o imperativo; también, dicha norma puede no utilizar alguno de estos términos,
pero por el contexto o por el uso de verbos en futuro ----que determina una obligación---, tiene el
mismo significado.

Una de las modalidades es básica en el sentido de que sirve para definir a las otras. Para la lógica
deóntica, es el permiso. Esto es así porque la conducta humana, que es el objeto de regulación de
las normas, presenta dos aspectos: uno positivo, que se denomina acción, y se entiende como un
movimiento corporal y que produce cambios; y otro negativo, denominado omisión, y que se
entiende como un no hacer o no producción de un cambio en el mundo. Simbolizamos a la acción
como p, y a la omisión como –p.

Las modalidades o soluciones se dividen en maximales y minimales. Las soluciones maximales


usadas en una norma nos orienta con certeza sobre la conducta regulada. Nos ilustran acerca de la
acción y también acerca de la omisión. En cambio, las soluciones minimales únicamente orientan
sobre alguno de los dos aspectos de la conducta excepto el no facultamiento, que no orienta sobre
la acción ni sobre la omisión.
Las soluciones maximales son la obligación, la prohibición, el facultamiento y el no permiso. Las
soluciones minimales son el permiso, la no obligación la no prohibición y el no facultamiento.

En este sentido, las maximales op, vp y fp no sólo nos orientan sobre la acción expresada p, sino
también sobre la omisión no expresada –p. en el mismo sentido, las maximales O –p, V –p y F –p
no solo nos orientan sobre la omisión expresada –p, sino también sobre la acción no expresa p

O: Obligación
V: Prohibición
F: Facultamiento
P: Permiso
p: Acción
-p: Omisión

Soluciones maximales: obligación, prohibición, facultamiento, no permiso.


Soluciones minimales: no obligación, no prohibición, no facultamiento, permiso

op/vp/fp: Acción expresada p / Omisión no expresada -p


o-p/v-p/f-p: Omisión expresada -p / Acción no expresada p
-Pp: Omisión no expresada
-P-p: Acción no expresada
Pp: Acción expresada p
P-p: Omisión expresada
-Vp: Permisión sobre la acción expresada, no la omisión
Op: Permiso sobre la omisión

La obligación

Op (Pp^-P-p)

Se lee: la obligación de una acción es equivalente a la conjunción del permiso de la acción y del no
permiso de la omisión. Por ejemplo, el artículo 304 del Código Civil “Los hijos están obligados a dar
alimentos a los padres”. Significa, en términos de la modalidad básica, que los hijos tienen permiso
de dar alimentos a los padres y no tienen permiso de no darles alimentos. El permiso implícito es
una obligación se denomina, en la teoría general del derecho, permiso del obligado.

Y en la omisión:

O-p— (P –p^-Pp)

Donde la obligación de una omisión es equivalente a la conjunción del permiso de la omisión y del
no permiso de la acción.

Lo mismo con la prohibición, el facultamiento y el no permiso.

La prohibición.
Vp---(-Pp^-p)

Por ejemplo, el artículo 23 Constitucional prescribe: “Queda prohibido la práctica de absolver de la


instancia. “Lo que, en términos de la modalidad básica, significa que no se permite absolver de la
instancia y sí se permite no absolver de la instancia.

Y en la omisión: V-p—(-P-p^Pp)

El facultamiento: Fp---(Pp^P-p)

Por ejemplo, el artículo 131 de la Constitución federal, establece: “es facultad privativa de la
Federación gravar las mercancías que se importen o exporten, “Lo que significa que la Federación
tiene permiso de gravar tales mercancías y también tiene el permiso de no gravarlas.

Y en la omisión:

F-p—(Pp^P-p)

El no permiso:

-Pp—(Pp^P-p)

El artículo 1843 del Código Civil Federal, indica: “La cláusula penal no puede exceder ni en valor ni
en cuantía a la obligación principal.” Lo que significa que los contratantes no tienen permiso de
estipular una cláusula penal que excede a la obligación principal, y sí tienen permiso de no
estipularla.

Y en la omisión:

-P-p—(-P-p^Pp)

Las modalidades maximales que no tienen las definiciones iguales son excluyentes entre sí.

Por su parte, para definir formalmente a las minimales se necesitan más herramientas lógicas. Nos
ocuparemos solamente de la no obligación de una acción: -Op.

El ejemplo es sobre el artículo 1842, del Código Civil Federal: “Al pedir la pena, el acreedor no está
obligado a probar que ha sufrido perjuicios.

