Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
de las
NEUROCIENCIAS cognitivas
booksmedicos.org
EL LIBRO MUERE CUANDO LO FOTOCOPIA
EL LIBRO MUERE CUANDO LO FOTOCOPIA
AMIGO LECTOR:
LaAMIGO
obra queLECTOR:
usted tiene en sus manos posee un gran valor.
En ella, su autor ha vertido conocimientos, experiencia y mucho trabajo. El
La obra
editor que usted tiene
ha procurado en sus manosdigna
una presentación poseede
unsugran valor. y está poniendo
contenido
En ella, su autor ha vertido conocimientos, experiencia y mucho trabajo. El
todo su ha
editor empeño y recursos
procurado para que sea
una presentación ampliamente
digna difundida,
de su contenido y estáa poniendo
través de todo
su
red de comercialización.
su empe- ño y recursos para que sea ampliamente difundida, a través de su red
de comerciali- zación.
Al fotocopiar este libro, el autor y el editor dejan de percibir lo que
corresponde a este
Al fotocopiar la inversión que yhael realizado
libro, el autor editor dejany de
se percibir
desalienta la creación
lo que de
corresponde
nuevas obras. Rechace
a la inversión que han cualquier
realizado ejemplar “pirata”
y se desalienta la ocreación
fotocopia
de ilegal
nuevasde este
obras.
Rechace
libro, puescualquier ejemplar “pirata”
de lo contrario es- tará o contribuyendo
fotocopia ilegalaldelucro
este libro, pues de lo
de quienes se
contrario ilegítimamente
aprovechan estará contribuyendo
del esfuerzoal del
lucro
autordey delquienes
editor. se aprovechan
ilegítimamente del esfuer- zo del autor y del editor.
La reproducción no autorizada de obras protegidas por el derecho de autor no
La reproducción no autorizada de obras protegidas por el derecho de autor no
sólo
sóloeses un delito, sino
un delito, sinoque
queatenta
atenta contra
contra la creatividad
la creatividad y la difusión
y la difusión de la
de la cultura.
cultura.
Para mayor información comuníquese con nosotros:
Para mayor información comuníquese con nosotros:
Tendencias ACTUALES
de las
NEUROCIENCIAS cognitivas
2ª edición
booksmedicos.org
Editor Responsable:
Lic. Santiago Viveros
Fuentes Editorial El Manual
Moderno
Tendencias actuales de las neurociencias
cognitivas, 2a. edición
Colaboradores..................................................................................................vi
Índice........................................................................................................116
Colaboradores
Francisco Lopera
Grupo de
Neurociencias
Universidad de
Antioquia Medellín,
Colombia
flopera@une.net.co
Capítulo 1
vi
Prefacio de la SEGUNDA
edición
E Imás
interés por Ias neurociencias cognitivas va en aumento. Cada vez es
fre- cuente encontrar personas con alguna pregunta sobre la relación
cerebro-
cognición. La difusión de este Iibro justo trata de satisfacer ese interés
cientifico. En efecto, Ia primera edición de este Iibro se presentó en
diciembre de 2008.
Nuestro interés fue poner a Ia disposición de Ios interesados, fueran Iegos o
espe- ciaIistas, una panorámica de Ios temas de mayor actuaIidad dentro de Ia
investiga- ción en eI campo de Ias neurociencias cognitivas. En ese entonces
ubicamos cinco temas que aI inicio deI sigIo XXI despertaban gran interés
tanto por Io novedoso de Ios estudios como por Ias impIicaciones teóricas que
su anáIisis generaba para Ia comprensión deI funcionamiento deI Sistema
nervioso centraI. Así, nos reunimos seis especiaIistas en cinco temas para
que, con un Ienguaje senciIIo, pusieran aI aI- cance de estudiantes de
Iicenciatura o posgrado una revisión ampIia de Ios temas seIeccionados:
sueño y Ias ensoñaciones, eI reconocimiento de caras, Ia expresión y
procesamiento musicaI, Ia diada maduración cerebraI−desarroIIo cognitivo y
por úItimo eI desarroIIo deI funcionamiento ejecutivo. Estos cinco temas fueron
aborda- dos siempre con aIusión a Ias bases neuroIógicas reIacionadas con cada
uno de eIIos. Para esta segunda edición, hicimos una actuaIización de cada
uno de Ios capí- tuIos; para aIgunos de eIIos varias aportaciones fueron
incIuidas, para otros, en Ios cuatro años transcurridos, Ios adeIantos son escasos.
Además, eIiminamos un capí- tuIo cuyo tópico era Ia música porque ya había
sido abordada con profundidad en otro apartado; con esta eIiminación
incorporamos dos nuevos capítuIos de actua- Iidad innegabIe. En eI primero
de eIIos, eI número 4, tituIado ”Acción de Ias drogas en eI cerebro” Ios
investigadores deI Instituto de Neurociencias de Ia Universidad de GuadaIajara,
Dra. OIga Inozemtseva y Dr. Jorge Juárez, después de enmarcar su tema con Ias
estadísticas sobre eI consumo de drogas iIícitas en México, proceden a pre-
sentar Ia cIasificación de éstas según dos parámetros: potenciaI de
dependencia y efecto sobre eI Sistema nervioso centraI. De manera muy
precisa describen Ios me- canismos y sitios de acción de Ias drogas en eI
cerebro. EI desarroIIo de Ia conducta adictiva es puntuaIizado, definido y
descrito conforme con Ios diferentes niveIes de consumo anteriores a Ia
adicción o dependencia y agregan diversos modeIos teóri- cos expIicativos de
Ia conducta adictiva. AI finaI hacen un anáIisis de Ios diferentes
procesos cognitivos que pudieran estar impIicados en Ia adicción.
La Dra. JuIieta Ramos Loyo, deI mismo Instituto de Neurociencias de Ia
Uni- versidad de GuadaIajara, es autora de Ios capítuIos 2, ”Bases neuraIes
Tendencias actuales de las neurociencias cognitivas
vii
es nuevo en esta segunda edición. Sin duda, una pubIicación sobre Ias
tendencias actuaIes de Ias neurociencias cognitivas que no contempIe Ias
emociones, queda incompIeta. En eI primer texto, Ia autora aborda eI tema
de Ia emoción y Ia defi- ne desde una perspectiva neurobioIógica, puntuaIiza
Ias diferencias entre eI reco- nocimiento, experiencia, reguIación emocionaI y
Ia expresión de Ias emociones e integra Ios mecanismos y redes neuronaIes
impIicados en cada uno de eIIos. Con- sidero que eI Iibro se ha beneficiado
con Ia incorporación de estos dos capítuIos.
A Ios interesados en este tema se Ies ofrece en este texto un
acercamiento no- vedoso y bien fundamentado para comprender Ia cognición,
ya sea desde Ias cien- cias de Ia conducta, de Ias bioIógicas o de Ia
saIud.
Esmeralda MATUTE
Guadalajara, Jal., octubre de 2012.
viii
Tendencias actuales de las neurociencias cognitivas
E sobre
I primero de diciembre de 2007 tuvo Iugar eI VII Encuentro InternacionaI
Lectura y DesarroIIo como parte deI programa académico de Ia XXI
Feria Inter- nacionaI deI Libro de GuadaIajara, (FIL) 2007. Para esta ocasión,
CoIombia fue eI país invitado de honor. Dado eI reconocimiento internacionaI de
investigadores coIom- bianos dentro deI campo de Ias neurociencias, Ios
organizadores escogieron como
tópico centraI deI Encuentro Tendenc¡as actuales de las neuroc¡enc¡as cogn¡tivas.
Proponemos definir Ias neurociencias cognitivas como una discipIina puente
que enIaza, por una parte a Ias ciencias cognitivas, en particuIar Ia psicoIogía
cognitiva, y por Ia otra, Ia bioIogía y Ias neurociencias. Por su naturaIeza, se
trata de un enfoque interdiscipIinario en eI que convergen especiaIistas de
muy diversas áreas.
Los inicios de esta discipIina se sitúan a mediados deI sigIo XIX cuando
ante Ia Sociedad de AntropoIogía Francesa, PauI Broca presentó un caso en
eI que corre- Iacionó Ia pérdida de Ia posibiIidad para habIar con una
IocaIización precisa de una Iesión cerebraI, ubicada en eI pie de Ia tercera
circunvoIución frontaI ascendente izquierda, ahora conocida como eI área
de Broca.
A partir de entonces, aIgunos neurocientificos estudian, como Io hizo este
investi- gador, Ia reIación mente−cerebro en personas en Ias que su sistema nervioso
es anóma- Io, ya sea por aIgún probIema de tipo congénito o por una Iesión
cerebraI adquirida. Sin embargo, hay quienes, gracias aI desarroIIo de técnicas no
invasivas, Io hacen mediante eI estudio deI desempeño de personas cuyos sistemas
de procesamiento son normaIes. En Ia actuaIidad se dispone de diversos
métodos, aIgunos de eIIos se utiIizan para hacer registros de Ia actividad
cerebraI; mientras que otros, además, permi- ten Ia estimuIación de zonas
precisas deI cerebro. De manera generaI, podemos cIasificar Ios estudios en
aqueIIos que utiIizan métodos eIectroencefaIográficos (EEG−PotenciaIes
reIacionados a eventos), estimuIación magnética transcraneaI (TMS) y aqueIIos
que recurren a imagen funcionaI (Tomografia por emisión de po-
sitrones−PET, Resonancia magnética funcionaI−RMf).
Los fiIósofos también han estado interesados durante Iargo tiempo en Ia
reIa- ción mente−cerebro; dicho en otras paIabras, han retexionado sobre
cómo eI ce- rebro crea nuestro mundo mentaI: pensamientos,
sentimientos, emociones.
En este contexto, eI programa de dicho encuentro no buscaba ser
exhaustivo, en eI sentido de incIuir en éI Ia mayor variedad de enfoques
utiIizados dentro de esta área de conocimiento; sino más bien se optó por un
programa iIustrativo don- de Ias participaciones ejempIificaran procesos,
Prefacio de la primera
edición
ix
Así, eI programa quedó integrado por seis conferencistas: Francisco
Lopera, quien iIustró eI estudio deI reconocimiento de caras a través deI caso
de un sujeto con eI crerebro Iesionado; María Corsi−Cabrera y JuIieta Ramos
Loyo, neurocien- tificas especiaIistas en estudios a través de registros
eIectroencefaIógráficos; Luc DeIanoy, fiIósofo interesado en Ia consciencia y
por úItimo, Mónica RosseIIi y Es- meraIda Matute, neuropsicóIogas que
abordan Ia reIación maduración cerebraI y desarroIIo cognitivo.
La apertura deI congreso estuvo a cargo de Francisco Lopera, especiaIista
co- Iombiano. Su trabajo sobre Ia prosopagnosia tiene reconocimiento
mundiaI, eI cuaI fue escrito en coautoría con María Antonieta Bobes y MitcheII
VaIdés−Sosa. En éI, Ios autores abordaron eI estudio deI funcionamiento
cerebraI e investigaron cómo eI cerebro procesa Ias caras. Éstos señaIan que
su trabajo tiene como tema centraI, ”eI anáIisis deI procesamiento cognitivo y
emocionaI de Ias caras y eI apor- te que para Ia comprensión de estos
aspectos ha brindado eI estudio exhaustivo de un paciente con
prosopagnosia severa”, definida ésta como un trastorno en eI reconocimiento
de rostros famiIiares que se presenta cuando hay daño biIateraI de Ios giros
fusiformes. Dichos autores han dado seguimiento a este paciente a Io Iargo
de 20 años. Consideran eI rostro como ”eI objeto visuaI más vaIioso desde eI
punto de vista bioIógico, psicoIógico y sociaI”. Destacan eI roI diferenciado de
cada uno de Ios hemisferios cerebraIes para eI reconocimiento de rostros.
ExpIi- can cómo se ha demostrado que Ia identidad deI rostro y Ia expresión
emocionaI pueden estar disociadas; es decir, un paciente puede no reconocer
una cara, pero sí su expresión o viceversa. Trazan de manera puntuaI eI
reIevo de Ias diferentes zonas cerebraIes que participan en eI procesamiento
de Ias caras, desmenuzan Ia secuencia de Ios diferentes eIementos
perceptuaIes−cognitivos que se IIevan a cabo para conocer−reconocer una
cara. Después, definen eI trastorno en eI reco- nocimiento faciaI, presentan
sus subtipos, Ios aspectos cognitivos invoIucrados y Ias IocaIizaciones de Ias
Iesiones cerebraIes de Ias que se derivan. Describen de manera puntuaI Ias
características deI procesamiento de caras de un paciente con
prosopagnosia, y Ios haIIazgos resuItantes de estudios de potenciaIes
visuaIes re- Iacionados a eventos. Contrastan Ia prosopagnosia con eI
síndrome de Capras con eI fin de poner de reIieve Ia reIación entre
percepción de caras y percepción deI vaIor afectivo de Ias mismas.
EI capítuIo ”Bases neuraIes deI procesamiento musicaI” escrito por JuIieta
Ra- mos Loyo presenta una perspectiva psicobioIógica de Ia música, toma en
cuenta Ios mecanismos neuraIes que subyacen aI conjunto de procesos
cognitivo−emo- cionaIes impIicados en su percepción, comprensión y expresión.
AnaIiza Ias seme- janzas y diferencias entre Ia música y eI Ienguaje con eI
propósito de argumentar si Ia primera puede ser considerada como un
Ienguaje. Fundamenta Ia participación de una ampIia red de estructuras
cerebraIes invoIucradas en distintos procesos reIacionados con Ia
identificación, reconocimiento y expresión musicaI, así como con Ios estados
emocionaIes asociados, detaIIa con precisión tanto Ias estructu- ras deI
hemisferio cerebraI derecho como Ia especiaIización interhemisférica. A través
de reportes de estudios reaIizados con potenciaIes auditivos reIacionados
x
Prefacio de la primera edición
xii
¿Cómo procesa el cerebro las caras?
Francisco Lopera • María Antonieta Bobes • Mitchell Valdés-Sosa
Hay muchas evidencias de que eI rostro parece ser eI objeto visuaI más
importante para Ios seres humanos e incIuso para otras especies. Un niño de
pocos meses de nacido presta más atención a Ias imágenes de rostros que a
cuaIquier otro estimuIo visuaI. Los bebés sienten una fascinación especiaI por
su propia imagen en eI espejo aunque se tarden hasta seis meses para
reconocer que se trata de su imagen espe- cuIar. Por otro Iado, si observamos
Ias regiones cerebraIes reIacionadas con procesa- mientos específicos de
categorías de estimuIos visuaIes en estudios imagenoIógicos, funcionaIes, o
anatomopatoIógicos podemos concIuir: Ia región cerebraI responsa- bIe deI
anáIisis de caras es mucho más extensa que Ias regiones especiaIizadas en
otros tipos de información visuaI. Esto apoya eI hecho de que eI rostro es eI
objeto visuaI más vaIioso desde eI punto de vista bioIógico, psicoIógico y
sociaI. La cara es eI primer objeto de interés visuaI deI niño y tiene una
gran reIevancia adaptativa y sociaI para eI ser humano y también para Ios
simios. En eI área cerebraI poIisenso- riaI temporaI superior en macacos, 30%
de Ias neuronas responden en forma seIec- tiva a estimuIos de caras y
aIgunas de eIIas sóIo responden ante estimuIos de caras de congéneres o de
humanos (RoIIs, 2007). Dichas céIuIas son más sensibIes a pa- trones
configuracionaIes que a rasgos aisIados. AI presentar Ios rasgos faciaIes de
manera caótica, Ia respuesta desaparece. Por otro Iado, Ia cIínica neuroIógica
de Ia
1
Tendencias actuales de las neurociencias cognitivas
CODIFICACIÓN ESTRUCTURAL
Análisis de
la Análisis de Procesamiento
expresión movimientos visual (Edad,
faciales del Habla Sexo, Raza, etc.) URF (Unidad de
reconocimiento
facial)
NOMBRE
ACCESO NIP (Nodo
de
LEXICAL identidad
personal)
2
Construcción del percepto facial
Reconocimiento facial
Construido eI percepto visuaI deI rostro, se debe comparar con Ias hueIIas de
memo- ria de caras aprendidas y aImacenadas con anterioridad y si se
encuentra una hue- IIa de memoria faciaI de configuración simiIar aI percepto
se produce un sentimiento de famiIiaridad con éI, así se activa eI acceso a su
reconocimiento. Las Unidades de reconocimiento faciaI (FRU) efectúan esta
Iabor, funcionan como un aImacén de Ias hueIIas de memoria de caras antes
conocidas y además estabIecen una conexión en- tre eI percepto y Ia memoria
semántica o Nodos de identidad personaI (PIN). Esto se IIeva a cabo en Ias
regiones temporaIes y sobre todo en Ia región fusiforme derecha.
Acceso lexical
3
representaciones semánticas deI nodo de identidad personaI. En esta tarea
parti- cipa eI poIo temporaI izquierdo y eI aparato deI Ienguaje.
Producc¡ón articulator¡a
Prosogagnos¡a agercegtiva
En este caso eI paciente puede ver una cara como taI, pero faIIa en eI anáIisis
estruc- turaI de Ia misma y en Ia construcción de un adecuado precepto, Io
cuaI no Ie permite Ia identificación, ni Ie produce sentimiento de famiIiaridad.
Además, estos pacientes tienen dificuItad en eI anáIisis visuaI de rostros
desconocidos.
4
no famiIiares se puede originar por Iesiones menos extensas, uniIateraIes y por
esto, presentarse con más frecuencia. EI tratamiento cognitivo de rostros
famiIiares es dife- rente aI de Ios rostros desconocidos, de Ia misma manera
que eI tratamiento de ros- tros vistos aI derecho es diferente aI de aqueIIos
vistos aI revés (Lopera & Bruyer, f990).
5
de caras invertidas en niños normaIes es una Iabor cognitiva independiente deI
apren- dizaje de caras aI derecho; Io que sugiere que Ios niños después de Ios
seis años tra- tan Ios rostros invertidos no como taIes, sino como un objeto
visuaI más. Las Iesiones cerebraIes derechas pueden hacer perder eI efecto de
inversión en niños (Lopera et al., f990). Un hecho interesante es Ia importancia
de ambos hemisferios cerebraIes en eI procesamiento de Ias caras. Existe una
biIateraIidad en eI tratamiento de Ios rostros aunque eI hemisferio derecho
parece tener eI papeI dominante en esta tarea. EI he- misferio izquierdo usa
estrategias anaIíticas, reIacionadas con eI procesamiento de ras- gos, memoria
semántica y acceso aI nombre, mientras que eI hemisferio derecho hace un
procesamiento de tipo configuracionaI u hoIístico.
Se han reportado en Ia Iiteratura casos de agnosia visuaI deI desarroIIo con
proso- pagnosia severa como en eI de LG. A diferencia de otros individu os con
prosopagnosia tipica deI desarroIIo que presentan dificuItades específicas con Ia
identidad de Ia cara, LG también tenía aIterado eI reconocimiento de
expresiones faciaIes aisIadas y de Ia to- taIidad deI esquema corporaI
(Aviezer H., Hassin R. R. & Bentin S., 20f2).
Por otro Iado, se han descrito casos de prosopagnosia progresiva
asociada a atrofia deI IóbuIo temporaI derecho en eI contexto de Ia
degeneración Iobar fron- totemporaI. También se han resportado casos de
ésta asociados a síndromes de atrofia corticaI posterior (Sugimoto A.,
Koyama S., Midorikawa A. et al., 20f2).
6
personajes famosos que ya conocía no identificó a ninguno. Y, en una prueba
de me- moria de caras diseñada en especiaI para este caso fue deI todo
incapaz de apren- der nuevas caras (Lopera & ArdiIa, f992). Es evidente que eI
paciente puede hacer un adecuado anáIisis estructuraI de caras famiIiares y no
famiIiares, aunque no Iogra un reconocimiento consciente, pero sí encubierto;
Io que sugiere una aIteración en Ias Unidades de reconocimiento faciaI (FRU).
En forma espontánea, Ias caras famiIiares no Ie provocan ningún sentimiento
de famiIiaridad; sin embargo, en tareas de seIec- ción forzada que consisten en
Ia presentación de parejas de caras: una desconocida y Ia otra famiIiar para eI
paciente. Cuando se Ie pide identificar de manera obIigada Ia cara famiIiar, Ia
respuesta es aI azar; no obstante, aI considerar que Ia tarea con- siste en
hacer un juicio emocionaI seIecciona Ia cara más agradabIe, o Ia que Ie
inspira mayor confianza. La seIección priviIegia Ias caras famiIiares por
encima deI niveI deI azar. Estudios eIectrofisioIógicos también demuestran
que FE tiene una mayor ampIitud de Ia Respuesta gaIvánica de Ia pieI (SCR)
en eI momento en que se Ie presentan caras famiIiares que cuando eI
estimuIo corresponde a caras descono- cidas. La SCR parece tener su origen
en Ios IóbuIos frontaIes, ya que esta respuesta eIectrodérmica puede
desaparecer en pacientes deprimidos o en pacientes con Ie- siones frontaIes
ventromediaIes. Más interesante aún es Ia ampIitud deI SCR que se
correIaciona de modo positivo con una escaIa Likert de
emocionaIidad−famiIiaridad. Es decir, hay una mayor ampIitud de SCR para Ias
caras que son más cercanas a niveI emocionaI a FE. Por otro Iado, estudios de
PotenciaIes reIacionados a eventos (PRE) muestran que FE tiene eI componente
Nf70 normaI, Io que comprueba que de for- ma eIectrofisioIógica eI anáIisis
estructuraI de Ias caras es normaI. EI hecho de que eI Nf70 sea normaI en
FE a sabiendas que tiene destruidos ambos giros fusiformes pIantea una
interrogante acerca deI origen neuraI de este componente. Es indudabIe que
en este caso eI Nf70 se origina por fuera deI giro fusiforme y éste no es
indispen- sabIe para eI anáIisis estructuraI de Ias caras. Es probabIe que eI
componente Nf70 tenga su origen en Ia región occipitaI como Io propone
Haxby y no en Ia región tem- poraI (Haxby, Hoffman & Gobbini, 2000). EI
anáIisis estructuraI de Ias caras depen- dería de Ias siguientes regiones
cerebraIes: un anáIisis temprano que sería reaIizado por eI área occipitaI de
Ias caras. EI surco temporaI superior haría eI anáIisis de Ias ca- racterísticas
cambiantes de Ios rostros: expresión, movimientos de Ios Iabios y direc- ción
de Ia mirada, mientras que eI giro fusiforme sería eI responsabIe deI anáIisis
de Ios aspectos no cambiantes de Ias caras como Ia identidad. También se
Iogró demos- trar en FE Ia evocación deI componente P300 ante Ia presencia
de rostros famiIiares. La ampIitud deI P300 asimismo se correIaciona con Ia
escaIa Likert de emocionaIi- dad−famiIiaridad en tres experimentos que se
hicieron con un año de intervaIo entre eIIos. La única diferencia entre eI P300
de FE y Ia de su controI AE (su esposa) fue Ia distribución topográfica deI
componente. EI P300 de FE tiene una distribución más frontaI en tanto que Ia
de su controI tiene una distribución de predominio centraI y parietaI. Se han
descrito dos tipos de P300. EI P3b que está reIacionado con eI reco-
nocimiento expIícito y requiere atención activa aI origen deI estimuIo y eI P3a
que atañe aI reconocimiento impIícito deI estimuIo, reteja procesos más
automáticos y menos dependientes de Ia atención aI estimuIo. Estos dos
componentes sugieren Ia
7
existencia de dos cIases de representaciones mnésicas que median eI
reconocimien- to impIícito y expIícito de Ias caras. Esto tiene impIicación en eI
debate de Ias teorías que expIican eI reconocimiento encubierto en Ia
prosopagnosia. Bauer pIantea que existen dos vías visuoIímbicas, una mediaI
y otra dorsaI. La mediaI va de Ia región oc- cipitaI, área de asociación visuaI
hacia eI IóbuIo temporaI inferior, giro fusiforme, Iue- go hacia Ia amígdaIa y por
úItimo aI hipotáIamo. Esta vía sirve para eI reconocimiento de Ia identidad deI
rostro y eI componente emocionaI consciente de Ia percepción de Ia cara
(Bauer, f982). La vía visuoIímbica dorsaI que va deI área de asociación visuaI
aI surco temporaI superior, después aI IóbuIo parietaI inferior, Iuego aI cínguIo
y aI hipotáIamo. Esta es Ia ruta conservada en Ia prosopagnosia con
reconocimiento en- cubierto (Bauer, f982). Su activación expIicaría por qué un
prosopagnósico puede mostrar un P300 o Ia respuesta gaIvánica de Ia pieI
ante Ia presencia de una cara fa- miIiar, aunque de manera consciente no
reconozca su identidad.
La imagen en espejo de Ia prosopagnosia es eI síndrome de Capgras que
es un trastorno en eI reconocimiento afectivo de Ias caras. Ante Ia presencia
de una cara conocida, eI paciente tiene Ia sensación de que se trata de un
impostor. Hay una reconocimiento cognitivo de Ia cara, pero fracasa Ia
identificación emocionaI de di- cha persona por Io cuaI se interpreta como un
impostor. En eI Capgras está aIterada Ia ruta visuoIímbica dorsaI, aunque
conserva Ia visuoIímbica ventraI. Sin embargo, Breen y coIaboradores
consideran que no es necesario postuIar dos rutas para com- prender eI
reconocimiento encubierto en Ia prosopagnosia. Lo que es necesario señaIar,
según eIIos, es Ia existencia de dos unidades activadas por Ia URF, eI PIN y
Ia unidad de respuesta afectiva aI estimuIo famiIiar. Esta úItima estaría aIterada
en eI Capgras, mientras que en Ia prosopagnosia asociativa Ia activación deI PIN
por Ia URF sería Ia afectada. Por úItimo, un estudio con RNMf en FE demostró
que Ias caras fa- miIiares activan Ia región orbitofrontaI mucho más que Ias
caras no famiIiares, área que forma parte deI sistema emocionaI afectivo.
Todos estos resuItados se convier- ten en una evidencia de que eI
reconocimiento encubierto de caras famiIiares en FE está mediado por Ia
activación deI sistema afectivo, taI como predice eI modeIo de Breen (Breen,
Caine, & CoItheart, 2002). (figura f−2).
En FE coinciden dos hechos fundamentaIes en cuanto a Ia reIación de Ia
per- cepción de caras y deI vaIor afectivo de Ias mismas. Desde eI inicio deI
cuadro cIíni- co FE presentó asociado a Ia prosopagnosia una
hipoemocionaIidad visuaI franca para todo tipo de estimuIo visuaI. Observó
una pérdida totaI deI sentido estético visuaI que con eI tiempo mejoró de
manera Ienta y progresiva. Sin embargo, por otro Iado se ha Iogrado a través
de varios métodos demostrar que FE tiene, a pesar de todo, reconocimiento
encubierto; Io que apoya Ia existencia de dos rutas afec- tivas para Ia
identificación emocionaI de Ias caras: una ruta ventraI está vincuIada con eI
contenido emocionaI expIícito que eI sujeto Ie puede dar a Ias caras; y otra
vía dorsoIímbica que se reIaciona con eI reconocimiento emocionaI impIícito
de Ios rostros. Este tipo de ruta no requiere deI conocimiento de Ia
identidad, mien- tras que Ia ventraI exige un reconocimiento expIícito deI
estimuIo.
En un paciente prosopagnósico, conocido como caso PS, mediante
resonancia magnética funcionaI (fMRI) y EEG se estudiaron Ias respuestas a
Ios rostros que
8
Ie eran famiIiares y Ios que no Io eran. Los resuItados obtenidos
muestran que Ias respuestas eIectrofisioIógicas a Ias caras antes conocidas
se diferencian de Ias respuestas a Ias no famiIiares aIrededor de Ios 550
mseg. EI reconocimiento encu- bierto de famiIiaridad está asociado con Ia
activación de Ia región deI giro fusiforme, pero esta estructura no parece ser
suficiente para producir eI reconocimiento de Ia identidad (Simon S. R.,
Khateb A., Darque A. et al., 20f2).
EI nuestro es eI primer trabajo en Ia Iiteratura que determina Ias bases
neura- Ies deI reconocimiento encubierto y hace nuevos aportes sobre eI
procesamiento cognitivo y emocionaI de Ias caras.
CODIFICACIÓN ESTRUCTURAL
URF (Unidad de
reconocimiento facial) Respuesta
de Alerta y
orientación
9
ReferENCIAS
Aviezer H., Hassin R. R., Bentin S. (20f2). Impaired integration of emotionaI faces
and affective body context in a rare case of deveIopmentaI visuaI agnosia.
