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Corte de Constitucionalidad
Corte de Constitucionalidad
EXPEDIENTE 1994-2009
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS
ROBERTO MOLINA BARRETO, QUIEN LA PRESIDE, ALEJANDRO MALDONANDO
AGUIRRE, MARIO PÉREZ GUERRA, GLADYS CHACÓN CORADO, JUAN
FRANCISCO FLORES JUÁREZ, JOSÉ ROLANDO QUESADA FERNÁNDEZ Y CARLOS
ENRIQUE LUNA VILLACORTA: Guatemala, ocho de febrero de dos mil once.
Se dicta sentencia en la acción de inconstitucionalidad general parcial promovida
por Claudia Paz y Paz Bailey y Luis Rodolfo Ramírez contra el artículo 27 de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República.
Los accionantes actuaron bajo el patrocinio de la primera mencionada y de los abogados
Diego Gustavo Cetina García y Nery Estuardo Rodenas Paredes. Es ponente de este caso
la Magistrado Vocal III, Gladys Chacón Corado, quien expresa el parecer de este Tribunal.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DE LA IMPUGNACIÓN
Lo expuesto por los accionantes se resume: a) el artículo 12 de la Constitución
Política de la República de Guatemala establece la garantía del juicio previo, es decir, la
imposibilidad de imponer penas sin que exista un proceso penal previo en el que se haya
declarado la culpabilidad de una persona mediante sentencia. De la garantía del juicio
previo se deriva el principio de inocencia, reconocido en el artículo 14 constitucional,
según el cual, toda persona goza de un estado de inocencia mientras no sea declarada
culpable por sentencia firme, aun cuando respecto de ella se haya abierto una causa penal
y cualquiera que sea el estado de esa causa. De esa cuenta, en el curso del proceso
penal, el imputado no puede ser tratado como culpable ni pueden ser restringido en sus
derechos, especialmente el que concierne a su libertad personal, salvo que dicha
restricción tenga como propósito asegurar los fines del proceso, referidos a la averiguación
de un hecho señalado como delito o falta y al establecimiento de la posible participación
del sindicado, para así garantizar el derecho a la justicia. Conforme a lo anterior, la
restricción de la libertad durante el proceso debe ser excepcional, lo que significa que sólo
se justifica en casos de extrema necesidad, es decir, cuando no existan otras medidas
menos lesivas para asegurar estos fines procesales. En ese orden de ideas, es dable
afirmar que en el proceso penal la libertad de la persona es la regla y la excepción es la
prisión provisional, como lo consideró la Corte de Constitucionalidad en la sentencia de
veintiuno de mayo de mil novecientos ochenta y siete, dictada dentro de los expedientes
sesenta y nueve - ochenta y siete y setenta - ochenta y siete (69-87 y 70-87). Aunado a
lo expuesto, el carácter excepcional de la prisión preventiva y su finalidad han sido
recogidos y desarrollados en la legislación ordinaria, específicamente en el artículo 261 del
Código Procesal Penal, del que se desprende que su fundamento se encuentra en el
aseguramiento de los fines procesales, revistiendo una medida excepcional aplicable
cuando existe peligro de fuga o peligro de obstaculización para la averiguación de la
verdad, y que únicamente se justifica cuando otras medidas menos gravosas para el
imputado no puedan cumplir con garantizar los fines del proceso; b) el artículo 27 de la
Ley del Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la
República, establece: “Inconmutabilidad de la pena. Cuando la pena de prisión a
imponerse, de acuerdo a las disposiciones de las leyes que se reforman y la presente, sea
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inconmutable, no procederá medida sustitutiva alguna.” El texto legal anterior recoge una
presunción iure et de iure contra reo, referida a que todas las personas que han cometido
esos delitos presentan peligro de fuga o de obstaculización de la persecución penal. Este
peligro de fuga, valorado en forma abstracta y ex ante por el legislador, en ningún caso
puede ser razonablemente evitado por la aplicación de una medida menos gravosa para el
imputado, aun cuando el juez evalúe que en la situación concreta no existe. La normativa
citada viola en abstracto, es decir, para todos los casos, el derecho a ser tratado como
inocente durante el proceso penal, pues la aplicación de la prisión preventiva deviene
obligatoria y se convierte en regla procesal, sin que importen o sean tomadas en cuenta
las circunstancias materiales del caso concreto. Asimismo, la norma viola el derecho de
defensa y el derecho a la libertad personal, pues priva de la libertad siempre y para todos
los casos, solamente porque la pena es inconmutable. Según lo consideró la Corte de
Constitucionalidad en la sentencia de diecisiete de agosto de mil novecientos ochenta y
ocho, dictada dentro del expediente treinta y nueve - ochenta y ocho (39-88), no se priva,
a quien se considere afectado, de los recursos y defensas legales, en tanto la presunción
sea iuris tantum y, por lo mismo, admita prueba en contrario. Ante ello, en el caso de la
norma objetada, se está concretando una presunción iure et de iure que no admite prueba
en contrario, por lo que, en armonía con la doctrina del Tribunal Constitucional, se priva a
la persona procesada de todo recurso o defensa legal, al tener la prohibición un carácter
obligatorio y vinculante para el juez, sin brindarle la oportunidad de probar o refutar que
en las circunstancias concretas de su caso no existe peligro de fuga o de obstrucción de la
averiguación penal, lo que impide todo acto de defensa o recurso para el imputado.