El primer paso es emplear la definición de la modalidad sin la negación externa:

Op—(Pp^-P-p)

El segundo paso es agregar la negación a los dos miembros de la equivalencia: -Op---(Pp^-P-p)

Como la negación de una conjunción no aclara algo, entonces el siguiente paso es eliminar tal
negación, y para eso utilizamos de nuestra lista de leyes de reemplazo una de las leyes de De
Morgan, -(p^q) (-p^-q) que resulta:

-Op (-Pp^--P-p)

En donde aplicamos la ley de la doble negación al segundo miembro de la disyunción:

-Op (Pp^-P-p)
En virtud de que –Pp es una solución maximal equivalente a Vp, entonces podemos sustituir –Pp
por la definición Vp y obtenemos:

-Op (-Pp^P-p)vP-P

2.3.- FORMALIZACIÓN DE NORMAS JURÍDICAS.

La formalización facilita el examen de la estructura sintáctica de las normas jurídicas analizadas y


auxiliar en la determinación de las expresiones fundamentales que habrán de interpretarse para la
adecuada comprensión de las normas mencionadas.

Estructura de la formalización:

1. Reducir la norma a oraciones proposicionales, a enunciados con un sentido indicativo,


como si se estuviera informando algo acerca de hechos, asemejarlo a una proposición
categórica de forma típica. Eliminar toda conectiva lógica, incluyendo la negación, y
también excluir todo operador deóntico.
A cada oración proposicional asignarle una variable. Para facilitarse este paso, ubicar
primero como criterio de referencia a la conducta principal regulada, respecto de la cual,
si existen diversas normas directamente relacionadas, cambiarán el operador deóntico y el
supuesto respecto de la misma conducta.
2. Separar las variables relativas a la conducta regulada de las del supuesto normativo.
3. Relacionar las variables resultantes entre sí, por medio de las conectivas lógicas que sean
necesarias.
4. Agregar los operadores deónticos adecuados. Es importante que la resultante
formalización lógica represente con la mayor exactitud posible el sentido de la norma que
corresponda, sin que se introduzca alguna modificación.

ENCICLOPEDIA IBEROAMERICANA DE FILOSOFIA EIAF

Autor: Al chourrón, Carlos E.; Menéndez, José M.; Orayen, Raul

Madrid, España. 1995

LOGICA DEONTICA. Eugenio Bulygin.

Con otros numerosos antecedentes por lo menos desde el siglo XIV, su fecha de
nacimiento se da con el artículo de Georg Henrik von Wright “Deontic Logic” (von Wright,
1951). Entre antecedentes más recientes se puede mencionar a Bentham, Leibniz y Mally.

INTERPRETACION DESCRIPTIVA DE LA LOGICA DEONTICA

Operadores prescriptivos se usan para normas, y los operadores descriptivos para las
expresiones de proposiciones acerca de las normas.

Operadores Prescriptivos: ¨O¨ Y ¨P¨:


 ¨Op¨: norma que ordena p
 ¨O-P¨: norma que prohíbe p
 ¨Pp¨: norma que permite p

Una orden (una norma que ordena o hace obligatorio p) exige que p se dé; una
prohibición (una norma que prohíbe p) excluye a p, exige que p no se dé, y una permisiva
autoriza que se dé p, dice que p puede darse.

de proposiciones acerca de las normas.

Operadores Descriptivos: ¨O¨ Y ¨P¨: enuncian que status deóntico tienen


determinados estados de cosas o acciones. Este status deóntico lo confiere las normas:
cuando una norma N prescribe que p debe ser o se debe hacer (Op), decimos que p es
obligatorio en razón de la norma N; cuando una norma N prescribe que p no debe ser o
no se debe hacer (O-p), decimos que p está prohibido en relación con la norma N; cuando
una norma N prescribe que P puede ser o se puede hacer (Pp), decimos que p está
permitido con razón a N.

Podemos también plantear la cuestión bajo qué condiciones una acción o estado de cosas
p es obligatorio, permitido o prohibido en relación a un conjunto de normas A. La
respuesta es: p es obligatorio en relación a A si y sólo si una norma que prescribe que p
debe ser, es decir, una norma de la forma «Op» pertenece a las consecuencias de A. Y p
está prohibido en relación a A si y sólo si una norma que prohíbe p (es decir, una norma
de la forma «O -p») pertenece a las consecuencias de A. La situación es bastante más
complicada en el caso de la permisión.

La oración descriptiva «P está permitido en A» es ambigua; a veces lo que se quiere decir


con esta oración es que una norma que permite p (es decir, una norma de la forma «Pp»)
pertenece a las consecuencias de A, pero otras veces la misma oración es usada en un
sentido diferente, a saber, en el sentido de que p no está prohibido en A, esto es, que una
norma de la forma «O -p» no pertenece a A. Esto significa que nos tenemos que ver aquí
con dos conceptos de permisión diferentes; los dos operadores permisivos descriptivos
serán denominados en lo sucesivo permisión positiva y permisión negativa.