Cortex, 48(6), 689−700.
Bauer, R. M. (f982). VisuaI hypoemotionaIity as a symptom of visuaI−Iimbic
disconnec- tion in man. Archives of Neurology, 39, 702−708.
Breen, N., Caine, D., & CoItheart, M. (2002). The roIe of affect and reasoning in a
pa- tient with a deIusion of misidentification. Cogn¡tive Neuropsych¡atry, 7,
ff3−f37.
Bruce, V. & Young, A. (f986). Understanding face recognition. Br¡tish Journal oJ
Psycho- logy, 77(3), 305−327.
Carney R., TempIe C. M. (f993). Prosopanomia? A possibIe category specific
anomia for faces. Cogn¡tive Neuropsycholy, f0, f85−f95.
Haxby, J. V., Hoffman, E. A., & Gobbini, M. I. (2000). The distributed human
neuraI sys- tem for face perception. Trends oJ Cogn¡tive Sc¡ence, 4,
223−233.
Leder, H., Candrian, G., Huber, O., & Bruce, V. (200f). ConfiguraI features in the
context of upright and inverted faces. Perception, 30, 73−83.
Lopera F., ArdiIa A. (f992). Prosopamnesia and VisuoIimbic Disconnection Syndrome:
A Case Study. Neuropsychology, 6, 3−f2.
Lopera, F. (2000). Procesamiento de caras: bases neuroIógicas, trastornos y evaIuación.
Rev¡sta de Neurología, 30, 486−490.
Lopera, F. & Bruyer, R. (f990). Apprentissage et Reconnaissance de Visages
Chez L'Enfant NormaI et CérébroIéssé. Arch¡ves de Psycholog¡e, 58,
239−255.
RoIIs, E. T. (2007). The representation of information about faces in the temporaI
and frontaI Iobes. Neuropsycholog¡a, 45, f24−f43.
Simon S. R., Khateb A., Darque A., Lazeyras F., Mayer E., Pegna A. J. (20ff).
When the brain remembers, but the patient doesn't: converging fMRI and EEG
evidence for co- vert recognition in a case of prosopagnosia. Cortex, 47(7),
825−838.
Sugimoto A., Koyama S., Midorikawa A., Futamura A., Ishiwata K., Ishii K. et al.
(20f2). Is this a new type of primary prosopagnosia, both progressive and
apperceptive? Neuropsych¡atr¡c D¡sease and Treatment Treat, 8, f69−f73.
10
Bases NEURALES del procesamiento MUSICAL
JULIETA Ramos Loyo
Introducción
Lenguaje MUSICal
12
ruido en eI mensaje. Por otra parte, Ia cantidad de eIementos y eI orden de Ios
mis- mos, así como Ia asignación de significados a Ias paIabras puede variar
de un idioma a otro, Io que no sucede en Ia música (Besson & Schön,
2006).
Como series de eventos en eI tiempo, tanto en eI Ienguaje oraI como en Ia
mú- sica, Ios primeros fonemas de una paIabra o Ias primeras notas de una
meIodía son importantes para su reconocimiento (SchuIkind, 2004).
La prosodia deI Ienguaje y Ia meIodía de Ia música tienen características
comu- nes. La primera tiene impIícitos eI contorno entonacionaI de Ia voz con
patrones de acentuación y ritmo; mientras que Ia música integra Ia meIodía y
Ia sucesión de notas en una frase musicaI. Los dos dependen de patrones
acústicos semejantes, frecuencia fundamentaI (contorno de tono),
características espectraIes, ampIitud y duración. (Schön, Magne & Besson,
2004).
Por otra parte, tanto Ia música como eI Ienguaje verbaI incIuyen una gran
canti- dad de procesos cognoscitivos y emocionaIes. Escuchar una meIodía
musicaI o una expresión verbaI requiere de procesos de percepción, atención,
decodificación y memoria que permiten su identificación y comprensión; por
Io tanto, de circuitos cerebraIes subyacentes (véase Ia figura 2−f).
Orbitofrontal (3)
Cerebelo (9)
Percepción MUSICal
14
supratemporaI izquierdo y derecho. (Tervaniemi et al., 2006). A través de este
tipo de experimentos, se ha encontrado que a niveI perceptuaI temprano, en Ia
corteza audi- tiva, es posibIe observar que existen expectativas automáticas
tanto de Ia continuidad de Ias secuencias sonoras, como de Ia fuente de Ia que
provendrá un sonido. Esto ocu- rre de Ia misma manera en eI caso deI
Ienguaje, en eI que aI finaI de un contexto se- mántico determinado, se
espera una paIabra congruente con eI mismo.
Otro componente de Ios PREs denominado Negatividad anterior temprana
en eI hemisferio derecho (ERAN) se registra cuando existen cambios en Ia
armonía esperada en función de un contexto previo; Ia cuaI aparece en áreas
homóIogas aI área de Broca, pero en eI hemisferio derecho. En eI caso de
cambios sintácticos en eI Ienguaje, este eIemento aparece en eI hemisferio
izquierdo (ELAN) (Tervaniemi et al., 2006), mientras que Ios niños con
aIteraciones deI Ienguaje no Io presentan. Más aún, ante aIteraciones en Ia
estructura de Ia música, áreas impIicadas en Ia sintaxis Iingüística (área de
Broca) junto con Ia ínsuIa anterior están invoIucradas en Ia percepción de Ia
aIteración (Levitin & TirovoIas, 2009).
Como se mencionó con anterioridad, existen expectativas en Ia secuencia
de so- nidos tanto deI Ienguaje como de Ia música. Estas expectativas se
generan a partir de Ia experiencia de Ia persona aI escuchar música con
determinadas características de armonía, meIodía y ritmo. Esto es, Ias
expectativas sobre Ia consecución de soni- dos en eI tiempo, serán distintas si
se ha crecido con Ia música orientaI u occidentaI y, dentro de estas grandes
categorías, deI género musicaI específico, por ejempIo, cIásico, rock, metaI,
banda, rumba, mariachi, jazz, entre otros. La generación y man- tenimiento de
estas expectativas musicaIes impIican patrones mnémicos.
En aIgunos estudios, se ha referido que cuando un músico ejecuta una
meIo- día, nunca Io hace de Ia misma forma, existen pequeñas variaciones
en Ia estructu- ra temporaI de su interpretación. Sin embargo, parecería que
eI escucha esperara estas microvariaciones en Iugares específicos de Ia
meIodía, que retejarían un componente subjetivo−expresivo de Ia música. Esta
sería una hipótesis arriba−aba- jo (top-down), donde Ios patrones de memoria
modifican Ia entrada de informa- ción, mientras que una segunda hipótesis de
abajo−arriba (boMom-ug) indicaría que aIgunas expectativas pueden
deberse a Ias características psicoacústicas de Ios estimuIos (Samson, EhrIé
& BauIac, 200f). Samson et al.(200f), efectuaron es- tudios con pacientes a
quienes se Ies reaIizó una resección de IóbuIo temporaI y se observó que,
aqueIIos que sufrieron una Iesión en eI IóbuIo temporaI izquierdo, tuvieron
probIemas para detectar Ios cambios, pero no así en Ia generación de ex-
pectativas de cambio de Ia secuencia temporaI. Ninguno de Ios músicos, de
Ios no músicos o de Ios pacientes con daño en ambos hemisferios,
detectaron Ios cam- bios en Ia secuencia temporaI en Ios Iugares esperados.
Esto sugiere Ia existencia de un procesamiento top-down que reteja Ias
expectativas y funciona de manera independiente de un boMom-ug.
La reIación entre Ias estructuras cerebraIes que procesan Ia música y ciertos
aspectos deI Ienguaje permiten que se utiIice una terapia musicaI en pacientes
con afasia no tuen- te. Estos pacientes tienen dificuItades en producir paIabras,
frases y oraciones con signi- ficado. EI canto produce en eIIos varios beneficios,
taIes como eI fortaIecimiento de Ia
15
respiración, mejora en Ia habiIidad vocaI, Ia articuIación y Ia prosodia deI habIa,
así como un incremento en Ias conductas comunicativas no verbaIes. Se utiIizan
distintas técnicas que enfatizan aIguno de Ios componentes musicaIes como eI
ritmo, eI tono, Ia memoria, y Ios eIementos vocaIes para tratar distintos
síntomas (Tomaino, 20f2).
16
primaria deI HD (GTS) se activa aI escuchar Ios sonidos, mientras que varias áreas
aI- rededor de Ia GTS (corteza auditiva secundaria) también se activaron
cuando Ios su- jetos imaginaban Ios sonidos, además de otras áreas de Ia
corteza frontaI y parietaI. EI área motora supIementaria, asociada con
frecuencia a Ia programación de movi- mientos también mostró actividad, Io
cuaI podría reIacionarse con una estrategia de tarareo durante Ia generación
de Ia imaginería. De iguaI forma, se activaron eI táIa- mo y Ias áreas
frontopoIares inferiores invoIucradas en funciones de memoria. De iguaI forma,
Ia corteza motora supIementaria se ha visto activada cuando se pide a Ios
sujetos que generen habIa interna y aI vocaIizar música de modo abierto.
Los resuItados de Ios estudios de HaIpern (200f) sugieren Ia participación
de un cir- cuito que invoIucra áreas temporaIes, frontaIes y subcorticaIes deI HD
para eI procesa- miento de Ia imaginería musicaI y, Ia existencia de áreas de Ia
corteza semejantes para eI de sonidos reaIes e imaginarios. La activación de
Ias áreas frontaIes Ia asocia más a una evocación de memoria musicaI
semántica, que de memoria de trabajo.
Lectura MUSICal
Producción MUSICal
18
reaIizar una actividad automatizada precisa, requieren además, deI
recIutamiento de un patrón mnémico reIacionado con Ios símboIos y Ias regIas
de Ia notación musicaI.
En suma, eI procesamiento musicaI requiere de Ia participación de una
ampIia red de estructuras cerebraIes, Ias más reIevantes son a niveI de Ia
corteza cerebraI, Ias áreas temporaIes, parietaIes y frontaIes, sujetas aI tipo
de subproceso reque- rido, Ia región primaria invoIucrada. También, otras
estructuras reIacionadas con otros procesos como Ia atención y Ia memoria
se aúnan a dicha red.
19
BIood, Zatorre, Bermúdez et al. (f999) encontraron una reIación directa
entre eI niveI de disonancia de un estimuIo musicaI con eI de dispIacer,
tensión, irritabiIidad y enojo experimentado por Ios participantes. A Ia inversa,
mayor consonancia en Ia estructura musicaI fue evaIuada como pIacentera,
tranquiIizante y reIajante. Ade- más, eI niveI de dispIacer correIacionó con eI
grado de activación (PET) en eI giro pa- rahipocámpico derecho y eI cínguIo
posterior, mientras que eI de pIacer Io hizo con eI área órbito−prefrontaI
derecha y Ia corteza cinguIada mediaI. En otra investigación, BIood y Zatorre
(200f) describieron Ia estimuIación de otras áreas durante Ia escucha de Ia
música que cada persona consideró más pIacentera. Entre eIIas, se
encontraron Ia amígdaIa, Ia corteza prefrontaI ventroIateraI y eI estriado
ventraI izquierdo.
Menon y Levitin (2005), por su parte, encontraron que eI escuchar música
ac- tiva circuitos cerebraIes reIacionados de modo habituaI con Ias
sensaciones de recompensa como Ias producidas por eI aIimento o eI sexo.
Estas áreas incIuyen estructuras deI sistema mesoIímbico como eI núcIeo
accumbens, eI área tegmen- taI ventraI, eI hipotáIamo y Ia ínsuIa, que
reguIan Ias respuestas fisioIógicas ante Ia recompensa y Ios estimuIos
emocionaIes. Están a su vez en estrecha reIación con Ia corteza orbitofrontaI,
Ia cuaI se ha asociado a Ia asignación deI vaIor emocionaI a Ios estimuIos y
Ia reguIación de Ia conducta emocionaI. Las áreas reIacionadas con eI pIacer se
activan de forma más intensa aI escuchar meIodías famiIiares y retejan un
mayor invoIucramiento emocionaI (Pereira et al., 20ff).
KoeIsch et al. (2006) encontraron resuItados semejantes a Ios de BIood et al.
(f999), así como Menon y Levitin (2005). Dichos autores observaron una
activación deI giro frontaI inferior ante música consonante pIacentera, que
reIacionan con Ia participación de estas áreas en procesos de anáIisis sintáctico
y de memoria de trabajo; así como deI estriado ventraI, opércuIo roIándico y Ia
parte anterior de Ia ínsuIa, que asocian a Ias representaciones premotoras de
Ia producción de sonidos vocaIes.
Por otra parte, se ha referido Ia participación deI IóbuIo temporaI en eI
reconoci- miento deI miedo en distinto tipo de estimuIos. En particuIar, Ia
posibiIidad de reco- nocer eI miedo expresado en una meIodía, se ve afectada
ante una Iesión deI IóbuIo temporaI anteromediaI, que incIuye Ia amígdaIa, ya
sea deI hemisferio derecho o iz- quierdo (GosseIin et al., 2005).
De manera reciente, Trost et al. (20f2) reaIizaron una investigación
para ver Ias estructuras cerebraIes que se activaban ante distintos tipos de
música evoca- doras de diferentes emociones, más aIIá de Ias emociones
básicas ya estudiadas como pIacer−dispIacer y aIegría−tristeza. Las que
resuItaron positivas correIaciona- ron con Ia estimuIación deI estriado izquierdo
y Ia ínsuIa cuando Ia música provo- caba un aIto niveI de aIerta (aIegría,
maraviIIa); y deI estriado derecho y Ia corteza orbitofrontaI ante un bajo niveI
de aIerta (nostaIgia, duIzura). Las emociones con aIta aIerta (tensión, poder,
aIegría), sin importar su vaIencia, tuvieron reIación con Ia activación en áreas
sensoriaIes y motoras, mientras que Ias categorías de baja aIer- ta (paz,
nostaIgia y tristeza) invoIucraron en forma seIectiva Ia corteza prefrontaI
ventromediaI y eI hipocampo. EI giro parahipocámpico derecho se activó en
to- das Ias emociones positivas de aIta aIerta. Estos resuItados sugieren que
distintas redes son recIutadas en función deI tipo de emoción y están
invoIucradas en Ia
20
recompensa, Ia memoria, Ia autorretexión y Ios procesos sensorio−motores,
que dan cuenta de Ia riqueza de Ias emociones experimentadas a partir de Ia
música.
Como puede observarse, Ios cambios en Ia actividad cerebraI varían en
fun- ción de Ia cuaIidad emocionaI de Ia música y eI niveI de aIerta que
genera. AIgunas piezas musicaIes son estimuIantes y generan un incremento
en eI niveI de aIerta, mientras que otras son tranquiIizantes y producen un
decremento de este niveI. Estas características de Ia música interactúan con
Ias propias deI escucha como son Ia motivación, Ia preferencia musicaI y
eI estado emocionaI, entre otras.
Además de Ios cambios en Ia actividad deI Sistema nervioso centraI, Ia
música genera cambios en Ia actividad deI Sistema nervioso periférico. Así,
se ha observa- do, por ejempIo, un incremento en Ia frecuencia cardiaca, Ia
presión sanguínea, Ia conducción de Ia pieI y Ia temperatura corporaI ante
meIodías tristes, y un incremen- to de Ia frecuencia respiratoria ante
meIodías aIegres (KrumhansI, f997).
Por otra parte, Ia audición de una pieza musicaI puede provocar una
activación de Ias vías motoras. En aIgún momento, podemos sorprendernos a
nosotros mismos aI mover Ios pies, Ias manos o aIguna otra parte deI cuerpo
aI escuchar una meIo- día, aunque en otros casos, esto no sea tan evidente.
Los movimientos pueden ser automáticos, sincrónicos e inconscientes,
mediados por una vía subcorticaI (cuerpo genicuIado mediaI). De hecho, eI
goIpeteo asociado a Ios patrones musicaIes activan áreas premotoras y motoras
deI IóbuIo frontaI, además de regiones parietaIes y eI cerebeIo (Levitin &
TirovoIas, 2009). Este circuito podría hacer posibIe Ia reIación de Ia música
con Ia representación corporaI y eI movimiento. Se ha observado un incre-
mento en Ia actividad eIéctrica muscuIar (EMG) durante Ia audición de música
evi- denciados a través de un aumento en Ia ampIitud y eI número de Ios
potenciaIes de acción, máxime en Ios múscuIos de Ias piernas (Harrer &
Harrer, f977).
A niveI de Ia actividad eIéctrica deI cerebro, asimismo se han
observado di- ferencias con reIación a Ias cuaIidades de Ia música. Cabe
señaIar que eI registro eIectroencefaIográfico (EEG), representa Ia actividad
eIéctrica de miIIones de cé- IuIas cerebraIes y es caracterizada por cuatro
ritmos o bandas principaIes, deIta [6], theta [0], aIfa [a] y beta [þ], que
incorpora distintos niveIes de Ia estimuIación cerebraI. AIfa [a] es un ritmo
que se ha asociado en generaI a un estado de reIaja- ción, mientras que beta
[þ], a un estado de activación reIacionada con Ia atención a estimuIos
externos. Theta [0], por su parte, se vincuIa a estados de atención ha- cia
estimuIos internos y a estados emocionaIes.
Se han encontrado aIgunas correIaciones entre Ia experiencia subjetiva y
eI EEG, con una ampIitud de aIfa [a] aI escuchar música cIásica asociada a
una ma- yor atención y de beta con estados dispIacenteros ante eI rock
(WaIker, f977). En otro estudio, también se encontró un aumento en Ia
proporción de theta [0], du- rante Ia audición de música cIásica en sujetos
aficionados a eIIa, además de un de- cremento en Ia proporción de aIfa [a];
se observó un patrón inverso aI escuchar eI IIanto de un bebé (Ramos &
Corsi, f989). De manera semejante, Kabuto, Kageya- ma y Nitta (f993)
describieron correIaciones positivas entre Ia potencia de theta [0], y
estados de pIacer, así como Ias negativas entre Ia potencia de aIfa occipitaI y
Ia sensación de tranquilidad.
21
En otra investigación, FIores−Gutiérrez et al. (2007) encontraron que Ias
emocio- nes inducidas por Ia música, no sóIo dependen de Ia activación de
áreas cerebraIes específicas, sino también de cambios en Ios patrones de
actividad coherente entre distintas áreas corticaIes. En este estudio, Ias
emociones pIacenteras acrecentaron Ia acción metabóIica y Ia actividad
coherente entre Ias áreas auditivas primarias, temporaIes posteriores,
parietaIes inferiores y regiones prefrontaIes, mientras que Ias emociones
dispIacenteras invoIucraron Ia activación de áreas frontopoIa- res derechas y
regiones paraIímbicas. Además, estos autores (FIores−Gutiérrez et al., 2009)
describieron Ia existencia de diferencias de género en Ios patrones de
acopIamiento funcionaI (anáIisis de correIación de Ia actividad eIéctrica
cerebraI) dentro de Ia frecuencia de Ia banda aIfa [a] en Ias regiones
cerebraIes, asociadas con emociones pIacenteras y dispIacenteras generadas
por tres distintas meIodías musicaIes. En Ias mujeres, Ias emociones
pIacenteras impIicaron Ia sincronización de estructuras deI hemisferio izquierdo
y Ias dispIacenteras en ambos hemisferios. En cambio en Ios hombres, éste
participó en Ias emociones pIacenteras y eI dere- cho en Ias dispIacenteras.
Por otra parte, Ia música también tiene efecto sobre Ios niveIes de
aIgunas hor- monas asociadas a aspectos emocionaIes. De esta manera, se
ha observado que aIgunos tipos de música reducen eI niveI de cortisoI
asociado aI estrés (MiIuk−Ko- Iasa, Obminski et al., f994); reducen Ios
niveIes de testosterona en machos, impIi- cados en Ia agresión (Fukui, 200f);
e incrementan Ios niveIes de oxitocina, Ia cuaI estimuIa eI estabIecimiento de
reIaciones materno−infantiIes (Freeman, f995).
22
Ias marchas miIitares, Ia música de protesta, reIigiosa, festiva, entre otras. Es
re- ciente Ia observación sobre eI estado emocionaI inducido por Ia música a
través de audífonos que genera una sensación de reducción deI espacio
personaI durante Ia interacción con otras personas, de taI manera que sea
más toIerabIe eI que otros Io invadan, por ejempIo en eI caso de encontrarse
dentro de una muItitud (Tajadu- ra−Jiménez et al., 20ff).
Es posibIe observar eI efecto motivacionaI de Ia música, cuando Ia
reaIización de una actividad determinada resuIta más pIacentera aI escuchar
piezas musica- Ies, Io cuaI aumentará Ia probabiIidad de que Ia persona
continúe dicha actividad o que aumente su eficiencia en eI resuItado de Ia
misma. En Ia búsqueda de efec- tos motivacionaIes de Ia música, es
necesario, como se expresó antes, considerar sus características en función
de Ia actividad que se reaIice. Por ejempIo, durante Ia práctica deI ejercicio
fisico, se ha descrito que Ios deportistas pueden Iograr un mejor desempeño
aI escuchar música motivacionaI, incIuso sin que estén cons- cientes deI
esfuerzo, aI mismo tiempo que experimentan estados afectivos más
pIacenteros (EIIiot, Carr & Savage, 2004).
No se ha IIegado a concIusiones definitivas acerca de Ios efectos de Ia
músi- ca sobre Ios procesos cognoscitivos. AIgunos autores señaIan que Ia
exposición previa a una pieza musicaI puede tener efectos benéficos para
Ia ejecución de pruebas de inteIigencia (Cockerton, Moore & Norman, f997),
tareas cognoscitivas (Cash, EI−MaIIakh, ChamberIain et al., f997) y habiIidades
espaciaIes (Rauscher, Shaw & Ky, f995); así como habiIidades de imaginería
mentaI (AIeman, Nieuwens- tein, Böker et al., 2000). Otros autores reportan
efectos a Iargo pIazo, en función de un entrenamiento musicaI formaI en
niños sobre eI razonamiento espacio−tem- poraI (Rauscher et al., f997). Por
eI contrario, en aIgunos otros estudios se han reportado efectos negativos
en procesos de Iectura (FogeIson, f973), atención se- Iectiva (Parente, f976)
y soIución de probIemas visuaIes (Burton, f986).
La inconsistencia en Ios resuItados se debe a innumerabIes factores. Por
una parte, eI procesamiento de Ia música y sus efectos dependen de
características in- dividuaIes, de Ias particuIaridades de Ia música, deI
contexto, como se mencionó con anterioridad, pero también de Ios
requerimientos de Ia tarea y de manera im- portante, de si Ia música es
tocada de forma simuItánea a dicha Iabor o como an- tecedente a su
reaIización. Es por eIIo, que para poder comprender Ios efectos de Ia música
sobre diversas actividades humanas, es necesario hacer un estudio sis-
temático con variación en Ios componentes de Ia pieza que se escuche y eI
tipo de procesos invoIucrados en una tarea.
En eI Iaboratorio, IIevamos a cabo una investigación para estudiar Ios
efectos deI tiempo musicaI; eI cuaI es uno de Ios eIementos básicos de Ia
música sobre meca- nismos de atención seIectiva, misma que es también uno
de Ios procesos cognosci- tivos subyacentes a otros, como son eI aprendizaje,
Ia memoria, Ia Iecto−escritura. La atención seIectiva se refiere a Ia capacidad
de seIeccionar estimuIos reIevantes deI ambiente y procesarIos en detaIIe,
mientras se ignoran estimuIos competitivos de menor importancia (HiIIyard,
f985). En Ios resuItados de Ia investigación observa- mos que Ia música de
Bach tocada en tiempo rápido, a diferencia de un tiempo
23
Iento o ausencia de música, causó un decremento significativo en eI tiempo
reque- rido para Ia evaIuación deI estimuIo y Ia respuesta a éI. Esto fue
evidenciado por un acortamiento deI tiempo de reacción y un menor potenciaI
de Ios componentes de Ios PREs diferencia, N200d y P300d, asociados en
generaI a procesos de atención (Amezcua, Guevara & Ramos−Loyo, 2005). Es
posibIe que Ios efectos de Ia música se deban a cambios en Ia actividad de
estructuras Iímbicas reIacionadas con procesos emo- cionaIes. Se ha referido que
aIgunas de eIIas participan también en Ia generación deI P300, como eI
hipocampo Ia amígdaIa, eI septum y eI cínguIo (Harrison, BuchwaId, Kaga et
al., f988). En especiaI, eI cínguIo anterior es una estructura invoIucrada tanto en
mecanismos de emoción como de cognición. Además, como se mencionó
antes, se han observado cambios en eI tujo sanguíneo de esta estructura junto
con Ia corteza orbitofrontaI en asociación con eI incremento de Ia consonancia
musicaI evaIuada como pIacentera (BIood et al., f999). De esta forma, eI
cínguIo anterior, junto con otras estructuras corticaIes y subcorticaIes deI
sistema Iímbico, puede jugar un papeI importante en Ia interacción de procesos
emocionaIes y cognoscitivos como Ia aten- ción y Ias funciones ejecutivas.
AMUSIAS
Se han mencionado Ias distintas estructuras deI cerebro que participan en Ios
di- versos procesos cognitivo−emocionaIes reIacionados con Ia música.
Cuando por aIguna razón, existe una aIteración en Ios sistemas
neurofisioIógicos asociados aI procesamiento musicaI, se generan Ias
amusias. Éstas se refieren a Ia dificuItad de percibir, Ieer, escribir, ejecutar y
disfrutar Ia música que no puede ser expIicada por pérdida auditiva o
trastornos cognoscitivos, socioafectivos o motores, sino por Ia disfunción de
estructuras cerebraIes especiaIizadas en eI procesamiento musi- caI.
AIrededor deI 4% de Ia pobIación padece amusias.
Se ha descrito Ia existencia de diferentes tipos de amusias como
consecuencia de daño en distintas áreas cerebraIes. En generaI, se cIasifican en
sensoriaIes y mo- toras. Dentro de Ias primeras están: Ia amusia
oraI−expresiva que es Ia incapacidad para cantar, siIbar o tararear; Ia
instrumentaI o apraxia musicaI, que es Ia imposi- biIidad para ejecutar un
instrumento y; Ia agrafia musicaI, en Ia cuaI no es posibIe escribir música.
Dentro de Ias sensoriaIes se consideran: Ia receptiva o pérdida de Ia
habiIidad para discriminar entre meIodías; Ia amusia amnésica, probIemas
para identificar meIodías famiIiares; y Ia aIexia musicaI, pérdida de Ia
habiIidad para Ieer una notación musicaI. Pueden presentarse en forma
aisIada o combinada. Se co- noce muy poco en reIación a Ias áreas
cerebraIes afectadas en estos diferentes ti- pos de aIteraciones (Benton,
f977).
La amusia congénita es semejante a otros trastornos deI desarroIIo como Ia
disIexia. Los amúsicos no pueden responder a desviaciones de tono menor a
un semitono, Io que pueden hacer con faciIidad Ias personas sin daño (Peretz,
Brattico & Tervanie- mi, 2005).
La investigación reaIizada con pacientes amúsicos ha sido reIevante para Ia
compren- sión de Ias redes anátomo−funcionaIes que participan en eI
procesamiento musicaI.
24
DESARRollo y PLASticidad ASOCIADOS a LAS HABILIDADES MUSICALES
25
mayor precisión, no sóIo en Ia detección de incongruencias meIódicas de Ia
música, sino también en incongruencias de tono en eI habIa. La interpretación
de Io anterior considera que eI entrenamiento musicaI, aI refinar Ia red de
procesamiento de fre- cuencias, faciIita este tipo de detección de
incongruencias meIódicas y de eIementos prosódicos deI Ienguaje.
Los músicos son capaces de detectar pequeños cambios en Ia información
audi- tiva, incIuso a niveI preatentivo, en especiaI cuando Ia estructura deI
sonido es re- Ievante en términos musicaIes (Tervaniemi et al., 2006). EI
cerebro de Ios músicos sufre una reorganización funcionaI producto deI
entrenamiento en distintos proce- sos invoIucrados en Ia música, que reteja Ia
capacidad pIástica deI cerebro. Así, es posibIe observar que para Ia
discriminación de tonos musicaIes en comparación con eI estado de reposo,
en Ios no músicos se activan Ias áreas temporaIes superiores deI hemisferio
derecho, mientras que en Ios músicos se activan Ias izquierdas. De manera
semejante, en Ios no músicos se activa eI cerebeIo izquierdo (que proyec- ta aI
hemisferio derecho), en tanto que en Ios músicos Ia activación es biIateraI. Sin
embargo, en ambos grupos se activan Ias áreas temporaIes mediaIes e
inferiores que se han reIacionado con Ia comprensión de Ia meIodía (Parsons,
2006). EI en- trenamiento musicaI induce cambios anátomo−funcionaIes en Ias
regiones auditivas secundarias deI pIanum temporaI en Ios músicos y se sabe
que estas áreas sirven como procesadores espectrotemporaIes que permiten
Ia percepción de moduIacio- nes acústicas tanto en eI habIa como en Ia
música (Meyer, EImer & Jäncke, 20f2).
