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AMOR OBLATIVO
Objetivo: Aprender a diferenciar el amor
emotivo y oblativo, así como el amor de amistad
y fraternidad, para poder una vez aceptada mi
propia historia amar a mis hermanos a
semejanza del amor de Dios.
Desarrollo del tema:
1. DAR LA VIDA. La Fuente primera del amor es
Dios mismo, San Juan a través de su Evangelio y
sus cartas nos demuestra que es el hombre más
sensible respecto al amor, identifica que las
palabras Dios y Amor van unidas y al no existir
una de ellas se trata de una mentira: “Aquel que
dice: yo amo a Dios, y se desentiende de su
hermano, es un mentiroso. ¿Cómo será posible
amar a Dios, a quien no se ve, sí no se ama al
hermano a quien si ve? El mismo Señor nos
ordenó: el que ama a Dios, ame también a su
hermano”. (I Jn 4,20)
El amor tiene 2 fases: la implosiva (primero explota para dentro) que nos
habla del misterio de la Santa Trinidad antes de la existencia de todo lo
creado. Una corriente vital envolvía y penetraba, y de tal manera
unificaba a las tres personas que todo era común entre ellas: poder,
sabiduría, amor, los tres eran UNO. El amor fue un incendio que se
consumió para adentro, acumulando una infinita carga implosiva.
Y cuando fue tanta la acumulación, no pudo contenerse y Dios comenzó
MUY IMPORTANTE a abrirse hacia fuera: es decir, vino la fase explosiva. Siempre sucede lo
mismo: la potencia expansiva del amor es de la misma medida que su
potencia implosiva. Y Dios se salió de sus "fronteras" y se derramó en
diferentes tiempos y maneras. Cuando los tiempos llegaron a su
madurez, rebasó toda imaginación, entregándonos lo que más quería:
su Hijo.
Dios envió a su Hijo único a este mundo para darnos vida eterna por
medio de Él.
No somos, pues, nosotros, los que hemos amado a Dios.
Fue Él, el primero en amarnos (I Jn 4, 10-19).
El amor, brotando del corazón del Padre, se derramó entre los hombres, mediante
Jesucristo, verdadero canalizador. La lógica es que, si Dios nos ha amado, nosotros lo
amemos a Él, pero esto no es así, Juan en lugar de seguir esa línea vertical, Juan se sale por
la tangente:
Si Dios nos ha amado de esta manera, nosotros debemos amarnos,
unos a otros, de la misma manera (I Jn 4,11).
Queridos míos: tomen nota de esto:
como saben, ningún mortal vio ni
verá un segmento del fulgor de Dios.
Pero sepan que, si nos amamos unos
a otros. Él mismo, personalmente,
habitará en nosotros, y nosotros nos
convertiremos en brillantes espejos,
y Dios se hará visible para todos los
hombres. Nosotros hemos creído en
el amor porque hemos sentido, en
nuestra propia carne, el amor original
del Padre. Sí; nosotros sabemos
experimentalmente que Dios es
Amor. Y, si nos amamos unos a otros,
Padre Santo, Creador maravilloso, Fuente de Misericordia,
nuestras raíces permanecerán
Todo Bien, Sumo Bien, Dador de todo lo bueno, santo y
hermoso. Tú eres el Eterno, a quien toda adoración y plantadas en el corazón del Padre, y
atención debemos, pues Tú eres nuestro mayor gozo. su amor crecerá en nuestro corazón
(1 Jn 4, 17-17). Juan les previene para
no dejarse engañar, ya que, en esto del amor, la verdad y la mentira cantan al mismo
compás. Si alguien, en este mundo, nadando en riqueza, y, al ver a su hermano hambriento,
queda impasible, ¿cómo podemos decir que el amor de Dios reside en ese corazón?
Cuidado queridos míos: en esto del amor es fácil emocionarse
y decir palabras lindas. Pero lo que importan son los hechos (I Jn 3,17).
Entonces, ¿cómo amar? ¿Cuál es el criterio para distinguir las emociones de los hechos?