Las proposiciones normativas son siempre relativas a una norma o a un conjunto de


normas, esto es, a un sistema normativo; por eso vamos a usar los siguientes símbolos
para los operadores deóntico s descriptivos:

 «OA»: p es obligatorio en A
 «P+A»: p está positivamente permitido en A
 «P-A»: p está negativamente permitido en A»

Las definiciones correspondientes son:

DI. OAp = def. «Op»ECn(A)

D2. Oa-p= def. «O -p»ECn(A)


D3. P+Ap = def. «Pp»ECn(A)

D4. P-Ap=def. «O-p»ɆCn(A)

Las notas distintivas más importantes son las siguientes:

1. Las expresiones de la lógica de las proposiciones normativas son siempre relativas


a un sistema, por eso aparecen los suscriptos A. La misma acción p puede
naturalmente estar prohibida (permitida, obligatoria) en un sistema normativo y al
mismo tiempo no estar prohibida (permitida, obligatoria) en otro. Por eso la
proposición normativa «p está prohibido» no es completa: mientras no se indique
de qué sistema normativo se trata, esta oración carece de valor de verdad. En
cambio, las expresiones de la lógica de normas no están referidas a un sistema
normativo; se trata de conceptos absolutos, no relativos.
2. En el ámbito del lenguaje prescriptivo no hay nada análogo a la distinción entre la
permisión positiva y negativa. Sólo hay un concepto de permisión.
3. Los operadores prescriptivos «O» y «p» son interdefinibles:
Op=def.-P-p Pp=def.-O-p O-p=def.-Pp P-p=def.-Op
Contrariamente a la opinión de algunos autores como Weinberger (efr. C. y O.
Weinberger, 1979, 105) esta interdefinibilidad no presupone en modo alguno que
el sistema normativo en cuestión esté cerrado y coherente, pues los operadores
prescriptivos no están referidos a un sistema determinado, esto es, tienen el
mismo significado con independencia del sistema en que figuran.
En cambio, los operadores deónticos descriptivos no son interdefinibles sin más,
justamente porque hay dos operadores permisivos distintos. Sólo la permisión
negativa es interdefinible con la prohibición: P-Ap=def. -OA-p, pero no la permisión
positiva.
4. La definición de los operadores deónticos descriptivos presupone ya la existencia
de las relaciones lógicas entre normas: las consecuencias lógicas de a es la clase
de todas las normas que se siguen lógicamente de A. Por lo tanto, la lógica de las
proposiciones normativas es una extensión de la lógica de normas y los operadores
descriptivos se definen en términos de operadores prescriptivos. Sobre este tema
volveré más adelante.
5. Finalmente, la negación de los operadores deónticos descriptivos es
considerablemente más complicada que la de los prescriptivos. Esto será analizado
más detenidamente en la próxima sección.

LA NEGACIÓN DE LAS PROPOSICIONES NORMATIVAS

El papel de la negación en el ámbito de las normas es distinto del de la negación en el


ámbito de las proposiciones normativas, de pronto porque hay dos tipos de negación de
las proposiciones normativas: la externa y la interna. En el lenguaje corriente la negación
de la proposición normativa "p está permitido en A», es decir, "p no está permitido
en A» es ambigua: puede significar que A contiene una norma que prohíbe p o que A no
contiene una norma que permite p. Por lo tanto, resulta conveniente introducir dos signos
de negación: «-» para la negación externa y «¬» para la interna, cuyas definiciones son
las siguientes:

Negación externa:

-P+Ap = def. «Pp»ɆCn(A)

-P-Ap=def. «-Pp»ECn(A)

-OAp=def. «Op»ɆCn(A) =def. «-P-p»ɆCn(A)

Negación interna:

¬, P+Ap=def. «-Pp»ECn(A)

¬, P -Ap = def. «Pp» ɆCn(A)

¬, OAp=def. «-Op» ECn(A) =def. «P-p» E Cn(A)

De estas definiciones surge que la negación externa de la permisión negativa equivale a la


negación interna de la permisión positiva y, en forma similar, la negación interna de la
permisión negativa es equivalente a la negación externa de la permisión positiva. Por lo
tanto, sólo hay dos formas de negación de la proposición «p está permitido en a» (y no
cuatro, como se podría creer), Y también hay dos formas de negación de la proposición "p
es obligatorio en a»: la negación externa significa que la norma que ordena p no
pertenece a a y la negación interna significa que una norma que permite -p, es decir, una
norma de la forma «-Op» (o "p -p») pertenece a a. En otras palabras: la negación externa
niega la pertenencia de la norma al sistema, mientras que la negación interna afecta a la
norma misma.

Si se considera a la norma "p -p» como norma-negación de "Op» (y


correspondientemente, la norma «Pp» como norma-negación de «O -p» ) 9, entonces
resulta que la negación interna es una operación que lleva de la proposición normativa
que afirma la existencia de una norma a la proposición normativa que afirma la existencia
de su norma-negación.

Pero la negación interna no cumple -a diferencia de la negación externa- los requisitos


habituales que se espera debe cumplir una negación. Estos requisitos pueden ser
expresados mediante los siguientes cinco postulados:

1) La negación de una proposición ha de ser una proposición.