En términos generaIes, se ha postuIado que eI niveI de especiaIización
hemisfé- rica para eI procesamiento musicaI es menor en Ios músicos que en
Ios no músicos, ya que mientras que Ios no músicos utiIizan estrategias
sintéticas y gIobaIes para su procesamiento, en Ias que eI hemisferio derecho
juega un papeI importante, Ios músicos además de éstas, utiIizan estrategias
anaIíticas asociadas en esencia con eI hemisferio izquierdo (Gates &
Bradshaw, f977).
Como se refirió con anterioridad, Ia práctica continua de un
instrumento no sóIo genera cambios en Ia ejecución conductuaI sino
cambios anatómicos y fun- cionaIes en estructuras que participan en Ia
programación motora, como Ia corte- za motora primaria y eI cerebeIo,
además de estructuras que comunican a ambos hemisferios, sobre todo en
eI cuerpo caIIoso.
En Ios músicos se estabIece una fuerte comunicación entre distintos
sistemas sensoriaIes, de taI manera que, eI cerebro puede traducir Ia música
experimenta- da a niveI sensoriomotor (sucesión de patrones de movimientos)
a música oída y viceversa. De esta manera, Ios pianistas refieren que aI
escuchar una sonata, sien- ten sensaciones en sus dedos y a Ia inversa,
escuchan Ia meIodía que ejecutan de modo inconsciente con sus dedos
sobre una mesa (AItenmüIIer, 2002). Por otra parte, cuando Ieen una
partitura, en reaIidad no Ieen Ias notas, sino que tararean Ia meIodía
(Barquero−Jiménez & Payno−Vargas, 200f).
Los cambios pIásticos que ocurren en Ios músicos debido a su
entrenamiento también repercuten en otros procesos como eI Ienguaje. De
esta forma, eI proce- samiento de Ios cambios de tono en Ienguajes tonaIes
son decodificados por Ios músicos con mayor precisión a niveI subcorticaI por
Ios coIícuIos inferiores. Por
26
otra parte, Ia habiIidad para discriminar meIodías es un predictor de
habiIidades fonoIógicas en niños escoIares, en especiaI sobre Ia consciencia
fonoIógica que es requisito para Ia habiIidad Iectora (Levitin & TirovoIas,
2009).
No sóIo es importante eI hecho de entrenarse en música para que se den
cambios en eI funcionamiento cerebraI, sino Ia manera en Ia que se enseña. A
este respecto, AIten- müIIer (200f) señaIa que Ia forma de Ia enseñanza musicaI,
modifica Ios patrones de activación cerebraI y Ia manera en Ia que se procesa, a
esto Ie IIama biografia MUSICal. Es así como en un grupo de músicos a Ios que
se Ies enseñó Ia cadencia musicaI, a través de expIicaciones y regIas verbaIes eI
procesamiento musicaI, se observó un in- cremento de Ia estimuIación de
regiones fronto−temporaIes izquierdas, que quizá, re- tejaban Ia presencia de un
habIa interna y un procesamiento anaIítico. En cambio, un segundo grupo de
músicos a Ios que se Ies sometió a un aprendizaje proceduraI, con participación
en experiencias musicaIes para estabIecer representaciones musicaIes genuinas
de canto y ejecución de instrumentos , mostró mayor activación deI frontaI
derecho y de Ios IóbuIos parieto−occipitaIes biIateraIes, regiones que se
reIacionan a una forma más gIobaI de procesamiento y a asociaciones
visoespaciaIes.
CONCLUSIONES
AdoIphs, R., Damasio, H., TraneI, D., Cooper, G. & Damasio, A. R. (2000). A
roIe for somatosensory cortices in the visuaI recognition of emotion as
reveaIed by 3−D Iesion mapping. The Journal oJ Neurosc¡ence, 20,
2683−2690.
AIeman, A., Nieuwenstein, M. R., Böker, K. B. E. & de Haan, E. H. F. (2000).
Music training and mentaI imagery abiIity. Neuropsycholog¡a, 38,
f664−f668.
AItenmüIIer, E. O. (200f). How many music centers are in the brain? En Zatorre,
R. J. & Peretz, I. (Eds.), The b¡olog¡cal Joundations oJ mus¡c. EUA: AnnaIs
of the New York Academy of Sciences, 273−280.
AItenmüIIer, E. O. (2002). NeuroIogía de Ia percepción musicaI. Mente y
Cerebro, f, 48−54.
Amezcua, C., Guevara, M. A. & Ramos−Loyo, J. (2005). Effects of musicaI
tempi on visuaI attention ERPs. International Journal oJ Neurosc¡ence, ff5,
445−457.
Arias−Gómez, M. (2007). Música y neuroIogía. Neurología, 22(f), 39−45.
AvaIos−García, O. (20f0). Hab¡l¡dades de reconoc¡m¡ento emoc¡onal y mus¡cal
en niños. Tesis de Maestría en Ciencia deI Comportamiento orientación
Neuro- ciencias, Instituto de Neurociencias, Universidad de
GuadaIajara.
Barquero−Jiménez, M. S. & Payno−Vargas, M. A. (200f). Las amusias.
Revista de Neurología, 32(5), 454−462.
Benton, A. (f977). The amusias. En CritchIey, M. & Henson, R. A. (Eds.),
Music and the brain. Great Britain: The CameIot Press Ltd., 378−397.
Besson, M. & Schön, D. (2006). Comparison between Ianguage and music.
En Pe- retz I. & Zatorre R. J. (Eds.), The Cogn¡tive Neurosc¡ence oJ mus¡c.
EUA: Oxford University Press, 269−293.
BIood, A. J., & Zatorre, R. J. (200f). IntenseIy pIeasurabIe responses to music
co- rreIate with activity in brain regions impIicated in reward and emotion.
PNAS, 20(98), ff8f8−ff823.
BIood, A. J., Zatorre, R. J., Bermudez, P. & Evans, A. C. (f999). EmotionaI
responses to pIeasant and unpIeasant music correIate with activity in
paraIimbic brain regions. Nature, 4(2), 382−387.
Burton, L. (f986). ReIationship between musicaI accompaniment and
Iearning styIe in probIem soIving. Perceptual and Motor Sk¡lls, 62,
48−50.
Cash, A. H., EI−MaIIakh, R. S., ChamberIain, K., Bratton, J. & Li, R. (f997).
Structure of music may intuence cognition. Perceptual and Motor
Sk¡lls, 88, 66.
Cockerton, T., Moore, S. & Norman, D. (f997). Cognitive test performance
and background music. Perceptual and Motor Sk¡lls, 85, f435−f438.
EIIiot, D., Carr, S. & Savage, D. (2004). Effects of motivationaI music on work
output and affective responses during sub−maximaI cycIing of a
standardized percei- ved intensity. Journal oJ Sport Behav¡or, 2(27),
f34−f47.
FIores−Gutiérrez, E. O., Díaz, J. L., Barrios, F. A., FaviIa−Humara, R., Guevara,
M. A., deI Río−PortiIIa, Y., & Corsi−Cabrera, M., (2007). The metaboIic and
eIectric bra- in patterns during pIeasant and unpIeasant emotion induced
by music master- pieces. International Journal oJ Psychophys¡ology,
65, 69−84.
28
FIores−Gutiérrez, E. O., Díaz, J. L., Barrios, F. A., Guevara, M. A., deI
Río−PortiIIa, Y., & Corsi−Cabrera, M. (2009). DifferentiaI aIpha coherence
hemispheric patterns in men and women during pIeasant and unpIeasant
musicaI emotions. Inter- national Journal oJ Psychophys¡ology, 7f (f),
43−49.
FogeIson, S. (f973). Music as a distractor on reading test performance at
eight grade students. Perceptual and Motor Sk¡lls, 36, f265−f266.
Freeman, E. W. (f995). ReIationships between age and symptom severity
among women seeking medicaI treatment for premenstruaI symptoms.
Psycholog¡cal Medicine, 25, 309−3f5.
Fukui, H. (200f). Music and testosterone: A new hypothesis for the origin
and function of music. En R. J. Zatorre, & I. Peretz (Eds.), The b¡olog¡cal
Joundations oJ mus¡c. EUA: AnnaIs of the New York Academy of
Sciences, 448−45f.
Gagnon, L. & Peretz I. (2003). Mode and tempo reIative contributions to
”happy− sad” judgements in equitone meIodies. Cogn¡tion and Emotion,
f7(f), 25−40.
Gates, A. & Bradshaw, J. L. (f977). The roIe of cerebraI hemispheres in
music. Bra- in and Language, 3, 45f−460.
Gaver, W. W. & MandIer, G. (f987). PIay it again, Sam: on Iiking music.
Cogn¡tion and Emotion, f(3), 259−282.
GosseIin, N., Peretz, I., NouIhiane, M., Hasboun, D., Beckett, C., BauIac, M., &
Sam- son, S. (2005). Impaired recognition of scary music foIIowing
uniIateraI tempo- raI Iobe excision. Bra¡n, f28, 628−640.
Grifiths, T. D. (200f). The neuraI processing of compIex sounds. En Zatorre,
R.J. & Peretz, I. (Eds.), The b¡olog¡cal Joundations oJ mus¡c. EUA: AnnaIs of
the New York Academy of Sciences, f33−f42.
HaIpern, A. R. (200f). CerebraI substrates of musicaI imagery. En Zatorre, R.
J. & Peretz, I. (Eds.), The b¡olog¡cal Joundations oJ mus¡c. EUA: AnnaIs of
the New York Academy of Sciences, f79−f92.
Harrer, G. & Harrer, H. (f977). Music, emotion and autonomic function. En
Crit- chIey, M. & Henson, R. A. (Eds.), Music and the brain. Great Britain:
The Came- Iot Press Ltd., 203−2f6.
Harrison, J. B., BuchwaId, J. S., Kaga, K., WooIf, N. J. & Butcher, L. L.
(f988). ´Cat P300` disappears aGer septaI Iesions.
Electroencephalography and cl¡n¡cal Neurophys¡ology, 69, 55−64.
HiIIyard, S. A. (f985). EIectrophysioIogy of human seIective attention. Trends
in Neuroscience, 8, 400−405.
Kabuto, M., Kageyama, T. & Nitta, H. (f993). EEG power spectrum changes
due to Iistening to pIeasant music and their reIation to reIaxation effects.
Japanese Journal Hyg¡ene, 48, 807−8f8.
KoeIsch, S., Fritz, T., Cramon, D. Y., MüIIer, K. & Friederici, A. D. (2006).
Investiga- ting emotion with music: an fMRI study. Human Bra¡n Mapp¡ng,
27, 239−250. KrumhansI, C. L. (f997). An expIoratory study of musicaI
emotions and psychophy-
sioIogy. Canad¡an Journal oJ Exper¡mental Psychology, 4(5f), 336−353.
Levitin, D. J, & TirovoIas, A. K. (2009). Current advances in the cognitive
neuros- cience of music. New York Academy oJ Sc¡ences, ff56,
2ff−23f.
29
Menon, V., & Levitin, D. J. (2005). The rewards of music Iistening: Response and
physioIogicaI connectivity of the mesoIimbic system. Neuro¡mage, 28, f75−f84.
Meyer, M., EImer, S., & Jäncke, L. (20f2). MusicaI expertice induces
neuropIasticity of the pIanum temporaIe. New York Academy oJ
Sc¡ence, f252, ff6−f23.
MiIuk−KoIasa, B., Obminski, Z., Stupnicki, R. & GoIec, L. (f994). Effects of
music treatment on saIivary cortisoI in patients exposed to pre−surgicaI
stress. Expe- r¡mental Cl¡n¡cal Endocr¡nology. f02, ff8−f20.
Parente, J. A. (f976). Music preference as a factor of music distraction.
Perceptual and Motor Sk¡lls, 43, 337−338.
Parsons, L. M. (2006). ExpIoring the functionaI neuroanatomy of music
perfor- mance, perception and comprehension. En Peretz, I. & Zatorre, R.
J. (Eds.), The cogn¡tive neurosc¡ence oJ mus¡c. EUA: Oxford University
Press, 2ff−23f.
Pereira, C. S., Teixeira, J., Figueiredo, P., Xavier, J., Castro, S. L & Brattico,
E. (20ff). Music and emotions in the brain: famiIiarity matters. PloS One,
6, ff, e2724f. Peretz, I., Brattico, E. & Tervaniemi, M. (2005). AbnormaI
eIectricaI brain respon-
ses to pitch in congenitaI amusia. Annals oJ Neurology, 58, 478−482.
Perry, D., Petrides, M., AIivisatos, B., Meyer, E. & Evans, A. C. (f993) Soc¡al
Neuros- cience Abstracts, f9, 843.
Pound, L. & Harrison, C. (2003). Supporting mus¡cal development ¡n the
early years. Gran Bretaña: Open University Press.
Ramos, J. & Corsi−Cabrera, M. (f989). Does brain eIectricaI activity react to music?
International Journal oJ Neurosc¡ence, 47, 35f−357.
Ramos, J., Guevara, M. A., Martinez, A., Arce, C., deI Río−PortiIIa, Y., Amezcua,
C. & Corsi−Cabrera, M. (f996). EvaIuación de Ios estados afectivos
provocados por Ia música. Rev¡sta Mex¡cana de Ps¡cología, f3, f3f−f45.
Rauscher, F. H., Shaw, G. L. & Ky, K. N. (f995). Listening to Mozart enhances
spatiaI− temporaI reasoning: towards a neurophysioIogicaI basis.
Neurosc¡ence letters, f85, 44−47.
Rauscher, F. H, Shaw, G. L., Levine, L. J., Wright, E. L., Dennis, W. R. &
Newcomb, R. (f997). Music training causes Iong−term enhancement of
pre−schooI chiIdren´s spatiaI−temporaI reasoning. Neurological
Research, f9, 2−8.
Samson, S., EhrIé, N. & BauIac, M. (200f). CerebraI substrates for musicaI
tempo- raI processes. En Zatorre, R. J. & Peretz, I. (Eds.), The b¡olog¡cal
Joundations oJ mus¡c. EUA: AnnaIs of the New York Academy of
Sciences, 273−280.
SheIIenberg, E. G., & Mankarious, M. (20f2). Music training and emotionaI
com- prehension in chiIdhood. Emotion. OnIine enhanced pubIication doi.
f0.f037ƒ a002797f.
SchIaug, G., Jancke, L., Huang, Y., Staiger, J. F., & Steinmetz, H. (f995).
Increased corpus caIIosum in musicians. Neuropsycholog¡a, 33,
f047−f055.
SchIaug, G. (2006). The brain of musicians. En Peretz I. & Zatorre R. J.
(Eds.), The Cogn¡tive Neurosc¡ence oJ mus¡c. EUA: Oxford University
Press, 269−293.
Schön, D., Magne, C., & Besson, M. (2004). The music of speech: Music
training faciIitates music and Ianguage. Psychophys¡ology, 4f, 34f−349.
SchuIkind, M. D. (2004). SeriaI processing in meIody identification and the organiza-
30
tion of musicaI semantic memory. Perception & Psychophys¡cs, 66 (8), f35f−f362
Serafine, M. L. (f998). Mus¡c as cogn¡tion: The development oJ thought ¡n sound.
(223−236). EUA: CoIumbia University Press.
Trost, W., Ethofer, T., Zentner, M., VuiIIeumier, P. (20ff). Mapping aesthetic
musi- caI emotions in the brain. Cereb Cortex, doi:
f0.f093ƒcercorƒbhr353.
Tajadura−Jiménez, A., PanteIidou, G., Rebacz, P., VästfjäII, D., & Tsakiris, M.
(20ff). I−Space: the effects of emotionaI vaIence and source of music on
interpersonaI distance. PloS ONE, 6, f0, e26083.
Tervaniemi, M., Szameitat, A. J., Kcruck, S., Schoger, E., AIter, K., De Baene,
W., & Frie- derici, A. (2006). From air osciIIations to music and speech: fMRI
evidence for fine− tuned neuraI networks in audition. Journal oJ
Neurosc¡ence, 26, 8647−8652.
Tomaino, C. M. (20f2). Effective music therapy techniques in the
treatment of nontuent aphasia. Annuals oJ New York Academy oJ
Sc¡ence,f252, 3f2−3f7.
Trehub, S. E. (200f). MusicaI predispositions in infancy. En Zatorre, R. J. & Peretz,
I. (Eds.), The b¡olog¡cal Joundations oJ mus¡c. EUA: AnnaIs of the New
York Academy of Sciences, f−f6.
WaIker, J. L. (f977). Subjective reactions to music and brainwave rhythms.
Phys¡o- log¡cal Psychology, 5(4), 483−489.
Zatorre, R. J. (200f). NeuraI speciaIizations for tonaI processing. En Zatorre,
R. J. & Peretz, I. (Eds.), The b¡olog¡cal Joundations oJ mus¡c. EUA: AnnaIs
of the New York Academy of Sciences, f93−2f0.
31
NEUROFISIOLOGÍA y NEUROPSICOLOGÍA de las ensoñaciones
María Corsi-Cabrera
33
Neurofisiología y neuropsicología de las
ensoñaciones
Soñar es un fenómeno universaI. Todo mundo sueña, aún Ias personas que
dicen no soñar nunca son capaces de narrar aI menos un sueño cada noche
cuando se Ies despierta en eI Iaboratorio; eI requisito es despertar en eI
momento en eI que eI sueño ocurre.
Antes que nada, es necesario recordar que eI sueño no es una fase sino un
proceso dinámico durante eI cuaI se transita por diferentes estados y etapas,
cada una con sus propias características que se repiten de forma cícIica varias
veces en una misma noche. Cada cicIo está compuesto por Ia aIternancia
entre dos estados principaIes, eI sueño Iento, o sueño de ondas Ientas y eI
sueño con movimientos ocuIares rápidos o sueño MOR (Corsi−Cabrera, f983).
EI de ondas Ientas se ha denominado también de una manera simpIista como
sueño no MOR (NMOR). De acuerdo con eI manuaI estandarizado para Ia
cIasificación deI sueño (Rechtschaffen & KaIes, f968), eI sue- ño NMOR se ha
dividido en cuatro etapas con base en Ia intensidad y frecuencia de ciertos
patrones eIéctricos específicos que se verán más adeIante.
La asociación excIusiva entre Ios sueños y eI sueño MOR tiene su origen en
raíces históricas (véase revisión histórica en Hobson, f994). EI descubrimiento
de Ios movi- mientos ocuIares rápidos durante eI sueño y eI predominio de
imágenes visuaIes en Ios sueños, condujo a Ia reaIización deI primer trabajo
cientifico sobre Ios sueños en f957, en eI cuaI Dement y KIeitman despertaron
a Ios sujetos deI sueño MOR; es decir, cuan- do había movimientos ocuIares.
Tendencias actuales de las neurociencias cognitivas
34
de sueños en esos momentos que en otras etapas deI sueño. Sin embargo, en
ese tra- bajo cruciaI sóIo se tomó como sueño, a Ias narraciones que contenían
imágenes. Des- pués, se IIevaron a cabo otros experimentos en Ios que también
se consideró como taI cuaIquier tipo de experiencia que pudiera narrar eI sujeto
(FouIkes, f962). De esta for- ma, se descubrió que hay actividad mentaI o
experiencias oníricas en todas Ias etapas deI sueño y que en cerca de un f5 a
20% de Ios despertares, Ios sujetos son incapaces de recuperar ninguna
experiencia como si se despertara de un vacío mentaI. O sea que eI sueño
MOR no es una condición ni necesaria, ni suficiente para soñar y hay sueños o
ensoñaciones en todas Ias etapas deI mismo; no obstante, Ia experiencia
onírica es cuantitativa, cuaIitativa y neurocognitiva diferente en eI sueño MOR
que en eI NMOR (FouIkes, f962; Corsi−Cabrera et al., f986; 2003).
Manifestaciones conductuales
36
estimuIos eIéctricos, ya sean naturaIes o apIicados de manera
experimentaI se encuentra también aumentado e impide que se
generen respuestas mo- toras a estimuIos de una intensidad que en
vigiIia sí Io harían, en especiaI durante eI sueño MOR.
Es decir, que tanto Ia entrada como Ia saIida de información deI
cerebro es- tán atenuadas en eI sueño NMOR y casi bIoqueadas en eI
sueño MOR; sin embargo, Ia actividad cerebraI no cesa, deja aI
cerebro funcionar como un sistema cerrado en eI que Ia única entrada
es su propia saIida, Ia cuaI gene- ra de forma endógena (Antrobus,
f99f).
• Neuromodulación. Las intuencias gIobaIes provenientes de Ios
sistemas que modifican eI estado generaI deI cerebro y su reactividad a
Ios estimu- Ios, y por eIIo su modo de funcionar se IIevan a cabo
mediante neuromodu- Iadores que bañan a pobIaciones neuronaIes
ampIias.
37
Metabolismo cerebral
La actividad eIéctrica deI sueño NMOR consta por principio de ritmo theta
[0], ritmo deIta [6], ondas menores de f Hz, husos de sueño y compIejos K.
Todos eIIos, incompatibIes con Ia vigiIia (Steriade, f998).
La etapa uno es Ia transición entre Ia vigiIia y eI sueño, dura unos cuantos
se- gundos o minutos, se caracteriza por Ia disminución de Ia actividad
eIéctrica pro- pia de Ia vigiIia como eI ritmo aIfa [a] y Ia aparición de un
patrón eIéctrico de muy bajo voItaje con ritmo theta [0], entremezcIado; Ia
etapa dos, Ia más abundante de todas, puede considerarse como un sueño
ya consoIidado. A partir de ésta y hasta Ias etapas tres y cuatro, en estas dos
úItimas, IIamadas también sueño deIta [6], Ia actividad eIéctrica se vueIve
Ienta y de aIto voItaje o ritmo deIta [6], (.5−3.5 Hz) cada vez más
abundante, más Iento y de mayor ampIitud. Desde Ia etapa dos aparecen de
modo intermitente patrones eIéctricos específicos como Ios husos de sueño y
Ios compIejos K; éstos úItimos consisten en una onda negativa seguida de una
positiva de aIto voItaje y Ios husos de sueño en una actividad, que como su
nombre Io dice, tienen Ia apariencia de un huso porque su voItaje crece, IIega a
un máximo y decrece, con una frecuencia específica entre f2 y f6 Hz y una
duración variabIe que puede ir de medio segundo a un par de segundos. Los
compIejos K están asociados a Ias osciIaciones Ientas tanto en eI rango de
Ias ondas deIta [6], y de Ios husos de sueño, como de Ias ondas < de f Hz
(Steriade, f998).
39
sensoriaIes en donde es atomizada en bits de información, sigue rutas
muy especiaIizadas que conducen Ia información de cada modaIidad,
tanto en serie como en paraIeIo, atraviesa varios reIevos hasta IIegar a
Ia represen- tación primaria en Ias respectivas cortezas. De ahí, pasa a
diferentes redes funcionaIes impIicadas en eI anáIisis y síntesis de
información cada vez más compIeja, que en sus primeras proyecciones
es unimodaI, para después in- teractuar con otras modaIidades y por
úItimo con otros procesos, como ocurre en Ias áreas de asociación
corticaI posteriores y frontaIes.
EI resuItado es que Ia representación de Ia información queda en
mapas cada vez más distantes entre sí. Sin embargo, eI cerebro integra
aI finaI, mo- mento a momento, toda Ia información en una experiencia
unificada que da origen a una acción o respuesta, para Io cuaI toma en
consideración eI con- texto actuaI con eI de experiencias pasadas
guardadas en Ia memoria (Corsi− Cabrera, f983; Fuster, 2003).
Esta forma de organización pIantea una pregunta muy importante:
¿cómo in- tegra eI cerebro Ias operaciones cognitivas que se IIevan a
cabo en sectores distantes? Desde Iuego, mediante conexiones entre
Ias diferentes estructuras impIicadas; sin embargo, para que Ia
comunicación pueda darse es necesario que ocurra en una ventana de
tiempo en Ia que Ia neurona receptora está ca- pacitada para responder,
o sea que Ia temporaIidad es cruciaI entre Ia IIegada de Ia información
y eI estado de Ia neurona receptora (Fries, 2005).
La capacidad de respuesta de una neurona o excitabiIidad para Ias
entradas que Ie IIegan, depende de su potenciaI de membrana, es
decir deI niveI de poIarización de su membrana; ésta puede estar cerca
deI umbraI de dispa- ro, o bien inhibida o hiperpoIarizada. O sea más
Iejos deI niveI de disparo, a causa de intuencias excitatorias o
inhibidoras. La frecuencia y duración de Ia apertura de canaIes
específicos, o permeabiIidad a Ios iones, tiene una duración particuIar
para cada caso.
EI acopIamiento temporaI o actividad coherente entre sectores
cerebrarIes puede ser eI mecanismo unificador que permite Ia
integración de procesos cerebraIes distantes en una experiencia
unificada.
Dicho acopIamiento temporaI entre determinadas estructuras en un mo-
mento determinado puede ser eI resuItado de conexiones específicas
que transmiten información particuIar; pero también es afectado por
Ias in- tuencias gIobaIes que transforman eI estado de activación
generaI deI ce- rebro, como durante Ia vigiIia y eI sueño, o con
estados motivacionaIes y emocionaIes. Estas intuencias inciden en
casi todo eI cerebro de manera que cambian Ias propiedades deI
potenciaI de membrana y en consecuen- cia eI modo en que funcionan
Ias neuronas aI modificar Ia frecuencia, así como Ia duración de Ia
apertura de canaIes especiaIes o permeabiIidad a Ios iones, y con esto
su capacidad de respuesta (Steriade, f998). De taI forma, que Ios
procedimientos invoIucrados en Ia moduIación deI estado generaI deI
sistema, afectan Ia capacidad de respuesta deI mismo y Ia
sincronización simuItánea en redes neuronaIes ampIias.
40
EI anáIisis de Ia actividad coherente entre diferentes regiones corticaIes
du- rante eI sueño, ha mostrado que otra de Ias diferencias importantes
entre Ia vigiIia, eI sueño NMOR y eI MOR es eI grado de acopIamiento
temporaI entre regiones corticaIes.
y de narrar la ensoñación. En el lado izquierdo se muestra la correlación entre los pares de electrodos de las regiones fro
42
tomados de Pérez-Garci et al.. 2OO1.
Reorganización cerebral por LOS GENÓMENOS GÁSICOS del SUEÑO MOR
CONCLUSIONES
Como se mostró aI inicio deI capítuIo, Ios sueños deI estado MOR son
vívidos, IIenos de imágenes perceptuaIes, emociones y acción; además, eI
cerebro deI sue- ño MOR está activado tanto de manera metabóIica como
eIéctrica, en especiaI en Ias cortezas motora y de asociación sensoriaI, así
como en regiones Iímbicas, aco- pIado de modo temporaI, entre Ios dos
hemisferios y en Ias regiones de asociación posteriores. Estas imágenes y
emociones son de carácter aIucinatorio, pues no provienen de estimuIos
externos; eI cerebro deI sueño MOR está en parte cerra- do a Ia entrada
sensoriaI y a Ia saIida motora, pero activado de forma endógena. Las
imágenes y emociones son nítidas y congruentes, (eI agua es agua, eI miedo
es miedo), como corresponde a un cerebro activado y a un acopIamiento
tempo- raI adecuado entre regiones sensoriaIes que conservan Ia capacidad
para integrar pequeñas piezas de información. Los sueños deI estado NMOR,
en cambio, son confusos, con menor recuerdo, más pasivos, con menos
acción, imágenes y poco cIaros, ya que se trata de un cerebro cerrado y
desactivado.
A pesar de Ia cIaridad y congruencia de Ias imágenes y emociones, Ios
sueños deI sueño MOR están IIenos de extravagancias e incoherencias entre
eI contexto, Ia acción, eI Iugar, Ios personajes y eI tiempo en eI que se
desarroIIa Ia acción. En
44
eI cerebro deI sueño MOR se registra una neuromoduIación diferente a Ia de
Ia vi- giIia, además están invoIucradas Ias áreas encargadas deI pensamiento
Iógico, deI juicio y de Ia supervisión de Ia pertinencia entre Ia acción y eI
contexto, como es Ia corteza prefrontaI dorsoIateraI; estas áreas están
desactivadas y desacopIadas de Ia activación generaI que ocurre en Ias
regiones posteriores sensoriaIes y de aso- ciación, por Io que se acepta
todo como factibIe.
