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Teorías
En cuanto al daño y su relación con el objeto de tutela jurídica, se han
sustentado diversas teorías, que brevemente explicaremos:
a) El daño como detrimento de un bien jurídico: importa la afectación a las
cosas y a los bienes o derechos que no son cosas (créditos, derechos
intelectuales, derechos personalísimos -honor, intimidad-, atributos de la
personalidad, etc). Para esta corriente, si el hecho vulnera un bien
susceptible de apreciación económica, el daño será patrimonial; en cambio,
cuando se lesione un bien que no reviste carácter patrimonial –por ej. un
derecho de la personalidad- el daño será moral, pero este distingo no
aparece claramente diferenciado cuando el deterioro a un bien patrimonial
no origina necesariamente un daño patrimonial directo, sino que puede
ocasionar un daño patrimonial indirecto e incluso un menoscabo espiritual
(vgr. un incumplimiento de contrato de transporte que frustra las vacaciones
de los damnificados o la destrucción de una obra de arte que provoca una
pérdida patrimonial y, a la vez, tristeza por la afectación a preferencias
estéticas de su dueño); a la recíproca, el menoscabo a bienes
extrapatrimoniales, suele tener repercusiones en el ámbito patrimonial (por
ejemplo, hay supuestos de eventos que lesionan bienes extrapatrimoniales
-vida, salud, etc.- y sin embargo, dicho menoscabo provoca impacto en la
esfera patrimonial del damnificado, ya que puede acarrearle incapacidad
laboral, gastos de curación, de medicamentos, etc.). CARNELUTTI y en
nuestro derecho BUERES establecieron que el daño era mucho más que la
lesión de un bien, para pasar a ser la lesión a un interés del damnificado,
toda vez que el daño no está dado por el bien en sí mismo, sino por la
idoneidad del bien para satisfacer las necesidades del perjudicado. El derecho
no protege bienes en abstracto sino que lo hace siempre que esos bienes
satisfagan necesidades humanas, es decir, intereses dignos de tutela.
b) El daño como violación a un derecho subjetivo: se trata del conjunto de
facultades que corresponden al individuo y que éste puede ejercer para
hacer efectivas las potestades jurídicas que las normas legales le reconocen.
El titular de ese derecho subjetivo posee un poder de actuar que le es
atribuido por la propia ley junto a la posibilidad de actuar exigiendo que el
interés asociado a ese poder, sea satisfecho y, en caso de interferencia de
otro que lo impida, a ser reparado. El interés es denominado “interés
legítimo” y, como tal, constituye el contenido del “derecho subjetivo”. A esta
postura se le ha criticado que la expresión derecho subjetivo es de por sí
difusa, y que se alude con bastante asiduidad a los conceptos “derecho” o
“derecho subjetivo” como si se tratara de la misma cosa sin reparar que el
derecho en general es una entidad total, mientras que el derecho subjetivo
es sólo un ingrediente de la estructura interna de aquel derecho en general..
No cabe duda de que la violación a un derecho subjetivo o interés legítimo
son vehículos de daño resarcible, pero no puede limitarse a tales situaciones,
ya que ello implicaría descartar la existencia de simples intereses que puedan
ser relevantes jurídicamente, o incluso de intereses supraindividuales –
colectivos o difusos, homogéneos-. El interés simple, aun cuando no esté
revestido de juridicidad en forma específica, sí lo puede estar en forma
genérica, y - de ser así- debe ser atendido a los fines resarcitorios.
c) El daño como lesión a un interés jurídico: el daño es la lesión a intereses
jurídicos patrimoniales y extrapatrimoniales. A la par de la protección de los
derechos subjetivos, también son dignos de tutela los denominados intereses
simples, es decir, a aquellos que son “meras expectativas lícitas de continuar
obteniendo el objeto de la satisfacción” que se encuentran en la esfera propia
de las personas, pero que carecen de un medio de protección legal que
autorice su obtención compulsiva a través del derecho.
Serán objeto de resarcimiento en la medida que revistan el carácter de serios
y lícitos, citándose como ejemplos el caso del novio que sufre angustia y
aflicción por el homicidio de su novia o la concubina por la muerte de su
pareja o el desvalor espiritual que padece un padre por las lesiones
irreversibles de su hijo menor de edad o el menoscabo que sufre un menor
de edad huérfano y desamparado, quien es recogido por un familiar no
obligado legalmente a brindarle alimentos –v. gr. el tío- que brinda
protección y asistencia durante su crianza ante la muerte de ese familiar por
un hecho ilícito responsabilidad de un tercero.