2) Tiene que haber una y sólo una negación de una proposición.
3) La negación tiene que ser recíproca, esto es, si una proposición es negación
de otra proposición, entonces la segunda proposición ha de ser la negación
de la primera.
4) U na proposición y su negación tienen que ser mutuamente excluyentes, es
decir, no pueden ser verdaderas las dos.
5) Una proposición y su negación tienen que ser conjuntamente exhaustivas,
es decir, no pueden ser falsas las dos.

Claramente sólo la negación externa satisface estos cinco postulados; la negación interna
no satisface los postulados 4) y 5), pues tanto la proposición normativa como su negación
interna pueden ser ambas verdaderas y también ambas falsas. Son ambas verdaderas
cuando el sistema normativo en cuestión es inconsistente (contradictorio) y son ambas
falsas cuando el sistema es incompleto. Es justamente la posibilidad de sistemas
normativos inconsistentes e incompletos la que hace tan importante la distinción entre
operadores deónticos prescriptivos y descriptivos, pues cuando A es un sistema
consistente y completo las distinciones entre la permisión positiva y negativa y entre
negación externa e interna se desvanecen.

Es interesante investigar el papel de la negación en el ámbito del lenguaje prescriptivo. En


los primeros tres postulados es suficiente reemplazar el término «proposición» por el de
<<norma» para poder aplicarlos a las normas, pues las normas satisfacen claramente
estos tres postulados: la negación de una norma es también una norma (por ejemplo,
«Op» y «P - p»); para cada norma sólo hay una norma-negación; una norma y su norma-
negación son recíprocas (si «Op» es la negación de «P - p», «P - p» es la negación de
«Op»). Los dos últimos postulados, es decir, los postulados 4) y 5) sólo pueden valer para
las normas en un sentido analógico, pues las normas carecen de los valores de verdad. Sin
embargo, cabe afirmar que una norma como «Pp» «<Op») y su norma-negación «- Pp»
«< - Op») son mutuamente excluyentes y que las dos normas son conjuntamente
exhaustivas, pues las fórmulas «Pp v - Pp» y « - (Pp& - Pp)>> son válidas en la lógica de
normas, tal como ésta ha sido desarrollada en Alchourrón (1969). Pero es importante
darse cuenta cuál es exactamente su significado.

Cuando se dice que «Pp» y « - Pp», es decir, una norma permisiva y una norma
prohibitiva de p, se excluyen mutuamente, esto no significa que un sistema normativo no
pueda contener estas dos normas. Sólo significa que estas dos normas son incompatibles
(porque la satisfacción de la prohibición hace imposible hacer uso de la permisión y
viceversa, el hacer uso de la permisión de hacer p hace imposible la satisfacción de la
prohibición). La lógica de normas establece criterios para la consistencia, pero no dice
nada respecto de la existencia de las normas.

Por razones similares, cuando se afirma que las normas «Pp» y «-Pp» son conjuntamente
exhaustivas, esto no significa que todo sistema normativo necesariamente contiene una
permisión o una prohibición de p. Sólo significa que toda regulación de la acción p implica
necesariamente la permisión o la prohibición de p. Sería un error pretender inferir de allí
que toda acción esté siempre regulada en todo sistema normativo (y que, por lo tanto,
todos los sistemas normativos sean completos y no puedan tener lagunas), justamente
porque la lógica de normas nada puede decir sobre los hechos (existencia de normas). En
consecuencia, la aceptación de «Ppv-Pp» y «-(Pp&-Pp»> como fórmulas válidas de la
lógica de normas no implica en modo alguno que todos los sistemas normativos sean por
razones lógicas completos y consistentes, como lo han afirmado algunos filósofos del
derecho. Esas fórmulas sólo establecen dos condiciones que las normas han de satisfacer:
a) una condición mínima que toda formulación normativa ha de satisfacer para expresar
una norma (cuando una formulación normativa no permite ni prohíbe la acción p, no
expresa ninguna norma respecto de p), y b) una condición para la consistencia, es decir,
una condición que toda norma ha de satisfacer para ser consistente (una norma que
permite y a la vez prohíbe p es contradictoria respecto de p).