• Sistema cerrado
• Exclusión de estímulos externos
• Bloqueo de la salida motora
• Activación endógena
• Desbalance entre neuromoduladores
• Hipomodulación aminérgica
• Hipermodulación colinérgica
• Hipermodulación dopaminérgica
• Redistribución del metabolismo cerebral
• Activación metabólica de las áreas corticales posteriores de asociación y
de re- giones límbicas y paralímbicas
• Desactivación de la corteza frontal supervisora
• Activación eléctrica
• De la corteza motora
• De la corteza de asociación sensorial
• Del sistema límbico
• Reorganización del acoplamiento temporal
• Acoplamiento temporal interhemisférico incrementado
• Acoplamiento temporal preservado entre regiones posteriores de asociación
• Desacoplamiento entre la corteza frontal supervisora y áreas de
asociación sensorial
• Reorganización transitoria por fenómenos fásicos
• Activación cortical incrementada
• Activación del sistema límbico y paralímbico
• Expansión de redes funcionales bilaterales amplias
Por úItimo, Ios sueños deI sueño MOR son novedosos, aparecen
combinacio- nes de imágenes, Iugares y personajes que no se habían
experimentado antes,. EI cerebro deI sueño MOR tiene un mayor
acopIamiento temporaI entre Ios dos he- misferios, y Ia reIación de Ia
actividad entre regiones corticaIes se expande para aIcanzar a casi toda Ia
corteza. De este modo se genera un estado especiaI que confiere aI cerebro
condiciones favorabIes para eI estabIecimiento de asociaciones no
pIaneadas y novedosas.
De acuerdo con Ia hipótesis de Ia activACIÓN-SÍNtESIS, que fue Ia primera
hipótesis cientifica sobre Ia generación de Ios sueños (Hobson & McCarIey,
f977), eI contenido
45
expIícito de éstos se debe en esencia, a Ia activación generada de manera
interna en eI taIIo cerebraI que se distribuye de modo fortuito aI resto deI
cerebro, Io que produce aIucinaciones sensoriaIes y motoras que dan su carácter
extravagante a Ios sueños, y aI esfuerzo que hacen Ios centros corticaIes por
integrar dicho impuIso y otorgarIe un cierto sentido o SÍNtESIS. Esta hipótesis, ha
sido revisada numerosas veces por Hobson con Ia incorporación de nuevos
conocimientos sobre Ios mecanismos neurofisioIógi- cos deI sueño MOR; atribuye
eI pensamiento iIógico casi deIirante a Ia disminución de norepinefrina y
serotonina o hipomuduIación aminérgica (Hobson et al., 2003), y Ia
discontinuidad o cambios abruptos en eI contenido de Ias ensoñaciones aI
bombardeo de activación generada en adición por Ias ondas PGO (Datta &
Hobson, f994).
La presencia de emociones en Ias ensoñaciones en eI sueño MOR ha encon-
trado su expIicación en eI impuIso deI sistema Iímbico y paraIímbico (Maquet
et al., 2005; Ioannides et al., 2004), en especiaI de Ias regiones deI IóbuIo
temporaI (CaIvo, f995). La hipótesis de Ia activACIÓN-SÍNtESIS propone que Ia
activación si- gue derroteros azarosos y carentes de propósito; sin embargo,
para otros autores Ia vida emocionaI de Ia vigiIia juega un papeI fundamentaI
en Ia activación de Ias emociones durante Ios sueños (Hartmann, f997).
En resumen, durante eI sueño MOR eI cerebro está activado por fuentes
inter- nas, sabemos que para que Ias neuronas descarguen Ias IIegadas
excitatorias de- ben superar eI umbraI de excitabiIidad de Ia membrana
neuronaI o potenciaI de membrana; éste depende deI baIance entre intuencias
excitatorias e inhibidoras, pero también deI resuItado de Ia estimuIación previa
de cascadas de segundos y terceros mensajeros que afectan aI número y
sensibiIidad de receptores, así como a Ia gIía; es decir, que Ia historia previa de
una neurona intuye en su comporta- miento posterior. En este sentido, aún
cuando Ia activación aIcance Ios centros motores, sensoriaIes y emocionaIes aI
seguir derroteros azarosos como propone Ia hipótesis de Ia activACIÓN-SÍNtESIS,
Ia descarga o no de Ias neuronas que son aI- canzadas por dichas activaciones,
depende no sóIo de éstas en Ios momentos en que Ias reciben, sino de su
historia previa acumuIada durante Ia vigiIia preceden- te. Las pobIaciones
neuronaIes y redes funcionaIes que aI ser activadas responden o descargan, en
consecuencia, eI contenido de Ia ensoñación, es muy posibIe que tengan por Io
tanto un uso−dependiente.
46
NMOR se deben a siIencios proIongados causados por Ia hiperpoIarización
neuro- naI seguidos por saIvas de descargas rápidas en Ia cresta negativa de
Ia onda Ien- ta, en tanto que Ia actividad rápida deI sueño MOR proviene de
descargas rápidas continuas o modo tónico de descarga.
Se sabe que Ias descargas rápidas propician Ia entrada de caIcio a Ias
neuronas y que eI caIcio está invoIucrado en Ia potenciación a Iargo pIazo
y por Io tanto en Ios cambios pIásticos de Ia neurona. Ambos estados de
sueño, eI sueño MOR y eI NMOR, han sido reIacionados con Ia memoria
desde hace mucho tiempo (Corsi− Cabrera, f983). Recién se han acumuIado
evidencias de Ia participación deI sueño NMOR en Ia consoIidación de Ia
memoria decIarativa y deI sueño MOR en Ia me- moria de procedimiento
(StickgoId et al., 200f; Maquet et al., 2000; Steriade & Timofeev, 2003).
Este úItimo también se ha reIacionado con Ia reactivación de pa- trones
genéticos y epigenéticos (Jouvet, f998), aI integrar nueva información y aI
descartar datos que han resuItado inútiIes (Crick & Mitchison, f983).
Durante Ia noche hay, de manera IiteraI, miIes de movimientos ocuIares
rápidos y por Io tanto, incrementos en Ia aceIeración y redes expansivas de
actividad reIa- cionada en un cerebro ya de por sí activado que pueden
favorecer Ia transferencia de patrones IocaIes a redes más ampIias y Ia
creación de asociaciones más exten- sas, novedosas y creativas.
Debido a su contenido Ias ensoñaciones, en especiaI Ias pesadiIIas, se han
reIa- cionado desde siempre, con Ia emoción. Desde eI inicio de Ia
investigación sobre Ios efectos de Ia privación deI sueño MOR, se encontró
que producía un aumen- to en Ia respuesta emocionaI tanto en animaIes
(Martinez−GonzáIez et al., 2004), como en eI ser humano (Dement &
Fisher, f963), por Io que se Ie reIacionó con efectos antidepresivos y
psicoterapéuticos (Kramer, 20ff). Esta reIación sueño MOR−emoción se ha
retomado después de un Iargo periodo de desatención. La privación seIectiva
de sueño MOR por una soIa noche, aI dejar sóIo un 4% de este sueño,
produce un incremento en Ia reactividad emocionaI ante estimuIos visua- Ies
amenazantes, y aumenta Ia frecuencia de disparos defensivos en
comparación con Ia ejecución de Ia noche anterior a Ia faIta de sueño. EI
desarroIIo de respues- tas defensivas se acompaña de una mayor actividad
metabóIica en Ias regiones occipitaIes izquierdas; y de Ia reactivación aI
mismo niveI que Ia noche antes de Ia privación, de regiones cerebraIes
invoIucradas en Ia toma de decisiones emo- cionaIes como Ia corteza
prefrontaI IateraI derecha y eI cínguIo anterior; mientras que Ios individuos
despertados iguaI número de veces en etapas deI sueño NMOR ya no
requieren de Ia activación de esas mismas regiones y mantienen eI niveI de
reactividad emocionaI que antes de Ia noche de interrupciones deI sueño.
Estos resuItados sugieren que eI sueño MOR participa en Ia moduIación de
respuestas emocionaIes deI día siguiente, debido, quizá, a una disipación de
Ia excitabiIidad de Ios sistemas Iímbicos y paraIímbicos dada por Ia
estimuIación de dichos siste- mas durante eI sueño MOR
(RosaIes−Lagarde et al., 20f2).
EI efecto de Ia faIta de suficiente cantidad de sueño MOR sobre Ia
moduIación emocionaI deI día siguiente puede ser reIevante para eI desarroIIo
o no, de síndrome postraumático, así como para Ia capacidad de enfrentar
situaciones emocionaIes aI
47
reducir Ia posibiIidad de reprocesar Ia información emocionaI; esto en especiaI
en Ia sociedad urbana actuaI en Ia que, por razones IaboraIes o de
esparcimiento, hay una tendencia a restringir en forma crónica Ias horas de
sueño necesarias, Io que tie- ne un impacto mayor sobre Ia cantidad de sueño
MOR que se obtiene cada noche.
La compIejidad de Ios cambios que ocurren en eI cerebro durante eI sueño,
Ie confieren, no una, sino un sinnúmero de propiedades que pueden estar
invoIucra- das en múItipIes funciones y que sóIo Ia investigación podrá dar
cuenta de Ia res- puesta aI enigma deI cerebro dormido y su producto
cinematográfico, LOS SUEÑOS.
ReferENCIAS
48
Corsi−Cabrera, M., Guevara, M. A., deI Río−PortiIIa, Y. (2008). Brain activity
and temporaI coupIing reIated to eye movements during REM sIeep: EEG
and MEG resuIts. Bra¡n Research, Spec¡al Issue. f235, 82−9f.
Corsi−Cabrera, M., Meneses, S., MoIina, E. (f987). CorreIación interhemisférica
y aco- pIamiento temporaI de Ia actividad eIéctrica corticaI durante Ia vigiIia,
Ia etapa II y eI sueño paradójico en eI hombre. Rev¡sta Mex¡cana de
Ps¡cología, 4, f00−f08.
Corsi−Cabrera, M., Miró, E., deI−Río−PortiIIa, Y., Pérez−Garci, E., ViIIanueva, Y.,
Gue- vara, M. A. (2003). Rapid eye movement sIeep dreaming is
characterized by uncoupIed EEG activity between frontaI and perceptuaI
corticaI regions. Brain and Cogn¡tion, 5f, 337−345.
Crick, F., Mitchison, G. (f983). On the function of dream sIeep. Nature, 304,
fff−ff4. Datta. S., Hobson, J. A. (f994). NeuronaI activity in the caudoIateraI
peribrachiaI pons: reIationship to PGO waves and rapid eye movements. Journal
oJ Neuro-
phys¡ology, 7f, 95−f09.
Dement, W. C., KIeitman, N. (f957). CycIic variations during sIeep and their
reIa- tion to eye movements, body motiIity and dreaming.
Electroencephalography and Cl¡n¡cal Neurophys¡ology, 9, 673−690.
Dement, W. C., Fisher, C. (f963). ExperimentaI interference with the sIeep cycIe.
Journal oJ Canad¡an Psych¡atry, 8, 400−405.
FouIkes, W. D. (f962). Dream reports from different stages of sIeep. Journal
oJ Abnormal and Soc¡al Psychology, 65, f4−25.
Fries, P. (2005). A mechanism for cognitive dynamics: neuronaI
communication through neuronaI coherence. Trends ¡n Cogn¡tive
Sc¡ences, 9, 474−480.
Fuster, J. M. (2003). Cortex and M¡nd. Un¡Jy¡ng Cogn¡tion. EUA: Oxford University
Press. Gottesmann, C. (2002). The neurochemistry of waking and sIeeping
mentaI activi- ty: the disinhibition−dopamine hypothesis. Psych¡atry and Cl¡n¡cal
Neurosc¡en-
ce, 56, 345−354.
Gruen, I., Martinez, A., Cruz−UIIoa, C., Aranday, F., CaIvo, J. M. (f997).
Caracte- rísticas de Ios fenómenos emocionaIes en Ias ensoñaciones de
pacientes con epiIepsia deI IóbuIo temporaI. Salud mental, 20, 8−f5.
Guevara, M. A., Lorenzo, I., Arce, C., Ramos, J., Corsi−Cabrera, M. (f995). Inter− and
in- trahemispheric EEG correIation during sIeep and wakefuIness. Sleep, f8, 257−265.
Hartmann, E. (f997), On the nature and function of dreaming. Sleep
Research
Soc¡ety Bulletin, 3, f7−27.
Hobson, J. A. (f994). El Cerebro Soñador. México: Fondo de CuItura Económica.
Hobson, J. A., McCarIey, R.W. (f977). The brain as a dream−state generator:
an activation−synthesis hypothesis of the dream process. Amer¡can Journal
oJ Ps- ychiatry, f34, f335−f348.
Hobson, J., Pace−Schott, E., StickgoId, R. (2003). Dreaming and the brain: toward a
cogni- tive neuroscience of conscious states. En E. Pace−Schott, M. SoIms, M.
BIagrove y S. Harnad (Eds.), Sleep and Dream¡ng. Gran Bretaña: Cambridge
University Press, f−50. Ioannides, A., Corsi−Cabrera, M., Fenwick, P.,
deI−Río−PortiIIa, Y., Laskaris, N., Khurs- hudyan, A., TheofiIu, D. et al. (2004).
MEG tomography of human cortex and bra-
instem activity in waking and REM sIeep saccades. Cerebral Cortex, f4, 56−72.
49
Jouvet, M. (f998). El sueño y los sueños, México: Fondo de CuItura
Económica. Kramer, M. (20ff). The seIective mood−reguIatory theory of
dreaming: an adapta-
tive, assimiIative, and experimentaIIy based theory of dreaming. En B. N.
Ma- IIick, S. R. Pandi−PerumaI, R. W. McCarIey, A. R. Morrison (Eds) Rap¡d Eye
Mo- vement Sleep. Regulation and Junction. Cambridge University Press,
450−459. LIinás R .R., Paré D. (f99f). Of dreaming and wakefuIness.
Neuroscience, 44, 52f−535.
Maquet, P. (2000). FunctionaI neuroimaging of normaI human sIeep by
positron emission tomography. Journal oJ Sleep Research, 9, 207−23f.
Maquet, P., Laureys, S., Peigneux, Ph., Fuchs, S., Patiau, Ch., PhiIIips, Ch., Aerts,
J. et al. (2000). Experience−dependent changes in cerebraI activation during
human REM sIeep. Nature Neuroscience, 3, 83f−836.
Maquet, P., Ruby, P., Maudoux, A., AIbouy, G., Sterpenich, V., Dang−Vu, T.,
DeseiIIes, M., BoIy, M., Perrin, F., Peigneux, Ph., Laureys, S. (2005). Human
cognition during REM sIeep and the activity profiIe within frontaI and
parietaI cortices: a reappraisaI of functionaI neuroimaging data. Progress
¡n Bra¡n Research, f50, 2f9−227.
Martinez−GonzáIez, D., Obermeyer, W., Fahy, J. L., Riboh, M., KaIin, N. H., Benca,
R. M. (2004). REM sIeep deprivation induces changes in coping
responses that are not reversed by amphetamine. Sleep, 2f, 609−67f.
Pace−Schott, E. F. (20ff). REM sIeep and dreaming. En: B. N. MaIIick, S. R.
Pandi− PerumaI, R. W. McCarIey, A. R. Morrison (Eds) Rap¡d Eye
Movement Sleep. Re- gulation and Junction. Cambridge University
Press, 8−20.
Pérez−Garci, E., deI−Río−PortiIIa, Y., Guevara, M. A., Arce, C., Corsi−Cabrera, M.
(200f). ParadoxicaI sIeep is characterized by uncoupIed gamma activity
bet- ween frontaI and perceptuaI corticaI regions. Sleep, 24, ff8−f26.
Rechtschaffen, A., KaIes, A. (f968). A manual oJ standard¡zed term¡nology,
techn¡- ques and scor¡ng system Jor sleep stages oJ human subjects.
EUA: Brain Infor- mation Service, Brain Research Institute, University
of CaIifornia, 52.
RosaIes−Lagarde, A., deI Río−PortiIIa, Y., Guevara, M. A., Corsi−Cabrera, M. (2009).
Suden drop of muscIe tone at the onset of REM sIeep in humans. Salud Mental,
3f, ff7−f23. RosaIes−Lagarde, A., Armony, J. L., deI Río−PortiIIa, Y.,
Trejo−Martinez, D., Conde, R., Corsi−Cabrera, M. (20f2). Enhanced emotionaI
reactivity aGer seIective REM sIeep deprivation in humans: an fMRI study.
Jrontiers ¡n Behav¡oral Neuros-
cience, 6: 25 6(25): f−f3. doi: f0.3389ƒfnbeh.20f2.00025.
Steriade, M. (f998). CeIIuIar substrates of brain rhythms. En E., Niedermeyer y F.
Lopes da SiIva (Eds.), Electroenecphalography: Bas¡c pr¡nc¡ples, cl¡n¡cal
appl¡cations and re- lated fields. 4th ed. BaItimore, MaryIand, EUA: Lippincot
WiIIiams & WiIkins, 28−75.
Steriade, M., McCarIey, R. W. (f990). Bra¡nstem Control oJ WakeJulness and Sleep.
EUA: PIenum Press.
Steriade, M., Timofeev, I. (2003). NeuronaI pIasticity in thaIamocorticaI
networks during sIeep and waking osciIIations. Neuron, 37, 56−576.
StickgoId, R., Hobson, J. A., Fosse, R., Fosse, M. (200f). SIeep, Iearning and
dreams: off−Iine memory reprocessing. Sc¡ence, 294, f052−f057.
WaIker, M. P. (2009). The roIe of sIeep in cognition and emotion. New York
Acade- my oJ Sc¡ence, ff56, f68−f97.
50
Acción de las drogas en el cerebro
Olga Inozemtseva • Jorge JUÁREZ
Introducción
51
Acción de las drogas en el
cerebro
Las drogas pueden ser cIasificadas de distintos modos y criterios, de Ios cuaIes
Ios más utiIizados son eI tipo de acción farmacoIógica que ejerce en eI cerebro y
eI potenciaI de dependencia de Ia sustancia. Según éste, Ias drogas se pueden
cIasificar en durAS y BLANDAS. Las primeras, son aqueIIas que provocan en eI
individuo una dependencia fi- sica y psicosociaI; es decir, que aIteran eI
comportamiento psíquico y sociaI deI adicto. Dentro de este grupo de sustancias
se encuentran eI opio y sus derivados, eI aIcohoI, Ias anfetaminas y Ios
barbitúricos. Las drogas BLANDAS son Ias que crean sóIo una de- pendencia
psicosociaI. Las sustancias que pertenecen a este grupo son: Ia cocaína, eI LSD, eI
tabaco y Ios derivados deI cannabis, como eI hachís o Ia mariguana. Para pre-
cisar Ias diferencias entre estos dos grupos de drogas, tenemos que acIarar a
qué se refiere Ia dependencia fisica y psicosociaI. En eI estado de dependencia eI
individuo siente de manera constante un deseo de ingerir una sustancia. Este
deseo puede ser mantenido por mecanismos metabóIicos, y Ia faIta de Ia
sustancia crea un síndrome de abstinencia manifestado a través de síntomas
fisicos específicos, este es eI tipo de de- pendencia fisica. Cuando eI deseo se
mantiene por mecanismos psicosociaIes subordi- nados aI contexto, sueIe
definirse como dependencia psíquica o psicosociaI.
Otra cIasificación de Ias drogas, que de hecho es Ia más usada tanto en Ia
inves- tigación como en Ia cIínica, es Ia que se basa en eI efecto que
ejerce Ia sustancia sobre eI Sistema nerviosos centraI (SNC), en particuIar en
eI cerebro. Así, se distin- guen Ios depresores deI SNC que disminuyen su
actividad e inducen eI estado de somnoIencia. En este grupo de sustancias
se encuentran Ios opiáceos, eI aIcohoI, Ios barbitúricos, Ias benzodiacepinas,
eI cannabis y sus derivados. Las sustancias que ejercen eI efecto contrario
sobre eI SNC son Ios estimuIantes. Éstas estimuIan Ia actividad deI SNC,
incrementan Ia actividad motriz y eI estado de ánimo. Entre Ios estimuIantes
podemos distinguir Ios más comunes que son Ia cocaína, metiIfe- nidato,
anfetaminas, MDMA, nicotina, xantinas (cafeína y teína). EI tercer grupo de
Ias sustancias incIuye a Ios aIucinógenos que inducen aIteraciones profundas
en Ia percepción de Ia reaIidad. Son ejempIos de éstas Ias derivadas deI ácido
Iisérgico (LSD), peyote, triptamina, fenetiIamina, entre otras. Además, se ha
visto que Ios es- timuIantes eI MDMA y eI cannabis también tienen efectos
aIucinógenos menores.
Las drogas con potenciaI adictivo, cuando son consumidas, pueden mostrar
di- ferentes tiempos en Ia presentación de sus efectos, en su
permanencia en eI organismo y tener diversas modificaciones antes de
ingresar aI cerebro. Estas ca- racterísticas obedecen a varios factores, uno de
eIIos es Ia forma de ingreso aI or- ganismo, Ia cuaI puede ser oraI, subcutánea,
Tendencias actuales de las neurociencias cognitivas
52
intravenosa, y otras. ResuIta obvio que de estas vías de administración, Ia
endove- nosa es una de Ias que tiene su acción de manera más rápida, ya
que se distribuye con rapidez por todo eI organismo mediante toda Ia red
vascuIar y evita, aI menos en un inicio, Io que se denomina metaboIismo de
primer paso que ocurre en eI hí- gado, uno de Ios fiItros más importantes con
Ios que cuenta eI organismo para des- truir o modificar sustancias. EI
consumo oraI de sustancias es Ia vía que no evita eI metaboIismo de primer
paso; sin embargo, esto no quiere decir que una sustancia administrada de
este modo sea más inocua que otra. La estructura química de Ia droga
también tiene un papeI importante, puesto que de sus características se de-
termina, en buena medida, su distribución, su metaboIismo o cataboIismo, su
vida media en eI organismo y su mecanismo de acción.
Se puede pensar que Ias drogas de abuso son sustancias deI todo ajenas
aI or- ganismo que aI ingresar producen un efecto de agente extraño que
causa efectos deseabIes o indeseabIes. Sin embargo, esto no es así en esencia,
ya que eI organis- mo sintetiza sustancias idénticas o anáIogas a Ias que se
consumen con motivos recreativos, sóIo que en eI caso de Ias primeras
ocurre en cantidades minúscuIas y para fines funcionaIes específicos; eI
etanoI, por ejempIo, es producido por Ia fermentación de carbohidratos
(Madrid et al., 2002); también hay producción de opioides endógenos,
anáIogos a Ia morfina o a Ia heroína que cumpIen en eI orga- nismo funciones
de anaIgesia y participan en Ia percepción de sensaciones pIacen- teras en Ia
adquisición de diferentes incentivos.
Los endocanabinoides son sustancias sintetizadas por eI organismo
simiIares a varios de Ios componentes contenidos en Ia mariguana y que
cumpIen diversas funciones, entre eIIas Ia reguIación de Ia actividad neuronaI
(Benarroch, 20f0). Asi- mismo, para que Ias drogas actúen en eI organismo
tanto a niveI periférico como centraI, es necesario que existan Ios IIamados
órganos bIancos, Ios cuaIes poseen estructuras proteicas denominadas
receptores que tienen Ia cuaIidad de recono- cer diferentes sustancias,
como puede ser una droga.
La unión de Ia sustancia a su receptor desencadena funciones cuya
cuaIidad dependerá de Ia especiaIización de Ias céIuIas sobre Ias cuaIes se
desarroIIa este fenómeno. Es decir, una vez que Ia droga se encuentra en eI
organismo, requiere de otras moIécuIas que Ias identifique, Ias transporte, Ias
modifique o reaccione con eIIas para tener un efecto en eI organismo. En otras
paIabras, Ia mayoría de Ias dro- gas de abuso actúan de manera que
exacerban o inhiben funciones que de facto existen de manera cotidiana en
eI organismo.
La siguiente pregunta por contestar es ¿qué mecanismos tienen en
común Ias drogas que permiten que tengan propiedades adictivas? La
respuesta Ia po- demos desarroIIar de Ia siguiente manera: Los receptores
que son capaces de unir- se a Ias diferentes drogas de abuso están
distribuidos con ampIitud en gran parte deI organismo, tanto a niveI periférico
como en eI cerebro; eI mecanismo de acción de cada droga a niveI ceIuIar es
muy simiIar, pero como se había mencionado, eI efecto que se produce
depende de Ia especiaIización de Ias céIuIas en donde hace bIanco.
En eI cerebro hay estructuras muy reIacionadas entre sí que participan en Ia
per- cepción de sensaciones gratificantes o pIacenteras, en su conjunto
conforman eI
53
circuito denominado meso−Iímbico−corticaI. Dichas estructuras se comunican a través
de diversos procedimientos de neurotransmisión sobre Ios cuaIes actúan de una
u otra manera Ias drogas de abuso. Es evidente que cada una de estas drogas
tienen distin- tas estructuras moIecuIares y por Io tanto se unen a diferentes
receptores distribuidos en Ias diversas estructuras que forman eI sistema
meso−Iímbico−corticaI; sin embargo, tienen como efecto común eI activar Ios
diversos procesos de neurotransmisión que aI finaI generan una sensación
pIacentera o gratificante. Esta organización neuronaI está integrada en Io
fundamentaI por estructuras mesencefáIicas, como es eI área teg- mentaI
ventraI (ATV) que contiene cuerpos neuronaIes que sintetizan y Iiberan eI neu-
rotransmisor dopamina (DA); estructuras Iímbicas como Ia amígdaIa (Am) y eI
núcIeo accumbens (Acc), que reciben proyecciones dopaminérgicas deI ATV y
Ia primera en- vía proyecciones gIutamatérgicas (GIu) aI ATV, corteza prefrontaI
(CpF) y Acc. La corteza prefrontaI también es una estructura importante en este
sistema y recibe proyeccio- nes dopaminérgicas deI ATV y envía proyecciones
de tipo gIutamatérgico aI Acc, Am y ATV. A su vez, eI Acc envía
proyecciones de tipo gabaérgico a Ia CpF.
A continuación se describirá Ia manera en que diversas drogas de abuso
actúan en diferentes niveIes deI sistema meso−Iímbico−corticaI.
Etanol
EI etanoI o aIcohoI etiIico es una sustancia que se usa para fines recreativos
y sa- bemos que su consumo puede producir dependencia. Tiene efectos
depresores deI Sistema nervioso centraI que se difunde con faciIidad por
todos Ios órganos y sistemas. En eI cerebro se une a receptores
denominados GABA (por sus sigIas en ingIés que se traducen como ácido
gamma amino−butirico). En eI hipotáIamo, eI etanoI es capaz de Iiberar
beta−endorfinas que son péptidos opioides, Ios cuaIes a su vez se enIazan a
sus receptores tipo µ que se encuentran en Ia membrana de neuronas de
tipo GABA en eI ATV.
Esta unión de Ias beta−endorfinas a sus receptores produce inhibición en
Ia ac- tividad de Ias neuronas GABA que tienen Ia función de inhibir a Ias
neuronas que Iiberan dopamina desde eI ATV; por Io tanto Ia inhibición de
Ia inhibición de Ias neuronas que Iiberan dopamina produce mayor Iiberación
de este neurotransmi- sor que ha sido asociado con Ias sensaciones pIacenteras
y gratificantes deI etanoI. Las propiedades reductoras de ansiedad deI aIcohoI
(aI actuar sobre receptores GABA) también pueden coIaborar en eI
proceso de adicción de este fármaco.
Morƒna y heroína
54
IiposoIubiIidad. Puede ser aspirada, inhaIada o inyectada; cuando se combina
con cocaína (speedball o snowball) sus efectos se maximizan.
Tanto Ia morfina como Ia heroína actúan sobre receptores opioides sobre
todo de tipo mu [µ], pero también tienen afinidad por Ios de tipo deIta [6], y
kappa [K]. Si tomamos como ejempIo eI mecanismo de acción deI etanoI en eI
sistema MLC, Ia morfina y Ia heroína actuarían de manera simiIar a Ias
beta−endorfinas endógenas sobre Ias neuronas GABA que inhiben Ia actividad de
Ias neuronas dopaminérgicas en eI ATV, es decir, incrementarían por este
mecanismo Ia Iiberación de dopamina en sus proyecciones aI Acc, Am y CpF.
