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FICHA DE LECTURA

Objetivos de la ficha de lectura

Una ficha de lectura es un documento que explica lo esencial que hay que conocer sobre un
libro. Dicho de otra manera es un documento que agrupa todas las informaciones importantes
sobre un libro. Más en concreto, trata de responder a las siguientes preguntas:

- ¿Qué nos está contando este libro?

- ¿Cómo está contado?

- ¿Qué hay que retener del libro?

- ¿Qué es lo que hace que este libro sea interesante, en qué sentido lo es?

La redacción de una ficha de lectura tiene como finalidad llegar a comprender en profundidad
un libro, ya se trate de una novela, de una obra de teatro, de un poema o de un relato corto,
para poder interpretarlo correctamente. En una palabra, se trata de convertirse en mejor
lector.

El hecho de redactar una ficha de lectura tiene dos utilidades principales:

- Reflexionar sobre lo que se ha leído. Dado que hay que identificar las informaciones y las
ideas importantes y después hay que intentar explicarlas, se adopta una dinámica más activa.

- Construir herramientas propias para revisar. Gracias a su carácter conciso y completo, la ficha
de lectura es una herramienta excelente para los repasos de las obras.

Cuestiones metodológicas

La mejor manera de redactar una ficha de lectura es ser metódico, escribir por fases:

1. Preparación de la lectura. Es indispensable reunir algunas informaciones esenciales


sobre el libro que se va a leer, como por ejemplo: ¿Quién lo ha escrito? ¿En qué
época? ¿Hay que conocer algo antes de leer el libro? ¿Qué edición elijo? ¿El texto es
fiable y está completo?
2. Lectura y toma de notas. La lectura debe ser atenta y precisa. Es importante, por
ejemplo, buscar en un diccionario la definición de las palabras cuyo significado se
desconoce. Igualmente importante es tomar notas y destacar o poner de relieve lo que
parece ser esencial a primera vista. Es necesario entresacar pasajes o citas relevantes.
También hay que estar atento a la manera en que el texto está escrito y construido
(narrador, personajes, cronología, estilo, etc.). Asimismo se recomienda leer la portada
y contraportada, el índice; el prefacio, el epílogo, si los hubiera, ya que esto permite
familiarizarse con la obra.
3. Búsquedas complementarias. Una vez terminada la lectura, y antes de pasar a la fase
de redacción, hay que documentarse sobre todo lo que pueda ser de interés: el
contexto en que el libro ha sido escrito (contexto histórico y literario), el autor, sus
otras obras, temáticas abordadas y particularidades de su estilo, y el libro objeto de
lectura.
4. Plan-estructura de la ficha. Se trata de poner orden en todas las informaciones
recogidas. Más en concreto, se trata de clasificar las informaciones por categorías, en
función de la estructura elegida para el documento. En cualquier caso, el plan de una
ficha siempre debe contener los puntos siguientes: presentación del autor;
presentación de la obra; resumen; estudio de los personajes principales; ejes de
lectura; apreciación personal. En líneas generales, una buena ficha de lectura da
cuenta a la vez del fondo y la forma. Por tanto hay que evitar separarlas artificialmente
y también es preferible evitar seguir el texto de manera demasiado lineal. Un texto
literario se caracteriza por ser un todo, donde la forma da sentido y donde el sentido
determina la forma.
5. Redacción. Hay que presentar las ideas de manera clara y concisa, adoptando una
perspectiva lo más objetiva posible y tratando de ocultarse. Las fórmulas del tipo
“pienso que”, “opino que” se deben evitar, no son recomendables. Una de las claves
para crear una ficha coherente estriba en apoyarse en ejemplos o citas sacados del
texto. Esto reforzará la idea expuesta.
6. Lectura y corrección. Siempre conviene leer de nuevo lo que se ha escrito para corregir
los errores y faltas que se detecten.