Además, al imponerse obligatoriamente la prisión preventiva, sin verificar que sea
necesaria para asegurar los fines procesales, dicha medida deviene ilegítima,
convirtiéndose en una pena anticipada que vulnera las garantías del juicio previo y la
presunción de inocencia, restringiendo la libertad sin que exista sentencia condenatoria.
Cabe añadir que si bien la gravedad del delito puede ser un elemento que el juez habrá de
tomar en cuenta para establecer si en el caso concreto existe peligro de fuga, no debe ser
el único criterio ni, menos aún, el determinante para imponer la prisión preventiva. Así las
cosas, es pertinente mencionar que la Corte de Constitucionalidad, al dictar sentencia de
dieciséis de diciembre de mil novecientos noventa y nueve, dentro del expediente ciento
cinco - noventa y nueve (105-99), señaló que la norma que prescribía que el delito de
hurto agravado era un delito no excarcelable adolecía de inconstitucionalidad; c) establece
el artículo 13 de la Constitución Política de la República: “No podrá dictarse auto de
prisión, sin que preceda información de haberse cometido un delito y sin que concurran
motivos racionales suficientes para creer que la persona detenida lo ha cometido o
participado en él.” En tal sentido, conforme a la norma constitucional transcrita, la
potestad de la autoridad judicial para limitar la libertad personal no es absoluta, sino que
se exige una serie de requisitos que deben ser cumplidos incondicionalmente, pues, de lo
contrario, la privación de libertad devendría ilegal. Tales requisitos son: i) desarrollo de la
imputación; ii) función jurisdiccional; y iii) facultad discrecional y no obligatoria. En cuanto
al desarrollo de la imputación, el primer elemento que dispone la Constitución es la
existencia de información previa que revele elementos de convicción suficientes para que
el juez, en el caso concreto, pueda identificar la existencia de un hecho delictivo y que de
dicha información, a su juicio, se logre determinar que la persona ha tenido un grado de
participación en ese hecho delictivo. Cabe indicar que el desarrollo de la imputación no
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realización del bien común. Aunado a ello, a efecto de apreciar de mejor manera la norma
impugnada, deben tomarse en consideración los principios aplicables para su
interpretación, así como los distintos métodos que pueden utilizarse conforme a la
estructura jurídica de las penas; b) la clasificación legal de las penas atiende a los criterios
que se refieren a su naturaleza y a su gravedad. En el caso del Código Penal, el criterio
de clasificación de las penas responde a la gravedad de éstas, existiendo penas graves,
menos graves y leves, según su duración. Asimismo, se reconocen penas accesorias, las
que acompañan a las penas principales. La pena de prisión, pese a las considerables
restricciones que se han establecido, continua siendo la pena por excelencia, al menos si
se toma en cuenta que es la que mayores efectos intimidatorios despliega, tomando en
cuenta que su éxito derivó de la posibilidad de imponer una sanción graduable
cuantitativamente y adecuada a la gravedad del delito. Es el legislador el que tipifica las
acciones que constituyen delitos y fija las penas de prisión que, de manera genérica y
como consecuencia de incurrir en aquellas acciones delictivas, deben sufrir los
responsables de su comisión, recayendo en el juzgador la función de aplicar las normas al
caso particular, en el que habrá de considerar las circunstancias en que hubiere ocurrido el
hecho, así como el grado de participación de su autor. En ese orden de ideas, el
