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Que sea sintético no significa solamente que deba ser breve en su extensión. Alude más bien a la
intensidad con la que se examina la obra que se reseña. En efecto, la recensión debe poner de
relieve lo fundamental de ese documento, la estructura básica e ideas fundamentales que la
sostienen; cuáles son, por tanto, las claves de lectura que permiten comprender su contenido. No
se trata, pues, de un simple resumen, puesto que a quien elabora la recensión le mueve un interés
distinto al simple expositor: ofrecer luz sobre la totalidad del documento que analiza y
posicionarse críticamente ante él.
Para ello es necesario un conocimiento suficiente del objeto de ese documento, es decir, de su
contenido, de los términos con que se expone, del contexto en que se produce, etc. Presupone
una familiarización básica tanto con los problemas como con las formas de expresarlos
Familiarizados así con los problemas, será necesario hacerlo también con el propio documento,
cosa que exige varias lecturas: una primera de carácter general, otra en la que se resalten (incluso
físicamente sobre el texto) las ideas y argumentaciones esenciales que permitirían justificar ciertos
planteamientos, y otra -en este caso en diagonal- de la que se desprendiera una cierta visión de
totalidad del volumen.
Además, la recensión debe ser crítica, incluso polémica en algunos casos. No se trata de juzgar, sin
más, el contenido del documento en función de nuestros propios gustos o criterios, sino señalar,
más bien, qué problemas pueden suscitarse a propósito de ciertas ideas suyas (o de la totalidad de
la argumentación), qué lagunas o aspectos no resueltos merecerían mayor profundización, qué
importancia, vigencia, actualidad... tiene el tema que se trata, etc. Evidentemente, si se entra en
discusión con el autor –cosa perfectamente legítima– deben apuntarse del modo más claro
posible las razones que justificaría hacerlo y las tesis que se defienden.
Debe en todo momento tenerse a la vista una orientación general, casi como si se tratase del fin
del propio escrito: éste debería servir para animar e introducir en la lectura del libro a quienes
todavía no lo hubieran hecho y, por tanto, desconocen su contenido, estructura y forma. Todo lo
que se diga debe servir a este objetivo, suscitando el interés.
2. Estructura básica
En la vida, por lo general, es más elegante la austeridad que la ostentación. A veces quien
ostenta es más por carecer de algo que ofrecer que por poder realmente hacerlo. Esto suele ser
verdad también para cualquier trabajo académico.
Conviene por eso ser austeros en la presentación del trabajo, aunqueno cicatero. Deben ofrecerse
todos los datos relativos a la obra que se reseña, su autor y su contexto, sin ausencia de ninguno
de ellos ni desplazándolos a otras partes del trabajo. Esos datos pueden figurar en la portada del
modo como sigue:
Título (en este caso, el del libro que toca reseñar: Apellido del Autor, Inicial de Nombre,
Título de la obra en cursiva, Editoria, Lugar y año). Todo ello centrado y en un tamaño de
entre 16 y 18 pto.
El formato de letra será:
En cuanto a la extensión... Como pauta sirvan 15.000 caracteres o 5 páginas en formato A4. En
todo caso, todo depende de qué tenga uno que decir. De ahí la necesidad de buena capacidad de
síntesis y tener claro de entrada qué es lo que se quiere decir. Para ello será útil elaborar
previamente un esquema de las ideas para su desarrollo posterior, en lugar de escribir
directamente.
1. Presentación de la obra
A veces los datos relativos a la obra (autor, título, editorial...) se recogen descriptivamente en los
inicios de la argumentación, sin más abundamiento. De todos modos, es mejor que se ofrezcan
esos datos en un primer párrafo de carácter narrativo, presentando brevemente el objeto de lo
que a partir de ese momento comenzará a discutirse o exponerse. La lectura del Prólogo o la
Introducción de la obra -si tuviera- puede ofrecernos muchas pistas para orientar esa primera
parte, sobre todo los relativos a la trayectoria biográfica, intelectual o bibliográfica del autor.
Se trata del cuerpo central de la reseña. Debe ofrecer una exposición argumentada del contenido
del libro según los objetivos y pretensiones de su autor, sean más o menos explícitos. Para ello es
útil someterse, aunque con cierta flexibilidad, a los siguientes aspectos:
No todas las ideas contenidas argumentalmente en el libro tienen que recogerse en la exposición
del trabajo. Lo ideal es detenerse en aquellas que uno piensa que son más importantes para
comprender el sentido de ese documento, las intenciones de su autor, su importancia, la novedad
que aporta, etc. Eso sí... justifíquese cuanto se diga mediante citación expresa, siempre breve, de
la propia fuente.
Todas las citas que se incorporen deben ser breves, extraídas por su singular importancia en el
conjunto del texto. Deben ir "entrecomilladas", y acompañadas del número de página entre
paréntesis (p. X o pp. XX) dentro del propio cuerpo del trabajo (no, pues, en nota a pie de página).
No deben ser demasiadas (para leer al autor, lo mejor será ir a su libro...), pero tampoco
inexistentes: que sean las justas, ni más ni menos.
Una buena recensión no es aséptica o neutral, sino que refleja la posición del autor ante lo que
cualquiera puede encontrarse en el libro que analiza. Se trata, fundamentalmente, de dejar
constancia del valor, interés o utilidad que tiene tanto ese volumen como algunos de los puntos
concretos de su contenido.
En todo caso, la valoración, sea positiva o negativa, no puede ser genérica. Debe ofecerse respecto
a rasgos concretos del volumen, materiales o de contenido: en cuanto a su bibliografía de apoyo
(si profusa, escasa, especializada, general, etc.), a su capacidad ejemplificadora, a su composición,
a su presentación material incluso (cosa que permite juzgar el papel que en la cultura juegan
quienes visten las ideas, las casas editoriales), a su estilo y calidad expositiva...