Contenido de la ficha de lectura

A. Presentación del autor

Solo se debe tener en cuenta lo que es necesario para arrojar luz a la obra y evitar los
detalles superfluos. Resulta muy útil, por ejemplo, consultar diccionarios de autores o
diccionarios enciclopédicos. La presentación del autor debe haber hincapié en los
puntos siguientes:
- Lugar y fecha de nacimiento (también de la muerte, si es el caso).
- Nacionalidad.
- Actividades a las que se dedica además de la literatura (por ejemplo, si es periodista,
profesor, etc.).
- Corriente literaria en la que se inscribe (por ejemplo, si se trabaja una obra de Émile
Zola, es importante destacar que es uno de los exponentes principales del
Naturalismo).
- Obras principales (siempre en cursiva) y fechas de aparición / publicación.

B. Presentación de la obra

Se trata de exponer informaciones generales sobre la obra estudiada:


- Fecha de publicación (si la obra ha aparecido publicada en prensa, por ejemplo, se
puede señalar) y nombre de la editorial.
- Género en el que se inscribe: Poesía, teatro (comedia, tragedia, drama, etc.), género
narrativo (novela de aventuras, novela policíaca, ciencia-ficción, relato corto realista o
fantástico, autobiografía, cuento, testimonio, diario íntimo, carta, ensayo, artículo,
etc.).
- Formato: ¿Es larga la obra? ¿Tiene capítulos? ¿Forma parte de un conjunto más
amplio? ¿Forma parte de una recopilación, de una selección, de una antología, de una
saga, de un ciclo? Si es una obra de teatro, ¿de cuántos actos se compone?, etc., etc.
- Contexto histórico: si ha sido determinante para la escritura de la obra.
- Posibles particularidades ligadas a la concepción o a la publicación del libro (por
ejemplo, si ha sido escrito en prisión o editado clandestinamente).
- Recepción: éxito o fracaso, acogida de la crítica, prohibición, incluso escándalo. Se
puede hacer referencia al hecho de que haya pasado la obra a la posteridad, por haber
sido emulada, por haber sido erigida en modelo, porque sigue estando de actualidad,
porque ha sido traducida, etc. Se podría hacer referencia también a textos, obras con
el mismo tema.
- Breve exposición del tema: se trata de resumir rápidamente, con pocas palabras, el
argumento principal de la obra. En este punto conviene precisar el marco espacio-
temporal de la historia.
- Punto de vista adoptado en la narración si se trata de un relato: el narrador, ¿es un
personaje de la historia (punto de vista interno)? ¿Es exterior a la acción (punto de
vista externo)? ¿La comenta (narrador omnisciente)?

C. Resumen

Hacer un buen resumen siempre es un ejercicio complejo y peligroso y exige concisión,


tanto más cuanto se trate de una obra extensa. Debe dar cuenta de lo esencial del
contenido del libro y debe dejar de lado, debe omitir, todo tipo de digresiones,
episodios y personajes secundarios, etc. Hay que saber distinguir lo principal de lo
secundario. Lo más correcto al escribir el resumen es utilizar los verbos en presente,
frases sencillas y estilo unitario, y evitar lo que sea demasiado rebuscado, sofisticado o
rimbombante. Se deben tener en cuenta ciertas reglas:
- Evitar la paráfrasis. No se trata de volver a copiar pasajes del libro, sino de
reformularlos conservando el espíritu del texto. Sin embargo, si una frase o un pasaje
resultan suficientemente esclarecedores, se pueden incluir en el resumen, citándolos
textualmente, entre comillas e indicando el número de página.
- Ser objetivo. Se trata de resumir el libro. Por consiguiente, hay que ser lo más
respetuoso posible con el texto original y no se puede someter a interpretaciones o
críticas personales.
- Conservar la lógica del texto y su articulación. Es necesario mantener las relaciones
causa-consecuencia, sobre todo si es un texto argumentativo.

· Dos tipos de resumen posibles:

- El resumen analítico. Es el más sencillo. Se sigue de manera cronológica la estructura,