legislador, en uso de sus facultades, ha establecido que por la comisión de determinados
tipos de delitos no debe beneficiarse a los responsables con la conmuta de la pena
impuesta, y por la gravedad de los hechos o las circunstancias en que ocurrieren éstos, los
sindicados de su comisión no podrán beneficiarse con medidas sustitutivas de la prisión
provisional; como ejemplo de ello, cabe citar el artículo 164 (sic) del Código Procesal
Penal, pues en igual sentido, en leyes específicas ha sido establecida la prohibición de
decretar medidas sustitutivas a quienes se les imputa la comisión de determinados delitos;
y c) los accionantes aducen que la norma objetada viola el artículo 12 constitucional, lo
que no encuadra con la presente acción, pues el sujeto pasivo fue previamente citado,
como sindicado, en su primera declaración; como imputado, en el auto de procesamiento;
como procesado, en la fase intermedia, y como condenado, en la sentencia, mediante juez
pre-establecido. Asimismo, reclaman violado el artículo 14 de la Constitución, cuando la
inocencia es un derecho inherente a la persona, y el proceso penal tiene por objeto la
averiguación de la verdad, en el que se podrá advertir si es o no es responsable. No es
cierto que se limite el derecho de defensa de los sindicados a quienes se niega el
otorgamiento de medidas sustitutivas de la prisión provisional, porque las leyes
correspondientes y las procesales específicas contemplan los recursos que pueden
utilizarse por aquéllos para procurar la reversión de la negativa. Los preceptos recogidos
en la norma objetada coadyuvan con la normativa vigente, relativa a las penas, la
conmuta y la inconmutabilidad de la pena, los que han sido erróneamente interpretados
por los accionantes, en aplicación de una prevención general que obedece a políticas de
penalidad de una realidad social para una época determinada y que se encuadra en lo
preceptuado por el artículo 1o de la Constitución. Solicitó que se declare sin lugar la
acción planteada. C) El Ministerio Público señaló: a) el Congreso de la República, para
la emisión de la norma impugnada, tomó en cuenta los múltiples factores criminogénicos
que la ciencia criminológica, por medio de sus estadísticas, recomendó, lo que se
evidencia con los motivos específicos contenidos en los considerandos del Decreto 17-
2009. En el control social se complementan dos aspectos, por un lado, los que revisten
estrategias de prevención de una conducta, y por el otro, la reacción social frente a la
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realización de esa conducta. Con las estrategias de prevención se trata de actuar sobre el
individuo, conformándolo mentalmente para que internalice las normas sociales. El
control social de reacción, por su parte, se centra en las respuestas sociales que provoca
una conducta no deseada. En tal sentido, es factible entender que en virtud del
incremento de la delincuencia que padece el país, fue de urgencia nacional poner en
vigencia el Decreto 17-2009, por lo que la acción promovida debe ser declarada sin lugar;
y b) la norma que se impugna permite a fiscales y jueces que realicen una mejor labor de
investigación y de condena, en su caso. Para que la ley cumpla la función de establecer
cuáles son las conductas punibles, debe hacerlo de forma clara y concreta, sin acudir a
términos excesivamente vagos que dejen en la indefinición el ámbito de lo punible. La
norma que se objeta es ley y debe ser fundamento utilizado para administrar justicia.
Solicitó que se declare sin lugar la acción de inconstitucionalidad general parcial
promovida, que se condene en costas a los postulantes y que se imponga multa a los
abogados patrocinantes.