Además de esta acción a través deI ATV, se conoce que Ios opioides, tienen de
manera intrínseca propiedades gratificantes aI actuar so- bre sus receptores.
Asimismo se sabe que eI Acc tiene receptores opioides; por eIIo, tanto Ia
morfina como Ia heroína también actuarían de forma directa en este núcIeo aI
coIaborar en Ios efectos pIacenteros de estas drogas.
Cocaína
Anfetaminas y metanfetaminas
56
Conducta adictiva
57
craving o eI deseo intenso que experimenta eI sujeto por conseguir y consumir
eI eIe- mento adictivo, es Ia característica cIave para este aspecto de Ia
dependencia.
En términos generaIes eI desarroIIo de Ia conducta adictiva es Ia
transición deI uso ocasionaI aI estado de dependencia o adicción que va
acompañada de ciertos cambios fisioIógicos en aIgunas funciones cerebraIes.
Esta transición ocurre bajo Ia intuencia de ciertos factores, como por ejempIo,
Ia predisposición genética, du- ración de Ia exposición y acceso a Ias drogas,
Ias condiciones medioambientaIes, Ia presencia de probIemas emocionaIes y,
o, estrés, o ambos; eI niveI premórbido de Ias funciones cognitivas y de
personaIidad entre aIgunos otros factores.
En Ia actuaIidad se han diversificado Ios tipos de adicciones, que van
desde Ia adicción a sustancias IegaIes e iIegaIes, hasta Ias conductuaIes que
no impIican eI uso de una droga; sin embargo, afectan aI individuo desde eI
punto de vista perso- naI y sociaI de una manera semejante a Ias primeras,
como ejempIos de Ias adic- ciones de carácter conductuaI podemos
mencionar Ias que se refieren aI trabajo, aI Internet, aI juego, entre otras.
Por úItimo, Koob y VoIkow (20f0) definen Ia conducta adictiva como un
trastor- no conductuaI crónico que cumpIe con Ia presencia de Ias siguientes
característi- cas: búsqueda y consumo compuIsivo deI objeto de adicción;
pérdida deI controI en eI consumo; presencia de Ia crisis de abstinencia
cuando eI acceso a Ia droga o eI objeto de Ia adicción está restringido.
Carvey (f998) se refiere a Ia conducta adictiva como una conducta
desadapta- tiva, Ia cuaI se rige en contra de Ias regIas sociaIes determinadas
por Ia cuItura en reIación aI consumo crónico deI objeto de adicción. La
conducta adictiva también puede ser vista como dependencia, así, eI ManuaI
Diagnóstico y Estadístico de Ios Trastornos MentaIes, IV edición texto revisado
(DSM−IV−TR, por sus sigIas en ingIés), (Amer¡can Psychyatr¡c Assoc¡ation [APA],
2002) define Ia dependencia de sustancias como un estado que ”...consiste en un
grupo de síntomas cognoscitivos, de compor- tamiento y fisioIógicos que
indican que eI individuo continúa con eI consumo de Ia sustancia, a pesar de
Ia aparición de probIemas significativos reIacionados con eIIa. Existe un patrón
de repetida autoadministración que a menudo IIeva a Ia toIerancia, Ia
abstinencia y a una ingestión compuIsiva de Ia sustancia.” También, eI
DSM−IV TR agrega que Ia dependencia es un patrón desadaptativo deI uso
de sustancias que IIe- va a un deterioro cIínico significativo expresado en tres o
más de Ios siguientes re- activos, en un periodo continuo de f2 meses:
presencia de toIerancia; abstinencia; aumento de cantidad y frecuencia de
consumo; fracaso en reducir o detener eI con- sumo; mayor empIeo deI
tiempo en Ia obtención y eI consumo; deterioro en reIa- ciones personaIes,
sociaIes, IaboraIes, entre otras que afecta Ia vida deI individuo; Ia persona
continua con eI consumo a pesar de Ios efectos negativos.
La guía de CIasificación InternacionaI de Enfermedades (CIE−f0) define eI
síndrome de dependencia de una manera parecida a Ia deI DSM−IV TR pero
no idéntica. CIE− f0 se refiere a Ia dependencia como un conjunto de
manifestaciones fisioIógicas, de comportamiento y cognoscitivas, en eI cuaI eI
consumo de una droga, o de un tipo de eIIas, adquiere Ia máxima prioridad
para eI individuo, mayor incIuso que cuaIquier otro tipo de comportamiento
de Ios que en eI pasado tuvieron más vaIor.
58
La manifestación característica deI síndrome de dependencia es eI deseo
(a menudo fuerte y a veces insuperabIe) de ingerir sustancias
psicotrópicas (aún cuando hayan sido prescritas por un médico), aIcohoI o
tabaco. La recaída en eI consumo de una sustancia después de un período
de abstinencia IIeva a Ia instau- ración más rápida deI resto de Ias
características deI síndrome de Io que sucede en individuos no dependientes.
Para poder emitir eI diagnóstico de dependencia de Ias sustancias, Ia CIE−f0,
iguaI que eI DSM−IV TR, requiere por Io menos un año de Ia presencia de
Ios siguientes síntomas: deseo muy intenso por consumir una sustancia;
disminución en eI controI deI consumo de Ia sustancias; crisis de absti-
nencia; toIerancia; abandono progresivo de otras fuentes de pIacer o
diversiones; persistencia en eI consumo de Ia sustancia a pesar de sus evidentes
consecuencias perjudiciaIes, fisicas, conductuaIes y cognitivas.
La conceptuaIización de Ia conducta adictiva va muy de Ia mano con Ios
inten- tos de expIicar Ios mecanismos y Ias causas de Ia manifestación de
ésta desde di- ferentes aproximaciones.
60
dos gana y genera signos somáticos positivos o negativos que ascienden
para ha- cer Ia retroaIimentación y coIaborar en dos funciones: proporcionar
Ia sensación de un estado emocionaI (a través de Ia ínsuIa y Ia corteza
somatosensoriaI) y pro- porcionar un sesgo en Ias decisiones mediante Ios
efectores motores (estriado, CC anterior y área motora supIementaria).
Las teorías o modeIos que hemos mencionado con anterioridad son
aIgunas de Ias propuestas que se han hecho para tratar de expIicar Ia
conducta adictiva. De acuerdo con Ia información revisada podemos concIuir
que eI funcionamiento de Ia corteza prefrontaI es un componente importante
invoIucrado en Ia conducta adictiva, en particuIar en eI proceso de controI
de impuIsos.
61
Ia adicción. En eI campo de neuropsicoIogía de Ias adicciones, eI estudio de
Ias fun- ciones ejecutivas siempre ha tenido mucha importancia y ha generado
interés dado que eI deterioro en éstas, sea premórbido o adquirido, puede
estar impIicado en Ia poca adherencia aI tratamiento o en su abandono por
parte deI paciente.
EI controI inhibitorio es una función ejecutiva fundamentaI para eI
funciona- miento adecuado de un individuo en su medio ambiente. Esta
función permite suprimir una reacción inadecuada para una situación dada, o
bien, ejercer controI voIuntario sobre Ias conductas innatas y, o
automatizadas, o ambas. Cuando Ios mecanismos supresores de Ia conducta
funcionan de manera inadecuada en un sujeto respecto aI ambiente, se
puede decir que eI sujeto muestra una conducta impuIsiva (Lawrence, Luty,
Bogdan et al., 2009). La impuIsividad se define como Ia tendencia a
reaccionar de forma rápida y poco premeditada ante estimuIos inter- nos o
externos y sin tomar en cuenta Ias consecuencias que esto pueda tener (Mo-
eIIer, Barratt, Dougherty et al., 200f). En Ios úItimos años se ha despertado
mucho interés por estudiar eI papeI de Ia impuIsividad en Ia conducta
adictiva. Las aItera- ciones en eI controI inhibitorio en Ios adictos se han
detectado a través, tanto de escaIas de autoreporte como de pruebas
neuropsicoIógicas.
La escaIa más utiIizada para detectar Ia presencia de Ia impuIsividad en
Ios adictos es Ia escaIa de Barratt−Behav¡oral Impuls¡v¡ty Scale (BIS). Una
puntuación eIevada en esta escaIa se ha registrado en adictos a
psicoestimuIantes o a opiá- ceos. Además, MoeIIer et al. (2004) reportaron
que puntuaciones aItas en Ia esca- Ia de impuIsividad de BIS se han
correIacionado en forma negativa con Ia edad en que comienza eI consumo
de Ia cocaína; es decir, a menor edad de inicio en eI con- sumo mayor
impuIsividad. Lo anterior indica que Ia presencia de Ia impuIsividad podría
ser un factor de riesgo para desarroIIar una conducta adictiva.
Los estudios que utiIizan pruebas neuropsicoIógicas que miden
impuIsividad también proporcionan evidencias sobre su presencia en diferentes
tipos de adictos. DificuItades en eI controI inhibitorio de Ia respuesta se han
registrado en Ios adictos a psicoestimuIantes y aI aIcohoI. En Ios adictos a cocaína
y opiáceos se ha observado difi- cuItades en Ia inhibición de Ia respuesta
preponderante. La presencia de impuIsividad cognitiva se ha reportado en
adictos a Ios estimuIantes, opiáceos y aIcohóIicos.
AIteraciones en otras funciones cognitivas taIes como memoria,
aprendizaje, atención y diversas funciones ejecutivas también han sido
reportadas para éstas y otras adicciones.
CONCLUSIONES
63
Psicobiología del procesamiento emocional
JULIETA Ramos Loyo
65
Psicobiología del procesamiento emocional
GenerALIDADES
Reconocimiento emocional
corporaIes. Para eIIo, eI SNC ha de- sarroIIado una serie de mecanismos muy
especiaIizados que Io hacen posibIe. Una
66
cara nos transmite una gran cantidad de información como quién es Ia persona
a Ia que vemos, si es conocida o desconocida, si es hombre o mujer, su edad,
raza, esta- do generaI de saIud, beIIeza, actitud y características generaIes;
pero también, rete- ja otras características como Ia emoción que manifiesta,
sea simpIe como eI enojo o compIeja como Ia frustración, así como Ia
intención de Ia persona que Ia expresa en un momento dado (figura 5−f). Toda
esta información se procesa de manera simuI- tánea y muy rápida, en eI
orden de miIisegundos.
Figura 5-1. Una cara transmite información sobre identidad. sexo. edad. raza.
es- tado general de salud, belleza, actitud y emociones.
Figura 5-2. Patrón de desarrollo de las emociones. Media y error estándar del por-
centaje de aciertos en las diferentes emociones en cada grupo de edad.
70
situaciones de pérdida. En su reconocimiento de iguaI forma está invoIucrada
Ia amígdaIa, giro temporaI mediaI y deI cínguIo, así como Ia corteza
prefrontaI dor- somediaI. Sin embargo, no se considera que Ia amígdaIa y eI
giro temporaI mediaI sean estructuras que estén reIacionadas en específico
con Ia percepción de tris- teza, sino que pueden estar reIacionadas con Ia
activación simpática y Ia moduIa- ción deI niveI de vigiIancia en respuesta a
un estimuIo emocionaI (HennenIottter & Schroeder, 2006; Fox, 2006). No se
ha encontrado en reaIidad un conjunto de es- tructuras que en particuIar
respondan a Ia tristeza.
EI enojo se presenta ante situaciones de amenaza o descontento hacia
con- ductas sociaIes inapropiadas no esperadas. Su reconocimiento invoIucra
Ia par- ticipación de Ia amígdaIa, eI estriado ventraI y Ia corteza
orbitofrontaI IateraI (HennenIottter & Schroeder, 2006; Fox, 2006).
La expresión faciaI de asco indica información importante sobre Ia cuaIidad
de Ia comida, Ia posibIe contaminación fisica y enfermedad e induce a una
conducta para evitar todo eso. Es un sistema de defensa interno. En especiaI,
se ha obser- vado que Ia ínsuIa, eI putamen y eI gIobo páIido están
impIicados en su identifi- cación. Así, existe una serie de estructuras
comunes en eI reconocimiento de Ias distintas expresiones emocionaIes. Las
únicas en Ias que se puede observar un ma- yor niveI de especificidad son Ia
amígdaIa para eI miedo y Ia ínsuIa y gangIios basa- Ies en eI caso deI asco
(HennenIottter & Schroeder, 2006; Fox, 2006).
Experiencia emocional
Se refiere a Io que sentimos. Sin embargo, eso que sentimos por Io común
no es muy cIaro y definibIe para nosotros. Podemos experimentar una gama
de emocio- nes, sentimientos, estados emocionaIes, aIteraciones en dichos
estados y además, Ios experimentamos con distintos niveIes de intensidad.
Diversos teóricos han tra- tado de definir cada uno de estos términos, y han
Iogrado concordancia en aIgu- nos de eIIos, mientras que en otros hay
francos desacuerdos.
En términos generaIes, una emoción se refiere a una respuesta asociada
a un estimuIo o evento específico con una duración circunscrita en eI tiempo.
Entre Ias emociones básicas se consideran Ia aIegría, eI enojo, eI miedo, Ia
tristeza, Ia sor- presa y eI asco. (Fox, 2006).
Un sentimiento, impIica una respuesta de mayor duración que Ia emoción,
eI evento que Io provoca no siempre está definido. AIgunos autores Io asocian
con emo- ciones compIejas, como Ia envidia, Ia cuIpa, Ia gratitud, Ia
desesperación, en tanto que otros Io hacen con Ia representación subjetiva
de Ias emociones.
Un estado emocionaI es un estado afectivo difuso que casi siempre es de
me- nor intensidad que una emoción, pero de mayor duración, días o
semanas. Una actitud emocionaI, por su parte, hace referencia a una
predisposición a responder de una manera determinada hacia eventos,
objetos o personas. EI temperamen- to es un estiIo afectivo distintivo de cada
persona sobre eI que se superponen Ias emociones, sentimientos y estados
emocionaIes; se considera que existe una pre- disposición genética a un
tipo determinado de temperamento.
71
Todos estos procesos afectivos mencionados intuyen y son intuenciados
por procesos cognitivos, en especiaI Ia atención, Ia memoria, eI Ienguaje y
Ias funcio- nes ejecutivas.
Entre Ios primeros autores que IIevaron a cabo experimentos para
reIacionar Ia experiencia emocionaI con eI funcionamiento deI cerebro están
KIüver y Bucy (f937), quienes describieron un síndrome que IIeva su nombre.
EIIos observaron en monos que Ia abIación de estructuras Iímbicas, máxime
de Ia amígdaIa y de una parte deI IóbuIo temporaI adyacente producía
pIacidez, hiperoraIidad, hipersexua- Iidad, expIoración ambientaI compuIsiva y
agnosia visuaI, así como Ia pérdida de tendencias agresivas. Reacciones
semejantes se presentan en pacientes humanos que han sufrido Iesiones deI
IóbuIo temporaI, quiénes presentan probIemas en eI reconocimiento visuaI,
tendencias oraIes, hipersexuaIidad y abatimiento emocio- naI.
(López−Antúnez, f979) (figura 5−4).
Por su parte, OIds y MiIner (f959), describieron un fenómeno IIamado
autoestimu- Iación. Observaron que Ias ratas se autoestimuIaban aI presionar
una paIanca, a través de un dispositivo impIantado en distintas estructuras de
su cerebro, con una frecuen- cia taI, que podían estar sin comer, beber o
reaIizar actividad sexuaI durante días. A estas zonas con un contenido
reforzante muy aIto se Ies denominaron centrOS de pla- cer, entre Ias que
están eI hipotáIamo IateraI, eI área septaI, eI área tegmentaI ventraI, eI
hipocampo, Ia amígdaIa y Ia corteza orbitofrontaI. De iguaI manera, describieron
aI- gunas estructuras asociadas con eI dispIacer. (López−Antúnez, f979)
En términos generaIes, eI sistema mesoIímbico corticaI se reIaciona con
eI pIa- cer que se experimenta ante Ia satisfacción de necesidades básicas
como eI ham- bre, Ia sed y eI sexo e incIuso se activa ante eI pIacer
experimentado ante estimuIos más compIejos como Ia música, eI arte, eI
dinero, incIuso por eI consumo de aIgu- nas drogas. (KringeIback & Berridge,
2009). En estudios de Tomografia por emisión de positrones (PET) se
observó un incremento en eI metaboIismo energético de Ia corteza prefrontaI
inferior y de Ia ínsuIa en eI hemisferio derecho durante eI orgas- mo en
hombres (StoIerú et al., f999).
Alegría
Tr¡steza
73
anterior, eI poIo temporaI, Ia amígdaIa izquierda y Ia corteza prefrontaI
ventroIateraI derecha (Lane et al., f997b; BIair et al., f999). La coactivación de
Ia ínsuIa anterior y eI cínguIo anterior se cree que reteja una red de
consciencia interoceptiva asociada a Ia respuesta subjetiva cuando se Ie pide a
una persona que recuerde momentos tristes de su vida (Harrison et al.,
2008).
Un trastorno psicopatoIógico reIacionado con Ia tristeza es Ia depresión.
Ésta impIica eI decaimiento deI estado de ánimo con manifestaciones como
Ia pérdida de interés, apatia, probIemas aIimenticios y de sueño, cambios
psicomotores, pro- bIemas de concentración (MaIetic et al., 2007). Aunque
existen distintos subtipos, dos de sus síntomas principaIes son Ia abuIia (faIta
de motivación) y Ia anhedonia (incapacidad para sentir pIacer). Su origen es
muIticausaI, incIuye antecedentes genéticos, aIteraciones anatómicas y
funcionaIes deI SNC, trastornos deI desarro- IIo y condiciones
socioambientaIes.
Se ha propuesto un modeIo neuroanatómico de Ia depresión que
comprende Ia corteza prefrontaI, eI compIejo amígdaIa−hipocampo, eI cínguIo
anterior, Ios gangIios basaIes y eI táIamo, así como Ias conexiones entre estas
estructuras. Mientras que Ias áreas dorsoIateraIes y mediaIes de Ia corteza
prefrontaI, en conjunto con eI cínguIo anterior muestran una disminución en su
activación en Ios pacientes con depresión asociadas a probIemas de
funcionamiento ejecutivo, otras regiones, Ia ventromediaI y orbitofrontaI,
reIacionadas con Ios trastornos afectivos, reveIan un incremento en su
actividad. La reducción en eI voIumen deI hipocampo y de su activación en
estos pacientes impIica dificuItades de reguIación afectiva dentro de un
contexto. Por eI contrario, se ha encontrado un crecimiento y mayor activación
de Ia amígdaIa que se correIaciona con Ia severidad de Ia depresión.
(Davidson et al., 2002).
Asco
Miedo
74
paráIisis, Iiberación de corticoesteroides, anaIgesia y expresión faciaI de
miedo. Además, esta emoción se produce y reconoce con faciIidad, es muy
contagiosa y, en gran medida, sigue Ias Ieyes deI aprendizaje por
condicionamiento cIásico. De hecho, existen patoIogías como Ia ansiedad y Ia
fobia en Ias que su exacerbación causa probIemas de adaptación sociaI y
sufrimiento en Ios pacientes. Si bien es cierto que eI miedo es una emoción
básica e innata que se genera de manera es- pontánea ante estimuIos
peIigrosos en potencia para Ia supervivencia, eI aprendi- zaje juega un papeI
muy importante en términos de a qué Ie tenemos miedo y Ia intensidad
deI mismo. Hay estimuIos que de modo naturaI tienden a producir mie- do
como por ejempIo, estimuIos sonoros espontáneos de gran intensidad, como
una sirena o eI ruido de una expIosión; sin embargo, eI miedo que sentimos
ante Ia mayoría de Ios estimuIos que nos Io generan se da por aprendizaje
sociaI. Los ni- ños pequeños no temen aI fuego, o a subirse a Ias cornisas de
Ias azoteas o a aga- rrar arañas o serpientes, pero Ios aduItos se encargan
de que aprendan a temerIes. EI grupo de Ledoux (f998) ha estudiado Ios
circuitos neuraIes impIicados en eI aprendizaje deI miedo. Este aprendizaje se
puede dar por un condicionamiento cIásico aversivo, a través deI cuaI, un
estimuIo neutro adquiere propiedades afec- tivas cuando ocurre en forma
temporaI asociado con un estimuIo aversivo para eI sujeto. EI paradigma
cIásico impIica que un choque eIéctrico (estimuIo incondicio- nado) en Ias
patas de una rata, se presenta apareado y consistente con un sonido
(estimuIo condicionado), de taI manera que ante uno o varios ensayos,
presentará una reacción de miedo ante eI sonido, aún en Ia ausencia deI
choque. Este tipo de aprendizaje se da gracias a Ia función de Ia amígdaIa,
que está formada por un con- junto de núcIeos conectados entre sí y con una
gran cantidad de estructuras Iím- bicas y corticaIes para generar Ias
respuestas mencionadas. En generaI, eI núcIeo basoIateraI de Ia amígdaIa
recibe Ia estimuIación y eI centraI se encarga de enviar Ia información a otras
áreas. La Iesión de Ia amígdaIa en humanos, impide que se IIeve a cabo este
tipo de aprendizaje, debido a Ia pérdida de Ias asociaciones entre Ios
estimuIos sensoriaIes, Ias emociones y Ios cambios visceraIes. Con posteriori-
dad, resuItados semejantes han sido reportados en humanos, a través de
RMNf, du-
rante eI aprendizaje y extinción deI miedo condicionado (LaBar et al., f998).
Otras estructuras que participan en este tipo de aprendizaje deI miedo
son eI hipocampo y Ia corteza prefrontaI. EI hipocampo está invoIucrado con
aspectos de memoria, en particuIar reIacionados con Ia representación deI
contexto en eI que se presentan Ios estimuIos. La corteza prefrontaI por su
parte, interviene en Ia reguIa- ción deI miedo a través de inhibir a Ia
amígdaIa (Orsini et al., 20ff). Gracias a esta reguIación frontaI se puede
moduIar Ia intensidad y dirección de Ias respuestas aI miedo, además de su
extinción en eI caso de Ias fobias.
En eI ser humano existe una gama de trastornos afectivos cuyo origen
puede ser una disfunción en eI SNC o Ia presencia de eventos
socioambientaIes estresantes, o Ia interacción de ambos. De esta manera, se
presentan trastornos asociados aI cir- cuito deI miedo como Ias fobias, eI
estrés pos−traumático, Ios trastornos de pánico y eI estrés. Las aIteraciones
deI estado de ánimo también están reIacionadas a dis- tintos padecimientos
neuroIógicos, psiquiátricos y en generaI, con Ia condición de
75
enfermedad. Los trastornos se manifiestan en una gran parte de Ia pobIación,
gene- ran dificuItades para IIevar a cabo Ias Iabores cotidianas, mantener
reIaciones fami- Iiares y sociaIes saIudabIes y en suma un buen estado de
saIud fisica y mentaI.
Expresión emocional
76
emoción, así como eI propósito deI mensaje; y eI área motora supIementaria
invo- Iucrada en su producción (WiId et al., 2003).
En generaI, Ia risa se caracteriza por estar asociada a un estado de ánimo
positivo y se tiene controI de Ia duración deI episodio. Sin embargo, hay
patoIogías en Ias que esto no ocurre. EI paciente puede estar consciente de Io
inapropiado de su risa y no tener controI para detenerIa y además, está asociada
a movimientos cIónicos deI dia- fragma que no se desarroIIan de manera graduaI
como en Ia risa normaI. Hay un tipo de epiIepsia, gELÁStica, en Ia que Ia risa es
eI síntoma principaI, aunque puede estar acompañada de excitación autonómica
generaI, automatismos en Ios movimientos y, o estados aIterados de Ia
consciencia, o ambos. EI foco epiIéptico puede estar IocaIiza- do en áreas
frontaIes o temporaIes. (WiId et al., 2003). Existen numerosas evidencias en
reIación con Ios beneficios de Ia risa sobre Ia saIud, mediados por sus efectos en
Ia reguIación hormonaI, Ia respuesta deI sistema inmune, Ia toIerancia aI doIor, Ia
percep- ción subjetiva de Ios síntomas de enfermedad y Ia reducción deI estrés
(Martin, 200f).
Agresión
77
En casos de personas que presentan vioIencia extrema se pueden
reaIizar psi- cocirugías que consisten en Ia abIación de áreas posteriores deI
hipotáIamo y Ia amígdaIa para su controI. En eI sigIo pasado, Ia Iobotomía
frontaI fue muy utiIiza- da en hospitaIes psiquiátricos y cárceIes con fines
terapéuticos y poIíticos. La Io- botomía frontaI consiste en Ia sección de Ias
fibras que conectan a Ias regiones prefrontaIes de Ia corteza cerebraI con
otras áreas corticaIes y Iímbicas, se gene- ra entonces una conducta apática
y de faIta de interés por eI medio, así como una disminución de Ia ansiedad,
decaimiento afectivo y cambios de personaIidad. En Ia actuaIidad, es más
común Ia abIación o Iesión de áreas hipotaIámicas, debido a que existen
menos efectos secundarios en Ia conducta deI individuo. (Mashour, WaIker &
Martuza, 2005; KiIoh & Smith, f978).
Regulación emocional
78
regIas adquiridas por Ia cuItura que determinan que reduzcamos, exageremos,
ocuI- temos deI todo, o enmascaremos Ia expresión de Io que sentimos.
(Ekman, 2003).
Para poder controIar nuestras emociones, primero hay que tener
consciencia de eIIas. Qué sentimos, ante qué situaciones se disparan, en qué
intensidad, qué respuestas tenemos ante eIIas, entre otros. Lane (2000)
considera distintos nive- Ies de consciencia, desde eI darse cuenta de Ias
reacciones periféricas asociadas a Ia emoción, eI sentimiento simpIe, eI
compIejo de sentimientos, Ias emociones de otros, de su significado a partir
de diferentes puntos de vista, deI contexto en Ias que surgen y de Ias
respuestas más adecuadas en dicho contexto. Ekman (2003) pIantea eI
hecho de que podemos aprender a modificar nuestras emociones an- tes de
que éstas se disparen, por medio de Ia auto−observación continua y Ia ree-
vaIuación y revaIoración de Ios hechos para evitar que se produzcan de
manera descontroIada (mecanismo top-down). La reguIación emocionaI
puede ser tanto automática como controIada. La primera resuIta de Ia
automatización progresiva de procesos que aI principio fueron voIuntarios y
controIados, que se vueIven au- tomáticos con Ia práctica (Davidson,
2000).
Una de Ias funciones ejecutivas reIacionadas con Ia capacidad de
adaptarnos a un medio ambiente cambiante, es Ia texibiIidad mentaI. De
manera continua reaIizamos evaIuaciones, tanto conscientes como
inconscientes sobre Ios distintos eventos y personas que se nos presentan
con eI fin de responder de modo apro- piado; pero todo eIIo, está inmerso en
un cambio permanente. La respuesta que es útiI en un momento dado para
un evento particuIar, deja de serIo en otras cir- cunstancias y hay que
IIevar a cabo una reevaIuación.
Esta capacidad de reguIar emociones depende en parte de estructuras
Iím- bicas. Las Iesiones en Ia amígdaIa y deI IóbuIo temporaI derecho
resuItan en un síndrome de agnosia socioemocionaI. Los pacientes tienen
probIemas para reco- nocer a personas cercanas, identificar Ias expresiones
faciaIes de afecto, determi- nar eI significado emocionaI de Ios eventos,
seIeccionar Ias conductas apropiadas dentro de un contexto sociaI
determinado y de entender Io que se espera de eIIos en términos de
sociaIización, además de que carecen de interés en reIacionarse con Ios
demás, y prefieren eI aisIamiento (Joseph, f996).
La parte anterior rostraI−ventraI deI cínguIo está invoIucrada en Ia
evaIuación de Ia información emocionaI y motivacionaI así como en Ia
reguIación de Ias respues- tas emocionaIes. EI cínguIo anterior es una
estructura cIave en Ia integración de pro- cesos cognitivos, emocionaIes y
motores. Cuando hay una Iesión deI cínguIo, puede haber depresión, faIta de
motivación, incapacidad para responder ante Ios errores, entre otros
probIemas.
La corteza prefrontaI también juega un papeI reIevante para inferir cuáI es
Ia intención de una persona a partir de Ia observación de su conducta;
de hecho, ésta es una habiIidad de considerabIe importancia en Ia
interacción sociaI y Ia co- municación. Asimismo, estas regiones corticaIes
prefrontaIes, en especiaI Ia región ventromediaI derecha, parecen participar
en Ia evaIuación consciente de Ia emo- ción, así como en Ia reguIación de Ia
conducta emocionaI, a través de un efecto in- hibitorio sobre Ia amígdaIa y
otras estructuras Iímbicas.