la progresión del texto, etapa a etapa, capítulo a capítulo, si así está compuesta la
obra; o escena a escena, si se trata de una obra de teatro. Un texto de tipo narrativo
(relato) pasa por etapas, sigue un esquema narrativo cuyas fases hay que respetar:
situación inicial, elemento perturbador, peripecias, resolución, situación final.
Igualmente, una obra de teatro sigue la progresión siguiente o el esquema siguiente:
exposición, nudo, desenlace, que siempre hay que tener en cuenta. Sin embargo no se
deben hacer apartados con estos títulos en el resumen. En cambio, cada parte o
capítulo de un libro (con su título, si lo tienen) deben quedar reflejados en el resumen.
En el caso de una obra muy larga, se pueden agrupar, por ejemplo, todos aquellos
capítulos que representen una unidad temporal o espacial.
- El resumen temático. Más apropiado para las obras científicas, ensayos o artículos
periodísticos, por ejemplo. Consiste en distinguir tres o cuatro partes caracterizadas
por un tema particular, sin tener en cuenta el orden del texto o el desarrollo
cronológico. Este tipo de resumen a partir de la distinción de los temas de una obra
también se puede aplicar a un texto literario, pero exige una capacidad de síntesis, que
consiste, tras la lectura del libro, en reagrupar los aspectos significativos bajo algunos
grandes temas: el contexto histórico, un marco concreto o un personaje destacado,
por ejemplo.

Existen algunos métodos útiles para redactar el resumen:


- Destacar, en una primera lectura, las palabras clave, las ideas o pasajes que parecen
fundamentales a primera vista.
- Suprimir, tras una segunda lectura, todo lo que no parezca esencial, reagrupar bajo
términos genéricos las enumeraciones de objetos, personajes, etc., demasiado largas.
- Comprobar, en el momento de la relectura, que el texto final se ajusta al texto del
autor en cuanto al género, el ambiente y la intención. ¿Se podría considerar, hablando
de un relato de Julio Verne, que es un resumen apropiado o correcto, si se dice que es
una novela de aventuras, con múltiples peripecias, personajes muy característicos en
un contexto exótico? No olvidemos que el fin del resumen es proponer una versión en
miniatura del texto original.

D. Estudio de los personajes principales

Se trata de realizar un rápido retrato de cada uno de ellos, como una especie de carné
de identidad, sobre todo si la ficha de lectura aborda un texto literario (novela, relato
corto, obra de teatro, autobiografía). Los personajes deben ser clasificados por orden
de importancia. Los que no tienen relación directa con la acción no deberán ser
tenidos en cuenta aquí. En este apartado, para cada protagonista del que se hable, se
deben dar las informaciones siguientes:
. Nombre, edad, categoría social, aspecto físico.
. Régimen: hay que precisar si se trata de un personaje ficticio, mítico, histórico, etc.
. Lugar en la narración: ¿el relato está contado desde el punto de vista del personaje?
. Rasgos de carácter, perfil psicológico: por ejemplo, ¿se trata de un personaje
introvertido o extrovertido? ¿Es egoísta o se preocupa por los demás?, etc., etc.
. Función: ¿se trata de un héroe? ¿Es un personaje secundario? ¿Qué relación guarda
con el héroe? ¿Qué tipo de relación (de parentesco, amistad, amor) lo une a los otros
personajes? ¿Qué persigue alcanzar con sus acciones? ¿Cuáles son sus
preocupaciones? Todo esto se puede presentar como un cuadro o esquema actancial
(Sujeto, Objeto, Destinador, Destinatario, Ayudante, Oponente. Ver:
http://llevatetodo.com/esquema-actancial/).
. Dimensión: por ejemplo, ¿el personaje tiene una dimensión simbólica? Meursault, el
personaje principal y narrador de El extranjero, de Camus, se ha convertido en el
prototipo del personaje despegado de todo e incluso como ausente de sí mismo.
Valga como ejemplo esta presentación de Sherlock Holmes, el célebre detective
creado por Arthur Conan Doyle, que es el protagonista de numerosos relatos:

Sherlock Holmes es un personaje ficticio que encarna a un detective privado. No se le


describe físicamente, pero a menudo en el texto se subraya que tiene una gran fuerza
muscular, muy útil para sus investigaciones. Destaca por sus métodos de investigación
científicos y lógicos, basados en la observación. Sus deducciones son rápidas y casi
intuitivas. Sin embargo no desdeña la psicología y conoce bien la bajeza y maldad de la
naturaleza humana. Poco interesado por el dinero, siempre tiene en cuenta la
situación financiera de sus clientes antes de reclamar sus honorarios. De carácter
flemático e imperturbable, Sherlock Holmes puede, sin embargo, hacer gala de un
humor muy británico, incluso en las situaciones más delicadas. El personaje de
Sherlock Holmes ha adquirido un lugar mítico en la literatura policiaca, hasta el punto
de que se ha realizado una biografía de este personaje de ficción.