IV. ALEGATOS EN EL DÍA DE LA VISTA
A) Los accionantes reiteraron lo expuesto en el escrito de interposición y,
además, señalaron: a) la prisión preventiva pone en juego los derechos a la libertad y a la
justicia, los que encuentran reconocimiento en el artículo 2o constitucional y, en el caso
del derecho a la libertad, se reafirma en el artículo 4o del mismo texto constitucional. El
conflicto entre ambos derechos es resuelto, según la jurisprudencia internacional,
mediante el establecimiento de requisitos de ineludible cumplimiento para la aplicación de
esta medida de coerción, referidos a su estricta necesidad, su carácter subsidiario y su
excepcionalidad; b) la norma que se impugna vulnera el derecho a la presunción de
inocencia, pues establece la prisión preventiva obligatoria, sin que el juez esté en
posibilidades de determinar la concurrencia de los presupuestos de esta medida,
configurándola como una pena anticipada. La presunción de inocencia no incide
únicamente en el tema de la carga de la prueba en el proceso penal, sino que se refiere al
tratamiento del procesado, lo que se traduce en que éste debe permanecer en libertad
hasta que en sentencia condenatoria se le declare culpable; c) el Congreso de la
República argumenta que la norma que se objeta no viola el derecho a la presunción de
inocencia, pues la culpabilidad del sindicado será declarada únicamente en sentencia; sin
embargo, la norma de mérito establece una presunción iure et de iure, pues se considera
que en todos los casos de delitos cuya pena sea inconmutable concurre peligro de fuga o
de obstaculización para la averiguación de la verdad, lo que lesiona el derecho de defensa
del imputado, el que no se limita únicamente al derecho de audiencia, sino que alude a la
posibilidad de alegar, de presentar prueba y de que los alegatos y la prueba presentada
sean tomadas en cuenta por el juzgador al asumir su decisión. En un caso concreto, de
nada serviría que el procesado demuestre arraigo, que no concurren peligro de fuga o de
obstrucción para la averiguación de la verdad, pues siempre se le aplicaría la prisión
preventiva. Asimismo, la norma atacada infringe también el artículo 13 constitucional,
pues en su regulación no se observan los presupuestos establecidos para dictar prisión
preventiva; d) por otro lado, el artículo que se impugna contraviene el principio de
separación de poderes y la exclusividad en el ejercicio de la función jurisdiccional,
despojando a los tribunales de justicia de la independencia que la Constitución garantiza,
pues, conforme a la regulación vigente, deberán aplicar obligatoriamente la prisión
preventiva, sin que puedan apreciar si en el caso concreto concurre peligro de fuga o de
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- II -
Claudia Paz y Paz Bailey y Luis Rodolfo Ramírez promueven acción de
inconstitucionalidad general parcial contra el artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento de la
Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República. Señalan los solicitantes
que la norma de mérito, al regular: “Inconmutabilidad de la pena. Cuando la pena de
prisión a imponerse, de acuerdo a las disposiciones de las leyes que se reforman y la
presente, sea inconmutable, no procederá medida sustitutiva alguna.”, establece una
presunción iure et de iure contra reo, referida a que todas las personas a quienes se les
impute la comisión de tales delitos presentan peligro de fuga o de obstaculización de la
persecución penal, sin que se admita prueba en contrario sobre la inexistencia de tales
supuestos. Ante ello, según argumentan, la norma viola el derecho a ser tratado como
inocente durante el proceso penal, reconocido en el artículo 14 de la Constitución Política
de la República, pues la aplicación de la prisión preventiva deviene obligatoria y se
convierte en regla procesal, no importando las circunstancias materiales del caso concreto;
asimismo, limita los derechos de defensa y a la libertad personal, ya que se priva de ésta
siempre y para todos los casos, sólo porque la pena es inconmutable. Indican también
que al imponerse obligatoriamente la prisión preventiva, sin verificar que sea necesaria
para asegurar los fines procesales, la medida deviene ilegítima, convirtiéndose en una
pena anticipada que vulnera las garantías del juicio previo y la presunción de inocencia, lo
que restringe la libertad sin que exista sentencia condenatoria. Afirman que la norma
atacada deviene contraria al artículo 13 constitucional, el que determina los requisitos para
decretar auto de prisión preventiva y que confiere al juez la facultad para ello, en tanto se
haga necesaria para asegurar los fines del proceso; sin embargo, con la regulación
objetada, la imposición de la prisión preventiva deviene obligatoria, desconociéndose el
carácter excepcional y subsidiario de ésta, así como la finalidad específica que se persigue
mediante su aplicación, finalidad que bien puede cumplirse con una menor afectación a los
derechos del procesado. En tal sentido, argumentan que la prohibición de otorgar
medidas sustitutivas para aquellos delitos cuya pena sea inconmutable introduce una
variable contraria a los motivos de aplicación de la prisión preventiva regulados en el
artículo 13 constitucional. Por último, refieren que el Congreso de la República, al emitir la
norma impugnada, pretende arrogarse funciones jurisdiccionales, pues establece, ex ante
y de manera abstracta, que no procederá medida sustitutiva alguna cuando los delitos
sean inconmutables, lo que conlleva la imposición de una restricción obligatoria a la
libertad; en cambio, según exponen, es el juez el que debe valorar si en el caso concreto
concurre peligro de fuga o de obstaculización para la averiguación de la verdad, de
conformidad con los artículos 13 y 203 de la Constitución. De esa cuenta, aducen que con
la normativa vigente se impone al juez un criterio específico, lo que desemboca en
violación al artículo 141 constitucional, que garantiza la separación de poderes y la
prohibición de subordinación entre éstos, derivando en una acción intolerable en un
Estado republicano, democrático y representativo y en un atentado contra las libertades
fundamentales del ciudadano.