CURSO DE ARGUMENTACION JURIDICA


Manuel Atienza. Editorial Trotta. Madrid, España.
LA UTILIDAD DE LA LÓGICA DEÓNTICA PARA LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
La lógica deóntica (que usualmente se considera surge en 1951 con un artículo de Georg
H. von Wright) ha conocido desde entonces un enorme desarrollo (existen innumerables
sistemas de lógica deóntica), pero sigue padeciendo un problema de fundamentación que
se conoce con el nombre de «dilema de Jørgensen». Eugenio Bulygin, uno de los
mayores cultivadores de esa disciplina, expone, en el primero de los textos que siguen, en
qué consiste el dilema y muestra que no hay una solución plenamente satisfactoria para
salir del mismo, lo que significa que la lógica deóntica —mientras no se resuelva ese
problema— no puede dar cuenta satisfactoriamente de las inferencias prácticas. Esa
conclusión escéptica sobre el valor de la lógica deóntica para la teoría de la
argumentación es más explícita en el caso de von Wright, como resulta de la contestación
a una de las preguntas que, en una entrevista efectuada en 1992, le formula precisamente
Eugenio Bulygin. Y, en fin, Stephen Toulmin —en el transcurso también de una entrevista
llevada a cabo en 1993— llega a considerar el proyecto de desarrollo de la lógica deóntica
como «una empresa inherentemente ridícula». He aquí los tres textos:
A) El tema de la interpretación de la lógica deóntica está en buena medida influenciado por el
problema que en los años treinta fue formulado por el filósofo danés J. Jørgensen y que desde
entonces es conocido en la literatura como el dilema de Jørgensen. El dilema se apoya en las
cuatro tesis siguientes:

1) En el lenguaje corriente se usan en contextos normativos los términos lógicos típicos tales como
«no», «y», «o», «si... entonces», etc., de la misma manera o al menos de una manera muy similar
como en el lenguaje descriptivo, lo que sugiere la idea de considerarlos como conectivas
proposicionales. Además, se hacen inferencias en las que las normas figuran como premisas y
como conclusiones, y tales inferencias tienen todo el aspecto de ser lógicamente válidas. Por lo
tanto, hay una lógica de normas que subyace al lenguaje corriente.

2) En la tradición lógica desde Aristóteles hasta nuestros días, las relaciones lógicas de implicación
(consecuencia lógica) y contradicción se definen en términos de verdad. (Lo mismo ocurre con las
conectivas proposicionales). En consecuencia, sólo expresiones verdaderas o falsas pueden ser
objeto del estudio de la lógica.

3) Las normas carecen de valores de verdad.

4) No hay relaciones lógicas entre normas y, por consiguiente, no hay una lógica de normas.

La tesis 4), que se infiere de 2) y 3), contradice la tesis 1), que puede ser considerada como
expresión de un hecho preanalítico. Si se quiere evitar la tesis 4), hay que abandonar la tesis 2), o
bien la tesis 3). Si, en cambio, se acepta la tesis 4), hay que desarrollar una teoría sustitutiva capaz
de reemplazar la lógica de normas para dar cuenta del hecho expresado en 1). Buena parte del
desarrollo de la lógica deóntica desde la publicación del primer artículo de von Wright hasta
nuestros días puede ser considerado como una discusión del dilema de Jørgensen.

Bulygin es sumamente escéptico respecto a la posibilidad de abandonar la tesis 3)


(aceptar que las normas tienen valores de verdad o algún otro tipo de valor análogo al de
verdad), de manera que quedarían dos opciones para escapar del dilema. Una es la de
pensar que para dar cuenta de 1), bastaría con construir una lógica de las proposiciones
normativas que funcionara como sustituto de la lógica de normas: o sea, los enunciados
deónticos (enunciados en los que aparecen términos como «prohibido», «permitido», etc.)
serían interpretados en tanto enunciados que describen normas y que, por tanto, pueden
ser considerados como verdaderos o falsos. Pero esto le parece insatisfactorio,
precisamente porque no puede dar cuenta del razonamiento jurídico (judicial): «la
justificación de una sentencia judicial —que tiene carácter normativo— requiere premisas
normativas. Esto significa que el juez ha de derivar su decisión de las normas mismas y
no de meras proposiciones acerca de las normas. Por eso una lógica de normas es
imprescindible». Y piensa más bien que la salida está en aceptar una «lógica sin verdad»,
aunque Bulygin considera que se trata de una propuesta, cuya viabilidad no habría sido
aún demostrada:
Si se acepta que las normas carecen de valores de verdad, no cabe duda de que una lógica de
normas genuina sólo es posible si se amplía el concepto de lógica, de tal manera que las
conectivas proposicionales y los conceptos de implicación (consecuencia) lógica y de consistencia
puedan ser definidos sin hacer referencia a la noción de verdad. Una propuesta en tal sentido fue
formulada recientemente en Alchourrón-Martino [...] Estos autores proponen definir la noción de
consecuencia lógica sobre la base del concepto abstracto de consecuencia (caracterizado por
Tarski), que se usa como concepto primitivo y que no es ni sintáctico, ni semántico. [...]

Esta propuesta consiste fundamentalmente en justificar la idea, ya expresada en von Wright 1957,
de que el campo de la lógica es más amplio que el de la verdad. [...] es claro que si tal propuesta
resultara viable, se lograría un terreno firme para fundamentar una lógica de normas (Bulygin 1995:
130-131, 140-141).