E. Ejes de lectura

Es la parte más personal de la ficha de lectura. Se trata de elegir, de aislar algunos


elementos particularmente interesantes de la obra estudiada, en función de si son
recurrentes en el texto, por ejemplo. En efecto, en el momento de la lectura, se
descubren puntos que revisten más importancia que otros, ya sea porque se repiten,
porque el autor va dejando pistas sobre ellos o claves para orientar e interpretar la
obra. Se puede tratar de, por ejemplo:
. Elementos literarios: recursos de escritura específicos (la oralidad, el uso del discurso
indirecto libre…), figuras de estilo recurrentes (metáforas….), la temporalidad (elipses,
analepsis, prolepsis…), la narración (narrador externo, interno, omnisciente o cambios
de narrador a lo largo del relato).
. Una corriente literaria: el romanticismo, el realismo, el absurdo, etc.
. Un género literario: el cuento fantástico, la novela de caballerías, la comedia, la
epopeya, el teatro romántico, la autobiografía, etc.
. Un tema: la guerra, las relaciones familiares, el compromiso, la soledad, el amor, la
miseria social, etc.
. Un público particular: obras para jóvenes…
. Un marco, una época o un medio social.
. La recepción o la posteridad de la obra (obras que son juzgadas obscenas cuando se
publican, por ejemplo).

¡CUIDADO! No se debe confundir esta parte con la presentación de la obra. No es


cuestión de hablar de cada uno de estos elementos, sino solamente de aquellos que
son pertinentes en la obra estudiada (habrá obras, por ejemplo, en las que no se podrá
decir nada relevante sobre la narración; otras no se podrán adscribir a una corriente
literaria concreta, etc., etc.). Se trata sencillamente de aislar tres o cuatro pistas de
lectura pero no de desarrollar detalles.

Por ejemplo, si hablamos de Madame Bovary de Flaubert, se podrán destacar estas


pistas:
. Utilización frecuente del condicional, como reflejo de la vacuidad de los sueños de
Emma.
. Crítica del romanticismo: las ensoñaciones estériles de Emma, alimentadas en su
juventud por lecturas románticas y sentimentales, la conducen a la desesperación y al
suicidio.
. Algunos temas: por ejemplo, las costumbres provincianas, la condición de la mujer en
el siglo XIX, “el bovarismo” como mezcla de aburrimiento, depresión y exaltación
amorosa.
. Un encuadre: Normandía, ciudad y campo.
. Un entorno social: el mundo médico y sus prácticas.
. La recepción de la obra, considerada en el momento de su publicación como un
ataque a las buenas costumbres y una incitación al adulterio.
. La posteridad: Emma Bovary se ha convertido en una figura emblemática, un mito
literario.

F. Valoración personal

Constituye la última parte, de unas pocas líneas, que puede servir como conclusión:
consiste en emitir un juicio sobre la obra. El ejercicio es delicado. No basta con decir
que la obra se valora positiva o negativamente, sino que se debe realizar una crítica
estructurada punto por punto y argumentada y al mismo tiempo hay que abstenerse
de todo juicio de valor superficial que no tendría fundamento. Esta valoración debe
ser reforzada con ejemplos concretos, sacados del texto. También se puede establecer
una relación entre la obra objeto de lectura y otras que traten de los mismos temas y
comparar los distintos enfoques.

Por ejemplo, si se juzga tediosa la lectura de Madame Bovary y muy largo el relato de
la vida de esta mujer que vive aburrida y hastiada en su ambiente, se puede comparar
con otra obra de la época sobre un tema parecido y compararlas. Lo esencial es
realizar una crítica constructiva que abra nuevos horizontes de lectura.
UN MODELO DE FICHA DE LECTURA: MONTAIGNE, ENSAYOS

Presentación del autor y la obra

Montaigne comenzó a redactar los Ensayos en 1572: rondaba los 40 años. La primera
edición, libros I y II, fueron publicados en Burdeos en 1580. En 1582 apareció una
segunda edición ampliada. Luego completa los Ensayos y adjunta un tercer libro en la
edición parisina de 1588.