Como cuestión previa al estudio requerido por los solicitantes, estima oportuno el
Tribunal, en aras de una mejor intelección del análisis a desarrollar, referirse a las
argumentaciones esgrimidas por el Congreso de la República y el Ministerio Público, en
cuanto a las razones que determinaron la emisión de la norma que se objeta. Al respecto,
ambas instituciones hicieron ver la necesidad de la normativa que se acusa
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manera especial con el tema probatorio en el proceso penal, incidiendo en aspectos como
la legalidad y validez de los medios de prueba, la carga de la prueba y las consecuencias
derivadas de ésta (in dubio pro reo).
A partir de los distintos alcances que se la han dado al derecho bajo estudio, cabe
afirmar que éste se desarrolla en dos sentidos de singular relevancia dentro del proceso
penal: a) el que atañe a la consideración y trato como inocente del procesado, en tanto el
órgano jurisdiccional no lo declare penalmente responsable en sentencia y le imponga la
pena respectiva; y b) el concerniente a la necesaria actividad probatoria a desarrollar por
quien acusa para desvirtuar el estado de inocencia del acusado, cuya condena tan sólo
podrá basarse en prueba legítima que demuestre fehacientemente y sin lugar a dudas
fundadas su culpabilidad.
Es claro que el sistema procesal penal guatemalteco atiende a ambos alcances del
derecho fundamental, como lo demuestran las normas que resaltan la exigencia de un
trato acorde con el estado de inocencia del procesado (artículos 14, 259, 261, 264, 268,
274, 275 y 355 del Código Procesal Penal, entre otros), así como aquellas que determinan
la relevancia de la actividad probatoria como único medio para demostrar los hechos
contenidos en la acusación y, con ello, lograr desvanecer válidamente la presunción de
inocencia del acusado (artículos 181, 183, 185, 186, 317, 318 y 385, entre otros).
Conforme a lo anterior y tomando en cuenta los motivos de la impugnación y el contenido
de la norma que se objeta, el análisis que prosigue se contrae al primero de los alcances
mencionados.
B) La exigencia constitucional de un trato acorde con el estado de inocencia del
procesado hace inviable cualquier restricción a sus derechos con fines sancionatorios o
punitivos previo a la emisión del fallo judicial que pueda declararlo responsable de la
conducta que se le imputa. De esa cuenta, la observancia del derecho a la presunción de
inocencia revela la especial atención que merecen las medidas cautelares aplicables en el
proceso penal, como instrumentos que, traduciéndose en restricciones a la libertad
individual del sindicado (medidas cautelares de naturaleza personal) o a la libre disposición
de sus bienes (medidas cautelares de naturaleza real), el ordenamiento legal pone a
disposición del órgano jurisdiccional a fin de que, mediante su aplicación, se asegure el
efectivo cumplimiento de los fines del proceso. De dichas medidas, conforme al contenido
de la norma impugnada, es la prisión preventiva la que revela la necesidad de un estudio
de mayor profundidad.
Al respecto, es evidente que la Constitución de la República, al mismo tiempo que
garantiza el derecho a la libertad personal (artículos 2o y 4o) reconoce también la
posibilidad de restringirla (artículos 6o y 13). Así, es evidente que la libertad de la
persona no deviene en un derecho absoluto, pues resulta factible la imposición de límites,
siempre que éstos sean acordes con los postulados constitucionales.