B) [Eugenio Bulygin] ¿Cuál es en tu opinión la importancia de la lógica deóntica

para la filosofía del Derecho?

[Henrik von Wright] Sobre esta cuestión no tengo una opinión definida. La razón es que soy
demasiado ignorante de la teoría jurídica, a pesar de la lectura de Kelsen y Hart y más tarde
también de Aarnio, Dworkin, Perelman y otros. Entiendo que la cuestión es problemática.
Implícitamente, sin embargo, estoy convencido de que la lógica deóntica es importante para todo
intento de comprender la estructura conceptual de los órdenes normativos. Pero estoy dispuesto a
conceder que puede haber distintos enfoques para la comprensión del derecho para los cuales la
lógica deóntica es menos útil. Por ejemplo, la hermenéutica de los textos jurídicos y el estudio de la
argumentación jurídica. [...]

[E. B.] Has cambiado varias veces en el transcurso de los años tu posición respecto de la
interpretación de la lógica deóntica [...]¿Cuál es tu posición ahora? ¿Piensas que a pesar del hecho
de que las normas carecen de valores de verdad, una genuina lógica de normas es, después de
todo, posible?

[H. vs. W.] [...] Como indicas en tu pregunta, mis opiniones han sufrido muchos cambios. En Norma
y acción acepté el punto de vista de que la lógica deóntica se ocupa primariamente de las
proposiciones que dicen que tales y cuales normas existen, pero también refleja las peculiaridades
conceptuales de las normas mismas. Esta posición es insatisfactoria, pues convierte la lógica
deóntica en un «matrimonio» entre algo lógico y algo alógico.

Más tarde, en los años setenta y al comienzo de los ochenta, mis puntos de vista cambiaron en
forma más radical, acercándose a un «nihilismo lógico» parecido a la posición de Kelsen en su
vejez. Puesto que las normas carecen de valores de verdad, no puede haber entre ellas relaciones
lógicas genuinas. Esta concepción, sin embargo, ¡tenía que reconciliarse con el hecho de que la
lógica deóntica efectivamente existía! Pensé que esto era posible invocando la noción de
racionalidad (actividad racional creadora de normas) para explicar la apariencia de las relaciones
lógicas entre normas. De esta manera se podía «rescatar» la lógica deóntica de la destrucción y
justificar los esfuerzos de los lógicos para seguir desarrollándola.

Todavía mantengo fundamentalmente este punto de vista sobre el estatus lógico de las normas —
pero con una modificación importante—. Pienso ahora que las relaciones que gobiernan la
legislación racional son genuinamente lógicas.

Esta concepción tiene afinidades con los esfuerzos de Alchourrón y Martino para desarrollar una
lógica sin verdad [...]. Lo que hace que la lógica deóntica sea filosóficamente importante es —diría
yo— que la lógica tiene, efectivamente, «un alcance mayor que la verdad» [...]

Al mismo tiempo, sin embargo, ha ocurrido una nueva radicalización de mis pensamientos. Me he
vuelto escéptico respecto del uso de las conectivas proposicionales (palabras tales como «no»,
«y», «o», etc.), tanto para unir formulaciones normativas genuinas como para enunciar los
contenidos de las normas. Si mi crítica está justificada, requerirá un cambio de las concepciones
corrientes de cómo ha de ser construido un sistema formal (cálculo) de la lógica deóntica. Queda
por ver si los lógicos aceptarán esta idea (Bulygin 1992: 386).

C) [Manuel Atienza] [E]n el libro del que hemos hablado, The Uses of Argument, usted opuso una
concepción aristotélica de la lógica a una lógica operativa. La cuestión es que después de la
publicación de este libro se han producido muchos cambios en la lógica. Tenemos desarrollos de
la lógica modal, lógica deóntica, lógicas no clásicas, lógicas no bivalentes en general, lógicas no
monotónicas, etc. [...]: ¿piensa usted que el contraste que establecía estaba justificado en aquel
momento, pero no hoy, o sigue pensando que el paradigma de la lógica es, en cierto modo, el
mismo?