El caso de los Ensayos es singular en el sentido de que el género y el título se


confunden en una palabra. En efecto, Montaigne es el inventor del género del ensayo,
teorizado años después por Bacon. Evidentemente en la Antigüedad había formas que
pertenecían a la tradición argumentativa – por ejemplo, las epístolas, los aforismos, los
comentarios – y que eran el cauce para el desarrollo de una reflexión personal.
Montaigne pudo considerar las Cartas a Lucilio de Séneca, del que era un ferviente
lector, como tipos de ensayos. Pero es Montaigne quien utiliza este término por
primera vez. Tal y como lo pone en práctica, el ensayo consiste en una experiencia de
cualquier tipo: sensible, político, moral, afectivo. Es tanto la relación de esta
experiencia como la experiencia misma: porque solo cuando trata de dar forma a la
experiencia es cuando el ensayista termina por aprehenderla y comprenderla. El
ensayo da lugar a una reflexión crítica, existencial, filosófica, etc., en que el individuo
se implica personalmente. El pensamiento se manifiesta en el conocimiento, se
experimenta en movimiento, sin pretender concluirlo ni cerrarlo: el texto permanece
abierto.

La materia del ensayo es común, de la vida corriente, y sobre todo, es el fruto de la


experiencia. El ensayo pone a prueba las facultades, los juicios y la vida misma de
Montaigne: la página, donde todo se experimenta, es el lugar de la construcción de la
experiencia con palabras, aquí y ahora. Es en suma un discurso-acto, que Montaigne
llama “garabateo”.

Los Ensayos abarcan 20 años de la vida de Montaigne: se entiende por tanto que
hayan evolucionado con el paso del tiempo, aunque la cuestión del yo, la de la
identidad del que escribe está planteada desde el inicio de estos escritos. En los
primeros ensayos, Montaigne sigue métodos tradicionales: retoma los exempla de los
antiguos, modelos que presentan las vidas ejemplares de seres admirables a través de
los cuales podemos encontrar nuestra “forma”; el ensayo bebe también de un género
muy extendido en la época de Montaigne, el comentario de textos antiguos. En los
Ensayos también se pueden encontrar “curiosidades” y “disertaciones” en torno a
temas filosóficos clásicos. Pero, poco a poco, Montaigne se da cuenta de que el
ejemplo es una excepción, un testimonio del abigarramiento del mundo. El
comentario, en cambio, resiste mejor y se separa del trabajo de la “glosa”
propiamente dicha. Lo que queda es un depósito inagotable de cosas a partir de las
cuales se construye un tratado nunca sistemático sobre la condición humana, en el
que el yo es la justa medida porque “quien se conoce a sí mismo conoce también a los
demás”.

Tal y como Montaigne lo ha inventado, el ensayo es un “hiper-género” que engloba


varios géneros de la prosa de ideas y de la literatura personal.
La única obra de Montaigne publicada antes de los Ensayos es la traducción en 1569
de la obra de un teólogo catalán, Raymond Sebond, Teología natural. Según este
autor, el hombre debe ser considerado como la cima de la Creación y la fe se puede
apoyar en argumentos racionales. En el largo ensayo 12 del libro II, titulado “Apología
de Raymond Sebond”, parece que Montaigne defiende el pensamiento de Sebond,
pero en realidad lo critica duramente. Aparte de algún otro escrito, como el Diario de
viaje, Montaigne ha pasado a la historia de la literatura por su libro de los Ensayos.

Resumen

Evidentemente resulta imposible hacer un resumen de los Ensayos, que no es una


obra narrativa, y tampoco resulta posible exponer el sistema filosófico que sigue, por
la sencilla razón de que no existe. En cambio sí se puede dar una idea o una relación de
la materia de que se alimentan los 700 capítulos de los tres libros. A primera vista, los
títulos llaman la atención por su diversidad: los Ensayos muestran interés por todo,
desde los olores a los caníbales, desde los mentirosos a la embriaguez, pasando por la
fuerza de la imaginación o los transportes comunes (carruajes). Sin embargo, aunque
la paleta de colores parezca muy amplia, existen algunos que destacan sobre los
demás. En ese sentido sobresalen los ensayos que hablan de política y abordan
cuestiones de sociedad, como la fuerza de la costumbre, la desigualdad natural entre
los hombres, la justicia, el lujo, la educación de los niños, la religión. En estos ensayos
da prioridad a las actitudes frente a la existencia, retomando y trabajando de nuevo
los lugares comunes de la filosofía antigua: la vida ociosa, el miedo, la constancia, la
moderación, la soledad, la presunción, la vanidad, el arte del divertimento, la reflexión
sobre la muerte. Muestran al sujeto en sus gustos, placeres, relación con los demás:
amor, amistad, afición por los libros, conversación, papel de la experiencia, una
sabiduría cada vez más personal.