Juan responde:
El dio su vida por nosotros. Y así, ahora, nosotros
debemos DAR LA VIDA por nuestros hermanos (I Jn 3,16).
En otras palabras, no un amor emotivo sino oblativo. Amar oblativamente consiste en dar
la vida. ¿Qué significa dar la vida, en el contexto de los escritos de Juan? Hay que tener
Oremos:
Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas…
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres!
Padre Divino, ¡bondad infinita que se infunde sobre
todos los pueblos!...
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres!
Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad…
¡Qué Tú seas conocido, alabado y amado por todos
los hombres!... Amén
Amistad y fraternidad
Es fácil entender que la amistad nace de la afinidad (…me cae bien y no sé porque). La
amistad no es otra cosa que el cultivo de esa simpatía preexistente. El amor de la amistad
es natural, espontáneo. No se necesita cultivarlo: brota naturalmente. El amor de la amistad
es, por su propia naturaleza, particular o restrictivo. Nace y crece tan sólo entre aquellos
que están constituidos de los mismos gustos.
El amor de la fraternidad no es espontáneo, sino fruto de una convicción. El motivo del
amor, en este caso, no es un impulso vital sino los criterios de fe. El amor de la fraternidad
pasa por encima de las reacciones impulsivas (me gusta; no me gusta; me ofendió; no me
acepta...), y descubre en el otro, al hermano, porque su Padre es mi Padre, y mi Dios es su
Dios. El amor de la fraternidad es universal. El amor fraterno se caracteriza por su falta de
exclusividad. Cualesquiera y como quiera sean las peculiaridades personales que nos
diferencian, son las raíces las que nos unen y nos mantienen en la identidad.
En toda fraternidad hay bastante dosis de amistad, y en la amistad puede haber algunos
grados de fraternidad. Todo está combinado. Es bueno que las comunidades se pregunten
con frecuencia: ¿qué es lo que prima en nuestras relaciones: la amistad o la fraternidad?
Oremos:
Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres
fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo, tú eres rey omnipotente,
tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra. Tú eres trino y uno,
Señor Dios de dioses, tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien,
Señor Dios vivo y verdadero. Tú eres amor, caridad; tú eres
sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres belleza, tú
eres mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres
gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia, tú eres
templanza, tú eres toda nuestra riqueza a saciedad.
De las Alabanzas al Dios Altísimo,
de San Francisco de Asís
Cuestionario:
1. ¿Cuál es la diferencia entre amor emotivo y oblativo?
2. ¿Cómo debemos demostrar nuestro amor a Dios?
3. ¿Cómo debe ser el amor de fraternidad?
4. De forma personal: ¿te has dejado llevar por el amor de amistad dejando de lado el
amor de fraternidad?
5. ¿Cómo diferenciamos el amor a uno mismo del egoísmo?
Dinámica:
Que cada hermano exprese de forma verbal si así lo desea: ¿Cómo ha experimentado el
amor de Dios y que frutos lo ha llevado a realizar? Se recomienda entonar algún canto que
hable del amor de Dios, por ejemplo:
t Nadie te ama como yo
t El amor de Dios es maravilloso
t Dios es amor la Biblia lo dice
t Dios es amor, es amor, ¡Aleluya!
t Amar es entregarse
Como franciscanos seglares, herederos de la Escuela del Seráfico Patriarca San Francisco y,
sobre todo, en OBEDIENCIA A CRISTO, también hemos de profesar el “culto perfecto”.
Leamos con atención y hagámonos las siguientes preguntas: ¿Estoy cumpliendo este
mandato de Cristo para mi salvación y salud? ¿Atiendo a mi Padre, fuente de todo bien,
como a mi Abba -Papá? ¿O hago otras oraciones pensando que son mejores que lo que
Jesucristo me ha enseñado y dejo a mi Padre para cuando me acuerde y tenga tiempo para
Él?
En caridad, compartan este material, que no quede alguien de sus fraternidades sin
enterarse de estas buenas noticias.