En efecto, la Ley Fundamental determina dos casos específicos de restricción de la
libertad del individuo: la detención y la emisión de auto de prisión, medidas de coerción
personal –conforme a la calificación que de éstas hace el Código Procesal Penal–
que atañen a situaciones concretas que se originan a partir de la sindicación por la
supuesta realización de aquellas conductas calificadas por la ley penal como delitos o
faltas.
En el primer caso, es decir, la detención, señala el artículo 6o constitucional que
procederá únicamente por causa de delito o falta y siempre que exista orden judicial
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librada con apego a la ley, salvo los casos de delito o falta flagrante. La detención
encuentra regulación específica en el Código Procesal Penal (artículos 257, 258 y 266),
cuerpo legal que la denomina aprehensión.
Ahora bien, en lo que respecta al auto de prisión a que alude el artículo 13
constitucional (respecto del cual se determinó la contravención en que incurre la norma
objetada), el Código Procesal Penal contiene también regulación específica, entre otras
normas, en el artículo 259, el que reconoce la posibilidad de que el juez ordene la prisión
preventiva del imputado, como le llama, recogiendo los supuestos concretos a que alude
el citado artículo 13 del texto supremo.
Como corolario, es la propia Constitución la que, al mismo tiempo que reconoce y
garantiza el derecho a la libertad personal, establece también la posibilidad de restringir
esa libertad por causas específicas referidas, como antes se dijo, a la imputación por la
comisión de delito o falta, es decir, a los supuestos fácticos cuya información de haberse
realizado viabiliza el inicio y desarrollo del proceso penal (artículos 2, 5 y 6 del Código
Procesal Penal). Aunado a ello, dispone el mismo texto constitucional, en el mencionado
artículo 14, que toda persona se considera inocente mientras en sentencia judicial
debidamente ejecutoriada no se le declare responsable, es decir que a quien se encuentre
sindicado por la comisión de delito o falta se le continuará considerando inocente y será
tratado como tal durante el trámite del proceso hasta que no se emita fallo condenatorio
en su contra.
Vale aquí indicar que al emprender la tarea de interpretar la Constitución se hace
necesario que el intérprete tome en cuenta, como principio básico que informa su labor,
que el orden fundamental que la norma suprema establece deriva del conjunto de sus
disposiciones, las que habrán de ser entendidas en su contexto, como unidad armónica,
atendiendo siempre a la interrelación existente entre ellas.
En tal sentido, de la correcta intelección de las normas constitucionales citadas se
desprende que, para garantizar el derecho a la presunción de inocencia, del que se deriva
la exigencia de un trato al imputado que responda a dicha presunción durante el
desarrollo del proceso penal, cualquier medida que restrinja o limite su libertad o el
ejercicio de sus derechos debe ser entendida, en todo caso, con carácter excepcional y
adoptada cuando sea absolutamente imprescindible. Así, el propio Código Procesal Penal,
en desarrollo de las normas constitucionales, dispone en su artículo 259, segundo párrafo,
que: “La libertad no debe restringirse sino en los límites absolutamente indispensables
para asegurar la presencia del imputado durante el proceso.”
De esa cuenta, es evidente que el auto de prisión a que alude el artículo 13
constitucional, en observancia del derecho a la presunción de inocencia reconocido en el
artículo 14 del mismo texto supremo, no tiene otro carácter que el de una mera medida
cautelar, es decir, un instrumento aplicable para el solo efecto de asegurar el resultado
satisfactorio del proceso, pues, por un lado, garantiza la comparecencia del sindicado a
todas las fases del procedimiento y, por el otro, impide que éste asuma conductas que
puedan obstruir la acción de la justicia. Conforme a lo expuesto, la prisión preventiva
despliega la misma naturaleza que las providencias precautorias, aunque, por su especial
afectación a derechos fundamentales, su regulación se ha elevado a rango constitucional,
siendo la norma ordinaria la que, en desarrollo del precepto supremo, establece los
supuestos y condiciones en que puede ser decretada y el control superior a que está
sometida (artículo 404, numerales 9) y 10), del Código Procesal Penal), así como el
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debiendo ser tratado como tal, y no puede ser afectado con medidas restrictivas de su
libertad u otros derechos más que en lo razonablemente necesario para asegurar el
cumplimiento de los fines del proceso (artículos 5 y 14 del Código Procesal Penal). Cabe
agregar que la diferencia sustancial entre la prisión preventiva (medida cautelar) y la pena
de prisión o arresto (consecuencia sobreviniente por la comisión de delito o falta,
respectivamente) es destacada por el artículo 10 de la Constitución, al disponer que los
detenidos preventivamente deben permanecer en centros distintos a aquellos en los que
han de cumplirse las condenas, lo que se complementa con la regulación que en tal
sentido establece el Código Procesal Penal en su artículo 274, el que reitera el trato y
consideración como inocente que en tales centros debe darse a quienes sufren prisión con
el único fin de asegurar el desarrollo correcto del procedimiento penal.