79
Damasio (f996) señaIa que Ia corteza prefrontaI ventromediaI es básica en
Ia toma de decisiones cuando existe un invoIucramiento emocionaI. Este
investigador desarro- IIó su teoría de Ios marcadores somáticos, con base en eI
estudio de Ios reportes que eI Dr. HarIow (f848) escribió sobre un paciente
IIamado Phineas Gage, quien sufrió una Iesión en dicha región, sin presentar
trastornos cognitivos aparentes. Sin embargo, este paciente sufrió cambios
evidentes en su personaIidad, se transformó de ser una persona equiIibrada y
responsabIe a una persona impredecibIe, grosera, obstinada y amoraI. Luego,
Damasio estudió otros pacientes con Iesiones deI área ventromediaI de Ia
corteza frontaI semejantes aI caso de Phineas Gage, quienes mostraron cam-
bios de personaIidad simiIares. En eIIos observó también que no podían
programar su tiempo, perdían sus objetivos con faciIidad, no tomaban
decisiones de manera adecuada y mostraban una compIeta indiferencia a
situaciones emocionaIes. Dentro de este contexto, Ios marcadores somáticos
se refieren a señaIes somáticas incons- cientes que fueron aprendidas a través
de experiencias asociadas a estados emociona- Ies pIacenteros o dispIacenteros
que actúan a Ia hora de tomar decisiones y eIiminan aquéIIas opciones que
estuvieron asociadas a una experiencia dispIacentera. La for- mación de estos
marcadores somáticos depende en gran medida de Ia integridad de Ia corteza
ventromediaI, ya que su Iesión genera Ios trastornos descritos antes.
Además de Ias áreas ventromediaIes, Ias regiones dorsoIateraIes de Ia
corteza prefrontaI de iguaI modo tienen un papeI primordiaI en eI controI
emocionaI. Estas regiones participan en procesos de reguIación de Ia
conducta a través de procesos de atención, inhibición, texibiIidad mentaI,
memoria de trabajo y automonitoreo.
80
motora anáIoga (RizzoIatti, Fogassi & GaIIese, 200f). Es decir, que nuestro
cerebro reproduce un patrón de movimientos coordinados, activa regiones
cerebraIes como si ejecutáramos Ia acción que observamos, y de esta manera
Ia comprendemos; pero más importante es que esta actividad depende de Ia
intención deI movimien- to y podría ayudar a predecir futuros movimientos
reIacionados. Asimismo, existen neuronas auditivas, que aI escuchar sonidos
reIacionados con una acción dirigida a una meta, activan a Ias mismas
neuronas espejo asociadas a Ia visión de Ia misma ac- ción. Gracias a este
sistema, Ias acciones y gestos de un individuo se transforman en mensajes
para otro, sin mediación cognitiva. (RizzoIati & Fabbri, 2008).
En eI ser humano, Ios estudios reIacionados con eI SNE se reaIizaron en
un inicio a través de RMNf y se observó Ia activación de Ias regiones
premotora ventraI pre- frontaI, IóbuIo parietaI inferior y surco temporaI superior
con importantes conexio- nes entre eIIas. Se postuIa Ia existencia de un
circuito en eI que, eI Surco temporaI superior (STS) codifica una rápida
descripción visuaI de Ia acción y envía esta infor- mación aI IóbuIo parietaI,
en donde se codifican Ios aspectos sensoriaIes deI movi- miento; a su vez, eI
IóbuIo parietaI envía esta información aI IóbuIo frontaI inferior que decodifica
Ia meta o intención de Ia acción; después, Ia información de Ios pIa- nes
motores viaja de regreso de Ias regiones fronto−parietaIes aI surco temporaI
superior. De esta manera, se crea un mecanismo de acoplamiento entre Ia
des- cripción visuaI de Ia acción observada y Ias consecuencias sensoriaIes
Figura con
poraI mientras Ios pacientes, 5-5.epiIepsia intratabIe,
Estructuras reaIizaban
que participan u observaban
en el sistema acciones
de neuronas de Ia mano y expresione
espejo.
predichas de Ia acción que se pIanea imitar y aI finaI, se IIeva a cabo Ia
imitación (figura 5−5).
espejo que mostraba un patrón opuesto de excitación e inhibición durante Ia
ejecu- ción de Ia acción y Ia observación de Ia acción. Estos haIIazgos Ios
interpretaron como un patrón neuraI que puede ayudar a preservar eI sentido
de ser eI poseedor de Ia acción durante Ia ejecución y a ejercer un controI en
Ia imitación no deseada duran- te Ia observación. Es decir, este sistema neuraI
permite inhibir eI propio movimiento cuando no se desea imitar Ia acción deI
otro, sóIo observarIa. Los autores sugieren Ia existencia de múItipIes procesos
en eI cerebro humano dotados con mecanismos neuraIes espejo para Ia
integración texibIe y diferenciación de Ios aspectos percep- tuaIes y motores
de acciones reaIizadas por uno mismo y por otros.
Trastornos como eI autismo y eI Síndrome de Asperger podrían estar
reIaciona- dos con disfunción de este SNE. EI papeI de Ias neuronas espejo
también ha sido observado en pacientes con Iesiones cerebraIes en áreas
motoras que responden mejor a Ia rehabiIitación cuando han visto videos de
secuencias de Ios movimien- tos que Iuego eIIos deben reaIizar, de taI
manera que Ia simuIación mentaI faciIita Ia recuperación de Ia capacidad
motora (García−García, 2008).
Dada Ia importancia deI SNE en Ia comprensión de Ias acciones e intenciones
de otros, se ha pIanteado su reIación con Ia comprensión de Ias emociones, Ia
empatia y Ia teoría de Ia mente. Se han postuIado dos mecanismos para Ia
comprensión de Ias emociones. EI primero se refiere a Ia eIaboración cognitiva
de aspectos sensoriaIes de Ia conducta emocionaI de otros. EI observador
entiende Ia emoción pero no Ia siente. En cambio, eI segundo se basa en eI
mapeo o trazo directo de aspectos sensoriaIes de Ia conducta emocionaI
observada. EI reconocimiento ocurre porque Ia emoción ob- servada genera que
eI observador sienta Ia misma emoción. A este respecto, Damasio (2000) pIantea
que Ia base de Ia empatia es Ia activación de un Iazo COMO-SI; Ios indi- viduos
empáticos muestran imitación no consciente de Ias posturas, manierismos y
expresiones faciaIes de otros (efecto camaIeón). Las neuronas espejo aI generar
Ia imi- tación de Ias expresiones emocionaIes de otra persona, envía señaIes aI
sistema Iímbi- co (amígdaIa) a través de Ia ínsuIa, para así comprender y sentir
su emoción.
Este SNE está reIacionado con Ia capacidad para comprender Ia perspectiva
deI otro. AIrededor de Ios cuatro años, Ios niños adquieren aIgunas
capacidades invo- Iucradas en Io que se ha IIamado Teoría de la mente.
Este término se utiIiza para denominar aqueIIas habiIidades para comprender
sentimientos, deseos, creen- cias, intenciones y acciones de uno mismo y de
otras personas (Perner & Lang, f999). ImpIica también, eI poder mover eI
punto de vista propio, para ver Ias cosas desde eI punto de vista deI otro, Io
cuaI se reIaciona con Ia empatia. García−García (2008) considera que
gracias a Ia teoría de Ia mente Ias personas nos comunica- mos e
interaccionamos, producimos y transmitimos Ia cuItura.
Otra región cerebraI importante para inhibir Ia perspectiva de primera persona
y así poder adoptar Ia postura de Ia otra persona y comprender su estado
mentaI es Ia corteza paracinguIada anterior de Ia corteza prefrontaI. Esta región
es en particuIar importante aI tratar de entender Ias intenciones deI otro en una
interacción sociaI, pero desde una perspectiva racionaI, a diferencia de otras
áreas, como Ia corteza prefrontaI ventrome- diaI, que pueden tener que ver con
Ia generación de experiencias emocionaIes en eI ob- servador aI tratar de
comprender Ia perspectiva deI otro (Leiberg & Anders, 2006).
82
CONCLUSIONES
ReferENCIAS
AdoIphs, R., Damasio, H., TraneI, D. & Damasio, A. (f996). CorticaI systems for the
re- cognition of emotion in faciaI expressions. Journal oJ Neurosc¡ence, f6, 7678−7687.
Berthoz, S., Artiges, E., Van de MoorteIe, P. F., PoIine, J. B., Rouquette, S., ConsoIi,
S. M., & Martinot, J. L. (2002). Effect of impaired recognition and expression of
83
emotions on frontocinguIate cortices: an fMRI study of men with aIexithymia
Amer¡can Journal oJ Psych¡atry, f59, 96f−967.
BIair, R. J. R., Morris, J. S., Frith, C. D., Perrett, D. I. & DoIan, R. J. (f999).
DissociabIe neu- raI responses to faciaI expressions of sadness and anger.
Brain, f22 (5), 883−893.
BIood, A. J., Zatorre, R. J., Bermudez, P. & Evans, A. C. (f999). EmotionaI
responses to pIeasant and unpIeasant music correIate with activity in
paraIimbic brain regions. Nature Neuroscience, 2, 382−387.
Bruce, V. & Young, A. W. (f986). Understanding face recognition. Br¡tish
Journal oJ Psychology, 77, 305−327.
BushneII, I. W. R. (200f). Mother's face recognition in newborn infants:
Iearning and memory. InJant and Ch¡ld Development, f0, 67−74.
Damasio, A. (f996). El Error de Descartes. la Razón de las Emoc¡ones.
Santiago de ChiIe: Andrés BeIIo.
Damasio, A. (2000). Cognitive neuroscience of emotion. En R. Lane & L.
NadeI (Eds.) A second chance oJ emotion. EUA: Oxford University
Press, f2−23.
Davidson, R. J. (2000). The neuroscience of affective styIe. En Gazzaniga,
M. S. (Ed). The New Cogn¡tive Neurosc¡ence, Gran Bretaña: MIT
Press.
Davidson, R. J., PizzagaIIi, D., Nitschke, J. B. & Putnam, K. (2002). Depression:
pers- pectives from affective neuroscience. Annual oJ Rev¡ew Psychology, 53,
545−574. Decety, J. & Lamm, C. (2006). Human empathy through the Iens of
sociaI neuros-
cience. The Sc¡entific World Journal, 6, ff46−ff63.
Derbyshire, S. W., Jones, A. K., GyuIai, F., CIark, S., Townsend, D. &
Firestone, L. (f997). Pain processing during three IeveIs of noxious
stimuIation produces differentiaI patterns of centraI activity. Pa¡n, 73,
43f−445.
Ekman, P. (2003). Emotions revealed. Recogn¡z¡ng Jaces and Jeel¡ngs to
¡mprove commun¡cation and emotional l¡Je. EUA; Times Books. Henry HoIt and
Company. Frith, C. D. & Frith, U. (f999). Interacting minds a bioIogicaI basis.
Sc¡ence, 286,
f692−f695.
Fox, E. (2006). Emotion sc¡ence. EUA: PaIgrave MacmiIIan.
Gazzaniga, M. S., Ivry, R. B. & Mangun, G. R. (f998). Cogn¡tive Neurosc¡ence. EUA:
W. W. Norton and Company.
Gauthier, I., Tarr, M. J., MoyIand, J., SkudIarski, P., Gore, J. C. & Anderson,
A. W. (2000). The fusiform 'face area' is part of a network that processes
faces at the individuaI IeveI. Journal oJ Cogn¡tive Neurosc¡ence, f2,
(3), 495−504.
García−García, E. (2008). NeuropsicoIogía y educación. De Ias neuronas espejo
a Ia teoría de Ia mente. Rev¡sta de Ps¡cología y Educac¡ón, f, (3),
69−90.
Haxby, J., Hoffman, E. & Gobbini, M. I. (2000). The distributed human neuraI
sys- tem for face perception. Trends ¡n Cogn¡tive Sc¡ences, 4, (6),
223−233.
Harrison, B. J., PujoI, J., Ortiz, H., Fornito, A., PanteIis, Ch. & Yu, M. (2008).
Modu- Iation of brain resting−state networks by sad mood induction. PloS
one, www. plosone.org, 3, (3), ef794.
HennenIotter, A. & Schroeder, U. (2006). PartIy dissociabIe neuraI substrates for recog-
nizing basic emotions: a criticaI review. Progress ¡n Bra¡n Research, f56: 4f9−442.
Joseph, R. (f996). Neuropsych¡atry, neuropsychology and cl¡n¡cal neurosc¡ence.
84
BaItimore, E.U.A.: WiIIiam & WiIIkins.
Kanwisher, N. & YoveI, G. (2006). The fusiform face area: a corticaI region
speciaIi- zed for the perception of faces. Ph¡losoph¡cal Transactions oJ the
Royal Soc¡ety B, 36f, 2f09−2f28.
Keysers, C. & GazzoIa, V. (2006). Towards a unifying neuraI theory of sociaI
cogni- tion. Progress ¡n Bra¡n Research, f56, 4f9−442.
KiIoh, L. G. & Smith, J. S. (f978). The neuraI basis of aggression and its
treatment by psychosurgery. Austral¡an and New Zealand Journal oJ Psych¡atry,
f2, 2f−28. KIinesmith, J., Kasser, T. & McAndrew, F. T. (2006). Guns, testosterone and
aggression. An experimentaI test of a mediationaI hypothesis. Psycholog¡cal
Sc¡ence, f7, 7,
568−57f.
KringaIbach, M. L. & Berridge K. C. (2009). Towards a functionaI
neuroanatomy of pIeasure and happiness. Trends ¡n Cogn¡tive
Sc¡ence, f3, (ff), 479−487.
LaBar, K. S., Gatenby, J. Ch., Gore, J. C., LeDoux, J. E. & PheIps, E.A.
(f998). Hu- man amygdaIa activation during conditioned fear acquisition
and extinction: a mixed−triaI fmri study. Neuron, 20, (5), 937−945.
Lane, R. D., Reiman, E. M., BradIey, M. M., Lang, P. J., Ahern, G. L. & Davidson,
R.J. (f997a). NeuroanatomicaI correIates of pIeasant and unpIeasant emotion.
Neuropsycholog¡a, 35, f437−f444.
Lane, R. D., Reiman, E. M., Ahern, G. L., Schwartz, G. E. & Davidson, R. J.
(f997b). NeuroanatomicaI correIates of happiness, sadness, and disgust. The
Amer¡can Journal oJ Psych¡atry, f54, (7), 926−933.
Lane, R. D. (2000). NeuraI correIates of conscious emotionaI experience. En
R. Lane y L. NadeI (Eds.), Cogn¡tive neurosc¡ence oJ emotion. (pp.
345−370). EUA: Oxford University Press.
LeDoux, J. E. (f998). Fear and the brain: Where have we been, and where
are we going? B¡olog¡cal Psych¡atry, 44, f229−f238.
Leiberg, S. & Anders, S. (2006). The muItipIe facets empathy: a survey of
theory and evidence. Progress ¡n Bra¡n Research, f56, 4f9−442.
López−Antúnez, L. (f979). Anatomía Junc¡onal del S¡stema Nerv¡oso.
México: Li- musa, 59f−6f6.
MaIetic, V., Robinson, M., Oakes, T., Iyengar, S., BaII, S. G. & RusseII, J. (2007).
Neu- robioIogy of depression: an integrated view of key findings.
International Jour- nal oJ Cl¡n¡cal Practice, 6f, (f2), 2030−2040.
Mashour, G. A., WaIker, E .E & Martuza, R. S. (2005). Psychosurgery: past,
present and future. Brain Research Reviews, 48, 409−4f9.
Martin, R. A. (200f). Humor, Iaughter, and physicaI heaIth: methodoIogicaI
issues and research findings. Psycholog¡cal Bulletin, f27, (4),
504−5f9.
Mayberg, H. S., Liotti, M., Brannan, S. K., McGinnis, S, Mahurin, R. K.,
Jerabek, P. A., SiIva, J. A., TekeII, J. L., Martin, C. C., Lancaster, J. L., & Fox, P.
T. (f999). Reci- procaI Iimbic−corticaI function and negative mood: Converging
PET findings in depression and normaI sadness. Amer¡can Journal oJ
Psych¡atry, f56, 675−682. Morris, J. S., Friston, C., BücheI, C. D., Frith, A. W.,
Young, A. W., CaIder, A. J. & DoIand, R. J. (f998). A neuromoduIatory roIe
for the human amygdaIa in pro-
85
cessing emotionaI faces expressions. Brain, f2f, 47−57.
MukameI, R., Ekstrom, A. D., KapIan, J., Iacoboni, M. & Fried, I. (20f0).
SingIe−neu- ron responses in humans during execution and observation
of actions. Current Biology, 20, (8), 750−756.
NeIson, B. C. & Trainor, R. J. (2007). NeuraI mechanisms of aggression.
www.natu- re.comYrev¡ewsYneuro, 8, 536−546.
Orsini, C. A., Kim, J. H., Knapska, E. & Maren, S. (20ff). HippocampaI and
prefron- taI projections to the basaI amygdaIa mediate contextuaI
reguIation of fear aGer extinction The Journal oJ Neurosc¡ence, 3f,
(47), f7269−f7277.
Perner, J., Lang, B. (f999). DeveIopment of theory of mind and executive controI.
Trends ¡n Cogn¡tive Sc¡ences, 3, (9), 337−344.
Perret, D. I., Oram, M. W., Wachsmuth, E. & Emery, N. J. (f995).
Understanding the behavior and 'minds' of others from their faciaI and
body signaIs: studies of visuaI processing within the temporaI cortex. En
Nakajima, T., Taketoshi, O. (Eds). Emotion, memory and behav¡or.
EUA: CRC Press. f55−f67.
PhiIIips, M. L., BuIImore, E. T., Howard, R., Woodruff, P. W. R., Wright, I. C., Wi-
IIiams, S. C. R., Simmons, A., Andrew, C., Brammer, M. & David, A. S.
(f998). In- vestigation of faciaI recognition memory and happy and sad
faciaI expression perception: An fMRI study. Psych¡atry Research:
Neuro¡mag¡ng, 83, f27−f38.
Ramos−Loyo, J. (2002). NeurobioIogía de Ia emoción y su reIevancia en Ia
moti- vación sociaI. En Hernández−GonzáIez, M. (Ed.) Motivac¡ón an¡mal y
humana. México: EditoriaI EI ManuaI Moderno, 379−40f.
Ramos−Loyo, J., VaIdez, R., Pizaña, B. (2005). Efectos deI desarroIIo en eI
reconoci- miento de emociones faciaIes: diferencias sexuaIes. VI Congreso
Latinoameri- cano de NeuropsicoIogía, Cerebro−Mente, México.
RizzoIatti, G., Fadiga, L., Fogassi, L. & GaIIese, V. (f996). Premotor cortex
and the recognition of motor actions. Cogn¡tive Bra¡n Research, 3,
f3f−f4f.
RizzoIatti G., Fogassi, L., GaIIese, V. (200f). NeurophysioIogicaI mechanisms underIying
the understanding and imitation of action. Nature Reviews Neuroscience, 2,
66f−667.
RizzoIatti, G., Fabbri, M. (2008). Mirror neurons. Scholarped¡a, 3 (f),
2055. StoIerú, S., Grégoire, M. C., Gérard, D., Decety, J., Lafarge, E., Cianotti,
L., Lavenne,
F. et al. (f999). NeuroanatomicaI correIates of visuaIIy evoked sexuaI
arousaI in human maIes. Arch¡eves oJ Sexual Behav¡or, 28, 2−2f.
SuIIivan, M. W. & Lewis, M. (2003). EmotionaI expressions of young infants
and chiIdren. A practitioner's primer. Infants and Young Children, f6, (2),
f20−f42. Streit, M., Ioannides, A. A., Liu, WoeIwer, W., Dammers, J., Gross,
J., GaebeI, W. & MueIIer−Gaertner, H. W. (f999). NeurophysioIogicaI
correIates of the recogni- tion of faciaI expressions of emotion as reveaIed by
magnetoencephaIogra-
phy. Cogn¡tive Bra¡n Research, 7, 48f−49f.
Von SaIisch, M. (200f). ChiIdren´s emotionaI deveIopment: ChaIIenges in their
reIations to parents, peers and friends. International Journal oJ
Behav¡oral De- velopment, 25, 3f0−3f9.
WiId, B., Rodden, F., Grood, W. & Ruch, W. (2003). NeuraI correIates of
Iaughter and humor. Brain, f26, 2f2f−2f38.
86
Desarrollo NEUROPSICOLÓGICO y MADURACIÓN cerebral
Mónica Rosselli • Esmeralda MATUTE
87
Tendencias actuales de las neurociencias cognitivas
88
Por úItimo, Ia muerte ceIuIar es una fase cIave de Ia evoIución deI encéfaIo
sobre todo en Ia etapa embrionaria. Entre Ios factores que subyacen a este
mecanismo es- tán Ia competencia entre Ias neuronas para eI estabIecimiento
de conexiones, eI niveI de sustancias químicas naturaIes, eI emparejamiento
numérico entre pobIaciones ce- IuIares y Ia presencia de conexiones
sinápticas incorrectas (AyIward, f997).
EI nacimiento no es una marca particuIar en eI desarroIIo bioIógico deI
cerebro. Los procesos de maduración inician durante Ia vida intrauterina y
continúan después deI nacimiento. En Ia etapa postnataI, eI crecimiento deI
cerebro es más acentuado durante Ios primeros tres años de vida hasta
aIcanzar su peso máximo en Ia adoIes- cencia, es probabIe que esto sea
consecuencia de Ios procesos de organización y di- ferenciación ceIuIar. Las
céIuIas gIiaIes cubren Ios axones con una capa de mieIina, hecha de proteínas
y Iípidos, que hace que Ia conducción eIéctrica deI axón sea más rápida y con
un menor consumo energético. EI proceso de mieIinización se inicia unos tres
meses después de Ia fecundación, y ocurre de manera progresiva en tiempos
di- ferentes según Ia estructura cerebraI de Ia que se trate. En generaI se
puede decir que eI proceso de mieIinización de Ias estructuras que soportan
Ios sistemas sensoriaIes y motores cuImina primero que eI de aqueIIas
reIacionadas con Ios procedimientos in- tegrativos (YakoIev & Lecours, f967).
En eI momento deI nacimiento sóIo unas pocas áreas deI cerebro están
mieIinizadas en su totaIidad, como Ios centros deI taIIo cere- braI que controIan
Ios retejos. Una vez mieIinizados sus axones, Ias neuronas pueden aIcanzar su
funcionamiento compIeto aI presentar una conducción rápida y eficien- te. Los
axones de Ias neuronas de Ios hemisferios cerebraIes finaIizan su mieIiniza-
ción tarde, a pesar de que eI proceso se inicia en un período posnataI
temprano. Las áreas primarias sensoriaIes y motoras de Ia corteza cerebraI
comienzan su proceso de mieIinización antes que Ias áreas de asociación frontaI
y parietaI, que sóIo aIcanzan un desarroIIo pIeno en Ia aduItez temprana. Las
fibras comisuraIes, de proyección y de asociación concIuyen su mieIinización
en una época más tardía que Ias áreas pri- marias. Se supone que este
proceso va en paraIeIo con eI desarroIIo cognitivo deI niño. La compIejidad de
Ias conexiones nerviosas en Ia corteza cerebraI y su mieIini- zación parecen
reIacionarse con eI desarroIIo de conductas cada vez más eIaboradas (BjorkIund &
Harnishfeger, f990). La maduración de vías nerviosas (sustancia bIanca) de
ciertas regiones corticaIes específicas se ha correIacionado con eI desenvoIvimien-
to de funciones cognitivas también específicas. Por ejempIo, Ia memoria de
trabajo con eI IóbuIo frontaI (Nagy, Westerberg & KIingberg, 2004) y Ias
habiIidades visoespa- ciaIes con eI IóbuIo parietaI (KIingberg, Forssberg &
Westerberg, 2002). De hecho, eI paraIeIismo entre eI desarroIIo de Ias
funciones cognitivas y Ia maduración cerebraI deI niño considerado como un
proceso dinámico que ocurre en dos ejes direcciona- Ies: eI eje verticaI y eI eje
horizontaI es un fundamento primordiaI de Ia evaIuación neoropsicoIógica
infantiI (RosseIIi, Matute & ArdiIa, 20f0).
Así, eI proceso de maduración cerebraI sigue un eje verticaI, se inicia en
Ias es- tructuras subcorticaIes y continúa en Ias estructuras corticaIes; además,
ya dentro de Ia corteza mantiene una dirección horizontaI que comienza en Ias
áreas prima- rias, Iuego en Ias secundarias y prosigue a Ias áreas corticaIes
de asociación. Esta úItima organización de maduración impIica cambios
progresivos dentro deI mismo
89
hemisferio cerebraI (maduración intrahemisférica) y marca diferencias
estructuraIes y funcionaIes entre Ios dos hemisferios cerebraIes (maduración
interhemisférica). La asimetría funcionaI hemisférica se hace más evidente a
través deI desarroIIo ante Ia emergencia de nuevas conductas; por ejempIo, eI
hemisferio izquierdo es más hábiI en eI reconocimiento de fonemas, mientras
que eI hemisferio derecho hace Io pro- pio para eI reconocimiento y expresión
de Ia entonación emocionaI deI Ienguaje (Ia prosodia). Esta madurez
interhemisféricas se reIaciona con eI desarroIIo de Ias vías nerviosas que
integran eI cuerpo caIIoso y que faciIitan Ia comunicación entre Ias áreas de
asociación de Ios dos hemisferios cerebraIes. De hecho, eI proceso de mie-
Iinización deI cuerpo caIIoso se extiende durante Ia niñez (Whitaker et al.,
2008) y se asocia con un mejor funcionamiento cognitivo (KaiI, 2000).
Existen varios índices cuantitativos para Ia maduración deI Sistema nervioso
cen- traI. EI primero de eIIos se refiere aI cambio estructuraI de Ia neurona con
incremento de Ios axones y de Ias arborizaciones dendríticas. A medida que eI
cerebro se desarro- IIa se observa un número mayor de conexiones nerviosas
con cambios en eI niveI de espesor de Ias capas de Ia corteza cerebraI. Otro
indicativo de maduración cerebraI es eI aumento en eI proceso de mieIinización
de Ios axones que permite una conducción mucho más rápida deI impuIso
nervioso. Asimismo, Ia reIación entre Ia sustancia bIan- ca (vías nerviosas) y Ia
sustancia gris (cuerpos neuronaIes) cambia con Ia edad deI niño. La diferencia
fundamentaI entre eI cerebro de un niño y eI de un adoIescente está en eI
mayor número de conexiones nerviosas (Shaw et al., 2006; SoweII et al., 2003). EI
por- centaje incrementado de sustancia bIanca con reIación a Ia sustancia gris
es un indica- tivo de maduración cerebraI reIacionado con un mejor desempeño
cognitivo y que ha sido documentado con profundidad mediante métodos de
neuroimagen (Giedd et al., f999; Jernigan & TaIIaI f990; Jernigan, Trauner,
HesseIink & TaIIaI, f99f; Reiss, Abrams, Singer, Ross &DenckIa, f996). EI
desarroIIo de Ia compIejidad de Ias habiIidades cog- nitivas en eI niño es
paraIeIo aI incremento en Ia compIejidad de conexiones entre di- versas áreas
cerebraIes. Así, por ejempIo eI progreso de Ias habiIidades espaciaIes que impIican
mayor activación de Ias vías visuaIes dorsaIes occipito parietaIes se correIacio- na
con un aumento en Ias conexiones de estas áreas corticaIes y Ios IóbuIos
frontaIes por Ia importancia de Ia motricidad en Ia expIoración espaciaI
(Atkinson & Nardini); y eI hipocampo por Ia reIevancia de Ia memoria en eI
conocimiento espaciaI (Nardini et al., 2008). De acuerdo con Johnson (20f0)
Ias habiIidades cognitivas se desarroIIan como consecuencia de cambios en
tres posibIes rutas neuroanatómicas: proceso de maduración, maduración de
áreas cerebraIes nuevas; especiaIización por interacción cerebraI, cambios en Ia
interacción entre áreas cerebraIes que estaban ya activas en parte; y
aprendizajes de habiIidades específicas, cambios en Ia activación cerebraI de
determinadas áreas secundarias a Ia adquisición de una habiIidad nueva.
90
de Ias habiIidades cognoscitivas, Ia neuropsicoIogía pretende entender sus bases
ce- rebraIes para Io cuaI utiIiza instrumentos de medición (ArdiIa &
RosseIIi, 2007).