—[Stephen Toulmin] [...] Lo que yo pretendía era establecer una contraposición entre una
concepción del razonamiento que considera al razonamiento como una actividad que tiene lugar
dentro de una situación humana y en el contexto de unos determinados intereses, etc., y una
concepción del razonamiento humano que considera éste como una relación interna entre
proposiciones. Ahora bien, si nos remontamos 35 años atrás [el libro mencionado se publicó en
1958], la filosofía del siglo xx tenía que experimentar todavía muchos cambios, y lo que ha
sucedido mientras tanto dentro de la filosofía ha dado lugar a una situación en la que la mayoría de
la gente piensa ahora acerca de la filosofía del lenguaje en términos de emisiones, de juegos de
lenguaje, de formas de vida, de locuciones, de realizaciones lingüísticas [...] De modo que la actitud
hacia la lógica que compartieron filósofos como Russell, Quine y Church, a saber, que el tema de
la lógica son las relaciones internas entre proposiciones, es una actitud que hoy está realmente en
declive, o por lo menos no es ya la posición dominante, o al menos no lo es en la filosofía
angloamericana. [...] Pero ahora, hablando 35 años después, yo diría que fue un error por mi parte
sugerir que Aristóteles tuviese la misma concepción de la lógica que Russell. [...] Así, yo entiendo
todo el Organon de Aristóteles como un análisis exhaustivo de los diferentes aspectos del
razonamiento, de la racionalidad y, así, decir que algo es logikós es decir que es razonable o
racional, no es decir que es lógico en el sentido estrecho de la concepción que Russell-Church
tienen de la lógica. [...] Yo encuentro todas esas cosas [...] todos esos sistemas formales de lógica
modal y lógica deóntica [...] como algo esencialmente aburrido. Pienso que quienes se dedican a
todas esas cosas deliberadamente construyen sistemas formales que no tienen ningún interés
práctico para nosotros a la hora de enfrentarnos con las cuestiones realmente vivas acerca de la
verdad o del valor o de cualquier otro tema de esta especie. [...] [E]n el libro que acabo de
mencionar, The Abuse of Casuistry [Jonsen y Toulmin 1988], no se me habría ocurrido ni
mencionar la lógica deóntica, porque cuando tratamos de ver cómo el razonamiento moral opera
en la práctica, se parece mucho más a lo que yo digo en The Uses of Argument que a nada que
tenga que ver con la lógica deóntica. Es decir, la lógica deóntica es una tentativa de presentar de
una manera formal los aspectos de la vida que son esencialmente no formales y en ese aspecto se
sale del tema, es decir, lo eluden... [...]

[M. A.] Quizás podría pensarse que en relación con la lógica no monotónica la cuestión es distinta,
porque los autores que construyen esa lógica tratan de aproximarse a la argumentación de la vida
cotidiana.

[S. T.] Tratan de hacerlo, pero esto es para mí como insistir en andar por la calle con grilletes en
los tobillos. Esto es, siempre podemos decir: «mira, podemos caminar, aun cuando llevamos
grilletes formales en los tobillos». [...] Por ejemplo, ha habido gente que ha tratado de emplear el
cálculo de la lógica polivalente para resolver problemas de mecánica cuántica. El resultado no ha
sido muy alentador: pero al mismo tiempo pienso que merecía la pena intentarlo. No creo que se
tratase de una empresa inherentemente ridícula en la forma en que creo que la lógica deóntica es
una empresa inherentemente ridícula [...]. Todos estos sistemas formales abstractos, como los de
la lógica deóntica e incluso los de la lógica no monotónica, etc.; todos ellos están escritos dentro de
una tradición de abstracción y construcción teorética que para mí está comprometida hasta la
médula con el programa platónico de desarrollar una episteme. Pues bien, en los libros I y II de la
Ética a Nicómaco, Aristóteles explica de forma muy clara por qué, cuando estamos tratando de
asuntos concernientes a la política y a la ética, el objetivo de alcanzar episteme, «ciencia», o de
hacer episteme, «ciencia», es un objetivo intrínsecamente equivocado, no es el objetivo que uno
puede esperar alcanzar en tales campos. Tengo que añadir que yo realmente sólo llegué a
entender en profundidad, de verdad, aquello a que Aristóteles está apuntando en tales argumentos,
tras haber pasado diez años trabajando con médicos que se dedicaban a la medicina clínica. [...]
Creo que lo que los abogados y jueces tienen que hacer se parece mucho más a lo que el médico
clínico tiene que hacer por un paciente particular en una situación particular que a ninguna clase de
tarea teorética, sea ésta la de un lógico formal, un ético formal, o incluso la de alguien que trabaja
en medicina teórica. Y la razón tiene que ver con lo que Aristóteles dice: en cualquier campo que
esté organizado como una episteme, uno empieza siempre practicando desde el principio una
abstracción, trazando una línea alrededor de las cuestiones de que uno se ocupa, y considerando
sólo los ejemplos que se conforman con tal abstracción. Mientras que el médico y el juez no tienen
la oportunidad de practicar una abstracción de esa especie, y de decir «no voy a considerar este
caso porque es muy confuso, y no puedo decir nada claro sobre él». Tienen que tomar decisiones
porque ése es su oficio, y no pueden practicar esa inicial abstracción por mor de la claridad
teorética, que es el primer paso que siempre nos sentimos legitimados a dar dentro de una ciencia
cuando buscamos clarificar nuestras teorías e ideas (Atienza y Jiménez 1993).

1) A la vista de todo lo anterior: ¿Tiene o no sentido el estudio de la lógica deóntica para entender
el razonamiento jurídico?

