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Una ficha de lectura es un documento que explica lo esencial que hay que conocer sobre un
libro. Dicho de otra manera es un documento que agrupa todas las informaciones importantes
sobre un libro. Más en concreto, trata de responder a las siguientes preguntas:
- ¿Qué es lo que hace que este libro sea interesante, en qué sentido lo es?
La redacción de una ficha de lectura tiene como finalidad llegar a comprender en profundidad
un libro, ya se trate de una novela, de una obra de teatro, de un poema o de un relato corto,
para poder interpretarlo correctamente. En una palabra, se trata de convertirse en mejor
lector.
- Reflexionar sobre lo que se ha leído. Dado que hay que identificar las informaciones y las
ideas importantes y después hay que intentar explicarlas, se adopta una dinámica más activa.
- Construir herramientas propias para revisar. Gracias a su carácter conciso y completo, la ficha
de lectura es una herramienta excelente para los repasos de las obras.
Cuestiones metodológicas
La mejor manera de redactar una ficha de lectura es ser metódico, escribir por fases:
Solo se debe tener en cuenta lo que es necesario para arrojar luz a la obra y evitar los
detalles superfluos. Resulta muy útil, por ejemplo, consultar diccionarios de autores o
diccionarios enciclopédicos. La presentación del autor debe haber hincapié en los
puntos siguientes:
- Lugar y fecha de nacimiento (también de la muerte, si es el caso).
- Nacionalidad.
- Actividades a las que se dedica además de la literatura (por ejemplo, si es periodista,
profesor, etc.).
- Corriente literaria en la que se inscribe (por ejemplo, si se trabaja una obra de Émile
Zola, es importante destacar que es uno de los exponentes principales del
Naturalismo).
- Obras principales (siempre en cursiva) y fechas de aparición / publicación.
B. Presentación de la obra
C. Resumen
Se trata de realizar un rápido retrato de cada uno de ellos, como una especie de carné
de identidad, sobre todo si la ficha de lectura aborda un texto literario (novela, relato
corto, obra de teatro, autobiografía). Los personajes deben ser clasificados por orden
de importancia. Los que no tienen relación directa con la acción no deberán ser
tenidos en cuenta aquí. En este apartado, para cada protagonista del que se hable, se
deben dar las informaciones siguientes:
. Nombre, edad, categoría social, aspecto físico.
. Régimen: hay que precisar si se trata de un personaje ficticio, mítico, histórico, etc.
. Lugar en la narración: ¿el relato está contado desde el punto de vista del personaje?
. Rasgos de carácter, perfil psicológico: por ejemplo, ¿se trata de un personaje
introvertido o extrovertido? ¿Es egoísta o se preocupa por los demás?, etc., etc.
. Función: ¿se trata de un héroe? ¿Es un personaje secundario? ¿Qué relación guarda
con el héroe? ¿Qué tipo de relación (de parentesco, amistad, amor) lo une a los otros
personajes? ¿Qué persigue alcanzar con sus acciones? ¿Cuáles son sus
preocupaciones? Todo esto se puede presentar como un cuadro o esquema actancial
(Sujeto, Objeto, Destinador, Destinatario, Ayudante, Oponente. Ver:
http://llevatetodo.com/esquema-actancial/).
. Dimensión: por ejemplo, ¿el personaje tiene una dimensión simbólica? Meursault, el
personaje principal y narrador de El extranjero, de Camus, se ha convertido en el
prototipo del personaje despegado de todo e incluso como ausente de sí mismo.
Valga como ejemplo esta presentación de Sherlock Holmes, el célebre detective
creado por Arthur Conan Doyle, que es el protagonista de numerosos relatos:
E. Ejes de lectura
F. Valoración personal
Constituye la última parte, de unas pocas líneas, que puede servir como conclusión:
consiste en emitir un juicio sobre la obra. El ejercicio es delicado. No basta con decir
que la obra se valora positiva o negativamente, sino que se debe realizar una crítica
estructurada punto por punto y argumentada y al mismo tiempo hay que abstenerse
de todo juicio de valor superficial que no tendría fundamento. Esta valoración debe
ser reforzada con ejemplos concretos, sacados del texto. También se puede establecer
una relación entre la obra objeto de lectura y otras que traten de los mismos temas y
comparar los distintos enfoques.