Como venimos diciendo, tales intereses generarán la sanción resarcitoria en
la medida que posean seriedad y licitud. Mientras el interés legítimo lleva en
sí mismo la nota específica de juridicidad –el reconocimiento explícito por
parte del Derecho-, el interés simple la lleva en forma genérica, y podrá ser
resarcible en la medida que no sea ilegítimo y revista cierta seriedad. El
operador jurídico debe ser muy cuidadoso al escoger los intereses cuya tutela
resulta plausible, por lo que no entrarían en esta categoría las expectativas
de un comerciante de éxito en un emprendimiento gastronómico o de un
artista, la obtención de un premio por su labor.
Cuando hablamos de lesión a intereses legítimos, hacemos referencia a la
alteración que sufre un sujeto que dispone de una determinada situación
jurídica de provecho, que encuentra amparo en un derecho subjetivo; en
cambio, manifestamos que se ha lesionado un interés simple cuando se ha
afectado una situación fáctica de provecho la cual –si bien no cuenta con
medios de protección otorgados por la ley que permitan su satisfacción-
genera en quien la detenta una expectativa lícita de continuar disfrutando de
dicho estado. Esta es la corriente doctrinaria predominante en la actualidad
en nuestro medio, y la que surge expresamente de lo dispuesto por el art.
1737 CCyCN, que reconoce la existencia de daño ….ver el artículo.
d) El daño definido por sus consecuencias, trascendidos, repercusiones o
resultados: El daño resarcible, como presupuesto esencial de la
responsabilidad civil, trasciende el significado de la mera lesión a un derecho
subjetivo o de un interés –legítimo o simple- que presupone aquél, para
significar la consecuencia perjudicial o menoscabo que se desprende de la
aludida lesión. Entre la lesión (daño en sentido amplio) y el menoscabo
(como resultado de la lesión) esto último es el daño resarcible, el único que
trasciende jurídicamente y que debe interesar a los fines de su reparación. El
daño resarcible no consiste en la lesión misma, sino en sus efectos. La
cualidad funcional del daño, su resarcibilidad, determina el contenido que
debe serle asignado. Entre la lesión y el menoscabo existe una relación de
causa-efecto, y el daño resarcible es esto último. De este modo, según
sostiene esta postura, logramos diferenciar al daño material del daño moral y
explicar cómo una lesión a un derecho patrimonial puede ocasionar además
un daño moral (v. gr. el robo de la joya que causa profunda aflicción a su
dueño más allá del perjuicio económico), como también cómo un daño de
carácter extrapatrimonial (v. gr. injuria que lesiona el honor y el buen
nombre de una persona) puede acarrear detrimentos patrimoniales como ser
la pérdida de un trabajo o de un negocio. En suma, el daño sólo debería
admitirse jurídicamente en su sentido estricto (resarcible) y será sólo aquél
que produce alguna consecuencia o repercusión disvaliosa en el patrimonio
de una persona (daño patrimonial) o en sus afecciones legítimas (daño
moral).
Especies de daño
Individual y colectivo.: Según el art. 1737 CCyCN el daño puede ser individual
o colectivo:
- en el individual se afecta un derecho o un interés lícito que tiene por
objeto el patrimonio o la persona, cuya titularidad corresponde a un
sujeto o sujetos determinados;
- en el colectivo se afecta un derecho o un interés que recae sobre un
bien de incidencia colectiva, es decir, cuya titularidad recae
indeterminadamente sobre un número indefinido de sujetos, sin
perjuicio –o a la par- de las posibles afectaciones individuales que tales
sujetos pudieran acreditar. Dentro de esta categoría la doctrina y
jurisprudencia han establecido dos subespecies a saber:
o los que tutelan bienes colectivos (que no son susceptibles de
apropiación individual excluyente, indivisibles y que pueden ser
disfrutados por varias personas sin ser alterados)
o los que sin recaer sobre bienes colectivos, poseen condiciones
de ejercicio homogéneas en relación a una pluralidad de
titulares, cuyas posibilidades para acceder a la justicia
estructuralmente- resultan obstaculizadas por las circunstancias
del caso.
En su redacción original, el Código Civil y Comercial poseía una Sección
entera destinada a los “Daños a los derechos de incidencia colectiva” (Sección
5ª del Capítulo 1 del Título V), que ha sido suprimida por el Poder Ejecutivo
Nacional, en su intervención previa al envío del Proyecto al Congreso
Nacional. En ella se hacía mención a la legitimación para obrar en tales
supuestos, a los daños a derechos individuales homogéneos, a los
presupuestos de admisibilidad, y a los alcances de la sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada en tales casos.