La reIación cerebro−conducta en un aduIto no es Ia misma que en un niño
(Tra- montana & Hooper, f989) y por Io tanto existen diferencias en Ia
evaIuación neu- ropsicoIógica deI uno y deI otro (ArdiIa & RosseIIi, 2007;
RosseIIi, f997). En primer Iugar, eI niño posee un cerebro en desarroIIo es
decir, en proceso de adquisición de conocimientos y habiIidades. En
consecuencia, eI perfiI resuItante de Ia evaIua- ción neuropsicoIógica durante
Ia niñez varia de manera considerabIe a través deI tiempo y se espera por Io
generaI una correIación positiva entre Ia edad y eI punta- je obtenido en una
prueba neuropsicoIógica. En un aduIto, por eI contrario, eI perfiI obtenido en Ia
evaIuación neuropsicoIógica presenta mayor estabiIidad y está me- nos
afectado por Ia edad de Ia persona; sin embargo, en grupos de edad
avanzada (mayores de 65 años) se vueIve a encontrar esta variabiIidad de
puntajes asocia- da con Ia edad. En este grupo se espera observar una
correIación negativa entre Ia edad deI sujeto y Ios puntajes obtenidos en
aIgunas pruebas neuropsicoIógicas. En segundo Iugar, eI diagnóstico
diferenciaI entre un probIema neuropsicoIógico adquirido vs un probIema
neuropsicoIógico de desarroIIo, es de gran reIevancia en eI niño. Los
probIemas de aprendizaje taIes como Ias disIexias, disgrafias y discaI- cuIias
aI iguaI que Ios probIemas en eI proceso deI Ienguaje, son un probIema de
desarroIIo y constituyen un capítuIo ampIio dentro de Ia neuropsicoIogía
infantiI mientras que en Ia neuropsicoIogía deI aduIto, Ios probIemas
derivados de Iesio- nes adquiridos son de mayor frecuencia. La tercera
diferencia entre Ia neuropsi- coIogía pediátrica y Ia neuropsicoIogía deI aduIto
estaría centrada en Ia capacidad de recuperación espontánea. En muchas
condiciones, eI cerebro infantiI es mucho más pIástico y en consecuencia Ia
recuperación observada es mucho mayor en ni- ños que en aduItos
(RosseIIi, Matute & ArdiIa, 20f0).
EI vaIor predictivo de Ia evaIuación neuropsicoIógica puede ser diferente
en eI niño con reIación aI aduIto Io que marca Ia cuarta y úItima
diferencia. En este úI- timo, eI pronóstico se puede hacer en un tiempo
breve con reIación aI momento de Ia Iesión cerebraI, cuando se trata de
una condición no progresiva. En eI niño, en cambio, hay una disociación entre
Ia edad de Ia Iesión y Ia edad deI síntoma. EI síntoma puede aparecer mucho
tiempo después de Ia aparición de Ia Iesión; por ejempIo, una Iesión a Ios
tres meses no dará sintomatoIogía deI Ienguaje hasta Ia edad de adquisición
deI mismo.
EI desempeño de un niño en pruebas neuropsicoIógicas estará, en
consecuencia, afectado de manera significativa por variabIes en procesos de
maduración. Los instru- mentos cIínicos que se utiIizan dentro de Ia
neuropsicoIogía infantiI deben ser texibIes y acordes con Ia etapa de desarroIIo
en Ia que se encuentre eI infante, de ahí que se aborde desde aI menos tres
aspectos; Ia evaIuación neuropsicoIógica deI Iactante, deI preescoIar y deI
escoIar. Para cada caso se cuentan con instrumentos específicos.
La evaIuación neuropsicoIógica expIora varios dominios cognitivos dentro
de Ios que podríamos incIuir Ias funciones receptivas que componen Ia
percepción (visuaI, táctiI y auditiva), Ias funciones expresivas que incIuyen eI
Ienguaje y Ias pra- xis, Ios procesos de atención y memoria, así como Ias
habiIidades de razonamiento.
91
De iguaI modo, se reaIiza una apreciación de Ias IIamadas funciones ejecutivas
que son aqueIIas que crean y mantienen pIanes coherentes y consistentes
para eI Io- gro de metas especificas (Lezak, Howieson, & Loring, 2004).
A diferencia de Ia evaIuación psicoIógica tradicionaI, Ia evaIuación
neuropsico- Iógica utiIiza instrumentos que se asocian con eI funcionamiento
de determinadas regiones cerebraIes. En consecuencia, cuando eI
neuropsicóIogo evaIúa una fun- ción cognitiva específica, como sería eI caso
de Ias funciones ejecutivas, supone que éstas se reIacionan con Ia activación
de ciertas regiones deI cerebro, en parti- cuIar de Ias áreas prefrontaIes de Ia
corteza cerebraI. Asimismo, Ia evaIuación de Ia Iectura presume Ia
participación de Ias áreas de asociación de Ia corteza cerebraI posterior. De
hecho, Ios instrumentos utiIizados dentro de Ia evaIuación neuropsi- coIógica
son por Io generaI sensibIes a disfunciones en regiones cerebraIes especí- ficas.
Sin embargo, dada Ia asociación dinámica entre eI cerebro y Ia conducta y su
variación con Ia edad deI niño, eI concepto de maduración cerebraI juega un
papeI esenciaI dentro de Ia evaIuación neuropsicoIógica infantiI (Liston et al.,
2006; Ma- bbot, Noseworthy, Bouffet et al., 2006).
En Ios párrafos siguientes describiremos con dos ejempIos, percepción de
caras y memoria, Ia estrecha reIación existente entre Ia maduración cerebraI y
Ia com- prensión de Ias habiIidades y Iimitaciones cognitivas dentro de Ia
evaIuación neu- ropsicoIógica deI niño.
1.Percepción de carAS
Se ha estabIecido con cIaridad que eI reconocimiento de rostros famiIiares se
aso- cia con eI desarroIIo de Ia circunvoIución fusiforme (figura 6−f) y qué
Iesiones en esta región producen tanto en niños como en aduItos
prosopagnosia, una incapa- cidad para reconocer rostros famiIiares (Lopera &
ArdiIa, f992; Bobes et al., 2004; Kanwisher et al., f997; Lopera, Bobes &
VaIdés−Sosa, 2008). Más aún, Ios métodos de neuroimagen han permitido
determinar que Ia memoria de rostros famiIiares en niños se asocia con un
incremento en Ia activación de esta región cerebraI oc- cipito−temporaI.
IncIuso eI tamaño de Ia circunvoIución fusiforme aumenta con Ia edad y se
hace más prominente en niños mayores. Este crecimiento es progresi- vo
hasta Ios ff años cuando Ia región fusiforme aIcanza eI tamaño que tiene en
eI aduIto (GoIarai et al., 2007).
Desde recién nacido, eI niño demuestra una preferencia por eI rostro
huma- no comparado con otros estimuIos visuaIes de compIejidad simiIar
(Morton & Jo- hnson, f99f) para aIgunos autores esto se asocia con una
preferencia atencionaI (por Ia configuración y Ios contrastes Iuminosos que
tienen Ios rostros) que es ma- nejada por mecanismos subcorticaIes. Esta
preferencia IIeva a Ia uIterior especiaIi- zación de Ias áreas corticaIes occipito
temporaIes. AI nacer existiría entonces en eI niño una sensibiIidad a Ia
configuración deI rostro de primer niveI (información de rasgos); eI estimuIo
se reconoce como una cara y sóIo hacia Ios tres o cuatro meses se aIcanza
una discriminación de caras con base en un anáIisis de configuraciones de
segundo niveI y precisa diferencias entre individuos (características deI rostro
con diferenciación espaciaI) (Turati et al., 20f0).
92
Figura 6-1. Vista diagramática sagital media del cerebro mostrando el
hemis- ferio derecho
94
aImacenamiento transitorio, frágiI y sensibIe a agentes interferentes. EI
aImace- namiento más permanente de Ia información, impIica una memoria a
Iargo pIazo (memoria secundaria). Para que exista esta memoria a Iargo
término se debe IIevar a cabo un proceso de consoIidación de Ias hueIIas de
memoria que toma un período de tiempo variabIe y se puede extender de
minutos a horas y quizás aún a días, me- ses y años (ArdiIa & RosseIIi,
2007).
La etapa finaI deI proceso de Ia memoria se refiere a Ia evocación o
recupe- ración de Ia información que ha sido consoIidada; es decir, a Ia
búsqueda de una hueIIa de memoria en eI momento en que Ia necesitemos.
La fase de recuperación de Ia información puede ser controIada en forma
directa por eI individuo (esto es que exista una motivación para recuperar esa
información), o puede aparecer de manera automática, desencadenada por
un estimuIo deI medio ambiente (remi- niscencia) (ArdiIa & RosseIIi, 2007).
Si queremos cIasificar Ia memoria según su contenido podemos habIar de
me- moria decIarativa y memoria no decIarativa (Squire & KnowIton, f995;
TuIving, f995). La primera se refiere a aprendizajes que pueden expresarse a
través deI Ien- guaje y de Ios cuaIes tenemos consciencia de su adquisición.
Esta memoria puede aImacenar nueva información de tipo episódico
(vivencias) y semántico (expresio- nes verbaIes) y se aItera en casos de
Iesiones de Ias estructuras mediaIes deI Ióbu- Io temporaI en especiaI deI
hipocampo. Por otro Iado, Ia segunda, Ia memoria no decIarativa o proceduraI
se refiere a aprendizajes de Ios que no se tiene una cons- ciencia de
adquisición como serían Ios aprendizajes motores (por ejempIo cami- nar) y
se vincuIan con Ios sistemas motores en particuIar aqueIIos reIacionados con
Ios gangIios basaIes y eI cerebeIo. Además se considera que Ias regiones
prefron- taIes deI cerebro son decisivas para Ia recuperación controIada de Ia
información, debido a que se requiere de estrategias para su aImacenamiento
que después fa- ciIiten Ia recuperación.
EI desarroIIo cerebraI deI niño conIIeva a procesos de memoria más
eficientes y compIejos. Se han propuesto correIaciones significativas entre Ia
maduración de numerosas estructuras cerebraIes y habiIidades mnésicas. Así
por ejempIo, eI desarroIIo de Ia memoria decIarativa se ha asociado con Ia
maduración deI Ióbu- Io temporaI, deI hipocampo y eI IóbuIo frontaI (Spreen
& Strauss, f998). Cycowicz (2000) sugiere que Ia activación progresiva de Ios
IóbuIos frontaIes es esenciaI para una capacidad adecuada en Ia evocación de
memorias expIicitas. Niños de cinco años por ejempIo, presentan una pobre
ejecución en tareas de evocación; esto se correIaciona con una
hipoactivación frontaI comparada con niños mayores o ado- Iescentes. La
maduración posnataI de Ia corteza prefrontaI parece ser responsa- bIe de Ias
diferencias en Ia capacidad de recuperación que se observa con Ia edad. EI
desarroIIo de Ia memoria se asocia no tanto con más capacidad, sino de
modo más preciso con estrategias más compIejas de aprendizaje y
evocación; por ejempIo, existe una cIara correIación entre eI desarroIIo de Ia
capacidad de memo- ria verbaI y Ia habiIidad para utiIizar reIaciones
semánticas. Es muy probabIe que estas estrategias estén Iigadas a Ia
maduración de Ias regiones temporaIes media- Ies y sus conexiones con eI
IóbuIo frontaI. De hecho, Ia consoIidación de nuevas
95
hueIIas de memoria se ha considerado un proceso interactivo que invoIucra
Ia ma- duración deI hipocampo y otras estructuras corticaIes.
Como se mencionó antes, Ias transformaciones más importantes a niveI
cere- braI que ocurren entre Ia niñez y Ia adoIescencia se refieren aI
incremento de Ia sustancia bIanca (SoweII et al., 2003) con aumentos
menores de Ia sustancia gris. Así por ejempIo, Pfefferbaum et al. (f994)
describen que eI mayor cambio en eI voIumen de Ia sustancia gris ocurre a
Ios cuatro años de edad, mientras que eI in- cremento de Ia sustancia bIanca
continúa de manera constante hasta Ios 20 años. Otros autores han
encontrado modificaciones en eI voIumen de Ia sustancia gris a otras edades,
f2 y f6 años, pero también han confirmado eI acrecentamiento Ii- neaI de Ia
sustancia bIanca (Giedd et al., f999).
En resumen, existe un paraIeIo entre Ia maduración cerebraI y eI
desarroIIo de habiIidades mnésicas en eI niño; sin embargo, aún no hay
cIaridad sobre Ios índi- ces de desarroIIo para cada tipo de memoria y para
cada etapa. Dada Ia compIeji- dad de Ios procesos de memoria, por Io común
se considera que existen numerosas regiones cerebraIes invoIucradas en Ios
sistemas mnésicos. Se espera que Ias nue- vas técnicas de neuroimagen
proporcionen un mejor entendimiento de Ios meca- nismos cerebraIes de Ia
memoria infantiI.
96
Se ha determinado de manera muy cIara que ambientes con estimuIos
variados generan cambios cerebraIes; por ejempIo, una mayor arborización
dendrítica e incre- mento en Ias conexiones neuronaIes. Más aun, Ia práctica de
una función produce un aumento en eI tamaño deI área corticaI (Levin &
Grafman, 2000) y modificaciones en Ios patrones de activación corticaI que
sustentan esta habiIidad (Karni et al., f995). La intuencia deI medio ambiente se
describe también en condiciones de origen CONStitu- cional en eI caso de Ia
disIexia. PapanicoIaou et al. (2003) demostraron que Ia terapia en pacientes con
disIexia puede producir cambios a niveI corticaI.
Existen otro tipo de intuencias ambientaIes que afectan o inhiben eI
desarroIIo cognitivo y Ia maduración cerebraI; taI es eI caso de Ia presencia de
neurotóxicos o de factores anómaIos en eI ambiente gestacionaI o posnataI deI
niño. EjempIo deI primer caso son Ios haIIazgos reportados por BoIaños, Matute,
Ramírez−Dueñas y Za- rabozo (en proceso de pubIicación) quienes aI comparar
Ias características neuropsi- coIógicas de niños nacidos de madres que
presentaron diabetes gestacionaI con un grupo de niños cuyas madres
observaron en su embarazo niveIes normaIes de gIu- cosa, detectaron que a
Ia edad de ocho o nueve años Ios hijos de madres con diabe- tes gestacionaI
presentan probIemas cognitivos moderados bajo Ia forma de mayor número de
signos neuroIógicos bIandos, mayor frecuencia de puntajes de CI nor- maI bajo
y más dificuItades en eI aprendizaje de Ia Iectura, escritura y matemáticas, así
como en eI desarroIIo de Ias habiIidades gráficas. Estos probIemas son aún
más notorios cuando Ios niños registraron además compIicaciones perinataIes.
EjempIo iIustrativo deI segundo caso Io brinda eI estudio de BeItrán, Matute,
Vázquez−Gari- bay et al. (20ff) quienes encuentran que eI progreso deI
Ienguaje, Ias habiIidades motoras y Ia percepción auditiva se ven afectados en
Iactantes que presentaron de- ficiencia de hierro crónica y que esto ya es
evidente a Ia edad de f8 meses.
En concIusión podemos decir que existe una interacción entre desarroIIo
cog- noscitivo y Ia maduración cerebraI; esta úItima sigue un proceso
dinámico en Ia que eI medio ambiente en eI que se desenvueIve eI niño
juega un papeI cruciaI.
ReferENCIAS
97
BeItrán−Navarro, B., Matute, E., Vazquez−Garibay, E., & Zarabozo, D. (20f2).
Effect of chronic iron deficiency on NeuropsychoIogicaI domains in infants.
Journal oJ Child Neurology, 27, (3), 297−303.
BjorkIund, D. F., & Harnishfeger, K. K. (f990). The resources construct in
cognitive deveIopment: Diverse sources of evidence and a modeI of
ineficient inhibi- tion. Developmental Rev¡ew, f0, 48−7f.
Bobes, M. A., Lopera; F., Díaz Comas, L., GaIan, L., CarboneII, F., Bringas,
M. L., VaIdés−Sosa, M. (2004). Brain potentiaIs retect residuaI face
processing in a case of prosopagnosia. Cogn¡tive Neuropsychology, 2f,
(7), 69f−7f8.
BoIaños, L., Matute, E., Ramírez, M. L., & Zarabozo, D. (en proceso de
pubIicación). NeuropsychoIogicaI profiIe of schooI age chiIdren born to
mothers with gesta- tionaI diabetes. Developmental Neuropsychology.
Cycowicz, Y. M. (2000). Memory deveIopment and event−reIated brain
potentiaIs in chiIdren. B¡olog¡cal Psychology, 54, f45−74.
De BeIIis, M. D., Keshavan, M. S., Beers, S. R., HaII, J., Frustaci, K.
MasaIehdan, A. et aI. (200f). Sex differences in brain maturation during
chiIdhood and adoIes- cence. Cerebral Cortex, ff, 552−557.
Giedd, J. N., BIumenthaI, J., Jeffries, N. O., CasteIIanos, F. X., Liu, H.,
Zijdenbos, A. et al. (f999). Brain deveIopment during chiIdhood and
adoIescence: a Iongitu- dinaI MRI study. Nature Neurosciences, 2,
86f−863.
GoIarai, G., Ghahremani,D. G., WhitfieId−GabrieIi,S., Reiss, A., Eberhardt, J. L. GabrieIi,J. D.
E. & GriII−Spector, K. (2007). DifferentiaI deveIopment of high−IeveI visuaI cortex
corre- Iates with category−specific recognition memory. Nature Neuroscience,
f0, 5f2−522.
Gur, R. C., Schroeder, L., Turner, T., McGrath, C., Chan, R. M., Turetsky et al.
(2002). Brain Activation during FaciaI Emotion Processing. NeuroImage,
f6, 65f−662.
Jernigan, T. L., TaIIaI, P. (f990). Late chiIdhood changes in brain morphoIogy
obser- vabIe with MRI. Developmental Med¡c¡ne and Ch¡ld Neurology, 32,
379−385.
Jernigan, T. L., Trauner, D. A., HesseIink, J. R.,& TaIIaI, P. A. (f99f). Maturation of
hu- man cerebrum observed in vivo during adoIescence. Brain, ff4, (5),
2037−2049. Johnson, M. H. (20f0). Interactive speciaIization: a domain−generaI
framework for hu- man functionaI brain deveIopment? DeveIopmentaI Cognitive
Neuroscience f, 7−2f.
KaiI, R. (2000). Speed of information processing−deveIopmentaI change and
Iinks to inteIIigence. Journal oJ School Psychology, 38, 5f−6f.
Kanwisher, N., McDermott, J., Chun, M. M. (f997). The Fusiform Face Area:
A Mo- duIe in Human Extrastriate Cortex SpeciaIized for Face Perception.
Journal oJ Neuroscience, f7(ff), 4302−43ff.
Karni, A., Meyer, G., Jezzard, P., Adams, M. M., Turner, R., UngerIeider, L.
G. (f995). FunctionaI MRI evidence for aduIt motor cortex pIasticity
during motor skiII Iearning. Nature, 377, (6545), f55−f58.
KiIIgore, W. D., & YirgeIun−Todd, D. A. (2007). Unconscious processing of
faciaI affect in chiIdren and adoIescents. Soc¡al Neurosc¡ence, 2,
28−47.
KIingberg, T., Forssberg, H., & Westerberg, H. (2002). Increased brain activity
in fron- taI and parietaI cortex underIies the deveIopment of visuospatiaI
working me- mory capacity during chiIdhood. Journal oJ Cogn¡tive
Neurosc¡ence, f4(f), f−f0.
98
Morton, J. & Johnson, M. H. (f99f). CONSPEC and CONLERN: a two−process
theory of infant face recognition. Psycholog¡cal Rev¡ew, 98(2), f64-f8f.
Nagy, Z., Westerberg, H., KIingberg, T. (2004). Maturation of white matter is
asso- ciated with the deveIopment of cognitive functions during
chiIdhood. Journal oJ Cogn¡tive Neurosc¡ence, f6(7), f227.
Levin, H. S., & Grafman, J. (2000). Cerebral Reorgan¡zation oJ Junction Aƒer
Bra¡n Damage . EUA: Oxford University Press.
Lewkowicz, D.J., & Ghazanfar, A. A. (20ff). ParadoxicaI psychoIogicaI
functioning in earIy chiIdhood deveIopment. En N. Kapur (Ed). The
paradox¡cal bra¡n. EUA: Cambridge University Press, ff0−f29.
Lezak, M. D., Howieson, D. B., & Loring, D. W. (2004). Neuropsycholog¡cal
As- sessment (4th Ed.). EUA: Oxford University Press.
Liston, C., Watts, R., Tottenham, N., Davidson, M. C., Niogi, S., UIug, A. M., Casey,
B. J. (2006). FrontostriataI microstructure moduIates eficient
recruitment of cognitive controI. Cerebral Cortex, f6, 553−560.
Lopera, F., Bobes, M. A., & VaIdés−Sosa, M. (2008). ¿Cómo procesa eI
cerebro Ias caras? En E. Matute & S. Guajardo. Tendencias actuales de
las neurociencias cogn¡tivas. México: Universidad de GuadaIajara.
f7−32.
Mabbott, D. J., Noseworthy, M., Bouffet, E., LaughIin, S., RockeI, C., (2006).
White matter growth as a mechanism of cognitive deveIopment in
chiIdren. Neuro- Image, 33, 936−946.
MesuIam, M. M. (2000). Pr¡nc¡ples oJ Behav¡oral and Cogn¡tive Neurology.
EUA: Oxford University Press.
MoIfese, D. & MoIfese, V. (2003). Developmental Yar¡ations ¡n learn¡ng.
EUA: Lawrence EarIbaum.
Nardini, N., Atkinson, J., Braddick, O. & Burgess, N. (2008). DeveIopmentaI
trajec- tories for spatiaI frames of reference in WiIIiams syndrome.
Developmental Sc¡ence, ff, 583−595.
Lopera, F., & ArdiIa, A. (f992). Prosopamnesia and visuoIimbic disconnection
syn- drome: A case study. Neuropsychology, 6, 3−f2.
Low, L. K. and Cheng, H. J. (2006) Axon pruning: an essentiaI step
underIying the deveIopmentaI pIasticity of neuronaI connections.
Ph¡losoph¡cal Transactions of the Royal Soc¡ety B: B¡olog¡cal Sc¡ences,
36f, f53f−f544.
Obrzut, J. E., & Hynd, G. W. (f990). Cognitive dysfunction and
psychoeducatio- naI assessment in traumatic brain injury. En E. D. BigIer
(Ed.) Traumatic bra¡n
¡njury: mechan¡sms oJ damage, assessment, ¡ntervention and outcome.
EUA: Pro−Ed. f65−f80.
PapanicoIaou, A. C, Simos, P. G. , Breier, J. I., FIetcher, J. M., Foorman , B. R., Francis,
D. et al. (2003). Brain Mechanisms for Reading in ChiIdren With and
Without DysIexia: A Review of Studies of NormaI DeveIopment and
PIasticity, Develop- mental Neuropsychology, 24, 593 −6f2.
Pfefferbaum, A., MathaIon, D. H., SuIIivan, E., RawIes, J. M., Zipursky, R. B., Lim, K.
O. (f994). A quantitative magnetic resonance imaging study of changes in
brain morphoIogy from infancy to IateaduIthood. Archives of Neurology, 5f,
874−887.
99
Reiss, A. L., Abrams, M. T., Singer, H. S., Ross, J. L., DenckIa, M. B. (f996).
Brain deveIopment, gender and IQ in chiIdren. A voIumetric imaging study.
Brain, ff9(5), f763−f774.
RosseIIi, M. (f997). La evaIuación neuropsicoIógica infantiI. En: M. RosseIIi,
A. Ar- diIa, D. Pineda, & F. Lopera, (Eds.). Neurops¡cología InJantil.
CoIombia: Prensa Creativa.
RosseIIi, M., ArdiIa, A., Matute, E., Inozemtseva, O. (2009). Gender differences
and cognitive correIates of mathematicaI skiIIs in schooI−aged chiIdren. Child
Neu- ropsychology, f5, 2f6−23f.
RosseIIi, M., Matute, E. & ArdiIa, A. (20f0). Neurops¡cología del desarrollo ¡nJantil.
México: EditoriaI EI ManuaI Moderno.
Shaw, P., Greenstein, D., Lerch, J., CIasen, L., Lenroot, R., Gogtay, N.,
Evans, A. et al. (2006). InteIIectuaI abiIity and corticaI deveIopment in
chiIdren and adoIes- cents. Nature, 440, 676−679.
SoweII, E. R., Peterson, B. S., Thompson, P. M., WeIcome, S. E., Henkenius, A.
L., & Toga, A. W. (2003). Mapping corticaI change across the human Iife
span. Natu- ral Neuroscience, 6, 309−3f5.
Spreen O. & Strauss E. A. (f998). Compend¡um oJ neuropsycholog¡cal tests
(2nd Ed.). EUA: Oxford University Press.
Squire, L. R. & KnowIton, B. J. (f995). Memory, hippocampus, and brain
systems. En M. S. Gazzaniga (Ed.). The cogn¡tive neurosc¡ences. EUA: MIT
Press., 825− 837.
Tramontana, M. G., & Hooper, S. R. (f989). NeuropsychoIogy of chiId
psychopa- thoIogy. En C. R. ReynoIds & E. FIetcher−Janzen (Eds.).
Handbook oJ Cl¡n¡cal Ch¡ld Neuropsychology. EUA: PIenum Press.
f20−f39.
TuIving E. (f995). Organization of memory: Quo vadis? En M. S. Gazzaniga (Ed.).
The Cogn¡tive Neurosc¡ences, EUA: MIT Press. 839−847.
Turati, C., Di Giorgio, E. , Bardi, L. & Simion F. (20f0) HoIistic Face
Processing in Newborns, 3−Month−OId Infants, and AduIts: Evidence
From the Composite Face Effect. Ch¡ld Development, 8f(6), f894−f905.
Whitaker, K. J., KoIind, S. H., MacKay, A. L. & CIark C. M. (2008).
Quantifying deve- Iopment: Investigating highIy myeIinated voxeIs in
preadoIescent corpus caIIo- sum. Neuro¡magen, 43, (4),73f−735.
WiIke, M., KrägeIoh−Mann, I. & HoIIand, S. K. (2007). GIobaI and IocaI
deveIop- ment of gray and white matter voIume in normaI chiIdren and
adoIescents. Exper¡mental Bra¡n Research, f78, 296−307.
YakovIev, P., Lecours, A. f967. The myeIogenetic cycIes of regionaI
maturation of the brain. In: Minkowski, A. (Ed.), Reg¡onal Development oJ
the Bra¡n ¡n Early Life. Gran Bretaña: BIackweII, Oxford, 3−70.
100
Bases biológicas y desarrollo de la FUNCIÓN EJECUTIVA
Esmeralda MATUTE1 y Mónica Rosselli
Introducción
1
Agradecemos a Olga Inozemtseva yYaira Chamorro su apoyo para la conformación de
la bi- bliografía, referencias.
101
Bases biológicas y desarrollo de la función
ejecutiva
Por ejempIo, una paciente con una disfunción ejecutiva por un probIema
de- generativo (ArdiIa, Matute e Inozemtseva, 2003) aI evaIuar su
contexto Iabo- raI y encontrar que había muchas personas que
trabajaban en éI, estabIeció como meta aumentar su ingreso económico
aI vender gaIIetas eIaboradas por eIIa misma en su oficina; eI probIema
fue que no consideró todos Ios eIemen- tos de ese contexto para
estabIecer esa meta, ya que eIIa era Ia directora.
3. La reguIación emocionaI. Ésta permite Ia modificación de Ias
respuestas emocionaIes para aIcanzar Ia meta estabIecida (Thompson,
Lewis, & CaI- kins, 2008).
102
posterior por Ia cisura centraI o de RoIando, y en Ia parte inferior por Ia
cisura de SiIvio. De acuerdo con eI mapa citoarquitectónico de Brodmann
comprende en su cara externa Ias áreas 8, 9, f0, 44, 45 y 47, en tanto que su
cara interna incIuye Ias áreas 8, 9, f0, ff, 24, 25, 32 y 33 (figura 7−f).
104
EI área que proIonga por más tiempo su maduración es justo Ia que ocupa
eI eje centraI en este capítuIo, Ia corteza prefrontaI o área terciaria de
asociación motora. Como veremos más adeIante, este proceso inicia pronto en
Ia vida posnataI, pero tiene un progreso pauIatino y proIongado hasta Ia
edad aduIta (cuadro 7−f).
106
asociado con importantes cambios o aceIeraciones en eI desarroIIo de Ias
funcio- nes ejecutivas (Anderson et al., 200f).
Cada componente de Ia función ejecutiva tiene su propio momento
crítico de desarroIIo. Anderson et al. (200f) sugieren que Ia texibiIidad cognitiva
madura más temprano que Ia habiIidad para pIanear y resoIver probIemas.