Por ejemplo, si se juzga tediosa la lectura de Madame Bovary y muy largo el relato de
la vida de esta mujer que vive aburrida y hastiada en su ambiente, se puede comparar
con otra obra de la época sobre un tema parecido y compararlas. Lo esencial es
realizar una crítica constructiva que abra nuevos horizontes de lectura.
UN MODELO DE FICHA DE LECTURA: MONTAIGNE, ENSAYOS
Montaigne comenzó a redactar los Ensayos en 1572: rondaba los 40 años. La primera
edición, libros I y II, fueron publicados en Burdeos en 1580. En 1582 apareció una
segunda edición ampliada. Luego completa los Ensayos y adjunta un tercer libro en la
edición parisina de 1588.
Los Ensayos abarcan 20 años de la vida de Montaigne: se entiende por tanto que
hayan evolucionado con el paso del tiempo, aunque la cuestión del yo, la de la
identidad del que escribe está planteada desde el inicio de estos escritos. En los
primeros ensayos, Montaigne sigue métodos tradicionales: retoma los exempla de los
antiguos, modelos que presentan las vidas ejemplares de seres admirables a través de
los cuales podemos encontrar nuestra “forma”; el ensayo bebe también de un género
muy extendido en la época de Montaigne, el comentario de textos antiguos. En los
Ensayos también se pueden encontrar “curiosidades” y “disertaciones” en torno a
temas filosóficos clásicos. Pero, poco a poco, Montaigne se da cuenta de que el
ejemplo es una excepción, un testimonio del abigarramiento del mundo. El
comentario, en cambio, resiste mejor y se separa del trabajo de la “glosa”
propiamente dicha. Lo que queda es un depósito inagotable de cosas a partir de las
cuales se construye un tratado nunca sistemático sobre la condición humana, en el
que el yo es la justa medida porque “quien se conoce a sí mismo conoce también a los
demás”.
Resumen
Los trece ensayos del libro III, dan una idea bastante justa de la variedad y de la unidad
de los intereses de Montaigne: “Sobre lo útil y lo honesto”, es una reflexión sobre la
dificultad, para el hombre prudente, de meterse en política, porque política y moral no
combinan bien; “Sobre el arrepentimiento” es quizá la exposición más completa para
alguien que es reacio a los sistemas, de un modo de vida prudente, de un arte de vivir;
“Sobre tres negocios” trata del amor, la amistad y los libros como tres formas de
relación del yo con el mundo; “Sobre la diversión” es una reflexión sobre los medios
con que cuenta el hombre para conjurar los males y desgracias que aquejan a la
condición humana; “Sobre unos versos de Virgilio” es el ensayo en el que Montaigne
va más lejos en su reflexión sobre el amor y la sexualidad; “Sobre los carruajes”, a
pesar del título, no trata sobre la historia de los mismos a través del tiempo, sino que
centra su interés en las cuestiones del lujo y el despilfarro; “Sobre las molestias que
comporta la grandeza” es una reflexión sin concesiones sobre la dificultad de reinar;
“Sobre el arte de discutir” está dedicado al arte de la conversación y esboza el retrato
del “hombre prudente” tal como se consideraba en el siglo XVII; “Sobre la vanidad” es
uno de los ensayos más importantes donde desarrolla el tema de “Todo es vanidad”
del libro del Eclesiastés; “Sobre hacer su propia voluntad” es un ensayo en el que
desarrolla el tema de la moral individualista, centrada exclusivamente en la conducta
personal de la que cada uno es responsable; “Sobre los cojos” es una reflexión lúcida y
crítica sobre creer en la brujería, algo muy extendido en su tiempo y que Montaigne
rechaza; “Sobre la fisionomía” es una vuelta al ideal moral de Montaigne, que consiste
en vivir conforme a la naturaleza; el último ensayo, “Sobre la experiencia”, es a la vez
una exposición de su método intelectual y existencial, una apología del empirismo y la
última palabra de una sabiduría que le aconseja gozar de la vida y de sí mismo.