C) Con base en las ideas expuestas, se aprecia la proporcionalidad que debe
imperar al considerar el interés general por una persecución penal efectiva, esto es, el
aseguramiento del resultado satisfactorio del proceso, y la restricción o limitación a los
derechos del imputado, cuestión que determina la compatibilidad existente entre la
utilización de la prisión preventiva en el proceso penal, observando su carácter de medida
excepcional y precautoria, y el respeto a la presunción de inocencia que la propia
Constitución garantiza. Así, la utilización de la prisión preventiva con un mero interés
punitivo o desconociendo el requisito de necesidad de su aplicación no sólo desvirtúa su
naturaleza de medida cautelar, sino que conlleva frontal contravención al derecho a la
presunción de inocencia del imputado.
En virtud de lo considerado, es evidente que la propia excepcionalidad y
subsidiariedad de la prisión preventiva, así como la exigencia de ponderar el carácter
imprescindible de su aplicación en el caso concreto para asegurar el resultado de la causa,
determinan que su utilización no puede regularse como única medida de coerción aplicable
en el proceso penal.
En efecto, la utilización obligatoria de la prisión preventiva acarrea, entre otras, dos
cuestiones específicas que es menester destacar: a) desconoce la naturaleza cautelar de
la medida, pues su utilización, al no atender ya a los supuestos que revelen la necesidad
de su aplicación, deja de obedecer al fin de asegurar el eficaz resultado del proceso; y b)
se impide al juez apreciar el carácter imprescindible de su uso, ignorando si en el caso
concreto concurren o no aquellos supuestos legalmente exigidos.
De esa cuenta, la aplicación obligatoria de la referida medida de coerción incide en
la afectación, para todos los casos de que se trate, de la libertad personal, sin importar si
en la situación específica del imputado se hace necesario o no imponer tal restricción. Lo
anterior acarrea vulneración del derecho a la libertad de la persona, por cuanto, la
Constitución únicamente permite su limitación ante supuestos concretos y, conforme se
analizó, cuando las circunstancias específicas hagan imprescindible su restricción para el
solo objeto de garantizar el logro de los fines del proceso penal.
Aunado a ello, al no atender a su naturaleza precautoria y excepcional, la prisión
preventiva obligatoria hace recaer en el procesado los efectos derivados de la pena que
cabe imponer al responsable de la conducta que se le imputa, es decir que su utilización
incumple la exigencia de un trato como inocente que establece la Constitución en favor de
aquel. Ello es así, puesto que el único elemento que determinará la procedencia de la
aplicación de la medida será la sindicación por un delito determinado, no así la necesidad
y pertinencia de su utilización, y que, al prescindir de la función jurisdiccional de
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establecer si concurren o no los supuestos legales que hacen viable la medida, haciéndola
aplicable siempre que se impute la comisión de determinada conducta prohibida y sin
posibilidad de su revocación por motivo alguno, su uso desconocerá la presunción de
inocencia que el artículo 14 constitucional garantiza en favor del incoado, tratándolo desde
ya como responsable de la conducta que se le sindica haber cometido.