Patrimonial y extrapatrimonial
Daño a los intereses patrimoniales
Es la disminución en la ponderación que el sujeto posee respecto de ciertos
intereses vinculados con los bienes de los que es titular. Se trata de la
situación de empobrecimiento, disminución o minoración patrimonial –daño
emergente- y de la privación de un enriquecimiento patrimonial
razonablemente esperable o una frustración de ventajas, utilidades,
ganancias o beneficios.
Daño a los intereses extrapatrimoniales
Se trata de intereses conectados con el espíritu de la persona, de modo tal
que su violación le provoca un modo de estar diferente al que se encontraba
con anterioridad al hecho lesivo, afectándole sus capacidades de entender,
de querer y de sentir. La calificación de dicho interés como
"extrapatrimonial" tiene el sentido de referirse al daño moral en un sentido
más amplio que el que lo reduce únicamente al "pretium doloris".
De fuente obligacional y extracontractual
En virtud de la unificación del fenómeno resarcitorio, impulsada por el nuevo
CCyCN, se elimina la distinción conceptual entre daños de origen contractual
o extracontractual. Sin embargo la uniformidad no significa identidad
absoluta ya que subsisten algunas diferencias, las que están previstas en el
Código en la problemática del incumplimiento. En tal sentido el principio es la
reparación plena del daño en dinero o especie (art. 1740) comprendiendo las
consecuencias inmediatas y mediatas previsibles (art. 1726), salvo dolo en el
contrato en cuyo caso también se indemnizan las consecuencias existentes
en el momento del incumplimiento (art. 1728). Conforme al art. 1082 la
reparación del daño contractual queda sujeta a las reglas propias.
Compensatorio y moratorio
Estas especies son propias del incumplimiento obligacional, según que se
trate del incumplimiento total, absoluto y definitivo (compensatorio) o del
daño derivado del retardo jurídicamente calificado o mora en el
cumplimiento de la prestación, pero ésta aún puede cumplirse y es de interés
del acreedor que se lleve a cabo. El daño moratorio también aparece en la
esfera extracontractual o aquiliana, a partir de la tardanza en asumir el deber
de indemnizar, que surge en el mismo momento en que se produce el evento
dañoso. A tenor de lo dispuesto por el art. 1747 CCyCN, “el resarcimiento del
daño moratorio es acumulable al del daño compensatorio o al valor de la
prestación y, en su caso, a la cláusula penal compensatoria, sin perjuicio de la
facultad morigeradora del juez cuando esa acumulación resulte abusiva”.
Instantáneo y continuado
Según que ocurra de una vez –reparación de un automotor- sea en el
presente o en futuro o que permanezca prolongado en el tiempo –
incapacidad laboral permanente o transitoria-, lo que determinará diferentes
formas de cuantificación y reparación.
Consolidado y variable
Se denomina daño consolidado aquél que no registrará modificaciones con el
correr del tiempo, mientras que será variable cuando es previsible que las
consecuencias del evento dañoso puedan modificarse, favorable o
desfavorablemente hacia el futuro.
Daño al interés negativo y al interés positivo
Estas categorías resultan de interés en el ámbito de responsabilidad
contractual y, asimismo, al momento de determinar posibles situaciones de
resarcimiento en la etapa de negociaciones previas a la celebración de un
contrato. El daño al interés positivo o de cumplimiento es un concepto
comprensivo de todo el beneficio que el acreedor hubiera podido obtener si
la obligación se hubiera ejecutado normalmente, procurando colocar al
patrimonio del acreedor en la misma situación que se hallaría si se hubieran
cumplido efectivamente las obligaciones derivadas del contrato y comprende
el daño emergente y el lucro cesante, así como la pérdida de chances. Daño
al interés negativo o de confianza es un concepto abarcativo de dos
situaciones diferentes: por un lado, será el que experimente el contratante
que, de buena fe, tiene sólidas expectativas de que el negocio jurídico se
concretará, pero esta razonable expectativa se frustra porque el negocio
deviene nulo o queda sin efecto por rescisión o resolución. Por el otro,
sucederá cuando durante el curso de las negociaciones tendientes a celebrar
un contrato, una de las partes abandona intempestivamente las tratativas,
violando los deberes de confianza y buena fe que deben guiar esas
vinculaciones. No se trata, en este caso, de una reparación por la no
celebración del contrato, dado que la parte es libre de llevarlo a cabo o no,
sino de no defraudar tales expectativas. Son rubros de la indemnización, en
este caso, los gastos que hubiera realizado el afectado para estudiar la
viabilidad del negocio, transporte, estadía, honorarios de expertos que lo
asesoraron, etc.