LAS INSUFICIENCIAS DE LA LÓGICA DEÓNTICA


En lengua castellana, uno de los mayores cultivadores de la lógica jurídica en las últimas
décadas ha sido Rafael Hernández Marín. Pero este autor (por paradójico que pueda
parecer) es un escéptico en relación con la lógica deóntica o lógica de normas. Su
escepticismo se basa fundamentalmente en razones de tipo conceptual: en su opinión,
para dar cuenta del razonamiento judicial de carácter justificativo, basta con la lógica
ordinaria; pero también (al menos marginalmente) tiene que ver con una serie de
insuficiencias que, a su juicio, pueden destacarse en el desarrollo de la lógica deóntica
desde sus inicios en los años cincuenta del siglo xx:
Al margen de ello, la denominada «lógica de normas» desarrollada hasta ahora adolece de muchas
insuficiencias que la incapacitan para proporcionar el sólido motor de inferencia (como dicen los
informáticos) que sería necesario para concebir, o para reconstruir, el Derecho como un sistema
lógico. Yo observo cinco insuficiencias en la actual lógica de normas:

1) En lógica de normas, salvo algunas pocas tesis, casi todo es discutido: no sólo las reglas
lógicas, sino incluso las reglas sintácticas, que definen los formalismos. El contraste a este
respecto con la lógica clásica, de enunciados asertivos, es tremendo. El cuerpo central de la lógica
de enunciados asertivos es aceptado unánimemente en el mundo entero (con las salvedades y
precisiones que se quieran).

2) En las discusiones acerca de las reglas lógicas de la lógica de normas, acerca de las paradojas
(reales o aparentes) detectadas en esta lógica, etc., no se sabe cuáles son los criterios de control.
Uno no sabe cómo decidir cuál de las opiniones enfrentadas acerca de un problema concreto es la
correcta. Ello es consecuencia del problema planteado por el dilema de Jørgensen: tratándose de
enunciados prescriptivos, no está claro qué significa decir que un enunciado se deduce de otro
(una vez que el término «deducir» no se entiende en el sentido tradicional).

3) Los estudiosos de la lógica de normas, salvo contadas excepciones, son poco escrupulosos a la
hora de distinguir entre niveles de lenguaje, concretamente, a la hora de distinguir entre el
lenguaje-objeto de los enunciados prescriptivos y el metalenguaje de los enunciados asertivos
acerca de los enunciados prescriptivos.

4) La lógica de normas desarrollada hasta ahora no tiene en cuenta la existencia en el Derecho de


enunciados no prescriptivos, de esos enunciados que yo llamo «enunciados cualificatorios»
(«reglas conceptuales» en la terminología de E. Bulygin, o «reglas constitutivas», en otras
terminologías).

5) La quinta y última insuficiencia que observo en la lógica de normas consiste en que, salvo
alguna excepción aislada, la lógica de normas desarrollada hasta ahora, por ejemplo, el
denominado «sistema estándar», se ha detenido en la lógica de conectivas (también denominada
«lógica de enunciados» o «lógica proposicional»), que es la parte más elemental de lo que
técnicamente se denomina «lógica elemental». La lógica de normas no ha llegado a la lógica de
cuantificadores o predicados (Hernández Marín 2003: 87-88).

1) ¿Cree que tiene razón Hernández Marín al considerar que la lógica deóntica es
innecesaria para dar cuenta del razonamiento judicial justificativo? ¿Es cierto que las
premisas del razonamiento judicial que llevan a la conclusión de «debo condenar...»
tienen carácter puramente asertivo? Téngase en cuenta que este autor distingue, en la
actividad judicial de aplicación del Derecho, dos aspectos: la formulación de la decisión o
fallo («condeno...»), y la justificación de la decisión («debo condenar...»). Y que su tesis
se refiere a lo segundo: «el razonamiento justificatorio del juez pretende alcanzar la
conclusión, asertiva, de que él, el juez, está obligado por el Derecho, o por una
determinada norma jurídica, a hacer algo, concretamente, a formular una decisión de
cierto tipo [...] [la] parte dispositiva suele comenzar de la siguiente manera: ‘Por
consiguiente, debo condenar a Fulano a tal pena’, que es una elipsis de ‘Por consiguiente,
según el Derecho, estoy obligado a condenar a Fulano a tal pena’ [...]. Para alcanzar esta
conclusión asertiva el juez utiliza como premisas las aserciones contenidas en la parte no
dispositiva de la sentencia. De estas aserciones, unas son acerca de enunciados jurídicos
[...]; otras son acerca de hechos contemplados por dichos enunciados jurídicos» (p. 93).
2) ¿Qué le parecen las razones aducidas para explicar el insuficiente desarrollo de la
lógica deóntica? ¿Es tan aceptable su afirmación de que en la lógica ordinaria existe un
consenso prácticamente unánime en lo que puede considerarse como su «cuerpo
central» (vid. III,3,B)?

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