Los trece ensayos del libro III, dan una idea bastante justa de la variedad y de la unidad
de los intereses de Montaigne: “Sobre lo útil y lo honesto”, es una reflexión sobre la
dificultad, para el hombre prudente, de meterse en política, porque política y moral no
combinan bien; “Sobre el arrepentimiento” es quizá la exposición más completa para
alguien que es reacio a los sistemas, de un modo de vida prudente, de un arte de vivir;
“Sobre tres negocios” trata del amor, la amistad y los libros como tres formas de
relación del yo con el mundo; “Sobre la diversión” es una reflexión sobre los medios
con que cuenta el hombre para conjurar los males y desgracias que aquejan a la
condición humana; “Sobre unos versos de Virgilio” es el ensayo en el que Montaigne
va más lejos en su reflexión sobre el amor y la sexualidad; “Sobre los carruajes”, a
pesar del título, no trata sobre la historia de los mismos a través del tiempo, sino que
centra su interés en las cuestiones del lujo y el despilfarro; “Sobre las molestias que
comporta la grandeza” es una reflexión sin concesiones sobre la dificultad de reinar;
“Sobre el arte de discutir” está dedicado al arte de la conversación y esboza el retrato
del “hombre prudente” tal como se consideraba en el siglo XVII; “Sobre la vanidad” es
uno de los ensayos más importantes donde desarrolla el tema de “Todo es vanidad”
del libro del Eclesiastés; “Sobre hacer su propia voluntad” es un ensayo en el que
desarrolla el tema de la moral individualista, centrada exclusivamente en la conducta
personal de la que cada uno es responsable; “Sobre los cojos” es una reflexión lúcida y
crítica sobre creer en la brujería, algo muy extendido en su tiempo y que Montaigne
rechaza; “Sobre la fisionomía” es una vuelta al ideal moral de Montaigne, que consiste
en vivir conforme a la naturaleza; el último ensayo, “Sobre la experiencia”, es a la vez
una exposición de su método intelectual y existencial, una apología del empirismo y la
última palabra de una sabiduría que le aconseja gozar de la vida y de sí mismo.

Los Ensayos están compuestos de distintas capas o estratos de escritura. Esta forma de
escribir en que vuelve una y otra vez sobre un tema o una materia indica que esta obra
no es una actividad de la vida entre tantas otras, sino que se trata de la vida misma: la
obra se alimenta de la vida, pero la vida a su vez se vive con más curiosidad cuando
retorna a la escritura y se confunde con ella. Por tanto la estructura de los Ensayos se
asemeja a una espiral o a círculos concéntricos, tan propios de la estética barroca
contemporánea de Montaigne.

Los tres libros se presentan de la forma siguiente:


- Libro I, 57 capítulos;
- Libro II, 37 capítulos, donde se destaca por su extensión el larguísimo capítulo 12,
dedicado a la apología de Raymond Sebond;
- Libro III, 13 capítulos.

La composición de los Ensayos es más musical que lineal. Se puede afirmar en este
sentido que en cada uno de los tres libros se desarrollan temas como la muerte, las
relaciones con los demás, el progreso del mundo, etc. Al mismo tiempo, Montaigne, al
evocar en varios momentos su falta de memoria, quiere hacer creer al lector que los
Ensayos son fruto del azar o del capricho y no siguen un orden premeditado. Una
anécdota leída en un libro, una observación hecha en caliente, unas palabras en el
transcurso de una conversación, pueden ser los pretextos para elaborar un ensayo.
Pero Montaigne no deja ni de leer a los demás, ni de leerse ni releerse a sí mismo: su
pensamiento progresa al hilo de las asociaciones que realiza y el conjunto parece
progresar de la misma manera. Muchas veces la falta de correspondencia entre el
título del ensayo y el contenido del mismo es prueba fehaciente de ello.