Los Ensayos están compuestos de distintas capas o estratos de escritura. Esta forma de
escribir en que vuelve una y otra vez sobre un tema o una materia indica que esta obra
no es una actividad de la vida entre tantas otras, sino que se trata de la vida misma: la
obra se alimenta de la vida, pero la vida a su vez se vive con más curiosidad cuando
retorna a la escritura y se confunde con ella. Por tanto la estructura de los Ensayos se
asemeja a una espiral o a círculos concéntricos, tan propios de la estética barroca
contemporánea de Montaigne.
La composición de los Ensayos es más musical que lineal. Se puede afirmar en este
sentido que en cada uno de los tres libros se desarrollan temas como la muerte, las
relaciones con los demás, el progreso del mundo, etc. Al mismo tiempo, Montaigne, al
evocar en varios momentos su falta de memoria, quiere hacer creer al lector que los
Ensayos son fruto del azar o del capricho y no siguen un orden premeditado. Una
anécdota leída en un libro, una observación hecha en caliente, unas palabras en el
transcurso de una conversación, pueden ser los pretextos para elaborar un ensayo.
Pero Montaigne no deja ni de leer a los demás, ni de leerse ni releerse a sí mismo: su
pensamiento progresa al hilo de las asociaciones que realiza y el conjunto parece
progresar de la misma manera. Muchas veces la falta de correspondencia entre el
título del ensayo y el contenido del mismo es prueba fehaciente de ello.
El ensayo es, por tanto, la forma y sentido de esta concepción de la condición humana.
Temas principales
El cuerpo. El tema del cuerpo está omnipresente. Montaigne practica lo que se podría
calificar como “ensayo del cuerpo”: a su manera, en efecto, el cuerpo piensa. Frente al
discurso metafísico sobre el cuerpo, Montaigne plantea un discurso físico: ya que el
hombre solo puede ser “lo que es”, lo que puede conocer, entonces eso es lo que es
más próximo a él, es decir, su propio cuerpo. En este sentido, la salud y la enfermedad
son temas recurrentes. De ahí las reflexiones críticas sobre la medicina y las
experiencias íntimas sobre el sufrimiento físico, así como su esmero en detallar los
cambios producidos en su cuerpo con el paso del tiempo, en especial el deterioro
sufrido al llegar a la vejez. La comida, la bebida, el sueño y los sueños, el ejercicio físico
y la fatiga están presentes en los Ensayos así como los placeres del cuerpo.
La relación con los demás. Montaigne habla de tres formas de relación con los demás:
el amor, la amistad y la lectura. El amor es inferior a la amistad y esa es la razón, según
Montaigne, por la que las mujeres son inferiores a los hombres, ya que no son capaces
de mantener una relación de amistad profunda. La amistad perfecta es una relación
rara y preciosa. En cuanto a la lectura, Montaigne mantiene un discurso ambiguo. Por
un lado, toma prestadas muchas cosas de sus queridos maestros de la Antigüedad y
entra más en diálogo con los libros que con las personas vivas. Por otro lado, reivindica
la libertad de su palabra, de su pensamiento y la autonomía de su discurso. La lectura y
la escritura, la apertura al otro por los textos, la curiosidad y al mismo tiempo, el deseo
de pertenecer solo a sí mismo, la meditación sobre historiadores y poetas, la reflexión
sobre el arte del discurso y el de la conversación, forman parte de los temas más
destacados de los Ensayos. Pero el Otro es también el extranjero: el caníbal, el salvaje
que no se diferencia mucho de los europeos, tan culto e interesante como estos si
pudiéramos prescindir de la denominación de salvaje para todo lo que desconocemos.
Valoración personal
El hombre, o más bien “un” hombre, Michel de Montaigne, busca situarse aquí y
ahora. Darse en detalle, presentarse de la forma más precisa posible, dejando libre lo
que hay de único en él, puesto que el retorno a sí mismo es la condición más razonable
de acceso a la humanidad. Así pues, debe recorrerse, sin falsa modestia y sin falso
pudor, sin normas, para descubrir que no tiene ni centro, ni unidad, que se es como se
es en ese instante, y que se será de una manera diferente más tarde. Decirlo todo,
contarlo todo: lo honesto y deshonesto, las noblezas y las bajezas, haciendo hincapié
en las bajezas. Esta voluntad perpetua de “humildad” (en el sentido etimológico de
tierra) que consiste en tocar el “suelo”, de estar con los pies en la tierra y no tomar el
vuelo y perderse por los cielos filosóficos o metafísicos.