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EE.UU.

Jacob Blake, esposado a la cama, pese a


no poder caminar

Una marcha de protesta por Jacob Blake, esta semana en


Kenosha (Wisconsin) (Morry Gash / AP)

FRANCESC PEIRÓN | NUEVA YORK


30/08/2020 11:21 | Actualizado a 31/08/2020 02:33

El caso Jacob Blake, abatido hace una semana en Kenosha


(Wisconsin), ilustra de forma clara la magnitud de la tragedia
negra en Estados Unidos.

Un policía blanco le pegó siete tiros por la espalda y a


quemarropa, con tres de sus seis hijos como testigos. Sobrevive,
sí, pero “solo otro milagro”, dice la familia, le permitiría volver a
andar. Está paralizado de cintura para abajo.

La policía pasó del pistolero de Kenosha


aunque fue avisada de que disparó a tres
manifestantes

Y, sin embargo, pese a la evidencia de que la huida era imposible,


los agentes lo esposaron a la cama. Explicaron que era una
cuestión de procedimiento, al estar detenido por violencia
doméstica.
“Un insulto sobre la herida”. comentaron sus allegados. El parte
médico es como para echar a correr. Tiene lesiones en la medula
espinal, columna vertebral, estómago, riñones, hígado, ha
perdido la mayor parte del colon y carece de función intestinal y
genital.

Este otro escándalo salió a la luz cuando su padre, también de


nombre Jacob Blake, acudió a visitar a su hijo al hospital. “Tenía
el acero frío en su tobillo. Estaba encadenado a la cama, ¡pero no
puede levantarse!”, clamó en la CNN.

Las cadenas se las retiraron este pasado viernes, una vez que los
sus letrados negociaran con el fiscal del distrito de Kenosha. El
caso contra Blake continúa, aunque le han dado la libertad a
cambio de fianza.

La policía de la localidad de Wisconsin no desveló hasta casi una


semana después cómo se produjo el encuentro. Según su versión,
el pasado domingo acudieron a ese lugar tras la llamada de una
mujer, la misma que el pasado julio presentó denuncia contra
Blake, que les alertó de su presencia.

Los uniformados intentaron reducirle, le aplicaron descargas con


la pistola eléctrica sin éxito. Los agentes Vincent Arenas y Rusten
Sheskey le apuntaron con las armas reglamentarias y le pidieron
que se entregara. Sheskey le disparó porque Blake iba meterse en
el coche y coger una navaja, que nadie ha visto. Ni el vecino que
hizo la grabación. Sus abogados replicaron que Blake pretendía
atender a sus hijos.

“No llevaba ningún arma y no se merecía siete tiros”, replicó


Justin Blake, uno de sus tíos, que calificó de “insulto” la
explicación de la policía. En los medios locales, la mujer que le
denunció expresó su lamento. “Le ha disparado numerosas veces
sin razón”, dijo.

“Hay dos tipos de justicia en Estados Unidos. Hay un sistema


blanco y uno negro. El sistema negro no lo está haciendo tan
bien”, afirmó Blake padre desde el escenario de la Marcha a
Washington que se celebró este viernes 28 de agosto y que hoy
preveía participar en otra en Kenosha.
Hacía alusión a la historia de dos vídeos que capturan dos
realidades totalmente opuestas en las calles de esa ciudad.

Uno, en el que un policía le pega siete tiros por la espalda a su


hijo. En otro, registrado a los dos días. Kyle Rittenhouse,
extremista blanco de 17 años, ha disparado a tres manifestantes –
mató a dos, hirió a otro– y se dirige a los policías, con el fusil
colgado y los brazos levantados en señal de rendición. Hay quien
grita: “Él les ha disparado”. Camina así ante varios coches
policiales y no pocos agentes. No le dicen nada. Le detuvieron al
día siguiente, en su casa de Illinois.

Le imputan seis cargos, entre estos dos homicidios consumados y


uno frustrado. Sus abogados, entre cuyos clientes aparecen
figuras trumpistas como Rudy Giuliani, alegaron defensa propia
en su misión de vigilante de edificios.

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