Sin embargo no se puede negar que hay una evolución en su pensamiento, en su


relación con el mundo, con la felicidad, con la muerte: a medida que trata los temas a
partir de él y no de los demás, descubre su verdadero proyecto que no es sino el de
pintarse a sí mismo y juzgar todas las cosas a partir de sí mismo. De esta forma se
consigue la libertad de pensamiento, que es la que conduce a Montaigne a desarrollar
su propia visión del mundo: el libro III lo demuestra. Para arrojar un poco más de luz
sobre este punto de la composición, es bueno detenerse en el primero y último
ensayo: “Distintos medios para llegar a un mismo fin” y “Sobre la experiencia”. El
primero es una reflexión sobre la inconstancia del hombre, que se puede resumir en
esta célebre frase: “Ciertamente el hombre es un tema vano, variado y ondulante.
Resulta complicado fundar en él un juicio constante y uniforme”. Es precisamente esta
inconstancia el rasgo distintivo más constante del hombre tal como Montaigne lo
entiende y es la idea de fondo que anima toda la obra. En cuanto al último ensayo, a
falta de una “conclusión”, afirma que en ausencia de toda certeza que vendría de
nuestra razón, nos podemos apoyar en los hechos: el yo es un hecho, el que dentro de
todo se conoce menos mal, según Montaigne.

El ensayo es, por tanto, la forma y sentido de esta concepción de la condición humana.

Temas principales

El cuerpo. El tema del cuerpo está omnipresente. Montaigne practica lo que se podría
calificar como “ensayo del cuerpo”: a su manera, en efecto, el cuerpo piensa. Frente al
discurso metafísico sobre el cuerpo, Montaigne plantea un discurso físico: ya que el
hombre solo puede ser “lo que es”, lo que puede conocer, entonces eso es lo que es
más próximo a él, es decir, su propio cuerpo. En este sentido, la salud y la enfermedad
son temas recurrentes. De ahí las reflexiones críticas sobre la medicina y las
experiencias íntimas sobre el sufrimiento físico, así como su esmero en detallar los
cambios producidos en su cuerpo con el paso del tiempo, en especial el deterioro
sufrido al llegar a la vejez. La comida, la bebida, el sueño y los sueños, el ejercicio físico
y la fatiga están presentes en los Ensayos así como los placeres del cuerpo.

La relación con los demás. Montaigne habla de tres formas de relación con los demás:
el amor, la amistad y la lectura. El amor es inferior a la amistad y esa es la razón, según
Montaigne, por la que las mujeres son inferiores a los hombres, ya que no son capaces
de mantener una relación de amistad profunda. La amistad perfecta es una relación
rara y preciosa. En cuanto a la lectura, Montaigne mantiene un discurso ambiguo. Por
un lado, toma prestadas muchas cosas de sus queridos maestros de la Antigüedad y
entra más en diálogo con los libros que con las personas vivas. Por otro lado, reivindica
la libertad de su palabra, de su pensamiento y la autonomía de su discurso. La lectura y
la escritura, la apertura al otro por los textos, la curiosidad y al mismo tiempo, el deseo
de pertenecer solo a sí mismo, la meditación sobre historiadores y poetas, la reflexión
sobre el arte del discurso y el de la conversación, forman parte de los temas más
destacados de los Ensayos. Pero el Otro es también el extranjero: el caníbal, el salvaje
que no se diferencia mucho de los europeos, tan culto e interesante como estos si
pudiéramos prescindir de la denominación de salvaje para todo lo que desconocemos.