Los criterios expresados han sido asumidos con anterioridad por este Tribunal,
específicamente al emitir la sentencia de veintiuno de mayo de mil novecientos ochenta y
siete, mediante la cual se resolvieron las acciones de inconstitucionalidad general
acumuladas identificadas con los números de expedientes sesenta y nueve - ochenta y
siete y setenta - ochenta y siete (69-87 y 70-87), fallo en el que se indicó: “La regla
general es la libertad personal, por lo que la excepción es la prisión provisional. Los
procesalistas coinciden en señalar que ésta es un mal necesario, que solamente se
justifica por su finalidad asegurativa o cautelar, (en donde entrarían los valores seguridad
y bien común). Aparte, claro está que estas circunstancias deben ser valoradas por el
Juzgador para decidir acerca de la conveniencia de dictar el auto de prisión, debe ajustarla
al tenor legal, el que, como en la situación de Guatemala, tiene como marco infranqueable
a la propia Constitución de manera directa. Según este marco legal superior, la prisión
provisional tiene la naturaleza jurídica de una medida cautelar o asegurativa, y se
configuran en ella los siguientes elementos: 1. Debe ser la excepción. 2. No debe ser pena
anticipada, esto es que en ningún caso pueda ser aplicada con fines punitivos, como
pudiera presentirse en cierta legislación que excluyera la facultad de ponderación del juez
para decretarla o revocarla. 3. No debe ser obligatoria, esto es, como lo afirmara el
Consejo de Europa en su resolución 11/86 que „la Autoridad judicial ha de ser libre para
tomar su decisión teniendo en cuenta las circunstancias del caso‟; y 4. Debe durar lo
menos posible. Según puede colegirse de la naturaleza y características de la institución
procesal estudiada, la forma como la regula nuestra Constitución en su artículo 13 es
coherente con tales principios, particularmente por el hecho de que quedó
constitucionalizada la potestad del juzgador de decretar la prisión provisional si
„...concurren motivos racionales suficientes para creer...‟ esto es, si en el ánimo de la
autoridad judicial surgen elementos de convicción que sean producto del estudio
inteligente del caso. (…) La naturaleza jurídica de la prisión provisional, como medida
cautelar que es, no puede ser confundida con una sentencia condenatoria, que, en
materia penal, adquiere el carácter de constitutiva, por lo que el auto que decreta la
prisión provisional no es incompatible con la presunción de inocencia. En este sentido, no
es preciso que para decretar la prisión provisional haya plena prueba de la culpabilidad del
procesado, sino que, aparte de la información de haberse cometido un delito, „concurran
motivos racionales suficientes para creer‟ que el procesado lo cometió o participó en el
mismo, correspondiendo al Juez instructor su apreciación, quien deberá ponderar y valorar
los hechos, circunstancias y actuaciones.”
Conforme a las consideraciones efectuadas, es concluyente que la norma que se
objeta, contenida en el artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento de la Persecución Penal,
Decreto 17-2009 del Congreso de la República, al establecer la prisión preventiva como
única medida de coerción aplicable en aquellos procesos penales incoados por la supuesta
comisión de delitos cuya pena de prisión sea inconmutable, contraviene el artículo 14 de la
Constitución Política de la República que garantiza el derecho a la presunción de inocencia,
pues, como se ha advertido, no es factible que la legislación ordinaria disponga la
Expediente 1994-2009 19
- VI -
Con base en las consideraciones anteriores, la acción promovida debe ser
estimada, declarando la inconstitucionalidad del artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento
de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República, precepto que
deberá quedar sin vigencia al día siguiente al de la publicación del presente fallo en el
Diario Oficial.
LEYES APLICABLES
Artículos citados, 1o, 3o, 17, 19, 44, 46, 152, 153, 175, 205, 206, 267, 268 y 272,
inciso a), de la Constitución Política de la República de Guatemala; 2o, 3o, 6o, 114, 115,
133, 137, 139, 140, 142, 143, 144, 145, 146, 149, 150, 163, inciso a), 178, 183 y 185 de
la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad; 4, 7, 16, 20, 37, 70, 71 y
79 del Código Procesal Penal; 1, 44, 45 y 51 del Código Penal; 1, 2, 3, 5, 9, 51, 52, 57 y
68 de la Ley del Organismo Judicial; 2, 8, 28, 29, 37, 47 y 52 de la Ley de la Carrera
Judicial; y 31 del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad, con base en lo considerado y leyes citadas,
resuelve: I) Con lugar la acción de inconstitucionalidad general parcial promovida por
Claudia Paz y Paz Bailey y Luis Rodolfo Ramírez contra el artículo 27 de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República.
II) En consecuencia, se declara inconstitucional el artículo 27 de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la
República, norma que quedará sin vigencia a partir del día siguiente al de la publicación
del presente fallo en el Diario Oficial. III) Notifíquese y publíquese esta sentencia dentro
del plazo legalmente establecido.