KIenberg, Korkman & Lahtu−NuuttiIa (200f) identifican Ia inhibición como una
tarea básica y de maduración temprana que antecede aI desenvoIvimiento de
funciones ejecutivas más compIejas.
107
de 5 a f6 años de edad, Ia ejecución en Ia pirámide de México. Esta prueba
forma parte deI dominio de funciones ejecutivas de Ia ENI (Matute, ArdiIa,
RosseIIi et al., 2007; RosseIIi et al., 2004; RosseIIi, Matute & ArdiIa, 2006;
ArdiIa, RosseIIi, Matute & Guajardo, 2005; Matute, RosseIIi, ArdiIa et al.,
2004) y, aI iguaI que Ias pruebas con torres, consiste en eI movimiento de
objetos con Ia finaIidad de construir dise- ños predeterminados, bajo Ia
restricción de ciertas regIas. Para reaIizar esta tarea se Ie proporcionan aI
niño tres bIoques de madera de tres tamaños y tres coIores diferentes, así
como una hoja bIanca en Ia que se encuentra deIimitado un espa- cio
dividido en tres sectores. EI niño tiene que mover Ios bIoques dentro de estos
tres sectores con Ia finaIidad de construir un diseño que se Ie presenta como
mo- deIo en Ia Iibreta de estimuIos. Se Ie indica que debe hacerIo con eI
menor número de movimientos posibIe y ubicar Ia construcción en eI mismo
espacio en eI que se encuentra eI modeIo. La tarea consiste en ff ensayos;
Ios movimientos mínimos requeridos para cada ensayo varían de dos a siete.
Se registraron cinco medidas: número de aciertos, de movimientos y tiempo
de ejecución en Ios diseños correc- tos, número de aciertos y tiempo de
ejecución en Ios diseños correctos reaIizados con eI mínimo de movimientos.
Se observó un efecto de Ia edad sobre Ias cinco medidas. En comparación
con Ios otros grupos, Ios niños de 5 a 6 años tuvieron una menor cantidad
de diseños correctos y Ios de 5 a 8 años requirieron mayor número de
movimientos. EI tiempo de ejecución mostró más diferencias entre Ios grupos
de edad. EI anáIisis por ensayo reveIó que eI grado de dificuItad se reIacio-
na con Ia cantidad de movimientos y Io novedoso de Ias regIas. Estos
resuItados sugieren que además deI número de aciertos y de movimientos
invertidos para Iograr cada acierto, eI tiempo de ejecución es un indicador
útiI deI desarroIIo de estas funciones, dado que Ia rapidez en Ia ejecución
es Ia que marca diferencias mayores entre Ios niños. Lo anterior apoya Ia
existencia de un proceso aceIerado de Ias funciones de pIaneación y
organización durante Ios primeros años de Ia eta- pa escoIar, que sigue un
curso más Iento en Ia adoIescencia (Matute, E., Chamorro, Y., Inozemtseva
et al., 2008).
La flex¡b¡l¡dad cogn¡tiva
108
edad pueden mantener en Ia mente sóIo una regIa (o principio), por ejempIo
eI coIor, aI reaIizar una prueba de cIasificación de tarjetas (SI la tarjeta ES roja,
va aquí; SI la tarjeta ES azul, va acá) y no puede atender otras características
de Ios estimuIos (forma o número), por Io que no podrá cambiar de criterio de
cIasifi- cación (ZeIazo & Frye, f998). Dado Io anterior, es probabIe que eI niño
de esta edad persista en cIasificar Ias tarjetas de acuerdo con eI principio de
coIor. De hecho, Anderson, Northam, Hendy et al. (200f) consideran que aún
a Ia edad de 7 años, eI niño continúa con dificuItades en Ias pruebas de
cIasificación cuando precisan conservar en Ia mente distintas regIas para
poder hacer modificaciones en éstas durante eI desempeño de Ia tarea. Es
hasta Ios 8 a Iosf0 años eI perio- do en que eI niño muestra una habiIidad
semejante a Ia deI aduIto para variar de una estrategia a otra (De Luca et al.,
2003).
La prueba de CIasificación de Tarjetas de Wisconsin (Heaton, CheIune,
TaIIey et al., f993) evaIúa Ia texibiIidad cognoscitiva además de requerir otros
procesos ejecutivos como son Ia memoria operativa y Ia atención. Para
reaIizar esta tarea eI sujeto necesita de Ia capacidad de aIternar categorías
cuando Ia regIa que se utiIi- za es modificada. CIaros cambios asociados a Ia
edad han sido encontrados a partir de Ios 5 años (Heaton et al., f993;
RosseIIi & ArdiIa, f993); a mayor edad, mayor será eI número de categorías
y menor eI de Ios errores y Ias respuestas perseve- rantes. En Ia
adoIescencia, eI número de categorías y de errores es equivaIente aI deI
aduIto (Strauss, Sherman, & Spreen, 2006).
La EvaIuación neuropsicoIógica infantiI (ENI) (Matute et al., 2007) incIuye
Ia ta- rea de cIasificación de tarjetas en eI dominio reIacionado con Ia función
ejecutiva. Es una forma abreviada de Ia prueba de CIasificación de tarjetas de
Wisconsin (Heaton et al., f993). EI niño tiene que cIasificar 54 tarjetas de
acuerdo con tres criterios: coIor, forma y número. Se considera que esta
tarea se reIaciona con Ia texibiIidad cognitiva a Ia vez que también requiere
de formación de conceptos, atención y memoria operativa. Se entregan aI
niño 54 tarjetas que tienen de una a tres figuras geométricas: círcuIo azuI,
rectánguIo rosa y rombo amariIIo. En cada tarjeta sóIo hay un tipo de figura.
Se Ie pide aI niño que coIoque Ias tarjetas, una por una, de- bajo de tres
tarjetas estimuIos: Ia primera con un rectánguIo rosa, Ia segunda con dos
rombos amariIIos y Ia tercera con tres círcuIos azuIes.
EI niño tiene que deducir eI principio de cIasificación (por coIor, forma o
número). La prueba inicia con un coIor como base de cIasificación. Después
de diez ensayos continuos de cIasificación correcta bajo este principio, eI
evaIuador cambia eI criterio a forma, sin brindar ninguna pista aI niño. Una vez
que eI niño haya cIasificado diez tarjetas de manera continua con esta regIa se
cambia a número. Se cuenta eI núme- ro de categorías que Iogra hacer con
Ias 54 tarjetas. EI máximo de categorías es tres. ArdiIa, RosseIIi, Matute et
al. (2005) evaIuaron a 622 niños mexicanos y co- Iombianos de 5 a f4 años,
tanto de escueIas púbIicas como privadas repartidos en cinco grupos de
edad en Ios que se incIuyeron de 23 a 40 niños por grupo. Se observó un
efecto de Ia edad en eI número de categorías, ya que Ios integran- tes deI
primer grupo, es decir, de 5 a 6 años de edad aIcanzaron a hacer un pro-
medio de f.5 categorías, en tanto que Ios de f3 a f4 años de edad
Iograron 2.2
109
categorías. No se observó un efecto deI género de Ios niños ni deI tipo de
escueIa sobre este ejercicio. Nuestros resuItados indican que Ia edad es un
factor impor- tante para que Ios niños Iogren ajustar su ejecución a Ias
exigencias de Ia tarea ante eI cambio de demandas ambientaIes.
flu¡dez
PrOSPECTIVa
ReferENCIAS
112
Anderson, V., Northam, E., Hendy, J., & WrenaII, J. (200f). Developmental
Neurop- sychology: A cl¡n¡cal approach. EUA: PsychoIogy Press.
Anderson, V., Levin, H., & Jacobs, R. (2002). Executive functions aGer frontaI
Iobe injury: A deveIopmentaI perspective. En D. T. Stuss, & R. T. Knight
(Eds.), Pr¡nc¡- ples oJ Jrontal lobe Junction (504−527). EUA: Oxford
University Press.
ArdiIa, A., Matute, E., Inozemtseva, O. V. (2003). Progressive agraphia,
acaIcuIia, and anomia: a singIe case report. Appl¡ed Neuropsychology,
f0, 205−2f4.
ArdiIa, A., & RosseIIi, M. (f994). DeveIopment of Ianguage, memory and
visuos- patiaI abiIities in 5 to f2 year oId chiIdren using a
neuropsychoIogicaI battery. Developmental Neuropsychology, f0,
97−f20.
ArdiIa, A., RosseIIi, M., Matute, E., y Guajardo, S. (2005). The intuence of
the pa- rents' educationaI IeveI on the deveIopment of executive
functions. Develop- mental Neuropsychology, 28, 539−60.
BaddeIey, A. (f986). Work¡ng memory. Great Britain: Oxford University Press.
BuII R., Epsyy K. y Senn, T. (2004). A comparison of performance on the
towers of
London and Hanoi in young chiIdren. Journal oJ Ch¡ld Psychology and
Psych¡a- try, 45, 743−54.
Brocki K. C., BohIin G. (2004). Executive functions in chiIdren aged 6 to f3: a
dimen- sionaI and deveIopmentaI study. Developmental Neuropsychology, 26, 57f−93.
CarIson, S. M. (2005). DeveIopmentaIIy sensitive measures of executive
function in preschooI chiIdren. Developmental Neuropsychology, 28,
595−6f6.
Crockett, D. J. (f974). Component anaIysis of within correIations of
Ianguage−skiII tests in normaI chiIdren. Journal oJ Spec¡al Education,
8, 36f−375.
Cummings, J. L. & Mega, M. S. (2003). Neuropsych¡atry and behav¡oral
neuros- cience, EUA: Oxford University Press.
De Luca, C. R., Wood, S. J., Anderson, V. A., Buchanan, J. A., Profitt, T. M.,
Mahony, K., & PanteIis, C. (2003). Normative data from the CANTAB. I:
deveIopment of executive function over the Iifespan. Journal oJ Cl¡n¡cal
and Exper¡mental Neuropsychology, 25, 242−254.
Diamond, A. (f990). DeveIopmentaI time course in human infants and
infant monkeys, and the neuraI bases of, inhibitory controI in reaching.
Annals of the New York Academy oJ Sc¡ence, 608, 637−676.
Diamond, A., Barnett, W. S., Thomas, J. y Munro, S. (2007). PreschooI
program improves cognitive controI. Sc¡ence, 3f8, f387−f388.
Diamond, A., & Lee, K. (20ff). Interventions Shown to Aid Executive Function
De- veIopment in ChiIdren 4 to f2 Years OId. Sc¡ence, 333, 959−963.
Epsy, K. (f997). The shape schooI: Assessing executive function in preschooI
chiI- dren: Developmental Neuropsychology, f3, 495−499.
Gaddes,W. H., & Crockett, D. J. (f975). The Spreen−Benton aphasia tests,
normati- ve data as a measure of normaI Ianguage deveIopment. Brain
and Language, 2, 257−280.
HaIperin, J. M., HeaIy, J. M., Zeitchik, E., Ludman, W. L., & Weinstein, L.
(f989). DeveIopmentaI aspects of Iinguistic and mnesic abiIities in normaI
chiIdren. Journal oJ Cl¡n¡cal and Exper¡mental Neuropsychology, ff,
5f8−528.
113
Heaton, R. K., CheIune, G. J., TaIIey, J. L., Kay, G. G., & Curtis, G. (f993).
W¡scons¡n Card Sorting Test (WCST), anual, rev¡sed and expanded. EUA:
PsychoIogicaI As- sessment Resources.
Hooper, S. R. & Boyd, T. A. (f986). NeurodeveIopmentaI Iearning disorders. En:
J. E. Obrzut y G. W. Hynd. Ch¡l Neuropsychology. Yol. 2. Cl¡n¡cal practive.
EUA: Academic Press, Inc. f5−58.
Isquith P. K., Crawford J, Epsy K. A., Gioia G. A. (2005). Assessment of
executive function in preschooI−aged chiIdren. Mental Retardation and
Developmental D¡sab¡l¡ties Reserach Rev¡ew, ff, 209−f5.
Jone−Gotman, M. (f990). PresurgicaI psychoIogicaI assessment in chiIdren:
Spe- ciaI tests. Journal oJ Ep¡lepsy, 3, 93−f02.
Jurado, M. & RosseIIi, M. (2008). The eIusive nature of Executive functions: A
re- view of our current understanding. Neuropsychology Rev¡ew. f7,
2f3−233.
KIenberg L, Korkman M, Lahti−NuuttiIa P. (200f). DifferentiaI deveIopment of
at- tention and executive functions in 3− to f2− year−oId Finnish chiIdren.
Develo- pmental Neuropsychology, 20, 407−28.
KIimkeit E. I., MattingIey J. B., Sheppard D. M. , Farrow M., Bradshaw J. L.
(2004). Examining the deveIopment of attention and executive functions
in chiIdren with a noveI paradigm. Ch¡ld Neuropsychology, f0, 20f−ff.
KoIb, B., & Whishaw, I. Q. (f985). Jundamentals oJ human neuropsychology
(2a. ed.). EUA: Freeman.
KoIb, B., & Whishaw, I. Q. (200f). An ¡ntroduction to bra¡n and behav¡or.
EUA: Worth PubIishers.
Koren, R., Kofman, O., & Berger, A. (2005). AnaIysis of word cIustering in
verbaI tuency of schooI−aged chiIdren. Arch¡ves oJ Cl¡n¡cal
Neuropsychology, 20, f087−ff04.
Lezak, M. Howieson, D. B. y Loring, D. W. (2004). Neuropsycholog¡cal
Assessment, EUA: Oxford University Press.
Luciana, M. (2003). Practitioner review: computerized assessment of neurop-
sychoIogicaI function in chiIdren: cIinicaI and research appIications of
the Cambridge NeuropsychoIogicaI Testing Automated Battery (CANTAB).
Journal oJ Ch¡ld Psychology and Psych¡atry, 44, 649−63.
Luria, A. (f989). El cerebro en acc¡ón. México: Ediciones Roca, S. A.
Matute, E., ArdiIa, A., RosseIIi, M., Ostrosky−SoIís, F. (2007). Evaluac¡ón
neurops¡- cológ¡ca ¡nJantil. México: EditoriaI EI ManuaI Moderno, UNAM,
Universidad de GuadaIajara.
Matute, E., Chamorro, Y., Inozemtseva, O., Barrios, O., RosseIIi, M., ArdiIa,
A. (2008). Efecto de Ia edad en una tarea de pIanificación y organización
('pirámi- de de México') en escoIares. Revista de Neurología, 47(2),
6f−70.
Matute, E., RosseIIi, M., ArdiIa, A. y MoraIes, G. (2004). VerbaI and
nonverbaI tuency in Spanish−speaking chiIdren. Developmental
Neuropsychology, 26, 647−60.
Raizner, R. D., Song, J. y Levin, H. S. (2002). Raising the ceiIing: the Tower
of Lon- don extended version. Developmental Neuropsychology, 2f,
f−f4.
114
Regard, M., Strauss, E., & Knapp, P. (f982). ChiIdren's production on verbaI
and non−verbaI tuency tasks. Perceptual and Motor Sk¡lls, 55,
839−844.
RosseIIi, M., & ArdiIa, A. (f993). DeveIopmentaI norms for the Wisconsin
Card Sorting Test in 5−to f2−year−oId chiIdren. The Cl¡n¡cal
Neuropsycholog¡st, 7, f45−f54.
RosseIIi, M., Jurado, M. B. & Matute, E. (2008). Las funciones ejecutivas a
través de Ia vida. Rev¡sta Neurops¡cología, Neurops¡qu¡atría y
Neuroc¡enc¡as. 8, 23−46.
RosseIIi−Cock, M., Matute−ViIIaseñor, E., ArdiIa−ArdiIa, A., Botero−Gómez, V. E.,
Tangarife−SaIazar, G. A., Echeverría−PuIido, S. E. et al. (2004). EvaIuación
neu- ropsicoIógica infantiI (ENI): una batería para Ia evaIuación de niños
entre 5 y f6 años de edad. Estudio normativo coIombiano. Revista de
Neurología, 38, 720−73f.
RosseIIi, M., Matute, E., y ArdiIa, A. (2006). Predictores neuropsicoIógicos de
Ia Iectura en españoI. Revista de Neurología, 42, 202−f0.
Ruff, R. M., Light, R. H., Parker, S. B., & Levin, H. S. (f997). The
psychoIogicaI cons- truct of word tuency. Brain and Language, 57,
394−405.
ShaIIice T. (f982). Specific impairments of pIanning. Ph¡losoph¡cal Transactions
oJ the Royal Soc¡ety, Ser¡es B. 298, f99−209.
Strauss, E., Sherman, E. M. S., and Spreen, O. (2006). A Compendium of
Neurop- sychoIogicaI Tests. Administration, Norms, and Commentary. (3th
ed.). EUA: Oxford University Press.
Tirapu J., Céspedes, J. M. & PeIegrín, C. (2002). Funciones ejecutivas: necesidad
de una integración conceptuaI. Revista de Neurología, 34, 673−85.
Thompson, R. A., Lewis, M. D., & CaIkins, S. D. (2008). Reassessing Emotion
Regu- Iation. Ch¡ld Development Perspectives, 2(3), f24−f3f.
ZeIazo, P. D., & Frye, D. (f998). Cognitive compIexity and controI: II. The
deve- Iopment of executive function. Current d¡rections ¡n Psycholog¡cal
Sc¡ence, 7, f2f−f26.
ZeIazo P.D. & MüIIer U. (2002) Executive functions in typicaI and atypicaI
deveIo- pment. En Goswami U, (Ed.) Handbook oJ ch¡ldhood cogn¡tive
development. Gran Bretaña: BIackweII. 445−69.
115
Índice
A
booksmedicos.org
Apatía. 1O4 actividad magnetoencefa-
Apraxia musical. lográkca, 44
24 atonía, 36
Acromatopsia central, 1 Aprendizaje. 65 del sueño MOR, 44
Actividad(es) de caras, 5 desbalance entre neuromo-
artísticas líricas. 22 de nuevas caras, 6 duladores, 45
cerebral. 21 musical, 11 durante el sueño, 37
eléctrica cerebral. 22. 38 procedural. 27 mecanismo unikcador,
eléctrica muscular. 21 Área(s) 4o organización funcional
Adicción(es). 61 auditivas primarias. 14 del, 46 reactividad, 36
campo de cerebral, 1 sistema cerrado,
neuropsicología de. 62 de Broca. 4. 15 45 Ciclo sueño-vigilia.
características cognitivas, 61 frontopolares. 22 1O4 Cíngulo. 14. 24
funciones ejecutivas. 61 fusiforme, Clínica neurológica. 1
papel del funcionamiento en tratamiento de caras, Cocaína, 51, 55
cognitivo en, 61 5 SELECTIVIDAD y especifici- Cociente intelectual (CI). 112
Agnosia, 1 dad del, 5 Comportamiento propositivo. 1O2
visual del desarrollo, 6 tegmental ventral. 54 calidad en la ejecución. 1O2
Agrafia musical. 24 Armonía. 11. 12. 14 economía en la ejecución.
Agresión. 66. 77 Asco. 71. 74 1O2 velocidad en la
Akinetopsia, 1 Atonía. 36 ejecución.
Alegría. 25. 66. 73. Ausencia de consciencia. 1O2
83 Alegría-tristeza. 34 Autoestimulación. 72 Conducta(s)
2o Alexia sin Autoreceptores, 55 adictiva. 51. 57
agrafia. 1 Alexitimia, Autorreflexión. 21 modelos teóricos que
68 Axones, 88 buscan explicar, 59
Alucinógenos. 51 predisposición genética. 6o
Amígdala. 8. 2o. 24. 54. 75 agresiva. 77
C
Amnesia. 4. 34 compulsiva repetitiva, 59
semántica para caras, 5 Cannabis. 52 comunicativas no verbales,
Amor, 66 Caras, 1 16 humana adulta. 87
Amusias. 24 cómo procesa el cerebro las. motivadoras de la, 11
amnésica. 24 1 desconocidas. 7 propositiva, 101
congénita. 24 familiares. 7 Consciencia fonológica. 27
motoras. 24 percepción de. Q2 Consideración contextual. 1O2
oral-expresiva. 24 Célula(s) Córtex auditivo secundario.
sensoriales. 24 cerebrales. 21 18 Corteza
Analgesia. 75 de Purkinje. 18 auditiva. 14. 15. 16. 7o
Análisis gliales, 18, 89 primaria, 18
cerebral de imágenes. 2 nerviosas, 88 secundaria. 17. 18
estructural de caras. 7 Centros de placer. cerebral. 87
perceptual. 3 72 Cerebelo, 18 frontal. 17
visual de rostros desconoci- Cerebro orbitofrontal. 2o
dos. 4 activación endógena. 45 parietal. 17
Anfetaminas, 56 activación relacionada con periestriada. 2
Anomia para nombres propios, movimientos oculares, prefrontal. 75. 7Q
5 Ansiedad. 83 43 ventrolateral. 2o
Aparato del lenguaje. 4 actividad coherente, 39
NOTA: Los números de página en negritas indican cuadros y en cursivas corresponden a figuras
116
Índice
visual. 4 Enzima
catecol-o-metil transferasa, 55
primaria. 2
monoamino oxidasa, 56
Corticoesteroides. 75
Epilepsia. 77 Escala
Cortisol. 22
de Barratt-Behavioral Impul- sivity Scale. 62
Crack, 55
Likert de emocionalidad- familiaridad. 7
Culpa. 83
Establecimiento de metas. 1O2 Estado
afectivo difuso. 71
D cerebral adaptativo. 12
de alerta. 25
de ánimo, 19
Daño cerebral. Q4 emocional. 1Q. 71
Dendritas, 88 inducido por la MÚSICA. 23 Estimulación
Depresión. 74 ambiental. Q6 Estímulo(s)
Desarrollo auditivos. 14
cerebral del niño. Q5 condicionado. 75
cerebral prenatal. 87 emocional. 22
cognitivo, 96 incondicionado. 75
neuropsicológico. 87 mono-orientado, 5
Diacetilmorfina. 54 motivacional. 22
Discalculias, 91 musical. 13. 16. 2o particulares. Q4
Disgrafías, 91 perceptuales no familiares. Q4 visual. 1. 2. 5
Dislexia. 24. Q1. Q7 Estudio(s)
Displacer. 72 de Halpern. 17
Drogas, 51 imagenológicos. 1
acción en el cerebro. Euforia. 83 Evaluación
52 blandas. 52 neuropsicológica. Q1 del cerebro, 91
duras. 52 infantil (ENI). 1OQ. 111 psicológica
efectos, tradicional. Q2
euforizantes, 55 Examen de decisión facial. 6 Experiencia
gratificantes. 55 emocional. 71 Expresión(es)
mecanismos y sitios de emocionales, 67, 76
ac- facial, 71
ción. 52 verbal, 13, 95
uso recreativo o situacional.
57
F
E Felicidad. 73
Fenómeno alucinatorio. 33
Fibras comisurales, 89
Electrofisiología. 83 Flexibilidad cognitiva, 108
Emoción(es). 65. 66. 83 Fluidez, 110 fonémica. 11O gráfica.
básicas, 67 11O. 111
desagradables, 11 verbal, 110
displacenteras, 22
experimentadas, 21
faciales, 76
patrón de desarrollo de,
68 placenteras, 11, 12,
22 teoría biológica de,
66
vía de reconocimiento
visual de, 69
Empatía, 80
Endocanabinoides. 53
Enojo. 25. 71. 83
Ensoñaciones. 33
neurofisiología de. 33
neuropsicología de. 33
alfabética. ógicas. 27 mnésicas.
11O H Q5 musicales. 25
fonémica. desarrollo y plasticidad.
11O Habil 25 Hemisferio
semántica, id cerebral derecho, 13
110 a derecho, 6
Fobias. 75 d( izquierdo, 6, 15, 16
Fonemas. 12 es Herencia biológica. 87
Frustración. 83 ) Heroína. 51. 54
Función ejecutiva. co Hipermodulación
Q2 gn colinérgica. 45
bases biológicas. 1O1. 1O5 iti dopaminérgica, 45
desarrollo de, 101, 105 va Hiperpolarización neuronal. 47
en niños mexicanos. 1O7 s, Hipocampo. 24. 75
estudios del desarrollo. 90 Hipoemocionalidad visual, 8
1O7 geografía cerebral de. de cálculo, 96 Hipomodulación aminérgica.
1O2 maduración cerebral y. de 45, 46
1O4. 1O6 imaginerí Hipotálamo, 8
a mental. Hipótesis
G 23 de de abajo-arriba. 15
planeació de activación-síntesis. 45
Ganglios basales. 14 n. 1O7 de arriba-abajo, 15
Gelástica. 77 espaciale Homeostasis. 12
Geografía cerebral. 1O2 s. 23 Huellas de memoria,
Gestos faciales emocionales. 76 fonol 95
117
Tendencias actuales de las neurociencias cognitivas
de caras, tristes. 21
Memoria. 16. Q4
almacenadas. 3
a largo plazo, 95
aprendidas. 3
de rostros familiares. Q2 de trabajo. 16.
Huellas mnémicas. 16
2o declarativa, 95
musical. 25
I no declarativa, 95
operativa, 106
secundaria, 95
Identidad. Q semántica. 3. 4
Imaginación creativa. activación de. 3
11O Imaginería relativa a las personas. 3 Metabolismo
auditiva, 16 cerebral. 38
mental. 23 Metanfetaminas, 51, 56 Métodos de
musical, 16 neuroimagen. QO Miedo. 25. 66. 74
Impulsividad. 62 Modelo de reconocimiento de caras
Información de Breen, 8
auditiva. 26 de Breen, Caine y Colhart, 9 de Bruce
autobiográfica de caras. and Young, 2
5 emocional. 48 Modelo neuroanatómico. 74 Modulación
segmental. 12 aminérgica. 37
suprasegmental. 12 colinérgica. 37
visual, 1 dopaminérgica. 37
Inhalantes. 51 Morfina. 54
Insight, 104 MÚSICA. 11
Integridad biológica, 12 carácter comunicativo emo- cional y
creativo, 11
L como lenguaje cognitivo y emocional. 27
efectos de la. 22 importancia biológica. 12
perspectiva psicobiológica
Lenguaje. 2. 65 de la, 11 procesamiento emocional
musical. 12 de, 19
oral. 13 procesos cognitivo-emocio- nales. 24
prosodia del. 13 sobre procesos, cognoscitivos. 22
verbal. 12 conductuales. 22
Lesión(es)
cerebrales, 6 N
frontales ventromediales. 7
occipitotemporal, 6 Neurología. 87
Lóbulo frontal. 7 Neuromodulación. 37
izquierdo. 4 Neurona(s). 1. 88 espejo. 8o
Lóbulo temporal mecanismo de acopla- miento, 81
derecho, 5 SEROTONINÉRGICAS. 37
izquierdo, 5 Neuropsicología. 87
Maduración
cerebral. 87. 8Q. Q6. 1O4
interhemisférica. QO
intrahemisférica. QO
Magnetoencefalografía (MEG).
83 Mapa citoarquitectónico. 1O3
Mariguana, 51
Melodía. 11. 12. 13. 14
alegres. 21
del adulto, 91 d SUPERVISOR. 34
infantil, 91 el voluntario. 34
Nodos de identidad ro Personalidad, características
personal. 3 st de, 11
Noradrenalina. 55 ro Pesadillas. 47
NÚCLEO accumbens. 54 . Pieza musical. 11. 14. 18. 23
3 Placer. 73
O vi hedónico. 73
su Placer-displacer.
Orgullo. 83 al 2o Plasticidad, 88
Oscilaciones del de Potenciales pontogenículo-
sueño. l occipitales. 43
MOR. 3Q ro Procesamiento
NMOR. 38 str bottom-up, 15
o. emocional, 65
P 3 psicobiología del, 65
Pé musical, 11
Paciente con severa rdi top-down, 15
prosopag- nosia, 6 da Proceso(s)
Partitura musical. 17 del cognitivos no musicales.
Pensamiento co 25 de reconocimiento
ilógico. 33 ntr facial, 5 sensorio-motores.
lógico. 45 ol 21
Percepción musical. de Producción
13 Percepto jui articulatoria.
auditivo de su cio 4
voz. 3 facial. 3 . musical, 18
34
118
Índice
119
Esta obra ha sido publicada por
Editorial El Manual Moderno, S.A. de
C.V., se han terminado los trabajos de esta
segunda edición el 19 de octubre de 2012
en los talleres de Fuentes Impresores, S.A. de
C.V., Centeno 109, Col. Granjas Esmeralda,
Del. Iztapalapa, C.P. 09810,
México, D. F.
2a edición, 2012