La cuestión de la muerte. La muerte es uno de los temas de reflexión preferidos de


Montaigne en los que la evolución de su pensamiento es más palpable. Fuertemente
influido por el estoicismo de sus autores predilectos, Montaigne creyó en un primer
momento que el gran asunto de la vida era la muerte y el arte de prepararse para ella.
Poco a poco fue descubriendo que ninguna filosofía podía enseñar a nadie a morir y
que los que sabían menos sobre ella (campesinos, pobres) eran los que sabían morir
mejor. Así que sin duda, para él, el gran asunto de la vida fue finalmente la vida misma.
El escepticismo. Se aplica primero a la concepción que propone del hombre, criatura
incierta en cuanto a su valor, imprevisible en sus reacciones, indecisa, sometida a
cambios perpetuos. Elemento insignificante en el universo, el hombre no es superior a
los animales, según Montaigne, ni el rey de la creación que sostiene la tradición
cristiana: no tiene ningún conocimiento cierto y su razón es más bien quimera, fantasía
y ensoñación. Sin embargo, este escepticismo no es negativo: es una sabiduría que
lanza una mirada lúcida al mundo y es una riqueza puesto que está atento a los
posibles ilimitados de lo real, a su inagotable e inventiva diversidad. El saber, aunque
no sea imposible captar fragmentos de verdad, tiene límites: es parcial, relativo, y
sobre todo, no aporta cambios a la condición humana. El hombre no es el dueño de la
naturaleza sino su protegido.

El “balanceo perenne”. El tema clave de los Ensayos es sin duda el movimiento.


Inestabilidad, fluctuación, metamorfosis en el corazón del hombre, de la naturaleza, de
los sistemas. La diversidad es la regla, no la unidad. El conocimiento solo puede ser
singular y los Ensayos son el testimonio de una manera única de ser en el mundo. La
consecuencia de esta forma de pensar y concebir el mundo es que todo es relativo.

Valoración personal

La fuerza y el atractivo de los Ensayos provienen sin duda de la libertad de la que


Montaigne hace gala: libre invención de una forma ligera, que permite tratar todos los
temas posibles, sin plan determinado. Libre examen de sí y del mundo, con todas las
contradicciones de uno y de otro, no hay el más mínimo dogmatismo, y sí una
voluntad de ver con claridad sin dejarse influir por las diversas formas de autoridad
religiosa, política, cultural, social, ni por las fuerzas que constituyen la apariencia y la
opinión. Pero tampoco se propone enseñar ni formar o reformar. No pinta a los
hombres como deberían ser sino como son, sin desesperación ni admiración.

El hombre, o más bien “un” hombre, Michel de Montaigne, busca situarse aquí y
ahora. Darse en detalle, presentarse de la forma más precisa posible, dejando libre lo
que hay de único en él, puesto que el retorno a sí mismo es la condición más razonable
de acceso a la humanidad. Así pues, debe recorrerse, sin falsa modestia y sin falso
pudor, sin normas, para descubrir que no tiene ni centro, ni unidad, que se es como se
es en ese instante, y que se será de una manera diferente más tarde. Decirlo todo,
contarlo todo: lo honesto y deshonesto, las noblezas y las bajezas, haciendo hincapié
en las bajezas. Esta voluntad perpetua de “humildad” (en el sentido etimológico de
tierra) que consiste en tocar el “suelo”, de estar con los pies en la tierra y no tomar el
vuelo y perderse por los cielos filosóficos o metafísicos.

Montaigne posee el arte de ponerlo todo en su justo lugar. Como cualquier


librepensador, esboza una sonrisa y con ello es suficiente. Gran lector de los autores
de la Antigüedad, tampoco los idolatra. Piensa, por el contrario (Libro III), que las
doctrinas de estos, demasiado perfectas, no convienen a nadie. No es un nostálgico de
los autores griegos o romanos, y los tiene en cuenta en igual medida que a los autores
contemporáneos. Y esta es su forma de conducirse ante cualquier cosa que se le
imponga dogmáticamente. Sin embargo, él, que se burla de los prudentes y sabios
profesionales, da grandes muestras de prudencia y escribe en presente para dejarnos
a modo de sentencia universal, un arte de vivir que servirá de conclusión a todo su
pensamiento: “Es absoluta perfección y como divina, el saber gozar lealmente del
propio ser. Buscamos otras cualidades por no saber usar de las nuestras, y nos salimos
fuera de nosotros por no saber estar dentro. En vano nos encaramos sobre unos
zancos, pues aun con zancos hemos de andar con nuestras propias piernas. Y en el
trono más elevado del mundo seguimos estando sentados sobre nuestras posaderas”
(Libro III, “De la experiencia”).

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